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La filosofía en general y la filosofía de la educación

Antes de iniciar el recorrido por el territorio de la filosofía de la educación hagamos un breve recordatorio
de lo que se entiende por filosofía en general.
La filosofía surgió como actividad intelectual, que consiste en detenerse a "ver" por segunda vez. Esa
pausa es para ejercitar el "mirar" intelectual, es decir examinar racionalmente, pensar con detenimiento,
interrogando aquello que nos circunda, que nos afecta, que nos asombra o que nos amenaza. Por eso
se dice que la filosofía apareció con el descubrimiento de la naturaleza, es decir, se constató que
además del nivel fenoménico (compuesto por todas las cosas perceptibles sensorialmente) hay también
"algo" que sirve de soporte a las cosas del mundo, es decir, hay una ley (esencia) que rige todos los
fenómenos naturales. Desde entonces se reconoce que los componentes de la realidad son la esencia
(leyes) y la apariencia (fenómenos). Y eso es lo que tiene en mente la mamá o la abuela cuando nos
advierten "tenga cuidado: las apariencias engañan".

El simple mirar físico, el hacer "práctico" por sí solo, no son bases confiables para afirmar con certeza un
saber. La percepción sensorial, el actuar rutinario, únicamente dan lugar a que se forme opinión (la
doxa), pues está anclada en lo superficial, lo que aparece, en los fenómenos que cubren la vida
cotidiana. Es así como se forman los prejuicios y en general las creencias sin fundamento sólido alguno.
Con la intervención de la razón, con la actividad reflexiva, con la investigación, se trascienden las
apariencias, y por medio del proceso de abstracción de las particularidades, se busca descubrir las
regularidades, aquello que hace posible los cambios, es decir se trabaja para obtener conocimiento, para
conceptualizar, para llegar a la episteme.

La actitud filosófica inicial consistió en interrogar aquello que se nos entrega como la realidad. Es un
dudar inicial con el cual se somete al examen crítico lo aparente para buscar el principio con el cual se
puede dar razón del cambio y del reposo, de la apariencia mudable y de la esencia o leyes que rigen los
fenómenos. Desde sus inicios el filosofar es actividad intelectual que procura una reconstrucción
conceptual, un nuevo modo de entender la realidad, la cual se supone regida por leyes naturales que
deben ser descubiertas, es decir, es construcción de conocimientos (episteme). Esa es la premisa para
afirmar que filosofar es dar razones, mostrando posibilidades, a partir de las perspectivas adoptadas por
distintos interlocutores. Es actividad dialógica, crítica, ciudadana, con horizontes de universalidad
buscando el concepto y, por tanto, cuestionadora de los dogmatismos y el fanatismo de los
particularismos tribales.

La filosofía se ocupa de asuntos humanos, terrenales. Se filosofa acerca de aquellas cuestiones que
afectan la vida del hombre en sociedad y que cada cual se plantea en determinados momentos de su
vida. Sin embargo, esta no es la única respuesta. Por ejemplo, usted va a encontrar que Moore, en el
inicio del capítulo I, plantea que la filosofía hasta el siglo XIX se ocupó de problemas denominados
metafísicos, debido a que son cuestiones que no tienen solución al estilo de los problemas que se
plantean en las ciencias naturales. Pero, ¿qué es la metafísica? Es, en primer lugar, una teoría de la
realidad con la cual se intenta aprehender comprensivamente las características del universo. Cada
escuela, o corriente filosófica se construye sobre una concepción de la naturaleza de la realidad, de la
vida y del ser humano. En esa medida todas las escuelas filosóficas tienen unos fundamentos
metafísicos.

Pero también sirve como ejemplo el hecho de que cada persona en algún momento de su vida se ha
preguntado o se preguntará ¿qué es la vida?, ¿Quién soy y qué estoy haciendo? Y, según la
tradición filosófica, la pregunta metafísica ¿qué es la realidad?, o ¿en qué consiste la naturaleza
de lo real?, está presente en las distintas orientaciones filosóficas, incluso en aquellas que se
construyen polemizando con la metafísica.
La filosofía puede ser entendida como la actitud de búsqueda racional de respuestas fundamentadas a
las preguntas que nos formulamos acerca de todas aquellas cuestiones que nos interesa saber para
mejorar nuestra vida. La actitud filosófica surge cuando se hace la pausa necesaria para pensar,
preguntando por los fundamentos de las creencias propias, por las razones que podemos aducir para
afirmar aquello que creemos saber. Es oportuno recordar al filósofo inglés Bertrand Russell ( 1872-1970)
que al referirse al valor de esta actividad, señaló:

La actitud filosófica puede ser adoptada por cada ciudadano(a) que voluntariamente decida hacer un
examen crítico de sus creencias, de sus saberes. Ese ejercicio reflexivo es la vía de la libertad intelectual
que le posibilitará evitar las redes de la rutina cotidiana, advertir los peligros del dogmatismo y del
fanatismo. La filosofía nos ayuda a salir de las supersticiones y creencias infundadas. Con esa actividad
se despierta el deseo de saber, se cultiva el escepticismo ilustrado.

El resumen anterior pretende acercarnos a la idea de la filosofía general. Ahora conviene


preguntarnos ¿en qué aspectos se diferencian la filosofía general con la filosofía de la educación?, para
identificar los contornos y enunciar las definiciones de la asignatura que estamos estudiando.

