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Published: 2022
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𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo O1
❝latte❞
Todo se detuvo un segundo, ¿o más?
Detrás de esas lindas cortinas de color azul salió un chico, su cabello
azabache desordenado apuntado a diversas direcciones, vestía causal con
una camiseta gris y vaqueros deslavados, pero el gran toque de color en el
delantal que llevaba puesto, en color azul bajo con lo que parecía ser el logo
de la cafetería, una taza de café humeante con corazones rosados a su
alrededor y el nombre del negocio.
Tenía una sonrisa amigable, sus filosos pómulos siendo destellar entre
sus facciones marcadas y una mancha de harina en su respingada nariz, pero
toda su atención cayó sin dudar sobre el par de ojos color azul, tan eléctrico
que sintió la energía recorrer desde la punta de su dedo hasta el último
rincón. Cuando estuvo más cerca, detrás de la barra sosteniendo una libreta
entre sus dedos, su fragancia fue un golpe firme. Irónicamente y de manera
hilarante su olor era una mezcla de granos de café, madera y lluvia, un café
en una tarde lluviosa, pensó TaeHyung.
Sus manos comenzaron a temblar, ocultándolas atrás, en su espalda, y la
ligera embriaguez por el olor que parecía ser el adecuado para su caprichosa
nariz, era como si el olor del chico pícara en su garganta y opacar cualquier
dulce de su alrededor.
Era un Alfa, un bastante atractivo Alfa.
— Hola, buenas tardes, ¿deseas ordenar? — Preguntó el Alfa
desconocido con una limpia sonrisa en su rostro, su ojos estaban sobre él y
creía que se iba a desmayar en cualquier momento.
Toda la saliva que comenzaba a acumularse se atoró en su garganta,
haciéndolo toser por la repetían obstrucción. Se llevó el dorso de su brazo a
la boca, y las mejillas se le calentaron de manera inmediata por la
vergüenza.
—¿Te encuentras bien? — Se acercó más el Alfa aún sobre la barra. Su
ceño estaba fruncido.
TaeHyung asintió, la tierra podría tragárselo ahora mismo y no se podría
en contra.
Aclaró su garganta, llevando sus manos detrás de su cuerpo, evitando así
que el Alfa viera que estaba temblando, tenía que calmarse o su olor se
volvería demasiado fuerte y no quería molestar a nadie del negocio con un
dulce e incómodo perfume a coco.
— Ehm, si, q-quisiera un café — Balbuceó, balanceando su cuerpo
ligeramente, el calor estaba adornando su cuello e intentaba no conectar su
mirada con el Alfa encontrando más interesante el par de tartas sobre la
barra.
— ¿Café? — Cuestionó presionando su bolígrafo contra el papel.
— Latte, por favor — Musitó suave. De reojo podía observar como el
Alfa escribía sobre su cuaderno.
— ¿Algún tipo de leche en especial? — Sonrió, y una linda sonrisa de
mostró en sus labios rosados. Parecía genuino y completamente cordial.
— ¿N-normal? — Dijo, sentía en su estómago formarse algún tipo de
hueco, y su Omega lloriquear confundido.
— Bien — Una sonrisa ladeada en sus labios, escribiendo — ¿Puedo
ofrecerte algo para acompañar? El cheesecake de limón es delicioso —
Apuntó la vitrina. Un bonito y decorado cheesecake con tonos blancos y
verdes se presumía.
TaeHyung odiaba el limón.
—M-me encantaría — Dio una débil sonrisa, asintiendo con la cabeza.
Sus ojos conectaron con los del Alfa, un segundo antes de que él
ensanchará su sonrisa y escribiera su pedido en el cuaderno. Su corazón
latía errático, como si hubiese corrido un maratón.
— Bien, ¿algo más?
TaeHyung negó, y es que sentía que las palabras desaparecían o eran una
sopa de letras en su fundido cerebro en ese momento.
— Te traeré tu pedido en un momento, puedes tomar asiento si deseas —
Informó, devolviendo una linda sonrisa que mostraba sus dientes
delanteros, parecía un conejito.
Giró sobre su cuerpo, caminando a una de las mesas y dejándose caer
contra el acolchonado asiento. Su respiración ligeramente se regulo pero sus
manos eran un temblor inminente.
¿Qué había sido eso?
Había pedido un café latte, cuando él quería un té de canela porque
toleraba poco los granos tostados de café y un porción de cheesecake de
limón, cuando odiaba el agrio sabor del limón en cualquier alimento.
Y todo había pasado porque sintió su corazón caer contra ese par de ojos
como el mismo océano y la sonrisa más vacilona y preciosa que había visto
en su corta vida.
Si él estaba más que confundido, su Omega estaba gritando y girando
sobre su vientre, confundido pero deseoso de tener esa fuente de aroma
cerca para ronronear complacido.
Ni siquiera estaba conciente del tiempo que transcurrió, dedicado a
observar las cuerdas de sus converse y pasar su pulgar por cada dedo de su
mano para controlar de alguna manera sus temblores. Era un gran problema
desde que era pequeño cuando sus nervios eran altos sus manos no podían
dejar de temblar, era difícil controlarles y en verdad lo odiaba, en ocasiones
algunas personas creían que era raro o gracioso, pero era espantoso no
poder controlarse.
— ¿Disculpa? — El llamado suave lo hizo salir de su trance.
Acercándose a pasos torpes a la barra, donde aquel Alfa de ojos como el
mar llamaba, escondiendo sus manos dentro de sus bolsillos y volviendo a
sentirse embriagado por el perfume personal de aquel chico, intento formar
una sonrisa, aunque sea pequeña y amistosa.
—¿Lo llevarás o tomarás aquí? — Preguntó, sosteniendo un vaso de
cartón en color blanco con el lindo diseño del negocio.
TaeHyung observó rápido el lugar, era cómodo y bastante agradable pero
en verdad si se quedaba un poco más ahí podría quizás vomitar, preferiría
correr a casa y esconderse en su habitación.
— Lo llevaré — Indicó calmado, no podía aparentar ser un raro frente
aquel Alfa, sus nervios debían estar al punto más bajo, aunque sus mejillas
no perdían ese terrible tono rosado brillante.
— ¡Correcto! — Exclamó con una sonrisa, colocó el vaso más cerca en
la barra y la pequeña caja rosada con un trozo del postre, rebuscó entre una
pequeña caja extrayendo un pedazo pequeño de papel, sus movimientos
eran fluidos — ¿Cuál es tu nombre? — Sostenía su bolígrafo contra el
nuevo pedazo de papel en color rosado.
— ¿Qué? — Frunció el ceño.
— Tu nombre — Sonrió de lado, alzando el papel como si TaeHyung
alcanzará a leer las pequeñas letras impresas, ni siquiera tenía puestos sus
lentes de lectura, era imposible.
— Uhm, TaeHyung — Dijo, el color rosado no estaba solamente en sus
mejillas, en el inicio de su cuello, en todo su rostro probablemente.
— Bien — Escribió sobre el papel — Somos nuevos así que toma esto
como un cupón de bienvenida y aquí está tu pedido — Deslizó sobre la
barra los alimentos con esa nota rosada — No solemos dar bolsas para
evitar más residuos pero si necesitas una puedo ofrecerte alguna de papel —
Sonreía, amable, genuino. Sus ojos tenían un lindo brillo propio y el polvo
de la harina en la punta de su nariz, como un botoncito.
Era un Alfa, no tenía duda por el prominente olor, era agradable,
confortante pero podía sentirlo cosquillear en su garganta, tan intenso como
un buen shot de cafeína, pero no tenía aquella apariencia, quizás era media
cabeza más alto que él y su figura era adorable, aún con la falta de color en
su ropa, el gran toque azul de su mandil lo hacía ver de maravilla, sus
facciones marcadas y prominentes pero delicada, cenciladas como la obra
más hermosa.
TaeHyung negó, dedicando una media sonrisa.
— Entonces, serían veinte wones — Dijo el Alfa.
El Omega pago, dejando el dinero sobre la barra, sintiéndose poco
valiente para si quiera acercar su mano a la de él, tomó su pedido y salió
casi corriendo del negocio escuchando el amigable «qué tengas buen día»
de aquel chico.
Fuera el clima no era frío, contrario era bastante agradable pero no podía
mentir que dentro del local tenía un agradable y acogedor calor, envuelto en
un delicioso olor, pero su pecho aún se sentía presionado y sus manos
temblando ligeramente sosteniendo su pedido.
Involuntariamente su Omega se retorcía incómodo, enfadado con él, la
fragancia del Alfa no era más que un fantasma en su nariz cada que iba
acercándose más a casa. Era extraño, siempre era caprichoso con todos los
olores, siempre eran demasiado y tan intensos que lo hacían sentirse
hastiado, pero ese olor era cautivador, agradable pero continuaba ese
cosquilleo de intensidad.
En casa, dentro de esas paredes que conocía, en el lugar que había
crecido y pasado gran tiempo de su corta vida, se sintió ligeramente seguro.
Estaba vacía, completamente sola, así que la paz que tenía era maravillosa.
Nadie estaba ahí juzgándolo, no sé sentía nervioso dentro, estaba todo en
orden, seguro y cómodo para él.
Se hundió entre sábanas y cojines en el sillón del salón, frente al
televisor. Bebió el café completo y aunque nunca fue un fiel fanático de
aquella bebida no podía mentir que en verdad lo disfruto, era dulce y
delicioso, aunque no podía decir lo mismo del postre, dió apenas una
bocado, era cremoso pero el sabor agrio del limón no podía tolerarlo, lo
dejó dentro del refrigerador para que su madre pudiera comerlo.
Y aunque pasarán su día, haciendo cualquier otra cosa que mantuviera su
mente ocupada, no podía sacarse al Alfa de la mente, y que sorpresa, ni
siquiera conocía su nombre.
¡Omega estúpido!
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo O3
❝caramelo❞
Arrancaba pedazos del césped con sus dedos, dejándolos caer de vuelta
sobre el, repitiendo el proceso una y otra vez.
Aburrido, completamente.
El clima era cómodo, una ligera brisa fría se había hecho en el día,
dejando un sentimiento de frescura. Intentaba concentrarse en el libro que
tenía en su regazo, repasando un poco de su última clase de Estadística,
pero era casi imposible. El sonido de los silbatos, algunas voces a lo lejos y
el paisaje del campo de fútbol de la escuela, eran distracciones.
Era viernes, de nuevo, y estaba más que feliz que así fuera. La semana
podía categorizarla como la peor de su vida, el tema de Yi-Jeong y los
baños había perdido interés con los días pero no completamente, algunas
personas continuaban hablando sobre eso, interviniendo en la vida del
rizado. Otras más miradas sobre él, durante el almuerzo, en sus visitas a la
biblioteca, en las clases o hasta sus horas libres que deambulaba entre las
gradas del campo o el salón de círculos de estudio.
Era su último año y en verdad había logrado pasar desapercibido, ser
invisible, pero sus planes no habían salido bien.
Sentado sobre el frondoso césped, en el campo, esperando pacientemente
a que su mejor amigo terminará la práctica de fútbol e ir a casa y comer
pizza como todos los viernes. Prefería tomar asiento allí, antes que estar
sobre las gradas, pasaba más desaparecido en un rincón bastante alejado.
Lograba divisar la figura de su mejor amigo correr por el campo junto
con los demás jugadores del equipo, estaban preparándose para los últimos
partidos de la jornada, entrenando tres o hasta cuatro veces a la semana.
Jimin era constante recordaba lo importante que eran esos entrenamientos y
partidos, lastimosamente, TaeHyung era un buen amigo y lo esperaba los
viernes después de los entrenamientos y había asistido a cada partido de él,
aunque odiaba estar rodeado de tantas personas, el cariño por ese Alfa era
mayor,
Entre su mente que recorría en seguir la pelota, recordar que había leído
en esas cuatro páginas de su libro de estadística y que está semana se sentía
convencido de ordenar una pizza con orillas de queso, ni siquiera se percató
de la presencia de alguien cerca.
— Hola, ¿podría sentarme?
El menudo cuerpo de una chica, su cabello rizado cobrizo, ojos como el
mismo olivo y estrellas besadas por el sol en sus regordetas y sonrojadas
mejillas. Una linda sonrisa con sus dos dientes delanteros más visibles y un
suéter que aseguraba ser más de dos tallas que ella. TaeHyung no pudo
evitar no pensar en las lindas calcetas que llevaba puestas con dibujos de
conejos y zanahorias. Casi de inmediato el olor a algodón de azúcar y
cerezas comenzó a intensificarse en la Omega.
TaeHyung la reconocía, claro que lo hacía. Alisa Jones, él se sentaba dos
asientos detrás de ella en Geografía, era completamente nueva en la escuela,
había llegado de intercambio al inicio de su último año escolar, y parecía
ser bastante adorable.
— Claro — Murmuró TaeHyung, guardando el libro en su mochila. Una
ola repentina de nerviosismo, con la mezcla de ligero miedo se sentó en su
pecho, pero casi al mismo tiempo que llegó, se fue. La chica parecía ser
genuina, con una leve sonrisa tierna y un dulzón olor, era Omega, no había
nada que temer.
— TaeHyung, ¿cierto? — Preguntó, tomando asiento con sus piernas en
forma de flor de loto. Las lindas pecas que dibujaban sobre su nariz la
hacían verse tan tierna.
TaeHyung asintió, ofreciendo una media sonrisa.
— Y tu Alisa — Dijo con suavidad, apoyando ambas manos detrás de su
espalda, contra el césped y estirando sus piernas, sus deditos de los pies
moviéndose para estirarse.
— Compartimos algunas clases juntos, ¿no?
— Sí, te he visto antes.
— Me alegró escuchar eso, mucha gente por aquí no me nota, creo que es
por haber llegado en último año — Rio nerviosa, llevándose un mechón
cobrizo detrás de su oreja. Las ondas curveadas de su cabello, desordenadas
pero haciendo verse tan únicas.
TaeHyung sonrió.
— Llevó varios años aquí y soy bastante invisible, aunque realmente no
me importa — Alzó sus hombros — Prefiero pasar desapercibido.
Alisa rio suave.
— No me mal interpretes, creo estar mejor así, no suelen ser
agradables — Murmuró, sus mejillas sonrojadas, con un deleite adorable —
Creo que eres la primera persona que en semanas es amable conmigo.
TaeHyung percibió el olor de la Omega volverse ligeramente amargo,
esas notas de azúcar parecían hacerse bajas por un aroma a tristeza.
— Me gusta tu cabello, es muy rizado y tiene un lindo color — Halagó,
intentando conseguir dejar atrás la capa de pena.
— Oh, quiero decir, el tuyo también es muy lindo, me gusta —
Respondió con una sonrisa.
— ¡TaeHyung! — Llamaron a la lejanía.
Levantó la ceja, a lo lejos Jimin corría a su dirección con la maleta de
entrenamiento cruzando sus torso y su uniforme aún puesto. Entonces, oyó
como un suspiró salió de la Omega, bajando su cabeza para ocultarse, sus
mejillas eran estaban ruborizadas y podía asegurar que el perfume era
intenso, ligeramente embriagador, pero logró dominarlo.
— ¿Listo? — El olor de Jimin se había multiplicado el triple por la
transpiración de su piel. Si él ligeramente base a su instinto quiso levantarse
y olfatearle, estaba casi seguro como se sentiría la chica.
TaeHyung asintió energéticamente, eran muchos olores combinadose y el
maldito de Jimin nunca usaba supresores cuando entrenaban.
Se enderezó de su asiento, tirando las mangas de su camiseta sobre la
palma de su mano. Observó como la chica a su lado lo imitó, tomándose el
tiempo de retirar el césped de sus rodillas.
— Ella es Alisa — Presentó TaeHyung a su mejor amigo, apuntando con
la cabeza a la chica, la pequeña Omega tenía las mejillas sonrojadas y
parecía a punto de soltarse a babear cuando conectó mirada con Jimin.
El Alfa la observó con recelo unos segundos, olfateando discretamente,
TaeHyung le dedicó un gesto disgustado, ahí estaba ese Alfa protector.
Jimin rodó apenas los ojos antes de dedicarle una reconfortante sonrisa a la
chica.
— Creo que compartimos Literatura, soy Jimin — Tendió su mano a la
Omega.
TaeHyung quería reírse ahí, ¿qué clase de pobre formalidad y diplomacia
era esa?
Alisa asintió, moviendo sus espesas pestañas, aceptando el apretón del
Alfa. La dulce fragancia estaba ahí, pero estaba seguro que la Omega usaba
supresores porque era bastante controlada cuando la imagen de ella parecía
flaquear y salivar por su mejor amigo.
— ¿Nos vamos? — Apuró Jimin en su dirección, presionando su hombro
y haciendo que se quejara del dolor en un jadeo lastimoso.
— Quita tus sudorosas manos — Dijo con un gruñido, suave.
El Alfa rió por la reacción.
— Oh, amigo, eres adorable gruñendo como gatito — Frunció sus labios,
burlón.
TaeHyung rodó los ojos, empujando al Alfa que seguía soltando risillas.
— ¿Tienes como irte a casa? — Le preguntó a la Omega.
Alisa parecía aun embobada con el Alfa pero asintió rápidamente,
tragando fuerte.
— Sí, sí, nos veremos luego, TaeHyung — Balbuceó — Hasta luego
Jimin — No pudo contener una linda sonrisa de mejillas sonrojadas, como
una pequeña cereza.
TaeHyung rio suavemente observando a la chica caminar entre el campo,
con pasos rápidos pero torpes. No pudo contener la risa cuando volvió a
dirigirse a Jimin que estaba parado a su lado, sosteniendo su maleta y un
rostro de cansancio absoluto.
— ¿Qué? — Dijo Jimin, frunciendo su entrecejo.
— ¿Qué, de qué? — Se acercó vacilante.
— ¿Por qué me miras así? — Jimin resopló, fastidiado, crujiendo su
espalda por la tensión del entrenamiento.
— Esa chica babeaba por ti, Minnie — Alzó la voz, golpeando el hombro
del Alfa.
Jimin se quejó en voz alta, con un gruñido por la violencia, volcó los ojos
y comenzó a caminar hacía el estacionamiento de la escuela. TaeHyung no
tardó en tomar sus cosas del césped y correr tras de él, aunque Jimin solía
ser más rápido que él por su deporte, parecía estar cansado pues sus pasos
eran perezosos e iba crujiendo sus músculos para encontrar relajación, cosa
que TaeHyung odiaba, el sonido estruendoso de los huesos crujir era
enfermizo.
— ¡Deja de ignorarme, Alfa tonto!
— ¡Tonto Omega, tú! — Bufó Jimin, caminando más rápido, ignorando
los chillidos de su mejor amigo.
El Omega saltó sobre su espalda, haciendo que él perdiera el equilibrio
un momento y cayera al piso, sosteniendo su peso y el del otro chico.
Gruñó, volviéndose rápidamente en una risa escandalosa por los sonidos de
gatito descontento del Omega.
— Lunas, hueles asqueroso — Asqueó TaeHyung, bajándose de la
espalda del chico, presiono su nariz con su pulgar e índice.
La risa de Jimin peculiar sonó como melodía cuando llegaban a la vieja
camioneta del padre del Alfa, tirando en el asiento trasero su maleta de
entrenamiento.
— Probablemente, tendré que ducharme en tu casa — Señaló.
Dentro del auto, Jimin encendió el motor, el sonido sordo indicando que
todo estaba en orden. TaeHyung abrió la ventana, sacando exageradamente
la cabeza para tomar una profunda inhalación, haciendo que el Alfa riera
mostrando sus dientes por la teatralidad.
— Entonces, ¿pizza? — Preguntó Jimin, saliendo del estacionamiento de
la escuela, revisando en los espejos retrovisores.
— ¿Qué te parece pasar por algo dulce antes? — Propuso, mordiendo su
labio inferior, sintiendo las mejillas encenderse y sus manos escondidas en
sus mangas.
El Alfa se giró a su dirección sorprendido, una ceja alzada y la nariz
fruncida.
— ¿Qué propones? — Preguntó, incrédulo.
— ¿Desde cuando te gusta el café a ti? — Interrogó el Alfa, girando la
llave para apagar el motor de la camioneta, después de conseguir un espacio
para estacionarse en aquella calle.
TaeHyung alzó los hombros, intentando darle poca relevancia cuando su
estómago estaba revuelto y su Omega correteando en círculos. Retiro el
cinturón de seguridad, dando un salto fuera del auto. Sus zapatos
impactando contra el concreto, a unos cuantos pasos de esa linda cafetería
rosada.
— ¡Nunca te gusto el café! — Exclamó, llegando al lado del Omega y
revisar que la puerta se hubiese cerrado correctamente.
— Siempre hay una primera vez, ¿no? — TaeHyung dijo en voz baja,
sintiendo un repentino temblor en su mano izquierda.
— Ajá, lo que digas, Tae — Dijo vacilón, caminando al negocio.
La última vez que había visitado la cafetería, esta vez había algunas más
personas sentadas en las lindas y cómodos asientos en las respectivas
mesas. Una pequeña fila de cuatro personas en la barra y el dulce olor de
los granos de café con ese cálido recibimiento.
El Alfa tomó lugar en la fila, detrás de una mujer que parecía ser Beta
pues ningún olor desprendía de ella, golpeteaba la punta de tacón contra el
azulejo blanco, y tecleaba constantemente su celular. TaeHyung se acercó al
Alfa poniéndose de puntas e intentar ver sobre los hombros de las personas
delante suya, pero no lograba identificar quien se encontraba tras la barra.
— ¿TaeHyung?
El tono de Jimin había sido diferente, como si no hubiese sido la primera
vez que había mencionado su nombre. Él estaba tan concentrado en intentar
que divisar al Alfa de ojos mar atendiendo los pedidos que apenas se dió
cuenta de su tambaleó de un lado a otro y el ligero temblor en sus manos.
Un nerviosismo centrándose desde su pecho.
— ¿Qué dijiste? — Preguntó, ocultando sus manos entre la tela de su
camiseta, estirando los hilos de ella.
— Te decía que podíamos probar las tartaletas de coco y compartir,
ChanYeol dijo que eran muy buenas — Frunció en ceño. El Omega
continuaba poniéndose de puntillas o llevar su cuerpo en un baile graciosos
— ¿Qué te pasa?
Tragó saliva, mordiéndose el labio inferior.
— Nada — Tosió débilmente — Me encantaría probar las tartaletas, si tú
quieres.
El Alfa mantenía un ceja alzada, se acercó cautelosamente, olfateado sin
pudor a su mejor amigo, Tengo se sintió expuesto, sus labios formaban una
línea recta e intentaba no observar lo que el Alfa hacía o podía ponerse aún
más ansioso.
— Hueles diferente...
— Nope, he estado tomando supresores, quizás es eso — Rio nervioso,
dando un paso hacia enfrente cuando un lugar adelante en la fila había sido
atendido.
Jimin clavo su mirada unos segundos en el Omega, intentando de alguna
u otra forma leerlo. Su amistad tenía años de por medio, tiempo y ambos
habían aprendido mucho uno del otro, podían entenderse con simples gestos
y ni una sola palabra o reír sin sentido apenas cruzarán miradas, pero está
vez el Alfa se sentía confuso, el olor era tenue, apenas una suave fragancia
de verano, coco fresco y miel más dulzona, pero quizás era el método que
su mejor amigo había declarado.
Le resto importancia, enfocándose en el menú para saber que ordenar.
TaeHyung por su parte no dejaba de sentir el corazón latirle rápido,
esperando ansioso por encontrarse detrás de la barra a un Alfa de ojos
azules y piel besada por el mismo sol. Era un flechazo, sí, eso era,
simplemente era su Omega siendo caprichoso, nada de que preocuparse, se
olvidaría pronto de eso, claro.
La decepción que sintió, eso no había sido un capricho. La mujer delante
a ellos estaba siendo atendida, y la visión de TaeHyung se enfocó. Detrás de
la barra, una pequeña chica de cabello dorado, sujeto en un moño
desordenado, de cuerpo delgado y delicado, con suaves facciones y una
sonrisa genuina tomaba la orden de la mujer.
Quizás el Alfa no trabajaba ese día, quizás era el horario más tarde,
quizás eran muchas cosas que no podía explicarse.
Resopló rendido, metiendo sus manos en los bolsillos del vaquero.
— Buenas tardes, bienvenidos, ¿qué puedo hacer por ustedes? — La voz
de la chica era aguda, había atendido a la mujer anterior, sintiendo con
amabilidad aún cuando aquella Beta parecía descortés. Tenía el mismo
delantal que había visto anteriormente al Alfa, la sonrisa genuina era
brillante y los mismos ojos en color azules, menos eléctricos pero igual de
cautivadores. Era una imagen tan similar al Alfa que había visto días
anteriores.
— Hola, yo beberé un té de frambuesa, suena bien, por favor — Jimin
seguía absorbido por su decisión, su pulgar cepillando el centro de su
barbilla. Dió un codazo al Omega junto a él — ¿Qué beberás tú, TaeHyung?
TaeHyung ni siquiera había tenido el tiempo de tomar una decisión, había
perdido sus minutos en esperanzas por encontrar al Alfa desconocido.
— Un café caramelo frío, por favor — Murmuró, fue el primer sabor que
sus ojos observaron en el menú impreso detrás.
Jimin frunció el entrecejo, TaeHyung no era un consumidor de café de
ninguna manera, le dió poca importancia, quizás si estaba intentando algo
diferente.
— También unas tartaletas de coco, por favor — Agregó el Alfa,
sonriendo a la chica que apuntaban el pedido en un cuaderno.
— Oh, dame un segundo — Alzó el bolígrafo, con una sonrisa nerviosa y
mejillas sonrojadas, su olor era una linda combinación de jazmines y maple
dulce.
La chica desapareció detrás de esas cortinas azules, unos segundos antes
de regresar e indicarle algo al Alfa que TaeHyung ni siquiera presto
atención, era patético, probablemente lo era, pero sentía un ola de
decepción por no haber encontrado al Alfa desconocido en aquella
cafetería, al final era la única razón por la cual arrastró a su mejor amigo
ahí.
La Omega se encargaba de preparar las bebidas que habían ordenado,
detrás de la barra, moviéndose con agilidad. Jimin descanso su brazo sobre
los hombros de TaeHyung, atrayendo su cuerpo al pecho de él, en un abrazo
amistoso.
— ¿Todo en orden? — Le susurró, cauteloso.
TaeHyung sabía que gracias a los supresores que había comenzado a
tomar unos meses atrás, cansado de que su olor fuera intenso, hacía que se
volviera suave, apenas perceptible, pero aún estaba ahí y el Alfa lo conocía
después de años de estar a su lado, era casi imposible que el perfume que
sabía que desprendía por su Omega que estaba lloriqueando, estaba
soltando más feromonas, y la cercanía con el Alfa le era fácil de
encontrarlas.
Él asintió, jalando la manga de la camiseta, observando las líneas
decoraciones de las magdalenas en el mostrador. Eran detalladas, casi
perfectas y el color del betún era apetecible.
— Sus bebidas — Sonrió la Omega, deslizando ambos vasos sobre la
barra — Denme un minuto para entregarles las tartaletas.
Jimin le dedicó un asentimiento y una sonrisa reconfortante a la chica,
antes de volver a desparecer detrás de las cortinas, y TaeHyung atrapó el
vaso de su café, atrapando la pajilla entre sus labios. En otro momento,
probablemente estaría molesto consigo por no haber negado el uso de la
pajilla, pero ni siquiera estaba completamente consciente.
El sabor del caramelo era exquisito, al ser frío tenía un sabor diferente el
café y la crema de batir era simplemente el mejor complemento, quizás
estaba equivocado al haber rechazado al café tantos años de su vida.
— ¿Qué tal? — Una sonrisa en los labios de Jimin, observando como
TaeHyung parecía un niño pequeño bebiendo un batido de su helado
favorito.
— No está tan mal — Está delicioso, pero eso sólo lo pensó, alzó los
hombros, haciendo reír al Alfa en bajas risas y palmenado su hombro.
TaeHyung casi escupe su bebida, cuando la chica de cabellos dorados
salió de entre las cortinas, con un gesto fastidiado y negaciones constante, y
detrás suya, el Alfa, aquel Alfa desconocido que parecía gruñir levemente,
sosteniendo una charola blanca, ordenada, su cabeza estaba cabizbaja,
inspeccionado los postres que llevaba consigo.
Sintió su estómago revolotear, y su corazón brincar.
Se separó de golpe del agarre del Alfa, tosiendo ligeramente por el
repentino mal trago que hizo al ver al Alfa aparecer. Jimin lo miró
confundido por la repentina reacción.
El grupo de ojos azules cayó sobre él, probablemente no habían sido
suaves tosidos, no, había sido monstruosos. Su garganta picaba, ardiendo en
completo molestar, sintió su cuello calentarse casi de inmediato y el temblor
en la mano que había colocado en su pecho.
El bochorno en su máxima expresión.
El Alfa desconocido, lo inspeccionó unos segundos con el entrecejo
fruncido, antes de relajarse como si hubiese encontrado una respuesta, y
sonreírle genuinamente.
TaeHyung podía morir ahí mismo y estaría feliz, ese Alfa había sonreído
para él.
— Lamentó la tardanza, algunas veces en la cocina son algo tarados —
Dijo la Omega, rompiendo la burbuja, una pequeña cajita blanca, tomando
los postres de aquella charola blanca que el Alfa en algún momento dejo
sobre la barra.
El Alfa gruñó, bajando la cabeza y acomodando los postres restantes en
las vitrinas del mostrador.
— ¿Podrías dejar de ser grosera? — Susurró el Alfa, en un tono molesto,
pero TaeHyung estaba absorbido en él, que su oído curioso había
escuchado.
— ¿Podrías dejar de perder el tiempo, JungKook? — Respondió con el
mismo tono la Omega, haciendo que el Alfa soltará un par de bufidos
bajito.
JungKook.
¿Ese era su nombre?
Quizás no había sido el único en oír la ligera discordia de ambos chicos.
Cuando conecto mirada con Jimin unos segundos, bebía su té, con un gesto
incómodo por la situación.
Cuando volvió su mirada al escena, el Alfa estaba descansando su cuerpo
con los codos sobre la barra, inclinado ligeramente hacía adelanta,
TaeHyung casi siente sus piernas flaquear cuando conecto directamente con
el Alfa, que lo observaba a él.
— Habías venido antes, ¿no? — Le preguntó, su aterciopelada voz, como
un cóctel para sus oídos, su nariz ligeramente fruncida, en un gesto de
concentración, y ese perfume, que estaba ahí, apenas ligero.
— Ehm, quiero decir, sí, sí, hace unos días, sí — Balbuceó, sus dedos
enroscados sobre la circunferencia del vaso, en un temblor deprimente, sí el
Alfa se había dado cuenta, lo había ignorado por completo.
Oía las voces de su mejor amigo y aquella Omega, aunque sentía la
mirada constante de Jimin sobre suya, pues estaba intercambiando palabras
con un completo desconocido, prefiero no concentrarse en eso teniendo al
Alfa de preciosos pómulos frente suya.
— Sí, lo recuerdo, TaeHyung, ¿cierto? — Sonrió, una sonrisa amigable.
TaeHyung no podía decir más, estaba completamente seguro que su
rostro era un caos de colores ahora mismo.
El Omega asintió, bajando ligeramente la cabeza, no podía mantener
tanto tiempo la conexión o podía comenzar a salivar, contenía a su Omega
que quería saltar esa barra y llenarse del delicioso olor del Alfa.
— Soy JungKook, por cierto — Continuó, su sonrisa se había
ensanchado un poco más, con ligera formación de arrugas bajo sus ojos.
Tenía un semblante relajado y agradable.
JungKook.
Sí, era su nombre.
El Alfa de ojos como el mar se llamaba JungKook.
— ¿Nos vamos, TaeHyung? — Dijo Jimin, impaciente, se había
sumergido en todos su pensamientos que había olvidado todo a su
alrededor.
TaeHyung asintió, esbozando una sonrisa nerviosa al Alfa.
Antes de salir del negocio, aquel Alfa le dedicó una sonrisa suficiente,
antes de darse la vuelta y volver al lugar que llevase detrás de las cortinas, y
todo se sintió diferente.
Después de todo conocía el nombre de aquel Alfa, JungKook.
Jimin se aclaró la garganta, su vaso sostenido entre sus piernas, y sus
manos sobre el volante y palanca, mientras el motor entraba en calor.
— Así qué... — Susurró, con una sonrisa lobuna en sus labios, su cabello
era un desastre y su jersey blanco de entrenamiento tenía algunas manchas
del césped.
— ¿Qué? — Dijo casual TaeHyung, encendiendo la radio, creando un
poco de sonido dentro.
— Linda cafetería, ¿no? — Preguntó, aligerando el ambiente, había
comenzado a moverse por las calles pero la sonrisa divertida estaba ahí, y
los nervios de punta de TaeHyung.
— Ajá — TaeHyung se encogió de hombros, en señal de poca
importancia.
Cuando se detuvieron en un semáforo en rojo, los ojos de Jimin cayeron
sobre él, su ceja alzada y esa sonrisa burlona más ensanchada.
— ¿Qué? — Preguntó, despreocupado, mordiendo la pajilla de su
bebida.
— ¡Te gusta ese Alfa! — Exclamó, alzando la voz en un tono más agudo.
— ¡Claro que no! — Se quejó sin levantar la voz.
Jimin rodó los ojos, dejándose caer contra el asiento de piloto, riendo
bajo.
— Estabas a punto de babear ahí cada que te sonreía — Se carcajeó —
Lunas, ¿viste tus manos, TaeHyung? Eras un cachorro tembloroso.
— ¡No soy un cachorro! — Tensó su mandíbula.
Oía la risa ronca de Jimin, mientras simplemente quería golpearlo en el
rostro por haber encontrado la situación divertida, apenas Jimin giraba un
poco a ver a TaeHyung antes de volver su vista al frente y carcajearse como
loro.
— Cierra la boca — Dijo suave, pero serio TaeHyung.
Sentía el rostro caliente, y por alguna razón un nudo en su garganta.
¿El Alfa habrá visto sus manos temblar como Jimin?
Quizás, y eso le avergonzaba demasiado. Había creado una patética
impresión en aquel chico de cabello azabache, ¡qué patético Omega era!
— Creerá que soy un idiota — Suspiró cansado cuando Jimin detuvo la
camioneta en la acera de su casa.
— ¡Hey! No digas eso — Contraatacó serio, aunque sus ojos tenía aquel
brillo burlón, sus demás fracciones estaban serías — Y si lo cree, ¿qué más
da? Eres un gran chico, TaeHyung.
— Lo que digas — Rodó los ojos, bajando del asiento de copiloto.
Que ingenuo podía ser TaeHyung algunas veces. Jimin tenía razón para
reírse de él. Ni siquiera podía decir una frase completa sin sentir las
palabras tropezar en su propia lengua, o el nerviosismo que se sentaba en su
estómago haciendo que su cuerpo no estuviera seguro, la gran ansiedad que
tenía era mayor, y la inseguridad se hacía notable con el estúpido temblor
de sus manos.
Si, era su maldito omega, estúpido.
— Hey, espera, TaeHyung — Jimin atrapó el brazo de él, haciéndolo
detenerse en seco — No me mal entiendas, amigo. Nunca había visto que
nadie te atrajera, sólo me tomo desprevenido. Tampoco creó que sea tonto,
créeme.
— Está bien, Jimin — Su semblante estaba vació, así como su voz.
— Amigo, perdóname — Resopló — Puedo hasta creer que le interesas a
ese Alfa, te lo digo en serio — Dijo burlón, con una sonrisa divertida.
— ¿Qué? — Logró articular.
Jimin tarareó una risa, atrayendo a TaeHyung desde sus hombros a él,
caminando hacía el interior de la casa del Omega.
— Parecía devorarte tan solo al verte — Habló obvio.
TaeHyung lo observaba con los ojos entrecerrados y el entrecejo
fruncido.
— ¡Tienes tanto que aprender de los Alfas, TaeHyungie! — Apoyó mejor
su agarré, riendo.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo O4
❝mocca❞
Era una locura, sí, era una completa locura.
Caminaba a pasos lentos, suspirando cada escasos segundos, presionando
su par de libros contra su pecho, casi lastimando su torso por la fuerza que
implementaba, pero estaba más concentrado en lo que su mente hacía con
él.
Estaba a menos de dos cuadras de esa cafetería, solo, un miércoles
después de las cinco de la tarde, con el par de libros que necesitaba para la
actividad que pensaba realizar.
Y es que todo comenzó dos horas atrás.
