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AUTOR Y COMPLICE
EN DERECHO PENAL
ANEXO
r*— *.
E n r iq u e G im b e r n a t O r d e ig
A U T O R Y C Ó M PLIC E
EN D E R E C H O P E N A L
ANEXO
CONCURSO DE LEYES, ERROR Y PARTICIPACIÓN
EN EL DELITO
Segunda reimpresión
&4 2012
A breviaturas ..................................................................................................... XI
P alabras pr e lim in a r e s ................................................................................... XIII
P rólogo a la primera e d ic ió n ....................................................................... XXI
N o t a ............................................................................................................. XXIII
I ntroducción ................................................................................................. XXV
P r im e r a P a r t e
LA LLAMADA AUTORÍA DIRECTA
(Art. 14, núm. 1)
I. Prelim inares.................................................................................. 3
II. La teoría objetivo-formal............................................................... 6
1. C ontenido.................................................................................. 6
2. Crítica....................................................................................... 11
A) Toma de posición frente a la fundamentación de la
teoría objetivo-form al......................................................... 12
B) Razones que explican la decadencia de la teoría
objetivo-formal en Alem ania.............................................. 20
III. La teoría su bjetiva.......................................................................27
IV. La dpr.trina del tribunal supremo sobre el autor del art. 14,
núni. 1........................................................................ 38
l.-La posición objetiva ..... 38
2r-La posición subjetiva. La teoría del “acuerdo previo” ...........41
A) El contenido d e ja teoría dei “acuerdo previo” ..................41
B) El origen de la doctrina del “acuerdo previo” ................... 48
C) Fundamentación de la teoría del “acuerdo previo” .......... 56
D) Toma de p osición ............................................................... 60
V. La posición de la doctrina española ante el art. 14, núm. 1 .... 70
VI. Toma de posición.........................................................................73
vm AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
S egunda P arte
COOPERACIÓN NECESARIA Y COMPLICIDAD
T ercera P arte
AUTOR EN SENTIDO ESTRICTO, AUTOR MEDIATO
Y OTROS PROBLEM AS D E PARTICIPACIÓN DELICTIVA
B ibliografía........................................................................................ 323
A B R E V IA T U R A S
II
III
E n r i q u e G i m b e r n a t O r d e ig
A n t o n i o Q u i n t a n o R ip o l l é s
NOTA
E.G.O.
INTRODUCCIÓN
1. CONTENIDO
2. CRÍTICA
A) T o m a d e p o s i c ió n f r e n t e a l a f u n d a m e n t a c i ó n
DE LA TEORÍA OBJETIVO-FORMAL
71 Este punto tiene interés, como veremos (infra pp. 52/53), porque
según la' teoría subjetiva, defendida por el Bundesgerichtshof, es posible que
un sujéto que realiza por propia mano todos los elementos típicos {que mata
de un*disparo a la víctima, por ejemplo) sea cómplice y no autor si ha
actuado, no con animus auctoris, sino con simple animas sociL
72 B eling , Lehre vom Verbrechen, 1906, p. 408.
73 F inger , Lehrbuch, 1904, p. 339.
74 W achenfeld , Lehrbuch, 1914, p. 201; véase también el mismo, ZStW
40 (1919), pp. 149/150.
75 V. Liszt -S chmidt, Lehrbuch, 1932, p. 334.
76 V. H ippel , ZStW 42 (1921), p. 533.
LA LLAMADA AUTORÍA DIRECTA (art. 14, núm. 1) 19
B) R a z o n e s q u e e x p l ic a n la d e c a d e n c ia
DE LA TEORÍA OBJETIVO-FORMAL EN ALEMANIA
337, nota 75; Maurach , Deutsches Strafrecht AT, 1965, § 47, III, A b, p. 531;
Fr.-Chr. Schroeder, Táter hinter dem Táter, 1965, p. 21; M ezger /B lei ,
Studienbuch AT, 1965, p. 239; W elzel , Strafrecht, 1965, pp. 95/96.
91 Entre éstos, figuran, por ejemplo, M ittermaier , ZStW 21 (1901), pp.
247/248; v. L iszt, Lehrbuch, 1919, p. 208 (el autor mediato “se sirve de una
persona como instrumento y mediante ella comete la acción ejecutiva", cur
siva añadida); B eling , Methodik der Gesetzgebung, 1922, p. 63; Grundzüge,
1930, p. 99; M eyer /A llfeld , Lehrbuch, 1922, p. 213; M erkel , P., Zur
Abgrenzung von Táterschaft und Beihilfe, 1925, p. 10.
92 FiNGER, Lehrbuch, 1904, p. 335.
93 F rank , StGB, 1931, antes del § 47, III, p. 106.
94 V. Hippel , Deutsches Strafrecht, II, 1930, p. 470; véase también pp.
474/475.
95 Así, por ejemplo, Sauer , Grundlagen, 1921, pp. 477/478; F inger ,
Strafrecht, 1932, p. 543.
96 Zur Lehre vom Tatbestand, 1928, p. 120; en igual sentido, el mismo,
ZStW 49 (1929), p. 53.
97 Mittelbare Táterschaft, 1932, p. 24, nota 85.
98 H egler, op. cit., loe. cit.
99 Cfr. H egler, op. cit., pp. 24-25, nota 85.
LA LLAMADA AUTORÍA DIRECTA ( art. 14, núm. 1) 23
100 Op. cit., p. 25, nota 85. Aunque la expresión “preponderancia” pa
rezca tener el mismo contenido que la de “dominio del hecho”, en realidad
Hegler defiende con su teoría algo bastante distinto de lo que modernamen
te se ha dado en llamar “dominio del hecho”. Para H egler existe la “prepon
derancia” -que convierte al sujeto en autor mediato- cuando en el que no
ejecuta la acción típica concurren elementos del delito que no se dan en el
comportamiento del ejecutor (cfr. H egler, Die Reichsgerichtspraxis V, 1929, p.
307). “Estos otros elementos residen en parte en el campo de la culpabilidad...,
en parte, en el campo de la antijuridicidad” (Hegler, Die Reichsgerichtspraxis
V, 1929, pp. 307/308). Asi, por ejemplo (véase Die Reichsgerichtspraxis V,
1929, p. 308), será autor mediato el no ejecutor que causa el delito dolosamente,
mientras que su instrumento actúa imprudentemente o sin culpabilidad algu
na (es, por ejemplo, un inimputable). El concepto de “preponderancia” de
H egler, pues, es, sobre todo, un concepto normativo.
101 Grundlagen, 1921, p. 478. Fuera del mundo jurídico alemán, en la
dogmática italiana, C arrara, quien parte de una teoría parecida a la obje
tivo-formal - “autor principal es el que ejecuta el acto físico, en el cual
consiste la consumación del delito” (Teoría de la tentativa y de la complici
dad, 1929, p. 192); “para ser autor principal de un delito es preciso haber
participado materialmente en las circunstancias constitutivas del momento
de la infracción, según su definición legal” (op. cit., p. 194)-, introduce
también una excepción a este criterio cuando se ve obligado a explicar la
figura de la autoría mediata (cfr. op. cit., pp. 194, 237).
24 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
C. RESUMEN '
1. LA POSICIÓN OBJETIVA
2. LA POSICIÓN SUBJETIVA.
LA TEORIA DEL “ACUERDO PREVIO ”
A) E l c o n t e n i d o d e l a t e o r ía d e l “a c u e r d o p r e v i o ”
174 C. L., pp. 281-283 (282): el vigilante es autor, “pues que el acuerdo
entre los culpables para verificar una sustracción, produce entre éstos la
responsabilidad peculiar de los autores, a los efectos del Código Penal”.
175 C. L., pp. 21-28 (28).
176 C. L., pp. 30-42 (41/42).
177 C. L., pp. 22-24 (24); destacado añadido.
178 Cfr., por ejemplo, TS, 13 de octubre de 1920, C. L., pp. 74-76 (76);
21 de octubre de 1920, C. L., pp. 78-80 (79); 6 de diciembre de 1921, C. L.,
pp. 222-226 (226).
179 Hoy 14.
180 TS, 29 de marzo de 1924, C. L., pp. 276-278 (277).
44 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
181 Cfr., entre las numerosísimas sentencias que mantienen esta teoría,
las del 20 de marzo de 1926, C. L., pp. 270-275 (275); 30 de octubre de
1926, C. L., pp. 189-190 (190); 25 de noviembre de 1926, C. L., pp. 272
274 (273); 28 de febrero de 1928, C. L., pp. 218-219 (219); 15 de noviembre
de 1928, C. L., pp. 290-294 (294); 13 de abril de 1934, C. L., pp. 470-473
(472); 6 de julio de 1935, C. L., pp. 50-53 (52/53); 22 de octubre de 1935,
C. L., pp. 141-144 (143); 12 de diciembre de 1935, C. L., pp. 405-407 (406).
182 Cfr. supra nota 162.
183 Cfr. supra nota 163.
184 En este sentido se han declarado, entre otras, las sentencias del 20
de enero de 1917, C. L., pp. 30-42 (41/42); 13 de octubre de 1920, C. L.,
pp. 74-76 (76); 29 de marzo de 1924, C T, , PP. 276-278 (277); 20 de marzo
de 1926, C. L., pp. 270-275 (275); 30 de octubre de 1926, C. L., pp. 189
190 (190); 13 de abril de 1934, C. L., pp. 470-473 (472); 6 de julio de 1935,
C. L., pp. 50-53 (52/53); 12 de diciembre de 1935, C. L., pp. 405-407 (406);
19 de junio de 1940, A. 634.
185 Entre las innumerables sentencias que desde entonces han adopta
do la teoría del acuerdo previo cfr., por ejemplo: 19 de junio de 1940, A. 634;
28 de junio de 1941, A. 876; 19 de mayo de 1942, A. 703; 2 de febrero de
1945, A. 211; 28 de febrero de 1947, A. 284; 22 de febrero de 1950, A. 1731;
7 de octubre de 1950, A. 1338; 20 de diciembre de 1950, A. 1742; 6 de
febrero de 1951, A. 155; 9 de junio de 1951, A. 1466; 19 de junio de 1951,
A. 1739; 31 de octubre de 1951, A. 2219; 22 de enero de 1952, A. 21; 22
LA LLAMADA AUTORÍA DIRECTA (art. 14, nüm. 1) 45
188 A. 1 17.
189 A. 2452 (destacados añadidos).
LA LLAMADA AUTORÍA DIRECTA ( art. 14, nüm. 1) 47
190 A. 455.
191 A. 2826.
192 A. 1740.
193 A. 3506.
194 A. 2839.
195 Infra pp. 131 y ss., 137 y ss., 151 y ss.
48 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
B) E l o r ig e n d e l a d o c t r i n a d e l “a c u e r d o p r e v i o ”
196 Entre las numerosas sentencias de finales del siglo XIX y comienzo
del XX que utilizan acuerdo previo en el sentido de confabulación + dolo, cfr.
