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LA FALTA DE RECURSOS PARA LAS CLASES EN LÍNEA

¿CUÁLES SERÍAN? Y EL AISLAMIENTO SOCIAL EN


ESTUDIANTES.

La falta de acceso a las tecnologías frena la educación de millones de niños en México


durante la pandemia

Los pocos recursos económicos de muchas familias impiden que los alumnos puedan conectarse a internet o
disponer de televisión para seguir las clases virtuales
Arturo Vazquez Moiza tiene 10 años y vive en la sierra de Sonora, en un pueblo de 200 habitantes llamado
Bacanuchi, en el municipio de Arizpe. Hace un año, cuando empezó la pandemia, la escuela de Arturo —igual
que todas las del país— suspendió las clases como medida sanitaria de prevención de la covid-19. La
instrucción fue que el alumnado siguiera el curso a través de la televisión mediante clases impartidas por la
Secretaría de Educación Pública (SEP) y por internet de manera remota. En Bacanuchi no se puede hacer ni
una cosa ni la otra. La mala calidad de la conexión a la red y la pésima recepción de las señales en este pueblo
entre montañas deja incomunicadas a las familias cada dos por tres.

Es muy difícil que las clases puedan seguirse de manera regular y muchos niños abandonan la escuela en
comunidades remotas que están en la misma situación que Bacanuchi en todo el país. Según un estudio de
Mexicanos Unidos Contra la Corrupción. En Chiapas, por ejemplo, el 45% de los niños de comunidades pobres
ha abandonado su formación debido a la falta de recursos económicos de su familia y al rezago tecnológico en
el que se encuentran, como la falta de luz o internet para estudiar en casa.

“Para mandar la tarea tengo que subir al cerro que está a 40 minutos de mi casa, está oscuro y hay animales”,
dice Arturo por teléfono en presencia de su madre, Thelma Moiza. La llamada se entrecorta numerosas veces.
Tampoco hay buena señal de telefonía móvil. El niño y sus compañeros reciben la tarea por WhatsApp y
tienen que responder a su maestra con una foto de los deberes hechos por esa misma vía. Lo que pareciera
una acción sencilla, con una mala conexión a internet se convierte en una pesadilla. “Cada día había que
ponerle saldo al celular porque hacer la tarea y consultar el internet consume todos los datos”, dice la madre
del niño. 100 pesos (5 dólares) al día que muchas familias campesinas no pueden añadir a sus gastos.

Las autoridades educativas decidieron a inicios de agosto que el ciclo escolar se desarrollaría a través de clases
a distancia y con más de 30 millones de estudiantes siguiendo los cursos por televisión. El presidente Andrés
Manuel López Obrador anunció un convenio con las grandes televisoras privadas del país (Televisa, Azteca,
Grupo Multimedios y Grupo Imagen) para que retransmitan los contenidos escolares, además del uso de
internet y teléfono como medios de apoyo. Algunas familias como la de Gloria Simpson, también de Bacanuchi
pagaban servicio de televisión satelital al principio de la pandemia, pero después de algunas complicaciones
económicas, su familia no pudo costearse los 400 pesos (20 dólares) al mes que costaba el servicio. “No
tenemos televisión para ver las clases de la SEP. En el pueblo no hay acceso a nada que tenga que ver con
tecnología, ni tele ni internet, muchas veces ni señal para hacer una llamada de emergencia”, se lamenta la
mujer.

La iniciativa de las clases por televisión se enfrentó al rechazo de los maestros y a las críticas de expertos en
educación, que expresaron su preocupación por la desigualdad económica y el rezago tecnológico que sufren
amplias zonas del país. Las cifras del Inegi, el instituto de estadística mexicano, desvelan que más de 16
millones de hogares no tienen conexión a internet, mientras que un informe del Consejo Nacional de
Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Conavel) publicado en 2018 muestra que de las más de 226.000
escuelas públicas del país el 66,1% tiene energía eléctrica y el internet solo llega al 22,7% de ellas, un total de
51.387. La iniciativa Aprende en Casa ha dejado en evidencia la enorme brecha que existe en México en las
zonas más vulnerables del país. Los Estados que más pobreza concentran son también los que menos conexión
a internet tienen: Guerrero, Oaxaca, Chiapas; seguidos de Veracruz, Tabasco y Campeche, según una encuesta
realizada por la Asociación de Internet MX. Aunque Sonora se encuentre entre los Estados con más usuarios
conectados en el país, todavía hay muchos de sus rincones que se escapan a las estadísticas, como Bacanuchi,
en plena sierra.

