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Alumno/a:
Curso: 3º año
Orientación: A, B y C.
Año: 2021
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Eje: Textualidad
Textualidad
Las criterios de textualidad establecen la diferencia entre lo que es texto y lo que no.
Wolfgang Dressler afirma que la ciencia del texto debe describir características comunes y
diferencias entre los distintos tipos de textos, siendo que “un texto es un acontecimiento
comunicativo que cumple siete normas de textualidad”. Si estas reglas no están presentes
en el texto, entonces éste no constituirá un elemento comunicativo.
Repetición
Antonimia
Coherencia
Series ordenadas
léxica
Palabras generalizadoras
Cohesión Cadena Cohesiva
Referencia
Elipsis
Sustitución
Conectores
Textualidad Local
Supresión
Coherencia Macroestructura Generalización
Global
Construcción
Superestructura
Intencionalidad
Aceptabilidad
Intertextualidad
Informatividad
Situacionalidad
Coherencia: es una propiedad de los textos bien formados que permite concebirlos como
entidades unitarias, de manera que las diversas ideas secundarias aportan información
relevante para llegar a la idea principal o tema, de forma que el lector pueda encontrar el
significado global del texto. Así, del mismo modo que los diversos capítulos de un libro,
que vistos por separado tienen significados unitarios, se relacionan entre sí, también las
diversas secciones o párrafos se interrelacionan para formar capítulos, y las oraciones y
frases para formar párrafos.
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Intencionalidad: Significa que los autores y hablantes deben tener la intención
consciente de lograr objetivos específicos con sus mensajes y transmitir información o
refutar una opinión. Cuando no se asigna ninguna intención, la secuencia de palabras se
transforma en el equivalente a una página de palabras al azar.
Aceptabilidad: exige que una secuencia de oraciones sea aceptable para la audiencia
destinataria a fin de ser considerada como un texto. Se refiere a la postura del receptor del
texto.
Situacionalidad: Es un aspecto esencial para la textualidad. Son los factores que hacen
que un texto sea relevante en una situación comunicativa.
Fenómenos de cohesión
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Fenómenos de coherencia
Actividades.
1) Imagine que un lector leyó dos cuentos a la vez: “Los salvadores” (Burton, R,F.) y
“La discípula” (Borges, J.L. comp.), y ambos se mezclaron en su mente; el
resultado es este montón caótico de oraciones:
El poeta hindú Tulsi Das compuso la historia de Hanuman y su
ejército de monos. La hermosa Hsi Shih frunció el entrecejo. Una aldeana feísima
que la vio, quedó maravillada. Años después un rey lo encadenó en una torre de
piedra. Anheló imitarla; asiduamente se puso de mal humor y frunció el entrecejo.
En la celda comenzó a meditar. Luego pisó la calle. De la meditación surgió
Hanuman. Con su ejército de monos conquistó la ciudad. Al descubrirla, los ricos se
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encerraron bajo llave y rehusaron salir; los pobres cargaron con sus hijos y
emigraron a otros países. Finalmente irrumpieron en la torre y lo libertaron.
*Descubra en este falso texto los minicuentos escondidos. Subraye sus oraciones
con colores diferentes.
Yo tenía un palacio.
Yo vi que lo que había tomado por una mendiga era más bien un cajón de
madera.
La mendiga de Nápoles
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https://laverdadonline.com/el-comercio-electronico-en-la-argentina-crecio-47-en-el-ano-2018/
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Con respecto a los medios de pago, las tarjetas de crédito siguen siendo el principal,
con el 78% (contra 92% en 2017), pero gana terreno el uso de tarjeta de débito, según el
informe.
También, el uso de los dispositivos móviles para realizar búsquedas anteriores a la
compra crece de manera sostenida: el 45% de los usuarios lo utilizaron, 6 puntos
porcentuales más con respecto del año anterior.
El 27% busca exclusivamente a través de mobile, donde el smartphone es el
dispositivo más usado.
Por su parte, las apps continúan ganando terreno: 7 de cada 10 usuarios tienen al
menos una aplicación de eCommerce instalada en su dispositivo y un 17% compró a
través de ellas.
Por último, CACE detalló que más de la mitad de los productos se retira en punto de
venta y 4 de cada 10 se envían a domicilio; las nuevas opciones de retiro en redes de
pick-up (kioscos, puestos de diarios, cafés, etc.) representan el 1% y el envío por sistema
exprés (en bus o en avión) terminal a terminal, también conservan el 1%.
Géneros discursivos
El uso del lenguaje social, ya que se manifiesta, sobretodo, en la interacción con los
otros. Cada actividad humana tiene un repertorio disponible de textos que comparten
características (el tema, el estilo y la estructura) adecuadas para dicha actividad. Este
repertorio recibe el nombre de géneros discursivos.
Algunos ejemplos:
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Secuencias
Secuencia instruccional: se usa para que el receptor ejecute una acción o asuma
determinadas conductas. Para ello, las partes del texto se disponen como una serie
organizadas de reglas. Se manifiesta en recetas de cocina, manuales de uso,
prospecto de medicamentos, folletos, reglamentos.
Funciones
El lenguaje tiene seis funciones:
Función apelativa:
El emisor intenta persuadir al receptor sobre algo. La comunicación está centrada en la
persona del tú, de quién se espera la realización de un acto o una respuesta.
La forma lingüística en las que se realiza preferentemente la función apelativa
corresponden al vocativo y a las oraciones imperativas e interrogativas. Es frecuente en los
textos publicitarios, discursos, políticos, instructivos.
Pedro, haceme el favor de traerme más café.
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Función informativa o referencia:
El acto de comunicación está centrado en el contexto, o sea, en el tema o asunto del que
se está haciendo referencia. Se utilizaran oraciones declarativas o enunciativas, pudiendo
ser afirmativas o negativas. Esta función aparece en los textos científicos, textos escolares,
algunos periodísticos.
El hombre es un ser racional.
Función metalingüística:
El emisor ofrece información sobre el lenguaje mismo. Se centra en el código mismo de
la lengua. Se manifiesta en libros de Lengua, diccionarios.
Pedrito no sabe muchas palabras y le pregunta a su papá Qué significa la palabra
subterfugio.
Pedro no sabe muchas palabras y pregunta: “Papá ¿Qué significa “subterfugio”?
Función de contacto:
El emisor verifica el funcionamiento del canal. Se manifiesta generalmente en la
oralidad, cuando un emisor atrae la atención del receptor para ver si funciona bien el
circuito de la comunicación.
Hola, ¿estás ahí? ¿me escuchás?
La argumentación y la explicación
Los textos argumentativos
Argumentar es formular de modo claro, ordenado y estratégico una serie de razones con
el propósito de convencer de unas ideas a un receptor. El objetivo de la argumentación es
presentar que acepten que sirvan para sustentar una determinada forma de pensar, a fin
de convencer a otros para que acepten unas ideas y se adhieran a ellas o, por el contrario,
para disuadirlos y llevarlos a que asuman una nueva actitud, tomen una decisión o
ejecuten una acción.
La argumentación se utiliza, por lo general, para desarrollar temas que provocan
controversia. Una argumentación jamás puede ser constructiva, siempre debe dar cabida a
la discrepancia. Si todos los argumentos fueran contundentes, no habría necesidad de
discutirlos. Por eso, la tesis de una argumentación resulta más interesante a medida que
otras se le oponen de manera razonable.
Las técnicas de la persuasión desempeñan un papel primordial en esta clase de escritos,
ya que, en muchos casos, las tesis que se debaten no son verificables con hechos concretos.
Por consiguiente, en los textos argumentativos se incluyen todos aquellos escritos que
presentan una organización de su contenido en la forma de planteamiento de un problema,
formulación de una tesis, posición de los argumentos de sustentación y conclusión final.
Estrategias argumentativas:
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Cita de autoridad: inclusión de una voz especializada o respetable que se suma a la
del emisor para defender su tesis.
La refutación: en su texto, el emisor también incluye voces que se oponen a su tesis,
para discutirlas, contradecirlas o descalificarlas.
Preguntas retóricas: son preguntas que no se plantean para que el lector responda a
ellas, sino que ya tienen implícita la respuesta. Anticipan los posibles interrogantes
que se formularía el lector.
Metáforas: funcionan como medio para establecer relaciones entre términos
concretos y cercamos con otros que exigen una conceptualización mayor. Para
introducir este procedimiento son habituales las expresiones de alguna manera es,
se puede decir que, etc.
Planteo de causa-consecuencia: el emisor afirma que X hecho responderá a X hecho,
planteando esta relación para afirmar o refutar un idea.
Uso de apelativos: expresiones que se refieren a una persona y, al mismo tiempo,
brindan alguna información sobre ella. Por ejemplo: la campeona de esquí, el
senador x.
Hipérbole: exageración o disminución de un objeto, situación.
Ironía: consiste en expresar (ya sea de modo escrito u oral) una idea, dando a
entender lo exactamente contrario u opuesto.
Encuestas y estadísticas: el emisor incorpora datos medidos con parámetros que no
tienen que ver con lo textual, con el objetivo de constituirlo como argumentos para
su tesis.
Las editoriales, las cartas, las críticas de espectáculos, los ensayos, son textos de
opinión, en los cuales el emisor expresa su parecer acerca de algún tema y lo fundamenta
por medio de argumentos con la intención de persuadir al lector.
En estos textos, si bien suelen incluirse descripciones y narraciones, lo que predomina es la
argumentación. No hay una progresión temporal sino lógica, por lo que los conectores más
frecuentes son, precisamente, lo lógicos: “pero”, “sin embargo”, “aunque”, “por lo tanto”,
“si bien”, etc.
El emisor está muy presente en el texto y como marcas de su presencia encontramos
una gran cantidad de subjetivemas y modalizadores de los enunciados.
Se llama subjetivemas a aquellos sustantivos, adjetivos, verbos, adverbios,
construcciones y términos lingüísticos que manifiestan una valoración por parte de los
hablantes: “ese estúpido programa”, “esta me tiene harta”, “es una belleza”, etc.
Se denomina modalizadores del enunciado a aquel término lingüístico o aquella
construcción que muestra la posición del hablante ante lo que dice. Los modalizadores
tiñen con su sentido -certeza, duda, valoración- al resto del enunciado.
Pueden funcionar como modalizadores los adverbios y las frases adverbiales (como en
los ejemplos anteriores), los verbos (“creer” y “suponen”, por ejemplo expresan la no
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certeza del hablante mientras que el “saber” expresa certeza) y los modos verbales (el
indicativo se usa para la certeza y el subjuntivo para la duda).
En los textos de opinión también hay diversas formas de polifonía.
Polifonía
Formas de polifonía:
1. Discurso directo: es una cita de lo dicho por alguien. La voz de quien se cita puede presentarse
entre comillas o con un guión de diálogo.
/// Juan dijo: “Me voy de viaje”.
2. Discurso indirecto: es una cita de los dichos por alguien por medio de verbos como “decir”
seguidos de los subordinantes “que” o “si”, ya que no se emplean las comillas ni el guión de diálogo.
/// Juan dijo que se iba de viaje, luego saludó y cerró la puerta.
3. Discurso directo libre: Se trata de enunciados en tercera persona, en los que es imposible
establecer una división tajando y nítida entre las distintas voces.
///Juan dijo que se iba de viaje. No quiso dar explicaciones, ya lo tenían harto.
Aquí no se puede saber quien sostiene que “lo tenían harto”: puede ser el narrador, el
personaje (Juan) o ambos.
Estrategias explicativas:
Definición:
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- De equivalencia: explica un concepto estableciendo una equivalencia de significados. En
este caso se utilizan como marcadores el verbo ser y los signos de puntuación como
paréntesis, comas, guiones o dos puntos.
- De descriptiva: define el concepto proporcionando una descripción o caracterización del
mismo. Su inclusión en el texto se realiza mediante expresiones como está formado, está
compuesto por, está constituido por, etc.
- Funcional: se presenta un objetivo indicado su función, finalidad o uso. Los marcadores
discursivos son expresiones como se utiliza para, cuya función es, tiene como finalidad,
etc.
Paratexto: marcas tipográficas, fotos, imágenes que explican y apoyan las ideas
formuladas textualmente.
Narración: secuencias que, si bien suelen ser utilizadas para contar historias
(ficcionales o no ficcionales) pueden ser utilizadas para introducir experiencias que
sirvan a la explicación global.
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Argumentación: ¿Cómo fundamentar nuestras opiniones, deseos, reclamos?
Carta de lectores
2. Busque otra carta de lectores. Comente con sus palabras cuál es la tesis o hipótesis del
emisor.
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- Teniendo en cuenta la tesis elegida, agregue tres argumentos que la fundamenten (a
modo de ítems), recurriendo a un ejemplo, una comparación y un planteo de causa –
consecuencia.
4Con dos compañeros, escriba una propuesta simple que considere que pueda enriquecer
las relaciones interpersonales en su curso. Tenga en cuenta el empleo de estrategias
argumentativas que los ayuden a persuadir a los demás (no menos de quince renglones).
5. Elabore un texto argumentativo a partir de una de las siguientes tesis. Emplee, por lo
menos, una de las estrategias conocidas. Señala la superestructura argumentativa.
Ir a acampar
Hasta hace unos años de campamento podía ser una buena opción para boy-scouts,
estudiantes o parejas jóvenes, pero era impensable para adultos amantes del confort.
Hoy por hoy, debemos admitir que los boy-scouts tenían razón: el camping es la mejor
manera de pasar las vacaciones.
Para algunos, acampar significa soportar a los mosquitos, vivir a sopa y arroz, tomar
café recalentado o morirse de calor o de frío en la bolsa de dormir, pero esto no es así.
Todas las incomodidades han sido eliminadas: uno puede elegir, según sus gustos y
exigencias, desde una carpa térmica hasta una casa rodante de tres habitaciones, baño y
cocina, los muebles portátiles son livianos, cómodos y lindos; hay cocinas a gas para
acampantes donde se puede cocinar lo que a uno se le antoje. Las heladeras permiten
disfrutar de una cerveza fría y para descansar se pueden conseguir a buen precio bolsas
de dormir tan acolchadas que es como dormir en el aire. ¿Qué más se necesita?
Por otra parte, el camping tiene mucho que dar. Por poca plata se puede acceder a
comodidades que pocos hoteles ofrecen: agua fría y caliente las 24 hs del día, negocios,
guarderías y hasta discotecas. El bajo costo convierte al camping en una opción atractiva,
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pues uno disfruta de una gran libertad, ya que si el lugar no le gusta, o hay demasiada
gente, levanta sus cosas y se va.
Además, y sobre todo si usted tiene chicos, el camping ofrece diversión extra. En un
hotel no hay mucho para hacer: más que mirar televisión o dar vueltas por el lobby. En
comparación, es muy excitante llegar al camping, armar la carpa y preparar la comida. A
los chicos les encanta participar de todas estas tareas y es una buena manera de
fortalecer lazos familiares. Algunos psicólogos infantiles incluso sostienen que acampar es
una excelente terapia para chicos con problemas de indisciplina. Además, el contacto
permanente con la naturaleza es una experiencia enriquecedora para todos, en especial
para los más chicos.
Cuando uno se va de camping realmente se desprende de la rutina y adopta un modo
de vida totalmente diferente. El tiempo alcanza para descansar, hacer amigos, para leer,
practicar deportes, y para conocer gente.
Acampar es realmente hacer algo diferente de lo de todos los días y esa es la esencia de
las verdaderas vacaciones.