-además de las citadas en las notas que vienen a continuación de ésta-:
2 de junio de 1874, C. L., pp. 891-894 (893); 18 de octubre de 1881, C. L.,
pp. 256-257 (257); 29 de diciembre de 1884, C. L., pp. 1060-1063 (1061/
1062); 16 de febrero de 1886, C. L., pp. 442-447 (446); 25 de junio de 1886,
C. L., pp. 1594-1602 (1601); 7 de junio de 1886, C. L., pp. 1451-1454
(1454); 14 de octubre de 1887, C. L., pp. 451-453 (453); 12 de noviembre
de 1887, C. L., pp. 770-772 (772); 21 de noviembre de 1887, C. L., pp. 858
862; 23 de mayo de 1888, C. L., pp. 1410-1413 (1412); 8 de octubre de
1889, C. L., pp. 373-377 (376); 7 de noviembre de 1890, C. L., pp. 572-573
(573); 30 de enero de 1891, C. L., pp. 207-210 (210); 4 de noviembre de
1892, C. L., pp. 193-196 (195); 11 de noviembre de 1893, C. L., pp. 186
187 (187); 7 de noviembre de 1895, C. L., pp. 243-247 (246/247); 27 de
enero de 1896, C. L., pp. 169-171 (171); 6 de marzo de 1&96, C. L., pp. 406
408 (407/408); 6 de julio de 1897, C. L., pp. 22-25 J24); 6 de febrero de
1899, C. L., pp. 148-150 (150); 18 de octubre de 1899, C. L., pp. 220-221
(221); 27 de septiembre de 1901, C. L., pp. 89-92 (91); 30 de octubre de
1901, C. L., pp. 203-205 (204); 1 de abril de 1902, C. L., pp. 319-322 (321);
13 de mayo de 1902, C. L., pp. 439-440 (440); 4 de marzo de 1903, C. L.,
pp. 119-121 (120); 26 de abril de 1904, C. L., pp. 418-421 (420); 11 de enero
de 1905, C. L., pp. 29-31. En la doctrina utiliza también acuerdo previo en
el sentido de dolo, Silvela : cfr. El Derecho penal, I, 1903, pp. 184/185; El
Derecho penal, II, 1903, pp. 226/227.
LA LLAMADA AUTORÍA DIRECTA (abt. 14, núm. 1) 51
197 TS, 9 de abril de 1878, C. L., pp. 484-487 (486), destacados añadidos.
198 t s , 6 de diciembre de 1880, C. L., pp. 455-460 (459).
199 noviembre de 1892, C. L., pp. 242-245 (244), destacados
añadidos.
200 TS, 23 de mayo de 1894, C. L., pp. 238-243 (242).
201 TS, 28 de enero de 1898, C. L., pp. 77-78 (78).
202 TS, 18 de octubre de 1899, C. L., pp. 220-221 (221).
52 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
204 Cfr., entre las sentencias que aplican a este grupo de casos la
doctrina del acuerdo previo, además de las antiguas sentencias citadas supra
nota 196, las más recientes: 11 de octubre de 1911, C. L., pp. 136-139
(138); 27 de marzo de 1912, C. L., pp. 406-408; 3 de julio de 1917, C. L.,
pp. 9-15 (13/14); 21 de octubre de 1920, C. L., pp. 78-80 (79); 3 de febrero
de 1943, A. 170; 11 de diciembre de 1953, A. 2996; 7 de febrero de 1955,
A. 517; 12 de marzo de 1965, A. 908.
54 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
del tenor de los hechos probados del que resulta la plena autonomía y
ocasionalidad de las conductas, entrañaría por su propia imprecisión la
doble posible consecuencia de absolver a ambos procesados por el delito de
homicidio, o bien la de apreciar la figura de riña tumultuaria con resultado
de muerte, del art. 408, que es la más ajustada a derecho” (destacados
añadidos).
56 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
c) F u n d a m e n t a c i ó n d e l a t e o r ía d e l “a c u e r d o p r e v i o ”
215 A. 4161.
216 A. 908.
LA LLAMADA AUTORÍA DIRECTA ( art. 14, nüm. 1) 57
cualquiera que fueran los actos realizados por cada uno, por
ser fases diversas de ejecución de un solo proceso delictivo”
(TS, 27 de marzo de 1965, A. 1360) 220.
La idea del TS, cuando intenta fundamentar su doctrina,
parece ser, pues, ésta. El delito se concibe como una totalidad
por la que responden todos los codelincuentes. Al establecerse
el concierto, cada sujeto se hace solidario con los demás; lo
que cada uno realiza, lo realiza por todos. La intervención
concreta que cada uno tenga en el delito es un simple acciden
te, carece de importancia. Por ello es indiferente que se tome
o no parte en la ejecución. Por ello es indiferente, por ejemplo,
que A sólo realice actos preparatorios y que B sea el que
consume el delito. Pues consuma el delito también por A, y A
ha de responder no sólo por su comportamiento, sino también
por el de B.
Esta fundamentación del TS tiene, en la doctrina, defenso
res nada menos que de la categoría de Binding. También
Binding estima que es indiferente que el partícipe haya reali
zado o no una acción ejecutiva. “Lo que cada uno hace, dentro
de lo convenido, lo hace por todos y todos lo hacen a través
suyo” 221. “Sucede a veces -escribe el mismo autor en otro
lugar 222- que de entre varios coautores, todos realizan por
propia mano el supuesto de hecho total; así, cuando los con
jurados caen conjuntamente sobre su víctima y cada uno le
produce una herida mortal. Pero en la inmensa mayoría de los
casos de aplicación se trabaja con una mayor economía de
fuerza y destreza: se proyecta un plan sobre cómo puede ser
cometido el delito, con las mayores ventajas y con la mayor
posibilidad de éxito, y se reparten cuidadosamente los pape
les. Algunos quedan vigilando, uno o dos obstruyen el camino
de huida ai que se va a robar o asesinar; unos atacan al
propietario y a sus criados, otros violentan las cosas y toman
de ahí los objetos de valor; una persona débil se limita a
alumbrar con la linterna eléctrica; un ultimo se mantiene con
D) T o m a d e p o s i c ió n
228 Derecho penal del TS, parte general II, 1964, p. 194.
229 Curso, I, 1963, p. 246.
230 Tratado, I, 1962, p. 553. En el mismo sentido, Tratado, II, 1964,
p. 485.
231 Tratado, I, 1962, p. 553.
232 Tratado, II, 1964, pp. 631/632.
233 Tratado, III, 1965, p. 879.
233-a Con excelente criterio se dice en el art. 16 del proyecto de texto
para la reforma del Código Penal español: “Son cómplices los que cooperan
a la ejecución del hecho con actos anteriores o simultáneos, no indispensa
bles ni de inducción, aunque mediante concierto con los autores”. Esta infor
mación se la debo a mi maestro Q uintano .
62 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
236 El existencialismo.
64 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
238 Cfr. C uello , Tres temas penales, 1955, p. 115, quien refiriéndose
la distinción jurisprudencia] entre autor y cómplice en el delito de aborto,
habla de “doctrina confusa, pues unos fallos declaran responsables en con-
LA LLAMADA AUTORÍA DIRECTA (art. 14, núm. 1) 67
249 El Derecho penal, II, 1903, p. 228. Cfr. además, en el mismo sentido,
El Derecho penal, I, 1903, pp. 186/187.
250 El Derecho penal, II, 1903, p. 229.
251 Derecho penal, I, 1909, p. 591.
72 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
258 Sic.
259 Hoy 14.
260 Hoy, en su primer párrafo, art. 16.
261 En el mismo sentido, parece, Pacheco , Comentarios, I, 1848, p. 273;
De Castro /O rtiz , Código Penal, I, 1848, p. 104; V iada , Código Penal, I,
1890, p. 341.
74 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
lo que haya que entender por aquella actividad será algo que
dependerá de la unidad que hayamos tomado como “todo”.
Con otrqjg palabras: una actividad, que respecto de un deter
minado “todo” no es un “tomar parte”, puede serlo, sin embar
go, respecto de un “todo” más amplio. Ejemplos: el pianista
que interpreta completamente solo la polonesa de Chopin, no
toma parte en la ejecución de esta pieza, porque él es el único
261-a j } e otra opinión: Bacigalupo , La noción de autor, 1965, pp. 20, 27.
LA LLAMADA AUTORÍA DIRECTA (art. 14, núm. 1) 75
269 R oxin , Táterschaft und Tatherrschaft, 1963, pp. 138/139; cfr. tam
bién p. 37.