Definiciones de Filosofía de la educación

Para aclarar las distintas perspectivas de la filosofía de la educación, es conveniente introducir la


distinción que hace Frankena (1968) entre orientación analítica y orientación normativa de la filosofía de
la educación. Según él, “La filosofía de la educación es parte de la 'educación' en su sentido de
asignatura académica. Según el énfasis que se haga en la reflexión acerca de los problemas en la
educación, la filosofía de la educación puede tener una orientación normativa o una orientación
analítica.
La filosofía de la educación es normativa, cuando “tiene por objeto hallar las metas y valores dignos
de búsqueda, puntualizar los principios guía, las excelencias que deben fomentarse, los métodos y el
contenido curricular que conviene prescribir en cada situación específica” (Frankena 1968:13)

La filosofía de la educación es analítica “cuando todo lo que se propone es analizar, esclarecer o


dilucidar, o someter a juicio y valorar la concepción que se tiene de la educación -los conceptos y
terminología mantenidos en vigencia, los lemas invocados y las teorías enunciadas” (Frankena, 1968:
13-14).
De modo parecido Fullat (2000:13) entiende que la "filosofía de la educación es un 'saber crítico que
esclarece los conceptos, los enunciados y las argumentaciones que utilizan educadores y pedagogos'.
La filosofía de la educación no es ni ciencia ni tecnología educacionales, ni tampoco es pedagogía o bien
teoría de la educación. ¿Qué es pues?: un cuestionamiento de lo que se hace y se dice en los campos
educativo y pedagógico en general"

En cambio, una definición distinta es la que nos proporciona Olivier Reboul. Este autor sostiene que "La
Filosofía de la Educación es ante todo una interrogante, no es un conjunto de conocimientos sino el
cuestionamiento de todo lo que sabemos o creemos saber acerca de la educación". (Reboul 2009:7)
Para Reboul, en filosofía de la educación, la clave está en la actitud indagadora, cuestionadora. Y, para
este filósofo, el cuestionamiento tiene las siguientes características:

Para concluir esta primera incursión en el campo de la filosofía de la educación, debemos


recordar los siguientes aspectos:
A partir de la orientación normativa de la filosofía de la educación, se generan interrogantes tales como
las siguientes: ¿Qué disposiciones hay que cultivar? ¿Cuáles de ellas habremos de considerar como
excelencias?; ¿Por qué decimos que estas disposiciones son excelencias que deben cultivarse?;
¿Cuáles son las metas o principios pedagógicos que imponen ese cultivo?; ¿De qué manera o según
qué métodos habrán de cultivarse?
Conviene retener la noción de filosofía de la educación como ocupación intelectual que examina
críticamente las teorías educativas y los discursos pedagógicos. Es una actividad de orden superior en el
sentido que lógicamente depende de otras actividades prácticas que le anteceden. Esa es la razón por la
cual se dice que es actividad meta-teórica y también que es un metalenguaje.

Como veremos en el próximo recorrido, con el tema Filosofía de la educación y teorías educativas, la
filosofía de la educación tiene por objeto de estudio las teorías educativas. Mientras tanto, es
conveniente retener la idea de que "la filosofía de la educación es una actividad de orden superior que es
huésped de la teoría y práctica de la educación" (Moore 1978:16).

Filosofía de la educación y teorías educativas

En este apartado presentamos lo que corresponde al subtema Naturaleza de la teoría educativa, del
capítulo I del texto de Moore. La lección anterior la cerramos con la recomendación de recordar que la
filosofía de la educación se ocupa del escrutinio crítico, del análisis de las teorías educativas. Pues bien,
en filosofía de la educación se abordan problemas suscitados por las teorías y sólo de modo indirecto los
problemas que se generan en las prácticas educacionales. En otras palabras, la filosofía de la educación
trabaja con los resultados de la investigación realizada en campos como teoría de la
educación, la biología, la psicología, las ciencias políticas, la sociología, la economía de la educación,
la historia de la educación. También se ocupa del análisis crítico de los discursos generados por los
profesores y profesoras, cuando evalúan su trabajo de aula.

En la lectura de ese apartado del libro de Moore (vea la página 17) Usted encontrará la propuesta de una
metáfora arquitectónica que él utiliza para introducir el complejo fenómeno educativo. Éste lo entiende
como un conjunto de actividades que se realizan en distintos niveles. Podemos ejemplificarlo con la
imagen de una pirámide, en los siguientes niveles:
En el primer nivel (que correspondería al trabajo de aula escolar) es donde se llevan a cabo las
actividades tales como la enseñanza, la motivación de los/las alumnos(as), revisión de tareas,
consejería, asesoría, etc. Quienes trabajan en este nivel emplean conceptos tales como "enseñanza",
"aprendizaje", "conocimiento", "experiencia", etc. Esas actividades y los conceptos asociados son
básicos, son como una especie de cimientos sobre los cuales operan las actividades de alto rango.
Según Moore, "de estas actividades básicas surge la teorización educativa que es el primero de los
niveles de alto rango".

Un segundo nivel, (el primer nivel de alto rango), es la denominada teorización educativa. Anotemos
que aquí nos aparece un interesante y complicado problema filosófico: el de la relación de la teoría y la
práctica, el cual será tratado en el siguiente apartado. Mientras tanto, volvamos al tema de los niveles de
alto rango que surgen de las prácticas escolares. El primer nivel de alto rango (instalado en un segundo
piso) es la teoría educativa, la cual puede ser de dos clases: una teoría descriptiva y una teoría
prescriptiva.

