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Definición del proceso humano y su Diversidad.

La dimensión integral del proceso humano puede ser entendida como un desarrollo
armónico ya que su objetivo es buscar mejorar la calidad de vida y aumentar las
oportunidades de todos los sectores sociales, pero siempre valorando la cultura y la
diversidad pues esa es la clave para la inserción de una persona partir de sus
propias diferencias.
El desarrollo humano implica luchar por la justicia económica, por el medio ambiente
sostenible, por la democracia, por los derechos humanos, por la diversidad cultural,
por los derechos culturales, por la justicia social y por el desarrollo que respeta la
cultura, pero todo esto centrado en la educación como una dimensión del desarrollo
humano en ese contexto, la educación es la clave para el desarrollo humano, ya
que forma parte de los procesos que apuntan a mejorar las capacidades humanas.
Desde esa perspectiva, resulta importante hablar de la educación para el desarrollo
como medio adecuado para lograr que las personas avancen en su vida personal y
colectiva. Se entiende que cada persona tiene la capacidad y el derecho de
participar en su propio proceso de desarrollo y el de su comunidad. La educación
resulta una condición necesaria, aunque no suficiente, para lograr ese desarrollo ya
que requiere la existencia de instituciones y organizaciones motivadoras de los
procesos de cambio que, a través de la difusión de experiencias exitosas,
promuevan el desarrollo humano y con ello, la autonomía individual y comunitaria.
Desarrollo humano significa, entonces, que todas las personas deberían tener la
posibilidad cierta de desplegar a plenitud sus capacidades vitales, pero haciéndolo
no en función de un estándar abstracto y universal, válido sin distingo alguno para
todas las sociedades y naciones, sino en función de aquello que los sujetos del
desarrollo valoran más, todo esto con la finalidad de promover el Desarrollo Humano
y erradicar toda forma de discriminación como los racismos, las xenofobias pero
siempre reconociendo el papel del desarrollo humano, frente al déficit económico,
de institucionalidad democrática, de ciudadanía, de conocimiento y defensa de los
derechos humanos, de pluralismo y voluntad de convivir en paz, de libertades
individuales y de capacidad emprendedora individual y colectiva.
Los seres humanos compartimos la misma esencia. Tenemos unas características
que son inherentes a la condición humana y que no varían, aunque estemos
separados por factores geográficos, históricos, culturales, etc. Sin embargo, más
allá de estas características que nos unen como especie, también somos distintos
en nuestras expresiones. Ningún pueblo, civilización o comunidad es exactamente
igual a otro; es más, ninguna persona tiene un par idéntico. Esa opción de ser
distintos es lo que se denomina diversidad social.

Esto es así porque el proceso humano contribuye a que cada sociedad desarrolle
sus propias expresiones y, por lo tanto, su propia cultura. Las creencias, el arte, el
derecho, las costumbres y las tradiciones son algunos aspectos en los que se refleja
la diversidad.El mundo en el que vivimos ahora es el resultado de un largo proceso
de interacciones, transferencias e intercambios cuyo trasfondo siempre ha sido
la diversidad social, desde la Antigüedad hasta nuestros días. Para no ir tan lejos,
la cultura occidental de la que somos herederos se remonta a la antigua Grecia,
aunque esta, a su vez, se alimentó en determinados momentos de otras tradiciones,
como por ejemplo del legado que dejaron las cuatro grandes civilizaciones de la
Antigüedad: India, China, Mesopotamia y Egipto.Como concepto, sin embargo,
la diversidad social no empezó a tomar forma hasta la época de la Ilustración,
cuando los ciudadanos franceses reclamaron sus derechos individuales ante las
instituciones. Es decir, fue un primer intento por reconocer a los distintos agentes
que integraban la sociedad.

Hoy día, con la globalización como trasfondo y la aparición de nuevos actores


sociales que reclaman protagonismo, es fundamental subrayar la importancia de
la diversidad social y buscar nuevos recursos para hacerla visible.

