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Capítulo I

— ¿Vas a ir ya? —La pregunta hace presión sobre su pecho—... ¿Qué? ¿Vas a esperar a
que te voltee a ver o...?

— ¿Sabes qué? ¡Si te pedí que estuvieras aquí no era para que me hicieras esto más
imposible!

YoonGi y TaeHyung están de pie, en la esquina donde inicia la hilera de casilleros.


Llevan ahí de pie aproximadamente diez minutos. No han hablado de más cosas que de las
diez mil quejas de YoonGi por estar ahí en la tarde. TaeHyung intentó calmarlo los primeros
cinco minutos, pero en cuanto observó a su objetivo, su cabeza se bloqueó.

TaeHyung no es una persona tan segura de sí misma. La mayoría del tiempo se la pasa
haciendo cosas que no tienen nada que ver con lo que un "joven promedio" haría. Quizá es
un tanto extraño, por decirlo así, pero resulta en hacerle feliz. En ese instante, con el cabello
castaño claro, y unos ojos que probablemente se mantenían más cerrados que abiertos,
intenta sacar la poca seguridad que alberga su corazón para afrontar la realidad más dura
de un chico de 17 años: hablarle a la persona que le gusta.

Para llegar a ese preciado momento, dos meses de anticipación, muchos borradores y la
importante (y molesta) presencia de Min YoonGi fueron fríamente planeados. En su cabeza,
la idea de una perfecta confesión era como su película favorita.

— Es solo un chico.

— ¡No es solo un chico! Él es "el" chico —admite TaeHyung. Teme que sus voces suenen
demasiado fuertes, por eso se mantiene en silencio.

La verdad es que JungKook le gusta. Ese es un gran problema. Desde hacía un año y
medio observa cada día al chico; no existía siquiera un día donde él no tuviera en cuenta la
importante presencia de Jeon JungKook.

— ¿Qué es lo peor que puede pasar? —cuestiona YoonGi. Parece restarle importancia,
pero TaeHyung no lo ve en ningún sentido de esa manera—. ¿Que te rechace? ¿Eso es lo
peor?
Algo en TaeHyung se remueve al pensar en el rechazo. Un escalofrío le recorre la espina
dorsal y, de pronto, se sacude como queriendo quitarse de encima las malas vibras. YoonGi
le observa con una media sonrisa, procurando no restarle la supuesta importancia que
TaeHyung parece darle a todo ese absurdo tema.

— Lo peor sería que acepte ser mi novio.

JungKook nunca se ha caracterizado por ser el novio ejemplar. Su increíble atractivo, la


manera en la que sonríe, y sobre todo, su importante manera de ser uno de los principales
protagonistas del equipo de basquetbol, claro que esas cosas sí se apegan a la idea del
novio perfecto; pero cuando se trata de una relación "seria", el tipo no tiene ninguna aptitud.

— ¿Eh? ¿Vas a decirle eso así nada más? —insiste YoonGi acercándose a TaeHyung
con los ojos bien abiertos.

Tae se hace hacia atrás y mira de reojo que JungKook no se haya movido de su casillero.

— Eh, sí... ¿Es demasiado pronto? —pregunta. La mirada de YoonGi es severa, algo así
como diciéndole que probablemente era lo más estúpido que le ha escuchado decir.

YoonGi se recarga sobre la pared, y viéndole de manera rara, habla.

— No lo sé. Quiero decir, ¿qué sentirías tú si alguien llegara y te dijera "Oye, sé mi


novio"? —Min YoonGi nunca ha sido bueno dando ánimos, pero la mayoría de veces tiene
razón al reprender a alguien—. Además, ¿no es que el que te diga que sí es lo mejor que
podría pasar?

TaeHyung recarga la cabeza sobre la pared, sintiéndose abrumado por todo. Hace un
lloriqueo falso y niega varias veces. Sus cabellos castaños se mueven de un lado a otro.
Seguido, siente la mano de YoonGi en su espalda.

Ambos escuchan que de poco en poco los pasillos se van quedando en silencio. Un largo
tiempo para que esto suceda, quizá unos veinte minutos; sin embargo, tanto ellos como el
interesante pelinegro están ahí aún.

— No. ¿A caso no oyes los rumores?


— ¿Hablas de los rumores o de las conversaciones que tú oyes sin ser tuyas?

TaeHyung se ríe estúpidamente y le da una palmada amistosa a YoonGi en el hombro.


No es gracioso, pero esa es manera en la que oculta que en realidad sí escucha lo que los
demás hablan. No es voluntario, es decir, el otro día iba pasando y escuchó que Sana decía
que JungKook era la persona más gélida del mundo. Después oyó que YuGyeom decía algo
parecido. Y así sucesivamente con las decenas de novios y novias que JungKook ha tenido
en la escuela.

— No digas eso —menciona TaeHyung. Abre sus ojos y exclama—: ¡además! Sí hay
rumores, no es solo lo que oigo ilegalmente.

— Claro... ¿De verdad crees en todas esas cosas? Te das cuenta que dicen que
literalmente no tiene sentimientos, pero que se la pasa sonriendo a todo el mundo siempre,
¿no?

JungKook... Bien la reputación como un chico guapo es la mejor. Muchos hasta decían
que es el de los sueños de cualquier persona, pero que probablemente tenía algo que
ocultar. La población estudiantil de aquella actualidad sabe que JungKook es el chico
perfecto, pero no la pareja perfecta. A lo largo de dos años, Jeon tuvo aproximadamente
unas cincuenta parejas. Ninguna de ellas lograba estar más de un mes con él; lo acusaban
de grosero, molesto, pero sobre todo, frío. Quizá eso sería razón suficiente como para que
nunca nadie más tuviera algo que ver con él; sin embargo resulta totalmente imposible.

TaeHyung lo tiene en cuenta. Se repitió por un mes que ni siquiera lo voltearía a ver,
pero es inevitable.

— Son más personas que dicen lo malo que es en las relaciones —admite TaeHyung
dándole importancia.

YoonGi no está de acuerdo. Es una tontería lo que dicen, y además, si ya todos saben
eso y "no les gusta", ¿por qué demonios siguen esperando a decirle?

— Creo que son más personas a las que él les sonríe —dice YoonGi en voz alta.
Escuchan el casillero cerrarse y voltean a ver a JungKook. Está recargado, quizá esperando
algo, mientras ve su celular—. Además, si dices que un sí es lo peor, ¿no sería mejor irte?
TaeHyung se queda embobado viendo al chico. No ha prestado atención, ¿a caso YoonGi
había dicho algo? Siente un golpe pequeño en su cabeza. Mientras lleva la mano al lugar
afectado gira a ver a YoonGi, quién está negando rápidamente.

— Eres un masoquista. Ya sabes cómo es, supuestamente, y aún así vas a ir a decirle.

TaeHyung se alza de hombros.

— Es que es demasiado lindo —Se toma las mejillas y las aplasta. YoonGi sigue con su
cara de pocos amigos—. ¿Debería ir ya?

Sincronizadamente miran al chico. Está normal, ahí de pie, viendo cosas en su celular.
Su cabello característico negro cae sobre su frente, de manera fina y dejando ver ciertas
partes de su piel. La piel es lo suficientemente blanca para verse de vez en cuando pálido.
Sus labios rojos, y la gran espalda saliendo por la playera del equipo. A diferencia de otros
días, tiene puesto un short largo holgado. Se ve bien, como si fuera exactamente lo que
todos querían.

— Tan guapo~

Aunque sinceramente, YoonGi solo ve a un chico más.

— Oye, bobito —Le da un zape rápidamente y TaeHyung sale de su fase de


enamoramiento-apreciación para prestarle atención—. No sé qué pienses tú, pero él no va a
estar esperando ahí todo el día.

TaeHyung se muerde las uñas. Repasa mentalmente todos los pasos para conquistar al
chico: la mirada, palabrería y esas cosas. Piensa en las miles de posibilidades, se regresa
al primer paso. Todo se revuelve en él porque hacía tanto tiempo atrás que las cosas de
este tipo se le complican. Cree que va a vomitar, pero a la vez le invade un sentimiento de
emoción. Todo esto se ve reflejado en su cara, que Min YoonGi observa con una expresión
de "qué demonios".

TaeHyung pocas veces le ha dicho eso a alguien. La verdad es que huye, es demasiado
difícil decirle a alguien que te gusta. Y es que, sobre todo, es la actitud de TaeHyung lo que
termina por resaltar. Titubea, se le cortan las palabras, dice cosas sin sentido, y termina
golpeándose la frente.
Todo eso lo lleva a pensar que las cosas siempre saldrían mal. Y perdido en sus
pensamientos, siente el intenso toqueteo de YoonGi sobre su hombro. Saliendo del trance,
mira a YoonGi, que le apunta rápidamente hacia donde JungKook se encuentra de pie. Por
un momento, TaeHyung no lo ve.

— Eeeee... ¿DÓndE eStÁ?

— ¡Por allá! —apunta YoonGi increíblemente muy rápido. TaeHyung lo divisa, así que se
asusta. ¡Va lejos!—. ¡¿Qué esperas?! ¡Rápido! ¡¡Apresúrate!!

Sus piernas actúan por sí solas, y dejando tirada su mochila a medio pasillo a la vez que
sus libretas y hojas salen volando (obligando a YoonGi a recoger todo), se apresura para
alcanzarlo. Va corriendo tan rápido como puede, pero es como si el otro también lo hiciera.
En un momento se detiene y respira hondo. En una intersección de los cuatro pasillos
principales no sabe a dónde dirigirse. Sin embargo, ve cómo una cabellera negra sobresale
por las demás y supone que es JungKook. Se apresura hasta llegar a dar con él. Al tenerlo
cerca, se calma un poco.

— ¡JungKook!

El grito se escucha lo suficientemente alto como para que el pelinegro se volteara de


inmediato a verlo. Se mantiene de pie, viendo a TaeHyung, esperando que hiciera otra cosa.
Pero el castaño está medio trabado en su respiración. Corrió más de lo que pensaba, y
quizá hasta de lo que en su año escolar lo hacía.

— ¿Sí? —La grave y tersa voz de JungKook le hace razonar.

Está ahí. De pie. Le había hablado al chico. No hay vuelta atrás, era decirle o decirle. La
otra opción es quedar en vergüenza. Demonios. ¿No es más fácil irse y ya? De hecho tiene
muchas maneras de zafarse de eso, pero su cabeza no le deja pensar correctamente.

Se siente como un niño intimidado.

— Eh, yo, yo... —Sus pasos se acercaron hasta quedar justo en frente del chico.
TaeHyung batalla para verlo a los ojos, pero Jeon simplemente le mira—. Quiero, yo...
Decirte algo. ¿Me regalas algo de tu tiempo?

La mirada del chico, por un momento, resulta ser interesante.


JungKook era algo amable de vez en cuando, y en ese momento tal vez tiene ganas de
serlo. Sin mucha presión, sin apresurarse, le sonríe a TaeHyung y asiente.

— Claro, te escucho.

Esas palabras son suficientes para hacer que TaeHyung se bloquee. JungKook le dio las
llaves para otro mundo, para el cielo, pero la cosa es que no sabe bien cómo usarlas. Siente
un dolor en su estómago, y por un momento hace mala cara. Cuando regresa por enésima
vez al mundo, se pone nervioso y toma sus propias manos para juguetear con ellas. No
halla las palabras indicadas que no sonaran como un disparate.

— Este, bueno... Yo, eh... Ay...

Sus nervios le impiden hablar. Pero recordemos que tenemos al chico perfecto.

— Puedes calmarte —le dice JungKook y sonríe tranquilizándolo—. Dilo con calma,
tengo tiempo.

Un arrebato de valentía le oprime el pecho, lo que sí o sí le obliga a decir todo.

— ¡Jeon JungKook! —exclama en voz alta, con mucha emoción pero con miedo—.
¡Realmente me gustas! ¡Y quería saber si me podrías dar una oportunidad! ¡Porque quiero
ser tu novio!

Después de oír aquello, sabiendo que fue un disparate y mirando de reojo a JungKook
con una mueca de locos, sabe que todo resultó realmente mal. Suspira. Se propina una
fuerte palmada que da con su frente. La vergüenza invade su estómago, desea no haber
hablado, y se cuestiona su existencia.

El no tener práctica no es excusa para actuar de aquella manera.

JungKook permanece callado, totalmente. No se mueve, ni siquiera tiene una expresión


que fuera legible. Solamente está de pie, observando, como queriendo saber qué mierda.
Eso es suficiente como para que TaeHyung se quiera ir.
Dio una reverencia, prolongada para ser sinceros. Debía ser así. Se dejó llevar y lo dejó
en vergüenza.

— Lo lamento.

TaeHyung mantiene la vista hacia abajo, esperando que de una vez JungKook le
rechazara para poder irse de nuevo con YoonGi a quejarse.

El silencio se hace cada vez más largo y empieza a ser incómodo. Todo el mundo, el
poco que existe en aquel espacio, mira la escena. Muchos ríen, murmuran y hasta hablan
sin pena alguna. Critican a TaeHyung por su interesante ánimo.

— Está bien.

Kim alza la vista rápidamente, con su rostro hecho en una mueca confusa.

— ¡¿Qué?!

¿Escuchó bien? ¿Acaso Jeon JungKook le dijo que estaba bien? ¿Qué? Cree escuchar
mal. Todos creen eso. Los susurros incrementan, y las risas cesan. Nadie se cree que tal
propuesta tan vergonzosa le llevaría a decir que... Esperen, ¿dijo que sí? Es tan increíble.

JungKook mira a todos sutilmente y otra vez se dirige a TaeHyung.

— Que está bien. Seré tu novio.

TaeHyung se siente desfallecer un momento, pero después le sonríe ampliamente al


chico. Se inclina para darle las gracias y vuelve a alzar la cabeza.

— Gracias, gracias, gracias, gracias —dice felizmente. Conserva la distancia.

— Nos vemos mañana.


Capítulo II

— ¡¿Qué?! ¡Solo dijo que sí y ya!

YoonGi le avienta a TaeHyung una papita en la cara a la vez que se pone de rodillas sobre
la banca para ver mejor a su amigo castaño, que refleja una felicidad digna de él. TaeHyung
sonríe ampliamente y le lanza la papita de regreso.

— ¡Lo sé! ¡¿PUEDES CREER QUE TENGO NOVIO?!

— Para nada. Eres patético, creí que nunca viviría para ver esto —admite YoonGi. Se toma
ambas mejillas y suspira—. Estoy tan orgulloso de ti.

La tarde anterior TaeHyung se pasó el resto del día gritando "sí" durante todo el trayecto de
su escuela a la casa. Bailaba en medio de la calle, lanzaba sus hojas por los aires. Todo era
una sincronía perfecta. ¡Es novio de su crush! Definir éxito es poco. De vez en cuando
piensa en las mil cosas que ya podría hacer, porque JungKook es su novio. ¿Acaso le
dejaría agarrarle la mano? ¿Saldrían a comer? ¿Se tomarían fotos? ¿Conocería a sus
padres? De pronto la imagen mental le provoca que la nariz le sangre. Demasiado para su
imaginación.

Sin embargo, aquella mañana, no se había topado en ninguna instancia con el pelinegro. Le
causó algo de intriga pero decidió dejarlo de lado. En el momento en el que se encontró a
YoonGi decidió contarle todo, palabra a palabra lo que sucedió y el interesante trayecto en
el que las cosas giraron.

— ¡De qué hablas! Era obvio que en algún momento tendría un novio, ¿no? —La pregunta
de TaeHyung no obtiene respuesta inmediata.

Jura poder escuchar los grillos, porque YoonGi mantiene una línea fina de sus labios como
expresión, negando varias veces. ¿Acaso es tan imposible? TaeHyung no es el tipo de
chico que coquetea cuando le gusta alguien, más bien sus confesiones son directas y
observar desde lejos es su especialidad. Justamente por eso es sorpresiva su valentía
repentina con Jeon JungKook.

— No lo sé. Lo veía difícil... Pero, ¡hey! Ahora tienes novio y eso es lo que cuenta. —Le da
unas cuantas palmadas en la espalda. YoonGi dirige la mirada hasta un pelinegro, que
camina lentamente hasta ellos—. Hablando del rey de Roma...

En cuanto ambos se voltean, Jeon JungKook va en su dirección. Como siempre lleva su


gabardina negra, pantalones del mismo color y una playera blanca que hace juego. Las
botas oscuras se mantienen en sus pies, como de costumbre. JungKook no cambia su
estilo, eso es seguro. No importa cuántas veces intentaras verle con otra ropa que no fuera
negra, o blanca, o azul marino; nunca lo lograrías. Sin embargo, a TaeHyung le gusta tanto
verle así, que resultaría una gran falta de respeto verle con otro color. No lo conoce, aunque
cierta parte de él cree que forma parte de la intrigante personalidad del pelinegro.

TaeHyung cae en cuenta que JungKook —su novio— camina hacia ellos y una punzada y el
sentimiento de presión se instalan de nuevo en su pecho. Puede comprender cómo la
incomodidad le recorre la espina dorsal, y a pesar de esto no se mueve. De hecho, se
queda estático. Ni siquiera YoonGi está así, claro, porque no le interesa en absoluto.

— TaeHyung, es hora de irnos.

YoonGi alza la ceja y mira atentamente a TaeHyung. Él está petrificado, sus ojos como
alabando a un ser mágico de luz que solo existe en aquella parte del mundo. YoonGi nota
que esa mirada significa que Tae cayó enamorado (o eso parece) a los pies de ese mocoso
de cabellos negros. Le alegra por un momento, claro. Pero después decide que TaeHyung
es un tonto porque ni siquiera podía estar a menos de un metro de JungKook (como en ese
momento) sin quedarse petrificado como un idiota.

A su vez, TaeHyung sigue quieto. ¿Cómo debía actuar enfrente de él? ¿Como si fuera un
amigo? Es difícil de decidir, especialmente porque jamás trató con el pelinegro, ni siquiera
eran del mismo salón por la mínima diferencia de edad. No conoce a sus amigos y no se
deja guiar del todo por lo que los demás decían.

— Oye. —Siente un pequeño toque en su frente. No le duele, pero le alarma. Alza la vista,
viendo a JungKook con esos ojos serios oscuros puestos en él—. Es tarde, tenemos que
irnos ya.

¡¿QUÉ?! ¿EN QUÉ MOMENTO JUNGKOOK DIJO QUE SE IRÍAN JUNTOS? ¿ACASO LO
LLEVARÍA A SU CASA? ¿QUÉ LE PASABA AL MUNDO? Tae agita varias veces la cabeza
y, escuchando la risita de YoonGi, se acerca un poco más a JungKook para poder oírle.

— ¿Qué dices, JungKook?

Jeon JungKook no es una persona exactamente paciente. Eso lo saben todos. Entrega todo
en tiempo y forma. Nunca un minuto antes ni un minuto menos. El tiempo para él es
preciado, en todos los sentidos. Y que un tonto (su "novio") le estuviera haciendo perder el
tiempo, solamente logra hacerlo tediar. Por otro lado, toma la responsabilidad que adquirió;
eso es parte de su personalidad. Después de todo, es su "novio".

Toma del brazo al castaño con cuidado y sin lastimarlo, y lo pone de pie. La sorpresa del
otro también le abruma, pero hace lo posible por darle una sonrisa amplia y cínica, más
falsa que linda. No es como si tomar del brazo de alguien más tuviera un significado
especial.

_ Estoy diciendo que ya tenemos que irnos, te iré a dejar a casa. ¿Lo entiendes? —habla
lentamente.
En su cabeza, TaeHyung le quiere decir que no hable de esa manera, que se ve extraño y
que parece que le está hablando a un niño pequeño. Pero, como es el tonto más tonto, se
encuentra concentrado en la cercanía entre ambos. Sus mejillas se ponen rojas de manera
escandalizadora, y, cuando JungKook le suelta delicadamente, se lleva las manos a los
cachetes. Consigue que JungKook lo mire confundido, porque TaeHyung de verdad está
casi saltando de alegría. Provoca un chillido exasperante en el menor pelinegro, que lo
observa con cuidado.

— ¡Estábamos tan cerca! ¿Lo puedes creer, JungKook? —exclama emocionado con las
manos en las mejillas—. Tan cerca.

YoonGi puede distinguir a perfección la confusión y molestia que alberga la cara del
pelinegro. Eso le hace reír, pero sigue observando la escena. YoonGi es uno de los pocos
que sabe cómo es TaeHyung: siempre cargando una sonrisa, abrazando a todos, totalmente
positivo. En cierto sentido es una persona que recargaba su lado extrovertido al mil, tan
transparente y legible.

— No puede ser cierto —menciona JungKook en voz alta, llevándose la mano a la frente.

TaeHyung salta en su lugar como si fuese un pequeño niño. Está tan emocionado que
puede sentir su corazón latir rápidamente. Ni siquiera se puede creer que JungKook le fuera
a dejar a su casa. ¡Tan caballeroso! Además, Dios, que había estado tan cerca. No pudo
hacer nada al respecto, la cercanía fue lo más genial que sucedió.

— ¡Tan cerca, tan cerca, tan cerca, tan cerca! —canturrea, aplaudiendo dulcemente—.
¡Súper cerca, síp, súper...! ¿¡Eh!? ¡YoonGi! ¡¿A dónde se fue?!

TaeHyung da vuelta sobre su propio eje, mirando a todos lados. No logra dar con la espalda
de JungKook. ¡Se había ido!

— Por allá —apunta YoonGi—. Sinceramente, también me hubiera ido. Estuvo esperando
mucho tiempo y...

TaeHyung ni siquiera le escuchó terminar de hablar, porque en cuanto toma su mochila


entre sus manos y la cuelga sobre su hombro, sus piernas comienzan a trabajar más
rápidamente. Tiene la esperanza de alcanzar al chico antes de que se fuera. Las mueve
intercaladas, sintiendo a la vez cómo sus mejillas se tornan rojas por completo, porque se
está esforzando... y por la vergüenza que le invade en segundos. Odia ser tan distraído
cuando las cosas le importan, se emociona de más y no es la primera vez que las
oportunidades se le van de las manos.

Siempre actuó así. Tiene la manía de acordarse de las cosas después del tiempo en el que
debería. Por lo regular, TaeHyung es un desastre.
Cuando distingue la mochila negra y aquella gabardina a juego, suspira tranquilo y acelera
un poco el paso. Casi al llegar a JungKook, jadea cansado y cambia el paso a una caminata
apresurada. Al estar justo por detrás del chico, deja caer su brazo sobre el hombro de
JungKook. El pelinegro se detiene al instante, poniéndose rígido por completo por el tacto
repentino; entonces, aprovechando el momento, TaeHyung recarga la frente en la espalda
del menor.

¿Se estaba tomando lo de novios demasiado en serio? Sí.

— No me... No me —Le cuesta hablar porque está demasiado cansado—... No me


esperaste.

JungKook se alza de hombros y se mueve, quitándole el soporte en el brazo y su frente. El


menor le dirige una mirada seria, directa y un tanto fría.

— Te hablé muchas veces. En todas ellas estabas hablando de cosas como que estábamos
muy cerca —admite JungKook, dándose media vuelta.

TaeHyung cae en cuenta de sus palabras, algo confundido por la repentina y seria
respuesta, pero no se preocupa tanto caminando a su lado.

— ¿Eres así siempre? —vuelve a hablar JungKook en cuanto sus pasos van coordinados.
Están en camino a donde sea que sea la casa de TaeHyung—. Ya sabes, eso de
emocionarte porque alguien está muy cerca tuyo.

Las mejillas de TaeHyung se tornan de nuevo en un carmesí intenso que lo deja al


descubierto, pues claro que está un tanto nervioso por la repentina presencia de JungKook.
Aunque sabe que él lo ha notado, no descifra si realmente eso le ha causado gracia al otro;
le resulta un tanto complicado saber lo que el pelinegro piensa. Parte de TaeHyung se
siente alegre porque no ha quedado en total vergüenza. La otra parte sabe que, para sus
adentros, Jeon se está carcajeando... Sí, claro.

Se distrajo, un pensamiento lo hace detener su mente. ¿Cómo sería escuchar carcajear a


JungKook?

— Es la primera vez que tengo novio —dice al aire TaeHyung.

Escucha la risa del pelinegro, una risa más jocosa que molesta.
— Pff, no me digas —vuelve a hablar JungKook.

TaeHyung no toma eso como una ofensa; más bien, como un simple comentario bromista.
Para JungKook fue remarcar lo obvio. El silencio los abruma; uno no tiene ganas de hablar,
como siempre. El otro está lo suficientemente avergonzado como para hablar. Así que optan
por caminar en silencio al menos hasta que llegan a la parada de autobuses. Se sientan
sobre las bancas, los únicos ruidos que se oyen son los árboles y los pocos carros que
pasan.

JungKook es el primero en romper el silencio.

— A partir de hoy, y hasta que dure esto, nos iremos juntos todos los días a tu casa.

Los ojos de TaeHyung se iluminan como dos bolas brillantes de disco. Siente su corazón
latir rápidamente y cae un poquito más en aquel chico. Pocas veces tuvo la oportunidad de
sentirse así, por su introvertida manera de gustar de alguien. La situación es relevante para
su corazón primerizo y difícilmente acomoda sus sentimientos.

Mentalmente, Tae tiene un quiebre con JungKook: ES TAN LINDO, TAN AMABLE. ¿POR
QUÉ DEMONIOS TODOS DECÍAN QUE ES UN FRÍO? MALDITA SOCIEDAD
MENTIROSA.

— ¿De verdad? ¿Todos los días?

JungKook observa a TaeHyung y en cuanto nota aquella expresión (la de "eres un amor,
Jeon JungKook") rueda los ojos ante la mirada que todos solían hacer los primeros dos
días. La punta de sus dedos llega hasta la mejilla de TaeHyung, con calma y tranquilidad,
impulsándolo despacio hacia otro lado. Así evita esa mirada ya muy conocida.

— No hagas esa cara, es molesta y me pones nervioso —admite tranquilamente—.


Además, sí, en serio. Eso es lo que hacen los novios. ¿No?
Capítulo III

A los ojos de todos, la nueva pareja es perfecta. Tras una semana de relación "estable" (es
decir, como todos querían ver), Kim TaeHyung y Jeon JungKook han conocido un poco más
del otro. Bueno... Podríamos decir eso. Aunque en realidad el único que se ha saturado de
información ha sido JungKook. Y, siendo sinceros, todo aquello le tiene hecho un fiasco.
Está harto, no solo porque rara vez ha tratado con personas iguales a TaeHyung; más bien,
él no es alguien que escuchara a los demás con gusto eterno.

— ¡Oh sí! ¿Y ya has visto de esos girasoles? Bueno, a mí me gustan bastante, pero no es
como si fueran mis favoritos. Creo que prefiero los lirios. Tienen un color tan bonito, el
violeta es ta... ¡CIERTO! ¿Ya te conté que me quiero pintar el cabello de violeta?

La paciencia del chico está llegando al punto máximo. Rendido ante el perseverante
entusiasmo de TaeHyung día a día, se ve obligado a prestarle un poco de su miserable
atención; y digo miserable ya que JungKook realmente no es fan de hacerlo. Resulta algo
molesto, porque, aunque la mayoría del tiempo sus cuerdas vocales solo dejan oír
monosílabos y frases que quizá no tienen mucha importancia, el hecho de tener que gastar
—malgastar— su preciado tiempo escuchando al chiquillo es simplemente desastroso.

Y contraproducente.

— Sí. Ya me lo dijiste.

JungKook no supo en lo que se metía cuando esa propuesta, poco llamativa, le cayó en la
cara un día cualquiera después de su entrenamiento. Si retrocedían unos pasos, el error fue
de ambos. Por otro lado, su ego es suficiente para creerse inocente en ese achaque de
emociones.

— El violeta se me vería bien, aunque pienso que todos los col... —habla TaeHyung, pero
se ve interrumpido.

La mano de JungKook cae en su frente con suavidad, incitándole a callarse por un


momento. Se detienen en la marcha de regreso a la casa de TaeHyung. Se ha hecho
costumbre aquello de callarlo con una insignificante puesta de mano sobre la frente. A
JungKook le harta escucharlo hablar, TaeHyung es demasiado para un ser humano común y
corriente, siempre hablando con ánimos, exagerando en cada palabra y resaltando lo obvio.
Sin embargo, parece que eso era más cómodo que simplemente decirle: "Guarda silencio
un momento, TaeHyung".

— ¿Te han dicho que hablas demasiado?


— ¿Por qué eres tan grosero conmigo? —La voz de TaeHyung lleva encima un tono
decaído, pero cómico a la vez.

Esa pregunta había rondado por su cabeza los últimos dos días. Poco a poco se dio cuenta
que en realidad actuaba más como esos amigos fríos (si es que se podían llamar así) que la
mayoría del tiempo se pasaban haciéndote imposible el vivir tranquilo. JungKook piensa
casi lo mismo de él, en realidad él cree que TaeHyung era como esos amigos "demasiado
cálidos" que te hacían la vida algo extraña. Interesante choque extremo de personalidades,
ninguno en un estado ligeramente neutro.

JungKook es la "leyenda" que todos cuentan (aparentemente): buen novio en el sentido de


llevarte a casa, escucharte (la mayoría del tiempo) y hasta en preguntarte si estabas bien.
¿Pero de ahí en más? Solo hay un vacío, un ligeramente desinteresado novio.

Y aunque TaeHyung intente verle el lado bueno y entender, sobre todo, que nunca en su
vida había tratado con él antes de una semana hacia atrás, la mayoría de su cabeza le
pedía respuestas.

— ¿Grosero? No soy grosero contigo —dice JungKook cerrando los ojos y cruzando los
brazos, justo en frente de TaeHyung—. Muy diferente es que no captes mi tono.

¿A caso le cambió la mirada? JungKook parece observarlo con algo de gracia en sus ojos y
suelta una sonrisita que abarca apenas la mitad de su mejilla. Parece que se burla de algo,
pero no es así. Le causa un poco de risa que, naturalmente, las cosas tomaran el curso
que, hasta esa fecha, es un paso inevitable en cada una de las relaciones (falsas
relaciones) por las que pasó. Pero TaeHyung no lo nota del todo. Sus manos se van directo
a juntarse y mira hacia abajo.

— Realmente, no entiendo. La mayor parte del tiempo me la paso hablando de mí, no sé


nada sobre ti.

JungKook hace más pequeños los ojos y cambia la posición de su cuerpo.

— Eso ha sido un cambio muy drástico de conversación —dice. TaeHyung alza la vista y se
encuentra con sus orbes oscuros—. Estábamos hablando de que yo soy grosero, o lo que
sea.

— Oh, claro. Eres "grosero" — dice alzando sus manos, haciendo las comillas—. No
entiendo. Eres mi novio y...
JungKook rueda los ojos, porque es justo el tipo de cosas que esperaba escuchar. No hacía
a propósito eso de ser tan exasperante; después de un tiempo pasando por lo mismo,
aprendes todo eso en automático.

— Me pediste ser tu novio, y te dije que sí. Jamás habíamos hablado antes. ¿Entiendes el
error?

TaeHyung abre la boca pero la vuelve a cerrar. En aquella semana, la voz de JungKook no
había sonado tan seria como en ese momento. Regularmente mantuvo un tono combinado
entre lo neutro y lo tranquilo. Y tampoco es que la posición en la que su cuerpo está
acomodada fuera tan natural, tan común. Si alguien pudiera describir con exactitud el
sentimiento que TaeHyung tenía en aquel instante, sería una combinación de angustia y
confusión.

Cierta parte de él entiende el punto, el punto al que JungKook quiere llegar. De hecho, hasta
haciendo cuentas se da una gran idea de cómo son las relaciones con Jeon, y es que todos
se lo dijeron. Frío, grosero, un tanto egocéntrico y burlón, y si duras más de una semana
probablemente empiece lo "peor". Aunque nunca nadie lo ha logrado, pero dicen que tal vez
ni llegues al tercer día.

Las cuentas no fallaban, y cumpliendo la primera semana, es probable que la "Regla de


Oro" tuviera esa extrema necesidad de cumplirse. Se siente de pronto como un niño
pequeño al que amenazan con quitarle su juguete favorito, aunque ese pensamiento se
esfumó en un segundo.

— ¿Entonces no es en serio? —la pregunta de TaeHyung sale desde el fondo de su


estómago.

El aire frío que recorre los lugares a causa de la llegada de la brisa, combinado con la roja
nariz de ambos, da un efecto melancólico, lo que le parece patético al menor. TaeHyung
está estático ante él, y JungKook simplemente igual. Al rato, justo después de un segundo,
la sonrisa de JungKook se amplía.

— Tú dime —dice fríamente—. Hablamos como por dos minutos aquella vez. Además de
eso, jamás nos habíamos cruzado. Yo no sabía de tu existencia, tú sí de la mía. Nos
hicimos novios, para la suerte, y después de ese día tan solo hablamos cada día por...
¿Qué? ¿Veinte minutos? Hasta que llegamos a tu casa.

Algo dentro de TaeHyung se escucha romperse, un poco de desilusión al reconocer que


tenía algo de razón, pero sin sentirse culpable porque no es el único que está participando
en ese intento de relación. Sus oídos de pronto perciben un zumbido, y aunque sus ojos
parecen querer llenarse de lágrimas, como todas las veces en las que algo le molesta, la
capacidad de aguante de su corazón logra ser mayor.
Si bien quiere decirle algunas cosas, tendría que esperar a verlo terminar. El arte de su
rostro le mantiene medio al tanto de la situación en la que se encuentra. ¡Demonios! Quién
pudo pensar que alguien como Jeon JungKook, el chico más deseado en toda la escuela,
con una cara de ensueño y actitud inusual, se fijaría en alguien tan "poco relevante" como
Kim TaeHyung. Su rostro no cambia, Tae está inexpresivo, con una pizca de realidad
recorriendo sus ojos.

— Ya veo, no significa nada.

JungKook suelta una risita ante la ya común escena. Mira hacia un lado y pasa la lengua
por sus labios antes de volver a observar a TaeHyung.

— No significa nada, estás en lo correcto.

Esas palabras hacen que TaeHyung de media vuelta en su lugar, dándole la espalda con la
intención de irse. De pronto baja la cabeza y mira sus pies. Muerde sus labios en un intento
de calmar aquella extraña sensación que quiere escapar de su cuerpo.

Muchas cosas pasan por su cabeza. ¿Qué demonios era lo que debía hacer? Porque
corazón suficiente para terminar a alguien que, especialmente, casi "adoraba", no tiene.
Algo en sí mismo le hace querer intentar, solo porque rendirse es caer en lo que todos los
demás hicieron. Quizá JungKook necesita más esfuerzo que el promedio.

Por otro lado, JungKook piensa en que al fin se liberaría de otro chico más de su gran lista
de decepciones. Uno menos de la gran cola de espera, todos iguales, pensando en ellos
mismos e idealizando a alguien que, literalmente, no conocían. Mete las manos a los
bolsillos y espera a que el otro le reclame. Siempre es la misma historia: hacerse novios,
venir e ir; "romperlos", verlos llorar, que ellos le terminen y adiós, insistiendo siempre en lo
mismo.

Pero quiero que tengan en cuenta algo: TaeHyung siempre ha sido revolucionario en el
corazón de cualquier persona. Es tan insistente, confiado, y perseverante, que detenerlo...

— Bien —dice TaeHyung en voz alta, dándose la vuelta, con sus ojos medio confundidos—.
Entonces nos vemos mañana.

Detenerlo era imposible

— ¿Qué dices?

Aquella respuesta le cae como un golpe en el estómago a Jeon JungKook. Observa


anonadado a TaeHyung, que toma entre sus manos la correa de su mochila. El otro chico, a
diferencia de sí mismo, parece estar bastante tranquilo; como ya mencioné, confiado y muy
positivo. Característico del castaño que desea tener en sus manos lo que quiere. Y eso le
molesta a alguna parte de su ego y de sus planes. Nunca nadie reaccionaba así.
TaeHyung no le dejaría ganar. Ni a él, ni a nadie

— Que nos vemos mañana, novio —vuelve a decir TaeHyung, recalcando aquella última
palabra—. Me refiero a... No me voy a dar por vencido tan fácil.

Revolucionario, siempre bien hecho. Hay una diferencia extraña entre ser perseverante y
obligar a las cosas a suceder. Bueno, TaeHyung sabía exactamente cómo esperar, y
esperar, y esperar.

JungKook se queda quieto un segundo, callado, anonadado y con la expresión más severa
que nunca nadie había visto, porque nadie lo había hecho sentir tan confundido y
asombrado al mismo tiempo; combinando demás sentimientos que, por más malos que
sonaran, eran imposibles de conseguir como reacción en él.

— Este iba a ser el momento en el que tú ibas a terminarme. —JungKook quiere agregar
que él nunca termina a nadie, pero no lo hace.

TaeHyung le sonríe, ligeramente, y da un paso hacia él, provocando que el pelinegro lo


mirase fijamente con los ojos entrecerrados y una expresión confusa.

— Me llamo Kim TaeHyung, segunda clase —menciona irónicamente—. Me gusta el color


celeste, y los videojuegos... Nunca es tarde para conocer a alguien.

Y, lo más importante, nunca es tarde para iniciar bien las cosas.


Capítulo IV

TaeHyung nunca ha sido alguien emocionalmente inestable. Carga día a día con una
sonrisa reluciente, un manjar para quienes la aprecian. Como YoonGi, por ejemplo. Pero, en
ese instante, TaeHyung puede resumir que su día es tan monótono como para cargar con
una expresión aburrida, que es exactamente la que tiene plasmada en su rostro.

Pasados los días, Jeon JungKook intentó alejar al "molestoso" (aunque más que nada
insistente) Kim TaeHyung. No lo logró, claro. Porque en ese momento, con algo de
nerviosismo, TaeHyung espera en la esquina del portón. Desde su lugar, JungKook suelta
un suspiro desganado, sintiéndose obligado a la vez de ir a dejar a su "novio" a la casa. Si
bien no está enojado, la cosa comienza a ser demasiado larga, incluso hasta para sus
propias expectativas. Estuvieron así toda la semana, repitiendo lo mismo: TaeHyung
hablaba, Jeon escuchaba. De vez en cuando se quedaban callados por los comentarios
simples de JungKook; otras veces simplemente se dignaba a dar respuestas banales,
realmente poco interesantes o que consideraba lo suficientemente buenas para soltarlas.

A pasos lentos, se acerca a TaeHyung y viéndole, sin que este dirigiera la mirada hacia él,
menciona:

— ¿Qué haces aquí? Es demasiado tarde ya.

Ese día JungKook salió una hora más tarde de lo normal (le gustaría decir que a propósito,
pero no era así). Está sudado, transpira cansancio; carga en su hombro la mochila con sus
cosas. Alza una ceja en cuanto TaeHyung simplemente corre la vista y se cruza de brazos
delicadamente.

— Te espero, es todo. Nos vamos juntos a casa siempre —escucha la tersa voz de
TaeHyung salir.

¿Puede descifrarla? No. No sabe si usa un tono enojado, molesto, melancólico, normal,
feliz, o lo que sea. Y no es que tuviera un interés profundo por saber qué demonios le pasa
al castaño; pero es preocupante; más bien, interesante. JungKook está sorprendido por esa
insistencia y constante esfuerzo de parte del castaño.

JungKook de repente tiene algunos pensamientos estúpidos poco característicos de su


altruista forma de ser, por ejemplo, la gran brecha que hay entre el carismático TaeHyung y
las demás personas que fueron su "pareja".
Por esto, se pone a su lado y truena los dedos enfrente suyo, llamando a sus ojos para que
le preste su mirada. TaeHyung, ante aquel golpe de atención, le voltea a ver.

— ¿Qué te sucede hoy, eh? —cuestiona JungKook con una ceja alzada.

El de cabellos castaños se alza de hombros una vez, procurando dejar entendido que
claramente él no tiene ni idea de qué hablaba. Por otro lado, la realidad es distinta. De
hecho, TaeHyung sabe exactamente lo que tiene en la cabeza.

— Nada, estoy normal. ¿Podemos irnos ya?

JungKook no le presta la "atención" que debería, es decir, la actitud típica que esperan
cuando se acercan así de la nada. Es seguro. Claramente, JungKook no es de las personas
que observan las actitudes de alguien; o que entiende a la perfección los cambios de humor.
O peor aún, no es de los que busca ayudar a los demás si no los conoce. Sin embargo,
tratándose de aquel castaño, las cosas se complican un poco mucho: TaeHyung siempre
habla, siempre está sonriendo, siempre mueve su cabello. Es sistemático; los cambios no
suelen ser permitidos.

— No me digas —vuelve a hablar el pelinegro. Le pone una mano en el hombro a


TaeHyung, casi amistosamente y suspira—. Normal es que estés parloteando de tu día.

Se sentía un tanto sentimental. Por no decir que quería, en realidad, vencerse de una buena
vez por todas. Una semana más fue suficiente para darse cuenta de que JungKook era una
roca imposible de romper. Aunque TaeHyung no está muy seguro de cuán difícil es entrar
en la mente del chico, porque lo único que ha estado haciendo es hablar y hablar; pocas
veces las preguntas salían de su boca.

— Estoy bien, no te preocupes.

El chico carga sobre su hombro la mochila, poniéndose justamente al lado de TaeHyung no


sin antes mirarle seriamente y esbozar una sonrisa poco creíble.

— No estoy preocupado por ti. —Los ojos de TaeHyung se abren un poco después de
escuchar esto, pero los vuelve a su tamaño original mirando hacia otro lado.

Lamentablemente, ese tipo de cosas le molestan. Siente que su corazón se retrae del dolor,
y sus ojos amenazan con decir más que mil palabras ante un incesante mar de sentimientos
confusos. De repente puede percibir su corazón golpeando contra las paredes junto con las
esquinas rotas, pero la mayoría del tiempo, en esa semana, se oculta diciendo que está
totalmente normal.

Por otro lado, JungKook no tiene una reacción demasiado mala. No piensa que está
hablando en un mal tono, simplemente dice lo que piensa y se sincera cuando es necesario.
No puede tomar en serio algo que inició, más bien, como una broma repetitiva, añadiendo
cierto grado de tensión y presión.

— Vámonos, TaeHyung —vuelve a hablar JungKook comenzando a caminar—. No me


gustaría que caminaras solo de nuevo.

El chico se alza el suéter y camina por detrás de él. ¿Recuerdan eso de que nunca es tarde
para conocer a una persona? Es cierto. Pero muy diferente es que la persona no se dejara
conocer, al menos en cierta medida. Esto pasa con JungKook: no contesta, no dice nada,
mucho menos daba alguna señal de interés. Para toda mínima pregunta la respuesta era:
Deja de preguntarme cosas, ¿de verdad te importa? Realmente no interesa.

Por algún tiempo TaeHyung se convenció a sí mismo de que tenía, de seguro, sus propias
razones. Sin embargo, entre más averiguaba de poco en poco (muy poco), logró entender
que más bien JungKook odiaba que los demás supiesen de él. Quizá es porque...

— ¿Es que ahora no vas a contarme de las cosas de tu día? —escucha la voz del pelinegro
de nuevo.

Tan neutra, con toques fríos y teñidos del poco entusiasmo que siempre carga; es molesto,
y hasta le dan ganas de suspirar cuando lo oía. ¿Por qué tiene que sentirlo en la punta de
su corazón? ¿Es necesario que hasta su estómago resintiera ese tipo de respuestas?

El castaño tan solo le dedica una fugaz mirada. Aún va a unos pasos por detrás de él.

— No.

Siguieron caminando por un momento. Un silencio abrupto e inconfortable los abrumó.


JungKook iba bien con eso, hablar es un fastidio. Pero TaeHyung, así como en un principio,
iba callado y pensativo: ¿Qué tanto deseas?

Va perdido en sus pensamientos, viendo la acera, cuando su cuerpo impacta con el del
pelinegro. Jeon había detenido su paso sin avisar; provocando el choque de ambos
cuerpos. TaeHyung alza la vista confundido y se encuentra con el borde del corte de cabello
de JungKook. El chico delante suyo no se mueve ni por un instante. El sol da sus últimos
rayos de luz, el cielo se pinta de un naranja y rosa que da la impresión de una linda playa.
Todo a su alrededor luce tranquilo, reconfortante. Pero la mirada confusa y fija de JungKook
es una daga profunda que atraviesa el horizonte. Las palabras que suelta hacen a
TaeHyung querer vomitar, incluso cuando no puede verlo a la cara.

— ¿Por qué aún no terminas conmigo?


La voz del chico sale, sin que el otro pueda verle. Tae no quiere buscar su rostro, y
JungKook, que está de espaldas, parece querer lo mismo. El mayor se queda en silencio,
esperando iluminación divina para una respuesta coherente. Quiere decir, discutir algo.
Decirle que en realidad lo piensa, que lo quiere dejar porque sabe que nunca lo querrá. Y en
cambio, el pelinegro recibe un silencio profundo, una mirada hacia la nada en el suelo.
JungKook por fin se da la vuelta.

La mirada de JungKook es, no una enojada, más bien, una mirada suave que quiere ir un
poco más allá de la verdad, pero siempre reflejando ese color tan helado que la
caracterizaba.

— Te pregunté algo —recalca el chico, tranquilamente—. ¿Por qué aún no terminas


conmigo? ¿No te sientes mal? ¿No te da vergüenza que te diga ese tipo de cosas, que te
deje hablando solo, que te ignore por completo? ¿Por qué aguantas a alguien que no te
quiere?

Los ojos de TaeHyung se llenan de lágrimas de pronto, sorprendiéndose a sí mismo. Desde


su perspectiva, JungKook luce irritado, completamente inconforme con la situación, con
deseos de no vivir ese instante. ¿Acaso él lo irrita? Parece molesto. ¿Él es la causa de su
enojo?

No emite palabra alguna. Su garganta está hueca, vacía, sus labios sellados. No posee
tijera en manos para deshacer el nudo que tiene en su garganta y estómago. A pesar de no
dar vueltas, su cabeza gira. Es difícil gustar de esa manera, sin poder avanzar incluso
cuando pareces estar en la cima. Quizá ese fue su primer error, el no conocer antes de ir
por todo.

Siguiendo sus simples ideas, dejándose llevar por una barrera común.

— Di algo, Tae —dice JungKook—. ¿Te gusta que las cosas sean así? Te lo dije, TaeHyung.
Te dije cómo sería. Así son con todos: vienen a mí, consiguen salir conmigo y después me
terminan. Todos creen que me conocen, pero simplemente es un interés común. ¿Qué
sucede contigo? ¿Realmente te gusto?

TaeHyung, tan ruidoso cuando se lo propone y, sin embargo, no puede responder de la


forma correcta en ese momento. JungKook alza una ceja, mirándolo con desdén y un toque
(muy, pero muy pequeño) de decepción al no escuchar respuesta alguna.

El mayor lo llamaría impotencia, al sentido de gritar por dentro que todo es su culpa. Pero,
bien, eso es lo correcto.
— Solo di algo.

La valentía. No es fácil hacerla salir, especialmente cuando, dentro de ti, siempre ha estado
escondida. No es posible explicarle, de la manera ideal, cómo lo observa. JungKook no es
una persona más; algo en él le hizo fijar su atención con especialidad. La forma en la que
sonríe, o quizá su gusto en cosas extrañas, o su entrega al juego en básquetbol, sus
buenas notas. Que todas la tardes en las que se iban juntos, siempre caminaba a su
derecha, quién sabe. Quizá sólo es el hecho de ser él.

— ¡Sí, realmente me gustas, idiota! —suelta el aire en sus pulmones. Siente descargar
todo.

— Eso lo supones, aunque tú a mí no... ¿Cómo te puede gustar alguien que no conoces,
eh? Explícame. Explícame por qué te fijaste en mí... No me digas lo que todos dicen: eres
guapo, coleccionas cosas interesantes, juegas bien básquetbol, eres bueno en la escuela.
—Los ojos de JungKook se quedan fijos en los de TaeHyung. Da unos pasos hacia él, antes
de inclinarse a su altura—. ¿Crees que eres diferente a todos? ¿Crees que puedes llegar a
gustarme?

TaeHyung observa la cercanía que hay entre ambos. Sus labios rojizos están a tan pocos
centímetros de los suyos...; podría acercarse con un paso y plantar un beso. Siente la
respiración, los ojos de JungKook cautivando los suyos, que están rojizos por las lágrimas
de rabia que carga consigo y tornados en completa confusión por la actitud sincera del
pelinegro.

JungKook mira directo a sus ojos detenidamente, como queriendo descifrar algo más allá de
una simple capa superficial, y, sin dejar de hacerlo, habla:

— Entonces demuéstralo.
Capítulo V

¿Lloriquear es razonable? Incluso cuando su corazón siente una pesadez poco común.

"Entonces demuéstralo". ¿Cómo podía existir alguien que retara de tal manera a un
pobre ser humano? TaeHyung se hace constantemente en voz alta esas preguntas,
mientras su cabeza formula cientos más. Sus ojos cansados miran el techo de la habitación;
sus manos juegan inconformes en el borde de su cadera, como intentando hallar algo en lo
cual distraerse y poner su mente en la dirección correcta para lidiar con los
cuestionamientos de JungKook. Llegó a su casa minutos antes, y, sin saludar a nadie, corrió
a su cuarto para soltar todo lo que no pudo soltar enfrente del pelinegro.

— ¡Ah! —exclama bajo, antes de ponerse las manos sobre la frente—. ¿Por qué es tan
difícil salir con él?

Querer es una palabra ligeramente fuerte. TaeHyung lo tiene en cuenta. Sabe que esa
palabra es demasiado; sin embargo, por más que lo deseara, no existe en ese momento
una palabra que pudiera describir con exactitud lo que siente por el pelinegro. Quiere decir
que a veces la costumbre es un poco fuerte, y hay cosas que suelen adherirse a uno por
más que desees estar alejado. Por ejemplo, salir con JungKook es muy difícil, y de vez en
cuando quería darse por vencido, tirar la toalla y salir con rapidez del lugar. No podía. Más
bien, algo en su interior lo incitaba a seguir luchando y perseverar.

"¿Cómo te puede gustar alguien que no conoces?". TaeHyung piensa en esa pregunta,
en esa cuestión que lo mantuvo callado. ¿Es cierto? Si es así, ¿es posible? El querer a
alguien sin siquiera conocerle, el esforzarse de más aunque te alejen. Quizá es que creía
conocerlo y no lo hacía, tal vez porque JungKook da mucho que pensar en una sola mirada,
y eso basta para pretender conocerlo. TaeHyung tiene una extraña idea de él, por las cosas
pequeñas que veía. Es que no se tomó el tiempo de averiguar la verdad, porque estaba
apresurado y necesitado, y anhelaba poder avanzar con agilidad, a diferencia de muchos o
al igual que todos.

— ¿Qué te gusta de JungKook? —se pregunta a sí mismo en voz alta.

Recuerda, mientras cierra los ojos, la cara del pelinegro. Aquellos ojos negros, aquel
cabello azabache que caía por el borde de sus cejas; los labios. Su diferencia en estaturas,
al grado de tener que alzar la vista para que sus ojos se conectaran por segundos. O que él
tuviera que abrir sus piernas a los lados, inclinándose, para mirarlo fijamente a los ojos
cuando estaba a punto de aseverar algo que lo dejaba en un estado de confusión.
— Oh, no, no, no, no, no, no. Jamás creí que esto pudiera pasar fuera de las novelas.
¡Estoy loco!

En ese momento... ¿Qué fue...? ¿Qué fue lo que hizo que sus ojos se dirigieran a él?
Confusión y duda es poco, simplemente TaeHyung tiene la mente en todos lados,
intentando encontrar una razón creíble para no volverse loco. Es decir, siempre supo de la
existencia del menor, desde que estaban entre clases, o la primera vez que una parvada de
chicas se acercó a él para proponerle salir en grupo. JungKook, desde el primer momento,
fue objeto de insistencia, de atracción y confesiones. Es un poco difícil entender por qué le
gusta, al igual que a los demás.

Aunque... No es tan difícil de saber. ¿O quizá sí? Es incierto. ¿Tantas preguntas son
necesarias? Se ha vuelto a recostar en la cama, con la vista fija ahora en la ventana.
Observa las hojas de la entrada del verano: tan castañas, quemadas, café puro. El
ambiente caluroso, todo a su alrededor.

— ¿Qué me gusta de ti?

Tiene la manía de hablar con él cuando nadie lo escucha, al menos en su imaginación


eso podía pasar. La mayoría del tiempo, claramente, nunca contesta. No es la excepción.
Hasta en su propia imaginación es difícil (imposible) conversar con JungKook. El no hallar
una respuesta de forma rápida comienza a hacerle sentir mal. ¿Acaso no hay nada más que
ver en ese chico? ¿Algo más que su físico, que su habilidad deportiva, o que sus
calificaciones? ¿Es tan hueco como todos los demás que salían con él? Así, como dijo
JungKook.

— Me gusta de ti... —dice TaeHyung en voz baja, cerrando los ojos.

La imagen de JungKook aparece una vez más en su cabeza. Antes de que fueran
novios, ¿qué notó en él? Con los ojos cerrados, TaeHyung sonríe. De forma muy perezosa
por cierto. Supo entonces que se estaba condenando a sí mismo.

— Por más frío que parezca... Todos los días saludas a la señora Min, aunque en
realidad todos la ignoran. Parece que notas que eso la hace feliz. También saludas al
guardia de la entrada —vuelve a hablar. Resulta ser raro.

Cualquiera pensaría: Demonios, qué loco; ¿con quién habla? Pero es más fácil decirlo
así. Imaginando que JungKook le está escuchando con aquellos ojos que juzgan, serio y
frío; es fácil hablar con JungKook si piensa que le presta su total atención.
— Me agrada que te tomes todo en serio.

Lo dice sin pensar (según él, porque en realidad lo está haciendo). Así que, cuando abre
los ojos, se encuentra con la pared. Quedándose un momento callado. Le parece una
tontería eso que dice, pues no es fan de las personas planas y serias como JungKook. Pero
encuentra divertido que, al menos, cada vez que le contaba algo el chico lo miraba con una
expresión neutra, sin saber en concreto el interés que le ponía. Como si cualquier cosa, por
más tonta e inusual que fuese, requiriera una seriedad inmutable.

— Antes de conocerte, me gustaba que fueses difícil de tratar. Haces que tenga
curiosidad en ti —dice. Sus ojos apegados a la pared, como si esa misma fuera el chico—.
Ahora no estoy tan seguro, pero me interesas.

¿Te gusta todo de lo que te quejas? De su seriedad, su manera tan retraída de ser y que
pocas veces respondiese con sinceridad. TaeHyung vuelve a abrir los ojos y suspira. Pone
ambas manos por detrás de su cabeza, apoyando su cabello, dejándolo caer. Suspira
fuertemente justo antes de pasear sus ojos por toda la habitación. Quiere saber qué pasa, el
sentimiento en su corazón se extiende por todo su cuerpo. Tiene ganas de vomitar, siente
su cuerpo extremadamente cansado y, muy dentro suyo, algo en él quiere llorar.

¿Por qué? Quién sabe. Es la impotencia de no saber qué hacer, o cómo actuar. No tiene
parámetros para rendirse y no sabe cómo seguir adelante con sus movimientos
conquistadores.

— Y ahora que somos novios... me gusta que me esperes antes de ir a casa, que en los
pasillos me revuelvas el cabello aunque te he dicho que lo odio —su voz suena entre
animada y triste.

Una punzada en el estómago le hace llevar ambas manos hasta el lugar y se retuerce.
Odia el sentimiento de estar tratando miles de insectos en su vientre. Queriendo hacerlos
salir, de golpe en golpe. Mueve los brazos en lo alto y grita algo irritado.

— ¡Soy tan masoquista! —exclama, jalando sus cabellos con mucha exasperación.

Sí. Es un masoquista. Un tonto masoquista, que encuentra cosas especiales en


actitudes que no a muchos le gustan. Aceptando por quién es a una persona que, desde el
principio, ni siquiera conocía bien. No es el tipo de persona que le gustaría; JungKook no
está ni cerca del tipo ideal. Pero no puede evitar mirarle cada vez que está cerca. Quiere
saber más, y más, y más. Quiere saber si estaba completo o destrozado. Qué hay detrás de
sus actitudes.

Le gusta pensar que JungKook disfrutaba esa relación engañosa al menos por
momentos diminutos.

— Algo me dice que esto va a salir mal. —Quiere mentir pero resulta imposible hacerlo.
Las cosas de ese tipo siempre salían mal.

¿Por qué de todos, ese pelinegro? ¿Acaso hay algún tipo de fuerza que lo atraiga?
Tantas preguntas sin respuestas. Aunque, si de algo está seguro...

"¿Crees que puedes llegar a gustarme?"

Cubre su rostro con la almohada más cercana y grita en lo bajo antes de sentir sus ojos
picar. Llevándola al borde de su barbilla, presionando el objeto blanco contra su pecho,
suelta un suspiro puro.

— Creo que sí, JungKook. Creo que puedo llegar a gustarte.

Si de algo está seguro es que, quien no arriesga... no gana.


Capítulo VI

Como cada mañana, TaeHyung está sentado en las bancas esperando a JungKook.
Durante todo el fin de semana decayó por el simple hecho de tener una cabeza demasiado
pequeña como para albergar tantos sentimientos y pensamientos mezclados. Estuvo
llorando mentalmente, sí. Pero después de todo, si tanto le gustaba JungKook, haría lo
posible por estar con él. No se considera como un perdedor, sino más bien como una
persona que se esperaría tanto como pudiese, siempre con un límite presente; sin
demasiada insistencia pero sí perseverancia.

Además, nadie dijo que terminaban, así que es válido.

— Oh, Taehyungie —habla detenidamente alguien que pasa a su lado.

Los ojos de TaeHyung vagan hasta donde está de pie un chico alto, de labios gruesos y
cabellos rubios. No lo reconoce en un principio, pero su alegre sonrisa le hace esbozar una
también. TaeHyung no es una persona de muchos amigos, lo cual es extraño para su
actitud amigable, su rostro y personalidad. Aunque, si bien no tiene tantos conocidos, logra
hacerlos en cuestión de minutos.

— Hola... ¡No te reconozco!

— Soy Jimin, de la clase de al lado. ¿Qué haces aquí solo? —La pregunta es repentina y
curiosa.

Tae por un momento observa bien a Jimin, y vuelve a sonreír. Luce agradable, de esos
tipos que te agradan al mirarlos. Debate por un segundo en decirle o no, y suelta un suspiro,
observando que su novio viene caminando con aires rudos a lo lejos. Y dice "novio" porque
creer, y saber, que Jeon JungKook y él aún salen, lo dejan ilusionarse más y armarse de un
valor irreconocible.

Una esperanza crece en el borde de su pecho, sin esconderse ni ser reprimida.


TaeHyung de verdad, verdad, lo intentaría con todas sus fuerzas, y su empeño se tendría
que ver reflejado para estar satisfecho.

— Espero a JungKook.

Jimin abre muy bien los ojos y suelta un suspiro fuerte. Suena a que la expresión es
bastante específica, y es que todos conocen a JungKook. Hemos mencionado que tiene la
fama del chico más extraño, atractivo, gélido, amigable o amable de la escuela. Muy
confuso, a decir verdad. Tantos adjetivos para alguien que, concretamente, no se centra en
ninguno. JungKook no es extraño, pero sí a la vez; no es tan gélido, pero tampoco tan
amable. JungKook es una combinación de todo y nada al mismo tiempo.

No es una sorpresa que tuviese una presa preparada; aunque ya había durado mucho
tiempo aquella relación repentina. Dos semanas y media es un tiempo exagerado para
alguien como Jeon JungKook. Nadie suele aguantarlo, justamente porque es tan confuso
como sus propias actitudes.

— Cierto, son novios... ¡Vaya! Tengo que irme. ¿Nos vemos luego?

Dudando en hacerlo, TaeHyung termina por asentir y agitar algunas veces la mano para
despedir al chico. De inmediato sus ojos retornan hasta JungKook, quien más que
entusiasmado por verle, parece un tanto irritado. Es fácil notarlo por cómo arruga la nariz;
sus ojos se hacen pequeños y sus cejas están inclinadas a la derecha.

Aquella mañana, el semblante del chico es raro: tiene ojeras, su cabello está
despeinado, su corbata mal amarrada, no lleva una gabardina como siempre y su mochila, a
leguas, se ve como un desastre. El mayor no quiere apostar por lo que observa, no
deberías juzgar lo que sucede antes de saberlo por completo; aunque eso no evita que el
chico sonría ante la vulnerabilidad del pelinegro. TaeHyung abre los ojos un poco hasta que
JungKook está completamente delante suyo.

— Hey, JungKook. No luces muy b-

— ¿Es que nunca te cansas? ¿Tengo que repetirte todo? ¿Eres tan maso-...? ¡Achoo!

TaeHyung toma entre sus manos la caja que llevaba y la apega a su cuerpo, antes de
escuchar a JungKook estornudar de nuevo, provocando que sonría ante el sonido agudo del
acto. El chico lo hace unas cuantas veces más, se queda un momento callado, y justo
después, de manera apenada, con el suéter grueso cubre su pecho y se cruza de brazos.

JungKook, de tan gélido, terminó resfriándose. No es la gran cosa, eso supone


TaeHyung. A pesar de verse demacrado, y débil, está de pie y con las fuerzas suficientes
para discutir.

— ¿Estás enfermo?
El pelinegro le dedica una mirada directa a TaeHyung, pero la desvía de inmediato.

— No te metas en asuntos que no son tuyos.

Por un momento, TaeHyung se retrae. Jeon es poco cordial. Aun cuando está enfermo,
es imposible que pueda entrar en su complicada alma. A pesar de contestarle en un tono
tranquilo, JungKook logra denotar perfectamente el desinterés en su salud y cómo lo agobia
que Tae pregunte cosas obvias sin necesidad de hacerlo groseramente. El mayor bufa bajo,
para que el otro no lo escuche; sin embargo, mantiene sus ojos sobre él, haciéndolo sentir
incómodo.

Los ojos de TaeHyung vagan por todo el cuerpo de JungKook, quien pacientemente está
esperando que algo acontezca.

— ¿Qué estas esperando? —pregunta TaeHyung con aires divertidos.

Por un momento los ojos de JungKook se posan en él; se quedan viendo por unos
segundos, fijamente. No dura mucho. La mano de JungKook se posa con suavidad en la
frente del otro, casi sin tocarlo de hecho, y lo empuja hacia atrás. TaeHyung lleva la mano
hasta la de JungKook, tomándola con una expresión graciosa y bajándola fuerte.

JungKook lo observa confundido, preguntándose sobre esa libertad tan espontánea que
se ha tomado. Pero no se deja llevar.

— No me mires así —dice con la voz ronca. Se cruza de nuevo de brazos y observa a
TaeHyung—. Y no te estoy esperando. Yo soy el enfermo, ¿qué clase de novio eres?

Al final de cuentas, solo quiere que TaeHyung no sea tan insistente como siempre que
algo pasaba. O es lo que quería darle a entender, es decir... JungKook piensa que si no lo
hartaba de una manera inútil, tendría que hacerlo de una manera útil. Solo por estar
enfermo, le pedía a la fuerza misteriosa arriba de sus cabezas que TaeHyung no fuese la
masa que se pegaba a su espalda e insistía en ir de acá hacia allá y viceversa

— No te va a servir esa actitud conmigo ahora, ¿sabes? —menciona el ya seguro


TaeHyung antes de ponerse de pie, justo delante de JungKook. Alza la mano, pero observa
la mirada directa del pelinegro—. ¿Puedo?
— ¿Puedes qué? —Confundido, observa la mano de TaeHyung y rueda los ojos—. ¿No
crees que estoy muy grande par-...?

Las quejas de Jeon pasan desapercibidas, y es ahí cuando TaeHyung lleva la mano a la
frente del pelinegro. Desprevenido, totalmente, JungKook cierra la boca y sintiendo la
cercanía, hace una mueca de molestia. La mano fría del chico no es algo que quiera
soportar, sus fuerzas para discutir son escasas. JungKook mira al cielo, sin agradecer a esa
fuerza misteriosa porque no le ha hecho el favor de retener a la masa TaeHyung por un día.
¡Oh, JungKook! Qué idiota eres.

La mente de TaeHyung divaga en pensar que ese chico tiene temperatura, ¿cómo
demonios ha ido a la escuela en ese estado? Está muy caliente. Ni siquiera piensa que
fuera posible estar de pie. Lo observa bien.

— Vamos a enfermería, estás ardiendo.

— No, no quiero. Estoy bien.

TaeHyung deja a un lado su mochila y quita la de JungKook de un jalón. Tomándolo del


brazo, comienza a caminar a su lado. El otro se niega, quedándose quieto. Es tan terco. Es
obvio que está sufriendo porque está resfriado, pero no quiere ir a la tonta enfermería. Solo
le van a dar una pastilla y esas cosas. Tae no cree que JungKook fuese un superhumano y
que, justamente por eso, su pecho se viese en la capacidad de no sentir que le falta el aire,
o que si le duele la garganta lo ignoraría con facilidad.

JungKook se suelta del agarre de TaeHyung y le coloca la mano en la cabeza, haciendo


que el otro se detenga con los ojos entrecerrados por el tacto de los dedos con las hebras
castañas.

— Wowowo, Poochie. ¿A dónde vas? ¿No te he dicho que estoy bien? —El irritado y
ronco JungKook se ha agachado, abriendo ligeramente en compás sus piernas, para poder
estar justo enfrente del rostro de TaeHyung—. No soy un niño.

— ¿Tu mamá te dio algo antes de venir?

De vez en cuando, TaeHyung es más que entrometido. No es su culpa. Es que es la


pregunta más obvia que alguien le haría a otra persona, o al menos la pregunta que él suele
hacerles a los demás. Gracias a que su mamá lo cuidaba, arropaba y le daba sopa, comida
o jugo cuando está enfermo.
— Mamá ya no está, y papá trabaja mucho—responde gracioso JungKook, respirando
con dificultad a causa de la constipación—. Antes de que me invadas con tus preguntas, así
que no tomé nada.

Siente un hueco en su estómago. Siente que es un completo insensible y antes de que


JungKook pudiera darse cuenta, se dio media vuelta, con los ojos perdidos en otro punto del
lugar en el que están de pie. La caja entre sus manos sobra en ese momento, pero de todas
maneras se la entregaría.

Se pregunta si esa es una de las razones por las que JungKook retrae la mayoría de
sus pensamientos y no deja en claro nada.

— Hey, tranquilo. No me duele ni nada. Ella murió hace años, con mi padre las cosas
son iguales —dice JungKook poniéndose a su lado—. Además, en realidad no estoy tan
en-... ¡Achoo!

Los ojos de TaeHyung se tornan algo enojados y se da media vuelta. Impacta a


JungKook: el solecito se había puesto rojo.

— ¡¿Eres idiota?! —exclama dejando de lado la mochila y acercándose sin miedo


muchos pasos hasta JungKook—. ¡Estás enfermo! ¡Y eres tan terco! ¡Vas a terminar
enfermándote más grave y no entiendes! ¡No quieres ir a la enfermería! Eres demasiado
orgulloso y nunca quieres hacer caso, ¡amigo, supéralo! Si no aceptas ayuda de los demás,
¿quién te piensas que eres? ¿Súper JungKook, o algo así? Además...

La información llega tan de pronto al cerebro de JungKook, que ladea su boca y achica
los ojos al comenzar a escucharle. Los gritos y la voz grave del chico lo hace presentir un
dolor de cabeza. TaeHyung es muy, muy, muy, molesto. Se está preocupando de más, y...
¿a él qué? El que está enfermo no es aquel pelicastaño pequeño, que grita que se va a
morir si no va a enfermería pronto. Tampoco es que se fuera a morir.

¿O sí? De hecho, ¿alguien se ha muerto por un resfriado? La pregunta hace que


JungKook coloque una mano en su barbilla y mire a la nada, pensativo.

TaeHyung está haciendo demasiado escándalo. Todos los ojos se posan de inmediato en
ellos; el pelinegro de uno a uno se siente incómodo. Por primera vez mira a TaeHyung
fijamente y suspira.
— Ya, cállate —menciona en voz baja, tomando de los cabellos con suavidad, casi con el
instinto de revolverlos, a TaeHyung—. Voy a ir ya, pero cállate. Todos nos están viendo.

La sonrisa triunfal de TaeHyung simplemente hace sentir peor al otro, que sin mucho
interés comienza a caminar con el castaño por delante hasta la enfermería. Los ojos de
Jeon van hasta la pequeña cajita que lleva en las manos su molesto novio. No se ve muy
elaborada. Está bien, o sea, nada demasiado grande o pequeño; es un tamaño indicado.
Además, tiene un lindo listón azul..

TaeHyung nota de por medio que se ha dado cuenta de lo que lleva, así que, sin mucho
más que decir, le sonríe.

— ¿Qué es eso, TaeHyung?

— Tu desayuno. Pensé ayer que podíamos comer juntos hoy en el receso.

La sonrisa de JungKook es indispensable para hacer el momento más denso, porque


TaeHyung está tan incómodo con algo que puede ser tan normal en todo el mundo. Y se
siente bien después.

— Vaya, Poochie... —La mano de JungKook va directo hasta el cabello de TaeHyung,


revolviéndolo burlonamente—. Sí que eres exigente.
Capítulo VII

Los dos permanecen sentados en la enfermería, esperando que el termómetro avise que ya
pueden verificar la temperatura. La enfermera se mantiene observándolos, como intentando
averiguar qué sucede. De un momento a otro, el aparato da dos pitidos, haciendo que
JungKook lo entregue.

— Mm, 38 grados. Es bastante —menciona la enfermera algo alterada. Mira de


inmediato a JungKook con impaciencia—. ¿Sabes el número de tus padres?

TaeHyung se queda callado un momento, mirando de reojo la calidad con la que Jeon
JungKook le brinda una sonrisa a la señora Min (demasiado amigable) antes de que suelte
un suspiro. Durante un segundo supone que la pregunta no sería sencilla de responder, y
está preparado para dar explicaciones por si JungKook se niega a responder de la forma
correcta.

— Disculpe. Mi padre no está en casa, ha salido. Y sobre mi madre, bueno... Tampoco.

El castaño pasa los ojos por el pelinegro y por la señora Min algunas veces antes de
apegar el pequeño traste donde guarda la, aún caliente, comida que hizo para JungKook
aquella mañana. Suspirando, porque lo más probable es que el pelinegro se retirase y sería
imposible continuar con su plan, guarda silencio con una expresión vaga. Básicamente, la
idea de TaeHyung es pasar más tiempo con JungKook. Esto, para que el menor al menos le
agarrara algo de cariño. Con eso se daría bien servido. Es cierto eso de "la costumbre es
más fuerte que el amor", y aunque TaeHyung a duras penas comienza a hacerse la idea y
razón de que esa frase es para personas egoístas que simplemente no pueden pensar en
los demás, poco a poco la entendía.

Pero el plan aquella mañana, fracasaría por completo. Gracias Sr. JungKook, por ser una
persona que se cuida el doble que los demás.

— Bien... JungKook —dice la castaña, anotando en la ficha el pase de salida del chico—.
Como tus padres no están, tendrás que irte a casa solo. Debes de tomar esto, aunque te
recomendaría una sopa de pollo. ¿Sabes cocinar? De todas maneras, la venden en las
tiendas.

Las miradas de las dos personas de cabello castaño corren hasta Kook, quien, tomando
la ficha de salida, niega lentamente. Alguien (o sea, Kim TaeHyung) no perdería aquella
oportunidad. Agradece mentalmente a su padre por llevarlo hasta la cocina y preparar los
alimentos de vez en cuando, pues quién diría que aquellos dotes culinarios de papá
ayudarían en un momento de conquista como aquel.
— ¡Yo sé cocinar! —La mano de TaeHyung se alza por los aires.

— Una maravilla, qué niño tan listo —dice la enfermera tomando la mejilla de TaeHyung
entre sus dedos. Mira a JungKook por un momento y vuelve a ver al chico—. Cuando llegue
a su casa, asegúrate de mantenerlo fresco. Podrían servir unos paños de agua en su
cabeza y que por ninguna razón vaya a tomar más de ese medicamento. Y que coma bien.

