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Lección 9
POSMODERNIDAD
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Como es de suponerse, tal influencia representaba un contingente moral
casi indiscutible, pero más de carácter formal y ritualista que de genuina
espiritualidad.
En lo negativo, la religión institucionalizada y deficientemente
representada por la Iglesia católica romana tenía representatividad y
autoridad indiscutible, pero a través de ella monopolizó los asuntos
políticos, educativos y aun económicos, desconociendo las libertades
individuales y colectivas. Afirma el Dr. White: “Se puede decir que una
persona común y corriente del periodo premoderno no era libre en muchos
de los sentidos que hoy en día reconocemos. No tenía ninguna libertad
política para expresarse. Su rey o señor no elegido era la indiscutible
autoridad [...] y era difícil, sino imposible, introducir algún cambio.
Derechos a los que hoy atribuimos tanta importancia, como la libertad de
prensa, la libertad de expresión y la libertad de asociación” (2007, p. 24).
Otra característica propia de este periodo fue la existencia de dos clases
sociales únicas y bien marcadas, esto es, los nobles (reyes, feudatarios, el
Clero) y los plebeyos (la clase obrera). “La posición social estaba fijada, en
la mayoría de los casos, desde el nacimiento; el hijo de un campesino era
un campesino, y el hijo de un amo era un amo” (White, 2007, p. 22).
De este modo, el descontento empezó a generalizarse, y tanto reyes y
feudatarios poderosos como la Iglesia que era privilegiada a costa de causas
injustas, pronto perderían credibilidad, causando el descontento de las
mayorías que esperaban una reforma en silencio.
b) Periodo moderno
Si el periodo anterior se gobernó bajo la tutela de la autoridad, este se
gobernaría por la razón. Esta época marca el inicio del humanismo y el
antropocentrismo, donde la ciencia reemplaza la autoridad de la Biblia y la
Iglesia. Este modo de pensar se apoyó en la presuposición de los antiguos
filósofos griegos que daban a la razón la cualidad distintiva de los seres
humanos (White, 2007).
Las expresiones “poca moderna”, “neue Zeit”, “moder times” o “temps
modernes”, sirvieron para designar un determinado momento histórico en
las principales lenguas del mundo civilizado (Cruz 1996).
En este periodo se presentan tres acontecimientos capitales para la
humanidad: el descubrimiento de América, el Renacimiento y la Reforma
protestante. Se trataba de la frontera cronológica entre la edad media y la
edad moderna (Cruz 1996).
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Hubo un redescubrimiento de la cultura clásica, griega y latina. En la
literatura, la arquitectura y el arte, se empezó a copiar conscientemente esa
cultura clásica que enfatizaba el valor del ser humano y su capacidad
intelectual. De ahí que hablamos del humanismo del Renacimiento”
(Donner, 2004, p. 36).
Frente al oscurantismo medieval la nueva época se abriría con importantes
cambios que iban a afectar a todas las relaciones entre el ser humano y el
mundo.
El nuevo rostro de la cultura tenía un aspecto completamente distinto al del
periodo pasado. La idea de una vida teocéntrica dio paso al humanismo
racionalista y el secularismo que prescinde de Dios. Theo Donner lo dice
acertadamente:
La Edad Moderna es la del hombre autónomo, la persona que ha
dejado atrás la tutela de la iglesia y de la religión, que es dueño de su
propio destino [...] aquella [sociedad] que cuestiona las autoridades,
tradiciones y costumbres recibidas. Se caracteriza por la
secularización, la democracia y el desarrollo económico. Sus valores
son el humanismo, la ciencia y el progreso. (2004, pp. 37 - 38).
Por otro lado en lugar que estos cambios generaran una reflexión por parte
de la iglesia se inicia una guerra político-religiosa comprendiendo los países
de Europa Central iniciando esta en 1618 y finalizando en 1648.