Sr. Director:
Todos los días nos enteramos de un accidente de tránsito ocurrido en las rutas
argentinas. Son numerosas las familias que ya han sufrido la pérdida de un ser querido por esta
causa.
En necesario que no sólo los organismos competentes, sino toda la comunidad tome
consciencia de esta grave situación que hace que día a día tengamos que llorar la pérdida
irreparable de compatriotas.
En primer término, es urgente y necesario que los controles policiales en rutas y
calles sean permanentes y efectivos, y no sólo cuando los hechos ya han ocurrido. Baste recordar
como ejemplo, el reciente accidente protagonizado por un colectivo cuyo conductor se hallada en
estado de ebriedad. Con los controles adecuados ¿no se podría haber evitado esa tragedia?
Cuando un conductor comete una contravención de tránsito, no sólo debe conocer las reglas que
regular la circulación, sino también cumplirlas, porque todos somos parte de la comunidad y por lo
tanto, debemos cuidarnos. No debemos olvidar que la comunidad es como una gran familia a la
que todos pertenecemos.
Por otra parte, es indiscutible que el parque automotor ha crecido desmedidamente.
Por eso, los conductores deben extremar la atención y la responsabilidad frente al volante.
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¿Estamos esperando que los accidentes de tránsito se multipliquen? ¿Seguiremos echando la
culpa a los otros sin reflexionar sobre lo que cada uno hace cuando conduce?
Estoy convencido de que, como dice el refrán, “más vale pájaro en mano que cien
volando”. En necesario y urgente concientizarnos de que esta problemática no es menor porque la
inconsciencia trae urgentes consecuencias irreparables. Empecemos por nuestra familia. No
entreguemos el automóvil a un hijo menor de edad y enseñémosle desde niño la responsabilidad
que exige la conducción de cualquier tipo de vehículo. Simultáneamente, la escuela debería
comenzar desde los primeros años, a crear esta conciencia vial en los más pequeños.
Está comprobando que mucho de los accidentes que se producen son por falta de prudencia o
responsabilidad de los conductores. Tomemos conciencia de la enorme responsabilidad que
asumimos cuando estamos al volante.
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Textos para el análisis:
Publicidad comparativa
Cada tanto ocurre que alguna marca comercial lanza una publicidad comparativa, a veces
agresiva e impactante, como modo de llamar la atención del consumidor. En nuestro país,
en el pasado lo hicieron famosas firmas de bebidas gaseosas. Más recientemente se
desató lo que se llamó “la guerra de la cerveza”, con una publicidad cuyo mensaje se
apoyó en la crítica de una empresa a su competidora, actitud que ya había adoptado años
atrás y que mereció, en su momento, un rechazo judicial.
Por definición, toda publicidad es comparativa, pues al elogiar las bondades de un
producto o servicio se lo está comparando, tácitamente, con todos los demás de su
género.
Pero la publicidad comparativa propiamente dicha va más allá y no se limita a la
comparación genérica. Lo que hace es comparar productos o servicios similares,
identificándolos con precisión. Los especialistas en la materia sostienen que existe
publicidad comparativa cuando se mencionan expresamente por su marca o nombre los
productos o servicios de los competidores. A lo cual tal vez habría que agregar el caso en
que, sin llegar a nombrarlos, se hace inequívoca, por alguna vía, la identificación del
competidor o de su producto.
Algunos sectores, invocando razones de innovación y de apertura, tienden a considerar
aceptable este tipo de transgresión a los principios más tradicionales de lealtad comercial.
En esta columna editorial nos hemos opuesto a esos procedimientos, que implican –a
nuestro juicio– una indebida utilización de la propiedad de otro.
En efecto, el competidor aludido es dueño exclusivo de su nombre y de su marca, la ha
construido con esfuerzo comercial e industrial –a veces durante muchos años– y ha
logrado acreditarse frente a los consumidores. La fama, el nombre comercial, la fidelidad
del público a una marca, la identificación –a veces–- de la marca con el producto genérico
al que se está aludiendo, constituyen una parte del derecho de propiedad que la
Constitución Nacional protege en su artículo 17.
Este uso que se hace del nombre de otro es lo que determina que la conducta de quien se
vale de la publicidad comparativa sea reprochable. En efecto, nunca ocurre que la marca
agresora sea la más famosa o conocida por el público: siempre sucede a la inversa. La
firma menos conocida se apoya en la aceptación general de la empresa más afamada
para desacreditar sus productos y ensalzar los propios. Allí residiría la ilegalidad de su
acto.
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Toda publicidad intenta causar un impacto, pegar, golpear. Pero aun en el boxeo, que en
última instancia consiste en golpear al otro sin ser golpeado, están prohibidos los golpes
en ciertas zonas del cuerpo. Existen reglas que las partes acuerdan o las autoridades
disponen, fundadas en principios superiores a la contienda en sí.
El hecho de que la publicidad de este tipo sea más o menos “provocativa” no debería
servirle de justificación. La creatividad publicitaria debería emplearse principalmente en
exaltar la originalidad del producto propio, no en valerse del bien ajeno. En otros países
se utiliza con frecuencia este recurso y hasta se pondera su utilización. Sin embargo, una
fina conciencia ético-jurídica debería limitar su uso en nuestro medio. Lo deseable sería
que el límite a su uso emanase de la autorregulación de los sectores involucrados y no de
la imposición derivada de una ley o de una sentencia judicial.
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OPINIÓN
¿Para qué los disfrazan?
Por Lic. Silvia Iturriaga
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Lo llamativo es que en este mismo esquema, el uniforme de las chicas consista
en unas coloridas minipolleritas y medias tres cuartos... ¿acaso ellas no deben emular la
vestimenta empresarial?
La intención de las instituciones de lograr que sus miembros se identifiquen con
ella es absolutamente legítima. Pero, ¿no sería más interesante que los chicos se
identificaran con sus escuelas por compartir con ella una serie de principios y valores, y
no por tener estampado el nombre del colegio en letras gigantes en la espalda?
Probablemente el tema del uniforme escolar sea menor comparado con otras
variables de nuestro sistema educativo, pero es lo suficientemente significativo como para
encontrar en él representadas características que atañen a la institución educativa en
general: anacronismo, falta de contacto con la sociedad, desperdicio de oportunidades
para enseñar.
*Marque la superestructura.
*Señale las estrategias.
*Formule su opinión sustentada por argumentos.
En relación con el texto que sigue, se identifican varias problemáticas relacionadas con
la preocupación por la escuela.
Identifíquelas con diferentes colores.
Seleccione una y, con un compañero, formule unas ideas para, luego, compartirlas en
debate con el resto del grupo.
Editorial
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establecen las instituciones escolares con los padres de los alumnos. El sistema
educativo parece navegar sin brújula entre los abstractos planes de actualización y la
enseñanza que efectivamente se imparte; entre la renovación de los contenidos
curriculares y la carencia de capacitación docente y herramientas técnicas. Mientras ello
ocurre, los padres deben enfrentar los obstáculos cotidianos derivados de las limitaciones
de las escuelas públicas, o de la oscuridad que a veces existe en las reglas de juego que
impone la educación privada., como correlato, suelen quedar desoídas las quejas de los
padres referidas a la baja exigencia escolar, al fomento de la pasividad y a cierta renuncia
a cumplir una función más integral en la socialización de los chicos. También los padres
enfrentan dificultades a la hora de reclamar mejoras en la infraestructura escolar, o
cuando se oponen a los cobros compulsivos que suelen realizar asociaciones
cooperadoras aun ante familias de bajísimos ingresos económicos. Si esto ocurre en el
ámbito de las escuelas públicas, en la educación privada se han originado quejas
derivadas de reglas de juego poco transparentes. ¿Puede una escuela privada retener un
título por la falta de pago de una cuota? ¿Debe serle reconocido a la escuela privada un
derecho absoluto para decidir la admisión y la continuidad de los estudiantes en su
establecimiento? Este tipo de problemáticas, sumado a variaciones en el valor de las
cuotas o a publicidades engañosas, suelen también generar quejas y perturbar la relación
entre los padres y la escuela. Se puede advertir que el deterioro de la educación pública y
cierta tendencia a la polarización social han ido llevando a una mayor participación de las
instituciones privadas en nuestro medio. Y, ante ello, no todas las reglas parecen
suficientemente claras, y no todos los controles previstos se cumplen con regularidad y
eficacia. Las quejas de los padres suelen perderse en canales difusos, como si no se
advirtiera que pueden contribuir a la mejora de la educación y al afianzamiento del lazo
entre los padres y la escuela.
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Emilio Tenti Fanfani
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Ante este panorama crítico y al igual que en otros campos de la vida social, es preciso
combinar "el pesimismo de la inteligencia" (es decir, el conocimiento de las dificultades)
con "el optimismo de la voluntad". Proponemos tres principios para estructurar una
estrategia de lucha contra las desigualdades educativas:
Actividades:
. Identifique las citas o las referencias a otros autores e indique para qué se incorporaron.
. Resuma el artículo de Tenti Fanfani de manera que queden claras las ideas claves.
. Indique qué otras estrategias usó el autor y qué función cumplen en el artículo.
*El de abajo, es un texto que aborda una temática puntual. Léalo atentamente, identifique
la posición del autor y arme un argumento para refutarla.
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La adicción a los juegos en red
3 de diciembre de 2003
A medida que se popularizó el uso de las computadoras personales más potentes, los
videojuegos se incorporaron con extraordinaria fuerza a los hábitos de la sociedad. Se
conocieron, así, juegos de aventuras, de preguntas y respuestas, de estrategia y de
acción y otros que transmitían conocimientos de geografía, enseñaban de qué modo se
puede volar un avión o cómo pensar lógicamente. Pero también irrumpieron los
entretenimientos que fueron reprobados duramente por su contenido violento o porque
fomentaban la pornografía y el lenguaje obsceno.
Con la evolución de la tecnología nacieron los juegos en línea o en red, en los cuales
intervienen distintas personas desde diferentes lugares. Esos contendientes se conectan
a través de Internet y eso permite que cada participante asuma el papel de un personaje
que ha de superar diferentes obstáculos. Con cada prueba superada, el jugador aumenta
su sentimiento de haber logrado un importante objetivo, lo cual despierta en él un estado
de satisfacción que lo impulsa a volver a jugar. Se genera, de ese modo, una adicción que
resulta difícil de eludir. Ya no se trata de desafiar a la computadora; ahora los
adolescentes arman equipos y juegan contra otros rivales desde distintas máquinas
conectadas entre sí.
Una reciente encuesta determinó que más del 60 por ciento de los chicos
entrevistados admitió que a menudo jugaba más tiempo de lo que había previsto. Como
es de imaginar, esa circunstancia contribuye a disminuir las ya reducidas oportunidades
para el diálogo familiar y para la interacción con otras personas, a la vez que dificulta la
práctica deportiva y desplaza otras actividades de esparcimiento. Por la edad de los
jugadores, se afecta, asimismo, el rendimiento escolar, ya que en vez de estudiar los
jóvenes dedican una parte cada vez mayor de su tiempo al contacto con la máquina
electrónica; es decir, a perseguir ladrones, a combatir en una guerra o a negociar con
policías y secuestradores.
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Recientes estudios realizados en los Estados Unidos revelaron que casi el 80 por
ciento de los videojuegos preferidos por los jóvenes tiene un fuerte componente de
violencia. Se ha comprobado, además, que existe una conexión entre la violencia que
proponen los juegos y el aumento de agresividad de los jugadores. Según un trabajo
publicado en la revista Journal of Personality and Social Psychology, la violencia que
contienen los juegos electrónicos podría llegar a ser más peligrosa que la que se difunde
por televisión o cine, dado que el jugador experimenta la sensación de ejecutar actos
violentos.
Existen otras cuestiones referidas a los videojuegos que tienen que ver con la salud de
los jugadores: mirar fijamente una pantalla por largos espacios de tiempo puede causar
daños visuales. Las encuestas señalan que por lo menos la cuarta parte de los usuarios
de estas máquinas sufre problemas de visión. Una razón para ello es que quienes
enfrentan una pantalla electrónica parpadean menos, lo que les provoca sequedad e
irritación en los ojos. Pasar horas jugando sin hacer pausas para descansar puede causar
fatiga ocular y hasta generar una visión borrosa.
Recientemente, el gobierno porteño anunció que comenzará a clausurar los locales de
juegos en red que estén situados a menos de 100 metros de colegios primarios y
secundarios, de hospitales y templos. Se anunció, asimismo, que se verificará el estricto
cumplimiento de los requisitos de habilitación que solicita el Gobierno de la Ciudad para
este tipo de locales, como la existencia de filtros que bloqueen el acceso a sitios
pornográficos de Internet. Mientras tanto, la Comisión de Desarrollo Económico de la
Legislatura porteña evalúa qué juegos podrán utilizarse y en qué horarios los
adolescentes podrán permanecer en los locales, criterio limitativo ya aplicado por otros
municipios.
En efecto, el Concejo Deliberante de San Isidro aprobó una ordenanza que prohíbe el
ingreso o la permanencia de menores de 18 años después de las 21 y restringe el ingreso
de aquellos chicos que se encuentren vistiendo uniforme escolar entre las 8 y las 17, con
excepción de aquellos menores que concurran en compañía de un mayor responsable o
que cuenten con una autorización escrita de los padres o tutores. La norma dispone que
los menores no tendrán acceso a imágenes y contenidos reservados para adultos y
prohíbe el expendio de bebidas alcohólicas a toda hora.
Por las razones mencionadas, deben ser bienvenidas las iniciativas que se
implementen con el fin de regular y limitar el funcionamiento de los locales que ofrecen
este tipo de entretenimiento. Debe tenerse en cuenta que la responsabilidad de evitar las
consecuencias de un uso abusivo de los videojuegos no recae sólo sobre quienes
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administran esos lugares de entretenimiento, sino también sobre el grupo familiar y,
especialmente, sobre los padres de los menores. Ellos tienen un rol indelegable en el
cuidado y la protección de los niños y adolescentes a su cargo que no puede ni debe ser
ignorado.
Eje: El Matadero
SUPERESTRUCTURA NARRATIVA
Toda narrativa se caracteriza por una estructura básica: marco, suceso, episodio. Estas
tres categorías forman la trama.
Una narración se origina con una complicación en la vida los protagonistas, que genera
en ellos una reacción. A la complicación se la reconoce porque generalmente responde a la
pregunta: ¿Qué pasó? Esta reacción los lleva a tomar una resolución, afortunada o no, que
responde a la pregunta: ¿Cómo terminó? La complicación sumada a la resolución, forman
un suceso. Todo suceso se desarrolla en un marco que está dado por el lugar, el tiempo y
los personajes.
Todo suceso con su marco forman el episodio de la narración. Hay narraciones que
tienen un solo episodio pero hay otras que tienen más de uno. La suma de los episodios
forman la trama. El narrador mientras relata la trama, comenta, opina, hace su evaluación.
La evaluación no pertenece a la trama porque se trata de una reacción den narrador frente
a la misma. Esta opinión puede presentarse también como cualidades que el narrador
atribuye a los personajes o sentimientos que expresa acerca de ellos. Muchas narraciones
tienen una moraleja, enseñanza que puede aparecer al principio o al final de la narración.
La moraleja es característica de las fábulas.
Tipos de narrador
Narrador testigo: Quien narra los hechos, lo hace contando sólo lo que se puede
ver. No participa de la historia, sino que observa desde el lugar de la narración
estricta, sin involucrarse.
