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Sustentante
Ana Isabel Jiménez Acosta 2018-3200296
Asesora.
Amarilis Polonia Martínez
A Dios:
Que nos ha dado la oportunidad de estar presente en el mundo hoy, por darnos la fuerza
para levantarnos cada día y salir en busca de nuevas oportunidades. Gracias por permitir
que este sueño hoy sea una realidad a cada uno de nosotros de poder terminar nuestro
cuatrimestre con éxito.
Por ser la institución que nos permite formarnos como profesionales dignos y apegados
a los principios cristianos.
A nuestra asesora:
A la maestra Amarilis Polonia Martínez gracias por su entrega y su vocación de trabajo.
¡Que Dios los bendiga siempre!
Análisis del trabajo infantil en menores
de 14 años en la Ciudad de Santo
Domingo Este, en los periodos 2020-2021.
Rep. Dominicana
CAPITULO I
MARCO INTRODUCTORIO
Introducción
1.1 PROBLEMA DE INVESTIGACION
Los niños, niñas y adolescentes, requieren que la familia y la sociedad les brinden
cuidado y protección de acuerdo a la etapa del desarrollo en la que se encuentran, y que
reconozcan sus características físicas y psicológicas, las que, en algunos contextos, los
ubican en una condición de inferioridad con respecto a los adultos.
El trabajo infantil está directamente ligado a la pobreza. En los hogares de las familias
en situación de pobreza y pobreza extrema, esto se convierte en un riesgo para los niños
y las niñas, por su vinculación temprana en actividades laborales que impide un
desarrollo ideal en los mismos.
Los hogares cuyas familias carecen de un empleo estable con un salario fijo, suficiente
para suplir sus necesidades vitales, se ven en la obligación de recurrir a sus hijos
menores de edad para adquirir recursos adicionales por mínimos que sean. De igual
forma, las familias cuyos padres salen a trabajar y no cuentan con redes de apoyo
familiar o social para hacerse cargo de sus hijos, mientras ellos trabajan, trasladan roles
y funciones propias del hogar como el cuidado de los niños más pequeños, la
preparación de los alimentos y el aseo de la vivienda, a los niños y niñas más grandes,
promoviendo así, el denominado trabajo infantil doméstico.
Ahora bien, los niños y niñas vinculados al trabajo pueden encontrarse en algún
momento en desventaja con el resto de infantes, debido a que el trabajo interfiere en su
desarrollo normal y en el disfrute pleno de su infancia, lo que los lleva a asumir posturas
y roles distintos dentro de la dinámica familiar y social. De modo que esto se convierte,
en algunos casos, en un factor que incide significativamente en los bajos niveles de
escolaridad e incrementa la deserción escolar. Así mismo, las actividades laborales
realizadas por menores pueden llegar a ser un impedimento para alcanzar mejores
niveles de desarrollo personal, familiar, social e intelectual.
Otro factor determinante del trabajo infantil que dificulta su erradicación es “los
patrones culturales, y el desconocimiento del trabajo infantil como una vulneración de
los derechos de la infancia, que conlleva a que algunos sectores de la sociedad aprueben
y promuevan el trabajo en los menores de edad” (OIT, 2012). Según Rausky (2009), el
trabajo infantil presenta una dicotomía entre la postura que le apuesta al modelo
abolicionista o de erradicación del fenómeno, con el fin de garantizar el bienestar y el
normal desarrollo de los niños y niñas. Dicha postura, es encabezada por la
Organización Internacional del Trabajo y por la Organización de las Naciones Unidas –
ONU- desde su oficina de la UNICEF. Una segunda postura, establece el trabajo infantil
como una estrategia de supervivencia y libre realización de la infancia, postura que es
liderada a nivel mundial por el Instituto de Formación para Educadores de Jóvenes,
Adolescentes y Niños Trabajadores de América Latina y el Caribe (IFEJANT), y los
Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores (NNTAs).
1.2 Justificación
Uno de los resultados que busca esta investigación es que los niños, niñas menores de
14 años trabajadores sean reconocidos como sujetos sociales, que sean tenidos en cuenta
en el momento del diseño y formulación de políticas públicas referidas a la infancia
desde un enfoque que incorpore la visión de los niños y niñas frente al trabajo infantil y
reconozca su dinámica y el significado del trabajo en su desarrollo personal y familiar.