El menor de hebras negras no pierde las ganas de gritarle, desde el fondo de su


estómago, a la señora Min que no era necesario. Pero es imposible. La ironía de todo
aquello: el pelinegro le tiene cierto cariño a la enfermera, incluso por un tiempo la consideró
su abuela. Aunque no son cercanos del todo. Más bien, era la señora que lo arropaba
cuando las clases de básquet no iban bien, le daba agua cuando no llevaba su botella o lo
dejaba dormir si estaba muy cansado. La señora Min es una señora amable, delicada y
alegre.

Por otro lado, una más de las tantas razones por las que JungKook no quiere a
TaeHyung en su casa... Si algo odiaba el pelinegro es que lo vieran indefenso. La terrible
gripe está consumiendo su cabeza, y su nariz se siente asquerosamente congestionada.
Sus pulmones están pesados y el hecho de verse en esa terrible situación envuelto con
cierto mocoso asustadizo y exagerado, además de paranoico, solo empeora las cosas.

— Sí, sí. Lo cuidaré con mucho amor, enfermera Min.

Así pues, salen de la oficina de enfermería, dirigiéndose específicamente a la sala de


salida para que sellaran sus pases. TaeHyung lo lleva en la mano, cargando todavía la
mochila y la caja con el desayuno, pegado a JungKook, casi queriendo abrazarlo. El
pelinegro guardó el pase en el bolsillo de su suéter, y, observando la cercanía de TaeHyung,
le arrebata el pase

— ¡Hey! ¡Cuidado! Si a eso le pasa algo, ya no voy a poder ir contigo.

JungKook abre en compás sus piernas para observar con más detenimiento al pequeño
castaño.

— ¿Crees que te dejaré entrar a mi casa? —pregunta con los ojos puestos en
TaeHyung. Mantiene en alto el pase, porque no quiere arriesgarse a que el otro saltara
hasta tomarlo—. La respuesta es no, por si no lo captas.
Los ojos de TaeHyung se tornan en unas confundidas lunas, difíciles de distinguir para
unos ojos ciegos y enfermos como los de JungKook. Y es que TaeHyung es el rey de las
expresiones, siempre cambiándolas al punto de confundir a JungKook; ¿enojado, triste,
confundido o furioso? Sus cejas se arquean con enojo, y, antes de que caiga en cuenta, sus
labios descienden en un puchero. Al percatarse de tal escena, JungKook rueda los ojos y,
apoyándose en la cabeza del otro, deja de abrir compás para erguirse bien.

— Las caras de perrito triste no funcionan conmigo, Poochie —sentencia el chico—. Si te


dejo ir a mi casa, todos se van a enterar. Los rumores corren muy rápido en esta escuela,
créeme que será difícil para ti si haces este tipo de cosas muy seguido.

TaeHyung reacciona, y piensa de inmediato "¿A quién le importa lo que digan?". Mira a
JungKook por un ratito, aunque el chico está desinteresado en su expresión.

— No se lo voy a contar a nadie. Además, estás enfermo. Soy tu novio, deja que te
cuide.

JungKook odia la palabra novio. Suena mejor amante. Y no en el sentido peyorativo, no


como una persona que engaña a otra, sino como esa palabra que se desprende del
verdadero amor. Es muchísimo mejor que la palabra amante sonara menos vacía ante la
simpleza de novios o novio, o novia. Pero no le va a decir eso a TaeHyung, porque es una
tontería y no está interesado en él. A pesar de querer comparar esas palabras y tener un
pensamiento estúpido, la cosa no es relevante para su vida.

De todas maneras, la cara de TaeHyung es de los mil demonios. No lo soporta: es tan


insistente, caprichoso, tedioso y molesto. No se conforma con lo que todos sí. Incluso le
había revuelto el cabello y no se quedó conforme. ¿Ven que tan difícil de complacer es?

— Mmm, no. Dame una buena razón, quizá lo piense.

— Puedo cocinarte lo que quieras.

La sonrisa de JungKook se amplía: no, señores. No a todos los chicos o chicas se les
enamora con comida. JungKook busca utilidad, no satisfacción. Acerca el rostro a
TaeHyung, lo suficiente para sentir la cercanía de su nariz, y le sonríe falso, solo para
convencerlo.

— ¿Te parece si mejor me ayudas a limpiar la casa?


Por favor, es lo más sencillo para librarse de un problema como el risueño castaño.
JungKook en realidad solo quiere dormir, y preocuparse por nadie más. Cierta parte de él
reconoce que TaeHyung está siendo muy amable (aunque no se lo ha pedido); también
reconoce ese característico esfuerzo de su parte, que lo ha mantenido pegado a él por
semanas. Pero estando enfermo, las cosas siempre terminan por ponerse extrañas,
JungKook no trabaja bien de esa manera y no quiere estar preocupado por tener a,
prácticamente, un extraño en casa.

Ah. Dios. Pero, ¡cómo no lo puede entender! No está hablando con cualquier persona.
Está hablando con el mismo chico que le pidió a gritos salir con él. JungKook se resigna
seguido de pensar en eso y suspira ya casi prediciendo la respuesta.

— ¡Sí!... ¿Promesa? —TaeHyung pone su dedo meñique para cerrar la propuesta de


JungKook.

Como es de esperarse, JungKook rueda los ojos, ni siquiera pensando en hacer la


limpieza porque incluso hacer eso sería caer bajo. La ficha desciende del aire, JungKook
observa con una ceja alzada el meñique que TaeHyung mantiene en alto, y suspira. ¿Por
qué es tan infantil? Para que no molestara más, enrolla su meñique con el de TaeHyung.
Sus ojos en blanco dan a entender que es una tontería. Claro que sí. Es JungKook, no debe
de hacer ese tipo de boberas.

— Como sea —Desenrolla el meñique y le entrega el pase de salida en las manos—.


Vámonos.

[...]

— ¿Por qué demonios estás tan feliz?

Los ojos de TaeHyung llegan hasta JungKook, algo enojados. No está acostumbrado a
escucharlo decir palabras altisonantes con regularidad. De hecho, JungKook jamás ha dicho
algo parecido en el tiempo que salían. No le molesta, es solo que la costumbre se ha
quedado.

— ¿Es tan necesario que digas malas palabras? —pregunta TaeHyung con los ojos
medio burlones—. En este tiempo que venimos caminando has dicho muchas de ellas.
— Lo lamento, mala costumbre. No estoy de buen humor. Es porque estoy enfermo.

Sonó como una disculpa, pero es más bien una excusa. La verdad es que JungKook no
suele ser tan grosero. Al menos la mayoría del tiempo es callado, pero aquel día en especial
ha estado hablando de más. Como él mismo decía, estar enfermo es como bajar todas sus
defensas, aunque comienza a ser más llevadero; la enfermedad le impide mantener su ya
característica forma de ser.

— No te disculpes —vuelve a hablar el castaño, deteniéndose en la esquina.


Dramáticamente, toma sus brazos como si una brisa de frío le revolviera—. Es tenebroso
que un ser oscuro como tú haga eso.

— Qué tontería. No soy un ser oscuro. —JungKook observa al castaño por un momento
antes de dirigir su vista al semáforo de peatones—. ¿O sí? Si fuera así, no le sonreiría a
todo el mundo cada mañana.

La mente de TaeHyung vaga, pensando en que eso es inútil. Realmente lo es, porque si
lo veíamos de esta manera, oculta aquella sombría, desinteresada y fría manera de ser
detrás de una sonrisa falsa. ¿Porqué? Nadie sabe. Es tan fácil de ver y tan difícil de
descifrar. JungKook es más raro de lo que aparenta, o menos, quién sabe. Un libro cerrado
que tal vez tiene millones de palabras o un solo capítulo de tres frases. Hablando de
rarezas, Tae en un momento se da cuenta de que esa es la conversación más larga que
alguna vez tuvo con el pelinegro.

— Que hables es raro, JungKook. Parece que estás muy enfermo.

JungKook comienza a caminar, cruzando la calle, dejando a TaeHyung detrás.

— No te acostumbres. Mañana por la mañana, cuando esté mejor, voy a seguir como
siempre —admite el chico—. Disfrútalo hoy, que estoy siendo exactamente lo que quieres
que sea.

— O lo que en realidad eres.

Esa frase hace que JungKook alce la ceja y mire a TaeHyung fijamente. Es notorio el
carmesí de sus mejillas por la fiebre que tiene, pero, aun así, lo mira como si la frase que
acababa de decir fuese una completa tontería, lo que hace que TaeHyung ruede los ojos y
ya no le preste atención.
El camino es largo. Está completamente en la dirección contraria de la casa de
TaeHyung; probablemente JungKook debía hacer una vuelta tediosa para volver a su propia
casa. Eso, en parte, hace que el mayor se emocione y aplauda en su lugar; aunque
JungKook lo mira extrañado y termine rodando los ojos. En un momento, la cara TaeHyung
se transforma en la pintura más tediosa, melancólica y deprimente. Totalmente rellena de
una tristeza pura que no es comparable con ninguna otra emoción. ¿Por qué? JungKook
hacía ese tipo de cosas, pero ¿lo hacía porque así lo quería o por la obligación de un título
tan vacío como el ser "novios"?

— Cambias demasiado rápido de expresión. Es tedioso —la voz del pelinegro le saca de
sus pensamientos—. Ya llegamos, Poochie. Tres cosas: no toques nada de la mesa de
trabajo de papá, ni se te ocurra entrar a mi habitación antes de tocar, y por favor, no toques
el cuadro de mamá.

Asintiendo, y con la mirada aburrida y enfermiza de JungKook sobre él, mira


detenidamente la puerta metálica negra que en un momento se abre. El estado de
JungKook parece empeorar, sinceramente. En cuanto sus ojos perciben el adentro de la
pequeña casa de Jeon JungKook, sus orbes alucinan. A primera instancia, todo ahí es
relativamente reservado: los muebles negros, las pinturas de manchas y en las paredes
pequeños cuadros con fotos de la familia Jeon.

Sus ojos van directamente al cuadro de la madre de JungKook, que al entrar está justo
por derriba del sofá, colgado en la pared.

— ¿Te vas a quedar afuera, Poochie?

— Wah. —Entra TaeHyung algo temeroso, quitándose los zapatos de por medio. Da una
vuelta sobre sus talones y se queda anonadado—. Tu casa es linda.

— Sí, como sea. —La voz de JungKook se pone ronca. Estornuda unas cuantas veces y,
cuando se siente cansado, simplemente le anuncia al chico—. Iré a dormir. Ponte cómodo,
pero no toques nada importante.

TaeHyung mira hacia donde el chico parece retirarse y con una sonrisa que el otro no
nota, le responde.

— Duerme bien. ¡Cocinaré algo!


Capítulo VIII

La primera vez que JungKook notó la presencia de TaeHyung, fue el día de la propuesta.
Recuerda haber observado por medio minuto aquel cabello castaño, los orbes cafés y la
gota de sudor que pasaba por su frente, debido a su apresurada acción, en el instante en el
que se postró delante suyo, intentando llamar su atención. Aquel día fue desastroso: sin
saberlo estaba aceptando algo que su cabeza no sería capaz de soportar.

Después de esos días, decir que TaeHyung era fácil de tratar no es una opción, y
tampoco lo es admitir que es alguien a quien le gustaría conocer. El chico es frágil,
mediocre, animado, feliz, risueño; demasiadas las características para describir un rayo de
sol molesto que quema sobre tu piel. Lo saca de quicio. Siempre con una sonrisa plantada,
y por más que lo alejara, lo ahuyentara, le dijera que no lo quería a su lado e hiciera todo lo
malditamente posible por mantenerlo alejado, el chico parecía una hormiga que regresa con
diez veces más ayuda por la pequeña migaja que reposa en la mesa después de comer
pan.

¿La opinión de TaeHyung, por parte de JungKook? Probablemente, la persona más


tediosa que haya conocido. Pero tiene que admitir que de vez cuando no es tan molesto
estar a su lado, porque entiende que la distancia es necesaria. Ese podría ser un punto a
favor, que, de todas maneras, no es suficiente.

— JungKook. —La mano de TaeHyung cae delicadamente sobre la puerta del chico que
está durmiendo en su recámara. Toca unas cuantas veces antes de tomar entre sus manos
el pomo, sin girarlo—. JungKook, vas a comer. Después me iré de aquí.

Tedioso, insistente, sonriente, amable, demasiado amable. Emocionado por todo. Una
combinación de distintos tipos de sentimientos y adjetivos que son confusos entre sí.
JungKook jamás conoció a alguien repleto de brillo y perseverancia. Es extraño tener a
alguien así tan cerca suyo, mucho más extraño convivir con él y no odiar su cercanía. Y no
es que TaeHyung no lo interesara del todo, es que aceptar que aguanta a alguien como él,
es sucumbir ante sus propios ideales.

— ¿Tengo otra opción? —pregunta el pelinegro, mirando la puerta desde la comodidad


de su cama.

— No, realmente no. Tienes que comer la sopa —dice el chico del otro lado de la puerta.

Kim TaeHyung le recuerda, de cierta manera, a su madre. Quizá por eso es un poco más
difícil rechazarlo. La personalidad radiante es una copia casi exacta de aquella mujer tan
cariñosa y especial; ese pensamiento simplemente lo hace detenerse cuando quería que se
fuera.

JungKook se pone de pie, sin esperanzas de que la dichosa sopa tuviese buen sabor. La
comería porque no quiere que el chico colocara aquellos ojos tan molestos que suele poner
cuando algo no sale como lo quería, cuando sus expectativas no superan la realidad. Se lo
imagina: aquellos ojos grandes, tornándose en nubes de lluvia, las hebras castañas
cayendo como si fueran lejanas lianas, y sus manos jugando entre ellas.

Cuando el menor abre la puerta, nota que se hace ligeramente tarde debido a la luz
tenue que entra por las persianas. Probablemente hayan pasado unas dos o tres horas
desde que llegaron. Abre los ojos por un segundo, con la impresión cayendo por su rostro,
ya que el tiempo durmiendo se pasó volando. La casa, como propusieron en un principio,
está totalmente limpia. Es claro porque el piso brilla, sus zapatos están acomodados en la
entrada, el cuadro de su madre está limpio y la casa huele a un extraño extracto de lavanda
que ni siquiera sabía que tenía.

Sus ojos giran en su entorno y... Un momento.

— ¡¿Qué demonios haces con eso puesto?! —La voz de Jeon sale sorprendida y
estupefacta. No llega a gritar, pero su tono es bastante gracioso.

TaeHyung, por otro lado, mira hacia abajo, examinando su cuerpo a la vez que sus cejas
caen en un arco curvado hacia abajo y sus labios forman una línea fina. Entonces alza la
vista hasta el pelinegro, mirándolo con confusión.

— Es un delantal, lo encontré por ahí. No quería ensuciar mi uniforme.

— No lo lleves puesto, es demasiado... No, simplemente se ve mal.

De todas maneras, claramente que no lo lleva para limpiar la casa. Es una broma, no
más que eso.

A pesar de que Tae no encuentra nada extraño en lo que lleva puesto, se siente lo
suficientemente cansado como para no discutir con el chico. Haciendo caso a lo que
JungKook le dice, sus manos van hasta el hilo del ropaje, quitándoselo suavemente y
dejándolo caer en alguna parte del sofá. Sus pasos se dirigen directamente a la cocina y,
tomando un plato hondo recién servido, voltea a ver a JungKook con una sonrisa. Esta
sonrisa es recibida con la mueca de disgusto que hace inmediatamente el pelinegro.
— ¿Dormiste bien?

— Tu preocupación me altera mucho. Actúas como una madre.

— Soy un novio preocupado —TaeHyung le alienta a sentarse con gestos—. ¿No es casi
lo mismo?

Cuando JungKook se sienta, puede sentir el humito del caldo entrar por sus fosas
nasales. Inmediatamente se siente obligado a pensar que hacía tiempo que la comida
hecha en casa no hacía presencia en su departamento. Es que realmente vivía de fruta
picada y sopas instantáneas; las cosas que aprendió a cocinar tomaban demasiado tiempo,
o terminaban por salirle mal porque es un cocinero inexperto. Esboza una pequeña sonrisa,
pero las palabras de TaeHyung le hacen borrarla.

— Te gusta mucho esa palabra, ¿no? —pregunta viendo a TaeHyung—. La palabra


"novios".

El castaño se alza de hombros y, antes de hablar, sentado delante de JungKook, recarga


la barbilla en su puño, suspirando; así TaeHyung analiza al chico, que con algo de temor y
vergüenza comienza a cucharear la comida. JungKook se siente incómodo teniendo
aquellos ojos encima suyo, como si no pudiera comer en paz.

— Supongo que es la única palabra que puedo usar contigo —admite en voz alta. El
pelinegro le mira con una ceja alzada, provocando que Tae se cubra el rostro con ambas
manos—. No es lo que quise decir.

JungKook odia que TaeHyung fuese de esos chicos extremadamente nerviosos. Habla
sin pensar, después se retracta. Las personas así lo sacan de quicio, pues nunca sabe en
qué momento están hablando sinceramente, si lo que sienten es claro, si sus pensamientos
no son esporádicos y banales. Las personas decididas valen por mil. TaeHyung no está
seguro ni decidido de sus opiniones ni pensamientos. Y si él no puede confiaren sus propias
palabras, ¿cómo confiaría en las de los demás?

JungKook da otra cucharada antes de notar cómo TaeHyung tiene la mirada perdida en
algún punto del lugar. Piensa en lo rica que ha quedado esa cosa; sin embargo, no lo dice.
Todavía tiene un ligero dolor de cabeza, aunque no quiere actuar como si estuviera
muriendo. Es decir, no está muriendo. Pronto estaría mejor y en cuestión de horas, al día
siguiente, podría ir de nuevo a la escuela con ese chiquillo.
— ¿Entonces qué querías decir? —pregunta intentando sacar a TaeHyung se su trance.

Sin embargo, aquel ser puro mira a otro lugar, contestando al mismo tiempo.

— En realidad, JungKook, no tengo otra manera. No puedo darte apodos o esas cosas,
porque hasta donde sé, yo no te gusto.

Jamás lo ha escuchado hablar en serio. Esa vez, tiene razón. De todas maneras, no se
lo va a recalcar porque sería ser demasiado cruel. Y, a pesar de todo, aquel día el chico lo
acompañó hasta casa y estuvo ahí toda la tarde. No recuerda con exactitud la última vez
que alguien lo visitó cuando estaba enfermo, la última vez que su padre cuidó de él, o
cuándo tomó una sopa como método de curación con tanta hambre. Eso lo hace retener
palabras que podrían ser perjudiciales. No para él mismo, sino para TaeHyung.

— No me gustan los apodos cursis —vuelve a hablar el menor, dando otra cucharada y
bebiendo de su agua—. Realmente, ni siquiera me agrada la palabra novios.

— Lo lamento, no tenía idea.

— Pff, seguro que no. TaeHyung, no me lo tomes a mal... —Oh, no. La crueldad no debe
salir de él. Pensó un momento lo que diría, antes de gesticular con sus manos—... Mira,
cuando alguien te gusta, lo que debes hacer es actuar seguro.

¿Le está dando consejos para conquistarlo? No, no. Aquí hay una cosa. JungKook sabe
cómo actúan los demás; sin embargo, no es como los demás. No sabe qué esperar, no
quiere esperar nada. Su vida está tranquilamente compuesta por ir a la escuela, jugar
básquet y regresar a casa, tener novios por aquí y por allá, no desarrollar sentimientos lo
suficientemente fuertes como para morir.

Realmente, no sabe qué es lo que podría llamarle la atención de alguien más. No ha


pasado por esa fase y está muy bien, gracias. No le molestaría tener a alguien a su lado,
pero no quiere a alguien vacío, hueco; y si es sincero, mejor no tener a nadie. Es lo que le
molesta de todas las relaciones actuales: se dejan llevar, más que todo, por la popularidad y
el físico, y, de vez en cuando, la personalidad. Está bien hasta ahí. Pero el tiempo es
problema. Dos días de conocerse, un mes, seis meses... Es muy poco tiempo, a su parecer.

El querer estar con una persona te lleva demasiado tiempo. De otra manera, ¿qué tan
mal la conoces?
— No me funciona nada contigo —escucha de nuevo a TaeHyung. Su voz cada vez se
apaga más—. De verdad lo estoy intentando.

JungKook se siente mal. ¿Por qué demonios se parece tanto a esos chicos de los libros
que terminan por hacer sentir mal a todo el mundo? Eso no es para nada bueno. Creyó, por
un momento, que hasta es un problema. Baja la vista, comiendo de nuevo, sin saber qué
más decir o hacer. No quiere seguir aconsejando a TaeHyung, tampoco darle una base
firme para seguir intentando lo que se supone que quiere lograr.

— Lo sé —dice, para no darle más rollo al asunto.

— Pero no veo avances —insiste TaeHyung—. Ni siquiera sabía cómo hacer una sopa,
tuve que buscarlo, creo que soy patético.

Apiádate del alma de un pobre chico, actúa con tus sentimientos y déjate llevar.

— Todo esfuerzo tiene su recompensa —dice JungKook.

Los ojos de TaeHyung se alzan, con una pizca de emoción, recobrando aquellos ánimos
con los que llegó. Él vuelve a recargar la mandíbula en su mano y mantiene los ojos fijos en
los de Jeon JungKook. Soporta todo, menos esa estúpida mirada risueña. Es como ver una
flor crecer desde pequeña: te maravilla y asombra el color, el largo del tallo..., y, cuando
muere, simplemente lo has disfrutado.

La palma del pelinegro cae sobre la cara de TaeHyung con delicadeza mientras que
suelta una risa, una risa que parece una burla ante la expresión tan profunda y sincera que
dejó salir.

— No me mires así. Pareces un idiota enamorado —JungKook dice, alejando lo más


posible a TaeHyung de él—. Ahora, come. Comer sin compañía me hace sentir más
enfermo.
Capítulo IX

Las costumbres, día a día, producen un sentimiento de satisfacción en las personas. A


veces estas mismas costumbres se encargan de definir la manera en la que las personas te
observan. Incluso más cuando comienzas a hacerte presente en el día a día de alguien. Por
esta razón, y complementando su compleja manera de ser, JungKook comienza a odiar que
acompañar a TaeHyung a su casa se estuviera haciendo una rutina agradable.

— ¿Te fue bien hoy? Dijiste que tenías mucha tarea, además recuerdo también que tu
papá iba a llegar. ¿Sí llegó? —Las preguntas de TaeHyung son algo espontáneas.

JungKook suele recibirlas constantemente. En cuanto salen de la escuela, el mayor


simplemente ama hacerlas. Aquel día, el cabello de TaeHyung va acomodado como de
costumbre, pero JungKook lo lleva de lado; carga en el hombro su característica mochila
color negra, a la vez que a su lado (ya no justo por detrás) camina un TaeHyung algo
risueño. Los cambios son notorios, principalmente en el castaño.

Es obvio que TaeHyung, desde el día en el que Jeon enfermó, cobró algo de seguridad y
confianza al estar a su lado. Lo notó completamente al día siguiente, cuando con una mano
alzada, entrando corriendo por las puertas de la escuela, TaeHyung exclamó fuerte y claro:
¡Hola JungKook!

— Papá no llegó ayer. Llamó para decirme que... —Las palabras de JungKook se
detienen en el aire.

¿Por qué tiene que darle explicaciones a TaeHyung? Un día que se llevaran bien no va a
alterar los demás. JungKook recuerda que, en su vida, al igual que los demás, TaeHyung es
una relación sin importancia, pasajera. Así como con todas las personas con lasque ha
estado, el castaño se siente con la libertad de actuar con confianza cuando, sin saberlo,
JungKook se comportó de forma vulnerable. En cuanto TaeHyung se hartara de la incómoda
relación (que parece más de ami-enemigos quede novios), terminarían y todo regresaría a
la normalidad. No es una opción cobrarle importancia, volverse amigos y contarse cada
cosa de su día con fervor, tristeza o interés.

— Pero no importa realmente —El tono de JungKook vuelve a ser gélido, algo confuso,
pero bastante seguro como para bajarle el ánimo a TaeHyung—. Son mis cosas.

— ¿Eh?
El corazón de TaeHyung se siente desanimado. Otra vez tiene enfrente un muro sólido
de titanio, impenetrable y completamente frío al tacto. ¿Por qué regresó el tono
desinteresado que hace que todo fuera incómodo? Se detiene un momento en su lugar,
preguntándose si ha hecho algo que afectara la fina distancia en privacidad que aún tienen,
viendo a su vez cómo JungKook sigue caminando el ya conocido sendero hasta su casa.
Así pues, el mayor se hace diez mil preguntas, intentando saber: ¿qué he hecho mal?

Toma el paso acelerado, rebasando así a JungKook para poder quedar justo frente de él.
El pelinegro al ver al chico se detiene de inmediato y alza una ceja.

— ¿Qué crees que haces, TaeHyung?

En otras circunstancias, Tae estaría emocionado porque JungKook no suele llamarlo por
su nombre. Sin embargo, en ese momento sabe que solo significa: "me estoy tomando las
cosas en serio al llamarte por tu nombre".

Las manos del mayor se hacen puños a sus costados, mirando con algo de temor la fría
expresión que Jeon JungKook mantiene. No hay ningún movimiento de su parte, los ojos
fijos sin interés alguno. Una sensación extraña le recorre la piel, corrompiendo cualquier
tranquilidad y confianza adquirida. Con ojos confusos, sumidos en interés puro, abre la boca
para hablar.

— ¿Por qué de nuevo usas ese tono tan desinteresado conmigo?

Esperaba ver algo, una reacción, una mueca, un movimiento. Nada pasa. La mirada de
JungKook no cambia.

— ¿Qué tono? ¿El de siempre? —cuestiona JungKook. Se cruza de brazos, inclinado,


recargado sobre su pierna—. ¿Qué pensabas? Las cosas no funcionan así.

Los hombros del castaño decaen, dejando ver su estado de ánimo. Claramente es un
golpe fuerte el creer que estás avanzando y, de pronto, estando tan cerca de tu meta,
retroceder.

— No... —Su voz decae, como desalmado—. Pero... ¡pero pensé que podíamos hablar
un poco más!
— Pff... —JungKook suelta un sonido exasperado—. ¿No te dije que disfrutaras el
momento? Todo vuelve a la normalidad.

Rodea al castaño, sintiendo algo retorcerse, pero no le presta atención. De alguna


manera, el sentimiento es incómodo, mas no lo suficiente como para detenerse a pensar
qué es. JungKook no quiere estar en ese punto de quiebre que lo haría parar en su lugar,
darse la vuelta y pedir una disculpa por su tono; porque, como dije, sería el punto quiebre
que rompería cada aspecto de aquel muro de titanio. TaeHyung se queda ahí un instante,
viendo el piso con los aires bajos, con un aura más pobre que cualquiera otra que alguien
haya visto.

Los ánimos se fueron directo al suelo. Pisoteados, sintiéndose como un tonto que quiere,
pero no puede, entender a la persona que le gusta. Y le gusta lo suficiente como para seguir
luchando... Pero es cansador saber que las cosas no salen como lo piensas, que es tan
difícil descifrar a un chico que habla ocasionalmente. No sabe describir las actitudes porque
de repente son buenas y de repente no. Describir a JungKook se ha vuelto más difícil;
mientras más intenta saber qué demonios sucede, más tiende a confundirse.

— ¿Te vas a quedar ahí? —La pregunta de JungKook retumba en sus oídos—. ¿O
regresas conmigo a casa?

TaeHyung no tiene ganas de verlo, y no es que estuviera del todo herido. Es que
simplemente busca entre su corazón y su cabeza una razón que sea lo suficientemente
fuerte como para seguir con eso, como para no rendirse. Quiere vencer sus expectativas y
comenzar a actuar según lo que sea más probable a que suceda. No actuar por sueños,
actuar por la realidad.

— Puedes irte. Estaré un rato más aquí.

— ¿Ya quieres terminar conmigo? —vuelve a cuestionar el chico desde su lugar.

El ambiente cobra un tono intenso, donde el sonido de los autos llega a hacer que sus
oídos se hundan en un sentimiento incómodo. TaeHyung voltea hacia JungKook por primera
vez.

— No te daré el gusto. Solo vete y nos veremos mañana.


JungKook abre la boca para decir algo, pero al ver los ojos rojos de TaeHyung la cierra
de inmediato, ahogando un comentario que sería solo un detonante más para dejar en claro
que todo termina como empieza. Y la relación de ellos comenzó muy mal.

— Como sea, Poochie. —Se da media vuelta para poder irse—. Nos vemos mañana.

Cuando JungKook comienza a caminar, de nuevo ese sentimiento lo invade. Se hace


una idea, pero la desecha. Una, otra, otra y otra vez. Lo ha llamado lástima, es una pena
que esa lástima sea momentánea. Muy en el fondo quiere engañarse, porque la
preocupación que antes era nula comienza a crecer. Su ego no le permite detenerse y ese
muro que tanto presume se vuelve una simple barda de no más de dos metros.
Probablemente, el día de mañana, y hasta quizá un poco más tarde, terminaría riéndose de
sí mismo. ¿Cómo era aquello posible? Quién sabe. Sin pensar mucho en eso, JungKook
sale del lugar, dejando nada de rastro.

Al darse cuenta de que JungKook está lo suficientemente lejos, y que casi no lo


distingue, los ojos de TaeHyung se inundan en un mar salado de lágrimas repletas de rabia.
Nunca ha sentido tanta impotencia, pues incluso reconociendo el esfuerzo tan arduo que ha
hecho, y animándolo con: "todo esfuerzo tiene su recompensa", Jeon JungKook no lo deja
entrar a su mundo.
Capítulo X

Min YoonGi es una de las pocas personas que entienden a TaeHyung. Sabe que su amigo
es alegre, positivo, que intenta verle el lado bueno a las cosas y que siempre carga consigo
una sonrisa que contagia a cualquiera. Por ello, aquella mañana, la presencia de TaeHyung,
y sobre todo esa cara larga que tiene mientras está sentado a su lado, le hacen pensar en
miles de razones por las que algo así podría suceder.

— Oye... ¿No vas a esperar a JungKook hoy? —pregunta sutilmente YoonGi, viendo
atento a TaeHyung.

Los ojos del chico sueltan un destello por medio segundo y de inmediato TaeHyung
voltea a verle, acomodando a la vez su mochila sobre el hombro, sin expresión que
mostrara su característica felicidad y gentileza. Más bien, TaeHyung lo mira con una mueca
disgustada, casi ahogándose en su propio cinismo. El monótono silencio de TaeHyung es
complicado de entender, junto con su extraña presencia, en vez estar en las bancas, donde
suele esperar a JungKook.

— No.

YoonGi sabe que meterse en ese terreno, con TaeHyung tan exasperado y frágil, es
peligroso. El chico conoce perfectamente cada cosa que puede llegar a pasar si es que Tae
no se encuentra del humor ideal.

— Ustedes... ¿pelearon o algo? —La voz de YoonGi entra suavemente por los oídos de
TaeHyung, quien niega viendo el suelo—. ¿O terminó contigo?... Vamos, habla ya.

Hubiese sido mucho más fácil que Jeon JungKook diera por terminada aquella relación
de enemistad y noviazgo falso con TaeHyung. Rompería su corazón, de seguro, porque de
verdad se está esforzando; y aunque la idea es una pérdida de tiempo, realmente no sería
tan hiriente como la situación actual. Sin embargo, y para su mala suerte, JungKook ni
siquiera le dijo algo que significara una ruptura total, sino que se dedicó a hacerlo sentir un
poco más miserable; recordándole sutilmente que no sentía absolutamente nada por él.

TaeHyung pasó el resto de la tarde imaginando una vida, al lado o lejos de su novio, en
un deseo profundo y estúpido de poder llevar las cosas a un extremo o al otro. Odiaba los
puntos medios y se le es difícil acostumbrarse a tirar y soltar en ese juego en el que se
metió. Aunque la mayor parte de su cabeza se imaginaba, más bien, superando aquel
encaprichamiento para alejarse de ese chico de una buena vez por todas. Pero la cosa es
que, entre más conoce a JungKook, más siente que le gusta. El sentimiento crece de
manera incesable.
— Él... Yo no le gusto —dice por fin TaeHyung, algo adolorido—. Ni siquiera como amigo.
Para él yo solo soy... Supongo que nada, quizá un conocido y ya, YoonGi.

Tampoco es que YoonGi tuviera la gran habilidad de poder recuperar la felicidad en una
persona. Es decir, lo intentaría. Después de todo Tae es su mejor amigo y odia verlo triste.
Más por Jeon JungKook, y peor se hace todo mientas recuerda uno a uno los rumores que
corren de él y el cómo TaeHyung prefirió ignorar eso y sobreponer sus sentimientos
colegiales.

Pero qué hacerle; ese es Kim TaeHyung, tan espontáneo y directo como el aire.

— Lo siento, Tae. Sé que querías que funcionara con él, pero... sabes que es así.

— No sé qué estoy haciendo mal. Quiero gustarle, ese tipo se hace el difícil. —La voz de
TaeHyung decae de poco en poco, variando también en diversos tonos—. ¿Debo hacer
algo?

YoonGi mira a Tae fijamente y distingue aquellos ojos enojados y desilusionados que
difícilmente podrías ver en aquel chico, pues claro, TaeHyung rara vez es tan negativo con
sus acciones y con sus propuestas mentales. Verlo sentirse decaído solo significa que su
propia meta se venía abajo, y ese es el punto más hondo al que lo ha visto llegar. Como su
amigo, YoonGi tiene el objetivo de decirle que tan solo es un patán, que no vale la pena,
que realmente está equivocado. En parte es cierto.

No obstante, desde el otro punto de vista, JungKook es el tipo de persona que


difícilmente gustaría de alguien más tan de pronto; YoonGi entiende eso, y que TaeHyung
se acercara a él de la nada pidiendo ser novios, más aun teniendo en cuenta todos y cada
uno de los rumores (que terminaron siendo ciertos), fue un grave error con consecuencias.
Entiende también que JungKook pudo aceptar debido a muchas razones: la presión de las
decenas de ojos encima suyo, su desinterés en las parejas y la última, aunque no la
favorita, por mera compasión.

La mano del mayor cae directamente en el hombro de TaeHyung, y un suspiro


desesperado sale desde el fondo de sus pulmones.

— No lo creo —admite YoonGi—. Si te soy sincero, creo que deberías dejar que él
decida, tú ya hiciste tu mejor esfuerzo. Eres un chico genial, TaeTae. —La voz de YoonGi es
amistosa, con una sonrisa claramente agradable.
TaeHyung mira a su mejor amigo y suelta un suspiro tranquilo, aliviado por oír que se
está esforzando y por saber que alguien verdaderamente lo valora y lo menciona sin miedo
alguno. Le sonríe de vuelta a YoonGi, como si supiera que nunca dejaría de decir las cosas
correctas en el momento indicado.

— Gracias, YoonGi —dice TaeHyung suavemente.

Los amigos son por siempre y para siempre, en las buenas y en las malas. Dejar a
TaeHyung varado a la mitad de un problema así, sería imperdonable. Ellos tienen muy en
cuenta ese tipo de códigos implícitos, que sabes que tienes que seguir. Y aunque sonara
como una idiotez, sienten la obligación de darle todo su apoyo al otro.

— Entonces... ¿no vas a ir con él?

TaeHyung ladea la boca en gesto de asco y desagrado, negando varias veces.

— Si te soy sincero, lo que menos quiero hacer ahora es verlo —dice TaeHyung dando
vuelta por sobre sus talones—. Solo me darán ganas de reclamarle cosas.

YoonGi suelta una sonrisa para después pasar el brazo rápidamente por el hombro de
TaeHyung y comenzar a caminar juntos. Tienen aquella hora de las mañanas en clases
separadas; regularmente, y antes de que don JungKook apareciera en la historia, YoonGi
acompañaba a TaeHyung hasta su salón o viceversa. Depende de qué tan cerca estuvieran
el uno del otro. YoonGi y TaeHyung son amigos desde los diez años; sus madres se
conocían, sus padres eran compañeros de trabajo inseparables. Era obvio que ellos
terminaron llevándose bien después de tantos años de estar juntos, de convivir entre ellos,
verse en las fiestas de cumpleaños e ir a la casa del otro. A pesar de que TaeHyung no se
mostraba interesado en YoonGi en un principio, y de que le parecía un niño demasiado
tonto, YoonGi, siempre buscaba hacer amigos por muy callado y tímido que fuera. La
personalidad de TaeHyung le hizo cambiar a su gusto, y en esos momentos, se encuentra
en un punto medio entre introvertido y extrovertido.

En cuanto llegan al aula, el brazo de YoonGi cae del hombro de TaeHyung.

— Oye, saliendo de la escuela vamos al karaoke o algo —propone para desestresar al


cansado TaeHyung—. Y vamos a comer... esas cosas dulces que te gustan. ¿Crepas?
Sabe qué cosas le hacen sentirse mejor cuando tiene esa actitud explosiva y
malhumorada, la cual apenas y es distinguible. Por más que desea que las cosas entre él y
JungKook se arreglaran, tiene que mantenerlo contento en lo que eso sucedía.

— Bien, ¡nos vemos, YoonGi hyung!

En el momento en el que TaeHyung pone un pie dentro del salón, puede sentir las
miradas de todos sobre él, las risitas escondidas y todo el sentimiento de odio cayendo
sobre él. Un aura interesante se siente a su alrededor. Piensa de inmediato: ¿Tengo roto mi
pantalón? ¿Tengo algo en los dientes? ¿YoonGi me pegó algo a la espalda?

Los ojos de TaeHyung recorren todo el salón. No hay ni una sola mirada que no esté
puesta en él. Todos tienen al menos una señal, le prestan atención, una atención a la que
jamás se expuso y que comienza a calarle hasta el alma. Sus orbes vagan de lado a lado
hasta que se topa con la mirada de Park Jimin, preocupada pero sin ser explícita. TaeHyung
quita rápidamente la mirada de él y la regresa hasta otro alumno de su clase. Éste se pone
de pie y a pasos cortos se acerca a TaeHyung con una sonrisa cínica, haciéndolo sentir
como un bicho pegado sobre el cristal con cinta adhesiva. En el momento en que el castaño
alza la vista, se topa con unos ojos avellanos, y mira bien al chico, quien abre la boca antes
de decir:

— No te costó nada conseguirte a alguien más, ¿eh? —Las palabras salen con algo de
sarcasmo y un tanto de gracia, desconcertando a TaeHyung en cuestión de segundos—.
¿Se te es fácil engañar a JungKook?

TaeHyung se queda estupefacto con lo que escucha, y en el instante que desea abrir la
boca para defenderse, las risas de los demás se hacen presentes. Yeo ChangGu observa
con una sonrisa completamente cínica, burlona, a TaeHyung.

— ¿Qué? —logra balbucear TaeHyung ante tal falsa exposición.

ChangGu ríe, y pone un dedo en la frente de TaeHyung, empujándolo hacia atrás.

— Ya había oído que te trataba como a un perro —dice el pelinegro con aires de
grandeza. Se agacha un poco hasta quedar frente a frente TaeHyung, mirándole a los
ojos—. Pero no creí que en realidad fueras uno.
Capítulo XI

Los ojos de TaeHyung están inundados en enojo, probablemente un indicio de que en


cualquier momento podría llorar. Después de que todos se rieran en su cara, cuando
ChangGu le impulsó hacia atrás con su dedo índice, él se puso de pie y corrió al baño con
toda la rapidez que sus piernas le permitían. Se miró en el espejo, preguntándose porqué
no dijo nada. Ciertamente es un chico que prefiere no meterse en problemas, porque
realmente odia discutir; no obstante, tiene una boca para defenderse, porque lo que habían
dicho no es cierto. Lo tiene en claro, los únicos que saben qué sucede son él y JungKook,
nadie más.

¿Todo aquello está pasando por hacer lo que siempre hacía con su mejor amigo
YoonGi? Hasta donde él entendió, eso de mover la cola... Eso de saber que lo tratan como
a un perro, ¿JungKook también tiene esta extraña fama? Preguntándose cuántas cosas se
decían de él, limpia varias veces cualquier lágrima de coraje que se pudiera escapar,
eliminando por completo cualquier rastro de unos ojos mínimamente llorosos. La puerta de
los sanitarios se abre de forma abrupta, dejando ver a Park Jimin, el chico de los cabellos
dorados.

— ¡TaeHyung! —exclama el rubio llegando a su lado, poniendo de inmediato la mano en


su hombro—. ¿Qué pasó? ¿Estás...? Hum, ¿estás bien?

TaeHyung observa por un momento a Jimin, y le sonríe no muy convencido, antes de


asentir unas cuántas veces.

— Es solo que ChangGu...

— Lo sé, TaeHyung —dice Jimin palmeando unas cuantas veces la espalda del
castaño—. ChangGu suele ser algo pesado. Y grosero. Te llamó perro, casi literalmente.

TaeHyung nunca había tenido problemas con nadie. Toda su vida se llevó bien con la
mayoría de sus compañeros, hablaba con todos y sonreía. Pero desde que JungKook y él
se hicieron novios, las dificultades comenzaron a llegar con más frecuencia. Después de
todo JungKook es totalmente predecible, con sus acciones, sus palabras o lo que haría; es
decir, JungKook, a los ojos de todos, hacía en esa relación lo que siempre hizo con los
demás. Tae no lo nota del todo, los demás sí.

La mano de Jimin sigue moviéndose sobre la espalda del menor a modo de


tranquilizarlo. La respiración de TaeHyung es agitada, y podrías imaginarlo fácilmente,
porque lo está consumiendo la impotencia desde el fondo de su estómago, y eso a su vez le
provoca tristeza. Si JungKook lo ve como un perro (palabras de ChangGu), los demás
también lo harían. Hasta aquel momento, realmente ninguna de las actitudes que Jeon
JungKook había tenido con él le daba señales de ser su mascota.

Entonces, ¿para JungKook es un perro mascota más? ¿Es eso lo que todos temen? ¿O
lo que todos aman? Ha escuchado todo tipo de rumores, pero eso ya es demasiado, ni
siquiera puede hacerse una idea clara de todo el embrollo en el que está envuelto.

— Uh, qué difícil —susurra TaeHyung con la cabeza baja y vibras malas, porque las
preguntas lo abruman.

— No le hagas caso. Está celoso. Cuando ChangGu y JungKook fueron novios, ni


siquiera duraron una semana —dice Jimin de nuevo, procurando mejorar el ánimo del
chico—. Eso lo hizo ser un completo idiota. A todo quien salga con JungKook, lo termina
queriendo hacer menos.

TaeHyung mira un momento el reflejo en el espejo y suspira.

— Supongo que en algún momento algo de este tipo tenía que pasar.

Es una idea bastante compleja, de hecho. JungKook es codiciado por los demás, es
cierto, todo el mundo busca su atención porque no suele prestársela a nadie. Es novio de
quien se lo propusiera porque, de todas maneras, su actitud no cambiaría. Aunque
TaeHyung siente que sus palabras no reflejan sus pensamientos. ¿Quiénes son los demás
para decirle ese tipo de cosas?

El timbre suena, marcando el inicio del primer receso. Las dos primeras horas pasaron
rápidamente y, en cuanto pueden, Jimin mira a TaeHyung y le dedica una de esas sonrisas
reconfortantes. El aura de Park Jimin es un tipo de sentimiento que te hace sentir protegido,
e incluso cuando Tae no lo conoce del todo, a su lado no había ningún tipo de incomodidad
o resentimiento. Si Jimin te envolvía en una brazo, probablemente tu humor mejoraría.

— Vamos juntos a comer.

TaeHyung asiente dos veces, y, antes de salir, se pregunta dónde podría estar ese
pelinegro de actitud extraña y gustos cuestionables.

[...]
Cuando TaeHyung pone un pie en la cafetería, las miradas se pegan a él como el metal a
un imán. Todos observaban con atención esa figura ya conocida; junto a ella, Jimin, que por
otro lado se siente igual de observado. No es mentira, los alumnos de otros grados se
enteraron de todo, una prueba de cómo corren los chismes. Las personas son demasiado
entrometidas cuando ni siquiera se les llama.

Para todos, Kim TaeHyung está engañando a Jeon JungKook. Por si no queda claro, es
una aberración y muestra perfecta de la estupidez andante y la mala difusión de
información.

— Mmm, se siente esa vibra de chicos idiotas —menciona Jimin en voz alta. Las
miradas los abruman, aunque Jimin es más fuerte—. Pero vamos, vamos, ya casi llegamos
con tu amigo YoonGi.

A lo lejos, Min YoonGi también está siendo observado. Es un involucrado, de todas


maneras. YoonGi es parte de aquel supuesto engaño. Cuando TaeHyung llega a la mesa
con él, se encuentra con la temerosa vista de su mejor amigo, e inmediatamente se da
cuenta de que él también está preocupado.

— Tae, lamento causarte problemas —dice YoonGi mirando al chico.

Aunque TaeHyung no piensa que él tuviera la culpa. Nadie tiene la culpa. Si a alguien se
le debiera inculcar alguna culpabilidad, sería a ChangGu, por provocar tantos problemas por
la rabia en su corazón. TaeHyung piensa firmemente que no es su maldita culpa que Chang
no hubiese tenido la suficiente fuerza de voluntad, carisma o lo que fuese, para mantener a
JungKook cerca de él. Realmente no es su problema.

— No es tu culpa, YoonGi.

Jimin, quien se había mantenido observando la escena, a la vez que tomaba lugar,
suelta un suspiro fuerte y recarga la mandíbula en el puño. Los chicos metidos en aquel
problema perciben los ojos curiosos de Jimin hasta que por fin él les sonríe.

— Bueno, no sé por qué dicen cosas de ustedes. No parecen una pareja de novios,
amantes o algo así.

— Claro que no —dice YoonGi jocoso—. Nosotros somos amigos, siempre lo hemos
sido. Que los demás digan sus mierdas es otra cosa.
La verdad es que en aquella escuela todos ven lo que quieren. A pesar de ser un total
rompecorazones, JungKook es guapo; alto, inteligente. Sus notas son impecables, juega en
el equipo de básquetbol. Es amable cuando quiere, le sonríe a todo el mundo fingiendo ser
un príncipe. Todos lo protegerían, siempre.

Es tan curioso que a JungKook no le interesara eso. No quiere alguien que lo defienda, y
lo que pensaran los demás le vale poco.

Una multitud se ve de un instante a otro. Aproximadamente un grupo de treinta personas


comienza a acercarse con seguridad, y es divertido verlos con esas expresiones,
sintiéndose superiores. Cuando YoonGi, TaeHyung y Jimin notan eso, no quieren admitirlo,
pero algo se remueve en sus estómagos. Todos ahora dirigen la mirada a la persona que
está hasta el frente: Yeo ChangGu. El pelinegro de mirada penetrante, guapo, quien fue
alguna vez segundo capitán del equipo de básquet, hasta que otro pelinegro de mirada
penetrante le quitó el puesto.

Los problemas vienen con fuerza, es lo primero que piensa TaeHyung al chocar con
aquellos ojos furtivos, llenos de odio.

— Tú, perrito. —La voz de Yeo se escucha desde donde está sentado TaeHyung. Las
miradas de todos se dirigen al chico, quien se cohíbe en su lugar—. ¿Estás listo para
afrontar tu castigo por engañar a JungKook?

La mandíbula de YoonGi se tensa, Jimin está estupefacto y TaeHyung inmóvil, pero con
una mecha encendiéndose en su interior. Ninguno puede decir algo; su boca está
costurada. Simplemente, todo comienza a ser demasiado tenso para querer ponerse de pie
y gritarse o defenderse, corriendo el peligro de cortar la cuerda.

TaeHyung se queda sentado en su lugar, negando el hecho y las ganas que tiene de
pararse a responder. No es así. TaeHyung es pacífico, tranquilo, no vale la pena. Rebajarse
a lo que los demás hacen, pelear por una estupidez como lo es una relación; pues, si bien le
importa JungKook, no es suficiente como para verse igual de miserable que ChangGu, una
persona repleta de odio, merecedora de su lástima.

— ¿No vas a decir nada, perro? Porque es como te tratan, ¿no? Como un perro.

TaeHyung le dedica una mirada incomprensible a YoonGi, quien quiere pararse también
a darle un buen golpe. Esa mecha que se enciende avanza con gran rapidez, como si una
oleada de palabras se comenzara a juntar en la garganta de TaeHyung para hacer lo que no
quiere: pelear.

Todos miran a Tae, le juzgan, porque creen que está engañando al príncipe más
codiciado. Piensan: ¿Cómo puede engañar a tremendo chico? Pero no saben, ni tienen
idea, que los últimos días ha estado deseando tanto su atención que ha dejado su orgullo y
su coraje de lado. No tienen ni idea de cuánto desea gustarle a JungKook, y lo mucho que
está luchando por conseguir que sea recíproco, que incluso ha hecho mil planes para poder
tener una relación más llevadera y sincera. Las únicas personas en el mundo que saben
eso son él mismo y el propio Jeon JungKook.

— Hm —suelta ChangGu, luego una risita. Eleva el dedo índice, hasta la frente de
TaeHyung y vuelve a hablar—. Un cobarde. —La cabeza de Tae se impulsa hacia atrás.

Los ojos de TaeHyung se inundan en coraje, seguido de lágrimas, y cuando quiere


comenzar a gritar, la risa sonora de Chang inunda sus oídos, impidiéndole hacerlo.

— Tú nunca, escucha bien, Kim TaeHyung —dice procurando que pocos lo escuchen,
pero resulta imposible. Chang se pone de la misma estatura de TaeHyung para hablarle
cara a cara una vez más—; nunca le vas a gustar a Jeon JungKook.
Capítulo XII

El día escolar transcurrió de lo peor. La escena en la cafetería desencadenó un odio


profundo hacia TaeHyung de parte de la población estudiantil, esos mismos estúpidos que
juzgan antes de conocer la situación. Nadie deja de hablar de él, y lo peor de todo es que
elogian a Yeo ChangGu por "rebajar" a un "estúpido mentiroso". Hasta aquel momento,
Jeon JungKook no ha dado señales de vida. De hecho, ni TaeHyung ni YoonGi o Jimin lo
han visto.

Es la hora de salida. Como de costumbre, antes de que todo comenzara con el


pelinegro, TaeHyung se pone la mochila en el hombro, decidido a irse a casa directamente.
No esperaría a nadie y le pediría a YoonGi que salieran un poco más tarde. Distraerse sería
bueno. De todas maneras, los rumores corren como el viento y no hay forma de zafarse de
mentiras tontas. No le teme a nadie y tampoco se va a dejar amenazar para terminar con la
amistad de alguien a quien conoce hace años.

Los pasos del castaño son, a diferencia de los demás días, pesados y refunfuñones. Sus
cabellos caen con rudeza porque mira al suelo con algo de enojo, también un poco de culpa
por no defenderse. Se pregunta a la vez si vale pelear tanto por alguien que no da señales
de interés, como lo es JungKook, sin siquiera aparecer y dar su propia defensa al problema.
Justo antes de cruzar la reja de entrada, una mano sujeta con delicada fuerza su brazo.

— Aguarda un momento, Poochie.

Cuando TaeHyung gira su cabeza, sus ojos se posan directamente en Jeon JungKook.
El cabello del chico está húmedo a causa del sudor, carga en su hombro la mochila tan
característica de él, la cual Tae ya ha memorizado perfectamente, al igual que sus
expresiones confusas. Va vestido con el uniforme de básquet, ya que, como siempre, aquel
día es su práctica. Las cosas están raras, porque no es aún la hora de salida. Es
cuestionablemente temprano; más aun, porque JungKook incluso se queda veinte minutos
después de su salida normal.

TaeHyung observa con desdén al chico, y, sin pensarlo mucho, se suelta de su agarre
con fuerza.

— ¿Dónde demonios has estado? ¿Tienes idea del problema en el que estoy metido? Ni
siquiera me has hablado en estos días, ¿tú quién te crees que soy?

TaeHyung entiende que es en vano decirle todo aquello. Hasta donde sabe, y por todo lo
que alguna vez le dijo ese pelinegro, no se preocupa ni por un segundo de su estado
psicológico, sentimental y, hasta podría decir, físico. De todas maneras, tiene la necesidad
de sacar el enojo y todo lo que no le dijo a Yeo ChangGu.

La mirada de JungKook no expresa nada en absoluto, tan solo un estado de duda y


sorpresa por el tono tan severo con el que TaeHyung le habla. No tiene idea de que podía
decir algo de esa forma, tan firme, al grado de ser interesante.

— ¿Por qué les haces tanto caso? —cuestiona Jeon con duda en su expresión—. Ellos
hablan de todos, siempre. Se meten en cosas que no les importan. Además, tú y yo, y tus
amigos sabemos que no es cierto.

— ¡Entonces sí sabes y no te apareces a decir nada, o lo que sea! —exclama TaeHyung


enojado. JungKook se queda quieto en su lugar, viendo dudoso al chico—. ¡Y qué si hablan
de todos! Ni siquiera sabes cómo hablan de mí en mi propia cara, todos te protegen a ti.
¡ChangGu me dijo que era un perro!

JungKook se da una palmada en la frente, en un claro signo de desesperación y burla


hacia sí mismo, como si todo fuera un gran disparate. Pero sabe que no. Tiene en cuenta
qué era por lo que estaba pasando Kim TaeHyung. Inevitablemente, es una ley: todos
terminan quejándose del exnovio loco. Intentó muchas veces detenerlo; JungKook no cree
que alguien mereciera esa actitud tan aberrante por parte de un chico cualquiera. Yeo
ChangGu siempre les hace la vida imposible a todos sus pasajeros novios, porque claro que
está tan celoso de que él y JungKook no lograran el sueño que Yeo tuvo desde el primer
grado.

El enojo de TaeHyung se desvanece muy lentamente en su interior. Sus cejas están


torneadas hacia abajo y sus ojos emiten un singular brillo que da a entender todo lo que
tiene por dentro. De cualquier modo, JungKook se cruza de brazos y seguido mira
atentamente a TaeHyung.

— Hey, tú, ¿por qué no me has esperado hoy en la mañana?

TaeHyung abre la boca tras la pregunta. Está a punto de responder, pero cae en cuenta:
¡¿por qué le cambia el tema tan de repente?!

— ¿Qué demonios? ¡Estoy pasando por el odio de media escuela! ¿Cómo se te ocurre
que...?
La mano de JungKook cae directamente sobre la cabeza del chico, tomando con ligereza
sus cabellos y acercándose cara a cara, bastante separados, pero lo suficientemente juntos.

— Me acostumbro a las rutinas —dice JungKook con cierta comicidad, mas sin salir de
su tono serio—. ¿Cómo crees que me sentí cuando llegué y cierto tonto no estaba
esperándome?

El habla de TaeHyung flota en su interior y nunca sale. Un nerviosismo intenso le recorre


las mejillas al tener a JungKook tan cerca de él. Es un momento extraño. Se siente extraño.
Más teniendo en cuenta que el otro está todo serio, ni riendo ni nada, con ese tono que lo
hace preguntarse si estaba coqueteando o si simplemente es un método más para alejarlo,
o mantenerlo cerca, o alejarlo; ¡demonios! Qué complicado. El sentimiento abarca muchas
cosas, pero su cerebro se niega a creer que tal sueño estuviera haciéndose realidad. Su
corazón late desenfrenado, y, por un momento, cierra los ojos con fuerza.

TaeHyung no dice nada, solo mantiene los ojos cerrados.

— Ja, Poochie —habla JungKook de nuevo, revolviendo los cabellos del chico—. Deja
que ellos hablen. ¿Querías salir conmigo? Te dije que iba a ser difícil. Tranquilízate, mañana
cuando vengas todo estará como siempre.

JungKook tiene la sensación de un sabor amargo entrando por su garganta. Sus


palabras lo llevan a distintos escenarios posibles, y de un momento a otro ya se siente con
una carga encima. No obstante, su exasperación está por los suelos. Ha decidido quedarse
quieto, siendo un espectador hasta tener que intervenir. Suelta el cabello de TaeHyung, y
rasca su nunca. Mira el momento exacto en el que el castaño abre los ojos: se ve nervioso.
Si JungKook pudiera describirlo usaría esa palabra, "nervioso"; de vez en cuando lo
comprendía. La situación se torna extraña, el reclamo que le hace fue involuntario. Aunque
liberador.

TaeHyung suelta un suspiro y se pregunta por qué demonios tiene que estar cayendo a
cada instante por un tonto que no demuestra nada más que un interés superficial, digno de
cualquier relación pasajera. Bueno, eso sería lo menos.

— Voy a creerte y suponer que mañana todo estará tranquilo.

JungKook asiente y acomoda de nuevo la mochila en su hombro.

— Vamos, te llevaré a casa —anuncia JungKook en voz alta, comenzando a caminar.


Un anonadado TaeHyung se queda de pie, viendo cómo el chico comienza a caminar.
Suelta un suspiro que llega hasta JungKook, y entonces el pelinegro se voltea y le mueve la
cabeza para que se apure. Muchas preguntas emergen en la cabeza de ambos, aunque
ninguno dice nada. No creen necesario estropear el interesante y confuso momento;
probablemente porque sería muchísimo más problemático.

TaeHyung da media vuelta sobre sus talones, y camina hasta llegar a JungKook.
Emprenden camino hacia la casa del chico, pasando por la heladería, y parando en una
esquina. El semáforo debía permitirles el paso.

— Entonces, TaeHyung —el nombre del chico sale de la boca de JungKook. En su


estómago Tae siente un revoloteo incómodo que tranquiliza mirando hacia otro lado—. ¿Por
qué no estabas ahí esta mañana?

La pregunta es abrumadora, con una sencilla respuesta.

— No tenía ganas de verte.

Demasiado duro para ser verdad. Aunque lo es, la realidad es que JungKook no es
alguien a quien exactamente quisiera ver. TaeHyung admite que mirarlo en aquellos
momentos solo haría que su corazón se sintiera totalmente herido. ¿Es que JungKook se
hacía el tonto o algo así?

— Hum, qué lástima —vuelve a hablar JungKook con un tono alto. El semáforo cambia
de color y cuando el pelinegro da un paso para comenzar a cruzar la calle, dice—: Y yo que
tenía que darte algo hoy.

Cuando TaeHyung capta eso, sus piernas se aceleran rápidamente hasta llegar al lado
del chico. Por un momento piensa que es mentira, la mirada de JungKook no dice nada. No
puede saberlo con seguridad. Es que Jeon es tan difícil. Siempre mira hacia el frente
cuando caminan, con la mochila en su hombro. Sus pasos son largos y normales, pero
siempre termina quedándose atrás; le recuerda perfectamente a una señora comprando en
el mercado asegurando que, de no llegar en primer lugar, las verduras frescas se acabarían.
Tampoco entiende cómo es tan bueno ocultando lo que siente, en una barrera que sus ojos
pueden generar, tan confusa como la escarcha que cubre lo que desea.

El castaño observa una vez más a JungKook y suspira.


— ¿Qué ibas a darme?

— Dijiste que no querías verme. En ese caso, lo que te iba a dar sería totalmente inútil
—anuncia Kook con la mirada en él.

TaeHyung se queda callado. Demonios, ojalá hubiera respondido que tenía cosas que
hacer. Camina aún a su lado por algunos minutos más. Es que quiere saber, la duda lo
come. ¡JungKook es tan interesante y complicado! Además, ¿qué era ese tipo de juego de
interés?

Se adelanta al paso del jugador medio del equipo, y se pone justo delante de él.
JungKook para su paso en seco y se hace un poco para atrás al tener la cara de TaeHyung
tan cerca de la suya.

— ¿Puedes decirme, por favor? —pide TaeHyung suplicante. Los ojos le brillan. Cree
que está a punto de que el otro diga que sí, pero...

— No —responde el otro. Le impulsa hacia atrás con un dedo, y hace que se ponga a su
lado—. Ahora, vamos, tenemos que llegar a tu casa ya.

Los dos se encaminan de paso en paso hasta la casa del castaño. Es interesante el aura
de aquellos dos. No están incómodos, y aunque TaeHyung estuviera desanimado, cierta
parte de él se siente feliz, porque por primera vez, JungKook lo buscó. Hasta se preocupó
en cierta medida, intentando hacerlo olvidar el problema. De forma inútil, claro. De hecho, ni
resolvió absolutamente nada, lo cual es un tanto decepcionante... Sin embargo, la intención
es lo que cuenta, y más viniendo de alguien específicamente malo con las palabras. Su
corazón le está dando señales, y no quiere creerlas. Las ilusiones se rompen rápidamente
de forma descomunal.

El tiempo transcurre, la tarde cae al igual que cada día de sus vidas caminando juntos, y
para cuando los dos se dan cuenta, están enfrente de la casa de TaeHyung. El chico se da
media vuelta, y observa a JungKook por un momento.

— ¿No tenías práctica de básquetbol hoy? —Después de tanto caminar y retener la


pregunta, a TaeHyung le ha parecido buena idea hacerla.

JungKook se limita a responder de forma irrelevante.


— Sí —dice—. ¿Y eso qué tiene que ver?

Aprendió qué cuando Kook respondía de aquella manera, significa: deja de preguntarme
tantas cosas. Eso que solo llevan un mes y medio saliendo. Saliendo, ajá... Saliendo, o
"saliendo", o lo que sea, ya están en ese punto donde la relación no tiene una descripción
fija y buena, tan solo es una relación.

Nadie habla nada más, solo se miran durante un breve lapso, un instante fugaz para el
mayor. TaeHyung no le ve el caso a estar ahí, así que suspira por décimo cuarta vez en el
día.

— Bien, entonces entraré a casa.

— Sí, aguarda. —El pelinegro asiente un par de veces y, antes de irse, saca de su
bolsillo dos papeles rojos. Los extiende hacia TaeHyung y el otro los toma—. Eso te iba a
dar esta mañana.

El mayor acerca los papeles hasta una distancia donde puede distinguir de qué se trata.
La cabeza le explota y siente su corazón detenerse cuando lee: "Función cinematográfica".

¿Es una invitación para ir al cine?

— ¿Eh? ¿El cine?

— Me los regalaron, no creas que gastaría eso en ti. —JungKook intenta darle vuelta a la
sorpresa y emoción del chico, excusándose con sinceridad—. Recuerdo que contaste que
te gustaba el cine.

— ¿Vamos a ir juntos?

JungKook odia que fuera tan incrédulo. Mira a TaeHyung con una ceja alzada y se cruza
de hombros, sintiéndose alto ante aquella mirada dulce que se le presenta. Por un momento
siente que es demasiado, pero no quiere desperdiciar aquellos boletos.

— Sí —responde el chico de cabellos negros—. Pero si quieres ir con alguien m...


TaeHyung interrumpe cuando comienza a dar saltos en su lugar. Jeon piensa que es
muy fácil hacer que ese chiquillo se ponga feliz; sin embargo, resulta un tanto satisfactorio,
tanto que no puede ahogar sus ganas de alzar las cejas con un indicio de sonrisa en el
momento en que las comisuras de sus labios se alzan débilmente.

— No, ¡quiero ir contigo, JungKook! —exclama—. ¿Es una cita?

TaeHyung le alza el dedo meñique a JungKook. Los ojos de JungKook se abren con
sorpresa ante la palabra y mira seguido el dedo de Tae alzado. Oh, no, no de nuevo. La
mano del pelinegro se va directamente a la cara de TaeHyung y lo impulsa delicadamente
hacia atrás. Se da media vuelta para irse, pero no sin antes decir:

— Nos vemos mañana, Poochie.


Capítulo XIII

TaeHyung se sienta al borde de la banca y con una sonrisa acomoda la bufanda azul en su
cuello. Mantiene la mochila a su lado mientras observa a su alrededor, alternando la
izquierda y derecha entre sí. Espera pacientemente al gruñón de JungKook, es cierto. Pero,
bueno, quizá está demasiado emocionado, o quizá la mañana es demasiado bonita y
eufórica como para que alguien no pueda sentirse feliz.

Lamentablemente, su buen humor no dura mucho tiempo: Yeo ChangGu mantiene un


paso firme hacia él. A lo lejos se ve como un príncipe de rostro furioso y lleno de malos
sentimientos, de esos que odias en vez de amarlos. Cuando este príncipe de ojos furtivos
está justo enfrente, se puede escuchar el suspiro fuerte de TaeHyung. Suficiente lloriqueo,
es hora de explotar.

— Parece ser que no te cansas, ChangGu —dice TaeHyung con los ojos como dagas,
mirando detenidamente al pelinegro.

La sonrisa de Yeo hace en una curva perfecta (casi como su peinado) que logra sacar a
TaeHyung de quicio. Comprensible por completo, las cosas se ponen difíciles cuando la
gente se molesta entre sí. El odio de las personas es un arma mortífera inútil.

— JungKook se fue ayer temprano de la práctica de básquet —habla el chico de cabellos


negros—. Al parecer ya abandonó a su perrito. ¿Ya tiene otro novio por quien salir
temprano?

La sonrisa de TaeHyung se amplía en una gran forma de corazón, mostrando aquellos


dientes blancos y bien lindos que tiene, a sabiendas de que, la tarde pasada, en realidad
JungKook salió a verlo a él. Aunque respondió "Sí. ¿Y qué?", tiene muy en cuenta que salió
temprano para resolver los problemas que el chico delante suyo había estado causando los
últimos días, (y también por su cita).

— Sé que salió temprano. Me acompañó a casa.

La sonrisa de ChangGu se elimina en menos de un segundo. Sus ojos se tornan rojos,


listos para asesinar a alguien, y quizá suena algo exagerado, pero esa es la impresión que
da. Está enojado. Seguramente porque él nunca logró que JungKook hiciera algo así. ¿Por
qué? Quién sabe. Tal vez la actitud matutina que tenía, o su terrible insistencia que sacaba
de quicio a todos.
Sin embargo, viéndolo de otra manera, la insistencia últimamente es algo que a
JungKook no le desagrada del todo.

— Seguro. Seguir cuidando de su mascota —habla Yeo entre dientes. Se tranquiliza un


poco y suspira. Lleva una mano hacia la frente de TaeHyung y la empuja—. Pobre e iluso
cachorro, tan tonto... Y estúpido.

Antes de que TaeHyung pudiera responder algo, enojado y casi al borde de ponerse de
pie para comenzar a defenderse a gritos, la mano de alguien cae directamente sobre la
muñeca de Yeo ChangGu, quitándola de la frente de TaeHyung con algo de fuerza. Los ojos
de todos se abren impresionados en un instante y se dirigen directamente hasta Jeon
JungKook, quien sostiene firmemente la muñeca de ChangGu.

— ¿Quién te crees para llamarle así a TaeHyung? —espeta Jeon, mirando fijamente a
ChangGu.

Todos quedan perplejos. Hasta el mismo TaeHyung, quien abraza su mochila al escuchar
el tono fuerte de JungKook. Es cierto que algunas veces pudo oírlo hablar tan seriamente,
pero jamás así. Está entre enojado e interesado. Es un timbre extraño, pues rara vez se le
escucha discutir o pelear. ChangGu está inquieto, sintiendo la presión de JungKook. Ha
imaginado alguna vez sentir el tacto de Jeon JungKook, pero no de esa manera, no con
todos viéndole fijamente al borde de la burla por montar un circo donde él termina siendo el
payaso.

Nadie se explica por qué demonios Jeon está haciendo todo eso, ni siquiera el mismo
JungKook, quien actuó por simple inercia de su mente, sin pensar mucho las cosas. Las
escenas de ese tipo por parte del pelinegro son escasas, si no es en el club de deportes o
cuando alguien le pedía salir. Él nunca ha defendido a nadie, ni siquiera provocado
disturbios, peleas o algo así.

Pero en ese momento, sujeta a ChangGu de la muñeca, con una expresión bastante
profunda.

— ¿Por qué demonios lo defiendes? —pregunta Yeo en voz alta, soltándose del agarre
del chico. Sus ojos se transforman con un enojo inminente, y su corazón late con furia—.
¡Aun así el terminará odiándote!

— Ese no es tu problema —responde JungKook—. Así que deja de tratarlo tan mal. Y
peor aún, crear rumores.
ChangGu tiene una vena saliendo de su cuello. Sí, el enojo es de tal tamaño. Siente
rabia emergiendo de su corazón y, aparte de eso, que el mismo Jeon JungKook lo estuviera
tratando así es desgarrador. Una planta de enojo y tristeza crece en su corazón, con
muchas ganas de cortarla de raíz. De todas maneras, Yeo no demostraría eso.

TaeHyung se mantiene callado. Está encerrado en su cabeza. ¿Cómo demonios han


llegado hasta ese punto? Parte de sí se siente ligeramente bien. Aunque odia las peleas (y
por cosas tan absurdas como esa), JungKook lo está defendiendo. Es lo más sincero y bello
que JungKook ha hecho por él.

— Ja, claro, rumores. Tu novio se comporta como lo tratas: como un perro.

Poco a poco, las personas se ponen alrededor de ellos. TaeHyung se cohíbe cada vez
un poco más, JungKook se siente abrumado por el alboroto. Es cierto que la mayor parte de
su vida se basa en la atención mal merecida de los demás; sin embargo no es posible
soportar esa atención cuando está a dos segundos de pegarle a alguien. ChangGu, más
que acostumbrado, siente que echan carbón al fuego de su corazón.

— ¿Por qué piensas que lo trato como a un perro? —cuestiona JungKook en voz alta,
ganándose la risita del otro, lo que le provoca curiosidad—. Que a ti te haya tratado así no
significa que a él también.

La risita de TaeHyung se escucha, bien merecida porque al fin alguien le está dando de
su propia medicina, y aunque intenta reír bajito, llega hasta los oídos de ChangGu. El de
cabellos lacios observa directamente al castaño que espera el desenlace como quien
aguarda con sus palomitas a media película.

— ¿De qué te ríes, idiota?

— Que dejes de tratarle así, ¿no entiendes, Yeo ChangGu? —vuelve a hacer la petición,
fastidiado.

De un momento a otro, por entre la multitud, dos seguidores del ex co-capitán aparecen.
Un chico de cabellos rubios y otro alto, bastante menor que ambos. HyeongGu sonríe y
posa un brazo en el hombro de ChangGu.
— Oye, JungKook —llama HyeongGu, con una sonrisa cínica. El ambiente está más
tenso, esos tres de ahí habían sido amoríos (pasajeros y sin importancia, como todos) de
JungKook—. ¿Por qué estás tan apegado a esa mascota?

JungKook revolotea los ojos y se cruza de brazos, ya no quiere continuar con una pelea
sin sentido. El problema se ha alargado, ya duraron ahí ocho minutos.

— ¿También tú, Kino? ¿Y tú, SoonYoung? Su excusa es que... Claro, también los traté
como a ChangGu. ¿Quieren dejar de molestar ya? Hacen que me duela la cabeza —habla
JungKook con ironía—. ¿Cuánto tiempo más vamos a tardar? Tengo que llevarlo a su clase.

Las risas se extienden. TaeHyung escucha ese comentario también como una burla
compleja y sonríe algo satisfecho por esa natural forma de responder, como si fuese un
sabiondo. Para aquellos tres, exparejas, el peor problema que podía existir es que el mismo
chico que los hundió se estuviera burlando de ellos. JungKook nunca ha sido tan cruel
públicamente: está admitiendo que trataba ligeramente mal a quienes salían con él. Todos
están estupefactos, pero siguen riéndose, porque es gracioso ver a idiotas (la ironía de la
sociedad, burlándose de aquellos a quienes creyeron) como ChangGu queriendo hacer
menos a los demás. No le quiere hacer daño a JungKook, quiere hacerle daño a quienes
estaban con él. Al igual que los otros dos.

Kino y SoonYoung están igual que ChangGu. Odian a corazón abierto que alguien más
pudiera gozar de ese tipo de acciones, esas que Jeon JungKook nunca tuvo con ellos.

Odian que alguien tuviera lo que ellos no. Seres humanos codiciosos que no entienden
cómo funciona el mundo, que a veces las cosas que le funcionan a unos, a otros no. Que
algunos se ganan acciones como aquellas, que otros simplemente son irrelevantes.

— Entonces, JungKook... ¿Lo quieres porque es una mascota obediente? —cuestiona


en voz alta ChangGu.

Los ojos de JungKook se posan en él, bastante neutral desde el punto de vista de
muchos, respirando tranquilamente, tal vez meditando sus palabras. Después, sigue la voz
de SoonYoung.

— Quizá porque es más fácil de manipular que nosotros.

De nuevo, los orbes de Jeon se van hasta SoonYoung, a quien conocen más como
Hoshi; sus ojos lo observan con algo de curiosidad, no recuerda haber dado órdenes a
nadie. Con él tan solo duró tres días en esa relación. La excusa fue que la frialdad de sus
palabras y sus malos tratos eran totalmente raros, que no aguantaba a alguien así y que, si
no lo quería, que terminarían. JungKook le dijo: ni siquiera recuerdo bien tu nombre.

