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Rol del Acompañante Terapéutico dentro del marco de la ley de Salud Mental

October 7, 2015
Debora Galan

1. Nociones básicas y rol del AT


2. Nociones básicas de la Ley Nacional de Salud Mental
3. Rol del AT desde la mirada de la ley Nº26.657

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1. Nociones básicas y rol del AT
ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO - CONCEPTOS BÁSICOS -1
El acompañamiento terapéutico es un dispositivo que permite sostener la
continuidad de tratamientos ambulatorios, en casos en los que a la persona o a
los familiares se les dificulte hacerlo por cuenta propia y cuando los
profesionales tratantes evalúen la necesidad.
A lo largo de más de 60 años que lleva esta práctica en nuestro país, ha
demostrado ser una herramienta eficaz en la reducción de recaídas y
hospitalizaciones, así como también en la reinserción de la persona al lazo
social.
El acompañante terapéutico es un auxiliar de la salud que cuenta con los
conocimientos y experiencia para abordar los diversos casos. El “rol del
acompañante terapéutico” no responde a standards, sino que se define a partir
de la singularidad de cada sujeto. Algunas de sus funciones más destacadas
son: propiciar la emergencia de la subjetividad, promover el desarrollo del lazo
social, trabajar sobre los puntos de dificultad, haciendo hincapié en los recursos
(capacidades) presentes en la persona y orientar al familiar en el vínculo con el
paciente.
         En un sentido coloquial acompañar es "estar con otro”. En cuanto a
"acompañar terapéuticamente” indica también "estar con otro/s” pero desde un
marco teórico y referencial que fundamenta un accionar terapéutico, una
operatoria con direccionalidad.
         El acompañante terapéutico es un recurso humano preparado para asistir
personas que se encuentran atravesando  por alguna circunstancia o proceso,
que afecta su salud, es decir, una crisis, una enfermedad ,una discapacidad,
etapa vital, etc.
          El acompañante terapéutico es quien sostiene, con su presencia, una
función asistencial específica en el área de la salud, incluido siempre dentro de
un equipo que trabaja con la diada salud – enfermedad.
        El acompañante terapéutico cuenta con conocimientos que le permiten
transitar junto a su acompañado, por los procesos antes mencionados,
desempeñando un rol centrado en el apoyo y sostén frente a  las dolencias de
su asistido.
         El acompañamiento terapéutico implica la apertura de otro espacio más al
servicio del paciente y su familia, que ofrece   una presencia terapéutica en lo
cotidiano de las actividades de quien padece. 
         Dicho espacio, a su vez, crea una cotidianeidad con el paciente que va a
resultar inédita, ya que se  presta a la construcción de un vínculo en un espacio
– tiempo que va a tener características particulares.
         Retomando lo expuesto, es posible afirmar que el acompañante
terapéutico  es un agente de salud que se ubica en lo cotidiano para poder
actuar. De este modo, es capaz de operar sobre lo subjetivo, lo vincular, lo
comunitario y lo social. Es oportuno indicar que apunta a contener en forma
empática al paciente y a su familia, otorga escucha, contención, apoyo y
comprensión psicológica de los procesos por los que atraviesa el paciente,
como sujeto y como miembro de un grupo.
         La posibilidad de brindar apoyo, así como otros posicionamientos del
acompañante, son convenidos con el profesional actuante. El carácter de este
abordaje es flexible, por ello comprende la posibilidad de implementar
propuestas, estímulos y adecuaciones. Además el A.T interviene, modera,
induce, evita, programa, implementa la mediación, limita, etc. Con el propósito
de otorgar entidad terapéutica a su trabajo.
          Por todo lo expuesto hasta aquí, es apropiado señalar que el servicio se
desarrolla y configura según la problemática del paciente, las características
socio - familiares, el momento del tratamiento, los objetivos del mismo y el o los
lugares en donde se llevará a cabo.
         Una de las características de este recurso terapéutico es que en todos los
casos propone e incentiva la realización de actividades positivas como la
apertura de espacios y contextos de interacción, apropiación del ocio,
actividades recreativas y lúdicas, etc.; apuntando en todos los casos a mejorar
la calidad y estilo de vida.
         De lo antes mencionado se desprende que la labor del acompañante
terapéutico se adapta a las características, necesidades y situación de cada
paciente. Por ello se desempeña en los distintos ámbitos en donde se
encuentre el sujeto de la atención, ya sea en el domicilio, en la vía pública o en
instituciones.