Para hablar de la diversidad debemos partir tomando en cuenta que cada ser
humano es “Único-distinto e irrepetible” Es decir que la diversidad constituye todas
las diferencias marcadas que presentamos los seres humanos. Y el éxito en la vida
del mismo dependerá que se acepte como la diversidad como riqueza en la
naturaleza humana. Vamos a poner a consideración algunos datos de la diversidad
en sus distintas manifestaciones, por ejemplo, en el país que puede ser de hecho
un reflejo real de la situación latinoamericana. Así la religión siendo la mayor
cantidad de seguidores es en la religión católica sin embargo nos encontramos
fraccionados por diversas creencias religiosas siendo que la religión deberá ser más
bien eje de integración.
Diversidad humana y educación: intervenciones para optimizar el desarrollo.
Familia y escuela tienden a educar a su propia imagen y semejanza; es decir,
reproduciendo los valores, creencias, capacidades y demás rasgos que padres y
maestros tienen por valiosos y dignos de ser transmitidos. Esa valoración suele
tener, además, sentido en el marco de la cultura de la sociedad donde se produce.
En una sociedad teórica completamente homogénea los modelos y productos
culturales transmitidos por todas las familias y por todas las escuelas serían
coincidentes y no habría diversidad cultural. Sin embargo, el hecho es que cada
persona es singular y las personas que educan en la familia o en la escuela son
todas diferentes entre sí, por lo que cada familia constituye un microcosmos cultural,
igual que cada aula. Y lo que cada sujeto va aprendiendo a lo largo de los primeros
años de su vida no sólo depende de lo que esos entornos le ofrecen, sino del
desarrollo de sus interacciones en ambos escenarios. La dialéctica que se crea en
la zona de desarrollo próximo de cada persona en cada situación da como resultado
una considerable variabilidad interindividual. En sociedades abiertas y cada vez
más plurales, como la nuestra, se amplían muy considerablemente los márgenes
de la diversidad resultante. En el proceso de desarrollo aparece tempranamente la
capacidad de autorreconocerse. La posterior construcción de la identidad subjetiva
arranca de la experiencia de distintividad y de singularidad, por lo que podemos
decir que nos hacemos más humanos a medida que nos hacemos más diferentes y
que la diversidad es consustancial al ser humano. Tanta diversidad produce más
complejidad de la que es cómodo manejar. Así que también aprendemos a
simplificarla en categorías sociales. Y, en la medida en que existen desigualdades
en la realidad social, aprendemos a clasificar y valorar a las personas en función de
los rasgos que, de acuerdo con las ideologías que vamos asimilando, definen su
condición. Luego aprenderemos a relacionarnos con las personas en función de los
estereotipos asociados a las categorías sociales en las que las incluimos,
incorporándonos a menudo a prácticas discriminatorias y excluyentes. Por ejemplo,
en nuestra sociedad se aprende tempranamente a distinguir a las personas por su
sexo y se aprenden los estereotipos de género, mientras que sólo mucho más tarde
se aprende a distinguir a las personas con criterios de nivel socioeconómico es decir
que tanto el desarrollo humano como la diversidad son factores claves en la
sociedad pues permiten entender que el respeto a la variedad cultural es muy
importante para el desarrollo humano y el progreso de una sociedad.
La cultura y el proceso humano:
La cultura no podía estar ajena a la tematización del proceso humano. Debido a que
es un factor inevitable, aunque realmente poco resaltado por los énfasis
economicistas y después como una dimensión central que parecía abrir las
compuertas de aquellos modelos del desarrollo que fracasaron por extrapolaciones
sin cultura, por aplicaciones sin historia es por eso que la cultura empieza a redefinir
su papel frente al desarrollo, de una manera más activa, variada y compleja gracias
entre otros motivos, a las propias transformaciones del concepto de cultura que se
ha desprendido progresivamente de su asimilación inoportuna y simbiótica con las
humanidades y las bellas artes. Ya la cultura no es lo valiosamente accesorio, el
“cadáver exquisito” que se agrega a los temas duros del desarrollo como: el ingreso
per cápita, el empleo o los índices de productividad y competitividad, sino una
dimensión que cuenta decisivamente en todo proceso de desarrollo tanto como el
fortalecimiento institucional, la existencia de tejido y capital social y la movilización
de la ciudadanía.Existen sin duda una serie de características que juegan a la hora
de tratar de definir qué se entiende hoy por desarrollo humano. En diferentes textos
de las Naciones Unidas y especialmente del PNUD se pueden vislumbrar:

En primer lugar el desarrollo humano se centra directamente en el progreso de la


vida y el bienestar humanos, es decir, en una valoración de la vida.