Por último, una de las voces que comenzó a ser de las más detestables para Kim
TaeHyung se alza en alto, captando perfectamente la atención de todos.

— ¡Ya sé! —exclama Kino en voz alta, levantando un dedo como un niño. Sus ojos se
tornan oscuros y una sonrisa va directamente hasta JungKook—. ¿Tan bueno es en la
cama?

El corazón de TaeHyung se acelera en un segundo, pero cuando todos abren los ojos,
JungKook estampa el puño en la mandíbula de HyeongGu.
Capítulo XIV

TaeHyung está sentado en la banca afuera de la enfermería, esperando pacientemente a


que JungKook, y los otros tres junto al director, salieran de la oficina a la que entraron
después de un efusivo regaño por todo el camino. Seguido de aquel golpe fuerte que
JungKook le proporcionó a Kino en la mandíbula, los otros dos se lanzaron a dar pelea
también, digno de una escena cinematográfica. La cosa pudo ser peor si el mismo director
Wang no se hubiese aproximado a la escena en aquel instante. El castaño ya comenzaba a
preocuparse por todos los involucrados, no solo por la estupidez de show mal montado, sino
porque los golpes y morados eran notorios, y no se veían para nada satisfactorios.

Aunque JungKook recibió varios golpes, se defendió bien.

Llevan dentro de la oficina más o menos unos diez minutos. Los demás fueron con más
golpes, pero lo que en realidad hizo a JungKook tener que ir a la enfermería era la
magulladura que cargaba al costado izquierdo de los labios, esos que a TaeHyung tanto le
gustan. Cuando la puerta de la enfermería se abre, TaeHyung distingue los zapatos del
director Wang seguido de los deportivos de ChangGu, SoonYoung y Kino. Todos se
aproximan y caminan con enojo detrás del director.

Pero JungKook no ha salido, así que, observando cómo los otros se van, se pone de pie
dejando de lado su mochila y la de JungKook, y da unos pasos dentro de la enfermería. No
obstante, justo al cruzar la puerta, el otro chico viene saliendo, lo que provoca que ambos
choquen.

— Lo lamento —dice TaeHyung caminando hacia atrás.

Cuando TaeHyung alza la vista hacia Jeon, es totalmente... un desastre. La mandíbula


del chico está roja, tiene una cortada por debajo de su ojo, cercano más que nada al
pómulo, provocados por esos golpes. Una cintilla se acomoda al centro del puente de su
nariz, y la herida del labio está hinchada y morada. TaeHyung jamás ha visto a JungKook en
ese estado, a pesar de tener fija la atención en él desde hacía ya un tiempo, y es doloroso.

— Deja de mirarme de esa manera, te recuerdo que estoy así por tu culpa.

JungKook más bien parece estar hablándole con esas palabras para tranquilizar la
mirada preocupada de TaeHyung. Usa un tono que es tan neutral que es difícil adivinarle los
sentimientos que pretende emanar (si es que intenta algo semejante). El pelinegro
comienza a sentirse avergonzado, el remordimiento de actuar por impulso gana terreno
rápidamente. De hecho, su cabeza declara como un error haber actuado en contra de gente
como ChangGu y sus amigos. Siempre optaba por ignorar los comentarios parecidos; sin
embargo, en ese momento, el impulso del golpe fue mayor que su cordura. El menor de
cabellos negros se acerca hasta las mochilas que están en las sillas y toma la propia,
dándole a TaeHyung la suya.

— ¿A dónde vamos?

— Tú a clase. —JungKook apunta al chico de cabellos castaños, para después


apuntarse a sí mismo—. Yo a casa, estoy suspendido por hoy.

JungKook ni siquiera espera a TaeHyung, porque sale caminando con rapidez.


TaeHyung se cuelga la mochila en el hombro, y antes de que el pelinegro se escapara,
corre hasta estar a su lado, con unos ojos curiosos que observan detenidamente el rostro ya
imperfecto, el cual parece ponerse peor en la medida que el tiempo transcurre. Tiene
muchas dudas que desea resolver. Es viernes, así que al día siguiente tienen la función de
cine (o la cita), por lo tanto, TaeHyung no goza de la idea de usar el sábado para hacer
preguntas, en ese momento tiene que resolver las dudas. No hablarían del tema de la pelea
mañana.

El otro problema es hacer que JungKook hablara.

— ¿Estás molesto conmigo? —pregunta TaeHyung caminando al lado de JungKook.

— No.

Los ojos de TaeHyung caen precipitados a sus pies, y suben de nuevo a su rostro.
Bueno, al menos no está enojado conmigo. Pero entonces, si no está enojado, ¿por qué
tiene esa expresión que parece de odio de nuevo?, piensa. Como dije, de por sí es
complicado adivinarle el gesto a JungKook; se esfuerza tanto por mantenerse neutral que
parece un robot o algo por el estilo. Ni hablar de la situación, eso es un plus a sus
conclusiones.

TaeHyung achica sus ojos de manera acusatoria, alzando el dedo índice al mismo
tiempo, para picar unas cuantas veces el hombro de JungKook, molestándolo.

— Uh... ¿Qué quieres, Poochie? —suelta tediado un JungKook golpeado, deteniéndose;


mirando directamente a TaeHyung.

— ¿Seguro que no estás enojado conmigo?


TaeHyung insiste mucho; la mayoría del tiempo que está con él, las instancias van y
vienen. Lo peor de todo es que nunca batalla con ese tipo de insistencias. Todas son de
cosas banales, y TaeHyung se preocupa por cosas sin sentido, por su salud, los golpes, por
su tono al hablar, las expresiones que pone, lo que dice, incluso preguntándose si está
enojado. Es raro ver a alguien así, preocupado por el otro. Más aun cuando JungKook no
muestra el mismo interés, porque no lo tiene del todo. JungKook aprecia de cierta manera
que TaeHyung no fuera un completo cabeza hueca superficial, que investigara más allá de
lo que veía y, aunque las preguntas lo abruman, que las sacara de su interior. De otra
manera, la pelea no hubiese sido importante.

JungKook cae en cuenta que se ha quedado observando a TaeHyung por demasiado


tiempo, cosa que es poco favorable. Alza la mano y la posa suavemente en la cara del
castaño, sintiendo su piel y abriendo los ojos con impresión.

— Ya te dije que no me mires así —dice el chico con vergüenza y las cejas hacia
abajo—. No estoy molesto contigo.

— Tienes esa cara de nuevo.

Jeon revolotea los ojos y posa la mano en el cabello de TaeHyung para agacharse a su
estatura.

— ¿Cuál cara? Esta es mi cara siempre.

— ¿Estás muy seguro de que no...?

Le harta que le pregunten lo mismo una, y otra y otra y otra vez. La incomodidad se le
sube. Más bien, el fastidio se le sube.

— No estoy enojado contigo, supongo, no lo sé —suelta al aire JungKook bastante


fastidiado por el momento—. La próxima vez que alguien se acerque así, sal corriendo o
qué se yo. No quiero estar partiéndome la espalda cada vez que tienes esa cara en
problemas.

La información entra muy rápido en la cabeza de TaeHyung. Ese chico lo hace sentirse
confundido en cualquier instante. ¿Lo hizo de buena fe o de mala fe? ¿Era un reclamo, una
advertencia, o qué? No entiende, de ninguna manera y desde ningún punto de vista que se
le ocurre, lo que habrá querido decir. ¿Las peleas no son lo suyo? JungKook es más
complicado de lo que se pensaba, y también añade que adivinar el tono de su voz es muy,
muy, pero muy difícil. Justo en ese momento no puede descifrar si es: enojo, fastidio,
rechazo, o qué. Quizá es neutro.

Cuando TaeHyung sale de la realidad alterna en su cabeza, mira a JungKook fijamente.


Estaba cruzado de brazos, esperando una respuesta.

— ¿Bien, Poochie?

¿Qué se supone que tengo que decir ahora?, TaeHyung piensa.

— Sí, entendido. No meteré el trasero en problemas... Aunque tú me los traes, si lo


pensamos así.

— Un momento, ¿qué dijiste?

— ¡Nada! ¡No dije nada!

Los dos se encaminan de nuevo por el pasillo de la escuela, el menor con una expresión
exhausta a causa del dolor en sus pómulos, Tae divertido por su comentario. TaeHyung se
perdió las primeras dos horas de clase por estar esperando a que JungKook saliera dela
oficina del director. Ya va a empezar la tercer hora, y el chico ni si quiera ha ido a avisar o
mandado a alguien. Igual, no le importa. Era un poquito más importante saber si JungKook
había estado bien a faltar un día a clases.

— ¿No vas a ir a clases? —cuestiona el pelinegro.

TaeHyung duda en responder, con algo de impaciencia por hacer otras cosas, aunque
termina suspirando y negando de lado a lado.

— No —responde. Una idea se le cruza por la mente y sonríe tímido—. Ya que no vamos
a entrar, ¿podríamos salir a una mini-cita?

Supo que es mala idea haber dicho eso cuando JungKook se detiene ahí y lo mira con
duda en abundancia, además de incredulidad, en los ojos. El aspecto del chico es terrible,
¡¿quién demonios piensa en tener una cita?! Está golpeado, le duele el cuerpo y siente que
su corazón no deja de latir rápidamente a causa de la adrenalina que antes lo invadió. De
todas maneras, JungKook no entiende por qué tanta maldita (así lo piensa él) necesidad de
salir y hacer cosas de ese tipo. ¿Por qué tienen que exhibirse ante los demás? Es como
demostrar que tiene un premio

JungKook sabe que TaeHyung no es así, que no quiere exhibirse y presumirlo frente a
todos. Sin embargo, JungKook no puede evitar sentirse como un premio porque siempre, en
cada relación que tuvo, fue así.

— ¿Una qué? —cuestiona el alto mirando fijamente a TaeHyung. Rueda los ojos y sigue
caminando—. Mañana vamos a salir, ¿por qué saldríamos hoy?

— Porque sí... ¡Espérame!

JungKook se detiene en su lugar y espera a que TaeHyung se ponga a su lado para


seguir.

— ¿A qué llamas cita?

La pregunta aturde a TaeHyung pues nunca pensó eso. Hasta donde él sabe, es salir
junto a la persona que te gusta y esas cosas. Crear recuerdos, hablar de las temáticas que
más les gustan. Conocerse, básicamente, inundarte del otro. Pero en sí... No tiene idea.

— Una cita es salir con alguien, estar juntos y esas cosas. Hablar de lo que les gusta o
no, escuchar al otro. —Las palabras de TaeHyung salen como si una música triste estuviera
detrás de él.

¿En qué momento esto se volvió una escena de ese tipo? JungKook siente su estómago
revolverse, soltando una risita.

— En ese caso, de lunes a viernes tenemos citas —admite JungKook, dándole poca
importancia—. Todos los días salgo y estás esperándome, después te acompaño a casa.
Vas hablando de tus cosas y yo te escucho. ¿Es que acaso eso no es una cita?

— ¡Entonces estás admitiendo que te gusto!

JungKook suelta una risa que deja a TaeHyung en vergüenza.


— Nunca escuché en tu definición de cita que las dos personas se gustaban
mutuamente —JungKook habla, bajándole los humos a TaeHyung.

[...]

Después de zanjar el tema, ambos deciden irse ya. Tranquilamente salen de la escuela,
comenzando a caminar hacia la casa del castaño.

— Estoy cansado —dice TaeHyung—. Y tengo hambre.

JungKook no responde, la vista sigue al frente, temiendo chocar con alguien o hasta con
el propio TaeHyung, que tiene la mala costumbre de cruzarse en el camino. Lo único que
cambia es que en ese momento está lleno de moretones. Kim TaeHyung sigue caminando a
su lado mientras ve a la izquierda los miles de establecimientos de comida rápida. Siente
las lágrimas imaginarias caer por sus mejillas porque de verdad tiene mucha hambre.

— Tengo tanta hambre.

— Deja de quejarte —dice JungKook algo irritado.

No en el mismo tono de siempre. Hay una pequeña pizca de diferencia que pasa
inadvertida para TaeHyung.

— ¡Es que de verdad me duele el estómago! ¡Tengo mucha hambre, JungKook!


—lloriquea.

Está esperando que el otro le dijera: Oh, claro, entremos a comer ahí. Pero ¡oh, por
favor! Está saliendo con JungKook. Sabe que él no gasta ni siquiera en el transporte, es un
tacaño que a duras penas desayuna en la cafetería. También da por hecho que las cosas
están avanzando de manera lenta y mortificante, que ni siquiera lo considera como alguien
atractivo, que no le gusta, y un sinfín de cosas más. ¿Cómo iba a pensar que JungKook lo
invitaría a comer?

Las esperanzas existen.

— Entonces compra comida.


— Eres cruel.

— ¿No se supone que tú deberías invitarme a mí? —habla JungKook con un tono
realmente gracioso—. Después de todo, hoy recibí muchos golpes.

El castaño rueda los ojos antes de seguir caminado al lado del pelinegro. Es raro.
Constantemente JungKook dice que TaeHyung es demasiado exigente con cosas tan
sencillas como comer juntos, salir juntos o esas cosas. Cosas que no implican tanto dinero;
sin embargo, JungKook hace ese tipo de comentarios que pretenden ser graciosos y no lo
son.

— De nuevo me estás hablando así, eres realmente... malo.

— Tranquilo ahí, Poochie. No me apresures, hasta para mí es difícil no mantener un tono


tan desinteresado con alguien —se excusa Jeon caminando con paso firme por la acera—.
Toda la vida me han hablado con este tono, así que yo hago lo mismo.

TaeHyung se queda callado de nuevo, siguiéndole el paso a su lado, intentando no pisar


las líneas del suelo. Es un juego divertido. Se distraía la mayoría del tiempo y solía culpara
eso por no prestar atención a su alrededor. Si TaeHyung se perdía de algo es porque su
cabeza podía estar en tres lugares diferentes a la vez. Su imaginación volaba y él se iba
disparado con ella.

Tal vez por eso hay cosas que no nota en JungKook. Oh, pero ese pensamiento avienta
miles de preguntas y todas ellas se estampan con fuerza en él. Acelera el paso,
acomodándose así enfrente de JungKook. El chico detiene su paso abruptamente, justo
como la última vez.

— Ugh —gruñe el pelinegro—. Debes dejar de hacer eso cada vez que venimos
caminando juntos.

— ¿Algún día podrás hablarme como yo te hablo a ti?

La pregunta entra por las orejas de cabellos azabaches, pero no sale de su mente. El
sonido de todas esas palabras es hueco, duro y sordo. Inútil que él pensara en la respuesta
a esa pregunta, porque la sabe de por sí: no es corregible. Aunque la pregunta se parecía a
las demás que todos han hecho, no es lo mismo. No le está obligando a cambiar.
JungKook quiere darse un golpe en la frente a causa del revoloteo de sentimientos y
pensamientos extraños. En cambio, sus orbes se van directamente hacia los de TaeHyung.

— No lo creo —responde.

Quiere que TaeHyung se quedase con esa respuesta. TaeHyung nunca se quedaba así
sin una razón.

— ¿Por qué no?

— Solo porque no —musita JungKook—. No soy así a propósito. Es mi manera de ser.

Bueno. Al final de cuentas, era el mismo JungKook.


Capítulo XV

El castaño permanece quieto en su lugar, intentando observar a lo lejos dónde está su cita.
Decir que no se siente nervioso es una total mentira: su corazón está acelerado y sus
manos sudan. Tiene la necesidad de gritar, porque está presionado. No tiene idea de cómo
actuar, si su ropa está bien, si el cabello no se le ha hecho un desastre; digno de un mar de
indudables inseguridades que rápidamente lo aprisionan. Su corazón no quiere seguir
latiendo, pero la emoción alienta con hacerlo salir de su lugar natural.

Piensa: ¿Va a venir con otra ropa? ¿Qué haremos? ¿Quién va a pagar? ¿Debí traerle un
presente? ¿A qué hora tengo que regresar a casa? Es obvio que no hay respuestas
inmediatas a algunas cuestiones. Por otro lado, y regresando a su pregunta inicial,
JungKook no es del tipo de chicos que tienen ropa para ocasiones especiales. ¿Esa es una
ocasión especial? La mente de TaeHyung divaga; mira al cielo y, perdiéndose en sus
pensamientos, suelta un suspiro.

— Poochie —habla una voz conocida a su lado. De inmediato TaeHyung voltea a ver a
JungKook.

Como siempre, la ropa es básica: su playera negra, sus jeans desgastados, sus botas
pesadas oscuras y su gabardina larga. Ese día cae una ligera capa de frío que congela su
nariz haciéndola roja.

— ¡JungKook! —exclama TaeHyung feliz—. ¡Te ves realmente bien hoy!

Los ojos de JungKook hacen un vuelco, dejándolos en blanco por medio segundo, antes
de volver a observar a TaeHyung. El pelinegro mira de arriba hacia abajo a Tae, y
simplemente suelta un suspiro al notar que su estilo ha cambiado abruptamente, ya que a
simple vista se ve que el mayor se ha tomado un buen tiempo en arreglarse.

— Claro —le resta importancia, moviéndose incómodo en su lugar.

Por un momento la fuerza de la situación se ve sumergida en el ruido de los automóviles,


es decir, nada más capta su atención. Están de pie en la esquina de un semáforo,
simplemente porque es el punto más cercano al centro y más cercano, a la vez, de ambas
casas. Ninguno de los dos sabe cómo actuar, qué decir, o qué hacer, pues rara vez este tipo
de cosas se han dado. JungKook no niega que, alguna vez, se vio obligado a salir con
alguna de sus "parejas", pero el tono de aquella vez se siente diferente.

Es una situación completamente nueva para ambos, JungKook lo odia.


— Entonces... —El primero en hablar es TaeHyung. Rompe la barrera del cálido
sonido—. ¿Creo que deberíamos ir ya a la función?

— Si empieza en tres horas —se queja el pelinegro moviendo impaciente su pie—. De


hecho, ni siquiera entiendo por qué quedamos de vernos aquí.

TaeHyung suelta una risita incómoda: para nada planeó todo para verse obligados a
estar más juntos. No, claro que no irían al arcade de videojuegos o invitaría a JungKook a
comer o a ver ropa, o regalos, o a la tienda de mangas. Para nada, no, no, no. Es decir... Sí,
bueno, lo planeó. Era un buen momento para convertir esa cita en una híper-mega-cita.
Mamá le decía cuando era pequeño: si no conquistas a un hombre con tu humor, hazlo con
el arma mortal menos infalible: ¡la comida! No lo culpen por sentirse emocionado cuando
siente que se vuelve más cercano al chico que le gusta, aunque de nuevo a JungKook se lo
ve más desinteresado que de costumbre.

Inconscientemente, TaeHyung frota sus manos malvadamente..

— ¿Qué haces, TaeHyung?

— No, nada, kkkkkk —suelta TaeHyung a media risita malvada antes de observar
directamente al pelinegro—. ¿Te parece si vamos a comer?

Hasta donde había visto, el hambre de JungKook es inmensa. Bien. La única vez que lo
vio comer, se tuvo que devorar la sopa que le cocinó, ah, pero era un gran plato repleto de
verduras, y ni hablar de las bebidas que consume. Un estómago al que le quepa todo eso
no puede simplemente no tener hambre. Hasta esa vez de la sopa lo vio con ganas de pedir
un segundo gran plato.

De todas maneras, TaeHyung tiene la impresión de que JungKook amaría comer


cualquier cosa. Complacerlo no sería tan difícil... si tan solo él le diera la oportunidad.

— ¿Ir a comer? Es muy temprano. Cuando entremos a la función no querremos


palomitas.

El castaño observa incrédulo a JungKook. ¿Está hablando en serio? La "llenadera" de


JungKook justo en ese momento decide desaparecer de la faz de la tierra, como si el tipo no
comiera nada. No puede ser, si cada día lo ve en la cafetería comprando algo... Sintiendo
las mejillas ahogadas en lágrimas falsas que se crean en su cabeza, TaeHyung piensa en
cómo sus opciones se reducen poco a poco.

— Mmm... Ya veo —asiente varias veces TaeHyung—. ¿Y si vamos a la tienda de


mangas?

— ¿Mangas? Mmm, no. Justo ahora tengo suficiente en la lista de espera.

La bombilla eléctrica encima de la cabeza de TaeHyung se apaga y enciende. ¿Cómo,


por qué es tan difícil? Cierta parte de sí mismo se pregunta si JungKook ama hacerse el
difícil, porque no entiende cómo evade con tanta sencillez aquellas propuestas que, debía
admitir, son las mejores.

JungKook no es exactamente fácil de descifrar, lo hemos dicho muchas veces. La


primera vez que lo vio parecía el típico chico rico que gustaba de cosas simples o cosas
caras, una de las dos y en eso no debería de haber pierde. Pero la cosa, el problema, la
gran duda, es que ninguno de los dos se ajusta a sus gustos. Quizá JungKook simplemente
busca un poco de significado en lo que fuera que hicieran, quizá no. Quizá sólo es un
impulso esporádico del cual no tuvo noción al proponerle salir en una cita.

Como sea, nadie lo sabe, pues justamente el tipo es un enigma en ciertos aspectos. Solo
él mismo.

— ¿Al arcade?

— No. Soy malo en los videojuegos.

En realidad, JungKook es muy bueno en los videojuegos. Sin embargo, la noche pasada
se la pasó jugando hasta el punto de hartarse.

— ¿A la tienda nueva que abrieron? —vuelve a proponer TaeHyung.

Listo, agotó todas sus oportunidades. Está decepcionado del chico delante suyo, pero
también de las vagas propuestas. Si existía una respuesta negativa en ese instante, lo
mejor sería caminar hasta el cine, y esperar ahí pacientemente dos horas más para que la
película recién empezara, sin contar el tiempo de las palomitas.
— No tengo ganas de ver ropa.

TaeHyung mira al suelo, ya rechazado y un tanto decaído, pero más que todo
ligeramente enojado. ¿No había algo que JungKook pudiera hacer? Es decir, a todo le decía
que no. Parece que lo hacía a propósito, y si ese es el caso, ¿por qué demonios no lo
comenta directamente? ¿Qué tan difícil es decir "Oye, en realidad vine contigo porque nadie
me hace caso"?

Todo TaeHyung siente cómo su corazón se debilita, porque le inunda rápidamente la


decepción y el coraje. La situación le recuerda a las veces en las que jugaba con su primo
NamJoon. Él regularmente era demasiado rápido contestando cosas. Cuando NamJoon le
ganaba o corregía precipitadamente y con tanta facilidad, tenía ese sentimiento en el
corazón, como de sentirse inferior y decepcionado. En ese caso es un poco diferente, pues
siente que JungKook lo está rechazando total y completamente apropósito.

— Entonces deberíamos adelantarnos al cine, y esperar hasta que empiece la función.

Los pies de TaeHyung dan media vuelta, y con el suéter entre sus manos comienza a
caminar en dirección al cine. Su tono molesto sale sin preocupación alguna en una forma de
protesta explícita. JungKook abre los ojos impresionado ante el cambio abrupto de emoción,
y, sin decir nada, sigue los pasos de TaeHyung, caminando con tranquilidad y logrando
alcanzar al castaño a causa de su altura. Jeon no siente culpa o algo por el estilo; quiere
que TaeHyung entendiera que, de verdad, verdad, odia ese tipo de cosas. No del todo. Más
bien, quiere que entendiera que no es el momento adecuado. La manera de pensar de uno
no encaja totalmente en la del otro, podría decirse que son polos opuestos, aunque sería
demasiada exageración y dramatismo.

Igual, JungKook mira de reojo a TaeHyung y su expresión triste lo hace querer bufar en
alto.

— Oye, Poochie —habla JungKook molesto ante la situación. ¿En serio está haciendo
eso?—. ¿Estás enojado?

— ¿Por qué dijiste que querías venir conmigo si sabías que no íbamos a hacer nada?

JungKook se queda callado un momento sintiendo que en su cabeza llegan las mil
respuestas a esa pregunta. Está exasperado porque TaeHyung quiere dar pasos tan, pero
tan, pero tan grandes.
— Te invité al cine, no al centro.

— Y qué. Te estoy diciendo mil y un cosas que podríamos hacer —habla de nuevo el
castaño, aún con sus pasos pesados y actitud irritable.

— Pero no me agrada la idea de ninguna.

TaeHyung se da media vuelta sobre sus talones, haciendo que JungKook choque con él.
Quedan muy juntos, y la escena hace que Jeon pierda los estribos porque no es la primera
vez que chocan de aquella manera. Tae tiene un fetiche con hacer que JungKook se
detuviera así, y no le gusta.

— Entonces proponme algo —incita TaeHyung.

La mirada del chico cambia a una incrédula y un tanto amenazadora. Sabe que
TaeHyung está enojado, o... Ni siquiera sabe explicar aquella expresión; parece,
sencillamente, que tiene la necesidad de gritar o algo así. JungKook mira a todos lados,
algo enojado por la actitud del chico, y se cruza de brazos también.

— Helado.

TaeHyung no lo puede creer. Supuso que alguien (Jeon JungKook) tendría un poco de
fuerza de voluntad. Por otro lado, también sabe que nadie soporta el tono molesto que
utiliza; casi siempre es efectivo, como en ese instante.

— ¿Eh? —cuestiona TaeHyung acercando más el oído hacia JungKook.

— Dije, helado.

— No te escuché bien. —Solo lo hizo para molestarlo.

— ¡Que vayamos a comer helado!

TaeHyung suelta una risa agigantada que entra por los oídos de JungKook. El pelinegro,
quien ha usado un tono poco usual, observa anonadado cómo Tae está riéndose, simulando
que le contaron el chiste más gracioso del mundo. Pero es agradable verlo sentirse
animado por algo tan estúpido como una propuesta banal.

— ¡Es muy gracioso ver cómo te pones! ¿Debería empezar a hacerme el enojado más
seguido? —TaeHyung codea varias veces a JungKook antes de que las mejillas del
pelinegro se tiñan de un rojo bajito, más que nada por el estrés exagerado que él mismo se
provoca.

A veces JungKook siente el impulso de reírse, por simple inercia. Claro que la mayoría
del tiempo no lo hace. Por otro lado, en ese momento no es el caso. No quiere reírse. Más
bien, está avergonzado por la propuesta que le hace al otro, porque se siente demasiado
débil cuando en realidad le importa poco lo que sucediera.

— Ya no quiero comer helado —musita JungKook, dándose media vuelta.

TaeHyung le toma rápidamente de la gabardina, deteniéndolo. Los ojos de JungKook van


directamente hacia TaeHyung. La sonrisa del chico le hace rodar los orbes, sintiéndose un
poco incómodo. Segundos después su mano cae en las hebras castañas de Kim TaeHyung.

— Perdona, JungKookie —ríe TaeHyung, provocando que el otro suelte una sonrisa sin
mostrar sus dientes.

— Ah, Poochie —JungKook le revuelve varias veces el cabello antes de suspirar—. Qué
demonios voy a hacer contigo…
Capítulo XVI

JungKook permanece con las manos dentro de los bolsillos de su gabardina, antes de
entrar junto con TaeHyung a la heladería. Solitario, puesto que el frío cae con suavidad, el
lugar deja ver al instante los treinta sabores de helados que tienen. JungKook mira de reojo
a TaeHyung, rodando los ojos por la mirada emocionada del chico a su lado. Es tan fácil
complacer a TaeHyung, y hay buenos y malos puntos sobre eso. Al final de cuentas se
propone a sí mismo no hacer un gran show de esa casual "cita" (o lo que sea que fuese,
que realmente no le importa). Comerían helado, irían al cine y nada más.

— ¿Te gusta mucho el helado, JungKookie?

— Hey, ¿desde cuándo tanta confianza? —dice JungKook intentando bajarle los ánimos
al castaño. TaeHyung se mantiene inerte a las palabras del chico.

La mente del chico repasa una y otra vez la lista buscando el sabor de chocolate,
preocupado en si va a encontrarlo o no. Conforme avanza, menos optimista se ve. El sabor
limón es su favorito desde pequeño, principalmente por la sensación dulce y entumecedora
que experimenta su lengua en cuestión de segundos, o quizá porque sus papás solo
compran ese sabor. No suele elegir otros sabores de helado, porque el de limón es de
excelencia. Aunque también le gusta la vainilla, el de fresa y hasta de oreo. Pero de ahí en
más, si chocolate está ahí, ese escogería.

Para JungKook la cosa es un poco más complicada. No le gustan las cosas dulces. Todo
es empalagoso y le darían muchas ganas de tomar agua. Es lo que odia de lo dulce; puede
sentir cómo se adentra en él y recorre su garganta. Es de lo peor. La mayoría de las veces
termina eligiendo chocolate amargo, limón, y una vez que comió de maní y pistache estuvo
bien. Limón es de sus preferidos, sobre todo porque lo acostumbraron a comer lo que
hubiese, y su padre al tener gustos poco comunes terminaba comprando los sabores menos
indicados para un niño como lo era JungKook en ese entonces. Para nada como la vez en
que su madre le obligó a comer de fresa. Ese día fue uno de los peores. Aunque añoraba el
instante en que su madre le dijo que para ella el mejor sabor era vainilla.

— No vas a lograr que me desanime con tu tono de chico malo —dice TaeHyung al aire,
repasando una vez más la lista. Por fin sus ojos se cansan y no halla el sabor que quería.

El chico del mostrador recarga la mandíbula en su puño antes de soltar un suspiro


conmovido. Los ojos de JungKook van directamente al pelirrojo con ojos ilusionados que
atiende en la caja, y seguido de verlo, su mirada recae una vez más en TaeHyung.
— Oye, Poochie. —JungKook alza la voz suavemente, llamando la atención del castaño,
mientras camina lento hacia donde se encuentra. Pica algunas veces su hombro con algo
de fastidio hasta que TaeHyung le mira—. Tienes un admirador por allá.

El susurro de JungKook, que suena como un aviso realmente inocente y casual, hace
que TaeHyung se incline un poco hasta poder dar con el pelirrojo en el mostrador. Cuando
el chico de cabellos rojizos cae en cuenta que TaeHyung también le mira, el castaño alza la
mano y lo saluda con una sonrisa. Segundos después, deja de inclinarse para seguir
hablando con JungKook.

— Sí, es cierto.

— ¿Por qué lo saludas? —cuestiona JungKook gracioso—. Podría ser un secuestrador.

— Se ve más bien como un chico agradable.

JungKook mira de reojo al pelirrojo que, por cierto, se ve realmente avergonzado, y


suelta una risita. Es tan gracioso ver a los demás entrando en pánico en ese tipo de
situaciones. Mantiene los ojos pegados al cajero, que no hace nada más que evitar los ojos
de ambos clientes, hasta que JungKook rueda los ojos y se voltea hacia TaeHyung.

— ¿Por qué no le preguntas su nombre? —le cuestiona al castaño, cruzándose de


brazos y soltando una risa—. ¿No quieres un novio?

TaeHyung le mira con ojos sarcásticos y suspira a la vez que le da una palmada en el
hombro a JungKook; mientras que el pelinegro yace divirtiéndose en su lugar, con
pensamientos entrecruzados en su cabeza. Las actitudes cercanas que de la nada
TaeHyung empieza a tener, dejan al pelinegro algo confundido, pensando: ¿Desde cuándo
eres tan cercano a mí? Pero no le dice nada y, en cambio, mantiene su típica y
característica mirada medio gélida y serena. Por otro lado, la actitud despreocupada de
TaeHyung le hace sentir nervioso. No tiene suficientes razones como para aclarar ese
pensamiento, y eso solo hace que le suden las manos.

El mayor sabe que JungKook está jugando, solo porque se ríe al mismo tiempo que le
habla. Aprendió que en momentos como ese, cuando JungKook no se siente presionado,
puede ser mucho más agradable estar con él.

— Qué pesado —menciona TaeHyung—. Ya te tengo como novio.


— Sí, bueno... Me refiero a uno al que le gustes.

— ¿Puedo tener dos novios acaso?

JungKook le rueda los ojos a TaeHyung y se agacha hasta estar a su estatura. Con ojos
serios pero graciosos suelta un sonido de rechiste.

— Termina conmigo antes de irle a hablar —pone como condición JungKook antes de
tomar los cabellos de Tae y revolverlos—. No soy fan de las relaciones abiertas.

Deja a TaeHyung sin habla, avergonzado por la cercanía y por ese tono desinteresado
que se combinaba con un poco de gracia. Es increíble ver cómo JungKook no es
congruente con su propia actitud, cuando casi siempre es serio, pero en situaciones como
esa puede bromear con él. Los dos eligen un sabor de helado y cuando los reciben se
encaminan directamente a la caja para pagar. TaeHyung saca su cartera, pero de inmediato
JungKook también saca la suya. Ambos se miran por un segundo, estáticos, esperando que
el otro diga las palabras mágicas. Nada sale.

— Y, bien... ¿Quién va a pagar?

JungKook mira al pelirrojo y sonríe amable, con ese tipo de sonrisa falsa que Tae
comienza a odiar, después entrega el pago rápidamente, con afanes de empezar a comer
su helado sin remordimiento alguno. La caja suena sus botones, mientras el pelirrojo
mantiene una cara de pocos amigos, o, más que eso, de tedio. TaeHyung recarga su
mandíbula en el puño, observando directamente al pelirrojo de la caja registradora.

Está seguro de haberlo visto en algún lado.

— Disculpa, soy algo malo recordando, pero... —habla TaeHyung en voz alta. El chico de
la caja le observa con una ceja alzada antes de entregarle la nota a JungKook—. ¿Te
conozco de algún lado?

Cuando JungKook escucha eso, comienza a lamer impaciente su helado, dejando de


lado por supuesto que TaeHyung estuviera hablando con el lindo pelirrojo. Es, claramente,
algo insensato que cualquier novio que no piense de la forma correcta (es decir, un idiota)
hubiese resentido; sin embargo, a JungKook realmente no le interesaba lo que TaeHyung
hiciese o no. No es su dueño, empezando por eso. Además, ni siquiera están saliendo de
manera oficial o sentimental. Si bien JungKook se acostumbró a su presencia, tiene en
mente que, en cualquier momento, Tae se hartaría y —por fin— terminarían esa "relación".
En la cabeza de JungKook se generan hipótesis del cómo podría finalizar esa relación, pero
termina por restarle importancia y concentrarse en el sabor de su helado.

TaeHyung no está pensando en "el fin del romance" en aquel momento, y en ninguno
otro. Se prometió que dejaría que las cosas siguieran su propio rumbo. Pero, muy dentro de
él, piensa que algo de verdad podría florecer

— Hum, sí —responde nervioso el chico antes de soltar una sonrisa nerviosa—. Soy
Hong JiSoo... De tu clase.

— ¡Cierto! ¡También cumples años en diciembre! —exclama TaeHyung feliz, intentando


hacerse un nuevo amigo—. ¿Trabajas aquí? ¿Es divertido?

Joshua, o Hong JiSoo, como los maestros le dicen, ha estado interesado en Kim
TaeHyung desde que iniciaron las clases. Es una pena que, en ese momento, él tuviese
pareja. De todas maneras jamás le ha hablado. Joshua lo piensa por un segundo, llevando
los ojos hasta el chico de cabellos negros que no se muestra interesado en lo absoluto.

— Sí... —dice nervioso el pelirrojo antes de recargarse con algo de ligereza sobre el
mostrador—. Eh...Por cierto, aquella vez que ChangGu te estaba molestando... Quería
decirle algo pero soy un poco tímido. Lamento no haberte defendido.

JungKook da media vuelta sobre su propio eje y comienza a caminar fuera de la tienda,
porque el ambiente se está volviendo íntimo y es bastante incómodo. TaeHyung pasa tal
cosa desapercibida y mira a JiSoo con una sonrisa.

— No hay problema.

— Tu novio... Se... Uhm, se ha ido.

— ¡¿Eh?! —TaeHyung mira a su alrededor, peligrando su helado y hace una mueca


inconforme al ver a JungKook fuera de la heladería. Suelta un suspiro, guardando su
cartera—. Sí, tengo que irme. ¿Nos vemos en la escuela?

Cuando TaeHyung sale de la tienda, JungKook casi se ha terminado su helado. Observa


sigilosamente a TaeHyung de reojo, y suelta una risa cínica y graciosa, casi malvada,
cuando Kim mira su helado casi derretido a causa de la temperatura modulada que tenía el
local. Diablos, los jóvenes no entienden la importancia del helado.

— No me esperaste.

— No —dice JungKook, mordiendo el cono, cuando está a punto de tragarlo, dice—:


Estabas tardando mucho con tu conquista. Se derretía mi helado.

— ¿No estás celoso?

JungKook suelta una risa más, bastante sincera a los oídos del mayor, que ya ha
comenzado a consumir su helado. El constante sonido de la risa del pelinegro deja a
TaeHyung anonadado. Pero le agrada escucharla, aunque la mayoría del tiempo son de
burla, o de cinismo, y muy pocas veces de gracia. Le resultan interesante esas pequeñas
cosas, palabras o acciones de las que no solía tener noción, sino hasta que, recostado en
su cama, analizaba el día.

— No —responde JungKook—. En fin, ¿nos vamos al cine?


Capítulo XVII

El domingo cayó con rapidez. Un día antes, había sido la supuesta cita de JungKook con
TaeHyung, aunque en realidad pareció una casual reunión entre amigos; o bueno, mejor
como una reunión poco usual entre dos personas que fingían conocerse y llevarse bien.
Ambos vieron la película más aburrida del mundo, y, seguido de eso, regresaron cada quien
a su casa, así sin más. El recalcar que la emoción le duró poco al mayor sería repetir que
constantemente TaeHyung crea ilusiones demasiado fuera de la realidad; las cuales en
ningún sentido se amoldan —o amoldarían— a la actitud de JungKook.

Como decía, el domingo pasó rápidamente, la ciudad se movió igual que cada fin de
semana, y cuando TaeHyung se dio cuenta, ya estaba regresando a la escuela un lunes. Su
caminar es lento pero alegre a la vez que recuerda todo lo que hizo con Kook el sábado, a
pesar de que no haya sido la gran cosa y de tener uno que otro contratiempo, aunado alas
preguntas vergonzosas y sin sentido que llegó a hacer. Por otro lado, podría parecer que
TaeHyung no le toma importancia; sin embargo, cada pequeña actitud por parte del
pelinegro es radical e importante. Al pasar tiempo con alguien como JungKook, quien
específicamente se dedica a dejar en claro lo que tiene que estar claro, aprendías a darle
significado a situaciones cotidianas y que, inclusive, podrían resultar en acciones
irrelevantes en un día a día. Eso es agradable. Le gusta estar al pendiente de los demás, y
si esa persona es JungKook, aún mejor.

Dado a que el cansancio lo consume, no solo por su mal sueño sino también por su
mente trabajadora, toma asiento en una banca para poder esperar a su novio. Sus ojos
pasean por el lugar cuando una cabellera negra capta su atención. Dicha atención
simplemente se mantiene, con su mirada fija en las facciones del chico, hasta que recuerda
aquel rostro.

— ¡JiSoo! —exclama TaeHyung desde su lugar, alzando el brazo y moviéndolo de lado a


lado.

Cuando Hong JiSoo presta atención, avergonzado y con su nuevo cabello negro
cayendo sobre su frente, comienza a dar pasos ligeros hasta TaeHyung. Estando justo
enfrente de él, agita la mano.

— Hola, TaeHyung.

— Hey, ese día ya no pudimos hablar mucho —dice el chico de cabellos castaños con
una sonrisa—.¡Realmente me alegra haberte ubicado! No tengo tantos amigos aquí en la
escuela, solo a YoonGi... Quiero decir, tengo amigos pero no tan cercanos.
Joshua es tímido, en el sentido de ser realmente introvertido. Tiene un grupo de amigos
reducido, claro, con los que se comunica perfectamente bien, pero es un poco incómodo ir y
entablar relaciones con medio mundo; más cuando estudia en una escuela donde los
chismes abundan y donde todos conocían tus secretos si no sabías a quién era indicado
contárselos. Siempre fue difícil comprender la forma complicada en la que su instituto
contenía una población estudiantil que te apuñala por la espalda, pero de repente la
hipocresía gana al existir algún premio o beneficio. Hong odia que los demás estuvieran
viéndole. En ese momento puede sentir la mirada de algunos sobre él, lo que fácilmente le
genera nervios y un poco de temor por todo su cuerpo, haciéndolo suspirar repentinamente
mientras deja caer sus hombros. Estar hablando con TaeHyung —quien, ya habíamos
dicho, es como su "crush", aunque más como un ídolo— empeora las cosas.

— Tampoco tengo tantos amigos —suelta JiSoo al aire, sujetando un volante enrollado
que le entregaron por ahí entre sus manos—. Realmente soy algo tímido, además muchos
me caen muy mal.

TaeHyung asiente varias veces y se hace a un lado en la banca. Ha notado que Joshua
está de pie, probablemente incómodo, y ni quiere imaginar el cansancio que es hablarle a
alguien cargando esa pesada mochila que observa. Además, serviría muchísimo de
compañía y también podría conocerlo un poco más. Siendo personas con pocos amigos
podrían añadir uno más a su lista.

— ¿No quieres sentarte? Estoy esperando a JungKook, además vamos a la misma clase
y... Bueno, lo que sea. Hay que hacernos compañía.

— Uhm... —Los ojos de JiSoo caen en la banca y asiente algo nervioso. Lentamente se
sienta a una distancia considerable del castaño. Suelta un suspiro, intentando tranquilizar su
corazón—. Entonces, ¿tú y JungKook?

La pregunta hasta ofende un poco, pero obviamente TaeHyung sabe que es simple tema
de conversación. Claramente que en la boca de todos estuvieron ellos dos, y la increíble
manera en la que JungKook defendió a TaeHyung de las palabras del pesado e inútil trío de
olvidados fue la fuente de exposición con la que todos al fin conocieron al nuevo y oficial
novio de JungKook (y por todos, literalmente se refiere a todos).

El cien por ciento de la población estudiantil supo (o fue lo que muchos pensaron) que
esa vez Jeon JungKook va en serio. Es mentira, claro, simples rumores; porque el pelinegro
no dijo ni pío después de llevarse a TaeHyung de la mano, cuando un grupo de chismosos
atrapó al pobre castaño mientras compraba en la cafetería. A JungKook realmente le
importa poco lo que sucediera o no con TaeHyung, después de todo son novios pasajeros; y
él sabe que tiene un solo deber al menos hasta que alguno de los dos se hartara de la
situación: tiene que cumplir sus funciones básicas como novio, y entre ellas está el
defenderlo. Agregarle a eso que odia profundamente que se metieran con los demás por
temas que no involucraban a terceros.

Pero hasta aquel punto, todos saben que Jeon JungKook y Kim TaeHyung son "novios",
"pareja", "medias naranjas". Lo que sea.

— Síp —responde TaeHyung con una sonrisa de por medio—. Interesante, ¿eh?

Joshua se queda un momento callado, mirando a TaeHyung. Probablemente anonadado


porque realmente se ve animado aquella mañana, como siempre siendo feliz. Hong JiSoo
distingue a perfección el tipo de chico que es Tae: carismático, alegre, positivo, siempre
cargando una sonrisa y amigable. Siempre fue interesante observarlo, sobre todo cuando
tuvo esta explosión de fama al convertirse en el "único" que ha vencido la regla de oro.

Comparándolo con JungKook, no tienen nada que ver. JungKook es: pesimista, hipócrita,
su cara nunca es una sola, o le desinteresabas o finge interés para no ser descortés, nunca
habla con nadie más allá de un saludo corriente, alguna tarea, un rechazo o a lo mucho un
comentario vago de algún tema irrelevante; y su carisma varía solamente entre sonreír
cuando lo requiere, o no ser un completo grosero necesitado de odio. Añadirle a eso los
rumores de la peor pareja de la escuela... TaeHyung y JungKook no hacen una buena
pareja.

— La verdad es que sí, interesante —admite Joshua con timidez de ofender al castaño a
su lado. Rasca su nuca y se arma de valor para continuar—. Es decir, las personalidades de
ambos... chocan mucho.

Aunque, por muy difícil que fuera admitirlo, JiSoo puede notar a la perfección cuánto le
gusta a JungKook esa compañía. Nunca fue bueno relacionándose, pero sí lo es
describiendo las relaciones de los demás. Si JungKook es un ser pesimista e hipócrita,
entonces al chocar con TaeHyung, quien es todo lo contrario, entonces el pelinegro se
influencia del chico. JiSoo distingue en sus ojos irritados la verdadera alegría y tranquilidad
que TaeHyung transporta al alma del extraño Jeon.

TaeHyung tiene en cuenta eso también. Tiene en cuenta que JungKook ni siquiera s el
tipo de chico que imagina, que su actitud desinteresada y vaga logra hundir sus esperanzas,
porque no da el brazo a torcer. El mayor, por esto, comprende cuando se enoja y le duelen
cosas tan insignificantes, en cierta parte. Sabe que chocan en muchas cosas.

— Lo sé.
— Uhm... Tú eres como un rayito de luz de sol —habla JiSoo al aire, viendo el cielo. Se
estremece por un segundo tras pensar en el pelinegro—. Y Jeon JungKook es como... una
noche nublada.

— Esta noche nublada viene a buscar a TaeHyung.

JungKook deja caer su mano sobre el cabello de TaeHyung con suavidad, antes de
sacudirlo amistosamente con su expresión usual de desinterés combinada con una pizca de
curiosidad, logrando capturar los ojos de ambos chicos. JiSoo se pone de pie de inmediato,
con vergüenza porque lo que ha dicho no es exactamente un halago. TaeHyung se
mantiene sentado, paseando los ojos por Joshua, quien tiene las mejillas rojas. Eso le
causa gracia, así que dirige su atención a JungKook, quien está como habitualmente suele
estar: sus cejas alzadas, cargando la mochila con la gabardina sobre sus hombros, sus
cabellos ligeramente despeinados, mirando a JiSoo con un pequeño indicio de sonrisa,
probablemente debido al nervosismo que emana el chico (a quien reconoce perfectamente).

JungKook sigue sin comprender qué parte de su propia persona provoca que cualquiera
se sintiera así de nervioso, si apenas habla y rara vez es un ente que se metiera con
personas que no interfieren en su camino. Sumándole que Hong JiSoo, específicamente, le
parece un buen chico.

— Lo lamento JungKook. No quise ofenderte.

— No lo hiciste —dice JungKook despreocupado—. Describiste todo a la perfección.

Por un momento el pelinegro de menor estatura, hablamos de Joshua, suelta un suspiro.


Por poco siente que su alma se iba, teniendo tan de cerca aquella aura oscura y esa mirada
graciosa mezclada con desinterés puesta sobre él. Parecía una escena de película de
terror, complementando que la escuela es un escenario chismoso. Nadie lo admitía del todo,
pero JungKook es un tipo intimidante, y no en sí su persona, sino lo que puede provocar
con unas simples palabras.

— Entiendo —habla Joshua, disimulando la vergüenza.

JungKook asiente una sola vez antes de mirar fijamente a TaeHyung, con sus cejas
alzadas y la comisura derecha de su labio alzada, en una mueca poco usual.

— ¿Vas a quedarte aquí?—pregunta JungKook a Tae con tono tranquilo y curioso,


mientras él se pone de pie al instante.
La pregunta obliga a TaeHyung a pensar un instante. Está bien, Joshua es su amigo,
pero Joshua es muchísimo más flexible que JungKook. Tae tiene en cuenta que en
cualquier momento se podría sentar a conversar con Hong JiSoo y todo estaría genial,
hablarían bien y el ambiente no sería incómodo. La cosa cambia con JungKook,
especialmente porque tiene en mente aquellas palabras que llegaron hasta el fondo de su
corazón: "Yo no sabía de tu existencia, tú sí de la mía. Nos hicimos novios, para tu suerte, y
después de ese día tan solo hablamos cada día por... ¿Qué? ¿Veinte minutos? Hasta que
llegamos a tu casa". Sabe que sentirse cercano al menor conlleva mucho más esfuerzo,
necesita acostumbrar a JungKook a su presencia para que él valorara realmente toda la
situación y al fin se volviera flexible en todo sentido. Sí. Definitivamente es más difícil estar
con JungKook que con JiSoo, y eso no es malo. Hay personas que necesitan más tiempo
que otras para por fin dejarse llevar, otras con las que basta menos de un segundo.

— ¿Nos vemos al rato, JiSoo? —cuestiona TaeHyung dándole una sonrisa al chico. Éste
le sonríe y agita la mano, comenzando a caminar.

JungKook da media vuelta sobre su eje, en dirección a la entrada de la escuela, seguido


por TaeHyung. Comienzan a caminar juntos, sin hablar de algo en específico, nada más que
preguntas triviales y sus repuestas. El ambiente es lindo, nada incómodo, bastante normal.
Así lo nota Tae; mientras que a JungKook —como es de esperarse— le da completamente
igual. De pronto, por el lado izquierdo, las suaves pisadas de una serie de chicos llegan a
resonar en los oídos de todos junto con risas unidas a una serie de chistes, haciendo que
tanto JungKook como TaeHyung giren la cabeza hacia la izquierda. Es ahí cuando notan
que un grupo del equipo de básquetbol se viene acercando.

La expresión de JungKook es de desagrado, pero cambia ágilmente a las típicas muecas


de desinterés. Realmente no está tan allegado a todos aquellos chicos. Se atrevería decir
que le caen un poco mal, sobre todo porque la mayoría del tiempo intentan fomentarla
cercanía, hablándole como si fuesen amigos de toda la vida.

— ¡JungKookie! —grita un chico de cabellos cobrizos, con sonrisa afortunada y mejillas


amigables.

JungKook odia, con todo su ser, que alguien lo llame de tal manera. Tan solo le recuerda
cuando su papá lo regañaba por cualquier cosa, simulando que era un niñito que no
entendía. JungKook entiende perfectamente sus regaños desde los seis años. Nunca le
tomó importancia, menos cuando comenzaba la frase con un apodo tan tierno y lleno de
cariño como lo es ese. También odia cuando TaeHyung lo llama de esa manera. Se siente
de alguna forma la cercanía que adquiría, y es preocupante que el mayor se tomara esa
libertad.
TaeHyung no reconoce a ningún chico, pero por inercia se pone justo detrás de
JungKook, usándolo como escudo. JungKook piensa: No sé por qué se esconde, estos
perros grandes no muerden. Sin embargo, se mantiene quieto en su lugar, ladeando la
cabeza con TaeHyung por detrás.

— Claro. Se me olvidaba que JungKook no habla mucho —vuelve a decir Jung HoSeok,
el de cabellos color cobre—. Como sea, recuerda que hoy hay un partido.

— Sí. Lo sé. Lo repitieron tres veces la práctica pasada.

Como si se tratara de un aviso mortífero, las orejas de Tae se ponen alertas ante aquel
comentario. ¿Habría un partido? ¡¿Por qué demonios nadie le había avisado?! Él debía
estar ahí desde mucho antes y hasta mucho después. Debe ir a apoyar a JungKook. La
cabeza de TaeHyung sale de su escondite, viendo directamente al chico alto de cabellos
rojizos. HoSeok cae en cuenta de que hay un chico viéndole y le suelta una sonrisa.

— ¡Ah! ¿Tú eres TaeHyung? —pregunta viendo a TaeHyung directamente. El otro


asiente unas cuantas veces—. Genial, eres el novio de este pedazo de hielo, ¿no?

— Sí... ¿Verdad que es muy frío? —recalca TaeHyung con algo de obviedad.

JungKook rueda los ojos y lleva una mano hasta el hombro de TaeHyung, en un intento
de llamar su atención y mirarlo con orbes confusos y ofendidos.

— Se supone que no debes decir esas cosas de mí, TaeHyung—rechista JungKook


impaciente.

— Eh, hyung —habla TaeHyung con algo de nerviosismo. Mira a JungKook para ver si
no se queja o algo, y termina mirando directamente a HoSeok—. ¿Dijiste que hay un
partido?

JungKook nunca invitó a alguien a sus partidos, pues no le gusta. Que alguien que lo
conociera en otro sentido fuera a verle le pone total y completamente tedioso, y hasta un
tanto distraído. No diría que es causa de la falta de atención que tuvo durante su niñez, más
bien porque los gritos animándole eran presión sobre su cuello. Necesariamente se vería en
la necesidad de ser competitivo y se estresaría. Odia que gritaran alentando, lo
desconcentra en todos los sentidos.
Sabe que no iba a evitar eso cuando TaeHyung mueve impaciente su brazo. Está
idealizando la escena y desde ese instante ya se siente con un montón de competitividad
que alteraría su pasiva forma de ser.

— ¿Y puedo ir yo? —exclama TaeHyung tomado del brazo a JungKook, zarandeándolo.

HoSeok asiente varias veces y suelta una risa.

— Puede ir quien sea. Que chico más alegre... ¿Cómo es que estás con un amarg...?

JungKook toma del brazo a TaeHyung y da media vuelta, no sin antes decir en voz alta
con tono calmado pero bastante incrédulo:

— Suficiente, ya sabemos que soy amargado.


Capítulo XVIII

Cuando la hora de salir llega, TaeHyung rápidamente termina de remarcar el nombre de


JungKook en la cartulina. No sabe qué colores le gustarían más, por eso terminó eligiendo
una cartulina blanca con plumón negro. En grande y con tipografía gruesa escribe: ¡Vamos,
JungKook!

Mira a sus lados antes de ponerse de pie y colgar la mochila en su hombro. Habían dado
el toque de salida minutos atrás y le dijo a JungKook que lo esperara allá en la cancha de
básquet, a pesar de que el pelinegro insistió unas cuantas veces en esperarlo, porque de
otra forma terminaría estando demasiado al pendiente. El mayor se negó, todo por su ardua
sorpresa que no debía de ser descubierta sino hasta unos minutos antes del partido. Da
unos pasos con la mochila sobre el hombro, y cuando escuche los sonidos de las pelotas
dando en el suelo un escalofrío le recorre el cuerpo. Odia la cancha por ese sonido
chillante, que es tedioso y se cuela por sus oídos.

Se acerca lentamente al lugar, y asoma la cabeza para ver. Es descubierto en el intento,


porque todos miran curiosamente la puerta.

— ¡Kim TaeHyung! ¡Ven! —exclama HoSeok alzando la mano.

La emoción de HoSeok contagia a TaeHyung, quien suelta una sonrisa tímida, entre sus
manos cargando el cartel, y comienza a caminar hacia los chicos. Busca a JungKook con la
mirada, dando por fin con él encestando con calma y mirando atentamente la canasta,
perdido en sus pensamientos. JungKook es un gran jugador de básquetbol. Desde que está
en la escuela y tiene conocimiento de los partidos, la importante presencia del chico es
primordial. Da unos pases buenos, sabe las reglas de memoria, cada una y cómo se hacen
cumplir, y ejecuta bastante bien los movimientos. Tae no es un experto en el deporte, menos
uno específico, pero conoce lo necesario.

Es raro que no fuera el propio capitán, a diferencia de Jung HoSeok. Pero es que
JungKook no quiere cargar con responsabilidades que le obligaran a relacionarse con más
personas que las que, de por sí, ya tiene encima.

— Hola, HoSeok hyung —saluda con algo de incredulidad antes de mirar a los demás
jugadores—. Y hola ustedes.

Todos sonríen al recibir una sonrisa del chico, quien luce bastante animado a
comparación de los propios jugadores.
— ¿Qué traes ahí?

TaeHyung baja la vista inmediatamente, pero la alza con una sonrisa, mostrando así el
gran cartel para animar a JungKook. HoSeok mira la pancarta y suelta una risita animada,
viendo a JungKook de reojo, que no presta ni la mínima atención a la situación y prefiere
estar hincado mirando el suelo con la mano en la barbilla. Es decir, Jeon no nota que Tae ya
está ahí, pero se enfoca en otras cosas, tal cual suele hacerlo cuando hay un partido,
encerrándose en su propio mundo. A lo lejos, el pelinegro se pone de pie y encesta
rápidamente en el aro. Luego bota unas cuantas veces el balón antes de repetir sus
movimientos.

A HoSeok le impresiona la actitud de TaeHyung. No es por nada, pero es la primera vez


que una de las "parejas" de JungKook viene a apoyarlo a un partido. De paso, todos en el
equipo tiene en cuenta que a Jeon le estresa (por no decir que casi repudia) que alguien
fuera a darle "ánimos" a la cancha.

— ¡Es para JungKook!

— ¿Qué es para mí? —pregunta JungKook, llegando tranquilamente al lado de HoSeok,


secándose el poco sudor con una toalla.

Asusta a los dos que se encuentran conversando ahí, y cuando cae en cuenta de eso,
rueda los ojos con un poco de gracia, preguntándose las razones en su persona para
provocar esa clase de acciones. Busca con la mirada lo que TaeHyung lleva en las manos.

— TaeHyung te hizo una pancarta —admite HoSeok apuntando por unos segundos el
cartel.

— ¡Sí! —exclama TaeHyung emocionado. Levanta hasta su pecho el cartel y se lo


muestra con una sonrisa a JungKook—. ¿Te gusta? Lo hice de color negro y blanco porque
el negro es tu color favorito... O bueno, no sé, pero siempre usas ese y no es que me
cuentes ese tipo de cosas.

JungKook observa por un segundo aquella letra, las palabras y el cuidado que TaeHyung
puso en ello. Siente un malestar en su estómago. Piensa en lo mucho que odia que las
personas hicieran cosas así, pero contiene sus malas emociones porque observa el tipo de
expresión que mantiene TaeHyung. Reza porque aquel chico no estuviera gritando en todo
el partido, le manda unas cuantas maldiciones a Jung HoSeok por mencionar el juego frente
a TaeHyung; y, por último, dice en su mente: Mi color favorito es el azul, pero nada mal.
La mirada de JungKook dice más que mil palabras, TaeHyung lo nota y cierta parte de él
se desanima, pero está más enojado porque el tipo no puede ser hipócrita en ese instante y
sonreír un poco.

— ¿Se supone que vas a tener eso en alto cuando esté jugando? —La pregunta ruda de
JungKook llega hasta los oídos de los otros dos chicos, dando a entender con su tono que
está completamente en desagrado.

HoSeok abre la boca sorprendido, pero inmediatamente la cierra. Tiene el impulso de


reírse, aunque no puede hacerlo debido a la incredulidad con la que TaeHyung mira al
pelinegro.

— Pero... ¡Está linda, TaeHyung! —HoSeok exclama, animando al chico a su lado que
tiene una mirada entre enojada y decepcionada.

— Gracias, HoSeok hyung.

JungKook por una vez más mira inexpresivo a ambos, pensando un poco, y se da media
vuelta; sin embargo, antes de caminar toma a Tae del brazo y lo lleva consigo a la vez que
le dice:

— Ven un momento, Poochie. —Menciona bajo el apodo a la vez que se mueven.

TaeHyung siente el suave tacto de JungKook en su muñeca y empieza a caminar


despidiéndose de HoSeok con la mano.

A lo lejos, se ve que comienza a llegar la gente de poco en poco, como es de esperarse.


Los demás jugadores también están llegando, con sus uniformes azules a comparación de
los de la escuela, que son rojos. La llamada "banda escolar", que más bien se dedica a
juguetear y hacer todo el ruido posible, empieza a dar golpes como ensayo. Todos entran
con más pancartas, gorros, cornetas, todo lo posible para animar al equipo de básquetbol.
TaeHyung jamás había ido a uno de esos partidos, por más que gustara de JungKook. Se
arrepiente, porque el ambiente es muy lindo y divertido. YoonGi un montón de veces le
invitó, pero el simple hecho de ver a gente haciendo ejercicio por gusto propio lo cansaba.

Cuando JungKook suelta su brazo. El castaño apenas cae en cuenta de que se han
sentado en una de las primeras gradas del lugar.
— Tú te vas a quedar aquí — dice JungKook, con la respiración sutilmente entrecortada
a causa del cansancio y sus nervios—. ¿Te digo algo? Me molesta mucho que me "animen".
—Hace las comillas con sus dedos con un tono cínico, después busca algo en las bolsas de
su uniforme—. O lo que sea.

— ¿Puedo hacerlo hoy?

JungKook se queda callado un momento, pero seguido de eso niega varias veces. Qué
extraño, está dudando, pero termina diciendo que no. Hay un límite para todo, y aunque se
siente un poco responsable siendo su novio y dejándolo ser tanto como él quisiera, el
levantar en lo alto un cartel con su nombre lograría presionarlo al grado de tener la
necesidad de ganar. TaeHyung le mira suplicante. De verdad, verdad quiere apoyarlo. Gritar
su nombre, con toda la fuerza de sus pulmones y obligar a YoonGi a sostener el cartel.

— ¿Por favor? Aunque de todas maneras haré lo que yo quiera, pero ¿está bien? —La
mueca suplicante de TaeHyung hace que JungKook lleve su mano suavemente hasta la
cara del chico y ruede los ojos—. ¿Por Poochie?

Es ahí cuando JungKook, incrédulo, mira a TaeHyung con esa expresión de ganador, y
sabe que ha encontrado una excusa perfecta para poder chantajearlo (aunque esa no es la
palabra correcta) y hacer la cosa del cartel a su gusto.

— Como sea —termina accediendo—. De todas maneras lo vas a hacer, ¿no? Solo, por
favor, no hagas rimas con mi nombre.

¿Cómo demonios haría una rima con el nombre de JungKook? ¿Vamos, JungKook,
encesta con actitud cool? ¿Viva JungKook porque eres muy lindo-ok? No. No quedan muy
bien. De todas formas terminaría diciendo alguna tontería, así que solamente asiente un par
de veces antes de sonreírle a JungKook.

— Ah, sí —dice el pelinegro una vez más. Se apresura en ir por su mochila larga, la cual
está lejos de ellos, y regresando a pasos rápidos hasta donde está TaeHyung sentado. La
pone a su lado y apunta—. Es mi mochila. Cuídala, ¿bien? No me gusta que toquen mis
cosas. Suelo dejarla en los casilleros pero no hay tiempo. Ahí hay agua, y cosas, y lo que
sea.

TaeHyung la palmea un par de veces y la abre para curiosear. Encuentra un montón de


frituras y mira a JungKook con una ceja alzada.
— ¿Puedo agarrar algo?

— Ajá, lo que quieras —responde JungKook. El silbato suena a lo lejos apresurándolo—.


¡Sin rimas con mi nombre!

TaeHyung se mantiene sentado, viendo a JungKook alejarse. De la mochila a su lado


saca una bolsa de papitas y husmea un poco. Pero no encuentra nada interesante así que
la cierra y comienza a comer. De pronto, YoonGi aparece a su lado y toma asiento.

— ¿De dónde apareciste tú? —pregunta TaeHyung con duda.

YoonGi le mira y apunta a la puerta.

— Por ahí, ¿duh? Te estaba buscando, creí que no ibas a venir —admite. De reojo
observa a TaeHyung y nota que hay duda en sus ojos. Toma una fritura y se la lleva a los
labios—. Después de todo, odias el deporte.

TaeHyung no odia el deporte, solo no lo elegiría vocación. Pensar que tiene que
entrenar, y comer sano, y entrenar, y levantarse de su cama, y entrenar. No. No es lo que a
él le gusta. A diferencia de YoonGi, quien siempre ha tenido gusto por algunas actividades
físicas, que de forma maravillosa aguanta las vueltas en la cancha a la hora de educación
física o que tiene fuerza para levantar cajas cuando es día de limpieza. O en el básquetbol,
por ejemplo. YoonGi fue un buen jugador cuando era pequeño, pero en cuanto entró a la
escuela se retiró. Por años Tae intentó hacerlo volver a jugar, pero Min se veía obligado a
decir que no.

— Yo no odio el deporte —contradice TaeHyung medio convencido. Sus ojos recaen en


la persona de cabellos pelinegros que viene entrando tímidamente—. ¡Hong JiSoo! ¡Aquí,
Joshua!

YoonGi lleva los ojos hasta Joshua, el chico de la clase de Tae, y suelta una sonrisa.
YoonGi ubica a JiSoo a la perfección El pelinegro se acerca de poco en poco hasta ellos y
los saluda tímidamente. Toma asiento a su lado y suelta un suspiro.

— Hola TaeHyung... YoonGi hyung.

— Hola, JiSoo —saludan los otros dos al unísono.


El silbato del árbitro hace que todos presten atención. El partido está a punto de
comenzar.
Capítulo XIX

— ¡Vamos, JungKook! ¡VAMOS,JUNGKOOK! ¡SÍ! ¡YA ESTÁS CERCA! ¡METE EL BALÓN


EN ESA COSA RÁPIDO! —exclama TaeHyung con el cartel entre sus manos, moviéndolo
por los aires con una expresión de emoción y euforia.

A su lado, YoonGi observa cómo TaeHyung hace eso, avergonzado por su ánimo tan
potente, al grado de escuchar su voz resonar por toda la cancha. Suelta unas risitas, pero
nunca deja de prestarle atención al partido. JiSoo hace lo mismo, mirando de reojo a
TaeHyung y soltando risitas a la vez que mira la emoción de Kim desmoronarse en sus
gritos.

El puntaje del equipo anfitrión supera por mucho a los visitantes. Todo esto porque
JungKook se apega al juego acordado, lanzándole el balón a HoSeok, o dejando que los
demás tiraran al aro; jugando como uno solo, básicamente. En toda su vida, JungKook no
ha escuchado su nombre tantas veces en chillantes gritos, y aunque quiere pararse a
observar a TaeHyung con la clase de mirada que sabe que el mayor odia, no puede
detenerse a molestarlo; debe mantener la atención fija en el juego.

TaeHyung se ha encargado de utilizar esa única oportunidad al máximo. Jeon se distraía


por la voz de TaeHyung, pero de inmediato se calmaba porque el chico se mesuraba. De
todas maneras, Tae está siendo un obstáculo de presión más que de apoyo.

— ¡VAMOS, JISOO, AYÚDAME A ANIMAR A JUNGKOOK!

— No lo creo, el aura de Jeon JungKook realmente me aterra —menciona en voz alta,


cercano a TaeHyung puesto que están de pie—. Parece que dentro de su cabeza suceden
cosas extrañas, como si esperara el momento para atacar.

TaeHyung niega varias veces con la mano antes de seguir saltando en su lugar. Hasta
ese punto del partido no existía siquiera una bolsa de frituras en la mochila de JungKook,
todas se las comió. En su defensa, estaban muy, muy, muy ricas. TaeHyung descansa por
un momento, tomando lugar al lado de JiSoo, y suelta un suspiro agotado. Recarga la
cabeza sobre el hombro de Joshua, ya que es el único sentado, pues YoonGi va y viene por
la línea que delimita el área de juego, tal cual entrenador obsesivo, frustrado y en parte
orgulloso.

A lo lejos, JungKook bota el balón, analizando a sus oponentes y sus salidas. Lo pasa
hasta HoSeok, quien rodea dejando incrédulos a los jugadores contrarios, y da un pase
rápido a Yugyeom; seguido este la lanza al subcapitán ChangGu. Los ojos de Jeon
JungKook caen ocasionalmente en TaeHyung, después de dejar de escuchar esos gritos
que le han venido bien para presionarse y de esa manera conseguir la delantera en el
partido, mas le presta poca atención una vez que todo reinicia.

— ¿En serio? —cuestiona TaeHyung a JiSoo, con la respiración agitada y ganas de


seguir gritando. Sus ojos están cerrados a causa de la respiración entrecortada por la
euforia—. No lo creo. Nunca ha dicho algo parecido. Más bien yo pienso que tienes una
idea equivocada.

Aunque la verdad es que Jeon ni siquiera actúa como un novio convencional o normal.
Tiene una manera extraña de comportarse cuando se habla de aquella relación. A veces
cumple su rol por completo, y después se aleja de lo que es "habitual" en una relación.
TaeHyung lo atribuye a su reservada manera de ser y las expectativas que se crea viendo
relaciones en los dramas.

Del otro lado del lugar, HoSeok recupera el balón de un movimiento rápido y grita:

— ¡JungKook! ¡Oye!

Los ojos de Jeon caen directamente en HoSeok, quien da un pase ágil y seco. Las
manos de JungKook se mueven, esquivando a los demás, procurando no dejar de botarlo.
Cruzando la línea de separación, no hay manera de regresar. Sin embargo, hay algo que le
molesta. Una basura en el ojo, quizá por eso estos no pueden concentrarse. O solo sus
pensamientos haciendo memoria y preguntándose si no fue especialmente específico
cuando dijo lo que le gustaba o no.

TaeHyung suelta un suspiro de cansancio antes de pedirle agua a Joshua, que la saca a
órdenes de TaeHyung de la mochila de JungKook. JiSoo se mantiene hurgando en ella
después de eso.

— ¡JungKook! ¡Ahí va de nuevo!

Cuando el balón naranja cae en él, su agilidad y la vocación le permiten poder


manipularlo fácilmente. Pero le es difícil concentrarse. Principalmente porque la escena le
provoca distracción. ¿Por qué TaeHyung está dejando que alguien más tocara algo de su
mochila? Comprende que no es la gran cosa, y de hecho no está tan molesto, sino
incómodo. Es una manía extraña eso de cuidar lo que aprecia con tal cuidado, pero si
TaeHyung no puede tomarle la misma importancia, ¿no podría al menos respetar su extraño
sentimiento de protección por más que fuera una simple mochila?
Un golpe seco hace que la audiencia se calle. El balón le ha dado justo en la nariz,
debido a que bajó los brazos y pensó en ese idea que envolvía a TaeHyung. El dolor le hace
tropezar, perdiendo así el equilibro y cayendo con rudeza al suelo. JungKook siente en su
costado izquierdo un golpe duro, que genera un dolor bastante grande y que se expande
por todo su cuerpo. TaeHyung abre los ojos cuando escucha aquel ruido, y lo primero que
ve es un cuerpo tirado en el suelo. Tarda medio segundo en darse cuenta de quién es.

— ¡JungKook! —exclama HoSeok acercándose rápidamente al chico.

Todos se quedan en silencio tan pronto como TaeHyung se pone de pie para ir hacia
JungKook, pues jamás sucedió algo similar. Y a pesar de la baja gravedad, porque se nota
que Kook estaría bien, sigue siendo sorprendente ver al desinteresado Jeon caer, siendo
del que menos esperarían algo similar. Tae y sus pasos apresurados le hacen llegar pronto,
y cuando sus ojos capturan aquellos orbes negros y el cabello medio rizado cayendo sobre
la frente con sudor, sabe que algo no está bien. La mirada perdida de JungKook, confundido
por lo que pasa. No entiende nada. Y no quiere hacerlo. Principalmente por el contexto del
accidente: está una vez más lastimado a causa de TaeHyung, incluso cuando él no ha
provocado nada. De eso está consciente. ¿Acaso TaeHyung le pidió defenderlo de Yeo
ChangGu? No. ¿Y acaso TaeHyung lo distrajo por una mochila? No.

En ese momento, le sube un sentimiento incómodo a la cabeza que lo hace entrar en


razón.

Una fina hilera de sangre escurre por su nariz, su pestañeo es rápido y le cuesta respirar.
Le duele el brazo izquierdo, también parte de su estómago al caer casi completamente de
lado.

— Demonios... JungKook —habla TaeHyung, agachándose de inmediato, quedando


cercano a él. Escucha a sus lados cómo los jugadores piden una falta, y otros cómo
mandan a traer a la enfermera Min. TaeHyung coloca una mano en la mejilla de JungKook,
procurando que este le preste atención—. Oye, JungKook, mírame, ¿qué pasa? ¿No te
puedes poner de pie?

Cuando JungKook puede centrarse, sus ojos van directamente a TaeHyung. Entonces se
enoja consigo mismo por ser tan débil ante una situación tan estúpida como que alguien, sin
malas intenciones, tocara su mochila. También al verse recostado en el suelo por un
balonazo. En parte sintiéndose avergonzado por todos los ojos puestos en él.

— Sí. Muévete, me quiero levantar.


Jeon hace el intento de querer ponerse de pie; al menos sentarse en su lugar. Sin
embargo, tan pronto como endereza su espalda, un chorro de sangre desciende por su
nariz.

— Tranquilízate, estás...

— Lo sé —interrumpe JungKook con un tono adolorido y tranquilo, pero bastante


serio—. Deja que me levante.

