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Acompañ amiento
terapéutico
Su inserció n y funció n en el á mbito educativo.
Integració n e inclusió n escolar.
Monografía
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Resumen.
En la presente monografía, se intentará hacer un recorrido breve sobre la historia del
Acompañante Terapéutico, logrando así una definición aproximada del mismo junto con
sus funciones, haciendo referencia a autores tales como Kuras de Mauer, Resnizky, Rossi,
Cossi, entre otros.
Luego, como eje central de dicha monografía, se realizará un recorrido en el tiempo de los
conceptos segregación, integración e inclusión hasta la actualidad, considerando la figura
del AT desde un abordaje puramente institucional educativo: sus funciones, obligaciones y
marco legal de ingreso del AT a dichas instituciones, citando autores tales como Jiménez,
Lus, Aguilar Montero, entre otros. Sumado a esto, se propondrá una serie de objetivos que
debería establecer una escuela inclusiva, esto es, proceso de inclusión.
Se realizará, además, una distinción entre AT y Maestra Integradora, tema que se debate
por la confusión y entrecruzamientos de roles.
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Introducción.
El rol del Acompañante Terapéutico se convirtió a lo largo de los años en un dispositivo
alternativo de abordaje en materia de la Salud Mental, el cual se somete a determinados
roles y funciones según sea la problemática que plantee un paciente.
Sin embargo, este acompañamiento se torna eficaz si todas las escuelas están dispuestas a
incluir a niños/adolescentes con discapacidades o necesidades educativas especiales, es
decir, aceptar la diversidad de alumnos, dejando de lado la exclusión o segregación,
términos que surgieron en los siglos XVII y XVIII.
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Acompañamientos terapéuticos: marco teórico.
Breve historización.
El acompañamiento terapéutico es un recurso que surge a principios de la década de 1970 en
Argentina, si bien algunos autores mencionan antecedentes de este rol en algunos países europeos a
principios del siglo XX. La práctica del acompañamiento terapéutico ha tenido un gran desarrollo
en Latinoamérica, principalmente en Argentina, Uruguay y Brasil.
Según Eduardo Cossi (2011), el Acompañamiento Terapéutico surgió en Argentina en estos años,
donde los lineamientos más importantes que le dieron impulso fueron la Psiquiatría, la
Antipsiquiatría y el Psicoanálisis.
Sumado a esto, Susana Kuras de Mauer cuenta que la historia del Acompañamiento Terapéutico
como tal se fue construyendo con el tiempo, a partir de la práctica; tanto el cuerpo teórico como la
técnica.
Por lo tanto, a partir del siglo XX, el paradigma médico recibe los aportes de nuevas teorías y
prácticas, siendo el Psicoanálisis una nueva perspectiva que aporta cambios radicales respecto a la
“visión” que se tiene sobre las enfermedades mentales, diferenciándose la práctica analítica respecto
de la psiquiatría.
A partir de la década del 60, en Argentina la profesión cobra auge con el “movimiento
antipsiquiátrico” y a la preponderancia del psicoanálisis como modelo terapéutico.
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Refiere el Dr. Carlos Stagnaro: “El Acompañante Terapéutico habría comenzado como una
alternativa frente a la internación psiquiátrica, se lo quería para acompañar procesos de internación
domiciliaria”. Ese rol estaba diferenciado del terapeuta y su función ligada a un trabajo “extra
muros”, de contención en momento de crisis.
La profesión se presentó como una alternativa en caso de pacientes con trastornos graves, en crisis o
internación, ofreciendo tratamiento personalizado y acotado a una estrategia específica designada
por el médico de cabecera.
Este acompañamiento, a su vez, surge de la mano de las ideas que evitan la marginación y la
estigmatización del paciente, en un intento de evitar la internación psiquiátrica o haciendo que la
misma sea más acotada. Aparece como respuesta a una encrucijada en la cual nos ponen algunos
pacientes que presentan dificultad para ser abordados terapéuticamente. Estas ideas generaron
nuevos paradigmas de salud mental reflejados en la normativa actual que pone en relieve el
dispositivo del acompañamiento terapéutico a partir de su mención en la Ley Nacional de Salud
Mental 26.657.
