Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Como ahora…
—Duermo tarde.
—JiMin…
—No te creo.
Necesitaba lubricante.
Trató de recordar que JiMin era virgen, que tuvo que utilizar
la paciencia, el control y cuidado.
Esa era la sonrisa más falsa que JiMin hubiera visto nunca.
Podría haber sido un perro hasta hace poco, pero sabía
cuándo alguien estaba tramando algo. Los ojos grandes de
Jinnie traicionaron su indecisión. La postura del hombre era
rígida, y su mirada se mantuvo hacia el marco, como si
estuviera planeando su fuga.
—¿Una cita?
—¡Sí! —Jinnie gritó la palabra muy alto—. Una cita. Eso
es lo que estamos haciendo, ir a una cita para dos.
JiMin alzó una ceja hacia Jinnie, cruzando los brazos sobre
el pecho en una rabieta.
Pero más que eso, quería recorrer sus dedos sobre todo
por los músculos lisos de YoonGi, y sabía por experiencia
que YoonGi tenía un montón de músculos. De hombros
anchos y gruesos brazos con un abdomen plano y un
trasero donde podía rebotar una moneda de veinticinco
centavos, YoonGi tenían suficientes músculos para tener a
JiMin feliz por muchos años por venir.
···
No tenía ninguno.
—No lo quise…
—No.
JiMin sabía que tenía que salir de ahí antes de que Félix
regresara. Sino el hombre lo iba a golpear hasta sacarle la
mierda, o algo peor.
Respirar duele.
Parpadear duele.
Todo duele.
Nunca lo logró.
JiMin gritó.
CAPÍTULO TRES
YoonGi gruñó.
—Está bien, mira. —Lucas se pasó una mano por el pelo,
el gesto le decía que estaba decididamente nervioso—.
JiMin se mudó. Quería tratar de hacerlo por su propia
cuenta.
Lucas resopló.
—Lo haré.
Joder, detente.
Hablando de basureros.
—¿Por qué?
Se apoyó en el marco.
Su rostro se iluminó.
—¿YoonGi?
¿Lou?
JiMin asintió.
JiMin sonrió.
—No puedo esperar a probarlo, María.
JiMin parpadeó.
—Gracias. Yo solo…
—Lo perdí.
—¿Lo perdiste?
—Sí.
Algo así.
—¿Cómo se pierde un teléfono celular?
—No te creo.
JiMin rio.
—¿Y tu amigo?
—Está llamando a alguien para que venga a recogerlo
ahora. — JiMin se rio cuando María resopló. Se inclinó y le
dio un beso en la mejilla sonrosada de María—. Vuelvo en
diez minutos.
Maldición.
YoonGi sonrió.
—¿YoonGi?
—No, pero…
—Yo…
La puerta se abrió, el pálido rostro de María se enfrentó a
la llena de preocupación de JiMin mientras lo agarraba.
—Vete.
La necesidad de proteger a YoonGi había superado la
necesidad de pánico de JiMin. Agarró a YoonGi de la mano
y tiró de él hacia la habitación de María. YoonGi lo siguió,
pero despacio, como si estuviera renuente a dejar la
habitación.
—Mario.
María se rio.
—¿Por qué?
—Son idiotas.
—Cierto. —YoonGi asintió—. Pero aún nos enfrentamos
a ese tipo de estigmatismo debido a la gente por la que
estamos atraídos. —YoonGi sabía que se había
enfrentado a su parte de fanáticos porque estaba atraído
por los hombres—. Hay mucha de gente ahí fuera que
creen que tienen el derecho a meter sus narices en
nuestros dormitorios y tomar decisiones sobre
nuestras vidas simplemente porque no están de
acuerdo con la forma en que vivimos.
¿Parientes?
Él no se veía cool.
—¿Quién eres?
···
¡Gracias a Dios!
—¿Por qué?
—JiMin ha sido... lastimado.
Demonios.
—Malo —susurró.
—Hey, JiMin.
—Vine a verte.
—YoonGi…
YoonGi sonrió.
YoonGi asintió.
JiMin rio.
—Gracias, TaeIl.
JiMin había visto conejos en la naturaleza y sabía que eran
criaturas asustadizas, pero TaeIl lo llevó a su punto más
alto. El hombre tenía miedo de su propia sombra. De todos
ellos, TaeIl fue el que no se había adaptado bien a ser
humano.