Tenía que presentar un examen de Historia con la señorita Ahn el día de
mañana. Desde que volvió de la escuela había estado sentado en el
escritorio de su habitación repasando el cuestionario que les había
entregado como método de estudio. Había acordado pasar la tarde
estudiando con Jimin, pues él tendría su examen el viernes, pero un
pequeño asunto le surgió al Alfa con su padre que tendría que posponer su
círculo de estudio, así que TaeHyung tendría que estudiar solo.
Su madre había pasado por él al concluir clases, había tenido la
oportunidad de tener una comida juntos antes de que tuviera que volver a su
consultorio. Era obstetra de Omegas mujeres, y una de sus pacientes había
tenido un consulta de urgencia. Así que la Omega tuvo que salir corriendo
de casa, dejando un beso en la sien de su cachorro, y avisar que quizás
volvería un poco más tarde.
Entonces, sí, TaeHyung estaba completamente solo en casa, estudiando
para un examen del cual no entendía ni el 60% de lo que leía, pero
entonces, llegó la idea.
Había visto las lindas mesas de la cafetería bastante cómodas y creyó que
estar en casa encerrado era lo que no lo motivaba para estudiar, quizás un
lugar cómodo y diferente podía ser la solución.
Todo eso tenía fines solamente para lograr prepararse para su examen.
Sí, solo eso.
Y ahora, estaba ahí, frente a la cafetería, con el corazón latirle en la
garganta, su Omega retorciendo de felicidad y unas intensas ganas de
girarse y volver a casa, eso había sido una mala opción, pero ya estaba ahí,
había caminado más de seis cuadras para rendirse tan fácil.
Respiró hondo, llenándose de valor. Sacó el celular de su bolsillo,
leyendo el mensaje de su bandeja de Jimin con los emoticones de dos
pulgares arriba.
Sí, le había contado su loca idea a su mejor amigo, y es que sí, después
de la visita del viernes pasado a la cafetería, Jimin parecía no dejarle en paz
con el tema, haciendo que TaeHyung encontrara el valor de acercarse de
nuevo a la cafetería e intentar interactuar con ese Alfa, pero el Omega
parecía inconforme a volver y avergonzarse frente al Alfa, JungKook.
Ahora tenía que morderse la lengua, estaba parado frente a ese negocio.
Dentro, el negocio estaba vació, para su buena o mala suerte. El coctel de
olores dulces y apetitosos inundó su nariz. El Alfa, JungKook, estaba
recargando su peso contra la barra, relajado, con su celular entre las manos,
bastante concentrado.
Cuando el sonido de la puerta al abrirse apareció con la entrada de
TaeHyung, el Alfa alzó la mirada, enderezandose. Kim sintió las piernas
flaquear en ese momento, y el corazón brincar. JungKook le sonreía, y el
aleteó en su estómago estaba presente.
Suspiró, caminando hasta la barra, arrastrando sus pies e intentando
hablar consigo mismo para no hacer algo que lo hiciera entrar en bochorno.
— ¡Hey! ¡Tú de nuevo! — Saludó con una sonrisa, guardando el celular
en su bolsillo y cruzando sus brazos frente a su pecho.
— Sí — Respondió soltando una risilla, su rostro se volvía un caos de
colores.
El aroma del Alfa se extendió por todo el lugar, embriagando los sentidos
del Omega, quien se sentía mareado, y la saliva comenzaba a acumularse en
su boca.
— ¿Qué te trae por aquí, TaeHyung?
— N-necesitaba un poco de distracción — Respondió, abrazando los
libros con más fuerza. El temblor de sus manos estaba ahí, creía que si
hacía presión contra la tapa de los libros podía pasar deparecibido.
— Perfecto — Sonrió — ¿Te ofrezco algo?
— Sí... ehm — TaeHyung comenzó a balbucear — ¿Alguna
recomendación?
JungKook sonrió, frunciendo la nariz, en un gesto de concentración y
TaeHyung sintió su pecho hincharse.
— ¿Qué te parece un Mocca frió? Es mi favorito, tiene chocolate, ¿te
gusta el chocolate, TaeHyung? — Dijo, dejando caer sus manos sobre la
barra,
Esas habían sido muchas palabras en poco tiempo. El Alfa parecía ser
alguien bastante seguro y cómodo, hacía por alguna razón él se sintiera
bien, tenía un amabilidad tan natural.
— Me encantaría — Mordió su labio inferior, con una diminuta sonrisa.
— Bien, si quieres puedes tomar asiento, te lo llevaré en unos minutos —
JungKook levantó las manos con una sonrisa, y TaeHyung no pudo evitar
sentir las mejillas calentarse, asintiendo.
JungKook se giró, comenzando a concentrarse en las máquinas de café
detrás de la barra. TaeHyung suspiró y camino hacía una de las mesas. Dejó
sus libros sobre la mesa de madera en color blanca, tomando asiento,
mientras controlaba sus rápidos latidos. Agradecía completamente la
existencia de los supresores y como su olor era apenas nada.
Se intentó concentrar unos minutos, abriendo su libro con el par de hojas
sueltas del cuestionario y su bolígrafo negro entre sus dedos, pero parecía
casi imposible. Quizás estar ahí no había ayudado en nada.
— He aquí tu pedido — JungKook apareció minutos después, deslizando
el vaso hacía él. Tenía una amigable sonrisa, y no llevaba el delantal azul.
Llevaba una camisa negra, subiendo las mangas hasta sus codos y un par de
vaqueros rotos en un azul oscuro ajustados en sus muslos.
TaeHyung sintió sus labios separarse con una mirada incrédula cuando el
Alfa se sentó en la silla junto a él. El local estaba vació, y una canción de
fondo que ligeramente TaeHyung reconocía era acompañante junto el
constante sonido de las máquinas de café.
— Gracias — Musitó, clavando la vista en su libro con el vaso entre sus
manos. Bebió un sorbo del café, simplemente delicioso, tenía sentido
porque era el favorito de JungKook. La combinación quedando perfecta
entre el chocolate y el café, la textura del hielo provocando que sea
refrescante. Quizás si le daría una segunda oportunidad al mundo de la
cafeína.
— ¿Qué es eso? — Apuntó las hojas sueltas, intentando ver por encima.
— Ehm, tarea — Rio nervioso, dejando el vaso a un lado. Tienes que
relajarte TaeHyung, pensó para sí mismo — Realmente es para estudiar un
poco, tengo un examen mañana.
— ¿Y qué tal vas? — Dijo JungKook, cruzando sus brazos sobre la mesa
e inclinándose ligeramente a un lado.
— Bien, creo — Alzó sus hombros, realmente iba terrible, pero tenía que
mentir — Es un poco difícil, la historia no es lo mío.
— ¿Historia? Yo era bastante bueno en la escuela, ¿puedo ver? —
Preguntó sonriendo, y en verdad que TaeHyung podría quedarse toda la
vida para ver esa sonrisa, siempre.
Él asintió, torpemente ofreciéndole las hojas que JungKook tomó y
comenzó a leer mentalmente, fruncía la nariz, concentrado y sus ojos
viajaban entre las preguntas. TaeHyung en su contrario, solo mordisqueaba
ansioso la pajilla rosa de la bebida, ordenado discretamente de vez en
cuando para sentir a su Omega complacido con esas notas de madera y
lluvia, estaba casi seguro que el Alfa no usaba ningún tipo de supresor de
olor, ya que era muy fácil de sentirlo.
Luego algo dicho por el Alfa se encendió en su cerebro.
— ¿Has terminado... — Tosió ligeramente, sentía la garganta cosquillear,
no quería que creyera que era un entrometido — ¿Has terminado la
escuela?
— Sí, hace poco realmente — Respondió JungKook, aún leyendo las
preguntas — Debería estar en la universidad pero tome un descanso, ya
sabes, aparte ordenó un poco mi vida — Rio.
JungKook soltó una risa baja, lo entendía. Estaba en último año, debería
de haber comenzado hace dos meses su ensayo para la universidad, solo
llevaba su nombre, no más. Realmente ni siquiera sabía con exactitud que
deseaba hacer con él mismo en el futuro, era inteligente o bueno, era
aplicado en sus clases, intentaba no meterse en problemas, asistir a todas y
cumplir sus deberes, pero tampoco podía ser considerado del cuadro de
honor.
Era un estudiante convencional.
— Podría ayudarte, respecto a la Guerra Fría mi cerebro tiene
almacenada la información, ¿qué te parece? — Dejó las hojas de nuevo,
mirando a TaeHyung con una sonrisa ladeada.
TaeHyung sintió que estaba a punto de atragantarse con su bebida, pero
logró ser discreto.
— ¿N-no te interrumpó? — Balbuceó. Estaba en el horario de trabajo del
Alfa, no quería meterlo en problemas.
JungKook rio, haciendo un gesto de desinterés con la mano.
— No hay nadie, siempre estos días y horas está muerto el trabajo, podría
ayudarte hasta que deba ocuparme, ¿qué dices? — Lamió sus labios,
recargado su peso de nuevo sobre la mesa y atrapando el bolígrafo de él.
TaeHyung asintió, sonriendo, sintiendo sus mejillas calentarse y su
Omega danzar de felicidad.
— ¡Hey, tienes linda sonrisa! — Expresó suavemente, abriendo
ligeramente sus ojos. TaeHyung sintió un revoloteo y bajo la cabeza un
poco.
JungKook arrastró su silla, acercándose más a él.
— Bien, empecemos — Dijo con un tono suave, como melodía para los
oídos de TaeHyung.
Era inexplicable lo que sentía, nunca lo había sentido antes. El corazón le
latía tan rápido que sentía que podría escaparse de su caja torácica y salir
corriendo por las calles, y ese olor. Un café en una tormenta. Las deliciosas
notas del grano de café con el intenso aroma a madera y húmedas, eran una
exquisita combinación, solo quería hundir su nariz en la fuente de mayor
intensidad del olor.
Todo se sentía distinto, quizás era absurdo. Era un adolescente,
probablemente era eso, sí, las hormonas, no era más. Un tonto flechazo, se
olvidaría de él, claro que sí.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo O5
❝galletas de mantequilla❞
Quizás era un error, sí, quizás lo era.
TaeHyung caminaba por las calles, sosteniendo un recipiente con galletas
de mantequilla, la historia detrás de todo era simplemente divertida.
El miércoles pasado, JungKook había estado ayudándolo durante una
hora o un poco más, siendo un gran maestro. Dándole algunos tips y
herramientas que él había utilizado cuando estaba en la preparatoria para
aprender mejor los temas, como era de esperarse, las personas comenzaron
a llenar el negocio y el Alfa tenía responsabilidades que atender.
Aprendió algunas cosas del Alfa al conocerse, datos que surgían entre sus
lecciones y preguntas de historia. JungKook era el hermano mayor y único
varón de su familia. El negocio era familiar, su madre era una gran
repostera desde que era jóven, después de terminar su primer matrimonio,
consiguió un excelente préstamo para abrir una sucursal de repostería y
cafetería, estaba en la punta contraría de la ciudad por eso mismo TaeHyung
nunca había oído de ella, no fue hasta hace pocos meses la nueva sucursal
abrió, JungKook había decidido tomarse un año de la universidad, organizar
sus idea y encontrarse así mismo, así que su madre le ofreció llevar el cargo
en la cafetería, así conseguía un poco de dinero. También seguía
practicando un poco de música para tener algo de experiencia en la Facultad
de Música, la cual quería presentar el próximo periodo.
JungKook parecía no tener una palanca de silencio, sus temas de
conversación eran fluidos y siempre tenía algo que encontrar para contar y
TaeHyung era excelente oyente, así que no fue difícil pasar el tiempo.
Al concluir, TaeHyung decidió que era lo mejor volver a casa, dejar
trabajar a JungKook y quizás volver para tomar una ducha y descansar un
poco su cerebro de tanta información. Cuando quería pagar el Alfa insistió
que era cortesía de la casa y aunque él se negará, no recibiría una respuesta
contraria del Alfa a su primera premisa, así que tenía que aceptar.
Su exámen había ido increíble, quizás no había obtenido la nota más alta
de la clase pero si había aprobado y más, para él era suficiente cuando
realmente historia era un calvario, así que deseaba agradecerle al Alfa de
alguna manera y todo había tomado un camino favorable.
Ese sábado por la mañana había despertado con un delicioso olor
colándose hasta su habitación. Cuando bajó a la cocina su madre había
preparado sus famosas galletas de mantequilla, y después de la quinta o
cuarta galleta; la idea se encendió como bombilla sobre su cabeza.
Había recordado que como uno de los tantos datos que JungKook
soltaba, había relatado que cuando era niño visitaba a su abuela cada dos
semanas y ella siempre los recibía con galletas de mantequilla y leche con
chocolate. Así que ahí estaba su respuesta para idea de agradecimiento,
espero hasta pasado de las cuatro de la tarde, cuando creyó que fuera
prudente un horario tranquilo el fin de semana y empacó un par de galletas
en el recipiente rosado de su madre, y había establecido camino hasta la
cafetería.
Y allí estaba, a unas cuadras de la cafetería.
Esta vez a la contraria, solo había una mesa ocupada con una linda pareja
que parecía complacida bebiendo de sus bebidas y compartiendo un pedazo
de torta. Su aura era una completame amorosa.
Detrás de la barra estaba vacío, así que camino hasta ahí, poniéndose de
frente, jugueteaban con la punta de sus zapatos contra el azulejo e intentaba
formular un gran discurso para cuando apareciera el Alfa.
El estómago lo tenía revuelto, en un cómodo aleteo que lo hacía sentir
bien. La ligera música ambientando el espacio y las lindas magdalenas
decoradas en la vitrina, algunas tartaletas de diversos sabores y un par de
panecillos espolvoreados con azúcar.
JungKook salió segundo después de las cortinas azules, silbando una
tonada y sosteniendo una charola con algún tipo de postre nuevo. TaeHyung
sintió el pecho hincharse y la saliva acumularse en su boca. El Alfa parecía
verse tan casual con su par de vaqueros deslavados y una camiseta con un
estampado de una palabra que que no reconocía, su cabello azabache
ordenado de lado y su piel besada por el sol que hacía cosquillear la yema
de sus dedos por tocar.
— ¡Oí! ¡TaeHyung!, ¿qué tal? — Sonrió JungKook, acercándose a la
barra. Su voz era melodía de la más fina seda para los oídos del Omega.
— H-hola — Saludó, agachando la cabeza en dirección al recipiente
entre sus manos. Una punzada se centro en su garganta al verlas temblar
ligeramente, y el malestar como tornillos clavándose en su espina dorsal.
— ¿Qué tienes ahí? — Preguntó curioso, ladeando su cabeza. Aparto la
charola a un lado, descansando sus palmas contra la barra.
— Ehm, sí, son... — Tragó saliva, su pecho dolía — Galletas, sí, galletas
de mantequilla. Son para ti — Alargó sus manos, ofreciendo el recipiente.
JungKook abrió los labios, arqueando una ceja confundido.
— Wow, no es necesario, TaeHyung — Sonrió, genuinamente. Una
simple sonrisa había sido suficiente. Pequeñas arruguitas se formaban bajos
sus ojos, creando una imagen que si fuera por TaeHyung fotografía para
quedarse con ella toda la vida.
Fue un ligero roce de JungKook al tomar el recipiente entre las manos de
TaeHyung, un roce que duro apenas segundos, donde apenas hubo tacto
pero él sintió una corriente eléctrica recorrer cada extremidad de su cuerpo
y su Omega saltará de felicidad en su espacio, una y otra vez. Hasta podía
asegurar que ese Omega pequeño de su interior saco un par de pompones y
comenzó agitarlos con entusiasmo en el aire.
— Esto es increíble, pero no era necesario, en verdad — Insistió, sacando
la tapa dudoso y observado las pequeñas galletas colocadas ordenadamente
en el interior.
El brillo en su ojos era tan único, un mar completo solo frente a él. Sus
mejillas estaban tan calientes que sentía que hervían.
— E-es por lo de la vez pasada, sí — Murmuró TaeHyung, mordiendo su
labio inferior y llevando ambas manos tras de su espalda, entrelazándolas
en un intento de calmar el intenso temblor.
— Lunas, son deliciosas — Gimió al morder una de las galletas.
TaeHyung sintió la sangre subir a todo su rostro y un diferente revoloteo en
su abdomen bajo se centro detrás del sonido.
Tragó duro, un escalofrío se reproducía.
— ¿O-oasis? ¿Qué es? — TaeHyung preguntó, desviando el tema al
estampado de la camiseta del Alfa y evitar concentrarse en los sonidos que
él emitía por satisfacción.
El Alfa abrió los ojos, tragando el pedazo de galleta y frotando sus manos
entre sí para limpiar las migajas.
— ¿No conoces Oasis? Lunas, TaeHyung, ¿acaso vives bajo de una roca?
— Rio, su tono era sorpresivo y verdaderamente impresionado. Una sonrisa
vacilona estaba en sus labios.
TaeHyung negó con una diminuta sonrisa y las mejillas más sonrojada -
sí, era posible -
— ¡Es la mejor banda del maldito mundo! — Alzó la voz, juntando sus
manos en el pecho — Traeré un disco de ellos la próxima vez que vengas,
¿qué opinas? — Mantenía un encantador brillo en sus fanales azules que
TaeHyung pudo identificar que hablaba en serio y eso era muy importante.
Kim abrió la boca para responder cuando fue completamente
interrumpido por el sonido de la puerta del negocio abrirse y la melodiosa
voz de una persona decir:
— ¡JungKook!
Un chico, quizás apenas uno o dos centímetros más alto que él. Un
intenso olor a manzana con caramelo y un poco de sal. Corrió en dirección
a la barra, pasando de ella por la puerta que estaba a un lado, entre torpes
pasos pero decididos. Se abalanzó sobre el Alfa, haciéndolo tambalearse.
El chico desconocido hundió su cabeza en el cuello del Alfa, rodeando
con los brazos y emitiendo sollozos silenciosos.
— Oh, ¿estás bien? — Le preguntó el Alfa, rodeándolo con los brazos de
regreso, pasando sus palmas por la espalda del chico.
Un hueco en el estómago de TaeHyung se formó, apagando en un
chasquido todas las mariposas que había estado volando. El nido en su
garganta y el repentino escalofrío incómodo en sus dedos.
¿Celos?
Claro que no, era patético.
— Hey, necesitas hablarme — Siseo JungKook, después de darle una
pequeña sonrisa algo incómoda a TaeHyung para volver con el chico entre
sus brazos.
El chico se separó, soltando hipido suaves. Aún estaba de espaldas a
TaeHyung, así que no podía detallarlo.
— Es que él me dijo eso y tomo eso y lo dejo ahí y — Hipó — Luego le
dije que no pero él no me escuchó y dijo eso para luego hacer eso y, ¡es un
monstruo, JungKook! — Chilló con dramatismo, hundiendo su cabeza en la
fuente de olor del Alfa.
JungKook suspiró, palmenado la espalda del chico. El intenso olor
dulzón invadiendo todo a su paso, TaeHyung se sintió ligeramente mareado
por el fuerte olor que cosquilleaba su nariz.
¿Era su Omega?
Quizás lo era, JungKook lo consolaba con demasiado cariño, sus roces
eran amorosas y sus palabras eran en un tono suave, sin asustar al Omega.
Era tan cuidadoso con él.
TaeHyung sintió su estómago revolverse.
— Necesito que te tranquilícese — Murmuró el Alfa al Omega —
Mírame, tienes que mirarme — Pidió él, acariciando el cabello del chico. El
Omega alzó su cabeza, conectando con el Alfa, aún sollozando suave —
Tienes que tranquilizarse para poder hablar — Instó, pero está vez había
sido diferente. Los ojos azules como el mar de JungKook había
desaparecido momentáneamente, volviéndose en un tono rojo brillante, y su
tono se había vuelto más profundo sin ser hiriente para los oídos del
Omega.
El chico asintió, casi en automático, tomando aire y encontrando paz.
Hasta TaeHyung había imitado al Omega, recuperando todo el aire que
había parecido extinguirse hasta sentir sus pulmones llenos.
JungKook había usado su voz, con tanta gentileza y paciencia.
— Bien, te presentaré a alguien para que te sientas mejor — Dijo
JungKook cauteloso, girando con delicadeza el cuerpo del Omega a
dirección de TaeHyung.
TaeHyung sintió la saliva atoradas en su garganta.
Era hermoso, simplemente era precioso. Sus facciones eran delicada y
bien pinceladas, tenía unas frondosas pestañas, negras como su cabello, que
se batían besando sus pómulos y ahuyentando las ligeras lágrimas que
querían salir. Sus ojos eran como el mismo whisky, ligeramente cristalinos.
Él se sintió mareado y no sabía si por la belleza del Omega o el olor tan
dulzón y delicioso.
Una sonrisa pequeña se curveaba en los labios del Omega de cabellos
negros, y TaeHyung sintió el corazón presionarse en su pecho.
— Él es TaeHyung — Presentó JungKook, sonriendo — TaeHyung él es
HongJoong, mi mejor y sensible amigo — Rio suavemente, recibiendo un
codazo del Omega.
— ¡Un gusto! Me disculpo por mi entrada teatral — Sorbia su nariz,
sonriendo más amplio.
TaeHyung le devolvió la sonrisa, balanceando su cuerpo de adelanta a
atrás.
— El gusto es mío — Mordió su labio inferior. Sus mejillas se sentían
caliente, estaba interactuando con tantas personas en tan poco tiempo, su
terapeuta estaría orgullosa.
HongJoong lo detallo unos segundos, ladeando la cabeza antes de
dirigirse al Alfa, con ojos expectantes.
— Es el Omega que me contast-...
JungKook abrió los ojos, poniendo una mano sobre la boca del Omega,
quien frunció el ceño.
— Sí, ahm, todo en orden — Tosió — ¿Galletas de mantequilla?
HongJoong asintió, aún con la mano de JungKook sobre su boca.
TaeHyung en cambio observó el repentino cambio, las mejillas le ardían,
hasta el cuello. El revoloteó en su estómago se encendió y está vez no tenía
piedad. Su pecho se infló y de no ser por sus supresores estaría volando en
el aire un festín de cócteles dulzones.
JungKook había hablado de él con su mejor amigo
JungKook
Su JungKook.
— Perfecto, toma y come en silencio — JungKook le dijo, soltando y
ofreciéndole el recipiente de galletas.
El Omega lo tomo feliz, llevándose una de las galletas a la boca,
tarareando de felicidad al primer mordisco. TaeHyung se sintió cautivado,
de alguna manera las galletas de su madre habían ayudado a que a ese lindo
Omega le saliera una verdadera sonrisa.
— ¿HongJoong? — Murmuró JungKook, rascando su nuca.
— ¿Hmm? — Sus mejillas estaban infladas y migajas en la comisura de
sus labios. Se veía tan tierno.
JungKook se aclaró la garganta.
— ¿Podrías... — Aclaró su garganta de nuevo — Esperarme dentro? —
Formó una sonrisa nerviosa.
Las mejillas del Alfa se tiñeron ligeramente y TaeHyung había visto eso.
Su Omega había alzado los pompones más alto y quizás hasta había dado
una pirueta.
El Omega de cabellos negros frunció el entrecejo, desviando su mirada
entre el TaeHyung nervioso y más rojo que un tomate y JungKook que
mordía su labio inferior con una mirada que le decía más que mil palabras.
Una bombilla se encendió, él asintió efusivamente, formando una sonrisa
lobuna.
— Sí, sí, claro, yo espero dentro — Dijo en un tono burlón, guiñándole
un ojo a JungKook quien solo gruñó suave — ¡Adiós TaeHyung, espero
verte pronto! — Se despidió, sonriendo aún más.
Negando con la cabeza y soltando ligeras risas HongJoong desapareció
detrás de las cortinas.
— Bien — Suspiró JungKook, quedando con toda la atención sobre el
Omega.
— Bien — Repitió TaeHyung, sonriendo apenas.
Antes de que JungKook dijera algo más, la puerta del negocio se abrió,
entrando una familia completa de siete integrantes al local para tomar
asiento en una de las mesas del interior.
Él cerró los ojos, gruñendo suavemente.
TaeHyung infló sus mejillas, evitando reír por la reacción del Alfa.
— ¿Podríamos dejar está conversación para otro día? — Preguntó con
recelo, regalándole una sonrisa de arrepentimiento.
El Omega musitó una risa, asintiendo.
— Sí, no hay problema — Sonrió TaeHyung.
— Gracias — Juntó sus manos — Prometo traer la próxima vez un par de
discos para que puedas oírlos.
— Me encantaría — Dijo TaeHyung, balanceándose de atrás a adelante.
Kim salió del local tras despedirse del Alfa, que apenas lo vio salir corrió
al interior a lo que creía él era la cocina y sacar entre jalones divertidos a
HongJoong que continuaba con las mejillas hinchadas en comida.
TaeHyung no pudo evitar no reír por eso antes de marcharse.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo O6
❝jugo de manzana❞
Todos solemos tener días buenos y días malo. Es tan cotidiano y normal,
no es de sorprendernos si un día simplemente nuestros ánimos no son los
mejores o nuestro interés por interactuar con los demás sea bajo.
Y simplemente estar mal de vez en cuando, está bien.
Ese era un día. Un día que simplemente TaeHyung había gruñido apenas
el despertador sonó, que las sábanas de su cama se pegaban a su cuerpo y
las penumbras de la habitación eran lo más cómodo para sus ojos, pero
aunque sea en nosotros no tener un buen día; todo a nuestro alrededor sigue
corriendo. Así que él tenía que continuar su patética y aburrida vida.
Había llegado tarde a su primera clase de la mañana, pues había tenido
que ir hasta la escuela caminando, después de que su madre hubiera tenido
una consulta muy temprano y apenas pudiera darle un mordisco a su
tostada. Él había llegado apenas diez minutos después de la hora, pero aún
así, el señor Kang le había cerrado la puerta en la nariz.
Eso, había empeorado el día. Estaba gruñón, cansado y deseaba regresar
a casa para hundirse en el pequeño nido en un rincón de su habitación. Y es
que sí, TaeHyung tenía días malos muy seguidos y el haber armado su
propio nido, era una forma de salir de todo y sumergirse en su burbuja.
Acostumbraba en aquellos días entrar en los pares de sábanas y cojines,
comer un poco de sopa y ver algún capítulo de su serie animada favorita en
el computador.
Había tenido Geografía al medio día, Alisa se había acercado a él
después de la clase con la excusa de un punto que no comprendió para la
tarea, así que TaeHyung intento explicarle lo poco que él había prestado su
atención. Alisa era amble, bastante adorable para su propio gusto pero una
excelente compañía. No era tan parlanchina como Jimin y esos momentos
de silencio no eran incómodo, así que bueno, Alisa le gustaba.
Compartió con ella y Jimin el almuerzo, pero su día no era el mejor que
estaba teniendo, así que no tuvo mucho por lo cual charlar, prefirió oír a
Jimin hablar sobre el partido de la próxima semana mientras Alisa le
prestaba toda su atención, pestañeando morosamente.
Al final del día estaba tan agotado y no, no físicamente, pues apenas
había hecho un poco de esfuerzo. Estaba agotado emocional y mentalmente,
así que tomó un par de wones del fondo de sus vaqueros y se dirigió a la
máquina expendedora, quizás un jugo de manzana le alegraría el día.
Pasaba entre los pasillos, esquivando a los cuerpo de las personas que
estaban ansiosas de salir de ahí y continuar sus actividades. Jimin tenía que
quedarse a un entrenamiento importante y aunque le hubiese ofrecido
quedarse y él al concluir lo llevaba a casa, TaeHyung no estaba de ánimos,
pensó que buscar a Alisa y quizás irse juntos, quizás sus caminos estarían
juntos y podrían hacerse compañía.
Sus ojitos estaban cansados, divisaba la vitrina de vidrio con los
productos. Cuando encontró el delicioso jugo de manzana, metió la moneda
en la herradura y pulsó los botones B9.
Oía los pasos de las personas caminar de un lado a otro, los murmullos de
todos hablando al mismo tiempo pero de diferentes temas y los cócteles de
olores que hacían sentir su cabeza ligeramente mareada.
El delicioso dulce del jugo, fue un ligero pinchazo de felicidad. Tarareos
contento salieron de sus labios, el jugo de manzana probablemente era su
favorito. Era el mejor jugo que había, mejor que el de naranja, sí, eso era.
Cuando se encontró listo para continuar, buscar a Alisa o dirigirse
camino a casa, fue derrumbado a un lado por un golpe justo en el pecho.
A pasos de él, de pie con las manos en los bolsillos y un semblante
relajado pero intimidante. Yi-Jeong, aquel Alfa que pensó que no volvería a
ver en su vida.
Fue un golpe en la realidad. Había perdido noción de él, los rumores eran
muchos, lo habían expulsado, suspendido, etcétera, pero nada era verídico y
a TaeHyung le importaba menos, su único deseo era no volver a verlo más.
¡Qué iluso!
Una sociedad donde las castas de poder y un poco de dinero limpiaba de
todo pecado. Yi-Jeong provenía de una buena familia, todos dentro de la
escuela lo sabían. Las grandes fiestas que organizaba cada fin de semana,
las marcas lujosas en las etiquetas de su ropa. Era un estereotipo de Alfa de
familia acomodada, arrogante, patético, superficial y mucho más.
¿Qué hacía en una escuela pública como esa?
Respuesta sencilla
Básquetbol
No había duda que el Alfa era un gran jugador, tenía un gran potencial
pero como todo lado bueno, existe el malo. El padre del Alfa estaba en
contra de eso, así que Yi-Jeong había convencido a sus padres de ingresar a
esa preparatoria como una acción de responsabilidad, todo eso era simple
telón para conseguir una beca deportiva y continuar su sueño de ser
deportista, y todo eso por el miedo de hablar con sus padres.
Detrás de una imagen de poder, riqueza y seguridad existían un Alfa
manso, temeroso y soñador pero lo que hacía no tenía el tacto, era una
persona espantosa cegada por lo superficial.
Y era un Alfa, un Alfa siempre sería superior a un Omega o Beta.
TaeHyung conocía bastantes de las historias de las máscaras tras sus
compañeros, quizás era callado y un tanto solitario, pero era observado y es
sencillo leer a las personas, principalmente si intentan ser alguien que no
son.
Tragó duro, su saliva se sentía como miel caliente, quemando su paso.
— TaeHyung, ¿puedo hablar contigo? — Le oyó decir, su voz era áspera,
profunda y algo intensa.
El Alfa dió un paso hacia él, y TaeHyung por inercia dió un paso atrás,
creando más distancia.
— N-no, n-no quiero hab-blar contigo — Respondió, con las palabras
tropezando en su lengua.
Un calor se concentraba en su pecho, desgarrando. Tenía miedo, volvía
tenerlo, sentía su cuerpo fijo al piso. Algunas personas estaban ahí,
simplemente observando, sin decir una sola palabra o algunos otros se
hacían de la vista gorda, desviando su mirada, ignorando a los chicos.
Había tantos ojos sobre ellos y aún así el terror era inmenso. Su garganta
se sentía árida y el estómago revuelto.
— Necesito hablar contigo — Yi-Jeong alzó ligeramente la voz, hastiado.
Antes de que su cerebro y piernas lograrán crear una conexión, las
inmensas ganas de salir huyendo se presentaron. El olor del Alfa era más
intenso, hundiendo su estómago en arcadas. Iba a salir corriendo, girando su
cuerpo e ir a buscar a Jimin, alguna persona segura pero el Alfa fue más
rápido, atrapándolo del antebrazo.
TaeHyung jadeó temblorosos por el tacto, se sentía como miles de agujas.
El envase de su jugo se escapó de sus dedos, derramando su contenido
sobre las baldosas pero era lo que menos le importaba.
¿Por qué nadie hacía nada? ¿Por qué simplemente observaban?
— Hablemos — Pidió, su voz se sentía como entraba por sus oídos,
rompiendo cada caparazón de valentía de su interior — Solo quiero hablar,
no tienes que hacer un escándalo, Omega.
Ni siquiera sé había dado cuenta cuando sus ojos se había vuelto
cristalinos, dejando recorridos húmedos sobre sus sonrojadas mejillas,
silenciosas pero más dolorosas que miles de golpes.
— No quiero hablar contigo — Espetó TaeHyung, sintiendo las palabras
como navajas, ahogándolo lentamente.
Él sólo quería que lo dejará en paz, solo pedía eso.
El Alfa volcó los ojos, fastidiado, su agarre siendo más fuerte, lastimado
de nuevo al Omega. Abrió y cerro la boca, dispuesto a responder cuando
una nueva voz dirigida a ellos fue esa campana de libertad.
— ¿No lo escuchaste? ¿Necesitas que lo repita para ti y tu pequeño
cerebro?
Yi-Jeong soltó al Omega, y TaeHyung volvió a respirar. Su cuerpo era
temblores por doquier, su pecho dolía demasiado pues su corazón latía
fuerte, era un terror que lo hundía poco a poco.
NamJoon, el mismo Alfa que junto a su amigo aquel día en los baños de
la escuela lo había salvado. Sus ojos ligeramente caídos y una sonrisa
molesta al observar al Alfa que lo estaba molestando.
— Esto no es asunto tuyo, Kim — Oyó gruñir a Yi-Jeong.
NamJoon bufó burlón.
— ¿Qué tal tu ojo? — NamJoon tentó al Alfa. Justo al rededor de su ojo
izquierdo estaba coloreado en colores oscuros, un cardenal gigantesco,
bastante enfermizo para su gusto. Ni siquiera sé había dado cuenta, mucho
menos por su labio que parecía roto aún, manteniendo un color rojizo y
amoratado.
El Alfa gruñó, su espalda y mandíbula se tenso. Un olor más profundo e
incómodo comenzó a danzar en el aire y parecía presionar tanto sus
colmillos.
NamJoon respiró por la nariz, negando con la cabeza, observado
despectivamente al Alfa.
— Tienes una amonestación antes de ir a detención y perderte todo el
torneo este año, yo que tú me iría por donde vine y dejaba en paz a
TaeHyung — Dijo con un tono frío, acercándose al Alfa hasta chocar su
pecho con el de él.
Yi-Jeong gruñó, presionando su mandíbula aún más, dejando verla más
filosa. Miró a TaeHyung antes de bufar brusco y girar, perdiéndose de
nuevo entre las personas que parecían más interesadas en observar que
pasaba ahí que seguir sus vidas.
TaeHyung sorbió su nariz, sintiendo una ligera paz de nuevo al ver al
Alfa lejos de él. Quería llorar tanto hasta secarse.
— ¿Estás bien? ¿Te hizo algo? — Preguntó NamJoon, su tono era más
armonioso.
El Omega asintió, abrazándose a si mismo.
NamJoon era tan curioso de ver pues su cuerpo gritaba tanto, podía
destrozarte si él se lo proponía y el olor a sal y grava era fuerte, dominante,
pero tan solo observar sus ojos, era como mirar directamente a un cachorro
adorable
— G-gracias — Susurró, sus mejillas ruborizadas con la mirada un tanto
cristalina. NamJoon ladeó la cabeza confundió, observando al Omega —
Por salvarme ese día en los baños y también ahora.
NamJoon resopló, negando con la cabeza.
— No es necesario, tengo una hermana y es Omega, no me gustaría que
pasará por las garras de estúpidos Alfas como Yi-Jeong.
Él asintió, sabía que hablaban en serio. Su voz era melodiosa, no como se
había dirigido al Alfa, está vez era cantanrina y agradable de oír.
— Debo irme — Dijo TaeHyung, atrapando labio inferior — Gracias de
nuevo.
— ¿Estás seguro de ir solo? ¿Alguien espera por ti?
NamJoon tenía los ojos sobre él con el entrecejo fruncido.
— Estaré bien.
Quizás no lo estaría pero quería salir de ahí, quería dejar de estar en un
lugar donde la atención caía sobre él, juzgándolo como si tuvieran el
derecho de hacerlo.
— De acuerdo, ten cuidado, Omega — Sonrió diminutamente — Me
encargaré del desorden.
TaeHyung apenas le regreso una mueca en intento de sonrisa para
demostrar su amabilidad y agradecimiento, antes de salir casi corriendo de
la escuela.
Sollozaba suave, dejando caer resoplidos en momentos. Sus brazos
estaban al rededor de su torso, abrazándose a si mismo, en un intentó de
conseguir un poco de calor.
Odiaba sentirse así, tan vulnerable, incapaz de poder defenderse por sus
propias manos. Que las personas creyeran que por ser un Omega era
inferior o débil, que lo hicieran crear un estereotipo de él mismo.
Barría las lágrimas con el dorso de su suéter, sorbiendo su nariz
sonrojada como botón rojizo. Las pestañas las tenía húmedas y dejaban
besos sabor a sal.