Concepción.
Kuras de Mauer da cuenta de la dificultad de transmitir de qué se trata el ser AT, ya que en el
proceso histórico de composición de este dispositivo se pasó por diferentes etapas; se lo pensó
como una técnica, como profesión, como práctica clínica y como aporte complementario a la
práctica psicoterapéutica.
La misma autora junto a Resnizky (2011) también advierten que las limitaciones en la definición
del AT muchas veces generan problemas a la hora de integrarlos en un equipo interdisciplinario.
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Sin embargo, el autor Gustavo Rossi propone la siguiente definición:
“El AT es un recurso clínico especializado que opera desde un abordaje psicoterapéutico, en forma
articulada con el profesional o el equipo terapéutico que lo indica. Se incluye en el tratamiento de
pacientes severamente perturbados, en situaciones de crisis o emergencias, y en casos
recurrentemente problemáticos, o que no son abordables para las estrategias psicoterapéuticas
clásicas” (Rossi, 2007, p.44-45)
Por lo tanto, un AT es un agente de salud capacitado, que sostiene una función asistencial específica
en el área de salud mental. Se trata de un dispositivo que permite diseñar una estrategia adecuada a
la singularidad de cada paciente, dependiendo de la situación que el sujeto esté atravesando. Para
ello, el Acompañante Terapéutico se insertará en la vida cotidiana de la persona afectada donde esta
se encuentre y compartirá con ella “su mundo”, su cotidianeidad, favoreciendo el desarrollo de la
iniciativa y voluntad. Trabaja siempre inserto en un equipo terapéutico, colaborando, siguiendo y
expandiendo la estrategia del terapeuta.
Funciones.
De acuerdo a las antes citadas Kuras de Mauer y Resnizky (2009), las funciones básicas del AT son:
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vínculos que mantiene con su familia, con otros actores, modos de relacionarse, las
emociones que lo dominan, etc. También dispone datos acerca de las conductas en
base a su vida diaria. Toda esta información es de suma importancia para el equipo
tratante y resulta muy útil para la diagramación de estrategias de intervención.
- Habilitar un espacio para pensar: no es función del AT interpretar lo que el
paciente dice, pero si le corresponde ofrecer una escucha empática, habilitar un
espacio de diálogo donde lo subjetivo se pueda expresar a través de la palabra.
- Orientar en el espacio social: el AT deberá fomentar y potenciar el reencuentro del
acompañado con su ambiente social.
- Intervenir en la trama familiar: puede ser función del AT trabajar para “amortiguar”
las interferencias en las relaciones familiares.
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Además del domicilio del paciente, el AT puede desempeñar sus funciones en:
- Escuelas: en el caso de niños con discapacidad, trastornos de la personalidad,
trastornos de atención, autismo, TGD, etc., que requieran de un seguimiento
personalizado. En estos casos, siempre se trabaja en conjunto con la maestra de
grado, la maestra integradora y el equipo educativo y profesional detrás de la
institución y el paciente.
- En instituciones hospitalarias, asilos e internaciones en conjunto con el resto de los
profesionales.
- Comunidades terapéuticas trabajando la cuestión de la drogadicción.
Ante esto, resulta de gran importancia no omitir la heterogeneidad de campos en los que
trabaja el Acompañante Terapéutico, con pacientes que se encuentran en diferentes etapas
del ciclo vital.
Inclusión educativa.
De la segregación a la integración.
Los términos integrar e incluir, a simple vista significan lo mismo. Por el contrario podría
decirse que son muy diferentes.
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Esto último, implica una “normalización educativa que sólo resulta posible desde los
planteamientos de la escuela inclusiva”. (Aguilar Montero, 2000, p.28)
Las personas con discapacidad han existido desde los inicios de la humanidad, pero
diferente es el trato que se les ha ido dando a lo largo del tiempo.
