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Sermón Romanos 8.

1-4
Por Daniel Sosa 21/11/2021

1Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
2Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y

de la muerte.
3Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios,

enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al


pecado en la carne;
4para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la

carne, sino conforme al Espíritu.

Hoy empezamos el Capitulo 8 de romanos.


Este es el capítulo más largo de toda la carta.
Lutero decía que esta era una obra maestra. Otro autor dice que, si el NT fuese como
un anillo y la carta a los romanos la piedra preciosa, el cap.8 sería su punto más
brillante.
Este capítulo comienza con la bendita y gloriosa declaración de que no hay
condenación y termina con no hay separación.

Hoy vamos a estudiar estos primeros 4 versículos, pero antes veamos brevemente el
contexto. En romanos 7 pablo mostró a través de su ejemplo la lucha que el cristiano
verdadero, con el pecado que todavía mora en él.

Es cierto que ya estamos libres de la ley y del pecado, pero el pecado aun sigue siendo
nuestro enemigo sin tregua. Un enemigo que nos ataca desde dentro de nosotros.
Y contra el cual de ninguna forma puede ser derrotado en nuestras propias fuerzas,

Y esa esa dura realidad la que lleva a Pablo a decir, o gritar en el v.24 ¡Miserable de mi ¿Quién
me librara de este cuerpo de muerte?!
A lo que de inmediato responde Pablo GRACIAS A DIOS, por Jesucristo Señor Nuestro.

¿Quién me libertara?
¿Quién nos librara de este cuerpo de muerte?
Gracias a Dios por Jesucristo

Y es esa frase, precisamente lo que Pablo va a explicar ahora más ampliamente.


La realidad de la obra que Dios hizo a nuestro favor a través de Cristo.

El sermón esta mañana se titula


No hay condenación para los que están unidos a Cristo.
¿Por qué ya no hay condenación al estar unidos a Cristo?

I. Porque hemos sido librados de la ley del pecado y de la muerte vv.1-2


II. Porque Dios se encargó de solucionar lo que la Ley no pudo. Vv. 3
III. Porque al estar unidos a Cristo, El Espíritu Santo cumple la justicia de Dios en
nosotros.v.4
No hay condenación para los que están unidos a Cristo.
¿Por qué ya no hay condenación al estar unidos a Cristo?

I. Porque hemos sido librados de la ley del pecado y de la muerte vv.1-2


1Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no
andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
2Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y
de la muerte.

La frase Ahora pues, con la que comienza el capítulo,


indica que el apóstol está resumiendo, o expresando una conclusión anticipada.
La deducción que hace, sin embargo, no parecería surgir del capítulo 7 solamente,
sino de la totalidad de su argumento hasta aquí,
y especialmente de lo que ha escrito en los capítulos 3, 4 y 5
acerca de la salvación por medio de la muerte y resurrección de Cristo

La primera bendición de la salvación se expresa en las palabras ninguna condenación,


que son equivalentes a ‘justificación’.
De hecho, las afirmaciones iniciales en Romanos 5 y Romanos 8
se complementan mutuamente

El capítulo 5 comienza con la declaración positiva:


‘En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con
Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.’ NVI
El capítulo 8 comienza con la contraparte negativa:
Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús.

Pablo pasará casi de inmediato a explicar que el hecho de que no seamos condenados
se debe a la acción de Dios de condenar nuestro pecado en Cristo

La parte b, del verso uno, dice:


“los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”

Aunque esta última cláusula no se encuentra en los mejores MSS griegos,


encaja bien en el v. 1 como una aclaración de lo que significa estar en Cristo Jesús.
Solo como una nota al margen la santificación es la evidencia de la justificación.

En realidad, ha sido tomada “prestada” del vv. 4,


de donde todas las versiones modernas la omiten.

Leemos después el vv.2


2Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y
de la muerte

inmediatamente nos confronta una paradoja.


Pablo ha estado diciendo que somos librados de la ley,
pero ahora declara que su liberación ha sido por la aplicación de otra ley.
La paradoja es agravada por el hecho de que
Pablo usa la misma palabra (nomos) en ambos casos

Barth insiste en que esta ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús es la ley de Dios
reestablecida por la gracia. El nuevo poder activo del Espíritu que reside en mi, me
mueve a obedecer.

El segundo privilegio de la salvación está expresado en me ha librado


De esta manera, una segura ‘liberación’ se une a la
‘ninguna condenación’ como las dos grandes bendiciones
que son nuestras si estamos ‘en Cristo Jesús

Además, estas dos bendiciones están ligadas por la conjunción ‘pues’,


lo cual indica que nuestra liberación es la base de nuestra justificación.

