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Desafíos de la nueva escuela mexicana

CURSO: HABILIDADES DOCENTES PARA LA NUEVA ESCUELA MEXICANA


MÓDULO II. APRENDIZAJES RELEVANTES Y DURADEROS: LOS ALUMNOS EN EL CENTRO DE LA ENSEÑANZA

Lección 4. Los desafíos para la enseñanza en la nueva escuela mexicana


•  La formación humanista e integral de niñas, niños, adolescentes y
jóvenes

No hay formación sin orientación; siempre se forma para algo, con un fin, con una
intencionalidad, con un propósito. Ayudar a nuestros estudiantes a ser hombres y
mujeres plenamente auténticos, capaces de mirar la realidad de una manera lúcida y
de comprometerse en su transformación: que piensen por ellos mismos, que sean
críticos, que actúen en coherencia con sus valores y principios. En otras palabras,
queremos formar, ante todo, personas competentes, capaces de discernir los rasgos
distintivos de los tiempos de una forma reflexiva, crítica y comprometida.

En este sentido, la nueva escuela mexicana, tiene como principal función y razón de
ser, la formación integral de las niñas, los niños, adolescentes y jóvenes de nuestro
país. La formación Integral entendida como un proceso continuo, permanente y
participativo que busca desarrollar de forma articulada, natural y armónica todas y
cada una de las dimensiones del ser humano (ética, espiritual, cognitiva, afectiva,
comunicativa, filosófica y estética, corporal, y socio-política), con el propósito de lograr
su realización plena en la sociedad. Esto significa que, en la actual política educativa,
vemos a las niñas, los niños, adolescentes y jóvenes como seres humanos únicos y
libres, pero a la vez como seres pluridimensionales.
•  Transformar las creencias pedagógicas y la cultura escolar

Si queremos realmente construir una nueva escuela mexicana donde todas las niñas,
los niños y adolescentes aprendan no será nada sencillo, implicará cambiar
creencias pedagógicas en los docentes, implicará que los directivos corran riesgos
junto con los maestros, implicará tomar decisiones que trastoquen de manera
profunda y decidida la cultura escolar y la cultura institucional.

Una enseñanza diferenciada. Requiere de docentes mejor preparados, sensibles y


convencidos de que su tarea incide de manera significativa no solo en el aprendizaje
de los alumnos, sino en su vida presente y futura; docentes seguros de sí mismos,
solidarios y colaborativos, que conozcan y apliquen metodologías activas. Dispuestos
a cometer errores y aprender de ellos.
Una escuela que favorezca el aprendizaje de todos, que apoye la innovación y que
esté más al servicio de las niñas, los niños y docentes, y no de la burocracia o la
administración de la macro estructura. Una organización más flexible, que genere las
alianzas necesarias, con los padres de familia y la comunidad en torno a la enseñanza y
el aprendizaje. Que gestione los recursos necesarios y acompañe la experimentación y
la innovación.

Una administración estatal que compense diferencias socioeconómicas, que


promueva una cultura de reconocimiento y revalorización docente, que se comprometa
con los docentes y las escuelas, que asuma cabalmente los principios de equidad,
inclusión, etc. como principales referentes para la toma de decisiones.

Sin duda, todos estos problemas o retos no se resolverán de manera pronta y sencilla
como arte de magia, se requiere de un esfuerzo a mediano y largo plazo, pero hoy
podemos dar los primeros pasos hacia allá.
•  Reconocimiento y revalorización de las maestras y maestros

La nueva escuela mexicana reconoce y valora a las maestras y los maestros como
servidores públicos conscientes de su responsabilidad social y educativa, en los que
se confía la formación de la personalidad, cultura, cosmovisión y actuar de los
alumnos; mujeres y hombres profesionistas bien preparados, competentes, honestos
y sencillos, sensibles y atentos a las problemáticas de los alumnos, sus familias, así
como de la comunidad en general.

Para cumplir los fines y objetivos de la educación, es fundamental el trabajo que


realizan las maestras y maestros de nuestro país, con el propósito de desarrollar las
capacidades intelectuales, físicas, morales y espirituales de sus alumnos; fomentar
en las niñas, los niños y adolescentes, elevados sentimientos y gustos estéticos;
forjar convicciones ciudadanas y patrióticas que dignifiquen la condición humana y
favorezcan su integración racional, amable y comprometida con el medio social y
natural en el que viven.
Las maestras y los maestros son reconocidos y valorados por ser modelos de personas
y profesionales a quien seguir, que inspiran a otros para poder salir de la inercia de
pobreza, marginación, maltrato, injusticia e ignorancia en la que viven muchas
personas; admirados por los conocimientos y competencias que poseen, pero también
por el trato respetuoso que dan a sus alumnos, así como por las decisiones que toman
cotidianamente en el salón de clase basadas en la justicia, el respeto, la inclusión y la
equidad.

Asimismo, son responsables y comprometidos con su desarrollo profesional,


recompensados con un salario decoroso, condiciones de trabajo adecuadas, escuelas
y aulas dignas, y equipadas con lo necesario para brindar una enseñanza de
excelencia.

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