El matrimonio (del latín matrimonīum)1 es una institución social que establece
un vínculo conyugal entre personas. El origen etimológico de la palabra matrimonio como denominación de la institución bajo ese nombre proviene de dos palabras del latín: la primera "matris", que significa "madre" y, la segunda, "munium", "gravamen o cuidado", significa "cuidado de la madre por el marido/padre". En las sociedades actuales existen dos formas principales de matrimonio: matrimonio civil y matrimonio religioso. En el primer caso son las leyes del Estado las que establecen los derechos, deberes y requisitos, mientras que en el segundo caso el matrimonio se regula según las normas o costumbres de la religión bajo la que se celebra. El matrimonio fue la primera institución formada por Dios de acuerdo a la Biblia y la única establecida para la humanidad antes de que esta cayera en pecado. Hoy en día el matrimonio forma parte de la vida de muchas personas y saber su origen nos ayuda a entenderlo de la manera correcta. Muchas personas consideran al matrimonio solamente como una costumbre social, un acuerdo legal entre un hombre y una mujer para vivir juntos; pero, para los miembros de la Iglesia, el matrimonio es mucho más que eso: El matrimonio es una sociedad permanente entre un hombre y una mujer. Está en la Biblia, Mateo 19:5-6, ". el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre". Cuando hablamos del matrimonio como institución natural, nos damos cuenta que el hombre o la mujer son seres sexuados, lo que implica una atracción a unirse en cuerpo y alma. El hombre y la mujer se atraen mutuamente, buscando complementarse. Cada uno necesita del otro para llegar al desarrollo pleno - como personas - expresando y viviendo profunda y totalmente su necesidad de amar, de entrega total. A esta unión la llamamos “acto conyugal”. Este acto es el que hace posible la continuación de la especie humana. El matrimonio es una sabia institución del Creador para realizar su designio de amor en la humanidad. Por medio de él, los esposos se perfeccionan y crecen mutuamente y colaboran con Dios en la procreación de nuevas vidas. Por tanto: “El matrimonio para los bautizados es un sacramento que va unido al amor de Cristo su Iglesia, lo que lo rige es el modelo del amor que Jesucristo le tiene a su Iglesia (Cfr. Ef. 5, 25-32). Sólo hay verdadero matrimonio entre bautizados cuando se contrae el sacramento”. El Capítulo 5 de Efesios trata con la conducta cristiana en relación con el amor, la pureza y la sumisión; estar lleno del Espíritu Santo, evitando la inmoralidad sexual, las palabras corruptas y las actitudes impropias; destaca la importancia de la santificación y la pureza. Advierte a los cristianos para que no hablen palabras corrompidas, obscenas o tontas, sino decir lo que es bueno y edificante para los demás. Que sigan el camino del amor, a ejemplo de Cristo, Ya que son santos, no se hable de inmoralidad sexual: ni el corrompido, ni el impuro, tendrán parte en el reino de Cristo y de Dios.