El día parecía igual de deprimente. Las nubes en recelo con el sol,
ocultándolo entre ellas. La ligera brisa fría y húmeda, así como lo gris que
todo aparentaba ser. Llevaba varios minutos caminando rumbo a casa,
envuelto en sus propios pensamientos y lágrimas.
— ¡Cuidado!
Alguien gritó y TaeHyung en automático cerro los ojos, mientras
colocaba sus brazos en equis sobre su rostro, preparándose para lo que fuera
que ocurriera
El sonido del chirrido de unas llantas contra el pavimento de la calle,
dejando un mal sabor de boca.
Él abrió los ojos, confundido, asustado.
Su mentón casi cae al piso.
Frente suya el Alfa, ese Alfa que se sentía verlo de una manera diferente.
Vestía completo de negro y estaba sobre una patineta, con el entrecejo
fruncido y la respiración irregular. Tenía las mejillas sonrojadas y el cabello
desordenado por el aire.
— ¿TaeHyung? Lunas, casi me estampó contigo — Suspiró pesado,
dejando sus manos sobre su pecho mientras se mantenía en equilibrio sobre
la patineta.
El aleteo se presentó más rápido de lo que pensó.
— Lo siento — Murmuro, limpiando las últimas lágrimas secas y nuevas
de sus mejillas.
— ¿Te encuentras bien? — Preguntó cauteloso JungKook, sus ojos
brillantes repletos de confusión e interés.
TaeHyung asintió frenéticamente, sonriendo nerviosamente. No quería
que el Alfa lo viese así de patético, llorando como un cachorrito.
— Lo estoy, sí — Sorbió su nariz, instalando sus manos sobre su
estómago.
— Esta bien, te creo — Musitó poco seguro — ¿Vives cerca?
TaeHyung asintió, mordiéndose el labio inferior para evitar que salieran
más sollozos que vibraban en su pecho. Sus ojos se sentían hinchados y
cansado, y de repente, el temblor en sus manos inicio, haciéndole llevarlas
para atrás de su espalda y ocultarlas.
— Excelente. Yo tenía un rato libre así que recorría la manzana, matar un
poco de tiempo aburrido — Sonrió, creando una atmósfera más cálida y
tranquila.
El Omega sintió ligeramente las notas de la fragancia de JungKook
intensificarse, sintiendo su cabeza flotar y la nariz moverse de un lado a
otro llenándose del exquisito aroma.
JungKook estaba soltando más feromonas para calmarlo.
TaeHyung sintió las mejillas encenderse y su cuerpo cosquillear. Tenía
que verse tan mal para que el Alfa estuviera haciendo eso como un recurso
de apoyo a él.
— ¿Quiéres acompañarme? — Soltó TaeHyung, apenas las palabras se
filtraron en su mente, saliendo en sorpresa. Se abofeteó mentalmente por la
torpe premisa.
Estaba apunto de negar, avergonzado por su repentino momento de
valentía pero se ahogó cuando el Alfa sonrió, creando un brillo y luz única
para él, haciendo que su Omega se levantará feliz e iniciará a hacer
bailecitos de victoria en su interior.
— Por supuesto, TaeHyung.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo O7
❝pay de manzana❞
Sentía latir el corazón en su garganta y el nerviosismo como una ola
arropado su cuerpo. La nariz la tenía tan roja como una cereza y la leve
hinchazón alrededor se sus ojos.
— Y — Tragó — Y ¿qué tal tu día, TaeHyung?
JungKook iba junto a él, caminando con una de sus manos dentro del
bolsillo del vaquero negro, con la contraría cargaba su patineta. Quizás
habían terminado de caminar apenas una cuadra, no estaba seguro, su mente
era un remolino de pensamientos y sensaciones que recorrían su cuerpo.
Al comienzo entraron en un silencio, el cual para su sorpresa; no era
incómodo, pero ahora era necesario iniciar una charla o se volvería un poco
difícil.
— Bien, creo que bien — Lanzaba una piedra con su pie, se sentía tan
ansioso y la vergüenza de saber que JungKook había visto de él en lágrimas
lo hacía sentirse avergonzado — H-hay días malos y hay días buenos, eso
creo.
— ¿Esté fue un día malo?
— Lo fue.
No mentía, y era la primera vez que lo hacía respecto a eso. Prefería
evitar hablar del tema cuando los días no eran brillantes porque la gente
solía preocuparse de más o lo hacían sentir culpable por eso, pues él era
quien se hacía sentir así mismo.
Qué gran error
— Mi madre dice una frase siempre, ¿quisieras oírla? — Preguntó con
una sonrisa ladeada. TaeHyung asintió — Hay días malo, pero siempre hay
algo cierto; ninguna nube es tan negra como para que el sol no pueda
brillar a través de ella.
TaeHyung musitó un risita, se relamió el labio antes de sonreír.
— Es lo que es, simple — Dijo, peino su flequillo, manteniendo la suave
sonrisa.
Sus sentimientos estaban en medio, claro que lo estaban pero era la
primera vez en el día que se sentía bien, que quería hablar con alguien,
oírlo, que se sentía cómodo y quería encerrar el momento en el fondo de su
memoria como un buen recuerdo que rememorar. Todo se sentía como un
buen momento.
— T-tuve, tuve un problema con un chico en la escuela — Bajó su
mirada, sentía picazón en su garganta — No ocurrió nada, él sólo volvió
como si nada. Es injusto.
El sentimiento de temor hacia lo ocurrido con Yi-Jeong se había vuelto
más una rabia que quemaba en su interior. Era un Alfa y eso lo había
librado de obtener un castigo, algunos dedos caían apuntado aún sobre
TaeHyung como si él fuese el culpable. No tenía sentido.
— ¿Era un Alfa? — JungKook cuestionó, su tono era bajo como
terciopelo suave para sus oídos.
TaeHyung asintió, presionando sus manos entre ellas, detrás de su
espalda. Había evitado hablar con cualquiera del tema, no quería oír más de
aquello, quizás simplemente quería almacenarlo aún sin digerir.
— Los Alfas son idiotas — Gruñó.
— Eres un Alfa — Frunció el entrecejo, mordiendo su labio inferior,
aquello había sido un pensamiento en voz alta.
Él sonrió.
— Lo sé — Se encogió de hombros manteniéndose — Pero
honestamente lo somos.
Fue casi imposible no sonreír al respecto.
— Quería volver a verte — Habló de repente JungKook.
— Oh... — Fue lo único que pudo decir, confundido. JungKook lo miró
unos segundos, antes de negar por la inoportunidad de sus palabras.
— Lo decía por el recipiente de galletas, me lo he quedado yo —
Respondió, con una risa nerviosa y su mano sobre su cuello.
Las mariposas del estómago de TaeHyung se habían vuelto elefantes que
saltaban. El drástico temblor de sus manos se hacía más presente, y lo sabía
al presionarlas entre si, ocultándolas de la visión del Alfa. Era inevitable, lo
era completamente y más si se hablaba de JungKook.
— P-puedes dármelo luego — Titubeó, abofeteándose mentalmente.
— Las galletas estaban deliciosas, aunque si te soy sincero, HongJoong
comió la mayoría de ellas. Le alegraste el día con eso.
— Parecía tener un gran problema.
Él carcajeó, colocando una mano sobre su boca de inmediato,
silenciándose. TaeHyung no pudo evitar sonreír por el sonido.
— ¿Problema? — Repitió con ironía — Sólo es un Omega caprichoso
con su padre, nada más. No son problemas, es mi mejor amigo y lo quiero,
pero es demasiado sensible, no es nada.
TaeHyung asintió sin saber que responder, no solía meterse en la vida de
las personas, él sólo observaba y lograba conocer detalles pero nunca se
interponía o divulgaba.
— ¿En verdad nunca has escuchado Oasis? — Preguntó con el entrecejo
levemente fruncido. TaeHyung asintió con una diminuta sonrisa de
arrepentimiento.
El Alfa colocó su mano sobre el pecho, justo en el corazón, ofendido y de
una manera muy dramática que hizo reír a TaeHyung.
— ¡Yo solucionaré esa tragedia! — Lo apuntó, con decisión.
JungKook se detuvo, al mismo tiempo que TaeHyung lo imitó. Estaban
en medio de la calle, en un vecindario bastante acogedor, pocas personas
parecían transitarlo, sólo las casas en colores sólidos con enormes jardines
bien decorados y agradables de ver.
El Alfa hurgó en su bolsillo, sacando su celular y un par de auriculares
que colgaban de él. Parecía concentrado en encontrar algo en el interior del
dispositivo, mordiendo su lengua y arrugando la nariz para enfocar su vista.
JungKook lo miró con los ojos entrecerrados, negando con la cabeza antes
de volver a incorporarse en su celular, desplazando su dedo.
Cuando pareció encontrar lo que buscaba, le sonrió, una sonrisa radiante
con complicidad.
— Toma esto — Le dijo, ofreciéndole uno de los auriculares.
— ¿Qué pretendes? — Indagó, sonriendo sosteniendo el auricular. El
ligero temblor que ahí estaba, que intento manejar rápido, llevándose el
dispositivo al oído.
— Confía en mi, TaeHyung.
Confió en ti.
Él lo miró con una sonrisa radiante, colocándose el auricular restante.
Tuvo que dar un paso más cerca o sería imposible mantenerse así. El aroma
de JungKook entró en su nariz, haciéndola cosquillear, lo había olido en el
tiempo que había pasado pero esté se mezclaba con los demás aromas del
entorno, al tenerlo más cerca era diferente, haciendo que sus sentidos se
pusieran en alerta y las intensas ganas de hundirse en la fuente de el.
Sus brazos apenas se rozaban y era un festín de electricidad en su
interior, como miles de fuegos artificiales de diferentes colores, uno tras
otro.
La entrada de un sonido en el auricular lo regresó a la realidad. Una
melodía, un tanto melancólica con la voz ronca y grave que comenzaba los
primeros versos de la canción.
Y cuando menos se dio cuenta, todo se perdió en ese momento. Cada
verso, cada acorde y melodía, se colaron como escalofríos. Concentrado en
la letra, repitiendo las palabras en su mente. Entendía porque JungKook
disfrutaba tanto. Los vellos de su brazos erizándose.
— Bienvenido a la vida después de darte la oportunidad de oír Oasis,
¿qué tal? — Preguntó JungKook cuando la canción termino. TaeHyung
suspiró, no encontraba palabras para lo que había escuchado.
— Wow, es muy buena, JungKook — Artículo, devolviendo el
auricular.
— Es más que eso — Dijo el Alfa orgulloso, volviendo a guardar el
dispositivo en su bolsillo — Hace referencia a que en momentos difíciles,
hay que seguir adelante con tu vida. Eso interpretó, claro.
TaeHyung sonrió, exactamente eso había pensado. Así se había sentido y
sí, quizás eso había sido un empujón en el día.
— Podrías, b-bueno, sí quieres, co-ontarme más de ellos — Confesó,
sonriendo nerviosamente con las palabras siendo intensivo del gran calor en
su rostro, y es que en verdad TaeHyung tenía curiosidad.
Los ojos del Alfa se deslumbraron en un increíble brillo y una sonrisa
real en sus labios, entusiasmado.
— Mi padre lo ponía cuando era niño, todas las tarde, era algo nuevo
para mi y desde la primera vez que lo escuché, me encanto — Su voz
sonaba alegre, mantenían un paso constante pero no apresurado.
Aunque a su alrededor parecía tener múltiples colores y bellezas por
mostrar, TaeHyung estaba menos interesado en eso, le oía a JungKook
relatar, con un brillo tan suyo que podría deslumbrar a cualquiera.
— Mamá solía regañarnos por tener la música tan alta, decía que los
vecinos no estarían conformes con eso — JungKook volteó a verlo con una
gran sonrisa — Al final terminaba uniéndose, cantábamos durante horas.
Era único y nuestro, sólo nosotros tres en ese momento — Él concluyó con
una mueca disgustada, rompiendo esa sonrisa tan linda que había
mantenido, bajando la cabeza y manteniendo sus pasos lentos.
— JungKook — Llamó, él volteó a verlo — ¿Algo está mal?
El Alfa suspiró, riendo ligeramente, sin gracia, ningún humor. Sus ojos
era opacos y un olor había cambiado, un café más cargado y penetrante con
un tormenta que podía destruir su paso. Su corazón se contrajo ante el mar
de los ojos del Alfa que parecía detenido.
— Nada, sólo que eso está roto ahora — Él se encogió de hombros — Él
partió unos años después — Explicó, agachando la cabeza, indefenso.
Una parte de él se removió, todo parecía haberse demorando frente a sus
ojos. El extrovertido, divertido y juguetón Alfa se había vuelto indispuesto,
afligido. JungKook había abierto algo tan personal frente a él, con
confianza. Quería abrazarlo y no soltarlo. El corazón estaba en su boca y las
lágrimas se sentían como algo real.
— Lo siento tanto — Fue lo único que su cerebro logró carburar, antes de
que se soltará a llorar.
JungKook giró a verlo pero su gesto cambio por completo.
— ¡Wow, tus ojos! — Exclamó, impresionado, deteniéndose en seco.
TaeHyung no comprendió, frunció el entrecejo, verdaderamente
sorprendido, imitándolo en detener sus pasos.
— ¡Son azules!
— ¿Qué?
Pestañeó dos veces, asustado y desorientado. Se sentía completamente
igual, no sentía ningún cambio, malestar o algo.
¿Azules?
— Ya no lo son — Indicó JungKook, pero su rostro aún tenía una mueca
dudosa y sorpresiva — Nunca había visto eso, ni siquiera en mamá, pensé
que era una simple historia. ¿Lo habías hecho antes, TaeHyung?
Él claramente no entendió.
— No entiendo, ¿hacer qué? — Hizo una mueca.
— Ya sabes — Comenzó — Yo suelo hacerlo, cambiar el color de mis
ojos pero a una tonalidad roja. Pasa cuando uso mi voz o tengo sentimientos
o emociones muy intensas, pero en ti, en Omegas es muy difícil que pase.
Wow, es increíble, TaeHyung. Era azules, muy azules — Explicó animado,
como si todo lo anterior se hubiera terminado para centrarse en lo nuevo.
— ¿Cómo los tuyos? — TaeHyung ladeo la cabeza, seguía sin
comprender.
— No, eran diferentes — Intentó explicar, moviendo sus manos de frente
a su rostro. Retomó el paso, caminando de nuevo, TaeHyung lo siguió —
Eran eléctricos, demasiado azules, el verde se había esfumado por
completo, sólo era azul. Nunca había visto algo así — Infló sus mejillas,
conectando todo los sucesos en su mente.
— Nunca había oído eso — Mencionó, jugando con el hilo suelto de su
suéter.
— ¿En serio? — Preguntó incrédulo, TaeHyung asintió — Es bastante
raro pero no lo sé, es maravilloso.
Mordió su labio inferior, asintiendo.
La realidad cayó como balde de agua fría cuando observó su alrededor.
Había llegado a casa y la camioneta de Jimin estaba mal estacionada frente
al jardín.
¿Jimin?
Fue como un llamado cuando el Alfa salió del vehículo, con el celular en
su mano, corriendo en dirección de ellos con apuro.
— ¡Lunas! ¡TaeHyung aquí estás! — Le gritó cuando estuvo cerca.
TaeHyung estaba a punto de preguntar de que hablaba cuando el Alfa lo
atrapó entre sus brazos, pegando su cabeza en el pecho — ¡Te he estado
llamado más de diez veces! NamJoon me dijo lo que paso sobre Yi-Jeong.
— ¿Ji-... — Intentó inquerír, pero los brazos del Alfa eran muy fuertes,
presionándolo — Me-e, me estás... — Su voz era baja y ahogada contra el
pecho de su amigo.
Jimin pareció entender eso de alguna u otra manera.
— Oh, lo siento, lo siento — Lo separó de él, acomodando su suéter
como si fuese un niño pequeño. TaeHyung sintió las mejillas hervir en
vergüenza, Jimin estaba avergonzándolo frente a JungKook — ¡Me tenías
muy preocupado! — Acusó con un tono más elevado y molesto.
TaeHyung rodó los ojos.
— ¡Estoy bien!
— Creo que debería irme — La voz de JungKook se oyó, alejada a la
teatralidad de su mejor amigo.
— ¿Y tú eres? — Jimin alzó la ceja, cruzando los brazos en un postura
más altanera.
— JungKook — Habló firme, causando que su mandíbula se tensara.
TaeHyung sintió ligero temor, era obvio que respondería así cuando Jimin
parecía ser un cretino — Creo que nos conocimos antes.
Jimin lo observó de arriba a abajo, analítico, antes de asentir y ablandar
un poco su ceño fruncido.
— Lo recuerdo. Soy Jimin — Habló aún en un tono frío y vació.
TaeHyung aplaudió, llevándose la atención de los dos Alfas que parecían
entrar un duelo por absolutamente nada.
— ¡Qué bien que nos conocemos todos! — Giró a Jimin — Primero, sé
cuidarme bien, Jimin.
El Alfa Park volcó los ojos, gruñendo suave.
TaeHyung negó por la infantería de él.
— Segundo, gracias por acompañarme, JungKook — Se dirigió a él, con
una pequeña sonrisa.
Él asintió, ablandando su semblante, cambiándolo por una linda sonrisa
que TaeHyung podía sentir sus mejillas calentarse al punto de desear
taparse el rostro.
— No hay porque. Espero verte pronto, TaeHyung — Jeon mantenía una
sonrisa tímida.
— Claro — Murmuró levantando la comisura de su labio aún más. Sentía
que se derretía.
El Alfa se despidió, dedicando una amable y tierna sonrisa a TaeHyung y
una bastante falsa pero servible a Jimin, quien se limitó asentir. TaeHyung
lo observó unos momentos antes de que subiera a su patineta y volviera a
perderse entre el vecindario, haciéndole sentir a su Omega... ¿vacío?
— ¿Estás haciendo pucheros? — Preguntó Jimin cerca de él, haciéndolo
saltar en su lugar. TaeHyung negó, ni siquiera se había dado cuenta de que
efectivamente, estaba haciendo pucheros pero no lo diría en voz alta.
— ¡No, estás loco! — Espetó irritado, comenzando a caminar en
dirección a su hogar.
— ¡Estuve preocupado por ti por más de una hora! — Reprendió,
siguiendo los pasos del Omega.
— ¡Sé cuidarme solo!
— ¡TaeHyung!
— ¡Jimin!
— ¡Hablo en serio!
TaeHyung respiró, girando para mirar a su mejor amigo. Su ceño estaba
fruncido, así como sus labios. Parecía que en cualquier momento expulsaría
humo por las orejas. Era un lobo enojado.
— En verdad, estoy bien, todo está bien — Tranquilizó — Hay pay de
manzana adentro, ¿te quedas fuera?
Jimin rodó los ojos al momento que se formaba una sonrisa sin despegar
sus labios, antes de asentir suavemente.
¡Batalla ganada!
TaeHyung terminó durmiendo al rededor de las tres de la mañana,
después de devorar otra de las rebanadas de pay de manzana que su madre
había comprado en el supermercado, aunque tenía que admitir que no
estaba tan bueno y sólo había sido el hambre.
El tiempo se le había salido de las manos, cuando menos se dio cuenta el
reloj apuntaba mucho más tarde después de la medianoche, corrió a lavarse
los dientes y fundirse entre sus cobijas, dispuesto a dormir lo poco que
podría antes de clases e intentar descansar un poco del día.
Cayó dormido tarareando una de las canciones que había oído antes,
también la imagen de unos bonitos ojos color como el mar y cielo, que
brillaban más que una constelación y lo hacían sentir más de lo que había
experimentado en su vida.
TaeHyung se había trasnochado escuchando todas las canciones que pudo
conseguir en youtube de Oasis.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo O8
❝miel❞
Se miraba frente al espejo de su habitación. Detallando su complexión y
su vestimenta. Unos vaqueros azules, algo deslavados pero de sus favoritos
y un suéter tejido de lana blanco. Se veía bien, se sentía bien.
Pasaron algunos días y había atrasado esto porque todas las montañas de
tareas que tenía que realizar para la escuela pero al fin era viernes, el
glorioso fin de semana estaba siendo ya un hecho.
Aliso la parte inferior de su suéter cuando un suave tirón se presentó en
su cabeza, un malestar que lo hizo sentirse mareado y tener que sentarse en
el borde de su cama a tomar un poco de aire para sus pulmones.
Era un gran día, nada podría cambiarlo. Cuando se recompuso, volvió a
darse un último vistazo en el espejo y salir de su habitación en busca del
desayuno.
—¡Te ves bien, cariño! — Halagó su madre apenas lo vio entrar.
TaeHyung sonrió, con las mejillas ligeramente rosadas por el repentino
cumplido.
Esa había sido toda su intención. Había encontrado un hueco libre de
responsabilidades así que decidió que hoy sería el día que volvería a la
cafetería y visitaría a JungKook, quizás conseguir un poco de su atención y
charlar, realmente con tan sólo verlo se sentía feliz.
Se sentó en el tarubete de la cocina, justo frente a la mesa tipo isla. Su
madre se acercó, dejando el plato con un par de tostadas y huevos revueltos
frente a él para después dejarle un casto beso en la sien de él.
— Tienes un poco de temperatura, cielo. ¿Dormiste con el cabello
mojado? — Preguntó con un tono leve de reproche.
TaeHyung negó, llevándose un bocado e inflando sus mejillas.
— Dormí con la ventana de la habitación abierta, será eso, pero da igual,
me siento bien — Le explicó después de tragar. Bebiendo un largo trago del
jugo de naranja. Seguía pensando que el jugo de manzana era mejor.
— ¿Estás seguro? ¿No quieres quedarte en casa, cariño? — Volvió a
palmear su frente, removiéndo ligeramente sus rizos. TaeHyung negó,
intentando romper el tacto.
— Estoy bien, mamá.
Quizás no estaba tan bien.
Gran parte del día en clases se había sentido un poco incómodo. La
cabeza le pesaba algunas veces y sentía demasiado pequeñas las
habitaciones. Había bebido más de tres botellas de agua completame y aún
sentía la boca pastosa.
— ¿Estás bien, TaeHyung? — Le preguntó Alisa, susurrando antes de
que el maestro los escuchará.
TaeHyung asintió, se había estado removiéndo en su asiento, sin
encontrar una posición que lo hiciera sentir cómodo.
Era su última clase del día y lo único que quería es terminar todo e irse
de ahí. Todo se sentía extraño dentro, los músculos los sentía cansado y el
hueco es su estómago incómodo. Pensaba ir a la cafetería, saludar a
JungKook, ordenar algún postre y regresar a casa, podría pasar más tiempo
con el alfa luego.
— Si, sólo estoy un poco incómodo — Respondió, ordenando su cabello
y haciendo crujir ligeramente su cuello para liberar un poco de tensión.
— ¿Estás seguro? — Alisa no parecía convencida, con el entrecejo
fruncido y las manos sobre su mesa de trabajo.
TaeHyung se giró para asentir con la cabeza y esbozar una sonrisa rota,
pero que logró tranquilizar a su compañera.
Las clases terminaron después de eso y TaeHyung no podía estar más que
contento por eso, tomando su mochila y saliendo disparado de las aulas,
directo al exterior. Llenando sus pulmones de aire fresco que no hacía más
que limpiar sus pulmones y nariz de todos los cocteles de olores.
Se había cuestionado si realmente estaría bien dirigirse a la cafetería o ir
directamente a casa, pero aún así se sentía demasiado ansioso por ver a
JungKook. Era como si su Omega hubiese reaccionado antes que él,
ecaminándolo con prisas a la cafetería.
Tenía que caminar, directamente al negocio. Le había dicho vagamente a
Jimin durante el almuerzo que iría, recibiendo una mirada de mala gana de
desconfianza, que él sólo ignoro. No entendía porque los Alfas eran tan
cabeza hueca, y su mejor amigo era uno.
Concentrado en juguetear con sus dedos y observar sus pies golpear
contra el pavimento, intentando desviarse de los malestares que su cuerpo
tenía en ese momento. La lengua le pesaba demasiado y sentía un sabor
pastoso en su boca, la espalda le dolía ligeramente y su Omega parecía estar
en crisis, corriendo en círculos como si algo estuviera mal pero no tan mal
porque rogaba por llegar a la cafetería.
Un alivió se expandió en su interior cuando las paredes rosadas y las
grandes vitrinas del negoció se divisaron. Suspiró largo antes de limpiar sus
manos contra los vaqueros, arrastrando la piel hasta enrojecerla contra el
material.
El Alfa alzó la vista del libro que tenía entre sus manos cuando la puerta
se abrió y él entro, sonriendo y TaeHyung sólo podía sentir las mariposas
revolotear pues parecía feliz de verlo ahí. Sólo dos de las mesas del interior
estaba ocupadas, un par de adultos mayores que bebían una taza humeante
de una bebida y un padre con su pequeña hija que devoraba un bizcocho
con las mejillas infladas y las comisuras repletas de chocolate. Se acercó a
paso lentos, sintiendo su corazón latir rápido, confundirse con la melodía
que sonaba de fondo tan bajo como un murmullo pero siendo la compañera
de la tarde.
— ¡Hola, TaeHyung! — Saludó, las palabras de JungKook sonaban
demasiado entusiasmados haciendo que algo se revolviera en su interior.
Era diferente, como si todos sus sentidos estuvieran multiplicados.
— ¡Hola! — Dijo por lo bajo, esbozando una sonrisa pequeña. Tragando
todo la saliva que de repente había producido.
— ¿Todo en orden? — Preguntó, ladeando la cabeza y ordenando el libro
de sus manos sobre la barra.
Si le pagaran tres dólares por cuantas veces había oído esa pregunta o
similares a ella, tuviera lo suficiente para comprar un par de postres de la
cafetería.
Él asintió, sintiendo la cabeza con un ligero dolor.
— Lo está, sólo un poco cansado — Confesó, pasando sus brazos por su
torso, abrazando a sí mismo. JungKook no pareció muy convencido.
Y fue de repente, casi como un chasquido que la fragancia del Alfa se
filtro en su nariz, haciéndolo acumular demasiada saliva en su boca y una
serie de temblores en todo su cuerpo. Todo el lugar se sentía pequeño,
cerrándose poco a poco, asfixiando. Un infernal calor, quemaba su piel a
cada paso que iba recorriendo, se sentía en llamas, miles de ellas
carcomiendo su interior disparadas desde su abdomen bajo. Su garganta
parecía cerrarse con los segundo que ocurría y el sentimiento de desespero
como taladró en su cabeza. Cerró los ojos, jadeando de dolor cuando un
espasmo lo alarmó.
— TaeHyung — Le llamó JungKook, su tono era cauteloso y ligeramente
ahogado por alguna razón — Joder, no.
Ni siquiera podía abrir los ojos, el dolor era demasiado para encapsularlo
en ello. Sentía las gotas de sudor recorrer su frente y espalda, como un
camino de tortura. Logró palmear la barra, manteniéndose de pie con ayuda
de ello pues sus piernas comenzaban a temblar. Oyó los pasos del Alfa, pero
no podía identificar nada por su concentración.
— Toma, bebe esto — Le oyó decir cerca. TaeHyung respiró hondo,
inundando con la fragancia más exquisita que en toda su vida había
conocido, sintió un gruñido desde su pecho, como un ronroneo por el
bálsamo del perfume.
Cuando logró abrir sus ojos, JungKook frente a él, con un vaso de vidrio
entre sus dedos. Los cubos de hielo danzando en el interior, como marea
suave. Lo logró sostener con una de sus manos dudoso y tembloroso. El
vaso flotó en sus labios. Tomó un suave trago, sintiendo un ligero alivió del
agua helada recorrer su garganta, llegando al centro de pecho contra todo
las llamas de su interior.
— TaeHyung, ¿estás mejor? — Su sonrisa era un poco torcida y tímida,
sus ojos se veían demasiado brillantes contra el contraste de toda la luz del
lugar. La punta de sus dedos le picaba, ansiosa por tocar su rostro, recorrer
con ellos un camino lento. Sentía que en cualquier momento comenzaría a
babear, el aroma del Alfa era tan estimulante. Él asintió, tan suave que
apenas hubo movimiento — TaeHyung... ¿cuando fue tu último celo?
Después de esa pregunta sintió todo desmoronarse y cambiar por un
intenso dolor, era tortuoso y sentía sus piernas débiles. Sentía como si fuera
un pedazo de papel que estuviera a punto de romperse en pedacitos.
¿Su celo?
Ni siquiera lo recordaba, había perdido la cuenta después de tener la
mente enfocada en otras cosas. Pero no tenía sentido, el médico le había
dicho que los supresores funcionaban como apoyo durante los celos,
haciéndolo sentir más aliviado y sin tanta presión, pero no era así, eran
demasiadas sensaciones. No podía ser posible. No podía estar entrando en
celo.
¿O sí?
— N-no recuerdo — Respondió con las palabras ahogadas, su vista era
borrosa por el dolor y el calor parecía ser cada vez más penetrante.
— Joder, joder, joder — JungKook comenzó a quejarse, soltando
pequeños gruñidos, peinando su flequillo desesperado — Necesito tocarte,
no espera, no — Respiró hondo — Necesito llevarte adentro para no
exponerte pero necesito ayudarte o podrías caer, ¿me das el permiso?
TaeHyung no lograba conectar todas las palabras que él decía, sólo las
sentía entrar en sus oídos como melodía, se sentía ligeramente perdido.
Asintió, suavemente.
JungKook pareció pensárselo algunos segundo antes de negar
repetidamente y poner sus manos sobre los hombros de él. TaeHyung emitió
un gemido apenas audible contra la sensación. Todo sus sentidos estaban en
triple de sensibles, cualquier movimiento lo sentía mucho más y con su
cabeza apenas lucida, ansiosa por más, se sentía tan diferente. Él se sentía
simplemente deseoso por más.
Lo guío hasta detrás de la barra seguido por el par de cortinas azules que
tanto reconocía pero se encontraba perdido entre el tacto contra su piel, aún
sobre las capas de ropa que llevaba. Dentro era una habitación un poco más
grande, algunas mesas de aluminio, repletas de diversos tazones y utensilios
y un dos hornos grandes que parecían en uso pues traían consigo cierto
calor envolvente. Todo olía azúcar, huevos y harina. Diversas charolas
estaban sobre una de las mesas con bizcochos adornados con azúcar que
creaba una decoración adorable y deliciosa.
JungKook lo ayudo a sentarse en un banco alto, haciendo que jadea al
sentir la superficie fría y la falta de su tacto cuando se alejó de golpe. De
repente, las lágrimas se sentaron bajo sus ojos, una que otra soltándose
lentamente y atrapando su labio inferior contra sus dientes, hasta sentir el
sabor metálico en su lengua.
— Hey, hey, no llores, TaeHyung, todo está bien — Consoló JungKook
apenas lo escucho, manteniendo una distancia considerable pero
tambaleando su cuerpo. TaeHyung sorbió su nariz.
— D-duele — Sollozo, sintiendo el calor extenderse cada vez más.
Necesitaba volver a sentir el tacto del Alfa para calmarlo aunque sea un
poco, lo necesitabas de verdad. Las lágrimas eran suaves pero recorrían sus
mejillas dejando un sabor salado en sus labios. Podía sentirse avergonzado
por está llorando en su estado, pero realmente sus sentidos se habían
confundido entre ellos, haciendo casi imposible concentrarse en uno sólo —
D-duele, Alfa.
Y esas palabras fueron como una soga en el cuello de JungKook, su
rostro se convirtió en una mueca de verdadera confusión. Acortó la
distancia, atrapando las manos del Omega entre las suyas, que temblaban
demasiado para ser real.
— Estás bien, estarás bien, Tae6— Siseó con las palabras ahogadas en su
garganta, regalando suaves caricias con su pulgar en el dorso de la mano de
él. TaeHyung se sintió ronronear por el tacto, era frío a comparación de su
piel hirviendo.
Sus ojos tenían un montón de lágrimas que deseaban salir, cuando
conecto con JungKook se sintió perder, entre ese azul que parecía estar
frente al mismo océano con las olas dejando un ruido en que hacía sentir
escalosfríos a él y las caricias que eran como suaves besos en su piel, como
un recorrido de un poco de alivió. JungKook parecía ser la obra más
perfecta que sus ojos habían visto, el ligero tono de su piel, besada por el
sol con sus pómulos y facciones cinceladas en un cuadro, tan delicadas. El
arco de sus labios, cautivando sus sentidos y el cosquilleo en su cuerpo,
cada hebra de cabello haciendo un constante sobre su rostro.
— Alfa — Suplicó TaeHyung, y realmente no tenía idea de que estaba
pidiendo sinceramente, sólo lo hacía pues los fanales de JungKook parecían
entender, encendiéndose, perdiendo el azul para volverse ligeramente negro
por la dilatación y su cuerpo acercándose más al de TaeHyung, que sentía
las necesidad de hundir su nariz en el cuello de él.
Los colmillos del Alfa se expusieron, puntiagudos, recorriendo su labio
inferior en un camino lento, en otro caso probablemente el Omega se
hubiera asustado por la acción pero en ese momento, una llama más estaban
en lo bajo de su abdomen y su Omega estaba ansioso por un poco de placer.
Estaba ansioso, su Omega estaba desesperado, demasiado abrumado por
las diversas sensaciones de su cuerpo, tener a él frente suya hacía que todo
se sintiera más intenso en su cuerpo.
TaeHyung sintió las manos de él recorrer sus brazos, un suave y lento
recorrido que lo hacía hervir cada vez más, aún por la tela que lo cubría.
Sentía los labios coquillear cuando el aliento del Alfa se sentía más cerca de
su rostro, una distancia tan peligrosa para cualquiera. El corazón le latía en
los oídos, en una sola melodía, tan preciosa al escuchar el corazón latir
errático del Alfa también, y los ojos que eran negros con la ligera línea azul
que se asomaba, observándolo con cariño, como si se tratará de la obra más
prestigiosa del planeta.
Él se sentía derretir en sus brazos, relamió sus labios llevándose la
atención del Alfa, haciéndolo hervir aún más. Un calor que se explotaba en
su interior como fuegos artificiales. Aferrando sus manos, contra el pecho
de él, atrapando la tela de su camiseta entre sus dígitos, la textura áspera de
la tela pero la calidez que radicaba de JungKook.
Sólo un paso, era sólo un paso para unir sus labios y TaeHyung estaba
suplicando, necesitaba conocer el sabor de los labios de JungKook, de sentir
la sensación de tocar su piel.
Azul, un azul brillante como faroles, brillante y eléctrico que hizo sentir
escalosfríos a JungKook cuando el verde de los ojos de TaeHyung fue
intercalado por el vivo color, y todo se sintió como hilos manejando sus
movimientos desde el aire, como su instinto latía y su lobo parecía romper
los barrotes.
La fragancia no era más que una unión, que cuando menos se dieron
cuenta, sus aromas se fusionaron en un intenso perfume que los hacía sentir
regocijo a sus instintos.
Alfa y Omega.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo O9
❝galletas de coco❞
Y todo se desmoronó como polvo, que revoloteaba hasta fundirse con el
aire y volar lejos, tan lejos como fuera posible.
JungKook sintió el peso caer sobre sus hombros y como cuchillas en sus
manos al sentir al Omega bajo sus dedos. Los ojos del Omega eran de ese
mágico azul, ese tan impresionante color, de aquel que no importaba cuanto
lo viera se encontraría impresionado, y es que nunca había tenido la dicha
de hacerlo antes. Su madre le había contado algunas veces antes de dormir
sobre ese fenómeno, se lo contaba con el brillo más hermoso en sus ojos y
la melancólica voz en el recuerdo. Relatando que aquellas veces que ese
color se había presentado fue sólo tres veces en su vida.
La primera vez que había pasado ese cambio había sido cuando su padre
le propuso matrimonio. El recuerdo de las palabras de su madre las
reproducía como el cuento de hadas más querido de su corazón. Oír a su
madre relatarle, como una noche de verano cuando se encontraban en el
pradero, disfrutando el tiempo, sólo ellos dos, sin más que necesitar, bajo
las luces de la luna que eran su fiel compañera, cuando su padre había dicho
lo mucho que amaba y que deseaba pasar una vida completa con ella, con
las lágrimas en los ojos más hermoso que ella tenía, él se arrodilló ante la
luna y ella a pedir su mano. Los ojos de su madre se había vuelto del azul
más eléctrico que en el mundo existía y sólo su padre había sido digno de
presenciarlo ante sus propios ojos, jurando un amor eterno.