270 M ayer, M. E., Der allgemeine Teil, 1923, p. 403, nota 25.
80 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
2. EJECUCIÓN O PREPARACIÓN
E N ALGUNOS GRUPOS DE CASOS
271 Cfr. la doctrina jurisprudencial citada supra pp. 70/71, notas 205
a 214 y, además, las siguientes sentencias: 1 de julio de 1872, C. L., pp. 3
5 (4/5); 30 de abril de 1881, C. L., pp. 552-554 (553); 29 de septiembre de
LA LLAMADA AUTORÍA DIRECTA ( art. 14, núm. 1) 81
1883, C. L., pp. 181-186 (185: si cuando se desconoce quién es el que causó
la muerte, argumenta el TS en esta sentencia, no se aplicase la doctrina de
que todos son autores, ello produciría “la completa impunidad de todos
menos uno, o de todos en absoluto”); 11 de octubre de 1882, C. L., pp. 275
277 (276); 29 de diciembre de 1884, C. L., pp. 1072-1075 (1074); 5 de mayo
de 1888, C. L., pp. 1249-1252 (1251); 21 de mayo de 1888, C. L., pp. 1386
1391 (1389); 12 de abril de 1890, C. L., pp. 852-855 (854); 19 de diciembre
de 1900, C. L., pp. 371-372 (372); 12 de junio de 1901, C. L., pp. 363-368
(367); 21 de diciembre de 1908, C. L., pp. 394-397 (397); 3 de marzo de
1913, C. L., pp. 277-279 (esta sentencia se ocupa de un caso de hurto en
el que participan tres mujeres: una de ellas recurre, alegando que ella no
se apoderó de las 160 pesetas que había encima del mostrador de una
tienda; pero el TS la declara también autora con el argumento de que en el
hecho probado se dice que las tres “se apoderaron de la cosa hurtada”; en
realidad, aquí se trata también de un supuesto en el que se desconoce quién
es el autor material del hurto, pues cuesta creer que cada una de las
mujeres se apoderó de una fracción de la suma total de 160 pesetas, y más
inverosímil es aún suponer que todas se apoderaron de la suma total, co
giendo cada una todos los billetes y todas las monedas por un extremo; del
supuesto de hecho se deduce, por el contrario, que dos distrajeron la aten
ción de los dependientes y la otra [no se sabe quién] tomó el dinero); 16 de
junio de 1928, C. L., pp. 635-637; 15 de diciembre de 1942, A. 1451; 9 de
marzo de 1951, A. 515; 19 de junio dé 1952, A. 1397; 9 de noviembre de
1964, A. 4686. De esta doctrina discrepa la sentencia de 15 de abril de
1886, C. L., pp. 1014-1018 (1017), ea la cual, por desconocerse cuál de los
dos agresores mató, se absuelve a ambos.
272 Cfr. R. M uñoz/R. D evesa , Derecho penal, II, 1949, p. 227; R. D evesa ,
Derecho penal, parte especial I, 1964, pp. 63, 64; F errer , Comentarios, IV,
1956, pp. 263/264; Q uintano, Tratado, I, 1962, p. 317.
273 Defendida en la ciencia, entre otros, por C oenders , ZStW 46 (1925),
PP- 8/9.
274 Supra pp. 78 y ss.
82 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
b) E l vigilante
aa) Con la calificación de la actividad del que vigila, para
tranquilidad de los que consuman el delito (de robo, de
asesinato, etc.), sucede un fenómeno curioso. La jurispru
dencia, con unanimidad casi absoluta, afirma que el vigilante
LA LLAMADA AUTORÍA DIRECTA ( art. 14, nüm. 1) 83
275 Cfr. en este sentido las sentencias del 21 de mayo de 1874, C. L.,
pp. 780-783 (782); 27 de febrero de 1875, C. L., pp. 187-189 (188); 20 de
diciembre de 1875, C. L., pp. 621-623 (622); 18 de mayo de 1876, C. L., pp.
796-798 (797); 19 de octubre de 1876, C. L., pp. 276-279 (278); 25 de
noviembre de 1882, C. L., pp. 493-496 (496); 13 de agosto de 1884, C. L.,
pp. 185-190 (189); 6 de julio de 1885, C. L., pp. 3335 (35); 13 de julio de
1885, C. L., pp. 125-128 (127); 5 de febrero de 1886, C. L., pp. 361-365
(364); 27 de octubre de 1893, C. L., pp. 453-455 (455); 19 de junio de 1893,
C. L., pp. 241-244 (243/244: es “doctrina reiteradamente establecida por
esta Sala” que el vigilante es autor directo); 16 de mayo de 1894, C. L., pp.
196-199 (198/199: es “doctrina constante”); 5 de mayo de 1897, C. L., pp.
547-548 (548); 19 de noviembre de 1898, C. L., pp. 277-280 (278); 20 de
diciembre de 1901, C. L., pp. 366-369 (368); 6 de junio de 1904, C. L., pp.
567-569; 30 de noviembre de 1904, C. L., pp. 396-397; 9 de octubre de
1906, C. L., pp. 169-170 (170: “según repetidamente tiene declarado este
Tribunal”); 4 de abril de 1907, C. L., pp. 308-310 (310); 26 de noviembre de
1916, C. L., pp. 281-283 (282); 26 de febrero de 1919, C. L., pp. 134-137
(136/137); 26 de noviembre de 1919, C. L., pp. 167-170 (169); 17 de diciem
bre de 1929, C. L., pp. 346-348 (347); 4 de febrero de 1931, C. L., pp. 139
141 (140); 10 de junio de 1935, C. L., pp. 331-334 (332); 19 de mayo de
1942, A. 703; 28 de enero de 1950, A. 117 (“según declara la reiterada
doctrina de esta Sala”); 7 de octubre de 1950, A. 1338; 29 de octubre de
1952, A. 1786; 29 de enero de 1955, A. 386; 31 de mayo de 1957, A. 1709;
12 de febrero de 1963, A. 857; 8 de abril de 1965, A. 1600; 9 de noviembre
de 1965, A. 5014. De las sentencias citadas, la mayoría subsume el comporta
miento del vigilante en el 14, 1; lo subsumen en el 14, 3: 6 de julio de 1885;
9 de octubre de 1906; 26 de febrero de 1919; 26 de noviembre de 1919; 28
de enero de 1950; lo subsumen en el art. .14 núm. 1 y núm. 3: 30 de
noviembre de 1904. Excepcionalmente, y en dos delitos de especial gravedad
(robo con homicidio y parricidio), las sentencias de 11 de julio de 1894, C.
L. , pp. 59-66 (65), y 3 de julio de 1914, C. L., pp. 5-14 (13) calificaron de
complicidad. Finalmente, TS, 16 de noviembre de 1964, A. 4839, ha estima
do la vigilancia conducta de complicidad. Las sentencias más antiguas acu
den al argumento de que el vigilante toma parte directa en la ejecución del
hecho para fundamentar su calificación de autor; las de este siglo suelen
apoyar la misma calificación de autor en la doctrina del acuerdo previo.
276 En este sentido: Silvela, El Derecho penal, II, 1903, p. 230; N. de
Palencia en: B. de Q uirós /N. de Palencia , Teoría del Código Penal, 1911, p.
274; Wachenfeld , Lehrbuch, 1914, p. 201; v. L iszt , Lehrbuch, 1919, p. 211;
M. E. M ayer , Der allgemeine Teil, 1923, p. 402; J. de A süa, Crónica del
crimen, 1929, p. 35 (el considerar autor al que vigila es una “viciosa e
inadmisible doctrina de nuestros Tribunales”); A ntón , Derecho penal I, 1949,
p. 441; Puig , Derecho penal II, pp. 284/285; C uello, Derecho penal, 1, 1960,
84 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
c) E l que sujeta
El TS cree que la persona que sujeta a la víctima, mientras
otra la lesiona o la mata, es autor del 14,1. De “reiterada” se
calificaba ya a esta doctrina, en la sentencia del 2 de julio de
188 8 284.
La calificación de esta conducta no plantea ninguna clase
de problemas en aquellos delitos en los que la aplicación de
violencia es ya un elemento típico. Así, en el robo o en la
283 Cfr. las sentencias recogidas por R. Navarro, Doctrina penal del TS,
II, 1960, pp. 3474/3475.
284 C. L., pp. 20-22. En el mismo sentido: TS, 4 de marzo de 1905, C.
L., pp. 248-250 (250); 19 de marzo de 1914, C. L., pp. 371-374 (373); 8 de
febrero de 1919, C. L., pp. 82-86 (85); 18 de diciembre de 1935, C. L., pp.
451-453 (452). TS, 5 de enero de 1909 estimó, en cambio, que la conducta
del sujetador era de cooperación necesaria. En el sentido de la doctrina
jurisprudencial dominante de considerar coautor del 14, 1 al que sujeta:
LA LLAMADA AUTORÍA DIRECTA (art. 14, núm. 1) 89
287 Así, las sentencias del 3 de junio de 1889, C. L., pp. 1546-1551
(1550); 29 de diciembre de 1900, C. L., pp. 400-405 (404); 30 de junio de
1903, C. L., pp. 506-507; 5 de marzo de 1904, C. L., pp. 255-257 (256).
288 Así, TS, 16 de marzo de 1887, C. L., pp. 686-688 (687); 7 de febrero
de 1888, C. L., pp. 358-362 (362: el proporcionar el veneno para el asesinato
puede ser incluido tanto en el 14,1 como en el 14,3, se estima en esta
sentencia); 11 de octubre de 1910, C. L., pp. 123-126 (125/126); 22 de
enero de 1952, A. 21; 26 de mayo de 1964, A. 2779.
289 Así, TS, 30 de mayo de 1911, C. L., pp. 469-471 (470); y, fundamen
tándolo con la doctrina del acuerdo previo, 20 de enero de 1917, C. L., pp.
30-42 (41/42).
290 Véase Lehre vom Verbrechen, 1906, p. 455.
291 Cfr. Strafrecht, 1932, pp. 543/544.
292 Cfr. Comentarios, I, 1848, p. 173.
293 Véase Código Penal, I, 1890, p. 370.
294 Véase Curso, I, 1963, p. 248.
295 Véase Studienbuch AT, 1965, p. 261.
296 Véase Deutsche Beitráge, 1957, p. 13.
297 Infra pp. 151 y ss.
Segunda Parte
COOPERACIÓN NECESARIA
Y COMPLICIDAD
S e c c i ó n P r im e r a
COOPERACIÓN NECESARIA
56 Cfr. Grundriss, 1948, pp. 56, 67 (no tiene la “voluntad del dominio
del hecho” quien “ejecuta el hecho meramente al servicio del autor con un
sometimiento total a su voluntad”).
57 Véase Moderne Wandlungen, 1949, p. 18: “El dominio del hecho
separa a la autoría de la mera participación. El partícipe abandona a la
decisión del otro la ejecución del hecho”.
58 Cfr. JZ 1956, p. 549, nota 71: "El sometimiento del dolo a la decisión
del autor principal, la conciencia de que el hecho sólo se producirá si el
autor principal se decide realmente por él... no es materialmente otra cosa
(se. que el dominio del hecho)”.
59 B ockelmann, que ya en 1949 se había declarado inequívocamente, en
su libro Ober das Verháltnis von Táterschaft und Teilnahme (cfr. la reimpresión
de esta obra en Strafrechtliche Untersuchungen, 1957, p. 76), a favor de la
teoría subjetiva, siguió manteniendo posteriormente el mismo criterio (cfr.
