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EL MATRIMONIO ES UN SACRAMENTO

El matrimonio es un verdadero y propio sacramento porque es una realidad querida por


Dios e instituida por él. Los relatos de la creación ya nos hablan de la verdad y grandeza
del matrimonio según el deseo de Dios de crear al hombre y a la mujer para unirse y ser
fecundos: Gn 1, 26-28.

Decir que el matrimonio es sacramento significa que es una realidad donde Dios
vive, donde Dios actúa y desde donde Dios da su gracia.

Como sacramento el matrimonio es una acción de Cristo, es signo y


causa de la gracia, es decir, no sólo anuncia la gracia sino que la
produce de manera que los que se casan son santificados real y verdaderamente.

El matrimonio es sacramento porque es la imagen real y verdadera de la alianza entre Cristo y la


Iglesia. El matrimonio es signo eficaz de la presencia de Cristo que comunica la gracia. Esto quiere
decir que en el amor de los esposos se realiza el amor de Cristo por su esposa la Iglesia: Ef. 5, 25-
27.

El matrimonio es sacramento porque en él Cristo, el Salvador de los hombres y esposo


de la Iglesia sale al encuentro de los esposos cristianos y permanece en ellos, Gaudium
et Spes 48.

El matrimonio es un sacramento porque ahí llega a habitar el Espíritu, que renueva el corazón y la
persona del hombre y la mujer para hacerlos capaces de amarse como Cristo nos amó. FC 13.

Por el sacramento del matrimonio los esposos cristianos quedan insertados de


manera tan real y verdadera en el misterio y alianza de amor entre Cristo y la
Iglesia que el Señor los hace instrumentos o realizadores de la salvación:
 Por el matrimonio los esposos se santifican.
 Por el matrimonio los esposos santifican a los hijos.
 Por el matrimonio son signo de salvación para quienes los vean y
conozcan (testimonio).

El matrimonio es sacramento porque en él no sólo cada uno de los esposos se


encuentra con Cristo si no que “los dos” en cuanto son una sola carne (Mt 10,8) se
encuentran con él. Su amor es transformado totalmente que forman una comunión-
comunidad entre sí y con Cristo.

El matrimonio es sacramento porque es una acción divina que sana, potencia y eleva el amor de
los esposos y les da todos los auxilios espirituales necesarios.

El matrimonio es sacramento por que Cristo sale al encuentro del amor de los
esposos para transformarlo en el amor que le tiene a la Iglesia.
El matrimonio es sacramento porque los esposos participa de la misión de la Iglesia: dar
testimonio del amor de Cristo, ser fuente de santificación para ellos, para sus hijos y para quienes
se encuentren con ellos.

La unidad matrimonial

La unidad es la propiedad esencial del matrimonio. Unidad significa que por el


matrimonio el hombre y la mujer son transformados tan íntimamente que dan
lugar una nueva realidad que es imposible disolver.
Esta unidad solo es posible en el amor conyugal. Porqué sólo en el Amor cada
uno se entrega y se une al otro –de manera total e Íntegra– entre sí y para
siempre.
La unidad es posible en el complemento natural que existe entre el hombre y la mujer. La unidad
es fruto y signo de una exigencia humana y divina: la de una entrega total y plena.

En la escritura encontramos desde los orígenes esta propiedad de la unidad y su gran importancia:
 Gn. 2, 24, Una sola carne.
 Mc.10, 2-12
 1 cor. 7, 2-10
 Rm. 7, 1-3
 Ef. 5, 1.
¿Cuáles son las situaciones que amenazan la unidad del
matrimonio?
¿Qué sucede si los que se casan no viven en la unidad?

La indisolubilidad y la fidelidad realizan y profundizan la unidad

El amor no admite ni se puede vivir a medias o en partes. No se puede realizar si la persona no


abre todo su ser y se entrega al otro en la complementariedad mutua. Si el hombre da todo realiza
plenamente a la mujer y viceversa. Sin entrega total no hay unidad y no se realiza la
complementariedad mutua.
La dinámica humana no dice que aunque el ser humano es débil y en la unión matrimonial se
experimenta un crecimiento nada fácil, es en la unidad que se vive ese crecimiento constante
hacia la fidelidad y la inseparabilidad. Cada uno aprende en la vida cotidiana a donarse totalmente
y a crecer en la fidelidad.