La segunda vez fue cuando fue marcada por su padre, descrita como el
momento más pleno y real de su vida, llenó de amor y tan aturdida por tanto
sentir. Una unión real y mística, tan complicada de expresar. Un momento
de ambos, tan mágico.
La tercera vez que ocurrió eso para su madre fue cuando el nació, o eso
había relatado ella. Cuando el pequeño cuerpecito de JungKook yacía en
sus manos, después de un largo parto, el diminuto cuerpo de su cachorro
con el Alfa de su vida, rozando la naricita del cachorro que se encontraba
dormido con sus pequeñas pestañas besando sus regordetas y rosadas
mejillas, y sus labios pequeños que emitían bufidos de descanso, con el
padre del cachorro a un lado de ellos en la camilla, con el brillo más
hermoso al ver a su pequeña familia, marcando con su olor a sus dos soles.
Su madre se sintió la Omega más feliz del mundo, haciendo brillar sus ojos
en esa tonalidad, sólo para su Alfa y su cachorro.
Y ahora, JungKook había presenciado ante sus propios ojos esa rareza
con TaeHyung, no tenía manera de explicar porqué aquello había ocurrido,
que fue lo que había empujado a que ocurriera, no tenía ningúna respuesta,
y es que quizás, sólo quizás su Alfa estaba feliz, complacido de haber
presenciado una belleza como esa, pues quién decía que quizás era una
señal.
Eso fue, todos los pensamientos que caían como tormenta eléctrica lo que
lo hizo detenerse. Su Alfa había visto a TaeHyung como algo diferente, de
una manera tan pura y real, y no haría las cosas de esa manera, no podía
dejarse llevar por sus intentos salvajes y aprovechar la poca lucidez que el
Omega estaba experimentado.
Quería ayudarle, quería hacerlo, detener el dolor, hacerlo sentirse
satisfecho y contento entre sus brazos, tenerlo suave y cariñoso sobre su
pecho pero no podía hacerlo así.
JungKook se separó, intentando mantener su propia lucidez con su propia
embrague ante el delicioso aroma de TaeHyung, y es que antes lo había
sentido danzar en su nariz pero como un fantasma, un suave rumor, y ahora,
era un poco más intenso, quizás no como debería pues imaginaba que había
una barrera, quizás supresores o algún neutralizante, pero ahí estaba esas
notas dulces, galletas de coco y miel. La saliva se acumulaba en su boca y
sus encías dolían demasiado, cosquilleaban y quemanban.
Una parte de él se contrajo cuando el labio inferior tembloroso del
Omega se expuso, un color cereza, tan apetecible y dulce, y las dolorosas
lágrimas bajos sus preciosos ojos que habían vuelto a ser ese hermoso
esmeralda.
— No llores, TaeHyung, escúchame — Intentó consolar, pero se sentía
demasiado frustrado. TaeHyung alzó su mentón, sus ojitos vidrosos
rompiendo desgarrando el interior de él por su mismo Alfa — Entiendo que
duele, lo sé pero tienes que soportarlo, amor.
Sabía que su voz sonaba suave y tranquila, aunque su interior era un
remolino de calor, pero necesitaba de alguna u otra manera controlar al
Omega.
No podía mantenerse ahí sin desear lanzarse sobre el Omega. Las ligeras
lágrimas iban deteniéndose y él se sorbió su nariz, rojita y de botón, con
suaves movimientos. Se veía pequeño, inocente y tan tierno que la imágen
hacía saltar su corazón. Un hueco en su estómago, vacío y profundo.
La bombilla sobre su cabeza se encendió, tenía que actuar.
— Ven, ven, necesito llevarte a otro lugar — Le dijo, suave, sosteniendo
al Omega por los hombros. Él se quejaba, hiriendo sus oídos, intensificando
su olor y haciendo más visibles los pucheros.
Con pasos cortitos, y con mucha fuerza de voluntad por parte suya que
intentaba concentrarse y no mandar todo a la mierda y hundir su nariz en el
cabello del Omega y conocer cada pedacito y lunar de su piel, lo guío.
El pequeño cuarto de baño era eso, pequeño. No contaba más que un
lavabo de porcelana, un espejo sobre él bastante amplio, un inodoro y no
más. Algunos artículos de limpieza, un par de toallas y jabones para manos.
Ayudó a sentar a TaeHyung sobre la taza del inodoro, cuando suaves
aullidos salían de él y es que sabía que entre más entrará en su celo más se
iría perdiendo de él. Se apresuró a humedecer una de las toallas, hasta que
las gotas caían como gotera y alzar los rizos del pequeño para colocar el
materia sobre la piel de su frente, en un ligero alivio para su avidez.
TaeHyung tarareo, un poco más relajado por la ayuda y cerrando los ojos
para la refrescante sensación pero aún en sus labios seguían
reproduciéndose una y otra vez el llamado a JungKook «Alfa, Alfa »,
repetía y JungKook estaba a punto de desfallecer y caer de rodillas frente al
Omega para hacer lo que él pidiera.
Salió a tropezones, corriendo contra la mochila que tenía en un rincón de
la cocina de la cafetería, rebuscando sin cuidado en su interior, sacando una
camiseta que había dejado ahí abandona de la última vez que fue a dormir a
casa de HongJoong. Regreso de la misma manera, encontrando a TaeHyung
removiéndose en su asiento con la respiración errática, su pecho subir y
bajar, y suaves pero deliciosos murmullos que no lograba comprender.
Se arrodilló frente a él, rozando ligeramente la pierna del Omega,
sintiendo el ligero espasmo.
— TaeHyung, con ese suéter sentirás muchísimo más calor, toma esto,
deberías usarla para sentirte mejor — Respiró hondo, sentía su boca seca y
las palabras salían en desorden y rápidas de su garganta — ¿Puedes hacer
eso?
No obtuvo una respuesta congruente, sólo unos melodiosos gruñidos que
lo hacían sentir un nudo en su estómago. El aroma era más fuerte y se sentía
levemente mareado, casi en las nubes.
— ¿Puedes hacerlo? Por mí, anda, TaeHyung — Pidió, oía su propia voz
y era más ronca y profunda.
Él asintió, tomando la prenda entre sus dedos y sus pequeños ojos un
poco más llorosos.
JungKook suspiró aliviado antes de asentir también y salir como rayo del
cuarto de baño. Presionando su mano sobre el pomo de la puerta, sus
nudillos volviéndose blancos y su Alfa más que enfadado con él. Respiró
hondo, llenando sus pulmones entre el dulce olor del Omega y el aire de su
exterior, presionó su frente contra la madera susurrando un «lo siento»,
extrayendo un par de llaves de su bolsillo y cerrando hasta oír el clic del
seguro de la puerta.
Fuera, una mujer de aspecto ejecutivo con el cabello hecho un moño
rojizo esperaba del lado contrario de la barra, golpeteando disgustada su
zapatilla contra los azulejos.
Exhaló, rendido.
— Hola, lo siento por la demora, sólo que por hoy hemos cerrado — Le
dijo, con el intento de una sonrisa amable.
— ¡Llevó más de veinte minutos esperando de pie! — Espetó con
indignación. Tenía una postura altanera y detestable.
JungKook se detuvo a volcar los ojos y gruñir.
— Puedo ofrecerle un cupón para su próxima compra, pero hemos
cerrado por hoy — Intentó de nuevo, imitando la postura de la mujer
aunque más amable y gentil.
La mujer gruñó, antes de negar y maldecir por lo bajo, saliendo hecha
furia del negocio, golpeando sus tacones contra el piso, creando un eco
lastimoso.
JungKook volvió a respirar, sintiendo su cabeza girar de mil vueltas.
Recupero la compostura, caminando con una sonrisa a las mesas ocupadas
por las personas en el negocio. A comparación de la mujer anterior, los
clientes parecieron comprenderle, pagando la cuenta - con el descuento que
JungKook les había hecho por el infortunó momento - y recibiendo halagos
de parte de ellos.
La pequeña niña de cabello castaño con la sonrisa llena de chocolate se
despidió de él con su manita al salir del establecimiento, él le dedicó una
sonrisa real al verla partir de la mano de su padre, antes de cerrar la puerta
del establecimiento y girar el letrero de la entrada a CERRADO.
Regreso a la puerta del cuarto de baño, con sus dedos cosquillear por
desear abrir esa puerta pero respirando profundamente para encontrar su
voluntad a no hacerlo. Sólo lograba escuchar los jadeos y gruñidos del
Omega, sabía que se estaba volviendo peor.
Tomó un vaso de agua, después de sentir su garganta seca y la boca
pastosa en un sabor amargo. El líquido se sintió como una ligera paz en el
momento tan desafortunado. Todo su cuerpo le dolía de una manera
diferente, se contenía a no correr pues su Alfa estaba más que enojado,
suplicándole que volviera con el Omega y lo hiciera sentirse mejor, que
desapareciera el dolor.
Tecleo los números en su celular, observando la puerta de madera, con su
pie impactando impaciente contra el piso.
— ¿Hola?
— HongJoong, ¡necesito tu ayuda! — Alzó la voz, respirando más
tranquilo al escuchar la voz de su mejor amigo en la línea, se aferró al
celular contra su oído.
— JungKook — Le respondió, su voz era suave y entrecortada,
somnolienta por completa — Estaba durmiendo mi siesta, ¿qué sería tan
importante para interru-...
— TaeHyung, entró en celo y está en la cafetería — Suspiró tembloroso
— No sé que hacer, te necesito.
La línea se oyó en silencio hasta que el sonido de los resortes del colchón
de HongJoong le indicaron que estaba de poniéndose de pie.
— Llegó en diez minutos, aléjate de él JungKook o golpearé tu rostro —
Sentenció con un tono más frío y serio.
JungKook asintió, aún que HongJoong no lo vería pero termino
diciéndole que no haría nada y no se demorará demasiado. Su corazón latía
tan rápido que pensó que en cualquier momento saldría de su caja torácica y
correría por las calles.
Se desplomó sobre un banquillo, cerrando los ojos y dejando la cabeza
caer hacia atrás.
Su Alfa chillaba. Necesitaba ayudar a TaeHyung, quería hacerlo, tanto
que era una tortura en su interior.
Contó los minutos como reloj en su mente.
Mordiqueaba las uñas de sus dedos y sentía que en cualquier momento se
pondría a gritar de la frustración por no saber absolutamente nada. Estaba
sentado ahí, sin hacer absolutamente nada, solo él con su Alfa enfadado que
sentía que estaría a punto de matarlo de tanto dolor que sentía.
El celular sonó, llegando a retumbar en sus oídos con dolor, logró
alcanzarlo entre tropezones, sus dedos temblando alrededor de el. Respiró
profundo antes de deslizar su dedo en la pantalla.
— Está bien, está en casa, su madre llegó. Él está bien ahora —
Anunció HongJoong, apenas la línea se abrió. JungKook suspiró aliviado,
como si todo se hubiera solucionado y nada había sido un mal trago.
— Bien — Se desplomó sobre el asiento, cansado, totalmente agotado y
con un dolor constante en su pecho.
— Ve a casa a descansar, JungKook — Dijo afligido, y no había duda.
Transportar a un Omega a inicios de sus celos no era un trabajo fácil.
JungKook asintió, antes de darse cuenta de su soledad.
— Lo haré — Cerró los ojos, dejando relajar su cuerpo — Gracias. Te
debo una.
— Claro que me debes una — Chasqueó la lengua. JungKook estaba casi
seguro que tenía una sonrisa jocosa en sus labios — Te llamó luego, voy
conduciendo.
La línea quedó en silencio. HongJoong colgó.
JungKook se sentía tranquilo, saber que TaeHyung estaba en un lugar
seguro, en casa y que alguien estaría ahí para cuidarlo, le daba paz, pero al
mismo tiempo se sentía patético por no ser él quien estuviera allí, cuidando
de él.
Y cómo cereza en pastel, la imagen de esos fanales azules eléctrico, se
reprodujo como película, haciendo que su Alfa se sintiera complacido
ligeramente por presenciar tal fenómeno.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo 1O
❝pastelillos de calabaza❞
Tres días que se habían sentido como un infierno dentro de su cuerpo. La
garganta la tenía hecha un desastre y sus músculos se sentía adolorido así
como cada hueso. Sentía que en cualquier momento podría desfallecer
sobre ese colchón. El dolor era un montón de alfileres sobre su cuerpo.
No tenía una noción de lo que había ocurrido, más allá de dolor y tortura.
Cada nervio de su cuerpo había actuado y cada sensación se experimentaba
más. Su cuerpo estaba llenó de rasguños por el desespero de lograr
conseguir un poco de paz de su cuerpo, ahogado de tanta abrumación El
dolor en sus entrañas era como miles de fósforos encenderse durante horas
y sus labios estaban triturados por sus propios labios.
Las lágrimas salían por inercia, se sentía al límite, no había nada que lo
moviera más allá de sus pensamientos. El salado gusto sobre sus labios
rotos y llenos de llagas. Las suaves caricias entre sus rizos, con un siseo
suave que no era más que eso para él.
— Necesitas darte una ducha, cariño, vamos hacerlo — Le oyó decir a su
madre, mientras seguía deshaciéndo los nudos de su cabello. TaeHyung
asintió pero aún así se aferró al pequeño cojín entre sus manos.
Salieron con pasos cortos del pequeño nido que había hecho el Omega.
Su cuerpo se sentía temblar como un animal indefenso, cada músculo dolía
apenas daba un paso. La intensidad de la luz del cuarto de baño lo cegó
unos segundos, se había acostumbrado a las penumbras de su habitación
tras los tres días de celo.
Sintió un montón de navajas sobre su cuerpo cuando su madre retiro la
camiseta que llevaba puesta, doblando la prenda y dejándola a un lado.
TaeHyung había pasado todo su celo con esa camiseta, la que JungKook le
había ofrecido. Era algo que sin darse cuenta su Omega se aferraba, creía
que el olor almizcle sería un bálsamo, y sí lo fue, el primer día antes que el
olor desapareciera contra el suyo y su Omega se sintiera vacío como nunca
en su vida.
Con esfuerzo logro sentarse sobre la bañera, contra el frío material y la
lluvia artificial tibia que hacía contacto contra su cuerpo, haciendo que sus
las tramposas lágrimas se lograrán confundir. Había tanto lo que su mente
pensaba mientras sentía el jabón frotarse contra su espalda a manos de su
madre
El cansancio era un peso sobre todo su cuerpo, cada rincón estaba
agotado. Por los supresores su celo se había atrasado más de dos meses de
lo normal, pero grande error pues su llegada había sido lo triple de lo que
recordaba. Los recuerdos son borroso pero los días y noches se sentían
eternos, llenos de fluidos y mucho dolor que prefería dejar a un lado. Pero
su mente estaba en lo mismo, con un peso en su conciencia. Había insitado
a JungKook en su estado, estaba avergonzado, quizás la percepción que
tenía sobre él la había roto por sus propias manos.
Patético
Así se sentía, torturandose con lo mismo. Apenas recordaba las cosas, era
como la peor resaca que ni el mismo alcohol alcanzaba. Todo era una
tormenta borrosa en su mente. El vago recuerdo de aquel lindo Omega,
HongJoong, trayendo de él a casa, otra vergüenza más que agregar a su lista
de malas acciones.
Era su culpa, tenía que haberse dado cuenta desde antes. Estaba
avergonzado, herido, cansado. Ni siquiera sabía con que rostro volvería a
ver a JungKook, había sido un Omega patético y necesitado.
No podía detener las lágrimas, eran eternas y el botón de apagado estaba
averiado. Sólo quería llorar hasta sentirse seco.
Había arruinado todo.
— ¿Podrías detenerte un segundo?
JungKook giró a verlo, HongJoong le dijo, sentando sobre un banco
detrás de la barra, robando el par de galletas de chispas de chocolate de la
vitrina con las migajas en sus comisuras. Él gruñó, desesperado dejándose
desplomar en otro del blanco.
La cafetería estaba tranquila, así siempre estaba a esas horas. Era una
rutina, por las mañanas comenzaba el movimiento con los ejecutivos que
debían ir a sus empresa o los niños y padres antes de ir a la escuela, después
de tomaba un descanso hasta la hora del almuerzo y salida de las escuelas
para una merienda dulce hasta volver a un largo descanso por la tarde con
algunas almas que viajaban por ahí y al final del día algunas parejas o
amigos a tomar algo para quedar al día.
Era después del almuerzo, así que todo estaba relajado y vacío, apenas un
hombre que había pedido un café cargado y leía el periódico en una de las
mesas.
Llevaba más de una semana sin saber absolutamente nada de TaeHyung.
El Omega no había aparecido de vuelta en la cafetería y JungKook estaba a
punto de gritar de frustración. Quizás es poco convencional, no tenía tanto
de conocer a TaeHyung, pero en verdad, su Alfa estaba más cabizbajo que
él, desesperado por volverle a ver.
— ¿Por qué no lo visitas tú a él? — HongJoong preguntó cauteloso,
masticando el postre que había comenzado a comer.
JungKook se limitó a inflar sus mejillas y alzar los hombros. Al principio
cuando su mejor amigo aparecía diciendo que su mal humor era causado
por no tener noticias de TaeHyung, él se molestaba, diciendo que era
mentira. Ahora, simplemente le tocaba resignarse, porque realmente si, su
mal humor se resumía en ello.
— No quiero molestarlo, él no quiere verme — Dijo resignado,
respirando hondo con la mayor melancolía que su Alfa sentía. Había dejado
de cuestionarse el porque su Alfa parecía aferrarse al lindo Omega de ojos
verde, sólo lo extrañaba.
— No creo que eso sea así. Sólo debe estar avergonzado, es eso.
— ¿Avergonzado? — Elevó su ceja.
— No lo sé — Alzó sus hombros — No parece ser una persona que salga
con frecuencia de su zona de confort, que su celo lo haya pillado frente a ti
no es algo muy cómodo.
— Pero eso es normal, es natural — Chistó, negando como si la premisa
no tuviera sentido.
— Una cosa es que los Alfas sean tan cabezota que no les interese eso,
pero algunos de nosotros preferimos que nuestros celos sean en momentos
privados. Es demasiada vulnerabilidad, JungKook — Le respondió con
dureza — Y recuerda que tampoco todos los Alfas se comportarían como lo
hiciste, no todos tienen o quieren un autocontrol.
HongJoong agachó la cabeza, jugueteando con sus dedos sobre su
regazo. JungKook nunca lo había visto así. Tenía hermanas que eran
Omegas y su propia madre lo era, pero nunca había tenido un vistazo de lo
que pensaran al respecto. Desde pequeño su madre le había educado para
respetar a cualquier Omega y verlo como algo hermoso, un regalo del
universo que se debía cuidar con paciencia y mucho amor.
Durante su cortar vida nunca había considerado a ningún Omega como
inferior, todo estaba en una balanza. Los años habían pasado y las
mentalidades se innovan, aunque era cierto que nunca se dejaban se ver a
aquella casta como un lindo trofeo para presumir.
HongJoong era su mejor amigo, era capaz y audaz, más que algunos
Alfas que conocía. Era increíble y nunca su casta fue un requisito para su
amistad. Sólo ocurrió, sin prejuicios.
— ¿Crees que debería hacerlo? ¿y si lo incómodo? — Alzó la mirada,
con ese brillo triste en sus ojos. Lo que menos quisiera era hacer que el
Omega se sintiera incómodo junto a él.
HongJoong alzó los hombros, ladeó un poco la cabeza.
— A veces hay que arriesgarnos para que las cosas ocurran.
JungKook asintió decidido. Tenía razón, tenía que hacerlo. Quizás
TaeHyung no iba a verlo de nuevo porque creía algo erróneo de la situación.
JungKook nunca le haría nada, nunca. Quería dejarle claro que sí alguna de
las situaciones que pasaron aquel día tuvieron un mal camino, fue un error,
él intento con toda la voluntad que su Alfa le permitió, cuidarle de cualquier
manera y si eso era de él mismo, lo haría.
Las cosquillas se instalaron en su estómago apenas la vaga idea de volver
a verle, sentir el apenas dulce olor del Omega y poder presenciar el
nerviosismo que soltaba sin darse cuenta, haciendo tan tierno ante sus
propios ojos.
— ¡Iré a por él! — Decidió JungKook, se puso de pie, entrando a la
cocina y salir con su mochila en la espalda y una sonrisa triunfante.
HongJoong lo observó, con los labios fruncidos, aclaró su garganta más
fuerte de lo normal haciendo que JungKook lo mirara.
— Hablaba de que podía hacerlo pero no hoy, quizás otro día, ¿piensas
cerrar la cafetería entonces? — HongJoong tenía el rostro bañado en
confusión.
JungKook sonrió, dejando salir unas risitas suaves.
— Nop — Negó, tomando una de las cajas de cartón armadas y dejando
dentro un par de pastelillos de calabaza, la única y deliciosa recete de su
madre. HongJoong parecía el triple de confundido cuando lo observó, su
entrecejo fruncido con las migajas en sus comisuras como recuerdo de lo
que devoró hace un tiempo y el pestañeó lento y espeso — Tú serás un gran
amigo y te quedará acá atendiendo.
HongJoong se atragantó con su propia saliva, tosiendo suave. El Alfa lo
tomó de sorpresa, riendo y dándole suaves golpecitos en la espalda.
— ¡¿Estás de joda?! — Exclamó irónico cuando logro componerse. Se
puso de pie de un salto, cruzando los brazos sobre su pecho y una mirada de
negación plasmada con la nariz fruncida.
JungKook resopló, aún riendo ligeramente y acomodando la caja de
cartón con el postre en su mochila con cuidado de no dañarla en el camino.
— Puedes comer gratis todo lo que quieras — JungKook soltó, sonriendo
jocoso.
HongJoong abrió y cerro la boca, apunto de conseguir un argumento para
negarse a hacerlo, pero concluyó asintiendo convencido con una ligera
sonrisa que intentaba ocultar. JungKook dejó salir una carcajada por lo
sencillo que fue convencerle.
— Puedes llamarme si necesitas algo, ¿bien?
— Sí, sí, lo haré — Volcó los ojos.
JungKook se despidió despeinando el cabello de HongJoong que gruñó
como cachorro y amenazó con morderlo si seguía haciendo eso. Él rió al
imaginarse los pequeños colmillos de su mejor amigo intentando causarle
daño cuando probablemente sería como un cosquilleos.
Sentía un nerviosismo recorrer cada extremo de su cuerpo al avanzar por
las calles, su Alfa parecía más nervioso y avergonzado que él mismo.
Estaba creyendo que lo que hacía era una estupidez, que debería dejar en
paz al Omega y darle su espacio. Pero el vacío que sentía desde la última
vez que lo vio era un discordia que se encendía como fuego. Quizás no
tenía forma de explicarlo, pues sentía que todo en su interior era un
remolino de muchas sensaciones y emociones, pero lo único claro que tenía
su nublosa mente era la necesidad que se creaba por verlo, sólo una vez
más.
El dulce calor en su pecho se hacía cada vez más presente, con el una
sensación en su estómago como ligeros aleteos en el interior. Su Alfa
debajo del nerviosismo se ponía a cada paso más contento y él; también.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo 11
❝té de canela❞
Un cosquilleo se centro sobre la punta de sus dedos, como un recorrido
de hormigas recorrer cada sendero de su cuerpo. Respiró profundo,
sintiendo los pulmones más que llenos. Limpio la palma de sus manos
contra parte delantera de sus vaqueros.
Presionó el pequeño timbre que se encontraba a un lado de la puerta,
dando un respingo por el sonido de la tonada y sintiendo un hueco en su
estómago. Fueron sólo poco unos cuantos segundos que tuvo que esperar
cuando la puerta se abrió y su respiración se detuvo con ella.
Llevaba más de media hora sin hacer absolutamente nada. Se encontraba
recostado boca arriba en su colchón con el sonido de fondo de una de las
canciones que se reproducía en Youtube. Tarareaba las pocas estrofas que se
sabía y delineaba las manchas de húmedad del techo.
Era sábado, finalmente. Fue algo costoso para él asistir unos cuantos días
a la escuela después de su celo. Su cuerpo aún no sé recuperaba, cansado
hasta la médula y el ligero olor florecer como festín, con los sentimientos
más expuestos.
Jimin había insistido la mayor parte del día anterior que lo acompañará a
una fiesta que organizaba un compañero del equipo de fútbol. TaeHyung
declinó, no tenía ánimos de ahogarse en olores y nunca sería un fiel de las
fiestas. Prefería quedarse en casa y recuperar la energía que se había
consumido, quizás adelantar un par de trabajos pendientes para las
próximas semanas. Aún con un Jimin que había estado detrás de él como
cachorro, haciendo un terrible berrinche por no querer ir solo a aquella
fiesta y casi arrodillándose para que así lo acompañará, TaeHyung se negó
una y otra vez, decidido.
Aunque no lo dijera en voz alta, más allá del agotamiento, sabía que
aquellas fiestas asistían la mayor parte de los alumnos de la escuela y podría
asegurar que el equipo de básquetbol lo haría, y eso viene adjuntado con Yi-
Jeong. No quería verlo ni en pintura.
Alisa se compadeció de Jimin, ofreciéndose de mala gana como
compañía, el Alfa en su arranque de emoción la abrazo, alzando el pequeño
cuerpo de la Omega que aunque quisiera parecer fría ante él, la traicionera
sonrisa se dejaba curvear en sus labios. TaeHyung estaba feliz, podría dejar
de tener a Jimin molestando sobre eso.
— ¿TaeHyung? ¿Cariño?
Dos suaves golpes contra la puerta de su habitación.
— Pasa, mamá — Alzó la voz ante la música. Sentándose sobre su cama
en forma de flor de loto y alcanzar el computador para pausar la
reproducción. La música cesó y su madre entro, con el rostro cansado y los
hombros caídos, después de una guardia en el hospital y dos partos de
urgencia. Ella le sonrió, suave y encantador.
— Tienes visitas, cariño — Su madre dejo descansar su cadera contra el
marco de la puerta.
TaeHyung frunció el entrecejo, pestañeando confundido.
— ¿Visitas? ¿Jimin? ¿Por qué no sube simplemente? — Preguntó
poniéndose de pie, hizo fricción contra la alfombra de su habitación y sus
calcetas blancas con dibujos de estrellas de colores. Eran sus favoritas y
bastante calientitas para el clima frío de la casa.
Su madre negó, riendo ligeramente con una sonrisa lobuna.
— No es Jimin, deberías bajar. Te esperan en el salón.
La confusión fue como una luz roja a su curiosidad. Salió de la
habitación no sin antes plasmar un beso en la mejilla de su madre y
disfrutar el perfume natural se ella.
Bajando las escaleras de dos en dos, jalando las mangas de su suéter azul
suave y así cubriendo sus palmas. Se acercó ligeramente al salón, un
pequeño salón realmente pero bastante acogedor para su hogar. El aroma lo
golpeó con fuerza, haciéndolo tambalearse ligeramente y llenar su boca de
saliva, así como su corazón contraerse hasta lastimar.
Se quedó quieto, respirando el olor y sintiendo la saliva burbujear su
garganta. Los pasos detrás de él lo alertaron, girando con las mejillas
blancas y los labios entreabiertos. Su madre lo observaba con una sonrisa
cómplice y coqueta. Se sintió arder cuando la vio.
— ¿Te quedarás ahí de pie? — Le preguntó bajo, con la ceja alzada y la
curva de sus labios en alto.
TaeHyung trago, negando, sintió la cabeza girar por el fuerte
movimiento. Ella rió por los bajos, acariciando su brazo antes de caminar
hacia la pequeña cocina, despareciendo de la visión de él.
¿Estaba soñando?
Se dió un pellizco sobre el dorso de su mano, ahogando un jadeo cuando
se dió cuenta que no era una truco de su cabeza. Respiró hondo, ahogándose
del delicioso olor y un corazón que brincaba contra su pecho. Se adentro
con las manos a cada lado de su cuerpo con un amargo temblor.
Entro al pequeño salón y el tiempo se detuvo en un clic. JungKook alzó
la mirada, sentado sobre el sillón más amplio de la habitación. Sus ojos
tenían un lindo brillo suave que lo hacia sentir un bienestar de inmediato.
Las mejillas ligeramente sonrojadas y una sonrisa tímida en sus bonitos
labios. Tenía una pequeña caja sobre su regazo y una mochila a un lado de
sus piernas sobre el piso.
TaeHyung estaba a dos segundos de desmayarse de la impresión.
— ¿JungKook? — Dijo con la voz pastosa y confundida. Sintió un
cosquilleo en sus labios al emitir el nombre del Alfa. Él asintió, nervioso,
tan adorable con las mejillas rosadas y la punta de la nariz respingada de
color cereza por el clima del exterior. Sé puso de pie, caminando apenas
unos pasos con la caja contra su pecho.
— Hola — Le sonrió. Bastó solo para oír su voz y sentir el aleteo casi de
inmediato en su estómago, como miles de mariposas se hacían volar por sí
mismas — Oh, estos es para tí — Alzó la caja, ofreciendo a su dirección.
TaeHyung la tomó, visualizando su ligero temblor que está vez - para su
mala suerte - JungKook también observó pero decidido ignorar, volviendo
su mirada en él con una genuina sonrisa. Se sintió como un golpe en el
estómago. Un baño de vergüenza. Uno tras otro, después de recordar como
estaba vestido; un vaquero bastante desgastado y rasgado de las rodillas con
un suéter tejido con un patito en el pecho que su abuela le había hecho para
su cumpleaños pasado y el par de calcetas de estrellitas. Se sintió enrojecer,
y estaba seguro que JungKook también lo había visto ya pues lo pillo en
ello, pero él tenía una tierna media sonrisa, con destellos dulces.
— N-no te esperaba — Musitó, con las mejillas más calientes hasta el
cuello y su voz temblorosa como sus propias manos. JungKook en cambio
se veía tan bien y casual. Un vaquero ajustado negro y una cazadora del
mismo color, y un par de converse blancas.
— Oh sí, sólo quería traerte eso — Exhaló, rascando su nuca — Son
pastelillos de calabaza, son deliciosos. Puedes abrirlos, son para ti,
TaeHyung.
La sonrisa tímida y su nombre salir de voz de JungKook era un regalo
que no todos los días podía vivir. Su Omega estaba acurrucado, hundido en
felicidad.
Como había dicho el Alfa un par de pastelillos en una tonalidad
anaranjada y café, apetitosos y una crema blanca sobre ellos en decoración,
dentro de la cajita de cartón. El olor del fruto y azúcar hizo rugir su
estómago.
El corazón de TaeHyung se sentía entusiasmado, más que contento con la
presencia del Alfa y no tenía manera de explicarse que hacía él ahí.
— Gracias, JungKook — Agachó la cabeza, ocultando el rosado de sus
mejillas, cerrando la pequeña cajita y sintiendo el delicioso olor cosquillear
su garganta y estómago.
— Lo siento — Habló JungKook, con las palabras como maremoto en su
mente. TaeHyung estaba confundido, frunció el entrecejo mirándolo, con
una profunda intriga. Él pareció darse cuenta pues exhaló, su fragancia era
intensa y con las notas de nerviosismo propio — Por la última vez, ya
sabes, no quería incomodarte. Mi intención nunca fue hacer nada, te lo juro.
Sus ojos tenían un brillo, uno sincero con repleta verdad. TaeHyung no
tenía duda en absoluto sobre las intenciones de JungKook, que aunque sus
recuerdos sean nublosos recordaba que el Alfa había sido educado, amable
con él, sin prejuicio o aprovecharse de su estado. Lo contrario a eso, su
Omega se había sentido deseoso y seguro a un lado de él, como si ese fuera
el lugar exacto donde debería estar y cuando lo alejaron del Alfa, fue un
profundo y vacío dolor en su corazón.
— No, no, y-yo lo siento — Balbuceó, dejando la caja en la mesita de
café, y llevando sus temblorosas manos hacia atrás, entrelazándolas.
Respiró profundo, sintiendo una extraña picazón en el borde de sus ojos.
Una ola de vergüenza revolvió su estómago recordando su patética actitud
— Yo, yo debería discúlparme.
TaeHyung sintió que las palabras dolían en su garganta y tuvo que atrapar
su labio inferior entre sus dientes, ahogando esas ganas de soltarse a llorar
por el bochorno. Agachó la cabeza, sentía casi imposible mantener un
contacto visual con el Alfa sin sentirse hervir en vergüenza.
— Hey, no, TaeHyung — Oyó la voz de JungKook, calmada y
aterciopelada. Los silenciosos pasos contra la alfombra apenas fueron
captados por él, pero el delicioso olor como una fuente de electricidad era
difícil de no percibir.
El Omega alzó la mirada, conectando de nuevo con los preciosos fanales
del Alfa, que parecían están tan blandos para él.
JungKook suspiró, con una suave y dulce sonrisa en sus labios cereza.
— No tienes que avergonzarte de nada o pedir una disculpa, no tienes
porque hacerlo. Es natural, simplemente es algo que pasó y está bien. Vine
para disculparme yo, lo que menos esperaría es que te sintieras incómodo
conmigo — Sonaba dolido, eso alertó a TaeHyung, con ganas de decirle que
nunca se había sentido así. El azul se volvía ligeramente triste, un poco
apagado — Nunca te haría daño, en verdad. No quiero que lo creas, no me
gustaría que tuvieras esa impresión de mí.
TaeHyung dió un paso adelante, aún con las palabras envolviendo sus
corazón. No podía explicarlo, pero nunca se había sentido incómodo con
JungKook, sí y es que quizás eran las pocas veces de verse y el poco tiempo
de conocerlo, las apenas palabras y datos que se conocían, los gestos y
actitudes que ya reconocían uno del otro. Pero todo era más allá, algo que
no podía explicarse al sentir que él estaba cerca, su Omega se sentía pleno,
feliz de estar a tan poca distancia. Un manto de seguridad lo envolvía.
— No me siento así contigo, JungKook — Dijo, apenas un sopló que si
él no hubiera estado atento, lo hubiera perdido. Era como un secreto, uno
sólo para él.
La distancia se había hecho tan peligrosa, pero ninguno parecía protestar
al contrario de ello. Todo era una burbuja que los tenía dentro. Se sentía tan
normal, tan cómodo como un aviso de que así debía estar bien. Una lucecita
roja en el corazón de TaeHyung respecto algún tipo de señal o respuesta que
tanto había buscado.
El rostro de JungKook era una maravilla, cada detalle era cincelado con
el mejor pincel de un gran artista. Desde las espesas y curveadas pestañas,
hasta los pequeños besos del sol sobre su nariz y mejillas. Su nariz era
respingada y con la forma de un lindo botón, así como sus ojos un océano a
su disposición, sin manera de no mencionar sus labios, delgados y con una
apariencias tan suave, así con su color rojizo natural como la misma
granada.
El perfume almizcle del Alfa era un deleite para su nariz, con un largo
recorrido eléctrico en cada nervio de su anatomía. Su aliento era caliente
con una mezcla a menta y chocolate. No podía evitarlo, estaba tan cerca,
tanto que su Omega estaba embalsamado con él, casi babeando hasta llenar
una piscina completa.
Lo único que estaba seguro era que no era el único envuelto en una nube,
JungKook tampoco parecía dispuesto a crear una mayor distancia entre
ambos. Lo había atrapado también detallando, mirándolo con un brillo
peculiar sobre ese océano, también cuando esos ojos que aparecían en sus
mejores sueños caían sobre sus labios, así consigo, trayendo un calor por
todo su cuerpo, hasta sentir más mejillas casi explotando de lo cálido que
era el mismo aire.
Era como un clic, silencioso pero cautivador. Los hundía sin permiso y se
adueñaba del tiempo, detentiendolo con un chasquido. Sólo el sonido de dos
corazones latir, con sentimientos que revoloteaba sin siquiera preocuparse
por más. Un sueño casi realidad.
— ¿Cariño, les apetece algo de té-...?
TaeHyung se sobresalto apenas la voz de su madre se oyó cerca. Creando
una distancia algo considerable con el Alfa, con las mejillas explotando en
rosado y pestañeós lentos para escapar de la ilusión. JungKook se aclaró la
garganta, peinando su flequillo con un suave color en sus propias mejillas.
Su madre estaba de pie, en el umbral del salón con una sonrisa amable
con ojos cansados. Parecía no haber visto nada, o quizás sí.
— Ehm, sí, sí — TaeHyung asintió torpemente, haciendo un desorden de
sus propios rizos. Tenía un nudo en el estómago, como si todo se hubiera
congelado al punto de lastimarlo. El aire era tan embriagante para él, su
Omega estaba lloriqueando por hundir su naricita contra la fuente de olor.