Deutsche Beitráge, 1957, pp. 56, 57): sólo que a lo que antes llamaba teoría
subjetiva le llama ahora teoría del dominio del hecho.
60 Cfr. StGB, 1961, antes del § 47 5 A p. 160, donde afirman que el que
tiene el “dominio del hecho” actúa también con “voluntad de autor”.
61 Véase p. 147.
62 Así, G allas , Materialien, I, 1954, p. 128. (En “el concepto del ‘dominio
del hecho’... se vinculan entre sí momentos objetivos y subjetivos”); el mis
mo, Deutsche Beitráge, 1957, p. 4. (La doctrina del dominio del hecho “trata
de superar la vieja contraposición mediante una síntesis de criterios obje
tivos y subjetivos”), 13; J escheck, SchweizZStR 71 (1965), p. 234 (“La teoría
del dominio final del hecho me parece que lleva a cabo una afortunada
combinación entre estos diversos puntos de vista (se. el objetivo y el subje
tivo), que, en sí, son correctos, pero que, tomados aisladamente, son unila
terales”); B ockelmann, Deutsche Beitráge, 1957, pp. 59/60; Fundamentación
del Proyecto alemán de 1962, p. 147. (“En época reciente, la jurisprudencia
y la doctrina tratan de superar la contraposición entre las teorías objetivas
y subjetivas de la participación mediante la idea del dominio del hecho”);
L ange , ZStW 77 (1965), p. 312 (con la doctrina del dominio del hecho, los
objetivistas y los subjetivistas “creyeron haber encontrado un terreno en el
que se podía pisar sin abandonar el propio punto de vista”); M ezger /B lei ,
Studienbuch AT, 1965, p. 240.
COOPERACIÓN NECESARIA Y COMPLICIDAD 105
b) ¿ Q u é q u ie r e d e c ir t e n e r e l d o m i n i o d e l h e c h o ?
cidio alevoso. Los que sostienen que hay que partir del delito
en concreto dirían que la entrega del arma será o no necesa
ria, según que se demuestre que el ejecutor habría podido
conseguir la pistola de otra persona para matar. Pero la impre
sión que se saca es que nadie defiende una postura hasta tal
punto concreta, que se haga necesaria toda cooperación que
ha sido condicio sine qua non del resultado; pues, por ejemplo,
el criado que entrega a su señor que va a matar a otro en
duelo, la llave de la puerta de la casa, coloca una condición
del resultado típico, ya que, en concreto, es él el que ha hecho
posible que el delincuente saliese a la calle. Pero en la doctrina
española no creo que nadie vaya tan lejos, que considere la
actividad del criado un acto de cooperación necesaria; a pesar
de que ello tendría que ser así si lo decisivo fuese el delito
tomado tal y como en concreto se produjo.
Parece, pues, que en vez de una posición abstracta y otra
concreta, lo que se defiende en la doctrina española es, más
bien, una única posición abstracta, existiendo sólo discrepan
cias respecto de cuál ha de ser el grado de abstracción.
El TS suele interpretar también la “necesidad” en un sen
tido “concreto” (esto es, no demasiado abstracto). Esto no sólo
se deduce del modo cómo decide cuando entra en juego el
14,3, sino que existen también declaraciones de principio en
las que n/uestra jurisprudencia ha expresado que lo decisivo es
el delito tal y como se produjo 10°.1
0
IV. CRÍTICA
actuación de M., que no era precisa, y sí sólo sirvió para auxiliar a aquél,
a fin de que la sustracción se hiciera más rápidamente y más pronto, antes
de que transcurriera la noche”), y 5 de julio de 1958, A. 2470 (“...sin aquel
concurso también se hubiera producido aunque con más dificultad o de
otros modos o formas”).
101 Engisch , ZStW 66 (1954), p. 383. En parecido sentido H. M ayer,
Festschr. für Rittler, 1957, p. 247 (“El concepto del dominio del hecho es,
sin em bargo, algo confuso y meramente u n a im agen”); S chw alm ,
Niederschriften, II, 1958, p. 89; Baldus , Niederschriften, II, 1958, p. 94;
J ohannes, Mittelbare Táterschaft, 1963, pp. 38, nota 106, 41.
102 Cfr. Táterschaft und Tatherrschaft, 1963, pp. 127 y ss. Me refiero al
valor del dominio del hecho para determinar, desde un punto de vista
ontológico, lo que sea autoría mediata.
114 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
partícipe es siempre condición sine qua non del resultado tal como éste se
ha producido en concreto. Que la conducta del partícipe no tiene por qué ser
condición del resultado es algo que trataré de demostrar infra pp. 169 y ss.
116 Que comportamientos de este tipo no son causales para el resultado
será expuesto detalladamente infra pp. 170 y ss.
117 Recientemente, R. D evesa ha propuesto una nueva solución: “Creo
que debe optarse por un criterio intermedio entre el abstracto y el concreto.
Partiendo de la base de que la muerte se ha producido concretamente de
una determinada manera y por unas determinadas personas, cuando la
actividad de éstas sea susceptible de sustitución entre sí, el auxilio prestado
habrá de reputarse no necesario; si tal sustitución no es hipotéticamente
posible, en un enjuiciamiento a posteríori de los hechos, el auxilio no es
necesario” (Derecho penal, parte especial, I, 1964, p. 38). Menciono esta
tesis sólo a título informativo; pues, en primer lugar, está referida a un caso
muy concreto y es difícil percibir cuáles son sus limites y qué alcance tiene.
(R. D evesa , op. cit., p. 38, nota 50, añade que “la tesis sostenida en el texto
la mantuve por primera vez el 18 de de diciembre de 1962 en una conferen
cia sobre el proceso de Lieja, en Santander”). Por otra parte, las alusiones
que hace R. D evesa a “hipotéticamente” y a “enjuiciamiento a posteriorf
hacen pensar que su teoría no se diferencia mucho de los criterios que hasta
ahora han sido aplicados en la doctrina.
118 Supra pp. 136/137.
COOPERACIÓN NECESARIA Y COMPLICIDAD 119
una parte, afirma que el que sólo “ayuda a crear las precon
diciones del delito” es “desplazado, forzosamente, a la periferia
del acontecimiento” 1471; por ello no puede ser figura central del
8
4
hecho delictivo. Como creo haber demostrado14S, sin embargo,
tampoco el que participa durante la etapa ejecutiva (sujetador,
vigilante en ciertos casos) con uno de los que Roxin llama
“presupuestos indispensables” es “figura central” y, sin em
bargo, Roxin no tiene inconveniente en declararle coautor.
En apoyo de su tesis, de que el que realiza actos prepara
torios no puede ser coautor, aduce Roxin un segundo razona
miento: “Tampoco se puede decir de quien ha actuado solo
preparatoriamente que puede, realmente, ‘dominar’ el proceso
del acontecimiento. Si el otro actúa libre e independientemen
te, aquél quedará dependiendo siempre, durante la realiza
ción, de la iniciativa, de las decisiones y de la conformación
del hecho del autor inmediato” 149. Roxin parece haber olvida
do aquí como ha fundamentado él por qué los coautores tie-
nentel dominio del hecho: “Ellos sólo pueden realizar su plan
si actúan conjuntamente; pero cada uno puede desbaratar el
plan total retirando su contribución al hecho. En tanto en
cuanto tiene el hecho en las manos” 15°. Pues bien: esto que,
según Roxin, es lo que permite afirmar la existencia del domi
nio funcional del hecho, puede concurrir perfectamente en
una persona que sólo actúa en la fase preparatoria del delito.
Imaginemos, para presentar un caso bien claro, que un deter
minado resultado delictivo sólo se puede llevar a cabo utilizan
do una complicadísima máquina cuyo proceso de fabricación,
por ser un secreto absoluto, sólo lo conoce una determinada
persona. Parece claro que para el resultado típico que se quiere
producir con la utilización de esa máquina, es imprescindible
la colaboración del que conoce el secreto: éste “puede”, em
pleando las palabras con que Roxin define el dominio funcio
nal del hecho151/ ‘desbaratar el plan total retirando su contribu
ción al hecho. En tanto en cuanto tiene el hecho en las manos”.
V. LA SOLUCIÓN.
LA TEORÍA DE LOS BIENES ESCASOS
1. PRINCIPIOS FUNDAMENTALES
Para desarrollar mi tesis, parto de tres principios que me
parecen evidentes.
Primer principio. Cualquier solución viable tiene que pres
cindir de la cuestión de qué es lo que habría sucedido sin la
128 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
2. EL CONCEPTO DE ESCASEZ
A) C o n t r ib u c io n e s q u e c o n s is t e n e n la e n t r e g a
DE UNA COSA
B) E x c u r s o . E r r o r s o b r e l a “n e c e s i d a d ” d e u n o b j e t o .
C o n s p i r a c i ó n , p r o v o c a c ió n y p r o p o s i c i ó n .
P a r t ic ip a c ió n f r u s t r a d a
155 Cfr. para una detallada exposición de la situación actual del proble
ma, en la ciencia y en la jurisprudencia alemanas, R oxin , Táterschaft und
Tatherrschaft, 1963, pp. 261 y ss.
138 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
162 Op. cit., p. 438. La misma interpretación del art. 4o, párr. 2, es la
que defienden Ferrer, Comentarios, I, 1946, pp. 87, 88; y P uig , Derecho
penal, II, p. 243.
163 Dentro de esta conexión, me parece contundente el argumento de
Quintano , Curso, I, 1963, p. 247: Al decirse en el párrafo último del art. 4o
“que si a la provocación hubiese seguido la perpetración, se castigará como
inducción, a contra sensu habrá que convenir que la inducción no seguida
de efecto se ha de considerar provocación”. Véase también Q uintano , Mezger,
II, 1957, p. 346.
164 La jurisprudencia se ha ocupado incidentalmente de la conspiración
en sentencia del 5 de julio de 1948, A. 1059.
165 Dicho de una manera más exacta: Caso de que sea subsumible en
él -lo que todavía está por ver-, el art. 4°, núm. 1, no castigaría la coope
ración frustrada, sino la conducta -anterior al momento de la frustración-
ate haberse puesto de acuerdo con otros para participar en un delito como
cooperador necesario o como cómplice (véase supra nota 158).
