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Comentario final Diacronía de la Época

La idea que se tiene del niño es acorde al discurso de la época. En la actualidad, el niño se
encuentra en el centro de las familias. Como bien comentan, se ha pasado de una
sociedad con figuras de autoridad, incluso excesiva, a otorgar un lugar al niño en la familia
que comanda a los padres.

Una característica de nuestra época es el declive de la función paterna, que ha


ocasionado,
entre otros aspectos, la pérdida de algunos ideales que hasta ahora habían servido de
orientación. El lugar de transmisión cultural que ocupaba la familia ha dejado de existir en
muchos casos. Ante esta ausencia, los niños y adolescente suelen buscar otros lugares
donde apoyarse, como puede ser el grupo. Destacan el individualismo propio de nuestra
época, acompañado de una homogeneización que acaba por marcar más las
desigualdades.

Vemos muchos padres y madres “colegas” de sus hijos. La función paterna queda diluida,
no establece el límite necesario niño-madre y madre-niño, que permite el acceso al
registro simbólico con el consecuente apaciguamiento de la pulsión. Los niños y
adolescentes difícilmente encuentran un lugar en el Otro donde poder desplegar su
subjetividad, donde encuentren sus referentes. Otro de los efectos que tienen es el no
reconocimiento de la autoridad que ordena, así como el desdibujamiento de la
diferenciación sexual, con efectos considerables. Parece haber una confusión entre tener
una igualdad de oportunidades y ser todos iguales, no sólo a nivel de la diferenciación
sexual, sino también de la singularidad de cada sujeto. Muchas veces, el niño que es
diferente ya tiene que ser etiquetado.

También ha cambiado el papel de la mujer, su papel como madre y como mujer en la


pareja y en el ámbito social. Ante el declive de la función paterna, vemos a mujeres que
desempeñan muchas funciones y adquieren excesivas responsabilidades, teniendo efectos
en sus hijos o en la maternidad. En la relación niño-madre, sabemos que es la madre quien
debe apuntar al padre, para que pueda ejercer la función paterna. Sin este hecho, vemos
relaciones madre-hijo quizás “demasiado” unidas, que no permiten la separación para que
se de un acceso al registro simbólico.

Por otra parte, no sólo sucede que los padres están poco tiempo con los niños, sino
también el tiempo que les dedican puede no estar bien orientado. Es importante que los
padres escuchen a sus hijos, conversen con ellos, jueguen, les acompañen. Vemos muchos
padres y madres que acompañan a sus hijos a muchos lugares para que hagan actividades,
pero que pocas veces se sientan con ellos en el sofá de casa a estar con sus hijos, por
ejemplo.

Las nuevas formas de familia están comportando nuevas situaciones cuyos efectos aún se
desconocen, dado que se ve afectado el Otro materno así como la función paterna, ambos
fundamentales para la constitución del sujeto. Por ejemplo, si bien es cierto que el
significante del nombre del padre está introducido por la función paterna, que es una
función y la puede encarnar una persona, un ideal, etc. diferente al padre, el hecho de que
no sea el padre quién la encarne también tiene efectos. Hay que tratar de escuchar estos
efectos en los niños y adolescentes de nuestra época, que ya los están manifestando.

Otro efecto de la precariedad del Otro es un aumento de la violencia, como bien apuntan,
que en
la crisis de la adolescencia emerge con mayor facilidad. Los grupos de adolescentes se
unen a
veces a partir de compartir un frágil ideal, insignias e incluso conductas. Ante esta
fragilidad
subjetivad, la emergencia de la violencia como una forma de agresividad del Yo aparece
con
frecuencia, en el momento del despertar de las pulsiones y de la sexualidad tras el período
de
latencia. Las tribus urbanas son un lugar donde se pueden juntar los jóvenes y compartir
un
ideal. Otra forma de violencia y segregación es el bullying. Suele ocurrir en niños y
adolescentes
que no encuentran un lugar fundamentalmente en sus familias, un lugar donde se les
escuche y
sean acogidos y queridos. En este contexto, el niño o adolescente no tiene herramientas
para
tramitar su agresividad, su odio, que encuentra la vía del acoso para satisfacerse o bien, es
depositario del odio de los demás, convirtiéndose en víctima.