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perteneció a una familia acomodada, hecho que le permitió estudiar en París la filosofía y
la literatura románticas. De regreso a la Argentina, importó el Romanticismo. Fundó la
Joven Argentina, una sociedad secreta de jóvenes, opuesta ideológicamente al dictador
Juan Manuel de Rosas. Perseguido, debió exiliarse en Montevideo en 1840, y vivió allí
hasta su muerte en 1851.
El Romanticismo
El Romanticismo dominó la literaria europea desde finales del siglo XVIII hasta
mediados del siglo XIX. Echeverría lo introdujo en América. El romanticismo significó: “la
libertad de sentimientos en la vida y el sentimiento de la libertad en el arte ” (Ricardo
Rojas). Los artistas románticos rompieran con la actitud clásica preponderante hasta ese
momento, racionalista y gustosa de las normas, y se dejaron guiar, en el arte y en la vida,
por una cierta idea del mundo, una imagen de algo acaso inexistente pero realizable. En el
caso de la obra de Echeverría, su búsqueda es el reinado de la cultura, de una sociedad
civilizada. Pertenecer a este movimiento significaba realizar una crítica política y social, y
entender a la literatura como servidora de una causa extraliteraria. Por lo tanto, los
románticos, descontentos con el mundo en el que les había tocado vivir, tuvieron espíritu
crítico y persiguieron ideales mediante un sistema de valores abstractos, que naturalmente
están en el espíritu del narrador de la obra aquí trabajada.
Análisis de la obra
En El Matadero se caracteriza negativamente al ser del discurso dominante (Federales,
Rosas, Iglesias) para construir (legitimar) un deber ser (proyecto nacionalista del
Romanticismo) que corresponde al discurso de los unitarios. Por tanto, partiendo del
análisis de la ironía (como principio constructivo del texto) decimos que El Matadero
impacta en el sistema literario nacional generando un espacio dicotómico entre unitarios y
federales; donde el primero se legitima en el proceso de deslegitimación del otro. De esta
forma, se instaura la duplicidad que luego será retomado y resignficada por gran parte de
la literatura latinoamericana.
27
que los sucesoso de mi narración pasaban por los años
de Cristo de 183…
28
A partir de lo manifestado precedentemente, se considera a El Matedero como el texto
que inaugura la literatura nacional porque produce un doble quiebre: con las escrituras
europeas, por un lado, y con la política federal dictadora que dominaba en ese momento.
Así, este proyecto político unitario que centró sus bases en los ideales románticos de la
libertad, del espíritu crítico y del reinado de la cultura determinaron la idea abstracta de
una nación más democrática y justa. Echeverría sólo pudo manifestar su proyecto político
y literario de nación enunciando la barbarie y deslegitimándola en esa misma enunciación.
29
Echeverría y el lugar de la ficción, La Argentina en pedazos. 1993
30
paso) se ha convertido en la más famosa de Sarmiento, traducida libremente por él y
nacionalizada como: "Bárbaros, las ideas no se matan".
La verdad de la ficción. Hay una diferencia clave, diría, entre El matadero y el comienzo
del Facundo. En Sarmiento se trata de un relato verdadero, de un texto que toma la forma
de una autobiografía; en el caso de El matadero se trata de una pura ficción. Y justamente
porque era una ficción pudo hacer entrar el mundo de los "bárbaros" y darles un lugar y
hacerlos hablar. La ficción como tal en la Argentina nace, habría que decir, en el intento de
representar el mundo del enemigo, del distinto, del otro (se llame bárbaro, gaucho, indio o
inmigrante). Esa representación supone y exige la ficción. Para narrar a su grupo y a su
clase desde adentro, para narrar el mundo de la civilización, el gran género narrativo del
siglo XIX en la literatura argentina (el género narrativo por excelencia, habría que decir:
que nace, por lo además, con Sarmiento) es la autobiografía. La clase se cuenta a si misma
bajo la forma de la autobiografía y cuenta al otro con la ficción. Todo lo que hay de
imaginación literaria en el Facundo viene de ese intento de hacer entrar el mundo de
Facundo Quiroga y de los bárbaros. Sarmiento hace ficción pero la encubre y la disfraza en
el discurso verdadero de la autobiografía o del relate histórico. Por eso su libro puede ser
leído como una novela donde lo novelesco esta disimulado, escondido, presente pero
enmascarado.
31
Un texto inédito. En El matadero está el origen de la prosa de ficción en la Argentina.
Pero ese origen, podría decirse, es oscuro, desviado, casi clandestino. Escrito en 1838 el
relate permaneció inédito hasta 1874 cuando Juan María Gutiérrez lo rescato entre los
papeles póstumos de Echeverría (que había muerto en Montevideo, exiliado y en la
miseria, en 1851). ¿Por qué no lo publicó Echeverría? Basta releerlo hoy para darse cuenta
de que es muy superior a todo lo que Echeverría publicó en su vida (y superior a lo de
todos sus contemporáneos, salvo Sarmiento). Habría que decir que Echeverría no lo
público justamente porque era una ficción y la ficción no tenía lugar en la literatura
argentina tal como la concebían Echeverría y Sarmiento. "Las mentiras de la imaginación"
de las que habla Sarmiento deben ser dejadas a un lado para que la prosa logre toda su
eficacia y la ficción aparecía como antagónica con un uso político de la literatura.
Una opción. El Facundo empieza donde termina El matadero. Entre la cita en francés de
Diderot de Sarmiento y la representación del lenguaje popular en El matadero, en la
mezcla de le que allí aparece escindido, en la relación y el antagonismo se define una larga
tradición de la literatura argentina. Pero a la vez la importancia de esos dos relates reside
en que entre los dos plantean una opción fundamental frente a la violencia política y el
poder: el exilio (con que se abre el Facundo) o la muerte (con la que se cierra El matadero).
Esa opción fundante volvió a repetirse muchas veces en nuestra historia y se repitió en
nuestros días. Y en ese sentido podría decirse que la literatura tiene siempre una marca
utópica, cifra el porvenir y actualiza constantemente los puntos clave de la política y de la
cultura argentina.
32
El Matadero
Esteban Echeverría
33
Continuaba, sin embargo, lloviendo a cántaros, y la inundación crecía, acreditando el
pronóstico de los predicadores. Las campanas comenzaron a tocar rogativas por orden
del muy católico Restaurador, quien parece no las tenía todas consigo. Los libertinos, los
incrédulos, es decir, los unitarios, empezaron a amedrentarse al ver tanta cara
compungida, oír tanta batahola de imprecaciones. Se hablaba ya, como de cosa resuelta,
de una procesión en que debía ir toda la población descalza y a cráneo descubierto,
acompañando al Altísimo, llevado bajo palio por el obispo, hasta la barranca de Balcarce,
donde millares de voces, conjurando al demonio unitario de la inundación, debían implorar
la misericordia divina.
Feliz, o mejor, desgraciadamente, pues la cosa habría sido de verse, no tuvo efecto la
ceremonia, porque bajando el Plata, la inundación se fue poco a poco escurriendo en su
inmenso lecho, sin necesidad de conjuro ni plegarias.
Lo que hace principalmente a mi historia es que por causa de la inundación estuvo
quince días el matadero de la Convalecencia sin ver una sola cabeza vacuna, y que en
uno o los, todos los bueyes de quinteros y aguateros se consumieron en el abasto de la
ciudad. Los pobres niños y enfermos se alimentaban con huevos y gallinas, y los gringos
y herejote bramaban por el beefsteak y el asado. La abstinencia de carne era general en
el pueblo, que nunca se hizo más digno de la bendición de la Iglesia, y así fue que
llovieron sobre él millones y millones de indulgencias plenarias. Las gallinas se pusieron
a 6 pesos y los huevos a 4 reales, y el pescado carísimo. No hubo en aquellos días
cuaresmales promiscuaciones ni excesos de gula; pero, en cambio, se fueron derecho al
cielo innumerables ánimas, y acontecieron cosas que parecen soñadas.
No quedó en el matadero ni un solo ratón vivo de muchos millares que allí tenían
albergue. Todos murieron o de hambre o ahogados en sus cuevas por la incesante
lluvia. Multitud de negras rebusconas de achuras, como los caranchos de presa, se
desbandaron por la ciudad como otras tantas arpías prontas a devorar cuanto hallaran
comible. Las gaviotas y los perros, inseparables rivales suyos en el matadero, emigraron
en busca de alimento animal. Porción de viejos achacosos cayeron el consunción por
falta de nutritivo caldo; pero lo más notable que sucedió fue el fallecimiento casi repentino
de unos cuantos gringos herejes que cometieron el desacato de dares un hartazgo de
chorizos de Extremadura, jamón y bacalao, y se fueron al otro mundo a pagar el pecado
cometido por tan abominable promiscuación.
Algunos médicos opinaron que si la carencia de carne continuaba, medio pueblo caería
en síncope por estar los estómagos acostumbrados a su corroborante jugo; y era de notar
el contraste entre estos tristes pronósticos de la ciencia y los anatemas lanzados desde el
púlpito por los reverendos padres contra toda clase de nutrición animal y de
promiscuación en aquellos días destinados por la Iglesia al ayuno y la penitencia. Se
originó de aquí una especie de guerra intestina entre los estómagos y las conciencias,
atizada por el inexorable apetito, y las no menos inexorables vociferaciones de los
ministros de la Iglesia, quienes, como es su deber, no transigen con vicio alguno que
tienda a relajar las costumbres católicas; a lo que se agregaba el estado de flatulencia
intestinal habitantes, producido por el pescado y los porotos y otros alimentos algo
indigestos.
Esta guerra se manifestaba por sollozos y gritos descompasados en la peroración de
los sermones y por rumores y estruendos subitáneos en las casas y calles de la cuidad o
dondequiera concurrían gentes. Alarmóse un tanto el gobierno, tan paternal como
34
previsor, del Restaurador, creyendo aquellos tumultos de origen revolucionario y
atribuyéndolos a los mismos salvajes unitarios, cuya impiedades, según los predicadores
federales, habían traído sobre el país la inundación de la cólera divina; tomó activas
providencias, desparramó a sus esbirros por la población, y por último, bien informado,
promulgó un decreto tranquilizador de las conciencias y de los estómagos, encabezado
por un considerando muy sabio y piadoso para que a todo trance, y arremetiendo por
agua y todo, se trajese ganado a los corrales.
En efecto, el decimosexto día de la carestía, víspera del día de Dolores, entró a vado
por el paso de Burgos al matadero del Alto una tropa de cincuenta novillos gordos; cosa
poca por cierto para una población acostumbrada a consumir diariamente de 250 a 300, y
cuya tercera parte al menos gozaría del fuero eclesiástico de alimentarse con
carne. ¡Cosa extraña que haya estómagos sujetos a leyes inviolables y que la Iglesia
tenga la llave de los estómagos!
Pero no es extraño, supuesto que el Diablo con la carne suele meterse en el cuerpo y
que la Iglesia tiene el poder de conjurarlo: el caso es reducir al hombre a una máquina
cuyo móvil principal no sea su voluntad sino la de la Iglesia y el gobierno. Quizá llegue el
día en que sea prohibido respirar aire libre, pasearse y hasta conversar con un amigo, sin
permiso de autoridad competente. Así era, poco más o menos, en los felices tiempos de
nuestros beatos abuelos, que por desgracia vino a turbar la Revolución de Mayo. Sea
como fuera, a la noticia de la providencia gubernativa, los corrales del alto se llenaron, a
pesar del barro, de carniceros, de achuradores y de curiosos, quienes recibieron con
grandes vociferaciones y palmoteos los cincuentas novillos destinados al matadero.
--Chica, pero gorda—exclamaban.-- ¡Viva la Federación! ¡Viva el Restaurador!
Porque han de saber los lectores que en aquel tiempo la Federación estaba en todas
partes, hasta entre las inmundicias del matadero, y no había fiesta sin Restaurador como
no hay sermón sin San Agustín. Cuentan que al oír tan desaforados gritos las últimas
ratas que agonizaban de hambre en sus cuevas, se reanimaron y echaron a correr
desatentadas, conociendo que volvían a aquellos lugares la acostumbrada alegría y la
algazara precursora de abundancia.
El primer novillo que se mató fue todo entero de regalo al Restaurador, hombre muy
amigo del asado. Una comisión de carniceros marchó a ofrecérselo en nombre de los
federales del matadero, manifestándole in voce su agradecimiento por la acertada
providencia del gobierno, su adhesión ilimitada al Restaurador y su odio entrañable a los
salvajes unitarios, enemigos de Dios y de los hombres. El Restaurador contestó a la
arenga, rinforzando sobre el mismo tema, y concluyó la ceremonia con los
correspondientes vivas y vociferaciones de los espectadores y actores. Es de creer que
el Restaurador tuviese permiso especial de su Ilustrísima para no abstenerse de carne,
porque siendo tan buen observador de las leyes, tan buen católico y tan acérrimo
protector de la religión, no hubiera dado mal ejemplo aceptando semejante regalo en día
santo.
Siguió la matanza, y en un cuarto de hora cuarenta y nueve novillos se hallaban
tendidos en la plaza del matadero, desollados unos, los otros por desollar, El espectáculo
que ofrecía entonces era animado y pintoresco, aunque reunía todo lo horriblemente feo,
inmundo y deforme de una pequeña clase proletaria peculiar del Río de la Plata. Pero
para que el lector pueda percibirlo a un golpe de ojo, preciso es hacer un croquis de la
localidad.
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El matadero de la Convalecencia o del Alto, sito en las quintas al sur de la ciudad, es
una gran playa en forma rectangular, colocada al extremo de dos calles, una de las cuales
allí termina y la otra se prolonga hasta el este. Esta playa, con declive al sur, está cortada
por un zanjón labrado por la corriente de las aguas pluviales, en cuyos bordes laterales se
muestran innumerables cuevas de ratones y cuyo cauce recoge en tiempo de lluvia toda
la sangraza seca o reciente del matadero. En la junción del ángulo recto, hacia el oeste,
está lo que llaman la casilla, edificio bajo, de tres piezas de media agua con corredor al
frente que da a la calle y palenque para atar caballos, a cuya espalda se notan varios
corrales de pala, pique de ñandubay con sus fornidas puertas para encerrar el ganado.
Estos corrales son en tiempo de invierno un verdadero lodazal, en el cual los animales
apeñuscados se hunden hasta el encuentro, y quedan como pegados y casi sin
movimiento. En la casilla se hace la recaudación del impuesto de corrales, se cobran las
multas por violación de reglamentos y se sienta el juez del matadero, personaje
importante, caudillo de los carniceros y que ejerce la suma del poder en aquella pequeña
república, por delegación del Restaurador. Fácil es calcular qué clase de hombre requiere
para el desempeño de semejante cargo. La casilla, por otra parte, es un edificio tan ruin y
pequeño que nadie lo notaría en los corrales a no estar asociado su nombre al del terrible
juez y no resaltar sobre blanca cintura los siguientes letreros rojos: “Viva la Federación”,
“Viva el Restaurador y la heroica doña Encarnación Ezcurra”, “Mueran los salvajes
unitarios”. Letreros muy significativos, símbolo de la fe política y religiosa de la gente del
matadero. Pero algunos lectores no sabrán que la tal heroína es la difunta esposa del
Restaurador, patrona muy querida de los carniceros, quienes, ya muerta, la veneraban por
sus virtudes cristianas y su federal heroísmo en la revolución contra Balcarce. Es el caso
que en un aniversario de aquella memorable hazaña de la Mazorca, los carniceros
festejaron con un espléndido banquete en la casilla de la heroína, banquete a que
concurrió con su hija y otras señoras federales, y que allí, en presencia de un gran
concurso, ofreció a los señores carniceros en un solemne brindis su federal patrocinio, por
cuyo motivo ellos la proclamaron entusiasmados patrona del matadero, estampando su
nombre en las paredes de la casilla, donde estará hasta que lo borre la mano del tiempo.
