Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Resumen Manual Derecho Administrativo 2do Parcial - Balbin
Resumen Manual Derecho Administrativo 2do Parcial - Balbin
A.- CONCEPTO
El acto administrativo es una declaración unilateral de alcance particular dictado por el Estado en
ejercicio de funciones administrativas que produce efectos jurídicos directos e inmediatos sobre
terceros.
El acto administrativo es una declaración unilateral de alcance individual que produce efectos
jurídicos directos sobre las personas.
El acto administrativo es una decisión estatal de carácter unilateral, así se distingue del contrato. En
el acto administrativo concurre la voluntad estatal, mientras que en el contrato participan el Estado y
otros.
El acto es particular cuando dice quiénes son sus destinatarios y ese campo es cerrado. Es decir, el
acto administrativo es particular si individualiza a los sujetos destinatarios, aun cuando se trate de un
conjunto de individuos y no de un solo sujeto, y además ese campo es cerrado; mientras que el
reglamento es de alcance general porque su campo subjetivo es indeterminado y abierto.
El acto administrativo es aquel que crea, modifica transfiere, conserva, declara o extingue derechos
en términos directos y por sí mismo sin detenerse en otros actos intermedios. Los caracteres de los
efectos son concurrentes.
El concepto de acto administrativo sólo comprende los actos individuales y produce efectos directos
sobre las personas.
Consiste en la aptitud del órgano o ente estatal para obrar y cumplir con sus fines.
El principio básico es que el Estado no puede actuar salvo que la ley lo autorice a hacerlo. La
competencia de los órganos administrativos será la que resulte, según los casos, de la CN, las leyes y
los reglamentos dictados en su consecuencia, en términos expresos o razonablemente implícitos.
Esta clasificación es relevante porque el régimen jurídico de las nulidades es distinto cuando el vicio
recae sobre las materias, el territorio, el tiempo o el grado.
Art. 14.- El acto administrativo es nulo, de nulidad absoluta e insanable en los siguientes casos:
…b) Cuando fuere emitido mediando incompetencia en razón de la materia, del territorio, del
tiempo o del grado, salvo, en este último supuesto, que la delegación o sustitución estuvieren
permitidas; falta de causa por no existir o ser falsos los hechos o el derecho invocados; o por
violación de la ley aplicable, de las formas esenciales o de la finalidad que inspiró su dictado.
Los caracteres de las competencias estatales son la obligatoriedad e improrrogabilidad. Es decir, los
órganos estatales deben ejercer obligatoriamente sus competencias y asimismo no pueden
trasladarlas. El Estado tiene la obligación de resolver y hacerlo en los plazos que prevén las normas, o
sea que el ejercicio delas competencias estatales es obligatorio y debe hacerse en tiempo oportuno.
Causa
El art. 7° de la LPA sostiene que el acto deberá sustentarse en los hechos y antecedentes que le sirvan
de causa y en el derecho aplicable.
El elemento causa comprende los hechos y el derecho en que el Estado apoya sus decisiones.
En particular, los hechos son los antecedentes fácticos que tuvo en cuenta el órgano y que, junto con
el marco jurídico, constituyen el fundamento del acto; es decir, las circunstancias anteriores que dan
sustento al acto estatal. Este elemento debe surgir de modo claro y expreso de los considerandos del
acto bajo estudio.
El acto puede remitirse a otros actos, pero siempre que los trazos básicos – hechos y derecho -
surjan del propio acto de modo indubitable; solo así es posible recurrir a otros actos previos para
completar su integridad en términos de antecedentes.
Los antecedentes deben ser previos, claros y precisos según el texto del acto, sin perjuicio de que sea
posible integrarlo y completarlo con otros actos dictados con anterioridad, trátese de actos
preparatorios del propio acto o de otros actos.
Los antecedentes deben guardar relación con el objeto y el fin del acto.
Las causas y el objeto deben conducir necesariamente al otro elemento, es decir: la finalidad. El
objeto y la finalidad llevan hacia el antecedente y, por último, el antecedente y la finalidad guían
hacia el objeto.
Procedimiento
La ley se refiere al procedimiento en los siguientes términos: “antes de su emisión deben cumplirse
los procedimientos esenciales y sustanciales previstos y los que resulten implícitos del ordenamiento
jurídico”.
El Estado debe cumplir con los procedimientos esenciales que surjan de modo expreso e implícito del
ordenamiento jurídico y, por el otro, el dictamen jurídico es obligatorio y debe adjuntarse como
antecedente del acto cuando afecte o pudiere afectar derechos subjetivos o intereses legítimos.
El dictamen jurídico comprende el análisis detallado y reflexivo del marco jurídico aplicable sobre el
caso concreto y tiene por finalidad garantizar los derechos de las personas y la juridicidad de las
conductas estatales, evitando así nulidades en el acto. El dictamen jurídico no es de carácter
vinculante.
Motivación
Este elemento nace básicamente del principio de razonabilidad y publicidad de los actos estatales; es
decir, el Estado debe dar a conocer el acto y en especial sus razones.
El Estado debe expresar en forma concreta las razones que inducen a emitir el acto, consignando,
además, los antecedentes de hecho y derecho.
Este elemento debe ser definido como el vínculo o relación entre las causas, el objeto y el fin. De
modo que el Ejecutivo debe explicar cuál es el vínculo entre las causas y el objeto y entre éste y la
finalidad; y sólo en tal caso, el acto está debidamente motivado en términos racionales y jurídicos.
La motivación tiene efectos radiales, esto es, incide directamente en el plano de los derechos porque
sólo a través de la expresión de las razones que sirven de fundamento a las decisiones estatales, las
personas afectadas pueden conocer el acto íntegramente e impugnarlo fundadamente en sus
propias raíces.
Para que las personas puedan ejercer su derecho de defensa en forma adecuada, es necesario que el
Estado diga cuáles son las pautas que siguió en su camino, qué decidió y por qué lo decidió así.
Además el juez solo puede controlar eficazmente el acto estatal a través del análisis y juicio de los
motivos que justificaron el dictado del acto.
Finalidad
El acto debe cumplir con el fin que prevén las normas. En general, el fin del acto surge de las
disposiciones normativas que atribuyen las competencias y que dicen cuál es el fin que debe
perseguir el órgano estatal.
El fin del acto estatal debe ser siempre público, su contenido de carácter general y abstracto.
El fin, según el concepto legal, comprende también la proporcionalidad entre medios y fines (objeto y
finalidad). Así, las medidas que ordene el acto (decisiones, resoluciones o declaraciones) deben
guardar la proporcionalidad con el fin que se persigue.
Forma
El art. 8° de la LPA dice que el acto administrativo se manifestará expresamente y por escrito;
indicará el lugar y fecha en que se lo dicta y contendrá la firma de la autoridad que lo emite” y, luego
agrega que “solo por excepción y si las circunstancias lo permitieren podrá utilizarse una forma
distinta”.
El acto, en principio, es escrito pero excepcionalmente puede ser verbal o expresarse por signos, tal
es el caso de una señal de tránsito ubicada en la vía pública o la orden impartida por un agente
público verbalmente.
La Ley de Firma Digital reconoce la validez legal al acto estatal dictado en soporte y con firma digital.
Los artículo 14 y 15 de la LPA regulan el sistema de nulidades de los actos estatales, cuando el acto es
nulo de nulidad absoluta y cuando son anulables de nulidad relativa.
Sí se traza una comparación entre los elementos de los artículos 7° y 8°; y los vicios de dichos
elementos por el otro enumerados en los artículo 14 y 15 por el otro, se advierte que las
coincidencias no son absolutas entre ambos extremos.
El Régimen de Nulidades (arts. 14 y 15) omite ciertos elementos que el mismo texto legal consideró
esenciales, el procedimiento y los motivos. Asimismo, estos artículos introducen el concepto de
voluntad de la Administración y sus respectivos vicios.
La voluntad del Estado es el consentimiento del agente estatal, es decir, el asentimiento o intención
de las personas físicas que integran el Estado y son parte de éste. En este contexto la voluntad
constituye el presupuesto del propio acto.
Por ello, Balbín cree que la voluntad estatal es un presupuesto del acto que debe integrarse con un
componente objetivo (norma atributiva de competencia que dice que el Estado debe obrar y en su
caso cómo hacerlo) y otro de contenido subjetivo (voluntad del agente).
Además el cuadro de los vicios del acto administrativo debe integrarse con los elementos no
previstos de modo expreso, pero sí incorporados en el marco regulador de los elementos esenciales,
esto es, el mandato de los arts. 7 y 8 LPA.
Los elementos accidentales de los actos administrativos son el modo, la condición y el plazo.
La notificación es el hecho por el cual se pone en conocimiento del interesado el acto y su contenido.
Se ha discutido si la notificación del acto debe ser considerada o no como uno de sus elementos y,
consecuentemente, su incumplimiento es un vicio del acto o es simplemente condición de su
eficacia.
La LPA es clara cuando expresa que para que el acto administrativo de alcance particular tenga
eficacia debe ser objeto de notificación al interesado (art. 11).
La ley dice que el acto administrativo es legítimo y, por tanto, el Estado o quien intente valerse de él,
no debe probar su validez porque el acto es por sí mismo válido.
Sin embargo, esta presunción cede si se logra probar la invalidez del acto, e incluso si sus vicios
fuesen claramente manifiestos. De modo que se impone al destinatario del acto la carga de probar la
ilegitimidad del acto si pretende su exclusión del mundo jurídico.
El fundamento de este carácter del acto estatal es un principio necesario para el desarrollo de las
actividades estatales, caso contrario, el Ejecutivo vería trabado permanentemente el ejercicio y
desarrollo de sus funciones y el cumplimiento de sus fines.
Este camino trazado por el legislador tiene dos consecuencias jurídicas relevantes:
El juez no puede declarar la invalidez del acto administrativo de oficio. Solo puede hacerlo
ante el pedido puntual de las partes en el marco de un proceso judicial.
El Estado no debe alegar y probar la validez del acto de que se vale, sino que es el particular
interesado quien debe hacerlo.
El acto estatal, además de presumirse legítimo, es de carácter ejecutorio, es decir, el Estado puede
hacerlo cumplir aún contra la voluntad del destinatario y sin intervención judicial.
La ley dice que, en principio, los actos administrativos tienen fuerza ejecutoria, pero establece dos
excepciones:
Los actos administrativos singulares tienen eficacia desde su notificación (art. 11 LPA). Sin embargo,
la LPA dispone que el acto administrativo podrá tener efectos retroactivos - siempre que no se
lesionen derechos adquiridos – cuando se dicte en sustitución de otro revocado o cuando favorezca
al administrado (art. 13).
La revocación es un modo de extinción del acto administrativo dispuesto por el propio Poder
Ejecutivo ante sí mismo, sin intervención del juez, y por razones de legitimidad u oportunidad.
El Ejecutivo cuando descubre o advierte cualquier acto ilegítimo debe extinguirlo por sí y ante sí por
medio del instituto de la vocación o, si ello no fuere posible en ciertos casos tal como prescribe la ley,
recurrir ante el juez con el objeto de que éste declare inválido el acto, expulsándolo así del mundo
jurídico.
Este concepto dice que los actos que crearon derechos subjetivos no pueden ser revocados por el
propio Poder Ejecutivo, sino que debe recurrirse ante el juez en garantía delos titulares de esos
derechos.
La LPA extendió el principio de no revocación sobre todos los actos delos que nacen derechos
subjetivos (siempre que hubiesen sido notificados o estuvieren firmes y consentidos) sin perjuicio de
las excepciones. Sin embargo el acto pasado por autoridad de cosa juzgada administrativa (acto que
ya no puede ser revisado por el propio Ejecutivo porque de él nacieron derechos subjetivos), sí
puede ser revisado judicialmente y, consecuentemente, anulado por el juez, de modo que
técnicamente no existe cosa juzgada porque el acto puede ser revisado y eventualmente invalidado.
El art. 17 regula la revocación del acto irregular y el art. 18 establece el régimen de revocación del
acto regular.
El acto regular comprende al acto legítimo, e ilegítimo (anulable de nulidad relativa). Por su parte, el
acto irregular es el acto nulo de nulidad absoluta.
Artículo 18.- El acto administrativo regular, del que hubieren nacido derechos subjetivos
a favor de los administrados, no puede ser revocado, modificado o sustituido en sede
administrativa una vez notificado. Sin embargo, podrá ser revocado, modificado o
sustituido de oficio en sede administrativa si el interesado hubiere conocido el vicio, si la
revocación, modificación o sustitución del acto lo favorece sin causar perjuicio a terceros
y si el derecho se hubiere otorgado expresa y válidamente a título precario. También
podrá ser revocado, modificado o sustituido por razones de oportunidad, mérito o
conveniencia, indemnizando los perjuicios que causare a los administrados.