Claramente, no se tenía consciencia de lo que era una persona con discapacidad. De forma
equivocada, se creía que era un ser anormal, un ser peligroso al cual se lo debía encerrar,
tener oculto, lejos del contacto con la sociedad en general.
Siguiendo con este tema, pero en lo que al plano pedagógico respecta, corresponde tomar
como punto de partida en la evolución del Siglo XX. A este período se le atribuye el
surgimiento de la educación especial, ya que la sociedad tomó consciencia, en aquel
entonces, que era necesario atender a las personas con deficiencias en las instituciones
especializadas. Esta atención, cabe aclarar, estaba dada más a nivel asistencial que
educativo.
Se puede decir entonces, que de aquella época surge la idea de segregar, esto es, tratar al
diferente de manera aislada, separándolo del resto de la sociedad. Según explica Jiménez:
“…había que proteger a la persona normal de la no-normal, es decir, se consideraba a esta
última un peligro para la sociedad”. (1993, p.24-25)
Así, los niños con necesidades educativas especiales (NEE), término surgido
posteriormente (años 60), fueron en adelante educados en escuelas especiales, junto con
niños de similares características y separados del resto, de los considerados normales por no
poseer ningún tipo de discapacidad.
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Así fue como comenzó a tener lugar la educación segregada. Estas instituciones contaban
con sus propios currículos, técnicas de enseñanza y especialistas. La educación se realizaba
en forma totalmente aislada del resto de la sociedad, hecho poco ventajoso para el
desarrollo de las capacidades de los niños y de lo que es más importante, para el desarrollo
de una vida feliz.
Esto último, contribuyó como punto de partida para la toma de conciencia acerca de la
importancia de la inserción en la sociedad, comenzando por el ámbito escolar, de las
personas con diferentes tipos de discapacidad:
“Lo que debe modificarse necesariamente es el medio para facilitar que las personas con
necesidades educativas especiales puedan desarrollar su vida de la manera más normal
posible. La escuela forma parte del medio y contribuye el centro en el que naturalmente
pasan los años de infancia y adolescencia la mayoría de los jóvenes. Por eso, la integración
escolar presenta la estrategia más importante para cumplir con la normalización de las
personas con necesidades educativas especiales durante su edad de desarrollo.” (Lus, 1995,
p.31)
De la integración a la inclusión.
Como fue mencionado con anterioridad, integración escolar e inclusión escolar, parecen
significar lo mismo, pero no es así. Si bien están relacionados y se necesitó de la creación
de uno para llegar al desarrollo y puesta en marcha del otro, distintos son sus abordajes.
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Parafraseando a Aguilar Montero (2000), la integración se relaciona con las personas con
discapacidad y con su necesaria incorporación a la escuela ordinaria para evitar la
segregación. Pero no daba una respuesta adecuada a otros sujetos con necesidades
educativas especiales que requerían determinadas adecuaciones del currículo ordinario.
La inclusión por el contrario, parte como una necesidad de la escuela ordinaria y aduciendo
el derecho de todo el alumnado a ser educados juntos, sin requisitos de entrada, y en la
misma escuela que los demás sin que ésta seleccione a nadie por sus condiciones
personales, familiares, culturales o sociales.
Ahora bien, claro está que las ideas integradoras resultaron un cambio revolucionario, por
llamarlo de alguna manera, hacia un futuro que dejó atrás las ideas segregadoras, pero no
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resultaron suficientes en los fines prácticos. En primer lugar, porque la integración sólo
tomaba en cuenta a los niños discapacitados como foco de la integración, cuando en
realidad había, y hay, otros niños con necesidades educativas especiales, no necesariamente
causadas por una discapacidad.
Por otro lado, ocurría en el general de los casos, que se colocaba al diferente en el espacio
común sin brindarle la ayuda necesaria, cuestión que resultaba negativa tanto para el
colocado como para la entidad educativa. Esto se debe a que el niño diferente se seguía
sintiendo excluido porque no podía participar de las actividades en conjunto con sus
compañeros ya que no podía seguir el ritmo normal de la clase con un currículo que no
estaba verdaderamente normalizado y con profesores que no están debidamente preparados.