COOPERACIÓN NECESARIA Y COMPLICIDAD 141
c) Resumen /
Esto quiere decir (cfr. suprá pp. 162/163): El que entrega
un objeto que cree escaso, cuando en realidad no lo es para
el ejecutor material, responde por complicidad consumada.
C ) C o n t r ib u c io n e s q u e c o n s is t e n e n u n m e r o h a c e r .
Fac to r es d e lo s q u e d e p e n d e q u e s e a n , o n o ,
CALIFICADAS DE NECESARIAS
tarea que en un caso así tiene que domeñar el tribunal y que al público se
le escapa; por ello lo que queda para éste es la imagen confusa del hecho
anónimo, al que tan a menudo se alude”.
1 8 1 p__chr. S chroeder , ROW 1964, p. 106; Táter hinter dem Táter, 1965,
p. 167.
182 NJW 1963, p. 561. -
183 Eckart-Jahrbuch 19617*4962, p. 241. Los problemas que la participa
ción delictiva presenta en esta clase de delitos se ponen de manifiesto en
estas preguntas que Peters , op. cit., pp. 241/242, se plantea: “¿Qué sucede
con la secretaría que redacta la orden de muerte? ¿Qué sucede con el enlace
que lleva la orden a los distintos campos de concentración? ¿Qué sucede con
los cuerpos de guardia que vigilan al condenado a muerte y lo llevan al lugar
de ejecución? ¿Qué sucede con los que construyen (fabricantes, ingenieros,
trabajadores) los lugares de ejecución? ¿Qué sucede con los que preparan
COOPERACIÓN NECESARIA Y COMPLICIDAD 153
el gaseamiento? ¿Qué sucede con los que llevan a otra parte los cadáveres
favoreciendo así la continuación de la empresa? ¿Qué sucede con el médico
que trata al prisionero prolongando su vida hasta su asesinato?”.
184 Táterschaft und Tatherrschaft, pp. 242 y ss.
185 J áger , MonKrim 1962, p. 79, apoyándose en el fiscal de Hessen,
Bauer , afirma lo siguiente: “En extensos estudios del material documental
de Nuremberg, en el que se encontraban numerosos documentos de los
tribunales de la SS y de la Policía (en total unos 10.000 documentos), no
pudo probarse ni un solo caso en el que se hubiera fusilado a un miembro
de la SS por negarse a ejecutar una orden de fusilamiento. Lo más que llegó
a suceder fue una anotación en el expediente, una inmovilización en el
escalafón o un traslado. Consecuencias más graves -incluso amenazas de
ser sentenciado a muerte o internado en un campo de concentración- no
han sido demostradas. No fueron tampoco necesarias, pues había suficien
tes voluntarios”.
154 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
190 En Zeitgemásses über Krieg und Tod; citado por J áger , MonKri
1962, p. 82.
COOPERACIÓN NECESARIA Y COMPLICIDAD 157
195 “In bin der tiefsten Überzeugung, dass ich hier für andere herhalten
muss” (citado en A rendt, Eichmann in Jerusalem, 1964, p. 294).
162 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
222 A. 5127.
223 La califican de complicidad, con razón: TS, 10 de julio de 1890, C.
L., pp. 104-107 (106), y 17 de octubre de 1961, A. 3386.
224 Cfr. también supra p. 168.
225 C. L., pp. 771-773 (773).
226 C. L., pp. 676-681 (679/680).
227 C. L., pp. 208-212 (212).
228 C. L., pp. 467-470 (469).
229 Cfr., entre otras, las sentencias del 21 de noviembre de 1870, C. L.,
pp. 65-68 (67); 3 de marzo de 1905, C. L., pp. 242-243 (243); 22 de mayo
de 1929, C. L„ pp. 380-382 (381/382); 24 de mayo de 1948, A. 801; 23 de
mayo de 1954, A. 577.
174 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
VII. RECAPITULACIÓN
del texto legal y que opera, además, con factores que el juez
puede constatar en el caso concreto. En los precedentes apar
tados V y VI, no me he limitado a exponer los principios que
deben regir la interpretación del 14, 3, sino que también he
procurado desarrollarlos, derivando de las reglas fundamenta
les otras secundarias, aplicables a la diversidad de conductas
y situaciones que pueden presentarse en la realidad. Si este
desarrollo ha sido acertado y si necesita ser completado o
modificado en algunos puntos, es algo que no le toca decidir
al autor de esta obra.
S ección S egunda
C O M P LIC ID A D
251 Cfr. B enito y C urto , Elementos 1901, p. 143: “La fuerza (se. de la
inducción) existe en el caso de que una persona, valiéndose de su superio
ridad física, obliga a otra a ejecutar materialmente aquello que su voluntad
repugna”; G roizard, El Código Penal, I, 1923, p. 636; Q uintano, Comenta
rios, I, 1946, p. 271; C uello, Derecho penal, I, 1960, p. 271. Sin decidirse,
F errer , Comentarios, II, 1947, p. 50. En la doctrina antigua se mantenía
que la “fuerza” del 14, 2 significaba tanto la fuerza irresistible como el miedo
insuperable: cfr. P acheco , El Código Penad, I, 1848, p. 275; G. de la Serna/
M ontalbán , Elementos, III, 1865, p. 69; V iada , Código Penal, I, 1890, pp.
353/354; N. de Palencia, en B. de Quirós /N, de Palencia , Teoría del Código
Penal, 1911, p. 256.
252 TS, 17 de mayo de 1965, A. 2419.
253 Infra pp. 220/221, 222 y ss.
182 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
III. CONCLUSIONES
5 En este sentido, por ejemplo: B eling . Lehre vom Verbrechen, 1906, pp.
398, 455 (“las acciones de participación son, en el sentido del núcleo típico,
atípicas”), 456; HOPFNER, ZStW 27 (1907), p. 470; M. E. M ayer, Die Reform
des Reichsstrafgesetzbuchs, 1910, pp. 341 y ss., 374; Kern , GS 92 (1926),
p. 128; F rank, StGB, 1931, antes del § 47 I 3, p. 103; F errer, Comentarios,
II, 1947, p. 8; W egner, Strafrecht, 1951, p. 234; C uello, Derecho penal, I,
1960, pp. 607, 615/616; J. de A súa , La ley y el delito, 1963, pp. 501, 502;
R oxin , Táterschaft und Tatherrschaft, 1963, pp. 29, 328.
6 Supra pp. 15/16.
7 A ntón , Derecho penal, I, 1949, pp. 433/434 (destacados añadidos).
8 Pp. 29/30.
190 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
A ) D e l it o s e s p e c ia l e s
decir es esto. Existe una teoría formal que afirma que autor es
sólo el que realiza un acto ejecutivo; esta teoría fracasa, pre
cisamente, por su formalismo; al intentar explicar por qué
el autor mediato es también autor. Frente a dicha tesis coloca
F.-Chr. Schroeder a las teorías materiales. Éstas acuden a cri
terios (autor es el que tiene el dominio del hecho o la voluntad
de autor) que son capaces de fundamentar la autoría del autor
mediato; pero caen en inconsecuencias, porque -dado que lo
creen justificado desde un punto de vista material- estiman
también que es autor siempre el que ejecuta directamente el
delito. Para fundamentar esto, las teorías materiales alegan
que el autor directo tiene siempre el dominio del hecho39 o que
actúa siempre con voluntad de autor. Pero esto no es cierto,
dice F.-Chr. Schroeder: muchas veces, el que realiza el tipo por
propia mano ni domina el hecho ni actúa con animus auctorís.
La inconsecuencia sólo se puede salvar, piensa este autor40,
tomando conciencia de que existen no uno, sino diversos cri
terios válidos -fundamentados materialmente- para determi
nar lo que es autoría. El autor mediato es autor porque tiene
el dominio del hecho; el inmediato lo es porque, aunque no lo
tenga, realiza, sin embargo, el tipo.
eej A favor de la doctrina dominante de equiparar el autor
mediato al inmediato hablan, además, consideraciones
ontológicas. Es evidente que es muy distinto convencer a un
niño o a un loco para que realicen un delito u obligar a un
sujeto, mediante miedo insuperable, a delinquir, que no indu
cir a una persona plenamente responsable. Nosotros, sin
embargo, hemos metido todas estas conductas en un mismo
saco y hemos dicho de todas ellas que, en los delitos de resul
tado en los que se especifica típicamente la actividad causante
del mismo, constituyen inducción41. ¿No llevará razón Gallas
cuando dice42: “No es posible... evitar el concepto de autoría
mediata ampliando la inducción... Existe un límite a partir del
B) D e l it o s d e p r o p ia m a n o
Derecho penal; lo que es una lástima). F rühauf estima que “la autoría mediata
es tan merecedora de pena, en principio, como la autoría directa; pues la
lesión del bien jurídico es en ambos casos la misma y la ejecución táctica
del autor mediato es, a menudo, aún más astuta y reprobable que la del
autor directo” (p. 72). La “antijuridicidad decisiva” del hecho, estima F rOhauf ,
la puede llevar a cabo el autor mediato, tanto en los delitos de resultado, al
producir el resultado típico mediante una persona que ie sirve de instru
mento, como en los delitos de actividad, al producir el resultado (actividad)
mediante sujetos inimputables o victimas de error (cfr. pp. 108 y ss.): “Con
ello queda refutada la concepción de que los delitos de actividad sólo son
comisibles por propia mano” (p. 114). A M ezger, aunque no niega de modo
radical la existencia de delitos de propia mano, le falta muy poco para
hacerlo: cfr. Tratado, II, 1957, pp. 229/230; Leipziger Kommentar, I, 1957,
§ 47 I a, p. 249, § 47 I b aa, pp. 249/250, § 47 9 a, p. 258.
64 R oxin , Táterschaft und Tatherrschaft, p. 423. En el mismo sentido y
H. Mayer , Strafrecht AT, 1953, p. 331, y H einitz , Festschr. z. 41. Deutschen
Juristentag, 1955, pp. 106/107. Cfr. también K ohlrausch/Lange, StGB, 1961,
antes del § 47 II 2, p. 165; y R oxin , JZ 1966, p. 297, nota 49.