— ¡Perfecto! — Exclamó entusiasmadas su madre, con una perfecta
sonrisa de dientes blancos y mejillas llenas — ¡Vengan a la cocina!
Ella indicó, relajando una genuina sonrisa al Alfa que aún parecía
levemente desconectado, pero aún así devolvió con sencillez. TaeHyung
suspiró cuando ella desapareció, volviéndose a JungKook, con una sonrisa
torcida y un revoloteo en su estómago.
JungKook soltó unas adorables risas, suaves y bajas, era imposible que
TaeHyung no sé contagiará de ellas, imitádolas. El Omega lo guío hasta la
pequeña cocina, aún con las vivas sonrisas.
Así paso una tarde, una de las mejores tardes de sábado que TaeHyung
había pasado desde hacía mucho tiempo. Probablemente la última había
sido hace más de seis meses en unas vacaciones de su hermana mayor de la
universidad, pasando una tarde completa de película románticas y comiendo
diversos tipos de helados.
Su madre por naturaleza tenía un gran tacto con las personas. Sus días
completos eran conviviendo con Omegas alteradas, asustadas y nerviosas
respecto a sus embarazos y Alfas sobreprotectores que apenas gruñían si
ponían un dedo sobre sus Omegas. Así que el tacto era nato, casi una gran
conexión con el Alfa. Aunque tampoco podía quitar créditos a JungKook, el
Alfa tenía un gran sentido del humor y una facilidad para interactuar. Las
charlas y anécdotas eran casi como agua fluir, sencillas y agradables.
La facilidad de la charla fue tanta que TaeHyung en varias ocasiones tuvo
que ocultar el rostro entre sus manos, contra la vergüenza que picaba contra
sus costillas cada que su madre creía oportuno contar una de sus tantas
historias de él de pequeño. Haciendo a JungKook reír con ternura y alguno
que otro «awww» que hacía que el calor de sus mejillas fuera tan visible
contra su piel lechosa.
Nunca había creído que ambos pudieran llevarse tan bien y haber pasado
una estupenda tarde de fin de semana. JungKook era simpático por
naturaleza y parecía tan cómodo, como si fuera algo de todos los días.
TaeHyung intentó preguntar respecto al trabajo, sabía que JungKook
debería estar en la cafetería, pero él decía que no importaba, que todo estaba
resuelto.
Así que dejaron pasar el tiempo, de esa manera tan simple y llena de
risas, buenas memorias y datos por más para conocerse. Unos cuantos
pastelillos y unas cuantas tazas de té de canela. Cuando menos se dieron
cuenta, el sol ya no era más que un fantasma, las calles estaban ligeramente
desoladas por la avenida y las farolas encendidas como compañía contra la
luz de la luna, con el ligero viento que hacía revolotear los árboles y
algunas hojas secas. Todo lo bueno tenía un fin.
JungKook estaba de pie frente a él en el porche, con la mochila sobre su
espalda y una agradable sonrisa en su rostro.
— Creo que le agradaste bastante a mi madre — Dijo TaeHyung,
cerrando la puerta de la entrada tras su espalda, manteniendo sus manos
sobre la palanca de ella. Estaba consciente de la sonrisa en sus labios, era
una situación simplemente divertida.
— Es muy agradable. Tengo el presentimiento que se llevaría de
maravilla con mi madre, quizás después — Alzó sus hombros, como si
fuera un comentario usual y cotidiano. Aunque para TaeHyung fue más, que
sintió más mejillas calentarse y soltar unas risas nerviosas.
— Sí, después — Repitió, mordiendo el interior de su mejilla.
— Bueno, creo que es bastante tarde, debería irme — JungKook frotó las
palmas de sus manos contra la parte inferior de su vaquero. Aún bajo la
pobre luz del poste de luz y la iluminación limpia entre las nubes de la luna,
el Alfa simplemente era de lo más hermoso que TaeHyung había visto en su
corta vida.
El revoloteó de su estómago era un mar de ellas, jugueteando en su
interior. El mismo destello que él daba era una belleza completa. La
garganta la sentía en un ligero cosquilleo hasta sus labios y una lluvia de
expectativas como tormenta.
— Sí — Fue apenas lo único que TaeHyung podía mencionar y es que las
palabras parecían ser complicadas en su garganta. El aroma de JungKook
siempre era persistente, lo hacía sentir mareado apenas lo sentía cerca.
Un recordatorio se encendió en su cerebro.
— Dame un segundo — Pidió TaeHyung, con una sonrisa tímida.
JungKook frunció el ceño, pero terminó riendo y sonriéndole al Omega que
suspiro aliviado — No te muevas, regreso enseguida.
TaeHyung entró como rayo de nuevo a casa, subiendo los escalones de
dos en dos, sintiendo el corazón latirle por la velocidad y esfuerzo. Casi en
segundos llegó a su habitación, corriendo al cesto de ropa limpia sobre una
silla. Fue fácil encontrarla, la camiseta que era de JungKook. Doblada y
recientemente limpia; la tomó. Quizás era una idea impulsiva y podía
arrepentirse pero tenía que hacerlo, su Omega fue quien actuaba.
Tomó la camiseta con cuidado, sin arrugarla después de que su madre la
hubiese acomodado. Frotó ligeramente un trozo de la tela sobre la piel
expuesta de su cuello, impregnándola de su propia fragancia, con una
sonrisa complacida y algo cómplice. Cuando la olfateó ligeramente, el olor
a detergente, las ligeras notas de la misma fragancia de JungKook como
recuerdo y esas chispitas de su olor, se fusionaban. Sonrío ligeramente
mientras bajaba de nuevos las escaleras, antes de llegar sintiéndose
ligeramente culpable, con una punzada en el pecho por tal acción que sin
sentido había cometido, pero era muy tarde, aunque lo pensó, debía
devolvérsela o no tendría una excusa sobre el porque su repentino acto.
JungKook estaba justo donde mismo, balanceándose sobre sus talones,
con las manos dentro de sus bolsillos. Le sonrió apenas lo vio de vuelta.
— No me moví, en absoluto — Detuvo su balanceo de golpe, con una
sonrisa aún más malvada y un pestañeo divertido. TaeHyung no pudo evitar
destruir ese repentino golpe de culpabilidad y reír por él.
— Esto te pertenece — Ofreció la prenda. JungKook la tomó confundido,
después de unos segundos comprendiendo de que hablaba. La sostuvo
sonriendo, antes de halar su mochila para dejarla dentro.
— Genial. Espero huela a ti — JungKook habló, deteniéndose apenas el
cierre de la mochila cerró, con los ojos abiertos y los labios en una línea
recta.
TaeHyung no tuvo una respuesta ante esa revelación, no más allá a de su
Omega más que feliz diciéndole te lo dije. Las mejillas de JungKook se
dibujaron en un color bermellón, tan lindas que hizo su corazón latir tanto.
— Creo que dije eso en voz alta — Rió nervioso, tosiendo ligeramente al
final.
TaeHyung sólo imitó las risas, ligeramente. Agachando la cabeza,
ocultando sus propias mejillas. Quizás era una tonta idea crear expectativas
que pudieran romperse y herirlo. Muchas veces eso pasaba, no sería
novedad esperar más de alguien y al final no ser así lo que la otra persona
espera. Pero esto parecía tan descontrolado, fuera de sus manos. Eras
pequeñas cosas que ocurrían y hacían que fuera casi imposible no sentir el
pecho hincharse de cariño y que su Omega estuviera más que complacido
con el Alfa, como si fuera más de lo que cualquiera entendiera.
— Tienes una linda risa, TaeHyung —Susurró JungKook, suave como el
más caro terciopelo. Como descargas eléctricas en su cuerpo.
TaeHyung alzó la mirada, con el labio entre sus dientes y un suspiro
ensoñador sin su permiso.
— Tus ojos... de nuevo — Musitó atónito JungKook, con su ceja alzada.
El Omega no pudo evitarlo, al agachar la cabeza. Había intentado
investigar respecto a eso que tanto decía JungKook sobre sus ojos en esa
tonalidad azulada. No había ninguna investigación que lo complaciera. Se
había puesto frente al espejo durante largos minutos esperando que ese
fenómeno ocurriera, pero no ocurría nada. Parecía que sólo el Alfa los había
visto en él y no tenía idea de que significará.
— Lo siento, no tengo idea de porque ocurre — Gruñó, con cierta
molestia pues no sabía si eso incomodaría al Alfa. Intento cerrar los ojos,
moviendo ligeramente su cabeza a los lados para pasar el efecto. Él rió
entre dientes, o eso podía oír.
El tiempo se detuvo, como si simplemente hubiera dicho alto, cuando
sintió un dulce tacto en su barbilla. Con tanto cuidado como si fuera a
romperse, JungKook elevó así la mirada del Omega, haciendo que levantara
su cabeza.
— No tienes de que avergonzarte — Manifestó, con un tono bajo y tan
fino.
TaeHyung abrió los ojos al par apenas sus ojos conectaron con los del
Alfa. Su rostro era una completa confusión y sorpresa, con los labios entre
abiertos y ese color azul eléctrico en sus retinas. JungKook no comprendió,
ladeando su cabeza y alejando la mano del rostro de él, creyendo que había
sido demasiado.
— ¿Todo en orden, TaeHyung?
— Tu-tus ojos — Balbuceó, asombrado.
— ¿Qué?
TaeHyung abrió y cerró la boca, algunas veces. Incapaz de encontrar las
palabras. JungKook intentó parpadear repetidamente, pero no hubo ningún
cambio.
— S-son, son rojos. Muy rojos — Acentuó lo ultimo. Su rostro era un
mohín de sorpresa completa.
JungKook ladeó la cabeza, aún más confundido. Sabía manejar eso, solía
usarlo sólo cuando necesitaba usar su voz para calmar los atrancados de sus
hermanas o del mismo HongJoong. Pocas veces había pasado cuando las
emociones de rabia y enfado eran demasiado que hacía hervidor su sangre
pero él siempre estaba consciente de eso. No ocurría sin sentirlo, siempre
esa ola de domino se sentía en su cuerpo, pero esta vez no había nada más
que una armonía plena.
Ese azul de los ojos del Omega seguía ahí y destellaba aún más. Más
eléctrico que se sentía hasta el último rincón de su cuerpo. JungKook ladeó
la cabeza al lado contrario, asombrado por el repentino destelló. TaeHyung
se sentía igual pues nunca había visto ese rojo galvánico en los ojos de
ningún Alfa, tampoco sentía miedo o intranquilidad. Sólo sentía una calma
perpetua.
Quizás fueron segundos, quizás fueron minutos. Ni idea del tiempo
ocurrido. Sólo se habían quedado ahí, asombrados por tal extraño
fenómeno. TaeHyung sentía la respiración atorada en su garganta, pero no
era de preocupación pues parecía no necesitar del mismo oxígeno.
JungKook fue el primero de salir de la campanilla. Parpadeando en
ensoñaciones, con los besos de sus pestañas sobre sus pómulos. El color
rojo desapareciendo de sus retinas y devolviendo ese azul precioso.
TaeHyung podía saber que había pasado también lo mismo pues un
pinchazo extraño se extendió por su columna, saliendo de ese trance y
estremeciéndose por el repentino cambio.
— Nunca había visto algo así — Murmuró perplejo TaeHyung, cuando
ese fenómeno no era más que un fantasma.
— Lo lamento. No quería causarte miedo. Suelo controlarlo bastante, no
sé qué me pasó — Refunfuño JungKook, con ese malestar para sí mismo.
TaeHyung negó inmediato.
— No. No. No me diste miedo, sólo — Suspiró — Fue increíble, nunca
había visto ese tono en los ojos de algún Alfa.
JungKook intentó ocultar su sonrisa, aunque fue imposible. TaeHyung
suspiró, nunca podría cansarse de esas pequeñas sonrisas.
Cayeron en un cómodo silencio.
— Bueno, creo que debería irme — Rió JungKook de nuevo, nervioso,
con ese olor mezclado. El temblor era suave sobre sus manos, pero ahí
continuaba.
TaeHyung asintió, con las mejillas rosadas y el labio entre sus dientes.
Sentía que si seguía sonriendo de esa manera, comenzaría a lastimarlo en
poco.
JungKook también asintió, tragando duro. Su manzana de Adán bajando
con aspereza y el olor volviéndose aún más intenso por una ola de
nerviosismos aún más grande. Dio un paso adelante, cortando más la
distancia y TaeHyung sintió su corazón detenerse para comenzar a latir en
su garganta y las gotas de sudor recorrer su espina dorsal. Se sentía
embriagado por el aroma. Embriagado por la cercanía. Embriagado por
JungKook.
El Alfa exhaló, liberando por completo sus pulmones. Un brillo en sus
ojos azules y su cuerpo aún tenso, como si en cualquier momento saliera
huyendo. TaeHyung atrapó su labio inferior, con la cabeza en las nubes y la
corriente entre sus venas.
— ¿Puedo...? — La pregunta se quedó corta. La cercanía era tanta que
podía detallar más el rostro de JungKook, así fue como captó cuando sus
ojos cayeron sobre sus labios, relamiendo su propio labio inferior y así
atrayendo también su mirada sobre los suyos. Elevó de nuevo la mirada,
con un océano que quería consumirlo y él se dejaría sin reprochar —
¿Puedo besarte, TaeHyung?
Su corazón se contrajo antes de dar un gran salto y sus labios se
entreabrieron por la sorpresa. Nunca había dado un beso en su vida y la ola
de nervios era como un balde de agua helada. El cosquilleo sobre sus labios,
con la idea de probar los del Alfa, era un deseo que martillaba su pecho.
Asintió, suave que apenas podía haber sido un movimiento flojo.
El Alfa suspiró aliviado, dejando su cuerpo tranquilo, después de tanta
tensión.
Apenas un parpadeo, o eso podría decir TaeHyung. Cuando la distancia
no fue más que un vago recuerdo entre ambos. Cuando los labios de
JungKook estaba sobre los suyos, suaves y atentos.
Era una explosión de fuegos artificiales en su interior. Una sensación que
recorría cada rincón de su cuerpo y despertaba cada sensación imaginable.
Se sentía como si pudiera tocar con la punta de sus dedos el mismo paraíso.
Era un beso, tan melodioso.
Nunca, ni en sus mejores sueños había imaginado que su primer beso
sería de esa manera. Tan dulce, tan simple y que encendiera cada luz de su
cuerpo. Envolviendolo en una completa seguridad.
Intento llevar sus manos hacia el cuello del Alfa pero fue imposible, el
temblor era casi un recordatorio de lo patético que solía ser, aún en sus
mejores momentos.
JungKook se separó, con una sonrisa tierna y dejando un permanente
cosquilleo en sus labios. Se sintió fallecer en ese preciso momento. No
había sido algo más allá de algo primerizo e inocente, pero se sentía con
llamas encenderse en su estómago.
TaeHyung suspiró, soltando una baja risita. Tan emocionalmente
entusiasmado por ese casto beso. Sus ojos cayeron en la realidad cuando
agachó la cabeza por la timidez, cayendo sobre sus manos que temblaban
sin control. Su garganta se cerró apenas se dió cuenta que JungKook había
visto el temblor de ellas, con intensión y rapidez intento ocultarlas,
llevándolas hacia atrás, pero fue interrumpido, cuando las manos de
JungKook atraparon las suyas, envolviendolo en un delicado tacto.
JungKook acaricio lentamente y con dulzura el dorso de sus manos,
enviando una corriente desde esa parte de su piel, era como si sus manos
entrarán en una esponjosa nube. TaeHyung lo miró anonadado, con la saliva
bajar su garganta como miel caliente. Nunca había dejado que nadie hiciera
eso, ni siquiera su madre cuando esos ataques ansiosos aparecían, lo hacía
sentirse peor, como un idiota por no saber controlarse, pero ahora,
simplemente se sentía correcto.
— ¿Todo en orden? — Le preguntó JungKook, su rostro bañando en
preocupación pero nunca se sintió como lastima. Era ese océano que se
movía entre sus olas, ese bálsamo que curaba cualquier cosa. TaeHyung
cerró los ojos, inhalando hasta que sus pulmones se llenaron de la fragancia
del Alfa, que calmo su errático corazón.
— Todo en orden — Susurró, cauteloso.
Cuando abrió sus ojos, JungKook tenía la curvatura de sus labios. Las
ligeras marcas bajo sus ojos, apenas visibles pero ansiosas por salir. El
brillo que su propio rostro era más que precioso y TaeHyung se sintió tan
bien, seguro y cómodo.
El sonido desconocido se instaló entre ambos, haciendo que JungKook
tuviera que detener las caricias y extraer el celular de su bolsillo, frunciendo
los labios mientras leía la pantalla, emitiendo un bajo gruñido.
— Debo irme, lo siento tanto — Un apenas puchero en sus labios,
ablando aún más el corazón de TaeHyung. Tan adorable.
TaeHyung rió, suavecito. Asintiendo.
— Hazlo, es tarde.
— ¿Nos veremos luego?
El Omega ensanchó su sonrisa, dejando dibujar esos hoyuelos sobre sus
mejillas rosadas.
— Claro — Murmuró. JungKook agrando su sonrisa, brillante y
complacida.
— Bien, bien, debo irme — Dejó cariñosas caricias sobre el dorso de él,
antes de separar y sentir un vacío en su estómago.
JungKook parecía ansioso, sonriendo y balanceándose de un lado a otro,
como un cachorro. Se despidió diversas veces, y TaeHyung sólo podía reír
por los jugueteos del Alfa. Su aroma era tan exquisito y feliz que el Omega
de su interior estaba extasiado.
Cuando JungKook giró, dispuesto a caminar fuera de la casa de
TaeHyung, después de una grande y genuina sonrisa, la repentina sensación
se volvió a instalar.
— ¡JungKook! — Alzó la voz TaeHyung.
— ¿Si? — JungKook parecía preocupado, observándolo de arriba a bajo
como si algo hubiera pasado. Su nariz fruncida y ligeramente rojiza por el
repentino fresco aire.
TaeHyung rió bajito, bajando el escalón del porche que había descendió
JungKook. Planto un suave y casto beso en la mejilla derecha de JungKook,
alzando su cuerpo. El ligero gruñido en el pecho del Alfa cuando sus labios
rozaron su piel.
Se separó, con una sonrisa jocosa y las mejillas más que rosadas - sí, más
-
Mordiendo su labio, movió ligeramente su mano en el aire en la dirección
de él, antes de girarse y casi correr al interior de su casa. Con el corazón
latiendo en su mano y pisar de elefantes en su estómago. Envuelto en una
ilusión.
Respiró hasta llenar sus pulmones, recargando su peso sobre la puerta
cerrada a sus espaldas. Con la sonrisa impresa en sus labios como tinta
imposible de borrar. Como un cachorro, entusiasmado en Navidad, tiró
ligeramente de la persiana de la ventana de un lado de la puerta, observando
como el Alfa seguía de pie con una sonrisa tierna y tan dulce, negó con la
cabeza y lo que parecía reírse bajo pues su cuerpo se contraía.
JungKook giró, caminando fuera del jardín de la casa. Comenzando a
desenvolverse contra las calles y la luz de la noche.
Cuando lo perdió de la vista, volvió a recargar su espalda sobre la puerta
de madera, suspirando ensoñación completa.
Su Omega estaba nadando entre nubes, complacido y más que feliz,
nadando a su hogar que parecía estar alejándose con el Alfa de ojos
preciosos, pero nunca se rendiría para ir tras él.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo 12
❝leche caliente❞
Sentía cosquilleos recorrer su cuerpo completo. Las mariposas en su
estómago eran un revoloteo que revolvía su paso. Su Omega estaba con una
inmensa sensación de jubiló.
Era martes por la tarde, después de dos días de apenas algunos mensajes
de texto que había compartido con JungKook, en los días que no había visto
al Alfa. Que sí, pleno siglo XXI y habían tardado demasiado para compartir
números de celular para mensajear.
Hoy sentía que era un gran día, absolutamente nada podía cambiar su
buena energía y actitud. Se sentía bien y que en cualquier momento podría
explotar de completa felicidad.
Recorría los pasillos de la escuela por la mañana, sosteniendo su celular,
releyendo la pequeña conversación que había tenido con JungKook esa
mañana. El Alfa deseándole muchísima suerte con la presentación de un
portafolio en Literatura con emoticones de corazones que hacían que se
sintiera como un cachorro enamorado e ilusionado. La sonrisa en su rostro
era más que obvia, parecía que en cualquier momento su rostro se partiría
en dos.
— ¿Qué tanto ves ahí? — Oyó esa voz, cerca y en un salto por la
impresión, golpeó su celular contra el pecho, ocultando la pantalla.
Jimin frunció el ceño, a un lado de él, siguiendo sus pasos. Tenía una
sonrisa amigable pero confusa en sus labios y la marca de pasta de dientes
sobre su camiseta roja.
— Nada, nada — Dijo con falso desinterés. Deslizó el celular hasta
guardarlo en su bolsillo y continuar su camino hacia su taquilla.
El Alfa no parecía muy convencido pero aún así no dijo nada y lo siguió,
comenzando a relatar su frustración sobre la próxima prueba de Química
que tendría en unos días. Parlotear era un don natural de él.
— Y bien, ¿estás libre hoy? Creía que podríamos ir al cine, hace meses
no damos una vuelta por allá — Descanso su cuerpo sobre la taquilla
siguiente a la de TaeHyung.
TaeHyung detuvo su respiración, intentando pasar desapercibido.
Metiendo un par de libros al casillero y sacando otros más que necesitaría
para próximas horas. El sonido de los murmullos y pasos de la gente a su
alrededor, así como los olores que eran un festival absoluto que los
envolvía.
Jimin era su mejor amigo, lo amaba demasiado pues siempre había
estado allí para él. Era un amigo increíble, fiel y comprensivo. Estuvo
cuando TaeHyung aprendió a andar en bicicleta y cuando raspaba sus
rodillas. Cuando bebió su primera malteada de fresa y lo abrazo cuando
recibió la primera carta de su padre después de años sin saber de él. Limpió
sus lágrimas cuando más lo necesito y contó los peores chistes cuando era
necesario hacerlo reír. Era un sol en la vida de él, pero aún así, había cosas
que TaeHyung deseaba guardar y sí, se sentía egoísta pero quería hacerlo.
JungKook era una de esas cosas. Quería encontrar el momento para
hablar con su mejor amigo al respecto, pero antes, necesitaba aclarar las
cosas que pasarían después. Nunca se había sentido tan interesado y quizás
sí, enamorado de alguien como lo estaba ahora pues sabía que entre más
oportunidad le des a las personas de entrar en tu corazón, más posibilidades
tienes de salir herido, pero quería arriesgarse.
Estar con JungKook se sentía diferente, único, como si ese fuera su lugar.
Era como saltar de un acantilado pero con la posibilidad de lograr volar en
el intento. Así que quería conocer que había más allá y quería hacerlo por si
mismo.
Jimin era magnífico, pero era un Alfa, un Alfa que había pasado años a
su lado y conocía su papel de hermano sobreprotector que solía ajustarse.
No quería que eso fuera así. Quería un tiempo para organizar las cosas, que
todo tuviera un orden y posiblemente, estuviera bien.
— Ehm, sí, estoy un poco ocupado — Mordió su labio inferior, con una
mirada de culpa. Cerró la puerta de la taquilla, frotando sus manos contra la
parte delantera del pantalón.
No era una mentira, estaba ocupado aquel día.
— Mi madre quería que la acompañará a conseguir... — Bien, mentir no
era su habilidad máxima — Cortinas, sí, cortinas para el salón.
Alzó sus hombros, jugueteando con los hilos de su camiseta.
Mentiroso.
Había acordado visitar a JungKook después de clases, estaba emocionado
por hacerlo. JungKook le había dicho que estaba ansioso por poder verlo y
le echaba de menos. Su corazón había casi explorado de felicidad.
TaeHyung había usado una colonia de vainilla que tenía para eventos
especiales, esa colonia que su hermana le había regalado y era costosa como
para desperdiciarla todos los días.
Jimin alzó la ceja, recapitulando lo que había oído. No parecía
convencido y eso encendió luces rojas en TaeHyung.
¿Tan mal mentiroso era?
El Alfa suspiró, asintiendo resignado.
— No hay problema, podemos ir después, ¿no? — Dejó relajar sus
hombros, con un brillo triste en sus ojos cielo. TaeHyung se sintió culpable,
bastante para ser sincero.
Eres un pésimo amigo, se reclamó a sí mismo.
— Prometo compensarlo — Prometió, sonriendo suavemente. Jimin
pareció pensarlo pero asintió, con una mejor sonrisa, aquellas de él. Abrazó
por los hombros al Omega, pegándole a él.
— Y pagarás las palomitas la próxima vez — Jimin se burló, haciendo
reír al Omega. TaeHyung asintió, entre risas bajas y vencidas.
El olor de Jimin lo envolvía suavemente y su nariz se arrugaba
ligeramente. Le gustaba el olor de este, se había acostumbrado a él. Siempre
sería de sus favoritos pero ahora, su Omega estaba necio. Indispuesto a
tolerar otro olor de cualquier Alfa después de haber conocido de cerca el
exquisito aroma de JungKook.
El café tostado, la madera recién cortada y la lluvia larga.
Un bálsamo para su corazón. Un hogar que se sentía cerca.
Jimin pareció superarlo rápido pues en su camino a las aulas retomo su
charla sobre los próximos exámenes. Exámenes que al parecer de su mejor
amigo no funcionaban para nada. Una calificación nunca definiría tu
inteligencia. Se quejaba sin filtro, cómo era costumbre y aunque TaeHyung
intentaba contentarse y oír con atención, su mente divagaba en el recuerdo
de un lindo Alfa de ojos como el océano.
Sentía que su corazón estaba latiendo tanto por el simple pensamiento de
que pronto podría verlo de nuevo.
Entre el parloteo de Jimin y algunas torpes respuestas de TaeHyung con
la intensión de que no sé sintiera ignorado. Envolviéndose en su charla, ni
siquiera de percataron de su alrededor.
El hombro de TaeHyung golpeó contra alguien, haciendo que ligeramente
se tambaleara en su lugar. Él no recordaba estar lo suficiente cerca de
alguien para tropezar, intentaba ser cuidadoso, pero el golpe había sido
duro, quizás con una intensión.
— ¡Hey! — Bramó Jimin, enfadado. TaeHyung negó, intentando
tranquilizar a su amigo, dispuesto a disculparse él por su poca
concentración — Deberías tener más cuidado.
TaeHyung sintió como si bebiera un vaso de pequeños trozos de cristal,
desgarrando su pequeña garganta. Unos pasos a ellos, el responsable del
imprevisto. Yi-Jeong, con una sonrisa lobuna y enfermiza, que hacía su
estómago revolverse.
El Alfa había salido de la nada. Estaba ahí, de pie, arrogante como
siempre, con humos de altanería y su usual chaqueta del equipo de
básquetbol. Le habían devuelto la chaqueta. Había vuelto a equipo, su
historial se había borrado.
Sintió unas náuseas burbujear su estómago y su garganta cerrarse con
ellas, quemando el sencillo paso de su saliva.
— Disculpa, ¿te lastime, Omega? — El tono áspero y de burla, danzando
su lengua. Acentúando la última palabra, hiriendo más que cuchillas recién
afiladas. Su ceja alzada y una fina sonrisa que acentuaba su rostro.
— No — Susurró entre dientes TaeHyung, presionando sus labios en
línea recta. Su Omega corría desesperado, rasgando por huir de ahí y
ocultar su cabeza en una taquilla.
— Claro que lo lastimaste, idiota — Gruñó Jimin, con las manos hechas
puños y la mandíbula presionada, más filosa, dispuesta a cortar hasta el más
fino fruto.
Los olores eran amargos, enfermizos en su nariz. Las personas a su
alrededor estaban ahí, como siempre. Observando de manera silenciosa, sin
objetar como con frecuencia hacía. TaeHyung sorbió su nariz, sus ojos se
volvían más acuosos sin su permiso, tomando la manga de la camiseta de su
mejor amigo, jalando con fuerza para que no hiciera nada estúpido.
— Creo que el Omega dijo lo contrario — Yi-Jeong se burló,
acercándose unos cuantos pasos. Jimin se paró frente a TaeHyung, haciendo
a un lado sin ser brusco y quedando más cerca del Alfa. Apestaba, apestaba
tanto que TaeHyung quería vomitar ahí mismo.
— Jimin, vámonos, por favor — Pidió TaeHyung, suave, apenas un hilo
de voz. Jalaba con más intensidad la ropa del Alfa.
— Deja de decirle Omega — Gruñó Jimin, dejando ver sus afilados
colmillos. TaeHyung se estremeció, con todo eso era demasiado para su
Omega. No tenía duda que algunos Omegas de su alrededor también lo
hicieron con él. Jimin solía ser adorable, un payaso divertido si era
necesario, pero cuando encendidas ese interruptor, su Alfa era salvaje y
poco cordial.
— Eso es, un miserable Omega — Escupió Yi-Jeong, mostrando sus
propios colmillos, largos y afilados. Su ojos devoraban con furia al Alfa
frente a él.
Jimin gruñó, más alto, haciendo vibrar su pecho. Las cuerdas de su
garganta soltando las graves ondas y el olor amargo profanando su dulzura.
TaeHyung tenía miedo, tanto miedo que había comenzado a temblar y una
traicionera lágrima escapó.
— Por favor, Jimin — Gimió, dolorosamente en los oídos de su mejor
amigo. Fue como un golpe en el pecho, una reconexión.
Al girar, ahí estaba él. TaeHyung, envolviendo su torso con una de sus
manos y aquella ligera halando desesperadamente el trozo de su ropa. Sus
ojos vidrosos y el temblor en su labio inferior. El olor del Omega era
escondido detrás de los supresores pero aquellos Omegas a su alrededor no,
esa fragancia de temor como mal bocado para él.
Gruñó bajo, enfadado hasta la médula. Golpeando a su irresponsable Alfa
que había reaccionado así en público. Envolvió a TaeHyung con su brazo,
guiandolo fuera de aquel idiota Alfa y de la entrometida gente que no hacía
más que murmurar.
Yi-Jeong parecía complacido, con una sonrisa burlona en labios y un
apestoso olor de victoria.
TaeHyung sentía arcadas, rogando por un poco de paz a los fuerte olores
que le llovía como tormenta. Desapareciendo entre los cuerpos de las
personas del pasillo, sintiendo su cuerpo temblar ligeramente y limpiando
con brusquedad las lágrimas que escapaban con el dorso áspero de su mano.
Fue guiado por Jimin, sin siquiera pregunta al respecto, y es que
realmente sentía que si comenzaba hablar, se derrumbaría.
Los baños junto a la cafetería fueron su destino. Jimin entro,
comprobando si alguien estaba dentro y cuando no fue así, encamino a
TaeHyung dentro. El olor a limpiador de piso, jabón de manos y
desinfectante fueron un escapé a los profundos y apestosos olores de fuera.
TaeHyung se abrazo a Jimin, hundiendo su nariz entre su cuello y
hombro, sollozando suave y ahogando los sonidos cómo era posible. Jimin
no dijo nada, no hizo más que abrazarle, siseando palabras de aliento y
frotando dulce sus manos sobre los brazos del Omega.
Empapó la camiseta de su mejor amigo, pero no le importo. Continúo,
dejándose desmoronar ahí.
Yi-Jeong parecía obstinado en seguir apareciendo aún cuando él sólo
suplicaba no verlo más.
Le habían vuelto su puesto dentro del equipo de básquetbol como si los
pecados fueran sido borrados. Sólo bastaron unas cuántas semanas para
volver a coronarlo y subirlo de nuevo al pedestal.
TaeHyung no entendía que había estado mal. La gente seguía hablando,
pensaba que eso cesaría pero no, aún oía como hablaban de eso y nadie
decía nada contra el Alfa. Siempre resultaba ser el culpable él, aún los ojos
estaban sobre él, juzgándolo y sólo quería que eso no fuera así.
Si un Alfa hacía algo, todos cerraban los ojos y decían que no habían
visto nada, que no podían dejar caer el dedo sobre algo que no tenían
conocimiento. Si un Omega hacía algo, lo silenciaban, dejando caer el peso
de la culpa, aún cuando nadie estaba completamente seguro de que eso
había sido o no real.
Entonces, ¿él estaba mal?
Lo había pensado seriamente, el no visitar esa tarde a JungKook. En
verdad que se lo había propuesto, y tenía la idea que si le decía al Alfa le
hubiera dicho que estaba bien y podrían dejarlo para otra ocasión.
Pero aún así, ahí estaba. Caminando después de clases a la cafetería. Le
había mentido a Alisa y Jimin que su madre pasaría por él a unas cuadras de
la escuela, sus amigos le habían creído, dejándolo ir por primera vez en el
día.
Y es que sí, no sabía cómo, ni por qué, pero Alisa se había vuelto
bastante unida a ellos. Los descansos solía pasarlos con ellos, alguna veces
había atrapado a Jimin mensajeando con ella entre clases y solía estar cerca
de TaeHyung cuando compartían clases. No le molestaba, en absoluto, era
adorable y una estrella brillante. Alisa era sencilla, bastante inteligente y
una gran oyente, no hacía preguntas, solo oía y aportaba si se le pedía, era
fiel y amorosa. Sorportaba los malos chistes de Jimin y los malos ánimos de
TaeHyung. Era buena dentro del equipo.
Así que Jimin y Alisa habían estado sobre él después del atentado con Yi-
Jeong, tratando de él como un cachorro indefenso. No podía quejarse
tampoco, los mimos eran agradables, era débil en eso, pero aún así, cuando
logro librarse de ellos, sintió un gran alivio. Les quería, pero también su
espacio personal.
Le había tomado más tiempo de lo cotidiano llegar a la cafetería y todo
había sido después de perseguir a un pequeño gatito blanco que parecía
herido. Cuando logro atraparlo, se dió cuenta que estaba en lo correcto. Una
de las orejas del felino estaba rota, herida por completo. Su pelaje blanco
estaba sucio y las costillas de su torso eran tan visible que su corazón se
contrajo.
No podía evitarlo, era humano y su corazón era pequeño ante eso. Lo
llevo entre sus manos, envolviendolo en un suéter que llevaba en su
mochila, oyendo los maullidos bajos y ronroneos del animal.
Quería darle un hogar, sí, eso quería hacer.
Al entrar en la cafetería, el olor a café y canela fue un pinchazo en su
nariz. Las mesas estaban vacías, más allá de un hombre de mediana edad
que hojeaba un periódico con una taza humeante en su lugar.
JungKook se puso de pie, apenas la puerta se abrió. Con los ojos abiertos
con un hermoso brillo y ese azul que combinaba con la camiseta que
llevaba puesta. Sonreía dulce y ancho. TaeHyung sintió su pecho inflarse.
El Alfa salto la barra, sin cuidado. Corriendo directo a él, envolviendolo
rápido en un abrazo. TaeHyung tardo en reaccionar, pero aún así lo disfruto,
dejando descansar su cabeza en el hombro del Alfa. El olor, el bálsamo que
necesitaba en su día, el único olor que le llevaba a un hogar. Intento
abrazarle pero era imposible, con el gatito entre sus manos aún e intentando
que no fuera aplastado.
JungKook olfateó el cabello del Omega, moviendo sus brazos debajo de
la mochila que llevaba TaeHyung. Ese pequeño aroma, que apenas era
percibido pero convencía a su Alfa que estaba bien. Galletas de coco que
sólo parecían ser el mejor recuerdo de su memoria.
— Te eche de menos — Susurró JungKook, cerrando los ojos y
hundiendo su nariz en el olor que tanto había estado rondando su mente.
Quizás era demasiado, un poco exagerado pero nunca mentía. Había
extrañado inmensamente al Omega.
TaeHyung rió, envuelto en tanto amor que sentía que podía desmayarse
de mera felicidad.
— Yo a ti — Susurró de la misma manera.
— Estuve preocupado, tuve una extraña sensación hoy — Lo alejó, suave
y con cariño. Los fanales azules escaneaba de él, como si buscará lo que
estaba mal. Las mejillas de TaeHyung se tornaron rosadas, con un lindo
revoloteó en su barriga.
— Estoy bien, ahora lo estoy — Rumoreó, bajito, atrapando su labio
entre sus dientes y el color cereza de sus regordetas mejillas. Estrujando el
corazón del Alfa.
Lo envolvió de nuevo, sin poder evitarlo. Hundiendo su nariz de nuevo
en el cabello rizado de él. Descansando sus manos sobre la cadera de él.
Había tenido una extraña sensación desde la mañana del día, un pinchazo
sobre su pecho, un enfado que no podía entender. Su Alfa se había alertado
y lo primero que en su mente se había dibujado fue TaeHyung.