Esta cuestión, claramente derivaba en el fracaso escolar del alumno.
Es por estas razones que en muchos países se han empezado a hacer, hace poco tiempo,
cuestionamientos respecto a este tema, pensando en que todavía se puede, y de hecho se
debe, dar un paso más para lograr que efectivamente el alumno con necesidades educativas
especiales pueda desarrollarse en un ambiente común junto a otros chicos sin necesidades
educativas especiales.
De esta manera se llega a lo que hoy se conoce como inclusión educativa o educación
inclusiva, también llamada educación para la diversidad o escuela para todos, entre otras
denominaciones, que tiene como lema “una escuela que excluye las desigualdades, incluye
las diferencias”. (Aguilar Montero, 2000, p.54)
El nuevo concepto adoptado, el de incluir, busca dar un paso más en el proceso integrador y
claramente busca alejarse de la exclusión. Se habla de incluir, porque ya no basta con que
los alumnos con necesidades educativas especiales estén integrados, sino que es preciso que
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estén junto a sus compañeros, para progresar en una escuela que ofrezca respuestas para
todo el alumnado, dice Aguilar Montero (2000).
“No basta con que los alumnos con necesidades estén en las escuelas ordinarias, sino que
deben participar de toda la vida escolar y social de la misma.” (Aguilar Montero, 2000,
p.55)
Es importante, dentro de este contexto, que la sociedad sea consciente de este cambio de
paradigma. Está claro que la idea es comenzar incluyendo desde la escuela, pero el niño
con necesidades especiales algún día crecerá y deberá desarrollarse fuera de ella, realizando
otras actividades acordes a su edad y preparación.
Se debe asumir que la heterogeneidad es el nuevo modelo a seguir. Dicho modelo, instalado
en las bases de la inclusión educativa, tiene diversas razones que lo justifican:
Por empezar, la inclusión genera beneficios a toda la comunidad educativa, esto incluye a
los propios alumnos, a la escuela, a los profesores, a los padres y a todos aquellos que
formen parte del contexto educativo. Se quiere dejar en claro con esto que no sólo beneficia
al alumno diferente, sino a éste y a su entorno a la vez.
A los alumnos con necesidades educativas especiales, les permite lograr un mayor
desarrollo intelectual y una significativa mejora de su aprendizaje.
Por último, resta decir que educando bajo el concepto inclusivo, se creará un cambio en el
común de la sociedad, cuya actitud frente a la diversidad será cada vez más positiva. Así se
tendrá, según expresa Ortiz (1983) una sociedad abierta, donde será posible convivir, donde
todos encontrarán su lugar para participar resolviendo sus problemas y evolucionando
como personas.
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Educación para la diversidad.
Tal como establece la Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989, la educación es un derecho de
todos los niños y debe tender a transformarlos en miembros útiles de la sociedad.
A su vez, es importante que los docentes sirvan de modelo para sus alumnos, especialmente
para aquellos que sufren de alguna discapacidad. La formación docente para la educación
en la diversidad, debe ir principalmente orientada a la aceptación de la discapacidad. Todos
los docentes, ya sean de escuelas especiales o escuelas inclusivas, deben estar capacitados
para poder reconocer los signos de una necesidad educativa especial e identificar a los
alumnos con estas necesidades.
Para que el currículo pueda responder a la diversidad de forma adecuada, debe responder a
dos principios básicos: ser flexible y un currículo abierto.
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Aguilar Montero (2000), por su parte, considera que las adaptaciones curriculares son
aquellas modificaciones o ajustes en la provisión de recursos humanos, espaciales
(infraestructura), materiales (herramientas para la realización de diversas actividades) o de
comunicación (sistemas alternativos), que van a permitir que los alumnos con necesidades
educativas especiales puedan seguir el currículo ordinario.