La perspectiva del matadero a la distancia era grotesca, llena da animación. Cuarenta
y nueve reses esteban tendidas sobre sus cueros, y cerca de doscientas personas
hollaban aquel suelo de lodo regado con la sangre de unas arterias. En trono de cada res
resaltaba un grupo de figuras humanas de tez y raza distinta. La figura más prominente
de cada grupo era el carnicero con el cuchillo en mano, brazo y pecho desnudo, cabello
largo y revuelto, camisa y chiripá y rostro embadurnado de sangre. A sus espaldas se
rebullían, caracoleando y siguiendo los movimientos, una comparsa de muchachos, de
negras y mulatas achuradoras, cuya fealdad trasuntaba las arpías de la fábula, y
entremezclados con ellas algunos enormes mastines, olfateaban, gruñían o se daban de
tarascones por la presa. Cuarenta y tantas carretas, toldadas con negruzco y pelado
cuero, se escalonaban irregularmente a lo largo de la playa, y algunos jinetes con el
poncho calado y el lazo prendido al tiento cruzaban por entre ellas al tranco o reclinados
sobre el pescuezo de los caballos echaban ojo indolente sobre uno de aquellos animados
grupos, al paso que, más arriba, en el aire, un enjambre de gaviotas blanquiazules, que
habían vuelto de la emigración al olor de la carne, revoloteaban, cubriendo con su
disonante graznido todos los ruidos y voces del matadero y proyectando una sombra clara
sobre aquel campo de horrible carnicería. Esto se notaba al principio de la matanza.
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Pero a medida que adelantaba, la perspectiva variaba; los grupos se deshacían,
venían a formarse tomando diversas actitudes y se desparramaban corriendo como si en
medio de ellos cayese alguna bala perdida, o asomase la quijada de algún encolerizado
mastín. Esto era que el carnicero en un grupo descuartizaba a golpe de hacha, colgaba
en otros los cuartos en los ganchos de su carreta, despellejaba en éste, sacaba el sebo
en aquel; de entre la chusma que ojeaba y aguardaba la presa de achura, salía de cuando
en cuando una mugrienta mano a dar un rascón con el cuchillo al sebo o a los cuartos de
la res, lo que originaba gritos y explosión de cólera del carnicero y el continuo hervidero
de los grupos, dichos y gritería descompasada de los muchachos.
-Ahí se mete el sebo en las tetas, la tipa—gritaba uno.
-Aquél lo escondió en el azapón—replicaba la negra.
-Che, negra bruja, salí de aquí antes de que te pegue un tajo—exclamaba el carnicero.
-¿Qué le hago, ño Juan? ¡No sea malo! Yo no quiero sino la panza y las tripas.
-Son para esa bruja: a la m…
-¡A la bruja! ¡A la bruja!—repitieron los muchachos—¡Se lleva la riñonada y el tongorí!—Y
cayeron sobre su cabeza sendos cuajos de sangre y tremendas pelotas de barro.
Hacia otra parte, entretanto, dos africanas llevaban arrastrando las entrañas de un
ánima; allá una mulata se alejaba con un ovillo de tripas y resbalando de repente sobre un
charco de sangre, caía a plomo, cubriendo con su cuerpo la codiciada presa. Acullá se
veían acurrucadas en hileras 400 negras destejiendo sobre las faldas el ovillo y
arrancando, uno a uno, los sebitos que el avaro cuchillo del carnicero había dejado en la
tripa como rezagados, al paso que otras vaciaban panzas y vejigas y las henchían de aire
de sus pulmones para depositar en ellas, luego de secas, la achura.
Varios muchachos, gambeteando a pie y a caballo, se daban de vejigazos o se tiraban
bolas de carne, desparramando con ellas y su algazara la nube de gaviotas que,
columpiándose en el aire, celebraban chillando la matanza. Oíanse a menudo, a pesar
del veto del Restaurador y de la santidad del día, palabras inmundas y obscenas,
vociferaciones preñadas de todo el cinismo bestial que caracteriza a la chusma de
nuestros mataderos, con las cuales no quiero regalar a los lectores.
De repente caía un bofe sangriento sobre la cabeza de alguno, que de allí pasaba a la
de otro, hasta que algún deforme mastín lo hacía buena presa, y una cuadrilla de otros,
por si estrujo o no estrujo, armaba una tremenda de gruñidos y mordiscones. Alguna tía
vieja salió furiosa en persecución de un muchacho que le había embadurnado el rostro
con sangre, y acudiendo a sus gritos y puteadas los compañeros del rapaz, la rodeaban y
azuzaban como los perros al toro, y llovían sobre ella zoquetes de carne, bolas de
estiércol, con groseras carcajadas y gritos frecuentes, hasta que el juez mandaba
restablecer el orden y despejar el campo.
Por un lado dos muchachos se adiestraban en el manejo del cuchillo, tirándose
horrendos tajos y reveses; por otro, cuatro, ya adolescentes, ventilaban a cuchilladas el
derecho a una tripa gorda y un mondongo que habían robado a un carnicero; y no de ellos
distante, porción de perros, flacos ya de la forzosa abstinencia, empleaban el mismo
medio para saber quién se llevaría un hígado envuelto en barro. Simulacro en pequeño
era éste del modo bárbaro con que se ventilan en nuestro país las cuestiones y los
derechos individuales y sociales. En fin, la escena que se representaba en el matadero
era para vista, no para escrita.
37
Un animal había quedado en los corrales, de corta y ancha cerviz, de mirar fiero, sobre
cuyos órganos genitales no estaban conformes los pareceres, porque tenía apariencias
de toro y de novillo. Llególe la hora. Dos enlazadores a caballo penetraron en el corral en
cuyo contorno hervía la chusma a pie, a caballo y horqueteada sobre sus nudosos
palos. Formaban en la puerta el más grotesco y sobresaliente grupo, varios pialadores y
enlazadores de a pie con el brazo desnudo y armado del certero lazo, la cabeza cubierta
con un pañuelo punzó y chaleco y chiripá colorado, teniendo a sus espaldas varios jinetes
y espectadores de ojo escrutado y anhelante.
El animal, perdido ya al lazo por las astas, bramaba echando espuma furibundo, y no
había demonio que lo hiciera salir del pegajoso barro, donde estaba como clavado y era
imposible pialarlo. Gritábanle, lo azuzaban en vano con las mantas y pañuelos los
muchachos que estaban prendidos sobre las horquetas del corral, y era de oír la
disonante batahola de silbidos, palmadas y voces tiples y roncas que se desprendían de
aquélla singular orquesta.
Los dicharachos, las exclamaciones chistosas y obscenas rodaban de boca en boca, y
cada cual hacía alarde espontáneamente de su ingenio y de su agudeza, excitado por el
espectáculo o picado por el aguijón de alguna lengua locuaz.
-Hi de p…en el torro.
-Al Diablo los torunos del Azul.
-Malhaya el tropero que nos da gato por liebre.
-Si es novillo.
-¿No está viendo que es toro viejo?
-Como toro le ha de quedar. ¡Muéstreme los c…si le parece, c…o!
-Ahí los tiene entre las piernas. ¿No lo ve, amigo, más grandes que la cabeza de su
castaño, o se ha quedado ciego en el camino?
-Su madre sería la ciega, pues que tal hijo ha parido. ¿No ve que todo ese bulto es
barro?
-Es emperrado y arisco como un unitario.
Y al oír esta mágica palabra, todos a una voz exclamaron;
-Mueran los salvajes unitarios!
-Para el tuerto lo h…
-Sí, para el tuerto, que es hombre de c…para pelear con los unitarios.
-El matambre a Matasiete, degollador de unitarios. ¡Viva Matasiete!
-¡A Matasiete el matambre!
-Allá va—gritó una voz ronca, interrumpiendo aquellos desahogos de la cobardía
feroz--. ¡Allá va el toro!
-¡Alerta! ¡Guarda los de la puerta! ¡Allá va furioso como un demonio! Y en efecto, el
animal acosado por los gritos y sobre todo por dos picanas agudas que le espoleaban la
cola, sintiendo flojo el lazo, arremetió bufando a la puerta, lanzando a entrambos lados un
rojiza y fosfórica mirada. Dióle el tirón el enlazador sentado su caballo, desprendió el lazo
del asta, crujió por el aire un áspero zumbido y al mismo tiempo se vio rodar desde lo alto
de una horqueta del corral, como si un golpe de hacha lo hubiese dividido a cercén, una
cabeza de niño cuyo tronco permaneció inmóvil sobre su caballo de palo, lanzando por
cada arteria un largo chorro de sangre.
-¡Se cortó el lazo!—gritaron unos--. ¡Allá va el toro!
38
Pero otros, deslumbrados y atónitos, guardaron silencio, porque todo fue como un
relámpago.
Desparramóse un tanto el grupo de la puerta. Una parte se agolpó sobre la cabeza
y el cadáver palpitante del muchacho degollado por el lazo, manifestando horror en su
atónito semblante, y la otra parte, compuesto de jinetes que no vieron al catástrofe, se
escurrió en distintas direcciones en pos del toro, vociferando y gritando: ¡Allá va el
toro! ¡Atajen! ¡Guarda! ¡Enlaza, Sietepelos! ¡Que te agarra, Botija! ¡Va furioso; no se le
pongan delante! ¡Ataja, ataja, Morado! ¡Dale espuela al mancarrón! ¡Y se metió en la
calle sola! ¡Qué lo ataje el diablo!
El tropel y vocifería era infernal. Unas cuantas negras achuradoras, sentadas en hilera
al borde del zanjón, oyendo el tumulto se acogieron y agazaparon entre las panzas y
tripas que desenredaban y devanaban con la paciencia de Penélope, lo que sin duda las
salvó, porque el animal lanzó al mirarlas un bufido aterrador, dio un brinco sesgado y
siguió adelante perseguido por los jinetes. Cuentan que una de ellas se fue de cámaras;
otra rezó diez salves en dos minutos, y dos prometieron a San Benito no volver jamás a
aquellos malditos corrales y abandonar el oficio de achuradoras. No se sabe si
cumplieron la promesa.
El toro, entretanto, tomó la ciudad por una larga y angosta calle que parte de la punta
más aguda del rectángulo anteriormente descripto, calle encerrada por una zanja y un
cerco de tunas, que llaman sola por no tener más de dos casas laterales, y en cuyo
aposado centro había un profundo pantano que tomaba de zanja a zanja. Cierto inglés,
de vuelta de su saladero, vadeaba este pantano a la sazón, paso a paso, en un caballo
algo arisco, y, sin duda, iba tan absorto en sus cálculos que no oyó el tropel de jinetes ni
la gritería sino cuando el toro arremetía el pantano. Azoróse de repente su caballo dando
un brinco al sesgo y echó a correr, dejando al pobre hombre hundido media vara en el
fango. Este accidente, sin embargo, no detuvo ni frenó la carrera de los perseguidores
del toro, antes al contrario, soltando carcajadas sarcásticas: “Se amoló el gringo; levántate
gringo”—exclamaron, cruzando el pantano, y amasando con barro bajo las patas de sus
caballos su miserable cuerpo. Salió el gringo, como pudo, después a la orilla, más con la
apariencia de un demonio tostado por las llamas del infierno que un hombre blanco
pelirrubio. Más adelante, al grito de ¡al toro!, cuanto negras achuradoras que se retiraban
con su presa, se zambulleron en la zanja llena de agua, único refugio que les quedaba.
El animal, entretanto, después de haber corrido unas 20 cuadras en distintas direcciones
azorando con su presencia a todo viviente, se metió por la tranquera de una quinta, donde
halló su perdición. Aunque cansado, manifestaba brío y colérico ceño; pero rodeábalo
una zanja profunda y un tupido cerco de pitas, y no había escape. Juntáronse luego sus
perseguidores que se hallaban desbandados, y resolvieron llevarlo en un señuelo de
bueyes para que expiase su atentado en el lugar mismo donde lo había cometido.
Una hora después de su fuga el toro estaba otra vez en el matadero, donde la poca
chusma que había quedado no hablada sino de sus fechorías. La aventura de gringo en
el pantano excitaba principalmente la risa y el sarcasmo. Del niño degollado por el lazo o
quedada sino un charco de sangre; su cadáver estaba en el cementerio.
Enlazaron muy luego por las astas al animal, que brincaba haciendo hincapié y
lanzando roncos bramidos. Echáronle uno, dos, tres piales; pero infructuoso; al cuarto
quedó prendido de una pata: su brío y su furia redoblaron; su lengua, estirándose
convulsiva, arrojaba espuma, su nariz humo, sus ojos miradas encendidas.
39
-¡Desjarreten ese animal!—exclamó una voz imperiosa. Matasiete se tiró al punto del
caballo, cortóle el garro de una cuchillada y gambeteando en torno de él con su enorme
daga en mano, se la hundió al cabo hasta el puño en la garganta, mostrándola en seguida
humeante y roja a los espectadores. Brotó un torrente de la herida, exhaló algunos
bramidos roncos, y cayó el soberbio animal entre los gritos de la chusma que
proclamaban a Matasiete vencedor y le adjudicaba en premio el matambre. Matasiete
extendió, como orgulloso, por segunda vez el brazo y el cuchillo ensangrentado, y se
agachó a desollarlo con otros compañeros.
Faltaba que resolver la duda sobre los órganos genitales del muerto, clasificado
provisoriamente de toro por su indomable fiereza; pero estaban todos tan fatigados de la
larga tarea, que lo echaron por lo pronto en olvido. Más de repente una voz ruda
exclamó:
-Aquí están los huevos—sacando le la barriga del animal y mostrando a los espectadores
dos enormes testículos, signo inequívoco de su dignidad de toro. La risa y la charla fue
grande; todo los incidentes desgraciados pudieron fácilmente explicarse. Un toro en el
matadero era cosa muy rara, y aun vedaba. Aquél, según reglas de buen policía, debía
arrojarse a los perros; pero había tanta escasez de carne y tantos hambrientos en la
población que el señor juez tuvo que hacer ojo lerdo.
En dos por tres estuvo desollado, descuartizado y colgado en la carreta el maldito
toro. Matasiete colocó el matambre bajo el pellón de su recado y se preparaba a partir. La
matanza estaba concluida a las doce, y la poca chusma que había presenciado hasta el
fin, se retiraba en grupos de a pie y de a caballo, o tirando a la cincha algunas carretas
cargadas de carne.
Más de repente la ronca voz de un carnicero gritó:
¡Allí viene un unitario!—y al oír tan significativa palabra toda aquella chusma se detuvo
como herida de una impresión subitánea.
-¿No le ven la patilla en forma de U? No trae divisa en el fraque ni luto en el sombrero.
- Perro unitario.
-Es un cajetilla.
-Monta en silla como los gringos.
-La Mazorca con él.
-¡La tijera!
-Es preciso sobarlo.
-Trae pistolera por pintar.
-Todos estos cajetillas unitarios son pintores como el diablo.
-¿A que no te le animás, Matasiete?
-¿A que no?
-A que sí.
Matasiete era hombre de poca palabras y de muchas acción. Tratándose de violenta,
de agilidad, de destreza en el hacha, el cuchillo o el caballo, no hablaba y obrada. Lo
habían picado: prendió la espuela a su caballo y se lanzó a brida suelta al encuentro del
unitario.