“Las desigualdades en el acceso a la tecnología perpetúan las brechas, el desarrollo humano y condenan a un
porcentaje importante de población a vivir en pobreza”, afirma Pablo César Hernández, experto en educación
y nuevas tecnologías y académico de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Solo el 47,7% de las
zonas rurales de México tienen acceso a internet, según el Inegi. “Si la población no tiene este acceso a la
tecnología nos veremos rezagados como país. Eso tiene un fuerte impacto no solo en el conocimiento de los
estudiantes y su desarrollo, sino que también limita el tipo de aprendizaje que reciben los niños”, agrega
Hernández.

Uno de los grupos que más criticaron la decisión del Gobierno de cerrar las escuelas e impulsar el aprendizaje
a distancia fue la Coordinadora Nacional de Trabajadores de Educación (CNTE), un sindicato que cuenta con
600.000 integrantes, que criticó lo limitado que puede ser el acceso a la educación en áreas remotas donde no
hay conectividad. Lev Velázquez, secretario de Gestión Educativa del CNTE en Michoacán, afirma que han
tenido que adaptarse a la nueva realidad educativa haciendo uso de las tecnologías, pero también a través de
llamadas con aquellos estudiantes que cuentan con un aparato de teléfono y de perifoneo, es decir, bocinas
adaptadas a algún medio móvil para hacer anuncios de entregas de tareas en las comunidades más remotas
del Estado. “Nos hemos desplazado para hablar con los padres, hemos hecho visitas a las casas con los
alumnos un día a la semana o un día cada quince días”, explica el también maestro.

Para evitar deserción escolar, Velázquez añade que los maestros viajan largas distancias para buscar a los
estudiantes que han dejado de comunicarse con ellos e incluso los maestros de zonas rurales han tenido que
imprimir cartillas educativas con su propio dinero para distribuirlas entre los estudiantes más pobres. “Si ellos
ya tenían carencias, ahora la situación es más complicada. Muchos no tienen para comprarse libretas, menos
un juego de geometría, lo que propicia el abandono”, explica Velázquez. “Vivimos una situación que no
esperábamos y por eso necesitamos pensar en nuevas formas de aprendizaje”, agrega.

El académico Hernández, de la UAM, concuerda con el maestro. El especialista señala que desde el Estado y la
academia se deben generar estrategias para combatir el rezago de los estudiantes en las zonas más
empobrecidas del país. Menciona, por ejemplo, impulsar centros tecnológicos en esas regiones, que sean
gestionados por la comunidad y donde los estudiantes tengan acceso de forma gratuita a internet y
computadoras. “El punto es generar espacios con electricidad y servicios básicos, tecnología y conexión
gratuita, en los que se capacite a la comunidad en su uso y gestión, como una forma de combatir la brecha
digital”, explica. “Estas iniciativas deben ser pensadas de forma colectiva, planeadas a partir de la intervención
del Gobierno, las universidades, los líderes locales, maestros y padres”, agrega. Para Hernández “estamos en
un momento histórico, inédito, que nos abre la posibilidad de ver los rezagos que existen, pero también de
poder innovar y hacer cambios y transformaciones”, apunta.

Desesperadas ante el abandono, algunas familias de Bacanuchi, acompañadas por la organización PODER,
presentaron un amparo ante el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) en agosto de 2020 y expusieron
las dificultades que enfrentan cada día para acceder a los servicios básicos de comunicación, que vuelven aún
más precaria su situación de bienestar y educación. Hasta la fecha ni las autoridades locales ni las federales
han dado una respuesta a la demanda de las familias. “Mi hija necesita estudiar para que sea algo en la vida y
tenga con qué defenderse”, dice Manuela Bacame, una de las madres que han impulsado la demanda. Sabe
que cuando no se tiene mucho, como es el caso de su familia, ir a la escuela puede marcar la diferencia. “Yo
solo fui hasta 6º de primaria y no quiero eso para mi hija. Quiero que estudie y tenga un porvenir en la vida”.

Aprende en Casa: La falta de acceso a las tecnologías frena la educación de millones de niños en México durante la
pandemia | EL PAÍS México (elpais.com)

Con los cierres por la pandemia, el mundo enfrenta una «catástrofe generacional», dice la
ONU
El secretario general de la ONU, António Guterres, advirtió que el mundo enfrenta una «catástrofe
generacional» debido al cierre de escuelas en medio de la pandemia de coronavirus.

