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terapéutico
Abstract
En este trabajo se aborda una cuestión que a menudo se afirma respecto de los
acompañantes terapéuticos: que ponen el cuerpo. Sin embargo, aquí se busca formalizar
dicha afirmación, frecuentemente enunciada con cierta liviandad, y para ello se toman
como punto de partida los conceptos psicoanalíticos de cuerpo y sostén. La
formalización aquí propuesta se realiza, en parte, sobre la base de dos viñetas.
Introducción
Pero la función del acompañante va aún un paso más allá del ofrecerse como
espejo para el paciente, puesto que, si bien esto es el fundamento del sostén que ejerce,
implica un despliegue aún mayor. Es aquí donde hace su entrada la cuestión del cuerpo.
El acompañante terapéutico aporta su propio cuerpo para dar sostén imaginario. Es
cierto que también se habla durante un acompañamiento, y es cierto que, si nos ceñimos
a lo que Lacan plantea hacia el final de su enseñanza, específicamente en el seminario
R.S.I. (1974-1975), los tres registros se presentan siempre juntos, sin preponderancia de
unos sobre otros. Pero también es cierto que el acompañante no interpreta, es decir, no
opera en el registro simbólico. Su función, creemos, queda delimitada por un aporte, un
préstamo del cuerpo propio, en tanto construcción imaginaria, a la transferencia que se
genera con ese paciente en particular.
Nos encontramos finalmente con J., también paciente autista. Sin embargo, con
sus 13 años, presenta características marcadamente distintas. Nada de lo agresivo se
encuentra en J.; más bien se caracteriza por una posición de mansedumbre al decir de
sus padres. Esto queda cristalizado en que siempre que es convocado a tomar la palabra,
aunque sea para decir cómo se siente, las respuestas de J. son, o bien una repregunta al
acompañante, o bien responde con latiguillos de la madre. Durante los paseos con J., se
suelen frecuentar plazas y, lentamente, comienza a desarrollar gusto por jugar con una
pelota. En principio, el juego es patearla, pero básicamente termina transformándose en
perseguirlo para sacársela mientras ríe. Para Navidad recibe un regalo que resultaría
clave para el acompañamiento: una pelota de básquet. El acompañante, quien practicó
ese deporte en su infancia, lleva a J. a un parque donde hay una cancha. Allí, el
acompañamiento cambia de curso (en apariencia) y se transforma en una clase
deportiva.
Sin embargo, otra cosa está en juego. J. tiene una relación particular con su
cuerpo, que queda en evidencia, por ejemplo, en el modo en que corre y en la
coordinación de sus movimientos (o más bien, en la falta de coordinación). La “clase”
es en rigor la envoltura del acompañamiento: lo que allí se desenvuelve es lo que,
precisamente, destacamos como la función del acompañante. Éste, al explicar cómo
picar la pelota con ambas manos, al transmitir algo de la disposición del cuerpo a partir
de proponerse como andamiaje de ese aprendizaje, opera como sostén imaginario para
que algo del cuerpo de J. comience a esbozarse más allá de la imagen que lo constituye
actualmente.
Conclusión
Lacan, J. (1962-1963). El Seminario de Jacques Lacan, Libro 10: La angustia. Buenos Aires:
Ed. Paidós, 2015.
Mannoni, M. (1964). El niño retrasado y su madre. Buenos Aires: Ed. Paidós, 1992.
Winnicott, D.W. (1940). La madre suficientemente buena. En Los bebés y sus madres.
Buenos Aires: Ed. Paidós, 1990.