Este evento llamado “La Guerra de los 30 años” enfrento a católicos y
protestantes, algunas de las causas principales fueron:
La rivalidad entre 2 cultos predominantes en el Sacro Imperio
Romano Germánico: el católico y el luterano.
La lucha de la preponderancia europea entre Francia y la dinastía de
los Habsburgo, que gobernaba el Imperio español, Austria, Bohemia,
Hungría y el Sacro Imperio Romano Germánico.
El temor de los reyes de Francia, Dinamarca y Suecia, de que el Sacro
Imperio se convirtiera en una gran potencia si se unificaba y se
centralizaba.
Una triste consecuencia de esta guerra fue la muerte de 4 millones de
personas entre civiles y militares. El Estado más afectado fue el Sacro
Imperio, que perdió el 30% de sus habitantes y el 50% de su población
masculina. La mayor catástrofe demográfica la padeció Brandeburgo, que
perdió el 50% de su población. (Parker, Geoffrey. La Guerra de los Treinta
Años. Madrid, Antonio Machado Libros. 2014).
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Casos como esos derivaron en sentimiento de aversión y repudio hacia la
religión que mataba en nombre de la fe, llevando a los filósofos nacientes a
renegar en sus razonamientos acerca de Dios y la religión. Dice Morley al
respecto, que el humanismo naciente de la Era Moderna tenía ahora en
estas atrocidades las excusas perfectas para dejar la idea de Dios de lado y
seguir adelante con sus proyectos de desarrollo echando mano de las
atractivas propuestas racionales y científicas.
Los sociólogos e historiadores afirman que las expectativas de la naciente
generación moderna eran realmente grandes. La humanidad esperaba que
la razón, la ciencia, la industria y las libertades conferidas, podrían resolver
los grandes problemas que el hombre acusaba hasta entonces (Oss,
Cathcart y Crosby, 2009).
De hecho, el filósofo Auguste Comte, nacido en Francia en el año 1798,
postulaba que al fin la humanidad había llegado a “la edad adulta”, y en
consecuencia no necesitaba más la primitiva creencia en un supuesto Dios
con poderes sobrenaturales. Comte decía que “el hombre había pasado por
tres etapas sucesivas a lo largo de su evolución histórica. De la edad
religiosa o teológica a la metafísica y de esta a la científica o positiva” (Cruz,
2001, p. 276).
Pero Comte no fue el primero ni sería el último en predicar que la nueva
humanidad podía prescindir de Dios. Un antecesor suyo, el francés René
Descartes, nacido en 1596, ya afirmaba: “¿no habrá algún Dios o alguna otra
potencia que ponga estos pensamientos en mi espíritu? No es necesario;
pues quizá soy yo capaz de producirlos por mí mismo” (Cruz, 2001, p. 113).
Para infortunio de Comte, Descartes y el de pensadores contemporáneos,
los sueños de un mundo mejor y perfecto se desvanecieron, pues la ciencia
y la tecnología mal empleadas fueron usadas en la fabricación de armas
nucleares en germen, dejando el saldo de millones de muertos en dos
guerras mundiales, el genocidio Nazi, el holocausto judío y otros conflictos
sin número. Fue en este periodo que hicieron su aparición sistemas
económicos y de gobierno opresivos y totalitaristas, llevando a los hijos de
la Era Moderna al borde de la desesperación. Y todo esto se dio
principalmente en Europa, que era el centro mismo del periodo moderno1
(Morley, 2004).
Alguien podría decir que estamos siendo injustos al emitir nuestro juicio
sobre la época moderna al no considerar sus aportes positivos, y por
supuesto que los tuvo, principalmente en el campo científico e industrial.
Sin embargo, nuestro análisis gira alrededor de las consecuencias
intelectuales, éticas y morales, y en ese sentido, la era moderna solo
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evidenció que la ciencia, la razón humana, y los grandes ideales son también
insuficientes. Ya el profeta Jeremías (600 a. C.) había declarado que siempre
que el hombre abandone a Dios, solo experimentaría vaciedad y
quebrantamiento (Jeremías 2:13).