«La pandemia de covid-19 ha provocado la mayor interrupción de la educación», dijo Guterres en un mensaje
de video para lanzar la campaña «Salvemos nuestro futuro» junto con socios del sector educación y agencias
de las Naciones Unidas.

Guterres dijo que "a pesar de las lecciones por televisión, radio y en línea, y los mejores esfuerzos de los
maestros y los padres, muchos estudiantes permanecen fuera de su alcance".
2020, el año de la educación virtual (cnn.com)

Aislamiento social: la otra pandemia


Desde marzo de 2020, miles de millones de personas en el planeta hemos limitado nuestros contactos y
actividad social en un esfuerzo mundial para intentar contener la progresión del coronavirus. Estas medidas,
de vital importancia para frenar su transmisión, impactan la esencia de lo humano: nuestra capacidad para
relacionarnos, para conectar con otras personas, para compartir espacios cercanos y experiencias vitales.

El impacto de la actual pandemia en la salud de las personas es innegable, como también lo son su impacto
económico y social. Esta dimensión social es, quizás, la menos estudiada por la complejidad que conlleva, pero
no por ello la menos importante.

En un estudio reciente, analizamos la que probablemente es la mayor fuente de datos de aislamiento social en
España durante la pandemia, a través de más de 32 000 respuestas anónimas a la encuesta ciudadana
COVID19ImpactSurvey, recogidas entre junio y diciembre de 2021. Esta encuesta, con 31 preguntas, se ha
convertido en un valioso instrumento para entender el impacto de la pandemia en la vida de las personas y su
percepción sobre la misma.

¿Pero qué es el aislamiento social? Brevemente se puede definir como la “ausencia relativa de relaciones
sociales”. Entender el nivel de aislamiento de una población es más importante de lo que parece a primera
vista. Entre otras cosas porque está vinculado con un mayor riesgo de muerte prematura, principalmente por
causas cardiovasculares o de salud mental, con un efecto similar al de la obesidad, el abuso de sustancias, el
sedentarismo o el tabaco. >

Nuestra encuesta ciudadana incluía 6 preguntas del cuestionario de Lubben para estimar el aislamiento social
de las personas, medido a través de dos componentes: la red de apoyo social familiar y la red de amigos.

Las personas más aisladas rondan los cincuenta años


Los resultados del análisis son estremecedores. Encontramos que más de una cuarta parte de la población
reporta estar aislada socialmente, siendo, para nuestra sorpresa, las personas de edad media (40-59 años), las
más aisladas.

Estos niveles de aislamiento no tienen precedentes. Por eso desconocemos el impacto social que tendrán a
medio y largo plazo. La curva de aislamiento según la edad tiene forma de “U” invertida, guardando gran
similitud con la curva (invertida) de la felicidad según la edad. O lo que es lo mismo, es en el ecuador de
nuestras vidas cuando reportamos los menores niveles de felicidad y también los mayores niveles de
aislamiento social.

Antes de la pandemia (y también durante), se pensaba que el grupo demográfico con mayor aislamiento social
eran las personas mayores. Por eso, históricamente, la inmensa mayoría de estudios sobre el aislamiento se
han centrado en este grupo social. Quizás haya que replanteárselo ante los nuevos resultados, que ilustran el
impacto (infraestimado) de las medidas de confinamiento en las personas de edad mediana.

Sin amigos se vive peor


Como era de esperar, cuanto menor es la renta y menor es el número de habitantes de la población, mayor es
la probabilidad de aislamiento social. Es decir, además de la edad, la capacidad económica y el lugar de
residencia son factores determinantes de nuestro aislamiento. La España vaciada es una España aislada, como
lo es la España que vive sumida en la pobreza.

Encontramos que las personas –y especialmente las mujeres– cuya situación económica se ha visto
deteriorada por la pandemia tienen una probabilidad muy superior de estar aisladas que aquellas que no han
sufrido un impacto económico.

Más de la mitad de las personas de más de sesenta años con impacto económico severo reportan estar
aisladas. ¿Por qué? Parece que la escasez de amigos juega en su contra.

Analizando el papel que juega la familia en comparación con los amigos en el apoyo social de las personas,
encontramos que aquellos con impacto económico severo tienen redes de apoyo de amigos mucho más
débiles que los que no reportan haber tenido impacto económico. Los amigos son importantes y constituyen
un elemento clave de nuestro capital social.

El impacto psicológico de la pandemia también juega un papel importante como un factor de riesgo del
aislamiento, de manera que a mayor impacto psicológico, mayor riesgo de aislamiento.
Aislamiento social: la otra pandemia | El Economista

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