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Utilidad de la lógica formal en la investigación científica

El objetivo de la investigación científica es explicar lo que sucede a nuestro alrededor a partir de la


aplicación de un método. Esta necesidad de buscar explicaciones a lo que acaece en el mundo
generalmente surge a partir de un problema que el científico encuentra, para la solución del
mismo éste tiene que comenzar por sugerir posibles respuestas a tales problemas, esas respuestas
son conocidas como hipótesis y se expresan o formulan mediante proposiciones; a su vez, el
científico se auxilia de otras proposiciones para fundamentar o apoyar sus hipótesis. Cuando
unimos la hipótesis (que en lógica denominaremos conclusión) y las razones que se aducen para
defenderla o apoyarla (que en lógica denominaremos premisas) estamos frente a la presencia de
un argumento. Así, pues, el científico observa los fenómenos que quiere explicar y, con base en
ello, establece relaciones entre los datos observados, que desembocarán en la elaboración de
argumentos, los cuales le facilitarán la labor de corroborar o desechar sus hipótesis.

Las hipótesis sirven para orientar la búsqueda de la solución a los problemas. Determinar cuál
hipótesis constituye una respuesta correcta o plausible para solucionar un problema es para lo que
la lógica resulta de gran utilidad en la investigación científica, ya que permite ver si las relaciones
que el científico establece entre los conceptos involucrados en las hipótesis son relevantes y si las
relaciones que entre las proposiciones (entre la hipótesis y las razones que la apoyan) son
adecuadas inferencialmente, es decir, si a partir de ciertas premisas se deducen ciertas
conclusiones, pues la lógica permite valorar qué razones explican mejor los hechos que otras, qué
razones fundamentan mejor una hipótesis que otras.

En última instancia y de modo general, podemos decir que la lógica es útil para la investigación
científica porque esta última requiere de la formulación de argumentos, ya sea para explicar los
fenómenos, refutar hipótesis o para corroborarlas.

Quizá esto suene un tanto abstracto, pues apenas estás iniciando tu curso de lógica, así que
intentaré explicarte mejor lo anterior apelando a un caso real y famoso de la ciencia para que
veas, por decirlo de alguna manera, a la lógica en acción en la resolución de un problema
científico.

Ignaz Semmelweis (1818-1865), un físico de origen húngaro, quien trabajaba en el Hospital


General de Viena como miembro del equipo médico de la primera división de maternidad de dicho
hospital, donde presenció la siguiente situación: había dos divisiones de maternidad, en la primera
un alto porcentaje de mujeres que daban a luz, contraían una enfermedad llamada fiebre
puerperal y morían, mientras que en la segunda división el porcentaje de muertes por dicha
enfermedad era significativamente menor. Semmelweis enfrentaba entonces el problema de
determinar: ¿Por qué los casos de muerte por fiebre puerperal de las parturientas eran más altos
en la primera división que en la segunda? Frente a este problema elaboró diversas hipótesis como
posibles respuestas al mismo, algunas de ellas fueron:

a) Probablemente la causa de muerte entre las parturientas por fiebre puerperal en la primera
división es el hacinamiento.

b) Probablemente la causa de la muerte de las parturientas en la primera división es la posición en


que están acostadas (de espaldas).

c) Probablemente la causa de la muerte de las parturientas es una epidemia.

Algunas de estas hipótesis fueron refutadas a partir de advertir que lo que se afirmaba en ellas no
correspondía con lo observado en la realidad, por ejemplo: en la segunda división las mujeres
morían menos a pesar de que había un número superior de mujeres que en la primera división, de
ahí Semmelweis concluyó que el hacinamiento no podía ser la causa de la muerte de las
parturientas de la primera división, pues si así fuera, morirían más mujeres en la segunda división
donde había hacinamiento, es decir, un número mayor de mujeres.

La segunda hipótesis la refutó Semmelweis observando que, al solicitar a las mujeres de la primera
división que se acostaran de lado como lo hacían las mujeres de la segunda división que morían
menos, las mujeres de la primera división seguían muriendo, de ahí infirió que la posición en que
se acostaban las parturientas de esta última división no era la causa de su muerte.

La tercera hipótesis la refutó razonando que, si la epidemia fuera la causa de la muerte de las
parturientas de la primera división, no sólo las atacaría a ellas, sino también a las de la segunda
división y aún más a toda la población de Viena, pero esto último no ocurría, por lo cual concluyó
que esta hipótesis también era falsa.

Finalmente llegó a la respuesta o hipótesis más plausible al observar que un colega suyo,
Kolletschka, recibió una herida en el dedo con el escalpelo de un estudiante (instrumento con el
que este último había realizado una autopsia y que tenía materia cadavérica), muriendo después
de una agonía durante la cual mostró los mismos síntomas de las parturientas que morían en la
primera división por fiebre puerperal, así Semmelweis concluyó que la causa de muerte de las
parturientas de la primera división por fiebre puerperal era por el contacto con materia cadavérica
o infecciosa.

Como puedes observar, con base en el relato anterior, Semmelweis elaboró argumentos que le
permitieron evaluar sus hipótesis, con lo cual refutó la mayoría de ellas y logró encontrar la
respuesta más plausible al problema que se le presentaba.
onclusiones

Nuestras acciones se basan en creencias, así si queremos realizar acciones buenas o correctas, es
decir que no nos lleven al fracaso o la infelicidad, tenemos que saber evaluar dichas creencias para
saber si son guías seguras para nuestra acción o, en caso contrario, desecharlas o cambiarlas por
creencias mejor argumentadas o fundamentadas que nos lleven a los fines que deseamos y no nos
alejen de ellos.

La lógica ayuda a pensar con claridad, orden, profundidad y coherencia, a hilvanar ideas y elaborar
pensamientos racionales. En la búsqueda de la verdad, un pensamiento claro muestra de forma
sencilla la realidad a la que se refiere, en tanto que un pensamiento borroso no representa la
realidad que pretende expresar.

"La lógica nutre nuestra mente como las vitaminas y el ejercicio nutren nuestro cuerpo. […] La
lógica no es solamente una teoría abstracta y enrarecida, sino también una ciencia aplicable que
arroja técnicas útiles para la vida diaria.

[...] Estudiar lógica es como tomar vitaminas para la mente. El ejercicio intelectual requiere
entrenamiento y planificación, requiere que sepamos qué herramientas están disponibles, cuál es
nuestro estado actual, cuántas vitaminas y ejercicios necesitamos y para qué. […] El objetivo es
tomar control de nuestra vida intelectual, para disfrutarla más intensa y plenamente. La pereza y
la mala alimentación intelectual pueden ser muy sabrosas a corto plazo pero son malas apuestas
para vivir confortable y provechosamente a largo plazo. El estudio bien dirigido de la lógica nos
dará mayores posibilidades de ser felices mientras que la falta de entrenamiento o el mal
entrenamiento pueden incluso estropear nuestros talentos naturales."

Raymundo Morado

Además, un pensamiento claro y ordenado es básico para tener éxito en la investigación científica.
La lógica es la ciencia que provee a las demás ciencias con un instrumento fundamental: el método
para alcanzar la verdad, el orden, el sistema y la posibilidad de demostrar la validez, tanto del
conocimiento como de la realidad.

"No hay nada más necesario para el hombre de ciencia que la historia de ésta y la lógica de la
investigación… [ya que es] la forma de descubrir los errores, el uso de hipótesis y de la
imaginación, el modo de someter a contraste"

Lord Acton*
*Destacado historiador, escritor y político inglés de la época victoriana cuyo tema principal es la
historia de la libertad.

Un día en la vida de Juliana

Son las 6 de la mañana, suena el despertador, Juliana lo apaga y vuelve a cerrar los ojos, media
hora después despierta nuevamente y advierte que es tarde:

Juliana: ¡No puede ser, ya es tardísimo! Si no me apuro, no alcanzaré el autobús para llegar a la
escuela a tiempo.

Juliana rápidamente se viste, se lava los dientes, guarda en su mochila los libros y cuadernos que
encuentra a la mano. A punto de salir mira por la ventana y toma su paraguas.

Juliana: Está nublado... seguro lloverá hoy.

Juliana echa un rápido vistazo a su bolsa y grita:

Juliana: ¿Mamá dónde están mis llaves?

Mamá: No sé... ¿Dónde las dejaste?

Juliana: Pues las dejé aquí en la mesa y no están.

Mamá: Si tú no sabes dónde están, menos yo...

Juliana: ¡Seguro tú las tomaste por equivocación mamá, acuérdate por favor, ya se me hizo tarde!

Mamá: ¡Te digo que yo no tomé nada! –grita.


Juliana: Pero aquí sólo vivimos tú y yo, si yo no las tomé... entonces sólo queda que tú las hayas
tomado ¿no? A menos que aquí vivan fantasmas... ¡Ya me voy, ya es tardísimo, espero estés por la
tarde cuando llegue para que me abras la puerta!

Juliana corre lo más rápido que puede, sin embargo, con enojo advierte que el autobús escolar se
ha ido, pues tiene que esperar media hora para abordar el siguiente. Pasado ese tiempo, el
autobús llega y ella lo aborda.

En el autobús el conductor lleva encendido el noticiero, en él escucha que hoy en día los jóvenes
mexicanos tienen pocas expectativas de encontrar un trabajo bien remunerado. Juliana suspira
con un aire de desaliento y descontento al tiempo que mira por la ventana y piensa: "Y entonces...
¿para qué estudiar tanto si no conseguiré un trabajo bien pagado?"

Juliana llega a su destino, sabe que ya no alcanzó a llegar a la primera clase y después tiene una
hora libre, así que piensa si ir a la biblioteca o ir a buscar a sus amigos al jardín, finalmente decide
ir a la biblioteca, pero en el camino se encuentra a Alejandro, uno de sus amigos:

Alejandro: Hola Juliana y ahora por qué tan tarde.

Juliana: Me quedé dormida ¿Y qué tal la clase de lógica?

Alejandro: Pues la profesora nos habló de la importancia de la lógica para nuestra vida diaria.

Juliana: ¿Y a poco sí sirve para algo?

Alejandro: Pues sí, aunque a decir verdad yo no lo sabía, pero la profesora nos habló y, yo diría
que también nos mostró, cómo nosotros diariamente utilizamos la lógica en nuestra vida, claro
que sin saberlo...

Juliana: ¿A poco? ¿Por ejemplo?

Alejandro: Pues mira ... déjame pensar... ¡ah, ya sé! Veo que traes tu paraguas, ¿por qué lo traes?
Juliana: Porque vi por la ventana y observé que estaba nublado, así que supuse que lo debía traer
porque seguramente iba a llover...

Alejandro: Me acabas de dar el ejemplo perfecto. De acuerdo con lo que explicó la maestra,
nosotros construimos diariamente argumentos para tomar decisiones, para defender nuestras
ideas, para criticar o refutar las de otros...

Juliana: ¿Argumentos? ¿Y eso qué es?

Alejandro: Un argumento es un tipo de pensamiento en el cual defendemos una idea o conclusión


y ofrecemos razones para apoyarla, estas razones son conocidas técnicamente como premisas.

Juliana: Pues no entiendo qué tiene qué ver eso del argumento con mi sombrilla...

Alejandro: Es muy sencillo... tú concluiste que llovería sobre la base de que viste que el cielo
estaba nublado, es decir, pensaste: Si está nublado entonces va a llover, hoy está nublado (porque
lo viste al asomarte a tu ventana) y de ahí concluiste que iba a llover y tomaste la decisión de traer
tu paraguas. Es más, quizá no lo pensaste explícitamente, pero también el hecho de decidir traer
un paraguas supone otro argumento, por ejemplo: "Si no llevo mi paraguas me mojaré, no quiero
mojarme, por lo tanto llevaré mi paraguas".

Juliana: Oye, pues según veo, sí me perdí demasiado de la clase y además suena interesante.
Ahora escuchándote me doy cuenta que desde que me desperté he estado elaborando
argumentos...

Alejandro: ¿Sí? ¿Como cuáles?

Juliana: Pues... Por ejemplo le dije a mí mamá que ella había tomado mis llaves porque sólo
vivimos ella y yo en la casa. Así que, si yo no había tomado las llaves, forzosamente ella debió
tomarlas, eso es lo que sería un argumento ¿no es así?

Alejandro: De hecho sí, pues hay una conclusión y razones que ofreces para apoyarla o
defenderla... aunque habría que ver si es un buen argumento.
Juliana: Claro que lo es...a menos que creas que existen fantasmas y ellos se llevaron mis llaves...

Alejandro: Mmmmmmm ¿Y tu gato? Si no mal recuerdo tienes un gato ¿no?

Juliana: Sí, pero eso qué...

Alejandro: Pues cabría la posibilidad de que él hubiera tomado tus llaves para jugar, ¿no? Es decir,
si efectivamente sólo vivieran tú y tu mamá en casa y si es que tú estás segura que no las
guardaste, es muy posible que fuera cierto eso de que tu mamá habría tomado las llaves, pero si
pensamos que hay un tercer factor que no habíamos contemplado, entonces ya resulta un poco
dudosa o por lo menos cuestionable tu conclusión ¿no crees?

Juliana: Sí...tienes razón, ahora que lo pienso al gato le encanta jugar con cosas pequeñas...quizá él
las tomó...

Alejandro: ¡Ya hasta elaboraste otro argumento!

Juliana: ¿Cuál?

Alejandro: El gato juega con cosas pequeñas, mis llaves son pequeñas, así que concluyes que el
gato pudo haber tomado las llaves.

Juliana: Oye, pues sí es verdad eso de que usamos la lógica en nuestra vida cotidiana y ¿de qué
más hablaron en la clase? Ya hasta me interesó...

Alejandro: Pues la profesora también nos habló de que la lógica es útil para lograr la coherencia
entre nuestras ideas.

Juliana: ¿Coherencia? ¿Y eso qué es?

Alejandro: Pues es que haya una relación lógica entre lo que concluimos y las razones en que nos
apoyamos.
En eso irrumpe otro compañero (Pedro)...

Pedro: ¡Qué tal! ¿Qué cuentan?

Juliana: Pues aquí hablamos de la clase de lógica

Pedro: ¡Ah!....pues hablando de la clase de lógica estoy muy enojado, entregué todas las tareas y
reprobé el examen, ¿no es eso algo ilógico?

Alejandro: Pues depende...

Pedro: ¿Depende de qué...?

Alejandro: Pues depende de si realmente entregaste todas las tareas. Además tendríamos que
preguntarnos si esas tareas que entregaste las hiciste a conciencia y comprendiste perfectamente
lo que hacías o sólo las copiaste. Si hiciste lo primero, es decir, si las elaboraste a conciencia y
comprendiste perfectamente lo que hacías, tienes toda la razón...sí es totalmente ilógico que
hayas reprobado, pero si hiciste lo segundo, es decir, copiar las tareas, ya no es tan ilógico y,
conociéndote... pues yo diría que más bien fue lógico que hayas reprobado el examen...

Pedro: Mmmm, ya mejor ni les cuento más...en lugar de que me apoyen...

Alejandro: Pues es que tu argumento no es muy bueno que digamos...

Pedro: ¿Y a poco tú sabes cómo reconocer buenos argumentos?

Alejandro: Pues la lógica es útil en nuestra vida diaria porque se ocupa precisamente de establecer
criterios para distinguir los buenos argumentos de los malos...

Pedro: ¿Criterios? ¿Como cuáles?


Alejandro: La lógica formal se ocupa de criterios como el de la validez. En cambio la lógica informal
se ocupa de criterios tales como: la corrección, la suficiencia, la verdad, la relevancia y la solidez.
Por ejemplo, en tu argumento tendríamos que ver si es verdad que entregaste todas las tareas,
evaluar si ese es un dato relevante para aprobar el examen, si es suficiente para aprobar el
examen, etc...