Era éste un joven de 25 años, de gallarda y bien apuesta persona, que mientras salían
en borbotones de aquellas desaforadas bocas las anteriores exclamaciones, trotaba hacia
Barracas, muy ajeno de temer peligro alguno. Notando, empero, las significativas miradas
de aquel grupo de dogos de matadero, echa maquinalmente la diestra sobre las pistoleras
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de su silla inglesa, cuando una pechada al sesgo del caballo de Matasiete lo arroja de los
lomos del suyo tendiéndolo a la distancia boca arriba y sin movimiento alguno.
-¡Viva Matasiete!—exclamó toda aquella chusma, cayendo en tropel sobre la víctima
como los caranchos rapaces sobre la osamenta de un buey devorado por un
tigre. Atolondrado todavía el joven, fue, lanzado una mirada de fuego sobre aquellos
hombres feroces, hacia su caballo que permanecía inmóvil no muy distante, a buscar en
sus pistolas el desagravio y la venganza. Matasiete, dando un salto, le salió al encuentro
y con fornido brazo asiéndolo de la corbata lo tendió en el suelo tirando al mismo tiempo
la daga de la cintura y llevándola a su garganta.
Una tremenda carcajada y un nuevo viva estentóreo volvió a vitorearlo. ¡Que nobleza
de alma! ¡Que bravura en los federales! ¡Siempre en pandillas cayendo como buitres
sobre la víctima inerte!
-Degüéllalo, Matasiete, quiso sacar las pistolas. Degüéllalo como al toro.
-Pícaro unitario. Es precioso tusarlo.
-Tiene buen pescuezo para el violín.
-Mejor es la resbalosa.
- Probaremos—dijo Matasiete, y empezó sonriendo a pasar el filo de su daga por la
garganta del caído, mientras con la rodilla izquierda de comprimía el pecho y con la
siniestra mano le sujetaba por los cabellos.
- No, no lo degüellen—exclamó de lejos la voz imponente del Juez del Matadero que se
acercaba a caballo.
-A la casilla con él, a la casilla. Preparen mazorca y las tijeras. ¡Mueran los salvajes
unitarios! ¡Viva el Restaurador de las leyes!
-¡Viva Matasiete!
- “¡Mueran!” “¡Vivan!”—repitieron en coro los espectadores, y atándolo codo con codo,
entre moquetes y tirones, entre vociferaciones e injuries, arrastraron al infeliz joven al
banco del tormento, como los sayones al Cristo.
La sala de la casilla tenía en su centro una grande y fornida mesa de la cual no salían
los vasos de bebida y los naipes sino para dar lugar a las ejecuciones y torturas de los
sayones federales del matadero. Notábase además, en un rincón, otra mesa chica con
recado de escribir y un cuaderno de apuntes y porción de sillas entre las que resaltaban
un sillón de brazos destinado para el juez. Un hombre, soldado en apariencia, sentado en
una de ellas, cantaba al son de la guitarra la resbalosa, tonada de inmensa popularidad
entre los federales, cuando la chusma llegando en tropel al corredor de la casilla lanzó a
empellones al joven unitario hacia el centro de la sala.
- A ti te toca la resbalosa –gritó uno.
- Encomienda tu alma al Diablo.
-Está furioso como toro montaraz.
-Ya te amansará el palo.
-Es precioso sobarlo.
-Po ahora verga y tijera.
-Si no, la vela.
-Mejor será la mazorca.
-Silencio y sentarse—exclamó el juez dejándose caer sobre un sillón. Todos obedecieron,
mientras el joven, de pie, encarando al juez, exclamó con voz preñada de indignación:
-¡Infames sayones! ¿Que intentan hacer de mí?
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-¡Calma!—dijo sonriendo el juez--.No hay que encolerizarse. Ya lo verás.
El joven, en efecto, estaba fuera de sí de cólera. Todo su cuerpo parecía estar en
convulsión. Su pálido y amoratado rostro, su voz, su labio trémulo, mostraban el
movimiento convulsivo de su corazón, la agitación de sus nervios. Sus ojos de fuego
parecían salirse de la órbita, su negro y lacio cabello se levantaba erizado. Su cuello
desnudo y al pechera de su camisa dejaban entrever el latido violento de sus arterias y la
respiración anhelante de sus pulmones.
-¿Tiemblas?—le dijo el juez.
-De rabia porque no puedo sofocarte entre mis brazos.
-¿Tendrías fuerza y valor para eso?
-Tengo de sobra voluntad y coraje para ti, infame.
-A ver las tijeras de tusar mi caballo: túsenlo a la federala.
Dos hombres le asieron, uno de la ligadura del brazo, otro de la cabeza y en un minuto
cortáronle la patilla que poblaba toda su barba por bajo, con risa estrepitosa de sus
espectadores.
-A ver—dijo el juez--, un vaso de agua para que se refresque.
-Uno de hiel te daría yo a beber, infame.
Un Negro petiso púsosele al punto delante con un vaso de agua en la mano. Diole el
joven un puntapié en el brazo y el vaso fue a estrellarse en el techo, salpicando el
asombrado rostro de los espectadores.
-Este es incorregible.
-Ya lo domaremos.
-Silencio—dijo el juez--. Ya estás afeitado a la federala, sólo te falta el bigote. Cuando
con olvidarlo. Ahora vamos a cuenta. ¿Por qué no traes divisa?
-Porque no quiero.
-¿No sabes que lo manda el Restaurador?
-La librea es para vosotros, esclavos, no para los hombres libres.
-A los libres se les hace llevar a la fuerza.
-Sí, la fuerza y la violencia bestial. Esas son vuestras armas, infames. ¡El lobo, el tigre, la
pantera, también son fuertes como vosotros! Deberías andar como ellos, en cuatro patas.
-¿No temes que el tigre te despedace?
- Lo prefiero a que maniatándome arranquen, como el cuervo, una a una las entrañas.
-¿Por qué no llevas luto en el sombrero por la heroína?
-Porque lo llevo en el corazón por la patria que vosotros habéis asesinado, infames.
-¿No sabes que así lo dispuso el Restaurador?
-Lo dispusisteis vosotros, esclavos, para lisonjear el orgullo de vuestro señor, y tributarle
vasallaje infame.
-¡Insolente! Te has embravecido mucho. Te haré cortar la lengua si chistas. Abajo los
calzones a ese mentecato cajetilla y a nalga pelada denle verga, bien atado sobre la
mesa.
Apenas articuló esto el juez, cuatro sayones salpicados de sangre, suspendieron al joven
y lo tendieron largo a largo sobre la mesa comprimiéndole todos sus miembros.
-Primero degollarme que desnudarme, infame canalla.
Atáronle en pañuelo a la boca y empezaron a tironear sus vestidos. Encogíase el joven,
pateaba, hacía rechinar los dientes. Tomaban ora sus miembros la flexibilidad del junco,
ora la dureza del fierro y su espina dorsal era el eje de un movimiento parecido al de la
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serpiente. Gotas de sudor fluían por su rostro, grandes como perlas; echaban fuego sus
pupilas, su boca espuma, y las venas sobre su blanco cutis como si estuvieran repletas de
sangre.
-Atenlo primero—exclamó el juez.
-Está rugiendo de rabia—articuló un sayón.
En un momento liaron sus piernas en ángulo a los cuatro pies de la mesa, volcando su
cuerpo boca abajo. Era preciso hacer igual operación con las manos, para lo cual
soltaron las ataduras que las comprimían en la espalda. Sintiéndolas libres el joven, por
un movimiento brusco en el cual pareció agotarse toda su fuerza y vitalidad, se incorporó
primero sobre sus brazos, después sobre sus rodillas y se desplomó al momento
murmurando:
-Primero degollarme que desnudarme, infame canalla.
Sus fuerzas se habían agotado.
Inmediatamente quedó atado en cruz y empezaron la obra de desnudarlo. Entonces un
torrente de sangre brotó borbolloneando de la boca y las narices del joven, y
extendiéndose empezó a caer a chorros por entrambos lados de la mesa. Los sayones
inmóviles y los espectadores estupefactos.
-Reventó de rabia el salvaje unitario—dijo uno.
-Tenía un rio de sangre en las venas—articuló otro.
-Pobre diablo, queríamos únicamente divertirnos con él y tomó la cosa demasiado a lo
serio—exclamó el juez frunciendo el ceño de tigre. Es precioso dar parte; desátenlo y
vamos.
Verificaron la orden; echaron llave al a puerta y en un momento se escurrió la chusma
en pos del caballo del juez cabizbajo y taciturno.
Los federales habían dado fin a una de sus innumerables proezas.
En aquel tiempo los carniceros degolladores del matadero eran los apóstoles que
propagaban a verga y puñal la federación rosina, y no es difícil imaginarse qué federación
saldría de sus cabezas y cuchillas. Llamaban ellos salvajes unitario, conforme a la jerga
inventada por el Restaurador, patrón, de la cofradía, a todo el que no era degollador,
carnicero, ni salvaje, ni ladrón; a todo hombre decente y de corazón bien puesto, a todo
patriota ilustrado amigo de las luces y de la libertad; y por el suceso anterior puede verse
a las claras que le foco de la federación estaba en el matadero.
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Discusión: el “Martín Fierro” en el sistema literario
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Para Rojas, como para Lugones, lo que verdaderamente explica el sentido histórico de
nuestra literatura como “literatura nacional” es la poesía gauchesca. Porque paralelamente
a las diversas escuelas y movimientos que la cronología convencional ha establecido (como
el Romanticismo), toda otra vertiente ha animado a la literatura argentina: la vertiente del
gaucho como símbolo representativo, de la que el poema de Hernández no es sino la
expresión más lograda.
Así, en la perspectiva de Rojas, la poesía gauchesca es la encarnación misma de la
literatura nacional. En ella se refleja el “alma argentina”, dado que la poesía gauchesca ha
sido “nuestro primer ensayo de un arte propio”. Por tanto, la poesía gauchesca constituye
la expresión artística de nuestro sustrato nacional a través de la naturaleza, la raza, el
idioma. Así, el comienzo historiográfico se divorcia abruptamente del comienzo
cronológico, para fijar nítidamente a la gauchesca en el origen mismo de nuestra literatura.
En esta corriente nacionalista se piensa a la literatura como expresión. La literatura es
expresión del “espíritu de la raza”, de la “tradición nacional”, de la configuración simbólica
por medio de la cual la exterioridad de lo nacional viene a manifestarse. Así, lo nacional es
prácticamente un “plus” que se adiciona a la literatura, un excedente o suplemento que,
determina las formas y las condiciones de su emergencia.
Tal postura, no podía producir más segmentaciones u opiniones en los intelectuales con
respecto al campo de la literatura argentina.
En un decisivo ensayo para poder pensar las dimensiones reales de la literatura
argentina -denominado “El escritor argentino y la tradición”- Jorge Luis Borges refutó
tempranamente los supuestos y los límites de llamado “nacionalismo literario”. Como es
público y notorio, volvió sobre las cuestiones formuladas por Rojas y Lugones, alrededor
de la poesía gauchesca, para refutar su creencia de que “la literatura argentina ya existe”.
Porque si el nacionalismo literario de Rojas y Lugones asignaba un lugar esencial a la
gauchesca en el origen y en el desenvolvimiento histórico de la literatura argentina,
invistiéndola con la forma y los atributos de una auténtica tradición, la réplica borgeana
consistía en la “desacralización” del género -negando cualquier visión esencialista del
mismo- al postular que la literatura gauchesca no era “menos artificial” que cualquier otro
género literario. Menos artificial significaba, obviamente, que era tan convencional como
cualquier otra, porque la literatura es precisamente eso, un conjunto de convenciones
estéticas que los hombres utilizar para significar los múltiples asuntos que desean
significar por ese medio.
No obstante ello, “desacralizar” la gauchesca no implicaba, en la perspectiva de Borges,
desconocer la existencia de una literatura argentina, y sobre todo de una tradición donde
esa literatura pudiera inscribirse. Pero lo argentino no podía reducirse a la gauchesco, ni
siquiera como petición de principios, porque sus dimensione se extendían, según Borges,
mucho más allá de los límites que pretendía asignarle el pensamiento nacionalista. Porque
si el nacionalismo creía reconocer la poesía argentina en los “rasgos diferenciales
argentinos”, o en el “color local” de sus enunciados, Borges reconocía a la poesía argentina
en otros textos, aún en aquellos que resultaban irreductibles respecto de los cánones y los
modelos propugnados por la estética del localismo.
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Leyendo simultáneamente el decir (huellas de la enunciación) más allá delo dicho
(enunciado), Borges desplaza de ese modo, el tratamiento del problema sin desconocerlo.
Por ello mismo también podía reconocer, en obras a las que el nacionalismo consagraba
como verdaderos paradigmas contemporáneos de la literatura nacional, la impronta o la
influencia de diversas literaturas extranjeras. Lo argentino, para Borges, se constituía
esencialmente como ejercicio de lenguaje, como actividad de escritura y de lectura, en el
marco de un proceso que delimitaba espacios (lo nacional, lo universal) pero sin clausurar
las fronteras que debían acotarlos. Por las mismas razones, la literatura argentina era, para
Borges, tanto diálogo como réplica respecto de la tradición de toda la cultura occidental. La
literatura argentina era menos una cuestión de temas que una cuestión de sensibilidad,
mirada y entonación para formularlos.
Lo argentino puede comenzar a pensarse antes que en términos sustantivos en términos
de relación: ser argentino es una forma de ser con el otro, que involucra al vínculo en
cualquier intento de definición. En otros términos, Borges acepta las influencias
extranjeras: la literatura argentina se legitima igualmente sin tener que expresar temas
netamente nacionales-costumbristas. Semejante revolución de las máximas del
nacionalismo abrieron el camino para que otros autores pudieran profundizar la
orientación establecida por la reflexión borgeana. Por tanto, la literatura dejará de ser
nacional para ser argentina.
“Los nacionalistas -como Lugones y Rojas- simulan venerar las capacidades de la mente argentina pero
quieren limitar el ejercicio poético de esa mente a algunos pobres temas locales, como si los argentinos
pudiésemos hablar de orillas y estancias y no del universo (...)” “no debemos temer y debemos pensar que
nuestro patrimonio es el universo; ensayar todos los temas, y no poder concentrarnos a lo argentino para
ser argentinos; porque o ser argentino es una fatalidad, y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser
argentino es una mera afectación, una máscara. Creo que si nos abandonamos a ese sueño voluntario que
se llama la creación artística, seremos argentinos y seremos también, buenos o tolerables escritores”.
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El “Martín Fierro” de José Hernández
Martín Fierro es una narración en verso. Pertenece al género literario denominado literatura
gauchesca: un conjunto de obras escritas por hombres que, sin ser gauchos, compartieron y
conocieron de cerca la gorma de vida y de hablar de aquellos.
Los gauchos
Los gauchos constituyen un tipo social que en los siglos XVIII y XIX habitó en la Argentina,
Uruguay y una zona del sur de Brasil. Se caracterizaban por su vida libre, alejada de la ciudad; se
trasladaban de un lugar a otro; eran hábiles para cazar vacas y caballos salvajes, domarlos y
trasladarlos. Lucharon contra ingleses y españoles en las guerras de la independencia; también
intervinieron en las luchas entre unitarios y federales.
Los narradores
Los narradores de la primera parte son tres:
El narrador principal, que aparece en primer lugar, Martín Fierro.
Luego toma la palabra Cruz, que contará su vida.
