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Estas salvedades nos obligan a tener en cuenta que llegar a una definición de
Tao es como querer ganarle una carrera a nuestra sombra. Afortunadamente,
para el Tao, tantos siglos no lograron encasillarlo; de ahí que sus enseñanzas
sigan siendo todavía un alimento vivo. Y, si bien Lao Tse, en los 81 capítulos
del Tao Te Ching expuso la teoría y la práctica del Tao, una de las más ricas
venas literarias de la escuela taoísta la brindó la obra de Chuang Tse (muerto
en el año 275 a. C.), complementando el rigor filosófico de Lao Tse con su
imaginería humorística, poética y mística.
Claude Roy —en su Claves para China— describe así estas diferencias: “La
sabiduría de Chuang Tse es modesta y burlona, expresada con imágenes, por
medio de pequeños apólogos maliciosos e irisados. Sus lecciones son
enigmáticas, alusivas”. El historiador Sze Ma Chien dice: “Sus enseñanzas son
semejantes al curso caprichoso de un agua que se extiende... nadie puede
utilizarlas con un objeto bien definido. Todo lo contrario ocurre con Confucio
—sigue Roy—, que pone en manos de quien lo escucha herramientas muy
útiles y armas muy prácticas. Chuang Tse sugiere más que dicta; orienta más
que guía. Es un encantador, no un profesor. Hace respirar un aire de libertad,
mientras Confucio hace reinar un orden de las funciones. Se burla y critica,
mientras Confucio dogmatiza y amonesta. Chuang Tse tiene espíritu. Se
escurre y elude la mano que pretende inmovilizarlo. Corre y corre, como el
hurón de la canción; como las nubes del cielo; como esa partícula del espíritu
que llaman la loca de la casa porque no quiere quedar prisionera en ella”.
Sus Parábolas
Tanto Lao Tse como Chuang Tse no fueron sino autores de un sólo libro cada
uno. El primero se ocupó de darle un título — Tao Te Ching , tratado sobre la
Virtud del Tao—, mientras que al segundo ni siquiera se le cruzó por la mente
hacerlo, de modo que hoy su obra se conoce únicamente como Chuang Tse .
Si bien esta última es bastante más voluminosa que la de su padre
doctrinario, quizás no es sino debido al desarrollo literario del que carece el
epigramático Tao Te Ching . No obstante, abundan en Chuang Tse los
mismos temas recurrentes sobre los cuales machacó tres siglos antes que él
Lao Tse: la preservación de la vida siguiendo al Tao; la simplicidad y la
quietud; la fuerza de la debilidad; la no-violencia; las sabiduría de parecer
tonto.
En los treinta y tres capítulos del “Chuang Tse” nos encontramos con cientos
de parábolas —como la de la mariposa que encabeza este escrito— que,
utilizando este recurso literario, transmiten una enseñanza taoísta
ejemplificada en casos concretos de la vida diaria. Veamos algunas de ellas.
• Para los que desconocen la unidad, tenemos esta parábola: “Un monero les
dijo a sus monos:‘Les daré tres nueces por la mañana y cuatro por la tarde’.
Los monos empezaron a protestar, diciendo que eso no era justo. Entonces,
el monero les dijo: Está bien; les daré cuatro nueces por la mañana y tres por
la tarde. De esta manera, los monos quedaron contentos.
• Una advertencia acerca del peligro que implican los sentidos: El Mar del
Norte y el Mar del Sur se encontraban siempre en el Centro. Como este los
recibía muy bien, ambos quisieron gratificarle y se dijeron: ‘Todos los
hombres tiene siete orificios que les sirven para ver, oír, comer. Este no los
tiene; vamos a hacérselos’. Cada día le abrían un orificio. Al séptimo día
murió”.