         Una de las tareas del acompañante terapéutico es oficiar de sostén para
que el paciente pueda mantener su función dentro de la familia, la comunidad y
el ámbito social. Además desempeña un rol activo para que el paciente
pueda conservar actividades vinculadas con lo laboral y/o educativo. También
coopera con la realización de tareas que promuevan el desarrollo del lazo
vincular - social.
         Vale destacar que los acompañantes terapéuticos no enseñan, no
formulan demandas al paciente, no se ubican en lugares de saber – poder, no
se ofrecen como modelo de salud, no piden que el paciente asocie, etc.
         Los acompañantes influyen e intervienen en el área intersubjetiva –
vincular; por lo tanto se requiere de un seguimiento por parte de los
profesionales a cargo, ya sea para orientar la operatoria en el sentido
terapéutico pertinente o buscado, así como también, para "trabajar” las
vicisitudes que todo vínculo reporta.
A quiénes va   dirigido y cuándo se implementa el acompañamiento terapéutico
         Se pueden beneficiar de forma directa, con la implementación del
acompañamiento terapéutico, diversos grupos vulnerables; ligados estos a
problemáticas de: salud mental, discapacidad, adicciones o vejez; así como
también pacientes con patologías duales.
         El recuso de acompañamiento terapéutico se brinda tanto a niños como
a adolescentes, adultos, adultos mayores y gerontes. 
         Es importante destacar la importancia de este recurso para la asistencia
de pacientes que atraviesan por crisis de crecimiento o momentos de cambios
importantes como: adolescencia, matrimonio, elección del trabajo, casamiento
de los hijos, separación, jubilación, viudez, etc.
         El enfoque de trabajo del acompañamiento terapéutico conlleva en si una
mínima distancia que requiere de gran disponibilidad afectiva.
          Constituye el método menos agresivo de contención de pacientes
descompensados.
Dispositivo de acompañamiento terapéutico
         En este sentido el desempeño del acompañante dentro del dispositivo, se
manifiesta con por lo menos dos caras visibles. Por un lado, lo cotidiano, lo
dramático – vivencial, lo intersubjetivo y que engloba también las actividades a
realizar y las posibilidades de sostén del paciente. Dichas actividades cooperan
con la optimización de las condiciones concretas de existencia, mejorando la
adaptabilidad.
         Por otro lado, el aporte al dispositivo conjunto, por parte del A.T;
integrando al mismo datos relevantes, para que puedan ser tratados en el
encuadre del consultorio por el profesional actuante.
         Conforme a lo expresado lo que va a aparecer como figura, para el
paciente ,es la presencia del A.T en lo cotidiano; es decir la compañía, la
posibilidad de intercambio, el encuentro con otra mirada de la realidad, la
oportunidad de realizar tareas que antes no podía, etc. Mientras lo que va a
suceder como fondo será la definición, en equipo, de estrategias de abordaje y
otros lineamientos de pertinencia terapéutica.
Vinculo acompañante terapéutico – acompañado (paciente).          
          Uno de los ejes del trabajo del mencionado recurso es el relacionado con
la producción y características del vinculo A.T – paciente. Se puede entender a
dicho vínculo, desde nuestra perspectiva, como una experiencia intersubjetiva
móvil, con la forma de elipse dialéctica en la que se suceden recurrentemente
momentos de apertura y cierre en distintos aspectos; permitiendo recrear el
mismo y alejarse de la estereotipias y cristalizaciones.
 
Ámbitos de intervención y acompañamiento
El acompañante terapéutico se relaciona con el paciente en distintos ámbitos:
domicilio, instituciones de salud, así como también en el afuera, a través de la
realización de actividades pensadas para cada individuo y acorde a los
distintos momentos del proceso de tratamiento.
EL ROL DEL AT: LO QUE SE ESPERA DE UNO ALLÍ DONDE ACOMPAÑA
 
"En un vigilante de insensatos es menester buscar una contextura corporal bien
proporcionada, músculos llenos de fuerza y vigor, un continente orgulloso e
intrépido cuando llegue el caso, una voz cuyo tono de ser necesario, sea
fulminante; además, el vigilante debe ser una probidad severa, de costumbres
puras, de una firmeza compatible con formas suaves y persuasivas […] y de
una docilidad absoluta a las órdenes del médico” (Esquirol, 1838).