Es porque hemos sido liberados que ninguna condenación puede alcanzarnos.

A fin de ubicar las palabras de Pablo en su perspectiva más amplia posible haremos
bien en recordar otra vez la promesa antiguo testamentaria del Espíritu
Ezequiel 36:26-27
26Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de

vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. 27Y pondré dentro de
vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los
pongáis por obra

Y Jeremías profetizó: “Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón”


(Jer. 31:31–34

El Espíritu es el Mediador de este gran milagro de gracia.


A través de la unión con Cristo recibimos “al Espíritu liberador”

Por el don del Espíritu somos emancipados de la ley del pecado y de la muerte.
El Espíritu restaura la ley de Dios una vez más
como una ley que es “santa, y justa y buena”

¿De qué, entonces, hemos sido liberados?


Pablo contesta: ‘de la ley del pecado y de la muerte’.

El contexto parecería exigir que se trate de una descripción


de la ley de Dios, de la Torá.
Porque uno de los principales énfasis de Romanos 7
ha sido la relación entre la ley, por un lado, y el pecado y la muerte por otro.

Es verdad que Pablo se preocupó por recalcar


que la ley no era pecaminosa en sí misma,
pero agregó que la ley revela, provoca y además condena el pecado (7:7–9).
También es cierto que subrayó el hecho de que la ley no se ‘convierte en muerte’
para las personas; a pesar de lo cual ‘produjo la muerte’ en él (7:13).
De esta manera, por desconcertante que parezca,
la santa ley de Dios podía denominarse ‘ley del pecado y de la muerte’,
porque ocasionaba ambas cosas.

En este caso, ser liberados de la ley del pecado y de la muerte


por medio de Cristo es no estar ya ‘bajo la ley’, es decir,
dejar de mirar a la ley en busca de justificación o de santificación.

Esta liberación es la experiencia que tuvo el propio Pablo.

Es de destacar que el versículo 2 es el único en Romanos 8 que usa la primera


persona singular (‘me ha liberado’), a pesar de que esto ha sido un rasgo destacado de
Romanos 7.
De esta manera Pablo quiere mostrar que él mismo ha sido liberado,
en Cristo y mediante el Espíritu, de la ley y, por consiguiente,
de la humillante situación con la que se identificó al final de Romanos 7.

la ley del Espíritu de vida’ como descripción del evangelio,


así como Pablo lo llama en otra parte ‘el ministerio del Espíritu’.

Esto tiene más sentido, dado que con seguridad que es


el evangelio lo que nos libera de la ley y su maldición, y el mensaje de vida
en el Espíritu lo que nos libera de la esclavitud del pecado y de la muerte.

La forma en la que el evangelio nos libera de la ley


es el tema que se desarrolla en los versículos 3–4.

lo cual nos lleva al siguiente punto.

No hay condenación para los que están unidos a Cristo.


¿Por qué ya no hay condenación al estar unidos a Cristo?
I. Porque hemos sido librados de la ley del pecado y de la muerte vv.1-2
II. Porque Dios se encargó de solucionar lo que la Ley no pudo. Vv. 3
3Porque Dios hizo lo que era imposible para la ley, por cuanto ella era débil por la
carne: Habiendo enviado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa
del pecado, condenó al pecado en la carne (RVA)

Me pareció oportuno colocar esta versión por el excelente énfasis en la acción de


Dios, en un fuerte contraste con la incapacidad de la Ley.
En tu versión dice:
3Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios,

enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al


pecado en la carne;

¿Qué era lo que era imposible para la ley?


No podía Salvar.
No podía santificar.
Lo que si Podía, era despertar al pecado y hacerlo activo (7:9–13)
pero no podía echar fuera el pecado.
Esta incapacidad se debía a que era débil por la carne.
Apelaba al hombre en su condición caída e impotente
La ley no podía justificar ni santificar.
¿Por qué no?
Porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder
(o porque la ley ‘era débil por la carne’, RVR).

Es decir, la impotencia de la ley no es propia.


En sí misma no lo es; su impotencia está en nosotros, en nuestra ‘carne’ (sarx),
en nuestra egocéntrica naturaleza caída (ver 7:14–20).

Luego entonces, lo que la ley debilitada por el pecado no pudo hacer,


lo hizo Dios.
Proveyó tanto para nuestra justificación como para nuestra santificación.
Primero, envió a su Hijo, a cuya encarnación y expiación se alude en el versículo 3,
y luego nos dio su Espíritu, mediante cuyo poder,
que obra en nosotros, somos capacitados para cumplir lo que exige la ley,
que se menciona en el versículo 4 y se amplía en el párrafo siguiente.