La LPA, a través de estos dos artículos, define particularmente los momentos o situaciones en que el
PE puede extinguir el acto por sí y ante sí, y en cuáles debe recurrir ante el juez según el estándar de
los derechos consolidados.
1. El acto irregular estuviere firme y consentido y hubiere generado derechos subjetivos que se
estén cumpliendo
2. Se trate de un acto regular que hubiese sido notificado
El acto regular – anulable de nulidad relativa – no puede ser revocado por el PE una vez notificado.
El acto irregular – acto viciado gravemente – el PE puede revocarlo aun cuando el acto hubiese sido
notificado, salvo que esté firme y consentido y hubiese generado derechos subjetivos que, además,
se estén cumpliendo.
El acto está firme y consentido cuando vencieron los plazos para su impugnación en sede
administrativa y judicial. El acto es firme cuando vencieron los plazos legales y reglamentarios, y es
consentido cuando el interesado aceptó expresamente el acto mediante expresión de su voluntad y
no de modo implícito por el solo vencimiento de los plazos.
El PE puede y debe igualmente revocar el acto (sea regular como irregular) en cualquier momento,
cuando se den las siguientes circunstancias:
El Ejecutivo puede en cualquier momento, más allá de la notificación del acto o el cumplimiento de
los derechos subjetivos, revocar y extinguir sus propios actos ante sí por razones de inoportunidad.
El Estado siempre debe motivar sus actos por motivos de oportunidad, pero el acto debe ser legítimo
y especialmente razonable.
El Estado debe indemnizar en caso de revocación del acto por razones de oportunidad, sin embargo,
este principio cede cuando el acto es precario. La precariedad es una situación jurídica en que el
Estado reconoce derechos a favor de terceros sin estabilidad.
En su art. 21 la LPA dice que el Estado puede declarar unilateralmente la caducidad (extinción) de un
acto administrativo cuando el interesado no cumpliere las condiciones fijadas en él. Para ello deben
darse dos condiciones:
En estos casos, el Estado debe declarar la caducidad y el particular no tiene derecho al cobro de
indemnización alguna, ya que el acto se extinguió por causas que recaen sobre él.
La nulidad es un modo de extinción de los actos administrativos por el juez y en razón de los vicios
que impiden su subsistencia.
El régimen de las nulidades en el Derecho Civil sirve de relleno de las lagunas actuales del Derecho
Administrativo.
La nulidad es una sanción que prevé el ordenamiento jurídico ante los vicios o defectos esenciales del
acto jurídico y que priva a éste de sus efectos normales, con el objeto de preservar el interés público
o privado.
El pilar básico del régimen de nulidades del Derecho Público es la violación del interés colectivo, así la
línea de división entre nulidades absolutas y relativas es el grado de lesión sobre ese interés.
En razón del grado, el acto dictado por un órgano incompetente es – en principio – nulo de nulidad
absoluta, salvo que la delegación o la sustitución estuviesen permitidas por el ordenamiento jurídico.
Así cuando la delegación o sustitución estuviesen aceptadas, el acto es anulable de nulidad relativa
porque el órgano superior puede ratificar el acto y, consecuentemente, salvar el vicio.
El acto es válido aun cuando el antecedente de hecho sea falso, si éste no tiene relevancia en
el marco de la decisión estatal.
El acto es anulable de nulidad relativa si el antecedente de hecho es falso pero, según las
circunstancias del caso, el elemento viciado subsiste. Esto quiere decir que la causa
permanece como tal en relación con el objeto y el fin del acto. El acto, luego de corregido o
salvo el error, subsiste como fundamento válido del acto.
El acto es nulo si, en virtud del error o falsedad, el elemento causal no subsiste y, por tanto,
desaparece. Una vez consignado el hecho cierto, en reemplazo del hecho falso, ese
antecedente no subsiste como válido o suficiente en relación con el objeto y el fin del acto.
Consecuentemente el vicio es absoluto e insanable.
Por su parte, los antecedentes de derecho están viciados cuando el derecho citado no está vigente o
no existe.
El acto es nulo si el objeto no es cierto, o es física o jurídicamente imposible. Los vicios del objeto son
los siguientes:
En los casos de violaciones de la ley aplicable, el acto puede ser nulo o anulable según las
circunstancias del caso y del criterio legal (art. 15 LPA).
También existe vicio en el elemento objeto cuando el acto no resuelve todas las cuestiones
planteadas por las partes, o resuelve las cuestiones no planteadas.
La LPA no menciona expresamente, entre las nulidades del acto, a los defectos del elemento
procedimiento. Esta laguna debe integrarse con la incorporación del elemento procedimiento entre
los vicios del acto, trátese de vicios absolutos o relativos, según la subsistencia o no de ese elemento.
El procedimiento tiene carácter instrumental y tras él existe un valor jurídico subyacente, el derecho
de defensa de las personas. Este elemento del acto está vinculado directamente y de modo cardinal
con el derecho de defensa de las personas.
Sin embargo, Balbín opina que este cuadro jurídico no es correcto por varias razones:
Este elemento del acto no está previsto expresamente en el marco de nulidades que establece el art.
14 LPA. Sin embargo, una interpretación armoniosa permite concluir que los vicios sobre los motivos
constituyen supuestos de actos nulos de nulidad absoluta o anulable de nulidad relativa, según el
caso.
El acto es nulo si no establece los motivos o lo hace de modo insuficiente, irracional, discriminatorio
o desproporcionado entre los antecedentes del acto (causas) con el objeto, y luego entre éste y su
finalidad. Cuando el Estado no dice cuáles son las razones, el acto es nulo de nulidad absoluta e
insanable.
Falta de razón, es decir, inexistencia de relación adecuada entre los antecedentes y el objeto
por un lado, y el objeto y el fin del acto por el otro
Contradicciones entre las causas, el objeto y el fin
La desproporción entre el objeto y el fin del acto
Entre los vicios que recaen sobre el nexo entre los elementos causa y objeto del acto es posible
detallar los siguientes supuestos:
El elemento motivación debe desgranarse entre, por un lado, las razones entre los hechos y el objeto
y, por el otro, las razones y proporción entre el objeto y el fin del acto.
La CSJN exigió la obligación del Ejecutivo de motivar los actos, en particular los discrecionales. El
criterio judicial es el siguiente: el alcance de la motivación depende de cada caso particular,
admitiéndose pautas o conceptos normativos genéricos o laxos respecto de este elemento esencial
del acto, salvo supuestos de arbitrariedad o por las especiales circunstancias del caso, por ejemplo, el
empleo público.
El art. 14 LPS incluye entre los actos nulos a aquellos que violen la finalidad que inspiró su dictado. El
art. 7 da pautas sobre los vicios propios y específicos de este elemento. Así el acto es nulo cuando
persigue fines privados u otros fines públicos.
Este elemento está atravesado necesariamente por el plano objetivo, esto es, el criterio normativo,
sin perjuicio de que el plano subjetivo es relevante en ciertos casos y en otro no pero sí o sí el
elemento objetivo debe estar presente.
La finalidad, según el criterio del legislador, no sólo comprende el fin en sí mismo, es decir, para qué
fue dictado el acto estatal, sino también el carácter razonable y particularmente proporcional de las
medidas en relación con ese fin.
La LPA dice que si el acto desconoce las formas esenciales es nulo de nulidad absoluta e insanable.
La voluntad es un presupuesto del acto y no un elemento de éste. Asimismo los vicios que recaen y
excluyen el componente volitivo son:
El error esencial
El dolo
La violencia física o moral
La simulación absoluta
Balbín cree que no es posible plasmar y descargar el componente volitivo y sus vicios sobre los
elementos esenciales del acto administrativo por las siguientes razones:
Por el contrario, cuando existen derechos fundamentales vulnerados, el principio debe ser la nulidad
absoluta del acto viciado.
Para Balbín, los actos nulos de nulidad absoluta deben tener efectos retroactivos, los actos anulables
de nulidad relativa deben tener efectos hacia el futuro porque el vicio es menor y, por tanto, permite
la subsistencia de sus elementos esenciales, salvo que el particular hubiese obrado de mala fe.
Sin embargo el criterio legal de la LPA es otro, es decir, la invalidez de los actos tiene efectos hacia el
pasado (retroactivo).
El acto administrativo anulable de nulidad relativa y el acto nulo de nulidad absoluta puede ser
objeto de saneamiento (art. 19 LPA) o conversión (art. 20 LPA), respectivamente.
El plazo de prescripción es de 10 años cuando el vicio recae sobre los elementos esenciales; y de 2
años cuando el vicio recae sobre la voluntad del agente.
El vicio es manifiesto si surge de una operación lógica simple que consiste en confrontar el acto con
el ordenamiento jurídico.
Por el contrario, si el vicio sólo puede ser descubierto por medio de un análisis más complejo y
detallado en términos lógicos y jurídicos, entonces el vicio es no manifiesto.
Por un lado, el acto viciado de modo absoluto (nulo de nulidad absoluta) y manifiesto (vicios
notorios) carece de presunción de legitimidad y no goza de fuerza ejecutoria. Si el acto no se
presume válido debe ceder su fuerza ejecutoria.
Por otro lado, la acción de amparo sólo procede cuando los vicios – arbitrariedades o
ilegalidades - son manifiestos.
Las vías de hecho son los comportamientos materiales ilegítimos estatales que desconocen derechos
o garantías constitucionales. Un ejemplo de ello ocurre cuando el Estado resuelve demoler un
edificio de modo ilegítimo porque el edificio no amenaza ruina.
En el caso de que el Estado hubiese dictado el acto, éste es ilegítimo y, a su vez, los hechos no
constituirían hechos materiales ilegítimos (vías de hecho), sino simplemente la ejecución de un acto
administrativo ilícito.
Sin embargo, puede ocurrir que el Estado ejecute un acto legítimo de modo ilegítimo; en tal caso el
cumplimiento irregular de un acto regular es constitutivo de vías de hecho.
Hay supuestos de vías de hecho que prevé la ley cuando el Estado pone en ejecución un acto estando
pendiente de resolución un recurso administrativo cuya interposición suspende los efectos
ejecutorios en virtud de norma expresa o que, habiéndose resuelto el recurso, no hubiere sido
notificado.
Las vías de hecho no gozan de las presunciones propias de los actos administrativos y, además, no es
necesario agotar las instancias administrativas, mientras que ante el acto ilegítimo sí es necesario
hacerlo.
Este debe ser interpretado en sentido contrario a la pretensión del particular, salvo que la ley
establezca otro criterio.
El silencio constituye un modo de expresión de las decisiones estatales ante pretensiones que
requieran de ella un pronunciamiento concreto.
La LPA dice que el silencio o la ambigüedad de la Administración frente a pretensiones que requieran
de ella un pronunciamiento concreto, se interpretarán como negativa. Sólo mediando disposición
expresa podrá acordarse al silencio en sentido positivo. (Art. 10)
Si las normas especiales no previeren un plazo determinado para el pronunciamiento, éste no podrá
exceder de 60 días. Vencido el plazo que corresponda, el interesado requerirá pronto despacho y si
transcurrieren otros 30 días sin producirse dicha resolución, se considerará que hay silencio de la
Administración.
El acto es de alcance individual siempre que el o los sujetos destinatarios estén individualizados en el
propio acto y su campo es cerrado, no pudiendo restarse o sumarse otros.
Los pasos centrales a seguir en la elaboración de un reglamento deben ser los siguientes:
La LPA dispone que los actos de alcance general pueden ser cuestionados judicialmente “cuando un
interesado a quien el acto afecte o pueda afectar en forma cierta e inminente en sus derechos
subjetivos, haya formulado reclamo ante la autoridad que lo dictó y el resultado fuere adverso”.
A su vez, la ley establece que el reclamo administrativo previo debe versar sobre los mismos hechos y
derechos que se invoquen en la eventual demanda judicial.
También hay que agregar en el proceso judicial el concepto de derechos colectivos (art. 43 CN).
Balbín sostiene que la ampliación de la legitimación de derechos colectivos debe extenderse también
al procedimiento administrativo por mandato judicial.
La CSJN dijo tradicionalmente que los jueces sólo pueden intervenir y ejercer sus poderes
jurisdiccionales en el marco de un caso.
El fundamento normativo es el art. 116 CN que dice el Poder Judicial debe intervenir en el
conocimiento y decisión de todos las causas.
Los jueces, según su propia jurisprudencia reiterada y concordante, entienden que sólo existe caso
judicial, y consecuentemente proceso cuando están presentes los siguientes elementos de orden
público:
Otro criterio delineado por los jueces es que las sentencias tienen efectos solo entre las partes, las
decisiones judiciales tienen un alcance relativo.