Pedro: Bueno, mejor ya me voy a estudiar y hacer mis tareas a conciencia para no reprobar el
siguiente examen...

Pedro se retira y Alejandro y Juliana continúan conversando:

Juliana: Ahora, escuchándote me doy cuenta que la lógica nos enseña a pensar.

Alejandro: No exactamente. La profesora más bien dijo que la lógica no nos enseña a pensar, pues
nosotros ya pensamos, sino que nos enseña a pensar correctamente, o sea a dar coherencia y...
¡ya no me acuerdo! déjame reviso en mi cuaderno qué más dijo... ¡Ah, sí, aquí está!... La lógica nos
ayudará a dar coherencia, orden, claridad, elegancia, precisión y profundidad a nuestras ideas y
con ello podremos expresarlas con mayor claridad tanto a nosotros mismos como a los demás... -
Alejandro cierra su cuaderno- ¡ah! y algo también fundamental para lo que sirve pensar
correctamente es para tomar buenas decisiones.

Juliana: No me acaba de quedar clara la relación entre tomar buenas decisiones y la lógica...

Alejandro: Pues el traer paraguas es una decisión que tomaste con base en la lógica, es decir,
formulando un argumento, muy probablemente no de manera explícita. No sólo en ese tipo de
decisiones nos ayuda la lógica, también en aquellas de carácter más existencial o vital...

Juliana: ¿Cómo?

Alejandro: Por lo que entendí, la manera en cómo vivimos tiene que ver con nuestro sistema de
creencias, las cuales son ideas, opiniones o más técnicamente –como diría la maestra-
proposiciones; esas creencias son las que guían nuestras acciones, por lo que si aspiramos a tener
una vida recta o feliz, tendríamos que evaluar si dichas creencias son verdaderas y, con ello,
sabríamos si son guías seguras de nuestra acción; en caso contrario, tendríamos que desecharlas y
cambiarlas por ideas mejor fundamentadas o argumentadas, ya que si son creencias falsas en
lugar de acercarnos a nuestros fines vitales, nos alejarían de ellos, conduciéndonos al fracaso o a
una vida mala.

Juliana: Pues gracias por la lección de lógica que me diste hoy, aprendí mucho aunque no estuve
presente, pero la próxima clase sí llegaré temprano.

Alejandro: Sí...si quieres aprender lógica tienes que llegar temprano a la clase, por lo que si no
llegas temprano a la clase... ¡eso demostrará que no quieres aprender lógica! ¿no?

Juliana: Sí, definitivamente está muy claro tu argumento...

Ambos estudiantes ríen y se dirigen a su siguiente clase.

¿Por qué crees que es importante tener un razonamiento correcto?

Dado que el razonar "es una forma especial de pensamiento en la cual se resuelven problemas, se
realizan inferencias, esto es, se extraen conclusiones a partir de premisas", es necesario razonar
bien para encontrar a esos problemas una solución correcta. De no ser así, es decir, de generar
soluciones incorrectas para los problemas que enfrentamos, corremos el riesgo de provocar o de
caer en situaciones aún más terribles o complicadas de las que pretendíamos salir al intentar
razonar.

Es muy importante conocer los principios o, lo que es lo mismo, las normas o ideas fundamentales
que aseguran la corrección en el razonamiento. Por eso la Lógica tiene como tarea indagar y
reflexionar acerca de esos principios generales involucrados en el razonar correcto. En su
indagación, ha descubierto cuatro importantes principios que, por ello, deben ser asumidos como
las primeras proposiciones o normas para razonar correctamente:

Principio de Identidad

Es muy importante conocer los principios o, lo que es lo mismo, las normas o ideas fundamentales
que aseguran la corrección en el razonamiento. Por eso la Lógica tiene como tarea indagar y
reflexionar acerca de esos principios generales involucrados en el razonar correcto. En su
indagación, ha descubierto cuatro importantes principios que, por ello, deben ser asumidos como
las primeras proposiciones o normas para razonar correctamente:
Principio de Identidad

Principio de No contradicción

Principio de Tercio excluso o Tercio excluido

Principio de Razón suficiente

Principio de identidad

Alicia en el país de las maravillas

Observa el dibujo realizado por John Tenniel en el que aparecen los


gemelos Tweedle dee y Tweedle dum.

¿Quién es el gemelo tweedle dee?, ¿quién es tweedle dum? El caso de Alicia es complicado, pues
ella es incapaz de distinguir un gemelo de otro.

Alicia es incapaz de distinguir un gemelo de otro, ya que desconoce sus


características esenciales (mínimas indispensables) que hacen a esa clase de
objetos llamados gemelos, ser gemelos y a la vez contar con la localización de
las características específicas (individuales) de cada uno de ellos.

Alicia necesita contar con una descripción muy bien delimitada de cada uno de los gemelos, o
dicho de otro modo, saber lo que pertenece a cada uno de ellos para no confundirlos y poder
generar inferencias adecuadas respecto de cada uno de ellos. De otra manera, si confunde las
características individuales de Tweedle dee y Tweedle dum, generará malas inferencias y, por
ende, razonará incorrectamente.

¿Qué debemos tener en cuenta para razonar correctamente?

Generar razonamientos correctos requiere partir de la clara distinción de las características


propias de la clase de objetos a las cuales hacen referencia los términos o palabras involucrados
en el razonamiento, de otra manera, corremos el riesgo de atribuir erróneamente una
característica, capacidad o cualidad a alguna de ellas y, entonces, promover las condiciones
propicias para generar malas inferencias (extraer conclusiones a partir de enunciados). Y esto es,
precisamente, lo que el principio de identidad busca evitar.

eñala Ferrater Mora, una formulación del principio de identidad (FERRATER MORA, José, 2001, II
Tomo), es:

‘a pertenece a todo a’

Es decir, ‘a’ (el conjunto de características propias, específicas) pertenece a todo ‘a’, (el individuo
único e irrepetible que las posee).

Esto quiere decir que el significado de las palabras involucradas en la inferencia (extraer
conclusiones a partir de enunciados) debe mantenerse idéntico a lo largo de la misma para
asegurar la corrección al razonar, pues en ocasiones la mayoría de las palabras tienen más de un
significado literal.

Ejemplos

jemplo 1:

El poder tiende a corromper

El conocimiento es poder

Por lo tanto, el conocimiento tiende a corromper

En esta proposición el término "poder" significaposesión del control sobre las personas

En ésta "poder" significa habilidad para controlar las cosas

Al utilizar la misma palabra (poder) para hacer referencia a dos clases de objetos diferentes,
inferimos erróneamente que el conocimiento tiende a corromper a quien lo posee, pues le
atribuimos las características que corresponden a la clase de poder señalada en la primera
proposición, a la clase de poder señalada en la segunda.

Ejemplo 2:

Siempre que afirmemos:

"La luna es el satélite de la tierra"

Lo que estaremos queriendo decir es que la luna es el satélite de la


tierra. Por consiguiente, cualquier proposición en una inferencia debe
ser un enunciado con sentido porque la proposición que afirma: "La luna
es el satélite de la tierra", asume que "luna" es equivalente a "satélite
de la tierra". Sólo así, siguiendo el ejemplo anterior, podemos inferir
correctamente que lo que es verdad para "luna", es verdad para
"satélite de la tierra".

La luna es el satélite de la tierra.


p    ----->    p

El satélite de la tierra es la luna.


p    ------------------>    p

Conclusión

Así, el principio de identidad pide que las palabras y los enunciados de


nuestras inferencias (extraer conclusiones a partir de enunciados)
tengan un mismo y único significado a lo largo de las mismas. Por esta
razón, otra manera de formular el principio de identidad (FERRATER
MORA, José, 2001, II Tomo) es la siguiente:

p —> p [si p, entonces p]


p <=> p [p, sí y sólo sí p]

Principio de No contradicción

Alicia en el país de las maravillas

Observa el dibujo de John Tenniel en el que aparece el gato


Cheshire.

¿Qué razones tiene Alicia para decir que el gato está presente?

Alicia es incapaz de encontrar razones para decir


que el gato está presente, que el gato es, que
existe. Tampoco tiene razones para decir que el
gato no está presente, que el gato no es, que no
existe. Por ello, se encuentra en la incómoda
posición de no poder inferir nada acerca de él. En
efecto, si infiere que es, puede estar en un error, si
infiere que no es, también puede estar en un error,
pues no cuenta con suficientes razones para afirmar
ni una cosa, ni la otra.

Alicia se ve en el dilema de asumir como verdadera la


proposición: "El gato está presente" "el gato es, existe" o
asumir como verdadera la proposición "el gato no está
presente", "el gato no es, no existe", pues no puede aceptar
como verdaderas ambas, ya que la aceptación de una, implica la
negación de la otra:

¿Qué puede inferir Alicia con respecto a cada una de las


posibilidades que se le presentan? Toca en el diagrama el
recuadro para elegir una opción e identifica la inferencia
correcta.

El gato es,
existe
Verdadero
Falso
El gato no es,
no existe
Verdadero
Falso

¿Qué pasa cuando al razonar es imposible afirmar la verdad o falsedad de


una proposición? ¿Podemos razonar con claridad, rectitud, corrección? Es
más, ¿podemos, acaso, iniciar y, por ende, generar y, entonces, obtener
alguna inferencia?

Alicia necesita o bien asumir como verdadera la proposición que afirma la


existencia del gato, o bien asumir esa misma proposición como falsa; pero
no puede asumir esa misma proposición como verdadera y falsa a la vez,
pues, de hacerlo así, no podrá generar ninguna inferencia correcta al
respecto. En caso de, bajo esta base, generar alguna, no tiene otra
alternativa que errar, que equivocarse. Así, Alicia debe tomar una
decisión:

1 2
Al asumir que es
Asumir que es falsa
verdadera la O bien,
la proposición:
proposición:
"El gato es, existe" "El gato es, existe"
Y, entonces… Y, entonces…
Inferir que es
Inferir que es falsa la
verdadera la
proposición
proposición:
"El gato está "El gato está
presente" presente"
Alicia NO puede: Alicia NO puede:
Inferir que es
Inferir que es falsa la
verdadera la
proposición:
proposición
"El gato está "El gato está
presente" presente"
No podemos afirmar cosas contrarias, con cosas contrarias, dice
Aristóteles en su Metafísica.
Alicia DEBE: Alicia DEBE:
Asumir que es
Asumir que es falsa
verdadera la
la proposición:
proposición
"El gato no es, no "El gato no es, no
existe" existe"
«Si una proposición es verdadera, su negación es falsa, y si una
proposición es falsa, su negación es verdadera»

Ejemplos

Un médico en un hospital psiquiátrico le dice a otro:


―Juan, el paciente de la sala B, cree que es de cristal y, por eso, ha
pedido dormir en una cama de paja. Si pidiera hacerlo en una cama de
piedra, cometería un grave error; es más, sería algo completamente
absurdo, ¿no crees?

¿Qué pasa aquí?

El médico apela al principio de no contradicción, pues su razonamiento


podría ser reconstruido de la manera siguiente:

Es verdad que las cosas de cristal son frágiles y requieren de una


envoltura que las proteja.
Es verdad que Juan cree que es de cristal.

Juan cree que es verdad que es frágil y que es verdad que requiere de
una envoltura que lo proteja.

Es correcto que Juan pida dormir en una cama de paja e incorrecto que
pida dormir en una cama de piedra, pues si pidiera dormir en una cama
de piedra, asumiría que no es verdad que requiere de una envoltura que
lo proteja, que no es verdad que es frágil y que no es verdad que es de
cristal. Pero, como él asume que es verdad que es de cristal, no puede
asumir, al mismo tiempo, que no es verdad que es de cristal y,
entonces, querer dormir en una cama de piedra.

Generar razonamientos correctos exige asumir como verdaderas o falsas


las proposiciones que componen la inferencia y, entonces, aceptar como
verdaderas o falsas, las proposiciones derivadas de ellas. Asumir tal o
cual valor de verdad para las proposiciones impide generar malas
inferencias. Y esto es, precisamente, lo que el principio de no
contradicción busca normar.

Si se diera el caso que, en el discurrir de la inferencia, se descubre que


el valor de verdad de una proposición es contrario al asumido al
principio, entonces habremos logrado reducir ese argumento al absurdo
y, por tal razón, haber probado su invalidez.

Conclusión

El principio de No contradicción nos indica que es imposible afirmar que


una proposición es verdadera y que es falsa al mismo tiempo y bajo las
mismas circunstancias. Por ello, postula que, para generar
razonamientos correctos es necesario que, una vez asumido un
determinado valor de verdad para las proposiciones involucradas en la
inferencia, debe mantenerse idéntico a lo largo de todo su desarrollo. Si
llegara a ocurrir que a alguna de ellas, en el seguimiento de la inferencia
puede ser atribuido un valor de verdad contrario al inicial, será
necesario considerar tal proposición como insostenible, rebatible,
inadmisible.

Así, el principio de no contradicción postula que, sólo es posible asumir


un valor de verdad posible (verdadero o falso) para las proposiciones.
De no ser así, corremos el riesgo de errar en nuestro razonamiento. Por
ello, el principio de no contradicción se representa gráficamente de la
manera siguiente:

•~ (p •~p) [no a la vez p y no p]

Principio de Tercio excluso

Alicia en el país de las maravillas

Observa el dibujo de John Tenniel en el que aparecen los soldados de la


reina.

¿Qué puede aseverar Alicia respecto de los soldados de la reina? ¿Puede


sostener que es verdad que son hombres? ¿Puede alegar que es verdad
que son naipes? Aún más, ¿puede certificar que es falso que son
hombres?, ¿puede probar que es falso que son naipes?

Entonces, ¿qué son los soldados de la reina?

a)  Son hombres
b)  Son naipes
c)  Son hombres y naipes
d)  No se puede decir

¿Qué pasa cuando, al razonar, dos proposiciones que están opuestas


contradictoriamente pueden ser ambas falsas? ¿Podemos razonar con
rectitud, corrección, claridad?

X
Alicia necesita otorgar un valor de verdad definido a cualquiera de las dos
proposiciones que estáán contradictoriamente opuestas (Cf. FERRATER
MORA, José, 2001, III Tomo). De otro modo, caerá en eternas
contradicciones que le impedirán razonar correctamente. Por
consiguiente, Alicia debe estar en capacidad de afirmar que si la
proposición "los soldados de la reina son hombres", es verdadera,
entonces, la que afirma "los soldados de la reina no son hombres", es
falsa, y viceversa. Si quiere generar razonamientos correctos, Alicia no
puede admitir:

ES FALSO QUE:

Los soldados de la
Los soldados de la
reina no son
reina son hombres
hombres

Si ambos son falsos, ¿qué puede ser verdadero?


¿Que los soldados de la reina son y no son hombres?
Por tanto, si Alicia quiere componer razonamientos correctos, debe asumir
que:

Los soldados de la
O bien es Los soldados de la Entonces, es falso
reina no son
verdadero que reina son hombres que
hombres
Los soldados de la
Los soldados de la Entonces, es
O bien es falso que reina no son
reina son hombres verdadero que
hombres

Ejemplos

Lee el siguiente extracto del cuento de Las catacumbas de


Misraim, (ENDE, Michael: 1993, 111-112) y presiona el
fragmento que está contrapuesto contradictoriamente al ya
marcado.