Así Dios nos justifica a través de su Hijo y nos santifica a través de su Espíritu

Un texto semejante lo vemos en:


Gálatas 4:4 4Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo,
nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5para que redimiese a los que estaban bajo la ley,
a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
6Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el

cual clama: ¡Abba, Padre!

Ahora bien, nuestro verso no solo dice que la ley no pudo, sino que Dios lo hizo, al
enviar a su Hijo.
Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado,
condenó al pecado en la carne
Cinco expresiones que Pablo usa para describir esta gran verdad
Primero envió a su propio Hijo bien podría querer indicar que había disfrutado de
vida anteriormente en intimidad con el Padre; por cierto, que expresa el amor
sacrificado del Padre al enviarlo (ver 5:8, 10 y 8:32).

Segundo, enviar al Hijo divino requirió su encarnación,


la adopción de la forma humana, lo que se expresa con las palabras
en condición semejante a nuestra condición de pecadores,
o mejor ‘en semejanza de carne de pecado’
en ‘semejanza de carne de pecado’, porque su humanidad fue a la vez real y sin
pecado simultáneamente.

Tercero, Dios envió a su Hijo para que se ofreciera en sacrificio.


La expresión griega peri hamartias (literalmente, ‘concerniente al pecado’)
podría ser una afirmación general de que vino por el pecado (NVI),
‘a causa del pecado’ (RVR),
‘para poner fin al pecado’
es probable que sea una referencia específica
a la naturaleza de su muerte como sacrificio

Cuarto, condenó Dios al pecado en la naturaleza humana


(3, literalmente, ‘en la carne’), es decir, en la carne o humanidad de Jesús, real y sin
pecado, aunque hecho pecado con nuestros pecados.
Dios juzgó nuestros pecados en la humanidad sin pecado
de su Hijo, quien los llevó en nuestro lugar

Quinto, Pablo aclara cuál fue la razón final


por la cual Dios envió a su propio Hijo y condenó nuestro pecado en él.
Fue a fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no
vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu (4).

Esto nos lleva a nuestro último punto.

No hay condenación para los que están unidos a Cristo.


¿Por qué ya no hay condenación al estar unidos a Cristo?
I. Porque hemos sido librados de la ley del pecado y de la muerte vv.1-2
II. Porque Dios se encargó de solucionar lo que la Ley no pudo. Vv. 3
III.
Porque al estar unidos a Cristo, El Espíritu Santo cumple la justicia de Dios
en nosotros

El versículo 4 es de vital importancia


para nuestro entendimiento de la santidad cristiana.

Primero, la santidad es el propósito último de la encarnación y la expiación.


El fin que Dios tenía en vista cuando mandó a su Hijo
no fue solamente nuestra justificación,
mediante el acto de librarnos de la condenación de la ley,
sino también nuestra santificación,
mediante la obediencia a los mandamientos de la ley.

La santidad consiste en cumplir la justa demanda de la ley.


Esta es la respuesta final a los antinomianos y
adherentes de la llamada ‘nueva moralidad’.

La ley moral no ha sido abolida para nosotros;


tiene que cumplirse en nosotros.
Si bien la obediencia a la ley no es la base de nuestra justificación
(es en este sentido que ‘no estamos bajo la ley sino bajo la gracia’),
es el fruto de ella y el significado mismo de la santificación.
La santidad consiste en ser semejantes a Cristo,
y la semejanza a Cristo consiste en cumplir la justicia de la ley.

la santidad es obra del Espíritu Santo.


Romanos 7 insiste en que no podemos cumplir la ley debido a la ‘carne’ que hay en
nosotros;
Romanos 8:4 insiste en que podemos y debemos cumplirla porque el Espíritu habita
en nosotros.

La santidad es el fruto de la gracia trinitaria,


del Padre que envía a su Hijo al mundo y a su Espíritu a nuestro corazón.

Como insiste Cranfiel.


El propósito de Dios al «condenar» al pecado fue que el requerimiento de su
ley se cumpliera en nosotros, es decir, que su ley se estableciera en el sentido de
que por fin fuese verdadera y sinceramente obedecida, como cumplimiento de
las promesas de Jeremías 31:33 y Ezequiel 36:26s. Pero «se cumpliera» no debe
tomarse como suposición de que los fieles cumplen acabadamente el
requerimiento de la ley. No se debe olvidar el capítulo 7. La cumplen en el sentido
de que tienen fe verdadera en Dios (lo cual constituye el requisito esencial de la
ley), en el sentido de que su vida se vuelca definitivamente hacia la obediencia,
que sinceramente desean obedecer y procuran fervorosamente llegar cada vez
más cerca de la perfección. Mas, mientras permanezcan en esta vida presente,
su fe será siempre imperfecta e incompleta

Es de destacar este punto.