Los oídos de JungKook captan el sonido sordo de todos. Las miradas de todos están
sobre él. HoSeok, los amigos de TaeHyung (ese chico JiSoo y YoonGi), los demás, los de la
otra escuela. Se siente mareado antes de que mencionaran en voz alta que ya viene la
enfermera.

— Oye, JungKook, tú debes de... —Tae quiere hablarle.

La actitud de JungKook suele ser rara, aunque también variada. En ese momento,
consumido por la situación, la confusión —con sus entrañas removiéndose para poder
vomitar—, se pone de pie aún con la nariz bañada en sangre y cayendo por parte de su
barbilla; manchando un poco su camiseta.

— JungKook, no deberías de...

— Ve a sentarte —dice. JungKook ve a la señora Min acercarse, pero amablemente y


con una seña le pide solo un pañuelo. Cuando ella se lo entrega limpia la sangre y tira el
papel a cualquier lugar que no estorbara—. Tengo cosas más importantes que hacer y
pensar ahora.
Capítulo XX

Cuando el partido termina, TaeHyung siente preocupación en su corazón. Mientras algunos


celebran que el partido fue ganado y otros se van a sus casas, Tae espera sentado en la
misma banca a JungKook. Quiere hablar con él, y aunque su actitud es de lo más normal,
hay algo que no le cuadra. Ya hemos visto que JungKook es totalmente desinteresado y
habla en un tono que fácilmente se podría confundir con la más mera irreverencia y
grosería. Realmente no tiene noción de lo que es herir y de lo que no, lo cual es una
estupidez puesto que es un adolescente. A JungKook le importa poco el tono común con el
que le habla al mundo. Él no nota cuál es su tono y en qué ocasiones es así; no tiene
percepción de la gravedad con la que suelta algunas cosas. Pero TaeHyung sí.

En dos meses pudo aprender a distinguir cuándo JungKook se enojaba, irritaba o


simplemente hablaba con un tono común, normal

Cuando TaeHyung gira la cabeza, JungKook se hace presente en su campo visual. El


pelinegro, sudado, cansado y con un moretón en el brazo, camina hasta TaeHyung con la
mirada pensativa que pocas veces deja salir. Cerca de él, toma su mochila del suelo y
comienza a guardar sus pertenencias con tranquilidad. Tiene muchas cosas en la cabeza.
Está feliz por el triunfo, pero se siente un tanto extraño debido a la escena poco satisfactoria
por la que pasó. Además, añade a eso todos los rumores que se vendrían encima, y su
malestar por sucesos irrelevantes. Está actuando como uno de esos niños molestos que
tanto odia ver, y lo peor de todo es que es consciente de eso, pero no puede dejar de
sentirse de esa manera.

El silencio es abrumador. Sencillamente molesto, ni siquiera entendible. La incomodidad


va desde su espina dorsal hasta la punta de sus pies. Su cabeza da vueltas, queriendo
hallar una respuesta lógica a todo lo que sucede. Cuando TaeHyung va a hablar, JungKook
prefiere hacerlo.

— ¿Me estabas esperando?

El tono es interesado pero incrédulo. Es imposible para otro notarlo, porque el ruido del
festejo hace que ese tono característico se desvaneciera y disimulara; sin embargo, a los
oídos de TaeHyung es fuerte y claro. JungKook está enojado por algo o con alguien, e
intenta ocultarlo de forma muy patética detrás de su fachada de chiquillo desinteresado.

— Yo, eh... Sí —responde con nerviosismo en su voz. JungKook lo mira de reojo y


asiente un par de veces—. Mh... ¿Tú estás...?
— ¿Enojado? —cuestiona nuevamente con tono curioso. JungKook mira atento a
TaeHyung y chasquea la lengua—. No, no estoy enojado.

Recuerda a la perfección que ese es el "tono común" que JungKook usa siempre, o el
que todos suponen que usa. Mentira. Hasta para estados que denotan la poca atención o
importancia, hay un tono característico. JungKook no siempre habla de la misma manera, y
tampoco se muestra tan mal como solía pintarlo al inicio. Si bien su tono no es usual,
tampoco es la cosa más horrible del mundo. Solo es su tono, es todo.

Con mucha sinceridad, Jeon tiene la cabeza en otras cosas. El sentimiento amargo sigue
en su lengua y muchos pensamientos le invaden. Está enojado consigo mismo por su
actitud, sus palabras y la forma en la que se mostró débil ante toda la escuela al ser
golpeado de forma tan absurda por un balón.

— Pensaba que sí. Tu tono en la cancha fue algo duro, ¿eh?

— Lo sé —admite el pelinegro cerrando su mochila y suspirando—. En ese momento sí


estaba enojado. Claramente, porque vi a un tonto dejando que alguien más tocara mis
cosas.

Estamos hablando de la mochila. TaeHyung hace memoria, y sí. Algunas cuantas veces
dejó que JiSoo o hasta YoonGi sacaran cosas (dulces y frituras) de la mochila de JungKook.
Cosas que eran de la propiedad del chico. Si alguna vez JungKook le contó algo, fue que
odia que tocasen sus cosas. Principalmente porque si perdía algo terminaba pensando que
alguien más fue o se culpaba a sí mismo por ser tan descuidado. El pelinegro tiene cierto
orden codificado en su cabeza, y que algo se saliera de su lugar es una culpa que se mete
hasta el fondo de su anatomía. Fue educado para mantener las cosas en orden y para tener
un lugar para todo y todos.

— Lo lamento.

— Claro que lo haces —dice serio. Da media vuelta sobre sus pies y se sienta al lado de
TaeHyung.

El ambiente de nuevo es pesado, más asfixiante para TaeHyung. La actitud del pelinegro
es imposible de descifrar. Está demasiado serio, con esa cara de amargado. Sus cejas
arqueadas hacia abajo, y sus labios atrapados en sus dientes, porque los está
mordisqueando. JungKook mueve impaciente el pie, provocando que su muslo temblase. Es
incómodo. No se puede soportar.
— Oye, TaeHyung. —la voz de JungKook suena por debajo del sonido de las
felicitaciones fuera de la cancha.

TaeHyung mira directamente a JungKook. Reconoce esa expresión. El tipo de expresión


confusa que deja versus cuestiones, tal vez las únicas muecas que permiten ver la
frustración contenida en sus pensamientos y todo aquello que nunca quiere decir. A Tae le
resulta, por más que unos segundos, increíble darse cuenta de que podía saberlo que
JungKook pensaba viendo sus ojos, esos ojos profundos y fríos que de vez en cuando te
dejaban entrar en su interior.

— ¿Qué?

— ¿Hasta cuándo vamos a seguir haciendo esto?

Kim TaeHyung jamás ha sentido ese dolor en su pecho, que es más como la verdad
golpeando la puerta de la esperanza con una bola gigante de nieve, o una piedra tal vez. En
ese momento, su corazón da una punzada. Tiene el impulso de querer tomarlo entre sus
manos, pero no lo hace. Solamente se queda callado mientras su respiración se hace
agitada, sin llegar a ser muy obvia. Está preocupado porque no tiene ni la más mínima idea
de qué responder a esa pregunta.

Pensar en el final de las cosas suele ser duro. El final solo tiene dos opciones:
desgarrador o satisfactoriamente desgarrador. No hay un intermedio. O una anotación feliz.
Podías poner puntos suspensivos que te dejaran con un primer final feliz, pero el punto final
sería totalmente triste. Imaginar que en algún momento alguno de los dos se hartaría de
correr en círculos, es desgarrador.

— No lo sé. —La voz de TaeHyung es baja, triste, probablemente perdida y ahogada.

JungKook piensa en el final de todo, como un punto de retorno a su amada, preciada, sin
problemas, triste y solitaria vida. Porque le gusta estar solo en casa, y llegar temprano. Le
gusta dejar sus cosas encerradas en los vestidores o en su casillero. También extraña no
tener a nadie a quien acompañar a casa, salir y sentirse con frío cuando nadie lo espera
después del entrenamiento; o simple y sencillamente escuchar que gritan el nombre de los
demás en los partidos, no el suyo.

Sí, qué "gran" sentimiento de pertenencia comienza a hacerse.


— ¿Por qué te pones así? —cuestiona JungKook—. Sabías que en algún momento iba a
pasar. Te lo advertí.

Por más que comenzara a tenerle cariño, todo tiene un final.

— Por nada —responde TaeHyung—. Realmente sé que no puedo gustarte de la


manera en la que tú me gustas.

JungKook abre la boca, y segundos después la vuelve a cerrar. Lo que iba a decir se
queda encerrado en sí mismo. Porque es estúpido sincerarse en una situación como esa,
cuando se habla del final que alcanzan todas las historias de este mundo.

Las pisadas aceleradas de alguien hacen que los dos chicos volteen. Hong JiSoo entra
corriendo con una sonrisa, viendo a ambos chicos. El aura de Jeon JungKook cambia,
haciendo el ambiente un poco menos tenso, pues se recarga sobre sus codos al estar
sentado en las bancas. Tae mira de reojo a su novio, y observa cuánta incomodidad hay en
sus ojos y cómo pretende disimularla mirando neutro a JiSoo. Además sus cejas están
sumidas en un poco de confusión.

— TaeHyung, ¿no quieres ir a bailar? Hay una fiesta en el auditorio porque el equipo
ganó. —La sonrisa de Joshua cae directamente sobre TaeHyung. El castaño lo observa por
un momento.

Kim TaeHyung no es un gran bailarín. Pero es divertido hacer el ridículo mientras se ríe.
Nunca tuvo miedo a hacer ese tipo de cosas. Mientras fuera divertido y no dañara a alguien,
está total y completamente bien.

Pero en ese momento, con JungKook al lado, simplemente observa al pelinegro.

— ¿Y tú? ¿No quieres ir a bailar, JungKook?

— No —responde el pelinegro—. Si quieres ve tú a bailar, te espero aquí hasta que


quieras ir a casa.

El momento es incómodo y JiSoo quiere aligerarlo, intentando hablarles a los dos y


entablar una conversación tranquila. Los ojos curiosos de JungKook lo detienen: estos lo
observan con cuidado, de arriba abajo sin llegar a ser intimidantes, tan solo buscando algo
en su persona, con cuidado y mucha atención. Joshua no sabe qué hacer, así que opta por
hacerle señas a TaeHyung de que va a estar allá. Cuando el chico sale de la puerta,
TaeHyung escucha a JungKook susurrar: "Qué tipo".

— Le gustas a ese chico.

El castaño no sabe qué hacer. No lo notó antes, pero ya escuchó eso de YoonGi hyung.
En realidad, JiSoo es muy amable con él.

— Ya entiendo.—TaeHyung está algo ido por las palabras.

No, no entiende.

— No lo digo por molestar. Me causa gracia lo nervioso que se pone cuando me ve,
como si le fuera a hacer algo.

— Es algo tímido.

— ¿Y no te gusta él a ti?

— Me molesta que hagas eso, ¿no entiendes? Si estoy contigo por más que me dices y
pides que me aleje, es porque tú me gustas. No soy tan tonto.

JungKook chasquea la lengua.

— Debes de salir con alguien a quien le gustes —vuelve a hablar JungKook—. ¿Por qué
no entiendes eso?

La pregunta va en serio. JungKook tiene esa duda en su cabeza. No importa cuántas


veces le dijeras a una persona que algo lo iba a lastimar, por su propio orgullo y las ganas
de mantenerse cerca se mantendría firme. Así como TaeHyung, que sin importar qué,
incluso cuando JungKook no es lo que esperaba y, en cambio, fuese una persona repleta de
desinterés y poca atención, está a su lado, desechando la idea de divertirse porque hay un
problema entre los dos que debía resolverse.

TaeHyung no quiere obligar a Jeon a estar enamorado de él, o a gustarle. Sería injusto.
Obligar a alguien a hacer eso es como obligarle a alguien a no comer; va en contra de las
necesidades que van y vienen. Está abrumado. Abrumado porque cada vez la opción de
gustarle es más lejana.

¿Alguna vez le llegaría a gustar?

¿Está presionando mucho a JungKook? TaeHyung de pronto comienza a sentirse


culpable. No quiere verse ejerciendo fuerza sobre algo que tal vez no florecería, poner
encima de un botón una roca podría hacer que el botón se destruyera por completo.

— Si te sientes presionado porque siempre estoy molestando, a tu lado, o haciendo ese


tipo de cosas, JungKook, puedes terminar conmigo.

JungKook suelta una risita que hace confundir a cualquiera, pero se siente extrañamente
tranquilo al escuchar esa proposición; la cual, en vez de aceptar, es rechazada
rápidamente. Se recarga sobre sus propias manos, echando el cuerpo hacia atrás. Suelta
un suspiro, mirando el techo del lugar, las luces. Sus ojos se cierran, y, de inmediato, la
imagen menospreciable hace que su estómago se sienta mal aparece. Es cuando las ganas
de vomitar le hablan y se remueve incómodo.

Realmente no quiere lastimarlo, TaeHyung es una buena persona. De pronto se


encuentra pensando en Joshua. Él sí que podría llenar ese espacio que falta. Hong JiSoo
es un buen candidato.

— No lo hago por mí, lo hago por ti —dice JungKook, con los ojos aún cerrados—. Lo
creas o no, vas a salir más lastimado de lo que piensas.

— ¿Qué es esto? ¿Una película? De todas maneras, no decidirías eso por mí.

— ¿Cierto? Tal vez. —La voz de JungKook es cálida, ligeramente, a diferencia de las
demás veces. Abre los ojos y mira a TaeHyung—. JiSoo te está esperando.

El castaño se queda un momento callado. Recuerda a Joshua y que probablemente está


esperándolo en el auditorio. Sus ojos caen de nuevo en JungKook, que ahora observa
impaciente el aro de básquet. No sabe cómo; sin embargo, TaeHyung mira ese aro,
buscando iluminación del cielo. Quiere indagar en JungKook y tomar a gusto y disgusto lo
que quisiera para hacerse una idea clara del chico. De otra forma, las cosas seguirían un
destino lineal: JungKook te decía lo que quería que tú supieras de él.
JungKook se pierde en su mente, y no deja escapar lo que hubiese querido decir, que
sus sentimientos son tan volátiles como calmados.

— JungKook, ¿te gusta mucho el helado?

— ¿A qué viene esa pregunta? Sí, supongo.

La señora Jeon siempre le daba a JungKook helado cuando hacía algo bien.
Principalmente cuando ganaba sus partidos, hacía años, partidos sin sentido de niños que
corrían de ahí hacia allá, sin la necesidad de ganar.

— Entonces vamos a comer helado.

Los ojos del chico recaen en el castaño, que no hace nada más que permanecer quiero.
Mira el techo con duda; no obstante, lo invade una tranquilidad que se transmite por el aire.
JungKook, a diferencia de Tae, se siente bastante inquieto y no sabe el porqué.

— ¿Ahora?

— Sí, ahora —TaeHyung se pone de pie, cargando consigo aún el cartel que hizo. Se lo
entrega a JungKook y le sonríe—. Eso es para ti. Cuando dejemos de ser novios, recuerda
que al menos hubo alguien que te animó en un partido.

JungKook toma el cartel en sus manos, dudando de sus acciones. Lo dobla con cuidado
y lo mete a su mochila. Se pone de pie y comienza a caminar, con Tae detrás de él. Espera
un poco a que TaeHyung estuviera a su lado para comenzar a caminar de nuevo

— ¡Hey! —JungKook se detiene un momento y toma del cabello a TaeHyung con


suavidad—. ¿No te dije acaso que no quería rimas con mi nombre?

TaeHyung ríe en su lugar y se cubre la cara.

— Solo hice una, Kookie-pookie. ¿Por qué no puedo decirte así? Tú me dices Poochie, y
ni siquiera sé qué significa.
— No, es diferente —responde JungKook. Observa la mirada curiosa y poco intimidante
de TaeHyung, quien está sonriendo con ojos brillosos. El pelinegro revuelve varias veces el
cabello castaño y retoma su camino.

TaeHyung apresura el paso y cuando está a su lado lo sacude varias veces.

— ¿Puedo llamarte así, Kookie-pookie?

— Si lo haces enfrente de los demás, lo vas a lamentar.

Disfrutar eso hasta que el final desgarrador lo envolviera.


Capítulo XXI

A partir de ese día, las cosas entre JungKook y TaeHyung mejoran. Mientras todos
continúan observando la actitud de JungKook y esta sigue siendo la misma, TaeHyung
comienza a admirar ciertos aspectos de él. No es idea fantasiosa de la persona angelical
que es completamente pura e incapaz de siquiera mirarte mal; sin embargo, JungKook está
un poco más relajado y menos callado, siguiendo conversaciones que resultarían bastante
normales y mostrando el interés básico de cualquier persona ligeramente interesada.

Las cosas no cambiaron del todo, tan solo comienza a quererlo tal y como es. Deja de
esperar que JungKook hiciera las cosas que nunca haría y empieza a disfrutar lo que no
espera pero sí hace. Como cuando lo espera para irse a casa, o lo invita desganado a un
partido. Cuando no quiere que lo animaran en estos, pero termina llevándose cada uno de
los carteles que TaeHyung hace. Sin querer TaeHyung comienza a ver todo eso como
muestras de amistad, o aprecio. Probablemente un gran error. Mientras, ese dicho famoso
de "la costumbre es más fuerte que..." empieza a volverse un enunciado que mentalmente
JungKook se repite para no sentirse culpable consigo mismo por mantener a TaeHyung a su
lado y —muy en el fondo— disfrutar de su compañía, viéndolo como un alivio para su,
anteriormente constante, soledad.

— Hola —saluda el castaño a JungKook, quien entra sin ganas por el portal.

El pelinegro le agita la mano unas veces, antes de inflar sus mejillas, en un acto común
que carece de significado, y guardar las manos en las bolsas de su pantalón.

— Poochie —habla JungKook, pidiendo la atención del chico.

JungKook está algo ido, pero no entiende por qué. Entre más piensa que TaeHyung
terminaría yéndose, más es la necesidad de hacer que eso sucediera. Algo no cuadra en su
forma de pensar. Últimamente está confundido por las dudas, sin saber bien qué es lo que
quiere su cabeza. Ese es el verdadero problema. Tiene la necesidad de que TaeHyung se
fuera, pero no es como si quisiera eso. En esos meses fácilmente se dio cuenta del porqué
no puede alejarse, y cómo es que TaeHyung es capaz de no hacerlo sentir tan incómodo al
tenerlo a su alrededor, a diferencia de cada una de las personas que se le acercaban,
buscando lo que todos. Eso pasa: en realidad, la cuestión y causa de su pensar profundo es
TaeHyung. Si él se hacía necesario, todo lo que construyó y sus creencias serían en vano.
Entonces la costumbre se volvería necesidad.

La reputación se le iría. Pero eso es lo que menos le molesta, pues no le da valor alguno
a la percepción que los demás tiene de él. Más bien, lo que se le iría sería la forma
detallada de ser, y necesitaría atención para no hundirse en recuerdos y emociones
capaces de romper su corazón. Al llegar a anhelar una relación, querer vivir enamorado y
querer a TaeHyung, entonces esa necesidad lo haría un ser incapaz de seguir en la vida
solo, así como lo estuvo haciendo sus últimos años de vida. Es donde se niega a acrecentar
las cosas. Tiene que actuar rápido, y como velocista, pues el sentimentalismo le está
ganando, incluso al hacerlo pensar de esa manera.

— Uhm... JungKook —habla el chico. El pelinegro le mira y mueve la cabeza para que
continúe—. ¿Te gustaría salir conmigo hoy?

JungKook se detiene por un segundo. Quita los ojos de TaeHyung, recapacitando sus
pensamientos uno a uno y cuestionándose sus acciones, pero después reanuda su
caminata.

— Si es lo que quieres.

[...]

Las tardes de agosto no suelen ser tan frías como en ese momento. Una brisa recorre las
calles de la ciudad, ya todos se les ve con abrigos ligeramente gruesos. Ni TaeHyung ni
JungKook son propensos a tener tanto frío como los demás. Después de salir de clases,
ambos se encaminan al lugar donde TaeHyung quería ir. Básicamente, siendo agosto
escuchó que habría un espectáculo callejero al que muchos asistirían. No es algo
importante, realmente no es nada especial.

Pero TaeHyung quiere ir con JungKook. Supone que los recuerdos son importantes de
una u otra manera: si todo termina, entonces estaría satisfecho con eso que nunca pudo
ser; si logra enamorarse, los recuerdos se mantendrían como eso que siempre fue.

— ¿Has pensado en que sería mejor que tú fueras capitán de básquetbol?

JungKook no está del todo tranquilo. Aunque no tiene tanto frío, puede distinguir el clima
recorriendo sus brazos como una ligera capa de hielo. Ese tipo de temperatura logra
hacerlo temblar. No importa cuántas capas de tela tuviera encima, o cuántas bebidas
calientes consumiera.

— No. Ser capitán es demasiado problema, quita tiempo y tienes que estar al pendiente
de todos, ser voz de los demás.
— Ya, entiendo, aunque creo que serías un buen capitán. Mmm... JungKook, el show no
va a empezar sino dentro de una hora.

El pelinegro asiente unas cuantas veces; no obstante, fácilmente se puede ver que tiene
la cabeza en la luna. Carga en el hombro su mochila, caminando a pasos ligeros con
TaeHyung al lado, quien se negó desde un inicio a no llevar su mochila. Algunas memorias
se le vienen a la cabeza, cosas de su niñez y cierta parte de la adolescencia por la que
cruza. Como cuando visitó a la tía Hyuk en un pueblo pequeño y ella se la pasó diciéndole
que el buen comportamiento no solo era ser educado, o cuando sus padres lo llevaron al
circo a ver el show más grande que jamás volvería a ver (acto que relaciona, de mala gana,
con TaeHyung y su creciente insistencia para asistir al show de aquella tarde). También
cuando lo invitaban a comer helado por las tardes frías y él se negaba con tanta seguridad
porque alegaba que no tenía caso comer helado si había mucho frío. La primera vez que
celebraron su cumpleaños, cuando se le cayó su primer diente.

Y es que en lo que piensa con tanta duda, es en la razón por la que, estando con
TaeHyung, parece sentirse melancólico y triste. Resulta sentirse algo mal, y en ese
momento es cuando la chispa de la incomodidad y decepción incrementa en su interior,
sintiéndose cada vez más débil y desprotegido. Entonces se detiene en su lugar y mira a
TaeHyung, por unos segundos, antes de hablarle.

— Oye, Poochie —habla en voz alta—. Entremos a algún lugar, hace frío.

JungKook olvida desde cuándo odia lo frío. Probablemente desde que su madre murió y
su padre comenzó a ser distante, viéndose en su habitación, sentado en una esquina
pensando en el porqué de las cosas. Su clima favorito era el invierno, y después comenzó a
ser el verano. En el verano, siente que su alma es cálida. Resulta satisfactorio saber que en
el calor, él puede sentirse como todos, sin temor a que por su actitud cualquiera alegara que
es falto de respeto y que no tiene la más mínima empatía, como un hombre de nieve
estático en sus sentimientos. Aunque eso se destroza en el momento exacto que su forma
de ser se convierte, exclusivamente, para evitarse problemas románticos para los cuales no
tiene tiempo, ni ganas.

Los pasos rápidos de Kook entran a un café de por ahí, tomando asiento de inmediato y
recargando la mandíbula en su puño. TaeHyung hace lo mismo, sentándose enfrente de
JungKook y dejando sus cosas a un lado.

— ¿Les ofrezco algo?

— A mí no.
— Sí —responde TaeHyung con una sonrisa—. ¿Me puede traer un pastel de coco?

Cuando la señorita se retira, los ojos del castaño caen directamente en el inexpresivo
JungKook. Él tiene la mirada perdida, tal vez recordando algo. ¿Qué día es? Por un minuto
cierra los ojos y suelta un suspiro que preocupa al mayor. Está en el mismo estado desde el
día del partido, y comienza a sentirse mal por ser tan egoísta, llevando las cosas a un punto
que no debería existir. Está echándose la culpa, al cometer el mismo tipo de acciones que
odia, sin poder detenerse. Ya no es tan, pero tan callado y reservado con TaeHyung;
aprendió a dejarse llevar en la medida correcta.

JungKook por fin sale del trance en el que cayó y observa con ojos dudosos a TaeHyung.

— ¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?

El tono del pelinegro es raro desde aquella vez en el gimnasio. Hasta las palabras que
emplea son melancólicas; el tipo de tono que te amenaza con una visión triste, el mismo
que se usa en las despedidas, o cuando algo comienza a hundirse hasta el fondo de tu
alma, tocando fibra sensible. Sigue siendo el JungKook que combina el desinterés o el
cinismo con demás sentimientos; no obstante, el decir que es exactamente el mismo chico
sería una mentira.

— No —responde TaeHyung con media sonrisa—. Es solo que estás distraído. ¿Estás
bien?

— Claro que sí. Todo... perfecto.

Claro que no. No puede concentrarse, ya que se encarga de analizar cosas que no
tienen nada que ver con lo que acontece en el instante. Le duele el estómago porque esos
pensamientos se revuelven y siente una presión en el lado izquierdo de la cabeza, la típico
señal de que las cosas solo están empeorando. El pastel de TaeHyung llega y lo primero
que hace es probarlo. Una cucharada, tras cucharada, tras cucharada. Está comiendo
demasiado rápido. Pero está tan delicioso. ¿Por qué el pastel es tan rico? ¿Por qué es tan
delicioso comer? ¿Por qué su estómago le recibe todo de manera tan rápida?

El tiempo, diez minutos, transcurre así, y para cuando TaeHyung abre bien los ojos, su
plato está vacío. Siente una punzada en su estómago y se reclina tomándolo en sus manos.

— Comiste muy rápido —anuncia JungKook, recalcando lo obvio.


— Uh... Sí... Me va a explotar.

JungKook se remueve en su lugar, mirando inerte a TaeHyung, quien soba su estómago


por lo bajo de la orilla de la mesa, a causa de comer demasiado rápido. JungKook llama a la
camarera y le pide un vaso de agua, que tardaría un poco en llegar.

— Puedes intentar caminar un poco, te ayudará en la digestión.

— Gracias, pero no quiero ni moverme.

Tae simplemente se reclina de nuevo y recuesta la cabeza en la mesa.

— ¿Por qué comes tan rápido? —pregunta JungKook, dejando caer una mano en el
cabello de Tae—. Es malo, ¿no te lo enseñó tu mamá?

TaeHyung levanta incómodo su mejilla de la mesa, haciendo que Jeon quite su mano.
Ese tipo de cosas son confusas. No quiere dejar que JungKook jugara de esa manera. Por
más que comenzara a tenerle cariño, una cosa es actuar porque quiere hacerlo y otra cosa
es hacerlo ocasionalmente. Aunque no lo sabe con exactitud, si el chico actúa de buena fe o
simplemente es un impulso del alma egocéntrica que todos dicen que carga. ¿Debería
preguntarle? Nunca le dejó algo en claro.

Lo observa a los ojos y suelta un suspiro. La mirada de JungKook no es más que una
entrada a la confusión. A diferencia de otros días, esos orbes no te dejan pasar más allá de
la barrera común a la que toda la comunidad escolar se ha acostumbrado.

— No hagas eso, JungKook.

El menor baja las cejas, sin saber por completo a lo que se refiere.

— ¿Hacer qué?

— Actuar tan lindo y cariñoso cuando ni siquiera me has dejado en claro si también te
gusto. Peor aún, actuar de esa manera cuando sé perfectamente que no eres así. —Las
palabras dolidas de TaeHyung salen como un disparo hacia JungKook.
Las dos partes reconocen la verdad, que Jeon JungKook nunca le ha dado razones para
pensar lo contrario. JungKook está aguantando, aguantando el tipo de relación que siempre
rechazó y, en parte, concordando en lo infantil que se comporta jugando de esa manera,
como el gato y el ratón que duran toda una eternidad persiguiéndose entre sí. Y es un reto
difícil, pues no solía durar tanto con nadie; sin embargo, está ahí, sentado con TaeHyung,
siguiendo el orden de las cosas sin satisfacción y actuando en contra de sus propios
ideales. ¿Se esmera en dejar de lado a TaeHyung? No, tal parece que entre más lo
observa, más se acostumbra a él.

TaeHyung parece estar muy de acuerdo con su actitud, aceptándolo tal cual es y sin
presionarlo; tiene que cambiar eso rápido.

JungKook no es tan fácil de engañar. Pero se engaña a sí mismo constantemente. Sabe


hacer que su estómago creyera cosas que su corazón, probablemente, tardara en tragarse;
es incrédulo, y estúpido. Lo consume su propio egocentrismo al no quererse ver apabullado
de las posibilidades. ¿Miedo? Para nada. Jeon JungKook solo es precavido con sus
acciones y con su bienestar.

— ¿Eh? —JungKook cuestiona. Recarga la mejilla en la palma de su mano y sus cejas


caen—. ¿Te parece que no me gustas?

¿Se está burlando o acaso ese lado que siempre esperó de verdad existía? Un
JungKook desbloqueando un nuevo nivel y cruzando su frontera, para mirarle con ojos que
van desde la sinceridad a la neutralidad con una ligera gota de sarcasmo. TaeHyung duda
que fuera completamente de buena gana, pero de todas maneras deja que su corazón
usara su conciencia para poder hablar. Así, él baja la vista hasta sus propias manos y
comienza a juguetear con ellas.

— Bueno, no es que seas claro... Además, tu actitud no ayuda en nada, parece que no
te entiendes ni a ti mismo. Eres estresante.

JungKook se queda un momento callado. Su vista está perdida en algún punto del rostro
de TaeHyung, quizá repasando cada una de sus facciones con un detenimiento que lo
encierra en su propio mundo. Inentendible. JungKook es una caja de contenido
desconocido, sin noción de lo que siente, pero sí de cómo se sienten los demás. Tiene
repulsión hacia todas las palabras más hirientes del mundo, pero no dudaría en usar
algunas si tuviese la necesidad de protegerse a sí mismo y a su corazón. Repulsión a la
palabra "novios", repulsión a la palabra "amor" y a todo lo que tuviera que ver con
encerrarte en la mentira más evidente del mundo.
Por eso se le es tan fácil salir con todos, jugar a tener una relación y actuar abiertamente
con su verdadera personalidad. La repulsión hacia una palabra que en su vocabulario está
prohibida, es realmente estricta. En ese momento, deja de ver hacia un punto desconocido
y mira a TaeHyung a los ojos.

— TaeHyung... En realidad...

La voz de JungKook se pierde en el aire, pero recapacita en ese instante. Esas miles de
cosas que existen en él regresan al inicio y se ve incapaz de desechar eso que tanto tiempo
tardó en construir, su barrera se vuelve aún más fuerte.

— No me gusta hablar de esto, pero me gustas —dijo el pelinegro.

El mundo se detiene, al igual que el corazón de TaeHyung. Mientras que el pelinegro se


queda quieto, en su lugar, con una expresión inconforme, Tae siente diez latidos rápidos y
seguido un arma dispararse dentro de su pecho, en una explosión que pocas veces en su
corta vida ha sentido. La emoción acumulada, las palabras que nunca creyó escuchar y el
momento son detonantes para recapacitar sobre su esfuerzo y decirse a sí mismo que en
esta vida no había imposibles. Sus nervios se sienten increíbles y unas ganas enormes de
abrazar a JungKook lo invaden. Cubre su rostro con las manos y suelta una risita.

— Gracias por decir eso. En realidad me hace feliz escucharlo.

El chico de enfrente está algo alterado a causa de la expresiva forma de hablar, con sus
mejillas rojizas y la felicidad de TaeHyung al tope.

— Seguro.

— Eso significa que podemos estar juntos cuando queramos, y de esa manera los dos
disfrutaremos en la misma cantidad.

— Si es lo que quieres, adelante.

TaeHyung y su expresiva voz es interesante. Comienza a hablar de todo, sobre la


planeación de las próximas citas, sus emociones regocijantes, y sus ojos cada vez se llenan
más de alegría. Lo cual solo pone a JungKook inquieto en su lugar. Entre más lo ve, a sus
orbes moviéndose con felicidad, JungKook se recarga más en el asiento y encoge los
hombros.

El mayor no da más en felicidad... ¿Saben cuánto tardó en escuchar eso? Meses. Meses
que podrían haber valido la pena. Pero, lamentablemente, en esta vida hay quienes no
obtienen lo que desean.

— Bien —habla JungKook, cortándole el rollo al castaño—. ¿Ya estás satisfecho con la
tontería de gustarme?

TaeHyung guarda silencio y suelta una risa.

— ¿Qué?

— Por favor, ¿piensas que funciona así? ¿Piensas que me gustas al decirte unas
palabras que bien podrían ser una simple broma? Oye, no dejes que cualquiera te engañe.

Porque dan un paso, y JungKook regresa diez hacia atrás. Le es tan difícil entender esa
mente que solo ve lo que quiere ver, que en dado momento el corazón de TaeHyung, en vez
de sentirse destrozado, se arma de ira. Cuando se pone de pie bruscamente, sus ojos
cambian a una imagen gráficamente terrorífica, tal cual persona que valora la sinceridad
antes que una mentira y un descaro de la magnitud de aquel. Siente que su corazón late por
la desilusión, tiene un colapso en su mente y su estómago nuevamente duele, pero de
enojo y decepción.

— ¿Esto es así para ti? Eres otro idiota egoísta que no se abre a los demás, y me sigues
sin tomar en serio cuando yo he sido sincero. Anda, vamos, dime que no significo nada para
ti.

JungKook alza la vista, observando aquella aura furiosa que envuelve al chico; nada que
no haya visto antes. Lo único que cambia en ese instante, son sus propios sentimientos.
Está vagando entre ellos.

— No significas nada.

TaeHyung toma el vaso de agua, y lo tira sin consuelo sobre el cabello del otro.
Empapado y sorprendido, JungKook mueve la mochila hasta dejarla libre del agua y mira a
TaeHyung, con expresión incrédula pero poco arrepentida. Se topa con esos orbes que no
se muestran arrepentidos por empaparlo, y que en cambio están bastante orgullosos por
avergonzarlo enfrente de todos.

— Se acabó, ¿contento?

Con la mochila en el hombro, pasos rápidos, lágrimas primerizas al borde de sus ojos y
un corazón decepcionado, Kim TaeHyung sale de la tienda. Deja o atrás a quien creyó
poder gustarle. Por fin liberó a JungKook, dándole el gusto de sentirse satisfecho con sus
palabras.
Capítulo XXII

TaeHyung sabía que eso iba a pasar, todos sabían que eso iba a pasar. De hecho era hasta
absurdo decaerse por algo que estaba dentro de las posibilidades, y que tuvo en cuenta
desde que se planteó llamar su atención. Sabía que Jeon JungKook tenía el premio por
excelencia a enfriar los corazones más cálidos, pues nadie era capaz de conseguir su
interés, debido a la personalidad poco llevadera que repele a los demás. Y si sabía que todo
eso pasaría, que su corazón dolería, que lloraría a causa del coraje y la desilusión, que
poco a poco sentiría un vacío en su estómago, ¿por qué el golpe sigue siendo así de duro?
¿Por qué sigue tan impresionado por su vaga reacción ante su arduo esfuerzo?

¿Por qué pensó que podría gustarle a la persona menos indicada que conocía? Cuando
era tan notorio el contraste entre ambos, cuando fue advertido de toparse con un alma que
difícilmente abriría sus puertas. Se preguntaba si, al menos una sola vez, JungKook pudo
intentar verle de otra manera; si hubo un pequeño esfuerzo de su parte. Si las
conversaciones raras valieron la pena. Dime, TaeHyung, ¿valió la pena la altura?

En lo que su cabeza logra encontrar excusas para olvidar esas preguntas, Tae se da
cuenta de algo sin querer, ya que todos lo comentaban: los últimos tres días de la semana,
Jeon JungKook se ausentó en la escuela. Nadie vio más al pelinegro, no saben nada de él,
tal cual es desde que lo conocían. Siendo viernes, TaeHyung harto de enojarse consigo
mismo, y con el otro involucrado, cada vez que recuerda su cabellera o creía verla entre las
muchas cabezas poseedoras de pelo negro, simplemente seguía su vida esperanzado en la
mejora de su situación. A pesar de eso, no muestra una sonrisa cálida como siempre; su
humor no es el mejor, pues está decepcionado. YoonGi le dijo unas cuantas veces que
"todo pasa por algo", frase alentadora que es muy conocida y vieja, pero que en momentos
como ese es apreciada por su corazón y puesta en su cabeza para no rendirse con sus
decisiones y su actividad escolar o social. Las palabras de ese tipo casi siempre logran
subirle el ánimo. Es bastante bueno.

Además, tiene a su lado a Hong JiSoo, Jimin y a sus demás conocidos, quien hasta ese
instante se esmeran día a día en hacerlo reír para superar la impotencia y el coraje que
carga, junto con la clásica decepción romántica.

— Basta, Joshua, no hagas esa cara porque quiero reírme.

— El punto es que te rías —dice Joshua volviendo a hacer ojos bizcos, sacándole una
sonrisa a TaeHyung—. Entiendo lo que pasó, pero no debes estar tan ausente.

"Ausente" probablemente es una palabra que describía la mitad del estado de TaeHyung.
Es cierto que de repente no presta atención, pero va más allá de eso. Constantemente
habla consigo mismo, teniendo a sus amigos enfrente, maldiciendo sus acciones
deplorables y culpando a JungKook porque las cosas salieran mal... Sin embargo, se
retracta al instante, porque culpar a alguien en concreto sería un error descomunal a causa
de su egoísmo.

YoonGi llega con pasos agigantados hablando con Jung HoSeok de algo que los oídos
de TaeHyung y JiSoo no logran captar. La expresión de preocupación que cargan los
mayores va más allá de un problema común, y eso hace que Tae y Joshua se miren por un
instante antes de mirar a sus amigos entrar en un estado de crisis-discusión-incomprensión,
hasta tenerlos enfrente con expresiones poco claras y palabras que vuelan sin poder
entender un solo comino. Todo va de mal en peor. Por mucho que Kim TaeHyung no
quisiera entrometerse, si YoonGi tiene un problema también sería el suyo, y por el tipo de
mirada que YoonGi tiene, entonces parece tener otro embrollo del cual encargarse.

— HoSeok hyung y YoonGi, ¿pasa algo? —JiSoo rompe el silencio.

La mirada del capitán de básquetbol, y los ojos de Min YoonGi van directamente hacia el
pelinegro, quien ha sido dominado fácilmente por la duda, preguntando algo que nadie se
atreve a cuestionar. Pero, seguido de esto, miran atentamente a TaeHyung, confundiéndolo
en el acto.

Los últimos días, la ausencia de Jeon JungKook es algo de lo que se habló mucho en la
escuela, como es de esperarse, porque están hablando del chico que es un enigma por el
simple hecho de ser quien es, por actuar como cualquier otro, pero que está en el ojo
público porque a alguien se le ocurrió que sería buena idea. No, nadie fue a su casa a
entregarle las tareas (solo TaeHyung tiene idea de donde vive; además que nadie es
totalmente su amigo como para "preocuparse" para que no se atrasara en la escuela).
Todos se enteraron de que el castaño y Jeon JungKook dieron por terminada la relación.
¿Cómo? No fue difícil. Bastaron unas simples preguntas a TaeHyung y la ya conocida
presión social para que este soltara la sopa y que la escuela se alborotara por la soltería de
un chico muy codiciado, por el cual nadie está preocupado por averiguar si aún vive.

Además, la población estudiantil pendiente de la vida de JungKook llega a una


conclusión muy sencilla: la relación fue duradera, pero poco sentimental, con poco más de
tres meses. Un día de agosto, Kim TaeHyung se dio por vencido con JungKook. Es la
versión oficial. No paran de hablar, claro, los chismes crecen al igual que las teorías de la
ruptura; entrar en detalles sería demasiado complicado, pues varía y está repleto de
conspiraciones. No se esperaba menos de seres tan despreciables como la mayoría de la
escuela, enganchados del chisme. ChangGu y su séquito ríen y se burlan de TaeHyung, a
escondidas porque temen tener un reclamo verbal o físico encabezado por Jung HoSeok o
YoonGi; y deben admitir que no estarían sorprendidos si el mismo JungKook se aparecía a
darles un escarmiento. Los únicos que se mantuvieron firmes y supieron la versión oficial
son TaeHyung, JungKook (de quien nadie tiene idea dónde está), JiSoo, HoSeok y Min
YoonGi.
Regresando al momento, TaeHyung alza las cejas.

— ¿Por qué me miran así?

— Mh... JungKook dejó el equipo de básquetbol ayer.

Los ojos de TaeHyung se sorprenden y lo deja ver. Pero ¿qué demonios tiene que ver
eso con él? Peor aún, ¿por qué YoonGi y HoSeok lo ven de esa manera? Como si de
verdad fuese tan importante, sintiéndole lástima y buscando las palabras correctas para no
"herirlo" más de la cuenta. Tae pretende mantener en alto que Jeon JungKook fue una de
las tantas cosas que no logró en su vida y que terminaría por olvidarlo rápidamente, pues le
importa menos que un méndigo cacahuate. No es cierto, le importa JungKook, sus
sentimientos no iban a cambiar de la noche a la mañana, y es lo que menos espera de sí
mismo. Siempre se alza entre los demás por su personalidad emocional que difícilmente
dejaba ir algo que, de una u otra manera, le interesaba.

— ¿Y eso a mí qué?

— No, no lo entiendes. —Las manos de YoonGi se mueven de lado a lado y se sienta al


lado de TaeHyung antes de seguir hablando—. JungKook estaba esperando ser capitán,
¿por qué habría de salirse?

TaeHyung reconoce al instante que eso es una mentira, y que probablemente esa
suposición es parte de cierta sección de chismes que rondan, como siempre, en la escuela.
Por otro lado, JungKook le tiene cierto cariño a ese deporte, tan solo por sus viejas visitas a
la heladería después de cada partido, ¿qué razones tendría el chico para tirar la toalla?
¿Eso significaba que, de alguna forma, su persona dio impacto en el pelinegro? ¿Es eso
una señal?

Se dice mentalmente que tiene que dejar de preocuparse, dejar de dar su mente a
alguien que con dificultad lo mira a los ojos y a quien, solo para agregar, no ha visto hacía
días.

— Debe de tener cosas importantes que hacer en la tarde —excusa TaeHyung,


restándole importancia. Sus ojos pasan por toda la escuela y recaen en la banca donde
solía esperar a JungKook después de clases.
YoonGi mira a HoSeok, pero el chico solamente suspira, sin querer hablar más de nadie.
Lo más cercano que Jeon pudiera tener a un amigo es Jung HoSeok, porque viven cerca
uno del otro, añadiendo a ello su constante socialización por el equipo deportivo, donde el
capitán se ve obligado a hablarle a cada integrante. Saben bastante del uno al otro; sin
embargo, no hablan como amigos íntimos, nunca más que algunas palabras. Cuando
HoSeok saliera de la escuela, el capitán sería Jeon JungKook, por más que se negara
cuando lo propusieron y pidió con todas sus fuerzas seguir en el puesto cómodo que tenía.
El capitán del equipo entiende a JungKook: su forma de ser es natural, nunca actúa en
contra de sus principios, y aunque muchas veces se le confunde con alguien rudo y hasta
grosero, solo es tan sincero y serio con su actitud que hiere.

Sus ojos, por primera vez en la semana, se sienten cansados. TaeHyung quiere dormir,
quiere dormir en su cama y no despertar hasta el lunes. Se quedaba pensando en medio de
clases qué hubiera pasado si JungKook de primera instancia hubiese dicho "no". ¿Todo
sería más fácil? No tiene idea. No duda que hubiera hecho lo imposible por tener la
oportunidad de participar, y de inmediato se siente mal por pensar en eso como un juego de
supervivencia, como si la oportunidad fuese menos de "ser una pareja verdadera" y se
centrara específicamente en ver a JungKook como un premio codiciado. Esa no es su
intención, y duda que alguien tuviera esa percepción. Simplemente se sienten afortunados
por tener un chance, por más pequeño que fuera.

Pero, aun así, por más que se esforzó y no hubo resultados, sigue cuestionándose:
¿JungKook siempre estuvo bromeando con todo? ¿Ni siquiera su maldito apodo fue
importante? ¿Nada? ¿De verdad lo quiso como a una nube pasajera hermosa que se iba
debido al denso aire? Entre más lo piensa, más tiene la necesidad de entenderlo. Crece en
su interior el sentido de la determinación, el deseo y las esperanzas.

[...]

El fin de semana, ahora solitario por la ausencia de un alma desinteresada y poco sonriente,
pasa muy rápido. Hasta que cae de nuevo en cuenta que es un nuevo día. Un lunes, a una
semana de empezar septiembre. La inerte presencia de TaeHyung se hace completamente
cálida. Ha decidido que, en caso de no lograr algo, no puede mantenerse como un llorón
todo el tiempo; que todos los malos sentimientos son pasajeros, que la vida sigue aunque
los recuerdos te inundaran a veces. Ese día, esmerado en sonreír, toma asiento en una
banca para esperar a YoonGi y a Joshua, quienes suelen llegar juntos a la escuela. Tiene la
cabeza especialmente llena de preguntas: ¿Hay tarea? ¿Qué comería esa tarde? ¿El cielo
siempre es tan bonito y azul? ¿Qué se celebra en septiembre?

Justo cuando YoonGi y Hong Joshua llegan a su lado, los murmullos incesantes a sus
alrededores le hacen girar la cabeza.
— Al menos sabemos que no está muerto —menciona YoonGi en voz baja, mirando
cómo Jeon JungKook entra caminando.

El pelinegro porta su característica gabardina negra, con su pantalón oscuro, sus botas
y, a diferencia de todas las veces en las que se ha presentado a clases, una playera azul
marino que cae con suavidad. El accesorio que más destaca es, claro, aquella expresión
confusa y demasiado demacrada para alguien tan desatento como JungKook. TaeHyung
corre la vista después de observarlo con impaciencia, mientras su andar es delicado y
pesado, y se dedica a ver su celular con sus sentimientos saliendo a flote y arruinándole el
positivismo que decidió cargar aquella mañana.

— ¡Tenemos una nueva confesión!

TaeHyung quería mantener los ojos en el celular. Se repite mentalmente que voltear a
ver cómo alguien más cae en las redes de JungKook es simplemente cruel para sus
sentimientos y su estabilidad.

De poco en poco, el tumulto de gente se forma. Dejan en medio a Jeon JungKook y a


alguna otra chica de la clase de arriba. Los cabellos lacios caen por sobre sus hombros
suavemente. Es una pequeña de orbes oscuros y sonrisita tímida, digna de atención.
JungKook permanece de pie, justo enfrente de ella, mirándola fijamente con aquellos ojos
aburridos que siempre ponía cuando una confesión como esa lo detiene.

— ¿Le va a decir? No tiene nada que terminó con Kim TaeHyung —escucha TaeHyung
cercano a él. Sus ojos, por inercia, se levantan y se topan con la escena.

TaeHyung mira fijamente: la chica bajando su cabeza y comenzando a hablar. Jeon


JungKook ahí de pie, escuchándola con su clásica expresión fingida. La misma historia de
siempre, todos mirando con atención, animando al afortunado que tuvo la valentía de
acercarse. Igual que siempre. TaeHyung y todos presencian cuando la pelinegra deja de
hablar. Un JungKook al cual no se le puede describir se inclina rozando la oreja de la chica
con su mejilla, dejando a todos asombrados por la cercanía. Tae mira aquello con algo de
recelo y una punzada en su corazón, pero sin emitir sonido alguno. Es entonces que
JungKook, después de palabras que no fueron escuchadas por nadie más que la chica,
mira atento a la castaña que sonríe con timidez.

El bullicio se escucha, los rumores ya corren después de esos escasos y extraños


segundos. Algunos ya están celosos, las amigas ya dan de saltos emocionados y el último
novio mira desalentado la situación, con una expresión poco conocida en él.
Y el ruido sigue, hasta que los pasos largos de JungKook se hacen escuchar, callando a
medio mundo y dejando a una chica con expresión confusa y un casi inexistente indicio de
sonrisa.

— Le dijo que no.

— ¿Jeon JungKook rechazó a alguien?

— ¡JungKook rechazó a Eunha!

TaeHyung se queda un momento callado, perplejo ante lo que oye y con ideas en la
cabeza que no lo dejan ser crítico. Se repite mentalmente: Deja de hacerte ilusiones. Piensa
que todos simple y sencillamente suponen cosas, o es así hasta mirar a Eunha llorar y a sus
amigos intentando subirle el ánimo. Sin ganas de pensar, se levanta abruptamente de su
lugar y empieza a caminar hacia su aula, dejando de lado a todo aquel que le hablara y le
preguntara qué le hizo a JungKook para haberlo dejado así.

Cuando las cosas no pueden estar peor, las ilusiones estúpidas vuelven a golpear la
puerta de su incrédulo corazón.
Capítulo XXIII

¿No es divertido? Los rumores vuelan como pájaros, pasan de boca en boca y son creídos
por todos, cuando los que saben la verdad se dedican a observar. Mientras Eunha, una
pequeña pelinegra de cabellos lacios y largos se lamenta por haberse confesado, los demás
se preocupan por una sola cosa:

— ¡TaeHyung hyung! ¿Qué hiciste con JungKook? ¡Lo has roto!

— Kim TaeHyung, ¿nos dices tu secreto?

— ¡Tae! ¿Qué demonios? ¿Eres un castigo divino?

YoonGi se pone enfrente del castaño, a modo de defensa, y se cruza de brazos, viendo a
los compañeros que esperan respuestas de TaeHyung. Puede que YoonGi no fuese el tipo
más intimidante; sin embargo, tiene una forma tan suya de hablar que todos temían un
simple comentario sarcástico y realista que doliera. Por su parte, Tae permanece cohibido
en su lugar, preguntándose por qué lo estaban metiendo en cosas donde no estaba
involucrado y por las cuales no debía interesarse. Tomarse a bien o a mal que Jeon
JungKook rechazara a alguien es estúpido, pero ya llevan días así, cuestionando, gritando y
pidiendo respuestas cuando no pasan cosas más importantes donde meter sus narices.
Toda la semana TaeHyung pareció ser la estrella del momento, el punto de reunión de
personas que en su vida creyó que iban a hablarle, siendo abruptamente foco de preguntas
de algo que, a su parecer, ni siquiera hizo a propósito, pues él ni siquiera hubiese querido
terminar su relación. Le adulan, por decirlo así, como si fuera un Dios, lanzándole cumplidos
y dándole cosas que carecen de relevancia en su vida cotidiana. Admiran que logró cambiar
algo que, desde que conocían al pelinegro, nunca se modificó.

TaeHyung no cree que fuera así. Él piensa, abiertamente, que JungKook se está
tomando su tiempo porque logró hartarlo lo suficiente. Es decir, fue tanto el tiempo que se
mantuvo insistiendo que logró que el chico llegara a su límite.

— Um... No se callan. —Park Jimin rueda los ojos, recargando la mandíbula en su


mano—. ¿Por qué eres tan tranquilo? Si fuera tú, ya les hubiera dado un golpe. Se creen
con el maldito derecho de hablar.

Tae mira desganado a Jimin con una sonrisa, medio fingida pero bastante divertido en su
interior por la clase de comentarios esporádicos que el chico suelta en situaciones de ese
tipo. Después de unos segundos, regresa la vista hacia la mesa, apenado por verse en los
chismes, cosa que jamás imaginó que estaría involucrado. ¿Por qué ahora parece ser el
centro de atención? Que se consiguieran a otro para experimentar con Jeon JungKook, que
todos se jodan por meterse en asuntos que no les conciernen. Después de todo, el que está
aguantando que le preguntaran ese tipo de cosas es TaeHyung. Por toda esa semana,
hasta aquel viernes, y duda que se terminara pronto, pues si los rechazos continuaban,
entonces de verdad dirían que lanzó un hechizo, como algunos conspiraron.

— ¡TaeHyung! —JiSoo exclama. Se acerca corriendo al chico de cabellos castaños y le


toma del brazo—. ¡Tienes que venir a ver esto!

Cuando TaeHyung cae en cuenta de lo que dice Joshua, nota que él le está jalando con
fuerza para que se ponga de pie y lo mira confundido, porque es tal la potencia del chico
que teme caer al suelo.

— ¿Qué? ¿Qué pasa Joshua? ¿A dónde...? ¡Aguarda! Ya voy, ya voy. —El castaño se
pone de pie, siendo jalado por JiSoo fácilmente.

Por detrás, YoonGi y Jimin se apresuran a caminar con los chicos. Lo primero que notan,
es que, nuevamente, un tumulto de gente está formándose en el patio delantero de la
escuela. Ya nada queda a la imaginación. TaeHyung entrecierra los ojos un poco, queriendo
hallar el causante de aquel incidente, queriendo encontrar a alguien más. Sin embargo, no
se nota sorprendido cuando JungKook está de pie frente a tres chicas que llevan consigo
unos regalos.

TaeHyung, desganado, mira a JiSoo con cara de pocos amigos y le suelta:

— Joshua, ¿qué he venido a ver?

— ¡Aguarda un momento! —suelta el pelinegro. Se voltea hacia TaeHyung y apunta un


poco hacia su lado izquierdo, donde está Eunha de pie, viendo la escena también—. Si
sucede igual hoy, te contaré lo que escuché.

Jimin revuelve el cabello de JiSoo antes de decirle con algo de humor, pero un poco de
enojo combinado:

— Tú, deja de meterte en esas cosas, JiSoo. No queremos ver mal a TaeHyung, ¿o sí?

— No soy un niño.
— Presten atención —susurra YoonGi, recargado en el pilar del edificio.

TaeHyung, de mala gana, se queda de pie de nuevo. Aunque no se siente obligado a


quedarse, y sabe que no lo está, cierta parte de sí mismo quiere ver lo que acontece. Odia
ser espectador de esas cosas, pero el morbo de ver cómo las demás y los demás se
confiesan es suficiente para tacharse de chismoso por unos minutos. ¿Qué caso tiene estar
ahí? Solo existirían dos posibles respuestas: sí o no. Aunque fueran tres chicas, con
regalos, si Jeon JungKook dice que no, es no; si alguien más estuviera en el lugar del
pelinegro, no también sería no.

Todos presencian cuando las tres chicas dicen algo, lo suficientemente alto para
escuchar un sonido, pero no para entender con exactitud qué les está diciendo, ya que
nadie se atreve a acercarse por completo a los cuatro que se mantienen en el centro con
caras diferentes y un tanto nerviosas. Kim JiSoo, Park SooYoung y Cho Miyeon están
confesándole sus sentimientos —sí, al mismo tiempo— a Jeon JungKook. Callados, los
alumnos observan el momento en el que ellas le entregan los regalos a JungKook: un
suéter, chocolates hechos a mano y una carta que de seguro profundiza sus sentimientos.
Pero el chico no los toma, tan solo observa fijamente cada uno de ellos, como intentando
elegir uno; aunque no lo hace y se dedica por último a mirar a las valientes delante suyo.
Luego se acerca unos pasos a ellas y les dice algo, hasta que al alejarse un paso hacia
atrás, y disculpándose con una ligera inclinación, da media vuelta con la mochila en el
hombro. Las tres chicas parecen estar decepcionadas, y los murmullos se hacen presentes
una vez más.

— ¡De nuevo! —exclama alguien cercano a los chicos—. Las rechazó a la vez.

TaeHyung rueda los ojos antes de mirar a Joshua, solo para dejarle en claro que ya no
es divertido ser parte de los socialités que se dedican a ver esas escenas; no obstante,
JiSoo tiene los orbes pegados al tremendo show enfrente. ¿Qué clase de expresión tiene en
ese instante JiSoo? Sus ojos curiosos son cosas que TaeHyung no logra descifrar. Jimin
suelta un suspiro y mira directamente hacia el amigo que los ha arrastrado al lugar, quien
sigue mirando a un punto fijo.

Las tres chicas, SooYoung, JiSoo y Miyeon se acercan lentamente a su amiga Eunha
antes de que se echaran a lagrimear, a excepción de SooYoung, que se mantiene con
expresión desinteresada mientras acomoda su cabello de lado y observa a todas, con los
brazos cruzados.

— Oye, Joshua, ¿ya podemos irnos?

— Sí.
Cuando los cuatro comienzan a caminar, Jimin se queda un momento en su lugar,
pensando en la situación y preguntándose si puede permitirse actuar estúpidamente al
menos una vez en su vida. Así, sin querer, escucha por causalidad la conversación de
aquellas chicas.

— ¿Les dijo lo mismo que a mí? —pregunta Eunha con algo de aires tristes.

— Sí... ¡Es una lástima, Eunha!

[...]

Lunes primero de septiembre. Probablemente el día más problemático en la vida de Kim


TaeHyung, ya que desde muy temprano todo fue un desastre. Se levantó tarde, cuando se
puso su uniforme cayó en cuenta de que lo hizo mal, su peinado se arruinó a causa de la
brisa del día, y, por si fuera poco, se topa con JungKook al llegar a la escuela. La
característica mirada de JungKook conecta con la suya; como si estuvieran peleando,
ninguno se atreve a moverse. Antes solía sentirse extrañamente cautivado por esos orbes
oscuros, pero en ese instante solo logra percibirlos intimidantes y de un segundo a otro eso
le molesta. El pelinegro se queda de pie, justo enfrente de él, pero TaeHyung, harto de tener
que verlo, hace una reverencia y habla muy confiado, dejando ver su simulación del "poco
interés que ya le tenía".

— Lo lamento. Buen día.

Increíblemente, las clases continuaron tan pesadas que el día cada vez se hizo cada vez
peor. El ruido es mucho más que de costumbre, pero nadie habla de la causa. Al parecer
nadie es tan chismoso como para explicar un rumor si no lo cuestionas.

Por otro lado, Park Jimin inició el día lleno de curiosidad. El hecho de tener a cuatro
chicas confesándose en menos de una semana resulta tedioso. Sus clases, a diferencia de
las de TaeHyung, fueron ligeras y casuales; sintió todo pasar rápidamente y terminaron
antes de lo que imaginó. Aprovechó todo ese tiempo para aclarar algunas dudas. Camina
tranquilamente con la mochila en sus hombros, buscando con la mirada a la linda Eunha.
Todos la conocen; es tierna, atractiva y una gran cantante de la clase de música. Eunha es
un buen partido para cualquiera. Sin embargo, y en contra de todo pronóstico, fue
rechazada. Cuando sus ojos dan con la chica, él se acerca a hablarle.

— ¡Eunha!
La pelinegra se da vuelta y le dedica una sonrisa tierna al chico de cabellos rubios. Jimin
se acerca unos pasos y le sonríe también.

— Jimin oppa, ¿qué sucede?

— ¿Puedo hacerte una pregunta? —cuestiona Park con media sonrisa. La azabache
asiente y él suspira aliviado—. ¿Me podrías decir qué fue lo que te dijo JungKook aquel
día?

[...]

TaeHyung está harto de la escuela. Preguntas, preguntas y más preguntas, pocas


respuestas; además sus actividades y tareas académicas siguen incrementado y su
estabilidad apenas está dando el ancho. Demasiada información que tiene que entrarle en
la cabeza, pero nada se le queda. Sumando a la gente que es insoportable en esos
momentos. Todos se acercan a preguntar cosas de Jeon JungKook, pero por más que le
gustara el chico, ¿qué iba a decir de él? No responde; no quiere verse en más problemas.

Para su buena, o mala, suerte, el horario lo dejó tan cansado que lo primero que hace al
escuchar el toque es irse a sentar a una banca. Es la misma banca donde solía esperar a
JungKook, cuando sus oportunidades aún no se veían escarchadas por la actitud tan propia
del pelinegro. Siente que se le olvida algo, y esa sensación lo acompañó todo el día; no
obstante prefiere dejarlo ir y quedarse con una preocupación menos.

— ¡KIM TAEHYUNG! ¡KIM TAEHYUNG! —Park Jimin grita mientras corre hacia él.

TaeHyung permanece inquieto, sentado en la banca viendo los cabellos rubios


revolverse. La impaciencia de Jimin lo alarma, junto con esa sonrisa ensanchada de dientes
cerrados y sus pómulos pronunciados, y la forma en la que intenta agrandar sus ojos; así
que, cuando está cerca, pregunta:

— ¿Qué sucede?

— ¡Ven conmigo! ¡Rápido! ¡Rápidooooooooo!

Antes de protestar, Jimin lo tiene corriendo con la mochila golpeando su espalda,


extendiendo el cansancio por todo su cuerpo. No entiende qué pasa, pero hace lo que
puede para seguirle el paso al atlético Jimin, quien dedica su tiempo a bailar en el auditorio.
Todos tienen la manía de hacer eso, de jalarlo con paso apresurado, sin explicaciones de
por medio. ¿Acaso se ve tan rápido como para seguirles? De todas maneras, cuando Jimin
acorta el paso, Tae distingue la bonita cara de Eunha.

— Eunha, Eunha, Eunha —habla Park cansado, con el aliento acelerado y su respiración
agitada. La chica alza los ojos y mira a Tae por un momento—. ¿P-puedes repetir...? Uh,
qué cansado estoy. Ah. ¿Puedes repetir lo que te dijo JungKook?

— Ah... —La chica detiene sus ojos en TaeHyung, mirándolo con algo de temor, pero él
se dedica a suspirar y alzar los hombros—. Seguro, Jimin oppa.

TaeHyung piensa en cómo, incluso cuando Jimin dice que debe mantener lejos de sus
pensamientos a JungKook, lo tiene esperando una respuesta de la cual duda sentirse
interesado. Le decían que no debía de ser débil, y en ese momento, todos parecen querer
acercarlo a él y colocarlo en el centro de sus pensamientos. ¿Cuál es el punto? ¿Saber que
lo odia? ¿Entender que jamás le gustará?

— JungKook dijo —habla Eunha, con la mirada apegada al cielo—: Lo lamento, Eunha,
pero ya tengo a un chico que me gusta.

Jimin mira a TaeHyung. Pero este está perdido con la boca abierta, perplejo y sin nada
concreto en su cabeza. Sin embargo, eso es por un segundo, pues de un instante a otro,
muchas preguntas le invaden, sintiéndose ilusionado pero lleno de confusión, y hasta un
poco de enojo por esos repentinos cambios que, en realidad, no sabe si son su
responsabilidad o hay alguien más en la extraña vida de JungKook. Aún si no quiere
hacerse ilusiones. ¿Podría ser él? ¿Acaso podría gustarle a Jeon JungKook?

— N-no, yo no...

— Y, hoy les dijo a mis amigas —Eunha sigue hablando, obviando que TaeHyung tiene
media frase atascada—... "Lo lamento, pero a mí me gusta Poochie".

Park Jimin mira a TaeHyung, dándole gracias a Eunha, dejándola ir por el pasillo y
diciéndole que hablarían después. El castaño se queda de pie, anonadado, sintiendo un
dolor en su pecho y con un dolor de cabeza que claro es por la información en exceso del
día. ¿Acaso debería...? No debía. Porque JungKook no piensa antes de hablar, y nunca es
claro.
— ¿Qué esperas?

— No. Él me dijo algo totalmente distinto hace unos días.

— No lo sé, no te diré qué hacer. De por sí el tipo se ve demasiado perdido y extraño, no


creo que entienda bien qué es gustar de alguien —Jimin habla, y cierta parte de TaeHyung
le cree—. Solo creo que es... interesante dejar algo que jamás se detuvo, por nadie más
que por ti. Además, siento que él no es capaz de mentir con algo así. Por otro lado, sigo un
poco resentido.

Entiende un poco, porque JungKook no es un chico casual que dice lo que siente y que
tal vez está embelesado con la vida en el ojo público al grado de no entenderse a sí mismo.
Tal vez no entiende las cosas de la misma manera o se niega a aceptar que alguien ha
cautivado su corazón, y siempre quiso alejar al responsable de tantas confusiones. O
simplemente dijo eso para salvarse a sí mismo de caer.

¿Cada cuánto se le da una oportunidad a alguien? ¿Valdría la pena, una vez más,
caminar ciegamente hacia él? La única diferencia son sus nuevos temores, además de su
nueva percepción sobre el chico. ¿Debería... acaso...? ¿Lo mejor sería hablarlo con él?

— TaeHyung oppa. —La voz de Eunha se hace escuchar. Los dos chicos, preocupados
por la situación, la ven regresar. Ella le entrega a Tae un regalo en sus manos—. ¿Le
puedes dar esto a JungKook por su cumpleaños?

Kim de repente tiene en su memoria unas palabras muy... preciadas: ¿Mi cumpleaños?
Primero de septiembre... No me gustan los regalos, ni el pastel. Así que no lo celebro.

Oh, no. La culpa es como un método extraño de reflexión, que te hace dejar de vez en
cuando tus ideales de lado... ¿Por qué tiene que sentirse tan mal incluso cuando el otro lo
hirió?

— Sí.

Dicho esto, da media vuelta para apresurar el paso. Hablaría con JungKook ese día,
costase lo que costase, con seguridad y las esperanzas hasta arriba. Después de todo, no
por nada TaeHyung es un revolucionario
Capítulo XXIV

Los pasos de TaeHyung caen al suelo rápidamente a pesar de tener una idea muy vaga de
su dirección. No se preocupa por empujar a las personas, o porque el regalo en su mochila
se agitara, algo poco común en él, pues odia ir distraído mientras va por la calle. Solamente
tiene la necesidad de llegar lo más pronto con el pelinegro. Tiene que preguntarle la
situación, pedirle explicaciones; pero tampoco tiene mucha idea de cómo iniciar el tópico e
introducir sus palabras llenas de dudas, cuestionamientos e ilusiones. ¿Debería decirle lo
que Eunha le ha dicho? ¿Preguntarle si todo fue un juego? ¿Hablar sobre sus actitudes
extrañas? ¿Decirle directamente que se harta de sus palabras porque son hirientes?

En primer lugar, ¿debía de ir a decirle algo? ¿Debía de dirigirle la palabra?

Cuando está a pocos pasos del departamento pequeño de Jeon JungKook, se detiene.
Su cabeza da vueltas una vez más, antes de poder pensar correctamente lo que está
haciendo: cae en cuenta de que la poca cordura que tenía se desvaneció. Quisiera o no, su
corazón realmente desea gustarle a JungKook. Fuera o no fuera cierto, su cabeza se
apresura a darle las razones suficientes para irse. Repite todas las palabras de desinterés,
el momento en el que le dejó en claro que no existía interés alguno, no quiere comportarse
como un inútil sin principios... Después está su corazón, ese corazón fuerte que lo arrastra
al lado del tipo, diciéndole que a veces es muy difícil conseguir lo que desea.

Da tres pasos, avanzando lo suficiente para estar en la puerta. ¿Qué haría? ¿Debería
gritar todo lo que sentía en cuanto la puerta se abriera? Le parece buena idea, y, seguido de
tocar varias veces con su puño en la fría madera, esta suelta un rechinido fuerte, haciendo
que sus ojos cayeran en el pomo y cómo este se mueve. En ese instante, TaeHyung cierra
los ojos y saca todo lo retenido en su boca.

— ¡De verdad debes dejar de hacer eso, JungKook! —exclama con los ojos cerrados y
los puños en sus costados—. No puedes hacer eso de rechazar a alguien y decirles que te
gus...

— ¡Espera, espera! —La voz de una chica hace que se detenga. Tae abre los ojos y se
encuentra con una pelinegra de cabellos largos—. Luego discuten eso, pasa ahora. Creí
que nadie iba a llegar.

Sin preguntar o algo parecido, la chica toma de los hombros a TaeHyung, metiéndole al
departamento. Anonadado por la presencia ajena en aquel espacio, TaeHyung observa todo
por algunos segundos: las decoraciones en las paredes, el pastel en la mesa, los tres
regalos encima de la sala de estar, los globos. A HoSeok, un chico alto de labios gruesos y
otro más que parece ser Yugyeom. Por último, a JungKook sentado en la cabeza de la
mesa con un gorro infantil de cumpleaños.
Todos observan a JungKook por un instante y luego a TaeHyung. La incomodidad es
notoria en aquel momento. Al parecer, también ellos saben que algo sucedía entre esos dos
complicados chiquillos.

— Siéntate, vamos a cantarle el feliz cumpleaños.

Bae JooHyun, quien siempre prefirió ser llamada por "Irene" y prima de JungKook, le
pone un gorro encima a TaeHyung; ella también se pone el suyo, como en una fiesta infantil
de preescolar. La situación es bizarra, extraña, un tanto penosa, pero no puede moverse
sintiendo aquella aura de jefa que emite la pelinegra, a pesar de sonreír como una madre
orgullosa.

— No quiero que me canten fel...

— No me importa, JungKook. Vamos a hacerlo te guste o no, así que cambia esa cara
porque, si no, no te voy a dar pastel.

TaeHyung alterna la mirada entre ambos pelinegros, encontrando similitudes,


suponiendo a su vez que pertenecen a la misma familia. La cara de odio de JungKook, la
risa del chico alto con labios gruesos, Yugyeom suspirando fuerte y HoSeok con una sonrisa
de "sálvenme" son la cúspide de una situación aberrante. Cuando Irene cuenta "uno, dos,
tres" en voz alta, todos comienzan a cantar bajito y con pocos ánimos. Los ojos de
JungKook observan fijamente la vela en su pastel —de chocolate— añorando los tiempos
en que solía gustarle aquello.

En ese momento es todo lo contrario.

JungKook siente que es estúpidamente incómodo, tener ojos encima suyo, cantando en
su nombre como si fuera algo feliz ser más viejo... No, no es eso. Celebrar su cumpleaños
tampoco es la gran cosa, sino que es el momento, a TaeHyung ahí cantando con un
sentimiento extraño, y su cabeza dando vueltas, rezando porque terminara pronto. Y por fin
cuando todo termina, lo único que hace es apagar las velas sin pedir ningún deseo y mirar
atento a JooHyun.

— ¿Contenta, JooHyun? —JungKook pregunta en voz alta hacia la chica, quien sonríe
feliz, comenzando a partir en trozos el pastel.
El silencio es embarazoso, por supuesto. La puesta en escena de un cumpleaños infantil
y los gorros con dibujos animados no dan más opciones que bajar la cabeza y llorar en
posición fetal... Aunque eso es exagerado. TaeHyung está sentado, acurrucado en su lugar
preguntándose por qué le hacían una fiesta a alguien que decía odiar celebrar su
cumpleaños. También, ¿quién exactamente es JooHyun? ¿Y por qué todo eso está
pasando de aquella manera? El hecho de ser apresurado quizá complicó las cosas. Sus
ansias crecen minuto a minuto y la fiesta parece avanzar lentamente.

— Bueno... Creo que nosotros vamos a ir a la cocina por... Yo qué sé. Vamos, Irene,
Yugyeom... SeokJin —HoSeok incita a todos a irse. Aunque están confundidos, se ponen de
pie en ese instante, sintiéndose avergonzados y caminando para ir dentro de la cocina.

HoSeok tiene dos intenciones: dejarlos solos y contarles lo poco que sabía a los demás,
tan solo para que supieran que la tensión entre el castaño y el pelinegro va más allá de
Jeon JungKook con un gorrito de Cars.

Por un instante, TaeHyung se queda quieto, sin alzar la mirada. No tiene la intención de
ser grosero; sin embargo, el hecho de hablar primero es un dolor de cabeza. No sabría qué
decir, sobre todo considerando de dónde venían y lo abruptamente interrumpido que se vio
al llegar a la casa de él. En un momento como ese, es preferible dejar que la situación se
calmara. La tensión se corta fácilmente con su respirar, hablar empeoraría las cosas y su
objetivo va más allá de una simple charla repleta de disculpas vacías e incómodas.
JungKook también lo siente, el hilo estirarse y tensarse, al grado de quedarse quieto en su
lugar como si su vida dependiera de ello. No quiere hablar. Ninguno, de hecho.

El problema es que estar así, no resuelve absolutamente nada.

— Feliz cumpleaños.

— Lo olvidaste —suelta JungKook gracioso, aunque es más una pregunta incómoda que
se arrepiente de hacer. El sombrero encima de sus cabezas solo hace la situación más
confusa—. ¿No?

TaeHyung no mentiría. Se le olvidó y tuvo esa sensación durante todo el día, al menos
hasta que Eunha iluminó su cabeza. Es que estuvo tan ocupado pensando en otras cosas, y
su propósito de alejar de su imaginación la imagen de él, funcionó, parcialmente. Sin mucho
con qué defenderse, el castaño asiente con la cabeza algunas veces.