Al finalizar la primera parte aparece un nuevo narrador (al que se puede identificar con el autor),
que cierra el relato.
El escenario
La llanura pampeana es el marco geográfico general. Se describe con rasgos como estos: la
inmensidad, la soledad, el cielo estrellado, el canto del chajá. Predominan las descripciones que
transmiten las emociones vividas por los personajes.
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Los personajes
Los personajes que aparecen en la primera parte:
Principales: son Martín Fierro y su amigo Cruz, un sargento de policía enviado para capturar a
Fierro, que se ha convertido en desertor y bandido. En la pelea en la que Fierro lucha para
defenderse, Cruz decide ponerse de su lado.
Secundario: son numerosos. EL narrador los caracteriza a veces con pocos adjetivos y
comparaciones.
Personajes de fondo: son representativos de otros grupos sociales que comparten con los gauchos la
vida, en la llanura. Forman el marco social dentro del cual actúan los protagonistas: son los indios,
los inmigrantes italianos, los morenos.
El lenguaje de la obra
El autor empleó las particularidades del lenguaje propias del habla de los gauchos, que es una
variedad del castellano hablado por los conquistadores del Siglo XVI.
La versificación. La estrofa predominante es un tipo de sextina creada por el autor. Se trata de una
combinación de seis octosílabos, con rima asonante según el esquema abbccb, conocida como
“sextina hernandiana”.
Las imágenes sensoriales y las comparaciones. El autor las elaboró en relación en el mundo que
rodeaba al gaucho.
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Canto I
Aquí me pongo á cantar Me siento en el plan de un bajo Nací como nace el peje
al compás de la vigüela, a cantar un argumento en el fondo de la mar,
que el hombre que lo desvela como si soplara el viento naides me puede quitar
una pena estrordinaria, hago tiritar los pastos aquello que Dios me dió
como la ave solitaria con oros, copas y bastos lo que al mundo truge yo
con el cantar se consuela. juega allí mi pensamiento. del mundo lo he de llevar.
Pido á los Santos del Cielo Yo no soy cantor letrao, Mi gloria es vivir tan libre
que ayuden mi pensamiento, mas si me pongo á cantar como el pájaro del Cielo,
les pido en este momento no tengo cuando acabar no hago nido en este suelo
que voy á cantar mi historia y me envejezco cantando, ande hay tanto que sufrir;
me refresquen la memoria las coplas me van brotando y naides me ha de seguir
y aclaren mi entendimiento. como agua de manantial. cuando yo remuento el vuelo.
Mas ande otro criollo pasa No me hago al lao de la güeya Y atiendan la relación
Martín Fierro ha de pasar, aunque vengan degollando, que hace un gaucho perseguido,
nada lo hace recular con los blandos yo soy blando, que padre y marido ha sido
ni las fantasmas lo espantan; y soy duro con los duros, empeñoso y diligente,
y dende que todos cantan y ninguno, en un apuro y sin embargo la gente
yo también quiero cantar. me ha visto andar tutubiando. lo tiene por un bandido.
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Canto II
Ninguno me hable de penas, El que era pión domador El gaucho más infeliz
porque yo penado vivo, enderezaba al corral, tenía tropilla de un pelo,
y naides se muestre altivo ande estaba el animal no le faltaba un consuelo
aunque en el estribo esté: bufidos que se las pela ... y andaba la gente lista...
que suele quedarse a pie y más malo que su agüela, teniendo al campo la vista,
el gaucho más alvertido. se hacía astillas el bagual. sólo vía hacienda y cielo.
Junta esperencia en la vida Y allí el gaucho inteligente, Cuando llegaban las yerras,
hasta pa dar y prestar en cuanto el potro enriendó, ¡cosa que daba calor!
quien la tiene que pasar los cueros le acomodó Tanto gaucho pialador
entre sufrimiento y llanto, y se le sentó en seguida, y tironiador sin yel.
porque nada enseña tanto que el hombre muestra en la vida ¡Ah, tiempos... pero si en él
como el sufrir y el llorar. la astucia que Dios le dio. se ha visto tanto primor!
Viene el hombre ciego al mundo, Y en las playas corcoviando Aquello no era trabajo,
cuartiándolo la esperanza, pedazos se hacía el sotreta mas bien era una junción,
y a poco andar ya lo alcanzan mientras él por las paletas y después de un güen tirón
las desgracias a empujones, le jugaba las lloronas, en que uno se daba mana,
¡la pucha, que trae liciones y al ruido de las caronas pa darle un trago de cana
el tiempo con sus mudanzas! salía haciendo gambetas. solía llamarlo el patrón.
Yo he conocido esta tierra ¡Ah, tiempos!... ¡Si era un orgullo Pues vivía la mamajuana
en que el paisano vivía ver jinetear un paisano! siempre bajo la carreta,
y su ranchito tenía Cuando era gaucho baquiano, y aquel que no era chancleta,
y sus hijos y mujer... aunque el potro se boliase, en cuanto el goyete vía,
era una delicia el ver no había uno que no parese sin miedo se le prendía
como pasaba sus días. con el cabresto en la mano. como güérfano a la teta.
Y sentao junto al jogón Y verlos al cair la tarde Eran los días del apuro
a esperar que venga el día, en la cocina riunidos, y alboroto pa el hembraje,
al cimarrón le prendía con el juego bien prendido pa preparar los potajes
hasta ponerse rechoncho, y mil cosas que contar, y osequiar bien a la gente,
mientras su china dormía platicar muy divertidos y así, pues, muy grandemente,
tapadita con su poncho. hasta después de cenar. pasaba siempre el gauchaje.
Y apenas la madrugada Y con el buche bien lleno Vení, a la carne con cuero,
empezaba coloriar, era cosa superior la sabrosa carbonada,
los pájaros a cantar, irse en brazos del amor mazamorra pien pisada,
y las gallinas a apiarse, a dormir como la gente, los pasteles y el güen vino...
era cosa de largarse pa empezar el día siguiente pero ha querido el destino
cada cual a trabajar. las fainas del día anterior. que todo aquello acabara.
Este se ata las espuelas, Ricuerdo ¡qué maravilla! Estaba el gaucho en su pago
se sale el otro cantando, Cómo andaba la gauchada con toda siguridá,
uno busca un pellón blando, siempre alegre y bien montada pero aura... ¡barbaridá!,
este un lazo, otro un rebenque, y dispuesta pa el trabajo... La cosa anda tan fruncida,
y los pingos relinchando pero hoy en día... ¡barajo! que gasta el pobre la vida
los llaman dende el palenque. No se la ve de aporriada. en juir de la autoridá.
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Pues si usté pisa en su rancho Y el lomo le hinchan a golpes, Ansí empezaron mis males
y si el alcalde lo sabe, y le rompen la cabeza, lo mesmo que los de tantos;
lo caza lo mesmo que ave y luego con ligereza, si gustan... en otros cantos
aunque su mujer aborte... ansí lastimao y todo, les diré lo que he sufrido,
¡no hay tiempo que no se acabe lo amarran codo a codo después que uno está perdido
ni tiento que no se corte! y pa el cepo lo enderiezan. no lo salvan ni los santos.
Canto III
Tuve en mi pago en un tiempo allí un gringo con un órgano Y ansí sufrí ese castigo
hijos, hacienda y mujer, y una mona que bailaba, tal vez por culpas ajenas,
pero empecé a padecer, haciéndonos rair estaba, que sean malas o sean güenas
me echaron a la frontera, cuanto le tocó el arreo, las listas, siempre me escondo:
¡y qué iba a hallar al volver! ¡tan grande el gringo y tan feo, yo soy un gaucho redondo
Tan sólo hallé la tapera. lo viera cómo lloraba! y esas cosas no me enllenan.
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Ansí en mi moro, escarciando, Y es lo pior de aquel enriedo Allí sí, se ven desgracias
enderecé a la frontera. que si uno anda hinchando el lomo y lágrimas y afliciones;
¡Aparcero si usté viera se le apean como un plomo... naides le pida perdones
lo que se llama cantón!... ¡quién aguanta aquel infierno! al indio: pues donde dentra,
Ni envidia tengo al ratón si eso es servir al gobierno, roba y mata cuanto encuentra
en aquella ratonera. a mí no me gusta el cómo. y quema las poblaciones.
De los pobres que allí había Más de un año nos tuvieron No salvan de su juror
a ninguno lo largaron, en esos trabajos duros; ni los pobres angelitos;
los más viejos rezongaron, y los indios, le asiguro viejos, mozos y chiquitos
pero a uno que se quejó dentraban cuando querían: los mata del mesmo modo:
en seguida lo estaquiaron, como no los perseguían, que el indio lo arregla todo
y la cosa se acabó. siempre andaban sin apuro. con la lanza y con gritos.
Al principio nos dejaron Ahí empezaba el afán Sabe manejar las bolas
de haraganes criando sebo, se entiende, de puro vicio como naides las maneja;
pero después... no me atrevo de enseñarle el ejercicio cuanto el contrario se aleja,
a decir lo que pasaba... a tanto gaucho recluta, manda una bola perdida,
¡barajo!... Si nos trataban con un estrutor... ¡qué... Bruta! y si lo alcanza, sin vida
como se trata a malevos. que nunca sabía su oficio. es siguro que lo deja.
Porque todo era jugarle Daban entonces las armas Y el indio es como tortuga
por los lomos con la espada, pa defender los cantones, de duro para espichar;
y aunque usté no hiciera nada, que eran lanzas y latones si lo llega a destripar
lo mesmito que en palermo, con ataduras de tiento... ni siquiera se le encoge;
le daban cada cepiada las de juego no las cuento luego sus tripas recoge,
que lo dejaban enfermo. porque no había municiones. y se agacha a disparar.
Yo primero sembré trigo Y cuando se iban los indios ¡Ah! ¡si partía el corazón
y después hice un corral, con lo que habían manotiao, ver tantos males, canejo!
corté adobe pa un tapial, salíamos muy apuraos los perseguíamos de lejos
hice un quincho, corté paja... a perseguirlos de atrás; sin poder ni galopiar;
¡la pucha que se trabaja si no se llevaban más ¡y qué habíamos de alcanzar
sin que le larguen un rial! es porque no habían hallao. en unos vichocos viejos!
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Nos volvíamos al cantón ¡Qué fletes traiban los bárbaros! Si me atribulo o me encojo,
a las dos o tres jornadas, ¡como una luz de ligeros! siguro que no me escapo:
sembrando las caballadas; hicieron el entrevero siempre he sido medio guapo,
y pa que alguno la venda, y en aquella mezcolanza, pero en aquella ocasión
rejuntábamos la hacienda este quiero, éste no quiero, me hacía buya el corazón
que habían dejao rezagada. nos escogían con la lanza. como la garganta al sapo.
Una vez entre otras muchas, Al que le daban un chuzazo, Dios le perdone al salvaje
tanto salir al botón, dificultoso es que sane. las ganas que me tenía...
nos pegaron un malón en fin, para no echar panes, desaté las tres marías
los indios y una lanciada, salimos por esas lomas, y lo engatusé a cabriolas...
que la gente acobardada lo mesmo que las palomas ¡pucha...! Si no traigo bolas
quedó dende esa ocasión. al juir de los gavilanes. me achura el indio ese día.
Canto IV
Seguiré esta relación, Del sueldo nada les cuento, andábamos de mugrientos
aunque pa chorizo es largo: porque andaba disparando; que el mirarnos daba horror;
el que pueda hágase cargo nosotros de cuando en cuando les juro que era un dolor
cómo andaría de matrero, solíamos ladrar de pobres: ver esos hombres, ¡por cristo!
después de salvar el cuero nunca llegaban los cobres En mi perra vida he visto
de aquel trance tan amargo. que se estaban aguardan una miseria mayor.
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Yo no tenía ni camisa Era un amigo del jefe Pero ahí me puede quedar
ni cosa que se parezca; que con un boliche estaba; pegao pa siempre al horcón,
mis trapos sólo pa yesca yerba y tabaco nos daba ya era casi la oración
me podían servir al fin... por la pluma de avestruz, y ninguno me llamaba;
no hay plaga como un fortín y hasta le hacía ver la luz la cosa se me ñublaba
para que el hombre padezca. al que un cuero le llevaba. y me dentró comezón.
Sólo una manta peluda ¡Ah, pulpero habilidoso! ¡Que mañana ni otro día!,
era cuanto me quedaba Nada le solía faltar. Al punto me contestó:
la había agenciao a la tabla ¡Ahijuna!, Para tragar la paga ya se acabó;
y ella me tapaba el bulto; tenía un buche de ñandú; ¡siempre has de ser animal!
yaguané que allí ganaba la gente le dio en llamar Me raí y le dije: yo...
no salía ni con indulto. el boliche de virtú. no he recebido ni un rial.
Y pa mejor hasta el moro Aunque es justo que quien vende Se le pusieron los ojos
se me jue de entre las manos; algún poquito muerda, que se le querían salir,
no soy lerdo pero, hermano, tiraba tanto la cuerda y ahí no más volvió a decir
vino el comendante un día que, con sus cuatro limetas comiéndome con la vista:
diciendo que lo quería él cargaba las carretas ¿y qué querés recibir
pa enseñarle a comer grano. de plumas, cueros y cerda. si no has dentrao en la lista?
Ansí pasaron los meses, pues nunca lo vi llegar, Vide el pleito mal parao
y vino el año siguiente, y al cabo de muchos días y no quise aguardar más...
y las cosas igualmente en la mesma pulpería es güeno vivir en paz
siguieron del mesmo modo: dieron una güena cuenta, con quien nos ha de mandar;
adrede parece todo que la gente muy contenta y reculando pa atrás
pa atormentar a la gente. de tan pobre recibía. me le empecé a retirar.
No teníamos más permiso, Sacaron unos sus prendas, Supo todo el comendante
ni otro alivio la gauchada, que las tenían empeñadas; y me llamó al otro día,
que salir de madrugada, por sus deudas atrasadas diciéndome que quería
cuando no había indio ninguno, dieron otros el dinero; aviriguar bien las cosas...
campo ajuera a hacer boliadas al fin de fiesta el pulpero que no era el tiempo de rosas,
desocando los reyunos. se quedó con la mascada. que aura a naides se debía.
54
Y todo era alborotar ¡Ah, hijos de una...! ¡La codicia Pero qué iba a hacerles yo,
al ñudo, y hacer papel; ojalá les ruempa el saco! charabón en el desierto;
conocí que era pastel Ni un pedazo de tabaco más bien me daba por muerto
pa engordar con mi guayaca; le dan al pobre soldao pa no verme más fundido:
mas si voy al coronel y lo tienen de delgao y me les hacía el dormido
me hacen bramar en la estaca. más ligero que un guanaco. aunque soy medio despierto..
Canto V
Yo andaba desesperao, Ansina, pues, conociendo Cuando me vido acercar:
aguardando una ocasión que aquel mal no tiene cura, ¿quién vivore? -Preguntó;
que los indios un malón que tal vez mi sepoltura ¿qué víboras?, Dije yo.
nos dieran, y entre el estrago si me quedo iba a encontrar, ¡Ha garto!, Me pegó el grito,
hacérmeles cimarrón pensé mandarme mudar y yo dije despacito:
y volverme pa mi pago. como cosa más sigura. ¡más lagarto serás vos!
Aquello no era servicio Y pa mejor, una noche Ahí no más, ¡cristo me valga!,
ni defender la frontera; ¡qué estaquiada me pegaron! Rastrillar el jusil siento:
aquello era ratonera Casi me descoyuntaron me agaché, y en el momento
en que sólo gana el juerte: por motivo de una gresca: el bruto me largó un chumbo;
era jugar a la suerte ¡ahijuna, si me estiraron mamao, me tiró sin rumbo,
con una taba culera. lo mesmo que guasca fresca! que si no, no cuento el cuento.