La “unidad de los dos” tiene que construirse cada día: cuando se experimenta el gozo de verse
hechos el uno para el otro y también cuando surgen las dificultades, porque la “realidad” no
responde a lo que tal vez se esperaba. Vivir la unidad requiere no pocas veces recorrer un camino
de paciencia y de perdón. Eso es difícil y exige estar constantemente comenzando. Caminar
unidos, sin cansarse uno del otro, reconociendo el don de Dios, es siempre una gracia, que pide la
respuesta y la colaboración de los esposos. En este caso, el esfuerzo por mantener viva “la
voluntad de compartir todo su proyecto, lo que tienen y lo que son” (Familiaris Consortio 19).
Les pide el empeño de permanecer en aquella decisión inicial, libre y consciente, que los convirtió
en marido y mujer. De ahí la “necesidad” de renovar con frecuencia el momento primero de la
celebración matrimonial. Serán así conscientes también de que su matrimonio, si bien se inicia con
su recíproco “sí”, surge radicalmente del misterio, es decir, es un don de Dios.
En esa conciencia, están el optimismo y la seguridad que deben alentar siempre la vida
matrimonial que camina en la verdad y en el amor. Lo que, ciertamente, pedirá, en no pocas
ocasiones, un esfuerzo que puede llegar hasta el heroísmo, porque no hay otra forma de
responder a las exigencias propias del matrimonio como vocación a la santidad. El don del Espíritu
Santo, infundido en sus corazones con la celebración del sacramento, “es mandamiento de vida
para los esposos cristianos y al mismo tiempo impulso estimulante, a fin de que cada día
progresen hacia una unión cada vez más fuerte entre ellos en todos los niveles del cuerpo, del
carácter, del corazón, de la inteligencia, de la voluntad y del alma. (FC 19).

LA CONSTITUCIÓN DEL MATRIMONIO


El matrimonio como Institución ha sido considerado por las leyes de la Iglesia para darle toda la
formalidad y validez que merece. De esta manera la Iglesia retoma y realza todos sus elementos,
los conserva y los defiende. Esta es la dignidad que tiene por ser un acto humano y divino. El
derecho eclesiástico, que contiene todas las leyes de la Iglesia ha formulado los elementos
esenciales que hacen válido, legal y verdadero el matrimonio. Entre ellos los elementos esenciales
que lo constituyen son el conocimiento, la libertad y la voluntad. Esto habla de la grandeza y la
verdad de realizar el matrimonio valorando lo más bello y digno de la persona: su libertad. Los que
se casan deben comprenderlo y aceptarlo.

El conocimiento constituye verdaderamente el matrimonio

Para constituirse en un matrimonio válido, los contrayentes deben tener el grado de capacidad de
razonamiento suficiente para saber y comprender qué es el matrimonio y qué se está
constituyendo en el momento del matrimonio. Esto quiere decir que es necesario saber que el
matrimonio es una asociación permanente entre un hombre y una mujer y que por su naturaleza,
implica la apertura a los hijos mediante la cooperación sexual entre los cónyuges. Cada uno de los
contrayentes debe conocer a la persona con la que se está casando. El consentimiento
matrimonial se intercambia con un hombre o una mujer específicos y es esencial tener un
verdadero conocimiento de quién es esa persona.

La libertad constituye verdaderamente el matrimonio

La libertad en el matrimonio representa la máxima expresión de la participación humana en él. La


libertad en el matrimonio significa que cada uno por derecho elige libremente a la persona con la
que quiere unirse. La desea, es decir, que existe voluntad de celebrarlo y que lo puede hacer. La
libertad implica que se llega a él no por coacción, es decir, que no existe ninguna fuerza externa o
ningún impedimento interno para casarse.
Para que se realice el matrimonio es necesario que cada contrayente tome una decisión prudente
y libre, después de un juicio cuidadoso, de contraer matrimonio con una persona en particular, y
que la decisión no es impulsiva o sin previsión. La fuerza, la amenaza o el miedo imposibilitan la
realización del matrimonio. Por eso cada uno debe tener la capacidad psicológica para asumir,
querer y vivir las obligaciones del matrimonio de por vida.

El conocimiento y la libertad dan capacidad, a cada contrayente, para la alianza matrimonial

En el matrimonio se requiere la capacidad para el consentimiento matrimonial. Está integrada por


tres elementos
a) Suficiente uso de razón.
b) Madurez suficiente de juicio acerca de los derechos y deberes esenciales del matrimonio.
c) Capacidad para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio.