AUTOR EN SENTIDO ESTRICTO, AUTOR MEDIATO Y OTROS... 219
1. LA SITUACIÓN E N ALEMANIA
A) La p a r t ic ip a c ió n del bxtraneus
EN EL DELITO ESPECIAL IMPROPIO
B) L a p a r t ic ip a c ió n d e l e x t r a n e u s
EN EL DELITO ESPECIAL PROPIO
C ) L a p e n a d e l in t r a n e u s
103 Aunque los límites de esta forma de autoría mediata son muy difusos,
algunos parecen querer aplicarla también en los delitos especiales “impropios”
al intraneus “cómplice”, haciéndole autor mediato del delito especial.
104 Cfr. Lehrbuch, 1919, p. 222.
105 Cfr. Lehrbuch, 1914, pp. 197/198.
106 Cfr. Táterschaft und Teilnahme, 1927, pp. 122/123: En los delitos
especiales propios, la participación del intraneus en el comportamiento de
un extraneus ejecutor plenamente responsable es impune y “es de rechazar
la extendida teoría de que aqui existe autoría mediata. La autoría mediata
no rellena todas las lagunas de la participación”.
107 Cfr. supra pp. 44 y ss.
232 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
2. LA SITUACIÓN E N ESPAÑA
. A) E l p a r r ic id io
a) La doctrina dominante
aa) Esta doctrina lo es tanto en la práctica como en la
ciencia: consiste en aplicar el art. 60, párr. 1 (“Las circunstan
cias agravantes o atenuantes que consistieren en la disposi
ción moral del delincuente, en sus relaciones particulares con
el ofendido o en otra causa personal, servirán para agravar o
atenuar la responsabilidad sólo de aquellos culpables en quie
nes concurran”) al parricidio. Así lo ha hecho el TS en, por
ejemplo, las sentencias del 11 de marzo de 1887 129, 7 de
febrero de 1888 130 y 27 de enero de 1902 131; en esta última
se expone 132 “que sólo comete el delito de parricidio... el que
matare a su padre, madre o hijo, sean legítimos o ilegítimos,
o a cualquiera de sus ascendientes o descendientes, o a su
cónyuge, y que siendo esta circunstancia cualificativa de índo
le puramente subjetiva, sólo puede afectar, como tiene ya
declarado este Supremo Tribunal, a las personas en quienes
concurra, al tenor de lo dispuesto en el art. 80 133 del propio
cuerpo legal... Por no existir ninguno de los grados de paren
tesco antedichos entre la ofendida y Teresa Alsina Nierga y
Mariano Galcerán Torrent, la participación de estos procesa
dos, en concepto de cómplices, no puede serlo con respecto al
delito de parricidio, sino al de asesinato”.
Con la misma doctrina de aplicar el art. 60, resuelve el TS
los problemas de participación delictiva en otros dos delitos
especiales cualificados por el parentesco: el infanticidio y el
aborto honoris causa134. Tampoco aquí los extraños -esto es,
los que no son ni la madre ni los abuelos maternos- respon
den por el delito especial, sino por el delito común: homicidio
(o asesinato) y aborto común.
Como el TS fundamenta con el art. 60 el que los extraños
respondan en el parricidio, infanticidio y aborto honoris causa,
sobre la base del delito no especial, es claro que, apoyándose
b) La tesis de R. Devesa
aa) Respecto de los delitos especiales en general y del pa
rricidio en particular, este autor lleva defendiendo, desde hace
muchos años, una original solución, cuya idea fundamental la
expuso ya en su tesis doctoral152.
Para R. Devesa, hay que decidir de la siguiente forma los
problemas de la participación en el parricidio: “El Código es
pañol... no contiene precepto especial que resuelva el proble
ma, porque el art. 60 no es directamente aplicable, ya que se
refiere a las circunstancias y no a los elementos constitutivos,
y el parentesco en el parricidio deja de ser circunstancia para
pasar a ser elemento integrante del delito, o sea elemento
esencial, no accidental” 153. La solución del TS de castigar a los
149 Op. cit., p. 181. Cfr. también D el R osal , Derecho penal (Lecciones,
II), 1960, p. 124.
150 D el R osal/C obo /R. M ourullo, Derecho penal, Delitos contra las
personas, 1962, p. 185.
151 Op. cit., p. 188. Respecto del infanticidio, D el R osal /Cobo /R.
M ourullo, op. cit., p. 316, defienden una posición análoga a la que defien
den en el parricidio: “No cabe mantener la unidad de calificación, pues el
extraneus nunca puede cometer, ni participar en el delito de infanticidio, que
para él se convertirá, automáticamente, en otra de las figuras expresamente
previstas, y hasta en el propio parricidio”.
152 Cfr. El hurto propio, 1946, p. 176. A la solución de R. Devesa se ha
adherido P uig , Derecho penal, II, p. 265.
153 R. M uñoz /R. D evesa, Derecho penal, II, 1949, p. 238 (subrayados en
el texto original).
240 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
154 Op. cit., pp. 238/239. Los mismos principios los aplican R. M uñoz /
R. D evesa al infanticidio (cfr. op. cit., p. 242). Recientemente, R. D evesa ha
vuelto a insistir en su tesis: cfr. Derecho penal, parte especial, I, 1964, pp.
48/49 (parricidio), 53 (infanticidio).
155 Cfr. supra pp. 218 y ss., 250, e infra p. 299.
AUTOR EN SENTIDO ESTRICTO, AUTOR MEDIATO Y OTROS... 241
c) La tesis minoritaria
Tres autores españoles defienden una solución totalmente
opuesta a la de la doctrina jurisprudencial y científica dominan-
d) Crítica y solución
aa) Crítica a los argumentos de justicia material
de la doctrina dominante
En primer lugar, la doctrina dominante acude, para defender
su tesis, a consideraciones de justicia material. Las razones que
abogan por la aplicación del art. 60, están “inspiradas en un
criterio de justicia”, dice Antón 163. R. Muñoz/R. Devesa, que
respecto a los sujetos del 14,1 mantienen en los resultados, una
solución concorde con la dominante (esto es: el coautor extraño
no responde por parricidio), exponen: “Cuando un extraño y un
pariente de los señalados en el art. 405, puestos de acuerdo,
toman parte directa en la ejecución de la muerte, la calificación
ofrece dificultades insuperables porque entran en colisión la
técnica y el sentimiento de justicia. Éste exige la ruptura del
título (o nomen juriój, o sea que se condene por parricida al
pariente y como homicida (o asesino) al extraño164. Pero quienes
160 Cfr. Código Penal, III, 1890, p. 8; en cambio, V iada estima que en el
infanticidio el extraño responde por el delito común (cfr. op. cit., p. 61).
161 Cfr. Derecho penal, I, 1903, p. 149; Derecho penal, II, 1903, p. 216.
162 Cfr. Comentarios, I, 1946, p. 371; NEncJ IV, 1952, pp. 228/229;
Tratado, I, 1962, pp. 153 y ss. De la misma opinión es Q uintano en el
infanticidio (cfr. Tratado, I, 1962, pp. 449 y ss.). También G roizard, El
Código Penal, IV, 1912, pp. 392/393, cree que los extraños responden por
parricidio; pero lo fundamenta en el hecho de que es un delito con sustan-
tividad típica porque figura en un capítulo aparte; y este hecho ya no se da
en el Código Penal vigente. Respecto del infanticidio, G roizard considera que
el intráneas (autor o partícipe de la muerte) responde por infanticidio; y por
homicidio o asesinato el extraneus (autor o partícipe de la muerte) (cfr. op.
cit., p. 545).
163 Derecho penal, I, 1949, p. 431.
164 Derecho penal, II, 1949, p. 238. Cfr. también, R. D evesa , Derecho
penal, parte especial, I, 1964, p. 49: En la coautoría entre intraneus y
extraneus “el sentimiento de justicia demanda que se rompa el título de
imputación (nomen iurísjy se condene al pariente por parricida y al extraño
como homicida o asesino, puesto que no puede hablarse de subordinación
de la conducta de uno a la del otro. En esta colisión (se. entre justicia y
técnica) entiendo que procede la ruptura, esto es, el predominio de la ju s
ticia sobre la técnica”.
AUTOR EN SENTIDO ESTRICTO, AUTOR MEDIATO Y OTROS... 243
172 Derecho penal, Delitos contra las personas, 1962, p. 185 (subraya
dos en el texto original). En el mismo sentido se expresan D el Rosal /Cobo /
R. M ourullo en la p. 187 de la misma obra: “Por mucho que colabore con
el intraneus, el extraño jamás podrá convertirse en pariente del ofendido, sin
que en este punto quepa trasplante de ninguna clase, y por eso frente a él
se carece del supuestiT’fáctico o normativo necesario para fundamentar un
mayor reproche. Conviene advertir, por otra parte, que de admitir la unidad
de título se haría una extensión analógica del tipo, y precisamente de una
figura castigada con la máxima sanción del Código, dando de lado no ya a
la problemática de los delitos propios, sino a la redacción del texto legal”.
173 “o la realización de éste”, añaden, con una frase cuyo sentido no
acabo de comprender, D el Rosal /C obo /R. M ourullo .