Al hablar del trabajo infantil a lo largo de la historia es preciso diferenciar entre dos
modalidades:
Hay que tener en cuenta que las opciones laborales en la antigüedad no tenían nada que
ver con las posibilidades existentes en una sociedad desarrollada de la actualidad. La
movilidad laboral era limitada, condicionada por la clase social a la que se pertenecía o
por los recursos naturales disponibles, especialmente en las zonas rurales, la gran
mayoría.
Por otro lado, el trabajo fuera de la estructura familiar, casi siempre míseramente
remunerado o esclavo, ha sido siempre una forma de explotación, sin ninguna
contrapartida formativa ni de ningún otro tipo. Este tipo de trabajo, afectando a una
menor o mayor proporción de menores en cada sociedad, reglamentado o no, bajo
mejores o peores condiciones, normalmente rigurosas y en ocasiones despiadadas, ha
existido siempre. Desde las culturas mesopotámicas y el Antiguo Egipto, pasando por la
gran industrialización europea del siglo XIX, hasta su persistencia actual.
2.1.2 El Trabajo Infantil en América Latina y El Caribe
El número de niñas y niños trabajadores ha venido en aumento desde los años 80. Este
crecimiento se ha justificado en parte por la disminución de la llamada inversión social,
así como por factores de precariedad en el empleo y pérdida del poder adquisitivo de los
salarios reales en la región.
Por otro lado, la fuerza de trabajo de niños y niñas entre 10 y 14 años, representa en
promedio algo menos del 4.0% de la Población Económicamente Activa (PEA)
regional, lo que equivaldría a las dos terceras partes de la tasa de desempleo abierto. La
proporción de niños y niñas hasta los 14 años y adolescentes (15 a 17 años) trabajadores
se sitúa entre el 60% y 80% para varones, y el 20% y 40% para mujeres,
respectivamente. No obstante, si se incluye el trabajo doméstico, el porcentaje de
distribución por sexo se iguala notablemente. (OIT:2018).
Respecto a las jornadas de trabajo, en la mayoría de los casos son superiores a los
límites máximos establecidos en las legislaciones nacionales. En promedio trabajan 46
horas semanales, incluso los que van a la escuela dedican 35 horas semanales a diversas
ocupaciones laborales.
Los ingresos, en promedio, son bastante bajos. Se calcula que el 90% de los niños entre
10 y 14 años percibe igual o menos del salario mínimo y alrededor del 20% menos de lo
que gana un adulto con siete años de escolaridad. También hay que tomar en
consideración en este punto, las remuneraciones en especies, sobre todo en el servicio
doméstico, así como la precariedad de los empleos y la poca calificación de los trabajos.
En cuanto a los riesgos para la salud, son evidentes las implicaciones negativas. La
Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido sobre los riesgos físicos y
psíquicos en determinado tipo de ocupaciones. Sectores como ladrilleras, minería,
canteras, trabajo agrícola con plaguicidas, recolección de basura, trabajo en mercados o
la prostitución infantil, aparecen como la expresión más dramática de una realidad
social muy común a la mayoría de los países de América Latina y El Caribe.
La OIT estimó entonces que para 2016, unos 36 millones de niños y niñas entre 5 y 14
años, igual al 32 % del total de lo que trabajaban, no estaban escolarizados y que, si bien
el 68 % restante iba a la escuela, el tiempo y la energía que les demanda el trabajo
interfería con su capacidad para aprovechar las oportunidades de aprendizajes en la
escuela. Tampoco contaban con tiempo fuera de ella para estudiar. En consecuencia,
esos niños tienen una limitante en las perspectivas de obtener un trabajo decente y
medio de vida sostenibles en etapas posteriores del ciclo de vida.
La OIT también alerta sobre los tipos de trabajos, con especial énfasis en el trabajo
forzoso. Recurre a estimaciones mundiales sobre esclavitud moderna que al 2016
fijaban en 24.8 millones la cantidad de personas en trabajo forzoso en todo el mundo.
De esas, 4.3 millones, igual al 18 %, son niños, incluido un millón que es víctima de
trabajo forzoso con fines de explotación sexual comercial, 3 millones de trabajo forzoso
y 300,000 por trabajo forzoso impuesto por el Estado.