Los recursos humanos son aquellas personas que, formando parte del plantel de la escuela o
trabajando fuera de ella pero en conjunto con la misma, brindan apoyo a los alumnos con
necesidades especiales. Es importante contar con estos especialistas para poder desarrollar
una tarea inclusiva. El alumno cuenta con el apoyo de profesionales dentro de la escuela
ordinaria, con lo cual no es necesario que acuda a centros de educación especial.
Citando a Rossi, en uno de sus textos se refiere particularmente a los niños y la educación,
luego de realizar una definición acabada sobre del rol del AT: “En el caso de su
intervención con niños, se fue ampliando en este campo, donde resulta cada vez más
solicitado, desde la discapacidad y trastornos graves en la infancia, hasta la integración
social/escolar.” (Rossi, 2007, p.45)
Por lo tanto, sitúa al AT con niños dentro de la clínica de las perturbaciones psíquicas
severas, como lo son: el autismo, el retardo mental, las psicosis infantiles, los trastornos
severos del desarrollo y la discapacidad. Todas ellas son las denominadas patologías
graves, por lo que son niños que presentan alteraciones en su estructura subjetiva.
Es a estos niños o adolescentes a quienes el AT les brinda la posibilidad de contar con una
presencia en la inmediatez de una crisis o en la cotidianeidad, en su día a día; presencia que
puede no sólo contener a ese sujeto, sino brindar la posibilidad de generar los recursos
internos para que poco a poco logre tramitar su realidad, es decir el acompañante es alguien
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que con su presencia y sus intervenciones, favorece los medios para propiciar la
simbolización y la construcción de la subjetividad. El AT, por lo tanto, es un promotor de la
inclusión educativa y social del sujeto.
Proceso de inclusión.
El objetivo de las escuelas inclusivas es formar un sistema de educación que cubra las
necesidades de todos los alumnos, para lo que se hace necesario reestructurar las
instituciones educativas.
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- Un currículum adaptado o flexible, a través del cual el niño desarrolle sus
habilidades y aprendizajes acordes a sus características.
- Una planificación lo suficientemente amplia, capaz de ser adaptada a las
características y necesidades de todos los alumnos, atendiendo al ritmo de trabajo de
cada uno.
- Una cultura institucional desde donde se funde la inclusión.
- El aula y la institución en general se deben organizar partiendo de las características
de los alumnos, con la intención de contribuir con el proceso educativo de todos.
- Los materiales deben ser diversos, para satisfacer las necesidades de cada alumno.
- Los docentes deberían tener una formación en educación especial.
- Se debe trabajar desde una perspectiva personalizada, en la que se tenga presente las
características de cada uno de los niños, atendiendo así a la diversidad.
Este modelo, por lo tanto, facilita la comunicación y el trabajo en conjunto con el equipo
docente, la inclusión del alumno, tanto en el área social como en el desempeño académico.
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Figura del Acompañante Terapéutico en
instituciones educativas.
El lugar del acompañante dentro del salón de clases acarrea una serie de ventajas para la
inclusión educativa y social del niño/adolescente. Con capacidad de intervención, el
acompañante tiene la oportunidad de observar de cerca los procesos de aprendizaje de su
acompañado, al mismo tiempo que observa la relación que éste establece con cada uno de
sus compañeros y maestras.
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una agresión o una falta de respeto hacia la maestra o hacia un compañero, o viceversa
entre muchas cosas. El PPND ayuda a darle sentido a dicha experiencia, juega un papel
activo en el proceso de llevar al acompañado a pensar y trabajar sus angustias, lo que
resulta terapéutico. Primeramente, porque propone una ruptura de modelos estereotipados
de vinculación que lo llevaron a cierto modo de aislamiento y, también porque ayuda al
acompañado a aprender a esperar y postergar. El acompañante comprende que la tolerancia
a la frustración es un elemento muy importante en la adquisición de la capacidad para
pensar y tolerar la ansiedad. La tolerancia a la frustración determina la futura capacidad del
proceso de pensamiento y comunicación con los otros. La figura del PPND también se
centrará en facilitar conductas asertivas, haciendo que el alumno acompañado piense, sienta
y actúe en una misma dirección y en consonancia consigo mismo y los demás, desalentando
aquellas conductas, pensamientos y emociones negativas que presente.