La idea le vino de pronto y era incontrovertible. No había modo de


defenderse de ellas: él Iwri, era diferente de las demás gentes del
pueblo de las sombras. Desde luego no le hacía feliz descubrirlo.
Se hallaba en su nicho de dormir y no podía conciliar el sueño. Tenía los
ojos clavados en el techo duro, negro y pétreo a un palmo de su rostro.
Intentó recordar, pero fue en vano.
Antes su sueño, como el de todas las demás sombras, era un estado de
inconsciencia rígida, un espacio vacío y oscuro entre las fases de
actividad y toma de alimentos. Últimamente, sin embargo, algo había
cambiado. Durante el sueño recibía impresiones borrosas, imágenes que
pasaban por su mente, sentimientos desconocidos que le
asaltaban. Recordaba vagamente haber llegado en uno de esos estados
imprecisos al final del mundo Misraim y haber visto allí aberturas que
permitían contemplar algo situado fuera de las catacumbas. Su
memoria no recordaba ya lo que había sido ese espacio exterior, pero
sus mejillas siempre estaban mojadas de lágrimas al despertar. […]
Según la doctrina oficial que nadie ponía en duda, el mundo de Misraim,
ese universo laberíntico de pasillos, escaleras, salas, pasadizos, cámaras
y cuevas en los que vivía, trabajaba, dormía y se reproducía el pueblo
de las sombras era la única realidad posible. Grandes sabios habían
calculado que si el sistema de catacumbas no era infinito, al menos era
ilimitado. Gracias a una imperceptible curvatura de todos los espacios,
un hipotético personaje que se moviera siempre en una misma dirección
volvería, al cabo de un viaje inimaginablemente largo, a su lugar de
partida desde el lado contrario. Y daría igual si para ello utilizaba los
pasillos y túneles ya conocidos o si excavaba otros nuevos en cualquier
dirección. Desde entonces la cuestión de lo que posiblemente existía
más allá de los límites de Misraim fue descalificada como insensata y no
se volvió a plantear. Un espacio exterior no podía, sencillamente, existir
[…]
Revisar

Conclusión

Generar razonamientos correctos requiere asumir como verdadera o


falsa alguna de las dos proposiciones opuestas de forma contradictoria.
Esto es lo que el principio de tercio excluso advierte. Así entendido,
aclara este mismo autor, el principio de tercio excluso puede
representarse gráficamente de la manera siguiente:

(p • ~p) [Si "S es P" es verdadero, "S no es P", es falso]

Ahora bien, como advierte Ferrater Mora, mientras que "el principio de
no contradicción enuncia que en la lógica tradicional dos juicios opuestos
contradictoriamente no puede ser ambos verdaderos; el de tercero
excluido sostiene la verdad de uno y la falsedad de otro, sin indicar,
desde luego, a cual corresponde ser verdadero o falso" (FERRATER
MORA, José, 2001, III Tomo), también es posible representar
gráficamente de la siguiente manera:

p v ~p (toda proposición, o bien es verdadera, o bien es falsa)

Principio de Razón suficiente

Alicia en el país de las maravillas

Observa los dibujos elaborados por John Tenniel para el libro Alicia en el


país de las maravillas.

¿Hay alguna explicación para que el conejo siempre vaya apresurado?

¿Qué razones hay para el festejo del no cumpleaños?

¿Hay razón para que la reina ordene que le corten la cabeza a los
hombres naipe?

En ninguna de las situaciones que se presentan es posible encontrar una


explicación; tampoco un propósito. El conejo siempre va apresurado, no
sabemos la razón. El sombrerero festeja continuamente el no
cumpleaños, pero no se sabe el propósito de que la celebración sea
perpetua. La reina sólo ordena cortar la cabeza de la persona que la
haga rabiar, pero esto no justifica que tome ese tipo de decisiones.

Al no poder encontrar razón o propósito alguno, Alicia va de tumbo en


tumbo, de situación en situación sin decidir nada, naufragando en el
mar de los acontecimientos. Ella simplemente es llevada y, por ello, lo
que hace allí no lo hace por algo y para algo. En realidad, su hacer no
tiene justificación y, por esta razón, su actividad no tiene condición de
responsabilidad. Ella es un simple títere en el vaivén de los
acontecimientos.

¿Qué pasa cuando al razonar nos es imposible encontrar razones,


propósitos de los acontecimientos? ¿Podemos generar inferencias que
nos permitan imaginar, anticipar, proyectar, proponer y, por ende tomar
postura, actuar frente a los acontecimientos?
Alicia necesita encontrar explicaciones (por
qué) y propósitos (de los acontecimientos), de
otro modo, corre el riesgo de no alcanzar a
construir ninguna explicación y, debido a ello,
no tener opción de actuar (tomar decisiones)
frente a los acontecimientos sino, simplemente,
dejarse llevar por ellos.

¿Qué debemos tener en cuenta para razonar correctamente?

Componer razonamientos correctos supone buscar y


encontrar los cimientos que explican los acontecimientos. En
efecto, no podemos generar inferencias correctas si no
contamos con los por qué y para qué de los acontecimientos,
fenómenos, accidentes y eventos, que tienen lugar a nuestro
alrededor así como de las proposiciones con las cuales los
describimos y los discursos (argumentos) con los que los
explicamos. Así, el principio de razón suficiente sale al paso
para advertirnos que es necesario tener fundamentos (saber
el por qué y/o para qué) de las descripciones y explicaciones
que se lleven a cabo de fenómenos (pasados, presentes,
futuros, posibles, imaginarios) que tengan o puedan tener
lugar.

Ejemplos

Lee el siguiente fragmento de La sala número seis (CHÉJOV,


Anton. Novelas Cortas, 2009, 95-97) que ejemplifica cómo se
cumple o se rompe el principio de razón suficiente. El texto que
se encuentra subrayado rompe con el principio, localiza y
presiona el fragmento en el que sí se aplica.

Una mañana de otoño, con el cuello del abrigo subido y chapoteando


por el barro, Iván Dmítrich se dirigía por callejones y patios traseros a la
casa de un menestral, donde había de hacer efectiva cierta
ejecutoria. Estaba de un humor sombrío, como todas las mañanas. En
uno de los callejones se tropezó con dos presos, cargados de cadenas,
que conducían cuatro soldados armados con sus fusiles. Muy a menudo
se habían encontrado antes con presos, que siempre despertaban en él
sentimientos de piedad y desazón, pero esta vez le produjeron una
impresión particular y extraña. Le pareció que también a él podían
cargarlo de cadenas y conducirlo por entre el barro a la cárcel. […] A la
caída de la tarde no encendió el quinqué en su cuarto y la noche la pasó
en vela pensando que podían detenerlo, cargarlo de cadena y meterlo
en la cárcel. Se sabía inocente y podía asegurar que en el futuro nunca
mataría a nadie, no quemaría ni robaría nada; pero […] ¿No era posible
una calumnia, un error judicial, en fin? […] Por la mañana, Iván
Dmítrich se levantó horrorizado, con la frente cubierta de un sudor frío y
convencido ya de que en cualquier momento podían llevárselo preso. Si
las penosas ideas de la víspera tardaban tanto en abandonarle –
pensaba–, era porque en ellas había cierta dosis de verdad. En efecto,
no podían venirle a la cabeza sin razón alguna.
[…] Y para Iván Dmítrich llegaron unos días y noches horribles. Todos
cuantos pasaban por delante de sus ventanas y entraban al patio le
parecían soplones y polizontes. Hacía el mediodía solía pasar el jefe de
la policía que, en su carruaje, tirado por dos caballos, se dirigía de su
hacienda de las afueras de la ciudad a sus oficinas; pero Iván Dmítrich
creía cada vez que iba demasiado de prisa y con una expresión
particular: seguramente iba a anunciar que en la ciudad había aparecido
un delincuente de singular importancia. Iván Dmítrich se estremecía a
cada llamada en la puerta, angustiado, cuando el ama de la casa recibía
a una persona nueva; al encontrarse con los policías y gendarmes,
sonreía y silbaba para dar muestras de indiferencia. Pasaba las noches
sin pegar el ojo, esperando que vinieran a detenerlo, pero suspiraba y
hacía como que roncaba para que la dueña creyese que dormía; porque,
si no dormía, era que le remordía la conciencia. ¡Qué indicio! Los hechos
y la lógica sensata le llevaban a la convicción de que todos estos
temores eran un absurdo, una psicopatía, que en realidad, bien miradas
las cosas, la detención y la cárcel no tenían nada qué ver cuando la
conciencia de uno estaba tranquila; pero cuanto más lógicos eran sus
razonamientos, mayor y más dolorosa era su inquietud espiritual.
[…] Iván Dmítrich, viendo la inutilidad de sus intentos, acabó por
abandonarlos, dejó de razonar y se entregó por entero a la
desesperación.
[…] Al llegar la primavera, cuando se derritió la nieve, en un barranco,
cerca del cementerio, aparecieron dos cadáveres en avanzado estado de
descomposición –de una vieja y un chico–, con señales de muerte
violenta. […]Iván Dmítrich, para que no se pensase que el autor del
crimen había sido él, caminaba sonriente por las calles, y al encontrarse
con un conocido, se ponía pálido y rojo, insistiendo en que no había
nada más infame que el asesinato de personas débiles e
indefensas. Pero esta hipocresía no tardó en fatigarle, y después de
pensarlo llegó a la conclusión de que en su situación lo mejor era
esconderse en el sótano de la casa.  […]A primera hora de la mañana,
antes de la salida del sol, llegaron unos obreros. Iván Dmítrich sabía
muy bien que habían acudido, llamados por la dueña, para arreglar el
horno de la cocina, pero el miedo le hizo creer que eran policías
disfrazados. Salió disimuladamente de su cuarto y, aterrorizado, sin
gorro y sin levita, echó a correr por la calle. Le siguieron ladrando los
perros, alguien gritó a sus espaldas, el viento le silbaba en los oídos…
Iván Dmítrich creyó que la violencia de todo el mundo se había reunido
tras él, tratando de darle alcance. Lo detuvieron, lo llevaron a casa y
mandaron a la dueña en busca del médico. El doctor […] le recetó
comprensas frías en la cabeza y gotas de laurel y guindas, meneó
tristemente la cabeza y se marcho, diciendo a la dueña que no volvería
más, puesto que era imposible hacer nada cuando la gente quería
volverse loca.
Revisar

Conclusión

El principio de razón suficiente sale al paso para evitar errores que


pueden conducir, incluso, a la locura, pues es de vital importancia tener
en cuenta que ningún hecho puede ser verdadero o existente y ninguna
enunciación verdadera sin que haya una razón suficiente para que sea
así y no de otro modo.

Por ello, en tanto norma del razonamiento correcto, el principio de razón


suficiente señala que, para otorgar valor de verdad a cualquier
proposición, es necesario contar con razones para ello y que, por
consiguiente, inferencias desarrolladas sin sustento alguno pueden
llevarnos a acciones fuera de lugar que, incluso, ponen en riesgo
nuestra salud y seguridad mental.

Un  silogismo
ES UN argumento
deductivo  FORMADO POR:
TRES
PROPOSICIONES

La premisa M ayor, PREMISA menor


conclusión.
LAS PREMISAS contienentres términos
el menor (S)el medio (M)y el mayor (P)
Cada términoaparece en sólo dosproposiciones.
Un silogismo categórico está en forma estándar cuando sus premisas y su conclusión están
arregladas en cierto orden específico.
Un ejemplo sería:

PREMISA MAYOR: Ningún héroe es cobarde


Término mayor (P) Término medio (M)
PREMISA MENOR: Algunos soldados son cobardes
Término menor (S) Término medio (M)
CONCLUSIÓN: Algunos soldados no son héroes
Término menor (S) Término mayor (P)

FALACIAS
 Tipos de falacias
 Nivel aprendiz
 Nivel avanzado
 Nivel experto
 Conclusión
 Bibliografía

En nuestra vida diaria argumentamos constantemente o


escuchamos argumentos de la gente que nos rodea; los oímos en
la radio, los vemos en la televisión, los leemos en el periódico o en
Internet, etc. En este contexto solemos encontrar argumentos a
los que denominamos falacias. Por ejemplo, Mafalda está diciendo
una de ellas.

Pero, ¿qué es 


una falacia?
Y, ¿cuál es la diferencia entre falacia y 
sofisma?

Una falacia es, como señala Irving Copi (1987), un argumento


incorrecto, pero psicológicamente persuasivo. La fuerza de
una falacia, reside en su carácter convincente, el cual se debe a
que tiene la apariencia de estar correctamente construido, pero
cuando lo analizamos con detenimiento, notamos que el paso de
las premisas a la conclusión no es el adecuado, debido a que
las premisas no son pertinentes para lo que se quiere defender.

Antiguamente solía hacerse una distinción entre falacia y sofisma


con base en la intención de la persona que argumentaba. De esta
manera se decía que, si quien argumentaba incorrectamente lo
hacía sin la intención de mentir, entonces estábamos frente a una
falacia. En cambio, si alguien formulaba un argumento consciente
del engaño, entonces estábamos frente a un sofisma. Sin
embargo, en la vida diaria resulta muy complicado saber si quien
argumenta incorrectamente lo hace de manera deliberada o no,
por lo cual frecuentemente esta distinción ha caído en desuso.

rtículos

La teoría de la intencionalidad de John Searle


The theory of intention of John Searle
Gabriel Jaime Arango Restrepo [1] gjarangor@ucn.edu.co
Fundación Universitaria Católica del Norte, Colombia

La teoría de la intencionalidad de John Searle

Sophia, Colección de Filosofía de la Educación, núm. 22, 2017

Universidad Politécnica Salesiana

2017 Universidad Politécnica Salesiana


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-
CompartirIgual 4.0 Internacional.

Recepción: 27 Agosto 2016


Aprobación: 20 Noviembre 2016

Publicación: 01 Enero 2017

DOI: 10.17163/soph.n22.2017.03

Resumen:El problema de la intencionalidad ha sido el foco de discusiones filosóficas desde sus


inicios hasta el día de hoy y las diferentes explicaciones que se han dado al respecto han dado pie a
la construcción de sistemas filosóficos de todo tipo. Lo común a estos sistemas ha sido el uso del
término intencionalidad, en sentido filosófico, separado del de intención, en el sentido vulgar, pese
a que ambos son actos voluntarios dirigidos hacia objetos. Dicho uso da lugar a confusiones que
evitan la producción de nuevo conocimiento y que, para ser aclaradas, implican un nuevo
tratamiento de la intencionalidad, para la cual es útil la filosofía del lenguaje y de la mente de John
Searle. Mediante la lectura crítica de algunos de sus textos más representativos al respecto y de
algunos autores que han hecho un análisis de ellos, este artículo comienza clarificando el concepto
de intencionalidad, entendiéndolo como una característica, tanto de la conciencia, como de la
voluntad. Luego, expone a grandes rasgos la teoría de la intencionalidad en John Searle, pasando de
los actos de habla a los estados mentales. Por último, describe los rasgos constitutivos del lenguaje
humano y lo compara con el lenguaje computacional. Se concluye que la intencionalidad es una
característica hasta ahora exclusiva de los seres humanos y que está en directa relación con el
lenguaje y el seguimiento de reglas.

Palabras clave:Intencionalidad, actos de habla, estados mentales, lenguaje, John


Searle.

Abstract:The issue of intentionality has been the center of attention of the philosophical
discussions, since it’s inception and continues to be a point of discussion today. The different
explanations given in this regard have laid the foundation for the construction of philosophical
systems of various types. What these systems have in common is that they use the term
‘intentionality’ in a philosophical sense, separate from the term ‘intention’ in a general sense,
despite that both terms are aimed at objects voluntary acts. This use of ‘intentionality’ without the
significance brought by the term ‘intention’ leads to misunderstandings, which does not permit the
production of new knowledge and in order to clarify them a new concept required of the term
‘intentionality’. In this sense, the philosophy of language and mind of John Searle is very useful. By
critically analyzing many of the most representative texts on Searle’s and other studies that have
been done on this matter the concept of intentionality the research makes it clear that it is a feature
of both the will and conscience. This paper will then touch on Searle’s theory of intentionality by
moving from speech acts to mental states. Finally, it describes the constituent features of the human
language, and compares it with the computer language. It concludes that intentionality, for the
moment, is exclusively a concept that can be applied to human beings and it is direct relationship
with language and following rules.