En segundo lugar el desarrollo humano se vincula con el fortalecimiento de


determinadas capacidades relacionadas con toda la gama de cosas que una
persona puede ser y hacer en su vida; en la posibilidad de que todas las personas
aumenten su capacidad humana en forma plena y den a esa capacidad el mejor
uso en todos los terrenos, ya sea el cultural, el económico y el político, es decir,
en un fortalecimiento de capacidades.
En tercer lugar, el desarrollo humano tiene que ver con la libertad de poder vivir
como nos gustaría hacerlo. Se incluyen las libertades de atender las necesidades
corporales (morbilidad, mortalidad, nutrición), las oportunidades habilitadoras
(educación o lugar de residencia), las libertades sociales (participar en la vida de
la comunidad, en el debate público, en la adopción de las decisiones políticas), es
decir, el desarrollo humano tiene que ver con la expresión de las libertades civiles.

Y en cuarto lugar, el desarrollo humano está asociado a la posibilidad de que todos


los individuos sean sujetos y beneficiarios del desarrollo, es decir, con su
constitución como sujetos.

Estos caracteres perfilan la comprensión del desarrollo humano: la valoración de


la vida, la insistencia en la puesta en marcha de las capacidades humanas, el
bienestar. Todo en el contexto de la vivencia de las libertades civiles y además
asumiendo a los individuos como sujetos del desarrollo.

Son fácilmente perceptibles una serie de cambios o de traslados en la


comprensión del desarrollo. Estos traslados son cambios de lugar de las imágenes
del desarrollo tanto en su determinación conceptual como en sus implicaciones
prácticas. Y es en este tras-lado en donde se replantean las relaciones entre
cultura y desarrollo.

De las fases rígidas a las discontinuidades: por mucho tiempo la visión del
desarrollo estuvo atada a una progresión bastante lineal y casi siempre
ascensional del crecimiento, que además estaba orientada por etapas o fases.
Cumplirlas significaba el paso al siguiente momento. Numerosas teleologías
ordenaban este ascenso; podía ser el pensamiento formal en las teorías del
desarrollo cognitivo o la autonomía en las de la moralidad. Los países de primer
mundo se presentaban como modelos a alcanzar y las variables
macroeconómicas definían rumbos y sobre todo fines. En buena parte, el proyecto
moderno -tal como lo señaló Vattimo- estaba unido a una idea de historia unitaria,
a un ideal indeclinable en el progreso y a un modelo de hombre y de mujer
eurocéntrico. Las teorías del desarrollo se alimentaron de este proyecto.
Hoy, por el contrario, se tienen en cuenta también las rupturas, las
discontinuidades. El desarrollo puede ser pensado a través de tensiones y no
simplemente de progresiones mientras que las finalidades únicas han
explosionado dando lugar mas a dialectos que a lenguas unificadoras.

Del obstáculo como barrera del desarrollo a los obstáculos como vectores del
desarrollo (la conflictividad virtuosa): la ausencia de conflicto presidió algunas
versiones del desarrollo. Hoy, los obstáculos dejan de ser barreras, impedimentos,
para convertirse en oportunidades que deben ser tenidas en cuenta como una de
las condiciones del desarrollo. Oportunidades para elaborar diagnósticos certeros
pero también para visualizar alternativas de intervención, actores que deben ser
tenidos en cuenta a pesar de su invisibilidad, núcleos de tensión cuya resolución
adecuada permitirá avances significativos.

De los modelos impuestos a los modelos participativos: la propia idea de modelo


ha sido puesta en cuestión, sobre todo en su acepción de referente que se impone
o de marco de actuación que se extrapola. Albert Hirschmann habla de “pequeños
cambios y transformaciones graduales”, un sentido del desarrollo que cambia la
óptica de las grandes transformaciones a partir de intervenciones masivas e
invasivas.