La exigencia de la ley se cumplirá por la determinación de la dirección,
el curso, de nuestra vida por el Espíritu,
y por nuestra posibilidad de decidir a favor del Espíritu y
en contra de la carne vez tras vez,
de volver las espaldas más y más a nuestro propio egotismo insaciable,
y de volver nuestro rostro más y más hacia la libertad
que nos ha concedido el Espíritu de Dios.

En conclusión hermanos queridos:


Al haber sido unidos a Cristo, por la Gracia del Padre, nosotros jamás, bajo ninguna
circunstancia, seremos sujetos a condenación divina.
¡Cuán bienaventurado es ser puestos fuera del alcance de la condenación!

La verdad de que nunca se puede aplicar la pena de muerte eterna a los creyentes es el
fundamento del capítulo octavo de Romanos.
Si el tribunal más alto y la corte más suprema en el universo entero nos justifica,
¿quién puede declararnos culpables?
“Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Ro. 8:31),
y de nuevo: “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica” (v. 33).

Es sumamente importante darse cuenta de que la liberación de la condenación no se


basa en lo más mínimo en cualquier forma de perfección alcanzada por el creyente
Pues eso es lo que ya vimos en el capitulo 7, el creyente nunca logra en esta vida
erradicar el pecado.

Decir que somos perfectos es engañarnos. Es faltar a la verdad


El apóstol Juan lo dice así: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a
nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Jn. 1:8).

El conflicto del cristiano con el pecado no termina hasta que va a estar con el Señor
para siempre. No obstante, ninguna condenación hay para él, porque la deuda y el
castigo por todos los pecados de su vida han sido pagados por Cristo y aplicados al
creyente por la gracia.

Vale aclarar que, liberación de la condena divina es una cosa,


pero la disciplina divina otra.
“Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (He.
12:6).
La liberación de la condenación de Dios tampoco implica un escape de nuestra
responsabilidad para con Él: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo
que el hombre sembrare, eso también segará” (Gá. 6:7).

Para intro
Todo verdadero cristiano, al igual que Pablo,
mantiene a lo largo de su vida una interminable batalla
contra el pecado que mora en él.
Su naturaleza adámica (sujeta al pecado) está en constante conflicto
con su nueva naturaleza (sujeta a la ley de Dios).

Encuentra en sí mismo un profundo anhelo de hacer la voluntad de Dios


—éste es su más íntimo deseo.
También halla dentro de sí una fuerza compulsiva
que le hace cautivo de la ley del pecado obligándole a hacer las cosas que aborrece.

¿Qué clase de seguridad de salvación puede uno así encontrar?


¿Qué esperanza de victoria final?
El consuelo presente del creyente es la obra salvadora de Cristo, por medio de la cual
ha sido jusificádo ya (declarado justo), obteniendo así la seguridad de su salvación.
Su esperanza de la liberación final de esta lucha descansa en la promesa de Dios de
que Él le resucitará de entre los muertos, en el último día, con un cuerpo incorruptible
completamente libre de pecado.
Hasta entonces, el creyente deberá andar por fe,
viviendo en esperanza, luchando siempre para
dar muerte a las obras de su carne, y anhelando y esforzándose
constantemente en conseguir lo que es del Espíritu.

A pesar de que el creyente será libre del pecado cuando muera, con todo, su salvación
no será completa hasta que su cuerpo resucite (cf. Romanos 8:22, 23).

Ninguna condenación hay para los que están en Cristo. Pero si aun no estas en Cristo,
todo el peso de la ira de Dios esta sobre ti.
¿Qué esperas para venir en arrepentimiento y fe?
Tus obras no te pueden ayudar, la ley de Dios no pudo
Tus méritos son trapos de inmundicia para Dios, manchados con pecado
Solo Cristo, su vida perfecta y santidad completa, pueden ayudarte.

No hay condenación para los que están unidos a Cristo.


¿Por qué ya no hay condenación al estar unidos a Cristo?

I. Porque hemos sido librados de la ley del pecado y de la muerte vv.1-2


II. Porque Dios se encargó de solucionar lo que la Ley no pudo. Vv. 3
III. Porque al estar unidos a Cristo, El Espíritu Santo cumple la justicia de Dios en
nosotros.v.4

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