Keywords:Intentionality, speech acts, mental states, language, John Searle.

Forma sugerida de citar:

Gabriel Jaime Arango Restrepo (2017). La teoría de la intencionalidad de John


Searle. Sophia, colección de Filosofía de la Educación, 22(1), pp. 81-100.
Introducción

El problema de la intencionalidad ha sido uno de los problemas más


importantes de la filosofía, de tal manera que muchos filósofos, tales como
Schopenhauer, Brentano y Popper, lo han tomado como el problema fund

El problema de la intencionalidad ha sido uno de los problemas más


importantes de la filosofía, de tal manera que muchos filósofos, tales como
Schopenhauer, Brentano y Popper, lo han tomado como el problema fundamental
de la filosofía. Debido a esta misma importancia, debe procederse
cuidadosamente a la hora de partir de una u otra definición de ella, pues si ésta es
inadecuada, el sistema filosófico está débil desde sus bases.

La filosofía tradicional suele darle a los conceptos usos diferentes a los usos
comunes, por lo cual su lenguaje se presta para confusiones y, en consecuencia,
no logra avanzar en el conocimiento. De esto no ha salido bien librada la
intencionalidad, lo cual implica que es necesario abordar el problema desde otra
perspectiva. En este caso, se ha optado por la filosofía del lenguaje y de la mente
de la tradición analítica.

Este trabajo busca identificar de qué manera la teoría de la intencionalidad de


John Searle es una forma clara de abordar el problema y de proporcionar avances
en lo que se refiere al conocimiento. Se sostendrá la idea de que la
intencionalidad está en directa relación con el lenguaje y que, debido a esto, se
encuentra en relación de causalidad con el origen de las instituciones humanas.
Dicha idea cobra su importancia en el campo de la epistemología, pues permite a
la filosofía realizar avances respecto a temas como la inteligencia y la
objetividad, al igual que le permite dialogar con los avances científicos y
tecnológicos, los cuales no llegan siempre a conclusiones acertadas por falta de
conceptos bien definidos.

Se procederá haciendo lectura crítica de textos de John Searle referentes a la


intencionalidad y al lenguaje, al igual que de algunos estudios realizados al
respecto a partir del autor. Con base en esto, el texto se dividirá en tres capítulos:
el primero está dedicado al problema de la referencia, el cual es abordado desde
la teoría de los actos de habla; el segundo se aplica a clarificar el concepto de
intencionalidad y esboza brevemente la teoría de la intencionalidad de Searle; por
último, el tercero describirá los rasgos fundamentales del lenguaje, a la vez que
aplicará la teoría de la intencionalidad al lenguaje computacional.

La referencia como acto de habla


El problema de la referencia ha sido de vital importancia en la filosofía
analítica contemporánea, al igual que para la filosofía del lenguaje que se
despliega de dicha tradición, esto por su estrecha correspondencia con la
significatividad de los conceptos, entendida como la relación entre un término y
otro. Ahora, para hablar de la referencia debe tenerse claro, en primer lugar, el
concepto de Acto de habla. Esto se debe a que, para Searle, la referencia es uno
de ellos. Un acto de habla es la expresión de una intención mediante el ejercicio
del habla o la escritura, reforzado por la entonación y, en ocasiones, por gestos. A
su vez, hablar es participar en una forma de conducta gobernada por reglas.

Dicha forma de conducta es altamente compleja, pues está comprendida dentro


de un sistema de reglas que abarca una gran cantidad de aspectos, y es a lo que
Searle denomina institución. Por último, las reglas pueden ser regulativas o
constitutivas. Las primeras, las regulativas, son aquellas que regulan la conducta,
es decir, que dictan la forma en que deben llevarse a cabo las acciones. Éstas son
variables y no determinan la realización de tal o cual acción. Se pueden contar
entre ellas, por ejemplo, las normas de urbanidad, los dictámenes de la moda y
los hábitos de estudio y pueden ser expresadas en el analysans (es decir, en la
abstracción de un analysandum o proposición analizada) en forma de imperativo
hipotético: “si X, entonces haz Y”. Por otra parte, las reglas constitutivas son
invariables y hacen posible que se realice una acción. Son aplicables a los juegos
y a las leyes jurídicas y se expresan en forma de tautología:“X cuenta como Y en
el contexto C” (cf. Searle, 1994, pp. 42-45). Esto es importante porque los actos
de habla están regidos por reglas constitutivas, pero al ser emitidos comprenden
también reglas regulativas. Ambas son aprendidas dentro de una institución, es
decir, no existen reglas innatas.

Lo anterior lleva a Searle a buscar abstraer las reglas a partir de las cuales se
puede decir que se está realizando determinado acto de habla, partiendo de unas
condiciones específicas. En consecuencia, afirma que, para que un hablante lleve
a cabo un acto de habla cualquiera deben darse tres condiciones fundamentales:
1) Se dan las condiciones de input (requeridas para que el oyente pueda
comprender) y output (requeridas para hablar inteligiblemente, es decir, para que
el hablante se haga entender). 2) El hablante tiene la intención de que la oración
que emite produzca en el oyente la creencia de que se hace responsable que lo
que dice es cierto se dan por medio del reconocimiento de la intención de
producir esa creencia, y él tiene la intención de que este reconocimiento se logre
por medio del reconocimiento de que la oración se usa convencionalmente para
producir tales creencias. 3) Las reglas semánticas del dialecto hablado por el
hablante y el oyente son tales que la oración se emite correcta y sinceramente si y
sólo si se dan todas las condiciones requeridas para su emisión.
De estas tres condiciones se extraen las reglas para emitir cualquier acto de
habla. Esto quiere decir que una proposición o enunciado es la expresión de una
intención determinada mediante el seguimiento de unas reglas sin las cuales
dicha expresión no sería posible: una proposición cuenta como expresión de una
intención sólo cuando se cumplen todas las condiciones en el contexto adecuado.
Por ejemplo, la proposición “Acepto”, emitida por un contrayente, cuenta como
la aceptación de los compromisos matrimoniales sólo cuando se cumplen las
reglas del acto de habla de la aceptación en el contexto de un matrimonio.

Para Searle, a diferencia de la filosofía tradicional, toda emisión de un


enunciado es referencial. En este sentido, el enunciado “Juan fuma
habitualmente” es una referencia explícita a Juan. Sin embargo, también lo son
los siguientes enunciados: “¿Fuma Juan habitualmente?”, “¡Juan, fuma
habitualmente!” y “¡Pluguiese al cielo que Juan fumara habitualmente!”, por lo
cual es posible decir que todo acto de habla es una referencia a un objeto del cual
se predica algo (Searle, 1994, p. 31).

Ahora bien, la explicación de la referencia como acto de habla de Searle se


concentra, en un principio, en la referencia singular definida, es decir, en el caso
en el que el hablante se refiere a un objeto singular y predica algo de él. Con base
en esto, a continuación se puede ver cuáles son las condiciones para que pueda
realizarse una referencia singular definida, pero luego poner en claro qué se
quiere decir cuando se habla de ella.

El primer asunto problemático respecto a la referencia es el de los nombres


propios. Advirtamos los siguientes enunciados:

1. “Sócrates fue un filósofo”; y

2. “‘Sócrates’ tiene ocho letras”.

En ellos son obvias dos cosas:

Primero, ambas oraciones comienzan con la misma palabra, y, segundo,


el papel que la palabra juega en la emisión de la oración es
completamente diferente en los dos casos, puesto que en 1 tiene su uso
normal para referirse a una persona particular, y en 2 no tiene su uso
normal, sino que se habla sobre ella, como lo indica la presencia de las
comillas (Searle, 1994, p. 82).

Habitualmente se ha dicho que la palabra ‘Sócrates’ no es una palabra, sino que


es el nombre propio de Sócrates, o lo que es lo mismo, una mención a Sócrates.
No obstante, Searle juzga esta explicación como absurda, debido a que lleva a
pensar que cuando se escribe ‘Sócrates’ se está haciendo referencia al nombre
propio de Sócrates, pero cuando, por ejemplo, en otro texto un autor cita la
mención del nombre propio de Sócrates hecha en éste, se está refiriendo a esta
mención, y no al nombre propio de Sócrates. Y si en este texto se discute frente a
la posición del autor al respecto de esta mención, no se hace referencia al nombre
propio de Sócrates, sino a la mención de la mención hecha por dicho autor y así
ad infinitum.

Searle resuelve esto de manera muy sencilla: “las palabras que van
entrecomilladas han de considerarse como palabras sobre las que se está
hablando (o palabras que se citan, etc.), y no como palabras que un hablante usa
con sus usos normales” (Searle, 1994, p. 84). Dado esto, todo sustantivo usado en
un enunciado tiene referencia; no hay sustantivos que no sean palabras, sino que
hay palabras que se refieren a otras palabras, al igual que pueden referirse a
objetos físicos, como una mesa, o a personajes ficticios, tales como Cancerbero o
Sherlock Holmes. La referencia singular definida es la representación oral o
escrita de un objeto cualquiera sea éste físico, lingüístico o ficticio.

Dicho esto, es necesario observar las condiciones para que pueda ser realizado
el acto de habla de la referencia, el cual ha sido fundamental en la filosofía de
todo tiempo y lugar, siempre que ésta se ha ocupado del conocimiento, o mejor
dicho, de la intencionalidad de un hablante cuando se refiere a un objeto del
mundo. Por demás, esto trasladará el problema del terreno de la semántica al de
la pragmática, del significado de las palabras a su relación con los eventos y, por
ende, de la filosofía del lenguaje a la filosofía de la mente.

Debe tenerse en cuenta, primero, que hay dos axiomas para la referencia, a
saber: el axioma de existencia y el axioma de identidad. El primero consiste en
que “cualquier cosa a la que se hace referencia debe existir” (Searle, 1994, p. 85),
recordando que, como se dijo anteriormente, los objetos pueden ser físicos,
lingüísticos e, incluso ficticios 1 . El segundo axioma se expresa de la siguiente
manera: “Si un predicado es verdadero de un objeto, es verdadero de todo lo que
sea idéntico a ese objeto, independientemente de las expresiones que se usen para
hacer referencia a ese objeto” (Searle, 1994, p. 85). Searle incluye un tercer
axioma, el cual llama de axioma de identificación, a saber: “Si un hablante se
refiere a un objeto, entonces él identifica o es capaz, si se le pide, de identificar
para el oyente ese objeto separadamente de todos los demás objetos” (Searle,
1994, p. 87).

Hay que diferenciar aquí una referencia completamente consumada de una


referencia llevada a cabo con éxito. En la primera no hay ambigüedad alguna
frente a cuál es el objeto que el hablante está identificando con la referencia; por
ejemplo: “Sócrates es un filósofo”. En la segunda el hablante, pese a que no
identifica el objeto sin dar lugar a una posible ambigüedad, puede describir el
objeto si se le pide que lo haga. Esto se da cuando el oyente puede no identificar
el objeto al cual se refiere el hablante, pero si a éste se le pide dar cuenta por él,
éste puede describirlo de manera que el oyente pueda identificarlo. Al respecto,
el profesor Freddy Santamaría afirma que para Searle, siguiendo a Frege, no
basta un predicado descriptivo para identificar el modo en que se presenta el
referente. Por el contrario, el hablante debe darle al oyente suficientes
descripciones como para que éste tenga la información suficiente acerca del
referente, de manera que puedan darse las condiciones de input y output:

Según Searle cualquier persona que use un nombre propio y se lo enseñe


a otros, bien sea de manera ostensiva o por medio de una descripción
(ambos métodos conectan el nombre al objeto para distinguirlo de otros
objetos), debe estar preparada para sustituirlo por una descripción
identificadora del objeto al que se hace referencia mediante el nombre
propio, es decir, debe tener la habilidad para responder a la pregunta:
¿Acerca de quién o de qué estás hablando? (Santamaría, p. 112).

Ahora bien, algunas de estas descripciones pueden ser falsas o pueden no estar
corroboradas, pero si al menos una de ellas corresponde al objeto referenciado,
entonces ésta logra identificarlo al oyente. Dado esto, las descripciones acerca del
objeto al cual se refiere el hablante pueden compararse con un racimo. El nombre
que se le asigna al objeto para identificarlo es un gancho del cual se desprende un
racimo de descripciones que brindan información acerca de él. Por lo tanto, “el
nombre propio tendrá sentido en la medida en que haya otras que lo confirmen y
le den el respaldo necesario para seguir siendo ese nombre y no otro”
(Santamaría, p. 115). Esto quiere decir que, siempre y cuando una de las
descripciones sea cierta acerca del objeto referenciado, éste podrá ser identificado
por el oyente y la referencia habrá sido realizada con éxito, pese a que no esté
completamente consumada.

Con base en esto, las condiciones que deben cumplirse para llevar a cabo una
referencia completamente consumada son: 1) Debe existir uno y sólo un objeto al
que se aplica la emisión de la expresión por parte hablante; y 2) Debe dársele al
oyente medios suficientes para identificar el objeto a partir de la emisión de la
expresión por parte del hablante.

Ahora, para que una referencia esté completamente consumada, ésta debe ser
llevada a cabo con éxito, por lo cual, tanto para una como para la otra, la segunda
condición quedaría expresada del siguiente modo: Debe dársele al oyente medios
suficientes para identificar el objeto a partir de la emisión de la expresión por
parte del hablante, o el hablante, pese a no identificar el objeto sin dar lugar a una
posible ambigüedad, puede describir el objeto si se le pide que lo haga. Se puede
proceder, entonces, a enunciar las condiciones de la forma en que lo hace Searle:
Una referencia se realiza con éxito cuando se cumplen las siguientes condiciones:

1) Se dan las condiciones normales de input y output.

2) La emisión de la referencia ocurre como parte de la emisión de alguna


oración o trozo de un discurso.

3) La emisión de la oración es la realización de un acto ilocucionario o


que expresa una intención, o al menos es la emisión que se pretende
realizar.

4) Existe algún objeto tal que o la referencia contiene una descripción


identificadora de dicho objeto, o el hablante es capaz de completar la
referencia con una descripción identificadora de él.

5) El hablante intenta que la emisión de la referencia aísle o identifique el


objeto al oyente.

6) El hablante intenta que la emisión de la referencia identifique el objeto


al oyente por medio del reconocimiento por parte del oyente de la
intención del hablante de identificarle dicho objeto e intenta que ese
reconocimiento se logre por medio del conocimiento que el oyente tiene
de las reglas que gobiernan la referencia y su conciencia del contexto.

7) Las reglas semánticas que gobiernan la referencia son tales que ésta es
emitida correctamente en la oración o en la parte de un discurso en
determinado contexto si y sólo si se dan las condiciones 1-6. ( Searle, p.
102).

A partir de aquí se puede decir que las reglas para realizar con éxito una
referencia singular definida son:

Regla 1. La referencia debe emitirse solamente en el contexto de una oración


(o algún trozo similar de discurso) cuya emisión podría ser la realización de
algún acto ilocucionario. Las condiciones que corresponden a esta regla son las 2
y 3.
Regla 2. La referencia debe emitirse solamente si existe un objeto tal que o la
referencia contiene una descripción identificadora de él o el hablante es capaz de
complementar dicha referencia con una descripción identificadora de dicho
objeto, y tal que, al emitir la referencia, el hablante intenta aislar o identificarle el
objeto al oyente. Las condiciones que corresponden a esta regla son las 4 y 5.

Regla 3. La emisión de la referencia cuenta como identificar o seleccionar el


objeto a (o para) el oyente (Searle, 1994, p. 103).