La generación “Net”, como efecto de las nuevas tecnologías en los niños y adolescentes,
una generación de “copiar” y “pegar”, sin una elaboración simbólica. También una
generación donde todo está en la red u observado por los medios, perdiéndose la
privacidad e intimidad. Vemo suna devaluación del saber ante una adquisición de datos,
que están en la red. Es difícil encontrar a padres que cuenten un cuento a sus hijos al ir a
dormir.

En este contexto, los lazos de los jóvenes y adolescentes son frágiles. Esta fragilidad
sumada al declive de la función paterna, deja a los niños y adolescentes sin encontrar un
lugar en el Otro, donde desplegar su subjetividad. Es difícil que los niños accedan al
registro simbólico y muchos de sus síntomas pasan directamente al cuerpo y a patologías
del acto, como bien han apuntado: movimiento (TDAH), consumo de tóxicos, violencia,
cortes en el cuerpo, anorexia, bulimia, etc. Se observa una dificultad para que los jóvenes
puedan poner palabras a lo que les sucede.

Por otra parte, en la adolescencia se da un despertar de las pulsiones y el encuentro con la


sexualidad, que, siempre es disarmónico. Si bien hay una liberación a nivel de la
sexualidad,
muchos adolescentes no tienen los recursos simbólicos para elaborar lo que les sucede en
sus encuentros, lo que les lleva en muchas ocasiones a actuar y gozar, sin dar lugar al
deseo.

Les invito a leer el artículo de Serge Cottet, “El sexo débil de los adolescentes”.
(http://www.revistavirtualia.com/articulos/467/dossier-el-empuje-al-hedonismo-en-la-
civilizacion- contemporanea/el-sexo-debil-de-los-adolescentes-sexo-maquina-y-mitologia-
del-corazon)

Cabe destacar la vertiginosidad de nuestra época, donde el tiempo es “fast” y se consume


de forma insaciable, sin dar lugar a que algo falte y dé la posibilidad de abrir una
elaboración
simbólica que propicie el deseo. Ya no es necesario esperar 4-5 días a que llegue una
invitación, un mail llega casi al momento. Es necesario un tiempo de espera para poder
elaborar lo que no está, lo que falta. Como muy bien señala José Ramón Ubieto, se ha
pasado del momento de ver al momento de concluir, sin que haya un momento para la
elaboración. No se da lugar al período de latencia. En el contexto de una época
hiperactiva, cobran sentido la emergencia de diagnósticos de ADHD, niños que expresan
su angustia mediante el movimiento de su cuerpo.

La institución escolar también encuentra muchas dificultades, como bien apuntan. El


declive de la función paterna ha ocasionado un cambio de posición del lugar desde donde
se enseñaba. El profesor, en muchos casos, ha dejado de ser un referente, alguien que
transmitía un saber a partir de un deseo. Ahora resulta difícil que los niños o jóvenes
puedan estar quietos y escuchar. Sería importante que en las aulas se pudiera tener en
cuenta al grupo y también a los niños en su singularidad, que se constituyera un lugar para
los estudiantes despertaran su deseo de saber. La función del docente es fundamental, y
deber partir de un deseo. Como bien señalan, resulta difícil transmitir ese saber hoy en
día, en que los niños o jóvenes llevan lo que creen que es todo el conocimiento en su
móvil, parece que todo se encuentra en la red. Sin embargo, transmitir la idea del tiempo
de elaboración que requiere la obtención de un saber sería algo muy importante a
recuperar.

También es importante señalar que la escuela ha tenido cambios importantes, adaptados


a la nueva relación con el saber y los conocimientos, y a los avances de la época.

Como bien comentan, nos encontramos con un imperativo de goce, que no da lugar a que
la falta, a la castración, ni consecuentemente al deseo.

Resulta imprescindible escuchar los gritos de los niños y adolescentes de nuestra época.
Darles un lugar para que se expresen, para que pongan palabras a lo que les sucede, para
que se acerquen a su deseo, dificultades, castración, etc., les abrirá nuevas oportunidades,
muy diferentes a la calma y silencio subjetivo que conllevan las etiquetas diagnósticas
obturantes y la prescripción de psicofármacos.

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