“Es preciso destacar que una mayor proporción de niños(as) que realizan este tipo de
trabajo, el 12.7% no asiste a la escuela, frente al 8.1% que está inscrito en el sistema
educativo”, señala la ONE.
La Constitución dominicana, en su artículo 56 establece que el Estado debe proteger a
los niños, niñas y adolescentes contra toda forma de abuso, explotación económica y
laboral, y en su Estrategia Nacional de Desarrollo (END) 2030 se declara que es de alto
interés nacional la erradicación del trabajo infantil.
El país también ha firmado convenios internacionales, como el No. 182 de la OIT sobre
las peores formas de trabajo infantil, que ratificó en el año 2000, o los números 7, que
fija la edad mínima de los niños al trabajo marítimo, y el 10 relativo a la edad mínima
de admisión de los niños al trabajo agrícola, ratificados ambos en 1932.
Sin embargo, el aparato jurídico no exime de las violaciones de esos derechos que se
pretenden consagrar. En 2018, el Observatorio de Políticas Sociales y Desarrollo que
coordina la Vicepresidencia de la República, planteaba en su boletín “Trabajo Infantil y
Bienestar social en la niñez” que además del trabajo infantil sin remuneración, existen
violaciones a la normativa laboral dominicana con la presencia de menores de edad en
condición de empleados.
Por eso, los adultos del taller donde trabaja Juan, igual que sus familiares, destacan la
iniciativa del niño de querer ir a ganarse unos pesos. Ajeno a las implicaciones legales o
sociales de su oficio, el niño sigue moviéndose entre hierros y neumáticos, soñando con
el gran mecánico que será algún día.
Para el caso particular de Rep. dominicana, el DANE (2020) encontró que los libros y el
estudio son remplazados en forma progresiva por horas de trabajo, siendo abandonados
en forma definitiva hacia los 14 años de edad. En el momento de la encuesta,
1.567.847 niños, niñas y jóvenes, entre 5 y 17 años de edad, se encontraban
trabajando, y solo 2.189.000 estaban dedicados de manera exclusiva a la actividad de
estudiar, lo que equivale al 20,2% del total de la población observada.
En un primer rango etario, Pedraza y Ribero (2017) encontraron que: la relación entre
trabajo infantil y las dos variables de educación (asistencia escolar y extraedad) para
los niños y niñas entre 7 y 11 años no fue significativa, debido posiblemente al bajo
número de niños trabajadores en este rango etario y a la amplia cobertura escolar en
básica primaria que tiene Colombia (p. 27).
Por otra parte, Muñoz y Palacios (2018) argumentan que la participación laboral de
menores entre los 12 y 14 años era más frecuente en las zonas rurales que en la
ciudad, debido a que los niños se toman para trabajar y que los adultos se desplazan a
la ciudad. Encontraron también que en la ciudad la participación laboral de los niños era
poca debido a que la demanda de mano de obra calificada de las empresas es mucho
más amplia (Flórez, Knaul y Méndez, 2018)
Según Sánchez y otros (2017), a partir de los 11 años la asistencia escolar de los
infantes empieza a disminuir, y a los 17 años el 25% de ellos ha salido del sistema
escolar. A su vez, a esa misma edad, el 9% de los jóvenes se encuentra vinculado al
mercado laboral.
La amplia cobertura lleva a que el trabajo infantil en menores de 11 años sea escaso en
las ciudades y mucho más amplio en la zona rural, de 12 a 14 años, también predomina
el trabajo infantil en esta última zona por su bajo costo y la expectativa de los menores
de un mayor ingreso. En esto se destaca que el trabajo infantil en estos rangos etarios
tiene menor demanda en las ciudades, por la mayor concentración de las industrias y
por el hecho de que las empresas prefieren contratar personal calificado en este mundo
globalizado en que se encuentra inmerso. Por otra parte, el contratar menores
legalmente implica costos más altos en el sentido que se le retribuye con un salario y
unos gastos parafiscales y sociales, pero no se cuenta con él en toda la jornada laboral,
disminuyendo la competitividad de la empresa.
CAPÍTULO III
DISEÑO METODOLOGICO