—¿Ella?
NamJoon asintió.
Eso decía mucho. JiMin había estado en casa por casi una
semana, pero todavía no sonreía mucho. Oírlo reír era un
bálsamo para el alma cansada de YoonGi. Sólo deseaba
que pudiera escuchar más de lo mismo, pero parecía que
cada vez que estaba cerca, JiMin no lo estaba.
—YoonGi, que…
—Lo sé.
—¿Y ahora?
—¿Cualquier cosa?
—Sí.
—¿Y si yo te quiero, JiMin?
—¿Por qué?
—¿Por qué?
—¿Tú me necesitas?
—¡Sí!
—No quiero…
—Sólo... maldición.
···
YoonGi suspiró.
—Por supuesto.
—Capturando a un conejito.
—Perfecto. —María rodó sus ojos de color marrón
oscuro—. Podría estar por horas. Ahora, ¿cómo se
supone que deba ir a casa?
—¿Cómo lo conseguiremos?
JiMin sonrió.
—Iras en el maletero.
Lo habían hecho.
···
—¡Fuera!
—¿La capturaron?
—¿Psicosis sexual?
—Ser gay.
Jeong sonrió.
—Su agenda ha sido limpiada por el resto de la
semana, saldrá un aviso de que hará un viaje de
negocios.
—Nunca me tendrás.
No quería más.
JiMin decidió lograba salir, iba a hacerlo de pie. Se negaba
a dejarse intimidar por Félix un segundo más, no después
de experimentar la vida que YoonGi le había dado, incluso
si hubiera sido sólo por unos días. JiMin se puso de pie y
levantó sus puños en el aire como había visto a los chicos
en las películas hacer. Recordó una película en particular y
se aseguró sus pulgares no estuvieran escondidos.
—Lo haré.
JiMin jadeó.
JiMin abrió la boca para contestar hasta que vio una puerta
entre ellos y de donde habían venido abrirse. Sus ojos se
dispararon salvajemente alrededor mientras buscaba una
ruta de escape o algún lugar donde esconderse. Lo único
que podía ver era una pequeña alcoba entre dos puertas
que mantenían un extintor y una fuente de agua. JiMin
empujó a Mario a la alcoba y se puso a su lado. Tenía que
estar prácticamente encima de Mario para que no pudieran
ser vistos por quien estaba saliendo de la habitación.
Necesitaban bajar.
—¿Dónde dijiste que estaban esas escaleras?
—Estoy en ello.
—¿Aquí?
—Lo encontraremos.
—¿Cómo?
—No lo sabías.
—Hecho.
—Confío en él.
—Lo hago.
NamJoon asintió.
—¿Estás bien?
—Volverá, TaeIl.
YoonGi tragó.
—Lo haré.
—¿Lo prometes?
—Hey ¿TaeIl?
—¿Sí? —La cabeza del hombre se volvió, mirándolo con
sus profundos ojos púrpura.
—Mario, esta...
JiMin se estremeció.
—¿Un qué?
—¿Tu maldición?
—¿Verdad?
¿Jarrones?
Maldición, un teléfono.
JiMin siguió a Mario y le ayudó a buscar entre los bolsillos
de Félix.
—Entendido.
—¿Hola?
—¿Imágenes pornográficas?
—Huesos.
—Sí, eso fue un poco escalofriante. Eso... —JiMin gritó
cuando fue repentinamente empujado a una pequeña
habitación oscura. Vio el pánico en el rostro de Mario, así
que apretó el teléfono contra su pecho, rezando a quien
quiera que estuviera ahí no escuchara a Lucas hablando...
no, estaba gritando. JiMin pulsó el botón de colgado.
Volvería a llamar en un momento.
—Vamos a morir.
CAPÍTULO TRECE
—Los encontraremos.
—¿Y el tercero?
—Antropología forense.
—¿Y?
—¿JiMin?
···
JiMin rio.
JiMin gruñó.
—¿La tenemos?
—¿Sí?
—Te amo.
JiMin sollozó.
—También te amo.
FIN
Si les ha gustado no olviden
compartir, para poder llegar a más
lectores. X
Encuéntrame en:
@anna.ym.0913