El silencio les gana una vez más, apoderándose del momento y provocando una nube de
cuestiones que llenan sus cabezas rápidamente. La expresión de JungKook es rara; dentro
de su cabeza corren un montón de ideas, aunque no logra precisar lo que desea decir; al
mismo tiempo su mano está puesta sobre la mesa, moviéndose inquietamente. Pocas
veces ha experimentado ese tipo de presión en su cabeza, no calcula la situación con
eficacia y es deficiente en sus decisiones. Tiene a TaeHyung enfrente suyo; no obstante,
está en blanco. Para el castaño es la misma pesada situación; sin embargo, él se encuentra
más enojado que de costumbre. Verle la cara a JungKook es como recordar la manera tan
desinteresada en la que lo trataba, y eso es frustrante, sobre todo porque ya no sabe qué
creer o pensar.

Sin darse cuenta, los dos juzgan al otro en sus cabezas, sintiéndose culpables de ciertas
situaciones y sensaciones que, a decir verdad, son comprensibles.

— Y... ¿te estás divirtiendo?

— No —responde JungKook algo lejano. Posa de nuevo sus ojos en TaeHyung y dice—:
¿Viniste a hablar de mi cumpleaños?

— No.

JungKook asiente, actuando tranquilo pero con nerviosismo en su interior, siendo


incapaz de demostrar su característica seguridad al cien por ciento.

— Entonces, hablemos. —El pelinegro se acomoda bien en su lugar, juntando sus


manos.

TaeHyung pensó que sería un poco más fácil, pero no es así, no. La situación es
bochornosa. Partiendo por el hecho de que están en una fiesta; infantil, por lo demás, y con
gorros sobre sus cabezas. Todos los demás están en la cocina, quizá escuchando lo que
hablan. JungKook tiene esa expresión dura, probablemente sin desear mostrar que todo lo
está hartando y haciéndolo sentir un idiota sin capacidad de comprensión. Todos tienen la
sensación de querer enterrar la cabeza en algún lugar y no salir.

No saben qué decir, qué hacer, o cómo empezar a intentarlo.

Es tonto. Es común que pasara eso. No puede hablar con JungKook porque tiene miedo
de haberse hecho ilusiones, ¡JungKook tiene miedo! Simplemente no puede creer las veces
que se ha repetido eso, y su pecho sube y baja con la mera intención y cuidado de lucir
tranquilo.
— ¿Te puedo hacer una pregunta? —JungKook habla, rompiendo la ya conocida rutina
por un segundo.

TaeHyung asiente unas cuantas veces, sorprendido por escuchar su voz, un tono distinto
al de siempre. Carece de la típica emoción que esperaría, pero suena nerviosa, más baja y
grave que de costumbre.

— ¿Qué tanto te dijo Eunha?

La pregunta toma desprevenido a todos, y cuando digo "todos", en serio son todos.
JungKook se queda un momento estático, dudando si ha hecho mal o no. Ese tipo de
reacciones no suelen ser propias de él, ni ese tipo de preguntas, ni empezar a hablar
primero. Pero la duda lo come y no es que fuese la gran cosa... ¿Verdad? Realmente
TaeHyung no está pensando en eso, ¿no?

Ciertamente, TaeHyung ni siquiera sabe qué responder. Está distraído con el rumbo de la
situación y la cuestión que cala en su cerebro.

— ¿Dijiste que tenías a alguien que te gustaba? —cuestiona TaeHyung mirando


incómodamente a JungKook. Él asiente a la pregunta—. Y después les dijiste... Bueno, creo
que no es necesario que lo repita.

Una vez se preguntó qué significa ese apodo; no literalmente, no el mismo significado
que arroja el traductor al buscarlo. Sino para JungKook, lo que significa para el chico que
solía sacudirle el cabello o rodarle los ojos con gracia. No pudo llegar a la respuesta; de
hecho, ni siquiera a una vaga imitación de esta. Solo el mismo pelinegro podría saber qué
tanta importancia tiene el llamarlo Poochie.

Probablemente nunca se lo diría a nadie.

— Así que, técnicamente, te dijeron todo —dice JungKook desganado.

Mira por un segundo a Tae, pero le quita los ojos de encima casi de inmediato. Quedan
varados en un silencio mutuo. El ambiente es igual de pesado que desde un inicio, y tal vez
peor a causa de la confesión, de la veracidad de los hechos y del sentirse expuesto.
Tienen bastantes dudas. JungKook piensa en cómo las cosas llegaron hasta ese punto y
que, quizá, debería empezar a tomar de nuevo las pastillas para el dolor de estómago.
TaeHyung, en cambio, piensa cómo preguntar aquello sin que sonara muy ilusionado, muy
triste o dependiente, como si en serio necesitara a JungKook para ser feliz. No lo necesita,
no lo hace. Dolería un momento: claro que sabe lo mal que la pasaría; sin embargo, la vida
sigue, el mundo gira y es estúpido creer que todo se terminaría.

Pero le gusta pensar que le podría atraer a JungKook, un tanto contradictorio con su
forma de percibir su situación sentimental y psicológica.

— ¿Y es verdad? —pregunta el castaño.

JungKook le mira y ladea la boca un poco, inseguro de sus palabras y con muchas
opciones en su cabeza. Se reclina hacia atrás sobre la silla al sentir la cercanía del chico.

— ¿Por qué mentiría sobre algo así?

Se da cuenta de su propia estupidez; no obstante permanece callado.

En la cabeza de TaeHyung aparece una y otra vez una misma frase: "Si ya lo hiciste una
vez, ¿qué te impide una segunda?". ¿Por qué es tan fácil desconfiar y difícil confiar? No se
quedaría callado. De hecho, tiene que dejarle en claro algo... Si las cosas resultan ser
ciertas, si las palabras de Eunha fueron sinceras, entonces el juego debía terminar...
Entonces debía comenzar a actuar con sinceridad.

— Ya lo hiciste una vez —TaeHyung habla algo ofendido ante la memoria triste de hacía
unos días atrás—. ¿Quieres que te lo recuerde? Ese día lloré toda la tarde por tu culpa,
porque no eres sincero.

Jeon chasquea la lengua, sin defenderse se queda callado. Él sabe que ha actuado mal.
No quiere excusarse diciendo que le hacía falta algo en la vida que lo hiciera apreciar sus
propios sentimientos... No, JungKook simplemente tiene miedo. Piensa en lo difícil que sería
sobrellevar todo por su cuenta, piensa en su cabeza, que se dedica a minimizarse a sí
misma... Tiene un resentimiento consigo mismo; siente culpa y, por más de unos minutos,
extraña a TaeHyung. Observa todo a su alrededor, los globos, el cuadro de su madre; el
pastel de chocolate sobre la mesa.

Y, por último, a TaeHyung. Sus ojos cafés se quedan pegados por un buen rato en el
castaño. De pronto, JungKook se pone de pie y empieza a caminar.
— Ven —le dice—. Te voy a decir algo, pero aquí las puertas tienen orejas.

TaeHyung se pone de pie y hace lo mismo que él, dejando de lado el gorro que lleva
sobre la cabeza. Sus pasos son tímidos, más en el instante que JungKook toma el pomo de
la puerta de su habitación y lo gira, adentrándose en este. TaeHyung le sigue, cerrando la
puerta por detrás suyo, girando sobre sus talones y abriendo bien los ojos.

Lo primero que nota el castaño es su cartel.

El mismo cartel repleto de ánimos, que hizo con sus propias manos para el primer
partido, pegado en la pared, al lado de unas fotos de la señora Jeon y de otras personas.

También hay dibujos ahí, unas cuantas cosas en el suelo, poca decoración, como era de
esperarse. La habitación de JungKook no es tan grande, sí espaciosa. Solo hay una cama,
mesa de noche, un pequeño ropero. Nada más.

Pero que JungKook tuviera pegado en la pared el cartel, es acelerante.

— TaeHyung —le llama, haciendo que lo mire directamente. TaeHyung, sin embargo,
pasa la mirada por JungKook y la regresa al cartel—. Deja de mirarlo.

— Lo tienes pegado ahí.

Remarca lo obvio, pero ni siquiera puede creérselo. Aunque lo está viendo. Es capaz de
palparlo. Podría salir de la habitación y regresar, y el cartel estaría ahí, bien sujeto con
cintas transparentes. Podría pellizcarse y no sería un sueño.

Para alguien que no suele decir cómo se siente, y que admite odiar "las porras", o "que
lo animaran", la acción es demasiado. TaeHyung se da cuenta que, de una u otra manera,
está presente en esa cabeza hueca a la que le cuesta expresarse.

— Sí, sí, lo sé —menciona con obviedad.


TaeHyung se voltea directamente hacia JungKook y lo mira, esperando a que diga algo;
después de un segundo, se retracta. Mejor sería que él dijera algo primero. Liberaría la
tensión más fácilmente.

Sin querer, estaba emocionado. Ilusionado.

— ¿Es cierto lo que dijo Eunha?

JungKook, por otro lado, está inexpresivo, asustado... No, asustado no. Tiene adrenalina,
de la mala.

— Bueno, es algo así.

— No, detente con eso. —TaeHyung mueve sus manos de lado a lado, mirando severo a
JungKook, usando su tono de voz enojado y frustrado, demostrando sus sentimientos—. No
quiero juegos ahora. ¿Sabes lo mucho que me heriste ese día?

Está realmente enojado. Por mucho que le gustara, JungKook hizo una broma de mal
gusto, sobrepasó los límites de sus juegos estúpidos y no tuvo consciencia; tal vez siendo
egoísta, actuando a su favor o lo que sea...

¿Deberíamos entender a Jeon JungKook?

— Mhm —asiente

Jeon—. Lo lamento. Realmente soy nuevo en estas cosas.

Suena tan tranquilo. JungKook no está acostumbrado a eso, aunque es pacífico. No


muestra ni mayor seña de nerviosismo. Parece ser un experto... Más bien, no quiere
demostrar lo que siente. Se esmera en ocultarlo, está quieto sin querer mirarlo porque
entonces se sentiría más culpable y arruinaría las cosas una vez más.

La confianza en Kim TaeHyung aumenta. De pronto, se apresura en sentarse al borde de


la cama. Mira a JungKook recargado en la pared.

— ¿Es verdad? —repite ansioso TaeHyung.


JungKook no quiere contestar. Es bochornoso, decirle a alguien que te gusta es horrible.
Ni siquiera puedes hablar bien y terminas haciendo tonterías. No le gusta sentir eso, como
si su estómago doliera y su pecho se presionara, al grado de estar a punto de explotar.

— No quiero decirte —JungKook admite en tono bajo—. Si te soy sincero, esto es nuevo
para mí.

No es solo eso. Hay algo ahí, en su cabeza, como una espina... Una espina llamada
remordimiento, y culpa. Lo está matando. TaeHyung piensa sobre eso. No tiene respuesta
en su cabeza; sin embargo, cuando está a punto de decir algo, el chico se inclina enfrente
de él.

JungKook mantiene la cabeza baja, un ángulo perfecto, y con sinceridad suelta:

— Realmente te pido una disculpa por haber dicho eso. No sé qué...

— ¿No te había gustado alguien antes?

— No.

— Mentiroso —acusa TaeHyung.

JungKook suelta un suspiro de nuevo y rasca su nuca; seguido, mueve su cabello con
algo de estrés. Mira fijamente a TaeHyung, pero no, no puede soltarlo con tanta naturalidad
sin sentirse presionado o querer gritar de frustración y vergüenza. Le gana todo sentimiento
extraño y novedoso en su estómago.

Es incómodo. Odia esa situación.

— Pero... Pero si te gusto, entonces debes prometer ser sincero. No solo conmigo, sino
contigo mismo. Ya no quiero más juegos.

La petición es normal, se supondría que todo eso resolvería la situación. Pero Jeon no
puede responder. Solo está callado, buscando la forma correcta de hacer lo que quiere
hacer, escogiendo una a una las palabras indicadas, la manera buena.
— ¿Tienes idea de por qué odio estas cosas? ¿O de por qué acepto y termino con
todos?

— No sé, JungKook... El porqué odias estas cosas.

JungKook va a soltar algo que pensó e imaginó tener guardado el resto de su vida... No,
prefiere no hacerlo. Ahí está Kim TaeHyung, enfrente de él, con esos ojos rompiendo el
esquema, mirándolo con duda, extrañado por su disculpa.

— Me molesta sentirme de esta manera. Siendo novio de todos, sabiendo que ellos se
van a hartar pronto, simplemente es alivio. Me ahorro el problema que causas..

TaeHyung sonríe, pero fácilmente se ve detenido por su mano, que ahoga la sonrisa y lo
hace observar al pelinegro con seriedad, pues no quiere perder el tono. Desde su lugar, se
acomoda un poco sobre sus rodillas antes de ver a JungKook fijamente.

— ¿Debo de tomar eso como un "sí, me gustas"?

— ¿Ves ese cartel de ahí? —JungKook apunta al cartel. TaeHyung asiente—. Bueno,
¿eso responde tu pregunta?

Sí, lo hace.

Sus ojos se conectan. TaeHyung se siente exageradamente nervioso por primera vez
aquella tarde. No hace más que quedarse en silencio, mirando a JungKook, sin saber el
grado de conformidad que debe tomar... No. Es codicioso. Quiere escucharlo. ¿Cómo le
podría creer si hubo una vez que...? Pero está equivocado. Esa vez es diferente.

TaeHyung habla:

— ¿Te gusto, JungKook?

JungKook está abrumado. Todo lo está matando. Literalmente tiene un dolor de cabeza;
jamás se ha sentido tan mal en su vida. Está avergonzado y quiere desaparecer.

— Todos dicen que esto es gustar—responde—. Supongo que sí... Sí, me gustas.
Capítulo XXV

No, JungKook no se convirtió en otra persona cuando dijo eso. No, TaeHyung no quiso
vengarse de él. Nada de eso sucedió. Tan solo se quedaron callados un momento y, ese
mismo día, rompieron el silencio mencionando que sería mejor ir a comer pastel. Solo eso.
El alboroto no fue más allá de lo que se dijeron.

Decir que TaeHyung no se siente especial es mentira. Porque sí lo hace, se siente único
al tener aquellas palabras tan preciadas para él mismo, para nadie más.

A la mañana siguiente TaeHyung está sentado en la banca esperando a que él llegase.


No habían aclarado nada, no decidieron volver a salir. Esa duda está presente en la cabeza
de Tae, mas no la dejaría pasar. Aunque tampoco quiere seguir presionando una y otra vez
las cosas. De todas maneras, se siente un poco más confiado, ya que JungKook le dijo que
le gustaba. ¿Tendría que repetirlo todo el día? Probablemente.

Cuando mira a JungKook caminar despacio a lo lejos, se le escapa una sonrisa tímida.
Permanece ahí sentado, con la comida que lleva para los dos entre sus manos. Hasta que
él está enfrente suyo y le dedica su típica mirada. No espera más. Eso es suficiente y
satisfactorio.

— ¿Es hora de ir a clase ya?

TaeHyung niega varias veces con la cabeza, extrañado por la pregunta tan poco común.
Aún faltan unos veinte minutos para entrar a clases. Mira a JungKook, sonriente desde la
banca, y palmea unas cuantas veces el asiento a su lado.

— Ven, ven, ven. Siéntate conmigo —pide el castaño, moviéndose para que el otro se
siente.

— No quiero —responde JungKook simplemente sin ser grosero—. No me gustan las


bancas.

TaeHyung no se aguanta las ganas, así que le súplica con la mirada que se siente.
JungKook lo observa por un segundo, y, antes de caer en el juego, le pone la mano en la
cara y lo hecha tantito para atrás.

— Esas caras no funcionan conmigo, Poochie.


— ¿Por qué tratas así a la persona que te gusta?

JungKook mira a TaeHyung con ojos furiosos, entre divertidos y de broma, pero con algo
de seriedad. Aunque Jeon ya se venía haciendo la idea de que TaeHyung diría eso día a
día, hasta que se aburriera de decirlo. En cualquier momento sería "te gusto", "nos
gustamos". Eso es otra parte de lo que odia tener que pasar. No es presión, pero de cierta
manera, si lo analiza con cuidado, así parece. Pero ya metido en el problema, la salida
estaría cerrada.

— ¿Vas a repetir eso todos los días? —JungKook cuestiona, tomando asiento al lado de
TaeHyung y cruzándose de brazos.

Las miradas van hacia ellos dos. Aunque a TaeHyung y a JungKook les importa poco,
así como una vez dijo el pelinegro: "No todos saben la verdad". En otras palabras, a nadie
más que a ellos dos debía importarles el instante. En ese momento, haciendo nada y viendo
a todos, es tan agradable estar en silencio y regresar a la rutina que tanto añoraba
TaeHyung. No está ansioso porque todo avance rápidamente, incluso en ese instante, el
hecho de estar a su lado, lo hace sentir feliz.

— ¿Hoy vas a salir tarde?—pregunta TaeHyung, guardando los desayunos en su


mochila, con cuidado. Escucha a JungKook decirle que sí.

Sus ojos van directamente hasta el regalo que Eunha le ha dado para JungKook.
Recuerda que él ni siquiera le había regalado algo, y en cambio comieron pastel. Bueno,
JungKook no comió, pero vio a Tae hacerlo.

— JungKook...

— ¿Qué? —El chico mira a TaeHyung, que tiene ojos extrañamente tristes. Su ceño se
frunce y le habla para preguntarle qué sucede—. Eh... Oye, qué... ¿Por qué vas a llorar?

Sí. TaeHyung va a llorar.

— No te compré nada en tu cumpleaños.

Tan molesto, hasta un poco infantil. ¿Por qué va a llorar por eso? JungKook odia que los
demás le dieran regalos; malgastan su dinero. Claramente, la mayoría de las veces ni
siquiera los abría, pues estarían vacíos del verdadero sentimiento de un cumpleaños, solo
los importantes. Desde que su madre murió, acumula todo lo que le dan. No les da uso, los
regalos son un tanto inútiles de cierta manera. La mayoría de las veces se los dan solo por
quedar bien; nunca porque de verdad le tuvieran aprecio. Odia, de igual manera, que todos
en la escuela tuvieran presente qué día es su cumpleaños (no tiene idea de cómo se
enteraron). Felicitaciones por donde sea y regalos por quedar bien. Casi siempre para
acercarse a él, porque es "popular".

Sin embargo, en ese momento ver a TaeHyung tan preocupado solo le hace rodar los
ojos y decir:

— Vamos, Poochie, los regalos no son importantes.

TaeHyung, decaído, piensa qué podría regalarle a JungKook y saca el regalo de Eunha
de su mochila, tendiéndoselo entre las manos. El pelinegro lo mira bien, lee la etiqueta y, sin
cuidado, lo mete en su mochila importándole muy poco el contenido. Al ver eso, Tae se
cuestiona si así se iría el regalo que le daría.

— Me pondría muy triste si tú no me das nada en mi cumpleaños —TaeHyung dice,


mientras repasa entre sus pensamientos lo que podría regalarle a JungKook.

Ni siquiera se da cuenta de que acaba de meter en un gran problema a su acompañante,


quien ahora se vería obligado a comprarle algo. Odia mucho más tener que dar regalos que
recibirlos..

— No esperes mucho de mí —advierte Jeon, viendo a los demás pasar.

El otro siente su corazón decaer un poco, pues la esperanza sigue estando intacta. No
espera tanto, incluso un feliz cumpleaños sería un buen regalo. Pero que JungKook actuara
precipitado y hasta le advirtiera que no esperara nada de él, es triste. Se queda callado
hasta que JungKook vuelve a decir algo.

— Te daré una bufanda.

TaeHyung esboza una sonrisa y se amolda las mejillas con las manos un segundo.
Observa a JungKook con una sonrisa, pacientemente pensando en su linda bufanda que en
algunos meses tendría. De inmediato recuerda que está a media planeación para el regalo
de JungKook, regalo muy atrasado.
— Entonces, ¿qué puedo regalarte yo, JungKookie?

— No me gusta que me digas así. —JungKook por fin se siente libre de decirlo. Se
ahorra las razones, pero espera de verdad que Tae pueda entender eso.

TaeHyung asiente. Entiende eso. Es como cuando su mamá le dice "TaeHyungie".


Aunque cree que es muy lindo que alguien le dijera así... Igual, tiene un apodo muchísimo
mejor.

— KookiePookie.

— Mmm... No tengo escapatoria de ese tipo de apodos, ¿cierto?

Kim niega varias veces y se agarra del brazo de JungKook para recargar la cabeza ahí,
mientas el otro se tensa en su lugar. Ese tipo de acercamientos, tan repentinos, tiene ganas
de hacerlos desde hacía tiempo atrás, y ya que Jeon le dijo que le gusta, se siente dueño
para hacer ese tipo de cosas.

— ¡¿Qué demonios pasó ayer?! —exclama anonadado Jimin, llegando junto a YoonGi.

Min YoonGi, con sus cabellos grisáceos en ese momento, deja de observar el celular
para prestarle atención a TaeHyung. Quien, por cierto, está cómodamente dirigiendo su
mirada hacia ambos y sonriendo. Alza las cejas dos veces. Park y Min caminan hasta llegar
a los dos y los observan por un momento.

— Increíble —habla YoonGi—. Al parecer arreglaron sus problemas.

El pelinegro de mirada seria nota que aquellos dos los observan con cuidado. Se siente
incómodo, así que decide decir algo.

— Dejen de vernos de esa manera —exclama gélido, pero con cierto tono de nervios—.
¿Acaso no habían visto a nadie así?

Se refiere a la cercanía entre los dos. No es su favorita, tengan eso por seguro. Claro
que prefiere tener a cierta distancia con TaeHyung, y claro que es empalagoso. Un poco
jocoso, y también extraño. ¿Pero qué va a hacer? ¿Apartarlo? Se tiene que aguantar, al
menos cierta parte de ese tiempo. Eso implica gustar de alguien más: a veces tienes que
hacer cosas que no te gustan, aunque fuese por un segundo. Debería decirle luego; no
sería bueno que de un momento a otro se viera haciendo cosas que no le gustan. También
tiene en cuenta que esos sentimientos son nuevos, y que debido a eso terminan siendo
abrumadores.

TaeHyung sigue aferrado a su brazo, sin dar señales de querer soltarlo.

— No es eso —le habla Jimin confiado a JungKook. Eso resulta extraño para todos—.
Es que tú no haces esas cosas.

— ¿Y?

Cuando escuchan eso, tanto Jimin como YoonGi suspiran y dejan de verlos sin tanta
desvergüenza. Están un poco felices porque TaeHyung parece estar contento, y aunque
después le interrogarían por completo para saber lo que sucedió, en ese instante solo se
dan miradas incómodas. De pronto, Jimin se voltea hacia ellos de nuevo, con una expresión
enojada y sorprendida.

— ¡Pero si venimos con TaeHyung! —reclama precipitado—. ¡¿A dónde deberíamos ver
si no es a él?!

— No lo sé, pero ahora estoy yo con él y les digo que sus miradas me incomodan.

— ¿Y? ¡No voy a dejar de verlos y alejarme solo porque tú estás con él! ¡Eres su novio y
siempre vas a estar con él! ¿Cuándo quieres que le vea?

JungKook abre los ojos muy grandes por las palabras del otro, pero tiene la necesidad
de seguir discutiendo.

— Ustedes lo tienen entre clases —dice JungKook en reclamo.

TaeHyung los mira fastidiado, con los ojos menos tranquilos del mundo. Comienza a ser
obvio quiénes serían los más problemáticos con todo eso.

— ¡Y qué! ¿Crees acaso que nosotros tenemos mucho tiempo entre clases? Tú te vas a
casa con él.
YoonGi suelta un suspiro y se lleva una mano a la frente. Esos dos son como el agua y el
aceite. Podrían lucir similares, pero tienen muchas diferencias. A simple vista es la
comparación más cercana a la realidad.

— Hay suficiente TaeHyung para todos —dice Tae intentando calmarlos.

JungKook le mira con una ceja alzada, y Jimin también. La frase suena bastante dudosa,
lo que causa que TaeHyung le sonría a los dos y simplemente se alce de hombros. El timbre
suena y todos se ponen de pie. Sin decir nada más, JungKook mira furioso a Jimin y Jimin a
JungKook con los mismos ojos. No se odian ni son rivales solo porque los dos tienen ideas
contrarias. Nada de eso, solo es raro.

La voz de un chico hace que los cuatro regresen la vista. A lo lejos, Joshua alza la mano
saludando a TaeHyung, a YoonGi y a Jimin. Se sorprende al ver a JungKook ahí también,
aunque no hace nada más que juzgarlo por un momento preguntándose si es buena idea.
Recuerda que TaeHyung se sintió mal por él, completamente mal; ¿cómo pueden estar de
nuevo juntos después de tan poco tiempo? JiSoo entiende las cosas, sabe que TaeHyung
quiere mucho a JungKook. Y que a JungKook (es lo más seguro) también le gusta
TaeHyung. Pero es raro. De todas maneras, se acerca con una sonrisa.

— ¡Hola, chicos! ¡TaeHyung! ¿Qué tal te fue ayer?

A JungKook no le importa Joshua. No le cae mal y tampoco tiene una idea clara de él
más que es el amigo de TaeHyung, que es un buen chico. Sin decir nada, solamente
asintiendo con su cabeza, da dos pasos largos y se pone justo al lado de TaeHyung,
mirando hacia el frente.

— Mal. Regresé a tener muchos problemas —dice TaeHyung.

— Qué lindo de tu parte, Poochie.

JiSoo los observa a ambos, suspirando y entendiendo que, de alguna forma, la cosa se
ha arreglado. Menos mal. ¡TaeHyung realmente está feliz aquel día!
Capítulo XXVI

— Irene —dice JungKook, entrando por la puerta de su apartamento—. Llegué.

La presencia de unas maletas en la entrada le hacen sentirse nervioso. El olor a comida


grasosa llega hasta sus fosas nasales, y suelta un suspiro al caer en cuenta de que la
televisión está encendida en el canal de noticias. Ese canal que repite una y otra vez todas
las noticias que hay a lo largo del mundo. Canal, que sabe que está contratado en el
departamento solo porque su padre así lo quería.

Significaba que papá está en casa.

Deja su mochila al lado del perchero y, quitándose de encima la gabardina, camina hasta
la cocina. Escucha el tintinear de los platos y vasos y la voz gruesa del señor Jeon. Su
padre nunca fue una persona agradable para todos; es un tanto serio y a veces hostil, pero
es bueno.

— Ya estás en casa —dice el señor Jeon viéndole entrar. JungKook asiente, un poco
incómodo—. Es tarde, ¿qué haces después de la escuela? Ten cuidado, es peligroso.

La actitud de su padre siempre fue áspera, incluso antes de que su madre muriera.
Siempre lo vio como alguien fuerte, con inteligencia, un líder que es digno de seguir. El
señor Jeon es jefe de una empresa, a veces tiene que estar fuera de la ciudad o del país.
No pasa tanto tiempo en casa y con suerte ve a JungKook unos días al mes. Si es que
llega, claro. Durante esos días se podría decir que para JungKook son los momentos más
desastrosos. Los dos Jeon, padre e hijo, comparten la actitud gélida, pero son muy distintos
entre sí. Y se quieren, se quieren muchísimo, es solo que su convivencia no da para la
típica relación cercana.

— Lo sé —responde sin muchos rodeos—. Tenía algo que hacer.

Irene, por otro lado, siendo prima de JungKook por parte de su madre, casi siempre
intenta que esos dos se llevaran un poco mejor, que fuesen más cercanos, como casi
cualquier padre e hijo. Bae JooHyun es la única de la familia de la señora Jeon que habla
con el padre de JungKook.

La familia Bae nunca tuvo mucho agrado por el padre de JungKook. Todos concuerdan
con que esa personalidad incesante, áspera y fría terminaría por amargar la vida de la
madre del chico, aunque fue todo lo contrario. Mientras ella estuvo viva, fue feliz, fue feliz
hasta el límite.
— Bueno, tío JungKook. —Irene quiere liberar el ambiente incómodo que se ha creado
en esos momentos. Deja en la mesa la carne que han preparado su tío y ella, y pasa unos
cubiertos—. El cumpleaños de JungKook...

— Sí. Lo sé. Feliz cumpleaños, hijo.

JungKook asiente dándole poca importancia. La verdad es que esperaba menos, su


padre no suele recordar fechas importantes. Solamente recuerda la fecha de la muerte de
su madre, y su cumpleaños. Por esas fechas, el señor Jeon se toma el tiempo de ir a casa y
estar con JungKook unos días. Solo estar, no hacen nada productivo, o interesante. Obliga
a JungKook a quedarse en casa. Una vez, dos años después del fallecimiento, fueron al
cementerio a dejarle flores. Pero después de eso, nunca más.

JungKook se sienta con nada más que un vaso de agua a la mesa. A su padre le
molesta comer solo. Lo entiende, también heredó eso. Odia comer solo porque no puede
conversar con nadie. Su casa siempre está sola. Incluso cuando ellos se ven, y a pesar de
sus formas de ser, cuando es la hora de la comida no hay ni una sola excusa para no estar
presente. Incluso si solo cruzan dos palabras, hablan del clima o conversan de lo salada
que les salió la comida, tendría que quedarse ahí hasta la hora de lavar los trastes.

— ¿Y qué hacías después de la escuela? —pregunta el señor Jeon—. ¿Tanto tiempo te


quita?

Ambos tienen muchas diferencias. Su padre habla con un tono interesado pero
camuflado con algo de frialdad. Él habla con desinterés pero con verdaderas intenciones.

— Nada importante.

JooHyun está en silencio, de pie recargada en el borde del mueble, pensando en que
juntar a esos dos cada mes es difícil. En todo el tiempo que ha estado ahí, es la única vez
que los ve conversar de algo que no fuese el clima. Ninguno de los dos es fácil de tratar.
Tienes que ser demasiado duro o persistente para hacerlo, muy persistente. Quizá eso es lo
complicado en ambos: ni siquiera pareciéndose tanto pueden llevarse súper bien.

— ¿Es que acaso ya tienes novio?


— No. —JungKook quiere sonar serio y seguro; sin embargo, le sale como una
pregunta—. Papá, no quiero hablar de eso ahora.

— ¿Cómo se llama?

Es curioso que no recodara su cumpleaños pero sí quisiera saber quién es "su novio".
JungKook mira a Irene con algo de inseguridad y ella solo le hace unas señas de "anda,
ve". Nadie entiende por qué esa relación es tan mala. No. Mala no es la palabra. Solamente
sus personalidades no se pueden llevar entre sí. JungKook no quiere hablar, el señor Jeon
sí quiere, pero a su manera.

El silencio tan característico de la casa hace acto de presencia. De fondo solo se


escucha el canal de noticias repetir las nuevas de la mañana.

— Bueno, si no es nada oficial, supongo que no quieres decirme —su padre habla,
restándole importancia al tema—. ¿Es eso? ¿No es oficial, igual que todos los demás?

A veces salen esos temas de conversación, o cuando llega a casa y ve a JungKook con
algo entre sus manos y le pregunta quién se lo ha dado. Entonces el responde que "su
novio" se lo ha dado. Muchas veces intentó advertirle —a su manera, todo a su manera—
que eso no era buena idea, que solo provocaría un problema y entonces se sentiría
culpable... Su hijo parecía no entender.

JungKook tensa la mandíbula y muerde su lengua. Su padre es un cabeza dura.

— Simplemente no quiero hablar de eso ahora.

En algún momento, Irene ha desparecido. Estar ahí cuando ellos dos comienzan a
estresarse no es buena idea. En una ocasión se vieron envueltos en un tipo de discusión
intelectual completamente llena de sarcasmos, risas cínicas y esas cosas. Los dos se
retaban con la mirada y resultaba ser muy, muy, muy de miedo. Por eso se fue de ahí sin
decir ni una sola palabra, aunque eso no significa que no los espiara de repente.

Por otro lado, el padre quiere simplemente enterarse de lo que pasa en casa mientras
está fuera, trabajando.

— Bien... No es oficial.
— Se llama TaeHyung —menciona JungKook, cansado de que su padre repitiera lo
mismo una y otra vez.

Es insistente. Sabe cómo hacer que su hijo hablara; lo conoce. Entiende sus mañas, las
cosas que le gustan y las que no. Sabe que JungKook ama la leche de banana, que odia
celebrar su cumpleaños; que su color favorito es el azul, no le gusta el color celeste. Su
número favorito es el 27, le gusta Halloween, pero no disfrazarse ni las fiestas. No usa nada
más que botas, su gabardina favorita es la negra con botones. Sus pantalones son de
colores oscuros y solo tiene una playera roja que fue la que le regaló su madre. Es su
favorita aunque nunca la ha usado.

Nunca estuvo tan lejos de JungKook como parece. Está al pendiente de sus cosas, por
muy ocupado que estuviera. Lo quiere, y mucho. Pero la manera de demostrarlo es distinta,
un poco distante y extraña.

— ¿Y es lindo? —se atreve a cuestionar con algo de incredulidad. Mastica la carne que
está a punto de terminarse—. ¿Cómo es?

JungKook odia hablar de esas cosas. Pero que su padre le pregunte es algo que no se
repite. Probablemente nunca vea a TaeHyung y tiene que explicarlo al menos; su físico o su
forma de ser repleta de felicidad.

— Ajá —dice, medio aturdido—. Él es... No sé. Tiene cabello castaño, y cejas gruesas.
Supongo que es tedioso, insistente, medio risueño y optimista. Habla mucho, es demasiado
insistente. Creo que ya dije eso.

El señor Jeon suelta una risita que extraña a JungKook.

— Se parece a tu mamá.

Sí. Podría ser. Pero JungKook nunca tuvo una imagen clara de su mamá. Solo sabe que
ella llegaba a las tres de la tarde a la casa; solía esperarla sentado en el sofá, y cuando
llegaba, ella lo saludaba y le acariciaba la cabeza. Revolvía su cabello. Él la abrazaba y se
pasaban lo que restaba del día pintando, o haciendo cualquier cosa. Su padre llegaba un
poco más tarde, y después de eso los tres veían televisión, con la cabeza encima de la
barriga de su padre.

Aunque recuerda aquello, no podría describir con exactitud la actitud de su madre.


— No lo sé, no lo recuerdo —admite JungKook después de intentar relacionar a su
mamá con TaeHyung.

— ¿Tienes fotos de TaeHyung?

— No.

Irene, quien va entrando de causalidad en ese momento, recuerda algo y regresa a la


sala por su celular. Rebusca la foto de un día atrás y sonríe acercándose al papá de su
primo.

— Yo sí —habla Bae JooHyun—. Es de ayer. Mira, tío Jeon. Es el chico que está al lado
de JungKook.

Después de ver la foto y hablar de cosas que no tienen mucha importancia, su padre le
dijo que regresaría la mañana siguiente a su trabajo. No hablaron nada más durante el día.
Capítulo XXVII

Es una mañana nueva. TaeHyung mira desde su lugar en la cafetería la mesa donde
JungKook está sentado, en la misma zona de siempre. Es curioso que, con su insistencia y
la capacidad de convencimiento que tiene, TaeHyung no se haya sentado ni una sola vez a
desayunar o pasar el rato con JungKook. Además, siendo sinceros, el tiempo después de la
escuela y por las mañanas parece ser insuficiente; quiere pasar más tiempo con él y
fortalecer su relación.

La mesa de Jeon JungKook está rodeada por muchos individuos: algunos jugadores del
equipo (que no conoce bien), chicas del club de canto (que quieren convencer a JungKook
de cantar); también chicos del club de matemáticas, algunos otros coquetos que están ahí
intentando saber de él, y... Básicamente cualquiera que consiguiera sentarse en esa mesa,
lo cual resulta bastante extraño y difícil de entender. Las personas seguían como un rebaño
a aquellos que creían eran dioses, ¿pero quién es Jeon JungKook entre ellos? Nadie, no es
absolutamente nadie; solo un chico que se hizo una mala fama por sus acciones y
relaciones obligadas al ojo de la presión que todos ejercían cuando se le confesaban
públicamente.

Pero la culpa no solo cae en los demás, sino también en él mismo, por no tener voz y
voto cuando carga con una personalidad tan particular como la suya.

TaeHyung revolotea los ojos, harto de su particular forma de ver las cosas, y suelta un
manotazo en la mesa, asustando a JiSoo, a YoonGi y a Jimin, quienes desayunan
tranquilamente.

— Quiero ir a desayunar con JungKook —exclama animado, viendo a los otros con ojos
determinados.

Los tres en la mesa ruedan los ojos y miran a TaeHyung confundidos. Es gracioso
escucharlo decir cosas como esas, dudando de sus acciones, pues el castaño es un
experto en interrumpir la vida de los demás. No suele acercarse tranquilamente a hablarte,
o siquiera con vergüenza; te conocía e inmediatamente después conversaba contigo, al
grado de llenarte de su propia alegría. Tiene el don de la decisión en su voz y su mente...
Pero, extrañamente, está ahí sin moverse cuando quiere desayunar con JungKook, con su
"novio".

— Pues ve.

— Sí, qué importa. Es tu novio, ¿no? —recalca Jimin—. A este punto, y conociéndote, no
entiendo por qué no lo has hecho.
TaeHyung se queda un momento callado pensando en la palabra "novios". En realidad,
él y JungKook no son novios oficiales porque no aclararon esa parte aquel día del
cumpleaños. De hecho, no volvieron a hablar del tema, ni siquiera una palabra. Ha pasado
una semana desde eso, y para ese instante no hay señal de los avances agigantados que
YoonGi y Jimin imaginan y esperan. Sin embargo, TaeHyung está feliz con JungKook, eso
es lo que importa.

Por otra parte, TaeHyung no sabe cómo reaccionaría JungKook si se sentaba en la


misma mesa.

— Bueno... ¿Y si le desagrada? —cuestiona al aire, intentando obtener respuestas


concretas.

— ¿Desagradarle? Solo vas a ir a sentarte con él.

Quiere darle el regalo de cumpleaños al que tanto esfuerzo dedicó. Después de unos
días (muchos en realidad) de pensar qué iba a darle, decidió que un maletín sería un buen
obsequio. Una vez escuchó a JungKook decir que quería comprarse uno porque la mochila
lo hacía sentir pesado e incómodo. El regalo en sus manos fue una inversión elevada; ese
maletín costó caro, muy, muy caro, pero al final de cuentas es para JungKook. Valió la pena
limpiar toda su casa para que su mamá le diera dinero.

— Bien. Deséenme suerte.

Seguido de esas palabras, Kim TaeHyung se pone de pie y comienza a caminar hasta la
famosa mesa de su "novio". Las miradas se posan en él; rara vez veían a TaeHyung con
tanta seguridad caminando hasta donde el tumulto de gente hacía que el receso de
JungKook fuera un momento de incomodidad e inseguridad. Puede escuchar el bullicio de
todos, y mira también que JungKook solamente tiene recargada la mandíbula en su puño;
quizá deseando morirse porque todos lo están abrumando con conversaciones sin sentido y
propuestas estúpidas. Nunca entendió por qué permitía esa clase de cosas. ¿Por qué no se
iba y ya? Su actitud es realmente dura como para aguantar a todos aquellos. Resulta hasta
sorprendente verlo tan tranquilo.

TaeHyung da unos pasos, acercándose más a la mesa, mas no puede entrar entre todos
los presentes pues son demasiados. Hasta parece que lo están aislando.

— Eh —dice el chico castaño en voz baja—. Disculpen...


Nadie le mira, la atención de todos permanece en el mundo que se han creado, donde
JungKook es la atracción principal, preguntándole si ya hizo la tarea, si no quiere alguien
que se las hiciera; preguntando qué le regalaron en su cumpleaños, que si no quiere algo
para comer, que dónde está su acompañante, si esa playera tan linda que lleva puesta es
su favorita. También insistiendo en las materias; si se quiere unir en el grupo de música... O
matemáticas... O gimnasia... O fútbol... O voleibol... O... Aunque eso es improbable, pues
JungKook regresó al equipo de básquet. No le dijo a nadie por qué salió ni por qué decidió
regresar.

En fin, cualquier excusa, pregunta y propuesta es suficiente para hablarle al pelinegro.

TaeHyung les toca el hombro a algunos, esperanzado en obtener atención.

— Disculpen, yo... —Le cierran el paso, con la atención en JungKook. TaeHyung suelta
un suspiro, infla sus pulmones y hace sus manos puños para gritar—: ¡DISCULPEN!
—Todos en la mesa, incluido JungKook, miran a TaeHyung con su expresión recelosa y un
poco de enojo. Inmediatamente, el castaño les dedica una sonrisa y suspira—. ¿Podrían,
por favor, permitirme sentarme al lado de JungKook? —TaeHyung habla apuntando al
asiento al lado del pelinegro, donde, a cierta distancia, Park SooYoung se encuentra—.
Después de eso, pueden seguir conversando con él todo lo que quieran.

Como es de esperarse, todos miran con incredulidad a TaeHyung y después a


JungKook. Esperan que el pelinegro lo rechace, se ría o lo ignore; no obstante, JungKook
está serio, viendo hacia la nada y tomando de su botella de agua. Nadie se mueve, pues
JungKook está serio y no emite ni una sola respuesta ni dirige la mirada, es decir, no acepta
o deshecha aquella petición... ¿Quizá le daba igual? TaeHyung no se extraña por eso, solo
se cruza de brazos esperando a que la gente circule para poder sentarse al lado de su
novio.

Está bien, está bien. Su casi-novio.

— Si JungKook no dice nada es porque-

— No sean un dolor de cabeza y al menos dejen que TaeHyung se siente —dice


JungKook en voz alta. Recibe ojos impresionados que no creen lo que oyen, así que, de
igual forma, él los mira—. ¿Y bien? ¿Se van a mover para que se siente conmigo?
Cuando JungKook decía que odia desayunar solo es porque, aunque todas esas
personas están ahí, ninguno se interesa en realidad sobre lo que estaba pasándole. No hay
ni una pregunta o voz que suene sincera. Odia que todos le vean como un premio
supuestamente inalcanzable y por eso los rechaza con la mirada y la mente. Los tiene
cerca, pero sus vacías almas son insignificantes para él.

Todos le abren paso a TaeHyung y él avanza un poco, con media sonrisa en sus labios y
sintiéndose algo altanero, para cruzar las piernas por la banca y sentarse al lado de Jeon.

— Hola —saluda al pelinegro.

Algunos sueltan risas, pensando en lo idiota que se verá TaeHyung en cuanto se dé


cuenta de que ni siquiera para las decenas de novios de JungKook fue fácil hablar con él.
¿Por qué se creía la gran cosa?

Sin embargo JungKook abre la boca para responderle.

— ¿Qué tal? —pregunta a TaeHyung—. ¿Por qué estás aquí hoy?

— Ya sabes. Cosas que se me ocurren de vez en cuando.

En el instante que escuchan ese mínimo indico de conversación, abren la boca grande y,
sin pensarlo dos veces, algunos se van de ahí. La mayoría, de hecho. Piensan que es mejor
darle alguna privacidad al chico que logró hacerlo hablar en el desayuno, ya que en su vida
alguien se sentó de esa manera tan libre a conversar con Jeon JungKook. La mesa se
desocupa, hasta que solo quedan dos chicas: SooYoung y Eunha.

JungKook permanece callado al notar la presencia de las jóvenes, quienes tienen esa
característica mirada de cazadoras que detesta. TaeHyung las mira algo confundido y les
sonríe sincero.

— TaeHyung oppa, ¿crees que es justo tener a JungKook solo para ti?

— Sí... Ahora él no voltea a ver a nadie. ¡Eres muy injusto!

— ¡Sí! ¿Por qué no puedes compartir? Él antes era novio de todos. ¿Acaso lo
chantajeas?
TaeHyung abre la boca para protestar, pero se ve interrumpido por la voz del pelinegro,
la cual suena lo suficiente tediada como para ir en contra de ella.

— Dejen de molestar a TaeHyung. ¿Podrían irse? Realmente no me agrada tenerlas


cerca.

Esas palabras son exactamente lo que todos debían escuchar para comprender que
JungKook no se siente cómodo con su presencia interesada. Logra hacer efecto en aquellas
chicas que, con expresiones ofendidas y casi a punto de llorar, los dejan solos.

JungKook comienza a picar su fruta sin muchas ganas, en espera de las palabras del
castaño que tiene a su lado. TaeHyung tiene hambre, su estómago gruñe; quiere comer y
las frutas se ven muy ricas, apetecibles y brillantes. Eso es lo que piensa mientras sostiene
en su mano el regalo y la gran bolsa de empaque que eligió especialmente para JungKook.
El pelinegro permanece su lado pensando en algo que era, o no, importante, pero no presta
atención a que, por una vez en todos sus años de escuela adolescente, se siente cómodo
comiendo con una sola persona. No hay nadie a su alrededor que le molestara.

Bueno, solo TaeHyung. Pero él no cuenta del todo.

El menor mira a TaeHyung, quien se ha mantenido callado todo el rato, muy al contrario
de lo que suele ser. Así distingue que está observando el cóctel de frutas que a duras penas
quería comer, y el cual casi puede jurar que está siendo devorado por los ojos del castaño.
JungKook mira su desayuno, y lo empuja hasta llevarlo a enfrente de TaeHyung.

— No quiero. Come si quieres.

— ¿De verdad? —TaeHyung pregunta ilusionado antes de ver a JungKook asentir


tranquilamente. Toma el tenedor y lleva un bocado a sus labios, mirando de reojo a
JungKook, quien tiene los ojos en algún punto de la habitación, con la mandíbula recargada
en su puño.

Divertido por la situación y emocionándose con su propósito del día, Tae deja un
momento el cóctel y alza el regalo que le tiene a JungKook. Aunque no logra atraer su
atención, pues pelinegro está distraído y no nota la gran bolsa hasta que TaeHyung le pone
una mano en la nuca.
— Estás demasiado cerca. —JungKook se estremece al sentir la mano en su nuca.

— Te traje un regalo.

Cuando JungKook mira la gran bolsa de color azul, sus ojos se abren sorprendidos;
después regresa a su expresión normal. Toma la bolsa entre sus manos y la pone enfrente
de ambos. De inmediato examina con cuidado cada pequeño detalle, cada mancha y cada
pensamiento. No se emociona ni nada, tampoco emite algún sonido que reflejase sus
sentimientos. Tan solo la mira directamente en silencio mientras respira en un ritmo normal.

Eso es más que suficiente para TaeHyung, quien no espera ni un gracias; con que él lo
reciba es feliz. Sigue comiendo su cóctel, con algo de ansiedad, hasta que escucha a
JungKook.

— ¿Por qué es tan grande? —cuestiona el pelinegro dudoso.

La bolsa azul es bastante bonita, tiene que admitirlo. Le gusta mucho que es azul, un
azul tan brillante y acaramelado; el contenido también será impresionante o eso supone. Sin
embargo, a primera vista, la bolsa es genial.

TaeHyung sigue masticando con nervios, hallando su consuelo en la comida, cuando le


responde:

— Ábrela para que lo sepas. —Apunta con el tenedor a la bolsa.

JungKook odia también abrir los regalos, rasgar la envoltura, más si es una qué le
gustaba. JungKook odia todo, y nos hemos dado cuenta de eso. Todo le desagrada, todo es
tedioso cuando te hace sentir bien. De todas maneras suelta un suspiro pesado, y yendo en
contra de su pequeño disgusto decide abrir la dichosa bolsa que a su parecer tiene muy
emocionado y nervioso al chico a su lado. Con cuidado, sin dañar la envoltura azul que
tanto le gusta, comienza a quitar las grapas.

Sus ojos se abren un poquito más debido a la sorpresa, pues tiene en frente a él aquel
maletín que tiempo atrás comentó que quería. Lo saca con cuidado y lo pone sobre la
mesa, algo emocionado pero sin demostrar el sentimiento que recorre su cuerpo.

— Esto es demasiado caro —es lo primero que dice.


Estremeciéndose al escuchar la risita de TaeHyung a un lado suyo, lo observa de reojo y
nota que sigue comiendo felizmente su cóctel de frutas. Le provoca un poco de curiosidad
saber qué cruza por su mente para estar tan alegre en un momento como ese, cuando él no
está recibiendo nada. Tae lo mira con duda cuando los ojos de JungKook no se quitan de
inmediato de encima suyo, cuando eso es lo común.

— ¿Qué?

— No creo que una bufanda pueda compararse a esto —JungKook le dice vagando
entre preocupado y serio, alzando un poco el maletín.

— ¿Te gusta?

El pelinegro guarda silencio, echando ojo una vez más al maletín y palpándolo con sus
manos. Unos segundos después, mira nuevamente a TaeHyung.

— Sí. Gracias.

TaeHyung se siente soñado y en el aire, feliz porque a le gusta el regalo que tanto tardó
en conseguir... Además, ese "Gracias" fue la cereza del pastel. Así que por todas estas
emociones positivas, se toma del brazo de JungKook y lo zarandea, teniendo en mente que
eso no le gusta a JungKook, pero aun así haciéndolo. Después, recarga su mejilla en su
mano y mira a JungKook fijamente, analizando su expresión, sonriéndole sin mostrarle los
dientes. El pelinegro nota eso y deja sus ojos en él.

— Me molesta que me mires así. —JungKook pone una mano encima de su cara—. Me
haces sentir incómodo.

TaeHyung quita su mano y se acerca un poco más para molestarlo, como le gusta
hacerlo. Desea seguir viéndolo para poder notar, al menos como milagro, algo más que una
simple mirada seria. Pero también sabe que él refleja todo a través de sus ojos, los cuales
comienzan a dejarlo entrar un poco en aquella mente sigilosa e interesante que el pelinegro
tiene.

JungKook, aturdido, posa los ojos en algún otro lado, sintiendo de todas maneras los
orbes expectantes de TaeHyung.
— ¿Mm? ¿Kookie? ¿Pookie? ¡Vamos, mírame! ¡Mírame una sola vez!

— Detente —pide JungKook intranquilo—. Eres molesto.

Lleno de alegría por aquel tono de voz, TaeHyung suelta una risa que refleja a la
perfección la clase de relación que creía tener con el pelinegro. Está feliz porque siente que
hay un gran avance, que él comienza a ser menos retraído a pesar de que mantiene su
personalidad intacta. El mayor se dedica a seguir comiendo su cóctel con eso en la cabeza,
sin quitar los ojos de encima del chico. Entonces JungKook por fin lo mira, soltándole una
pequeña sonrisa, casi inexistente, sin mostrar los dientes, al mismo tiempo que niega con la
cabeza y rueda los ojos como muestra de su incredulidad.

Para sus adentros, JungKook se pregunta... ¿Cuándo decidió meterse en ese embrollo?
Capítulo XXVIII

Las cosas tienen una manera rara de ser. Ahora, aunque TaeHyung quiera avanzar, y
avanzar y avanzar, parece que JungKook está muriéndose por retroceder cada vez más;
siente que TaeHyung está apresurándose, y esa necesidad le afecta la percepción de su
relación.

— Salgamos en una cita.

JungKook está siendo de nuevo un tanto reservado con sus opiniones; esta actitud es
producto de sus deseos por avanzar lentamente. Caía el tenue clima de las fechas de
octubre, y el aire fresco tocaba las mejillas de todos, a la vez haciendo que las ramas de los
árboles choquen entre sí, cuando JungKook, al igual que aquel clima, comenzó a enfriarse.

— No —dice JungKook algo confundido—. ¿Por qué quieres salir en una cita?

Claro que no, o sea, no... No es como si quisiera hacer las cosas oficiales de una vez,
convertirse en novios de la noche a la mañana y obtenerlas recompensas necesarias. Quién
sabe, quizá hasta acercarse más a JungKook; por fin llevarlo al arcade a jugar, o invitarlo a
comer, al cine; hacer que se tomaran una foto juntos. Quién sabe, ¿pero TaeHyung tiene
intenciones escondidas? ¡Claro que no! Qué va, nunca. Quiero decir, ¿cómo pueden pensar
que Tae tendría otras intenciones? Él sólo quiere estar con su novio no oficializado, Jeon
JungKook.

La verdad es que TaeHyung quiere pasar más tiempo con él. Si bien JungKook ha
estado actuando como siempre, también cree que si pasan más tiempo juntos,
eventualmente la relación mejoraría al grado de escuchar la voz de pelinegro con más
frecuencia.

Sin embargo, sus deseos se ven retenidos por la respuesta cortante y evidentemente
evasiva del chico, la cual rápidamente lo hizo bajar al suelo.

— ¿Eh? ¿Ahora ya no quieres estar conmigo?

— Deja de decir tonterías —suelta JungKook poniendo la mano sobre el cabello del
chico—. Has estado pegado a mí las últimas dos semanas.

TaeHyung suelta una risita boba, balanceándose en su mismo lugar antes de sonreírle a
JungKook dulcemente. El pelinegro le mira por unos segundos, como es costumbre; pero
evade sus ojos en cuanto siente que el tiempo ha transcurrido demasiado. Le presta
atención a algo más, mientras esperan sentados a que se haga un poco más tarde, pues
sus clases habían terminado unas cuantas horas antes y quieren perder tiempo (o ganar)
antes de que TaeHyung se fuera a casa.

— Es que me gusta estar contigo.

Como siempre, la sinceridad del castaño es suficiente para que a JungKook le gane su
propio nerviosismo.

— Sí, entiendo eso —responde—. Pero eres tan empalagoso.

Es hora de usar el arma secreta. TaeHyung se sienta en su lugar, pone carita de


cachorro triste y junta sus manos para ver a su casi-novio con mucha atención. Esa carita
siempre funciona. No, no es chantaje, ni una escapatoria; de hecho, ni siquiera es el arma
más poderosa. La expresión de cachorro funciona lo suficiente para hacer que JungKook
caiga en sus peticiones y las acepte gustoso. Es fácil usarla y además le da puntos extra en
la relación.

TaeHyung ama molestar a JungKook. Aunque no siempre lo logra, puesto que JungKook
comienza a especializarse en ser toda una roca, capaz de evadir aquellas miradas bonitas
que TaeHyung hace para convencerlo.

— ¿Cómo puedes decirle eso a quien te gus...?

JungKook de inmediato lleva una mano a TaeHyung y le cubre la boca. También le


conoce las manías a aquel castaño de ojos incesantes; el recordarle a cada instante que la
atracción y gusto es mutuo se ha convertido en su acción favorita. Pudo entender en poco
tiempo que él tomaría esa confesión como su frase preferida y la usaría como una de sus
mejores armas. Quizá un tiempo atrás, JungKook no lo había notado. Sin embargo, seguido
de repetidas, y repetidas, y repetidas veces en las que JungKook escuchó la frase "Te
gusto" o "Quien te gusta" después de alguna oración que TaeHyung usaría exclusivamente
pasa convencerlo sobre algún tema, comprendió que solamente disfruta el verlo pasar
vergüenza y sentirse mal.

— No me chantajees con eso. —JungKook le mira fijamente—. No te funcionará hoy.

TaeHyung se recarga hacia atrás y suelta un sonido de fastidio. No tiene sentido si


JungKook ya sabe que lo va a molestar de aquella manera, pues hasta él puede predecir lo
que el pelinegro dirá y pensará. No resulta divertido. Dejando de lado el tema, se vuelve a
poner recto, cercano a JungKook y le sonríe.

— ¿Tienes algo más que hacer?

— No —responde JungKook—. Hoy no me apetece estar fuera. Hay demasiada gente,


¿recuerdas? Ya viene la temporada de Halloween.

TaeHyung asiente repetidas veces antes de sacar algo de su mochila, mirarlo y volverlo
a meter. No sabe qué más hacer, o de qué hablar, así que se pone a pensar en qué podrían
hacer para perder la tarde. Además, quiere pasar más un poco más de tiempo con
JungKook para recobrar la cita que le negó hacía un tiempo.

Pensando en muchas actividades y centrando la mente en algunas cuántas cosas de la


escuela, cae en cuenta de que no sabe mucho de JungKook. Es decir, solo las cosas que
de vez en cuando le preguntaba, quizá sin sentido, quizá un poco irrelevantes, nada que
describiera a la perfección al pelinegro en caso de que alguien le preguntara quién es Jeon
JungKook. Nunca fue, exactamente, muy conversador sobre lo que le pasaba, o lo que le
gusta, o cómo es su vida y esas cosas.

Incómodo, mira a JungKook, quien está tranquilamente esperando que la hora de salida
de los demás llegue. No está pensando nada en especial, en nada más que el rumbo que
ha tomado su vida. Hace algo de frío y su linda gabardina está sobre él; además, lleva su
nuevo maletín, el regalo de TaeHyung, el cual ha estado usando con sumo cuidado, pues le
gustó demasiado. Aunque no volvió a mencionar nada de eso después de aquel día.

JungKook mira de reojo a TaeHyung y lo encuentra observándolo.

— Siempre te digo que no me mires así, y lo sigues haciendo.

El chico a su lado suelta una risa boba antes de acortar la distancia que había. Es poca
de por sí, más corta de lo usual. TaeHyung comenzaba a tomarse esa clase de libertades, el
hablar, el acercarse o el decirle cosas vergonzosas. Hace a JungKook sentir incómodo; el
pelinegro no suele tener tan cerca a las personas.

— JungKook...

— ¿Qué?
— ¿Cuál es tu color favorito?

Se queda un segundo en silencio. Hacía tiempo que alguien no le pregunta sobre eso.
Sinceramente, hubiese preferido quedarse callado y no hablarlo, pero con TaeHyung ahí,
mirándolo con sus ojos cafés esperando respuestas, es totalmente imposible de ignorar.

— El azul —responde con desdén.

TaeHyung creía que era el negro. Al parecer estaba equivocado. Puede que le gustara
mucho ese color, pero no es su favorito. Además, nunca lo había visto usar algo azul. ¿Eso
es posible? Bueno, lo está presenciando.

— ¿Y por qué?

Una vez más, el silencio se apodera de JungKook. No obstante, fue menosde un


segundo, ya que JungKook, sin titubear, alza la voz

— Era el color favorito de mi mamá.

TaeHyung siempre tuvo dudas sobre eso. ¿Qué le pasó a su mamá? Sabe que está
muerta; sonara o no demasiado duro, pero más allá de eso, no tiene ni la más mínima idea
de lo que la señora Jeon sufrió, cómo murió o cuándo lo hizo. No lo mal entiendan, no es
nada de morbo. Es solo que JungKook no suele hablar mucho de ella; casi nada, y menos
de su padre.

El castaño quiere saber si aquella actitud tan gélida y despreocupada es producto de su


pérdida; si ella, la mamá de JungKook, tiene algo que ver con cosas relacionadas en su
vida. Por ejemplo, como el color azul. Bien, al menos ahora sabe que ese es su favorito.

— ¿Recuerdas a tu mamá? —TaeHyung se atreve a preguntar.

No sabe si ha tocado algún punto débil o un nervio que hace que JungKook permanezca
callado y pensativo. Se lo ve incómodo. TaeHyung teme haber revivido un momento que de
seguro JungKook no desea recordar. A sabiendas de que la señora Jeon no está, se hace
una vaga idea de lo que el pelinegro está pensando; TaeHyung no puede imaginar la vida
sin su mamá, o su papá, y por el contrario JungKook le dijo una vez que no le dolía, que el
recuerdo de su mamá es vago y mínimo. Pero la cuestión es, ¿en realidad a JungKook no le
duele el haber perdido a su madre?

Al no recibir respuesta, Tae se cohíbe en su lugar, viendo cómo todos se pasean por la
escuela sin tener percepción de lo que sucede entre esos dos. El ambiente es incómodo, al
grado de poderse cortar con la punta de los dedos.

— No la recuerdo bien —responde JungKook con confusión.

Entonces TaeHyung le mira desde su lugar, con las cejas fruncidas. Fácilmente se da
cuenta de que el pelinegro tiene los ojos fijos en un punto perdido del suelo. Tal vez intenta
recordarla. Tal vez el pelinegro busca entre sus memorias algo que le hiciera saber cómo
era su personalidad y la forma en la que sonreía.

JungKook no tiene idea de cómo era su madre comúnmente, solo posee momentos
esporádicos revueltos en su cabeza. Lugares específicos, momentos que son obvios de
recordar, algún regaño, cosas que tenía que recordar porque eran necesarias. Sin embargo,
no tiene idea de cómo hablaba o cuál era el tono de su voz, su forma de caminar o de bailar.
Mil veces deseó preguntarle a su padre, saber si tenía algún video de ella, una foto que no
fuese el cuadro de la sala o la foto donde están en su cumpleaños y apenas se le distingue
la sonrisa. Quería saber si su cabello era negro o castaño, el color exacto; si era de baja
estatura, para compararla con la suya; si su actitud era tan radiante e insistente como
contaba su papá de vez en cuando.

— Solo recuerdo que cuando llegaba del trabajo me revolvía el cabello.

TaeHyung quiere decir algo pero mejor se queda callado, esperando así que JungKook
continuara hablando del tema. Pero JungKook no lo hace. Solo se queda callado intentando
recordar aquel momento: su mamá entrando, diciendo algo, y revolviendo su cabello con
todo su cariño puesto en la palma de su mano.

El castaño suspira, esperanzado en no interrumpir un instante de debilidad en su "novio".

— ¿Y tu papá? ¿Cómo es tu papá? —termina rompiendo el silencio, viendo a JungKook.

La primera imagen que tiene JungKook al describir a su padre es su propio reflejo.


Ambos son, prácticamente, lo mismo. Desde la apariencia hasta la actitud.
— Es como yo —responde.

Tae asiente unas cuantas veces, imaginándose al señor Jeon. Le causa gracia que no es
tan complicado como creía, de hecho piensa que el señor Jeon es la copia exacta de
JungKook, con diminutas diferencias y tal vez una expresión más seria y terrorífica. Nada
alejado de la realidad. Dejando el tema de lado, TaeHyung decide adentrarse un poco más
en el pelinegro a su lado y con valentía sigue cuestionando al chico.

— ¿Puedo hacerte preguntas sobre ti?

A pesar de que JungKook no siempre se siente cómodo recibiendo preguntas, accede a


la propuesta asintiendo, pues no le parece que TaeHyung esté siendo molesto. Deja de un
lado su maletín, cruzándose de brazos para recargar la espalda en la banca y poner los ojos
en TaeHyung, mirándolo fijamente.

— Ajá.

Pero no pudo estar más equivocado, ¿cuándo aprenderá? Kim TaeHyung no puede dejar
de ser "un molesto chico".

— ¿Cuánto te gusto? —cuestiona TaeHyung con una sonrisa tímida.

"Soñar a veces es bueno", se repite internamente el castaño, sabiendo que lo más


probable es que JungKook no le responda.

Y sí. Como a JungKook le molesta todo, esa pregunta también lo hace. ¿Cuánta es la
necesidad de sacar ese tema tan seguido? Como si una confesión no bastara. Rueda los
ojos, tediado ante lo que cuestiona el chico. De todas maneras, solo porque ésta de bien
humor, decide responder.

— No lo sé —dice.

Perplejo, TaeHyung no puede creer que tenga esa manera tan extraña de evadir una
pregunta importante. Aunque lo comprende; sabe que JungKook difícilmente respondería a
algo así. En forma de protesta, y molestándolo un poco, también le rueda los ojos para
después continuar con la siguiente pregunta.
— ¿Cuántos novios o novias has tenido? —habla decidido.

JungKook ríe cínico, algo gracioso por la forma en la que el castaño habla, no sin antes
dejar de cruzar sus brazos y acomodarse bien en la banca.

— Quizá unos treinta... y dos.

— Eso es jugar pesado —admite TaeHyung—. Me refiero a novios de verdad.

JungKook se queda callado un momento, y pone la mano en su mentón. Tiene la cabeza


en dos cosas: la pregunta y la forma en la que el tono de TaeHyung refleja perfectamente
sus sentimientos. Si lo piensa bien... Entonces la respuesta sería...

— Entonces ninguno.

— ¡¿Y yo qué?!

— Estamos en proceso. No te emociones.

El castaño le suelta un golpe suave en el brazo antes de rodar los ojos. No quiere mentir,
pero sí se ha emocionado. ¡Y cómo no hacerlo! JungKook es serio. Todo lo que dice y hace
es con la misma estúpida cara de siempre. Usa su voz inexpresiva hasta más no poder, y
por lo tanto es difícil identificar el tono de lo que quiere decir. ¿Feliz? ¿Emocionado?
¿Serio? ¿Todo o nada? Eso le agrada a TaeHyung de cierta manera. Lo que no entiende es
cómo sabe con exactitud cuándo JungKook está enojado, por ejemplo el día que peleó con
ChangGu. Es raro, principalmente porque JungKook no se enoja seguido.

Bueno, hasta donde él sabe.

— Descríbeme en una palabra, Kookie.

— Molesto. De verdad odio que me digas así —admite JungKook.

A TaeHyung a veces le molesta que JungKook diga esa clase de cosas; sin embargo es
válido. La única forma de continuar con esa clase de apodos, es convencerlo.
— ¿Sabes? Llamarte así es la única manera en la que puedo demostrarte cuánto te
quiero.

El pelinegro lo mira solo un segundo, rodando los ojos.

— Está bien, entonces sigue llamándome así —responde desinteresado.

Es de esperarse que TaeHyung se emocione y comience a zarandear a JungKook del


brazo. Quiere gritar, porque siente una presión en su pecho, un sentimiento tan nuevo y
poco experimentado que alimenta sus propias esperanzas y expectativas. No obstante,
JungKook simplemente se queja en voz alta.

— Deja de moverme así. Harás que me duela la cabeza.

— ¡Entonces...! ¡Entonces te gusta que yo te de car-...!

JungKook le lleva una mano a la cara, pidiéndole de una forma poco común que guarde
silencio y detenga sus gritos de niño.

— No. Si te digo que dejes de hacerlo, vas a hacer otras cosas para "demostrarme
cuánto me quieres". No me voy a arriesgar.

TaeHyung suelta una risa, pues eso es lo que siente más que estar abatido o triste por
aquella respuesta. JungKook es inteligente, y tiene razón. El castaño solo busca la excusa
perfecta para hacer sus movimientos. Le arrebató la oportunidad de, por primera vez, al
menos, tomarle la mano.
Capítulo XXIX

— JungKook, JungKook, JungKook —la voz de TaeHyung entra por los oídos del pelinegro.

Sin pensarlo mucho, JungKook mira a TaeHyung entrar corriendo a la cancha con media
sonrisa. Lleva en sus manos dos malteadas: una de vainilla y la otra de chocolate. Además,
uno de esos sándwiches de helado con tapas de galleta oscura que dan la apariencia de
caerse en cualquier momento. El castaño luce una chamarra de color caqui, mientras que
su cabello castaño brilloso salta de arriba abajo. Va feliz, con la sonrisa haciéndose cada
vez más grande, expresando con tan solo sus ojos aquella emoción interna.

JungKook lo mira extrañado, y cuando llega hasta él le observa impaciente.

— Dime.

TaeHyung esboza una sonrisa y alza en el aire todo lo que lleva. Quiere pasar tiempo
con JungKook, ese es su propósito desde hace días, así que pensó que todo eso sería
bastante bueno. Hasta donde entiende y ha averiguado, a JungKook le gusta comer. Se
hace una ligera idea desde que en el partido de básquetbol JungKook llevó su mochila
repleta de aperitivos. TaeHyung fue quien los devoró, pero aun así tiene en cuenta eso.

— ¡Traje esto para que comamos! —dice feliz—. ¿Vas a salir pronto?

A JungKook no le gusta que TaeHyung gaste dinero en él. Ni en "complacerlo", o


cualquier derivado de lo económico. Piensa que es un tanto difícil, y complicado, y después
se siente culpable si el castaño se queja de su mesada. Si fuese otra persona, y no Kim
TaeHyung, pensaría que lo hace por quedar bien, por impresionar, o ganárselo. Sin
embargo, el pelinegro sabe que no habla de alguien más. Sabe que está hablando de Kim
TaeHyung, el chico de sonrisa cuadrada que se pasa medio día a su lado, pegado como un
chicle, que hace preguntas estúpidas y bobas con la mera intención de fastidiarlo. Y quien,
por cierto, tiene un grave problema con querer abrazarlo. Sí, tiene muy en cuenta que
TaeHyung es TaeHyung, que es el chico que dice "me gustas" cada dos segundos, que es
quien colma su paciencia.

Sabe que hace las cosas de todo corazón.

— Deja de gastar en mí —dice JungKook, llevando consigo a TaeHyung por detrás. El


pelinegro fue a tomar su mochila de la banca y su toalla—. Aguarda aquí, iré a cambiarme y
regreso.
Cuando TaeHyung toma asiento, piensa en la mejoría constante de las cosas e
inevitablemente su sonrisa se vuelve mil veces más grande y expresiva que en un inicio.
JungKook tiene, últimamente, una personalidad distinta... Pero no en el mal sentido, más
bien, JungKook tiene una personalidad más amable y accesible. Tal vez no es un chico
sonriente, o que siempre se la pasa riendo y haciendo bromas. Sin embargo, estar con él es
muy, muy agradable. Siente que hablar no es pesado si habla con JungKook;
principalmente porque JungKook se queda callado y escucha y escucha. Te da la
oportunidad de expresarte de la manera en la que te sientas cómodo y, si tienes suerte
como la de él, entonces JungKook participa contigo y conversa tranquilamente. Si te da
consejos estos son concisos; sin rodeos. Si no dice nada, no te afecta.

El castaño fácilmente les toma cariño a ciertas actitudes, y la timidez de JungKook, que
antes era una fría capa de hielo, ahora resulta ser extraña y desconocida pero linda. Una
característica suya que solo él puede comprender, y que jamás quiere cambiar; pues ese es
JungKook, esa es su verdadera personalidad.

Suelta un suspiro, fijándose en cada objeto del lugar donde se encuentra. Sorprendido al
notar que un grupo de chicos del mismo grupo de básquet está observándolo, TaeHyung se
cohíbe tímido en su lugar. Nunca ha sido tan "reconocido" hasta el momento en el que
comenzó a salir con JungKook, aunque eso no es tan bueno considerando las cosas que
pasaron. No obstante, cuando los demás lo saludan y se despiden de él, también cuando lo
invitan a fiestas, TaeHyung casi siempre les regala una sonrisa.

Esa vez no es la excepción. Alza su mano al grupo de chicos y les sonríe, agitándola de
lado a lado, animado como siempre lo es. De pronto, uno de esos chicos camina hasta él,
con cara seria y una presencia espeluznante, demasiado alto, delgado pero no más que
JungKook, con unos ojos grandes y profundos. Gran parte de su cabello cae a un costado y
el resto hacia el otro.

— Hola, tú debes ser TaeHyung, ¿no? —pregunta el chico. La voz grave hace que
TaeHyung se estremezca.

Aun así, el chico luce menos intimidante en cuanto le suelta una sonrisa, la cual deja ver
una personalidad completamente distinta a la que pensó tenía. TaeHyung le devuelve el
gesto, dispuesto a responder.

— Sí. —Asiente varias veces. Luego apunta a los demás chicos—. Perdona que los
saludara así, pero me estaban viendo y es lo que hago.
El chico no hace más que permanecer quieto, tronándose los dedos uno a uno, sin quitar
aquella sonrisita de niño grande.

— ¿Qué haces aquí solo? Pensé que tú y JungKook seguían saliendo.

— Él fue a cambiarse, lo estoy esperando —contesta TaeHyung.

El pelinegro suelta una risita diminuta, la cual le parece extraña a TaeHyung, que
observa con cuidado al joven. Es una de esas risas incómodas que hacen que los demás
también se rían de tanta presión ejercida. Tae prefiere no prestarle atención a eso y decide
centrarse en su propia expresión, puesto que le causa gracia cómo se mueven los
mechones del chico pero no quiere dar señales de eso.

— ¿Y qué tal las cosas entre los dos? —pregunta de nuevo, como un entrometido. Para
TaeHyung solo es un chico curioso, como todos los que hacen la misma clase de
preguntas—. Parecen llevarse bien.

El castaño se pone de pie. Hablar de esa manera con el chico siendo tan alto resulta ser
tedioso y cansado, como si estuviesen a metros de distancia separados; sin una buena
dinámica. Nota, por cierto, que aunque está de pie, la diferencia de estaturas es tal, al grado
de tener que alzar un poco la cabeza para no verlo directamente al cuello. También puede
distinguir mejor que tiene una de esas narices que puedes recordar tras verlas una sola vez.

TaeHyung, después de observar al chico, no puede evitar sentir una emoción crecer en
su estómago y las mil y un cosas que quiere decir en la punta de su lengua. Adora que le
pregunten sobre JungKook, ya que le da el permiso para presumir todo lo que quiera.