AUTOR EN SENTIDO ESTRICTO, AUTOR MEDIATO Y OTROS... 247
174 Reincidencia.
AUTOR EN SENTIDO ESTRICTO, AUTOR MEDIATO Y OTROS... 251
176 Y el art. 61, regla 5, exige que “no concurra agravante alguna”.
177 Salvo la excepción de la pena de muerte (art. 61, regla 2, párr. 2).
254 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
B) La p a r t ic ip a c ió n en otros d e l it o s e s p e c ia l e s
efectos del art. 314 [hoy art. 302] del Código Penal, se ha reconocido a
los procesados Gil y Villarig [que eran funcionarios], determinante de la
especial responsabilidad en que incurrieron, con manifiesto abuso de ofi
cio, al falsificar, de acuerdo y con la cooperación de Selma [que no era
funcionario], los documentos oficiales que sirvieron al propósito de los tres,
no es comunicable al último... porque careciendo de aquel carácter, no
infringió por sí deberes de fidelidad que por lo mismo no tenía”, el TS
condena al no funcionario, sobre la base del art. 60, aplicando la pena
del art. 303); 7 de marzo de 1957, A. 617 (al funcionario se le aplica el
art. 302 y al no funcionario el 303); 2 de enero de 1961, A. 202; 10 de
octubre de 1962, A. 3650 (“Por lo que afecta al [se. recurso] también
interpuesto por infracción de ley, por el procesado U [no funcionario], se
reverdece la antigua disputa entre los penalistas sobre si el coautor, par
ticular, que delinque en conjunción con funcionario, malversa o comete
otro delito contra la propiedad de tipo común... Que para aplicar tal pre
cepto [el art. 394 que aplicó la Audiencia] se extendieron los efectos del
concierto y coparticipación hasta igualar a U con un funcionario,
gravándosele con las notas subjetivas, en él no concurrentes, de abuso de
confianza, inherente a la infidelidad y desviación en el ejercicio de la fun
ción pública, otorgando al concierto para delinquir un expansivo poder de
absorción hacia el delito de malversación, pero para esta atribución de
agravaciones subjetivas y cualificativas de ese delito, de los que lo tipifica,
se ha olvidado la regla del párrafo 1° del art. 60 del Código Penal, que
limita la comunicatividad de las circunstancias de agravación personales
a sólo contra el que las ostente, sin que distinga, y en esto es reiterada la
doctrina, entre las genéricas de cualificación de responsabilidad y las
cualificativas o integradoras de ciertos delitos; se olvidó, también, que
cuando el Código extiende a extraños los delitos de ‘propia mano’ lo dice
expresamente, como en el adulterio y cohecho y finalmente, si aún hubiera
de dejarse la cuestión en el terreno de lo opinable y dudoso, preponderaría
en este caso, la solución de estimar común contra la propiedad el delito
cometido por U, como norma más favorable de interpretación”; contra los
argumentos que aduce el TS en esta sentencia, a cuya critica todavía
hemos de volver, se puede decir ya, por lo que se refiere al último de
los empleados, que carece por completo de fuerza de convicción: el prin
cipio in dubio pro reo tiene validez únicamente en Derecho procesal. En el
Derecho material, en cambio, no se trata de determinar cuál de las posi
bles soluciones es la más favorable al reo, sino cuál es la dogmáticamente
correcta); 24 de octubre de 1962, A. 3953.
258 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
185 Cfr., por ejemplo, las sentencias del 18 de junio de 1951, A. 1737
y 18 de mayo de 1963, A. 2428, referidas ambas a delitos de malversación.
186 El Código Penal, II, 1890, pp. 387 (“El coautor, cómplice o encubri
dor, no funcionario público, de una falsedad cometida en una escritura por
un funcionario público, incurrirá en la pena de este art. 314 [hoy 302], o en
la del 315 [hoy 303]. Para nosotros es indudable que será responsable del
mismo delito de falsedad cometido por el funcionario público”), 532, 564,
650, 653; el Código Penal, III, 1890, pp. 447.
187 Cfr. el Código Penal, IV, 1912, pp. 307/308.
188 Cfr. La falsedad documental, 1952, pp. 149 y ss.
189 Cfr. Derecho penal, II, 1949, p. 193.
190 c fr Muñoz, R./D evesa, r , Derecho penal, II, 1949, pp. 141, 190; R.
D evesa, Derecho penal, parte especial, II, 1965, pp. 43, 122, 308, 402, 454.
191 Cfr. Comentarios, IV, 1956, pp. 58, 59, 185/186; en Comentarios,
III, 1948, p. 340, Ferrer había defendido, sin embargo, la aplicación del art.
60 a la falsedad del art. 302.
192 Pp. 269 y ss.
193 Q uintano, La falsedad documental, 1952, p. 151.
194 F errer , ADPCP 1948, p. 29; Q uintano , Curso, II, 1962, p. 381; y R-
D evesa , Derecho penal, parte especial, I, 1964, p. 212, incluyen esta con
ducta en el art. 14, núm. 3. V iada , Código Penal, III, 1890, p. 274, en
cambio, la califica de complicidad. Nuestra posición ha sido ya expuesta
supra pp. 271-272.
AUTOR EN SENTIDO ESTRICTO, AUTOR MEDIATO Y OTROS... 259
195 Cfr., por ejemplo, F errer , Comentarios, II, 1947, p. 16; R. M uñoz/
R. D evesa, Derecho penal, II, 1949, p. 264.
196 Cfr., por ejemplo, TS, 4 de junio de 1952, A. 1078; 24 de noviembre
de 1965, A. 5232.
197 Derecho penal, II, 1949, p. 141; en el mismo sentido: R. D evesa,
Derecho penal, parte especial, II, 1965, p. 308.
198 Cfr. Tratado, III, 1965, p. 769, nota 4.
199 Cfr. Derecho penal, I, 1949, p. 432.
200 Esto es: aquella que sostiene que el funcionario es autor mediato de
un delito especial, aunque el ejecutor -al que se le califica de cómplice- sea
plenamente responsable; para más detalles véase supra pp. 260 y ss.
201 Derecho penal, I, 1949, pp. 436/437.
260 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
d) Toma de posición
aa) Nuestra posición respecto del extraño que participa
-sea como coautor, inductor, cooperador necesario o cómplice-
en un delito especial (propio o impropio), no puede ser otra
que la defendida respecto al parricidio, infanticidio y aborto
honoris causa: el extraño responde en base al delito especial.
Los mismos argumentos que aducimos entonces, siguen
conservando aquí su valor. Dogmáticamente es claro que el
extraño que induce a una malversación, induce a este delito
y no a una apropiación indebida que no se ha dado en la
realidad, y cuya existencia sólo se puede fundamentar con
juegos de prestidigitación dogmáticos, que hacen aparecer
delitos donde no están y desaparecer otros que sí están.
Que el hecho de no estar vinculado por un deber especial
podría considerarse una circunstancia atenuante en los deli
tos especiales de funcionarios es evidente. Pero, con razón o
sin ella, el Código Penal no lo ha recogido como tal circuns-
IV. RECAPITULACIÓN
218 De todas formas, no hay que olvidar que los tipos de los delitos
especiales están redactados frecuentemente con tal amplitud que es factible
subsumir en ellos, directamente, no sólo la actividad del intraneus autor
mediato, sino incluso la del que contribuye ai resultado con acciones que,
según las reglas generales, serían sólo de complicidad.
AUTOR EN SENTIDO ESTRICTO, AUTOR MEDIATO Y OTROS... 269
221 Así: M erkel , A., Lehrbuch, 1889, p. 146; F inger , Lehrbuch, 1904,
pp. 352/353; HOpfner , ZStW 26 (1906), pp. 622/623; B inding , Grundriss,
1913, pp. 172/173; W achenfeld, Lehrbuch, 1914, p. 191; KOHler , Deutsches
Strafrecht AT, 1917, p. 498; v. L iszt , Lehrbuch, 1919, pp. 219/220, 230;
M eyer/Allfeld, Lehrbuch, 1922, pp. 210/211; G erland, Deutsches Strafrecht,
1922, pp. 146; v. HiPPEL, Deutsches Strafrecht, II, 1930, pp. 465/466; C on -
DE-Pumpido, Encubrimiento y receptación, 1955, p. 122, nota 1; R. D evesa ,
Derecho penal, parte especial, I, 1964, p. 58; WELZEL, Strafrecht, 1965, p.
107; Maurach, Deutsches Strafrecht AT, 1965, § 49 IV 3, p. 563; § 50 III H,
p. 579. Al mismo resultado -castigo por la acción más grave-, aunque con
distinta fundamentación, llegan v. B ar , Gesetz und Schuld, II, 1907, p. 722;
y SchOnke /S chrOder , StGB, 1965, antes del § 47 XIII, p. 302, para quienes,
en estos casos, existe delito continuado.
222 La defienden B eling , Lehre vom Verbrechen, 1906, pp. 317, 452,
quien, en algunos supuestos, quiere aplicar el concurso ideal; T homsen ,
Strafrecht, 1906, p. 107; y L ess, ZStW 69 (1957), pp. 54 y ss., quien tam
bién se inclina por castigar cada una de las acciones de participación (o de
autoría en sentido estricto y participación).
272 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
nota 8; F rank , StGB, 1931, § 47 III, p. 115; H. Mayer , Strafrecht AT. 1953,
p. 335. Después de la introducción del § 53 en el StGB, que establece que
para que haya responsabilidad en los cualificados es preciso que el autor
haya previsto el resultado cualificante, la doctrina estima ahora que al
partícipe se le han de aplicar los mismos principios: responde sólo por el
resultado más grave cuando lo haya podido prever; cfr., en este sentido,
M ezger , Leipziger Kommentar I, 1957, § 48 3 c, p. 268; M aurach , Deutsches
Strafrecht AT, 1965, § 49 III 4, p. 562; § 51 III B 1, p. 540; § 52 III B, p.
546; S chwarz/D reher, StGB, 1961, § 47 3, p. 158; Fundamentación del
Proyecto alemán de Código Penal de 1962, pp. 136, 150; W elzel, Strafrecht,
1965, p. 110; SchOnke /SchrOder , StGB, 1965, § 47 IV 1, p. 307, § 56 IV,
p. 390; G rOnwald, J u S 1965, p. 314.
226 Cfr. mis Delitos cualificados, 1966, p. 172.
227 Como ejemplo de ella, cfr., entre otras, las sentencias del 21 de
enero de 1944, A. 64; 2 de febrero de 1945, A. 211; 23 de marzo de 1953,
A. 490 y 8 de abril de 1960, A. 1187 (“...la conducta del recurrente... que
consistió... en personarse en unión de su novia M. M. en el consultorio de
un médico con el propósito, que ambos expresaron, de que provocase el
aborto de M.”, produciéndose la muerte a consecuencia del aborto llevabo a
cabo, es constitutiva de “actos anteriores y simultáneos que hay que rela
cionar con... el aborto provocado seguido de muerte, y al ser cómplice del
delito que se consumó al acaecer el fallecimiento de la mujer abortante, no
puede eludir la responsabilidad en que ha incurrido dentro del ámbito del
Z./D AUTOR Y CÓMrLIüE EN DERECHO PENAL
párrafo final del artículo 411 del Código Penal, pues el aborto... va siempre
acompañado del riesgo de lesiones o muerte..., y al proponer que se provo
case el aborto tenía que aceptar sus consecuencias y hacerse responsable
de ellas, y las manipulaciones dirigidas a tal ñn no pueden independizarse
considerándolas como actos aislados con responsabilidad exclusiva de quien
los realizó, sino que hay que estimarlos como un accidente del acto que se
perseguía, es decir, el aborto, cuyo fatal desenlace no era querido por el
recurrente ni por el mero ejecutor de aquél, pero que era previsible y esta
previsión entraba en la conducta del que lo solicitó, que en tal sentido se
hizo responsable de sus consecuencias”); 15 de marzo de 1955, A. 574; 28
de noviembre de 1960, A. 3594.