En el nivel básico están las prácticas escolares en las que se aplican unas ideas, unos conceptos,
que guían unas actividades. A partir de ese nivel, lógicamente se eleva un primer nivel de alto rango: la
teorización acerca de las prácticas escolares (que pueden ser educativas).

La teoría educativa es de dos clases: unas teorías son descriptivas (porque explican, están más
cerca de la sociología) otras son prescriptivas (son prácticas, entregan consejos para la acción, dicen
qué rumbo debería tomarse).

A su vez, las teorías prescriptivas se subdividen en dos tipos: las teorías pedagógicas o de la
enseñanza (limitadas, de corto alcance) y las teorías generales de la educación (de largo alcance,
históricamente se extrae de la obra de los filósofos). Es el nivel superior de la pirámide: la Filosofía de la
educación, cuyo objeto de estudio lo constituyen las teorías de la educación.

Un rasgo característico de las denominadas teorías generales es su compromiso con el valor: "persona
educada", del cual derivan unas finalidades que deben buscarse y adoptarse. Este aspecto hace
complejo el tema de la validación y la verificación de estas teorías. Ese componente axiológico demanda
una aproximación que tenga en consideración tanto las pruebas de carácter empírico como los
argumentos que sustentan la justificación de los juicios de valor. Como ejemplos históricos de la
conexión de las teorías generales de la educación, como teorías comprensivas de carácter prescriptivo,
se recuerdan:

• La República, libro en el cual Platón recomienda cierta educación para formar hombres capaces
de conducir una determinada sociedad.

• El Emilio, de Rousseau

• La educación del hombre, de Froebel

• Ensayo sobre la educación, de James Mill

• Democracia y educación, de John Dewey

Pero al filósofo de la educación también le interesa el discurso educativo, las reflexiones y datos que se
aportan desde la filosofía de la religión, del campo de la ética y de la antropología filosófica. De igual
modo, tienen interés filosófico las narraciones acerca de la experiencia y de las prácticas escolares que
hacen los/las profesores(as). Se buscan esos datos, los resultados de esas reflexiones, no sólo para
realizar el escrutinio de los conceptos utilizados y de las teorías, sino que también para estructurar una
visión o perspectiva de síntesis de la cuestión educativa. Por tal razón se afirma que la filosofía en
general, y la filosofía de la educación en particular, es un discurso de segundo orden, es un
metalenguaje. La filosofía de la educación no se ocupa de los "hechos" escolares, en tanto que
cuestiones sustantivas. Su objeto de estudio son los discursos y teorías educativas; "se ocupa de los
hechos de otras disciplinas, más no posee otros que le sean propios" (Brubacher 1964: 18).

Una vez que tenemos la pista de la imbricación de las teorías educación con las prácticas escolares,
resulta necesario precisar los conceptos de "teoría" y el de "teoría educativa". Apoyándonos en el libro de
Moore, Introducción a la teoría de la educación, encontramos la idea de teoría, definida como "un
instrumento para la explicación y predicción razonadas. Encontramos el término usado de esta forma en
lo que de forma general llamamos 'ciencia'. Una ciencia es una actividad que intenta explicar en términos
generales lo que sucede en el mundo de los fenómenos". (Moore 1980:15). Es por tal razón que suele
asociarse el término "teoría" con teoría científica. Entre una teoría científica y una teoría de la educación
existen diferencias: "La diferencia puede establecerse simplemente diciendo que mientras una teoría
científica pretende decirnos qué ocurre, una teoría de la educación, lo mismo que las teorías de la moral,
la medicina o la política, pretende decirnos qué debemos hacer". (Moore 1980:18).

En el ámbito de la educación existen posiciones teóricas que asignan un carácter científico a la


pedagogía a la cual consideran como teoría de la educación, por ejemplo, en América Latina,
Gallego-Badillo sostiene que "El discurso pedagógico es [....] una estructura explicativo-descriptiva e
hipotético-deductiva que se elabora allegando los saberes pertinentes de la psicología cognitiva y de la
evolutiva, de la sociología, de la antropología cultural, la epistemología e historia de los diferentes
saberes al interior de la constitución de la multiplicidad de su objeto de conocimiento, de la
psicolingüística, la semiótica, y la neurología, sin ser ninguno de ellos, sin sufrir ismos" (Gallego-Badillo
1997:76).

En el campo de la educación se plantea la diferencia entre teoría educativa con sustento en la tradición
de las ciencias duras (teoría en el sentido de explicación y predicción) y teoría en el sentido de la
descripción y comprensión, concepción cercana a la idea de las ciencias sociales en el siglo XX. En
conclusión, una propuesta para indicar lo específico de la teoría de la educación y lo propio de la filosofía
de la educación es la que sostiene:

"Que la teoría de la educación se configura como un saber de carácter más descriptivo y demostrativo,
mientras que la Filosofía de la Educación posee una intención normativa. A la primera le corresponde
estudiar la educación desde un punto de vista predominantemente fáctico, mientras que la filosofía de la
educación lo hace desde uno más interpretativo. La teoría de la educación estaría más orientada hacia el
análisis de temas que podemos calificar como inmediatos o circunstanciales, mientras que la Filosofía de
la Educación buscaría fundamentar reflexivamente la acción educativa" (García Amilburu y García
Gutiérrez 2012: 28).