Allí tuito va al revés; Jamás me puedo olvidar Por de contao, con el tiro
los milicos son los piones, lo que esa vez me pasó; se alborotó el avispero;
y andan en las poblaciones dentrando una noche yo los oficiales salieron
emprestaos pa trabajar; al fortín, un enganchao, y se empezó la junción;
los rejuntan pa peliar que estaba medio mamao, quedó en su puesto el nación,
cuando entran indios ladrones. allí me desconoció. y yo fi al estaquiadero.
Yo he visto en esa milonga Era un gringo tan bozal, Entre cuatro bayonetas
muchos jefes con estancia, que nada se le entendía, me tendieron en el suelo;
y piones en abundancia, ¡quién sabe de ande sería! vino el mayor medio en pedo
y majadas y rodeos; Tal vez no juera cristiano, y allí se puso a gritar:
he visto negocios feos pues lo único que decía ¡pícaro, te he de enseñar
a pesar de mi inorancia. es que era papolitano. andar reclamando sueldos!
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Yo no sé porqué el gobierno Si hay calor, ya no son gente; Pa vichar son como ciegos;
nos manda aquí a la frontera si yela, todos tiritan; no hay ejemplo de que entiendan,
gringada que ni siquiera si usté no les da, no pitan ni hay uno solo que aprienda,
se sabe atracar a un pingo. por no gastar en tabaco, al ver un bulto que cruza,
¡Si creerá al mandar un gringo y cuando pescan un naco a saber si es avestruza,
que nos manda alguna fiera! uno al otro se lo quitan. o si es jinete, o hacienda.
No hacen más que dar trabajo, Cuando llueve se acoquinan Si salen a perseguir
pues no saben ni ensillar; como perro que oye truenos. después de mucho aparato,
no sirven ni pa carniar: ¡Que diablos!, Sólo son güenos tuitos se pelan al rato
y yo he visto muchas veces pa vivir entre maricas, y va quedando el tendal:
que ni voltiadas las reses y nunca se andan con chicas esto es como en un nidal
se les querían arrimar. para alzar ponchos ajenos. echarle güevos a un gato.
Canto VI
Vamos dentrando recién Pero esas trampas no enriedan Me parece el campo orégano
a la parte mas sentida, a los zorros de mi laya; dende que libre me veo;
aunque es todita mi vida que esa ganza venga o vaya, donde me lleva el deseo
de males una cadena: poco le importa a un matrero. allí mis pasos dirijo,
a cada alma dolorida Yo también dejé las rayas y hasta en las sombras de fijo
le gusta cantar sus penas. en los libros del pulpero. que donde quiera rumbeo.
Se empezó en aquel entonces Nunca juí gaucho dormido; Entro y salgo del peligro
a rejuntar caballada, siempre pronto, siempre listo, sin que me espante el estrago,
y riunir la milicada yo soy un hombre, ¡qué cristo!, no aflojo al primer amago
teniéndola en el cantón, Que nada me ha acobardao, ni jamás fi gaucho lerdo:
para una despedición y siempre salí parao soy pa rumbiar como el cerdo,
a sorprender a la indiada. en los trances que me he visto. y pronto caí a mi pago.
Nos anunciaban que iríamos Dende chiquito gané Volvía al cabo de tres años
sin carretas ni bagajes la vida con mi trabajo, de tanto sufrir al ñudo
a golpiar a los salvajes y aunque siempre estuve abajo resertor, pobre y desnudo,
en sus mesmas tolderías; y no sé lo que es subir a procurar suerte nueva;
que a la güelta pagarían también el mucho sufrir y lo mesmo que el peludo
licenciándolo al gauchaje. suele cansarnos, ¡barajo! enderecé pa mi cueva.
Que iba a riunir el ejército Una noche que riunidos ¡Quién no sentirá lo mesmo
y tuitos los batallones, estaban en la carpeta cuando ansí padece tanto!
y que traiba unos cañones empinando una limeta Puedo asigurar que el llanto
con más rayas que un cotín; el jefe y el juez de paz, como una mujer largué:
¡pucha! las conversaciones yo no quise aguardar más, ¡ay, mi Dios: si me quedé
por allá no tenían fin. y me hice humo en un sotreta. más triste que jueves santo!
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Sólo se oíban los aullidos No es raro que a uno le falte Mas también en este juego
de un gato que se salvó; lo que a algún otro le sobre voy a pedir mi bolada;
el pobre se guareció si no le quedó ni un cobre a naides le debo nada,
cerca, en una vizcachera: sino de hijos un enjambre. ni pido cuartel ni doy:
venía como si supiera Que más iba a hacer la pobre y ninguno dende hoy
que estaba de güelta yo. para no morirse de hambre? ha de llevarme en la armada.
Al dirme dejé la hacienda ¡Tal vez no te vuelva a ver, Yo he sido manso primero,
que era todito mi haber; prienda de mi corazón! y seré gaucho matrero;
pronto debíamos volver, Dios te dé su proteción en mi triste circunstancia,
sigún el juez prometía, ya que no me la dio a mí, aunque es mi mal tan projundo,
y hasta entonces cuidaría y a mis hijos dende aquí nací y me he criado en estancia.
de los bienes, la mujer. les echo mi bendición. Pero ya conozco el mundo.
Después me contó un vecino Como hijitos de la cuna Ya les conozco sus mañas,
que el campo se lo pidieron; andarán por ahí sin madre; le conozco sus cucañas;
la hacienda se la vendieron ya se quedaron sin padre, sé como hacen la partida,
pa pagar arrendamientos, y ansí la suerte los deja la enriedan y la manejan;
y qué sé yo cuantos cuentos; sin naides que los proteja deshaceré la madeja
pero todo lo fundieron, y sin perro que les ladre. aunque me cueste la vida.
los pobrecitos muchachos, Los pobrecitos tal vez Y aguante el que no se anime
entre tantas afliciones, no tengan ande abrigarse, a meterse en tanto engorro
se conchabaron de piones; ni ramada ande ganarse, o si no aprétese el gorro
¡mas qué iban a trabajar, ni rincón ande meterse, y para otra tierra emigre;
si eran como los pichones ni camisa que ponerse, pero yo ando como el tigre
sin acabar de emplumar! ni poncho con que taparse. que le roban los cachorros.
Por ahí andarán sufriendo Tal vez los verán sufrir Aunque muchos creen que el
de nuestra suerte el rigor: sin tenerles compasión; gaucho
me han contao que el mayor puede que alguna ocasión, tiene alma de reyuno,
nunca dejaba a su hermano; aunque los vean tiritando, no se encontrará a ninguno
puede ser que algún cristiano los echen de algún jogón que no le dueblen las penas;
los recoja por favor. pa que no estén estorbando. mas no debe aflojar uno
mientras hay sangre en las venas.
¡Y la pobre mi mujer, Y al verse ansina espantaos
Dios sabe cuánto sufrió! como se espanta a los perros,
Me dicen que se voló irán los hijos de Fierro,
con no sé qué gavilán: con la cola entre las piernas,
sin duda a buscar el pan a buscar almas más tiernas
que no podía darle yo. o esconderse en algún cerro.
Canto VII
De carta de más me vía A mis hijos infelices Como nunca, en la ocasión
sin saber a dónde dirme; pensé volverlos a hallar, por peliar me dio la tranca.
mas dijeron que era vago y andaba de un lao al otro Y la emprendí con un negro
y entraron a perseguirme. sin tener ni qué pitar. que trujo una negra en ancas.
Nunca se achican los males, Supe una vez por desgracia Al ver llegar la morena,
van poco a poco creciendo, que había un baile por allí, que no hacía caso de naides,
y ansina me vide pronto y medio desesperao le dije con la mamúa:
obligado a andar juyendo. a ver la milonga fui. va-ca-yendo gente al baile.
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Y dentró al baile muy tiesa El negro, después del golpe, Por fin en una topada
con más cola que una zorra, se había el poncho refalao en el cuchillo lo alcé,
haciendo blanquiar los dientes y dijo: vas a saber y como un saco de güesos
lo mesmo que mazamorra. si es solo o acompañado. contra un cerco lo largué.
!Negra linda! -dije yo- Y mientras se arremangó, Tiró unas cuantas patadas
me gusta pa la carona; yo me saqué las espuelas, y ya cantó pal carnero:
y me puse a champurriar pues malicié que aquel tío nunca me puedo olvidar
esta coplita fregona: no era de arriar con las riendas. de la agonía de aquel negro.
A los blancos hizo Dios, No hay cosa como el peligro En esto la negra vino
a los mulatos San Pedro, pa refrescar un mamao; con los ojos como ají
a los negros hizo el diablo hasta la vista se aclara y empezó la pobre allí
para tizón del infierno. por mucho que haiga chupao. a bramar como una loba.
Yo quise darle una soba
Había estao juntando rabia El negro me atropelló a ver si la hacía callar,
el moreno dende ajuera; como a quererme comer; mas pude reflesionar
en lo escuro le brillaban me hizo dos tiros seguidos que era malo en aquel punto,
los ojos como linterna. y los dos le abarajé. y por respeto al dijunto
no la quise castigar.
Lo conocí retobao, Yo tenía un facón con s,
me acerqué y le dije presto: que era de lima de acero; Limpié el facón en los pastos,
po-r-rudo que un hombre sea le hice un tiro, lo quitó desaté mi redomón,
nunca se enoja por esto. y vino ciego el moreno. monté despacio y salí
al tranco pa el cañadón.
Corcovió el de los tamangos Y en el medio de las aspas
y creyéndose muy fijo: un planazo le asenté, Después supe que al finao
¡más porrudo serás vos, que lo largué culebriando ni siquiera lo velaron,
gaucho rotoso!, me dijo. lo mesmo que buscapié. y retobao en un cuero,
sin rezarle lo enterraron.
Y ya se me vino al humo Le coloriaron las motas
como a buscarme la hebra, con la sangre de la herida, Y dicen que dende entonces,
y un golpe le acomodé y volvió a venir jurioso cuando es la noche serena
con el porrón de ginebra. como una tigra parida. suele verse una luz mala
como de alma que anda en pena.
Ahí nomás pegó el de hollín Y ya me hizo relumbrar
más gruñidos que un chanchito, por los ojos el cuchillo, Yo tengo intención a veces,
y pelando el envenao alcanzando con la punta para que no pene tanto,
me atropelló dando gritos. a cortarme en un carrillo. de sacar de allí los güesos
y echarlos al camposanto.
Pegué un brinco y abrí cancha Me hirvió la sangre en las venas
diciéndoles: caballeros, y me le afirmé al moreno,
dejen venir ese toro. dándole de punta y hacha
Solo nací, solo muero. pa dejar un diablo menos.
Canto VIII
Otra vez en un boliche Era un terne de aquel pago ¡Ah pobre! Si él mismo creiba
estaba haciendo la tarde; que naides lo reprendía, que la vida le sobraba;
cayó un gaucho que hacía alarde que sus enriedos tenía ninguno diría que andaba
de guapo y peliador; con el señor comendante; aguaitándolo la muerte.
a la llegada metió y como era protegido, Pero ansí pasa en el mundo,
el pingo hasta la ramada, andaba muy entonao, es ansí la triste vida:
y yo sin decirle nada y a cualquier desgraciao pa todos está escondida
me quedé en el mostrador. lo llevaba por delante. la güena o la mala. suerte.
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Se tiró al suelo; al dentrar Es como el patrio de posta; Y si de un golpe por ahí
le dio un empellón a un vasco, lo larga éste, aquél lo toma, lo dan güelta panza arriba,
y me alargó un medio frasco nunca se acaba la broma; no hay un alma compasiva
diciendo: beba cuñao. dende chico se parece que le rece una oración;
Por su hermana, contesté. al arbolito que crece tal vez como cimarrón
Que por la mía no hay cuidao. desamparao en la loma. en una cueva lo tiran.
¡Ah, gaucho!, me respondió; Le echan la agua del bautismo Él nada gana en la paz
¿de qué pago será crioyo? aquél que nació en la selva; y es el primero en la guerra;
¿lo andará buscando el hoyo? busca madre que te envuelva, no le perdonan si yerra,
Deberá tener güen cuero; le dice el fraire y lo larga. que no saben perdonar,
pero ande bala este toro Y dentra a cruzar el mundo porque el gaucho en esta tierra
no bala ningún ternero. como burro con la carga. sólo sirve pa votar.
Y como con la justicia Le llaman gaucho mamao Si uno aguanta, es gaucho bruto;
no andaba bien por allí, si lo pillan divertido, si no aguanta es gaucho malo.
cuanto pataliar lo vi, y que es mal entretenido ¡Dele azote, dele palo,
y el pulpero pegó el grito, si en un baile lo sorprienden; porque es lo que él necesita!
ya pa el palenque salí hace mal si se defiende De todo el que nació gaucho
como haciéndome chiquito. y si no, se ve... fundido. ésta es la suerte maldita.
Monté y me encomendé a Dios, No tiene hijos ni mujer, Vamos suerte, vamos juntos
rumbiando para otro pago, ni amigos ni protetores, dende que juntos nacimos;
que el gaucho que llaman vago pues todos son sus señores y ya que juntos vivimos
no puede tener querencia, sin que ninguno lo ampare: sin podernos dividir
y ansí de estrago en estrago tiene la suerte del güey, yo abriré con mi cuchillo
vive llorando la ausencia. y ¿dónde irá el güey que no are? el camino pa seguir.
Canto IX
Matreriando lo pasaba Y en esa hora de la tarde Ansí es que al venir la noche
ya a las casas no venía; en que tuito se adormece, iba a buscar mi guarida,
solía arrimarme de día, que el mundo dentrar parece pues ande el tigre se anida
mas, lo mesmos que el carancho, a vivir en pura calma, también el hombre lo pasa,
siempre estaba sobre el rancho con las tristezas del alma y no quería que en las casas
espiando a la polecía. al pajonal enderiece. me rodiara la partida.