Es conveniente, antes que todo, diferenciar el rol de la/s función/es del
acompañante terapéutico, ya que de esta confusión provienen buena parte de
las dificultades de in-definición de nuestro campo (Rossi, 2011). En primer
lugar, el rol representa un determinado tipo de actor (el acompañante
terapéutico) en un contexto determinado (el ámbito clínico y sociocomunitario),
lo cual establece una determinada expectativa social acerca de lo que se
puede esperar de ese actor. Berger y Luckmann establecen que un rol “es un
correlato de la institucionalización del comportamiento” (“serie de acciones y
tareas tipificadas por tipos de actores”), “representa un orden institucional” y
circunscribe zonas específicas de conocimiento socialmente objetivado (Berger
y Luckmann, 2001).
En este sentido, al Acompañamiento Terapéutico corresponden una serie de
acciones y tareas tipificadas: acompañar, apoyar, contener, etc.; por tipos de
actores: los acompañantes terapéuticos; y un campo de saber específico que lo
enmarca y fundamenta: el saber en torno al vínculo en lo cotidiano, y por
supuesto el marco conceptual desde donde se sostiene su intervención: el
psicoanálisis, la psicología sistémica y la psicología social.
Definir el rol del acompañante terapéutico lejos de poner en riesgo
la singularidad de lo que se juega en un acompañamiento, asienta un nexo
institucional de comportamiento que permite delimitar socialmente, entre lo que
es y lo que no es Acompañamiento Terapéutico.
No es lo mismo la tarea por la que el acompañante terapéutico es convocado
(rol), que las coordenadas que guían y determinan la ejecución singular de la
tarea (función).
Si bien en sus inicios esta indefinición, este dejarse ubicar por las demandas
institucionales, públicas y privadas, facilitó el crecimiento y la expansión del
Acompañamiento Terapéutico en Latinoamérica, permitiéndole integrarse en
espacios muy heterogéneos como el ámbito sanitario, social o judicial, en
España, por el contrario, el campo del acompañamiento es compartido por
otras profesiones con mayor historia y soporte institucional que nuestra
actividad. Con lo cual, la necesidad de diferenciarnos de otros enfoques e
inscribirnos institucionalmente en el contexto español cobra especial interés.
Desde el punto de vista del rol, se espera que un acompañante terapéutico
siempre priorice entre sus objetivos: la construcción de un vínculo positivo y de
confianza en el marco de una metodología de lo cotidiano sobre otros objetivos
(como higiene, traslados, habilidades de la vida cotidiana, etc.) entendiendo
que lo primero es el camino para llegar a lo segundo. Según Rossi (2011)
el trabajo inicial debe estar encaminado “hacia el establecimiento de alguna
confianza en el vínculo, desde la actitud de cautela y la disposición del
acompañante hacia el diálogo”.
Podría pensarse que esta jerarquización de las prioridades, a la hora de la
intervención, varía cuando el rol del acompañante terapéutico se desarrolla en
otros ámbitos como en el ámbito escolar o de la discapacidad intelectual, dado
que el elemento educativo cobra en estos casos especial interés. Pero la
práctica demuestra que esto no es así, como demuestran estas dos elocuentes
experiencias de acompañantes en el campo de la discapacidad:
Acompañar a un joven con deficiencia mental es caminar a su lado ofreciendo
una ayuda especializada… Pero sobre todo es un acto de amor que le permite
el crecimiento… respetando sus limitaciones, potenciando sus
capacidades. (Guzmán, 2002)
El Acompañamiento Terapéutico, aunque mayoritariamente ha sido dentro de
la escuela, también ha sido fuera de ésta, me he ido con él de campamento, he
hecho AT en su casa, nos hemos ido a lugares recreativos. Todas estas salidas
ayudaron sobre todo a fortalecer el vínculo conmigo, a poder trabajar también
con aquellos elementos que pertenecen a su día a día, como es su casa.
(Mirón, 2010).
El “Código de Ética de Acompañante Terapéutico”, elaborado por el equipo
de María Laura Frank y Nilda Graciela Bustos (Frank y Bustos, 2011), es otro
apoyo a la configuración del rol, normas de conducta y principios éticos con
una apoyatura legal que orientan al acompañante para el buen desempeño de
su labor, estableciendo sus derechos y deberes.
En cuanto a sus objetivos generales es importante destacar que son aplicables,
por su similitud, aquellos que son propios de otros dispositivos de intervención
socio-comunitaria, demostrando su pertenencia a este ámbito de intervención.