En esa perspectiva la teoría de la educación se orienta a explicar los procesos educativos (ciencia) y la
Filosofía de la educación se entiende como "un saber globalizador, comprensivo de los fenómenos
educacionales, referido a los presupuestos antropológicos, epistemológicos, axiológicos y críticos de
este proceso" (García Amilburu y García Gutiérrez 2012: 29).

Es conveniente que recuerde el concepto de la teoría de la educación. Este concepto "se refiere en
sentido estricto a un cuerpo de principios y recomendaciones dirigidas a quienes se dedican a la práctica
educativa" (Moore 1980: 20). La Filosofía de la educación tiene como su objeto de estudio a la teoría y a
las prácticas de la educación. Más específicamente, en filosofía de la educación interesan los conceptos,
los discursos y las teorías que influyen, orientan e inciden en las acciones que llevan a cabo las/los
docentes.

Teorías educativas y prácticas educativas

La reflexión acerca de la relación entre Filosofía de la Educación y Teorías Educativas está acompañada de
un problema que suele ser recurrente: que acusa a la teoría de excesos de reflexión, de mucha teoría y poca
acción, etc. La separación de teoría y práctica, propugnada desde posiciones que abogan por la "práctica"
como criterio definitivo, forma parte de un modo de entender que devalúa la "teoría". Aquellas personas a
quienes incomoda la "teoría se olvidan de que la actividad intelectual, la reflexión sistemática, es actividad,
que "Pensar es un hacer, [la] teoría una forma de praxis"; (Adorno 1973: 161). En esa línea de pensamiento
se afirma que no hay nada más práctico que una buena teoría.

Esa actitud que adversa la teoría y sobrevalora la denominada práctica, debe ser analizada pues nos
parece que no es correcta en ningún ámbito de actuación humana. En nuestra perspectiva, toda
actividad humana está empapada de teoría. Por actividad humana entendemos la acción o acciones,
actuación, con finalidades prefijadas en la mente. Es actividad acompañada de pensamiento. No es
actividad humana aquellas reacciones instintivas que se producen como automatismo del organismo
frente a un evento. Por ejemplo, el cierre de los párpados frente a la llegada inminente de un mosquito
hacia nuestros ojos; el retiro de nuestra mano o el movimiento brusco de nuestro cuerpo para alejarnos
del fuego. Esas reacciones instintivas se adjudican al hombre (ser biológico), para diferenciarlas de
aquellas actividades orientadas por la razón que son propias de la persona humana (ser social).
Diferencia entre teorías explicativas y teorías
prácticas

Las ciencias se caracterizan por su afán descriptivo y explicativo. Los científicos tratan de descubrir
las leyes de la naturaleza y, a partir de la confirmación empírica, afinar la capacidad para predecir, con
todo lo incierto que se quiera, sucesos o acontecimientos asociados al conjunto de condiciones que fijan
las leyes postuladas. Su tarea consiste en hacer descubrimientos y proponer un discurso teórico que se
considera conocimiento, en el sentido de conjunto de hipótesis, conceptos, estructurados como
argumentos que pretenden explicar cómo funcionan las cosas de nuestro mundo.

Lo que ocurre en el mundo escolar (el parvulario, la secundaria o el nivel terciario o universitario) es una
cuestión práctica. Es el denominado mundo de la educación. Las teorías educativas tienen el propósito
de guiar las prácticas educativas. En ese sentido son prescriptivas: entregan recomendaciones de lo que
debe hacerse.

La teoría de la educación tiene ese sentido práctico. Y aunque ocasionalmente los teóricos de la
educación, apoyándose en teorías científicas como la sociología o la psicología, 'explican' lo que ocurre
en el salón de clase, su principal cometido se identifica con la entrega de recomendaciones para la
acción. Por tanto, el papel de la teoría educativa (que es práctica) es diferente al papel de la teoría
científica (que es explicativa). Las recomendaciones que hace la teoría de la educación son válidas
siempre y cuando deriven consistentemente de los resultados de las teorías científicas. En toda teoría
de la educación se encuentran teorías científicas particulares que le dan coherencia, proporcionando el
fundamento empírico necesario de las recomendaciones para la práctica.

Ahora bien, toda actuación genuinamente humana, ya sea que se la conceptualice como "intervención",
"trabajo", acción", "realización", "conducta", "hecho", "representación", "práctica", "actividad", etc., es
humana en tanto está precedida de teoría. El concepto "teoría" es utilizado en este contexto en dos
sentidos. En sentido débil utilizamos "teoría" para indicar opiniones superficiales, pensamiento
preconceptual, ideas generales, nociones vagas, prejuicios. En sentido fuerte, teoría es entendida como
conjunto de conceptos, hipótesis, juicios y razonamientos con los cuáles se pretende describir o explicar
un fenómeno o conjunto de sucesos. Esta es una perspectiva epistemológica según la cual toda
observación y, por ende, toda actividad humana está precedida de teoría. No hay observación de la
realidad sin teoría (en los dos sentidos de teoría).

Ninguna mirada de los fenómenos naturales y, en nuestro caso, ninguna mirada de los fenómenos o
hechos educacionales es ingenua, neutral, o desprovista de teoría. [Si tiene interés en ampliar acerca de
este tema del papel de la teoría, del carácter práctico de una buena teoría, puede buscar información en
cualquiera de los siguientes textos: Karel Kosik (1979) Dialéctica de lo concreto, en especial el capítulo I
Dialéctica de la totalidad concreta.