— Sí, bueno... La verdad es que las cosas van mejo-... —Los ojos de TaeHyung captan
algo interesante en la mochila que carga el chico.

Sobre ella hay una serie de pines con pinturas que él reconoce, pinturas preciosas que
caracterizan a distintos pintores y artistas destacados en la industria del arte. A TaeHyung le
brillan los ojos, y sus pensamientos rápidamente se transforman al ver los colores
amarillentos y azulados que conforman los pines. Está tan emocionado que le resulta
completamente inevitable no dar un salto de la emoción.

— ¡Wow! ¿Te gusta la pintura? ¿Dónde los conseguiste? ¿Has visto otras obras? Dios,
están geniales, quiero uno —exclama TaeHyung con júbilo.
— ¿Qué? —pregunta el pelinegro, tomando su mochila—. Oh, los pines. ¡Ah! ¡Los pines!
¿Conoces estas cosas? ¡Jamás me han preguntado de esto!

La conversación fluye rápidamente. TaeHyung nunca conoció personas interesadas en la


pintura, por lo tanto, no tiene con quien discutir cosas que para la mayoría de sus amigos
suenan como a un idioma extranjero. Sin embargo, mientras más habla y habla con el
pelinegro delante de él, más emocionado está. Los dos platican cómodos, variando en
algunos temas y compartiendo sus puntos de vista. Sin darse cuenta de que la voz de
JungKook suena desde atrás, los dos siguen hablando sin prestar ni un gramo de atención.
Aunque TaeHyung no sabe aún mucho del chico con el que conversa, es agradable.

Por otro lado, el pelinegro al que nosotros queremos, JungKook, sigue intentado llamar
su atención, pero no logra.

— ¿Y has tenido la oportunidad de pintar? ¡Yo no! Amaría hacerlo.

— Es genial encontrarse a alguien como tú —dice el alto—. La mayoría no tiene idea de


qué son estas cosas. ¡Eres genial!

TaeHyung va a decir algo más, con la felicidad saliendo de sus poros. Pero no puede,
pues en ese mismo instante siente la mano de JungKook pasarse desde uno de sus
hombros hasta el otro, envolviéndolo en un abrazo donde su espalda pega con el pecho del
otro. Esto, por obvias razones, lo deja tan atónito que le es imposible moverse y responder.

— Hola WooSeok —suelta JungKook en un tono neutral, sin molestia. En cambio hasta
parece un poco cercano al otro chico.

Eso de inmediato le resulta extraño a TaeHyung, quien no está para nada acostumbrado
a ver a JungKook hablar con tanta naturalidad a personas que no conoce. Tae mira a
WooSeok por un segundo, y lo nota diferente... Pero en serio muy diferente. Ahora parece
uno de esos chicos malos que golpean narices y roban desayunos.

— Sí, como sea, tengo que irme —dice WooSeok antes de dirigir sus ojos a TaeHyung y
agitarle la mano—. Nos vemos luego, TaeTae.

Cuando WooSeok sale del lugar, TaeHyung se extraña por aquel apodo que el chico ha
usado. Aunque no es lo único que lo tiene perplejo, pues el brazo de JungKook sigue
aprisionando sus hombros con toda seguridad. Mirando el suelo, se mueve en cuanto
JungKook lo hace, caminando a la par. El pelinegro no suelta su agarre incluso cuando
toma una de las malteadas y se la da a TaeHyung para después agarrar la suya también. El
corazón de Tae late rápidamente al sentir la cercanía y el brazo de JungKook abrazándole.
¿Por qué? ¿Está en el cielo? ¿Ha muerto? ¿JungKook de nuevo enfermó? Con estas
preguntas, la situación sigue su rumbo normal. JungKook toma la mochila de TaeHyung
como puede, sin tirar su malteada y suspira.

— Bien, camina.

— ¿Vamos a ir así todo el camino?

Inmediatamente, el pelinegro suelta a TaeHyung, con una expresión neutra y colgándose


bien la mochila para evitar accidentes. El mayor, confundido, observa a JungKook, quien no
hace más que revisar lo que lleva en las manos. No puede evitar lamentarse a sí mismo y
odiarse.

— No, no, ¡pero sí quiero que me abraces! ¡JungKook! ¡Espera! —TaeHyung cuida su
malteada y se pone al lado de JungKook, recargando la cabeza en su hombro y
lloriqueando falsamente.

JungKook no hace más que rodar los ojos, exaltado ante el drama que TaeHyung está
haciendo por la acción.

— Esas cosas no pasan dos veces en la vida.

— Anda, abrázame —pide una vez más.

La cercanía hace que JungKook se sienta algo presionado, no solo mental sino
físicamente. Un sentimiento extraño lo revuelve, como cuando las olas te golpean contra la
arena en el mar. Es extraño, es horrible. El sentimiento es tan similar a ahogarse que en su
pecho le falta aire y respirar le cuesta.

Igual, no va a cumplir su capricho.

— No.
TaeHyung deja de pedírselo, caminando a su lado en silencio, planeando varias cosas a
la vez que bebe de su malteada. Preparándose mentalmente, piensa: Bien, si él no lo hace,
entonces yo lo haré. Entonces es cuando TaeHyung se arma de valor, y sin preguntar se
toma del torso de JungKook con una mano. Logra su cometido casi exitosamente. En
menos de un segundo JungKook se queda quieto y tenso en su lugar, pues la repentina
acción lo hace perder todo sentido de la dirección. Ahora en serio está nervioso.

— Aléjate, Poochie —dice JungKook.

TaeHyung no le hace caso, y tampoco es que quiera hacerlo. Él se mantiene quieto, bien
agarrado de JungKook, con toda su fuerza y tomando de su malteada con tranquilidad.

— Oblígame.

— No me dejas caminar bien. Aléjate.

Ni esa excusa es impedimento para TaeHyung, quien se apega más.

— Olvídalo, nunca más me dejarás abrazarte —se niega.

Claramente el nuevo apodo debe ser "Chicle" y no "Poochie", o es lo que piensa el


menor cada vez que TaeHyung insiste en tenerlo cerca suyo como si estuviesen pegados.
JungKook rueda los ojos, tediado y buscando la forma de librarse del problema. Se detiene
en su lugar, y hace que TaeHyung le suelte tomándolo de los brazos. Esto sorprende al
castaño; TaeHyung abre sus ojos, examinando a JungKook y le dedica una mirada triste y
repleta de decepción.

Esa mirada solo hace que Jeon le ruede los ojos, impresionado por la capacidad que el
chico tiene de insistencia y convencimiento. Para evitar problemas mayores y quejas,
simplemente pasa un brazo por encima de sus hombros, sacudiéndolo un poco con la
intención de hacerlo quitar aquella mueca triste que lo hace sentir un poco de culpa.
Observa de reojo a TaeHyung, notando aquellas mejillas rojizas y la sonrisa contenta que
comienza a aparecer en su rostro.

Ya que parece que va a explotar de la emoción, se adelanta a hablar.

— No digas nada y sigue caminando, Poochie.


Capítulo XXX

Si JungKook tuviera que describir a TaeHyung en una palabra, sin duda alguna usaría
"molesto".

— ¡JungKook! ¡JungKook! ¡Vamos a comer helado!

Si alguien le dijera que podrían ser dos palabras, serían molesto y optimista.

— No —contesta el pelinegro, viendo a TaeHyung delante suyo. Los ojos del castaño
giran, luego regresan a JungKook—. Ya vienen los exámenes. Tienes que estudiar.

Tal vez es su personalidad animada y que no se rinde la que llama su atención, la


insistencia que fluye con sus expresiones y te dice lo que piensa; tal vez es todo en
TaeHyung lo que le parece "optimista". Sea lo que sea, JungKook está un poco más que
impresionado por eso.

TaeHyung se mantiene de pie enfrente de él, observándolo. ¿Por qué JungKook siempre
busca la manera de evadir ese tipo de propuestas? El castaño fija los ojos en el pelinegro,
analizando su expresión aburrida; JungKook también lo está viendo fijamente, casi sin
parpadear. Los dos tienen un montón de pensamientos sobre el otro, cosas buenas y cosas
malas, gustos y disgustos. Eso solo logra reforzar su extraña relación, haciéndola un poco
más duradera.

En pocos segundos, TaeHyung empieza a reírse y le da una palmada amistosa a


JungKook.

— Ya. Hablo en serio, Pookie —dice en voz alta, observando a JungKook rodar los ojos
al escuchar su apodo—. Ni siquiera estudio para los exámenes.

La respuesta no es una sorpresa para JungKook, menos conociendo a TaeHyung, quien


tiene un talento aparte de ser insistente y determinado: pasar el año reprobando los
exámenes. ES un talento que no comprende y que tampoco se atrevería a cuestionar. El
pelinegro asiente repetidas veces y lleva su mano izquierda a los cabellos de TaeHyung,
para después abrir sus piernas en compás y tener cara a cara al chico, hablándole así.

— Lo sé —burla obvio—. Por eso repruebas.


JungKook se irgue en su lugar, mirando desde arriba a Tae, pero no mueve la mano de
su cabeza. El castaño se queda callado, bromeando con haberse molestado por lo que ha
dicho el pelinegro. Igual, TaeHyung no está tan mal de calificaciones... Excepto en
matemáticas, y en historia... Uh, y está reprobando inglés también... Y educación física ni
hablar. Es más, ¿por qué demonios hay educación física? Ni siquiera es importante. Es
decir, solo lo hacen correr. ¡Marcha para que quiten educación física! No es una propuesta
muy apoyada. Lo propuso muchas veces al presidente estudiantil y no funcionó (aunque el
de los años pasados, su primo el inteligente, lo propuso, pero no pudo).

El menor, con los ojos puestos en TaeHyung, observa su expresión y le revuelve el


cabello cuando cree que es suficiente por el momento, provocando que Tae se tome sus
mechones y los acomode para que su peinado permanezca bonito.

— Siempre que haces eso me despeinas —se queja de broma antes de sonreírle al
chico—. ¿Sabes cuánto tardo peinándome para verme guapo solo para ti?

Cualquier persona hubiera sonreído, o se hubiera sonrojado, tal vez regresado algún
halago. A veces, cuando las personas crean relaciones entre sí, suelen hacerse
expectativas fuera de la realidad... Entonces, hay decepción. Sin embargo, cuando haces
expectativas dentro de la realidad... los resultados son... extrañamente satisfactorios.

JungKook, muy a diferencia de cualquier otra persona, dice:

— ¿Te peinas?

Gracioso, tanto que TaeHyung abre su boca en una "O" gigante y se ríe, notando los ojos
burlones del pelinegro.

— Oh, ¿crees que es gracioso, Jeon JungPookie? —El nombre sale rápidamente, antes
de acercarse unos pasos al pelinegro.

El menor está sonriendo... ligeramente. Solo ligeramente, lo normal, como suele hacerlo
cuando algo le causa un ligero sentimiento de gracia. Como en ese instante, en que
TaeHyung quiere verse como un chico enojado que lo golpearía, pero es totalmente lo
contrario. Tae no mataría ni a una mosca.

Las sonrisas en él no son comunes, ni grandes ni pequeñas, aunque sabe que JungKook
se divierte estando a su lado (porque se le ve, o lo percibe de alguna manera). Aunque
sigue siendo raro que fuera tan espontáneo con él de vez en cuando. Si bien es cierto que
no es la primera vez que sonríe por su causa, a TaeHyung le entusiasma mucho, así que
sonríe con él.

— Todas las mañanas te ves igual, así que importa poco.

— O sea, ¿todas las mañanas soy el mismo simple y feo TaeHyung?

— No dije que fueras simple —agrega JungKook, ladeando la boca con algo de
disgusto—, tampoco que eres feo. Me refiero a que tu cabello siempre se ve igual.

Aunque el pelinegro no está preocupado porque sus palabras se puedan malinterpretar,


tiene la necesidad de corregir y aclarar lo que ha dicho. Es suficiente cuando TaeHyung le
sonríe, rodando los ojos y comprendiendo a lo que se refiere.

El mayor asiente y se pone su lado para seguir caminando por la acostumbrada ruta. Al
llevar la mochila, está algo cansado; eso quizá se le nota. A causa de este cansancio (el
cual solo es una estúpida excusa para estar más cerca de JungKook), su mirada cae en
Jeon, con ojitos de perrito triste y toquetea unas cuantas veces su hombro. Está usando una
vez más aquella mágica estrategia llamada "Causar ternura"... Todos saben que ese truco
es tan viejo y simple como efectivo.

JungKook baja la mirada y lo que ve es la cara más ridícula que nunca ha visto. Dios,
¡incluso él sigue sorprendiéndose con ese chico! TaeHyung es tan infantil.

—¿Y ahora qué quieres? —JungKook le pregunta, sabiendo qué significan esos ojos.

Lleva un tiempo haciendo eso... El truco de los ojitos mágicos. Ha conseguido mucho
con esos ojitos de perrito, desde peticiones imposibles hasta los más mínimos deseos.
Unas veinte frases utilizadas fueron más que suficiente para satisfacer a TaeHyung.
"JungKook, déjame ir unos pasos más cerca de ti", "JungKook, por favor, ¿puedo ir a tu
practica?", "¿Me dejas sentarme contigo todos los días?", son ejemplos de algunas.

Lo peor de todo es que no puede responder algo tan sencillo, JungKook no puede decirle
"No" a la cara. Está limitado, por primera vez en sus diecisiete años de vida.

— Es que estoy cansado... Quiero tomar tu brazo e ir recargado en él. —TaeHyung


apunta unas veces el brazo del chico y suelta una risa nerviosa.
Más que una risa nerviosa, es una risa que demuestra sus más puras intenciones.
"Cansado", "Triste", "Desanimado". Jeon ya tiene memorizadas todas esas palabras.

— ¿Qué? No —responde incómodo. La cercanía, especialmente con TaeHyung, le da


ganas de vomitar—. ¿Por qué estás cansado?

TaeHyung ha perfeccionado su método para pedir cosas. No solo utiliza su rostro, sus
acciones o sus ojos mágicos (los cuales no quita en ningún momento), sino que se ha
atrevido a utilizar cosas de su alrededor, cosas cotidianas que, según él, le dan más
credibilidad.

— Mi mochila pesa mucho.

— Entonces dame tu mochila, yo la llevo.

JungKook intenta tomar la mochila del castaño, con deseos de evitar situaciones
incómodas, pero TaeHyung se mueve para que no lo haga. El pelinegro alza la mirada y sus
ojos captan a TaeHyung sonriendo nervioso, porque sabe lo que está haciendo y no piensa
detenerse. En un intento nuevamente desesperado pretende tomarla entre sus manos...
TaeHyung no lo deja hacerlo... Es que tiene muy buenas razones para no permitirle hacer
eso.

— Dame la mochila —pide JungKook mirando el objeto.

El castaño se niega a entregarla. Con algo de nerviosismo, sosteniéndola más fuerte.

— No —contesta negando con su cabeza—. Quiero tomar tu brazo y recargar mi


cabeza.

No es la gran cosa. De hecho, comparado con muchas otras acciones, tomar el brazo de
JungKook no es nada relevante. No obstante, el pelinegro no quiere. Es demasiada
cercanía, más de la que naturalmente está acostumbrado a tomar, y resulta estresante y
doloroso a la vez. Se sentirá mal todo el camino si permite algo como eso. Parece que le da
un ataque de taquicardia cuando tiene contacto con él, es por ello que eventualmente se
vuelve incómodo esa clase de contacto físico. TaeHyung, en cambio, está acostumbrado a
acciones semejantes.
JungKook experimenta cosas nuevas conforme la marcha de una lenta relación (aunque
TaeHyung dice que no ha tenido novio antes, resulta no estar tan nervioso, o no lo
demuestra). El pelinegro odia eso, odia sentirse como si su pecho fuera a estallar y todo se
pinte, automáticamente, de su color favorito. Es un asco, al grado de darle pavor y ganas de
sentarse a cerrar los ojos, imaginándose en su lugar tranquilo. No está acostumbrado. Nada
acostumbrado.

Y por eso evita que TaeHyung haga movimientos tan toscos y repentinos.

— Yo no quiero. Dame la mochila, por favor.

Cuando JungKook va de nuevo a tomar la mochila, TaeHyung la saca de su agarre una


vez más, regalándole una expresión confusa.

Decir que JungKook está entrando en pánico es poco, sus facciones combinan
preocupación y desespero. Sabe que aquella petición no es la gran cosa... ¿Qué es tomar
la mano o el brazo del otro? En realidad nada, quizá la más mínima prueba de una relación,
de cariño o algo que los uniera de forma distinta a las amistades o a los compañeros. Aun
así, odia hacer esas cosas, añadiéndole a sus pobres costumbres que le parece un tanto
absurdo. Kook sigue pensado que es como exhibir que tiene novio, que son pareja y un
montón de cosas más.

El mayor sabe que tiene que ir lento con él, que hacer esas cosas solo hacen que su
casi novio se presione.

— Está bien, ya no te molestaré. Solo dime por qué no quieres.

— Me pones nervioso, realmente nervioso —admite JungKook—. Ya dame la mochila.

TaeHyung le tiende el objeto con una sonrisita, y JungKook se la cuelga en el hombro


rápidamente. Suelta un suspiro, tranquilizándose porque ha pasado el momento más
incómodo de toda su vida después de confesar semejante cosa. Lo que hace uno por estar
cómodo... Dándose media vuelta sobre su propio eje, comienza a caminar con Tae a su
lado.

El castaño lo mira de reojo. Parece que JungKook está incómodo, totalmente incómodo.
Se pregunta si JungKook odia esas cosas, si es cierto que su propia personalidad es tan
odiosa como él dice. Por un momento se siente mal por ser insistente... Aunque después
recuerda que su insistencia le dejó vivir ese mismo momento... Si TaeHyung fuese de los
que se rinden fácil, no estarían ahí.

— Lamento juguetear la mochila y no dejar que la agarraras... Y ser tan insistente.

JungKook observa por el rabillo del ojo a TaeHyung, después fija sus ojos al camino. No
está molesto... Está avergonzado. Lo está desde el instante en el que la frase "Me pones
nervioso" salió de su boca... Es más, está avergonzado desde que le dijo a TaeHyung que le
gustaba..

Él odia decir esas cosas... Muy a contraste de TaeHyung, quien parece amarlas.

— Lamento no querer que agarres mi brazo, o que recargues tu cabeza en él.

— ¿Te pongo nervioso?

Esa pregunta sí sale como una diminuta burla, pues TaeHyung no puede mantener su
naturaleza insistente para sí mismo. El pelinegro se queda quieto, girando todo el cuerpo
hasta quedar frente a frente, a cierta distancia, de TaeHyung. Pensando cuidadosamente lo
que ha de hacer, JungKook observa con sigilo al chico para después abrir las piernas en
compás con el propósito de hablarle cara a cara a Tae. Está tan avergonzado con sus
palabras, sus acciones y su actitud infantil, que no sabe qué más hacer; su única idea es
hacer una petición.

— No repitas eso en toda tu vida —pide JungKook—. Es más, olvida que lo dije.

Quiere sonar intimidante. Jura hacer su mayor esfuerzo y sacar todo el coraje de su
interior. En los ojos de TaeHyung distingue un nuevo sentimiento y cree tener la victoria
cuando le mira serio. No obstante, todo el plan y el show de la intimidación falla cuando él le
sonríe y pone el dedo meñique enfrente de su rostro.

— Te prometo que no lo repetiré más, si tú me prometes que no se lo vas a volver a decir


a nadie.

Ah... Lo único que piensa JungKook es en la clase de persona que, después de un


intento de intimidación, suelta ese tipo de palabras... Solo Kim TaeHyung hace algo como
eso y tiene la valentía de seguir con lo suyo.
El dedo meñique de Tae se mantiene en alto, frente a los ojos de JungKook. El pelinegro
dedica toda su atención a la mano que espera pacientemente que algo suceda... ¿Por qué
TaeHyung se empeña en hacer ese tipo de cosas? Y, además, ¿esa es una promesa?
JungKook no se mueve, pensando y dudando sobre lo que significa esa inocente seña.

Parándose correctamente en su lugar, prefiere no pensarlo más y enrolla su dedo


meñique con el de TaeHyung.

— Hecho, Poochie.

— ¿Te puedo pedir algo más?

JungKook no suelta el meñique de TaeHyung, pues el otro parece estar embelesado con
la unión de sus manos, y asiente unas dos veces antes de escucharlo hablar.

— Caminemos con los meñiques así, ¿bien?

Por un segundo no cree lo que escucha... Sigo insistiendo, ¿qué más esperar de alguien
como TaeHyung? Está harto, muy harto. Harto de la cercanía, harto del dolor en el pecho.
Por más que quiera hacer esa clase de cosas, ¿porqué todo es tan difícil? Incluso si
JungKook está determinado a seguir con cosas normales y relativamente comunes, tiende a
detenerse cuando su estómago le duele tanto que le cuesta respirar. JungKook suspira...
Bien. Es TaeHyung, es lo único positivo en el asunto... Por TaeHyung se tiene que
acostumbrar.

— Como sea. Solo por hoy.

Cuando JungKook baja la mano, Poochie también lo hace. TaeHyung no puede creer
que ha logrado su cometido y simplemente atónito sonríe en grande al pelinegro, que a
duras penas hace de sus labios una fina línea mientras suspira.

Con los meñiques enrollados comienzan a caminar. TaeHyung demasiado feliz; el otro,
con dolor de estómago pero lo suficientemente bien para caminar sin quejas ni reproches...

Aunque no puede engañar a nadie, JungKook también está feliz.


Capítulo XXXI

TaeHyung no da para más en la escuela. Está reprobando gran parte de las materias,
excepto las fáciles, como arte o música; pero de ahí en más... teme no pasar de año. Eso lo
llevaría a un gran, gran problema. Se acerca la universidad y el crecer comienza a hacerse
presente en su mente.

Mira aterrorizado la boleta antes de soltar un suspiro pesado y rascarse la nuca.

— ¿Qué tienes ahí, Poochie?

Lo que menos desea TaeHyung es permitirle a JungKook ver la boleta con sus terribles
calificaciones. Quedar mal ante el mejor promedio de toda la escuela es totalmente una
vergüenza. Es más, JungKook es tan inteligente que lo exentan la mayoría de las veces.
Todo el tema de la boleta resulta aún peor cuando tantas veces el pelinegro le pidió con
calma que estudiara y se pusiera al corriente con las materias. No entiende cómo puede
con una clase tan aburrida como historia.

Sin pensarlo dos veces, TaeHyung guarda rápidamente la boleta en su mochila y la


cierra.

— Nada... Es... Es... Es una carta.

— Ajá. —Los ojos de JungKook giran rápidamente, cayendo fijos en TaeHyung—. ¿Y


puedo saber de quién?

El castaño, nervioso, nota que JungKook no le cree; y si lo hace, seguramente se siente


ligeramente engañado. Por otro lado, JungKook sabe con casi toda seguridad que han
entregado boletas, pues también a él le dieron la suya y su carta de felicitación, como en
todos los parciales. Engañarlo es más que difícil, sobre todo porque la actitud poco peculiar
de Tae es como leer un libro que está delante de tus ojos con letra gigante. ¿Y qué es esa
excusa además?

Ni siquiera el rostro incrédulo de JungKook logra detener a TaeHyung, quien sin duda
alguna sigue insistiendo con la supuesta carta.

— Me la dio... ese chico del gimnasio con pines bonitos.


— ¿Jung WooSeok? —JungKook alza una ceja.

La pregunta hace que TaeHyung asienta sin siquiera procesar su expresión e inmediata
reacción, pues cualquier cosa es mejor que tener a JungKook diciéndole una y otra vez que
debería estudiar. El pelinegro es muy interesado y bueno haciendo que los demás
estudiasen. Varias veces lo denominaron un buen tutor, quizá es a causa de su seriedad y
la forma tan directa de explicarse; y aunque odia hacerlo, JungKook también admite ser
dedicado a la hora de ayudar.

Esta capacidad no es una casualidad: puesto que siempre tuvo a su padre cuando era
pequeño, JungKook adquirió una manera única de aprender todo. No es sistemático ni
memoriza, solamente lee y lee y lee. Cuando era niño y su papá no estaba se entretenía
leyendo sus libros de matemáticas, a pesar de no entender nada; así que su habilidad de
comprensión se agudizó. Su madre también tenía libros, y esos de vez en cuando los leía;
eso porque la señora Jeon era una amante de comedias románticas. JungKook odia todo
eso desde que tiene memoria. No es su estilo, su papá sí es más su estilo.

Así que por eso, y porque se lo pasará molestando unas semanas, TaeHyung no quiere
que JungKook vea la boleta.

El rostro confuso del pelinegro no da muy buenas señales. En cuanto abre la boca,
TaeHyung se encuentra rendido esperando el reclamo de JungKook por estar mintiendo y
ocultar sus calificaciones, negándose a recibir ayuda. Sin embargo, no pasa. El reclamo que
espera no llega y, en cambio, recibe una pregunta.

— ¿Qué te dijo WooSeok ese día?

— ¿Eh? ¿Por qué quieres saber eso? —cuestiona TaeHyung sintiéndose ligeramente
salvado.

— Porque él no suele hablarle a cualquier persona solo porque sí.

El mayor le echa una mirada curiosa al pelinegro. Tiene la misma expresión que siempre.
Tal vez es algo distinta por su ceja ligeramente arqueada y sus ojos fijos en algún punto del
lugar, sin moverse demasiado. JungKook, a simple vista, se ve normal, aunque Tae puede
sentir una vibra distinta.

— ¿Lo conoces tan bien? —intenta evadir el tema. Coloca bien su mochila en el hombro
y se acerca un poco a JungKook—. Además, yo no soy cualquier persona.
Desde el día en el que la "cercanía" se volvió peligrosa, JungKook comenzó a ser más
inteligente y cauteloso para que TaeHyung marcara la línea del espacio personal que
requiere para mantenerse en orden, mental y físicamente. No obstante, es completamente
imposible acostumbrar a TaeHyung a actuar menos cariñoso cuando no sabe la diferencia
entre estar cerca y estar demasiado cerca e invadiendo el espacio personal. Tanto así que
JungKook llega a hacerse pasos hacia atrás, o hacia los lados de manera inconsciente ante
tales asfixiantes acciones.

TaeHyung es tan impredecible que hasta hace que le duela la cabeza.

Una vez más, el pelinegro percibe la cercanía, soltando un suspiro. Lleva su mano hasta
el rostro de TaeHyung y lo cubre con toda la palma de su mano.

— Deja de hacer eso.

— ¿Qué sentido tiene estar saliendo si no puedo estar cerca de ti?

JungKook sigue con la mano en el rostro del chico, importándole poco si está aplastando
sus labios. La voz del castaño sale distorsionada debido a ello. JungKook siente ganas de
vomitar y una vez más rueda los ojos.

— Ya te dije que me pones nervioso. ¿Sabes lo que es el espacio personal? Pues tú


sobrepasas la línea con esa molesta cara tan cerca de mí. —JungKook quita la mano de la
cara de TaeHyung, cruzándose de brazos—. ¿Ya me dices lo de Jung WooSeok?

TaeHyung no recuerda exactamente qué fue lo que le llevó a hablar en un principio con
Jung WooSeok. Es decir, el chico se acercó, le dijo algo, siguió hablando y por alguna razón
la conversación fluyó como un río en temporada de lluvia. No es nada anormal, menos
tratándose de alguien tan sociable como TaeHyung, quien es capaz hacer amigos en menos
tiempo que cualquiera. Es sociable: con sus temas de conversación variados e interesantes
puede hablar de muchas cosas, y, como casi nada le desagrada, no tiene límites.

A pesar de eso, TaeHyung no tiene la menor idea de cómo contar lo que sucede con
Jung WooSeok. Menos comprende por qué a JungKook le interesa tanto.

— No sé —admite TaeHyung restándole importancia—. Estaba sentado, se acercó a


hablar, después vi sus pines y hablamos de pintura.
JungKook guarda silencio un momento, con el dedo índice pegado a su barbilla,
analizando la respuesta de Tae.

— Parece poco tratándose de él. ¿No dijo nada más?

TaeHyung rueda los ojos ante la pregunta , en un acto replicado del menor.

— No.

— Pues bien, Poochie.

— Sí. Qué importa —dice TaeHyung, alzándose de hombros. De inmediato, gira la


cabeza observando fijamente a JungKook—. ¿Por qué? ¿Celoso?

El pelinegro no puede creer lo que escucha ni la incesante necesidad del mayor por
saber esa clase de cosas, tanto así que le revolotea los ojos, harto de sus palabras. Le
molesta tanto que TaeHyung hable así y pregunte tonterías como si nada. Quiere vomitar de
nuevo.

— Te gusta molestarme y eso me molesta más —apunta JungKook, dándose la vuelta al


terminar para comenzar a caminar.

El otro le sigue por detrás, riendo en voz alta. Su risa entra por las orejas del menor.
JungKook cae en cuenta, entonces, de muchas cosas cuando está con Tae; nunca lo
admite, pero sí se hace una idea de lo que pasa por la cabeza de TaeHyung. Al chico le
gusta molestarlo y hacerlo tambalear entre sus costumbres y actitudes, pues le causa gracia
ver reacciones nuevas y creer que de alguna manera ambos se vuelven más cercanos al
paso del tiempo.

— ¿De verdad estás celoso? —Tiene confianza para preguntarle eso a JungKook.

Jeon no tiene ganas de responder. Sería demasiado largo... Mucho que decir y poco que
entender.

— No.
Los celos son algo que JungKook no quiere sentir. Es como un paso más en una carrera
que parece infinita, pero que en realidad tiene un final. Inevitablemente los sintió por
pequeños obstáculos y no personas. Fueron otro tipo de celos, celos de niño o, como él los
llama, celos infantiles. No son la gran cosa, ni calan hasta el fondo de tu estómago y te
hacen arder el pecho. Tampoco es como si ande presumiendo que nunca sentiría celos;
hasta sabe que, eventualmente, algo pasaría. Algo que lo haría sentirse celoso, sentirse mal
con sus propias emociones y creyéndose un ser humano ligeramente irracional.

Sin embargo, eso no sucede con Jung WooSeok, a quien conoce desde hace un tiempo
atrás. No se llevan especialmente bien, ni siquiera lo normal, porque WooSeok tiene el
deseo de superar a JungKook de alguna forma. Antes fueron amigos (el único amigo de
JungKook, de hecho...). Después dejaron de serlo. Fue complicado, problemas de niños
que discutían entre sí por tonterías sin sentido y que, en teoría, no deberían tener relevancia
alguna en sus vidas. Ese problema fue suficiente para separarlos por completo, y no
hablaron mucho después del problema.

TaeHyung no sabe eso. Si JungKook quisiera contárselo, habría posibilidades de carecer


de interés. Además no es una historia sencilla que se cuenta en dos minutos para dar
contexto a la problemática.

Van directo a la casa de TaeHyung, caminando por donde siempre. JungKook, como en
los últimos días, debería llevar sobre su espalda dos mochilas: la de Tae y la suya. Pero
sabe que Kim no dejará que toque su mochila porque lleva ahí su boleta de calificaciones...
Quizá calificaciones degradantes y vergonzosas, características del chico.

— ¿Ni un poco?

— No siento celos por cualquier persona —admite JungKook. Le da una mirada de reojo
a su acompañante y voltea de nuevo hacia el frente.

Los ojos de TaeHyung se mantienen en el suelo, jugando con las líneas que lo decoran e
intentando no pisarlas. Va un tanto distraído, procurando prestar toda su atención para no
perderse ni un solo detalle.

— ¿Has sentido celos por mí? —pregunta mirando al suelo. No quiere pisar nada.
Llega un punto en el que a ninguno de los dos les sorprenden las preguntas como esa.
Pasando tanto tiempo con TaeHyung, JungKook comienza a acostumbrarse y a dejar de
pensar que algún día sería mesurado con sus palabras.

El menor lo piensa cuidadosamente y termina diciendo:

— Prefiero guardarme eso, Poochie.

Ese tiempo juntos da frutos en muchos aspectos, así como TaeHyung presumía que
sería. Por ejemplo, cuando escucha esa respuesta sabe que es mejor no insistir e
incomodar a JungKook, por lo que opta dejarlo pasar.

— Bien —acepta—. Voy a tomar tu brazo.

— Está bien.

TaeHyung lo observa dudoso, y de un momento a otro lo atrapa con sus manos y se


apega a él. La cercanía de TaeHyung hace que JungKook se ponga rígido, pero se libera
casi de inmediato. Al sentir la cabeza de Kim recargada, suelta un suspiro. El pelinegro
percibe el aroma a shampoo entrando por sus fosas nasales: el cabello de TaeHyung huele
bien, bastante bien. Es curioso que después de un tiempo, ese aroma se haya grabado en
su sistema y ahora fácilmente lo identifica. Le agrada.

Puede que no se note, pero entiende quién es Kim TaeHyung. ¿Y cómo no hacerlo? No
hay nadie que le detenga la boca, y cada día es más difícil dejar de prestarle atención.

Tae está feliz y su sonrisa lo demuestra. A pasos pequeños avanza con JungKook. Es
divertido.

— La verdad es que Jung WooSeok no me da buena espina.

— Creo que eso son celos —propone TaeHyung.

JungKook no quiere llamar celos a eso. Los celos, no son tan buenos. Es decir, puede
que sean comunes, pero no le agradan. Esa clase de sentimientos generan problemas entre
las personas, hacen que cambien y después es difícil volver a lo que eras antes. Y, ¿cuál es
el sentido? Al final, todos se van. Así es y sería, es una regla infinita.
Los celos son inútiles al final del camino.

— Pues si lo son, realmente son desagradables —habla.

A JungKook le recorre un sabor amargo en la boca, y suelta un suspiro desganado ante


sus sentimientos.

TaeHyung va a su lado, agarrado de su brazo con la yema de sus dedos tocando


delicadamente la gabardina, el aire comenzando a correr. El mes está terminándose,
Halloween se encuentra a tan solo la vuelta de la esquina, y por fin después de unos
cuantos días vendría la festividad que más amaba... Navidad. Esas son las cosas en las
que el castaño piensa, y no mucho más. El suspiro de JungKook es lo que lo transporta a
sus pensamientos y por eso suelta una sonrisita que dura poco, como burlándose alegre de
su situación.

— ¡Tengo hambre! —exclama TaeHyung en voz alta—. Debo llegar pronto a casa para
comer.

Desde hace un tiempo que TaeHyung dice eso. Muy a diferencia de lo que cualquiera
puede creer, no es un plan mañoso con intenciones ocultas, sino un comentario casual de
su día a día. A veces es incómodo porque no quiere hacer pensar a JungKook que desea
aprovecharse de su relación, o hacerlo creer que tiene la obligación de alimentarlo cuando
no tiene el deseo de hacerlo. Por eso, para evitar problemas, siempre añade al final alguna
frase que complementara su comentario; frases como "Mamá va a cocinar bien hoy" u "Hoy
comeremos pasta, amo la pasta", solo por si JungKook piensa mal.

El pelinegro siente frío en su nariz y estornuda. Sus estornudos peculiares son bastante
agradables a los oídos del castaño. Acciones como esa se quedan grabadas en la mente
por más inútiles que sean. TaeHyung ríe, extrañamente feliz, y recibe la mirada gélida de
JungKook seguido de un revoloteo de ojos.

— Podemos ir a comer algo.

Ese comentario sale tan natural, que Tae no puede creer lo que escucha y hasta se
piensa que es un espejismo. El mayor lleva los ojos hasta JungKook, sorprendiéndose y
dejándolo ver con su expresión típica.
A pesar de que JungKook ni siquiera lo está mirando, sabe que el castaño está delirando
de emoción. TaeHyung suele emocionarse por pequeñas tonterías como esa. Tiene una
forma muy específica de ponerse a saltar, gritar y después bailar como si tuviera gusanos
encima suyo. Es odioso. El menor de reojo mira la gran boca de TaeHyung y, aunque quiere
evitar sonreír, le rueda los ojos alzando las comisuras de sus labios solo un poco.

— Creo que voy a llorar —dice TaeHyung, recargando la cabeza en el hombro de


JungKook y apegándose más a él.

— Qué exagerado eres.

En ese momento diminuto y bello, a ambos los envuelve un sentimiento extraño,


prácticamente nuevo.

A pesar de esto, JungKook tiene muy en cuenta... que todo siempre tiene un final.
Capítulo XXXII

Esa mañana de 29 de octubre, dos días antes de la fiesta de disfraces organizada por Park
SooYoung, TaeHyung entra a su aula después de que JungKook le haya acompañado todo
el camino, costumbre que adquirió conforme pasaron los días. Parte de él data más que
emocionado, y es posible notarlo con observar sus facciones alegres: demuestran felicidad
pura... Las festividades son su parte favorita del año, siempre lo fueron y siempre lo serán.
No obstante, por más que siente ganas de gritar y animar a los demás a amar las
festividades tanto como él lo hace, lo único que hace al llegar es sentarse.

Algo capta su atención, algo que jamás había visto. Entonces, TaeHyung toma un ramo
de flores en sus manos, sorprendido y confundido. Pero la confusión no es suficiente para
evitar aquella sonrisa agigantada que da a notar su extrema alegría.

Mientras, del otro lado de la escuela, Hong JiSoo apresura el paso, casi corriendo con
todas sus fuerzas, hasta llegar a Park JiMin y Min YoonGi. Los dos chicos entran
tranquilamente por las puertas de la escuela, conversando de tonterías y planes para las
próximas celebraciones pues hay tiempo de sobra. No obstante, al prestarle atención al
pelinegro, no saben describir la expresión de JiSoo cuando se pone enfrente de ellos y
empieza a mover las manos con locura.

A sus lados los demás estudiantes corren impacientes, chismeando entre ellos y
hablando en alto para alertar a los demás de alguna situación que acontece. YoonGi,
sorprendido, presta atención a Joshua, quien parece no tener palabras para describir el
momento. Jimin, en un intento de hacerlo hablar, pretende tranquilizarlo.

— Joshua, tranquilo. Dinos qué sucede con calma.

— No, no. Es que... ¡Él...! ¡Ah! —grita Joshua, alzando sus manos. Luce emocionado,
pero esa emoción es un obstáculo, pues ni YoonGi ni Jimin lo entienden—. ¡Flores!

Los tres comparten miradas... Pero dos de ellos no han llegado al punto que
impacientemente JiSoo quiere dar a entender. Harto de no poder explicarse, toma la mano
de los dos, arrastrándolos con fuerza.

— Vengan y véanlo con sus ojos.

Jimin y YoonGi aceleran el paso, corriendo a la par de otros alumnos, pero no de toda la
comunidad escolar, pues existen muchos que ni siquiera están interesados en chismes
estudiantiles. Tras una vista rápida a su alrededor, los alumnos lucen completa y totalmente
emocionados. Joshua casi quiere correr dejando a los dos chicos atrás, pensando en que
no alcanzará lugar para ver el espectáculo del cual habla. Los susurros se oyen más alto y
no pasan desapercibidos por nadie. El mismo YoonGi desea escuchar, saber qué pasa,
entender hacia dónde corren con tanto fervor. Jimin también siente eso; al mismo tiempo
que siente una corriente recorrer su cuerpo.

Al poco tiempo, aquel recorrido los lleva a un aula. Ni Jimin ni YoonGi pueden ver nada,
debido a su altura y a los que están frente a ellos. Joshua ve ligeramente; sin embargo, no
ha alcanzado el lugar que quería.

De poco en poco se hacen espacio entre todos, hasta dar con el rostro de Kim
TaeHyung, quien es el centro de atención.

— ¡TaeHyung recibió flores! —exclama Joshua.

Ciertamente, a unos pasos de ellos, TaeHyung está admirando un ramo de diversas


flores, perfeccionado con un lirio blanco en medio y colores chillones de otras flores. Él ama
los lirios, y sí que son un gusto caro: los lirios son conocidos por su precio elevado y su
delicadeza.

A primera vista, todos saben quién ha enviado esas flores: Jeon JungKook.

— Vaya, TaeHyung, ¡qué lindas flores! ¿JungKook te las envío?

La pregunta pasa inadvertida ante las miles más que le caen encima. TaeHyung ni
siquiera responde, está ahí de pie, observando las flores, embobado. ¿Cada cuánto pasan
esas cosas? Cuando le repitió unas mil veces al pelinegro su gusto por esas flores,
¿realmente lo escuchó? ¿Es cierto que JungKook incluso en ese entonces ya le daba un
poco de su atención?

Está casi seguro de que ese ramo es un premio del mismo cielo, ¡demonios! TaeHyung
busca en su cabeza los actos puros y buenos que hizo en la semana para tomarlos como
excusa ante ese acto tan especial. JungKook no hace esa clase de cosas, menos sin avisar.

Como puede, entre empujones y golpes, además de algunas palabras inofensivas,


YoonGi, Joshua y Jimin se acercan a TaeHyung. El tumulto de personas es abrumador, así
que se ven obligados a pedir un poco de privacidad (la cual, muy a fuerzas, los demás
tienen que darles). Los estudiantes curiosos se van de a poco, a medida que avanza el reloj
y se hace tarde para llegar al horario indicado a las clases.
YoonGi observa la tarjeta del ramo, y lee en voz alta.

— Para Poochie. —La voltea unas veces para mirar si tiene contenido en la parte de
atrás y dice—: Sé que te gustan los lirios.

Joshua se quiere morir de un infarto y una sonrisa tímida se escapa de los labios de Park
Jimin. Todos están más que sorprendidos y no dudan ni un segundo en que la relación
avanza conforme lo adecuado; además, ver a TaeHyung sonriendo como si quisiera gritar
resulta en una satisfacción incomprensible en el fondo de sus corazones. Es interesante ver
cómo la atracción, la costumbre, el cariño o hasta el amor, hacen que una persona
"evolucione". Tratándose de Jeon JungKook, todo parece mejorar. TaeHyung toma una vez
más el ramo y suspira.

— Me encanta este lirio —admite Tae, aunque ya ha quedado más que claro.

El pelinegro Joshua da unos saltos y le da un golpe amistoso a Jimin, quien le mira con
una ceja alzada y apunta hacia TaeHyung, preguntándole con duda:

— ¿Qué no acaso TaeHyung es tu crush, JiSoo? Luces más emocionado que él.

— Sí, lo sé. —Mueve la mano, restándole importancia—. Pero JungKook también es mi


crush.

La campana que marca los horarios da un estruendo en los oídos de todos, así que las
pocas personas que están ahí admirando el regalo de Jeon JungKook desaparecen. YoonGi
mira a TaeHyung ser feliz, así que también se siente feliz. Jimin, por otro lado, admira cómo
TaeHyung observa el ramo, como si fuera el propio JungKook: en sus ojos se refleja un
brillo que solo lo hace ver más enamorado. A la vez, JiSoo baila de la emoción en su lugar.
Todos experimentan la perfección de la felicidad, en diferentes medidas y diferentes
razones.

Pero TaeHyung, de un momento a otro, va más allá y se queda en las nubes, y es de


esperarse. Jamás hubiese imaginado un regalo de ese tamaño, con esa importancia y esa
sorpresa. ¿Es lo mejor que pudo recibir nunca? Sí, es más que lo mejor... ¡Lo mejor de lo
mejor! Le gustaría mantener la escena una y otra en su cabeza; así, para guardar el
momento en otro lugar aparte de sus recuerdos, saca su celular y toma una foto de las
flores, dejando ver también la tarjeta.
Hong JiSoo, quien se sienta, desde hace un tiempo, al lado de TaeHyung, observa al
castaño sonreír con grandeza y estar en la misma luna. El tiempo pasa rápidamente y no
sale del trance hasta que la clase de historia ha comenzado.

— TaeHyung, ¿de verdad esperabas esto de JungKook?

— Lo hacía, pero no creí que fuese posible —responde el castaño—. Era una fantasía
imposible.

Ah... TaeHyung y su lirio, posicionado en un lugar estratégico. Es lo mejor que pudiese


existir en este mundo. Ese ramo es la perfecta demostración de que el alma cautivada e
insistente de un humano puede romper la más firme barrera de sentimientos gélidos en
alguien más.

[...]

JungKook está sentado en la banca de siempre, esperando por TaeHyung con paciencia.
No ha tenido práctica de básquetbol los últimos días, así que se encuentra bastante
calmado y poco cansado.

Las fiestas de octubre se acercan y por más que le gustara el Halloween, sabe que no
irá a la fiesta de Park SooYoung; en esa clase de fiestas a todos les gusta llenar su cuerpo
de alcohol, y no es que le parezca algo del demonio, pero tampoco es que le agrade esa
clase de ambiente asfixiante. Sin pensar mucho en eso, JungKook observa a los demás con
detenimiento, reconociendo algunos.

Unos toqueteos en su hombro le hacen girar la cabeza, encontrándose con TaeHyung. El


castaño lo mira con una sonrisa más grande de lo normal, con ojos extraños y un inusual
sonrojo en sus mejillas. No pasa desapercibido ante los ojos de JungKook, así que de
inmediato abre la boca para preguntar.

— ¿Qué te sucede?

El castaño no puede creer lo que aconteció, y cómo JungKook está jugando con el
momento solo para crear más expectativas. TaeHyung ha mantenido los lirios escondidos
detrás de su espalda; y después de unos segundos de mirarse mutuamente, saca el ramo
sonriente, extendiéndoselo a JungKook.
Sus ojos confusos son más que suficientes para hacer dudar al mayor, quien no hace
más que mantenerse quieto ante el silencio que abruma a ambos. JungKook mira el ramo,
fijándose en el lirio blanco que lo adorna y lo hace ver solo un poco más bonito, para
después apuntar hacia ellos y mirar a TaeHyung fijamente.

— ¿De dónde sacaste eso, Poochie?

Las palabras son para TaeHyung un golpe con guante o algo estallando en su corazón.
Después de un segundo cuestionándose a sí mismo la situación, baja el ramo al igual que
sus cejas. Cree que JungKook está bromeando, pero su expresión confusa y la seriedad en
sus palabras no son más que indicadores para descartar una broma de mal gusto. Los ojos
de TaeHyung se pasean indecisos en todas las direcciones posibles, incluso en el ramo que
decide admirar un poco más; sin embargo, nunca se detienen en el rostro de JungKook.

Vaya, eso sí que es otro nivel de desilusión.

— ¿No las enviaste tú?

— No.

Poochie mira atentamente al suelo, con el dedo índice en su barbilla, intentando hacer
memoria de la serie de cosas que pasaron durante la mañana. De pronto recuerda la tarjeta
y la saca del bolsillo de su gabardina beige, tendiéndosela a JungKook para que la pueda
observar con sus propios ojos. JungKook, quien no puede descifrar la clase de expresión
que TaeHyung tiene, la toma con paciencia y lentitud.

— Pero dice "Para Poochie" —dice TaeHyung.

Aquel tono de voz es notablemente decaído, y no es para menos. Eso es sentir las
ilusiones al tope y venirse hacia abajo en un solo segundo, de nuevo. ¿Está regresando al
inicio? No... Ni siquiera Jeon JungKook puede ser tan cruel.

Lo curioso es que no tiene ni una sospecha de nadie más, porque no muchas personas
saben que él es Poochie.

— No las envié yo —repite JungKook—. No me agrada que las corten. Mueren y


después son un desperdicio de dinero.
El castaño asiente incómodo y tomando la tarjeta entre sus manos y guardándola en su
mochila con cuidado... Al menos ese será un recuerdo ligeramente agradable. Quiere
tomarle poca importancia y lamentablemente se le hace imposible; el pensamiento de que
su fantasía regresó a lo que en un inicio fue: una fantasía imposible. No es malo que
JungKook sea tan sincero con sus palabras, probablemente no debe de tener expectativas
de cierto tipo de cosas cuando sabe que son un tanto improbables.

De hecho, casi no tiene expectativas. Solo las imagina de vez en cuando. Pero ahora lo
que come su ser es que alguien más sabe que él es Poochie.

JungKook no parece estar tan abrumado con la situación, o es lo que aparenta, pues no
tarda en preguntar con curiosidad:

— ¿No sabes quién te las dio?

— No. Creí que habías sido tú, por eso no me puse a averiguar más. —TaeHyung toma
el ramo con cuidado—. De todas maneras, qué importa.

Pero JungKook sabe que el tipo de respuesta que TaeHyung suelta viene después de
una ola de melancolía, tristeza y desilusión. De vez en cuando Tae es fácil de descubrir, fácil
de entender; cosa que se le dificulta con otras personas. El menor se toma un tiempo
prolongado para observarlo e intentar entender más de lo que cruza por su mente. Sin
siquiera darse cuenta o con la intención de hacerlo, JungKook aprendió de TaeHyung más
de lo que le hubiera gustado.

El pelinegro mira la mueca triste de TaeHyung y suelta un suspiro pesado que sale del
fondo de su estómago. De pronto se siente frustrado.

— Sí importa —dice el pelinegro con su tono típico—. Alguien más te está diciendo
"Poochie".

De cierta manera a Tae le incomoda ese pensamiento. ¿Por qué alguien más lo está
molestando con algo que le gusta mucho? Sin embargo, se encuentra un poco más
concentrado en las flores, sintiéndose un poco más desilusionado a cada segundo al saber
que JungKook no le dio esas flores. Es algo duro... y seco.

— Sí, bueno. Debe ser alguien jugando pesado.


El menor guarda silencio un momento, mordiendo su labio con un poco de nervios.
Seguido de esto, sus ojos permanecen en TaeHyung, analizando expresión.

— Poochie —llama al chico. El castaño le mira—. ¿Estás decepcionado?

Cosas que odia y odiaría eternamente de enamorarse:

1. La etapa de vómito, o mariposas o como cualquiera le llamara en esos tiempos.

2. La etapa de salir, pasar tiempo, jurar y prometer cosas que no pasarían.

3. La etapa de las ilusiones y, consecuentemente, las decepciones.

Si a JungKook le preguntaran qué es lo que más odia en todo el mundo, no lo pensaría


mucho. JungKook odia el "enamorarse" (la propia palabra es espantosa). Odia que las
personas dependan de otra persona y del amor que poseen entre sí, que la gente muera
por la misma razón. Que todo, todo, todo es amor, y ser románticos, y que el mundo gire
alrededor de las relaciones. Que la gente, los medios, el corazón digan que el amor es
necesario en la vida de cualquier ser humano. Su madre también le hizo creer que el amar y
enamorarse es parte de todo y todos.

El menor tiene una conclusión: ese es el estado más estúpido del ser humano. ¿Por qué
la gente se enamora?

TaeHyung mira a JungKook, dudando en si decirle lo que está sintiendo. No quiere sonar
demasiado duro con sus palabras y tampoco quiere dejar todo en el limbo para que el otro
saque conclusiones incorrectas.

— De ti, no —dice TaeHyung—. Mmm, estoy desilusionado, de verdad creí que eran
tuyas. Pero no es tu culpa... Es decir, no sabías que eso pasaría.

Ante esas palabras, JungKook no sabe qué sentir con exactitud. Lo único que tiene por
seguro es que no lo toma a mal... Comprende a TaeHyung a la perfección.

— ¿Te las vas a quedar?


Enamorarse lleva consigo muchos problemas. Enamorarse implica: mariposas (estado
que odia), celos (estado que odia más que nada), ilusiones, decepciones, el eterno recuento
de todas... Y volver a iniciar. Morir. Morir de amor, morir de ilusión, morir de emoción.
Después vienen las ganas de vomitar, más ganas de hacer feliz al otro, ganas de esto, de
todo. Así comienzas a amar. Amas. Regresas al inicio. Recomienzas. Experimentas todo,
una y otra y otra vez.

— Sí —dice TaeHyung—. Sería un desperdicio, están bonitas.

Y cada uno de esos sentimientos lleva consigo algo peor.

— Está bien. Vamos, iré a dejarte a tu casa.

Porque al final, cada uno de los estúpidos estados resultan ser inútiles. Ninguno se
queda al final.
Capítulo XXXIII

TaeHyung da tres pasos hacia JungKook y le sonríe. Es una sonrisita ligera y aniñada que
consigue que el pelinegro lo mire directamente, con una ceja alzada a la vez que se cruza
de brazos.

— ¿Hola? Me estás viendo demasiado raro.

El castaño suelta un suspiro pesado y procede a sentarse al lado del pelinegro, quien por
inercia se hace a un lado. Los ojos de JungKook caen directamente en la caja que tiene en
las manos: es pequeña, pero no mucho, dorada y tiene un moño arriba de color rojo.
TaeHyung se percata que JungKook mira la caja con atención, casi examinando cada parte
de ella, así que la abre sin miedo. Dentro de esta hay chocolates.

— Me dejaron esto hoy en mi mesa. —La voz de TaeHyung es neutra—. Supongo que
no fuiste tú, aunque diga "Para Poochie".

— ¿Eso es lo que te tiene tan raro?

— No. —TaeHyung se lleva un chocolate a su boca, y suspira—. Mi mamá quiere que


vayas a comer a la casa.

Ante esas palabras, JungKook se queda callado... Más bien anonadado, tanto así que
sus ojos se quedan fijos en un punto fijo del rostro de TaeHyung. Sin embargo, segundos
después se encierra dentro de su cabeza y sus pensamientos para recapitular la situación.

Oh... Esa señora Kim. Durante todo el tiempo que ha pasado con TaeHyung solo sabe
dos cosas de su mamá: es buena y cocina bien. Puede que sea porque no la conoce que
tiene un montón nervios por el simple hecho de pensar que iría a verla, que entraría a la
casa de TaeHyung por primera vez y que, tal vez, el propio señor Kim estaría ahí.

Uno de esos sentimientos que entran en el pecho lo abruma y siente su respiración fallar.
Desde hace mucho tiempo que no siente en su anatomía ese tipo de nervios, de los que lo
hacen temblar y generan distintas posibilidades dentro de su cabeza.

Con un sentimiento indescriptible en sus ojos, JungKook mira a TaeHyung, que come
felizmente los chocolates que él no le ha dado. Después mira su maletín en el suelo.
— ¿Irás? —TaeHyung pregunta. JungKook alza la vista hacia los chocolates, TaeHyung
se los extiende—. ¿Quieres? Hay unos que son amargos.

El pelinegro, sin saber por qué, estira la mano hasta el chocolate con adorno rojo en la
punta y le da una mordida.

— No creo que a quien te esté dando estas cosas le agrade que se las compartas a su
competencia —menciona JungKook, evadiendo por un momento el tema de la comida.

Aunque sabe que no hay ninguna competencia, el comentario pretende evadir el tema de
la cita con sus padres.

TaeHyung le sonríe amistosamente y cierra la caja de chocolates. Al castaño le gustan


los chocolates, eso es seguro. Por la mañana cuando llegó a su salón todos estaban
sentados viendo el pequeño regalo, y, a pesar de que TaeHyung quiso ignorarlo al inicio,
terminó por llevárselos a la hora de la salida. No se sentó aquella mañana a desayunar con
JungKook pues él estuvo viendo cosas del club de básquet, por lo tanto, no le pudo contar
nada hasta ese momentos.

Sin importar qué, le parece raro que ese alguien le siga enviando regalos.

— Lo sé. Pero si eres tú, realmente no importa.

— Pfff —JungKook pasa la mano por el cabello del castaño y rueda los ojos—. Eres un
sentimental.

JungKook estuvo pensando cosas. Por ejemplo, si debe decirle a TaeHyung que vayan a
la fiesta de SooYoung al día siguiente, que sería 31 de octubre para celebrar Halloween.
Aunque no tiene tantas ganas, sabe que TaeHyung sí. Pero no solo pensó en eso, sino
también en el admirador secreto de TaeHyung, pues eso sí es extraño y quiere saber quién
es... De hecho se planteó muchas posibilidades. Ninguna de las personas que él cree
realmente tienen una razón concreta para molestar a TaeHyung o a él; por ende, no está ni
cerca de saber quién es.

— ¿Vas a ir a comer a mi casa hoy?

JungKook ladea la boca, y suelta un suspiro antes de mirar a TaeHyung con algo de
recelo.
— No —responde, provocando en el otro una mueca triste pero no reclama nada.
Seguido de esto continúa—. Es broma. Sí, está bien.

Ha visto algunas comedias románticas donde el papá de uno de los dos es un loco
maníaco que saca una pistola para amenazar a la pareja de su hijo y no verlo de nuevo
rondando por su casa. Espera que el señor Kim no sea así. Nunca se hizo una idea clara
del señor Kim, no sabe si tiene una personalidad como la de Tae, o si más bien se acerca a
la de su propio papá. Quizá ninguna de las dos y el señor Kim sea un diablo totalmente
desquiciado. Ese pensamiento provoca que el nerviosismo, una vez más, se apodere de su
mente. Supone que han entrado a esa etapa de momentos bochornosos.

Después, ya no quedará mucho tiempo, porque el asunto terminaría de romperse.

JungKook suelta uno de esos gruñidos que son como una queja, alertando a TaeHyung,
quien le mira con una ceja alzada.

— ¿Está bien que vaya así con mi uniforme?

La madre de TaeHyung no es tan interesada en cómo se visten o actúan los demás. Ella
es una mamá "cool"... Al menos es como ella se refiere a sí misma al creer que escuchar
música nueva y vestir esos cabellos rojizos es ser "cool".

— No creo que a mamá le importe tu ropa, es el uniforme —dice TaeHyung. Piensa un


momento en su padre y agita la mano—. Pero mi papá...

El señor Kim... Digno trabajador empresarial. No tiene el puesto más grande, mucho
menos es el jefe de la más alta gama de jefes; no obstante, es un señor que tiene
estereotipos muy arraigados. Cree que su hijo, su pequeño Kim TaeHyung, merece a la
mejor persona en todo el mundo. El señor Kim espera una pareja digna, trabajadora, fiel,
cariñosa y bien vestida... JungKook... Bueno, digamos que cumple con algunos de esos
puntos.

El pelinegro se rasca la nuca con frustración antes de morderse el labio y soltarlo con
rapidez.

— Entonces hay que irnos ya —dice JungKook—. Vamos a mi casa, pasaré a


cambiarme.
JungKook se pone de pie inmediatamente, recogiendo a la vez la mochila de TaeHyung,
la cual curiosamente está menos pesada que de costumbre. La cuelga en su hombro junto
con la suya, esperando a que el otro se pusiera de pie. Sin preguntar, Tae toma el brazo de
JungKook, abrazándose a él y quedándose quieto. Hace sentir nervioso al pelinegro, pero
no los suficiente como para reclamarle.

[...]

Después de pasar a la casa de JungKook y que este se cambiara de pies a cabeza, se


peinara y se preparara para estar presentable a los ojos de los señores Kim, ambos chicos
toman un taxi hasta la casa de TaeHyung. No conversan de muchas cosas durante el
trayecto. El menor pregunta unas cuantas veces cosas que pudieran beneficiar la
presentación, o datos esenciales sobre los padres.

Al llegar, JungKook se baja seguido de Tae, viendo la bonita casa del castaño.

Decir que el pobre Jeon no se muere de nervios es una mentira.

Ambos caminan hacia la puerta, alejados el uno del otro por obvias razones. Cuando Tae
le da una última mirada a JungKook y este simplemente suspira incómodo, mete la llave en
la cerradura para entrar.

— Mamá, papá, ¡estoy en casa!

Lo primero que JungKook piensa al entrar es: Demonios. El color de las paredes es
demasiado amarillo. El tiritar de las ollas, los pasos apresurados de alguien y la voz de una
mujer hacen que el menor abra más los ojos al ver a la señora Kim sonreír. No le falta
observarla mucho para saber que es, técnicamente, una copia exacta de TaeHyung; tienen
esa misma sonrisa y a ambos los ojos se les hacen pequeños cuando están felices.

— ¡Y viniste con mi yer-...!

— ¡Mamá! ¡No! —exclama TaeHyung antes de abrazar a su mamá intentando callarla.

Mientras TaeHyung se entiende con su madre, Kook permanece quieto en su lugar, con
un millón de imágenes complicadas pasándole por delante de sus ojos. No tiene claro qué
es lo que sucede o lo que su mente está trabajando dentro de su cabeza. Antes de caer en
cuenta de su posición, un dolor se siente en su corazón. Por inercia se toca el pecho y
arruga la nariz. Sin embargo, mira a la señora Kim y le suelta una sonrisa tímida, que es
más bien una mueca extraña que muestra en un intento desesperado por no lucir nervioso.
Se inclina a modo de reverencia, mostrando respeto.

— Mucho gusto, señora Kim. Soy Jeon JungKook. —El típico tono friolento hace
aparición.

La mamá de TaeHyung le sonríe y lo abraza. Es un abrazo complicado, un abrazo de


cercanía y de conocimiento... Un abrazo que JungKook no espera. El pelinegro no puede
moverse debido al tacto de la señora que sonríe feliz por encima de su hombro; es un tanto
extraño y no se siente cómodo, por más que quiere aceptarlo de la misma forma en el que
le es entregado.

— Eres más guapo de lo que imagi-

— ¡Mamá! ¡Deja de avergonzarme! —TaeHyung chilla estropeando el ambiente.

La mujer se ríe bajito justo al lado de la oreja de JungKook, provocando que a este le
den escalofríos, y se separa del abrazo. Unos pasos, más pesados que los de los demás,
hace que JungKook suelte un suspiro... Ya sabe de quién son esos pasos. Comienza a
pensar las miles de cosas que podría estar haciendo en vez de pasar vergüenzas y dolores
de estómago dentro de aquella casa.

E inmediatamente se retracta porque sabe que está ahí porque quiere estarlo.

Sin tiempo de pensar en otras cosas, percibe su sangre helar cuando la imponente
presencia de un hombre se presenta ante él. El señor Kim, de estatura medianamente igual
a la suya, lentes y unas cejas juzgadoras, está delante suyo.

Da miedo.

— ¿Tú eres el novio de mi hijo? —escucha la voz del señor entrar por sus orejas.

En definitiva, cambia la parte de los "celos" por la parte de "conocer a los padres" como
lo que más odia del romance o estar enamorado o el amor o las relaciones. Es odioso... No,
¡es horrible! ¡Es molesto! Aún más molesto que el mismo TaeHyung. Quiere irse de ahí,
pero no puede, de alguna forma tiene que salvar la situación.

— Eh. Bueno, creo que...

— Papá, no. —TaeHyung se va directamente a abrazar a su papá, hablando en voz


alta—. No hagas ese tipo de preguntas.

Las miradas de todos se cruzan. TaeHyung está feliz, al igual que su madre. Los dos
tienen la misma expresión sonriente y se mueven de lado a lado con alegría. No obstante,
entre su papá y JungKook hay una tensión descifrable. Todos están quietos, esperando a
que un golpe de magia les indique cómo seguir con la reunión vergonzosa en la que están
metidos. La señora nota que el ambiente cada vez se hace más pesado y suelta una risa.

— Bueno, ¡vamos a comer! —exclama—. ¿Sí? JungKook espero que te guste la carne.

— Claro. Me gusta la carne... De hecho, me gusta bastante.

Todos se mueven rápidamente hasta la mesa. TaeHyung se encamina a la cocina junto


con su papá. JungKook se sienta donde cree es conveniente; supone que el lugar que toma
está un poco más cerca de TaeHyung, eso de alguna manera le haría sentir menos
nervioso... O es lo que espera. Un escalofrío le recorre el cuerpo al continuar pensando
constantemente en el futuro, imaginando las peores escenas en las que podría encontrarse
si no tiene cuidado con sus palabras y acciones.

La señora Kim también se sienta, y mientras su esposo va por la comida, intenta aligerar
el ambiente. Desde su lugar, mira a JungKook y le habla con su tono dulce.

— TaeHyung nos cuenta mucho de ti —admite la señora, sonriéndole al pelinegro—.


Gracias por cuidar a nuestro hijo. No sabes cuánto te quiere.

Por más que odie admitirlo, JungKook no encuentra qué responder a la frase "No sabes
cuánto te quiere". ¿Qué es lo correcto? Es un poco más complicado de lo que parece. Se
siente muy avergonzado en el momento exacto en el que se ve a sí mismo tardando
responder de vuelta a la amable mujer, así que dice lo primero que se le viene a la mente.

— No hay de qué.
Oh, genial, JungKook. Al menos hace el mejor intento que su capacidad le permite.

— Tae nos dice que eres algo callado, pero está bien. Eso es bueno porque TaeHyung
habla como un perico recién entrenado.

"Y que lo diga" es lo que quiere decir JungKook al escuchar aquel comentario. La
primera impresión de TaeHyung fue que era un cien por ciento hablar, hablar y hablar.
Nunca paraba y nunca para, no importa si habla de las nubes o del pasto creciendo o de la
forma en la que hace su cuatro al escribir. Siempre tiene un tema de conversación y
siempre habla de él con tanto maldito desenvolvimiento que es interminable.

Pero no dice nada de eso. No es tan molesto como cree que lo es.

— Su hijo me agrada bastante —admite JungKook, mirando a la señora directamente al


rostro y con su tono característico—. Es bastante dedicado, e insistente. Tiene una manera
peculiar de llamar mi atención.

JungKook guarda silencio de inmediato cuando ve entrar el pedazo de carne en un


refractario. Los platos y la jarra de agua los pone TaeHyung, y el señor Kim se sienta en su
lugar con una expresión neutra. Curiosamente, JungKook no acierta porque termina
estando más lejos de TaeHyung y más cerca del señor Kim, naturalmente su enemigo en
esa situación.

— ¿De qué hablaban? —pregunta TaeHyung tomando asiento

— De nada —dice la señora.

La comida transcurre normal después de eso. Comen tranquilos, sin molestias y en un


ambiente ligeramente menos asfixiante. Además, increíblemente el señor Kim no es tan
intimidante como cualquiera pensaría; de hecho hasta es un poco flexible con sus
opiniones. Definitivamente, esa es la etapa más estúpida de todas... "Conocer a los padres",
la más horrible, grande y bochornosa.

JungKook tiene algo menos de qué preocuparse.


Capítulo XXXIV

JungKook odia con toda, toda, pero de verdad toda su alma a TaeHyung. Si tan solo fuese
así de fácil decir "lo tomo y lo dejo".

Mmm... No es en serio. JungKook realmente no odia a TaeHyung. Pensar eso es un


poco hipócrita de su parte. Por otro lado, sin embargo, tiene ganas de decirle que no por
"gustarse" está obligado a hacer cosas que no quiere hacer, y que tomar eso como excusa
es jugar pesado a sabiendas de que difícilmente se negaría a hacer ese algo.

— ¿Iremos a la fiesta de SooYoung?

JungKook dirige su mirada a TaeHyung, viéndole caminar con tranquilidad. Es la tarde


del 31 de octubre, o Halloween, para aquellos a quienes les importa. El menor espera
decirle a TaeHyung que sí para ir juntos, aunque se había arrepentido minutos antes
después de meditar por quinta vez lo que sucedería si va. No cree que salir con TaeHyung a
ese tipo de eventos sea tan sencillo como lo quiere hacer ver. Principalmente porque el
chico terminaría siendo una molestia: Vamos a bailar. JungKook, vamos a beber eso. Mira
ahí, están dando esto. Y lo otro. Y bla, bla, bla, bla.

Sí. Eso último es un gran punto a su favor para no mencionar el tema e insistirle a
TaeHyung de que fuese con sus demás amigos. Sin embargo, la mente lista de TaeHyung
se adelantó y terminó sacando la conversación antes de tiempo.

El menor deja de ver al castaño, quien lo toma fuerte del brazo, y habla.

— No me agrada la idea —admite—. No me gustan los disfraces.

Una excusa inútil, tratándose de Kim TaeHyung.

— No tienes que disfrazarte, podemos ir sin disfraz.

Decir que TaeHyung "tiene una manera peculiar de llamar su atención" hace referencia a
ese tipo de comentarios.

Es contradictorio que JungKook piense las muchas cosas que TaeHyung le "obliga" a
hacer (y es entre comillas, porque al final nadie puede obligarlo a hacer las cosas que hace)
y cómo dice ese tipo de cosas, expresando que nada es "una obligación". Además, a pesar
de que muchos de esos actos son dignos de un noviazgo común, JungKook no quiere
hacerlo. Es incluso más contradictorio que no sean un noviazgo común... Peor aún, ni
siquiera son novios oficiales.

De todas maneras y a pesar de amar Halloween por todos los dulces ácidos que regalan,
JungKook no se ve muy seguro de querer ir, a diferencia del castaño que casi salta en su
lugar de la emoción.

— ¿Tienes tantas ganas de ir?

— Sí, aunque me gustaría que fueras. —El hablar del chico es tranquilo y normal—. Si
no vas, no será igual de divertido.

Después de un segundo de pensarlo, el menor rueda los ojos, echándose hacia atrás.

— Entonces, voy a ir —decide JungKook en ese mismo instante. Las condiciones se le


vienen encima como un globo con agua fría y se apura a decirlas—. Pero no me gusta
bailar, ni beber, ni esa clase de cosas, así que no lo haré. Y tampoco me pondré ningún
disfraz.

El castaño no espera menos ni más. JungKook no es de los tipos que bailan, o beben
hasta caer ebrio; tampoco de los que se disfrazan. Eso, claramente, no es ninguna
molestia... De hecho, para él, es una seña de avance el saber que JungKook irá porque se
lo está pidiendo, cuando el menor suele tomar decisiones y mantener su postura según su
opinión.

La personalidad de JungKook logra hacerlo cuestionarse ciertas cosas, actitudes y


romanticismos preestablecidos por el mundo entero... Alguna vez se preguntó si podría
soportar al pelinegro y su postura hacia las cosas que le desagradan de las parejas;
JungKook es voluble en el catálogo extenso de posibilidades que hay para un novio ideal,
es una esfera de cambios que se mueve de un lado a otro, variando la temperatura a su
gusto: a veces frío, otras término medio, otras cálido.

Básicamente no sabe qué esperar de JungKook, así que, para evitar dolores de cabeza
y preguntas, confía en él ciegamente, confía en él sus sentimientos y su corazón; lo deja de
ser a su manera en espera de que él haga lo mismo y se complementen entre sí. Sabe que
eso significa estar enamorado de una persona... En este caso, por más cambiante, gélido o
cálido que Jeon JungKook sea según su estado de ánimo, lo quiere y aprecia su forma de
ser.
TaeHyung comprendió, solo después de conocer al chico, la frase: "Se enamoró de sus
espinas". Porque eso es lo que sucede con JungKook. Incluso lo que los demás ven como
defectos, TaeHyung los adora como características únicas.

— Entonces ¿pasas por mí en tu genial auto, JungKook?

— Espero que estés hablando de ir a pie, porque mi genial auto son mis piernas.

[...]

El ambiente es ligero. Parece extraño saber que no hay hasta el momento algún alma
cayendo a causa del alcohol, porque claro que hay alcohol, y mucho. La mayoría de los
estudiantes, a los que difícilmente reconocen, van disfrazados. Es bastante entretenido
observarlos uno a uno con la creatividad al máximo punto en su ropaje exagerado por las
fechas festivas.

JungKook, quien optó por ponerse una playera negra y unos pantalones a juego con sus
típicas botas, entra con TaeHyung a la casa. No les es complicado ver cada parte del lugar.

— Parece ser divertido, Kookie.

Lo primero que nota el pelinegro es el olor a alcohol, un olor que no le trae buenos
recuerdos y que, en cambio, lo hace odiar la situación. La mesa de dulces no tiene nada de
sabores ácidos, las luces de la sala son bajas y apenas se puede ver dentro del lugar.
Además la música retumba en sus oídos, provocándole una molestia incómoda. JungKook
se siente un tanto molesto por lo que le rodea, y sin poder evitarlo, una mueca de disgusto
se dibuja en su rostro para después suspirar arrepentido.

¿Qué demonios está haciendo ahí?

— Esto no es divertido, es molesto —sentencia.

Por su izquierda llegan cuatro conocidos chicos —YoonGi, Joshua, HoSeok y Jimin—,
vestidos con distintos disfraces que lo fastidian, aunque después de examinarlos por un
segundo piensa que son bastantes interesantes y que definen a la perfección cada una de
las personalidades de los conocidos amigos de TaeHyung. El castaño les sonríe,
saludándolos con un movimiento rápido de manos.
— ¿Ustedes dos en una fiesta? —pregunta YoonGi en voz alta.

La música marea a JungKook, probablemente porque está demasiado fuerte y no está


acostumbrado a esa clase de ambiente.

— ¿De qué hablas? —dice TaeHyung—. ¡JungKook adora Halloween!