Tras la reforma, en el art. 43, la CN dispone por un lado que la acción de amparo procede contra
cualquier forma de discriminación y en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a la
competencia, al usuario y al consumidor, así como a los derechos de incidencia colectiva en general.
El afectado
El Defensor del Pueblo
Las asociaciones que propenden a esos fines registradas conforme a la ley
Tras el caso Halabi, la Corte modificó el criterio clásico y distinguió entre las siguientes categorías en
términos de legitimación:
Antes de la reforma de 1994 los operadores jurídicos sólo reconocieron capacidad procesal a los
titulares de derechos subjetivos y en tanto éstos acreditasen perjuicios diferenciados.
Así, cuando el titular de un derecho subjetivo sufre un perjuicio cierto (actual o futuro), diferenciado
del resto, y existe relación de causalidad en términos directos e inmediatos entre las conductas
lesivas y el daño ocurrido, entonces, el caso es justiciable (proceso judicial).
Tras la reforma de 1994, se amplió el marco de las aptitudes procesarles delas personas con el
propósito de dar mayor acceso y protección judicial; y ahora el cuadro comprende:
El derecho subjetivo
El interés legítimo
El derecho de incidencia colectiva
El interés simple
1.- INTRODUCCIÓN
El procedimiento administrativo es el conjunto de principios y reglas que sigue el Poder Ejecutivo,
por medio de actos preparatorios y actuaciones materiales, con el objeto de expresar sus decisiones.
La decisión judicial tiene fuerza de verdad legal, es decir, reviste carácter definitivo; sin embargo, el
decisorio dictado en el marco del procedimiento administrativo no es definitivo, en el sentido de que
puede ser revisado posteriormente por el juez.
En su art. 1° dice que las normas de procedimiento se aplicarán ante la Administración Pública
Nacional centralizada y descentralizada, inclusive entes autárquicos, con excepción de los
organismos militares y de defensa y seguridad.
La LPA tiene en principio carácter local ya que los estados provinciales no delegaron en el Estado
federal la regulación de estas materias, de modo que cada provincia regula el procedimiento
administrativo en su ámbito material y territorial.
La ley estable un criterio subjetivo ya que las normas de procedimiento se aplican sobre la
Administración Pública, es decir, el Poder Ejecutivo y sus entes descentralizados, y no según el
criterio material (objetivo).
Otro detalle es que los procedimientos especiales prevalecen sobre el trámite general, y sólo cabe
aplicar este último en caso de indeterminaciones de aquéllos. La LPA será de aplicación supletoria en
las tramitaciones administrativas cuyos regímenes especiales subsistan.
El procedimiento general que prevé la LPA es desplazado en ciertos casos por los procedimientos y
trámites especiales, por ejemplo, el trámite de las contrataciones del Estado.
a.- La impulsión e instrucción de oficio (inc. a). La caducidad del procedimiento. La verdad
jurídica objetiva
El postulado de impulsión e instrucción de oficio dice que el Poder Ejecutivo debe instar el trámite
por sí mismo, impulsarlo, darle curso y avanzar hasta su resolución, aun cuando la parte interesada
no lo hiciese.
El Ejecutivo debe impulsar el procedimiento por medio de la ordenación y ejecución de las medidas
que considere pertinente con el objeto de descubrir la verdad objetiva y concluir el trámite.
La LPA dispone que la Administración debe requerir y producir los informes y dictámenes que fuesen
necesarios para el esclarecimiento de los hechos y el conocimiento de la verdad jurídica objetiva.
El art. 1 de la LPA consagra estos principios, sin embargo no aclara cuál es el contenido de estos
conceptos jurídicos.
La CN garantiza el derecho de defensa de las personas. Este derecho, en el marco del procedimiento
administrativo, es conocido como el debido proceso adjetivo.
El órgano competente para conocer y, en su caso, resolver el trámite es aquel que indican las normas
respectivas – reglas atributivas de competencias - , sin perjuicio de las técnicas de delegación o
avocación por el órgano jerárquico superior en el marco de los casos concretos.
La LPA establece que el funcionario puede ser recusado y, a su vez, debe excusarse en los casos
previstos en el Código Procesal Civil y Comercial.
De toda actuación, escrito o documentación que se presente debe darse una constancia o copia
certificada al presentante.
El Estado es el instructor del trámite, es decir, el órgano estatal debe intervenir y dirigir el
procedimiento.
Por otro lado, intervienen los particulares, esto es, las personas físicas o jurídicas que interactúan con
el Estado.
Las partes del trámite administrativo deben reunir dos condiciones: capacidad y legitimación.
El trámite es plural cuan es parte no sólo el interesado originario sino, además, otros a quienes el
acto afecte o pueda afectar en sus derechos o intereses, y que se hubieren presentado en ese marco
y con los siguientes matices:
El sujeto que se presente en las actuaciones administrativas en virtud de una representación legal
debe acreditar debidamente esa condición, tal es el caso de los tutores y curadores de los menores e
incapaces.
El principio básico es el carácter obligatorio de los plazos para los interesados y el propio Estado. Así
lo establece el art. 1° de la LPA, “serán obligatorios para los interesados y para la Administración”.
El principio general es que los trámites deben realizarse y los actos dictarse en días y horas hábiles
administrativas. Los días hábiles administrativos son aquellos en que el Estado atiende al público
(distinto a los días hábiles judiciales).
Las pruebas son las herramientas de que intentan valerse las partes para sustentar sus pretensiones
y derechos.
Por un lado, el Estado también puede, en el trámite del procedimiento administrativo, ordenar la
producción de las pruebas que considere pertinentes para aprehender la verdad material.
Las pruebas deben ser ofrecidas por las partes u ordenadas directamente de oficio por el órgano
instructor como medidas para mejor proveer.
En principio, el particular es quien debe probar los fundamentos fácticos de sus pretensiones. Si el
interesado no impulsa la producción de las pruebas testimoniales, periciales e informativas decae –
consecuentemente – su derecho de valerse de tales medios probatorios.
El interesado debe:
a. Acompañar la prueba documental que obre en su poder y ofrecer el resto de los medios
probatorios en su primera presentación en el trámite administrativo
b. Ampliar e incorporar nuevas pruebas una vez que la Administración ordene la apertura a
prueba y en el plazo que fije con ese objeto
c. Si ya venció el plazo, el particular igualmente puede ofrecer nuevos medios probatorios, pero
su aceptación depende de la decisión discrecional del órgano instructor de incorporarlos
como medida para mejor proveer
El decreto reglamentario prevé todos los medios probatorios comunes al derecho privado, con
excepción de la prueba confesional.
Una vez sustanciadas las actuaciones, el órgano competente debe dar vista de oficio y por el término
de 10 días a las partes para que éstas opinen sobre el valor de la prueba producida en el
procedimiento.
Luego de presentado el alegato, el órgano instructor puede disponer la producción de otros medios
probatorios como medidas para mejor proveer, o por pedido de la parte si ocurriese o llegare a su
conocimiento un hecho nuevo.
Tras la presentación de los alegatos o vencido el plazo para hacerlo y producido el dictamen jurídico,
el órgano competente debe dictar el acto que resuelve y pone fin a las actuaciones.
La parte interesada, su representante y su letrado pueden tomar vista de las actuaciones, esto es,
acceder y conocer el expediente y sus anexos, con excepción de aquellos actos, informes y
dictámenes que sean reservados o secretos.
El pedido de vista puede ser escrito o verbal y se otorga sin necesidad de resolución expresa y en la
oficina en que se encuentre el expediente.
Si el interesado decide pedir vista de las actuaciones, el plazo para recurrir debe suspenderse
durante el tiempo en que el órgano competente otorgó la vista, sin perjuicio de que la sola
presentación del pedido de vista ya suspende por sí el curso de los plazos.
Las notificaciones que no cumplan con los recaudos que establece la ley carecen de valor y,
consecuentemente, no tienen efectos jurídicos.
Sin embargo, si del expediente resultarse que la parte interesada recibió el instrumento de
notificación, entonces, a partir del día siguiente se debe iniciar el plazo perentorio de 60 días para
deducir el recurso administrativo que resultase admisible o el cómputo del plazo de 90 días para
deducir la demanda judicial (art. 44).
Es decir, ante notificaciones irregulares se prevé la ampliación de los plazos siempre que el
interesado haya recibido el instrumento de notificación.
El acto de notificación debe indicar si el acto objeto de discusión agotó las vías administrativas y, en
su caso, los recursos que deben interponerse para agotarlas y el plazo en el cual debe hacerse.
Los actos estatales gozan de presunción de legitimidad y fuerza ejecutoria de modo que, el Ejecutivo
puede hacerlos cumplir, aun mediando oposición del particular, y sin intervención judicial.
El legislador prevé que, en principio, la interposición de los recursos administrativos e incluso las
acciones judiciales, no suspende el carácter ejecutorio de los actos. El Estado puede ejecutar sus
decisiones incluso cuando el interesado hubiese recurrido el acto mediante los recursos
correspondientes, salvo que una norma exprese hubiese establecido el criterio contrario.
La LPA establece las pautas que debe seguir el órgano instructor. La Administración podrá, de oficio o
a pedido de parte y mediante resolución fundada, suspender la ejecución por razones de interés
público, o para evitar perjuicios graves al interesado, o cuando se alegare fundadamente una nulidad
absoluta.
El perjuicio grave no es solamente el daño irreparable, sino cualquier daño de difícil reparación,
según los derechos comprometidos y las circunstancias del caso.
El particular, salvo casos de excepción, debe cuestionar según el marco normativo vigente las
decisiones estatales ante el propio Ejecutivo y sólo luego ir por las vías judiciales.
La impugnación ante el propio Ejecutivo debe hacerse en plazos breves y obligatorios, y en caso de
incumplimiento de éstos, ya no es posible hacerlo después en vías administrativas ni judiciales.
El fundamento de este privilegio estatal es la posibilidad del Poder Ejecutivo de revisar sus propios
actos y rever así sus decisiones.
El sentido de este instituto es permitir por parte de los órganos superiores de la actividad de los
inferiores y crear, además, espacios de conciliación entre el Estado y los particulares.
Este privilegio o prerrogativa estatal es conocido como el agotamiento de las vías administrativas; y
debe interpretarse a la luz de los derechos de las personas, en especial, el derecho de defensa y sus
aspectos más relevantes:
Balbín entiende que el agotamiento de las vías administrativas, como principio y en razón de su
carácter obligatorio y de sus breves e irreversibles, constituye una restricción al acceso a la justicia
que debe ser tachado por inconstitucional; sin embargo está incorporado a las normas vigentes. De
modo que en este contexto, el operador debe esforzarse por interpretar este instituto en el sentido
más favorable en términos de acceso y control judicial.
El principio pro acción significa que en caso de indeterminaciones normativas, éstas deben cubrirse a
favor de la procedencia y continuidad de la acción y no por su rechazo.
La ley establece como principio general el agotamiento de las vías administrativas, es decir, cuando
cualquier particular intente cuestionar las decisiones estatales debe hacerlo primero ante el Poder
Ejecutivo, y sólo luego ante el juez.
El juez debe controlar las pretensiones expuestas ante el Poder Ejecutivo en el trámite de
impugnación, pero no está limitado por las cuestiones de hecho y derecho, los medios probatorios ni
las pretensiones principales, más allá de su planteo o no en el trámite administrativo.
Artículo 30.- El Estado nacional o sus entidades autárquicas no podrán ser demandados judicialmente
sin previo reclamo administrativo dirigido al Ministerio o Secretaría de la Presidencia o autoridad
superior de la entidad autárquica, salvo cuando se trate de los supuestos de los artículos 23 y 24.
El reclamo versará sobre los mismos hechos y derechos que se invocarán en la eventual demanda
judicial y será resuelto por las autoridades citadas.
Los supuestos que están excluidos de este artículo, son los casos de impugnación de los actos de
alcance particular y general, el silencio, los hechos y las vías de hecho.
El principio es el agotamiento de las vías administrativas por medio del reclamo administrativo
previo.
a. Los actos administrativos de alcance particular por recursos administrativos (art. 23)
b. Los actos de alcance general por reclamo (art. 24)
Las excepciones respectos del agotamiento de las vías administrativas son las siguientes:
El criterio básico es el agotamiento de las instancias administrativas con alcance previo y obligatorio.
Debe impugnarse por medio del reclamo las omisiones estatales. Las omisiones estatales suponen el
deber estatal, el derecho del particular y el incumplimiento del Estado respecto de esas obligaciones.