Precisamente, la tesis central del libro de Moore que estamos utilizando de texto para este curso de
Filosofía de la educación está en consonancia con lo que antes hemos señalado. La tesis de Moore está
planteada de la siguiente manera: Moore (1987) "Toda practica implica una teoría y la teoría educativa
es, por lógica, anterior a la práctica educativa. A menos que se siga una teoría, con un fin deseable como
meta y los medios para alcanzarla, el actuar no será una práctica de ninguna manera, sino sólo
conducta sin sentido" (p. 20). La proposición "la teoría es anterior a la práctica" sintetiza una perspectiva
que con facilidad puede ser calificada como racionalista. También debemos señalar que así planteada
esa afirmación levanta reacciones en contra, en especial desde el ángulo opuesto que se puede
denominar empirista, desde el que se sostiene que la "práctica en la madre de toda teoría". En este
contexto sostenemos que ambos extremos (la contraposición de teoría y práctica) constituyen una
manera de pensar dicotómica que no contribuye a la mejor comprensión de los fenómenos humanos en
general, ni mucho menos ayuda al entendimiento de los fenómenos escolares en particular...
Lo que hacen los profesores en el salón de clases y en general las políticas, normas disciplinarias y
enfoques curriculares que se proponen y adoptan para los ambientes escolares responden a
pensamientos, ideas, teorías [ o dicho en términos técnicos: responden a concepciones teóricas] más o
menos estructuradas sobre las medidas que parecen más convenientes adoptar en función de formar
ciudadanos y ciudadanas con disposiciones hacia el diálogo, la tolerancia, la autonomía, con
capacidades prospectivas para solucionar y prevenir problemas, con actitudes de respeto a las normas
de convivencia civilizada y espíritu de iniciativa o bien la perspectiva contraria consistente en formar
individuos sumisos, adaptados para la obediencia al "líder máximo" y atrapados por el fanatismo a favor
de un régimen autodesignado como "sagrado e inalterable", con bases de legitimación indiscutibles. En
palabras de Moore (1987), "Si el maestro permite deliberadamente que los niños tengan el máximo de
libertad, lo hace de acuerdo con alguna teoría libertaria; si su enseñanza es didáctica y autoritaria, sigue
una teoría acerca de la mejor manera de lograr una meta educativa deseable. En general, si por medio
de la enseñanza se pretende producir personalidades bien integradas, ciudadanos democráticos,
comunistas o cristianos dedicados, esta enseñanza se basa en una teoría".

No obstante su informalidad, para que sea considerado como discurso serio, el mismo debe contener
"descripciones de lo que se hace, lo que se enseña y cómo se enseña, los resultados obtenidos y,
parcialmente, recomendaciones fundamentadas de lo que debe hacerse" (Moore, 1987:21) Por lo
general ese Discurso expresa teoría implícita. Se hace exigencia de teoría explícita cuando se cuestiona
e inquiere por el fundamento sobre el cual se sostienen las prácticas escolares. Hay teorías explícitas en
las conferencias y en los libros de texto, y es parte del ethos académico mostrar los fundamentos y las
razones que se aducen para proponer unas prácticas determinadas y no otras. La teorización de las
prácticas exige la presentación sistemática de argumentos y las justificaciones respectivas que se
entregan para persuadirnos de que aquello que se presenta es lo mejor entre otras opciones.

En conclusión, la teoría de la educación y las prácticas educativas forman un continuo, una especie de
red en la que se cruzan momentos o nudos que enfatizan la reflexión, con otros momentos o nudos en
que es más evidente la operacionalidad, el hacer. Pero nunca el hacer humano está huérfano de teoría,
nunca la denominada práctica escolar está desprovista o desnuda de teorías. Finalmente no debemos
olvidar que no hay nada más práctico que una buena teoría. Es triste e insípida la vida de quien no tiene
ideas (o teorías) de cómo entrarle a una faena, a una actividad práctica. Las teorías cuando no son
fantasías, nos ayudan para alumbrar el camino, nuestro camino en las actividades formativas de las
nuevas generaciones para construir una sociedad cada vez más justa y que haga posible que cada cual
haga uso de su talento para buscar la felicidad humana.

El papel de la filosofía de la educación

En las lecturas anteriores hemos establecido que la filosofía de la educación tiene por objeto de estudio
la teoría educativa. Ese estudio comienza con el análisis conceptual, con el cual se pretende establecer
con toda la precisión posible, qué significan los conceptos que se están utilizando y cuál es el sentido y
alcance de lo que se propone en la teoría o en el discurso educativo. Siguiendo a Moore, sostenemos
que en filosofía de la educación "se pretende responder a preguntas tales como: ¿qué involucra la
educación?, ¿qué es exactamente enseñar?, ¿cuándo se puede afirmar con propiedad que se 'sabe'
algo?, ¿qué criterios deben satisfacerse para decir que lo que un maestro hace puede caracterizarse
verdaderamente como 'punitivo'?, ¿qué quiere decir que todos los niños y niñas deben tener 'igualdad de
oportunidades'?, ¿qué significa 'libertad' en un contexto educativo?" (Moore 1987:22).