La conversación de aquellos cinco sigue el clásico rumbo normal; sin embargo, a su lado
JungKook está más que abrumado. La música lo consume, ni siquiera es de su agrado.
Culpa a su padre por hacerlo oír música de viejos y acostumbrarlo a un tono tan bajo de
volumen. El olor a alcohol cada vez se hace más notorio, lo que fácilmente debilita el aroma
a madera de casa vieja. Los gritos comienzan a cobrar protagonismo, los disfraces cada vez
se vuelven más extraños.

Aunque TaeHyung lo tiene tomado del brazo y parece conversar feliz sin soltarlo, se
siente fuera de lugar. Preferiría sentarse... O irse, pero no se lo permite aún sujeto del brazo
del chico. Siente de nuevo uno de esos estados tontos que constantemente lo invaden. No
le duele el estómago, no quiere vomitar ni su mundo se pinta de azul... Simplemente hay un
mal sentimiento instalándose en el borde de su corazón y quitándole la atención de los
sucesos a su alrededor.

Transcurren así quince minutos de fiesta, donde todos los chicos conversan, se escucha
la música pesada de fondo y se mantienen de pie en el mismo lugar. En la mente de
JungKook no hay más que un constante deseo de irse, alejarse de la música y respirar un
poco de aire fresco. No obstante, es cuando comienza a aburrirse que se voltea hacia los
chicos y les habla en voz alta.

— ¿Podemos ir a sentarnos a algún lado?

Puede sentir en su corazón esa emoción... Una emoción que se mantiene estática.

Por otro lado, TaeHyung está más que consciente de que ese tipo de atmósfera no es ni
medianamente cercana a la que JungKook suele frecuentar. De cierta manera, quiere
intentar que haga algo nuevo, que pruebe otra clase de diversión... Si al final del intento
JungKook quiere irse porque no está cómodo, entonces se irían. No es como si pudiera
obligarlo a sentir cosas que no quiere.
Después de esa petición todos se mueven hacia unas mesas acomodadas al fondo del
lugar, cercanos a la tabla repleta de dulces. El pelinegro por fin se sienta, aliviado, y presta
atención a la conversación, teniendo un poco más de seguridad y comodidad, procurando
no tener su clásica expresión de amargado y no echar a perder la fiesta.

— ¿Ya supiste quién te dejaba todos esos regalos?

La pregunta hace que JungKook se recargue hacia delante, queriendo escuchar más.

— No —responde TaeHyung—. Pero es raro. Incluso deja obsequios caros.

— Estuve intentando averiguar —dice Joshua—. Pero todos cubren a quien lo hizo.

Y como no hablan más del tema, dejan creciendo en el interior de TaeHyung y JungKook
una duda que difícilmente podrían resolver pronto.

El pelinegro no tiene molestia alguna en su lugar, en cambio está concentrado en las


pláticas que apenas comprende donde TaeHyung y los demás comparten diversas
opiniones. O es así hasta que un fuerte olor a humo invade sus fosas nasales. A poca
distancia suya, alguien fuma un cigarro con tranquilidad, como si fuese un espacio abierto.
Después de un segundo intentando soportarlo, termina hartándose del intenso olor que,
sorprendentemente, a los demás les da igual. Decide hablarle a TaeHyung.

— Voy a salir un momento.

— ¿Qué tienes? ¿Pasa algo? —pregunta TaeHyung, acercándose a él con una


expresión preocupada.

— No me siento bien.

De inmediato, TaeHyung toma a JungKook de la mano, parándose del lugar y caminando


hasta el jardín, donde JungKook podría tomar algo de aire fresco y calmarse. Es un poco
difícil llegar pues los integrantes de la fiesta ya comienzan a bailar al centro de la gran casa
de Joy. Los cuerpos moviéndose hacen que el menor meta el codo para evitar choques y
errores en medio del tumulto, a la vez que se aferra un poco más a TaeHyung porque el
castaño es capaz de perderse.
El jardín es una salida del caos para él. Aún algo mareado, se recarga en el barandal
cercano, sujetándose del borde para evitar moverse de más y hacer que su mareo
empeore.

— ¿Estás bien?

— Todo ese olor, el ruido y las personas me hartan. Estoy un poco mareado.

Tae no puede evitar preocuparse por él, de hecho hasta se plantea el irse de una vez y
no seguir con el plan de la fiesta; no sabe qué tan mal está JungKook y qué siente. No
obstante, antes de proponerle eso tiene que tranquilizarlo, por eso pone una mano sobre la
espalda de JungKook, moviéndola de arriba abajo en un intento (patético, como piensa
JungKook, aunque después lo aprecia) de hacerlo sentir mejor.

— Iré por un vaso de agua, aguarda aquí.

— Ve con cuidado —pide JungKook—. Observa bien qué traes, que no sea alcohol.

Mira a TaeHyung asentirle con una sonrisa, para después desaparecer entre la gente.
Sus ojos caen en su entorno y exhala, dejando salir la frustración en su frustración. Eso que
siente sabe que no es común. No es un dolor específico en su pecho, o algo que sea fácil
de identificar. Más bien, es de esos dolores que llegan de maneras repentinas; tardas en
darte cuenta de que están ahí y tan solo los ignoras hasta que un recuerdo o un
pensamiento lo trae de nuevo al presente.

Recuerda sentir eso antes. Un montón de memorias viniendo y yendo, como una película
dentro de tu cabeza que se alarga a cada segundo sin importar el momento o la situación
en que te encuentres. Por ejemplo, recuerda la vez en la que le preguntó a su padre qué
sucedió con su madre y todo lo que estuvo a su alrededor: el olor a alcohol, el tipo de
música ochentera, las flores, los chocolates, las sonrisas, los regalos. Tiene en su memoria
esa admiración al ver a dos personas siendo tan felices, como si uno completara al otro.

Ya tuvo eso antes frente a sus ojos. ¿Qué falta? ¿Qué recuerdo es el perdido en su
cabeza? ¿Qué es eso que lo tiene en un estado de incertidumbre cuando presta atención a
esa película interminable de memorias?

— Creí que estarías aquí con TaeHyung.


JungKook mira a su derecha, irguiéndose en su lugar para ver ese cabello negro, la
estatura y la sonrisa intacta del chico enfrente suyo. Rápidamente, sin siquiera reflexionar
sobre el momento, su sangre hierve y quiere soltar un golpe.

— ChangGu, ¿no has aprendido a no molestar?

La sonrisa del chico se ensancha. JungKook, fingiendo estar completamente bien, fija
sus ojos en él.

— Tranquilo, KookiePookie. —El tono burlón hace que el pelinegro se sorprenda—. ¿A


tu Poochie le gustaron los regalos que le envié?

JungKook muestra un rostro confundido por la incredulidad de aquella frase y la


naturalidad con la que la dice, pero no tarda nada en cambiar su expresión a una enojada.
¿Por qué? La respuesta es más que obvia, se siente enojado, tanto así que quiere darle un
golpe a ChangGu por decir y hacer ese tipo de estupideces, por llamarle "KookiePookie" y
usar el apodo de TaeHyung en vano.

Sin embargo, piensa en otra cosa. Hay cabos sueltos en el embrollo aquel. Claramente
no entiende cuál es el punto de ChangGu al hacer eso. ¿Por qué? ¿Cómo sabe de esos
apodos? ¿Qué tiene en la cabeza?

— ¿Gastaste tanto dinero enviándole regalos a TaeHyung? —cuestiona JungKook,


intentando retener su enojo—. ¿Y puedo saber por qué?

La gente loca sigue existiendo, y ChangGu es otro nivel por completo. Es lo que sabe
Kook al instante, sabe que existen en el mundo cierto tipo de personas con los que no hay
que meterse. Yeo ChangGu es definitivamente uno de ellos.

— Verás, creí que enviándole todo eso a TaeHyung, y sabiendo cómo eres, iba a lograr
que él se diera cuenta de que nunca cumplirías sus expectativas.

Hace no mucho que JungKook pensó en esas expectativas... Aunque, de alguna forma,
dejó de tenerlo en su cabeza tan constantemente como antes.

— Eres patético —respondió.


— Puede ser —admite ChangGu, moviendo la cabeza de arriba abajo—. Sin embargo y
lamentablemente, Poochie está tan ciego que no se ha dado cuenta de cómo eres.

Jeon se siente cada vez más mareado, pero eso no le impide de ninguna forma tener la
extrema necesidad de discutir a gritos con el chico enfrente de él. No es un seguidor de la
violencia, confía en que los problemas se pueden acabar ignorando a alguien más o
hablando tranquilamente... Oh, no obstante, en ese momento quiere darle un golpe de
nuevo en la cara a ChangGu, solo para que termine pronto y por fin pueda irse.

Ahora bien, las palabras del pelinegro loco, sin quererlo, comienzan a calar en su
cabeza. "Ser insuficiente, no cumplir las expectativas". Él tiene en cuenta que no es
exactamente lo que cualquiera esperaría de una relación. Falla en muchas cosas, no es el
mejor hablando ni expresándose, además de que no le agrada hacerlo. Aunque una parte
de él confía ciegamente en que TaeHyung está bien así, que él espera en la medida de sus
posibilidades, porque así es Kim TaeHyung; porque TaeHyung lo comprende por completo.

— Deja de llamarlo así, ChangGu.

"Poochie". Cuando era pequeño, cuando su madre aún vivía, ella le decía así a su papá.
No sabe la razón especial por la que ese apodo fue utilizado, no sabe si en realidad hay una
razón de su existencia. Lo único que sabe es que es lindo decirle a alguien así, y tiene esta
idea porque durante el corto tiempo en el que estuvo con su madre percibió un enorme aura
de felicidad entre sus papás, tanto así que el apodo quedó grabado en su cabeza.
JungKook odia haber nombrado así a TaeHyung, y lo odia con todo su ser.

— ¿Debería? JungKook, tú, yo y todos sabemos que no quieres realmente a TaeHyung,


¿no es así? —La voz de ChangGu es cada vez más irritante—. Te ha hecho permanecer a
su lado por un tiempo bastante largo. Ah, pero como me dijiste a mí y a todos los que han
estado contigo, el amor es lo más... ¿Qué? ¿Inútil y estúpido del mundo? ¿O qué? ¿Vas a
mentir ahora?

Sí, es cierto.

Es totalmente cierto que el amor es lo más estúpido del mundo. Y es tan inútil que no
comprende por qué todo el mundo habla de él como si fuese la gran cosa, como si curara,
como si hiciera bien.

La rabia, combinada con la enfermedad que poco a poco derretía todo su cuerpo, son un
factor importante para hacerlo estallar.
— No —dice JungKook en un tono irritado. Hay seriedad y enojo en su voz—. El amor es
lo más estúpido de este mundo, una idiotez. Es inútil, y pensar que lo pueda sentir es
repugnante. Jamás me enamoraría de alguien como Kim TaeHyung, no debo hacerlo. Ni de
ninguna otra persona. Lo que hago es irracional, es cuestión de tiempo para que se termine.
Ahora, deja de joderme y lárgate.

El descargue de emociones no causa nada de él, incluso llegando a irritarlo más de lo


que ya está. Pero, ahí lo tiene, es su respuesta.

ChangGu esboza una sonrisa, mirando fijamente al chico. El pelinegro, quien se siente
mal, simplemente le dedica una mirada que le ruega con recelo y furia irse de una buena
vez. Yeo se inclina un poco hacia su derecha y dirige los ojos hacia un tercero.

— TaeHyung, ¡me alegra que hayas escuchado lo que tu amado JungKook acaba de
decir! —Chang mira a TaeHyung.

TaeHyung está quieto, con la expresión hecha un lío. ¿Cómo alguien puede
decepcionarte tan fácilmente? ¿Cómo tu corazón se rompe en cuestión de segundos
cuando se supone es tan resistente a esa clase de golpes? Es posible que el lío en su
corazón se hiciera más grande al pensar que acaba de darse cuenta de que está más que
enamorado de JungKook... Y que este acaba de decir que no se enamoraría de "alguien
como él".

ChangGu da unos pasos hasta TaeHyung, con las manos ocultas detrás de su espalda, y
se inclina para decirle algo al oído, solo para rematar la situación.

— Te lo dije —susurra burlesco—. Nunca le vas a gustar.


Capítulo XXXV

Los ojos de JungKook caen inexpresivos en TaeHyung. No está arrepentido del todo, lo que
dijo es cierto. El amor es innecesario, una manera autómata de hundirse y hundir a otra
persona. Dolorosamente te hace cruzar por miles de situaciones insignificantes.

El amor es inútil.

El pecho de TaeHyung duele, duele un demonio. No entiende el mar de sentimientos en


su estómago; esa ola de decepción incrementa y se agranda rápidamente, mientras sus
ojos comienzan a picar. Soltará un mar de lágrimas que se harían uno con el océano de
dolor que siente. No puede creer que alguien de quien no espera nada más que compañía
termine decepcionándolo de esa manera. Ante el silencio de JungKook, TaeHyung se
acerca unos pasos.

El castaño aparenta tranquilidad y comprensión... Pero no es así, TaeHyung en serio


sufre por dentro, pasa que no quiere derrumbarse demasiado pronto.

— Dime que hay una buena excusa de nuevo —TaeHyung dice, con una voz que
termina por hacer sentir mal a JungKook—. Vamos, dime otra vez que eres nuevo en estas
cosas.

La música de fondo sigue retumbando en los tímpanos del pelinegro, sin dejarlo
concentrarse correctamente. Cada vez se siente más enfermo, más consumido, y su
estómago duele; al igual que su pecho, en un extraño sentimiento que, ahora sí, jamás
había sentido. Un vacío que arde. Está al borde del abismo y aun así no se arrepiente de
sus palabras, aunque piensa que merecen una explicación concreta. Presta mucha atención
en TaeHyung, ahí enfrente, con los ojos hechos lágrimas.

A la mirada de Tae, el pelinegro está despreocupado, como si no le importase lo que


dice. No puede estar más alejado de la realidad: a JungKook le importa. Sí. Sí le importa,
más que nada.

El menor de nuevo observa a TaeHyung con desdén, y quiere hablarle. Las palabras se
las traga el viento, su mente y el hoyo que crece en su corazón. Tambaleándose en una
cuerda floja, no queriendo caer pero tampoco deseando estar por los aires, no halla qué
decir para aligerar el ambiente.

De pronto, ve una lágrima deslizarse por esa mejilla tersa que cada vez parece
memorizar mejor
— No llores —pide de inmediato.

La incredulidad del momento hace que TaeHyung se enoje. ¿Eso es lo único que quiere
pedir? ¿Lo único que dirá?

— ¿No vas a decir nada? —TaeHyung da unos pasos hacia él, soltando las palabras con
rabia, como si estuviera viendo a su peor enemigo.

Exacto. Jeon JungKook es su peor enemigo. Desde el día en el que le dijo que serían
novios hasta que durara esa relación que se creó en un momento de locura. Demonios.
Debió notar antes con quién se metía, de quién se estaba enamorando y a quién le estaba
creyendo.

Sí. Todos dicen "deja que la gente hable". Pero en una de esas, la gente dice la verdad,
y así, sin quererlo pero con razones suficientes para hacerlo, comienza a pensar si
JungKook realmente es el monstruo sin sentimientos que todos presumen; si, por una vez,
la gente habló la verdad.

¿Por qué tuvo esperanza? ¿Por qué pensó que podía llegar a gustarle?

— ¡Responde, JungKook! —grita TaeHyung, con la segunda lagrima deslizándose por su


mejilla hasta llegar al borde de su mandíbula.

La boca de Jeon está sellada. En realidad, no sabe qué decir, y tiene cómo defenderse...
No tiene por qué defenderse, o, más bien, piensa tanto en que no debe hacerlo que
difícilmente encuentra palabras para hablar con el chico y responder a sus
cuestionamientos.

Después de tanto esperar el futuro doloroso, ¿por qué ese sentimiento de vacío sigue
golpeando su pecho y haciéndolo arder? De todas maneras, ¿no estuvo anhelando y
pensando que ese momento llegaría?

Porque así es el amor, ¿no? Eso es estar dando vueltas y repetir el ciclo hasta que uno
de los dos se canse. Pero ¿quién se había cansado?

— ¿Nunca sentiste algo por mí, JungKook?


JungKook, por primera vez en la noche, dirige la mirada hacia los ojos del castaño. Sigue
sintiéndose mareado; su estómago le molesta cada vez más. Culpa al maldito mundo de
causar esos problemas. De todos los seres humanos disponibles en el planeta, Kim
TaeHyung tuvo que llegar a él. Fue él. TaeHyung fue el que hizo sus estupideces y lo
envolvió con su insistencia hasta llegar a aquel momento.

¿Por qué no pudo ser alguien más? ¿Por qué le tocó alguien tan malditamente difícil de
alejar?

TaeHyung está más cerca de lo que nunca ha estado de JungKook. El pelinegro,


mirando hacia abajo, no despega la mirada de él, haciendo sentir al castaño juzgado y un
tentó engañado; como si a propósito JungKook hubiese tomado su corazón y lo botara
hacia el suelo una y otra vez... Tal cual pelota que es inquebrantable. Sí. Siente que
JungKook bota su corazón y lo alza en los aires, al mismo tiempo que lo lastima fríamente.

— No éramos nada —dice TaeHyung con su tono de voz cada vez más alto,
consiguiendo la mirada de algunos presentes en el jardín—. Ni siquiera te quise presionar.

El menor da pasos hacia atrás, pues distingue a TaeHyung cada vez más cerca, lo que lo
hace sentir incómodo y presionado en totalidad. Es extraño querer gritarle todo lo que siente
y saber que no tiene el derecho... Pero que tampoco puede hacerlo. No está enojado, su
expresión y sus emociones más bien lo hacen permanecer incrédulo y anonadado. Se
dedica a recibir los gritos y la culpa, cargándola en su hombro sin miedo alguno, y es que
tiene algo en claro: lo hirió. TaeHyung está sufriendo el peor dolor por su culpa: querer y no
ser querido.

— Nunca te pregunté cosas que fueran personales. Ni te reclamé nada —continúa el


castaño, dando de toques en el pecho del chico—. Te creí cuando me dijiste que te gustaba.
¿Y qué hiciste tú, JungKook?

TaeHyung alza la vista hacia él, analizando su expresión y posición: Jeon no se mueve,
respirando intranquilo pero con la misma expresión que muestra siempre. Eso le molesta
más de lo que debe, pues si él no se defiende entonces tal vez nada fue real. Todo fue parte
de su imaginación; desde el apodo, hasta los helados, los desayunos, la estúpida bufanda
roja que nunca recibió, las caminatas y la misma actitud cambiante y voluble. Jeon
JungKook se esmeró tanto en mentir que le creyó ciegamente.

A pesar de que el chico se lo advirtió, solo queda más que claro que Jeon JungKook no
es alguien capaz de enamorarse.
— ¡Me mentiste! —grita TaeHyung con rabia—. ¡Y me mentiste de la manera más cruel
posible!

Mentir.

Mentir es una palabra muy fuerte, o es lo que piensa JungKook. Le resulta imposible no
querer vomitar al ver aquellas lágrimas corriendo por esas mejillas. Está ahogando cada
uno de sus malestares procurando prestar atención y no perderse en su mente. Sin
embargo, lo que más le preocupa es que se siente tan culpable que no halla la forma para
concentrarse.

De pronto un recuerdo se le viene a la memoria, regresando a su niñez y teniendo una


imagen poco agradable en su cabeza. Entonces ve en TaeHyung a su propio padre llorando
por la pérdida de su madre. ¿Acaso es un monstruo? ¿Acaso está arruinándole la vida a
alguien más? De nuevo mira los ojos de TaeHyung y sabe la respuesta: estás jodido,
JungKook.

Cuando TaeHyung da media vuelta sobre sus talones, por fin reacciona. En su interior se
liberó de lo que sea que le mantiene pegado al suelo como un idiota y apresura sus pasos
para alcanzarlo. Dado que TaeHyung se echa a correr en ese momento, se le dificulta
encontrarlo, por más que se mueve con rapidez por todo el lugar. Lo siente igual que perder
la luz que te lleva de regreso a casa, pero aún más solitario y preocupante.

De pronto la cabellera castaña de TaeHyung hace presencia a lo lejos, apresurado, corre


hasta él. Cuando se encuentra lo suficientemente cerca de él, habla fuerte para que le oiga.

— ¡Espera un momento!

Kim TaeHyung se detiene en su lugar, sin girar para verlo a la cara. Resulta increíble que
se digne a hablarle en ese instante, a pedirle que esperara cuando, segundos atrás, no se
dignó a decir ni una sola palabra.

Más patético aún es que TaeHyung le hace caso.

— Estoy harto de que esperes que vaya hacia ti como un perro. —La voz de TaeHyung
es expresiva en totalidad.
Cualquiera puede darse cuenta de que está sufriendo, que la decepción abarca su
corazón. También quiere vomitar como JungKook. Es posible ver en toda su aura que sus
ojos tristes van a la par de un alma que se sume en el estado más depresivo existente y por
existir. TaeHyung está destrozado por la decepción... Y su corazón está roto e incompleto.
Alguien más tiene esa pieza entre sus manos.

— Tú no lo entiendes, TaeHyung.

Ese tono frío da la impresión de que no le importa del todo la situación. TaeHyung se da
media vuelta, rebasado de tristeza y enojo que lo obliga a actuar por inercia. La tranquilidad
por un segundo se le viene encima, pero se va rápidamente.

— ¡Por una vez en tu vida deja de tratarme como si fuera un extraño! —La garganta
parece desgarrársele, sus puños se cierran a sus costados y las lágrimas comienzan a salir
desfavoreciendo su expresión—. ¡Deja de hacerme a un lado y creer que soy un tonto!
¡Entiendo más de ti de lo que crees! ¡Te conozco más de lo que crees! ¡Deja de tenerme
miedo! ¡No rechaces la manera en la que te quiero!

Su respiración es agitada, mientras las lágrimas saladas recorren sus mejillas tal cual río
con agua que recorre un trayecto en temporada de lluvia. El pecho le duele, tanto como
cuando lloras por alguien a quien has perdido. Y sí... Perdió a JungKook. ¿Alguna vez, si
quiera, lo tuvo? Por dentro todo está tan mal, y aunque no se siente utilizado, sí siente que
lo han engañado tantas veces con actitudes que no son sinceras.

JungKook no sabe qué sentir. No sabe si sentirse mal o sentirse muy mal. No obstante,
tiene en cuenta algo: es un mal chico. Es el peor ser humano, porque habla sin pensar y
actúa sin hablar consigo mismo. Todo es desprevenido, espontáneo y sincero, al grado de
ser grosero y doloroso... Lo malo es que no espera más de sí mismo cuando siempre se
consideró un hombre idiota al pretender alejar toda fuente de dolor de aquella manera,
alejando a cada persona que quiso intentar algo.

Oh, TaeHyung, tienes que ser tú.

— No, no lo haces. No entiendes —insiste JungKook.

Un momento de silencio es suficiente para que TaeHyung eleve su estado de enojo.


— Deja de hacer esas cosas, sigues jugando. ¡Eres un idiota! —se atreve a decir sin
detenerse—. Tú rechazas a todos. Me dijiste que te demostrara que me gustabas de
verdad. ¡Lo hice! ¡Y lo hice mejor que todos! ¡Pero tú ni siquiera pudiste decirme que no te
gusto de esta manera!

Las lágrimas son inservibles.

Eso piensa JungKook.

Sin embargo, al ver las lágrimas en TaeHyung, cree por un segundo que las lágrimas no
son tan inservibles. Sino que son melancólicas y dolorosas. Como una espina en el corazón
que molesta hasta el fondo de tu alma. Odia verlo llorar.

— Me enamoré de ti, JungKook. —TaeHyung se decide por sacar el dolor en su pecho.


Sigue llorando. Deja ir más lágrimas de decepción—. ¿Y sabes qué fue lo peor de todo?

JungKook ha decidido no escuchar más. Necesita detenerlo, decir algo y darse a


explicar.

— El amor es inútil —dice JungKook.

Antes de decir lo que tenía en la punta de la lengua, TaeHyung cierra la boca y guarda
silencio. Las palabras del pelinegro han causado, una vez más, que su corazón se
desmorone de esperanza y no hay forma eficaz de repararlo; simplemente se encuentra
destrozado, roto. Únicamente queda rastro del paso de Jeon JungKook.

El pelinegro sigue siendo un lío en su propia cabeza. Casi sabe qué quiere decir, pero no
tiene ni idea de cómo decirlo. Busca dentro de su interior el mayor esfuerzo que se le
permite para expresar lo que siente. Piensa en su madre y en su padre, en sus deseos y
sus anhelos.

— El amor es un juego voluntario. Enamorarse es inútil porque al final este tipo de cosas
suceden. Todos pierden y siempre es el mismo patrón: estás con alguien y caes, te duele la
cabeza, tienes ganas de vomitar, comienzas a tener celos; lo repites una y otra vez para
después, en algún momento, terminar.

La mirada de TaeHyung es débil... Incrédula e inexplicable a la vez. Solo puede pensar


en lo muy herido que está su corazón y en que lamentablemente desea terminar sus
esperanzas, matar sus deseos y enterrar los sentimientos por él, porque sabe que si los
tiene resguardados en su corazón es probable que el otro se aproveche de eso.

Ya no le cree a JungKook.

No cree que tuviera sentimientos. No cree que lo que esté diciendo sea verdad. No cree
que alguien que dice "odiar y desconocer el amor" hable de él tan seguramente.

— ¿Qué tiene que ver todo lo que dijiste? Me estás diciendo que el amor es inútil,
¿entonces por qué vienes y me detienes? Si lo que intento es cerrar este ciclo.

— Lo lamento, TaeHyung.

Una vez más, su estómago se hace una bola de emociones. No quiere desmenuzar esa
disculpa, o no logra hacerlo... Está harto de una disculpa más sin sentido.

— No te creo, JungKook —admite, con ganas de gritar—. Ya no más. No volverás a


verme la cara.

— ¡No lo entiendes! —exclama JungKook un poco irritado—. ¡Nadie lo hace! El amor es


inútil, y siempre termina. El amor es la estupidez más grande del planeta y no debo
permitirme sentirlo.

— ¡Eres un idiota! —TaeHyung chilla en voz alta.

El mayor se cubre más el rostro con sus manos, esperando detener las lágrimas
mientras ellas siguen cayendo, una tras otra; son gotas saladas que su cuerpo desecha a
causa del dolor incrementando en su corazón. El pecho le duele cada vez más.

— Deja de llorar —es lo único que JungKook puede decir.

— ¡No me trates así! —bufa TaeHyung—. Hazme y hazte el favor de olvidar todo. Olvida
todo, desde el día en el que corrí hacia ti para decirte que fueras mi novio, hasta el
momento en el que decidiste romper mi corazón por segunda vez.

El pelinegro apenas entiende lo que sucede.


Grita, se dice a sí mismo en un deseo intenso de gritar con toda la fuerza que tiene, pero
no le sale. Su garganta adolorida no se lo permite, su cabeza duele y el alcohol del
ambiente es tan fuerte que se siente ebrio.

— TaeHyung.

— ¿Sabes qué fue lo peor de todo, Jeon JungKook? Pensé que también podías
enamorarte de mí.

El pelinegro mira a TaeHyung, por última vez en la noche. No quiere decir nada... No
puede decir nada.

— Pero tú odias el amor. Y nunca te enamorarías de mí —termina el castaño, dándose


media vuelta sobre sus talones, decidido a irse de una vez—. No me hables de nuevo.

La última fase había llegado y toca directamente el corazón de JungKook, causándole el


dolor más profundo que jamás sintió. Pero, si la espera desde hace tiempo y supo que eso
pasaría, ¿por qué le duele el pecho y su corazón ruega por abrazar al otro?
Capítulo XXXVI

JungKook se sienta al borde del sofá del apartamento y suelta un suspiro, mientras sus ojos
caen directamente en la mirada que en ese momento está juzgándolo desde la pared. Los
ojos de su madre eran grandes y de color café claro. Tenía unas pestañas bonitas y un tono
de piel muy parecido al de JungKook. A su vez, el cabello caía negro por arriba de sus
hombros y la caracterizaba su especial sonrisa.

El cuadro enfrente de él es invaluable, desde que su padre lo puso ahí siempre lo ha


sido y siempre lo será. Sin embargo, y a pesar de observar el cuadro de su madre como
siempre que tiene un problema, JungKook no encuentra soporte alguno que evite que sienta
un hueco en su corazón.

— Bueno, sería de ayuda que estuvieras aquí ahora —le habla al cuadro, como si se
tratara de su propia madre.

El silencio lo abruma una vez más, aunque es común que suceda eso en la soledad del
apartamento. Apenas puede procesar lo que pasó, apenas entiende que alejó a la única
persona que no lo harta... Que lo soporta y lo quiere tal cual es, con sus defectos y su falta
de comprensión y sentimentalismo. JungKook se siente incómodo consigo mismo, siente
que se asfixia y que no hay vía para cambiar eso. Le duele el pecho y su cabeza no deja de
dar vueltas.

Lleva sus ojos por enésima vez al cuadro, reclinándose en el respaldo de su asiento.

— De verdad te necesito, mamá.

Escucha unos toques en su puerta y decide abrir con un poco de esperanza, esperanza
inútil y estúpida. No está seguro de quién puede ser. De paso cuelga la gabardina que se le
ha caído al entrar tan rápidamente.

Cuando su mano toca el pomo de la puerta, un sentimiento invade su estómago.

Cosas que odia después del romance: toda clase de sentimientos... Pues, después de
una ruptura, todos los sentimientos se vuelven en tu contra. Felicidad, tristeza, enojo, todo
es traición a la mente. Lleva la mano hasta su estómago con algo de duda y la quita de ahí
antes de abrir la puerta.
No pasan menos de dos segundos, apenas logra distinguir que HoSeok y otra persona
más están ahí, cuando un puño se estrella contra su mandíbula.

— ¡Eres un idiota!

JungKook lleva una mano hacia donde le ha golpeado Min YoonGi, quien está de pie
enojado y respirando fuertemente, al grado de escuchar su exhalar. HoSeok, con la boca
abierta y sus ojos sorprendidos, intercala la mirada entre JungKook y YoonGi, esperando la
reacción de JungKook, pero el pelinegro no hace más que llevar la mano a su barbilla y
sobarla por el dolor.

JungKook no se defendería, sabe que es un idiota.

— Eso fue inesperado —menciona HoSeok con aires de aligerar el ambiente.

YoonGi agita su mano a causa del dolor por el golpe y mira a JungKook con desdén...
También un poco de decepción, pero sin estar del todo sorprendido. Le apunta con su dedo
índice, como si le estuviera dando la advertencia más relevante de su vida.

— No te vuelvas a acercar a TaeHyung —pide vuelto manojo de furia. JungKook


mantiene la mirada fija en él—. Nunca.

El de menor estatura, dándose la media vuele a sobre sus talones. Se va a paso rápido,
siendo observado por JungKook, que lo ve desaparecer para después llevar su otra mano
hasta el golpe y quejarse por lo bajo. Nota de reojo a HoSeok, quien no se ha ido y, en
cambio, tiene los ojos puestos sobre él, analizando cada parte de su rostro, con una ceja
alzada; segundos después se lo ve recargándose en el marco de la puerta.

— ¿Para qué viniste, HoSeok? —pregunta.

— Necesitas desahogarte con alguien.

— No necesito desahogarme. No tengo nada que decir.

HoSeok es el vecino de JungKook. Se mudó al edificio de departamentos con su madre


después de que falleció la señora Jeon, así que técnicamente no conoció al JungKook
pequeño de actitud ligeramente mejor. La mayoría de las veces HoSeok invitaba al
pelinegro a pasar el día, si no era en su cumpleaños, era en las tardes donde la señora
Jung no tenía trabajo y se podría dar el tiempo de cuidar a dos pequeños infantes. Y
JungKook siempre iba obligado por su padre y por su prima.

Él es lo más cercano a un amigo que tiene. Aunque JungKook no llamaría "amigo" a


HoSeok o viceversa. Simplemente pueden entablar una conversación sin que Jeon diga "me
hartas".

Sin embargo, en ese momento, HoSeok cree necesario saber qué sucedió. ¿Por qué
TaeHyung desapareció de la fiesta? ¿Por qué después YoonGi recibió la llamada del
castaño? ¿Por qué JungKook se atrevió a decir tales cosas?

— ¿Tienes idea de lo mucho que lo lastimaste?

Los ojos de JungKook caen en el chico de cabellos cobrizos, sin poder creer que le está
repitiendo eso... Como si no lo supiera. Fue suficiente ver en TaeHyung esos ojazos
cristalinos para hacerse una idea clara de lo que sintió. El pelinegro rápidamente percibe un
hilo de sangre caer, se le ha abierto una pequeña rajadura en su mandíbula. Limpiándola
delicadamente, decide responderle a HoSeok.

— Eso es entre TaeHyung y yo.

HoSeok no puede soportarlo a veces... Es sorprendente que TaeHyung sí.

— Le mentiste.

— No lo hice —responde rápidamente.

Al borde del enojo, HoSeok se retrae ante el bufido del chico. JungKook está alterado, al
parecer su cuerpo cada vez se ve más deteriorado, parece enfermo... Pero no lo está. No
está nada más que asustado, y con mucho frío, un frío que no sintió en años desde que su
madre murió y su papá dejó de estar consciente de todo lo que sucedía a su alrededor.

Jung HoSeok, el vecino de abajo, deja de recargarse en el marco de la puerta y mira


decepcionado a JungKook. Por primera vez se siente empático por aquella alma, una
empatía que va más allá de ser su capitán en el equipo de básquetbol o por conocerlo
desde que eran niños. Por primera vez, la soledad de JungKook da la apariencia de ser un
problema grave. La frialdad del chico se convierte en piezas de hielo puntiagudas que
amenazan con herir a cualquiera que se le acercara... HoSeok sencillamente siente pena
por JungKook.

— Ya no hay manera de que arregles esto, JungKook —dice HoSeok antes de darse
media vuelta.

La puerta del departamento se cierra despacio, y cuando JungKook observa su propia


casa, una sensación dificultosa lo invade: respira pesado, siente que sus pulmones están
cansados. Una vez más, como costumbre vieja, sus ojos caen en su madre. Así, entre
pensamientos extraños, decide ir a dormir. Tal vez al despertar podría liberar su pecho de
ese sentimiento odioso.

[...]

¿Por qué evitas el amor? ¿Por qué prefieres alejarlo en vez de aceptarlo y ya? ¿No quieres
ser dependiente? ¿No quieres asfixiarte? ¿Es el miedo a una decepción continua?

JungKook abre los ojos en el mismo instante en que esas preguntas golpean dentro de
su cabeza e interrumpen su sueño fallido de calma. Se pone de pie rápidamente, en un
intento de correr por las respuestas; sin embargo, sabe que es completamente irracional
hacer algo como eso.

Analiza su alrededor... Es idiota no tener a nadie. Es estúpido, completamente inútil estar


solo.

— Pero es más inútil depender del amor de alguien más —se dice a sí mismo.

Quiere convencerse de que el amor, el amor... De que el amor es inútil.

Si tuviera la oportunidad de hacer abrir los ojos a todos... Dios, eso sería una
oportunidad de oro invaluable. Pero JungKook no es tan mediocre como parece: sabe que
necesita amor para vivir, acepta el amor de su padre, el poco amor que su madre le dio; el
amor de su prima y su medio primo. El amor familiar está bien...

Pero el amor en términos de pareja, en una relación romántica... No.


Es repugnante. Odia escuchar a los que dicen que su vida depende de otra persona.
Odia ver que todos sufren por perder a alguien que quieren con todo su corazón hasta
desvivirse, odia que alguien más intente reparar el daño provocado por el amor, por el
romance y las pequeñas tonterías de las relaciones. Porque es inútil. Puedes pegar todas
las piezas del vaso pero seguirás distinguiendo las rupturas y conocerás el origen de estas.

En su habitación, confundido por sus pensamientos y a un paso de colapsar por sus


propios intereses, voltea a la izquierda... Entonces "eso" está ahí, perfectamente
conservado e idéntico como el día en el que se lo regaló: el cartel con su nombre. A su
derecha está el maletín. Y si ve un poco más allá, podría distinguir perfectamente la bola de
estambre roja... Solo entonces JungKook sabe que está loco, y que está loco de remate.

Se enfermó y ni siquiera se dio cuenta del instante en el que pasó. Por eso se sintió mal
el día de la fiesta, por eso todo da vueltas constantemente y por eso su mundo se colorea
de un azul profundo que adora... O lo había estado haciendo hasta que el problema
comenzó a hacerse más grande.

Escucha a lo lejos nuevamente un toque en su puerta y, poniéndose las sandalias más


cercanas, camina hasta ella sin tener los pies en la tierra. Al abrirla, un señor de lentes,
cabello grisáceo y maletas está ahí enfrente, con una expresión seria y moviéndose de lado
a lado, impaciente por la espera. JungKook ve a su papá, dedicándole una mueca poco
expresiva. El señor Jeon saluda a su hijo moviendo la cabeza a la vez que exhala fuerte.

— Casi otro año más sin tu madre, JungKookie.


Capítulo XXXVII

JungKook permanece sentado en el sofá, viendo cómo su padre deja en la mesa de centro
un gran bote de helado, algunas cervezas y frituras de su preferencia. Sí, así se pasan la
víspera del aniversario de su madre, haciendo nada más que observarse entre ellos y
pensar en lo sucedido, repitiendo el recuerdo de forma constante. Por más que JungKook
quisiera salir, ir a la escuela y continuar con sus rutinas normales, su padre se mostraría en
contra, evitándole incluso salir de casa.

Antes, cuando era más pequeño, solía pensar que era lo mejor del mundo quedarse en
casa sin hacer absolutamente nada, ni tender su cama ni hacer tarea; sin embargo, el paso
de los años lo hizo percatarse de la realidad. Es más que deprimente pensar en su madre,
es triste pensar en ella y recordar el amor puro que jamás pudo demostrarle, pensar en los
abrazos que jamás le dio y los secretos que nunca compartieron. Cuando la fecha de
muerte de su madre se acerca, su padre entra en un estado de encierro mental que lo deja
con los ojos fijos en un punto lejano del apartamento.

Pero el señor Jeon no es el único afectado.

Los días sin su madre pasaron desapercibidos hasta que cumplió 12 años y por fin
pensó en ella; por fin se dio cuenta de cuánta falta le hacía. Lo peor fue que comenzó a
tener eso en mente después de que una chica por primera vez se le declarara. Como era de
esperarse, JungKook la alejó, pues no tenía ni un guía para saber cómo reaccionar.

— Mañana —le dice su papá, destapando la comida— iremos por la tarde al cementerio.
También van tus abuelos, y... ¿Creo que la hermana de mamá? Quiero que te pongas la
camisa roja, ya te queda, ¿verdad?

La camisa roja. Esa camisa fue comprada años atrás en un ataque de emoción de la
señora Jeon. Insistía en que su hijo se la pondría una vez que fuera lo suficientemente alto
y grande; y para ese momento, cuando a JungKook le quedaba perfectamente bien,
acentuando su figura y sin colgársele de las mangas, ya había cumplido diez años
guardada.

— ¿La camisa roja?

— Sí. Sabes que mamá amaba esa cosa.

El menor toma una de las frituras que ha llevado su padre y las abre. Son sus favoritas,
de esas que lleva siempre en su mochila de entrenamiento. En cuanto da la primera
mordida, una memoria fugaz cruza por mente: aquel partido donde cierto tonto se acabó
todo lo que compró un día antes... El día en el que TaeHyung estuvo ahí con su garganta
siendo desgastada hasta el grado de quedar ligeramente ronco. JungKook masca el
pedazo, viendo el suelo con melancolía; a la vez, un dolor ahoga su pecho, justo igual que
los últimos días. De inmediato dirige los ojos a su padre, quien también tiene la mirada
puesta en el techo poco interesante.

Kook a duras penas comprende lo que está sintiendo. Relaciona todas sus emociones
con las fases horrorosas que enumera cada vez que piensa en el romance; fases que
repudia justamente porque no puede entenderlas.

— Papá. —La voz del pelinegro se hace escuchar por encima del ruido de la televisión,
consiguiendo que su padre ponga la atención en él—. ¿Cómo conociste a mamá?

Aunque esa es la última pregunta que puede esperar de su hijo, el señor Jeon cierra los
ojos ante una fugaz memoria, sonriendo para sí mismo y, abriendo una vez más los orbes,
se topa con la expresión neutra de su hijo. En su vida le han preguntado algo semejante y
resulta extraño hablar de repente sobre la única persona que supo amarlo con el corazón, la
mente y el alma; hablar de ella, de su esposa, la única a la que amó tanto y que siempre
amaría. El padre de JungKook mete de nuevo una fritura a su boca antes de responderle a
su hijo.

Y Jeon JungKook también está nervioso, observando fijamente a su padre pues jamás
ha preguntado antes sobre ella, sobre la mujer que lo cuidó tanto y lo amó... Y lo ama,
desde algún lugar en el cielo. Tampoco preguntó antes sobre la relación de sus padres.
Saber sobre ella pudo ser doloroso en otra época de su vida, cuando culpaba a seres
externos por haberle robado a su madre y nunca más devolverla, cuando el sufrimiento le
pegó y se vio perdido en un mundo sin nadie que le aconsejara desde un punto distinto al
de su papá.

Sin embargo, en ese momento... cree que será reconfortante saber de ella.

— Estábamos en la misma escuela —responde el señor—. Ella era menor que yo. Una
vez yo iba caminando y ella corriendo como la loca que era. Ahí nos conocimos.

El hijo recarga la cabeza en su mano, con deseos de perderse en la historia, ser capaz
de hacerse una imagen de lo que sucedió... Pero se ve imposibilitado al no recordar con
exactitud a su madre; no saber cómo es su sonrisa de diferentes ángulos y en distintas
situaciones, o su personalidad por completo. Lo único que puede imaginar es algo
semejante a la imagen de su departamento. Eso no es suficiente para él.
— Y se tropezó conmigo —continúa su padre—, hizo que nos cayéramos. En ese
entonces yo era un gruñón, terminé diciéndole algo no muy cortés.

— ¿Y qué hizo mamá?

— Se rio y me dijo: "Vaya, creo que eres mi tipo".

JungKook creía que su madre era otro tipo de mujer, así que fácilmente la historia de su
padre logra hacerlo cambiar de parecer en menos de dos segundos. No obstante, si es
sincero, la imagen apenas brindada es tan agradable como la imagen que se creó antes de
conocer aquella anécdota. A leguas se sabe que su mamá era una persona llena de amor,
ilusión y activismo... Una mujer positiva.

Él se acomoda un poco con la intención de escuchar más sobre su madre, mientras su


padre termina contando cada detalle después de la pequeña historia del inicio de su amor:
cómo ella llegaba a verlo al estudio de su universidad, cómo ella siempre era insistente con
las citas y cómo su padre terminó cayendo por su madre.

Es lindo saber todo eso.

— Y... mamá... ¿Cómo era ella? Su... personalidad.

La pregunta hace que el hombre se quede en silencio mientras busca aquellas memorias
conservadas sobre su esposa. Así, cuando tiene una idea clara, decide soltarla.

— Al principio, molesta... O eso sentía al ser un gruñón porque no estaba acostumbrado


a tener a gente tan cerca. Mis padres no fueron muy cercanos a mí, y yo tenía la mala
costumbre de alejarme de los demás —admite su padre, terminando la cerveza—. Tu mamá
mejoró eso, supo cómo hacerme reír sin necesidad de mucho. No era molesta, más bien
siempre fue una mujer... positiva y dedicada.

El menor casi de inmediato siente el dolor en su estómago hacer acto de presencia y


molestarlo hasta el fondo de su alma. Lleva una mano hacia él, deseando tranquilizarlo con
el tacto ligero; pero no lo logra y ni siquiera está cerca de hacerlo. JungKook exhala pesado,
pasando a un estado de intranquilidad que lo pone de inmediato nervioso.

Sabe que, efectivamente, su madre era muy parecida a Kim TaeHyung.


No mal entiendan, ese pensamiento es una idea pasajera que viene a su mente de vez
en cuando.

El nombre de TaeHyung se cuela en su cabeza, golpeando en ella y haciendo eco; de


forma casi inevitable, a su paso desata un montón de dudas que JungKook no puede
ignorar. Entonces una de esas preguntas hace más ruido que las demás.

— Oye, papá —llama rápidamente—. ¿Por qué mamá te decía Poochie?

El señor Jeon deja caer sus ojos por un segundo en su hijo, sin entender cómo recuerda
el apodo y por qué saca el tema tan de pronto. El menor era demasiado pequeño como para
tener grabado el "Poochie" en su cabeza, y nunca han hablado antes de esa costumbre tan
arraigada que ella tenía. Es muy extraño que su hijo sepa especialmente de eso.

No obstante, prefiere dejar de lado las dudas en su mente y se concentra en disfrutar su


pequeño momento de fragilidad emocional para pasar tiempo con su hijo.

— Eso es fácil —dice acomodándose en su sofá—. Cuando tu mamá supo que me


gustaba, notó que yo hacía todo tipo de cosas para obtener su atención.

JungKook esperaba otro tipo de historia... Pero no puede negar que es extrañamente
satisfactorio que su madre fue quien puso el apodo y que de cierta manera cobró cierta
importancia en su vida.

Pensar en por qué eso se volvió importante lo hace sentirse un poco más mareado. Va a
vomitar.

— ¿Solo por eso?

— Poochie significa perrito, ¿sabías eso? —cuestiona el señor Jeon. Su hijo niega, pues
aunque siempre tuvo una idea del significado, no era la acertada—. Tu mamá decía que era
como un perrito porque siempre estaba detrás de ella después de que comenzó a gustarme.

Aunque usó mal ese apodo con Tae durante tanto tiempo, la verdad es que no está muy
lejos de lo que solía suceder antes... Cuando se veía cada día de su vida siendo perseguido
por Kim TaeHyung... Cuando solía suceder.
El silencio los abruma por un segundo. El menor no quiere decir nada para arruinar el
momento y salir de su mente; sin embargo no entiende por qué su papá tampoco habla. El
otro está extrañamente calmado, a sabiendas de que en algún momento toda esa situación
se tornaría en un instante incómoda. JungKook se queda perdido en sus pensamientos, que
tratan sobre su madre, o TaeHyung, o su padre. Esas tres personas presentes en su cabeza
ocupan un espacio preciado en su anatomía. Quiere unir y aliar cabos con la intención de
entender qué es lo que quiere, qué es lo que quiere decir, qué es lo que desea. Lo que en
realidad desea.

De repente, su padre le toca el hombro, en un intento de sacarlo del trance donde ha


estado.

— ¿Tienes algún problema, JungKookie?

Ese apodo, jugueteo de su propio nombre, tampoco ayuda mucho.

— Papá, ¿te arrepientes de haber conocido a mamá?

La pregunta casi ofende al señor, quien por un momento se queda callado pensando las
razones detrás de aquel cuestionamiento. Ciertamente se siente un tanto sorprendido...
Aunque no del todo. Lo que le sorprende en realidad es la forma en la que su hijo ha
preguntado eso.

— Claro que no, jamás pasará eso. ¿Por qué habría de arrepentirme?—responde,
destapando otra cerveza y bebiendo de ella con calma—. A pesar de todo, ella me dio
momentos muy felices... Nuestra juventud, los paseos, nuestra boda, el nacimiento de mi
hijo. Esos momentos... Esos momentos sobrepasan por mucho a los tristes.

Es increíble que una respuesta como aquella tenga una pregunta tan complicada. Esas
palabras hacen que la cabeza de JungKook comience a trabajar de forma rápida. Enumera
uno a uno recuerdos que en su cabeza se han mantenido fríamente congelados en la parte
más oscura de sus recuerdos... La felicidad es un sentimiento al cual no le presta
demasiada atención... Y sin embargo, cosas que lo atormentan se han mantenido siempre
en la primera fila de sus recuerdos.

Pero ahí está su padre... Diciéndole que sobre todo la felicidad ganaría. Que los
recuerdos que te hacen sentir bien son incluso más que el dolor permanente en tu
estómago.
Así que es eso... el amor... ¿Da más felicidad que dolor?

— Mm... Bien.

La banal respuesta le da el parámetro suficiente al padre para cambiar de tema.


Siguiendo un rumbo similar, y con la ligera idea de lo que sucede con su hijo, el señor Jeon
no se siente culpable al cuestionarlo.

— ¿Y TaeHyung?

Los ojos del menor caen directos en su padre, con algo de sorpresa y agonía. JungKook
no sabe qué esperar de su papá al enterarse de lo que pasó... Es decir, no le iba a contar
todo, ni la forma en la que se expresó ni la telaraña de confusiones que se le fueron encima
después... O el golpe. Con suerte y le dirá una cuarta parte.

Ni siquiera hay algo divertido que rescatar de una situación como esa. Y lo peor es que
le duele decírselo. Son recuerdos recientes. El dolor, el estúpido dolor, sigue fresco en su
alma y esta se niega a desecharlo; su corazón se aferra a la agonía producto de su
estupidez.

— Mmm, TaeHyung... —suelta en un tono melancólico, mientras recarga la mejilla sobre


su puño—. No lo sé, papá. Es extraño.

Y aunque él piensa que no, su padre es capaz de ver en aquella expresión la cantidad
de problemas que, quizá, su hijo tiene. Lo conoce.

— Espero que todo vaya bien. Recuerda que no siempre te encuentras aalguien que te
dice "creo que eres mi tipo".

— ¿Estás insinuando que yo lo hice? Tal vez me parezco bastante a ti, ¿no? Hablo sin
pensar.

Él mira a su papá por medio segundo, para después verlo asentir. Baja la mirada de
nuevo, con deseos de esconderse debajo de las sábanas tal cual niño.
— No lo sé, JungKook. Tu manera de ser es diferente a la mía, pero tendemos a cometer
errores... que tarde o temprano debemos resolver por nuestra cuenta —dice el señor—. De
todas maneras puedes contarme cuando te creas preparado.

JungKook memoriza las palabras de su padre. Al final decide no contarle aún los
problemas que su corazón tiene. Por más que sabe que huir del tema es peligroso para su
salud mental, entiende que el hablar algo así con su padre también sería un gran, gran
problema.
Capítulo XXXVIII

Noviembre es una de las épocas favoritas de TaeHyung. Las personas comienzan a adornar
sus casas, sus padres ponen de una vez el arbolito de Navidad y él les ayuda con las luces
y la estrella. Afuera, como todos las Navidades desde hace 7 años, se pone un Santa Claus
inflable que dice "hohoho" cada vez que alguien presiona su mano.

Sí. Si TaeHyung no se sintiera tan solo y derrotado, probablemente estaría muy contento.

— Al fin llegaste a la escuela —dice JiSoo viéndole con media sonrisa.

TaeHyung alza los ojos hacia su amigo, incapaz de sonreírle correctamente; es más, ni
siquiera puede hacerlo. En su lugar sale una mueca más parecida al desagrado, pues es lo
que a duras penas puede exteriorizar. TaeHyung faltó dos días a la escuela después del
momento más fatídico de su vida. No se sintió bien emocionalmente; así que para no verse
obligado a asistir tuvo que decirles a sus padres que durante la fiesta se enfermó.
Misteriosamente, ellos le creyeron sin dudar ni un segundo de él, dejándolo pasar dos días
enteros encerrado en su habitación. No obstante, después de esos días se vieron en la
necesidad de obligarlo a ir pues no dejarían que su hijo faltase así de la nada. Por la
mañana la señora Kim revisó su temperatura unas dos veces y su padre le llevó bebidas
energizantes en un intento desesperado de ver a su hijito revivir de la inexistente
enfermedad que tenía.

Aunque claramente TaeHyung no tiene nada más que dolor de corazón; una enfermedad
que, al pasar de los días, se hace peor. Sin lograr su cometido, no pudo evitar asistir a la
escuela.

— Hola.

— ¿Cómo estás ahora? ¿Algo mejor? —se atreve a preguntar Joshua rascándose la
nuca con pena.

El castaño dirige sus ojos hasta él, notando la banca vacía y caminando hasta ella para
sentarse. Suelta un suspiro pesado que deja ver su resignación.

— Bueno, estoy de pie. Y respiro. Y hoy desayuné hotcakes, así que no estoy tan mal.

— ¡Kim TaeeeeeeeeeHyuuuuuuuung!
Los dos chicos voltean a causa del alto grito.

En pocos segundos, Park Jimin llega corriendo hasta donde están TaeHyung y Hong
JiSoo sentados. Sus brazos envuelven con cariño al castaño y él, extrañado por la acción
repentina de Jimin, devuelve el abrazo con dos simples palmadas que son solo para no
dejarlo colgado. Pronto también llega YoonGi, quien una vez más envuelve ahora a los dos
chicos. Joshua, sin poder creer que está siendo excluido de un abrazo grupal, se abre paso
entre los brazos de los dos nuevos y se une al abrazo.

Después de un rato, TaeHyung termina por sentirse un poco mejor al saber que esos tres
chicos están ahí para apoyarlo... Que sus amigos, sin importar qué, se encuentran delante
suyo con sonrisas y un montón de ánimos para levantarlo del suelo.

— ¿Cómo estás? ¿Te sientes mejor? ¿Quieres un helado? ¿Quieres que vayamos a un
karaoke hoy? ¿Ya hablaste con tus papás? ¿Quieres que te compremos algo? YoonGi paga
—suelta Jimin rápidamente aún aferrado a TaeHyung.

El chico de cabellos castaños tarda en procesar todas las preguntas y le mira dudoso.

— Sí. No. No. Está bien, vayamos al karaoke —responde a cada una de las preguntas
apenas recordándolas—. No he hablado con ellos de eso, y quiero que me compren un
chocolate. ¿YoonGi paga?

Jimin zarandea a TaeHyung en un intento inútil de eliminar ese tono de voz tan extraño
que carga consigo... No suele hablar tan apagado, lleno de tristeza y melancolía. Es
entendible, claro... Pero no agradable. TaeHyung es una persona alegre y optimista, una
persona que usa un tono de voz feliz y dulce, que te hace detenerte a pensar en lo bella que
es la vida. Por lo tanto, para que un tono de voz como ese sea el de TaeHyung, entonces
debe estar más que triste por el pelinegro. Todos saben eso... Kim TaeHyung está
sentimentalmente decaído.

Las miradas de la mitad de la comunidad escolar no se quedan atrás. Es muchísimo más


que obvio que todos saben que la pareja de esos dos ha terminado por completo, y de una
vez por todas. Lo más probable, y de quien el grupo de amigos de TaeHyung sospecha, es
que su amado amigo Yeo ChangGu fue quien esparció la noticia en cuanto tuvo la
oportunidad. De todas maneras, TaeHyung deja que los demás hablen. Mientras no se le
pongan enfrente a molestarlo no le importa lo que digan.
— ¡Que estés así me pone triste! —Jimin dice, alejándose y mirando a YoonGi a la vez
que le da una palmada en el hombro al mayor—. Qué bueno golpeaste a ese bastar-

YoonGi le cubre la boca a Jimin rápidamente, en un intento de detener aquellas palabras


que lo dejarían en evidencia de la peor forma posible. El pelinegro mira directamente a
TaeHyung y regresa los ojos a Jimin, culpándolo del próximo caos que se viene. Eso, se
suponía, no debía saberlo TaeHyung. Es que ese golpe fue en motivo de un enojo profundo
y de defender a TaeHyung, porque es como su hermanito menor, y como hermano mayor no
puede permitir ver a su pequeño familiar llorar desconsolado. El problema es que su
hermanito menor odia ese tipo de comportamientos.

Tae abre los ojos sorprendido, dejando caer sus orbes en Joshua, quien evita ser
observado directo a los ojos; después mira a Jimin, quien ya cubre su propia boca; y por
último ve a YoonGi, que está cruzado de brazos con una expresión de resignación.

— ¿Que tú hiciste qué, Min YoonGi?

YoonGi rueda los ojos y hace una seña con sus dedos, casi juntando por completo el
índice y el pulgar.

— Fue solo un golpecito.

— Pensé que le habías sacado sangre —menciona Jimin, tapándose la boca


inmediatamente al darse cuenta de su error—. ¡Perdón!

— ¿Y lo dejaste muy herido, YoonGi?

Todos miran a TaeHyung como si fuese un loco, sin poder creer el calibre de aquella
pregunta. Es decir, no lo creen, están impresionados porque TaeHyung a pesar de todo se
interesa por ese idiota que no se ha dignado en intentar explicarse; pero sí que lo
entienden. TaeHyung se encuentra tan enamorado (no hace falta que alguien lo exhiba, es
más que obvio) de JungKook... Y por muy frío, o malo, o cruel, la cosa funciona así. A
TaeHyung lo consumía la atracción, el cariño por el pelinegro, además de un sentimiento
extraño en su corazón.

Es cierto que el rechazo es duro. Sin embargo, eso no fue un rechazo... Fue una
mentira; una mentira grande y unas palabras inolvidables que se quedaron grabadas en su
mente y se repiten una y otra vez.
— ¿Por qué te interesas tanto por él, Tae? —YoonGi cuestiona dejando caer su mano en
el hombro del castaño—. Él ni siquiera preguntó por ti.

Eso es suficiente para que Jimin le suelte un codazo fuerte a YoonGi tras ver la
expresión desanimada de TaeHyung, quien no tarda en fijar sus ojos en el suelo.

— Eso fue algo duro, ¿sabes?

¿Y cómo no va a ser duro? Cuando te preocupas por alguien que no se preocupa por ti,
entonces sabes que no ocupas ni un pedacito en la mente de esa persona. TaeHyung siente
una clase de culpabilidad creciendo en sí mismo. Sabe que no ha cuidado bien de su propio
corazón y que tiene que dejar de lado a Jeon JungKook para prestarse atención y hacer lo
posible en la medida de sus recursos. Y sí, es tan difícil ver por ti mismo cuando deseas
estar con alguien más; sin embargo, eso no quita el hecho de que TaeHyung desee
hacerlo... Aunque es tan difícil que avanza lentamente.

Joshua nota que el momento se ha tornado oscuro, melancólico para TaeHyung. Por
esto junta ambas cejas y observa a los presentes con algo de preocupación. De pronto
recuerda que ha llevado algo especialmente para su TaeHyung, su crush platónico
imposible... Pero más que nada, uno de sus mejores amigos. Así, sacándolo de su mochila,
tiende en la mano de TaeHyung un dulce de envoltura perfectamente curada.

— Ten, TaeHyung —habla—. ¿No dijiste que te gustan las paletas de limón? Pues, te
traje una.

Bien. Eso es lo jodido de una ruptura. Principalmente porque apenas ha entrado en la


fase donde hasta el agua te recuerda a alguien, donde el cielo es un espejo de tus
memorias y los colores dibujan el rostro de tu ser perdido. No es de esperarse menos. Han
pasado tan pocos días desde que sucedió y es una jodida pena estar ahí frente a todos con
deseos de llorar, a pesar de ya haber derramado litros de aguas saladas. TaeHyung quiere
vomitar también, porque su estómago tiene una desconocida presión que empeora sus
emociones y hace ver a su alrededor montañas melancólicas que lo hunden en recuerdos
inútiles.

No quiere hacerse más preguntas, o intentar averiguar las razones por las que JungKook
habló cosas sin sentido (al menos para él) del amor; ni de cómo el otro no quiere tenerlo en
su vida. Es más que suficiente saber que nunca —en propias palabras del pelinegro— se
enamoraría de "alguien como él".
TaeHyung abre la paleta, metiéndosela en la boca sin pensar mucho más de lo
necesario. Recarga su cabeza en el borde de la banca de concreto, en espera de un suceso
que lo haga pensar en otras cosas.

— Gracias, Joshua.

No sabe por qué, pero el sabor a limón de inmediato le recuerda a JungKook. Siempre
fue su sabor favorito, en helados, golosinas o incluso en el sabor de comidas saladas. Quizá
le recuerda tanto a JungKook porque el limón es ácido y deja una sensación inolvidable en
la lengua.

— TaeHyung oppa. —La voz de Eunha se hace presente. Todos miran atentamente a la
chica y le sonríen, excepto Tae, que no está de humor—. ¿Sabes por qué JungKook oppa
no ha venido todos estos días?

Escuchar sobre JungKook es emocionalmente un golpe duro, sobre todo cuando se


empeña tanto en olvidarlo y todo el mundo parece recordárselo. El castaño niega un par de
veces, lamiendo su paleta en un intento vago de pretender que está todo bien.

La chica hace una reverencia antes de irse, un poco decepcionada por no obtener la
respuesta que desea.

TaeHyung tiene muchas dudas que probablemente nunca resolverá. A la vez, hay algo
claro: no puede obligar a JungKook a estar con él por más que le quiera y desee tenerlo
cerca. Ese pensamiento lo hace cuestionarse un par de veces qué tan buen mentiroso es
Jeon.

A ese grado, no es capaz de llegar a una conclusión exacta. ¿De verdad mintió? ¿O no
lo hizo?

Lo peor de todo es que darle vueltas al tema es dañino... Pero dejarlo atrás es aún peor.
Capítulo XXXIX

TaeHyung permanece quieto en su lugar viendo a YoonGi llegar con todos esos dulces.
Joshua toma uno al instante, aunque TaeHyung se toma su tiempo y ve a cada uno de los
caramelos, buscando al indicado que será digno de ser devorado, aunque finalmente no se
le antoja ninguno. Tiene el corazón intranquilo, los últimos días ha sido así. No ve a
JungKook por ninguna parte y eso solo logra que su interior se revuelva y tenga más
ansiedad.

Cierta parte de él desea buscarlo, verlo, aunque sea para culparlo de todo el dolor que
carga.

— Vamos, Tae, come algo. No has estado comiendo bien.

— Claro que he estado comiendo bien. Ayer ustedes me dieron dos botes de helado, y
me los comí yo solo. Hoy no tengo ganas de...

Los ojos de TaeHyung capturan una imagen nueva: Jeon JungKook entra por las puertas
de la cafetería con una bolsa entre sus manos; vestido diferente de lo usual, pues no lleva
su gabardina a pesar de hacer un frío infernal. También porta un suéter que adorna su
cuerpo —un suéter celeste—, un pantalón de mezclilla clara y sus botas que jamás lo
abandonarían.

TaeHyung mantiene la vista en él, a la vez que se repite en la cabeza "es un chico malo,
un chico muy malo... y cruel", en un intento estúpido de dejar de prestarle atención, cuando
es lo que más incrementa a cada segundo.

— TaeHyung —la voz de Jimin le saca de sus pensamientos—. Eso no es sano.

Joshua interviene en ese instante, poniéndole una mano en el hombro a TaeHyung. Es


fácil percibir que aquel pelinegro nervioso siempre está intentando hacer reír a quien sea.
Aunque es muy tímido, si conoces bien a Hong Joshua te hará reír tanto como lo desees.

— Deja que TaeHyung haga eso, Jimin hyung. Si le dices que no lo haga, pronto se
convertirá en un dolor más fuerte.

Jimin, JiSoo y YoonGi se meten en una conversación que no es lo suficientemente


interesante para que TaeHyung se detenga y deje de ver al pelinegro. Las advertencias,
avisos y palabras de sus amigos simplemente resultan en importarle poco: no hay forma en
la que de un día a otro deje de brindarle su atención a JungKook.

En cambio se hace tantas preguntas sobre él.

No logra entender cómo es posible que Jeon JungKook sea un actor de primera... ¿Es
que en realidad lo es? Las palabras que salieron de su boca fueron total y completamente
creíbles. No parecía el típico mentiroso hablador al que se le ve desde lejos que no dice la
verdad. Si estaba mintiendo, nadie pudo darse cuenta, y si decía la verdad... Bueno, si
decía la verdad, entonces qué lástima que creyera que el amor es detestable.

Cierta parte de su alma, a pesar de no saber qué creer, se inclina más por pensar que
JungKook mintió. El chico mentía, pero no entiende sobre qué. ¿Sobre el amor o sobre
jamás salir con "alguien como él"? De todas maneras, es inútil cuantas veces se preguntara
eso... La versión oficial nunca será escuchada, pues el único que la sabe es Jeon
JungKook.

Con la mirada siguiendo cada paso del pelinegro, exhala inconforme con sus
conclusiones... Pero sucede algo que lo hace temblar de pies a cabeza. En un momento
donde sus ojos se concentran en el pelinegro, el corazón se le acelera cuando aquellos
orbes oscuros con ojeras remarcadas se conectan con los de él.

TaeHyung al ser dueño de los ojos de JungKook, por medio segundo, siente su mundo
caer. De un instante a otro quiere llorar, aunque sigue sorprendido por el surreal momento
que vive. Antes de durar más tiempo con esa conexión extraña que lo hace sentir ansioso,
se da la vuelta hacia sus amigos.

— ¡Tae! ¿Estás bien? —YoonGi suelta preocupado a su mejor amigo antes de


zarandearlo—. Estás pálido.

— Sí —responde el castaño—. Es solo que de repente JungKook... Chocamos miradas.

Joshua suelta uno de esos suspiros que dan más a entender que una mirada. Claro que
está un poco más que nervioso y preocupado por TaeHyung... De hecho todos lo están.
Guardan silencio en la mesa, con la incomodidad creciendo como una planta bien cuidada y
sin lograr entender el difícil proceso de un corazón roto. Mientras Jimin se pregunta por qué
TaeHyung está sufriendo y le presta atención a la vez, TaeHyung busca el cómo no hacerlo.
Constantemente se pregunta si ese dolor es necesario. Si todo lo que pasó, desde el
primer día, valió la pena.

Siempre termina diciéndose a sí mismo que sí... Conocer a JungKook fue raro y
doloroso... Y también revolucionario. Él, de alguna manera, le enseñó cosas mínimas que
en algún momento podrían ser útiles. También le dio momentos inolvidables, momentos que
atesoraría... Momentos felices.

Sí. No desea no haber conocido a Jeon JungKook.

[...]

Como el tiempo avanza rápido, entre más días pasan, TaeHyung está solo un poquito mejor.
Poquito, porque ver a JungKook todos los días sigue siendo tan doloroso como la primera
mañana cuando, una vez más, lo encontró en la escuela. Después de su distanciamiento,
nadie más volvió a acercarse a JungKook con el propósito de salir con él.

Es que JungKook seguía rechazándolos. Le gustara la idea o no. Los primeros valientes
que se acercaron fueron ignorados enfrente de toda la escuela, los demás sencillamente
recibieron palabras que carecían de valor y una mirada gélida que los dejó en el suelo.
Hasta corre un rumor: se dice que le dijo a una chica que dejara de molestar, porque,
realmente, no volvería a salir con nadie... Nunca más.

TaeHyung fue atacado con preguntas de pronto. Ahora es conocido por haber roto al
único "chico irrompible", al "joven helado JungKook", a "JungKook el imposible"; todos
adoran a Tae por ser ese que hizo lo que nunca más...: detener a Jeon JungKook. No
obstante TaeHyung no se deja llevar por esos comentarios y siempre les responde que
molestar a cualquiera de esa manera es cruel.

— ¡Ya se acerca tu cumpleaños, TaeHyung! —exclama YoonGi, pasando un brazo por


encima de los hombros de TaeHyung —. ¿Qué quieres de regalo?

TaeHyung, casi a punto de responder que quiere una bufanda, se queda callado
pensando en su respuesta y negando rápidamente ante su opción. No tiene el mismo
sentido, no es igual y tampoco es algo sencillo de superar. Ese pensamiento casi le hace
llorar de nuevo. Por cierto, no quiere admitirlo, pero a leguas es fácil darse cuenta de que
está un tanto deprimido. Es incapaz de solucionar ese problema en su corazón y las dudas
en su mente siguen inconclusas.
Cuando por fin va a responder que quiere salir a comer pizza y helado de limón, los
gritos impacientes de Jimin y Joshua los llaman.

— ¡TAEHYUNG, YOONGI HYUNG!

— ¡TaeHyung, YoonGi, vengan ya! ¡Vengan, vengan!

YoonGi mira a los dos chicos agitar sus manos unos metros más adelante. Es más que
obvio que algo sucede, no por nada Jimin se sostiene de los hombros de Joshua para dar
de saltos mientras sigue gritando el nombre de ambos, a la vez que JiSoo patalea en su
lugar, desesperado por la reacción tardía. Después de un segundo sus ojos se dirigen hasta
Tae, quien les observa con una ceja alzada.

El mayor no entiende de dónde tanta emoción. La escena le es extrañamente conocida,


aunque no logra encontrarla entre sus recuerdos.

— ¿Crees que sea importante? —pregunta TaeHyung a YoonGi.

Los dos miran de nuevo a Joshua y a Jimin saltando como pequeños canguros. Agitan
sus manos con una expresión sorpresiva, desesperados y rogando a gritos que se
apuraran, tal cual dos niños emocionados por fuegos artificiales.

— Bueno, por algo están saltando, así que supongo que debe serlo.

Ambos, YoonGi y TaeHyung, se ponen de pie y caminan tranquilos hasta JiSoo y Jimin.
No pasa menos de un segundo para que estos dos chicos chismosos los tomen de las
manos, guiándolos apresuradamente mientras dicen cosas sin sentido. El camino no es tan
desastroso como la velocidad en la que van; es tranquilo, no hay muchos estudiantes. Se
escuchan varias porras a lo lejos, pero nada a lo que en realidad quieran prestarle atención.
TaeHyung, en vez de concentrarse en sus amigos, observa los árboles y sus ramas sin
hojas, que son hermosas. El clima comienza a ser frío, dando un aspecto solitario al cielo.

Cuando Jimin dejó de arrastrarlo, TaeHyung sale de su trance, quitando la vista del cielo
y el paisaje. De inmediato, se ve obligado a llevar los ojos hasta el centro de la cancha.

De un segundo a otro, siente el corazón subirle a la garganta y una ola de nervios


recorrer cada parte de su cuerpo. Su mente se nubla, su racionalidad desaparece y lo único
que puede hacer es observar asustado la escena.
— ¡WooSeok, WooSeok, WooSeok!

— ¡JungKook, JungKook, JungKook!

Esos nombres se oyen al unísono a lo largo del recinto, en gritos desesperados que
pretenden animar la situación y calentar a los participantes. Los dos chicos, pertenecientes
al mismo club de la escuela, se encuentran en medio de un círculo formado por gente,
siendo apoyados por distintos integrantes de la comunidad escolar. Aparentemente es una
pelea. ¡Y Dios! Cómo no va a serla, si WooSeok tiene una expresión que es visiblemente de
enojo, y a JungKook se le ve que poco a poco la paciencia se le termina.

TaeHyung abre la boca en grande antes de taparla con ambas manos debido al impacto
de la situación. Deja caer sus ojos en Jimin, quien tiene una emoción espeluznante en los
ojos y no puede dejar de moverse de lado a lado al mismo tiempo que muerde sus uñas.
Por otro lado, YoonGi se mantiene en silencio, incrédulo ante la situación.

— Qué demonios.

La voz de TaeHyung se ve ligeramente ahogada por el susurro de los demás. Hasta que
el silencio azota de un segundo a otro cuando WooSeok dice algo al oído de JungKook.
Ninguno de los presentes escucha aquellas palabras. Ni TaeHyung, que quiere hacerlo. A
pesar de todo no puede evitar preocuparse por cosas que no deben interesarle. Es incapaz
de no preocuparse por Jeon JungKook, menos cuando ve en él una expresión jamás vista:
el pelinegro está a nada de lanzarse encima del otro, por más calmado que es.

Los gritos apasionados de los estudiantes se escuchan un poco más fuerte en el


momento en que esos dos solo se miran sin dar un paso en falso. JungKook permanece
quieto en su lugar, hablándole con tranquilidad WooSeok.

— Jimin, alguien tiene que detenerlos... ¡Ellos se van a pelear! —dice Joshua al borde
del colapso.

TaeHyung, en silencio, observa cuidadosamente a JungKook hablar en un intento inútil


de leer sus labios y traducir sus palabras. Por detrás suyo, Jimin, Joshua y YoonGi
acuerdan efusivamente avisar a las autoridades escolares, no solo por la gravedad del
problema y lo enojados que lucen ambos candidatos, sino por TaeHyung, quien aunque no
lo admite está más que nervioso y es posible verlo con su movimiento de lado a lado.
De pronto un sonido seco genera un silencio inmediato en todo el lugar, dejando a los
demás con la respiración entrecortada y la sorpresa en sus rostros. Cuando TaeHyung es
consciente de la situación y los gritos se alzan emocionados para comenzar con lo bueno,
cae en cuenta de que WooSeok ha soltado el primer golpe directamente al pómulo izquierdo
de JungKook. Es así cómo la pelea se abre paso en medio de la cancha. Jeon JungKook
con los ojos rojos del enojo lanza su puño al rostro del otro. Todos observan atentamente
los golpes al aire y alientan la situación, tratándolos como un show.