La regla 2 expresa también que se cumplen el axioma de existencia y el


principio de identificación. Además, permiten reconocer la referencia como un
acto intencional. De igual forma, la intención de referenciar, es decir, de
identificar un objeto para alguien, se lleva a cabo a través de una expresión
utilizada convencionalmente para referenciar y que, por lo tanto, cumple las
reglas anteriormente mencionadas. A continuación, se abordará el asunto de la
intencionalidad, de forma que haya más claridad respecto a lo que es un acto
intencional y su relación con el lenguaje.

La teoría de la intencionalidad de John Searle

Antes de abordar el problema, es necesario poner en claro qué se quiere decir


cuando se habla de intencionalidad. Esto porque es fácil confundirse al usar el
término:

Por una parte, se pueden confundir los sentidos vulgar y filosófico de


‘intencionalidad’ (o ‘intencional’), o ‘intención’. Por otra parte, se puede
confundir ‘intención’ (o ‘intencional’) con ‘intensión’ (o ‘intensional’)
(Pujadas, 1988, p. 30).

El diccionario de la Real Academia de la Lengua remite del


sustantivo intencionalidad al adjetivo intencional, del cual hay dos definiciones:
1) Deliberado, que significa “voluntario, intencionado, hecho a propósito” (Real
Academia Española, 2014); y 2) “Dicho de un acto: Referido a un objeto. Dicho
también de un objeto en cuanto término de esa referencia” (Real Academia
Española, 2014). El significado del sustantivo intención, según el mismo
diccionario, es “Determinación de la voluntad en orden a un fin” (Real Academia
Española, 2014). La primera definición de intencional, al igual que la
de intención, son las que se suelen llamar vulgares o naturales, mientras que la
segunda definición de intencional, que se subdivide en dos, corresponde al uso
filosófico tradicional de la intencionalidad, en el cual los actos que se refieren a
objetos son actos espirituales o interiores. Lo que no se tiene en cuenta en este
uso es que la primera definición de intencional como acto deliberado es también
una modalidad de la intención, dado que toda intención, en cuanto acto
voluntario dirigido hacia un fin, se dirige a un objeto: “las intenciones (en sentido
vulgar) son estados intencionales (en sentido filosófico)” (Pujadas, 1988, pp. 32-
33).

Como es evidente, el uso filosófico de la intencionalidad, puesto que ha


separado el término de su significado natural, ha dado lugar a confusiones, pues
excluyen del conjunto de los actos intencionales a los actos voluntarios, los
cuales efectivamente están dirigidos a objetos. Por lo tanto, si se quiere tener una
visión clara de ella y que, por demás, dé lugar a nuevo conocimiento, es preciso
dejar este uso a un lado y partir de una teoría que tenga en cuenta el uso común
de la intencionalidad. En este caso, las investigaciones de Searle, pueden ser de
utilidad para este cometido, debido a que en sus investigaciones, al igual que en
las de Austin y Grice, sobresale el hecho de que la comunicación cotidiana entre
personas es un acto intencional.

Searle considera que los actos son elementos esenciales de la comunicación


lingüística. Al respecto, argumenta que cuando alguien considera que un ruido o
unas marcas en un papel constituyen un mensaje, contempla dicho mensaje como
producido por un ser con ciertas intenciones y, de no ser una producción
intencionada, carece de sentido hacer un esfuerzo por tratar de entender su
significado:

No sé cómo demostrar que la comunicación lingüística incluye


esencialmente actos, pero puedo pensar en argumentos con los cuales se
podría intentar convencer a alguien que fuese escéptico. Un argumento
consistiría en llamar la atención del escéptico sobre el hecho de que
cuando considera que un ruido o una marca sobre el papel es un caso de
comunicación lingüística, como un mensaje, una de las cosas que se
incluyen en su considerar así ese ruido o marca es que debe contemplarlo
como habiendo sido producido por un ser con ciertas intenciones (Searle,
1977, p. 2).

Todo hablante, aquel que profiere una oración, tiene la intención de producir
algo en el oyente. Esto lo sabe, por demás, el oyente. De ahí que en los actos de
habla esté implícita la intencionalidad. La unidad básica de comunicación
lingüística no es la oración, ni el símbolo ni la palabra, sino la producción de la
pretensión o instancia en que los actos de habla son realizados:

En la realización de un acto ilocucionario [o acto de habla] el hablante


intenta producir un cierto efecto, haciendo que el oyente reconozca su
intención de producir ese efecto, y por lo tanto, si está usando las
palabras literalmente, intenta que este reconocimiento se logre en virtud
del hecho de que las reglas para el uso de las expresiones que emite
asocien las expresiones con la producción de ese efecto (Searle, 1977, p.
8).

Todos los actos de habla están regidos por reglas 2 , las cuales se extraen de
unas condiciones que hacen posible la expresión de la fuerza ilocucionaria
emitida bajo una intención, sea ésta la de prometer, aseverar, enunciar, pedir,
referir, saludar, dar las gracias, etc. Sin embargo, las oraciones, pronunciadas o
escritas, mediante las cuales nos comunicamos, no tienen la capacidad de
representar por sí mismas la realidad, sino que son objetos del mundo como
cualquier otro objeto y, por ende, no representan de forma intrínseca, sino que
derivan de la intencionalidad de la mente:

Una oración es un objeto sintáctico sobre el que se imponen capacidades


representacionales: las creencias y los deseos y otros estados
Intencionales no son, como tales, objetos sintácticos (aunque pueden ser y
normalmente son expresados en oraciones), y sus capacidades
representacionales no son impuestas, sino que son intrínsecas (Searle,
1994, p. 13).

Los estados mentales, por su parte, representan la realidad de manera


intrínsecamente intencional, es decir, su intencionalidad no les es impuesta; por
el contrario, son por sí mismos actos intencionales, practicados de acuerdo con
determinadas formas sociales. Por otra parte, los estados mentales tienen una
base biológica, es decir, “están causados por las operaciones del cerebro al
mismo tiempo que realizados en su estructura” (Searle, 1994, p. 15). Con base en
esto, los actos de habla son un tipo de acciones humanas que parten de la
capacidad que tiene la mente para relacionarse con el mundo. Cuando se emite,
por ejemplo, la oración: “Prometo que estaré en la oficina mañana”, ésta no sólo
se profiere intencionalmente, sino que expresa la intención de realizar
efectivamente esta acción (Lucena, 2009, p. 26), o al menos se asume la
obligación de hacerlo. Dicha intención corresponde a un estado mental, al igual
que toda creencia y todo deseo. Según esto, la postura de Searle es internalista,
en cuanto que la intencionalidad propiamente dicha es una propiedad exclusiva
del cerebro:

Searle mantiene una postura internalista a la hora de hablar de la


intencionalidad, es decir, que los dos elementos más característicos de la
intencionalidad, el contenido proposicional y el modo psicológico, se
encuentran exclusivamente, según su postura, en la cabeza de la persona
que tiene el estado intencional correspondiente (Arcara, 2008, p. 232).
Ahora bien, que Searle afirme que hay estados mentales intrínsecamente
intencionales (esto porque existen estados mentales que, pese a ser conscientes,
no son intencionales) lo separa de la mayoría de las ideas más influyentes de la
filosofía de la mente (Searle, 1992, p. 14), por lo cual su pensamiento constituye
una filosofía de la mente y una teoría de la intencionalidad con rasgos originales,
pues, pese a que cronológicamente su interés comienza en la filosofía del
lenguaje, éste sienta sus bases en la filosofía de la mente y no al contrario, como
venían haciéndolo los analíticos, aunque se sabe deudor de esta tradición fundada
por Frege, Russell y Wittgenstein, al igual que de Strawson.

Teniendo claro que para Searle la intencionalidad es una propiedad intrínseca


de la mente y que el lenguaje la posee sólo de forma derivada o impuesta, en este
aparte se procede a describir a grandes rasgos su teoría de la intencionalidad,
pasando de los actos de habla a la estructura de los estados mentales.

Searle hace uso de conceptos aplicados ya en los actos de habla para desarrollar
su teoría de la mente y explicar los estados mentales:

[…] la función principal del lenguaje es expresar nuestros sentimientos y


pensamientos. Para Searle, cuando estamos realizando actos lingüísticos
que no pretenden manifestar esos pensamientos y sentimientos, como las
promesas, expresamos un estado intencional bajo la condición de
sinceridad. Al igual que el acto ilocucionario [o acto de habla] se divide
en la fuerza ilocucionaria y el contenido proposicional, los estados
intencionales se dividen en el tipo de estado y el contenido
proposicional (en este caso contenido intencional) y la condición de
satisfacción. Actos de habla y estados intencionales comparten, a su vez,
la obligatoriedad de la dirección de ajuste (Lucena, 2009, p. 71).

Searle define la intencionalidad como aquella característica de muchos estados


y procesos mentales por la cual éstos se dirigen o son acerca de cosas del mundo.
Son estados mentales, por ejemplo, creencias, deseos, intenciones, esperanzas,
temores, entre otros. Estos poseen, como se ha dicho, intencionalidad intrínseca.
De ésta se deriva, entre otros tipos de intencionalidad, la intencionalidad
lingüística, la cual es convencional y está presente en los actos de habla (Lucena,
2009, pp. 72-73). Así, el lenguaje depende de la intencionalidad, pero, a su vez,
la intencionalidad posee una estructura lógica y, por ello, pueden analizarse los
estados mentales intencionales de manera análoga a los actos de habla. Mientras
estos se componen de una fuerza ilocucionaria con un contenido proposicional,
los estados intencionales presentan un modo psicológico con un contenido
intencional. El modo psicológico especifica el tipo de estado intencional
(creencia, deseo, esperanza, miedo); por su parte, el contenido intencional es
aquello hacia lo que éste se dirige:

[…] el contenido de un estado mental (como el contenido proposicional


en el acto lingüístico) no debiera confundirse con el objeto de este
pensamiento. El contenido forma parte del estado mental. El estado
intencional no es sobre su propio contenido, sino sobre algún objeto
(Lucena, 2009, p. 75).

En este sentido, cuando un hablante dice: “espero encontrar un lugar para


sentarme en el parque”, el modo psicológico es la esperanza y encontrar un lugar
para sentarse en el parque es el contenido intencional, aquello a lo que se dirige
la espera.

De igual forma, tanto los actos de habla como los estados intencionales tienen
una dirección de ajuste palabras-mundo y mente-mundo, respectivamente, la cual
depende del modo psicológico. Las hipótesis, las percepciones, los recuerdos y
las creencias tienen una dirección mente-mundo, debido a que estos modos
psicológicos son verdaderos o falsos de acuerdo a si representan verdaderamente
o no la realidad a la que se dirigen. En los deseos e intenciones, en cambio, el
mundo debe ajustarse a ellos para que sean verdaderos, por lo cual la dirección de
ajuste es mundo-mente. Los modos psicológicos son satisfechos si se cumplen las
condiciones por las cuales es posible decir que la representación de la realidad se
corresponde verdaderamente con ella.

Lo anterior lleva a la pregunta por cómo se relacionan los estados intencionales


con la causación de efectos reales. Al respecto, “Searle sostiene que los seres
humanos estamos biológicamente constituidos para aprehender directamente
efectos que provocamos mediante nuestras acciones y, efectos provocados en
nosotros por los objetos que percibimos” (Lucena, 2009, p. 79).

En otras palabras, la intencionalidad es causalmente autorreferencial, lo que


implica que, para que sea intencional, un efecto causado debe corresponder a la
intención de un estado mental determinado. Así pues, intención y acción están
íntimamente conectados, pese a que con ello no se garantice la correspondencia
entre la intención de realizar una acción y la acción misma.

Con todo, Searle hace una distinción entre la intención previa, la cual
constituye la primera causa de la acción que representa, y la intención en acción,
que es lo que se hace con el fin de llevar a cabo dicha acción. Como ejemplo de
esto, entrar a la casa de un amigo es la intención previa, mientras que tocar la
puerta es la intención en acción. Que la intención previa no se lleve a cabo
necesariamente en la intención en acción es lo que se conoce como libertad o
libre albedrío.

Dicho esto, es casi imposible entender un estado intencional sin contemplarlo


dentro de un conjunto de estados intencionales y bajo unas condiciones
materiales y sociales específicas:

Un estado intencional sólo determina sus condiciones de satisfacción –y


solamente así es el estado que es– dada [su] posición en una Red de otros
estados intencionales y respecto de un Trasfondo de prácticas y supuestos
pre-intencionales que ni son ellos mismo[s] estado[s] intencionales ni son
parte de las condiciones de satisfacción de los estados intencionales
(Searle, 1992, p. 34).

La totalidad de nuestros estados intencionales y sus condiciones de satisfacción


están determinados, según lo anterior, por el conjunto de capacidades,
habilidades, tendencias, hábitos, disposiciones, predisposiciones no cuestionadas
y ‘saber hacer’ (Lucena, 2009, p. 84), las cuales son comunes –en cuanto se
manifiestan en la mente de cada persona–, preceden sus estados mentales
intencionales y, pese a estar antes de la representación (pese a ser pre-
representacionales), enmarcan o contextualizan (y, por ende, posibilitan) la
representación de la realidad por parte de ellos. Esto quiere decir que la
intencionalidad de los estados mentales tiene lugar sólo en el contexto de una
comunidad lingüística que sigue las mismas reglas y realiza prácticas
institucionalizadas.

Como se puede ver, los actos de habla y los hechos institucionales guardan
estrecha relación. Ciertamente, “hablar un lenguaje es tomar parte en una forma
de conducta (altamente compleja) gobernada por reglas” (Searle, 1994, p. 22), y
los hechos institucionales son aquellos que son realizados al interior de una
institución humana. De igual forma, para Searle, toda institución es un sistema de
reglas constitutivas:

Todo hecho institucional tiene como base un(a) (sistema de) regla(s) de la
forma “X cuenta como Y en el contexto C”. Nuestra hipótesis de que
hablar un lenguaje es realizar actos de acuerdo con reglas constitutivas
nos introduce en la hipótesis de que el hecho de que una persona haya
realizado un cierto acto de habla, por ejemplo, haya hecho una promesa,
es un hecho institucional (Searle, 1994, p. 60).

Una comunidad de hablantes puede comprenderse entre sí porque domina las


mismas reglas y usa, por convención, mecanismos simbólicos para representar
algo, es decir, porque está regida por un sistema de reglas constitutivas: por una
institución. En este sentido puede hablarse de una relación ya no sólo entre
hablantes, sino también de la relación entre dichos hablantes y el contenido del
lenguaje.

Cuando dos hablantes discuten frente a un tema, dominan unas reglas del
lenguaje y, a la vez, discuten sobre algo. Aquí los hablantes están refiriéndose a
un particular del mundo, hacen referencia a un objeto, lo cual trasciende de la
semántica a la pragmática: “Esta idea de Searle, es la que permite hablar de un
trasladado del estudio del lenguaje al ámbito de la pragmática; ámbito en el que
se asume que todo agente al hablar realiza acciones lingüísticas efectuadas bajo
el cumplimiento de ciertas condiciones (Cuchumbé, 2014, p. 76)”. La
comunicación siempre implica estados mentales de los hablantes dirigidos a
cosas, es decir, estados mentales con contenido, y está mediada por las
intenciones que se expresan en los actos de habla.

Lo anterior lleva el problema al terreno de la epistemología. Toda conversación


es un hecho institucional que está siempre aduciendo a la veracidad de las
referencias con respecto a los objetos y a la intencionalidad de los hablantes con
respecto a los mismos:

[…] los hechos institucionales se asientan siempre en reglas constitutivas


y si se pretende comprender los hechos institucionales resulta esencial
comprender la intencionalidad, pues ésta refiere al modo de
representación conceptual en virtud de lo cual la representación es
acerca de algo, está dirigida a algo (Cuchumbé, 2014, p. 76).