Se había puesto nervioso todo el día, ansioso de saber si algo estaba mal,
que había pasado y porque sentía que algo no estaba bien. Logro conseguir
toda su fuerza de voluntad para no agostigar a TaeHyung con una bandeja
de mensajes repleta de él siendo paranoico, sabía que el Omega estaba en
clases y tenía cosas más importantes que hacer que sus malas espinas
tontas. Pero ahora, ahí estaba, completo y bien, oliendo a el dulce más
delicioso y con su precioso rostro.
No fue hasta que una extraña picazón se centro en su nariz.
Estornudo.
Un estornudó alto, alejándose ligeramente para tallar su nariz contra el
dorso de su mano.
— Salud. ¿Estás bien, JungKook? — Preguntó TaeHyung, frunciendo el
entrecejo y acercándose a el Alfa.
Estornudo.
— Sí, sí, todo en orden — Respondió tallando su nariz, estaba roja como
una cereza y una tonalidad rojiza bajo sus ojos. Le regaló una sonrisa dulce
y pequeña, sincera — Una alergia probablemente, lo cual es extraño, no hay
ningún gato por aquí.
Estornudo.
— ¿Gato? — TaeHyung abrió sus ojos, retrocediendo un paso atrás. Sus
mejillas se volvieron blancas y un peso de culpa sobre él.
— Sí — Sorbió su nariz — Soy alérgico, pero quizás fue el polvo, no lo
sé. No importa, lo que importa es que estás aquí — Sonrió, formando
ligeras arrugas bajo sus ojos que volvían a tomarse más rojizos, irritados.
Estornudo.
TaeHyung tragó saliva, moliendo su labio inferior.
— JungKook...
Estornudo.
— Perdón, todo está bien — Sorbió su nariz, riendo bajo.
— Tengo que decirte algo — Rió nervioso. Pestañeando suave y espeso,
congestionado aún, JungKook le sonrió, peinando una desordenada hebra
detrás de su oreja.
— Te escucho, cariño.
Estornudo.
Un movimiento acompañado de un extraño ronroneó llamo su atención.
Fijo su mirada sobre el bulto de tela que TaeHyung llevaba en sus manos.
Una cabecita peluda y blanca, saliendo de sorpresa entre la telas. La
pequeña naricita rosada y los largos bigotes, con los ojos grisaseos y un
maullido con todo y colmillos.
Un gato.
Joder.
Estornudo.
— Lo acabo de rescatar. Lunas, lo siento, JungKook — TaeHyung se
disculpo, avergonzado. Si hubiese sabido de la alergia de JungKook, nunca
hubiera traído al gatito.
Las mejillas de TaeHyung se habían vuelto más que rojas, así como su
propio cuello. Su labio estaba hinchado y en un tono cereza, tenía un brillo
sobre sus ojos verdes, inocente que llevo su cabeza a las nubes. No podía
culparlo, sólo quería abrazarlo.
— Tranquilo, no es tu culpa, cariño — Rió, sorbiendo su roja nariz. Dió
un paso detrás, atrapando un pañuelo de la barra y sorbiendo debidamente
su irritada nariz — Creo que sólo tomaré un poquito de distancia.
Rió, contagiando a TaeHyung, que aún continuaban avergonzado.
— Lo siento — Musitó, agachando su cabeza y acariciando la cabecita
del felino. El gato ronroneó contra su dorso.
Estornudo.
— No tienes porque disculparte. Todo está bien, en serio — Le sonrió,
sincero. Con nariz enrojecida, irritación bajo sus ojos y suavecitos sorbidos.
Se veía tan adorable.
TaeHyung asintió despacio.
— ¿Qué le ocurrió en la orejita al pequeñín? — Ladeó su cabeza,
preocupado e interesados.
Alzó sus hombros, con un pequeño puchero en sus labios.
— No lo sé, pensaba llevarlo al veterinario. Está herido y demasiado
delgado. Quizás se perdió de casa — Su voz era bajita y dolida. No
entendía como una criatura tan pequeña e indefensa estuviera por ahí, entre
las fría y desoladas calles, sin comidas o cariño. Era mucho para su
corazoncito.
JungKook sonrió, ver al Omega, acariciar con dulzura la cabecita del
felino que parecía complacido con los cariños y su diminuto puchero en
esos labios cereza, era algo que podía ver todo el día.
Estornudo.
— Puedo llamar a HongJoong, él suele rescatar algunos perros y gatos de
las calles. Podría ayudarnos a que ese pequeño pueda tener una visita al
veterinario — Propuso, cruzando sus brazos sobre su pecho.
TaeHyung abrió los ojos, brillando como estrellas. La dulce sonrisa y
mejillas coloradas, mejillas que JungKook ansiaba besar una y otra vez, con
esa única luz que era propia del Omega.
— ¿Harías eso? — Le preguntó, ilusionado, como un cachorro.
— Claro, dame un segundo para ir por mi celular dentro — TaeHyung le
asintió, con una sonrisa que JungKook estaba dispuesto a ver siempre —
¿Un poco de leche caliente?
— No, estoy bien, pero gracias JungKook — Declinó TaeHyung, con las
mejillas rosadas y caricias al felino.
JungKook rió, sintiendo un calor en su pecho.
— Para el gato, TaeHyung.
— Oh, sí, sí — Sus mejillas se encendieron aún más, si era posible —
Creo que le caería bien.
El Alfa sonrió, asintiendo y desapareciendo detrás de las cortinas, riendo
risueño y burlón pero siendo melodía pura para sus oídos.
Cómo el Alfa había prometido, HongJoong apareció apenas veinte
minutos después, buscando al pequeño gatito que dormitaba en una caja de
leche entre el suéter viejo de TaeHyung. Lo acaricio y beso la cabecita del
felino, recibiendo ronroneos suaves.
HongJoong prometió llevarlo al veterinario y volver apenas todo
estuviera en orden, así TaeHyung podía quedarse junto a JungKook durante
su tiempo en la cafetería. Aunque fue complicado para él alejarse del gatito,
lo hizo. Sabía que estaría en buenas manos y no podía negarse a pasar
tiempo con JungKook a solas.
Algunas horas después apareció HongJoong de vuelta, después de unos
pedidos que JungKook había satisfecho y algunos abrazos que sorprendían
a TaeHyung por parte de Alfa, aún cuando al terminar con ellos la ráfaga de
estornudos era de esperar.
Unas cuantas vitaminas, tarros de leche para mininos y juguetes de
estambres volvieron con el gatito más animado y un HongJoong ilusionado.
JungKook decidió cerrar un poco antes y así acompañar al Omega a casa
pues aún tenía un raro sentimiento en su pecho y su Alfa le pedía que
cuidara de TaeHyung. Aunque el Omega insistirá en que no era necesario,
JungKook termino haciéndolo de todos modos.
HongJoong se despidió, con cierta dificultad del felino. Besando su
cabecita y pidiéndole a TaeHyung que le diera la oportunidad de verlo
después, el Omega asintió, agradeciéndole de mil maneras lo que había
hecho.
Entre varios estornudos por parte de JungKook y risas de TaeHyung por
el color de su nariz, comparándolo con una granada. Impartieron camino a
casa del Omega.
El tiempo fue corto pero se sintió eterno. Las charlas eran fáciles de
llevar. JungKook siempre encontraba algo bueno por contar o pregunta
sobre TaeHyung, conociéndose un poquito más día con día. TaeHyung no
podía dejar de mirarlo, era un brillo propio de JungKook que lo envolvía.
Quizás había caído sin darse cuenta. Antes de que siquiera el supiera, su
Omega ya había decidió un camino que apenas iba encontrando.
JungKook se despidió, dejando un beso casto sobre la punta de la nariz
de TaeHyung, prometiendo mandar mensaje apenas llegará a casa y
esperando tener una galería completa del pequeño gatito en su chat.
TaeHyung asintió y también prometió hacerlo, devolviendo el beso pero
en la mejilla del Alfa, sintiendo la caliente piel contra su labios y su corazón
hincharse.
JungKook cumplió, enviando un mensaje a los minutos de su partida en
el chat de TaeHyung y TaeHyung también, llenando la galería de las
fotografías del gatito dormido o bebiendo leche caliente con ternura.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo 13
❝miel y azúcar❞
Su despertar no fue suave, ni melodioso, lo definiría como lo contrario.
Su garganta se sentía seca y como si no hubiera tomado ni una sola gota de
agua durante un largo tiempo. Se había enderezado en su colchón y tenía
una mano sobre su pecho, junto ahí sentía una presión que lo ahogaba, era
doloroso.
No lograba conseguir la razón que respondiera el porqué sentía ese
malestar tan incómodo. Era una lucecita roja que inmediatamente encendía
en su máximo potencial.
Somnoliento y con los ojos cansados por haber apenas logrado dormir
unas cuantas horas, tallo su ojo izquierdo con la palma de la mano.
Bostezando largo mientras sé acostumbraba a la poca iluminación de su
habitación y la pobre luz amarilla de la luz de noche de su escritorio.
Un escalofrío recorrió hasta la punta de sus dedos como un manto helado
que traía consigo nada bueno. La opresión de su corazón era algo fuerte,
una ola de posesividad lo hizo temer.
La imagen de unos rizos rubios, mejillas regordetas y teñidas de un
rosado que hacía que todo su corazón latiera en adoración, largas pestañas
que besaban esos detallados pómulos. Ese par de fanales que eran como
estar frente a un frondoso bosque, aquello que le recorría la necesidad de
abrazar para nunca soltar, y ese olor que lo transportaba años atrás y que
traía consigo los mejores recuerdos y la necesidad de hundirse en la
fragancia.
Fue como un amargo sabor que se depósito en la punta de su lengua.
Hurgó entre las sábanas blancas, desesperando por encontrar su celular.
Tardo algunos segundos, más de lo que le gustaría, encontrando el
dispositivo enredado entre sus audífonos.
El primer trimbrazo se sintió como un millón de pinchazos, el segundo
fue como un vaso de agua helada sobre su espalda y el tercero un desesperó
agudo en su pecho.
— Hola
Suspiró aliviado cuando aquella corta y ronca voz se oyó atrás vez del
dispositivo.
— Hey, ¿te he despertado? — Dijo suave, bajito ante el silencio de toda
la casa. El único sonido de los grillos en el jardín o el oleaje de los árboles
en su agradable susurro.
— Realmente desperté hace un poco — TaeHyung respondió, su voz era
temblorosa pero JungKook podía oír el fantasma de una sonrisa diminuta.
Él ya lo sabía.
— Oh, ¿todo en orden? — Intento acentuar su tono lo más tranquilo y
serio posible, sin la necesidad de agobiar de interrogación.
Oyó a TaeHyung suspirar tras la línea y el sonido de los resortes del
colchón, quizás poniéndose cómodo.
— Una pesadilla, no es nada.
Una pesadilla.
JungKook estaba seguro en la presión que sentía en su pecho, en
exaperación que carcomía su garganta y las alertas que brillaban como
estrellas, y estaba más que seguro en decir que TaeHyung estaba mintiendo.
Había cosas que no lograba comprender y en verdad, eran más difíciles
de las que parecía ser. Nada era claro, mucho menos sencillo, pero parecía
mejor vivirlo que buscar una respuesta que ni oyendo lograría entender.
JungKook llevaba más semanas conociendo poco a poco a TaeHyung.
Era emocionante y un reto día tras días. El Omega era algo cuidadoso y
callado, tímido para hablar sobre él mismo pero JungKook podía disfrutar
de oír su voz contando las pequeñas cosas que quisiera compartirle.
No podría definir cuanto era el tiempo que había transcurrido desde la
primera tarde que el Omega había aparecido en la cafetería, quizás dos o
tres meses, quizás hasta cuatro. No tenía idea en absoluto pues el tiempo
parecía correr tan rápido que no tenía el tiempo de detenerlo a observar que
se había llevado. Sólo le gustaba vivir esos momentos, y vivirlos bien.
Conocía más del Omega, no había duda. Reconocía los gestos que solía
hacer TaeHyung, así como el rascar su nariz con frecuencia o pasar sus
dedos por su suave cabello para despeinar levemente. Cuando mentía, solía
moler su labio inferior y cuando se concentraba fruncía la nariz como un
gatito. Entendía que si el ligero temblor en sus manos - que poco a poco
parecía ser más controlable - aparecía, le indicaba que estaba nervioso y él
se encargará de como diera lugar buscar una manera de desviar eso a un
lado, todo por encontrar al Omega tranquilo y cómodo.
Conocía el rosado color de las mejillas de él cuando rozaba o besaba su
nariz. Las risueñas risas cuando JungKook contaba malos chistes o esos
ligeros temblores cuando abrazaba sus hombros de camino a dejar al
Omega a su casa.
JungKook conocía el sabor de los labios de TaeHyung. La dulzura de la
miel que era atrayente y el mejor sabor que alguna vez había tenido en sus
labios, así como la suavidad como el más importado terciopelo, pero era
algo que sólo quedaba como recuerdo más preciado en su mente. No sé
habían vuelto a besar desde la primera vez, y tampoco era algo que
estuviera mal. Aunque sus impulsivos deseos estuvieran ahí, quería que si
eso pasará fuera porque TaeHyung así lo quisiera.
Así que bien, no, no tenía una etiqueta para lo que eran. Quizás amigos,
pero no podía estar seguro de ello pues era casi imposible para él no anhelar
tener a TaeHyung cerca todo el tiempo posible o hurgar su nariz en los rizos
en jugueteo sólo por la necesidad del delicioso olor danzar su nariz. O los
repentino sentimiento - que aunque HongJoong se empeñaba en definirlos
como celos, él prefería dejarlos como molestia de ver - que sentía cuando
Jimin aparecía junto a TaeHyung en la cafetería.
Y se sentía ahogado en un vasito de agua.
Él quería ser más para TaeHyung, era un sentimiento que revoloteaba su
estómago cada que lo veía o lo imposible que era sacarlo de su mente, pero
no estaba seguro si el Omega estaba en la misma página, y sino era el caso,
JungKook no le importaría si tenía que tomar sus sentimientos y enterrarlos
en lo más profundo de su corazón con tal de no perder a TaeHyung de su
vida.
Era difícil de leer a TaeHyung. Cuando había momentos dónde lo sentía
casi ronronear cuando pasaba sus dedos por los rizos de él mientras veían
una película en casa del Omega o lo atrapaba concentrado dibujando formas
en la palma de JungKook hasta terminar entrelazándolas de manera tímida,
había otras en las que parecía estremecerse cuando el Alfa lo sorprendía
abrazándolo o ocultando más de lo que sus ojos parecía pedirle por auxilió.
Así que JungKook llevaba algunas semanas ahogándose mucho con sus
sentimientos y sólo enfocarse en lo que el Omega quisiera o se sintiera
cómodo. Era lo único que podía hacer y estaba bien, se sentía bien y haría
cualquier cosa por ver esas sonrisas de TaeHyung si eso sería la
recompensa.
Pero unos días atrás, las cosas se había vuelto más confusas de entender.
Un sentimiento extraño se sentía en su pecho y una gran posesividad lo
hacía tener malos tragos. Sé había encontrado sofocando los gruñidos que
se creaba en su pecho cuando Jimin abrazaba despreocupadamente a
TaeHyung por los hombros o una necesidad que ardía constantemente por
tener el olor de Omega cerca, también cuando de manera inconsistenciente
en los abrazos con él, se encontraba marcando su olor en el Omega y su
Alfa se sentía satisfecho encontrando el olor de ambos fusionados.
Y lo que más lo tenía al borde de la locura. Los repentinos sentimientos
de frustración, temor o descontento en su pecho que estaba más que seguro
que no eran suyos. Algunas veces había pensado que lo que sentía no eran
sus sentimientos o sensaciones si no las del Omega, se había reído de sí
mismo por tal descabellada intuición. Pero ahora, no tenía idea de cómo
explicar que quizás no era tan loco de imaginar y sí, su Alfa estaba vuelto
un montón de confusión.
Sólo tenía algo lucidamente claro. Quería eliminar esos malos tragos del
Omega.
— Una pesadilla — Repitió descontento, más para si mismo — ¿Seguro
que sólo fue eso?
Él sabía que no debía estar de curioso, TaeHyung tenía sus propios
problemas y asuntos, no tenía porque rebuscar más de lo que tenía derecho.
— Sí, Koo, todo en orden — Oyó la risa baja de TaeHyung, un manto de
paz se situó en su corazón. Sé encontró a si mismo sonriendo bobo, aún sin
tener al Omega frente, no podía controlarlo.
— ¿Quieres que te cuente una historia para dormir? — Propusó aún con
sonrisa medio dormilada en sus labios.
— ¿Podrías hacer eso?
— Podría hacerlo por ti — Dijo, tranquilo y bajo. Oyó una nueva risa de
TaeHyung y estaba más que seguro que el Omega estaba sonriendo y eso lo
hacía tener a su Alfa feliz por lograrlo.
No era la primera vez que ésto ocurría. TaeHyung tenía constantes
"pesadillas", aquellas que nunca contaba y prefería decir que no era nada y
JungKook no podía hacer nada que aceptar la decisión.
Todo empezo una noche tres semanas atrás.
....
JungKook despertó de golpe detrás del sonido que rompía el armonioso
silencio de su habitación. Demoró encontrar lo responsable del sonido. Con
sus ojos cansados y apenas parpadeando suave logro enfocar su mirada
sobre la pantalla del dispositivo.
— ¿Hola? — Habló, ronco y bajo. Su garganta estaba seca y el sueño un
peso sobre su cuerpo.
— ¿Te he despertado? — La voz detrás de la línea lo alertó por su tono.
Tembloroso, ligeramente roto. Sé enderezó sobre el colchón, alerta y
presionado el celular otra su oído.
— ¿Estás bien? ¿Todo esta en orden, TaeHyung? ¿Qué ocurrió? —
Bombardeo de preguntas y es que no podía evitarlo. Tanto el como su Alfa
estaban despiertos como si hace unos segundos no hubiera estado en un
profundo dormir.
Oyó la risa nerviosa y agitada. No había ni una gota de humor.
— Sí, sí, sólo una pesadilla, y no sé, pensé en llamar. Lo siento por
despertarte. Lo siento, JungKook — Musitó tan bajo que JungKook no
hubiera oído si su completa atención estuviera en el Omega a través de la
línea.
— No te disculpes, no estoy molesto, en serio — Habló, bajo y suave,
intentando conseguir la atención de TaeHyung en su tono.
Oyó el asentir de TaeHyung, su corazón se detuvo casi de inmediato
cuando logro identificar aquello que fue un martilleo en sus oídos. Su Alfa
comenzó a reprocharle, jadear de asombro y comenzar a alertarse por
completo.
TaeHyung estaba sollozando.
— C-Cuando era cachorro — Comenzó, desesperado por encontrar algo
que hiciera bien al Omega — Mamá me contaba cuentos para dormir
después de una pesadilla. Puedo contarte uno, ¿quieres oír mi favorito?
TaeHyung sorbió su nariz, y JungKook sentía que estaba a una de salir
corriendo de su casa con dirección a él.
— ¿Podrías hacer eso?
JungKook podría hacer lo que fuera por TaeHyung.
— Podría hacerlo por ti.
....
Se volvió una peculiar rutina. Cuando TaeHyung era visitado por alguna
"pesadilla" recurría de inmediato a JungKook, después las cosas eran más
peculiares pues JungKook despertaba con esa sensación en su corazón y él
era quien solía aparecer llamando al Omega para comprobar que por alguna
extraña e inexplicable razón, estaba en lo correcto. TaeHyung había vivido
una pesadilla.
JungKook se encargó después de la primera vez que ocurrió de "pedir
prestado" el libro favorito de cuentos para dormir que su madre solía leerle
a sus hermanos menores y aprender cada cuento que narraba ahí para así
recordarlo y poder contarle a TaeHyung si volvía a tener algún mal sueño.
Su Alfa estaba más que complacido cuando al terminar de contar el relato
que él había memorizado lograba oír que TaeHyung descansaba detrás de la
línea y el sentimiento de satisfacción y tranquilidad en su pecho después.
Se acomodo sobre su cama, con la cabeza contra la almohada y el celular
en altavoz sobre su pecho para comenzar a narrar la historia que había
memorizado tres días atrás.
Al concluir, oyó los bajos bufidos adormilados del Omega. Contento por
lograr que TaeHyung durmiera plácido y tranquilo.
— Buenas noches, Omega — Murmuró satisfecho antes de cortar la
llamada y dejar descansar debidamente a TaeHyung.
Cayó dormido apenas colgó, con una sonrisa complacida con la imagen
de un par de lindos ojos verdes, un olor a miel en su mejores recuerdos y
sabor azúcar en sus labios.
TaeHyung despertó después del mediodía, solo en su cama con un ligero
dolor de cabeza por haber dormido tanto.
Sé enderezó sobre el colchón, oyendo el sonido de los resortes y las
sábanas abrazar su cuerpo. Los rayos del sol entraban entre las persianas
con el cantar de los pájaros fuera y el sonido de los automóviles recorrer
justo enfrente de su casa. Había un silencio dentro, armonioso.
Talló su ojo izquierdo, bostezando grande y parpadeando contra la luz del
día. Era sábado por lo cual no tenía nada de que preocuparse y el despertar
después del desayuno era algo que se daba el lujo luego de una larga
semanas de exámenes.
Sentado en forma de flor de loto sobre la cama, las sábanas abrazando
sus muslos desnudos y el beso del sol que se colaba por las persianas, el
recuerdo de la madrugada y la voz de JungKook arrullando sus sueños y
envolviendolo en un manto que aún se sentía sobre su espalda.
Fue inevitable que se curveaba la comisura de sus labios.
No recordaría en que momento cayó en ese profundo y necesitado sueño,
no más allá de la melodiosa voz del Alfa que se filtraba en cada uno de sus
poros y traía consigo una absoluta paz. Algo que mucho menos podría
comprender es como JungKook tenía un tipo de poder en aparecer justo en
el momento que TaeHyung lo necesitaba con urgencia.
Las pesadillas se volvían más frecuentes, impidiendo su descanso y es
que eran las mismas. Era el mismo recuerdo que su mente tomaba de entre
sus pasillos y reproducían con dolor.
Yi-Jeong el responsable y protagonista de los sueños. El desagradable
Alfa que llegaba a sentir como la sangre le burbujeaba cuando lo
encontraba entre los pasillos o la gente alababa después de salir campeones
detrás de algún partido.
TaeHyung intentaba olvidarlo, como todos parecían hacerlo. Tomarlo y
guardarlo en una caja que lanzaba al profundo océano, pero era imposible.
Se sentía como si se hubiera tatuado en su piel, ardiendo con la necesidad
de arrancarlo.
Era algo que había manejado, su madre había estado todo el tiempo sobre
él, preocupada al respecto y los extensos cuidados y sobreprotección de
Jimin y Alisa en los pasillos. Así como el constante interés de NamJoon y
Bo-Gum en molestarse cada que Yi-Jeong obtenía un monto de fanáticos
detrás de él.
No encontraba la respuesta al porqué todos parecían estar más que
complacidos y orgullosos del Alfa. Olvidándose de todo, como si hubiera
sido un simple juego. Al él no le importaba si la gente decía que sólo había
sido los instintos y que eran difícil de manejarlos, eso no justificaba las
acciones de nadie.
Y es que cuando poco a poco se había vuelto algo que intentaba ignora,
las cosas empeoraron cuando parecía tener un rumbo con JungKook.
Estúpido JungKook
Si a TaeHyung le pidiera que dijera algo que no le gustaba del Alfa,
tardaría bastante en indagar si algo existía que no fuera de su agrado, pero si
le hicieran la misma pregunta pero con que le gusta del Alfa, las palabras
saldrían como fuente.
JungKook era más de lo que TaeHyung imaginaba.
Durante años le costó bastante interactuar con las personas y es que es
demasiado tímido y cerrado, hasta para su propio gusto, pero con
JungKook, se esforzaba para no serlo y poder conocer más de él, y cada día
se impresionaba con lo magnífico que era.
Las mariposas en su estómago eran insufribles. Cada roce era una
explosión de millones de ellas. Cada palabra era un latido más fuerte y
rápido.
Su Omega estaba más que gozoso con la presencia del Alfa.
Era como si un hilito los uniera y fuera casi imposible romperlo.
Con JungKook se volvía dócil y amoroso. Era como si su Omega se
encontrará en un elemento perfecto, reaccionando por sí mismo.
Complacido por la atención que recibía del Alfa.
Y quizás era muy tonto y patético, y sus sentimientos se estaban
confundiendo y comenzaba a creer cosas que no eran realidad. Pero tenía la
absurda idea de que quizás, sólo quizás, JungKook sentía algo remotamente
parecido por él.
Pero ahí, ahí mismo se originaba el problema. Su mente tenía malas
jugadas para él, y es que aunque nunca se había sentido incómodo con
JungKook, o que el Alfa hiciera algo malo contra él. Él era el que se armaba
enrollos en su mente.
Ser suficiente para el Alfa era casi algo imposible de cumplir. A veces su
mente le llevaba a sus peores recuerdos y lo hacía que cayera en un vasito
de agua, hondo.
Tenía miedo, tanto miedo que eso lo hacía sentir esa presión en su pecho
todo el tiempo. No ser suficiente. No merecerlo. No, no y no. Tantos peros
que lo hacían caminar entre penumbras.
TaeHyung tenía secretos, y es que aunque deseaba contarle cada uno de
ellos a JungKook, cada que lo intentaba se sentía como un trago de
cristales. Era joven, tan inexperto e idiota.
¡Qué patético!
Las huellas en su piel no se borraban y quizás no lo haría, no tenía idea,
pero sólo sabía que eso era un alto muro que no rompía.
Y temía, pues creía que si eso seguía encadenando sus manos, pronto
perdería una oportunidad y se odiaba por eso. Su Omega estaba más que
enfadado con él, explotaba en ira mejor dicho.
Las lágrimas ya eran una realidad. Ahogando lentamente y doloroso. El
pecho le dolía tanto, su corazón le regresaba por la garganta.
Era un desastre por sus propios temores.
Tomó dos bocadas grandes de aire cuando comenzaba a sentir que su
garganta se cerraba. Jadeaba por buscar una cuerda de cordura antes de caer
en un abismo.
Sus manos eran un montón de temblor que no podía controlar y sus
pulmones estaban indispuesto a colaborar.
Estaba entrando en un ataque de pánico.
Quería estar bien.
Quería ser seguro.
Quería ser suficiente.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo 14
❝muffins de café❞
Enamorarse nunca es fácil. No importará si es tu primera vez o tu décima
vez, tampoco si tienes quince o cincuenta. Siempre creemos que estamos en
un constante aprendizaje de la vida, aprendiendo y conociendo de lo que
nos rodea y de nosotros mismos. Y amar, es un sentimiento que existirá tras
nuestros talones.
Enamorarse es como saltar de un acantilado, tu mente está ahí diciéndote
que es una completa locura pero tu corazón es el que insistirá en que quizás,
sólo quizás, se puede volar.
La primera vez que nos enamoramos siempre será las más caótica y
mágica, pues tras años creímos haber aprendido a amar, a nuestros padres,
hermanos, abuelos, amigos, mascotas y más. Amamos nuestras comidas
favoritas, la música que nos gusta oír, los peluches que crecen con nosotros,
el hogar donde vivimos. Pero cuando llega una persona, que mueve todo lo
que creímos que tenía un orden. Esa persona que despierta sentimientos que
no conocíamos y temores que parecen ser despertados. Esa persona con la
que sentimos miedo pero también alegría o que todas las canciones de amor
tuvieron sentido. Y es que no importa cuanto tiempo pase, días, meses,
años, seguiremos emocionándonos de la forma de sonreír de esa persona
como si fuera la primera vez.
Y es que amar no es fácil, pues es una aventura constante. Hay momentos
que se conservan en un rincón de tu corazón. Las primeras caricias, los
primeros sentimientos y los primeros besos. Las primera veces con esa
persona. Pero también existen las primeras discusiones, los primeros celos y
las primeras lágrimas. Y es que nadie es inmune.
Así que sí, enamorarse por primera vez es nuestro primer pase de
abordar. Sentir por primera vez ese vertigó, la misma sensación al subir a
una montaña rusa, la sensación de estar en peligro, pero que quieres hacerlo
de todas maneras. Pues el amor son miradas, sonrisas, caricias, besos, roces.
Amor son cicatrices, esas que dejan marca en tu piel. Amor son cartas,
poemas, novelas, historias completas que sólo cuentan como comenzó con
un latido. Amor son lágrimas, aquellas que duelen y dejan un corazón
herido, lastimado. Amor son más que palabras para explicar, pues hay que
vivir hasta morir para conocer que es el amor.
Y él lo sabía.
Dicen que cuando uno se enamora de una persona por primera vista es
porque esa persona fue diseñada para nosotros o fue nuestro amor en otra
vida.
Es fácil decir que nos arriesgaremos. Que saltaremos al vacío, pero
hacerlo, hacerlo es lo complicado. Somos nuevos amando y lanzarnos no es
sencillo ya que podemos caer o quizás, podemos volar.
Golpeaba la suela de sus zapatos contra el piso de madera del salón,
rompiendo el silencio armonioso. Sus manos jugueteaba entre sí en su
regazo y sentía el corazón latirle desesperado. Quería llorar, y se sentía
ridículo por hacerlo. TaeHyung estaba tan acostumbrado a que sus
sentimientos no sé mostraran, que por lo mismo se sentía perder en esa
habitación. Su mente viajaba a diversos escenarios caóticos.
El silencio era escalofriante en el lugar. Era sábado por la tarde, por lo
cual su madre sólo pasaría por algunos documentos al consultorio e iría al
centro comercial por compras para el hogar. Era tradición que TaeHyung la
acompañara, él siempre se encargaba de decidir los cereales y algunas
golosinas para la alacena, pero aquella tarde prefirió declinar con la vaga
excusa de tener un poco de malestar y quizás prepararse un poco antes para
el partido de fútbol de Jimin.
No mintió, pero quizás sólo endulzo un poco la verdad.
El golpeteo en la puerta de entrada de la casa resonó por todas las
silenciosas habitaciones. TaeHyung sintió que en ese momento todo sus
órganos podrían regresarse por su garganta. Sé levantó del sillón, peleando
internamente consigo mismo y sus demonios, así como intentando calmar a
su ansioso Omega que parecía apunto de morderse las uñas. Quería quitarse
ese peso de encima.
Estás nervioso, ¡¿por qué estás nervioso?! chillaba su Omega,
correteando de un lado a otro.
¿Podrías callarte? se quejó caminando hacía la puerta.
Pasó saliva, suspirando largo y pesado. Todo iba a estar bien,
simplemente tenía que hacerlo. Era una corazonada, sabía que podía
hacerlo. No había de que preocuparse. Se armó de valor y giró la perilla.
― ¡Hey, hola!
El aroma almizcle de JungKook lo golpeo apenas la puerta se abrió por
completo. Su corazón emitió un latido fuerte, y aunque intento conseguir
una postura para no verse afectado, parecía imposible. No podía evitarlo y
repaso con la mirada de forma discreta; llevaba un par de vaqueros negros
que acentuaba bastante bien sus muslos, y una camiseta clara que torneaba
sus brazos. Dejó salir un suspiro desviando la vista, sentía a su Omega
observarlo boquiabierto antes de comenzar a babear.
― H-hola, JungKook ― Sólo dijo con una aguda voz.
El Alfa pareció satisfecho pues sonrió brillante, y en ese momento
TaeHyung sintió el aire ahogarse en su pecho. Ambos se quedaron ahí,
solos.
― Por cierto, te traje algo ― Finalmente JungKook habló, alzando una
pequeña caja rosada que reconocía bastante. TaeHyung lo tomó, sonriendo
tímidamente ― Mamá los hizo especialmente está mañana con mi
estorbosa ayuda. Son muffins de café ― Dijo en tono fresco.
Sintió su corazón llenarse de mucho cariño, demasiado.
― Gracias ― Murmuró, agachando su cabeza ligeramente detrás de la
timidez. JungKook lo observaba con una sonrisa pequeña.
TaeHyung podía afirmar que la madre del Alfa era una excelente
repostera, durante los meses que se conocían, JungKook parecía querer
engordarlo cada vez que lo veía. Regalándole diversos postres que el
Omega disfrutaba plenamente, eran simplemente exquisitos. Y aunque se
negará, JungKook insistía en que los recibiera. HongJoong solía burlarse de
TaeHyung cuando visitaba la cafetería y JungKook ya lo esperaba con
alguna caja ocupada de postres y dulces. El Omega ojimiel decía que es la
forma de cortejo de JungKook, haciendo que las mejillas de TaeHyung se
ruborizaran. Dulces e ingenuas ideas.
― Oh, lo siento, pasa ― Rió nervioso, haciéndose a un lado para dejar
entrar al Alfa, quien rió despacio, adentrándose detrás de la puerta. El olor
del Alfa era simplemente exquisito, hacía sus piernas temblar y la insistente
necesidad de hundir su naricita en la fuente de olor.
— ¿Estás solo? — JungKook tenía el entrecejo fruncido. El silencio era
profundo, apenas el sonido de los autos pasar sobre la calle. No lo había
recibido la madre de TaeHyung, con una sonrisa genuina y algún buen
cumplido.
TaeHyung asintió, dejando la cajita sobre una de las mesas del vestíbulo.
TaeHyung era un completo desastre, su cuerpo parecía no encontrar un
lugar fijo y sus manos temblaban ligeramente. Las mejillas parecían
explotarle casi por el color berbellón y sus pensamientos iba rápido de allá
para acá sin un solo orden.
El salón era agradable, en verdad lo era. La pequeña casa en la que había
crecido era acodegora. Los mejores momentos que tenía escritos en su
memoria habían sido escritos dentro de esas paredes. Aunque su familia se
complementará de sólo su madre, su hermana mayor y él, no había hecho
falta nadie más. Su madre siempre había estado ahí, para levantarlo después
de cada caída o responder todas las preguntas que tenía y nunca lo presionó
a ser nadie que no quería ser él. Era libre para volar.
....
— Mamá, ¿podría hablar contigo? — Le preguntó TaeHyung esa mañana
en el desayuno. Sus pies no alcanzaban completamente el piso de mármol
de la cocina. Haciendo mover sus pantuflas de conejos.
— Claro, cariño. Lo que sea — Ella respondió. Se encontraba de
espaldas a él, revolviendo un par panqueques del sartén.
Para él, su madre siempre fue hermosa, una Omega que a cualquiera
podría impresionar con su belleza. Su cabello parecía ser tan suave y
ordenado, así como su esbelta figura y aún con su edad, parecía no perder
su chispa infinita. Aparte de toda esa despampanante belleza, era una terrón
de azúcar y la mejor madre que podría existir. Tan inteligente y genuina,
honesta y cariñosa, era el mayor ejemplo a seguir de su hermana y él. Desde
que eran unos cachorros, su madre tomo las riendas de la familia cuando su
padre se fue por esa puerta, y nunca les hizo falta nadie, ni nada.
— Bueno, es sobre, ya sabes, ahm, sobre JungKook — Balbuceó. Sus
palabras se sentía como trabalenguas. Con sus manos sobre la barra, las
mejillas ardiendo en un impresionante color cereza y el labio inferior entre
sus dientes.
Ella giró, con cierto manto de preocupación. Sostenía una espátula, el
delicioso aroma del panqueque cocinarse sobre el fuego y los rayos limpios
de sol iluminando el interior de la pequeña cocina.
— ¿JungKook? ¿Algo ocurrió, amor? — Intentó sonar lo más tranquila
posible, aún cuando estaba preocupada por el menor.
JungKook era un encanto, en verdad que lo era, desde la primera vez que
lo vio quedó fascinada. Era educado y divertido, un excelente muchacho
con carisma nato. Pero aún así, no bajaría la guardia. Sus cachorros eran
todo su mundo para ella, trabajaba y mejoraba su persona por ellos y para
ellos. TaeHyung siempre sería su bebé, aprendiendo a crecer y aventurarse a
la vida, y aunque a veces quisiera tomarlo entre mantas y acunarlo para
siempre, tenía que dejarlo caer y aprender. Siempre fue difícil para él, salir
de su zona, explotar un poquito más, pero cada paso que él diera, aunque
fuera pequeñito, estaría ahí, orgullosa y tomando su mano si fuera
necesario. Que su bebé comenzará a conocer lo que era el amor, era un
estallido de emociones para ella también.
— Sí, bueno, es algo divertido — Rió nervioso, balanceando más sus
pies — Es, bueno, no sé que es lo divertido realmente, sólo que no sé que
siento — Su tono caía con cada palabra, más bajo y suave, como un
soplido.