Véase por ejemplo los Equipos de Apoyo Social Comunitarios de la Comunidad
de Madrid, perteneciente al ámbito de la rehabilitación psicosocial, cuyos
objetivos son los siguientes:
-          Apoyar al mantenimiento en el propio domicilio o en el entorno socio
comunitario y familiar en las mejores condiciones posibles.
-          Mejorar la situación y calidad de vida de los usuarios
-          Evitar situaciones de marginalización y abandono.
-          Apoyar a las familias.
-       Ofrecer acompañamiento y apoyo para mejorar la vinculación con los
servicios de salud mental y de servicios sociales. (A. Rodríguez, 2005).
Si bien es cierto que estos objetivos no contemplan la función auxiliar del
acompañamiento en cuanto al tratamiento, son aplicables en tanto se tenga en
cuenta esta característica como algo tácito e intrínseco al Acompañamiento
Terapéutico. El planteo según el cual “El rol del At implica una ardua tarea
teórica, que se va a materializar en la práctica individual de cada Acompañante
en relación al acompañado” (Goyeneche y Piccini, 2011) es correcto dado que
el rol se materializa en la práctica individual y por lo tanto en cada relación.
Ahora bien, el principal esfuerzo, “la ardua tarea teórica”, no está en la
definición del rol, sino en el trabajo de dilucidación de las funciones que ocupa
el acompañante en relación a los actores significativos dentro del tratamiento
(acompañado, familia, equipo, terapeuta). 
 La definición del rol, en tanto tarjeta de presentación del dispositivo, debe ser
clara, genérica y fácilmente comprensible para el entorno en donde el
dispositivo pretende insertarse. Desde esta perspectiva, en sentido general, en
la mayoría de los casos el rol del acompañante terapéutico se asocia a la tarea
de proveer “una adaptación ambiental” (Duarte, 2005), un acomodamiento al
mundo del acompañado a modo de una “una red artificial temporal” similar a lo
que Erickson define como “sistema sustitutorio por tiempo limitado” (Erickson
en Haley, 1994) “red artificial sustitutiva provisoria”,  que de soporte y apoyo, y
abra posibilidades al crecimiento de la persona y su entorno.
He intentado definir un rol a partir de los elementos técnicos constitutivos de
esta disciplina, con el fin de disponer de instrumentos conceptuales que nos
permitan diferenciar el Acompañamiento Terapéutico  de otras disciplinas con
las que comparte el campo, sin tener que realizar una larga enumeración de
todo lo que no es, como hacíamos hace diez años. Es evidente que este
trabajo recién comienza, y así como Argentina y Brasil se encuentran en un
momento de legitimación oficial e inclusión en la red pública asistencial, en

España aún tenemos un largo camino por delante.


 
QUÉ ES SER ACOMPAÑANTE TERAPÉUTICO
La reclusión obligada de los que sufren patologías mentales ya fue. Los
tratamientos que operan en el ámbito propio del paciente ganan predicamento.
Aquí emerge la figura del acompañante terapéutico. Miriam Lenarduzzi explicó
a El Día el rol que cumplen estos profesionales poco conocidos.
Marcelo Lorenzo
- ¿Qué es un acompañante terapéutico?
Miriam Lenarduzzi:- El acompañante es un agente de salud. Es una
incorporación nueva dentro de ese ámbito. Responde a un dispositivo
alternativo nuevo que trabaja con patologías complejas que hasta el
momento los métodos tradicionales no podían cubrir. Entonces se trabaja de
manera interdisciplinaria con todo un equipo que trata esas patologías que
exceden el ámbito privado de la atención.
- ¿Cuál es la historia de esta profesión?
– En Argentina en la década del 60 aparecen dos precursores, los doctores
Eduardo Kalina y Jorge García Badaracco. Este último, siendo jefe de Servicio
del Hospital Neuropsiquiátrico Borda, en Buenos Aires, crea una comunidad
terapéutica. En tanto que Kalina desarrolla la figura auxiliar del “acompañante
terapéutico”. Para comprender esta creación hay que entender que antes las
políticas estaban vinculadas a pacientes que tenían distintas enfermedades
mentales, y que nosotros llamamos locura. Terminaban internados y casi sin
posibilidades de recuperación.