El lenguaje no es, como ya se ha dicho, intrínsecamente intencional. Sin


embargo, es un “mecanismo de representación indicado para pensar o simbolizar
algo, elaboración cognitiva que depende del lenguaje pues parte del contenido del
pensar o simbolizar es que en esa sentencia se satisface condiciones que existen
sólo en relación con un sistema lingüístico” (Cuchumbé, 2014, p. 77), por lo cual
es, a su vez, “condición previa de toda conducta y de toda realidad institucional”
(Cuchumbé, 2014, p. 77). En este sentido, el lenguaje se constituye en causa de la
existencia de toda institución.

Rasgos constitutivos del lenguaje y lenguaje computacional

Ahora bien, al igual que los hablantes humanos, los computadores también
siguen reglas, de forma que, ante una pregunta, un computador puede hoy en día
responder acertadamente y, en la mayoría de los casos, en el mismo idioma que
el hablante. Una pregunta consecuente sería: ¿hay alguna diferencia entre el
lenguaje humano del lenguaje computacional?, la cual remite, asimismo, a la
pregunta por los rasgos constitutivos del lenguaje.

Ya se ha dicho que hablar un lenguaje es seguir reglas. Ahora bien, profundizar


un poco en el seguimiento de reglas es útil para describir lo que es propio del
lenguaje, pues el significado está intrínsecamente ligado al dominio de las reglas:

Aprender y dominar un lenguaje es (ínter alía) aprender y haber


dominado esas reglas. […] cuando yo, hablando como hablante nativo,
hago caracterizaciones lingüísticas del género especificado
anteriormente, no estoy informando sobre la conducta de un grupo, sino
que estoy describiendo aspectos de mi dominio de una habilidad
gobernada por reglas (Searle, 1994, p. 22).

El dominio de una regla (o de un sistema de reglas) bajo la cual se emite una


expresión es equivalente a comprender su significado, de la misma forma en que
comprender el significado de una expresión es dominar la regla (o el sistema de
reglas) bajo la cual fue dicha o escrita. Este dominio de las reglas hace parte de
los procesos mentales que, en cuanto se orientan hacia un objeto, están guiados
por las reglas que siguen hacia el contenido de los estados mentales, es decir,
hacia el significado de las expresiones. En síntesis, el seguimiento de reglas
produce la conducta:

Para entender adecuadamente la relación causal entre el significado de


la regla y la conducta, es necesario indicar que Searle se propone hacer
algo más que una explicación de las propiedades formales de la
conducta; antes bien, le importa demostrar que ‘decir que estoy
obedeciendo la regla es decir que el significado de la regla, esto es, su
contenido semántico, juega algún género de papel causal en la
producción de lo que efectivamente hago’ [Searle, 2001, 54 citado
por Cuchumbé, 2014, p. 79).

La conducta, que aparece ya en la hipótesis de Searle, a saber: que hablar un


lenguaje es tomar parte de una conducta, es el desarrollo, mayor o menor según
sea el caso, de unas capacidades que, pese a no ser en sí mismas intencionales,
subyacen a estructuras intencionales y disponen al hablante para dar respuestas
adecuadas. Así, cuando dos hablantes se comunican están, a la vez, ejercitando,
en mayor o menor medida, sus capacidades mentales adquiridas a partir del
seguimiento de reglas, las cuales son convencionales, es decir, hacen parte de una
institución. Seguir una regla es, por lo tanto, un ejercicio, en primer lugar,
semántico, en cuanto se aprende el significado de la regla mientras se adquieren
disposiciones y capacidades para expresar algo, y en este ejercicio, aunque de
forma no intrínseca sino impuesta, la sintaxis de las oraciones, la cual depende de
las convenciones de una comunidad lingüística.

La diferencia entre el lenguaje humano y el lenguaje computacional es,


entonces, que mientras el primero es intencional, el segundo sigue procesos
formales según fines específicos. La mente humana se ocupa en las cosas
siguiendo reglas de significado convenidas en la comunidad lingüística y, con
base en ellas desarrolla determinadas conductas:

[…] la argumentación de Searle lleva a la conclusión de que seguir la


regla no es un mecanismo formal que sirve para describir la conducta,
sino un rasgo constitutivo del lenguaje que causa la conducta del agente,
pues cuando el agente realiza un acto de habla ‘su inconsciente
internalización de las reglas actúa realmente de manera causal para
producir esa particular estructura sintáctica’ [Searle, 1995, 151 citado
por Cuchumbé, 2014, p. 80)

El profesor Nelson Cuchumbé complementa esta explicación de Searle con dos


principios de la estructura de la intencionalidad. El primero consiste en que el
éxito o el fallo de una acción está determinado por la intencionalidad; el segundo
en que las intenciones causan los movimientos con los cuales se llevan a cabo las
acciones, tanto porque hacen que éstos acontezcan, como porque poseen
contenido proposicional. Por lo tanto, la intencionalidad de la conducta es
producto de la intencionalidad de la mente (Cuchumbé, 2014, p. 81).

El software del computador, por su parte, procesa información formal y


ejecuta, de acuerdo con dicha información, las funciones para las que ha sido
diseñado. Un cajero automático, por ejemplo, procesa la información dada
cuando el usuario digita los datos necesarios y, en consecuencia, ejecuta la acción
para la que fue diseñado: expedir dinero.

Lo que ocurre cuando se solicita dinero al funcionario del banco que ejerce
como cajero es distinto, si bien a simple vista el resultado es el mismo. El
funcionario también posee en su mente la estructura sintáctica de la información,
pero no porque su cerebro esté diseñado para entregar el dinero solicitado de
acuerdo con los datos suministrados, sino que, a diferencia del cajero automático,
al cual se le insertó la estructura sintáctica, el funcionario la ha generado de
acuerdo con las disposiciones y capacidades adquiridas mediante el seguimiento
de reglas (ejecuta una conducta) y, con base ellas, comprende el significado de la
información, la procesa y efectúa la acción de entregar el dinero al usuario de
forma intencional. En palabras de Cuchumbé, “el computador sólo realiza
operaciones en el nivel sintáctico, mientras que la mente realiza acciones en el
nivel de la simulación y duplicación de los pensamientos y las sensaciones”
(2014, p. 82).

Dado esto, el contenido semántico significativo corresponde al sistema


lingüístico que determina las creencias, los deseos, las sensaciones y los
pensamientos a los que los hablantes de dirigen mediante las palabras con las
cuales, convencionalmente, emiten referencias a objetos del mundo 3 . Los
diferentes tipos de estados mentales (creencias, deseos, sensaciones,
pensamientos, etc.) “poseen siempre contenidos plenamente intencionales que
son creados por la mente o capacidad de representación determinada por el
lenguaje” (Cuchumbé, 2014, p. 84).

Como corolario, para Searle, “un programa de computador no puede jamás ser
una mente, porque la mente constituye una experiencia intencionada causal que
capacita a los seres humanos para realizar acciones no sólo de simulación, sino
también de multiplicación de los pensamientos y las sensaciones” (Cuchumbé,
2014, p. 84).

Según esto, es posible decir que, a partir de la intencionalidad, la mente no sólo


manipula símbolos formales, tal como lo hacen los computadores, sino que crea
significados y los asigna a los objetos del mundo con base en el seguimiento de
una (un sistema de) regla(s) convencional(es). Debido a que los computadores no
pueden hacer esto, no tienen, por ende, la capacidad de crear instituciones, tales
como el dinero, la política, la escuela, la religión y el matrimonio.

Conclusiones

Todo acto de habla es una intención expresada en una oración e implica la


referencia, la cual, a su vez, relaciona un concepto a un conjunto de objetos
mediante una serie de descripciones identificadoras. Ahora bien, la mente es
esencialmente intencional, no sólo en el ámbito cognitivo, es decir, en cuanto
piensa conscientemente en objetos, sino también, y sobre todo, en el volitivo, en
cuanto que tiene la determinación voluntaria de ordenarse hacia un fin. Hacer
esta claridad permite que el problema de la intencionalidad pueda abordarse sin
dar lugar a confusiones, debido a que da cabida a todos los actos intencionales,
entre ellos los actos de habla. Éstos son intencionales por imposición, es decir,
por la fuerza ilocucionaria que se les impone al hablar según reglas determinadas
y con base en el contenido intencional y el modo psicológico del estado mental
correspondiente.

Lo anterior da pie a pensar que el lenguaje y el pensamiento no son lo mismo,


sino que son análogos, pues mientras que la mente es intrínsecamente
intencional, el lenguaje posee una intencionalidad derivada o impuesta. No
obstante, el lenguaje es un puente entre la mente y las cosas y el contexto en el
cual la intencionalidad puede desarrollarse, de ahí que proporcione tesis sólidas a
partir de las cuales puede fundarse una teoría del conocimiento y de la
racionalidad adecuada para responder a los problemas que han surgido
actualmente en ámbitos tales como el de la ciencia, la moral, la comunicación, la
telecomunicación y la religión. Esto porque la intencionalidad está relacionada
directamente con la objetividad, la cual se mueve en el ámbito de la semántica y
la pragmática.

Hoy en día, el problema de la inteligencia es ampliamente discutido. Las


ciencias cognitivas mantienen el debate frente a la inteligencia artificial y su
posible equiparación con la inteligencia humana. Al respecto, la teoría de la
intencionalidad de John Searle, la cual, como se ha visto, tiene como eje
transversal el lenguaje, aporta sobremanera a la discusión. La intencionalidad es
el rasgo constitutivo del lenguaje, y hasta ahora sólo los seres humanos cuentan
con ella. La inteligencia humana es, entonces, el modelo según el cual funciona
lo que se denomina Inteligencia Artificial, y no al contrario. Esto lleva a decir
que la comunicación sigue siendo un hecho exclusivamente humano, pese a que
el lenguaje formal puede dar y recibir información de manera efectiva,
facilitando los procesos institucionales y dando posibilidad a nuevos adelantos
técnicos, científicos, sociales, políticos, escolares, etc. Estas instituciones, no
obstante, son el fruto y el desarrollo de una comunidad lingüística que crea y
dinamiza significados.

Referencias

ARCARA, Paolo. 2008. La mente en John Searle: intencionalidad y


causalidad. Excerpta e dissertationibus in Philosophia, 18, 205-293. Disponible en:
http://dadun.unav.edu/handle/10171/7209

CUCHUMBÉ, Nelson. 2014. Lenguaje y rasgos constitutivos en John Searle: aporte al


estudio de los procesos mentales. Praxis Filosófica, 38, 71-87. Disponible en:
http://praxisfilosofica.univalle.edu.co/index.php/filosofica/article/view/2842/2851

LUCENA, Isabel. 2009. La ontología política de John R. Searle. Un análisis desde la


teoría de los hechos institucionales. Sevilla: Aconcagua libros.

PUJADAS, Lluís. 1988. Intensión, intención e intencionalidad. Taula, 10, 29-41.


Disponible en: http://www.raco.cat/index.php/Taula/article/viewFile/70626/89819

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. 2014. Diccionario de la lengua española (23° ed.).


Madrid: Espasa. Disponible en: http://dle.rae.es
SEARLE, John R.1977. ¿Qué es un acto de habla? Traducido por Luis M. Valdés
Villanueva. Revista Teorema, 1-17. Disponible en:
http://digibuo.uniovi.es/dspace/handle/10651/23275.

SEARLE, John R. 1992. Intencionalidad. Un ensayo en la filosofía de la mente. Trad.


Enrique Ujaldón Benítez, revisión de Luis M. Valdés Villanueva. Madrid: Tecnos,
S.A.

SEARLE, John R. 1994. Actos de habla. Ensayo de filosofía del lenguaje. Trad.


Ediciones Cátedra. Barcelona: Planeta-De Agostini.

Notas
1
 Searle dice que los objetos lingüísticos y ficticios tienen una existencia parasitaria. Éstos
últimos sólo existen en el mundo de la ficción, de manera que podemos decir que Sherlock
Holmes existe, pero hablar de la esposa de Sherlock Holmes es una completa falsedad. De
igual forma, la capa roja de Caperucita es en verdad roja. Esto significa que la existencia
parasitaria es tal porque se deriva de las reglas de la existencia propiamente dicha (cf.
en Searle, 1994, pp. 86-87)
2
 Cabe recordar que Searle extrae las siguientes reglas de la función proposicional del acto
de prometer, y que, a partir de él extiende el análisis a todos los actos de habla:
Regla 1: P ha de emitirse solamente en el contexto de una oración cuya emisión predica
algún acto futuro A del hablante H. Sin esta regla no son posibles las demás.
De las condiciones (4) y (5) se extraen las reglas 2 y 3 o reglas preparatorias, a saber:
Regla 2: p ha de emitirse sólo si el oyente S preferiría que H hiciese A a que no hiciese A, y
H cree que S preferiría que H hiciese A a que no hiciese A.
Regla 3: p ha de emitirse solamente si no es obvio tanto para H como para S que H no hará
A en el curso normal de los acontecimientos.
La condición de sinceridad (6) genera la regla 4 o regla de sinceridad:
Regla 4: p ha de emitirse solamente si H tiene la intención de hacer A.
De igual forma, la regla 5 o regla esencial se extrae de la condición esencial (7):
Regla 5: La emisión de p cuenta como la asunción de una obligación de hacer A. Esta regla
no puede aplicarse si las reglas 2 y 3 no se cumplen. Por otra parte, sin la regla 5 no existe
promesa, por lo cual ésta es una regla constitutiva del acto de prometer, mientras que las
reglas de 1 a 4 toman la forma de imperativos (Searle, 1977, p. 13).
3
 Para Searle, una proposición no es sólo una aserción, sino toda expresión en la que se
predica algo de un objeto: “Imaginémonos un hablante y un oyente y supongamos que en
circunstancias apropiadas el hablante emite una de las oraciones siguientes:
1. Juan fuma habitualmente
2. ¿Fuma Juan habitualmente?
3. ¡Juan, fuma habitualmente!
4. ¡Pluguiese al cielo que Juan fumara habitualmente!
[…] Al emitir 1 un hablante está haciendo (lo que los filósofos llaman) una aserción, en 2
está planteando una pregunta, en 3 está dando una orden y en 4 (en una fórmula un tanto
arcaica) está expresando un anhelo o deseo. Y al realizar cada uno de esos cuatro actos
diferentes el hablante realiza otros ciertos actos que son comunes a los cuatro: al emitir
cualquiera de esas oraciones el hablante se refiere a, menciona o designa un cierto objeto, a
saber: Juan, y predica la expresión «fuma habitualmente» (o una de las formas de su
conjugación) del objeto referido. De este modo, diremos que en la emisión de las cuatro la
referencia y la predicación son las mismas, aunque, en cada caso, aparezca la misma
referencia y predicación como parte de un acto de habla completo que es diferente de
cualquiera de los otros tres. Así separamos las nociones de referir y predicar de las nociones
de actos de habla completos, tales como aseverar, preguntar, ordenar, etc. La justificación
de esta separación reside en el hecho de que puede aparecer la misma referencia y
predicación al realizar diferentes actos de habla completos” (Searle, 1994, p. 32).

Notas de autor

[1] Docente de la Fundación Universitaria Católica del Norte. Filósofo. Candidato a


Magister en Filosofía. Código Orcid: orcid.org/0000-0002-5477-9924.

Enlace alternativo

http://revistas.ups.edu.ec/index.php/sophia/article/download/22.2017.03/1392
(html)

https://www.redalyc.org/jatsRepo/4418/441849567003/html/index.html

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Actos de habla

Teoría de los actos de habla: Qué podemos hacer con el lenguaje


La obra de John Searle, Speech Acts: An Essay in the Philosophy of Languaje(1969)[1] es
considerada como una de las obras maestras del pensamiento contemporáneo. En ella
reflexiona sobre el lenguaje partiendo del hecho de que hablar un lenguaje es participar en
una forma de conducta gobernada por reglas.