El corazón de ella se contrajó, las inmensas ganas de saltar sobre él y
guardarlo entre sus brazos se intensificó, pero no podía ser así. TaeHyung
tenía que conocer y arriesgarse un poquito más para vivir. Enamorarse
nunca sería una tarea fácil, pero valía cada momento la pena.
Sonrió, con las mejillas altas. Sus ojos con adoración sobre la figura de
su hijo.
— ¿Por qué no lo sabes, cariño? — Le preguntó, volviendo hacía la
flama. Intentaba darle el espacio al chico, dejar que él mismo encontrará sus
respuestas con pequeños empujones y principalmente que no notará que
estaba a punto de explotar de felicidad y melancolía por lo rápido que
crecía.
TaeHyung exhaló, sintiendo los pulmones drenarse.
— Es complicado — Comenzó. Confiaba en su mamá, era su mejor
confidente, y sí, aunque le costaba abrir sus sentimientos y pensamientos
ante los demás, con ella y su hermana mayor era más sencillo y sanador —
C-Creo, creo que me gusta.
Sé dejó caer sobre la barra, exagerado. Su frente caer sobre el material,
sin herirlo, sólo un poco de dramatismo. Suspiró sonoro, oyendo la ligera
risita de su madre.
—v¿Y acaso es algo malo? — Le preguntó, sentándose justo frente a él,
al otro lado de la barra, con un plato de panqueques y otro tazón de
porcelana con frutillas.
— No, ¿o sí? — Levantó la cabeza, alcanzando uno de los panqueques y
dejándolo sobre el plato de porcelana que ya tenía. Ella asintió, suave, como
si procesará la respuesta.
— No, no lo es, cariño. Es algo que tenía que ocurrir tarde o temprano.
Todos nos enamoramos, nadie nos salva de ello — Atacó, sirviendo en su
taza un poco de café de la cafetera.
Buen punto.
— Cuando conociste a... — Aclaró su garganta — Cuando conociste a
papá, ¿cómo fue?
Ella sonrió, melancólica. Y es que TaeHyung no odiaba a su padre, no lo
hacía, simplemente no lo amaba. Podía respetarlo y tolerarlo, y aunque
llevaba años sin verlo, no más allá de los cumpleaños después de que
mandara una simple carta para "arreglar su error", no conocía, ni sabía más
de él. Sabía que tenía una nueva familia, una familia que había funcionado,
con una hermosa Omega alta y más joven y un hijo cuatro años menor que
él pero una estrella en el béisbol. Un nuevo trabajo mejor pagado y en
conclusión, una nueva y estable vida. Pero sabía, que antes de que la vida
de su padre y madre cambiará, eran felices. Había visto las fotografías
viejas de ellos y se veían enamorados, contentos y completos. Era un
misterio que había pasado con ellos.
— Bueno, creo que desde el momento que lo ví, simplemente lo supe —
Sorbió su café — La historia se comenzó sola, sin presiones, sólo tuvo su
propio camino. Pero aunque no fue una historia con final feliz, no me
arrepiento.
TaeHyung asintió, llevándose a la boca un trozo de panqueque.
— ¿Supiste que sería tu Alfa? — Preguntó cauteloso. Aún la marca
ligeramente visible, en un tono plateado más opaco se veía en su cuello.
Las marcas era un tema difícil de comprender aún. Muchos decían que
eran de por vida y otros que era ya una estúpida tradición. Y quizás lo era,
ahora no era necesario tener una marca para estar enlazados, iba más allá, y
no, una marca podía romperse, con el tiempo se iría desapareciendo, sería
extenso aquel tiempo e iría perdiéndose el color plateado fascinante por
dejarlo en simple recuerdo vago. Él creía que las marcas eran algo,
maravilloso, pero a la vez, algo le decía que no era el todo, había más.
— Probablemente. Sé que quizás no tuve un buen final con ello, pero era
lo que tenía que ser en el tiempo que tuvo que serlo. Fue un salto de fe,
tenía que arriesgarme a saber que pasaría junto a tu padre, antes de
quedarme con la espinita del qué hubiera sido — Habló, en un tono serio
pero no triste, era un consejo sólo y únicamente para él.
¿Salto de fe?
— ¿Y alguna vez te ocurrió eso con él? Lo de los ojos — Explicó,
moviendo sus manos frente a su rostro.
— ¿Ojos?
— Sí, sobre los ojos azules y esas cosas — Alzó sus hombros, llevándose
otro trozo de panqueque.
Ella se estremeció, quedando perpleja con la taza de café entre sus dedos.
— ¿Qué?
— Me ocurrió algunas veces. JungKook dice que es raro pero que es un
color muy bonito, como un azul muy eléctrico, no como sus ojos, si no
diferente. ¿Me pasas el jarabe, por favor?
El tono de TaeHyung era tan calmado, despreocupado que no podía
entender porque estaba tan tranquilo. Ella no podía creer lo que oía, quizás
sólo era un juego tonto, una broma.
— ¿Varias veces? — Frunció el entrecejo, dejando a un lado su taza,
derramando ligeramente el líquido sobre la superficie blanca. Extendiendo
el recipiente de jarabe al ojiverde.
— Sí. Una vez fue rarisimo, él también tenía sus ojos rojos, ya sabes,
como cuando los Alfas están muy enojado y él decía que los míos eran
azules al mismo tiempo. Nunca entendí la razón. Es raro, ¿debería ir al
médico? — Preguntó asustado, observando la mueca extraña de su madre.
— Cariño — Llamó, más seria de lo que solía ponerse cuando hablaba
con él después de firmas de calificaciones en la escuela o cuando mentía
sobre alguna enfermedad para faltar a clases y quedarse leyendo — Ese fue
tu Omega hablando. ¿Entiendes la seriedad de eso?
TaeHyung detuvo su masticar de la frutilla, con los ojos enfocados en ella
y su ceja alzada.
¿Qué se estaba perdiendo?
....
Y aquella mañana entendió, que ese fenómeno extraño no era algo
cotidiano. Se le hacía llamar "llamados". Esto sólo ocurría con una persona
en toda tu vida, sólo una. Era más común que ocurriera entre Omegas y
Alfas, y no todos los Omegas podían hacerlo, su madre nunca lo
experimento. Era casi menos del 28% de la población. Un efecto causado
por el propio iris que teñía el ojo de un color azul eléctrico.
Una respuesta directa, una comunicación entre Omega y Alfa. El Omega
era quien reconocía al Alfa de la forma más pura y plena que existía.
Llamaba por él, haciendo una conexión casi imposible que quebrantar. Sólo
podía ocurrir entre ellos, no con ninguna otra persona seria posible.
La leyenda decía, que sólo aquellos pocos que eran creados por la luna y
el sol podían tener esa comunicación y conexión, convirtiéndose a sí en
parejas destinadas. Se decía que los Alfas de los antiguos pueblos, luchaban
y recorrían continentes enteros por encontrar a sus Omegas, a sus parejas
destinada, aquellos con los cuales estaban unidos por un hilo de estambre.
El sol, el reflejo de el fuego, la sangre, el poder y la fuerza siendo los Alfas
y la luna, los mares, la pureza, lealtad y fertilidad siendo los Omegas. Y si
fuera necesario, se encontrarían en cada una de sus vidas, pues no existía
luz sin oscuridad.
Pero eso, eran simples leyendas e historias para dormir, ¿no?
Y eso era lo que merodeaba, que con el Alfa con el cual había vivido ese
extraño e importante fenómeno. Con quién su Omega había hecho su
llamado, porque lo consideraba; suyo.
Estaba frente suya.
— ¿Estás bien bien, TaeHyung? — Cuestionó ligeramente preocupado
JungKook, su nariz estaba fruncida y sus ojos parpadeaban lento.
TaeHyung se sentía hipnotizado, esa era la palabra perfecta para definir
su situación.
Suspiró, sonoramente, dejándose caer sobre el sillón. Soltó una ligera
risa, mezclada entre nervios y la divertida pero imprevista situación.
El asiento a su lado se hundió, y el olor a la lluvia y el café danzó en su
nariz, como el más influyente sedante. Sé sintió tranquilo y seguro, como si
ese fuera el lugar que tenía que estar.
Un salto de fe se repitió.
— ¿Podemos hablar de algo? — Conectó su mirada con JungKook. Un
océano a su disposición.
Una lluvia de fuegos artificiales se explotó en su interior. Con los fanales
brillantes del Alfa, ese azul que transmitía calma pero eran también un
peligro quizás, y aún así, quería arriesgarse a intentarlo.
Un salto de fe con sabor a que lograría volar.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo 15
❝menta y café❞
El olor del Omega era tan tenue como un pequeño beso de ángel en el
aire, tan sólo las notas traviesas del galleta de coco se podían sentir en su
nariz y hacía que un baile suave se sintiera en ella. Eran ligeramente más
espesas e intensas, más de lo que normalmente serían para JungKook,
estaba encantado, como no estarlo. Cuando el aroma del Omega era tan
fácil de perderse contra los demás. Lo que le preocupaba era que aquellas
notas a miel eran amargas, ácidas para cualquiera, picando su garganta.
Algo estaba ligeramente mal, quizás era su intuición, quizás era la
realidad. En el momento en que TaeHyung llamó, adelantando la hora en la
que podrían verse para juntos reunir camino a uno de los tantos partidos de
ese Alfa, Jimin. Él sabía que algo estaba mal.
Frente suya estaba TaeHyung, con el cabello ordenado como podía ser
contra esos rizos. Sus ojos tenían un hermoso color, que JungKook cada vez
estaría más y más impresionado de verlo ante él. Era una mezcla perfecta
entre verde, azul y gris, un río a su merced. Era fantástico como un par de
ojos serían una obra de arte misma frente a él. Más que cualquiera pieza
exhibida en alguna prestigiosa galería.
TaeHyung parecía buscar las palabras, en verdad que lo hacía, pues abría
y cerraba los labios como si todo y nada fuera suficiente.
— Puedes hablar conmigo de lo que sea — Habló JungKook, con una
sonrisa tranquila que era una forma de llamar la atención y desviarla de
aquello que parecía consumir al Omega.
El latido de su corazón era rápido, temía que se logrará oír contra el
silencio de su alrededor. Si por dentro estaba en un colapso de emociones e
ideas que jugaban con su mente, por fuera se veía pacífico y paciente.
Quería que TaeHyung se sintiera seguro de hablar con él, y debía
demostrarse relajado.
TaeHyung asintió, suave, moliendo su labio inferior contra sus dientes.
Un color rojizo, como la misma granada, apetecible. De a poco, TaeHyung
parecía sentirse más tranquilo, más seguro de sus palabras, y quizás sí, pero
nadie tenía que decirlo en voz alta, pues JungKook intentaba soltar un
poquito de más su olor, feromonas que parecían perderse pero intentar su
cometido, sin que nadie se diera cuenta.
Y es que estaba a nada de ser punto de insultos y enojos cuando su Alfa
parecía levantarse, molesto de que aquel precioso Omega se encontrará tan
inseguro e intranquilo. JungKook en su desesperación, extendió su mano,
una petición, silenciosa y tan íntima. Suya.
TaeHyung pareció no comprender al inicio, envuelto en su mente.
Desviando la mirada, conectando con sus ojos y caer a su mano. Suspiró,
quizás cuando la respuesta parecía aparecer con luces. Con cautela, alargó
su mano, acercándola poco a poco a la de JungKook. Los latidos de su
corazón eran un terror, JungKook sentía que en cualquier momento podía
detenerse de lo rápido que iba.
El Omega entrelazó sus manos sobre su regazo. Un tacto, suave, como la
pluma de un ángel. Puro e intimo, inocente y mágico con un sólo roce.
JungKook no entendía como las cosas había cambiado tan rápido, y es
que sentía que conocía a TaeHyung de toda la vida o esperaba que fuera
para toda la vida. Cada día era una sorpresa nueva, un nuevo sentimiento
desconocido del cual tomar el timón y explorar de él. Un despertar para ver
el amanecer, así se sentía estar junto a él. Quizás apenas se conocía, y es
que sabía que quedaba un largo camino que conocer pero aún así, se sentía
tan suyo. Tan místico o hasta irreal. Su Alfa parecía reclamarlo, llamándolo
como suyo, como su compañero.
Y es que quizás era una locura, es muy joven, es muy inepto y aprendiz
de la vida, pero sabía que podía si de él dependía mover lo que fuera sólo
para encontrar una sonrisa de perlas, preciosa y dibujada en TaeHyung.
Había oído hablar de las parejas destinadas, aquellas que parecían ser
creadas la una para la otra, almas unidas como la fiel promesa del amor,
compañía y respeto. Una hermosa historia que es contada por las madres y
padres a sus cachorros para dormir. Él se sentía con tantas preguntas y
pocas respuestas, tanto sentir, desbordándose de sus manos. Temía perder la
oportunidad de obtener una respuesta, pero también le temía a estar
equivocado.
¿Era tan joven para sentirse así?
¿Y si estaba equivocado?
¿Y si no era él el compañero de TaeHyung?
— Me gustas — Soltó, bajito pero lo suficiente claro para que JungKook
logrará oírlo. TaeHyung rompió el agarre, llevando amabas manitas a su
rostro. Hervía, sentía que era poco decir lo mucho que la vergüenza se
sentía.
Estoy listo le decía su Omega con un par de valijas en mano, listo si tenía
que salir huyendo de ahí.
JungKook sintió el corazón latirle en la garganta con un inexplicable
sentimiento crecer desde su estómago hasta el último rincón. Quería gritar,
alto y fuerte. Su Alfa estaba sorprendido, quieto como si aún intentará
procesar lo que había oído.
No respondía, no había siquiera una palabra o sonido que JungKook
emitiera, y en verdad, TaeHyung estaba asustado con ello. Con el rostro
entre las manos, entreabrio sus dedos para poder observar en un huequito si
JungKook seguía ahí o lo había dejado solo. El nudo en su garganta se hizo
más denso, JungKook si seguía ahí. Sentado con los labios ligeramente
abierto, la mueca de completa confusión e impresión.
¡Era un error! te lo dije, le reclamó a su Omega.
Shhhh, cállate, era como si el pequeño lobo de su interior estuviera a
punto de quedarse sin uñas para morder.
Y es que lo pensó tanto. Un saltito de fe, quería hacerlo. Quizás había
sido un error crear unas expectativas tan altas al tener a su Omega
involucrando en sus decisiones y sentimientos, pero lo había hecho y ahora,
su corazón dependía de una respuesta. Entendería, cuál sea que es, pero eso
no significaba que estaba a punto de llorar de mera frustración.
Suspiró, sus pulmones se llenaron de nuevo de un delicioso olor.
JungKook siempre olía exquisito, la ligera escencia de su colonia sólo hacía
que fuera mucho más. Llevó con lentitud sus manos fuera del rostro,
dejándose ver sus rosadas mejillas, era como ver dos preciosos tomatitos
recién extraídos del huerto.
— No tienes q-que sentir lo m-mismo — Balbuceo, haciendo un intento
de sonrisa nerviosa que no era más que una torcida y algo espeluznante. Se
abofeteó por la torpeza de sus palabras. JungKook pestañeó.
Un segundo más y TaeHyung se pondría a llorar. Un segundo que ni
siquiera logro transcurrir en el que se cuestionará si realmente había
cometido un error al decir eso en voz alta, no cuando sintió los labios de
JungKook sobre los suyos.
Él estaba ahí, besándolo.
TaeHyung dejó escapar una exclamación de sorpresa, tardando algunos
segundos en responder, después de que su cerebro estuviera martilleando
ideas diferentes. Pero instintivamente dejó sus hombros descansar, sus ojos
cerrarse y sus manos caer sobre su regazo. Las manos de JungKook
hicieron un tentativo camino hasta las mejillas de él, acunando su rostro.
Un beso dulce y cálido, pero ligeramente tembloroso. Intenso y profundo
TaeHyung sentía como si fuera un cubo de hielo, derritiéndose en las
manos de él.
El abanico de emociones que ambos experimentaban era abrumante.
Fue JungKook quién se separó. Respiraban el aliento uno del otro, todo a
su alrededor parecía desparecer y lo único que quedaban eran ellos.
TaeHyung respiró hondo, tembloroso. Abriendo los ojos, JungKook
frente suya, con los labios ligeramente hinchados y teñidos en rojizo. Sus
ojos eran vida, brillantes, con la pupila ligeramente dilatada pero aún ese
increíble tono azul que lo dejaba sin aliento.
— TaeHyung — Susurró él; y por algún motivo oír su nombre de esa voz
tan tersa fue un remolino en su interior — También me gustas.
JungKook tenía una diminuta sonrisa en sus labios. TaeHyung sentía las
mejillas ardiendo y el corazón a punto de salirsele del pecho. La media
sonrisa fue casi imposible de escaparse.
— ¿Podemos hacerlo otra vez?
JungKook estuvo apunto de soltar una risa ensoñada por la pregunta del
Omega. Por un lado le parecía tan divertido e inocente, pero por otro lado
sus labios cosquilleaban deseosos de volver a sentir los labios de él.
Un ligero roce de su labio inferior con los de él, y de nuevo el espacio era
muy pequeño. El tiempo cobró sentido al llamarse efímero. Sus labios eran
suyos un momento, y los suyos de él.
Menta y café en el aliento de JungKook, miel y azúcar en los labios de
TaeHyung.
JungKook volvió alejarse, cuando el aliento se perdía para ambos y era
necesario un poquito de oxígeno, sino fuera por él, TaeHyung nunca se
hubiera separado, y es que ya le parecía imposible olvidarse de ese sabor a
menta fresca y granos de café en sus labios.
El Alfa sonreía, y era la sonrisa más brillante que alguna vez había visto
TaeHyung. Radiante y encantadora. JungKook descanso un casto beso en la
punta de la nariz de él, antes de extender una de sus manos y entrelazarla
con TaeHyung.
— Tenía miedo — Susurró TaeHyung después de unos segundos.
Seguían bastante juntos, compartiendo del mismo espacio. El Alfa había
encontrado algo grandioso en regalar caricias sobre la aterciopelada piel del
menor. Lo miraba aún, como lo que para sus ojos era, la obra más preciosa
del universo.
— ¿Miedo? — Le preguntó, realmente sonaba preocupado.
— De que no sintieras lo mismo — Respondió honestamente.
— ¿Qué dices? — Él sonrió dulcemente. Peinó un rizo del rostro de
TaeHyung, dejándolo detrás de su oreja — Desde que te vi, sabía que algo
era especial contigo. No estaba equivocado.
— ¿En serio? — Preguntó, curioso. Sus ojos verdes estaban expuestos,
en un brillante tono.
Su mano acunó su mejilla, acariciando con su pulgar la piel.
— Desde hace meses me he dado cuenta que no es más que un simple
gusto por ti. Eres increíble, TaeHyung. Cualquiera que tenga la suerte de
conocerte, es afortunado — Sonrió ampliamente — Soy afortunado.
Y ahí estaba. JungKook no dijo nada cuando el tono azul se llevó por
completo el verde del Omega. El intenso y mágico tono azul, eléctrico
como tormenta. El latido errático de su corazón de tan sólo presenciar tal
maravilla. Esta vez, lo omitió, prefirió contemplarlo, sólo él.
TaeHyung sentía ligeramente sus ojos picar, quizás era muy emocional o
aquellas sencillas palabras habían sido el fósforo. Noches en vela, creyendo
que no era suficiente y no sería recíproco sus sentimientos. El miedo a no
ser suficiente para JungKook. Y sí, él sabía que no era una persona sencilla,
aún tenía bastantes demonios que vencer y algunas más paredes que
romper.
JungKook lo observaba como si fuera algo fácil de romper y hermoso de
ver.
Mirando hacia él, fue cuando TaeHyung entendió. Había tanto que
conocer y él había tenido hacerlo. Nadie aseguraba que todo fuera miel
sobre hojuelas. Pero si existía algo, pues su Omega parecía complacido,
más de lo que hubiera estado. Completo, un sentimiento sin ningún vacío
dentro suyo, así se sentía.
Esa misma tarde, TaeHyung contó todo. Nadie lo forzaba hacerlo, si por
él fuera, guardaría esa información para él, todos tenemos secretos o
información que no queremos contar, pero está vez él quería hacerlo.
JungKook estuvo a su lado, oyendo con atención y la mayor paciencia que
el Omega necesitará.
Nunca es sencillo hablar de nuestros sentimientos, tenemos miedo de
hacerlo, pues es más fácil que nos lastimen con ello. TaeHyung se sentía
seguro con JungKook. Así que aquello que se sentía como peso sobre sus
hombros, y porque tantos miedos fueron un alivio al soltarlos.
Abandono, ¿quién no le teme?; es que quizás, tuvo a su madre como la
mejor que podía existir en el mundo y una estupenda hermana mayor, pero
siempre, existía una abrumadora culpa.
Su padre se había ido, justo cuando tenía tan sólo cinco años. Los había
dejado por una nueva vida, un nuevo él. De cachorro, se culpaba, pues creía
que era la razón de su divorcio. Oír a su padre decir algunos comentarios
poco agradables sobre su casta, con un ligero desprecio o disgustarse con él
cuando no era la suficientemente fuerte para lanzar los balones o preferir
sentarse a colorear animales en vez de arreglar el viejo auto rojo con él.
Ahora, él tiene un nuevo hijo, un hijo Alfa. Un gran jugador de béisbol.
Y TaeHyung, seguía siendo el mismo Omega que había abandonado.
Los problemas e inseguridad vinieron con ello. Era difícil, es que en
verdad lo era. Hablar con personas nuevas era un reto cada día más, sin que
se trabará su lengua o las manos temblaran. Le era complicado salirse de su
zona, y aunque quisiera, sentía que se ahogaba cuando lo hacía.
Las personas solían ser crueles, no medían el impacto de sus palabras y
se creían con el derecho de opinar de los demás como si su vida no fuera
otra.
Asocial, quizás lo era. Prefería cosas más tranquilas, sencillas y cómodas,
y eso me daba un poco de miedo. Miedo de que las personas que se
permitían conocerlo, se aburrieran de él. Pero después, eso no le
preocupaba más, por ello no se encariñaba de ellos, pero el problema tomo
sentido y pánico de nuevo cuando conoció a JungKook.
Y ahora, las espinitas de su piel se hacían más intensas. Las marcas eran
difíciles de borrar, y aunque en verdad, disfrutaba y quería esas lindas
caricias, abrazos fuertes o roces íntimos, en ocasiones, lo abrumaba. Era su
mente quien jugaba con él, trayendo amargos recuerdos.
Quería no sentirlo más.
— No importa como sea. Tampoco deseo que cambies. Eres tú, y está
bien — Inquirió JungKook en voz suave, cuando TaeHyung se detuvo y
parecía haber dicho todo — Todo será a tu tiempo, lo prometo, cariño.
Su voz era suave, agradable de oír. TaeHyung sentía que en cualquier
momento se podía convertir en un mar de lágrimas de sólo sentirse tan
cómodo.
— Entonces... — Los ojos de JungKook miraban a TaeHyung con
diversión.
— ¿Entonces?
— Puedo, ya sabes — Aclaró su garganta, nervioso. Sus mejillas estaban
ligeramente sonrojadas — Cortejarte, sí, eso. ¿Puedo hacerlo?
— ¿Cortejarme? — TaeHyung hizo un mueca. Ligeramente sorprendido
y con el corazón latirle rápido.
— ¿Muy anticuado? — Tararea JungKook, inclinando la cabeza para
jugueteando con los hilos sueltos de su camiseta.
— No, no lo es. Es lindo — Sonríe TaeHyung — Y me encantaría.
— ¿De verdad? — Preguntó JungKook. TaeHyung se tomó la
oportunidad de observar su reacción. Los fanales del Alfa tenían un brillo
adorable, los pómulos rosados y el aroma de era delicioso, mucho más
intenso y más cálido.
— Sí — Aseguró TaeHyung, mordiendo el labio inferior. La forma en la
que JungKook lo mira hace que TaeHyung piense que algo pasa por la
cabeza de JungKook, algo que no puede distinguir.
— Prometo hacerlo bien — Murmura JungKook, inclinándose y dejando
un dulce beso en la comisura de los labios de TaeHyung.
TaeHyung no pude dejar de mostrarse radiante cuando JungKook se
separaba, aún sonriendo.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo 16
❝estella navideña❞
Sentía el cosquillear en la curva de su cuello, la nariz del Alfa estaba ahí.
Hurgando en ese lugar, haciéndolo vibrar. Parecía ansioso, danzando su
nariz en aquel espacio, con un lío de desesperó y tristeza.
JungKook bufó rendido con sus nervios abrumados, dejando caer su
cabeza sobre el hombro de TaeHyung, quién rió por la teatral repuesta.
Las vacaciones había llegado ya, y TaeHyung estaba más que feliz por
eso. Había dejado todas sus preocupaciones a un lado y se había dedicado a
disfrutar de su deseado tiempo libre. Sin embargo todo lo bueno, tiene su
parte agria.
Su vida en el último año de preparatoria era un caos, de allá para acá todo
el tiempo. Las actividades parecían no tener fin, apenas un pestañeó podía
dar antes de darse cuenta que había algo más que hacer, así que la primera
semana de vacaciones había sido un alivio pero comenzó a ser algo
incómodo no tener nada que hacer. Con su madre trabajando en su
consultorio con nuevas Omegas embarazadas, Ye-Rim consiguiendo un
trabajo de medio tiempo en las oficinas de un periódico local, Jimin
entrenando a cachorros menores de once años en el equipo de fútbol de una
academia pública, y JungKook con los cientos de pedidos que completar. Él
se sentía ligeramente inútil pasar el tiempo en casa sin hacer absolutamente
nada.
Pero una tarde, después de una visita sorpresa a la cafetería las cosas
parecían alinearse considerablemente a su favor.
Justo a un lado de la cafetería, una linda florería siempre captaba su
atención al pasar. Era un pequeño local, con paredes en un amarillo pastel y
grandes estanterías blancas repletas de diversas rosas, camelias, hortensias,
orquídeas, peonías, tulipanes y más. El olor era exquisito, cómo recostarse
en un enorme jardín una tarde de primavera, cuando florecían todos esos
preciosos brotes. Él siempre tuvo un gran cariño a lo magnífica y colorida
que podía ser la naturaleza. Aún recuerda sus rodillas sucias de lodo y sus
manos con gigantesco guantes de jardinería, plantando lirios en el jardín de
su casa cuando su madre alistaba el lugar para la entrada de la temporada.
JungKook le había revelado que era aquel el lugar de dónde adquiría
todas las hermosos ramos que adornaban en jarrones el vestíbulo de su
hogar.
Esa tarde considerablemente fría, una mujer de edad avanzada con su
cabello blancecino en un corte al raz de sus hombros, de baja estatura y con
un precioso abrigo con algunas mariposas y caléndulas bordadas, intentaba
cargar un par de cajas al interior del local. Le costaba algo de trabajo cargar
con tanto peso, que TaeHyung tomó el rostro de su novio, guiando la
mirada hacia el exterior. JungKook no demoró en entender que sucedía,
entrelazándola su mano con la del Omega y salir de la cafetería para ayudar
a la mujer.
Su nombre era Dalia, una mujer Omega de setenta y cinco años. Era una
ironía que la fragancia de aquella mujer fuera fresca, con toques
ligeramente mentolados y herbales, en honor a su propio nombre; el olor de
las dalias.
TaeHyung podía definirla como un ángel en vida mundana, poseedora de
un hermoso y tierno corazón, con una sonrisa preciosa que las estrellas
celaban. Pellizco las mejillas de ambos jóvenes después de que ayudarán a
cargar esas estorbosas cajas. JungKook tenía que regresar a la cafetería,
pero le propuso a TaeHyung quedarse un poco más, cuando la conversación
con Dalia se había profundizado tanto cómo para sentir un malestar al
romperla tan rápido. Él asintió tímidamente, con las mejillas rosadas,
JungKook beso su mejilla dejando el profundo recuerdo de sus labios y
volviendo a su labor.
La conexión con Dalia fue casi instantánea. La Omega le recordaba a su
abuela, la cual extrañaba demasiado pero vivía a varias millas de Busan, así
que fue fácil sentirse familiar con ella. Le enseñó todo el negocio,
recorriendo las estanterías, deteniéndose en cada uno de los brotes. Conoció
desde aquellas flores expuestas en las vitrinas de la entrada, como aquellas
preciosas que se escondían en el almacén. Dalia también quedó encantada e
impresionada con el joven Omega. Conocía de lo que hablaba, soltando la
inteligencia que tenía sobre lo que los rodeaba.
Al final de la tarde, cuando el sol comenzaba a ocultarse. TaeHyung
había conocido a Dalia como si de un libro que leía se tratará. Era viuda
desde siete años atrás, después de que su Alfa y el amor de vida tuviera una
enfermedad complicada de curar. Tenía dos hijos que tenía una vida hecha y
dicha, con tres preciosos nietos que robaron su corazón desde el primer
latido. La florería había sido un ensoñación en su proyectos de vida, pero
dejándolo a un lado cuando sé dió cuenta que no era lo que necesitas para
construir la vida de sus cachorros. No fue hasta que MinSoo, su esposo,
falleció que dejó a su nombre ese pequeño local, aquel que había comprado
a su nombre sin que ella supiera, para que así, iniciará ese sueño que
parecía dormir. Así que esa florería, era su tesoro y el recuerdo de su
perpetuo amor.
TaeHyung sintió su corazón llenó de amor en cada palabra que salía de la
Omega. Entre el delicioso olor de su entorno y el mismo de Dalia, como sus
emociones y sentimientos a flor de piel, sé sintió conmovido con cada
anécdota.
Cuando era hora de partir, parecía difícil, antes de irse con la promesa de
volver pronto, Dalia le ofreció pasar el tiempo allí después de haber oído a
TaeHyung decir que pasaba sus tardes solo en casa por las vacaciones. El
Omega no comprendió, creyendo que sólo era una invitación para
acompañar a la mujer, Dalia sólo rió y le dijo Es una propuesta de empleo,
dulzura. TaeHyung no dijo que no, claro que no. Sólo acepto con la
efusividad de un niño de cinco años recibiendo un juguete nuevo,
abrazando con tanto cariño a la Omega.
TaeHyung salió, saltando sobre JungKook quién lo esperaba fuera para
acompañarlos a casa, con un abrigo afelpado esperando entre sus manos
para arropar al Omega.
El Alfa no comprendía, pero sostenía fuerte a el Omega entre sus brazos,
ronroneando de felicidad al tenerlo así. En el momento que TaeHyung le
contó todo entre palabras ensoñadas y pequeñas risas, JungKook lo lleno de
besos en cada espacio posible de su rostro; mejillas, nariz, párpados y sus
labios, repitiendo lo orgulloso que estaba de él. Era por ello que TaeHyung
se sentía privilegiado de tener al Alfa en su vida.
Así que ahí estaba, a siete días de noche buena. TaeHyung pasando su
descanso en la cafetería, con la espalda sobre el pecho de JungKook, que
volvía a hurgar ansioso entre sus cabellos ahora.
— Me haces cosquillas — Rió TaeHyung, moviéndose entre los brazos
de JungKook, encarcelado.
JungKook gruñó, suave. Haciendo su pecho vibrar y mandando ondas
desde la espalda de TaeHyung que lo hizo estremecer. Sé giró, quedando de
frente al Alfa que tenía un puchero en sus labios y sus ojos tristes.
TaeHyung le sonreía simplemente embobado derritiéndose como caramelo
con la dulce imagen de su novio.
— ¿Qué pasa? Has estado muy raro desde que llegué — Habló con un
tono lo más serio posible TaeHyung. Acunó el rostro de JungKook entre sus
manos, frías y delicadas, acariciando los pómulos de él, aquellos que tenía
besos del sol.
— Nada — Musitó JungKook, dejándose llevar por las caricias. Ver a
TaeHyung siempre era su pasatiempo favorito, podría hacerlo siempre. Con
las mejillas y nariz rojas por el frío. Sus largas pestañas que resguardaban
esos luceros verdes que lo hacían perder el aliento. Sus labios, llenos,
aquellos que tenían su sabor favorito y sus rizos traviesos que caían como
cascada sobre su rostro.
TaeHyung alzó la ceja, con una mirada inquisitiva. Sabía que mentía,
conocía el gesto casi a la perfección. El Alfa estaba mintiendo y JungKook
sabía que no podía hacerlo, era tan fácil para TaeHyung leerlo.
— Es sólo que no hueles a ti — JungKook murmuró con una mueca —
Me refiero que tú olor es poquitito y está perdido entre otros.
Él enrollo sus brazos alrededor de su cuello, dejando un beso sobre la
nariz fría del Alfa. Pudo sentir como una sonrisa se formó en sus labios.
Entre los supresores que tomaba para disminuir su olor y no fuera ningún
problema que lo molestará a él y todo el tiempo que pasaba en la florería
atendiendo y rociando de agua los brotes. Era sencillo que su propia
fragancia se perdiera con facilidad. Sabía lo mucho que el Alfa disfrutaba
hurgar entre su cuello o cabellos sólo por algunas gotitas de aroma, bien
claro ya le quedan después de tantas veces que JungKook lo repetía.
— Lo siento, es tonto sólo que no lo sé, no me he sentido bien
últimamente — La voz serena de JungKook musitaba cerca de su oído.
TaeHyung se alejó, girando el rostro hacia él, quién lo miraba con una
pequeña sonrisa sin despegar sus labios.
— ¿Quieres hablar sobre eso? — Murmuró mirándole.
— Gracias, pero no quiero hacerlo ahora, bebé — Confesó, presionando
sus manos sobre la cadera de él. Sus manos se sentían frías, aún con la capa
de aquel delgado suéter que llevaba puesto dentro de la cafetería.
TaeHyung asintió, esbozando una sonrisa y dejando caer su cabeza contra
su pecho. El Alfa lo envolvió entre sus brazos pegándole lo más posible a
su torso, en una sensación de total calma, dejando un beso en la sien de él.
Un beso en dónde TaeHyung cierra los ojos y sé concentra en el sonido
pausado de los latidos del corazón del Alfa.
Estaba en casa.
— Te quiero — Susurró JungKook, con las respiraciones tranquilas y en
paz, como si todo lo que estaba sobre sus hombros se hubiera esfumado.
— Yo más — Murmuró, con los ojos cerrados; completamente endeble
— Más de lo que creía que podría hacerlo.
Amaba cada faceta de él. Llegaba a conocer aquellas partes frágiles de
JungKook, esas que sólo necesitaban un par de mimos para sentirse seguro
y tranquilo, y amaba aún más saber que él podía hacer ello para hacerlo
sentir mejor.
— ¿Todo en orden? — La voz de JungKook lo saco de su burbuja.
Estaba detrás de la barra, colgando un par de luces navideñas en la pared
blanca.
Asintió y prosiguiendo acomodando la corona navideña en la puerta
principal del local. Realmente era un mal mentiroso, lo era. No estaba todo
en orden. Tan sólo faltaban dos días para noche buena y estaba sin ninguna
idea. Dos días para el cumpleaños del Alfa y se sentía en blanco, no
encontraba ningún regalo que lo convenciera completamente. Había
ahorrado bastante dinero entre sus mesadas y lo que ganaba en la florería
para conseguirle un regalo a JungKook, pero no encontraba nada, estaba en
el mismo punto dónde inicio.
Sumándose eso, JungKook había estado algo cabizbajo toda la semana.
Necesitaba de abrazos y besos cada cierto tiempo y parecía triste la mayoría
de él. Su cabeza parecía estar entre las nubes, tanto que había olvidado
decorar la cafetería. Fue TaeHyung y HongJoong quién le recordaron
hacerlo, y era lo que ahora hacían. Decoraban los tres mientras TaeHyung
tenía su descanso. JungKook se encargaba de las luces, TaeHyung de la
corona y algunas esferas y estrellas, y HongJoong en el pequeño árbol de
una esquina de entre las mesas.
— Diciembre es mi mes favorito — Dijo TaeHyung caminando hacía la
barra para tomar el celular de JungKook y colocar el siguiente villancico.
JungKook se mantenía de pie a unos pasos solo observando al Omega, por
el rabillo del ojo lo vio sonreír débilmente y acercándose a él.
Sus mejillas se sonrojaron cuando sintió la presencia más cerca y después
como las manos del Alfa acariciaba sus brazos. TaeHyung sonrió por
intuición, la felicidad albergándose en todo su cuerpo.
— Aunque siento que este mes se siente algo incompleto — Afirmó
HongJoong, comenzó a colocar las esferas alrededor del árbol.