Con el eje puesto en los aspectos psíquicos-emocionales del niño, el trabajo en un equipo
terapéutico va orientando la función del acompañante. Esto se dará a partir de la
construcción de un vínculo particularizado con el niño, como vía de acceso a su integración
y a los contenidos pedagógicos.
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Funciones y obligaciones del Acompañante Personal No docente
en el marco de la institución escolar.
Según el anexo “Reglamento para el desempeño de acompañantes personales no docentes
(APND) de alumnos/as con discapacidad incluidos en las escuelas de modalidad común en
la ciudad autónoma de Buenos Aires” perteneciente a la Resolución N° 3034-MEGC-2013,
explicita en el Capítulo 2 las funciones y obligaciones del Acompañante Personal No
docente:
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Dirección de Educación Especial, en los casos que haya intervenido; deberán
realizar un informe sobre su desempeño, y en su caso, indicará a la familia que no se
autorizará el ingreso del acompañante en las condiciones que surjan de dicho
informe.
7. Ni el APND ni el equipo integrador podrá realizar filmaciones ni tomar fotografías
de los alumnos/as en la escuela en la que se desempeña.
8. El APND y el Equipo integrador externo deberán priorizar la comunicación con las
familias a través de los canales institucionales de la escuela.
9. Ninguna documentación que produzca el APND tendrá validez sin el visado del
Equipo Directivo de la Institución.
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f. Copia certificada del título del Profesional inherente a las necesidades del
alumno/a.
g. Póliza de seguro en los términos de la Ley 17.418, que cubra los accidentes
personales y la responsabilidad civil por daños a terceros.
h. Certificado de reincidencia y, para el caso de que se trate de extranjeros, que
se acredite que residen en legal forma y que la Dirección Nacional de
Migraciones los ha autorizado para prestar servicios remunerados en la
República Argentina. Deberán presentar la documentación original y 2
copias para la certificación de las mismas por la Secretaría del
establecimiento.
2. La Dirección de la Escuela, dentro de los 5 (cinco) días hábiles posteriores a la
recepción de la documentación referida precedentemente, deberá:
a. Verificar la documentación del APND e informar a los padres ó
representante legal si la misma está correcta.
b. Informar a los Equipos de Apoyo (EOE/ASE) por nota para el seguimiento
del alumno/a.
c. Con intervención de los Equipos de Apoyo (EOE, ASE) según corresponda,
elevará la solicitud de autorización del ingreso del APND a la Supervisión
escolar correspondiente a su área, remitiendo una de las copias de la
documentación referida en el punto 1 del Capítulo I del presente Anexo.
3. El alumno/a continuará incluido en la escuela común independientemente del la
tramitación de la autorización del ingreso del APND.
4. En los casos que se solicite una vacante para un/a niño/a ó adolescente, que debe
ingresar con un APND, la Dirección de la Escuela otorgará la vacante, respetando
las prioridades de ingreso reglamentarias, y en forma paralela dará trámite a la
autorización del ingreso del APND conforme lo establecido en la presente.
5. Según lo consideren pertinente la Supervisión del Nivel y el Equipo de Apoyo
(EOE/ASE) acordará -conforme a lo dispuesto por la Disposición Nº 32/DGEGE/09
y su modificatoria Nº 39/DGEGE/09- los apoyos necesarios para organizar la
trayectoria escolar del alumno/a en un plazo no mayor a 5(cinco) días, y lo
informará a la escuela.
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6. Las Supervisiones de Educación Especial correspondientes o Coordinación de
Asistentes celadores para discapacitados motores, o de Intérpretes de Lengua de
Señas Argentinas, o de Maestros de Apoyo Psicológico (MAP) realizarán informe
para la escuela del alumno/a dentro de los 5 (cinco) días hábiles subsiguientes a la
recepción de la información.
