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Así como dios era el origen del mal, el hombre también lo fue en la modernidad,
con la construcción de la ética y bajo su sesgo occidental decidió qué estaba bien
y qué estaba mal bajo un criterio de diferencia homogeneizadora: es correcto todo
aquello que sea diferente pero no contrario. Y si el origen del mal deviene, al igual
que en la antigüedad, del bien, esto me permite afirmar como segunda conclusión
que el mal, en términos modernos, es una forma de materializar el juicio de lo
diferente, es decir, el mal se constituyó como herramienta del bien y
destrucción del otro. Nótese cómo en este caso el mal es más diáfano: se sabe
que el mal natural existe, pero como este no depende de la acción el hombre sale
de la esfera de importancia, no hay ninguna acción que lo justifique, el mal moral
es el que prima.
Ahora bien, ya está clara la concepción religiosa y moderna del mal y son notables
sus similitudes y diferencias. Sin embargo, no nos dice nada sobre la esencia
humana hasta el momento, entonces empecemos a hilar más fino: la modernidad
es de alguna forma la respuesta a la contradicción en la esencia de dios, es decir,
su maldad, pero la construcción de la ética -la verdad determinada por el hombre
occidental- termina siendo, al fin y al cabo, la extensión de esa misma maldad, es
decir, el hombre no reemplaza al dios piadoso, todo lo contrario. Entonces ¿qué
necesidad de replicar el medioevo por otros medios? La respuesta está en la
angustia que produce la muerte de dios y que se replica en la angustia que
produce la destrucción del bien para la modernidad. Hace algunos párrafos
mencioné cómo la muerte de dios era un suicidio colectivo, ojo a la lógica: si dios
no existe nada bueno existe, pero si dios es reemplazado por el hombre a partir de
la ley universal, el bien puede existir sin dios, por tanto, no hay angustia. Así, la
destrucción de la ley universal es la destrucción del bien, lo que revive la angustia.
Pero como el mal es herramienta y dependencia del bien, la muerte del mal es la
muerte del bien y, por lo tanto, fuente de toda angustia.
Referencias
Badiou, A. (SF). La ética ensayo sobre la conciencia del mal. Recuperado de:
http://biblio3.url.edu.gt/SinParedes/08/Etica-Badiou.pdf
Nietzsche, F. (1886). Más allá del bien y del mal. Recuperado de:
http://dspace.utalca.cl/handle/1950/7166?
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