Cuando no existe deber y derechos claramente configurados, el particular debe peticionar ante el
Estado en los términos del art. 10 LPA, con el objeto de obtener la decisión estatal (silencio).
El plazo perentorio para recurrir judicialmente tras el reclamo es de 90 días hábiles judiciales. El plazo
judicial de 90 días debe contarse aún en caso de silencio del Estado en el trámite del reclamo.
El reclamo debe presentarse ante el ministro, secretario de presidencia o autoridad superior del ente
autárquico, y el órgano competente debe resolverlo.
El recurso procede contra los actos administrativos definitivos y de mero trámite que lesionen
derechos subjetivos e intereses legítimos, pero no es posible recurrir los actos preparatorios,
informes y dictámenes por más que fuesen obligatorios y su efecto sea vinculante.
El escrito de presentación debe consignar cuál es el acto estatal que es objeto de impugnación y, a su
vez, cuál es la conducta que el recurrente pretende en relación con el reconocimiento de sus
derechos. Además deben ofrecerse los medios de prueba de que intente valerse el recurrente.
Por su parte, el recurso mal calificado, con defectos formales insustanciales o deducido ante el
órgano incompetente por error excusable interrumpe el curso de los plazos y debe ser corregido por
el propio Poder Ejecutivo.
El recurso mal calificado o no calificado debe ser considerado por el operador como recurso
jerárquico porque éste es el que agota las vías administrativas.
Los recursos pueden ser deducidos por los titulares de derechos subjetivos e intereses legítimos.
Ilegitimidad
Inoportunidad
Falta de mérito
Inconveniencia del acto impugnado
Los plazos para plantear los recursos son obligatorios y breves y luego de su vencimiento, el
interesado pierde el derecho de articularlos.
A su vez, el plazo para interponer los recursos administrativos se suspende cuando el interesado
presente el pedido de vista de las actuaciones a fin de interponer el recurso respectivo.
1. Desestimarlo
2. Aceptarlo. En este caso puede sanear el acto, revocarlo, modificarlo o sustituirlo
En cuanto al plazo para resolver, éste depende de cada recurso en particular y el silencio debe
interpretarse como rechazo de la pretensión del particular.
El reclamo impropio no procede contra los actos de alcance particular que resulten de aplicación de
los actos de alcance general, sino sólo contra éstos últimos.
Cualquier sujeto titular de derecho subjetivo o interés legítimo puede plantear el reclamo impropio,
el cual debe interponerse ante el órgano que dictó el reglamento, agotándose así las vías
administrativas.
El otro supuesto, ocurre cuando el Estado inicia acciones contra sus propios actos o los particulares.
Una de las partes en este proceso (actor o demandado) es necesariamente el propio Estado.
1. En tanto el proceso judicial es simplemente revisor de las decisiones del PE, es necesario que
éste dicte con carácter previo el acto administrativo que exprese su voluntad. El juez solo
puede revisar conductas estatales (actos administrativos), el particular debe obtener el acto
estatal, y sólo entonces, recurrir a las vías judiciales.
El art. 30 LPA dice que el reclamo versará sobre los mismos hechos y derechos que se invocarán en la
eventual demanda judicial y será resuelto por las autoridades citadas. La LPA prevé el principio
revisor del control judicial.
El PCA y su carácter revisor deben plantearse y construirse desde las perspectivas de las pretensiones
de las personas y sus derechos, y no desde el objeto impugnado (esto es, las conductas estatales).
Ante la inexistencia de un Código Procesal a nivel federal, la LPA cubre parte de este vacío normativo
al establecer ciertos principios básicos del proceso contencioso: las condiciones de acceso a las vías
judiciales.
La LPA exige el cumplimiento de ciertos recaudos preliminares propios del trámite judicial. Así los
arts. 25 y 30, disponen el agotamiento de las vías administrativas y el plazo en el que debe deducirse
la impugnación judicial de las conductas estatales (plazo de caducidad de las acciones judiciales). Es
decir, las condiciones de admisibilidad de las acciones contra el Estado.
Ciertos aspectos del PCA han sido objeto de regulación de modo expreso:
1. Las condiciones de admisión de la acción en el marco del proceso contencioso, esto es:
a. El agotamiento de las vías administrativas
b. El plazo de caducidad en que deben interponerse las acciones contenciosas
2. Las medidas cautelares en los procesos en que el Estado es parte
3. El trámite de ejecución de las sentencias
Los restantes aspectos del proceso que no han sido objeto de regulación del legislador, debe
aplicarse el Código Procesal Civil y Comercial de modo analógico.
A.- LEGITIMACIÓN
Los sujetos legitimados en el marco del PCA son los titulares de los derechos subjetivos e incidencia
colectiva.
Los criterios para distribuir entre los jueces la potestad de resolver los conflictos son básicamente:
Los sujetos
El objeto
El territorio
El grado del tribunal
Se puede definir el criterio así: el juez contencioso administrativo federal entiende en todos los
casos regidos por el Derecho Administrativo Federal, salvo ciertas excepciones que son excluidas de
su conocimiento y llevadas ante otros jueces, aun cuando el caso judicial esté regulado por esta
rama del ordenamiento jurídico. (Ej. los jueces de la seguridad social entienden en las resoluciones y
actos administrativos dictados por las Cajas Nacionales de Previsión, Comisión Nacional de Previsión
Social, Cajas Nacionales de Subsidios Nacionales, entre otros)
La habilitación de la instancia constituye un trámite propio y específico de los PCA y, por ello, es
desconocido en el ámbito de los otros procesos judiciales.
Las personas que inicien cualquier proceso judicial contra el Estado – PCA- deben cumplir con ciertas
condiciones de admisibilidad. Por su parte, el juez debe verificar si se cumplió o no con tales
recaudos.
Las condiciones que el particular debe cumplir y el juez controlar son los presupuestos que
condicionan el acceso judicial:
La ley entiende que las conductas estatales que no fueron recurridas en sede administrativa y judicial
– en los términos legales y reglamentarios – están firmes y consentidas y, consecuentemente, ya no
es posible impugnarlas.
Si el particular no agotó las vías administrativas de modo correcto y en el plazo debido, entonces no
es posible recurrir judicialmente.
Si bien el acto está firme y ya no es posible recurrirlo cuando el particular no interpuso el recurso
administrativo en término o no inició el proceso judicial en el plazo legal, existen excepciones.
Así, en ciertos casos el marco jurídico establece que no es necesario agotar las vías administrativas, o
no es preciso impugnar judicialmente dentro del estrecho marco temporal de la caducidad de las
acciones. En tales casos, debe tenerse por habilitada la instancia judicial sin más.
Tras la modificación de la LPA, se exige claramente que los jueces controlen de oficio, en el marco del
proceso judicial, sí las partes cumplieron con los presupuestos de habilitación. El juez está obligado a
verificar por sí mismo el cumplimiento del agotamiento de las vías administrativas y el plazo de
caducidad.
En los casos en que no es necesario habilitar la instancia judicial (es decir, cuando no es necesario
agotar las vías administrativas o interponer la acción judicial en el plazo de caducidad) se cursará de
igual forma y manera la notificación a la Procuración del Tesoro de la Nación con una anticipación no
menor de 30 días hábiles judiciales al traslado de la demanda que se curse al organismo pertinente.
El Estado, luego de que el juez resuelva que la instancia está debidamente habilitada, puede intentar
por vía de las excepciones previas replantear el supuesto incumplimiento de los recaudos procesales
(agotamiento de la vía administrativa y el plazo de caducidad) ya que no tuvo oportunidad procesal
de expresar sus argumentos sobre este aspecto.
Una de las condiciones de admisibilidad de las acciones judiciales contra el Estado es que las
personas legitimadas deben recurrir primero ante el propio Ejecutivo y, sólo después, ante el Poder
Judicial. Este trámite es el agotamiento de las vías administrativas.
El art. 25 LPA dice que la acción contra el Estado o sus entes autárquicos deberá deducirse dentro del
plazo perentorio de 90 días hábiles judiciales.
A su vez, la ley agrega que en el marco de los recursos judiciales directos – es decir, las acciones que
se deben plantear directamente ante la Cámara de Apelaciones y no ante el juez de primera instancia
- , el plazo es de 30 días hábiles judiciales contados desde la notificación de la resolución definitiva
que agote las instancias administrativas.
En primer lugar, cuando la LPA lo prevé expresamente. Así el art. 32 no exige el agotamiento de las
vías administrativas ni el cumplimiento del plazo de caducidad cuando:
La LPA dice que la interposición de recursos administrativos interrumpirá el curso de los plazos
aunque aquéllos hubieren sido mal calificados, adolezcan de defectos formales insustanciales o
fueren deducidos ante órgano incompetente por error excusable. (Art. 1 inc. e apartado 7)
Por su parte, el decreto reglamentario establece que sí los efectos de articular un recurso
administrativo, la parte interesada necesitare tomar vista de las actuaciones, quedará suspendido el
plazo para recurrir.
Entre el inicio del proceso judicial (incluso con anterioridad a éste) y la resolución del conflicto,
transcurre un tiempo en el que las pretensiones pueden tornarse de difícil o imposible cumplimiento
por distintas circunstancias. De modo que, aun cuando el juez finalmente reconozca el planteo del
recurrente y sus derechos, puede ocurrir que el cumplimiento del fallo sea imposible.
Con el objeto de evitar esta situación, el ordenamiento procesal reconoce a los jueces el poder y, al
mismo tiempo, el deber de proteger con carácter preventivo los derechos bajo debate. Este poder es
ejercido por medio del instituto de las medidas previas o cautelares que solo proceden por pedido de
las partes y no de oficio por los jueces. Las medidas cautelares permiten preservar el objeto del
proceso y su eventual cumplimiento.
La ley 26.854 es la regulatoria de las medidas cautelares en que el Estado central o sus entes
descentralizados son parte actora o demandada.
Esta ley excluye de su ámbito de aplicación a las medidas cautelares en el proceso de amparo, sin
embargo las reglas específicas sobre informe previo, plazo y modificación e inhibitoria sí son
aplicables al amparo.
La ley 26.854 es sumamente restrictiva de las medidas cautelares y por tanto, no cumple con los
estándares constitucionales. Dispone límites formales y sustanciales constitucionalmente
inadecuados.
El ámbito de aplicación
La ley regulatoria de las medidas cautelares incluye al Estado central y a las entidades
descentralizadas autárquicas y no autárquicas (Empresas del Estado y Sociedades del Estado).
El juez competente
Cuando se trate de sectores socialmente vulnerables, vida digna, salud, derechos de naturaleza
alimentaria y ambientales, el juez incompetente está autorizado a decretar medidas cautelares, sin
Balbín, sostiene que debe aceptarse que cualquier juez – competente o incompetente – decrete las
medidas cautelares pertinentes, siempre que se trate de un derecho fundamental.
El pedido cautelar
El sentido de la medida cautelar es asegurar el objeto del proceso principal y puede ser solicitada
antes de la demanda, con el escrito de inicio, o posteriormente.
No cabe aplicar la ley 26.854 a los procesos de amparo, salvo los siguientes trámites:
El fundamento de este instituto es la igualdad entre las partes. Así como el actor tiene el derecho de
obtener una decisión final útil a través de las medidas cautelares; el demandado goza del derecho a
ser resarcido ante los eventuales daños causados por las cautelares ordenadas por el juez si el fondo
es rechazado.
La ley 26.854 establece la obligatoriedad de la contracautela real o personal e incluso juratoria. Esta
última solo procede cuando se trate del reclamo de sectores socialmente vulnerables, vida digna,
salud o derechos de naturaleza alimentaria o ambiental.
Las sentencias condenatorias contra el Estado pueden tener por objeto obligaciones de dar, hacer o
no hacer. El juez debe fijar el plazo razonable en que el Estado debe cumplir con las sentencias.
G.- LA PRUEBA
1. La parte que intente impugnar una decisión estatal debe probar su ilegitimidad, en razón del
principio de la presunción de validez de los actos estatales
2. La parte que intente valerse de ciertos hechos o derecho extranjero debe probar su
existencia
3. El principio de las pruebas dinámicas
Si es el Estado quien intenta valerse de sus propios actos, no debe probarlos en términos de
materialidad y legitimidad. Por el contrario, si el particular es quien pretende impugnar el acto
estatal, debe probar el hecho de que intente valerse y, particularmente, el vicio del acto estatal.
El criterio de las pruebas dinámicas disminuye el peso que recae sobre las personas de probar ciertos
hechos, en tanto el Estado esté en condiciones de hacerlo.