7. Ingreso del APND: La Supervisión escolar del área y nivel considerará la situación
del alumno/a en base a los antecedentes presentados, evaluará la documentación
recibida, y en el término de 2 (dos) días hábiles subsiguientes a su recepción,
autorizará –o no- el ingreso del APND emitiendo la decisión que corresponda. Se
deberá notificar a los padres o representantes legales y a la Dirección de la Escuela
dentro de los 2 (dos) días hábiles siguientes al dictado del acto. Asimismo informará
a la Dirección de Educación del nivel la decisión y se elevará una copia de la
documentación y del acto emitido.
8. La Dirección de la Escuela labrará un acta, en la que el APND dejará constancia de
que toma conocimiento de la resolución, la misma será suscripta por la conducción
de la escuela, el o los padres o representantes legales, el APND y el equipo de la
obra social o prepaga.
9. La Supervisión del Nivel y los equipos de apoyo (EOE/ASE) realizarán el
seguimiento con informes periódicos (que no superaran períodos de 4 meses) del
proyecto de integración del alumno/a por parte de todos los actores intervinientes, y
se conservará copia en el legajo del alumno/a a los efectos de permitir el
seguimiento.
10. Cuando el proyecto requiriera revisión o nueva intervención se evaluará, conforme a
lo dispuesto por la Disposición Nº 32/DGEGE/09 y su modificatoria Nº
39/DGEGE/09 para la solicitud de otros apoyos u orientación al Gabinete Central.
11. Ninguna de las instancias intervinientes podrán tomar decisiones que modifiquen el
proyecto sin la participación de todos los actores correspondientes.
12. No se autorizará el ingreso de más de un APND por grupo escolar.
13. Los padres del grupo de alumnos/as deberán ser informados de la inclusión en el
aula del personal no docente para acompañamiento de la trayectoria escolar del
alumno/a con discapacidad.
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Distinciones entre la figura del AT y la figura de
Maestra integradora.
Generalmente estas figuras generan confusión en cuanto a sus roles e incumbencias.
En cuanto a la Maestra Integradora, debe tratarse de una profesional con sólida formación
pedagógica, como el caso de una maestra especial, o una psicopedagoga. Su función es la
de facilitarle al niño los contenidos curriculares, realizando adaptaciones de ser necesario,
y/o generando estrategias conjuntamente con el docente institucional para que el niño pueda
adquirir, desde su particularidad, el máximo conocimiento posible. Su incumbencia es
siempre en relación a los contenidos pedagógicos y a las particularidades del aprendizaje
del niño, niña o adolescente.
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En conclusión, se considera de gran importancia la implementación de un servicio
terapéutico, ya que muchas veces los niños con algún retraso madurativo y los jóvenes
discapacitados (visuales, auditivos, motrices, mentales) no tienen cabida en el ámbito
escolar tradicional.
Esos alumnos y sus familias, muchas veces, no cuentan con la información y con los
medios profesionales interdisciplinarios y técnicos para afrontar y atender dicha
problemática.
Es necesario buscar los medios convenientes para que el alumno pueda participar
íntegramente de las actividades curriculares de una escuela primaria y/o secundaria, ya sea
en el aula como fuera de ella.
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Bibliografía.
Sergio Fernando Sáliche. Introducción al Acompañamiento Terapéutico. 5ta Ed. Letra
Viva, 2017.
De Armas, S., Grobert C. y Telis C. Desde lo que se propone, a lo que se hace: Una
Escuela…. ¿inclusiva o integradora? Memoria de grado. (2010)
Jiménez, R. B. Una escuela para todos: La integración escolar. Ed. Aljibe. (1993)
Lus, María Angélica. De la integración escolar a la escuela integradora. Ed. Paidós. (1995)
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Revista Buena Salud. ¿Para qué sirve un Acompañante Terapéutico? Publicado el 29 de
abril, 2015. Tomando aportes de Kuras de Mauer y Resnizky.
http://www.revistabuenasalud.com/para-que-sirve-un-acompanante-terapeutico/
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