Impedimento para recibir la Sagrada Eucaristía
De acuerdo con el Código de Derecho Canónico 897 que dice: “El sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo Nuestro Señor, es la santísima Eucaristía, por la que la Iglesia vive y crece continuamente. El Sacrificio eucarístico, memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de los siglos el Sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios y se lleva a término la edificación del cuerpo de Cristo. Así pues, los demás sacramentos y todas las obras eclesiásticas de apostolado se unen estrechamente a la santísima Eucaristía y a ella se ordenan. La moral sexual católica, promulgada por la autoridad del Magisterio de la Iglesia católica, se deriva de la ley natural, la Biblia y la tradición apostólica. Como toda moral sexual, evalúa la bondad del comportamiento sexual y proporciona principios generales por los que evaluar la moralidad de cada acto. La Iglesia Católica enseña que la vida humana y la sexualidad humana son ambas inseparables y sagradas. Por tanto la Iglesia no considera al sexo como pecaminoso o como un obstáculo para una vida plena en la gracia. Al creer que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y que al considerar todo lo creado vio que era bueno; la Iglesia Católica considera que tanto el cuerpo humano como el sexo son buenos. Estar en situación irregular (como vivir en unión libre) nos aparta de las leyes de la decencia y la moralidad que tienen obligación de procurar que quienes piden los sacramentos. Por lo que esto se convierte en impedimento para recibir la eucaristía; atendiendo a las normas dadas por la autoridad eclesiástica competente. Las consecuencias de la unión libre son: 1. El matrimonio no importa como un sacramento donde Dios esté presente, únicamente importa el vivir unidos sin más ni más. 2. Se está confiando más en uno mismo y la pareja que en Dios, pues se excluye a Dios de la vida conyugal. Por lo tanto, la ayuda de Dios por medio de la gracia no existe en este tipo de uniones. Recordemos que Jesucristo se compromete a otorgar su gracia, su ayuda, a los esposos que se casan por la Iglesia, para mantener unido su matrimonio. La gracia también ayuda en la educación de los hijos y a alcanzar la salvación eterna. El matrimonio tiene sus dificultades y, sin esta gracia de Dios, es muy difícil que salga adelante. 3. Se vive en pecado, pues las relaciones sexuales únicamente se pueden tener cuando se está casado por la Iglesia. Vivir así es una grave ofensa a Dios. 4. Se vive en un escándalo, pues se acepta vivir en pecado. El placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de unión. Es considerado por la iglesia como lujuria que es un deseo o un goce desordenados del placer venéreo. La unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio. Es gravemente contraria a la dignidad de las personas y de la sexualidad humana. El goce sexual es buscado aquí al margen del orden moral de aquella relación que se realiza en el sentido íntegro de la mutua entrega y de la procreación humana en el contexto de un amor verdadero. Cann.1134: Del matrimonio válido se origina entre los cónyuges un vínculo perpetuo y exclusivo por su misma naturaleza; además, en el matrimonio cristiano los cónyuges son fortalecidos y quedan como consagrados por un sacramento peculiar para los deberes y la dignidad de su estado. La Iglesia ha dado normas que se orientan a favorecer la participación frecuente y fructuosa de los fieles en la Mesa eucarística y, al mismo tiempo, a determinar las condiciones objetivas en las que no debe administrar la comunión. El esmero en procurar una fiel observancia de dichas normas se convierte en expresión efectiva de amor hacia la Eucaristía y hacia la Iglesia” Es cierto que el modo pleno de participar al Sacrificio eucarístico es la recepción de la santa Comunión. Pero no hay que olvidar que la participación en la santa Misa tiene por sí misma un valor salvífico y constituye una perfecta forma de oración, independientemente de que se reciba o no la Comunión. Por eso, también quienes no puedan recibirla tienen, como todos los demás fieles, el derecho a participar en la Celebración eucarística, e incluso la obligación de hacerlo en los días de precepto señalados por la Autoridad eclesiástica. La disciplina de la Iglesia, al mismo tiempo que confirma la competencia exclusiva de los tribunales eclesiásticos para el examen de la validez del matrimonio de los católicos, ofrece actualmente nuevos caminos para demostrar la nulidad de la anterior unión, con el fin de excluir en cuanto sea posible cualquier diferencia entre la verdad verificable en el proceso y la verdad objetiva conocida por la recta conciencia (cf. Código de Derecho Canónico cann. 1536, § 2 y 1679, y Código de los cánones de las Iglesias Orientales cáns. 1217, § 2 y 1365)” (23).
Código de Derecho Canónico
cann. 1536, § 2: Sin embargo, en las causas que afectan al bien público, la confesión judicial y las declaraciones de las partes que no sean confesiones pueden tener fuerza probatoria, que habrá de valorar el juez juntamente con las demás circunstancias de la causa, pero no se les puede atribuir fuerza de prueba plena, a no ser que otros elementos las corroboren totalmente. Cann.1141: El matrimonio rato y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano, ni por ninguna causa fuera de la muerte.