El Estado debe probar a través del expediente administrativo (es decir, de las actuaciones o
trámites), los hechos que sustenten la legitimidad de sus decisiones; pero una vez dictado el acto,
éste goza de presunción de legitimidad y, consecuentemente, es el particular quien debe probar que
el acto es ilegitimo. Sin embargo, respecto de los hechos, si bien es el interesado quien debe
probarlos, esa obligación recae sobre el Estado cuando éste se encuentre en mejores condiciones de
hacerlo.
El camino básico del trámite judicial contra el Estado nacional es la acción ordinaria ante el juez de
primera instancia con competencia en lo Contencioso Administrativo Federal, cuyo trámite está
regulado en el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación y las leyes complementarias
mencionadas.
Es una acción común y ordinaria. Sin embargo, el ordenamiento jurídico también prevé otras
acciones llamadas especiales ya que constituyen excepciones respecto del principio antes
mencionado.
El amparo es un proceso judicial mucho más breve y rápido que los procesos ordinarios ya que su
régimen prohíbe ciertos trámites con el propósito de darle mayor celeridad, y además establece
plazos más cortos.
Es una garantía de protección de los derechos fundamentales. Tal como surge del artículo 43 CN no
es necesario agotar las vías administrativas para interponer la acción judicial de amparo y el juez
puede declarar la inconstitucionalidad de las normas cuestionadas en el marco de este proceso.
Es un proceso que tiene por objeto que el juez se expida sobre la demora del Poder Ejecutivo en
responder a las pretensiones del reclamante y, en su caso si el Ejecutivo hubiese incurrido en
retardo, ordenarle que resuelva en un plazo perentorio.
No tiene por objeto revisar decisiones del Ejecutivo o resolver el fondo del planteo, sino,
simplemente, obligarle a que despache las actuaciones.
El art. 28 LPA dice que aquel que es parte en el expediente administrativo puede solicitar
judicialmente que se libre una orden de pronto despacho con el objeto de que se obligue al Ejecutivo
a resolver las actuaciones.
El actor del amparo por mora debe ser el titular de un derecho subjetivo, interés legítimo o interés
colectivo, en el marco del expediente administrativo.
El amparo por mora procede cuando el Estado ha dejado vencer los plazos para resolver, o en caso
de no existir plazos, haya transcurrido un tiempo que exceda los límites razonables. En sí, procede
cuando:
El amparo por mora no procede en el campo de los recursos administrativos, ya que aquí el
transcurso de los plazos constituye por sí mismo el rechazo del planteo. En el marco de los recursos
el silencio no solo constituye incumplimiento de la Administración de dar respuesta, sino que es
interpretado lisa y llanamente como rechazo del planteo de fondo.
Luego, el juez requiere al órgano competente que informe sobre las causas del retraso. Una vez
contestado el informe o vencido el plazo que el juez fije a ese efecto, debe resolver la aceptación o el
rechazo.
En caso de aceptación, el juez ordena a la Administración a que resuelva en el plazo que él establece,
según la naturaleza y complejidad del asunto pendiente de decisión estatal.
El amparo por mora es un proceso contradictorio ya que el Estado ejerce su derecho de defensa, en
particular expone sus argumentos mediante el informe, salvo que el juez no lo requiriese. El objeto
del proceso debe circunscribirse al control del retardo estatal.
El Estado debe revocar sus decisiones ilegítimas, por sí y ante sí; sin embargo, cuando ello no fuese
posible porque el acto fue notificado o se estén cumpliendo derechos subjetivos que nacieron de él,
debe iniciar acciones judiciales con el propósito de que el juez sea quien declares su invalidez. Este
proceso y la acción respectiva se llama de lesividad.
La acción de lesividad procede cuando el Estado es parte actora y pretende la invalidez de sus
propios actos. El Estado alega su propia torpeza.
El Estado no debe agotar las vías administrativas porque esto es un privilegio estatal y, además, la
LPA establece el modo expreso que no habrá plazos para accionar en los casos en que el Estado o sus
entes autárquicos fueren actores, sin perjuicio de lo que corresponda en materia de prescripción.
Son acciones judiciales que tramitan y se resuelven directamente por el tribunal de alzada (Cámara
de Apelaciones), y no por los jueces de primera instancia. (Trámite o recurso directo ante el tribunal
de apelaciones)
Proceden contra las decisiones estatales en los casos previstos expresamente en la ley y tienen un
régimen especial distinto del proceso ordinario.
1.- INTRODUCCIÓN
En un principio el Estado no era responsable patrimonialmente, cuestión entrelazada en ese
entonces con la imposibilidad de demandar al Estado.
Sin embargo, con el tiempo y según los principios propios del Estado de Derecho, el Estado se hizo
responsable por los daños causados por sus actividades ilícitas y, más adelante, por sus conductas
licitas.
En este largo proceso que partió del extremo de la irresponsabilidad y avanzó hacia el
reconocimiento de la responsabilidad estatal, influyeron básicamente dos hechos jurídicos
relevantes:
1. La personificación estatal
2. La imputación o traslado de las conductas de los agentes al propio Estado (teoría del órgano)
1. La falta de servicio consistente en una actuación u omisión irregular de parte del Estado. La
omisión sólo genera responsabilidad cuando se verifica la inobservancia de un deber
normativo de actuación expreso y determinado
2. La imputabilidad material de la actividad o inactividad a un órgano estatal
3. El daño cierto debidamente acreditado por quien lo invoca y mensurable en dinero
4. La relación de causalidad directa entre la conducta estatal – falta de servicio – y el daño
cierto cuya reparación se persigue
El Estado es responsable siempre que sea posible imputarle el acto, hecho u omisión del agente del
Estado; la conducta sea irregular, el daño cierto y exista relación de causalidad entre las conductas
irregulares y el daño causado.
La falta de servicio es un requisito del deber estatal de reparar en el contexto de las actividades
lícitas.
La falta de servicio es el funcionamiento irregular o defectuoso de las conductas estatales, según las
normas vigentes. Debe interpretarse como las actividades inadecuadas desarrolladas por el Estado.
El deber y su incumplimiento es el fundamento de la responsabilidad estatal por sus actividades
ilícitas.
El Estado es una persona jurídica y, por tanto, para responsabilizarlo no es suficiente con constatar
las conductas de sus agentes, sino que es necesario además imputarle tales acciones u omisiones.
Este factor es la imputación, cuyo objeto es trasvasar conductas entre personas y las
responsabilidades consecuentes.
En el Derecho Público las conductas son siempre de los propios agentes (personas físicas) pero la
responsabilidad es del Estado (persona jurídica).
En este marco, el factor de imputación es básicamente la teoría del órgano, el legislador estableció
que la responsabilidad del Estado es directa.
La conducta de los agentes públicos (personas físicas) son las conductas del propio Estado y, por
tanto, aquellos expresan lisa y llanamente la voluntad estatal. De modo que no es necesario trasladar
las conductas de las personas físicas (órganos) al Estado (persona jurídica), sino que se superponen
unas con otras, expresando una sola y misma voluntad.
Es posible trasladar e imputar de las personas físicas (agentes estatales) al Estado ciertas conductas.
Hay que distinguir entre el concepto de actos realizados en ejercicio, con motivo o en ocasión de las
funciones.
La ley establece que la actividad o inactividad de los funcionarios y agentes públicos en el ejercicio de
sus funciones los hace responsables de los daños que causen.
Otro factor de imputación es la condición del Estado como dueño o guardián de las cosas y, en
particular, de las cosas y actividades riesgosas.
Si el daño es causado por las cosas o por sus vicios o riesgos se debe aplicar el art. 1757 del CCC; si el
daño no es causado con o por las cosas sino por el uso de las cosas en mal estado de conservación es
aplicable el art. 3 de la ley 26.944.
El daño o perjuicio debe ser cierto, actual o futuro, pero en ningún caso hipotético o meramente
conjetural. Es requisito de la responsabilidad del Estado el daño cierto, debidamente acreditado y
mensurable en dinero.
1. Por los daños y perjuicios que se deriven de casos fortuitos o fuerza mayor, salvo que sean
asumidos por el Estado expresamente por ley especial
2. Cuando el daño se produjo por el hecho de víctima o de un tercero por quien el Estado no
debe responder.
El criterio objetivo plantea diversos puntos débiles: la impunidad de los agentes públicos porque en
el marco del proceso judicial por daños y perjuicios no debe ventilarse la conducta de los agentes,
sino solo y simplemente la responsabilidad objetiva del Estado por los daños causados.
La LRE regula por igual las acciones y las omisiones del Estado, sin embargo distingue el alcance del
fundamento en tales casos.
En el marco de las acciones, la falta de servicio consiste simplemente en una actuación irregular (el
incumplimiento de un deber de no hacer); mientras que tratándose de las omisiones (el
incumplimiento de las obligaciones de hacer) la falta de servicio solo se configura cuando el Estado
incumple un deber normativo de hacer expreso y determinado.
Los casos más comunes sobre responsabilidad estatal por actividad legítima son: los daños por
expropiación, ocupación temporánea de bienes, revocación de actos administrativos por razones de
oportunidad, mérito o conveniencia.
La LRE establece que son requisitos de la responsabilidad estatal por actividad legítima:
a. Daño cierto y actual, debidamente acreditado por quien lo invoca y mensurable en dinero
b. Imputabilidad material de la actividad a un órgano estatal
c. Relación de causalidad directa, inmediata y exclusiva entre la actividad estatal y el daño
d. Ausencia de deber jurídico de soportar el daño
e. Sacrificio especial en la persona dañada, diferenciando del que sufre el resto de la
comunidad, configurado por la afectación de un derecho adquirido.
1.- INTRODUCCIÓN
Es difícil ubicar los contratos celebrados por el Estado en el marco que prevé el CCC, de modo que el
derecho creó un molde especial, los contratos administrativos. Estos acuerdos tienen caracteres
propios y distintos de los contratos del Derecho Privado, básicamente por su régimen exorbitante.
Los contratos administrativos contienen cláusulas que en el marco de un contrato privado resultan
inusuales o inválidas, de ahí su carácter exorbitante.
Actualmente, las cláusulas propias y distintivas (exorbitantes) de los contratos públicos son entre
otras:
También ha definido que el contrato administrativo es aquel en que una de las partes intervinientes
es una persona jurídica estatal, su objeto está constituido por un fin público o propio de la
Administración y contiene, explícita o implícitamente, cláusulas exorbitantes del derecho privado.
Para Balbín, el contrato administrativo es todo acuerdo celebrado por el Estado con terceros sobre
una declaración de voluntad común destinada a reglar sus derechos.
Estas prerrogativas son propias del Estado, pero no de las otras partes contratantes.
Las cláusulas son exorbitantes cuando son ilícitas o inusuales en el contexto del Derecho Privado.
Los contratos con cláusulas exorbitantes son aquellos cuyo texto prevé tales disposiciones y, a partir
de allí, es posible deducir potestades exorbitantes implícitas.
Los actos que dicte el Estado sobre interpretación, modificación o extinción del contrato gozan de
presunción de legitimidad y es el contratista quien debe alegar y probar su invalidez. El Estado sólo
puede extinguir el contrato por razones de ilegitimidad, en los términos de los arts. 17 y 18 LPA.
Cualquier acuerdo celebrado entre el Estado y los particulares es un contrato administrativo que se
rige enteramente y en principio por el Derecho Público. Es decir, los principio de las contrataciones
estatales y ciertos elementos propios del contrato – particularmente la competencia y el
procedimiento – son comunes e iguales en cualquier contrato en que el Estado es parte, más allá de
que el objeto esté regulado por el Derecho Público o Privado.
El régimen general y básico sobre las contrataciones del Estado está contemplado en el decreto
delegado 1023/01
El decreto delegado 1023/01 establece que ciertos actos dictados en el marco del trámite de las
contrataciones del Estado deben cumplir con las reglas del artículo 7 de la LPA, esto es, los requisitos
esenciales del acto administrativo.
En igual sentido dispone que los actos dictados en el marco de la interpretación, modificación,
caducidad, rescisión y resolución del contrato tendrán los caracteres y cualidades otorgados por la
LPA (presunción de legitimidad y fuerza ejecutoria).
La competencia del órgano para contratar debe resultar, según los casos de la CN, de las leyes y delos
reglamentos dictados en consecuencia.
El decreto delegado dispone que el órgano rector es la Oficina Nacional de Contrataciones que debe:
En cuanto a quienes pueden contratar con el Estado, el decreto 1023/01 establece que pueden
hacerlo las personas con capacidad para obligarse en los términos del CCC y que estén incorporadas
en la base de datos que lleve la Oficina Nacional de Contrataciones.