Conclusiones, fenómenos y consecuencias de la era moderna
Respecto a las conclusiones de la era moderna, Cruz (1996) las resume en
los siguientes puntos:
Fe en la libertad del individuo. El hombre debe pensar y obrar
libremente, sin depender de los tutores tradicionales, entre ellos la
Iglesia. Se reclama una libertad integral para pensar, abolir la
esclavitud, se busca la igualdad de derechos para hombres y mujeres.
De estas aspiraciones nacería el humanismo.
Fe en la ciencia. El desarrollo científico va desplazando la creencia en
los sucesos sobrenaturales. El liberalismo afecta la teología y se
empieza a ver la Biblia como un registro de hechos históricos y
míticos, pero no sobrenaturales. El resultado fue el liberalismo
teológico.
Fe en el progreso. El aporte científico dio paso a la aparición de las
industrias. En muchos casos usadas para el bien, como en el campo
de la medicina; en otro caso, su mal uso cegó la vida de millones de
personas en la historia.
Fe en la historia. El pasado fue negativo, el presente es bueno, y el
futuro será mejor. El optimismo humano prescindió de Dios de
menos a más.
Fe en el hombre. El problema está en la sociedad y no en el hombre,
el cual es bueno. Tal hombre es capaz de mejorarse a través de leyes
e instituciones que promuevan la igualdad social. La fe y la
regeneración son sustituidas por la educación.
Fe en Dios. Al tiempo que se producen reformas religiosas, se inicia
la secularización de la fe. Dicho de otro modo, lo que antes era
administrado por la Iglesia pasa a ser administrado por la sociedad
humanista; de esta manera la Iglesia empieza a perder espacios
culturales y sociales.
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Algunos otros fenómenos importantes que se pueden citar son:
Fenómenos Consecuencias
Las guerras post-reforma Católicos La religión genera conflictos
vs Protestantes
Inicia la era evolucionista con La desvaloración de la vida humana
Charles Darwin
El lanzamiento de los métodos El libertinaje sexual
anticonceptivos
Revueltas sociales Pérdida del principio de autoridad
La industrialización y el capitalismo Consumismo, la esclavitud moderna
El hombre es la medida de las cosas Abandono de la fe en Dios
Las dos guerras mundiales La ciencia no resuelve los problemas
El siguiente paso que daría la humanidad confusa y sin norte, sería hacia lo
que James Sire denomina “El horizonte desvanecido” (2005, p. 221).
c) Periodo posmoderno
“El hombre moderno está, por lo tanto, sumido en la más oscura de las
incertidumbres acerca de sí mismo. No sabe si es un gigante, como lo
demostraría su capacidad científica, o un enano, como lo señala su angustia
y desamparo” (Dellutri, 1998).
Descripción
El humanismo racionalista de la Era Moderna despojó al hombre del único
referente legítimo, Dios. Al ser creado a imagen y semejanza de su Creador,
le es imposible encontrar en algo más, algún propósito y significado al cual
conformarse. Aunque las ciencias, el arte, la economía y la poesía son
importantes, todo es solo periférico.
El sociólogo Salvador Dellutri afirma que al desplazar a Dios, el hombre
queda solo frente a la naturaleza, y experimenta lo que dijera Pascal:
Porque al fin, ¿qué es el hombre en la naturaleza? Una nada frente al
infinito, un todo frente a la nada, un medio entre nada y todo. Infinitamente
alejado de comprender extremos, el fin de las cosas y sus principios son
para invenciblemente ocultos en un secreto Compenetradle incapaz de ver
la nada de donde él ha salido y el infinito de donde él es absorbido (Dellutri,
1998).
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Como ocurrió con el modernismo, el posmodernismo es el rechazo a lo
antiguo, lo fallido, lo imperfecto.
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