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PROCESO ORAL Y PROCESO ESCRITO

Los medios de expresión del pensamiento, en su incidencia procesal, originan dos tipos


procesales antagónicos, según que:

a) el tribunal solamente pueda tener en cuenta el material procesal (actos de postulación,


de obtención, participaciones de conocimiento y declaraciones de voluntad, etcétera),
enunciado oralmente en la audiencia, sin recurrir a escritos o memorias; b)
el tribunal solamente pueda tener en cuenta el material procesal suministrado por escrito
o recogido en actas: (quod non est in actis, non est in mundo).

Oralidad y escritura son los contendientes en la Batalla de la oralidad, que parece no


haber terminado, a pesar de algunos efímeros triunfos de la atacante oralidad.

La posición constructiva de la actualidad debe orientarse, no a reproducir una


(vexata quaestio), cuanto a combinar resultados prácticos.

El tipo procesal escrito es, conceptualmente, de mayor fijeza dogmática; entre quienes


intercambian sus ideas, la escritura da una sensación de seguridad y de permanencia.

En el tipo procesal escrito, toda actividad procesal es trasladada, sin excepción, a la


expresión gráfica de la escritura, sea en un escrito que contiene las peticiones del
justiciable, sea en un acta que
refleja lo que de viva voz expresan los justiciables o los testigos, y que sirve, más que
de vehículo de expresión, de medio de conservación y comunicación de la
expresión procesal; entre los justiciables entre éstos y los testigos, entre unos y otros y
el juez se interpone a Ana expresión gráfica protocolizada, fuera de la cual nada puede
existir con pretensión procesal de validez, porque se considera que lo que no está
escrito, no existe.

El tipo procesal oral, en cambio, carece de la sencillez expositiva del anterior; ante


todo, porque aquí debe hablarse de predominio oral, de prevalencia oral, lo cual no
excluye la existencia de actos escritos; en segundo lugar, porque las ventajas de
la oralidad no se extraen, como en el tipo procesal escrito, de la misma oralidad, sino de
la forma efectiva de operar ciertas reglas (o máximas)
procesales sobre el proceso, al que dan una estructura y una fisonomía particular.

Así se señala que la oralidad por la oralidad misma carece de significación, si no se le


yuxtapone un complejo de predicados procesales que encuentran su
óptimo desarrollo en este tipo procesal, y que son los siguientes:

a) una racional contemporización de los medios de expresión del pensamiento, conjugar


la oralidad y la escritura significa tanto como extraer de cada uno de ellos los elementos
valiosos que contienen, para aprovecharlos en la actividad procesal, pero esto no quiere
decir que se propicie un sistema mixto de oralidad escrita o de escritura oral izada;
la escritura solamente debe ser utilizada para la expresión de aquellos actos en que
interesa fijar permanentemente y con absoluta garantía de seguridad la manifestación de
voluntad del justiciable como preparación del debate oral (audiencia), en el cual debe
predominar, a su vez la palabra hablada, aunque las partes puedan referirse, por simples
razones de comodidad, a sus escritos.

b) inmediación entre el tribunal y las personas y las cosas del proceso.

c) concomitantemente, con el postulado anterior la oralidad preconiza la identidad de las


personas que forman el tribunal durante el proceso, lo cual aleja la posibilidad de las
delegaciones de poder.

d) la unidad del debate oral (principio de concentración). La oralidad impone


la concertación de los actos procesales en una audiencia o en el menor número de
audiencias: proceso con unidad de vista, en y durante la cual se aducen y prueban todas
las cuestiones
litigiosas y el tribunal emite su decisión final.

e) finalmente, en el tipo procesal oral imperan su menor onerosidad, la sencillez de


las formas procesales, y su mayor rapidez.

La polémica entre los partidarios del proceso oral y los partidarios


del proceso escrito se centra alrededor de las respectivas ventajas y desventajas de uno y
otro tipo procesal.

El tipo procesal escrito, sostienen sus partidarios, facilita el estudio y la reflexión de los


jueces; aleja los peligros de la improvisación y la ligereza; la inmediación,
la publicidad, la celeridad, etcétera, pueden obtenerse también mediante el proceso
escrito; finalmente,
se ha sostenido que el tipo procesal oral exige un sensible aumento del personal judicial.
BIBLIOGRAFÍA

http://www.enciclopedia-juridica.com/d/proceso-oral-y-proceso-escrito/proceso-oral-y-
proceso-escrito.htm

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