1. Las personas físicas y jurídicas que hubiesen sido suspendidas o inhabilitadas en su carácter
de contratistas del Estado
2. Los agentes públicos y las empresas en que éstos tengan una participación suficiente para
formar la voluntad social, en razón de la incompatibilidad o conflicto de intereses
3. Los condenados por delitos dolosos
4. Las personas condenadas por delitos contra la propiedad, la Administración, la fe pública y
los delitos comprendidos en la Convención Interamericana contra la Corrupción
5. Las personas físicas y jurídicas que no hubieren cumplido con sus obligaciones tributarias o
de previsión
El objeto que debe perseguir el contrato estatal es obtener bienes, servicios y obras determinadas,
con el menor costo y la mayor calidad posible.
En concordancia con el art. 7 de la LPA debe ser cierto y física y jurídicamente posible.
El Estado, luego de la aprobación del plan anual y el acto de previsión del gasto en el marco del
presupuesto debe seguir los siguientes pasos:
Los pliegos son los documentos que contienen las bases y condiciones del contrato y el tipo de
selección del contratista.
Los criterios que deben seguirse para la elección de los tipos de contratación (licitación o concurso
público, subasta pública, licitación o concurso abreviado o privado y contratación directa) son:
Este acto supone que el órgano competente, en el marco del plan anual de contrataciones, ya eligió
el procedimiento de selección del contratante y aprobó los pliegos de bases y condiciones
particulares y, como paso siguiente, decide convocar a los oferentes.
En caso de omitirse requisitos de publicidad y difusión previa cuando la norma lo exija dará lugar a la
revocación inmediata del procedimiento.
Luego del llamado comienza a correr el plazo en el que los interesados deben presentar sus ofertas
hasta el día y hora fijados en el acto del llamado. Las ofertas presentadas fuera de término se deben
rechazar.
Deben ser presentadas por escrito, firmadas, en idioma nacional, con copias e indicación del
domicilio especial
Los sobres deben estar perfectamente cerrados
Las enmiendas deben ser salvadas
La apertura de las ofertas debe realizarse en acto público en el lugar, día y horario determinado, con
participación de cualquiera que tenga interés en presenciar el acto.
El órgano competente debe realizar un cuadro comparativo de los precios de las ofertas y remitir las
actuaciones a la Comisión Evaluadora.
Es un procedimiento de adjudicación de orden transitorio, y luego tras el vencimiento del plazo de las
impugnaciones contra éste, el órgano competente debe adjudicar el contrato con carácter definitivo.
La adjudicación
La adjudicación debe realizarse en favor de la oferta más conveniente para el organismo contratante,
teniendo en cuenta el precio, la calidad, la idoneidad del oferente y las otras condiciones de la oferta.
Siguiendo el criterio del artículo 7 de la LPA se puede encuadrar a la causa como los antecedente de
hecho y derecho, y luego la motivación.
Los antecedentes de hecho de los contratos son por un lado, la planificación o programación de la
contratación, y por el otro, la previsión del gasto en el presupuesto estatal.
El programa de contrataciones y su ejecución deben ajustarse a los créditos asignados por la Ley de
Presupuesto. El Estado solo puede contratar si existe crédito presupuestario suficiente, salvo en
casos de excepción legal como prevé la Ley de Obras Públicas. Por tanto, en principio, el contrato
celebrado sin previsión presupuestaria es nulo.
El antecedente de derecho es el régimen jurídico que está integrado por los principios generales, la
ley, el decreto reglamentario, los pliegos de condiciones generales, los pliegos de condiciones
particulares y en ciertos casos, el contrato en sí mismo o las órdenes de compra.
Las contrataciones deben estar motivadas (elemento motivación) en los mismos términos que exige
la LPA en relación con los actos administrativos, es decir, deberá ser motivado, expresándose en
forma concreta las razones que inducen a emitir el acto.
La finalidad que persigue el Estado por medio de los contratos administrativos es alcanzar los
resultados requeridos por la sociedad contribuyendo al desempeño eficiente de la Administración.
El elemento forma está asociado de modo indisoluble con la prueba y validez del contrato.
En el marco del art. 12 del decreto 1023/01 se detallan las siguientes potestades:
El Estado debe básicamente pagar el precio convenido en el plazo pactado, recibir los bienes o
servicios, y en su caso, recomponer el contrato.
Por su parte, el contratista debe cumplir con el objeto o prestación en el plazo convenido, dar las
garantías del caso, recomponer el contrato y ejecutarlos por sí mismo, salvo casos de excepción y con
autorización del Estado contratante.
En el Derecho Público, el Estado sí puede incumplir sus obligaciones por razones de interés público,
en cuyo caso el contratista no puede obligarlo, por sí o por medio del juez, al cumplimiento de sus
obligaciones, sin perjuicio del pago de las indemnizaciones correspondientes.
Por otro lado, el particular debe cumplir con sus obligaciones y cuando pretende resolver el contrato
debe seguir cumpliendo sus compromisos y reclamar judicialmente. Únicamente puede dejar de
cumplir cuando se torne imposible el ejecución del contrato por fuerza mayor, caso fortuito, hecho
del príncipe o incumplimiento de las obligaciones del Estado, debiendo iniciar las acciones judiciales
para extinguir el contrato.
El Estado dirige y controla el desarrollo y ejecución contractual, y en este sentido puede inspeccionar
y fiscalizar el cumplimiento de las prestaciones.
El Estado contratante dirige y controla la ejecución del contrato mediante órdenes y, en caso de
incumplimiento, por aplicación de sanciones y penalidades.
En ciertos casos, el contrato es modificado por decisión de las partes contratantes. Por caso, cuando
el Estado resuelve alterar el objeto (montos) o prorrogar el plazo del contrato.
Sin embargo, existen hechos o circunstancias ajenas a las partes que constituyen causales de
modificación contractual. Pueden constituir simplemente hechos modificatorios del contrato o, en
ciertos casos, extintivos del vínculo.
Es un acto u omisión de las autoridades públicas de carácter imprevisible que incide en el trámite de
ejecución del contrato. No son conductas estatales propias del sujeto contratante sino de otros
poderes, órganos o entes del Estado.
Puede tratarse de un acto de alcance general o particular de cualquier órgano o ente no contratante
del Estado pero de igual orden jurídico.
El hecho del príncipe puede tornar más oneroso el cumplimiento de las obligaciones del contratista
particular (el Estado debe compensar), o lisa y llanamente trastocar el contrato en un acuerdo de
cumplimiento imposible (el Estado debe indemnizar los daños y perjuicios causados).
La teoría de la imprevisión
El Estado y el particular pueden invocar la teoría de la imprevisión, según cual sea el sujeto afectado
por el desequilibrio económico, con la salvedad de que el Estado puede hacerlo por sí y ante sí (sin
intervención judicial).
Así el Estado debe modificar el objeto del contrato con el propósito de adaptarlo, pero siempre que
estén presente las siguientes circunstancias:
Si la modificación del contrato lesionase derechos adquiridos, entonces, el Estado debe indemnizar.
Finalmente, el Estado puede prorrogar el plazo del contrato cuyo objeto es el suministro de bienes
de cumplimiento sucesivo o prestación de servicios siempre que esté previsto en el Pliego de Bases y
Condiciones Particulares.
Cuando el contrato fuese plurianual, éste sólo puede prorrogarse por un año.
El contrato se extingue cuando las partes cumplen con el objeto o por el vencimiento del plazo.
Biosystems S.A. formuló un reclamo administrativo ante el Ministerio de Salud a fin de obtener el
cobro de facturas adeudadas. Luego de haber requerido el pronto despacho y no obtener
pronunciamiento expreso, interpuso demanda judicial contra el Estado Nacional. El Estado declaró
no habilitada la instancia judicial por haber vencido el plazo de caducidad previsto en el artículo 25
de la LPA. El administrado apeló la sentencia y planteó la inconstitucionalidad del artículo 31 de la
LPA. La Cámara admitió el planteo y dijo que el artículo 31 de la LPA es inconstitucional en cuanto
exige que el reclamo judicial frente al silencio de la Administración sea impetrado dentro del plazo de
caducidad previsto en el artículo 25 de la LPA –una vez vencido el plazo del pedido de pronto
despacho-, pues ello condiciona el acceso a la justicia, ya que dicho plazo perentorio sólo resulta
razonable aplicar frente a la impugnación de un acto expreso y no cuando lo que se persigue es el
reconocimiento de una situación jurídica preexistente a través del dictado de una resolución que así
lo disponga o, en caso de omisión, mediante la declaración judicial.
La finalidad del plazo de caducidad, que es dar certeza a las relaciones jurídicas, fijando un límite
temporal para que el acto administrativo —entendido como aquella declaración de voluntad
unilateral de la administración que produce efectos jurídicos directos e inmediatos en los derechos
del particular— quede firme.
La doctrina sentada por el fallo es que el Plazo de Caducidad sólo resulta aplicable cuando la
Administración resuelve en forma expresa el reclamo administrativo interpuesto. En cambio, en caso
de que la Administración no se pronuncie sobre el reclamo administrativo, incluso después de que el
interesado haya pedido “pronto despacho”, el Plazo de Caducidad no resulta aplicable y el interesado
puede promover la demanda en cualquier momento dentro del plazo de prescripción que resulte
aplicable.
El artículo 31 de la LPA, establece que en los casos en que la parte interesada en un procedimiento
administrativo interpone reclamo administrativo, el Estado Nacional debe resolver ese reclamo
dentro de los noventa (90) días (hábiles administrativos) de formulado.
Dispone además que, vencido ese plazo, el interesado puede requerir “pronto despacho” y que, si
transcurrieren otros cuarenta y cinco (45) días hábiles administrativos, podrá iniciar la demanda,
agregándose que dicha demanda “deberá ser interpuesta en los plazos perentorios y bajos los
efectos previstos en el artículo 25” de la propia LPA, el que establece el Plazo de Caducidad.
La cámara justificó la procedencia de la vía procesal elegida por los actores al considerar que
mediante una vía de hecho administrativa se había vulnerado el derecho constitucional a la libertad
de expresión de las ideas sin censura previa (arts. 14 y 31, Constitución Nacional y 23 ley 23.054).
Consideró, finalmente que la posterior invocación por parte de la dirección de la emisora de "razones
de programación" que no fueron explicitadas ni surgían de las constancias de la causa, demuestra la
existencia -en el caso de que el acto administrativo se hubiera perfeccionado- de falsa causa y
desviación de poder, vicios estos que tornarían al acto nulo de nulidad absoluta (art. 17, ley 19.549)
sin que obste para ello la circunstancia de que el espacio radial fuera concedido a título precario, en
forma gratuita y sin plazo.
La CSJN sostiene, que mientras en algunos supuestos el ordenamiento jurídico regula la actividad
administrativa en todos sus aspectos -reemplazando así el criterio del órgano estatal al
predeterminar qué es lo más conveniente para el interés público y reducir su actividad a la
constatación del presupuesto fáctico definido por la norma en forma completa y la aplicación de la
solución que la ley agotadoramente ha establecido (poderes reglados o de aplicación legal
automática), en otras ocasiones el legislador autoriza a quien debe aplicar la norma en el caso
concreto para que realice una estimación subjetiva que completara el cuadro legal y condicionará el
ejercicio para ese supuesto de la potestad atribuida previamente o de su contenido particular al no
imponerle, por anticipado, la conducta que debe necesariamente seguir (facultades o potestades de
ejercicio discrecional). Así la Corte ha dejado sentado con claridad el criterio de que la estimación
subjetiva o discrecional por parte de los entes administrativos sólo puede resultar consecuencia de
haber sido llamada expresamente por la ley que ha configurado una potestad y la ha atribuido a la
Administración con ese carácter.
De ello se deriva como consecuencia forzosa que el acto (lo cual vale también -según la LPA- para el
contrato) no puede perseguir otros fines, públicos o privados, distintos de los que justifican su
dictado, su causa y objeto.
Admite que el control judicial de los actos denominados tradicionalmente discrecionales o de pura
administración encuentra su ámbito de actuación en los elementos reglados de la decisión, entre los
que cabe encuadrar, esencialmente, a la competencia, la forma, la causa y la finalidad del acto.
La revisión judicial de aquellos aspectos normativamente reglados se traduce así en un típico control
de legitimidad, ajeno a los motivos de oportunidad, mérito o conveniencia tenidos en mira a fin de
dictar el acto.
Este fallo establece los requisitos del acto para que sea estable:
d. Que sea regular (son los actos válidos o anulables). Los irregulares (nulos e inexistentes) no
tiene estabilidad salvo las excepciones del art. 17: que haya generado derechos subjetivos
que se estén cumpliendo;
e. Que no exista una ley que autorice la revocación del acto (el que tiene un permiso precario
para vender en la calle sabe que la administración puede revocárselo en cualquier momento
porque una ley lo autoriza).