Supongamos que en circunstancias apropiadas un hablante emite una de las oraciones


siguientes:

1. Juan nada habitualmente


2. ¿Nada Juan habitualmente?
3. ¡Juan, nada habitualmente!
4. ¡Pluguiese al cielo que Juan nadara habitualmente!

Al emitir cualquiera de estas cuatro oraciones hacemos, por lo menos, tres clases distintas de
actos:

a) Emitimos palabras (morfemas, oraciones) = actos de emisión.


b) Referimos y predicamos = actos proposicionales o locutivos .
c) Enunciamos, preguntamos, ordenanos, imploramos... = actos ilocutivos.

Estos casos no están separados, aunque se puedan analizar como tales. Lo que sucede es
que al realizar un acto ilocutivo se realizan tbn. actos proposicionales y actos de emisión. Los
actos de emisión son a los actos proposicionales e ilocutivos lo que, por ejemplo, hacer una
"X" en una papeleta de voto es al hecho de votar.

Interesa abstraer y reconocer estos tipos diferentes de acción porque los mismos actos
proposicionales pueden ser comunes a diferentes actos ilocutivos. Es el caso de las oraciones
anteriores, las cuatro refieren a un cierto objeto, Juan, del que se predica la expresión "nada
habitualmente" (o una de las formas de su conjugación). Por tanto, en la emisión de las cuatro
frases la referencia y la predicación son las mismas, una misma locución. Así que separamos
las nociones de referir y predicar, de las nociones de actos de habla completos, tales como
aseverar, preguntar, ordenar, describir, pedir, criticar, pedir disculpas, censurar, argumentar,
prometer, objetar, aprobar, dar la bienvenida...

«Los actos de emisión consisten simplemente en emitir secuencias de palabras, los actos ilocutivos y
proposicionales consisten característicamente en emitir palabras dentro de oraciones, en ciertos
contextos, bajo ciertas condiciones y con ciertas intenciones.» Searle, pg. 33.

A estas tres nociones, Searle añade la noción de J. L. Austin de acto perlocutivo:


consecuencias o efectos que los actos ilocutivos tienen sobre las acciones, pensamientos o
creencias de los oyentes. Por ejemplo, mediante una argumentación puedo persuadir o
convencer a alguien; al aconsejarle puedo asustarle o alarmarle, al hacerle una petición puedo
lograr que haga algo; al informarle, puedo instruirle, elevarle; al criticarle, puedo humillarle,
avergonzarle, etc.
Los actos proposicionales no pueden ocurrir solos; esto es, no se puede referir y predicar sin
más, sin hacer una aserción o aseveración, plantear una pregunta o realizar algún otro acto
ilocutivo. Quede claro que son las oraciones, no las palabras, las que se utilizan para decir
cosas. Esto es lo que Frege quiere decir cuando afirma que sólo en el contexto de una oración
tienen referencia las palabras: solamente se hace referencia como parte de la realización de
un acto ilocutivo. Pero no son los enunciados o locuciones los que refieren, sino los
hablanteslos que hacen referencia.
Acto ilocutivo es lo que el hablante hace al hablar; este hacer se expresa en la "fuerza" en
virtud de la cual, según los casos, la enunciación "equivale a" constantación, mandato,
consejo, promesa, etc. La noción de fuerza ilocutiva permite designar la implicación del hacer
en el decir. Incluso en las meras descripciones o expresiones constatativas, como "la Luna es
satélite de la Tierra" está incluido un hacer, que se puede explicitar mediante el prefijo "afirmo
que...", "creo que...", "tengo por verdad que...": "Afirmo que La luna...". De hecho, "el gato está
sobre el felpudo" y "declaro que el gato está sobre el felpudo" tienen el mismo valor de verdad.
Pero la primera expresión tiene la “transparencia” de un enunciado enteramente atravesado
por su objetivo referencial, y la segunda la “opacidad” de un enunciado que remite
reflexivamente a su propia enunciación.
Paul Ricoeur (Soi même comme un autre, 1990) ha puesto de manifiesto cómo el sentido
completo del enunciado sólo puede desprenderse de una situación compleja
de interlocución en la que a un locutor en primera persona corresponde un interlocutor en
segunda persona al que se dirige el primero. Así pues, no hay ilocución sin alocución y, por
implicación, sin un "alocutor" o destinatario del mensaje.
H. Paul Grice desarrolló una teoría según la cual toda enunciación consiste en una intención
de significar que implica en su objetivo la esperanza de que el interlocutor se proponga, por su
parte, reconocer la intención primera por lo que ella quiere ser. La interlocución así
interpretada se manifiesta como un intercambio de intencionalidades.

Ejercicios

1. Escriba una semblanza de J. L. Austin, J. R. Searle, Frege, P. Ricoeur y H. Paul Grice y señale sus
aportaciones a la historia de la filosofía y a la filosofía del lenguaje reciente.
2. Distinga entre emisión, locución, ilocución, perlocución e interlocución.
3. Añada a los que salen en el texto otros verbos castellanos que denoten actos ilocutivos (Austin afirmó que
existían en inglés más de un millar de expresiones de este tipo). Defina acto ilocutivo. Por qué todo acto
ilocutivo supone un acto locutivo.
4. Precise el concepto de fuerza ilocutiva.
5. Distinga en lo siguientes verbos aquellos que se refieren a efectos perlocutivos y a actos perlocutivos,
ilocutivos, locutivos o de mera emisión: abrumar, redimir, arrepentirse, solicitar, solidarizarse, seducir,
hipnotizar, sugestionar, jurar, referir, prometer, amenazar, compadecer, afirmar, comentar, atribuir, leer,
suspender, juzgar, predicar, sentenciar, pronunciar, lograr que se dé cuenta, proponer, disentir, consensuar.

6. ¿Por qué, según Ricoeur no hay ilocución sin alocución?

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https://logica2ipac.wordpress.com/2013/04/18/los-principios-logicos/

LOS PRINCIPIOS LÓGICOS


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QUE SON LOS PRINCIPIOS LÓGICOS.

 Los “principios lógicos” constituyen las verdades primeras, “evidentes” por sí mismas, a
partir de las cuales se construye todo el edificio formal del pensamiento, según la Lógica
tradicional.

 Dentro de una consideración más moderna de la Lógica Formal, los principios lógicos
serán los preceptos o reglas “operantes” que rigen toda forma correcta de pensamiento.

 El modo de considerar estos principios ha variado a través de la Historia de la Lógica y del
pensamiento científico, pero la Lógica Formal ha coincidido en la formulación de cuatro
principios lógicos, aunque el cuarto no es aceptado por todos los lógicos.

 Tales principios son:

1. Principio de identidad.

2. Principio de Contradicción (o Principio de no-Contradicción).

3. Principio de Exclusión del término medio (o Principio del medio excluido o Principio del
tercero excluido o Principio del Tercer término excluido)

4. Principio de Razón Suficiente.

 Desde un punto de vista psicológico (aunque no desde la Psicología Científica sino de la


Psicología Racional), los principios lógicos serían las leyes generales de “operación del
pensamiento”, es decir, las leyes que fundamentan los procesos lógicos.

 Desde un punto de vista ontológico o metafísico, estos principios serían las


determinaciones más generales del “ser” aún más generales que las categorías.

 Pero desde un punto de vista estrictamente lógico, sólo pueden ser considerados como
las proposiciones fundamentales que cimientan toda otra proposición en el pensamiento
“formalmente” correcto.

1-  EL PRINCIPIO DE IDENTIDAD.

 El principio de Identidad fue formulado por primera vez como parte de una teoría de la
realidad del “ser”.

 Ese principio afirmaba algo tan general como que “El ‘ser’ es”; esto puede ser explicado
diciendo que “todo objeto es idéntico a sí mismo”.
 Estas afirmaciones no son todavía lógicas, pero con el tiempo, se reflexiono sobre las
implicaciones lógicas de ese principio, logrando la formulación lógico-formal del primer
principio.

 Esa formulación consistió en la afirmación de la verdad de un  juicio cuyo objeto sea
idéntico al predicado (ese tipo de juicio se ha llamado “juicio analítico”). El primer principio
lógico se ha resumido con la fórmula:

“A es A”

En el principio de identidad “todo objeto es idéntico a sí mismo”, por tal motivo en


términos físicos se puede aplicar a las cosas tangibles; en lo que respecta a las ideas, se
puede tener por entendido lo siguiente: “Todo pensamiento es idéntico al pensamiento
mismo”. Es claro que hablando de los pensamientos se puede llegar a la conclusión, de
que dicha idea no pueda ser cuestionada por otra idea, ya sea marginal o
complementaria. El concepto que se establece debe ser como: “el pensamiento existe” y
pensamos en ello sabiendo que para pensar en ello hacemos uso de la idea misma, del
pensamiento.

 IMPORTANCIA Y VALIDEZ DEL PRINCIPIO DE IDENTIDAD.

El principio de identidad cobra importancia para nuestro entendimiento en la medida que


el predicado exprese notas complementarias al sujeto. De esta manera el principio de
identidad amplía nuestro conocimiento. Si dentro del principio de identidad no es
sustituido por nuevas notas, el principio no posee valor para nuestro conocimiento.
Ejemplo:

Bolívar es Bolívar ( no posee valor)

Bolívar es el libertador de cinco naciones.

Bolívar es el libertador de la Nueva Granada.

En la segunda y tercera oración, el sujeto va acompañado de dos adjetivos que al


utilizarnos individualmente nos remiten al sujeto. Así si decimos: El Libertador, sabemos
que se está hablando de Bolívar.

2- EL PRINCIPIO DE  NO CONTRADICCIÓN.

 Este principio ha sido llamado tradicional e incorrectamente “principio de contradicción”,


cuando lo que se enuncia es la imposibilidad de contradicción en el pensamiento.
Se trata del principio fundamental de la Lógica clásica que descarta cualquier posibilidad
de contradicción en el pensamiento y en la realidad (esta implicación ha sido y es uno de
los obstáculos más fuertes que ha encontrado toda consideración dialéctica de la realidad
y el pensamiento).

La forma más plena del segundo principio es la que se refiere a la no-contradicción entre
dos juicios, tal como se expresa en la fórmula:

 “’A es A’ y ‘A no es A’ no son ambos verdaderos”

que se lee: El juicio ‘A es A’ y su contradictorio, el juicio ‘A no es A’ no pueden ser


verdaderos a la vez.

 La forma original de este segundo principio es también ontológica y se formulaba de la


siguiente manera: “El ser es y no puede a la vez no ser”.

Podemos decir con esto, que una cosa no puede ser roja y blanca al mismo tiempo, o
cuadrada o redonda al mismo tiempo; puede ser roja y después blanca, pero no al mismo
instante, y de igual forma pueden ser cuadradas primero y redonda después, pero no en
el mismo instante.

3- EL PRINCIPIO DE EXCLUSIÓN DEL TÉRMINO MEDIO.

Como un complemento necesario del principio de no contradicción, se formula el


principio de exclusión del término medio.

En su forma original, se refería también a una estructura de la realidad y consistía en la


afirmación de que no hay término medio entre el “ser” y el “no-ser”.

En su forma lógica, este principio debe entenderse como afirmando que dos juicios
contradictorios no pueden ser ambos falsos, tal como se sintetiza en al fórmula:

“’A es A’ y ‘A no es A’ no son ambos falsos” que se lee:

El juicio ‘A es A’ y su contradictorio, el juicio ‘A no es A’ no pueden ser falsos a la vez.

Conforme a este principio, cuando dos juicios se oponen, uno debe ser verdadero y el
otro falso, excluyendo una tercera posibilidad que pueda establecer la verdad o falsedad
de los dos anteriores. Como consecuencia en un juicio, solo podemos afirmar o negar su
falsedad o verdad, no existe una tercera posibilidad; o en otras palabras entre verdad o
falsedad no existe un término medio.

“Julio es hombre”
“Julio no es hombre”

Cuando excluya una, la otra será verdadera.

4- EL PRINCIPIO DE RAZON SUFICIENTE.

“Todo objeto debe tener una razón suficiente”, (Es esta la contribución que Guillermo
Leibnisz aporto a la lógica formal),”Toda cosa debe tener una causa que explique en
forma suficiente su existencia” y “Todo pensamiento debe encontrar un principio en el
que su validez se apoye suficientemente”, La razón suficiente, enmarca el método que las
ciencias deben seguir para explicar cada uno de los pensamientos, fenómenos o hechos,
que requieran de la explicación misma. O en forma clara consiste en descubrir las ideas
en que descansa el pensamiento y forzará a que cada una busque una razón que la
explique en forma suficiente. Constituye el complemento de los otros tres principios
lógicos.

Este principio plantea la necesidad de justificar los conocimientos de una forma razonada,
es decir, ordenada y lógica. Sólo es verdadero aquello que se puede probar
suficientemente, basándose en otros conocimientos o razones ya demostradas.

Por ejemplo cuando se dice que “ el todo es mayor que las partes”, esta afirmación es un
conocimiento verdadero, puesto que se ha comprobado que una parte es menor que el
todo, ya sea por la experiencia o por pura intuición.

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http://www.conocimientosfundamentales.unam.mx/vol2/filosofia/anexo/t01/0101.html

El argumento

La argumentación forma parte de nuestra vida, frecuentemente argumentamos en las discusiones con
amigos, familiares y otras personas con las que intercambiamos ideas. Por ello es importante saber
cómo argumentar y cómo reconocer los argumentos de otras personas.

Argumentamos con el propósito de ofrecer razones en favor o en contra de una propuesta, para
sostener una opinión o rebatir la contraria, para defender una tesis, para disipar una duda o para
apoyar una creencia. También argumentamos cuando aducimos valores o motivos para mover en
cierta dirección el ánimo de una persona o de un auditorio, cuando queremos justificar con razones
una decisión, cuando queremos descartar una opción.

En este tema con el que iniciamos el análisis de la argumentación, nos servirán como guía las
siguientes preguntas: ¿qué es un argumento?, ¿cuáles son sus partes? y ¿cómo podemos construir un
buen argumento?
El argumento

1.1. Caracterización del argumento

Es importante que aprendamos a identificar qué es un argumento 1, ya que este conocimiento nos
ayudará a desarrollar destrezas que nos permitirán presentar pruebas para apoyar lo que sostenemos
y darnos cuenta de la forma como otras personas defienden o apoyan sus tesis o sus creencias.

Un ejemplo de un argumento es el siguiente: "Como el precio de los departamentos es caro y los


intereses son altos, hoy es un mal momento para comprar un departamento"

Este argumento podemos clarificarlo de la siguiente manera:

(1) El precio de los departamentos es caro

(2) Los tipos de interés son altos

(3) Por lo tanto, hoy es un mal momento para comprar un departamento

(1) y (2) constituyen las premisas y (3) constituye la conclusión.

Como podrás observar, en este argumento podemos distinguir dos partes, las afirmaciones mediante
las cuales ofrecemos nuestras razones, (1 y 2) se llaman premisas y la afirmación a favor de la cual
damos razones (3) se llama conclusión.

Las afirmaciones que forman parte de este argumento o razonamiento se llaman proposiciones, son
importantes porque son las unidades que utiliza la lógica para formar argumentos.

Una proposición es un enunciado en el que se afirma o niega algo de algo, siendo por ello susceptible
de ser verdadero o falso. En nuestro lenguaje las proposiciones se expresan mediante oraciones
declarativas.