La actividad de análisis es importante en todos los campos de trabajo intelectual: la capacidad analítica
es considerada una de las competencias de orden superior. Y en filosofía de la educación, dicha
actividad es importante porque es el primer paso con el cual se prepara la siguiente etapa del trabajo
filosófico: el examen de la teoría educativa. Ya antes se dijo que el discurso educativo supone teorías
educativas implícitas o explícitas. Ahora agregamos que toda teoría educativa debe ser examinada,
sometidas al escrutinio, para hacer explícitos sus fundamentos y las razones aducidas para proponerlas.
Las teorías educativas se someten a examen para determinar que los conceptos sean utilizados sin
ambigüedades. Tanto el análisis conceptual (primer paso del escrutinio) como el examen de la teoría
(segundo paso), se llevan a cabo para evaluar "su coherencia interna, su conformidad con lo que se
sabe acerca de la naturaleza humana y con las convicciones morales aceptadas, así como su
practibilidad" (Moore 19897:22).

Según Moore, hay dos maneras de llevar a cabo el escrutinio: una de las maneras de realizarlo es
mediante una aproximación histórica. Esta consiste en trabajar las teorías de la educación que se
consideran más relevantes en la historia, por ejemplo, desde las propuestas educativas de Platón,
Aristóteles, Agustín, Rousseau, Locke hasta los planteamientos de conocidos filósofos contemporáneos
como Dewey, Peters, Brubacher o Fullat.

La otra manera de llevar a cabo el escrutinio es identificar los temas que han propuesto como cuestiones
centrales para las prácticas educativas. Los filósofos y pedagogos han escrito propuestas acerca de la
importancia de la educación para el desarrollo social y en general han estructurado respuestas a
cuestiones consideradas apremiantes y que han marcado los linderos de la filosofía de la educación. Sin
pretender ser exhaustivos, los temas van desde cuestiones tan fundamentales para la especie humana
como la pregunta "¿Qué es la educación?, ¿Qué propósito tiene?, ¿Qué debe enseñarse?, ¿Por qué
debe enseñarse a unos sujetos y a otros no?, ¿Cómo debe enseñarse a los alumnos(as)?, ¿Cómo se les
debe controlar y disciplinar?, ¿A quién debe educarse y cómo deben distribuirse las ventajas de la
educación?

En otras palabras, tratan de responder a las preguntas sobre el currículum, el conocimiento valioso, los
métodos de enseñanza o los aspectos sociales, como la necesidad de igualdad, la libertad, la autoridad
o la democracia en educación" (Moore 1987:23) Estas preguntas y las distintas respuestas han ocupado
la atención de filósofos y teóricos de la educación, además de la de las personas que están involucradas
en actividades escolares. Y debemos recordar que las preguntas importan tanto como las respuestas
debido a que la manera de contestarlas condicionará y posiblemente determinará lo que se haga en las
aulas. De las actividades de los docentes, los modos o estilos de lo que se hace en las aulas escolares,
tiene consecuencias de distinto tipo y algunas de ellas marcan de por vida a los alumnos(as). En
consecuencia, parece suficientemente justificada la filosofía de la educación entendida como análisis
conceptual y como examen crítico de las teorías educativas. Pero todavía hay razones que considerar.

La educación es un fenómeno humano. Según Kant, "el hombre llega a ser hombre exclusivamente por
la educación; es lo que la educación hace de él" (kant 1985:3). Esta condición de hombre humano, que
se va haciendo progresivamente, no es silvestre, no es algo dado naturalmente. La condición de
humanidad debemos cultivarla de modo permanente, pues es una conquista frágil que debe ser ajustada
(en la familia, la escuela) en el conjunto de relaciones sociales y sus dinámicas circunscritas histórica y
geográficamente.

La educación se plantea como el conjunto de actividades planificadas para la conservación y


reproducción de las condiciones de existencia de la especie humana
La actividad formativa de los nuevos miembros de nuestra especie es ineludible. Por lo tanto, la faena
educacional como proceso formativo de lo humano, como cultivo de la humanidad, nos plantea un
problema que en nuestra perspectiva es el eje central, es la cuestión filosófica decisiva cuya respuesta
marca el horizonte hacia el que se dirigen los esfuerzos educacionales:¿Qué es el ser humano? Esta es
la cuestión de antropología filosófica central: es el eje que articula todo el esfuerzo humano desde la
procreación hasta las más altas realizaciones en todos los campos de la vida humana que hacen que
valga la pena objetivos tales como la capacitación para la vida feliz y la búsqueda permanente de la
buena sociedad.

Pero:
Al parecer no es suficiente lo dicho. Existen otros planteamientos que indican otras dimensiones que
deben tenerse en cuenta. Por ejemplo, una perspectiva diferente, expuesta recientemente, afirma que la
Filosofía de la educación debe centrarse en "la dimensión axiológica o teleológica en cuanto la
educación procura la mejora del ser humano", lo cual se entiende como indicación a "perfeccionar para
tender hacia un objetivo, perfeccionar para acercarse a un ideal, todo esto supone haber definido
explícitamente un sistema de valores a cuyo servicio se coloquen a la vez la educación y la investigación
pedagógica (...)

No es concebible, pedagógicamente hablando, una investigación no enmarcada en un sistema de


valores, ya que ésta debe mejorar la práctica y, en definitiva, la acción sobre el alumno(a), acción que no
puede plantearse en la oscuridad filosófica desconociendo el objetivo al que debe tender" (Naval
2008:100). Esta posición puede conducir a la reducción de la Filosofía de la educación a uno solo de sus
aspectos, pues según Naval (2008:125), el hilo conductor de una filosofía de la Educación será, "la
dimensión teleológica de la educación, más concretamente, del conocimiento de la acción humana, que
es parte central de ella." Como ya dijimos, la cuestión antropológica nos parece la cuestión central, pero
no es la única.