Del conocimiento al reconocimiento: con mucha razón Nancy Frazer planteó en


“Iustitia Interrupta” (1999) que una política social debe considerar hoy las
necesidades de redistribución así como las necesidades de reconocimiento. El
desarrollo humano es sobre todo reconocimiento: De capacidades ocultas, de
actores invisibles, de procesos en marcha, de articulaciones viables que
habitualmente persisten en la penumbra y casi siempre en el olvido. “La lucha por
el reconocimiento –escribe Frazer- se está convirtiendo rápidamente en la forma
paradigmática de conflicto político en los últimos años del siglo veinte. Las
exigencias de “reconocimiento de la diferencia” alimentan las luchas de grupos
que se movilizan bajo las banderas de la nacionalidad, la etnia, la ‘raza’, el género
y la sexualidad. En estos conflictos ‘postsocialistas’, la identidad de grupo sustituye
a los intereses de clase como mecanismo principal de movilización política. La
dominación cultural reemplaza a la explotación como injusticia fundamental. Y el
reconocimiento cultural desplaza a la redistribución socioeconómica como remedio
a la injusticia y objetivo de la lucha política”.

De los énfasis economicistas a la interacción entre áreas: el optimismo económico


del desarrollo tiende a ceder a pesar de los cambios continuos de su rostro. Pero
la mímesis del desarrollo con la economía ha dado paso a una mayor interacción
entre las diversas áreas de la vida social. Interacción, que como sostiene, N.
Lechner en alguno de sus trabajos, tiene asintonías y diferentes velocidades. En
este reacomodamiento de la vida social, la cultura encuentra otras oportunidades
y asume protagonismos que antes no tenía.

Desarrollo humano y cultura: una visión humanista de la diversidad


El desarrollo comprende no sólo el acceso a los bienes y servicios, sino también la
oportunidad de elegir un modo de vida colectivo que sea pleno, satisfactorio, valioso
y valorado, en el que florezca la existencia humana en todas sus formas y en su
integridad. En esta perspectiva, incluso los bienes y servicios más importan desde
ese concepto la promoción cultural es concebida como una praxis de la libertad a la
manera freiriana, es decir, como proceso permanente de reflexión-acción colectiva
para el cambio social; que sea capaz de construir “puentes” que permitan los
diálogos culturales, por los que puedan transitar promotores para crecer y promover
el crecimiento de sus comunidades mediante el conocimiento del “otro”, esa curiosa
experiencia de la “alteridad” que facilita la confrontación con lo ajeno para fortalecer
los procesos de autoafirmación.
Tanto el desarrollo humano como el desarrollo económico requieren tener como
punto de referencia el desarrollo humano, y éste es posible a partir de la cultura
propia de las personas, esto es, que cuando las personas viven juntas, compiten,
trabajan, se contradicen de cierta manera y cooperan, es la cultura la que los
vincula, posibilitando el desarrollo personal; también es ella la que define las
relaciones con la naturaleza y con el orden que quieren seguir en su relación entre
sí y con el mundo. El desarrollo humano dentro de un contexto cultural puede servir
también para el fortalecimiento de organizaciones sociales, traducir lenguajes y
códigos, respetando la visión particular de la realidad de cada comunidad: para
fortalecer así vías alternas de apoyo al desarrollo de comunidades que confronten
el asistencialismo y que logren proyectos de desarrollo desde y para las propias
personas involucradas. Podemos decir que el desarrollo humano puede aportar al
pluralismo cultural y a la promotoría cultural un enfoque valioso y congruente con
visiones alternativas y más democráticas de la cultura.

Este enfoque parte del desarrollo humano y puede aportar al pluralismo cultural con
visiones alternativas y democráticas de la cultura con el objetivo de lograr conseguir
una reivindicación de la persona, Una idea humanista del ser humano. La idea del
hombre como “experto de sí mismo” es decir de sus capacidades y necesidades,
Una idea de la dignidad y el respeto intrínsecos a la persona humana, fundamentada
filosófica y racionalmente, Un fundamento sólido para el respecto y el fomento a la
diversidad, Un énfasis en las relaciones culturales más que en los productos
acabados pues lo que importa es el hacer, la convivencia, la relación, el construir
juntos un mundo propio.
Bibliografías:

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INCLUSIÓN: LA EDUCACIÓN INTERCULTURAL EN PERSPECTIVA Ra
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Una aproximación humanística El Artista, núm. 15, 2018 Universidad de
Guanajuato, México Recuperado de:
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