En 1934 la ganadera Los lagos, que le había comprado esos terrenos a los particulares, planteó la
nulidad del decreto. La cámara no le hizo lugar porque dijo que la acción estaba prescripta. Los Lagos
interpone un recurso extraordinario y llega a la Corte.
En ese momento no existía una LPA que regulara el acto administrativo. La Corte federal descartó
que el sistema de la invalidez del acto jurídico (privado) sea aplicable de manera directa o subsidiaria
al acto administrativo.
La sentencia reconoce que el acto administrativo se estructura sobre tres elementos: la competencia
(o capacidad) del funcionario; el objeto (o la finalidad); y los requisitos de carácter formal (forma).
El fallo destaca que la omisión o inexistencia de un elemento que concurre a la formación del acto
administrativo constituye una causa esencial de invalidez.
La sentencia establece que atañe al agraviado por la transgresión interponer una demanda tendente
a probar los vicios y destruir la suposición de legalidad del acto administrativo. Al Poder Judicial no le
es dado controlar por propia iniciativa de oficio los actos legislativos o los decretos dela
Administración. Sin este freno, dice el Tribunal, el equilibrio de los tres poderes “se habría roto por
la absorción del Poder Judicial en desmedro de los otros dos”. Es a los interesados, y no al Poder
Judicial, a quienes les corresponde tomar la iniciativa de solicitar la nulidad del acto.
Señaló como condición fundamental, la existencia de un pleito y el pedido de alguna de las partes de
la declaración de inconstitucionalidad, puesto que si no se provocaría un desequilibrio de poderes,
habiéndose optado por la absorción del Poder Judicial en desmedro de los otros dos.
Por lo tanto, la Corte fundamenta su negativa al control de oficio basándose en las siguientes
premisas:
El Poder Judicial puede analizar la validez o invalidez de un acto administrativo que lesione garantías
constitucionales, pero no puede decretar su nulidad de oficio (ya que aquellos se presumen
legítimos) sino que debe ser alegada y probada en juicio por el damnificado.
Cuando al acto administrativo le falten alguno de sus elementos esenciales estará viciado de nulidad
absoluta. Esto es lo que pasa en este fallo ya que el decreto tiene vicio de incompetencia (porque el
Poder Ejecutivo, al ordenar que las ventas caducaron, se arrogó funciones judiciales -art. 109
Constitución Nacional) afectando la garantía constitucional de inviolabilidad de la propiedad -art. 17
Constitución Nacional-)
No necesariamente los actos nulos son de nulidad absoluta, ni los anulables de nulidad relativa. Es así
que en este caso el decreto era anulable (se necesitaba una investigación previa para declararlo
Con este fallo se sienta el principio de legitimidad de los actos administrativos (se presumen válidos
hasta que su nulidad sea alegada y probada en juicio por el interesado).
En Pustelnik la Corte sentó como regla que la presunción de legitimidad “no puede siquiera
constituirse frente al supuesto de actos que adolecen de una invalidez evidente y manifiesta”. Los
actos con vicios manifiestos no se presumen legítimos.
El alto tribunal enfatizó que “La invalidez manifiesta de los actos cuya ilegitimidad o irregularidad
aparece patente en los mismos sin que sea necesario investigar vicio oculto alguno, constituye un
concepto general del orden jurídico, que sólo requiere una declaración judicial o administrativa a su
respecto, a diferencia de la invalidez oculta que requiere el enjuiciamiento previo para que se torne
visible”. La Corte adopta el criterio de que es un principio o concepto general del derecho,
inevitablemente aplicable en cualquier disciplina, el que un acto manifiestamente viciado no puede
ser presumido legítimo; por ello aclara el tribunal “Que dicha presunción de legitimidad de los actos
administrativos no puede siquiera constituirse frente a supuestos de actos que adolecen de una
invalidez evidente y manifiesta”
Este tipo de acto con invalidez evidente, patente o manifiesta, es llamado por la misma Corte,
irregular: “Dicho acto irregular no ostenta apariencia de validez o legitimidad en virtud de su título y
ha de ser calificado como acto inválido por la gravedad y evidencia del vicio que contiene.”
Y agrega la Corte que “regular” no es sinónimo de válido, por cuanto un acto inválido puede ser
regular si su vicio no es manifiesto, supuesto en el cual gozará de presunción de legitimidad hasta
que una autoridad administrativa o judicial lo anule; o sea, el acto “regular” puede ser tanto válido
como anulable, el acto irregular es siempre nulo.
Otros párrafos del fallo Pustelnik insisten en que la presunción de legitimidad existe solo en tanto y
en cuanto “el acto no fue manifiesta ni evidentemente inválido” (cons. 17) y que aún para el
supuesto de una posible desviación de poder, “debería mediar evidente desviación de poder para
irregularizar el acto en su finalidad” (cons. 17, in fine); que en el caso sub examine “aquella
autorización no estuvo viciada, en su origen, de ilegitimidad evidente.” (Cons. 7°.)
La frase según la cual el vicio ostensible sólo requiere declaración debe ser entendida como que
aquél necesita nada menos que una declaración, lo cual invierte el sentido del fallo. El resultado real
de esta sentencia es que –pese a no gozar de presunción de legitimidad- el acto con vicios patentes
es tratado de modo similar al legal hasta que el Estado disponga lo contrario, extremo al que sólo es
posible llegar luego de transitar un proceso donde la carga argumentativa y probatoria es del
ciudadano.
Por su parte el art. 18 de esa misma ley, dispone “que el acto regular del cual hubieran nacido
derechos a favor de los administrados, no podrá ser revocado en sede administrativa una vez
notificados, salvo – entre otras circunstancias cuando el interesado hubiera conocido el vicio”.
En lo sustancial, el tribunal hizo propia la teoría de la separación según la cual cada acto
administrativo mantiene su individualidad respecto del contrato al que hace referencia y, en
consecuencia, se encuentra sujeto al régimen de impugnación establecido para los actos de esa
naturaleza.
El tribunal efectuó un particular razonamiento sobre la base del art. 7°, último párrafo de la ley
19.549, que en su redacción previa a la reforma introducida por el decreto 1023/01 establecía: “Los
contratos que celebre el Estado, los permisos y las concesiones administrativas se regirán por sus
respectivas leyes especiales, sin perjuicio de la aplicación analógica de las normas del presente título
[Título III: Requisitos esenciales del acto administrativo], si ello fuera procedente.” En el
entendimiento de la Cámara, no podía colegirse de lo dispuesto en la norma que esa misma pauta —
aplicación analógica y no directa— se extendiera a las disposiciones del Título IV para la impugnación
de actos administrativos dictados durante la ejecución de un contrato.
Los jueces sostuvieron que debe impugnarse cada acto en particular, de modo que no es posible
hacerlo por medio del acto final y, además, en el plazo del art. 25 de la LPA.
El actor había deducido recurso administrativo que fue resuelto negativamente por el intendente y
que la acción la dedujo fuera del plazo previsto en el art. 100 de la Ley Orgánica Municipal Nº 19.987.
En cuanto aquí interesa, el Tribunal sostuvo: “19) [...] de las constancias de la causa resulta que el
derecho invocado por la actora no se encontraba supeditado, en cuanto a su existencia, por la
decisión de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. 20) Que, en dicha inteligencia, es en el
complejo interrelacionado de actos que dan base estructural a la existencia y ejecución del contrato
administrativo donde es preciso buscar el origen del derecho invocado. En otros términos, es en esa
interrelación de actos administrativos, en la que cada uno es consecuencia del precedente sin
perder, por ello, su individualidad, pero cuya existencia se justifica «en» y «para» el contrato
administrativo donde, en el caso, se sitúa la fuente del derecho de la actora, y no en el acto
impugnado, que está, como tal, fuera de la estructura esencial de actos ligados al contrato, y su
incidencia sobre ella es, al fin indicado, nula.”
Adviértase que, por un lado, la Corte disoció, a los fines de su pertinente reclamación por la vía que
fuere, todo lo vinculado al nacimiento en sí de la situación jurídica del contratista, en cuyo caso es
preciso seguir la previa vía impugnatoria, esto es, utilizando palabras del Tribunal, “aquellos casos en
que la pretensión hecha valer en la acción o recurso intentado se dirija principalmente a hacer cesar
la nueva situación jurídica que emane del acto administrativo o bien, que precise la declaración de
invalidez del acto —esto es, hacer caer su presunción de legitimidad— para posibilitar, así, la
procedencia de la acción que dicha presunción obstaculiza” (cons. 17), de aquellas otras situaciones
jurídicas subjetivas que nacen de la relación y no del acto, en cuyo caso no deviene necesario deducir
la acción impugnatoria, sino la resarcitoria. Para arribar a esto último, se hizo jugar en cierto modo la
doctrina de los actos separables para enfatizar la concatenación jurídica de los actos de la relación
contractual en sí, de donde nacen los derechos, como era en el caso, el derecho creditorio
reclamado. Sin embargo, cuando el nacimiento o extinción del derecho depende del acto, y no de la
relación jurídica, entonces sí es preciso impugnar primero éste.
En el caso “Serra” nuestro máximo tribunal señaló “…la posibilidad de habilitar la competencia de la
rama judicial del gobierno para revisar la validez de los actos emanados del Poder Ejecutivo y de los
que -con la propiedad de "causar estado", por cerrar la discusión en sede administrativa- emanan de
los órganos y entes que se le subordinan, salvo los casos de excepción también establecidos por el
legislador”.
El Máximo Tribunal se pronuncia acerca de la constitucionalidad del plazo de caducidad del art. 25 de
la LNPA, y declaró que el art. 7° de dicha norma “en cuanto determina que los contratos
administrativos se regirán por sus respectivas leyes especiales, sin perjuicio de la aplicación analógica
de las disposiciones del tít. III del mencionado cuerpo normativo, no permite sostener que la misma
pauta —aplicación analógica y no directa— se extienda al tít. IV, en el que se regula la impugnación
judicial de los actos administrativos.”
En este orden, cabe poner de resalto que la decisión recaída en Gypobras, emitida en un contexto
normativo diferente al actual, no necesariamente resultaría incompatible con el criterio sentado por
el propio Tribunal en la causa Serra y bien podría interpretarse que la Corte Suprema tiene
actualmente a su alcance ambas decisiones, de manera de conformar una pauta hermenéutica según
la cual el plazo de caducidad del art. 25 de la LNPA es constitucional y se aplica a los actos
administrativos dictados durante el desarrollo del contrato, pero no respecto de cualquier decisión
sino de aquellas que revistan naturaleza de actos administrativos propiamente dichos y que en la
inteligencia brindada por el Tribunal en la causa Serra alteren o modifiquen la relación jurídica
subyacente. Lo cual no invalida, ciertamente, la facultad del contratista afectado por la decisión de
impugnarla en forma autónoma, aunque no tenga el alcance señalado en la citada doctrina.
Para así decidir, la Corte consideró que los plazos en el ré- gimen recursivo establecido en la ley
19.549 y su reglamento tienen carácter perentorio y obligatorio, en virtud de lo prescripto por el
artículo 1°, inc. e, apartados 1° y 6° 9 , y recordó, asimismo, que la finalidad de la denuncia de
ilegitimidad es el control de legalidad y eficacia de la actividad de los órganos administrativos y, “a
través de él, el respeto de los derechos e intereses de los administrados”.
En lo que respecta a los derechos de los particulares, el tribunal encontró armonía entre la existencia
de plazos perentorios, el derecho de defensa y la irrevisibilidad de la decisión administrativa.
Concretamente, entendió que el derecho de defensa previsto en el artículo 18 de la Constitución
Nacional no sufre lesión alguna, pues el particular puede ejercerlo sin restricciones dentro del plazo
perentorio establecido para recurrir, término que constituye, en palabras de la Corte, una “amplia
oportunidad para ejercer sus derechos”.
De lo expuesto, debemos concluir que, a todo evento, la limitación al derecho del particular vendría
dada por su propia negligencia y no por el carácter del plazo, de modo que corresponde, si deja
expirar el término para impugnar la decisión administrativa, que sea sancionado con la pérdida del
derecho no ejercido a tiempo. En otras palabras, el tribunal reprocha la negligencia del particular con
la privación de una instancia judicial de revisión.