En la próxima unidad se expondrá con mayor detalle el conjunto de problemas filosóficos en educación.

En resumen, una de las posibles maneras de contestar la pregunta por las razones que justifican a la
filosofía de la educación como campo disciplinar, puede ser diciendo que existen problemas filosóficos
en educación que trascienden los límites de las disciplinas especializadas.

Pero también se puede justificar la filosofía de la educación como asignatura con un legítimo espacio en
el pensum de las licenciaturas en las instituciones formadoras de profesionales de la educación. De
inmediato hay que señalar que el solo hecho de cursar filosofía de la educación no garantiza que las/los
estudiantes serán buenos profesores(as). La filosofía de la educación, por sí misma, no nos hace
mejores docentes. Esa cualidad de buen docente no es una gracia concedida por la universidad: es una
condición a la que pueden y deben aspirar todos los estudiantes, y será el resultado de su actitud y
aptitud, de su disposición y entrega perseverante para manejar las 'mañas' del oficio de
enseñar.....

La filosofía de la educación en un espacio curricular valioso por la formación que promueve. Pero
también como campo profesional desempeña una función social preventiva y orientadora. En su función
preventiva la filosofía de la educación ejecuta un escrutinio crítico de las teorías educativas. Si se acepta
la tesis de Moore que establece que toda práctica está precedida por una teoría, entonces es evidente la
necesidad del escrutinio conceptual y el examen del fundamento de la teoría educativa, pues una "teoría
inadecuada conducirá la práctica inadecuada y ésta a una población educada inadecuadamente" (Moore
1987:23). La función es preventiva: analizar y valorar críticamente las teorías educativas para
seleccionar aquellas que parecen y evidencian ser más consistentes. La otra función es la orientadora, al
señalar el horizonte de sentido, apoyándose en aquellas teorías prometedoras para la faena formativa
que conduzcan a buenas prácticas educacionales de las nuevas generaciones.

Etapas en el desarrollo histórico de la filosofía de la educación

Para el desarrollo de este tema y antes de exponer los datos disponibles, nos parece conveniente
recordar la advertencia hecha por el maestro García (1984) (de la Universidad de Salamanca) acerca de
los distintos significados que se le han dado al concepto Filosofía de la Educación, pues "ha servido de
rótulo para mercancías muy distintas". En algunas ocasiones, con ese término se rotulaba la selección
de temas filosóficos y los autores respectivos, a quienes se les consideraba figuras indispensables que
debían ser estudiados por aquellos que necesitaban bagaje cultural, pues se dedicarían a la docencia.
En otros momentos esa selección estaba orientada a enfatizar la calificación profesional como docente,
"fijándose en aquellos conocimientos lógicos o epistemológicos, éticos, estéticos o antropológicos que
ayudan para un ejercicio más pleno de la enseñanza" (García Carrasco 1984:85).

Para la exposición de la historia de la Filosofía de la educación, resulta necesario explicitar los criterios
utilizados para la exposición. Uno de los criterios que puede adoptarse está relacionado con el uso del
nombre "Filosofía de la educación" en los libros que contienen exposiciones del tema. Según García
Carrasco (1984:84), los primeros libros en los que aparece el nombre son los de:

• George Jardine, Outlines of Philosophical Education (Glasgow, 1818),

• El de James Simpson, The Philosophy of Education with its practical application to a system and
plan of popular education a national object (Edinburg, 1834),

• y el de James Gall, A practical inquiry into the Philosophy of Education (Edinburg, 1840).

• En cambio, para Paciano Fermoso Estébanez, la historia de la filosofía de la educación como


disciplina se inicia en 1806, "fecha en la que apareció el libro 'Pedagogía General' de J.F.
Herbart. Es entonces cuando se inicia la tensión epistemológica entre la ciencia de la educación
y el pensamiento filosófico.

• La pedagogía general es para unos: saber científico; para otros saber filosófico. En el primer
supuesto, la Pedagogía General es Teoría de la Educación; en el segundo, Filosofía de la
educación" (1991:395).

• Un segundo criterio aplicable para identificar los límites históricos iniciales de la disciplina
Filosofía de la Educación, está relacionado con el comienzo institucional de su enseñanza. Para
García Carrasco, "Quizá la primera Universidad que la acoge es el Teacher's College de
Columbia (Nueva York), donde John Dewey dicta varios cursos con ese título -- a finales del siglo
XIX [....] En España se comienza a explicar, por Juan Zaragueta (1934), en la Universidad de
Madrid, y la primera cátedra que contiene esta denominación, es ganada por Antonio Millán
Puelles en 1951" (1984:84). A lo largo del siglo XX la mayor producción bibliográfica en Filosofía
de la Educación ha estado encabezada por los Estados Unidos de Norte América, con una
variación que comienza en Inglaterra en los años sesenta, pues en Filosofía de la Educación se
destaca la denominada Escuela de Londres, dirigida por R.S Peters.
• Un tercer criterio que suele aplicarse para exponer la historia de la Filosofía de la Educación,
consiste en remontarse a los inicios de la filosofía, en especial a los autores considerados
clásicos comenzando por Platón y Aristóteles resumiendo lo que han dicho acerca de la
educación, pues según García Amilburu y García Gutiérrez (2012:82) "lo que los filósofos han
dicho sobre educación no sólo ha influido en el pensamiento y la práctica educativa de su
tiempo, sino también en la historia del pensamiento". Es indudable la importancia de conocer la
historia pues nos permite ampliar nuestra comprensión, ganar en perspectivas de mayor alcance,
además de prevenir, hasta donde sea posible, repetir errores de otras épocas. O como afirman
los autores antes citados, "es importante acercarse al pensamiento de los grandes autores,
escuchar lo que nos dicen y examinar las consecuencias prácticas de sus planteamientos,
porque la educación es una actividad que requiere tiempo --una generación, quizá dos-- antes de
que los frutos de las teorías pedagógicas o concepciones del hecho educativo sean apreciables"
(García Amilburu y García Gutiérrez 2012:83).