— Siempre lo es — Rió con amargura JungKook. HongJoong se giró a
fulminarlo antes de negar y volver a su labor. Él no entendía que sucedía
pero una extraña presión en el pecho le decía que algo estaba mal — Me
gustaría que estuviera nevando, ya estamos a más de mediados del mes y ni
un sólo copo de nieve. Es lo único que me gustaba de la temporada —
JungKook envolvió una mano sobre la cintura de TaeHyung, recargando su
cabeza su hombro.
— Es cierto, es extraño que no haya nevado — HongJoong frunció el
ceño inconscientemente.
Antes de que pudieran continuar con la charla, las puertas de la cafetería
se abrieron con la entrada de nuevos clientes. JungKook lo giró levemente y
depósito un tierno beso en la comisura izquierda de los labios de TaeHyung,
antes de regresar detrás del mostrador para atender.
Él amaba esos besos fugaces, siempre con el anhelo de más. Eran suaves
y pequeños.
TaeHyung finalmente salió de su lugar con una sonrisa enorme y de
mejillas rojas, acercándose al espacio dónde HongJoong decoraban.
— Hey, ¿todo bien, TaeHyung? — Preguntó HongJoong, mientras
colgaba una esfera roja con un copo de nieve grabado en dorado.
TaeHyung asintió, abrazándose a sí mismo.
— Sí, sí, sólo quería hablar contigo.
— ¿Conmigo? — Frunció el ceño, sin despejar sus ojos de su labor —
¿Sobre qué?
TaeHyung se acercó más, tomando algunas esferas y comenzando a
ponerlas.
— Sobre JungKook.
— ¿Ocurre algo? — Trató de sonar suave, pero su cuerpo se detuvo
cuando lo oyó, girando para observarlo a él.
— No — Negó unas cuantas veces — Sólo es sobre su cumpleaños y en
general... — Dió un suspiro intranquilo, haciendo un nudo en los hilos de
las esferas — Siento que algo está mal.
— Honestamente creo que no es un buen lugar para hablar. ¿Tienes
tiempo? Se terminó el estambre, podrías acompañarme a conseguir un poco
en la mercería.
TaeHyung asintió, aún le quedaban veinte minutos de su descanso.
HongJoong le sonrió, tomando el tubo de estambre vacío y sujeto su brazo,
jalandolo con él hacía la puerta.
— ¡Volvemos en diez minutos! — Indicó HongJoong, alcanzando su
abrigo del perchero de la entrada.
JungKook los mira con una ceja alzada, el Omega se acercó dejando un
beso en sus labios, no fue duradero pero fue lento y fascinante. Tomó su
abrigo y salieron de la cafetería ambos Omegas.
El aire fuera era frío. Aún sin los copos blancos sobre las calles, el frío se
colaba hasta sus huesos, doliendo profundamente. Sintió escalosfríos
apenas la brisa lo golpeó al salir, escondiendo sus manos en los bolsillos de
su abrigo y siguiendo de cerca los pasos de HongJoong.
HongJoong se demoró algunos segundos en hablar, parecía que las
palabras trabajan en su cerebro, intentando encontrar por dónde empezar. El
amargo sabor en su boca le decía que no sería nada bueno lo que TaeHyung
escucharía. Su garganta se sentía seca.
— Si sé entera que te he dicho esto me matará — Inició, formando una
torcida sonrisa.
— Prometo no decirle nada — Elevó sus manos e forma de inocencia,
haciendo reír al Omega.
— A él le gusta Diciembre. Ya sabes, navidad, noche buena, su
cumpleaños. Amaba salir cuando comenzaba a nevar. Era muy espontáneo
y alegre — Admitió con una sonrisa triste. Él no dijo nada, sólo dejo que
HongJoong continuará hablando, pero sentía un nudo en el estómago —
Pero un día simplemente ya no fue así — Murmuró después de algunos
minutos de silencio — ¿Te ha contado sobre su padre?
Asintió dejando salir un gran suspiro. Sentía los ojos arder, avisando que
las lágrimas comenzarían a descender. JungKook había contado un poco
sobre él. Lo maravilloso hombre que había sido, el gran Alfa porque
luchaba por ser algún día. Sabía que la partida de él, era muy complicado
aún para JungKook y que lo extrañaba muchísimo, pero era poco lo que
realmente conocía.
— Sólo un poco — Confesó.
— Me lo imaginé — Pronunció con cierto reproche — Su padre enfermó
en septiembre, ni siquiera les dió tiempo para encontrar más soluciones. Él
falleció el 26 de Diciembre — Concluyó, girando la esquina en pasos lentos
y la respiración ligeramente entrecortada.
Todo en el interior de TaeHyung se heló, se sentía vulnerable al oír lo que
había pasado. Quería regresar y abrazar al Alfa, llenarlo de besos y decirle
lo mucho que lo quería. Volteó a ver al Omega, encontrando esos hermosos
ojos miel, ahora nublados por la tristeza y ligeramente vidriosos.
— Desde entonces, JungKook perdió mucho interés en festejar estás
fechas — Soltó un suspiro, jalando de él para entrelazarla sus brazos.
TaeHyung no sé apartó, el calor corporal de HongJoong era agradable y
necesitaba un poco de cercanía cuando sentía su corazoncito doler — Pero
entonces, después de años. Hoy he visto a JungKook decorar algo por las
fechas. Lo he visto sonreír al oír villancicos. Lo he visto escoger colores
para las esferas.
HongJoong soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.
— Él te adora — Su voz era suave y seria. TaeHyung sintió las mejillas
arder, agachando la cabeza hacia sus pies. Sus ojos acuosos, se perdían
contra el contraste de su sonrisa pequeña — Eres como la estrella más
brillante de su navidad.
Buscó su mirada, HongJoong parecía hablar en serio, con una sonrisa
tierna que él devolvió haciendo notar sus hoyuelos.
— Gracias por hablar conmigo, Joongie — Murmuró por lo bajo,
asegurándose que lo escuchará.
— Me gusta hablar contigo, TaeHyung — Le regaló una sonrisa,
afianzando su agarre. Al oír eso, TaeHyung sonrió, manteniendo el paso con
el Omega.
De vuelta a la cafetería, TaeHyung había oído algunas historias que
HongJoong le contaba sobre un JungKook cachorro. Haciendo reír
demasiado y sintiendo un inmenso calor llenó de cariño por su novio.
HongJoong en verdad le gustaba, era divertido y siempre tenía algo para no
dejar caer la conversación. Era amable con TaeHyung y parecía haber
encontrado una buena conexión con él.
— Realmente no sé me ocurre algún regalo — Frunció sus labios
HongJoong, caminando de regreso a la cafetería. Su nariz estaba roja y sus
cabello ligeramente desordenado por las frescas brisas. Llevaba un abrigo
negro, bastante bonito que cubría su cuerpo y una bufanda amarilla que
hacía constrastrar sus ojos.
— Quiere que haya nieve — Suspiró TaeHyung. El tirón en su pancita
estaba ahí. Tenía pocos días y ninguna idea para llevar acabo. El tiempo se
agotaba.
— Claro, ¿por qué no lo pensé antes? — Se encogió de hombros
HongJoong, con un tono jocoso — ¡Puedes hacer nevar, es una increíble
idea! — Rodó sus ojos, estallado en risas. TaeHyung no demoró en
acompañarlo, entre la risa de los dos Omegas.
— Sé me ocurre algo — TaeHyung mencionó después de su momento de
risas. HongJoong se detuvo, mirándolo con ojos relucientes y expectantes,
su ceja ligeramente elevada.
— ¿Qué? Cuéntame — Lo animó el mayor.
TaeHyung finalmente botó un suspiro, mordiendo su labio inferior, antes
de sacar el celular de su bolsillo del abrigo y deslizando su dedo sobre él. El
pelinegro lo observaba, ladeando su cabeza, manteniéndose en silencio,
esperando una respuesta que lo llenaba de curiosidad.
TaeHyung llevo su celular al su oído, apoyando su cuerpo sobre una
pierna a la espera.
La línea se abrió, dejando oír sobre ella.
Tenía un plan, algo un poco tonto y demasiado cursi para cualquiera, pero
tenía que intentarlo. Podría hacer cualquier cosa por JungKook, quizás
hasta lo imposible...
— Jimin, necesito tu ayuda.
𑱢◌᜔ ݊ ა capítulo final
❝copos de nieve❞
La punta de su dedo picó contra el filo del alfiler entre su mano,
haciéndolo soltar un extraño sonido de dolor y llevarlo entre sus dedos así
calmando el ardor y la pequeña gotita de sangre.
— Podrías dejarlo ya. Todo está listo, TaeHyung — Comentó Jimin
mientras bajaba de la escalera de extensión, colgando de las últimas
decoraciones.
—Tiene que ser perfecto, Minnie — Reprendió, volviendo a su labor.
Introducir el delgado hilo contra ese estrecho hoyito nunca había sido tan
difícil como ahora. Las yemas de sus dedos estaban adoloridas, tanto
trabajo que había hecho en menos de cuarenta y ocho horas era agotador y
esas eran sus consecuencias.
Jimin rodó los ojos y soltó un bufido, esa era la tercera vez que le decía al
Omega que se detuviera. Los brazos le pesaban, adoloridos del sencillo
movimiento de elevarse tan alto para pegar la gran cantidad de hilos en el
techo y las piernas cansadas de subir y bajar esa escalera plegable, pero sin
embargo no sé quejaba en voz alta pues estaba contento de ayudar a su
mejor amigo. Siempre lo haría. Salió de aquel espacio por aquella gran
puerta para dirigirse hasta su camioneta por un poco de más cinta.
— ¡Listo! ¡Lo logré! — Exclamó HongJoong entusiasmado. Sus ojos
brillantes en cansancio pero una satisfacción absoluta, puestos sobre la
pantalla del computador de su regazo. TaeHyung alzó la cabeza cuando
oyó, dejando sus materiales en el piso y gateando hasta el Omega.
— Mierda... — Susurró cuando observó la pantalla del ordenador. Sus
ojos se sintieron un poco vidriosos y la garganta un picor — Es increíble,
HongJoong — Habló bajito, sorbiendo su nariz.
— Lo es — Asintió suave, sin despejar la ojos de la pantalla , no fue
hasta el sonido de TaeHyung volviendo a sorber su nariz que giró a la
dirección del Omega — Espera. ¿Estás llorando, TaeHyung?
TaeHyung negó aún cuando su nariz tenía un tinte rojizo entre el frío y el
roce de su suéter contra la piel al sorberla o sus ojitos llenos de lágrimas
que hacían verlos pequeños y necesitado, así como el ligero temblor de su
labio suavemente fuera de su espacio en un puchero. El delicioso olor de las
galletas de coco comenzó a llenar las fosas nasales de HongJoong, pero era
dulce, demasiado dulce, tan embriagador que lo hacía sentirse tan cómodo y
con el corazón lleno de mucho cariño.
— Ven aquí — Le dijo con una sonrisa, envolviéndolo entre sus brazos.
TaeHyung se permitió aceptar el abrazo como un respiro que necesitaba.
El encantador olor de HongJoong lo hacía sentirse liviano y tranquilo.
Había pasado horas trabajando, apenas había podido dormir tres pobres
horas y comer una tostada rápida con un vaso de agua esa mañana. Los ojos
le dolían tanto, que sentía que podía quedarse ciego, el estómago le pedía
un poco de más comida. Se hacía tarde y aún tenía que volver a casa y
prepararse, pero en ese momento, cuando sus ojos vieron el resultado en la
pantalla del ordenador de HongJoong, todo se sintió bien, correcto y en su
lugar.
Había valido la pena.
— ¿Todo bien? ¿Están bien? — Jimin apareció alarmado por la gran
puerta, con un rollo de cinta entre las manos. Sus ojos eran amplios y su
cuerpo a la defensiva. Pero de inmediato ese olor que había llegado a cada
paso que daba más cerca se intensificó, sintiéndose embriagado casi de
inmediato. Era tan dulce y delicioso, como entrar a una dulcería.
TaeHyung asintió, separándose de HongJoong y levantándose rápido del
piso. El Alfa tuvo que concentrarse en no tambalear cuando TaeHyung se
lanzó a él, envolviéndolo en un cálido abrazo que tardó en responder por la
sorpresa. TaeHyung olía tan bien, feliz. Pasó los brazos, acercándose a su
pecho para abrazarlo fuerte. Eran pocas las veces que él había visto así de
feliz a su mejor amigo, a ese Omega que consideraba su hermano menor.
El sonido de los pasos hizo que TaeHyung se separará con una radiante
sonrisa. Por la gran puerta el pequeño cuerpo con rizos esponjosos de Alisa
apareció, con un par de bolsitas entre sus manos y un ceño fruncido.
— ¡Saben lo complicado que es conseguir sobres de diamantinas en
plena víspera de navidad! — Se quejó, alzando las bolsitas de diamantina
plateada.
TaeHyung se permitió acercarse y tomar el rostro de la chica, plantando
un sonoro beso en la mejilla regordeta de ella. Alisa se ruborizó apenas
TaeHyung se alejó, sonriéndole de inmediato y soltando una fragancia
personal dulce.
— ¿Y eso por qué fue?
El rubio sonrió al mismo tiempo que elevaba sus hombros. En ese
momento, adoraba infinitamente a sus amigos. Aún cuando pudieron
dejarlo haciendo la descabellada idea que había surgido en la cabecita de
TaeHyung, no lo hicieron. Usaron su valioso tiempo para acompañarlos y
encontrar alguna cosa que fuera suficiente para ayudarlo.
Giró a ver aquella habitación, las decoraciones yacían en sus respectivos
espacios. Más de lo que él había imaginado. Todo se veía bien, más que
perfecto. Era sólo un poquito de lo mucho que JungKook se merecía, y si
estaba cansado, agotado con la creencia que no volvería a tomar unas tijeras
por un largo tiempo y dejaría de ver diamantinas en sentido de urgencia,
aún así, no sé arrepentía y volvería hacerlo una y otra vez sólo por el Alfa.
El sonido de la campanilla de su celular sonó a través del silencioso
lugar. Corrió hasta su mochila, sacándolo del bolsillo delantero.
Un tirón en su vientre, con las maripositas revoloteando. Su pancita está
infestada de ellas y con la sonrisa más boba en sus labios leyó el mensaje
con el remitente del nombre que no salía de su cabeza.
Koo ♡
"He estado toda la mañana horneando galletas de jengibre y hablando con
mamá sobre ti. En verdad quiere conocerte. Casi me hizo cambiar los
planes sólo para adelantar el día de mañana y poder hacerlo, aunque si te
digo la verdad yo también quiero verte, te extraño :( espero que estés
teniendo buen viaje, xx"
JungKook había tenido una excelente cena por la noche buena y su
cumpleaños con su familia. Su casa estaba adornada en cada rincón que sus
ojos azules se posaran, y en verdad su corazón se sentía bien al estar ahí.
Era cálido, resplandecía cada rincón y era acogedor, parecía ser correcto
verdaderamente pasar un día de su cumpleaños que en verdad se sintiera
bien.
Sentado en uno de los sillones del salón, presenciando la simple escena
frente a sus ojos. Sus hermanas menores, jugando y devorando galletas
frente al árbol de navidad con algunos regalos ya esperando en el pie del
pino. Su hermosa madre con una gran taza de porcelana roja entre sus
manos con compañía de aquel Alfa que sonreía y hacía reír a la Omega.
SiWon era su nombre, que, aunque al principio, años atrás cuando su madre
le contó sobre él después de un día de clases, él se sintió ofendido e
indispuesto, sin embargo comprendió que el recuerdo de su padre siempre
estaría ahí, que eran ellos quien lo mantenían, pero aún así su madre podía
tener el derecho y la oportunidad de volver amar. Su padre así lo hubiera
querido, y SiWon era un excelente Alfa, amable y cordial. En ningún
momento intentó tomar el puesto de su padre, pero tanto sus hermanas
como JungKook lo habían recibido tan bien que lo sentían parte de la
familia.
El asiento a su lado se hundió, giró la cabeza para encontrar la razón, la
cabellera rubia de su hermana menor Ji-Eun, se divisó.
— Es una buena nochebuena, ¿no? — Dijo ella sonriendo. Observaban a
las menores de la familia, que reían encantadas por la historia que SiWon
contaba sobre un viaje que tuvo a Australia.
— Lo es — Admitió, sonriendo también. Todo se sentía bien, cada pieza
encajaba, correctamente y eso lo hacía sentirse en el lugar correcto.
— Aunque tu deberías estar yéndote, se hace tarde — Ella ladeo la
cabeza, dejándola descansar sobre el hombro del Alfa.
JungKook frunció el ceño, confundido por lo que había dicho la Omega,
se alejó poco para girarse hacía ella. Una sonrisa que perfectamente conocía
en sus labios maquillados de un rosa suave, esa sonrisa que hacía cada que
era cómplice de alguna de las travesuras de las menores contra él. El brillo
en sus ojos azules era inusual, algo sabía que él no.
— ¿De qué hablas? — Canturreando frunciendo el entrecejo. Ella soltó
una risita baja entre dientes.
— Tienes que irte ya o llegarás tarde. Ve, yo te cubro con mamá.
La mente de JungKook seguía pasmada, confundido sobre lo que ella
decía. No había absolutamente una razón por la cual tuviera para no
demorarse. Su plan se basaba en pasar la noche buena y su cumpleaños con
su familia. Aunque hubiera querido pasar, aunque sea un par de horas con
TaeHyung, el Omega le había dicho que sería imposible, que viajaría por la
mañana a casa de su abuela para pasar nochebuena y la mañana de navidad
allá y tomaría el tren para volverse antes de la cena y pasarlo en casa del
Alfa. Estaba entusiasmado porque finalmente conocería a su madre, y sentía
que en cualquier momento la Omega que le dio la vida le daría un pellizque
por demorar tanto en presentarle a TaeHyung, pues no dejaba de hablar
sobre él cada que tenía la oportunidad con ella.
Ji-Eun rodó los ojos, sacando un pequeño sobre blanco de un lado suyo y
extendiéndolo a él. JungKook lo tomó, su corazón tuvo un ligero tirón al
desdoblar la punta del sobre, por alguna razón sentía demasiada curiosidad
y nerviosismo. El interior era una pequeña hoja blanca, en el centro en esa
tipografía que bien conocía pues era la misma de los cuentos que TaeHyung
tenía escritos en un cuadernillo café, esos cuentos que suele contarle a
JungKook cuando hablan antes de irse a la cama. Una dirección yacía
apuntaba en el papel.
— Date prisa, bobo — Articuló Ji-Eun con una sonrisa entre dientes.
Todo pasaba tan rápido en su cabeza que no podía asimilarlo, giró su
cabeza hacía el reloj que colgaba la pared detrás del pino, marcaba las
10:05 pm. Su cuerpo recorría una corriente eléctrica y un sinfín de
emociones. Sólo tenía algo en claro y era irse ahora mismo. Se levantó, no
sin antes dejar un beso sobre la mejilla de su hermana, quien rio y se quejó
borrando el beso con la manga de su suéter.
Apenas el par de fanales azules que parecían brillar por sí mismos con su
madre, ella lo esperaba, sonriendo y asintiendo a su dirección.
— Toma las llaves de auto, y mucho cuidado, JungKook — Ordenó en
un tono serio, pero con sonrisa aun en sus labios. Él asintió, dejando un
beso en la sien de ella y despidiéndose revolviendo los cabellos de sus
hermanas y de un abrazó corto de SiWon.
Subió a su habitación, el corazón le latía tan rápido que sentía que podía
salirse de su caja torácica. Tomó el pequeño regalo envuelto con papel de su
escritorio. Haló una chaqueta de jean del armario. Antes de salir de la
habitación se detuvo abruptamente frente el espejo. Se veía bien. Un par de
vaqueros y un suéter de cuello alto de color negro, con sus convencionales
y fieles vans. Peinó su flequillo, pasando los dedos por las hebras,
suspirando cuando se sintió conforme con el resultado, antes de salir
corriendo de nuevo. Bajó las escaleras entre brincos hasta llegar al vestíbulo
y agarrar las llaves del auto del perchero de las llaves y despedirse de nuevo
antes de cerrar la puerta.
Al subir al auto y girar la llave para encenderlo, volvió a sacar la pequeña
nota que había arrugado de su bolsillo. Releyó la dirección, memorizándola
por completo antes de emprender camino hacia el lugar, que estimaba
demoraría más de treinta minutos en llegar.
JungKook nunca creyó que su vida podría cambiar en el momento que
aceptó la condición de su madre por trabajar en la nueva cafetería si él
decidía esperar para entrar a la universidad. Podía decir que anteriormente
se había enamorado, pero sería una mentira.
Sí, recuerda haber salido con chicas y chicos en citas, quizás ir al cine o
algún parque de diversiones. Esos nerviosismos que revolvían su estómago
al ver que su cita cada vez más cerca en el lugar que habían acordado o
hasta su primer beso, con YuGyeom, su mejor amigo de la secundaria
después de un ridículo juego de botella, que no fue más que un roce
inocente y casto con ese calor en sus mejillas, pero nada, ni remotamente se
parecía a lo que sentía con y por TaeHyung.
Era muy joven, pero sabía que tenía todo.
Y es que así lo siente, aunque sonara egoísta, pero parecía que todo el
tiempo atrás, todas esas personas se sentían como si estuviera perdiendo el
tiempo, porque al final siempre fue él. TaeHyung era más, mucho más de lo
que esperaba.
Era todo lo que es TaeHyung, aun cuando apenas comenzaban a
conocerse con aquellos balbuceos tiernos que escapaban de él o ese rubor
rosado de las mejillas cada que se ponía nervioso. Todas esas veces que
TaeHyung aceptaba cualquier postre que él le ofreciera, aun cuando no le
gustaba.
En la forma que tomaba el café o el té con poca azúcar y lo dejaba enfriar
hasta que al final no lo tomaba como manía por la pérdida de calor. La
forma que leía cada vez que JungKook se lo pedía con el recostado en su
regazo, con la lenta y suave voz del Omega leyendo las líneas de alguno de
sus libros, con esos verdes fanales que brillaban con una intensidad que
podía abastecer a más de cien soles. Las risas y torpes intentos de zafarse de
los ataques de besos que tenía JungKook sobre su rostro, haciéndole
cosquillas.
Esa manera en la que dejaba un primer beso en su nariz antes de en sus
labios. Alargando el tiempo cada que tenía oportunidad, con la promesa de
más. Esos besos que podían ser tan tiernos e inocente o aquellos que
terminaban subiendo ligeramente su tono, con los corazones acelerados y
respiraciones irregulares.
La forma en la que hablaba durante horas de lo último que había
aprendido de cactus junto Dalia, que terminaba sacándole más de una
sonrisa a JungKook. La alegría del Omega que siempre estaba acompañada
de un delicioso olor a miel y galletas de coco, ese que lo embriagaba y
sentía que aun así no era suficiente para su Alfa, que pedía más y más. Ese
par de fanales que eran su delirio constante.
JungKook se enamoró, de cada uno de los pequeños detalles de
TaeHyung, y mucho más de cada defecto de él. JungKook se enamoró de la
manera que estar junto a TaeHyung se sentía como estar en casa, pues bien,
su madre le decía un hogar no es lugar puede ser un sentimiento o una
persona.
Él encontró el suyo.
Cuando menos se dio cuenta, había llegado al lugar de la dirección
escrita. La calle del lugar estaba vacía, las farolas alumbrando como fieles
acompañantes del verdadero resplandor de la luna. Al revisar por última vez
el trozo de papel y dejarlo dentro de la guantera, tomó el regalo que
descansaba en el asiento del copiloto. Lo primero al salir de la calidez del
auto fue la brisa helada, esa que lo hizo estremecer y abrazarse a sí mismo.
Ese diciembre estaba siendo bastante frío, lo cual verdaderamente le
confundía pues ningún copo de nieve dibujaba las calles.
Eso era lo que más amaba de las fechas, el vivo recuerdo en su memoria
de su padre jugando con él en el patio trasero de su antigua casa de
ladrillos. Sus hombros llenos de nieve después de que su padre rompiera
una gigantesca bola que había creado contra la cabecita azabache de
JungKook, así como las pequeñitas pisadas sobre la nieve de Ji-Eun que
corría detrás de su padre para atraparlo. Para el final, regresar a casa con su
madre esperando con un par de frazadas y chocolate caliente con las lindas
caritas y risas de sus hermanitas más pequeñas cuando papá se sacudía
haciendo que la nieve se esparciera por la cocina.
"La nieve es una parte de la luna, entonces te estoy trayendo besos de
luna a nuestro hogar" su padre siempre le decía a su madre cuando
refunfuñaba el desorden, y esto le hacía poner una de las sonrisas más
preciosas que JungKook había visto. Claro, antes de conocer a TaeHyung.
En un camino silencioso, a ese misterioso espacio que parecía ser una
bodega o realmente no podía decidir de que se trataba. Alrededor se
encontraban algunas casas con jardines preciosos y las ventanas que se
dejaba ver el interior de las luces de colores que cambiaban o de ese color
anaranjado, cálido. Algunas otras se veían silenciosas con las luces
apagadas, quizás la gente durmiendo al fin.
Entre más se acercaba, cruzando el jardín de hierba verde que estaba
ligeramente húmeda por el rocío de la noche, no más allá de verde y más
verde. El lugar parecía ser una pequeña casa con una cochera. Dos puertas,
una que parecía ser la entrada con un pequeño porche en madera blanca y la
gran puerta de la cochera.
Golpeó con sus nudillos, sus manos comenzaban a doler por el intenso
frío de la noche y el aire de su boca salía en forma de humo, la temperatura
era muy baja para ese momento. El sonido del interior se oía como
pequeños pasos recorrer distancias en corto tiempo.
JungKook sintió un tirón en sus labios cuando la puerta finalmente se
abrió. Si, estaba sonriendo y era imposible no hacerlo cuando quien estaba
detrás era su chico. Aquel que había mentido sobre estar fuera de la ciudad,
ese que había estado todo el día desconectado y que él creía era por el viaje.
La luz del interior era cálida, cayendo sobre el cuerpo de TaeHyung,
creando un contraste perfecto. Llevaba un par de vaqueros oscuros que
abrazaban los muslos a la perfección y una sudadera verde oscuro que
JungKook conocía más de lo que parecía, pues la había robado del Alfa. Su
cabello estaba peinado hacia atrás con una banda, negra que apenas se podía
distinguir contra el color oscuro. Su rostro por sí mismo brillaba, y el par de
luceros verdes eran la envidia de las estrellas que estaban en su mismo
cielo.
Dio un suspiró largo y enamorado al verlo.
— Hola — Susurró TaeHyung, sus mejillas estaban ruborizadas en un
adorable color rosado y su labio inferior era atrapado por sus dientes.
Sentía que no podía quitarle los ojos de encima, ni siquiera sabía en qué
momento había contenido la respiración al ver al Omega. Su Alfa parecía
más embobado que él mismo, detallando como la obra más prestigiosa de
una importante galería de arte.
Lo había extrañado horrores, y es que el Alfa se había acostumbrado a
verlo todos los días de las últimas semanas. En los tiempos libres para
comer algo de la florería y al terminar el turno del Omega y así
acompañarlo a casa, con sus manos entrelazadas y la suave voz de
TaeHyung relatando su día después de que JungKook se lo preguntará.
Él bajo la cabeza cuando JungKook no respondió, y es que por un
momento el Alfa simplemente se quedó sin palabras. El furioso rubor de las
mejillas y el carnoso y rosado color de sus labios. Era demasiado,
simplemente era demasiado para ignorarlo.
JungKook tragó con lentitud, sintiendo las mariposas revolotear en su
estómago. Dio un paso adelante, más cerca de Omega, extendiendo su
mano hacia el mentón de él, con su pulgar e índice alzo la cabeza de
TaeHyung. El brillo natural que desprendía por sí mismo el Omega, con los
labios entreabiertos y en un delicioso color cereza.
Y es que aún no se habían dicho "te amo" pero no lo necesitaban, mil
maneras tenían de decirle que lo amaba sin usar las palabras.
Antes de que TaeHyung hablará, siendo comido por el nerviosismo y el
temor que el Alfa se molestará con él por haberle mentido. Había sentido
una corriente eléctrica recorrer cada centímetro de su cuerpo cuando el roce
las yemas de los dedos de JungKook se posaron en su rostro. Abrió y cerro
la boca buscando las palabras que parecían ser un mar de posibilidad,
ahogándose por completo en su garganta cuando los labios de JungKook
estaban sobre los suyos.
El sabor a menta y jengibre de boca, era embriagante. Sus piernas se
sentían flaquear y aseguraría que se podría desmoronar de no ser porque
JungKook había bajado su mano para rodear su cadera y pegarlo a su
cuerpo. Un suspiró entrecortado y una suave mordida de parte de TaeHyung
hizo gruñir inconscientemente a el Alfa de JungKook, y es que así solía ser
últimamente entre besos. El cuerpo de TaeHyung se sentía vibrar con cada
toque de JungKook, y es que se volvía tan dócil entre sus manos y eso en
cierta parte desmoronaba en pedacitos al Alfa, que lo tomaba con tanta
suavidad, pero posesividad. Era como si fuera imposible de dañarlo, pero
buscando marcarlo de manera permanente.
— Te extrañe — Susurró JungKook sobre los labios de TaeHyung luego
de separarse. Su voz era más ronca y el aliento caliente era un contraste tan
diferente con las brisas frías que se colaban de aun la puerta abierta.
TaeHyung sonrió soltando una delicada risita y dejando recostar su
cabeza sobre el hombro del Alfa. Oliendo el sabor natural del Alfa, así
como esa deliciosa colonia que lo volvía loco cada vez un poquito más.
— Lo he notado — Respondió vacilón. JungKook rió al sentir la sonrisa
contra el cuello de su suéter de parte del Omega. TaeHyung se había vuelto
más juguetón y jocoso, y JungKook amaba eso. Era una parte de él que
parecía sólo colmar de la poquita paciencia y autocontrol de su Alfa — Y
yo a ti. Demasiado — Añadió en voz baja.
JungKook no tendría ningún problema en quedarse así durante largos y
largos minutos, pero el Omega comenzó a removerse, intentando escapar
del agarre de JungKook. Le parecía absurdo a TaeHyung que no logrará
desprenderse del Alfa cuando solo lo tenía atrapado con una mano.
Cuando logró liberarse le sonrió con triunfo, haciendo a JungKook crear
un puchero en sus labios que derritió el corazón de TaeHyung. Plantó un
dulce beso sobre el puchero, haciendo sonreír satisfecho al Alfa.
— Falta poco para que termine tu cumpleaños y quiero darte tu regalo —
Explicó de manera inocente, hurgando trasero de su pantalón.
— ¿En esté lugar? ¿Qué planeas, bebé? — Cuestionó jocoso, con una
media sonrisa socarrona.
TaeHyung sintió las mejillas encenderse y la saliva atorarse en su
garganta. Eso podía ser una directa mala impresión.
— No es lo que piensas — Rió nervioso — ¿Confías en mí?
— Siempre.
— Bien — Sonrió amplió por la rapidez con la que había obtenido una
respuesta de JungKook. Una segura en cada pronunciación — Cierra los
ojos.
JungKook no respondió, solo exhalo haciendo una risa nasal y cerrando
los ojos.
Los pasos de TaeHyung se oyeron acercarse y el vació negro con sus ojos
cerrados se volvió un más profundo cuando una tela reposo en sobre ellos.
Las manos del Omega trabajan haciendo un nudo detrás de su cabeza,
pequeñas cosquillas lo hicieron estremecerse. TaeHyung dejó un pequeño
beso sobre la nuca de JungKook antes de volver a alejarse de él.
— Tomaré esto un segundo — Indicó TaeHyung rozando los dedos de
JungKook, sobre su mano izquierda continuaba el pequeño regalo
rectangular. JungKook asintió a la nada, sintiendo como era llevado lejos de
sus dedos. Los pasos apenas audibles de TaeHyung, todo en él podía ser tan
delicado.
— Oye — Murmuró JungKook.
— ¿Sí? — Sintió el calor corporal del cuerpo de TaeHyung cerca del
suyo.
— Te quiero — Dijo el Alfa. Oyendo la risita de TaeHyung cerca, sintió
su mano ser entrelazada con la del Omega.
— Yo a ti, Koo.
JungKook se tensó por completo cuando esa respuesta fue susurrada por
el Omega en su oído. Una descarga caliente recorrió su cuerpo, la tersa voz
de TaeHyung era una delicia. Esa voz se filtra en la consciencia de él. Su
corazón se sentía acelerado y el olor tan dulce lo tenía casi babeando.
TaeHyung haló de su mano con la suya haciendo que JungKook
comenzara a ser guiado por el Omega. JungKook confiaba su vida al
Omega, pero no mentiría que le daba algo de terror no tener la
disponibilidad de su visión y confirmar que no sé iría de bruces contra el
suelo. Un extraño sonido que no podía reconocer se hacía escuchar más a
través de las risas de TaeHyung o el gruñido de JungKook al golpear su pie
contra una pared.
— Llegamos — Dijo TaeHyung en voz alta, soltando la mano de
JungKook y desapareciendo del radar de él — ¿Estás listo? — TaeHyung
pregunta detrás suyo cuando JungKook había considerado que lo había
dejado ahí solo. El sonido de una melodía baja y un bullido que no lograba
reconocer era audible, haciéndolo sentir tanta curiosidad.
— Lo estoy, amor.
Los ojos de JungKook vuelven a tener libertad para visualizar algo.
Parpadea perezoso para acostumbrarse a la oscuridad en la que había estado
por un corto tiempo.
Todo pareció detenerse frente a sus ojos.
— ¿Te gusta? — TaeHyung susurró, abrazando por detrás al Alfa,
recostando su mentón sobre el hombro del azabache. Los labios de
TaeHyung rozaron suavemente su mejilla.
Una gran habitación, blanca, totalmente blanca y en carencia de muebles
más allá de un par de mantas y almohadas en el centro de todo. Era un nido,
un pequeño nido en el centro. Copos de nieve caían desde el techo,
delicados y de diversos tamaños, brillantes por el reflejo de las luces en
cada esquina de la habitación. La presencia de dos proyectores que se
reflejan en las paredes, una ilustración que simulaba la caída de los copos
de nieve en un bosque blanquecino, con el ligero murmullo de los árboles
danzar en sonido que no era más que paz y armonía. Un par de velas que
rodeaban el nido, el olor a canela, manzana y pino envolvía cada rincón.
Era un sueño.
— No podía hacer nieve de verdad, pero podía intentar que hubiera nieve
solo para nosotros de esta manera. ¿Qué te pareció? — Preguntó tímido
TaeHyung aun en susurros cerca de su oído y sus manos envolviendo su
torso.
JungKook giró sintiendo como los brazos de TaeHyung se aflojaban de
su cuerpo. Levantando su rostro lo suficiente para que pudieran conectar
sus ojos. Brillantes, un hermoso verde pálido como cascada de manantial
cubría el cuerpo del Alfa. TaeHyung parpadeaba lentamente con el labio
inferior entre los dientes.
— M-me encanta — TaeHyung botó un suspiro cuando la respuesta de
JungKook al fin aparecía — Es el mejor regalo que he recibido en toda mi
vida.
JungKook tragó, cuando las lágrimas atrapadas en sus ojos pudieron
descender. TaeHyung se acercó más, acunando su rostro entre sus manos y
limpiar las lágrimas de sus pómulos con sus pulgares. El Alfa rió entre
dientes, dejando sus manos sobre las caderas de TaeHyung.
— Te amo — Le dice JungKook, deslizando sus brazos alrededor de su
cintura y lo besó.
TaeHyung se quedó sin aliento cuando esas palabras fueron dichas por
los labios del Alfa. Su corazón iba tan rápido que sentía que se detendría y
las maripositas en su pancita eran más de lo que normalmente sentía.
JungKook lo atrajo más hacía sí, haciendo a TaeHyung presionar sus
palmas contra su pecho.
El tiempo había dejado de tener sentido. Sus labios eran el único
momento.
Dulce y tan cálido.
Suave e intenso y profundo.
Las manos de TaeHyung están sosteniendo las mejillas de JungKook y se
aleja ligeramente solo para mirarlo con el pecho agitado.
— Yo también te amo — Dijo sobre sus labios, y JungKook desea repetir
esas palabras toda su vida, oírlas de TaeHyung hasta su último aliento.
Y es que quizás así tenía que ser.
Así debía ser.
Por que al final...
Era el destino quién termino por reunirlos.
Cuando menos esperaban.
Y eso...
Eso lo era todo.
𑱢◌᜔ ݊ ა FIN
𑱢◌᜔ ݊ ა epílogo