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UAMCEH
LIC. CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN
PROYECTO DE INDAGACION
“LA CONECTIVIDAD”
Alumno (a) :
Nohemí Zurisaday García Mendoza
Docente:
Susana Alejandra García Caballero
Materia:
Desarrollo del Pensamiento Complejo
Desarrollo
La figura del investigador en el mundo de la interconectividad se concibe como
elemento integral de una red de científicos/colaboradores. Su conectividad se
asocia con la densidad y el grosor de los vínculos que se tienen,
particularmente en términos de la coautoría de publicaciones.
El tamaño de la red a la que pertenece un científico es un importante indicador
de sus vínculos sociales y profesionales, debido a que las redes más grandes
se traducen típicamente en una mayor diversidad, proporcionan acceso a una
variedad de recursos y oportunidades y facilitan el acceso a la información
especializada. Las redes se visualizan a través de los diferentes programas de
cómputo que facilitan el análisis de redes sociales y la identificación de
subestructuras latentes en la red. El análisis de redes sociales es una
herramienta de investigación propia de las ciencias sociales y del
comportamiento, cuya aplicación se ha extendido a otras disciplinas.
En el campo de la bibliometría, por ejemplo, se utiliza para visualizar las
relaciones entre diferentes elementos asociados con la investigación y la
comunicación científica, como autores, revistas, instituciones y países.
En marzo de 2020, cuando se inició el cierre de escuelas por la pandemia,
Bernt Aasen, director Regional de Unicef para América Latina y el
Caribe, advertía sobre los riesgos que representaba para la niñez la
interrupción de clases, e invitaba al uso de otras herramientas no digitales para
paliar la desconexión. “Si el cierre de la escuela se extiende aún más, existe un
gran riesgo de que los niños se retrasen en su aprendizaje y tememos que los
estudiantes más vulnerables nunca regresen a la escuela. Es vital que no dejen
de aprender desde casa. Para continuar su educación en el hogar, se deberán
utilizar todas las herramientas y canales disponibles, ya sea por radio,
televisión, internet o teléfonos celulares. Solo podremos enfrentar este desafío
a través de un esfuerzo conjunto de los gobiernos, el sector privado, padres e
hijos”.
Países como Perú, conscientes de esta situación, han hecho uso de medios
tradicionales para mejorar el alcance de la educación remota de emergencia.
Allí, según la Unión Internacional de Telecomunicaciones, solo 29.8 % de los
hogares tienen acceso a internet, uno de los porcentajes más bajos de la
región. Por debajo están Cuba con 28.2% Paraguay con 24.4 %, El Salvador,
con el 17.1%, Bolivia con 16.2 % y Haití con apenas el 7%.
Para contrarrestar la falta de conectividad, el gobierno peruano puso en marcha
el programa Aprendo en Casa, que ha sido evaluado positivamente en
publicaciones del Blog Mundial de Educación de la Unesco. Este es un
proyecto de enseñanza no presencial creado por el Ministerio de Educación
local, que cuenta con la cooperación de organizaciones privadas y organismos
multilaterales. Para la transmisión de contenidos tiene el apoyo de las
empresas de radio y televisión nacional y las compañías de
telecomunicaciones (para eximir el consumo de datos móviles). Su objetivo es
cubrir el currículo escolar integrando aspectos socioemocionales de la
educación.
Ashley tiene 10 años y vive en Lima. Para ella, aunque las clases digitales y
por televisión son útiles, echa de menos el salón de clases. “Aprendo más a
través de la pantalla, pero no me gusta que no puedo ver a mis amigos.
Extraño comunicarnos en persona”.
La estructura de la iniciativa peruana contrasta con la planificación de otros
programas de naturaleza similar en Latinoamérica, como Colombia. Julián de
Zubiría, pedagogo e investigador colombiano, hacía en mayo de 2020 un
balance negativo del alcance de la programación por televisión diseñada por el
Ministerio de Educación. “Los niños no pudieron pasar a la virtualidad. Se
podría hacer muy buena televisión si se consultara a los expertos y los
profesores de las diversas áreas y ciclos. La actual televisión educativa fue
diseñada con muy poco criterio pedagógico. Fue decidida por funcionarios
públicos que no conocen a los niños y jóvenes actuales”.