• En la perspectiva que Moore trabaja, señala la conveniencia analítica de distinguir las teorías
generales de la educación y las filosofías de la educación para evitar confusiones. Según él,
algunos filósofos han escrito obras dedicadas a cuestiones educativas que no son filosofía. Por
ejemplo, La República, obra en la cual Platón "recomienda como valiosa la educación de un tipo
de hombre para conducir a cierta sociedad" (1987:18). De igual modo, se pueden incluir entre
esos autores de temas educativos a filósofos como John Locke, con su libro Pensamientos
sobre la educación (1693); a Juan Jacobo Rousseau y su libro El Emilio o de la educación
(1762), John Dewey con sus obras Mi credo pedagógico [1897], La escuela y la sociedad [1900],
La escuela y el niño [1906], Las escuelas del mañana [1913], Democracia y educación [1917], La
ciencia de la educación [1929], Experiencia y educación [1932 ] y La educación de hoy [1949],
etc.

• Para Moore estas obras contienen teorías generales de la educación y advierte que "en cada
caso la teoría involucra un conjunto de recomendaciones dirigidas a quienes se dedican a la
práctica de la educación y en la mayoría de los casos, sino es que en todos, persigue un fin
externo, al prescribir una forma de vida política, religiosa o social" (Moore 1987:19) Son teorías
prácticas, prescriptivas, que tienen un compromiso con valores, en especial con el valor central
"un hombre educado". Esta característica hace que las teorías de este tipo no puedan verificarse
o contrastarse como las teorías descripticas científicas. Son obras que contienen pensamiento
acerca de la cuestión educativa, pero no son filosofía de la educación en el sentido que antes se
expuso. Lo cual no les quita su valor e importancia en el ámbito educacional.

• Las indicaciones precedentes quieren mostrar la complejidad del tema de la Historia de la


filosofía de la educación. Todavía en nuestro tiempo no se han delimitado los campos entre
disciplinas académicas fronterizas y a veces entremezcladas como son la Pedagogía General, la
Teoría de la educación y la Filosofía de la educación. Parece que uno de los factores que inciden
en los entrecruzamientos disciplinares es el modo de entender la naturaleza y el ámbito que
configura cada disciplina. Por ejemplo, hay quienes piensan la Filosofía de la Educación y a la
Educación como una misma cosa, señalando que la única diferencia entre ambas "consistiría en
que la Filosofía se ocupa de los fines, mientras que la Educación presta atención a los medios, al
modo como esos fines se alcanzan" (Cooper D.. en ponencia inédita de 1997, citada por García
Amilburu y García Gutiérrez, 2012:82).

• En otra perspectiva se sostiene que la Filosofía de la Educación es una disciplina especializada,


pero se la reduce a una sola de sus dimensiones, como es el caso de Naval (2008). Para ella, lo
que especifica a nuestra disciplina es "la dimensión teleológica de la educación, más
concretamente, del conocimiento de la acción humana, que es parte central de ella" (2008:125)
En su perspectiva, la Filosofía de la educación es una disciplina de origen anglosajón con un
siglo de existencia. Como asignatura tiene medio siglo de vida académica. Fullat, (citado por
Naval 2008: 128), establece las siguientes distinciones: la Teoría de la educación se encarga de
responder a la pregunta qué se hace, brindando la descripción y explicación de la educación; la
Pedagogía General es prescriptiva, y se ocupa de la cuestión de cómo se interviene en la
conducta del educando a fin de obtener un resultado. Y la filosofía de la educación se reflexiona
el para qué se hace educación. Es la disciplina encargada de construir la comprensión y darle
sentido a las labores educacionales.

• Lo anterior nos sirve para indicar que la filosofía de la educación como rama especializada de la
filosofía y como campo profesional es una disciplina académica relativamente reciente. En
cambio, el pensamiento filosófico sobre educación se remonta a la época clásica de la filosofía
griega. Para ejemplificar estos aspectos leamos la información que se proporciona en los textos
de Filosofía de la educación de los que tenemos información y que han sido publicados
recientemente. Para la maestra mexicana Hortensia Cuéllar Pérez (2008), la galería de los
filósofos de la educación y pedagogos que escribieron temas relevantes comienza con Platón
(428-347 a C.) fundador de la Academia. Ya sabemos que Sócrates no escribió nada. A su
discípulo Platón le correspondió la meritoria tarea de exponer la doctrina de su maestro. En la
época clásica de la filosofía en el mundo occidental, la otra gran figura de significación universal
le corresponde al fundador del Liceo: Aristóteles (384-322 a C.) en cuya obra Ética a Nicómaco
expone sus aportes acerca de la formación humana. En los inicios de la Alta Edad Media (Siglos
V al Siglo X de nuestra Era), está la figura de Agustín de Hipona (354-430) y sus obras De
Magistro y De Doctrina Christiana.

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