- Es decir, el tratamiento consistía básicamente en la reclusión…
– Que terminaba, en realidad, en una exclusión. La internación institucional
equivalía al aislamiento del paciente de su familia. Frente a las enfermedades
mentales había una visión psiquiátrica en la cual predominaba un abordaje más
bien coercitivo, donde además no se contemplaba la posibilidad de que el
paciente pudiese insertarse en la sociedad. Dentro de la práctica clínica
psiquiátrica Kalina hace un primer intento de sostén del tratamiento en el
ámbito del paciente, incorporando un agente que él denominó ‘amigo
calificado’. Trató así a un alcohólico, una persona que finalmente pudo
reinsertarse en la vida social. A partir de esta experiencia, se ve la importancia
de este nuevo agente al que se le da un cambio en la denominación. Como la
definición de amigo podía mal interpretarse, en relación a la función que debía
cumplir, se acentuaron los aspectos terapéuticos. Para el período que estamos
hablando, la figura se fue institucionalizando en la Argentina.
- Sin embargo es poco conocida…
– Es cierto. Actualmente en nuestra Provincia, por ejemplo, todavía cuesta
entender el rol del acompañante terapéutico. Quizá se deba a la poca difusión
que tiene en la opinión pública.
- ¿Son pocos los egresados?
[…] El movimiento universitario alrededor del acompañante terapéutico empezó
en Buenos Aires y de ahí se extendió al resto de la Argentina. La llegada al
interior es un proceso más lento, aunque sé que la matrícula se ha
incrementado mucho en nuestra región.
- ¿En qué consiste la carrera?
[…] Diría que actualmente estamos en este proceso de legitimación y de
reconocimiento de la figura del acompañante. Porque ha habido tres etapas en
la historia del acompañante. Una es de conceptualización, que se dio entre
1960 y 2000, donde se define la práctica, y empiezan las primeras
experiencias. Otra de institucionalización, entre 2000 y 2010, con la creación de
la Asociación de Acompañantes Terapéuticos de la República Argentina –
AATRA-. Y por último la etapa de legalización, en 2010, con la reglamentación
de la Ley de Salud Mental.
Cambio de mirada
- Volviendo al rol terapéutico, ¿se puede decir que está conectado con la idea
de tratar al paciente dentro de su ámbito?
– Sí. De hecho en el año 2010 se promueve una nueva Ley de Salud Mental,
que justamente tiende a evitar las internaciones. En la década del 60 aparece
ya un primer proceso de ‘desmanicomialización’, cuando se empieza a
conceptualizar la enfermedad desde otro lugar. Entonces Kalina se plantea la
posibilidad de cambiar la mirada sobre lo que es la locura. Y junto con eso
diseñar un dispositivo que permitiera que esos pacientes que habían sido
internados pudieran ser externalizados. La función del acompañante, así,
estaba ligada a un trabajo “extra muros”, realizando actividades relacionadas
con la contención en momentos de crisis. Este enfoque se fue consolidando
con el tiempo.
- Pero este tipo de terapia no se aconseja en todos los casos. ¿Es así?
– Generalmente se interna al paciente cuando es peligroso para sí mismo y
para terceros. Pero si no están presentes esos condicionantes, se permite la
externalización. El acompañante, reitero, es esa figura que sostiene
emocionalmente al otro. Lo apuntala. Lo escucha, presta oído a su angustia, a
su padecer, y también a sus alegrías.
- Desde el punto de vista operativo, ¿quién define la estrategia de tratamiento?
– Está el profesional de cabecera que en este caso podría ser un psicólogo, un
psiquiatra o un médico clínico. Ellos llevan adelante con el equipo la definición
de la estrategia en función de cada caso en particular, en relación con la
historia clínica y el tipo de patología. En este contexto se incorpora el
acompañante como una estrategia posible. Cuando hablo de equipo me refiero
a que intervienen otros profesionales, como psicoterapeutas, trabajadores
sociales, y demás.
- ¿Cómo debe entenderse el concepto de sostén emocional?
– El trabajo del acompañamiento terapéutico sirve para sostener a un sujeto en
sus actividades diarias. Se busca permitir que el paciente continúe o retome
sus actividades laborales, sus estudios y sostener su inserción social en la
medida en que esto sea posible.
Tipos de intervenciones
- La esfera de acción incluye las adicciones de todo tipo. ¿Es correcto?
– Claro. El acompañamiento terapéutico se ubica en relación a pacientes con
distintos problemas vinculadas a la salud mental: con riesgos suicidas, adictos,
anoréxicos, bulímicos, depresivos, psicóticos, ludópatas, ancianos socialmente
aislados o pacientes que presentan dificultades en su tratamiento (…) El
acompañante se reinventa a cada momento. Está todo el tiempo repesando su
acción. Independientemente de la perspectiva teórica desde la que aborda su
trabajo, está considerando todo el tiempo caminos a seguir según las
particularidades del paciente y las circunstancias que se presentan.