Entre dichos supuestos, se incluyó a aquellos casos en los cuales la necesidad de perseguir la defensa
de un derecho individual adquiere, incidentalmente, rasgos colectivos en razón de la existencia de
determinados extremos que la Corte enumeró. A partir de esta decisión se ha señalado que el
tribunal reconoció la vigencia, en nuestro ordenamiento jurídico y con rango constitucional (en la
medida de que se las consideró implícitamente incluidas en el propio art. 43 de la norma
fundamental), de las comúnmente llamadas acciones de clase. De tal suerte, así como aconteciere en
su momento con la acción de amparo tradicional (así la denomina el tribunal en el propio fallo)5 cuya
operatividad fue instrumentada en forma pretoriana en los fallos Siri y Kot, la Corte Suprema
entendió ahora necesario subsanar lo que estimó una omisión de parte del Congreso de la Nación.
El Tribunal Supremo señaló que las cuestiones a elucidar eran “la naturaleza jurídica del derecho
cuya salvaguarda se procuró mediante la acción deducida, quiénes son los sujetos habilitados para
articularla, bajo qué condiciones puede resultar admisible y cuáles son los efectos que derivan de la
resolución que en definitiva se dicte.” Seguidamente precisó que, en referencia a la legitimación
procesal, existen tres categorías de derechos: Individuales, de incidencia colectiva que tienen por
objeto bienes colectivos, y de incidencia colectiva referentes a intereses individuales homogéneos.
En lo atinente a estos últimos (sin perjuicio de que, con un claro ánimo ilustrativo, se desarrolló la
diferenciación entre las dos primeras categorías enumeradas), se estimó que los mismos se hallaban
de igual forma consagrados en el art. 43 de la Constitución nacional. Asimismo se mencionaron
taxativamente algunos ejemplos, como ser los derechos personales o patrimoniales derivados de
afectaciones al ambiente y a la competencia, los derechos de los usuarios y consumidores, y los
derechos de sujetos discriminados.
Amén de tal enumeración, la Corte otorgó criterio general para definir a los mentados intereses
individuales homogéneos, esto sería que, más allá de encontrarse involucrados derechos individuales
enteramente divisibles, debe existir un hecho único o continuado que provoca la lesión de cada uno
y todos ellos. La verificación de tal causa fáctica homogénea, determinaría la demostración de que
los presupuestos de la pretensión resultaren comunes a todos los casos, con la salvedad de algún
daño diferenciable que individualmente se sufriera. Así se tornaría razonable la realización de un solo
juicio en el cual se vieran expandidos los efectos de la cosa juzgada que llegase a producir la
sentencia.
Sentado esto, haciendo mérito de que las acciones de clase son la vía procesal idónea para encausar
este tipo de reclamos y la inexistencia de una legislación infraconstitucional que reglamente su
régimen procesal (a punto tal que se declara la mora del legislador en el particular), el tribunal
formula las reglas elementales que deberán observarse en el futuro para la sustanciación de estos
procesos.
De esta forma, además de la ya mencionada comprobación de una causa fáctica común, deberá
asegurarse que la pretensión procesal se encuentre enfocada en el aspecto colectivo de los efectos
Por último, la CSJN por la legislación que se deberá dictar, que será necesario establecer los
mecanismos adecuados para “garantizar la adecuada notificación de todas aquellas personas que
pudieran tener un interés en el resultado del litigio, de manera de asegurarles tanto la alternativa de
optar por quedar fuera del pleito como la de comparecer en él como parte o contraparte.”
En el mismo sentido, habrá que implementar adecuadas medidas de publicidad con el fin de prevenir
la multiplicación o superposición de procesos colectivos y el consiguiente peligro de que se dicten
sentencias disímiles o contradictorias sobre idéntica materia. Más allá de este núcleo de
requerimientos, cabe de igual forma esperar que una ley determine cuándo se da una pluralidad
relevante de individuos que permita ejercer dichas acciones, cómo se define la clase homogénea, si
la legitimación corresponde exclusivamente a un integrante de la clase o también a organismos
públicos o asociaciones, cómo tramitan estos procesos, cuáles son los efectos expansivos de la
sentencia a dictar y cómo se hacen efectivos.
Los derechos individuales son derechos subjetivos, sobre un bien individualmente disponible por su
titular. Son derechos “divisibles”, y su violación causa daños particulares a su titular y sólo a él. Para
ellos, el remedio constitucional es el amparo “clásico”, de los casos “Siri” y “Kot” y receptado en el
art. 43 párr. 1 de la Constitución Nacional.
Los derechos de incidencia colectiva que tienen por objeto bienes colectivos son aquellos que son
propiedad de la comunidad toda, pertenecen a la esfera social y no a la individual, son indivisibles y
no son susceptibles de apropiación individual ni se puede excluir a nadie de su goce. Son
trascendentalmente diferentes a los derechos individuales, allí radica la necesidad de la legitimación
colectiva para su defensa. Están receptados en el ya citado art. 43 párr. 2 de la Constitución Nacional.
El caso del medio ambiente es el más paradigmático de este tipo de derechos.
Por último, los derechos de incidencia colectiva referentes a intereses individuales homogéneos son
aquellos que son individuales y divisibles, no hay un bien colectivo pero existe un acto lesivo (causa
fáctica homogénea) que menoscaba a todo un grupo de personas que gozan del mismo derecho. En
el considerando número 12, dice la Corte que para tramitar estos pleitos, “es razonable la realización
de un solo juicio con efectos expansivos de la cosa juzgada que en él se dicte, salvo en lo que hace a
la prueba del daño”.
Posteriormente, en el considerando n° 13, el voto mayoritario expone que las acciones de clase son
las destinadas a tutelar los derechos de incidencia colectiva, pero que no gozan de legislación a nivel
nacional; y que “debe” existir dicha regulación, y su ausencia marca una “mora que el legislador debe
solucionar cuanto antes posible”. Pero afirman, al mismo tiempo, que la norma constitucional que las
recepta es operativa, por lo que los jueces deben darle eficacia cuando tengan en frente un caso en
La Corte comienza a delinear lo que entiende específicamente como “acción de clase” y los requisitos
para que proceda y se solicite la tutela judicial de un derecho a través de ella.
En primer lugar, exige “un hecho único o complejo que causa una lesión a una pluralidad relevante
de derechos individuales”. Recalca la importancia de que la pretensión esté focalizada en la
incidencia colectiva del derecho, condición sine qua non para que el proceso sea clasificado como
colectivo. Tanto la causa petendi como el objeto procesal deben ser colectivos.
En segundo lugar, la pretensión no debe aludir a daños diferenciados, sino a un resultado para
atender los “elementos homogéneos que tiene esa pluralidad de sujetos”.
Como tercer requisito, dispone que “el interés individual considerado aisladamente, no justifique la
promoción de una demanda”. Es decir, que debe verse imposibilitado el acceso a la justicia. Sin
embargo, aclara que “la acción resultará de todos modos procedente en aquellos supuestos en los
que cobran preminencia otros aspectos referidos a materias tales como el ambiente, el consumo o la
salud o afectan a grupos que tradicionalmente han sido postergados, o en su caso, débilmente
protegidos”. En estos casos, existe un interés social para la protección de esos derechos.
En el considerando n° 20, manda a los jueces a tener en cuenta ciertos aspectos que no pueden faltar
para la procedencia de la demanda (fundamentalmente para salvaguardar el derecho de la defensa
en juicio, para evitar que alguien se vea afectado por una sentencia de un proceso en el cual no ha
podido participar): identificación de la actora como grupo o colectivo afectado, idoneidad de quien
pretenda asumir su representación, existencia de un planteo que supere lo individual y exhiba los
elementos comunes y homogéneos a todo el grupo, también que se delinee un mecanismo para la
notificación de lo relativo al proceso a todas las partes que pudieran tener interés en su resultado,
para que puedan optar ser parte de él como parte o contraparte si así lo desearan. Por último sugiere
implementar medidas de publicidad suficientes para evitar la duplicidad de procesos colectivos y
sentencias contradictorias.
La Sentencia del Caso Mendoza establece un estándar con la descripción detallada de un plan de
recuperación del Riachuelo. El estándar en este caso es la determinación de una política pública
basada en normas constitucionales. Este plan requiere que organismos competentes se reorganicen
y cumplan con los estándares establecidos. Al mismo tiempo requiere de una conexión con los
intereses específicos de las partes, para su consulta y eventualmente para establecer las bases de un
acuerdo que podrá resolver el problema.
La Corte comienza por recordar su Resolución del 20 de junio de 2006 mediante la cual adoptó
diversos pronunciamientos:
En consecuencia:
I. Requerir a las empresas demandadas información sobre desechos y residuos que arrojaron al
río, y si cuentan con sistemas de saneamiento y seguros.
II. Ordenar a los organismos oficiales la presentación de un plan de ordenamiento del territorio.
III. Convocar a una audiencia pública para que las partes informen sobre el contenido de la
información solicitada.
IV. Intimar a la actora para que aporte información sobre fundamentos de su reclamación sobre
daño resarcible.
Este fallo de la Corte Suprema ha incorporado la doctrina de las "acciones de clase" como
procedimiento adecuado para los casos que afectan "derechos de incidencia colectiva" en los
términos del artículo 43 de la Constitución, entre los que se encuentra la protección al ambiente.
La Corte decidió la acumulación de procesos referidos a la misma clase diciendo: Que, por último, las
altas razones en que hacen pie las decisiones precedentes deben ser complementadas
Las acciones de clase son procesos colectivos en los cuales se agrupan todas las partes en casos que
por complejidad en la prueba o altos costos no admiten una acción individual. Permiten que causas
que aún con pretensiones individuales muy pequeñas que no puedan plantearse individualmente se
resuelvan en un solo juicio. El derecho es producto de un diálogo entre partes en lo que la defensa de
los intereses particulares puede obtener el interés general.
Para ello, el tribunal destacó que en el caso se impugnaba el contrato tipo que suscriben quienes se
afilian a la empresa de medicina prepaga y el planteo se orientaba a cuestionar un “efecto común”
que este produce a todo el colectivo de afiliados de la demandada. Asimismo, se señaló que dada la
escasa significación económica individual de las sumas involucradas, no aparecía justificado que cada
uno de los posibles afectados promoviera su propia demanda, de manera que la acción colectiva
iniciada por la asociación actora permitía tutelar el interés de los afiliados.
También se destacó que las previsiones contenidas en la Ley de Defensa del Consumidor permitían
afirmar que por vía de una acción colectiva pueden introducirse planteos como el examinado.
Finalmente, se instruyó al magistrado de primera instancia para que encuadrara el trámite del
proceso como una acción colectiva (en los términos del artículo 43 de la Constitución Nacional y del
artículo 54 de la ley 24.240) y, entre otros recaudos, arbitrara un procedimiento apto para garantizar
la adecuada notificación de todas aquellas personas que pudieran tener un interés en el resultado
del litigio, de manera de asegurarles tanto la alternativa de optar por quedar fuera del pleito como la
de comparecer en el como parte o contraparte.
1. Que existe un único hecho lesivo de una pluralidad de sujetos (utilización de un contrato tipo
que permite la modificación unilateral de las cuotas mensuales);
2. Que la pretensión se concentra en “efectos comunes”, al plantear la nulidad de cláusulas que
afectan a todo el universo de afiliados;
3. Que de no acordarse legitimación a la asociación, se vulneraría el acceso a la justicia ante la
escasa significación económica individual de los incrementos respecto de cada afectado.
Esta argumentación, pone en evidencia las deficiencias propias de los razonamientos restrictivos del
acceso a la jurisdicción que:
Es ilustrativa la afirmación del voto de Petracchi (Considerando 9°), quien apunta que “en materia de
intereses económicos es una característica que necesariamente se da entre los consumidores de
cualquier producto o servicio, y con ello omitió considerar que toda afectación de los intereses del
grupo repercutirá — ineludiblemente— de manera distinta en sus integrantes, de acuerdo con la
situación económica individual de cada uno de ellos”. Es decir, la causa lesiva homogénea no puede
negarse a partir de la disparidad de las consecuencias que acarrea en una masa de consumidores,
pues ello equivaldría a negar la existencia misma de las acciones colectivas (que jamás afectan de la
misma manera a los diferentes consumidores).
En los Considerandos 12 y 13, la Corte Suprema ajusta su análisis de legitimación en los mismos
términos que lo había hecho en “Halabi”:
La Corte nos aclara que, por el contrario, la legitimación de las asociaciones comprende también la
promoción de acciones diferentes del amparo, considerando:
Esta línea argumental de la mayoría se ve reforzada por el voto de Petracchi, al apuntar la existencia
de analogía entre la acción de amparo y la acción colectiva de la ley de defensa del consumidor,
tratándose de procedimientos abreviados tuitivos de los derechos de los consumidores. A su turno,
Argibay destaca que la legitimación de las asociaciones de consumidores para promover estas
acciones colectivas surge de una fuente legal (art. 55 ley 24.240).