228 Así, por ejemplo, en TS, 20 de octubre de 1881, C. L., pp. 265-269
(268): caso de muerte imprudente a consecuencia de las violencias causadas
durante el robo.
AUTOR EN SENTIDO ESTRICTO, AUTOR MEDIATO Y OTROS... 277
260 Véase Lehrbuch, 1914, pp. 207 (“La inducción del inductor es induc
ción mediata del autor; la inducción del cómplice, complicidad mediata”), y
210, nota 4 (“No existe complicidad a la complicidad. Es complicidad al
hecho principal”).
261 Cfr. Deutsches Strafrecht AT, 1917, p. 488.
262 Cfr. Lehrbuch, 1919, p. 219: “La participación en la participación es
participación mediata en la acción principal...; una doble reducción de la
pena (en la complicidad de la complicidad) está excluida”.
263 cfr. Lehrbuch, 1922, p. 211.
264 cfr. Der allgemeine Teil, 1923, pp. 392, 398.
AUTOR EN SENTIDO ESTRICTO, AUTOR MEDIATO Y OTROS... 289
2. TOMA DE POSICIÓN
II
3 Cfr. Concurso de leyes..., cit., pp. 38/39, 72, 148 y ss. y passim.
CONCURSO DE LEYES, ERROR Y PARTICIPACIÓN EN EL DELITO 299
7 “No se puede afirmar con rigor que castigar al extraño, que induce a
un padre a dar muerte a su hijo o a una madre a matar a su hijo recién
nacido para ocultar su deshonra, como partícipe de un delito de homicidio
suponga hacerle responder de un hecho que en realidad no se ha cometido:
si bien es cierto que, en tales casos, se han dado todos los requisitos para
que el hecho principal pueda ser calificado como parricidio o infanticidio,
respectivamente, también lo es que en él concurren todos los presupuestos
que la ley exige para que se cumpla el tipo del delito de homicidio” (Peñaranda,
Concurso de leyes..., cit., pp. 38/39). Véanse también pp. 148/149: “Entre
el parricidio y el homicidio no existe una relación de exclusión, sino de
especialidad en sentido lógico-formal (inclusión), y ..., en consecuencia, todo
el que comete un delito de parricidio comete, al mismo tiempo, uno de
homicidio del que no responde autónomamente en tanto que su punición
■está implícita en la de aquél”.
8 Cfr. Concurso de leyes..., cit., pp. 153 y ss.
9 Esta es, en mi opinión, y porque concibo el concurso de leyes no
personal sino objetivamente, la solución correcta, si bien al padre inductor
habría que aplicarle la agravante genérica de parentesco (cfr. G imbernat,
Autor y cómplice..., pp. 253/254). .
10 Véase Peñaranda , La participación en el delito..., cit., pp. 355/356: “Si
se entiende el parricidio como un delito que se fundamenta en razones de
carácter altamente personal, es posible dejar de aplicar la sanción agravada
al partícipe extraño y sancionarle por el delito común de homicidio que se
comete y se pena conjuntamente por aquél. En cambio, el pariente no podrá
responder en calidad de partícipe por un parricidio, si el autor de la muerte
no es también un sujeto cualificado” (subrayados en el texto original). Véase
también del mismo autor, Concurso de leyes..., cit., pp. 189/190: “Si enten
demos por “hecho’, en el sentido de los arts. 14 y 16, aquel comportamiento
302 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
11 Que el homicidio consentido (art. 409 inc. 2), a pesar de ser repri
mido con la misma pena de reclusión menor del homicidio simple, debe ser
considerado, no obstante, un tipo privilegiado frente al del 407 deriva de que
la muerte de otro sin su consentimiento y por precio se sanciona, como
asesinato, con los grados medio y máximo de reclusión mayor en su grado
máximo, mientras que la misma muerte por precio, pero con el acuerdo del
sujeto pasivo, se castiga, como homicidio consentido con la agravante de
precio (art. 10.2a), con los grados medio y máximo de reclusión menor (cfr.
G imbernat, “Inducción y auxilio al suicidio”, Estudios de Derecho penal,
3a ed., Madrid, 1990, pp. 284/285).
12 Naturalmente que lógicamente es perfectamente viable construir un
concepto genérico de "matar a otro”, en el que sean subsumibles todas las
modalidades dolosas de causación de muerte del Código Penal. Pero tenien
do en cuenta la pena prevista para el 407, ese concepto genérico no está en
el Código Penal, sino que es una creación del pensamiento que se encuentra
fuera de la ley positiva, y que abarca, además de las especies del 405, 406,
409.2 y 410, también a la especie residual del 407. Y continuando el proceso
de abstracción, todavía se podría ascender en la escala y establecer un
concepto genérico que abarcase no sólo a todas las causaciones dolosas de
muerte, sino a todas las punibles, es decir: no sólo a las previstas del 405
al 410, sino también a las imprudentes (art. 407 en relación con el 565 o,
en su caso, con el 586 bis); pero por supuesto que este concepto (más)
genérico de muerte punible de otro, independientemente de cuáles son sus
sujetos, sus móviles, sus formas de ejecución o su título doloso o impruden
te de imputación, seguiría siendo un concepto extralegal, esto es: no incor
porado a ningún tipo concreto del Código Penal.
304 AUTOR Y CÓMPLICE EN DERECHO PENAL
13 El concepto genérico que abarca al art. 501, al 504 y al 514 es, com
en el caso del “homicidio genérico” (véase supra nota 12), una construcción
lógica que se encuentra fuera de la ley.
CONCURSO DE LEYES, ERROR Y PARTICIPACIÓN EN EL DELITO 3Q5
otras cosas, un “otro” distinto del padre), de ahí que, por faltar
el dolo, no pueda entrar en juego un homicidio consumado25.
A la vista de todo ello, Peñaranda estima que en estos
casos, si se fuera consecuente con la tesis del tipo residual, el
hecho debería calificarse, a lo sumo, además de como un
eventual parricidio imposible (o, según otra tesis, como una
eventual tentativa de parricidio)262 , como un homicidio impru
7
dente'1'1. Pero “esta solución”, prosigue Peñaranda28, “suma
mente consecuente con el punto de partida adoptado, presen
ta, sin embargo, algunos inconvenientes. En primer lugar,
porque es difícilmente justificable desde un punto de vista
valorativo: nadie duda que si el sujeto de nuestro ejemplo, en
lugar de creer que iba a dar muerte a su padre, hubiese
pensado que mataría a un extraño distinto del que realmente
mató, debería responder- por un delito de homicidio doloso
consumado, porque el error sobre la identidad de la víctima
sería en tal caso irrelevante; no se puede explicar entonces por
qué el haber querido cometer algo aún más grave (la muerte
de su padre) llevá a aplicarle una sanción potencialmente más
leve que la prevista en el art. 407 (prisión mayor en su grado
máximo, en vez de reclusión menor). Y en segundo lugar, porque
para hacer responder al autor (a título de homicidio impruden
te) de un resultado de muerte que en definitiva quiso producir,
sería preciso plantearse la peregrina cuestión de si el error
sobre la condición de extraño de la víctima era o no vencible:
si el autor se hubiese preocupado de examinar ‘cuidadosa
mente’ que la persona contra la que dirigía su ataque era
realmente su padre, su error podría reputarse invencible,
quedando vedada de ese modo su punición por un delito de
homicidio imprudente. Salta a la vista, pues, que la solución
del concurso ideal de delitos entre tentativa de parricidio y
homicidio imprudente es insatisfactoria”.
bh) Peñaranda tiene razón en que es “insatisfactorio” so-
lucioear estos casos calificándolos de concurso ideal entre
25 Ya que “falta ... un dolo congruente con el tipo de ese segundo delito
[se. del homicidio]” (Peñaranda, Concurso de leyes ..., cit., p. 138).
26 Véase supra nota 23.
27 Cfr. P eñaranda, Concurso de leyes ..., cit., pp. 137 y ss.
23 Concurso de leyes ..., cit., pp. 139/140.
312 ATJTOR Y CÓMPLICE EN DEPvECKO PENAL
III
objetos cerrados, con mayor motivo aún estará dispuesto a efectuar la sus
tracción si el arca está abierta, independientemente de cuál sea en concreto
el objeto ajeno con el cual se va a enriquecer; en los delitos contra la vida,
por lo general, el autor no quiere matar a cualquier habitante del planeta,
sino a una persona determinada; pero este dato de la identidad no tiene
mayor importancia, porque lo relevante es que quiere matar y no por qué
quiere matar: de ahí que si el autor persigue matar a su enemigo A y mata,
sin embargo y por equivocación, a su mejor amigo B, no por ello dejará de
responder de un homicidio doloso, aunque si hubiera sabido quién iba a ser
su víctima, nunca habría actuado.
CONCURSO DE LEYES, ERROR Y PARTICIPACIÓN EN EL DELITO 319
IV
He llegado al final.
Peñaranda ha enfocado todo el problema desde una nueva
perspectiva. A diferencia de los anteriores planteamientos 42, la
cuestión no es para él: art. 60, sí, o art. 60, no, sino la de
relacionar distintas instituciones jurídico-penales y fundamentar
sus conclusiones en que lo que rige para la participación
delictiva tiene que regir también para el concurso de leyes y
para el error. Como creo que ese planteamiento es tan nuevo
como correcto, a lo largo de este artículo he tratado de demos
trar, aunque llegue a resultados distintos de los de Peñaranda,
que mis tesis sobre la participación expuestas en mi monogra
fía Autor y cómplice en Derecho penal, son perfectamente com
patibles con (y, consiguientemente, superan la prueba de) la
teoría del concurso de leyes y la del error. En cualquier caso
e independientemente de quién tenga razón: a partir de
Peñaranda ya no será posible estudiar esas tres instituciones
sin interrelacionarlas entre sí, y el resultado de todo ello no
puede ser otro que el de un muy importante progreso para los
conocimientos jurídico-penales. Termino, por ello, como empe
cé (pero ahora el lector ya sabe por qué empecé así): Enrique
Peñaranda Ramos ha irrumpido espectacularmente en la cien
cia penal española.