Viva el gaucho que ande mal, Bala el tierno corderito Pues aun cuando vengan ellos
como zorro perseguido, al lao de la blanca oveja, cumpliendo con su deberes,
hasta que al menor descuido y a la vaca que se aleja yo tengo otros pareceres,
se lo atarasquen los perros, llama el ternero amarrao; y en esa conduta vivo:
pues nunca le falta un yerro pero el gaucho desgraciao que no debe un gaucho altivo
al hombre más alvertido. no tiene a quien dar su oveja. peliar entre las mujeres
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Y al campo me iba solito, Como lumbriz me pegué Vos sos un gaucho matrero,
más matrero que el venao, al suelo para escuchar; dijo uno, haciéndose el güeno.
como perro abandonao pronto sentí retumbar Vos mataste un moreno
a buscar una tapera, las pisadas de los fletes, y otro en una pulpería,
o en alguna vizcachera y que eran muchos jinetes y aquí está la polecía
pasar la noche tirao. conocí sin vacilar. que viene a ajustar tus cuentas;
te va alzar por las cuarenta
Sin punto ni rumbo fijo Cuando el hombre está en peligro si te resistís hoy día.
en aquella inmensidá, no debe tener confianza;
entre tanta escuridá ansí tendido de panza No me vengan, contesté,
anda el gaucho como duende; puse toda mi atención con relación de dijuntos;
allí jamás lo sorpriende y ya escuché sin tardanza ésos son otros asuntos;
dormido, la autoridá. como el ruido de un latón. vean si me pueden llevar,
que yo no me he de entregar,
Su esperanza es el coraje, Se venían tan calladitos aunque vengan todos juntos.
su guardia es la precaución, que yo me puse en cuidao;
su pingo es la salvación, tal vez me hubieran bombiao Pero no aguardaron más
y pasa uno en su desvelo, y ya me venían a buscar; y se apiaron en montón;
sin más amparo que el cielo mas no quise disparar, como a perro cimarrón
ni otro amigo que el facón. que eso es de gaucho morao. me rodiaron entre tantos;
ya me encomendé a los santos,
Ansí me hallaba una noche Al punto me santigüé y eché mano a mi facón.
contemplando las estrellas, y eché de giñebra un taco;
que le parecen más bellas lo mesmito que el mataco Y ya vide el fogonazo
cuanto uno es más desgraciao, me arroyé con el porrón; de un tiro de garabina,
y que Dios las haiga criao si han de darme pa tabaco, mas quiso la suerte indina
para consolarse en ellas. dije, ésta es güena ocasión. de aquel maula, que me errase,
y ahí no más lo levantase
Les tiene el hombre cariño Me refalé las espuelas, lo mesmo que una sardina.
y siempre con alegría para no peliar con grillos;
ve salir las Tres Marías; me arremangué el calzoncillo, A otro que estaba apurao
que si llueve, cuanto escampa, y me ajusté bien la faja, acomodando una bola,
las estrellas son la guía y en una mata de paja le hice una dentrada sola
que el gaucho tiene en la pampa. probé el filo del cuchillo. y le hice sentir el Fierro,
y ya salió como el perro
Aquí no valen dotores, Para tenerlo a la mano cuando le pisan la cola.
sólo vale la esperiencia; el flete en el pasto até,
aquí verían su inocencia la cincha le acomodé, Era tanta la aflición
ésos que todo lo saben, y en un trance como aquél y la angurria que venían,
porque esto tiene otra llave haciendo espaldas en él que tuitos se me venían,
y el gaucho tiene su cencia. quietito los aguardé. donde yo los esperaba;
uno al otro se estorbaba
Es triste en medio del campo Cuando cerca los sentí, y con las ganas no vían.
pasarse noches enteras y que ahí no más se pararon,
contemplando en sus carreras los pelos se me erizaron Dos de ellos que traiban sables
las estrellas que Dios cría, y aunque nada vían mis ojos más garifos y resueltos,
sin tener más compañía no se han de morir de antojo, en las hilachas envueltos
que su delito y las fieras. les dije, cuando llegaron. enfrente se me pararon,
y a un tiempo me atropellaron
Me encontraba como digo, Yo quise hacerles saber lo mesmo que perros sueltos.
en aquella soledá, que allí se hallaba un varón;
entre tanta escuridá, les conocí la intención Me fui reculando en falso
echando al viento mis quejas, y solamente por eso y el poncho adelante eché,
cuando el grito del chajá es que les gané el tirón, y en cuanto le puso el pie
me hizo parar las orejas. sin aguardar voz de preso. uno medio chapetón,
de pronto le di un tirón
y de espaldas lo largué.
60
Al verse sin compañero Di para atrás unos pasos Dejamos amotonaos
el otro se sofrenó; hasta que pude hacer pie; a los pobres que murieron;
entonces le dentré yo, por delante me lo eché no sé si los recogieron,
sin dejarlo resollar, de punta y tajos a un criollo; porque nos fuimos a un rancho,
pero ya empezó a aflojar metió la pata en un hoyo, o si tal vez los caranchos
y a la pu-n-ta disparó. y yo al hoyo lo mandé. ahí no más se los comieron.
Uno que en una tacuara Tal vez en el corazón Lo agarramos mano a mano
había atao una tijera, le tocó un santo bendito entre los dos al porrón:
se vino como si juera a un gaucho, que pegó el grito en semejante ocasión
palenque de atar terneros, y dijo: ¡Cruz no consiente un trago a cualquiera encanta;
pero en dos tiros certeros que se cometa el delito y Cruz no era remolón
salió aullando campo ajuera. de matar a un valiente! ni pijotiaba garganta.
Por suerte en aquel momento Y ahí no más se me aparió, Calentamos los gargueros
venía coloriando el alba dentrándole a la partida; y nos largamos muy tiesos,
y yo dije: si me salva yo les hice otra embestida siguiendo siempre los besos
la virgen en este apuro, pues entre dos era robo; al pichel, y por mas señas,
en adelante le juro y el Cruz era como lobo íbamos como cigüeñas
ser más güeno que una malva. que defiende su guarida. estirando los pescuezos.
Pegué un brinco y entre todos Uno despachó al infierno Yo me voy, le dije, amigo,
sin miedo me entreveré; de dos que lo atropellaron; donde la suerte me lleve,
hecho ovillo me quedé los demás remoliniaron, y si es que alguno se atreve,
y ya me cargó una yunta, pues íbamos a la fija, a ponerse en mi camino,
y por el suelo la punta y a poco andar dispararon yo seguiré mi destino,
de mi facón les jugué. lo mesmo que sabandija. que el hombre hace lo que debe.
Canto X
Cruz
61
Y con algunos ardiles ¡Quién es de una alma tan dura Es triste a no poder más
voy viviendo, aunque rotoso; que no quiera una mujer! el hombre en su padecer,
a veces me hago el sarnoso Lo alivia en su padecer: si no tiene una mujer
y no tengo ni un granito, si no sale calavera que lo ampare y lo consuele:
pero al chifle voy ganoso es la mejor compañera mas pa que otro se la pele
como panzón al maíz frito. que el hombre puede tener. lo mejor es no tener.
62
Dentré a campiar en seguida Y le dije: pa su agüela Alcé mis ponchos y mis prendas
al viejito enamorao han de ser esas perdices. y me largué a padecer
el pobre se había ganao Yo me tapé las narices, por culpa de una mujer
en un noque de lejía. y me salí esternudando, que quiso engañar a dos;
¡Quién sabe cómo estaría y el viejo quedó olfatiando al rancho le dije adiós,
del susto que había llevao! como chico con lumbrices. para nunca más volver.
¡Es zonzo el cristiano macho Cuando la mula recula, Las mujeres, dende entonces,
cuando el amor lo domina! señal que quiere cociar, conocí a todas en una;
Él la miraba a la indina, ansí se suele portar ya no he de probar fortuna
y una cosa tan jedionda aunque ella lo disimula; con carta tan conocida:
sentí yo, que ni en la fonda recula como la mula mujer y perra parida,
he visto tal jedentina. la mujer, para olvidar. ¡no se me acerca ninguna!
Canto XI
A otros les brotan las coplas Ansí andaba como guacho Las mujeres son todas
como agua de manantial; cuando pasa el temporal; como las mulas;
pues a mí me pasa igual; supe una vez por mi mal yo no digo que todas,
aunque las mías nada valen, de una milonga que había, pero hay algunas
de la boca se me salen y ya pa la pulpería que a las aves que vuelan
como ovejas de corral. enderecé mi bagual. les sacan plumas.
Que en puertiando la primera, Era la casa del baile Hay gauchos que presumen
ya la siguen las demás, un rancho de mala muerte, de tener damas;
y en montones las de atrás y se enllenó de tal suerte no digo que presumen,
contra los palos se estrellan, que andábamos a empujones: pero se alaban,
y saltan y se atropellan nunca faltan encontrones y a lo mejor los dejan
sin que se corten jamás. cuando un pobre se divierte. tocando tablas.
Y aunque yo por mi inorancia Yo tenía unas medias botas Se secretiaron las hembras,
con gran trabajo me esplico, con tamaños verdugones; y yo ya me encocoré;
cuando llego a abrir el pico, me pusieron los talones volié la anca y le grité:
tengaló por cosa cierta, con crestas como gallos: ¡dejá de cantar, chicharra!
sale un verso y en la puerta ¡si viera mis afliciones Y de un tajo a la guitarra
ya asoma el otro el hocico. pensando yo que eran callos! tuitas las cuerdas corté.
63
No ha de haber achocao otro: Monté y me largué a los campos Con el gaucho desgraciao
le salió cara la broma; más libre que el pensamiento, no hay uno que no se entone
a su amigo cuando toma como las nubes al viento ¡la mesma falta lo espone
se le despeja el sentido, a vivir sin paradero, a andar con los avestruces!
y el pobrecito había sido que no tiene el que es matrero faltan otros con más luces
como carne de paloma. nido, ni rancho, ni asiento. y siempre hay quien los perdone.
Canto XII
Yo no sé qué tantos meses Ansí estuve en la partida, Lo miran al pobre gaucho
esta vida me duró; pero ¿qué había de mandar? como carne de cogote:
a veces nos obligó Anoche al irlo a tomar lo tratan al estricote
la miseria a comer potro: vide güena coyontura, y si ansí las cosas andan,
me había acompañao con otros y a mí no me gusta andar porque quieren los que mandan,
tan desgraciaos como yo. con la lata a la cintura. aguantemos los azotes.
Mas ¿para qué platicar Ya conoce, pues, quién soy; ¡Pucha! Si usté los oyera,
sobre esos males, canejos? tenga confianza conmigo: como yo en una ocasión
Nace el gaucho y se hace viejo, Cruz le dio mano de amigo, tuita la conversación
sin que mejore su suerte, y no lo ha de abandonar; que con otro tuvo el juez;
hasta que por ahí la muerte juntos podemos buscar le asiguro que esa vez
sale a cobrarle el pellejo. pa los dos un mesmo abrigo. se me achicó el corazón.
Le alvertiré que en mi pago Y cuando sin trapo alguno Todos se güelven proyetos
ya no va quedando un criollo: nos haiga el tiempo dejao, de colonias y carriles,
se los ha tragao el hoyo, yo le pediré emprestao y tirar la plata a miles
o juido o muerto en la guerra; el cuero a cualquiera lobo, en los gringos enganchaos,
porque, amigo, en esta tierra y hago un poncho, si lo sobo, mientras al pobre soldao
nunca se acaba el embrollo. mejor que poncho engomao. le pelan la cucha ¡ah, viles!
Colijo que jué por eso Para mí la cola es pecho Pero si siguen las cosas
que me llamó el juez un día, y el espinazo es cadera como van hasta el presente,
y me dijo que quería hago mi nido ande quiera puede ser que redepente
hacerme a su lao venir, y de lo que encuentro como; veamos el campo disierto,
y que dentrase a servir me echo tierra sobre el lomo y blanquiando solamente
de soldao de polecía. y me apeo en cualquier tranquera. los güesos de los que han muerto.
Y me largó una proclama Y dejo rodar la bola, Hace mucho que sufrimos
tratándome de valiente; que algún día se ha de parar la suerte reculativa
que yo era un hombre decente, tiene el gaucho que aguantar trabaja el gaucho y no arriba
y que dende aquel momento hasta que lo trague el hoyo, porque a lo mejor del caso,
me nombraba de sargento o hasta que venga algún criollo lo levantan de un sogazo
pa que mandara la gente. en esta tierra a mandar. sin dejarle ni saliva.
64
De los males que sufrimos Y se hacen los que no aciertan
hablan mucho los puebleros, a dar con la coyontura:
pero hacen como los teros mientras al gaucho lo apura
para esconder sus niditos: con rigor la autoridá,
en un lao pegan los gritos ellos a la enfermedá
y en otro tienen los güevos. le están errando la cura.
Canto XIII
Martín Fierro
Ya veo que somos los dos Y yo empujao por las mías Tampoco a la sé le temo;
astillas del mesmo palo: quiero salir de este infierno: yo la aguanto muy contento;
yo paso por gaucho malo ya no soy pichón muy tierno busco agua olfatiando el viento
y usté anda del mesmo modo; y sé manejar la lanza, y dende que no soy manco
y yo, pa acabarlo todo, y hasta los indios no alcanza ande hay duraznillo blanco
a los indios me refalo. la facultá de gobierno. cavo y la saco al momento.
Pido perdón a mi Dios Yo sé que allá los caciques Allá habrá siguridá
que tantos bienes me hizo, amparan a los cristianos, ya que aquí no la tenemos;
pero dende que es preciso y que los tratan de menos males pasaremos
que viva entre los infeles, cuando se van por su gusto. y ha de haber grande alegría
yo seré cruel con los crueles: ¡A qué andar pasando sustos! el día que nos descolguemos
ansí mi suerte lo quiso. Alcemos el poncho y vamos. en alguna toldería.
Dios formó lindas las flores, En la cruzada hay peligros, Fabricaremos un toldo,
delicadas como son; pero ni aún esto me aterra: como lo hacen tantos otros,
le dio toda perfeción yo ruedo sobre la tierra con unos cueros de potro,
y cuanto él era capaz, arrastrao por mi destino; que sea sala y sea cocina.
pero al hombre le dio más y si erramos el camino ¡Tal vez no falte una china
cuando le dio el corazón. no es el primero que lo erra. que se apiade de nosotros!
Le dio claridá a la luz, Si hemos de salvar o no, Allá no hay que trabajar,
juerza en su carrera al viento, de esto naides nos responde; vive uno como un señor;
le dio vida y movimiento derecho ande el sol se esconde de cuando en cuando un malón,
dende la águila al gusano; tierra adentro hay que tirar; y si de él sale con vida,
pero más le dio al cristiano algún día hemos de llegar lo pasa echao panza arriba
al darle el entendimiento. después sabremos a dónde. mirando dar güelta el sol.
Y aunque a las aves les dio, No hemos de perder el rumbo: Y ya que a juerza de golpes
con otras cosas que inoro, los dos somos güena yunta. la suerte nos dejó aflús
esos piquitos como oro El que es gaucho ve ande apunta puede que allá veamos luz
y un plumaje como tabla aunque inora ande se encuentra; y se acaben nuestras penas:
le dio al hombre más tesoro pa el lao en que el sol se dentra todas las tierras son güenas;
al darle una lengua que habla. dueblan los pastos la punta. vamonós, amigo Cruz.
Y dende que dio a las fieras De hambre no pereceremos, El que maneja las bolas,
esa juria tan inmensa, pues, sigún otros me han dicho, el que sabe echar un pial
que no hay poder que las venza en los campos se hallan bichos y sentársele a un bagual
ni nada que las asombre, de los que uno necesita sin miedo de que lo baje,
¿qué menos le daría al hombre gamas, matacos, mulitas entre los mesmos salvajes
que el valor pa su defensa? avestruces y quirquinchos. no puede pasarlo mal.
Pero tantos bienes juntos Cuando se anda en el desierto El amor como la guerra
al darle, malicio yo se come uno hasta las colas; lo hace el criollo con canciones;
que en sus adentros pensó lo han cruzao mujeres solas a más de eso en los malones
que el hombre los precisaba llegando al fin con salú, podemos aviarnos de algo;
que los bienes igualaba y ha de ser gaucho el ñandú en fin amigo, yo salgo
con las penas que le dio. que se escape de mis bolas. de estas pelegrinaciones.
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En este punto el cantor Cruz y Fierro de una estancia Y ya con estas noticias
buscó un porrón pa consuelo, una tropilla se arriaron; mi relación acabé;
echó un trago como un cielo, por delante se la echaron por ser ciertas las conté,
dando fin a su argumento; como criollos entendidos, todas las desgracias dichas:
y de un golpe el instrumento y pronto sin ser sentidos es un telar de desdichas
lo hizo astillas contra el suelo. por la frontera cruzaron. cada gaucho que usté ve.
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