- Para dar una idea del tipo de intervención, ¿qué historia concreta puede
contar?
– Me acuerdo de un paciente con depresión y algunas psicopatías. Estaba en
su casa y todos los vínculos con la familia eran vínculos conflictivos. Vivía
prácticamente encerrado en su habitación, aislado de todo. Sufría crisis
reiteradas, que implicaban por un lado un desgaste importante para la familia y
después reinternaciones. En un mismo año podía tener entre siete u ocho
internaciones. Luego de que se lo compensaba, volvía a la casa. En este caso,
el acompañante debía tratar de rearmar los lazos y ponerse en una actitud de
escucha permanente. Se trataba de potenciar, en el fondo, aquellas habilidades
que tienen que ver con la construcción de un proyecto de vida sostenible.
- ¿No existe el riesgo de dependencia del acompañante?
– El profesional se plantea objetivos para su abordaje. Es un encuadre que
tiene que ver con la organización horaria. Hay que ir ajustando el tiempo con
vistas a la ‘despedida’. Esto tiene que ver con la desligación. Es cuando el
paciente logra sostenerse por sí solo (…) Recuerdo haber leído el caso de una
chica que estuvo internada en un hospital psiquiátrico de Buenos Aires. Su
situación era de aislamiento, no hablaba con nadie, no deseaba tener contacto
con nadie. Los profesionales que la trataban habían perdido la esperanza de
hacer algo por ella. Cuando se propone la incorporación del acompañante, éste
se sitúa en ese lugar de espera y de escucha. Es decir su trabajo se concentró
en el orden simbólico. Lo que hacía básicamente era llevar el mate, con el
propósito de establecer algún vínculo. Al principio la cosa no fue fácil. Al mate
se lo tomaba él solo. Pero su presencia estaba operando. Ese estar ahí abrió
las puertas. Porque en un momento el paciente quiso tomar mate. Fue la
respuesta que todos esperaban.
- ¿Cuáles son hoy las patologías, en el ámbito de la salud mental, más
preocupantes, según su parecer?
– Las que afectan a los adolescentes. Hablo de drogodependencia, de
trastornos alimenticios, de trastornos de ansiedad, entre otros. Por otro lado,
está todo lo vinculado a la enfermedad de Alzheimer. Aunque habría que
pensar el sentido de la incorporación en este último caso del acompañante.
- ¿A qué se refiere?
– El acompañante es básicamente sostenimiento emocional. Inclusive en
enfermedades en las que ya no hay más nada por hacer. Enfermedades
terminales. Esto tiene que ver con la elaboración del proceso de duelo. El
acompañante trabaja a nivel familiar entendiendo que se incorpora en la
cotidianeidad de la vida del paciente. Ya sea que esa cotidianeidad se dé en  
su casa, en el espacio de internación o en las instituciones hospitalarias. Es,
por otro lado, una fuente importante de información para aquel que está a
cargo del tratamiento. Al estar cerca del paciente puede aportar una visión
empírica de su situación.
Ficha técnica
Miriam Lenarduzzi es profesora de Psicología y Acompañante Terapéutica.
Estudio en la Facultad de Humanidades de la UADER en la sede Concepción
del Uruguay.
Como acompañante terapéutica trabaja desde 2008. Actualmente da clases, en
el área de psicología, en distintos establecimientos educativos de la ciudad. A
nivel terciario en el Instituto Sedes Sapientiae y en el nivel medio en la Escuela
Normal ‘Olegario Víctor Andrade’ y en el Instituto ‘José María Bértora’.
Lenarduzzi, además, tiene un postítulo de “Educación en contextos adversos”.
REFERENCIAS
1. Flavio Hernandez – Acompañante Terapéutico – www.actiweb.es
2. Alejandro Chévez -  “Acompañamiento Terapéutico en España”, Editorial
Grupo 5, Madrid, 2012 ISBN: 978-84-93872-2-0 (Psicólogo y psicoanalista.
Asociación de Acompañamiento Terapéutico y Teatro Espontáneo –Pasos.
Supervisor y Coordinador Técnico en Grupo 5 Rehabilitación Psicosocial.)   
3.  NOTA PERIODÍSTICA - http://www.eldiaonline.com/
Qué es ser acompañante terapéutico - 7 abril, 2013

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