En el argumento anterior, tenemos las siguientes proposiciones:

El precio de los departamentos es caro. (premisa)

Los tipos de interés son altos. (premisa)

Hoy es un mal momento para comprar un departamento. (conclusión)

Con estos elementos podemos ahora definir lo que es un argumento. Un argumento es un conjunto de
dos o más proposiciones relacionadas de tal manera que las proposiciones llamadas premisas apoyan
a la proposición llamada conclusión. Otra manera de caracterizar un argumento es definirlo como un
conjunto de enunciados declarativos, uno de los cuales se designa como la conclusión y los otros como
las premisas.

1.2. Estructura del argumento

Todo argumento posee una estructura que está formada por las premisas y la conclusión. Sin
embargo, tomada aisladamente ninguna proposición es en sí misma una premisa o una conclusión.

Una proposición es una premisa sólo cuando aparece como un supuesto de un razonamiento y una
proposición es una conclusión cuando aparece en un razonamiento en el que se afirma que se
desprende de las proposiciones que aparecen como premisas.
En los argumentos existe una conexión lógica o un paso de las premisas a la conclusión, esa conexión
se llama inferencia y sobre ella se apoya el argumento.

Los argumentos son relevantes para persuadir y demostrar. Las proposiciones son afirmaciones
importantes para la estructura lógica del discurso. Una proposición puede expresar una verdad y no
convencer a nadie.

Nos preguntaremos ahora ¿cómo podemos reconocer premisas y conclusiones?

No siempre es fácil identificar las premisas y la conclusión en los argumentos. A veces las premisas y
la conclusión se encuentran entremezcladas, de tal manera que es necesario aprender a reconocerlas.

Nicolás Capaldi, en su obra Cómo ganar una discusión, nos proporciona reglas que nos pueden ser
útiles para identificar premisas y conclusiones. Veamos las siguientes:

Regla 1. No identificar premisas y conclusiones por su contenido


Regla 2. No identificar premisas y conclusiones por su posición o ubicación dentro de un párrafo. Por
diversas razones premisas y conclusiones pueden aparecer en cualquier lado.
Regla 3. La aparición de la siguiente palabra o palabras al comienzo de una proposición significa que
dicha proposición entraña una conclusión: por lo tanto, por ende, así que, de ahí que, en
consecuencia, se deriva, por consiguiente, como resultado, luego, entonces, llegamos a la conclusión.
Regla 4. La aparición de la siguiente palabra o palabras al comienzo de una proposición significa que
dicha proposición entraña una premisa: puesto que, ya que, como, en tanto que, dado que, por
cuanto, viendo que, a partir de, porque, y, sea como fuere, pero, en efecto.
Regla 5. Es conveniente poner de manifiesto las premisas y conclusiones implícitas o faltantes.

Analicemos el siguiente ejemplo: Fox es un extranjero, así que no se le permite votar.

Podemos identificar a la conclusión como la parte que sigue a la partícula así que, de tal manera que
la primera parte constituye una premisa. Sin embargo, hay una premisa obvia que no está enunciada
y es la siguiente: a los extranjeros no se les permite votar. Tomando en cuenta esta premisa, el
argumento completo quedaría de la siguiente manera:

A los extranjeros no se les permite votar. 


Fox es un extranjero. 
Así que a Fox no se le permite votar.
1.3. Requisitos para construir un buen argumento

Ahora que sabemos qué es un argumento, cuáles son sus partes y cómo podemos identificar premisas
y conclusiones nos preguntaremos cómo podemos aprender a argumentar bien.

El filósofo francés René Descartes, en su obra Discurso del método, nos a conseja poner en práctica
los siguientes preceptos:

1. No aceptar nada como verdad sin haberlo demostrado.

2. Dividir el problema o las dificultades en tantas partes como sea posible, hasta lograr su
comprensión.

3. Ordenar los pensamientos y argumentos empezando por los más simples y fáciles, hasta llegar a
los más complejos y difíciles.

4. Realizar enumeraciones integrales y revisiones tan completas que nos permitan estar seguros de no
haber omitido nada.
Tomando en cuenta las observaciones de Descartes y de otros autores de la corriente del pensamiento
crítico, podemos señalar qué debemos tener en cuenta para hacer buenos argumentos.

Podemos construir un buen argumento cuando:

a) Nos limitamos o ceñimos a la cuestión o tema que queremos debatir,

b) Ofrecemos razones sólidas, y

c) Nuestro argumento está protegido de posibles refutaciones. 2

2
Refutar significa contradecir, rebatir, impugnar con argumentos o razones lo que otros dicen

l argumento
1.3. Requisitos para construir un buen argumento
a) El tema

Nos ceñimos al tema cuando precisamos: ¿qué es lo que estamos discutiendo?, ¿sobre qué asunto y
sobre qué aspecto de dicho asunto?, ¿en qué consiste el desacuerdo?, ¿dónde radica el meollo de la
discrepancia? Sin embargo, la experiencia cotidiana muestra la facilidad con que nos enredamos en
disputas mal establecidas porque nos desviamos del tema o cuestión como en el siguiente ejemplo:

.  Juan, deberías pensar en tomarte más en serio los estudios.


.  Pero, papá, si tú a mi edad te la pasabas en el billar y no asistías a clases.
.  Mira, hijo, si quieres discutir conviene no mezclar las cosas: ¿Está bien o mal lo que yo te
recomiendo? ¿Estuvo bien o mal lo que yo hice? ¿Justifican mis errores los que tú cometas? Son tres
cosas distintas: ¿cuál quieres que discutamos?

En el ejemplo, el padre trata de llevar a su hijo a precisar el punto de discusión y esto es una cuestión
clave. Cuando no tenemos claro en donde radica el meollo de la discusión, es preciso concretarlo
antes de empezar a argumentar. Si tu fueras Juan, ¿por dónde empezarías?

 
l argumento
1.3. Requisitos para construir un buen argumento
b) Razones sólidas

Las razones sólidas  son las que sostienen la conclusión de una manera convincente. Para que las
razones o premisas sean convincentes  algunos autores señalan que es necesario que tengan las
características de ser: relevantes, suficientes  y aceptables.

Una razón es relevante si nos conduce o presta apoyo a la conclusión. Veamos el siguiente caso:

Podríamos argumentar que no se debe condenar a un asesino, por ejemplo Diego Santoy Riverol,
esgrimiendo como razón que sus padres no podrán resistir el dolor y la vergüenza de tener un hijo
delincuente o asesino. Sin embargo, esto no sería relevante. Para evitar su condena, deberíamos
alegar que Diego no fue responsable de sus actos porque estaba perturbado, desequilibrado o
enfermo, o que fue obligado a realizar los homicidios, pero no apelar al dolor y vergüenza de sus
padres.

Para que una premisa sea suficiente  es conveniente acumular muchos argumentos que, por distintas
razones y de diferente manera, abunden en la conclusión que queremos sostener. Para ello, se
recomienda buscar por diversos caminos varias razones que apoyen la misma conclusión.
La mayor parte de nuestras argumentaciones no se centran en datos objetivos o indiscutibles, sino en
cuestiones que tienen que ver con cosas controvertibles como lo justo, lo preferible, lo probable. Por
eso es conveniente que nuestras premisas tengan un respaldo que las sostenga para que sean
aceptables.

Una premisa es aceptable cuando: ofrece datos objetivos, expresa un conocimiento común a todos,
contiene un testimonio incontrovertible, constituye un testimonio de un experto, asimismo, cuando es
la conclusión de un argumento ya aceptado o cuando puede probarse porque cuenta con un respaldo
sólido.

Por el contrario, una premisa no es aceptable si constituye una afirmación confusa o ambigua, está en
contradicción con la evidencia o con una fuente creíble, cuando contradice otras premisas del mismo
argumento o contiene aseveraciones dudosas que no tienen respaldos.

l argumento
1.4 Tipos de argumentos

En nuestra vida diaria utilizamos diversos tipos de argumentos quizá sin saberlo, ¿qué tipos de
argumentos hay?, ¿cuál es la estructura de un argumento?, ¿qué tan fuertes  o débiles pueden ser las
conclusiones?

Existen diversos tipos de argumentos entre los cuales podemos destacar los siguientes: deductivo,
inductivo, analógico, abductivo y estadístico. En este apartado nos ocuparemos sólo de los tres
primeros.

 
1.4 Tipos de argumentos

1.4.1. Argumento deductivo

Un argumento deductivo  es aquel cuya conclusión deriva de manera necesaria de sus premisas, a esta
propiedad exclusiva de este tipo de argumento se le denomina validez. Más adelante veremos este
último concepto.

En un argumento deductivo la inferencia3 es más fuerte que en los argumentos inductivos. Esto se
debe a que el contenido informativo de la conclusión está ya en las premisas, es decir, en la
conclusión no se obtiene información nueva. La conclusión sólo hace explícito algo que ya se dice en
las premisas, aunque de una manera implícita. Veamos el siguiente ejemplo:

•  Todos los gatos maúllan

•  Félix es un gato

- Félix maúlla

Como podemos observar, lo que concluimos está ya contenido en las premisas, así inferimos que Félix
maúlla sobre la base de que en las premisas se nos ha afirmado que "Todos los gatos maúllan".

En el argumento deductivo es irrelevante el contenido, pues lo único que interesa es la forma o


estructura, es decir, verificar si hay una relación lógica entre las premisas y la conclusión, si las
premisas ofrecen un apoyo suficientemente fuerte para afirmar la necesidad de la conclusión.

En el argumento deductivo no es importante ni necesario verificar si las premisas son verdaderas o


falsas, pues esto depende del contenido y es objeto de estudio de las otras ciencias particulares. Lo
que nos importa es determinar si es una estructura válida.
3
 Inferir es extraer conclusiones a partir de las premisas

l argumento
1.4 Tipos de argumentos
1.4.2. Argumento inductivo

El argumento inductivo  es aquel en el que a partir de la observación de un cierto número de casos


particulares, -en un número suficiente de individuos de una clase determinada-, se generaliza en la
conclusión las propiedades que se predican en las premisas con respecto a los objetos observados de
una clase dada, a todos los miembros de la misma. Tal generalización vale no únicamente para los
casos que hemos observado, sino para todos los de su especie, es decir, aún para los que no hemos
observado. Veamos un ejemplo:

•  El león es un felino y tiene garras


•  El tigre es un felino y tiene garras
•  El puma es un felino y tiene garras
•  n.
- Probablemente, todos los felinos tienen garras

En este caso observamos a ciertos individuos particulares: león, tigre, puma y n., los cuales
pertenecen a la clase de los felinos, observamos que todos ellos tienen en común la propiedad de
tener garras, y entonces inferimos que, con base en nuestras observaciones, probablemente todos  los
miembros de la clase felino tienen garras.

La forma del argumento inductivo sería la siguiente:

•  El individuo A  pertenece a la clase X y tiene la propiedad P


•  El individuo B pertenece a la clase X  y tiene la propiedad P
•  El individuo C pertenece a la clase X  y tiene la propiedad P
•  n.
- Probablemente todos los individuos  de la clase X tienen la propiedad P

Hay algo que es importante destacar al caracterizar el argumento inductivo, a diferencia del
argumento deductivo, el apoyo que las premisas dan a la conclusión es más débil. En un argumento
inductivo, si las premisas son verdaderas, la conclusión tendrá más probabilidad de ser verdadera;
mientras que en un argumento deductivo, si las premisas son o se suponen verdaderas, la verdad de
la conclusión se infiere con absoluta necesidad.Por esta razón, se dice que la inferencia en los
argumentos inductivos es más débil,mientras que en los deductivos es más fuerte.

En todos los argumentos inductivos, la conexión entre las premisas y la conclusión sólo permite
suponer, en el mejor de los casos, que si todas las premisas son verdaderas, entonces es probable
que la conclusión también lo sea. Si las premisas proveen un apoyo adecuado a la conclusión, es
decir, si son verdaderas y se ha analizado un número suficiente de casos, entonces decimos que es un
argumento correcto.

1.4 Tipos de argumentos


1.4.3. Argumento analógico

El argumento analógico consiste en observar ciertas características semejantes entre dos o más


objetos, para después inferir, sobre esa base, una propiedad que desconocemos en uno de ellos.
Los argumentos analógicos no pueden clasificarse como "válidos" o "inválidos" como los deductivos, lo
que se pretende con ellos es una conclusión que tenga una cierta probabilidad (en esto se parecen a
los argumentos inductivos).

La estructura del argumento analógico es la siguiente:

•  Los individuos A, B, C y D  tienen todos las propiedades P y Q


•  Los individuos A, B y C  tienen todos la propiedad R
- Probablemente D tiene la propiedad R

Pongámosle contenido a la estructura anterior:

•  "Berenice",  "El gato negro", "Los anteojos" y "La caída de la casa de Usher" son cuentos de Edgar
Allan Poe
•  "Berenice", "El gato negro" y "Los anteojos" me han gustado mucho
- Probablemente "La caída de la casa Usher"  también me gustará mucho.

Como podemos observar, la analogía lógica consiste en trasladar las propiedades de un objeto ya
conocido a otro que es semejante y tratamos de conocer.

l argumento
Resumen
•  En el argumento se ponen en conexión dos o más proposiciones relacionadas de tal manera que
una de ellas, la conclusión, se deriva de las otras (las premisas). No todo enlace de proposiciones
constituye un razonamiento, por ello es necesario que una proposición sea consecuencia de las otras.
El nexo que hay entre las premisas y la conclusión se llama inferencia.
•  Construimos un buen argumento cuando: a) nos limitamos o ceñimos a la cuestión o tema que
queremos debatir, b) ofrecemos razones sólidas y c) nuestro argumento está protegido de posibles
refutaciones.
•  El argumento deductivo se caracteriza porque su conclusión deriva de manera necesaria de sus
premisas; esto es debido a que no agrega más información que la ya contenida en las premisas.
•  El argumento inductivo  parte de la observación de cierta propiedad en objetos de la misma clase y
generaliza dicha propiedad a todos los miembros de esa clase. La conclusión de un argumento
inductivo es probable, no necesaria como en el argumento deductivo.
•  El argumento analógico  parte de la observación de ciertas propiedades similares en dos objetos y,
con base en ello, concluye otra propiedad similar en ellos. Al igual que el argumento inductivo, su
conclusión sólo es probable y no necesaria como en el argumento deductivo.
Actividades

1. Analiza los siguientes ejemplos y especifica cuáles son argumentos y cuáles no. De los ejemplos
que sean argumentos, identifica las premisas y la conclusión. Recuerda que para reconocer un
argumento es importante saber si tiene una conclusión, si contiene premisas o razones que apoyen la
conclusión y si existe una relación de inferencia entre las premisas y la conclusión. Ejemplos:

a) Te recomiendo que estudies mucho si quieres entrar a la Universidad.

b) La gente que mira la televisión horas y horas carece de sentido crítico. El efecto enajenante de la
televisión perjudica a la sociedad al olvidar la gente los problemas verdaderamente importantes que
es necesario enfrentar.

c) Si estás en Querétaro, entonces tu reloj señala la misma hora que en Toluca. Estás en Querétaro.
Por lo tanto tu reloj señala la misma hora que en Toluca.
d) Tras la colisión aérea entre un caza chino y un avión espía estadounidense el domingo pasado, las
relaciones entre China y Estados Unidos, antaño complejas, se encuentran en un punto de extrema
tensión diplomática y militar.

e) El cumpleaños de Alejandro es un día antes que el cumpleaños de Andrés. Hoy es el cumpleaños de


Alejandro. Por ello, mañana es el cumpleaños de Andrés.

2. Realiza un cuadro comparativo con las semejanzas y diferencias de los tres tipos de argumentos.
Con base en las estructuras de los argumentos que hemos estudiado, construye dos ejemplos de cada
tipo de argumento con temas que sean importantes para ti.

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