La celebración ritual del sacramento

El matrimonio cristiano como sacramento se realiza y queda formalmente constituido –es decir-
realizado en la celebración ritual que generalmente (salvo casos específicos) se lleva a cabo dentro
de la Eucaristía. Como sacramento ritual se realiza en el seno de la comunidad cristiana que junto
con el ministro son testigos de él. Como sacramento se realiza legítimamente en el rito formal
establecido por la Iglesia. Está constituido por varios signos que es necesario conocer. Entre ellos
el consentimiento es el rito central y esencial que en el que se realiza el matrimonio.
Es importante saber que el rito del matrimonio se adecua a las realidades culturales de nuestros
pueblos y que por eso existen otras formas de expresar su significado de muy variados modos. Los
usos y costumbres que la Iglesia ha retomado e incluido en la celebración son signo de la riqueza y
belleza de nuestras culturas.

1. Las preguntas previas. Se le llama ESCRUTINIO


El sacerdote interroga acerca de la libertad, la fidelidad y la aceptación y educación de los hijos, y a
cada pregunta responden juntos:
a) ¿Vienen a contraer Matrimonio por su plena y libre voluntad?
Contrayentes: Sí, venimos libremente.
b) Sacerdote: ¿Están dispuestos a amarse y respetarse durante toda la vida?
Contrayentes: Sí, estamos dispuestos.
c) ¿Están dispuestos a recibir los hijos que Dios les dé y a educarlos según la ley de Cristo y
de su Iglesia?
Contrayentes: Sí, estamos dispuestos.
2. EL CONSENTIMIENTO
El sacerdote los invita a expresar su consentimiento: “Así, pues, ya que quieren contraer
santo Matrimonio, unan sus manos, y manifiesten su consentimiento delante Dios y su
Iglesia.
“Yo, N., te acepto a ti, N., como esposa y prometo serte fiel en lo
próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad y amarte y
respetarte todos los días de mi vida.”
3. CONFIRMACIÓN DEL CONSENTIMIENTO
Luego el sacerdote que recibe el consentimiento dice a los esposos: El Señor confirme con
su bondad este consentimiento que han manifestado ante la Iglesia y les dé su bendición.
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
4. BENDICIÓN Y ENTREGA DE LOS ANILLOS
El sacerdote dice: El Señor bendiga estos anillos que van a entregarse uno al otro en señal
de amor y de fidelidad. Todos: Amén.
Cada contrayente le pone al anillo al otro diciendo: N., recibe estos anillos como signo de
mi amor y de mi fidelidad. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
5. BENDICIÓN Y ENTREGA DE LAS ARRAS
El sacerdote dice: Bendice, Señor, estas arras, que N. y N. se entregan, Y derrama sobre
ellos la abundancia de tus bienes. Todos: Amén.
Cada contrayente toma las arras y las entrega al otro diciendo: N., recibe estas arras
como prenda de la bendición de Dios y signo de los bienes que vamos a compartir.
6. SIGNO DEL LAZO
Los padrinos debidamente elegidos les colocan el lazo como signo de su unidad y estrecha
relación entre sí y con Cristo.

Es importante que los contrayentes se tomen un tiempo previo a la celebración para meditar
juntos el valor y significado de estos signos para su vida.

LOS ANILLOS Signo de Fidelidad Los portarán en adelante


LAS ARRAS Signo de la abundancia en Dios, planeación Se guardan en un lugar donde
y buen uso de los bienes espirituales y se les pueda recordar
materiales. regularmente.
EL LAZO Signo de la unidad

LOS EFECTOS DEL MATRIMONIO


El vínculo matrimonial efecto del matrimonio
La celebración del matrimonio da lugar a una unión con una naturaleza y unas características, que
no dependen para nada de la decisión humana. Sellada por el mismo Dios, nace una «sociedad»
tan única y especial que los contrayentes, superando la relación «yo»-«tú», llegan a ser, un
«nosotros», una «unidad de dos» (cf GrS 7;10). Tan peculiar y estrechamente se unen entre sí que
vienen a ser «una sola carne» (Gn 2,24), formando una «comunión de personas» también a través
del cuerpo, es decir, en su dimensión masculina y femenina, sexualmente distinta y
complementaria, hasta el punto de que Jesús concluye: «de manera que ya no son dos, sino una
sola carne» (Mt 19,6). Esta singular comunión que se crea es el vínculo matrimonial, y que por su
misma naturaleza es perpetuo y exclusivo. Es el efecto primero e inmediato de todo matrimonio
válidamente celebrado. Constituye la esencia del matrimonio.
Entre la alianza de Cristo con la Iglesia y la alianza matrimonial del sacramento, se da una relación
real, esencial. No se trata sólo de un símbolo, ni de una simple analogía. Se habla de una
verdadera comunión y participación que, sobre la base de la inserción definitiva e indestructible
propia del bautismo une a los esposos, en cuanto esposos, con el Cuerpo Místico de Cristo. El
vínculo matrimonial es tan indestructible y durable que hace imposible la celebración de un nuevo
matrimonio.

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