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Paso a comentar los puntos fundamentales, sobre aquello que ha cambiado con el devenir
de nuestro tiempo:
La idea que se tiene del niño es acorde al discurso de la época. En la actualidad, el niño se
encuentra en el centro de las familias. Como bien comentan, se ha pasado de una
sociedad con figuras de autoridad, incluso excesiva, a otorgar un lugar al niño en la familia
que comanda a los padres.
Por otra parte, no sólo sucede que los padres están poco tiempo con los niños, sino
también el tiempo que les dedican puede no estar bien orientado. Es importante que los
padres escuchen a sus hijos, conversen con ellos, jueguen, les acompañen. Vemos muchos
padres y madres que acompañan a sus hijos a muchos lugares para que hagan actividades,
pero que pocas veces se sientan con ellos en el sofá de casa a estar con sus hijos, por
ejemplo.
Las nuevas formas de familia están comportando nuevas situaciones cuyos efectos aún se
desconocen, dado que se ve afectado el Otro materno así como la función paterna, ambos
fundamentales para la constitución del sujeto. Por ejemplo, si bien es cierto que el
significante del nombre del padre está introducido por la función paterna, que es una
función y la puede encarnar una persona, un ideal, etc. diferente al padre, el hecho de que
no sea el padre quién la encarne también tiene efectos. Hay que tratar de escuchar estos
efectos en los niños y adolescentes de nuestra época, que ya los están manifestando.
Otro efecto de la precariedad del Otro es un aumento de la violencia, como bien apuntan,
que en la crisis de la adolescencia emerge con mayor facilidad. Los grupos de adolescentes
se unen a veces a partir de compartir un frágil ideal, insignias e incluso conductas. Ante
esta fragilidad subjetivad, la emergencia de la violencia como una forma de agresividad
del Yo aparece con frecuencia, en el momento del despertar de las pulsiones y de la
sexualidad tras el período de latencia. Las tribus urbanas son un lugar donde se pueden
juntar los jóvenes y compartir un ideal. Otra forma de violencia y segregación es el
bullying. Suele ocurrir en niños y adolescentes que no encuentran un lugar
fundamentalmente en sus familias, un lugar donde se les escuche y sean acogidos y
queridos. En este contexto, el niño o adolescente no tiene herramientas para tramitar su
agresividad, su odio, que encuentra la vía del acoso para satisfacerse o bien, es
depositario del odio de los demás, convirtiéndose en víctima.
La generación “Net”, como efecto de las nuevas tecnologías en los niños y adolescentes,
una generación de “copiar” y “pegar”, sin una elaboración simbólica. También una
generación donde todo está en la red u observado por los medios, perdiéndose la
privacidad e intimidad. Vemos una devaluación del saber ante una adquisición de datos,
que están en la red. Es difícil encontrar a padres que cuenten un cuento a sus hijos al ir a
dormir.
En este contexto, los lazos de los jóvenes y adolescentes son frágiles. Esta fragilidad
sumada al declive de la función paterna, deja a los niños y adolescentes sin encontrar un
lugar en el Otro, donde desplegar su subjetividad. Es difícil que los niños accedan al
registro simbólico y muchos de sus síntomas pasan directamente al cuerpo y a patologías
del acto, como bien han apuntado: movimiento (TDAH), consumo de tóxicos, violencia,
cortes en el cuerpo, anorexia, bulimia, etc. Se observa una dificultad para que los jóvenes
puedan poner palabras a lo que les sucede.
Como bien comentan, nos encontramos con un imperativo de goce, que no dalugar a que
la falta, a la castración, ni consecuentemente al deseo.
Resulta imprescindible escuchar los gritos de los niños y adolescentes de nuestra época.
Darles un lugar para que se expresen, para que pongan palabras a lo que les sucede, para
que se acerquen a su deseo, dificultades, castración, etc., les abrirá nuevas oportunidades,
muy diferentes a la calma y silencio subjetivo que conllevan las etiquetas diagnósticas
obturantes y la prescripción de psicofármacos.