De acuerdo con Padrón (2007), las recientes tendencias en el desarrollo de la
epistemología, atienden al surgimiento de nuevos problemas, al
replanteamiento de problemas conocidos, a las nuevas propuestas de solución
y nuevas vías de exploración, en el marco de rupturas diacrónicas en el modo
de hacer ciencia. Dado que las concepciones epistemológicas son
dependientes de referentes epistémicos, es prudente asumir una postura
reflexiva al respecto.
Un primer acercamiento a un nuevo referente paradigmático de aprendizaje en
la era del saber digital, que podría denominarse conectivismo, descansa en la
preconcepción de los supuestos teóricos-reflexivos por parte de los
investigadores y de sus competencias metodológicas para generar la base
conceptual y explicativa del fenómeno, desde las cuales se puede hablar o
teorizar acerca del conocimiento, o, en otras palabras, hacer epistemología.
Con el crecimiento exponencial de la información, producto de la era digital,
surgen interrogantes de investigación, en torno a la efectividad de los procesos
de aprendizaje tradicional, y a su vez, a la necesidad de teorizar con nuevos
referentes.
El conectivismo, es un enfoque de aprendizaje alterno para la era digital
propuesto por Siemens (2004), quien lo define como:
“La integración de principios explorados por las teorías de caos, redes,
complejidad y auto-organización. El aprendizaje es un proceso que ocurre al
interior de ambientes difusos de elementos centrales cambiantes – que no
están por completo bajo control del individuo. El aprendizaje (definido como
conocimiento aplicable) puede residir fuera de nosotros (al interior de una
organización o una base de datos), está enfocado en conectar conjuntos de
información especializada, y las conexiones que nos permiten aprender más,
tienen mayor importancia que nuestro estado actual de conocimiento.”
Conclusiones
La pandemia de COVID-19 y el confinamiento prolongado que estamos
viviendo (encierro parcial o total, dependiendo del grado de contención del virus
de cada ciudad o país y de las decisiones de sus gobiernos) han propiciado un
drástico aumento en la dependencia que tenemos de Internet para la
realización de nuestras actividades. Si antes resultaba importante buscar
estrategias para conectar a la web al 40% de la humanidad que aún no tiene
acceso a este servicio, hoy se trata de una necesidad que debe resolverse con
urgencia, porque no hacerlo incrementará de forma preocupante las brechas de
desigualdad económica, educativa y social que existen en el mundo. Es preciso
señalar que cuando hablamos de falta de acceso a Internet debido a
vulnerabilidad económica, pensamos también en la carencia de herramientas
apropiadas para el uso de la red; es decir, computadoras, tabletas y celulares
con capacidad para tener una conexión adecuada y estable.
Enfocando esta situación al sector educativo, actualmente nos encontramos
frente a la posibilidad de que millones de infantes y jóvenes vean
comprometida la continuidad de sus estudios porque no pueden costearse un
servicio de Internet y/o porque no tienen dispositivos que soporten bien la
reproducción de videos, o las transmisiones en directo (“streaming”) que están
siendo utilizadas por una gran cantidad de instituciones para continuar con sus
programas educativos.
Nos encontramos frente a una problemática cuya gravedad ha aumentado
debido al contexto de confinamiento que estamos enfrentando. Por ello, a la
par de los esfuerzos habituales en aras de aumentar el número de internautas
en el mundo, debemos generar soluciones que ayuden con urgencia a los
sectores poblacionales más afectados en esta coyuntura.
No podemos hablar de educación virtual si, estudiantes y docentes, no cuentan
con las herramientas tecnológicas e internet para conectarse.
En México, apenas el 43% de la población es usuaria de computadora. La
mayoría de los estudiantes toman clases a través de otros dispositivos como el
celular. Y en el peor de los casos, consiguen tareas y apuntes con sus
compañeros de clase.
Para superar este reto, se necesita actuar como verdadera comunidad.
Demandar al gobierno que proporcione los dispositivos para que ningún
estudiante o profesor carezca de conectividad.
Y que mejor si nosotros, como ciudadanos, nos comprometemos a auspiciar o
apoyar a través de campañas a quienes no cuentan con las herramientas
tecnológicas.
La conectividad en esta pandemia se traduce en la oportunidad de trabajar,
estudiar, formar parte de la economía e incluso participar en las decisiones de
nuestro país, en esta época digital.