Tratándolos como siempre han tratado a JungKook: como una atracción.

— ¡Llamen a alguien! —grita TaeHyung preocupado.

La impaciencia del momento hace que Jimin salga como un rayo en busca de la
enfermera Min, quien de seguro estaría más que preocupada porque su JungKook
estuviese lanzando golpes en medio de la cancha. De la misma manera, JiSoo usa su
rapidez y todas sus fuerzas para avisar a los maestros y directivos, preocupado en misma
cantidad por JungKook.

YoonGi se queda en su lugar, confundido por la situación y pensando formas en las que
podría separar a esos dos jóvenes; aunque también pendiente de TaeHyung pues se lo ve
demasiado alterado y dentro de poco estaría paranoico. Esto no solo porque odia por
completo la violencia, sino porque el involucrado es JungKook. El castaño una vez más
presta atención a los golpes del centro, haciéndose espacio entre los alumnos que le
empujan.

JungKook limpia el fino hilo rojo que viaja lentamente por la comisura de sus labios para
tomar del cuello a WooSeok, propinándole golpe tras golpe mientras le es posible. Ambos
cegados por el arduo momento son incapaces de detenerse, incluso cuando hay quienes
les piden que lo hagan. Lamentablemente, hay más de los que siguen avivando la llama.

— ¡Vamos JungKook!

— ¡WooSeok, dale un golpe en la nariz!

Dos golpes bien dados de forma inoportuna hacen que se separen, tomando sus
distancias y recuperando fuerzas para continuar el encuentro. En WooSeok es posible notar
una mirada altanera que lo caracteriza la mayor parte del tiempo. Por otro lado, JungKook
desea transmitir seguridad con su cuerpo, pero sus ojos lo delatan y hacen ver que está tan
alterado que no puede respirar correctamente. Pasados unos segundos, sus miradas se
conectan, y el juego inicia la siguiente ronda cuando el de mayor estatura se mueve hasta
JungKook alzando su puño. Entonces el otro hace exactamente lo mismo.

En un ataque de nervios, TaeHyung decide no ser partícipe de los que presencian esa
discusión sin hacer absolutamente nada. Analizando su alrededor y tanteando el espacio
entre los presentes, empuja con fuerza a los que están delante suyo.

— ¡Muévanse, por favor! ¡Muévanse, muévanse! —grita golpeando a todo el que se le


ponga enfrente.

Así, en menos de un segundo, TaeHyung se aleja de YoonGi, quien al darse cuenta toma
del brazo al chico que se niega a quedarse en su lugar.

— TaeHyung, ¡no! ¡Quédate! —pide antes de que él se zafe de su agarre.

Cuando TaeHyung pone un pie en el círculo gigante, las miradas se posan en él dejando
a todos con la boca abierta y recibiendo gritos de YoonGi, que no puede abrirse paso entre
los demás para sacar al castaño de ahí. Jeon JungKook se queda sorprendido y con los
ojos puestos él. Estáticos, se miran a tan solo unos pocos metros por primera vez después
de tanto tiempo.

En ese instante efímero JungKook se hace unas mil preguntas: ¿por qué TaeHyung hace
esa clase de cosas? ¿Por qué no puede mantenerse a salvo? ¿Qué necesidad tiene de
ponerse en peligro?

Y ese instante es suficiente para que WooSeok gane ventaja y le propone un golpe
fuerte a la mandíbula de JungKook. De esta manera logra que el chico se tambalee y lleve
la mano a su rostro, quejándose por el dolor que le provoca. Una vez más, perdido en sus
sentidos enfurecidos, JungKook no puede evitar continuar la pelea con dureza y furia, ahora
incluso con una razón más para continuar sin dar parámetros de perder.

TaeHyung, incluso más preocupado que antes, hace todo lo posible por llegar
rápidamente al centro. Sin saber cómo, toma con fuerza del brazo a JungKook, apegándole
a su propio cuerpo. Se pone en medio de ambos, con la respiración entrecortada y el miedo
subiendo en toda su anatomía al estar frente a los ojos furiosos de WooSeok.

— ¡Detente! —le grita a WooSeok—. ¡Por favor, para! ¡No lo golpees más!
Aunque JungKook no quiere ser defendido de esa manera, comprende por qué
TaeHyung hace una petición tan débil mientras lo sostiene del brazo como si fuese a
escapar.

Si la pelea continua tan desenfrenada, debido a la estatura de WooSeok, quien saldrá


más herido y golpeado es JungKook. Por muy, tan, o demasiado intimidante que luzca, lo
cierto es que su tamaño no es el suficiente en ese momento.

— Muévete, TaeHyung. Esto es entre él y yo —suelta WooSeok cansado, apuntando


hasta JungKook—. No me gustaría golpearte, Poochie.

Importándole poco si fuese a ganar o no, JungKook se zafa del agarre de TaeHyung para
tirarse encima del otro. Nuestro pelinegro tiene más cosas en la cabeza que una simple
discusión comenzada por estupideces. ¿Por qué se esmeran en hacerlo enojar usando ese
apodo? ¿Por qué lo utilizan en vano? Después de que Woo se tropieza, ambos caen el
suelo. Una vez encima de WooSeok, JungKook lo sostiene fuerte de la camisa,
propinándole golpe, tras golpe, tras golpe.

El castaño una vez más toma del brazo a JungKook para levantarlo del suelo, por más
que el chico se remueve con la intención de seguir con su labor y dejar al otro derrotado.
Sin embargo, JungKook no tarda en ponerse de pie, dando unos pasos hacia donde
TaeHyung lo guía del brazo. Ve que a WooSeok lo sujetan Min YoonGi y Jung HoSeok,
aunque se lo ve un tanto cansado y débil.

— Suéltame —dice JungKook a TaeHyung, con respiración entrecortada—. Solo dos


golpes más.

— Deja de ser tan idiota y de comportarte así —le dice al pelinegro en un tono severo.

YoonGi y HoSeok mantienen quieto a WooSeok, la mirada intensa del chico combinada
con una sonrisa cínica hace que JungKook quiera pegarle una vez más para quitarle esa
sonrisa de idiota que no pide más que otro puñetazo en su cara.

— Suéltame.

— No si vas a pegarle —le responde TaeHyung a JungKook.

Rendido, JungKook niega varias veces con su labio sangrando, sus mejillas hechas un
lío y su cabello revuelto.
— No lo haré. Ya suéltame, TaeHyung.

El ruido de los tacones de una maestra, los quejidos de la señora Min y el zapato firme
del director hace que todos huyan de la escena, abandonando a los peleadores y a los
valientes que los separaron. Aunque TaeHyung se aferra un segundo a JungKook con
temor, pero justo después de recibir una mirada de YoonGi lo suelta. Los directivos analizan
atentos a todos los que están ahí, por si alguno quiere huir del lugar, abandonando sus
castigos. TaeHyung mira a Joshua y Jimin, quienes comen sus uñas impacientes a causa
de la preocupación.

— Ustedes siete —apunta el director con voz gruesa—. Vengan conmigo.


Capítulo XL

TaeHyung sale de la oficina de director, seguido un minuto después por JungKook. Sus ojos
se topan directamente con los de él, y aunque parece que quiere decir algo, el pelinegro da
la media vuelta en su lugar y desaparece por el pasillo con las manos hechos puños. Jung
WooSeok camina hacia el otro lado, perdiéndose. Segundos después, sus amigos corren
hasta donde está y lo sacuden con efusividad.

— ¿Qué pasó? ¿Por qué se pelearon? ¿Explicaron que tú no hiciste nada? —YoonGi
toma de ambos hombros a Tae.

No hay gran cosa que contar sobre la llamada de atención en la dirección, pues no pasó
mucho. Los únicos que entraron fueron TaeHyung, JungKook y WooSeok. Durante el rato
que el director preguntó las causas de la pelea, ninguno de los tres habló y menos
TaeHyung, que no sabía la razón exacta del problema. En algún punto, WooSeok explicó
que en realidad TaeHyung no había participado en los golpes y que solo estuvo ahí cuando
defendió a JungKook. Jeon también aportó unas pocas palabras sobre el castaño, pero,
además de eso, nada; todo el rato estuvo callado y con los ojos puestos en un punto fijo.

JungKook y WooSeok estarían suspendidos un mes. Claro que les brindaron antes que
nada primeros auxilios; la señora Min incluso regañó a JungKook por meterse en problemas
cuando es un buen chico.

Antes de salir, el director le pidió a JungKook y a WooSeok que se quedaran. Tae no


supo para qué o por qué; y tampoco lo sabría pues se vio obligado a salir en cuanto el viejo
dijo eso.

— No sé por qué pelearon —admite TaeHyung a los chicos—. Aparentemente es un


problema del pasado. Y sí, no tengo consecuencias.

Un suspiro general sale de los labios de sus amigos junto con unas sonrisitas tranquilas.
Todos se encuentran especialmente aliviados, pues pensaban que TaeHyung recibiría un
castigo al igual que los dos participantes de la contienda.

— ¡OYE! PERO ¿VISTE CUANDO JUNGKOOK LO GOLPEÓ POR LLAMART...?

HoSeok le pone la mano en la boca a Joshua para que no siga hablando. Todos miran al
chico de cabellos negros reírse nervioso, aunque nadie dice nada más.
Ninguno comprende lo de "Poochie"; sin embargo, saben que es importante para
TaeHyung, puesto que lo mencionó alguna vez en sus conversaciones.

— Sí, sobre eso... No importa —termina TaeHyung.

[...]

JungKook avienta el maletín al suelo y suelta un suspiro frustrado. La puerta detrás de él se


estrella a causa de su enojo, y lo primero que hace es gritar al techo de su casa, sacando
desde lo más profundo de su ser la frustración, el enojo, incertidumbre y todo sentimiento
que lo hace sentir encerrado en su propia mente, repitiéndose una y otra vez los errores que
ha cometido. No es una persona de muchas palabras; no puede expresar sus sentimientos
de una mejor manera, así que la única que ha hallado, que es lo suficientemente
reconfortante, es gritar. Pero también tiene ganas de vomitar sentimientos, y eso solo causa
que se estese más.

— ¡¿Qué demonios con el mundo?!

Cae rendido ante el colapso psicológico que cree tener, pues no tiene ni la más mínima
idea de cómo continuar con sus problemas y vencerlos uno a uno. Todo regresa a su
cabeza: la mirada por la mañana y después cuando el estúpido de Jung WooSeok se
acercó a hablarle para iniciar una discusión que eventualmente se convirtió en una lucha
mano a mano. Pensó que era algo normal que él se acercara a hablarle, considerando que
no tenían problemas en la actualidad y que, después de todo, son compañeros de equipo.

Sin embargo, lo primero que escuchó de sus labios fue "quítate de mi camino con Kim
TaeHyung".

Bueno, aunque en realidad se enojó por eso. De hecho, estaba preparado para escuchar
cualquier "estupidez" de parte de WooSeok, el chico que siempre quiere adelantársele
desde que tiene memoria. Le respondió tranquilamente que tiene el camino libre, en un
intento fallido de convencerse de que ya no estaría nunca más cerca de TaeHyung.
Después de eso, WooSeok dijo que sería gracioso aprovecharse de TaeHyung, lo cual fue
tan solo el inicio de una serie de frases mal intencionadas que hicieron enojar a JungKook.
Una cosa llegó a la otra, el primer golpe y todo se fue en picada. Mientras se golpeaban las
cosas cobraban otro sentido. Yeo ChangGu había influenciado aquella discusión: WooSeok
dijo que ChangGu le habló sobre TaeHyung, sobre su apodo, "Poochie" y su relación
extraña y fallida.
— Bien —la voz de SeokJin se escuchó, haciendo que JungKook dé un salto en su lugar
y mire al chico—. Estás más tranquilo, ¿verdad?

— ¿Qué demonios haces aquí?

SeokJin baja los hombros, quitándose la olla que lleva puesta en la cabeza como
protección ante el alterado Jeon JungKook. Examina de arriba abajo al chico, notando su
respiración agitada y sus ojos molestos, para después apuntarle y recargarse en el borde de
la pared.

— Tu papá me habló para que viniera. Dijo que tenías algunos problemas.

El pelinegro exhala a frustrado, sintiéndose envuelto en una película dramática que no es


de su agrado. Con SeokJin ahí se da cuenta de que su padre por primera vez mete su nariz
en asuntos de noviazgo. Eso tan solo logra enfurecerlo diez veces más, haciéndolo levantar
de su lugar para dedicarle una mirada directa al chico que lo observa desde su lugar con
curiosidad. Por último, toma su maletín con fuerza y se encierra en su habitación con la
esperanza de no ser molestado.

Aquellos ojos altaneros molestan a Jin, quien rara vez ha visto a JungKook actuar como
un adolescente perdido en los problemas de los adolescentes. Esta sorpresa lo hace
mantenerse quieto, con la mirada perdida en la puerta del pelinegro... ¿Y ahora qué se
supone que debe hacer?

— ¿No quieres hablar de eso ahora? —le grita a JungKook.

— ¡No! —responde enojado—. ¡Deja de tratarme como si fuera un niño! ¡No preguntes
más!

SeokJin es primo de JungKook, por parte de la media hermana de su mamá. Son


cercanos de cierta manera, aunque no lo suficiente porque gran parte de su vida se lo
pasaron alejados. Las pocas veces que visitaron al otro solían jugar a las escondidas, con
muñecos o cosas que les llamaran la atención a dos pequeños niños. Sin embargo, la
diferencia de edad los distanció al igual que sus ubicaciones geográficas, y para cuando los
dos entraron a su vida escolar, la conexión fue aún menor. Tienen una relación deteriorada y
poco común, pero eso no evita que se preocupen en medida por el otro.

JungKook odia que su padre quiera meterse en sus problemas. ¡No desea ayuda!
Suficiente es con su propia cabeza que le pide hacer cosas que su pecho no puede.
SeokJin se acerca a la puerta de JungKook, recargándose en ella para averiguar lo que
sucede dentro. Apenas puede percibir el tintineo de algunas cosas y el cuerpo pesado del
chico caer en la cama.

— ¿Estás seguro de que no necesitas ayuda?

— Que no —suelta aún enojado.

El mayor logra escuchar a JungKook caminar después de un minuto de silencio. Cuando


el pomo de la puerta alerta a Jin de la llegada del chico se irgue en su lugar mirando con
una ceja alzada al pelinegro que asoma la cabeza con una expresión tensa y sus cejas
hacia abajo. JungKook está lastimado, todo su rostro con moretones y una vendita en su
nariz hinchada, cosa que SeokJin apenas descubre una vez que lo observa con demasiado
cuidado y detenimiento.

— ¿Qué te pasó en la cara? ¿Te peleaste o algo así?

JungKook rueda los ojos, harto de esas preguntas que tienen respuestas claramente
obvias. Seguramente si le explica lo sucedido, irá con su padre a contarle lo que sucedió y
estaría demasiado preocupado lo que resta de su tiempo juntos en el departamento. Por
esto prefiere guardar el secreto y dejarlo con la duda de no saber con exactitud qué es lo
que había pasado. Además, no existe ninguna razón para contarle las razones por las que
peleó...Ni el problema con TaeHyung. Y tampoco es que pueda hablar el tema con firmeza,
si apenas lo está procesando y entendiendo. ¿Cómo se lo contaría a alguien más? Los
últimos días, el deseo de vomitar, el dolor de cabeza, dolor de pecho había incrementado
con la imagen del castaño repitiéndose una y otra vez dentro de su mente.

Está enfermo. Sí.

— Salí porque te quiero hacer una pregunta.

Las palabras de JungKook son secas y bien entonadas. SeokJin se fija en los moretones
repartidos por todo su rostro, en la nariz y en su mandíbula; seguido de esto asiente algo
confundido pues JungKook evadió la pregunta de la pelea y prefirió hablar de algo más.

— ¿Sabes tejer?
El mayor mira atento a JungKook ante la pregunta, una pregunta bastante extraña y
específica. No logra hacer más que alzar una ceja, pensando en las razones por las que
JungKook está preguntándole si sabe tejer. ¿Tejer? ¿Tejer qué? ¿Por qué demonios quiere
tejer?

— ¿Tejer? —cuestiona SeokJin inclinándose hacia el pelinegro.

— Sí. Tejer. Ya sabes... agujas, estambre.

— No, no sé tejer.

JungKook bufa en alto, cerrando la puerta enfrente de Jin sin importarle poco que su
primo se mantenga con una mirada confundida sin comprender lo que sucede. SeokJin se
queda quieto, anonadado y preguntándose un montón de veces por qué Jeon JungKook,
quien por cierto a duras penas se cocina un huevo, quiere aprender a tejer. Por un segundo
desea comprender al pequeño Kook, un niñito al cual siempre apreció por su capacidad de
soportar el dolor y mantenerlo dentro suyo... Pero también comprende que no puede
obligarlo a contarle por lo que está pasando, y sabe que lo que más necesita es alguien que
lo apoye en la medida de sus deseos. Jin golpetea la puerta con la intención de llamar la
atención de su primito.

— Pero podemos aprender —propone seguro de sus palabras—. Hay muchos videos.

Es poco el tiempo que SeokJin se queda esperando a JungKook, ya que unos segundos
después la puerta se abre. El menor analiza de arriba abajo a su primo, buscando alguna
señal de engaño pero no la halla. En cambio Jin le sonríe sincero y asiente unas cuantas
veces.

— ¿En serio?

Jin rueda los ojos exasperado por JungKook... Es de familia eso de hartarse de las
personas.

— En serio. Pero tienes que contarme qué te sucede.

— No.
— Bueno, no. —Se rinde Jin—. Al menos tenía que intentarlo.
Capítulo XLI

Desde el día de la pelea, TaeHyung tiene un escudo que nadie es capaz de traspasar. La
fama de ser "el chico de JungKook" se extiende con rapidez, así que nadie (y cuando digo
nadie es porque nadie de nadie) se mete con él. Eso resulta ser un constante recuerdo
doloroso para él, quien a pesar de no ver a JungKook tiene un dolor incrementando en el
costado izquierdo de su pecho.

Las semanas pasaron rápidamente y el mes de noviembre terminó dándole entrada a


diciembre, el mejor mes de todos. Cuando TaeHyung se pone a analizar los diciembres de
años pasados, es obvio que es una bofetada a su mejilla, puesto que es el peor que ha
pasado en años. Ni siquiera cuando Santa le llevó calcetines de regalo fue tan triste como el
de ese año.

El día es aburrido, ya a mitad del mes puede sentir más cerca de lo que cree su
cumpleaños. A pesar de no querer celebrar, pues su humor no es tal para hacerlo, tiene en
cuenta su fecha especial y cuánto pudo haberlo disfrutado de no estar lidiando con un mal
de corazón que le duele hasta el fondo de su alma.

— ¿Vas a regresar solo a casa, TaeHyung? —pregunta Jimin viéndole directamente


cuando es tiempo de separarse.

YoonGi se había ido unos minutos antes junto con HoSeok y Joshua, pues viven
relativamente por el mismo rumbo. Es común que Jimin lo acompañe por la tarde, perdiendo
el tiempo en las bancas de la escuela y conversando de tonterías; sin embargo los últimos
días Jimin vio tan decaído al pobre castaño que terminaba acompañándolo a casa para
despedirlo y distraerlo de la melancolía del mes.

TaeHyung mira a Jimin desde su lugar, y le asiente seguro de que ese día al fin podrá
llegar a casa sin detenerse a pensar cosas que se supone están en el pasado. El rubio agita
la mano, desapareciendo en su camino entre la ligera nieve que cae.

El castaño lleva los ojos al suelo, pensando en un tonto pelinegro que comienza a
molestar, no solo su día a día, sino también en sus sueños y sus pensamientos inútiles de
cosas que parecían antes triviales y de poca importancia. Quiere entenderlo y comprender
las palabras que dijo, aliarlas y darles un sentido en lo que él llamó una relación de
sentimientos verdaderos, pero por más vueltas que le da al asunto, no lo logra. Cada vez
que se acuerda de él, buenas memorias invaden su cabeza, porque tiene que admitir que
aunque el camino fue difícil, hubo muchas cosas buenas, pequeñas acciones que creyó
hacían la diferencia. A veces quiere regresar a él.
Sin embargo, si de algo está seguro es que jamás daría un paso en falso otra vez por
ese chico.

— TaeHyung.

Cuando escucha la voz de JungKook, puede sentir en su estómago que algo surge... Tal
vez nervios, coraje o una melancolía abrasadora. En automático, su pecho duele y jura que
si lo ve a los ojos puede hasta llorar. Alza la mirada, viéndolo directamente: él, en esa tarde,
está siendo tan él como siempre lo es. Lo observa por un segundo, intentando averiguar las
intenciones del pelinegro que no hace más que estar de pie... De pronto, TaeHyung
despierta de su trance, pues su conciencia le grita que se aleje y tiene la intención de
hacerle caso prácticamente de inmediato.

— No —dice poniéndose de pie, a la vez que toma su mochila. ¿Es que el chico no está
suspendido?—. No voy a hablar contigo, ni quiero hacerlo.

JungKook mira desde su lugar cómo el chico tiene la intención de alejarse. Sin saber
cómo reaccionar a eso, se queda estático impidiéndole el paso a TaeHyung, quien no tarda
nada en mirarlo con recelo.

— Solo necesito que me escuches un segundo.

¿Qué tal fácil creyó que sería? No entiende del todo, sabe que no es fácil, pero entre
más se acerca a TaeHyung, su estómago más se retrae y le impide hablar. El chico está
nervioso, sus manos le tiemblan un poco y quiere vomitar hasta sentirse vacío. Tampoco
puede creer que está haciendo eso, delante de TaeHyung; que se muestra nervioso y
pretende hacer y decir cosas que no son propias de él. Es incapaz de aceptar enfrente de
ese chico que está enamorado.

Es completamente inútil en esa situación, incluso cuando ensayó palabra por palabra lo
que diría.

— Déjame pasar —pide el mayor en un intento de ignorarlo.

TaeHyung intenta rodear al pelinegro haciéndose a un lado, pero él se lo impide


siguiéndole los pasos. Enojado lo mira directamente, chocando con los orbes de JungKook,
los cuales apenas demuestran sentimiento alguno. Se mueve al lado contrario, esperando
que el pelinegro lo deje pasar, mas no puede pues JungKook hace exactamente lo mismo
que un segundo atrás.
— Solo te pido un segundo, TaeHyung —repite.

— No —niega furioso—. Tuviste mucho tiempo para explicarlo, ¿por qué hasta ahora?
¿Vienes a recalcarme que todo fue una mentira?

El menor no recuerda una sola vez donde una frase le hubiese dolido tanto. Aun saliendo
de la boca del menor, sabe lo que hizo y el remordimiento intruso come su pecho cada vez
que lo que lo recuerda. JungKook se siente tan culpable que es incapaz de olvidar el
problema y dejarlo ir con el viento.

Una vez más, TaeHyung baja los hombros creyendo que el chico lo dejaría ir, pues tiene
los ojos pegados al suelo. Pero no es así. En cuando quiere caminar, JungKook lo mira y se
pone enfrente suyo para que no huya.

— Por... Por favor.

En un acto de desesperación, el pelinegro toma de los hombros a TaeHyung, ya que


necesita que lo escuche, de verdad lo necesita.

— ¡Deja de hacer eso! ¿Por qué eres tan difícil? —se queja TaeHyung enojado. Sin
embargo, ante la mirada intranquila de JungKook, termina cruzándose de brazos—. ¿Qué
quieres?

JungKook suspira, dejando un peso enorme atrás y a la vez sintiendo la enfermedad


emanar de su cuerpo. En ese instante, por más pequeño que es, su mundo comienza a
pintarse de azul e inconscientemente está tranquilo e intranquilo. Tranquilo porque ha
logrado uno de sus objetivos, intranquilo porque lo peor apenas comienza. Pasa la mano
por el puente de su nariz, harto de la situación.

— Bueno, mira, TaeHyung... —se dispone a hablar sin lograrlo, pues en cambio salen un
montón de expresiones tontas que no explican absolutamente nada.

Es obvio que no está ni la mitad de listo. A pesar de tener cosas claras en su cabeza y
haber ensayado lo que quiere dar a entender, mentalmente no se encuentra preparado para
aceptar un sentimiento de ese tamaño, principalmente porque sus propios ideales no se lo
permiten y no se ha dado cuenta de que tiene que dar todo de sí mismo, aun con miedo de
perder lo demás. Vuelve a suspirar frustrado, gritándose mentalmente con enojo por no
desfogar sus emociones y permanecer con un rostro neutro aunque ligeramente
preocupado. Cuando las palabras se han quedado atoradas en el camino, cubre su cara
con desespero.

TaeHyung tampoco coopera con la situación, pero lo comprende. No es como si la cosa


fuese sencilla para él, cuando es quien más sufrió.

— ¡Apresúrate! —pide el castaño.

— Sigues siendo tan molesto como siempre.

La incredulidad del momento es inentendible. TaeHyung se encuentra de pie en la


espera de que el otro diga una palabra y no se quede a mitad de la oración, dejándolo con
la duda creciendo y la desesperación al límite. Después está JungKook, que tiene las
manos en la cara cubriendo la mitad de su rostro en busca de palabras indicadas que
puedan definir lo que dentro suyo se desarrolla y engrandece de forma desmedida.

¡Es un fiasco! No debió seguir las indicaciones de SeokJin. Tuvo que haber ignorado los
consejos de su primo y quedarse en su cuarto tejiendo y hacer lo que debía en el momento
indicado; sin presiones, ni temor, ni dudas en su cabeza. No tener ese sentimiento de asfixia
enfrente de TaeHyung, cuando su mensaje está más disperso en su cabeza que la idea de
disculparse. Tener a TaeHyung de cerca, nuevamente, es tan alucinante que no logra
centrar sus objetivos.

— ¿Por qué es tan difícil decirlo? —oye a TaeHyung hablar, con cierto tono bajo—.
¿Acaso no confías ni un poco en mí?

Los ojos de JungKook se posan directamente en él. TaeHyung está mirando inexpresivo
el suelo, aún con sus brazos cruzados. Casi puede apostar que quiere llorar, que está más
enojado que en un inicio y que su paciencia se agota a medida que pasa el tiempo. El
menor se siente más nervioso solo por verla calidad del drama que irradia TaeHyung, por
más que sabe que es la personalidad específica del castaño, actuando a su manera y
dejando sus sentimientos fluir antes de pensar en ello.

— Guarda silencio un momento.

TaeHyung rueda los ojos, accediendo implícitamente a la petición de JungKook. A causa


del frío, sus mejillas y su nariz han tomado un color carmesí que se pierde en su piel.
Guardando silencio solo por un pequeño momento, JungKook no da señales de siquiera
poder iniciar con el supuesto discurso que parecía tener preparado. Por el contrario,
permanece con una mano sobre cubriendo su frente, en un intento meramente inútil de
ocultar la vergüenza y el dolor de estómago que tiene.

TaeHyung no tiene su tiempo. Estar ahí delante suyo es golpe tras golpe en su corazón.
Sabe que si sigue observándolo de esa manera eventualmente se le hará más difícil dejarlo
ir. ¿Por qué JungKook tan de pronto hace cosas como esa? El castaño solo quiere
escucharlo, darse la vuelta e irse. Lo peor es que, muy en el fondo, sabe que en realidad
quiere escuchar una buena disculpa, una explicación tan siquiera pequeña que lo excuse
por tan solo un minuto. Tal vez eso ayudaría a minimizar un poco su intranquilidad.

— ¿Tan malo es, JungKook?

Sin estar en la posición para hartarse, JungKook no puede creer que el chico no pueda
aguardar un poco en lo que organiza sus ideas. Quitando la mano de su frente, mira a
TaeHyung con sus ojos intensos que capturan la intensidad del momento: esos orbes
irradian preocupación, timidez y miedo.

Tal vez si TaeHyung no estuviese tan confundido, podría darse cuenta de que, al igual
que él mismo, JungKook no tiene la capacidad de estar enfrente de él y hablar
tranquilamente de sus sentimientos.

— Sí, es malo. ¿No entiendes? Esto no es un tema que me paso gritando, ni siquiera
hablando —responde irritado—. ¿No puedes esperar siquiera un minuto más, por favor?

Pero TaeHyung está casi igual de nervioso, irritado e intranquilo que JungKook, así que
no tarda nada en explotar en igual o mayor cantidad debido a su frustración.

— Pues, ¿sabes qué? Pudiste empezar diciendo eso. Oh, no sé, ¡tal vez aclarar lo que
ibas a decirme en vez de hacerme perder el tiempo!

Y es que, si ponemos las cartas sobre la mesa... No. JungKook no está en la posición
para pelear. Ah, pero tiene unas ganas de hacerlo, tiene tantas ganas de discutir y sacar
toda la presión en su pecho que es inevitable que conteste en mismo tono al castaño.

— ¿Y por qué sigues aquí si te estoy haciendo perder el tiempo? Si tienes que irte y no
puedes esperarme, ¡entonces vete!
— ¿Ah, sí? —TaeHyung toma su mochila con enojo antes de gritarle al chico—: ¡Pues
bien! ¡Me iré entonces!

JungKook tiene las cejas hacia abajo por su clara molestia, a la vez que mira cínico y
con sus brazos cruzados a TaeHyung, quien se prepara rápidamente para irse.

— Pues vete —dice JungKook.

— ¡Bien!

— ¡Bien!

— ¡Superbién!

TaeHyung comienza a caminar enojado alejándose de JungKook. Cuando el pelinegro


no lo ve más, se niega a creer que acaba de vivir un momento surreal y estúpido, en el cual
ninguno de los dos pudo controlarse para actuar con madurez. A sabiendas de que él
mismo es el potencial inmaduro y quien debió mantener la calma en todo momento,
JungKook grita en su lugar alguna estupidez para liberar su tensión.

Definitivamente hablar con TaeHyung es más difícil de lo que pensó.


Capítulo XLII

Estar harto no abarca su sentir, y tampoco lo es decir que está medio muerto. Yace sentado
sobre su cama, viendo fijamente la puerta, pensando en tonterías e intentando distraerse de
su propia perdición. Fue el último día de clases, pues las vacaciones de invierno ya están
en la puerta. Ya no tiene deberes ni nada que hacer, y, justo después de decirle a su madre
que no desea ver a nadie, se encerró en su habitación.

Lleva así unas cuantas semanas, en un estado de evasión hacia el mundo externo,
enojado con la vida, enojado con Jeon JungKook por ser tan inmaduro y poco expresivo.
Odia que sea así, odia estar corriendo en círculos con el pelinegro aunque no aclaren nada,
aunque no desee más una explicación y aunque no se vean. ¿Por qué tiene tan presente a
ese chico incluso cuando ni siquiera hablan?

De pronto, algo se le viene a la cabeza así que se pone de pie y abre su laptop,
inmediatamente buscando a NamJoon entre sus contactos e intercambiando algunos
mensajes con él. Su primo, a quien rara vez ve, habla sobre los deseos que tiene de poder
pasar la Navidad y el cumpleaños de TaeHyung en casa de sus tíos, pero que se ve
imposibilitado a causa de la escuela a la que asiste.

— TaeHyung —habla su madre detrás de la puerta. Luego toca cuatro veces y abre.

La señora Kim está más que preocupada por su hijo. TaeHyung se ve ligeramente
deprimido, con ojos llorosos de vez en cuando y rara vez come, cuando antes era el que
más llenaba su plato; incluso le quitaba comida a su padre. Sin embargo, a pesar de
incitarlo a comer lo suficiente, no es que pueda hacer mucho cuando TaeHyung se niega a
hacerlo y termina cenando cosas que no son saludables ni le brindan sustento alguno.

TaeHyung lleva los ojos a su mamá, sonriéndole pequeño para que no se preocupe,
antes de voltearse de nuevo a la computadora.

— Dime, mamá.

— ¿Quieres comer pastel? —pregunta ella esperanzada.

No obstante, TaeHyung se limita a negar con la cabeza y decirle que está bien, que tal
vez comería más al rato. Es más que obvio que pretende pasar sus vacaciones encerrado
porque no quiere ningún tipo de contacto fuera; piensa que eso solo lo deprimiría más. No
quiere ver la nieve caer por la casa, ni escuchar la molesta canción de "Feliz Navidad" que
las luces del arbolito repiten una y otra vez con ese pitido chillante que revienta el tímpano.
Pero, lo más importante, no quiere que su papá le pregunte por JungKook o por su estado
de tristeza.

Su cuarto es la mejor cueva anti-padres/preguntas que existe.

— ¿Seguro? No has estado comiendo bien. ¿Tienes algún problema?

No es que no confíe en sus padres. Pasa que lo que menos quiere es darles una
preocupación más, una preocupación adolescente y amorosa. Si lo supera pronto, entonces
todo volverá a la normalidad y sencillamente las cosas tomarán su rumbo inequívoco.

— No, mamá. Estoy bien. Comeré más al rato, te lo prometo.

Todo estaría tan bien si JungKook no fuese un idiota, es lo que piensa TaeHyung
mientras ve a su madre asentir y sonreírle para salir de su cierto y dejarlo solo.

Faltan unos pocos días para su cumpleaños. No son más de siete.

A diferencia de años pasados, su alma no tiene emoción y nadie en la casa parece estar
animado para celebrarlo. En otro momento de su vida le hubiese gustado ir a una gran
fiesta y celebrar su nacimiento como si en serio tuviese relevancia alguna para el mundo
entero. ¿Pero ahora? No. Ni siquiera tiene ganas de salir de su cuarto, así que una fiesta
sería la peor opción.

YoonGi insistió unas cuantas veces en salir con los demás chicos, ir al karaoke porque
ama el karaoke, comer hamburguesas, cosas dulces, helado... Su mejor amigo realmente
no quiere verlo encerrado en un día tan especial. TaeHyung esperaba su cumpleaños con
tanto deseo y felicidad. Sin embargo, su corazón está tan decaído que no aceptó la
propuesta y en cambio prefirió simplemente estar en casa.

TaeHyung suelta un suspiro, tumbándose en la cama y pataleando.

Una vez más, TaeHyung escucha que llaman a su puerta con tres toques lentos. Él se
levanta un poco exaltado por la insistencia intensa de su madre para que comiera algo
cuando acababa de decirle que no quería hacerlo. Pero no se molesta con ella a sabiendas
de que solo está preocupada por su situación y que lo único que quiere es verlo feliz.
— Pasa —le dice a su madre.

Cuando la puerta se abre, JungKook entra de lleno y cierra la puerta por detrás suyo.

— Bien, ya logré llegar hasta acá, así que ahora vas a escucharme.

Cuando TaeHyung escucha esa voz, por instinto se pone de pie encima de su colchón.
Es tan surreal que le cuesta creer que está sucediendo. Su corazón se acelera, el miedo
crece y las ganas de gritar se incrementan de forma desmedida. Puede sentir la mirada de
JungKook sobre él. Esos orbes oscuros están indecisos y su dueño está recargado en la
puerta con el pie moviéndose de lado a lado. Es fácil darse cuenta de que ni siquiera
JungKook puede creer que ha llegado tan lejos.

A causa de la impresión, el castaño toma una almohada y se la avienta con todas sus
fuerzas al pelinegro. JungKook cubre su rostro con las manos, evitando el golpe para
después ver a TaeHyung confundido.

— ¡¿Quién te dejó entrar?! —le grita aventando otra almohada.

JungKook la toma antes de que impacte en él y la tira al suelo con una expresión
ligeramente confusa debido a la acción tan poco usual del otro.

— Tú me dejaste entrar.

— ¡A mi casa!

— Al parecer le agrado a tu madre.

El mayor sigue sobre su cama, examinando impaciente a JungKook con una expresión
enojada y curiosa. Lo que más quiere es darle un golpe a JungKook porque lo tiene harto.
¿Por qué no le dice que mejor se vaya? ¿Es necesario estar dando tantas vueltas si no
llegan a nada?

— No quiero que estés aquí.


Baja impaciente de la cama dispuesto a sacar al pelinegro de ahí; camina hasta él,
cauteloso ante cualquier movimiento que pudiera hacer y sin quitarle los ojos de encima.
JungKook sabe que TaeHyung está más que molesto, especialmente por la forma en la que
sus cejas se juntan cercanas al inicio de su nariz y sus labios forman una línea ligeramente
curvada. Es entendible, sabe que no hizo las cosas especialmente bien tratándose de Tae.

De hecho, ni siquiera medio bien.

JungKook sabe que echó a perder todo.

— Déjame hablar antes.

TaeHyung sonríe burlándose de las palabras del chico. La escena le trae un recuerdo
poco gustoso del origen de aquel problema: la primera vez que le habló a JungKook para
pedirle ser su novio, ese momento cuando TaeHyung fue el que pidió hablar. Pero aquí hay
una gran diferencia: TaeHyung sí quiere que JungKook hable y se explique a sí mismo, por
más confuso que eso fuese.

Solo para entenderlo.

Quizá para entenderlo y entenderse.

Tal vez porque es curioso, porque lo quiere o porque tiene esperanzas. Quién sabe, ni
siquiera TaeHyung desea explicarse eso a sí mismo y buscar una buena razón.

— ¿Para qué? Si luego me vas a pedir que me vaya —pelea TaeHyung con un poco de
incomodidad.

— Un momento, tú fuiste el que empezó ese problema.

— ¡Ah! Claro, ¡ahora soy yo el que causa los problemas!

— ¡Pues sí! Tú dijiste que no te estaba diciendo nada y no pudiste esperar un maldito
minuto.

— ¡No es mi culpa que tú te tardes tanto!


De por sí JungKook no puede soportar el ataque de nervios que tiene, y TaeHyung
diciendo esa clase de cosas, reviviendo algo que ya pasó, lo hace aun más complicado.
Cuando está a punto de responder, decide quedarse callado y no seguir la discusión. No es
precisamente el momento para tontear y perder tiempo con cosas que no son relevantes.
Tiene que arreglar el problema y explicarse a sí mismo antes de que el día termine. De lo
contrario, la valentía y positivismo en sí mismo daría las últimas y todo sería un poco más
imposible.

Aún tienen un largo camino.

— Está bien, aceptaré la culpa sobre eso —se rinde JungKook a duras penas—. Pero
¿vas a escucharme?

Aunque el castaño no halla en él razones ocultas, no puede evitar dudar un poco. Quiere
creerle, decirle que sí y escuchar lo que tiene que decir... No obstante, como es de
esperarse, tiene miedo y su corazón le dice a gritos que lo saque a patadas de una vez.
¿Cómo creerle a alguien que te hizo tanto daño? Y, peor aún, ¿cómo creerle a JungKook si
no se ha retractado de sus palabras? Ni una sola maldita vez, ni siquiera ha hecho el intento
de hacerlo.

— Dame una buena razón para que pueda escucharte —habla TaeHyung con
seguridad—. Una buena razón para que confíe en ti y en tus palabras.

El menor está satisfecho con eso, pues es lo que claramente estuvo practicando:
palabras, explicarse a sí mismo y sacar sus pensamientos por muy tontos que fuesen. A
punto de hablar, se ve interrumpido por el dedo de TaeHyung enfrente de su rostro, además
de su fuerte y exigente voz.

— ¡Espera, JungKook! —grita—. Esto es en serio, dame una buena razón. No me digas
cualquier cosa, ni te excuses con frases baratas. Un sabio de cabellos negros y actitud
exasperante me dijo que si alguien te gustaba debías demostrarlo... Así que te espero.

Algo le causa tal gracia al pelinegro que no puede evitar hacerse una idea de lo que
TaeHyung tiene en la mente. Sin pensarlo mucho, dejándose llevar, JungKook suelta una
frase extraña que, de hecho, es más una bofetada para el otro.

— ¿Y quién dijo que era sobre gustarme?


Molestar a TaeHyung era una de las cosas que más le gustaba hacer cuando estaban
juntos; incluso en ese momento es divertido hacerlo. Ver las cejas de TaeHyung unirse en
su entrecejo, junto con sus ojos furiosos hacen que JungKook sonría. En cambio, para
TaeHyung eso es una señal equívoca de lo que sucedería si el chico sigue hablando.

— ¡Fuera de aquí, JungKook!

Al instante otra almohada cae directo sobre la ligera expresión graciosa de Kook, quien
se queja por el golpe de una inesperadamente pesada almohada.

— ¡Es broma! —exclama.

Aunque TaeHyung se encuentra algo molesto por la broma y la infantil seriedad de


JungKook, espera pacientemente la respuesta. Después de unos segundos, el chico
delante suyo ha cambiado su expresión. Su rostro ya no refleja gracia ni diversión, más bien
irradia nerviosismo y duda. Aprecia ver eso en él, porque entiende algo: lo que JungKook
está por decir no cualquier tontería, no es sencillo para él y tampoco es que pueda
expresarlo con toda libertad.

JungKook no es de los que te dicen lo mucho que te quiere, o aprecia, o cuánto le


importas. Él es de los que te analizan cuidadosamente para alejarse sin decir nada;
entonces tienes que adivinarle el pensamiento.

— Escucha, TaeHyung —JungKook pide su atención, y cuando el otro fija los ojos en él
continúa—. No tengo buenas razones para pedirte que confíes en mí y tampoco te daré una
gran explicación.

El mayor lo observa calculador. Los ojos de ambos están conectados con algún tipo de
magia que los mantiene así. Enojados, el uno con el otro, tal vez consigo mismos por saber
que lo que hacen es correr en círculos cuando saben que eso no es lo correcto. Ellos tienen
en la mente que su intenso juego de persecución es un intento más por no soltar algo que
tal vez no debería florecer; sin embargo, están ahí esforzándose de cierta manera y
venciendo sus temores e inseguridades porque están casi seguros de que hay algo más
después de una ruptura extraña en una fiesta de disfraces.

JungKook se repite que así es ese problema de querer a alguien por más que desees no
quererle. Él se ha analizado a sí mismo los últimos días y averiguó que está dando más
esfuerzo que nunca, por primera vez en su vida se siente exhausto de intentar e intentar
cada vez con más ganas.
De eso trata el amor, por gusto propio das más de ti sin esperar nada.

— No te voy a decir cosas cur... No soy bueno en eso —JungKook de traba de repente
pero halla la forma de continuar—. Pero soy sincero cuando te pido... Mm, esto es
vergonzoso.

— Te juro que voy a aventarte agua, con todo y el vaso.

JungKook rueda los ojos ante la respuesta intencionada de TaeHyung, quien ya sostiene
el vaso en sus manos y está a nada de tirárselo encima.

Así que... de eso se trata todo. Eso es de lo que escapó durante su adolescencia. El
sentimiento de hundimiento, la garganta seca, el corazón latiendo a mil por hora y deseos
interminables en el borde de tu pecho que golpetean hasta doler. Los ojos de TaeHyung
viéndole, queriendo que todo se arregle para ya poder seguir con la rutina que amaba.

Sí. Cómo odia todo eso.

Odia estar enamorado, pero se siente tan bien que duele.

— Perdón, TaeHyung —dice por fin—. Por lo que dije ese día... Aunque aún tengo que
explicar eso. Te pido perdón por herirte.

TaeHyung se tiñe de rojo, un rojo que cubre todo su rostro y parte de sus orejas; tiene
una mirada jamás vista y su expresión no refleja absolutamente nada. Parece un tomate, es
lo que JungKook piensa cuando los ojos del otro se quedan fijos en él. El castaño tiene
varias cosas en la cabeza. No solo sentimientos nuevos, sino que los viejos comienzan a
resurgir de dónde creyó ya ni existían. También hay una que otra idea estúpida, deseos que
hacen que su corazón tiemble y lo haga sentir nervioso.

Los dos están con la nostalgia a flor de piel y los recuerdos en su interior. Ninguno habla,
ni se mueve, ni tienen la intención de hacerlo por algunos segundos. Están como en un
inicio: sin saber qué hacer, sin saber cómo actuar enfrente del otro. Así es su problema, y
solo el de ellos; dan círculos hasta que uno de los dos rompe el esquema.

— ¿Es todo?
Aquella pregunta hace sentir inseguro a JungKook, que suelta un poco de aire y baja los
hombros, decepcionado de sí mismo.

— Por ahora sí —responde—. Es solo que... quiero que vengas conmigo a un lugar,
¿bien?

Aunque lo duda por un segundo, TaeHyung accede a la invitación del chico. No lo ha


perdonado del todo, pero va a escucharlo. Prestaría su atención a todo lo que quisiera decir.
Le cree, por muy buena o mala que fuese esa disculpa.

Confía una última vez en Jeon JungKook


Capítulo XLIII

— ¿A dónde vamos?

TaeHyung termina de ponerse bien la chamarra puesto que cae una ligera capa de nieve
que adorna la ciudad. JungKook se pone guantes y un gorro negro, antes de cargar su
maletín favorito... De hecho, su único maletín. Observa a TaeHyung con la ceja alzada y
regresa los ojos al camino.

— A la estación de trenes —responde, haciendo fila detrás de unas cuantas personas.

— ¿Uh? ¿Vamos tan lejos?

— No es tan lejos, pero no creo que quieras ir caminando.

— No tengo suficiente dinero para mi boleto, debiste decirme antes.

JungKook rueda los ojos. Es obvio que el otro solamente intenta trazar una delgada línea
y hacerle saber que aún no está perdonado. Voltea hasta TaeHyung, quien rebusca en sus
bolsillos dinero hasta que alza la vista y conectan sus ojos por un segundo. JungKook no ve
más en él que una simple inocencia característica, así que termina por ver el camino y
continuar en él.

— No sé por qué dices eso. Yo voy a pagar tu boleto.

Aliviado por eso, el mayor admira su alrededor prestando atención a las personas
cargando sus maletas, a quienes esperan, a los que están enojados porque su tren se ha
ido; disfruta el bullicio de los pasajeros, la caja registradora y su sonido. También aprecia el
tren al que van a subirse, las ventanas de este siendo ocupadas por personas que miran
hacia afuera como si estuviesen encerrados. La estación es bella. Nunca había estado ahí
antes, pues no tuvo la necesidad de viajar en tren hasta ese instante.

Regresa la mirada hasta JungKook, que le toma del brazo después de tenderle su boleto
en la mano.

— ¿Te puedo hacer algunas preguntas? —se atreve a pedir TaeHyung.


Son las seis en punto y su tren sale en no menos de diez minutos. No van tan lejos a
como se puede pensar a causa de la magnitud de la estación y el gran tren al que van a
subir; de hecho es hasta posible llegar en taxi, pero es más aburrido, más incómodo e
incluso más tardado. En tren no tardarían más de cuarenta y cinco minutos.

Aunque al pelinegro se lo ve tan inexpresivo como suele ser, lo cierto es que dentro de sí
mismo siente una ligera capa de nerviosismo expandirse y agrandarse. Sus manos sudan,
muerde sus labios inconscientemente y se tambalea de lado a lado. En su cabeza, por otro
lado, no pasa mucho; siente que su mente repite infomerciales estúpidos para evitar que se
arrepienta de sus acciones.

— Depende de qué tipo de preguntas sean.

— Bien —accede TaeHyung. Esas preguntas son ejercicio para matar los diez minutos
restantes—. Cuando dijiste que te gustaba...

El menor no puede evitar golpear su propia frente cuando escucha eso, soltando un
suspiro seguido de ver directamente a TaeHyung, quien también lo mira curioso. JungKook
realmente no quiere hablar de eso en ese momento, incluso intenta pedirle a TaeHyung con
los ojos que aguarde un momento. No obstante, TaeHyung se mantiene firme con un rostro
serio.

Es un poco vergonzoso.

— ¿No puedes esperar un poco? Hablaremos de eso más tarde.

— ¿Decías la verdad? —TaeHyung termina la pregunta, con ojos tristes y


melancólicos—. Esperaré.

Para JungKook, TaeHyung a veces es un completo misterio que no puede entender. Es


decir, sí lo hace, pero no puede captar exactamente a qué se refiere cuando hace esa clase
de pregunta, cuáles son sus verdaderos sentimientos hacia él. A momentos luce enojado, y
luego cambia su expresión, como un remolino de emociones que lo confunden. De por sí no
es un experto en eso. Hasta hace unos pocos días no siquiera prestaba atención a sus
propios sentimientos como para comprender los de Tae. El JungKook de años atrás no
estaría ahí de pie, esperando un tren hacia un lugar poco visitado.

Por otro lado, el mayor observa por un segundo al pelinegro notando su incomodidad y
corre los ojos hasta los trenes.
— Claro que dije la verdad —responde JungKook después de un silencio prolongado.
Ven que su tren abre las puertas y antes de que TaeHyung reaccione, lo toma del brazo—.
Nos tenemos que ir en ese, vamos.

Los dos dan sus boletos a quien los recibe, esa persona que se encarga de gritar las
paradas del tren para los despistados que no se dan cuenta que está a nada de partir. Así,
TaeHyung y JungKook se suben al vagón sentándose en el lugar que TaeHyung ha
escogido, uno frente al otro, en espera de los demás pasajeros. No transcurren más diez
minutos para cuando el tren parte.

Una vez comenzado el camino, el silencio descomunal los invade. Los dos están
sumergidos en sus pensamientos. Mientras JungKook checa una a una sus palabras, su
discurso y sus objetivos; TaeHyung piensa en lo débil que se ve; cierta parte de él se siente
culpable por no ser fuerte ante JungKook y permitirle que le dé su explicación, incluso
después de tanto tiempo del problema por el que se separaron. Aunque otra parte de sí
mismo se convence de que hace lo correcto. Un gritito de su corazón le insiste en que
JungKook está dando todo su esfuerzo por excusarse.

Decide continuar con las preguntas porque el silencio no es realmente lo suyo.

— ¿Qué traes en el maletín?

JungKook baja la vista hacia su maletín, regalo de TaeHyung, y la vuelve a alzar hasta el
chico. De la nada, suelta un quejido mientras cruza los brazos, dejando incómodo su
acompañante.

— Cosas —responde.

— ¿Qué clase de cosas?

— ¿Por qué me haces tantas preguntas, TaeHyung? Cosas de casa, un suéter y mi


celular.

[...]
Cuando JungKook abre los ojos, TaeHyung está viéndole fijamente. Ha transcurrido media
hora desde que salieron de la ciudad. Su vista entonces cae directamente en el paisaje, ya
que lo que menos quiere es ver a TaeHyung a la cara. Así admira las flores que se
encuentra al ver al exterior. Faltan quince minutos de viaje, es lo que aproxima el chico. El
tiempo va pasando poco a poco, sin conversación o palabras entre los dos. No es
incómodo, solo es un silencio estático que no le permite a ninguno pensar libremente.

De pronto el tren se detiene, provocando que el pelinegro mire la ventanilla y revise el la


estación en la que se han detenido. Cuando se da cuenta de que es su parada, toma su
maletín y se pone de pie junto con Tae. Justo después de bajarse, JungKook observa su
alrededor con un poco de nostalgia y, perdiéndose en el momento, le da una mirada fugaz
al castaño que rasca su nuca sin decir una sola palabra.

— Bien. A partir de ahora vamos a estar en silencio, ¿bueno?

— ¿Por qué? ¿A dónde vamos?

Indispuesto a responder eso, JungKook se da media vuelta, verificando que TaeHyung


se ponga a caminar con él. Lo cierto es que el silencio es para permitirle pensar; no es
suficiente el tener palabras exactas y un montón de ideas en su cabeza, lo que JungKook
necesita es estar claro porque de lo contrario todo ese esfuerzo y emoción se vería
aplastada por sus errores. Camina apresurado, con la tensión acrecentándose cuando el
castaño está cerca suyo y en silencio, tal como se lo pidió.

Es cierto que podrían ir en bus una vez estando ahí, pero prefiere tener a TaeHyung
caminando a su lado, callado. Disfruta esa cercanía y también lo toma como una última
oportunidad si las cosas salían mal.

Y aunque TaeHyung es un experto comprendiendo a los demás y teniéndoles empatía,


no tarda mucho para que comience a desesperarse. Esto es producto del resentimiento en
su corazón cada vez que se da cuenta de que revive una escena conocida desde el inicio
de su relación: los dos caminando juntos, sin hablar pero cómodos el uno con el otro. Está
confiando ciegamente yendo a un lugar que no conoce y con el chico que le mintió dos
veces. Por un segundo se pregunta si es un masoquista, ¿por qué está confiando en él?

— Ya casi llegamos —dice JungKook intentando calmar a su impaciente acompañante.

Cuando JungKook divisa el lugar, no le resulta agradable ver el sol del día pegando con
la barda y la reja gigante. Da un aspecto melancólico y crea una escena que evoca un
sentimiento capaz de hacerte llorar. El pelinegro da unos pasos más con TaeHyung a su
lado; el mayor se ve bastante nervioso, tan nervioso que comienza a tambalearse de lado a
lado. JungKook se detiene en un punto específico, fijándose en el estado del lugar y
suspirando. Después se voltea hasta el ser verdoso enfrente suyo.

— Llegamos —anuncia JungKook.

Los ojos de TaeHyung caen en el rosal enfrente suyo, después a su alrededor. Las rosas
están en medio de un parque angelical. En todo el lugar hay flores, árboles y las personas
pasean felices. No entiende lo que hacen ahí por más que desea hacerlo, así que
intentando saber qué hace enfrente de un montón de flores, le pregunta a JungKook:

— Y... ¿en dónde estamos? —Su tono es intranquilo—. ¿Por qué me traes hasta estas
flores?

JungKook pensó durante todo el trayecto la manera de explicar cosas que ni él suele
entender. Es decir, las entiende pero no del todo. Buscó las palabras necesarias, las que
más se apegan a su sentimiento, y las repasó hasta que se las aprendió. Lo realmente
difícil, el reto para él y a donde está cayendo todo su esfuerzo es en el explicar esas
palabras con seguridad. Mira a TaeHyung, después al rosal y, usando el mismo tono que
siempre tendría, habla.

— Es mi mamá.

Un confundido TaeHyung siente en su interior el movimiento extraño de su pecho y abre


los ojos para observar mejor las flores, dejando de tocarlas de inmediato.

— ¿Qué?

— Cuando mi mamá murió, nos dijo que plantáramos semillas de rosas aquí y que
después esparciéramos sus cenizas en el mismo lugar —suelta JungKook sin dejar de ver
el rosal.

TaeHyung pronto siente un golpe imaginario en el estómago, un golpe que le hace


querer retorcerse. Sus ojos comienzan a picar a la vez que su corazón late rápidamente,
acelerando con constancia. De repente, posa los orbes en JungKook quien sonríe tímido en
su lugar viendo las flores. Una vez más, presta atención a aquellas rosas cuidadas y altas
que, por alguna razón, se ven más hermosas que la primera vez.
No sabe qué clase de sentimiento es ese. Le es imposible descifrar si es emoción,
melancolía, tristeza o empatía.

— ¿Me estás presentando a tu madre?

Aunque la pregunta toma desprevenido al otro, no tarda mucho en responder.

— Estas flores están vivas... Así que, sí. —Le mira confundido—. Dije que te iba a
explicar algunas cosas.

El mayor no hace más que permanecer callado, con el corazón pesándole más a cada
segundo por las palabras de Jeon. No puede creer qué clase de cosas está diciendo,
exactamente las que no esperas de él. Es surreal ver a una persona como JungKook darle
tanta importancia a las palabras de su madre, al deseo de una persona que ha fallecido.
Aparentemente, lo cumplieron... Cumplieron su anhelo, hicieron lo que ella pidió y ahora ese
rosal es un lugar preciado.

Incluso para TaeHyung, que jamás la conoció.

— Necesito que guardes silencio y esperes a que te diga todo. Si después de eso aún
sigues odiándome, entonces... —El pelinegro se alza de hombros, resignado a aceptar la
decisión de TaeHyung.

Ciertamente va a sincerarse de una manera tan suya que sería difícil volver a oír algo
como eso de nuevo; no obstante, si para TaeHyung eso no es suficiente, entonces no
podría obligarlo a perdonarlo. Al final de cuentas, la decisión que tomase el castaño sería la
definitiva y tendría que respetarla.

Continuando con sus palabras, JungKook exhala, dejándose llevar.

— Si te preguntas la razón por la que te traje... es que necesito algo que te haga creer
que seré sincero. Supongo que entiendes por qué aquí... No puedo mentir estando enfrente
de mi mamá.

Las palabras quedan grabadas en su mente como si las hubiese tallado. TaeHyung
siente unas ganas de llorar que lo consumen. Solo sabe que es la primera vez que ve a
JungKook en ese estado; por primera vez puede ver detrás de esos ojos serios y gélidos a
un alma que es más que eso; ve una personalidad pura, una forma de ser única de él, real y
sincera, la cual JungKook parece no querer cambiar. En el fondo es como todos, siente al
igual que tú y que yo, ama y odia, grita y falla... Demuestra sus sentimientos... Muy a su
manera.

El menor tiene un mar de verdades impactantes, una de esas es la siguiente idea que se
repite una y otra vez dentro de su cabeza: Ya sé que sonaré ridículo, pero solo una vez y
ya. Está más que claro a este punto que no es de su agrado ser un tipo cursi, no lo es ni lo
sería, no quiere decir algo tan bochornoso como lo que está a punto de decir. Así que,
yendo en contra de su propio instinto, suelta aire antes de empezar.

— Tuve una lección cuando murió mi madre: el amor duele, porque se termina.

Una vez iniciada la explicación, TaeHyung se queda quieto con sus ojos examinando la
expresión de JungKook. Se lo ve nervioso, lo nota por la forma en la que mueve sus manos
y su respiración se corta.

— Vi a mi padre sufrir. Lo vi estar borracho, lo vi llorar, gritarle a mamá que regresara


cuando ella ya ni siquiera podía oírlo. Lo único entendí es que el amor era... —Se detiene
un momento, alzando los ojos hasta TaeHyung—... un desperdicio.

Incluso cuando siente un nudo en la garganta, ni siquiera dudando de lo difícil que es


hablar de ese tema, JungKook no se detiene. Tampoco lo hace cuando siente que le hace
falta el aire y en su estómago comienza a formarse un hueco. Nunca habló de su mamá con
nadie, ni de lo que vio cuando era un niño que no comprendía el significado de la muerte.
Para él, hablar de su madre es como dejar su alma al descubierto... La extrañaba tanto, aun
teniendo en cuenta que no la conoció tan bien como lo hizo su padre. El pelinegro cada día
de su vida deseaba tener a su mamá a su lado, quería un abrazo, quería sus consejos, su
ayuda y sus ojos encima de él. Es por eso que resulta tan doloroso sacar el recuerdo de su
padre sufriendo, es por eso que le es complicado encontrar las palabras correctas para
explicar el desgarro que siente en su corazón.

Es incómodo decirle esa clase de cosas cuando jamás ha hecho algo similar. Hasta se
siente inseguro por no demostrar sentimiento alguno, ya que tiene conocimiento de que su
tono de voz no suele transmitir lo que en realidad tiene dentro de su pecho.

Por un segundo posa sus ojos en Tae, quien se mantiene atento con sus cabellos
castaños cayendo por su frente... Entonces sabe que él sí está sintiendo lo que él quiere dar
a entender.
— A mis ojos el amor fue inútil... Sigue siéndolo —continúa el pelinegro—. No importa
cuánto trabajes por tener todo en buen estado, por hacer al otro feliz y dar lo mejor de ti... El
amor se termina. Antes de morir o después de hacerlo. Yo no quería amar a alguien y de
repente verme sin esa persona perdido en el mundo. Porque vi a mi padre sufrir, me prometí
que evitaría eso a toda costa.

Ese sentimiento de ser liberado... es completamente espeluznante. Cuando una capa de


electricidad te envuelve y crees que eres potente, que podrás con todo y que tienes la
energía suficiente para expresar tus sentimientos con desenvolvimiento, entonces tienes
todo el poder de hacer que los demás te entiendan y te hagan caso. JungKook se siente
así, con el corazón dando a mil por hora, pensando en todo y liberando sus más profundos
secretos.

Solo con TaeHyung... Con nadie más que TaeHyung.

— Mi papá... Lo peor de todo es que no pude hacer nada para ayudarlo. Sufrí con él,
odiaba verlo así de mal. —JungKook lleva los ojos al suelo—. Y como no quería que alguien
más sufriera por mí, nunca busqué enamorarme. Siempre supe que todos los que se
acercaban querían atención pero no a mí, y era un alivio. Llegué a pensar que eras igual,
así que te acepté.

El mayor mira a JungKook, quien alza la cabeza al mismo tiempo. TaeHyung se pregunta
qué es lo que sigue a continuación de aquellas palabras.

— No lo eres, TaeHyung. Fue difícil aceptar que me gustas —suelta eso como si lo
llevase cargando desde hace tiempo—. Sabía lo que seguía después de eso: el dolor en el
pecho, las ilusiones, los sentimientos... Y aunque pienses que intenté alejarte en algún
momento, no fue así.

La estática del momento, el sonido a su alrededor y los orbes intensos del pelinegro... Es
una situación melancólica y deprimente, que hace a TaeHyung latir su corazón con fuerza.

— Lo que dije ese día con ChangGu fue... ¿sincero? —Duda de sus palabras, pero
confía en que se dará a entender—. No debo enamorarme de ti, pero no porque seas tú.
Confía en mí cuando te digo que a cualquiera le gustaría estar contigo. Es solo que yo no
debo permitirme enamorarme de nadie.

TaeHyung está escuchando a JungKook hablar más que ninguna otra vez. En ese
momento no tiene vergüenza, no se detiene por nada y tampoco deja al aire sus frases sin
terminarlas. JungKook habla seguro de sí mismo, seguro de lo que quiere dar a entender y
no se da espacio de pausar, quizá por temor a no poder continuar después. Probablemente
eso no volvería a pasar en mil años.

Es cierto que el amor cambia a algunas personas; sin embargo lo único que logra en ese
instante es hacer que JungKook exprese su más íntimo pensamiento por un segundo.
Aunque el pelinegro desea que la tierra se lo trague y jamás lo ponga enfrente de TaeHyung
de nuevo. Si las cosas resultan bien, después de ese día TaeHyung se volvería mil veces
más molesto que antes. Sí. Ese tipo molestoso de siempre que se pasa agarrado a su brazo
o enrollado a su torso. El mismo chico que derrochaba una clase cariño doloroso que se
convirtió en más que eso. Si todo sale bien, sería difícil.

Quererlo sería difícil. Sería una guerra constante que podría terminar en cualquier
momento o seguir hasta un final que dolería mil veces más... Como su madre y su padre,
como las otras millones de parejas existentes en el mundo.

Ese pensamiento hace que JungKook se contraiga en su lugar, tome sus manos
nervioso y desee no decir más. Entonces sus ojos se encuentran con los de él. Cuando
JungKook se topa con los ojos de él, no puede evitar pensar que de todas las cosas que le
han pasado en la vida, TaeHyung es... la única que vale la pena.

No importa si las cosas salen mal. No importa si el dolor perfora su alma y el llanto lo
consume. Ya no importa. No importa si es por y con TaeHyung.

Es un círculo vicioso que no se puede cerrar... Es adictivo. Necesario.

Debe de aprender a querer los momentos felices y desechar los tristes. Así como su
padre hizo. Los malos momentos se disipan, los felices perduran. El amor cambia a las
personas de una u otra manera, y eso es terrible, detestable.

Jodido. JungKook está jodido.

— Hace unas semanas fue el aniversario de la muerte de mamá. Entendí que por más
que mi papá haya sufrido, los momentos buenos se quedaron y esa felicidad superó la
tristeza que la partida dejó.

TaeHyung de verdad va a llorar, no le falta nada para que sus ojos suelten las lágrimas
que ha estado soportando por minutos. Un remolino de emociones combinado con el sonido
de los pájaros, con el ruido de las personas paseando y el olor de las rosas cercanas a
ambos. Es raro que ellas sigan tan brillantes y hermosas. Tan lindas. Tan raro como
JungKook hablando de tal manera tan libre, creándole el deseo de abrazarlo con todas sus
fuerzas.

— ¿Sabes, TaeHyung? Hasta la fecha sigo pensando que es un desperdicio amar a


alguien. —Él pasea los ojos por todos lados hasta detenerse en el rostro del castaño,
sonriéndole un poco—. Pero te veo aquí y... no sé. Tal vez es inútil, pero igual es algo... que
necesito.

Las primeras lágrimas han empezado a salir de los ojos de TaeHyung, quien no puede
evitar poner una expresión comprensiva. Llevándose las manos al rostro, limpia algunas de
estas.

Lo que ha dicho JungKook ha entrado hasta el fondo de su alma... Lo comprende.


TaeHyung es un humano tan empático y bello, que comprende lo que ha dicho el pelinegro.
Es capaz de examinar la actitud de JungKook, ver directamente a sus ojos y perdonarlo
porque sabe que está sacando todo su dolor en unas pocas palabras esperando ser
entendido. Quiere abrazarlo, quiere decirle que todo estará bien y que se sienta confiado en
entregarle su corazón, porque lo cuidaría mejor que nada en este mundo. Quiere ser su
lugar seguro, la persona a la que puede confiarle sus más pequeños secretos, sus
sentimientos.

Estar a su lado incluso cuando JungKook se sienta tan mal consigo mismo que no quiera
a nadie cerca.

Amarlo por siempre.

— Si quieres decir algo, puedes hacerlo.

— ¿Por qué no me dijiste esto antes?

El tono es delicado, cariñoso y triste por la situación en la que se ve envuelto. Todo su


enojo se ha desvanecido; lo único que queda es el resentimiento por no haber escuchado
eso antes. Cierta parte de él está avergonzada porque están enfrente de la mamá del chico.
Puede sonar estúpido, tonto y un tanto ilógico. No es así... Realmente están enfrente de la
madre de JungKook... Y eso solo hace que las palabras cobren otro sentido.

El menor abre la boca, buscando una respuesta a eso, pero no puede sino hasta un
minuto después.
— No es fácil hablar de algo que te hirió demasiado —habla tímido—. Pero ahora te lo
digo con sinceridad. Estos son mis sentimientos hacia ti.

Pero Tae lo observa un poco confundido, limpiándose efusivo las lágrimas y dudando por
lo poco claro que es el pelinegro.

— Eso significa que... —dice TaeHyung entrecortado por las lágrimas.

JungKook ha tenido suficiente, así que rueda los ojos, como siempre, y mira a TaeHyung
con seriedad, esperando que Tae pueda comprender lo que está a nada de decir, que
entienda lo que su corazón desea transmitir pero es incapaz de decirlo con libertad... Sus
labios rojizos se abren para decir algo que se quedará grabado en la memoria de ambos.

— No tengo que decir "te amo" para hacerte entender que lo hago.

No sabe si la palabra que utilizó es la correcta, pero habría tiempo de arrepentirse


después. Nuevamente, TaeHyung comienza a llorar con más fuerza por la verdad de esas
palabras y el impacto que tiene en su mente, cuerpo y alma. Los corazones de ambos laten
con fuerza, casi saliéndose de sus propios pechos para unirse y hacerse uno solo.

— Seamos novios —propone TaeHyung en voz alta. JungKook alza las cejas
sorprendido—. Pero novios de verdad.

El pelinegro está un poco más que impresionado por la propuesta que sale de la nada,
así que se queda callado por un minuto. Examina a TaeHyung, su rostro rojizo por las
lágrimas y la pequeña sonrisa que apenas se le puede notar... Bueno... Es que TaeHyung
es TaeHyung; de hecho, ni siquiera le sorprende la forma en la que le ha propuesto eso.
Termina asintiendo al castaño, quien alza el dedo meñique.

— ¿Promesa, KookiePookie?

JungKook baja los ojos hasta el meñique de TaeHyung, que espera tan paciente como la
primera vez que le hizo una promesa de ese estilo. No puede evitar sonreír en grande,
enrollando su meñique y cerrando la promesa... Novios.

— ¿Ya somos novios?


— Mm... —duda por un segundo, aunque termina sonriendo—. ¿Sí?

Después de una gran bocanada de aire, JungKook asiente unas cuantas veces y da
unos pasos hacia TaeHyung. La distancia es vergonzosa y poco confortable, sus manos se
extienden hasta tomar ambas manos del castaño. Luego, sin previo aviso, se acerca a
TaeHyung hasta quedar pecho con pecho y rápidamente para no echarse hacia atrás junta
sus labios con los de él.

Es un beso fugaz, y se siente tan bien. Los corazones acelerados, nervios y sus manos
temblando. Con miedo, sorpresa y todas las emociones posibles juntas en su pecho pues
jamás han besado a alguien. Cuando se separan, JungKook da un paso hacia atrás sin
cambiar su expresión para no parecer tan emocionado cuando en realidad sí lo está.
TaeHyung se cubre el rostro con vergüenza, pues lo que menos esperó era un beso.

— Tenía un tiempo que quería hacer eso.

El mayor suelta una risa boba que es típica en él. Ya que las cosas han resultado bien,
una felicidad enorme embarga su cuerpo y lo hace soltar un suspiro tranquilizador. Antes de
irse, mira el rosal y se inclina.

— Cuidaré bien de su hijo, señora Jeon.

TaeHyung se aproxima al lado del pelinegro, cargando su mochila aunque JungKook se


la quita unos segundos después. Las cosas sí salieron mejor de lo que pensaron. De hecho,
JungKook lo consideraría un rotundo éxito.

— ¿Significa que puedo tomar tu mano cuando quiera?

Cuando JungKook posa los ojos en él, percibe la cercanía del rostro de Tae, así que,
como se siente incómodo por la cantidad de tonterías que acaba de decir, le pone una mano
en la cara y lo aleja

— Pasos pequeños, Poochie. Pasos pequeños —dice mientras comienzan a caminar.

Sin embargo, nota el ceño cansado del otro y se detiene un momento junto con
TaeHyung. Observándose fijamente, juzgando al otro, JungKook se tiende y alza el meñique
para que el castaño se tome de él. Con una sonrisa gigante y el ego creciendo, Tae enrolla
su dedo con el de JungKook.

Definitivamente es mejor de lo que esperaban.


Capítulo XLIV

La madre de TaeHyung toma de los hombros a JungKook y le hace pasar. Por un momento
el tacto de la señora le hace estremecerse, pero se tranquiliza a los pocos segundos. Carga
consigo una bolsa escondida que servirá como envoltura.

— ¡TaeHyung! ¡Ya llegó por ti JungKook!

Como si de un rayo se tratase, TaeHyung llega rápidamente hasta su sala, con media
sonrisa y muy bien arreglado. Mira a JungKook, agitándole la mano por lo bajo. El pelinegro
alza su ceja para después dirigirse a la señora Kim, quien sonríe tan grande que hasta da
miedo.

— Lo traeré a casa temprano.

— ¿Se puede quedar a cenar cuando regresemos, mamá? —cuestiona TaeHyung con
media sonrisa.

Eso no le causa gracia a JungKook, quien se queda atónito y avergonzado por la


inoportuna petición. La madre de TaeHyung suelta una risa y abraza al pelinegro, aunque
este se mantiene quieto y no sabe cómo reaccionar a eso. Después de soltarlo, la mujer le
da un codazo y le guiña el ojo.

— Quédate con él toda la vida.

— ¡Mamá! ¡Dios, no sé cómo puedes decir esas cosas!

Nadie, ni siquiera el mismo TaeHyung es capaz de creer lo que presencia en ese


momento: Kook en su casa, el día de su cumpleaños... ¡Y son novios! Ya puede decirles a
todos que es así (aunque no lo hará). Hasta tiene la libertad de llamar KookiePookie a
JungKook, porque es su novio. ¿Ya mencionamos eso? Que JungKook es su novio. ¡Ah, sí!
¡Y que le dijo que lo ama! Porque eso contó como decirle que lo ama, ¿verdad?

¿Ya dijimos que JungKook es su novio?

Los dos salen de la casa, a paso lento pero seguro. Es la primera vez que salen
formalmente como una pareja. A JungKook le hubiese gustado quedarse en casa viendo
películas, comiendo helado o pastel o lo que quisiera TaeHyung; sin embargo, el deseo del
cumpleañero fue pasar un día entero como si fuese una cita... Además, una petición extra
del chico es que JungKook elegiría a dónde ir. Ambos saben que el pelinegro solo es capaz
de elegir dos lugares; todo lo demás será propuesto por nuestro Tae.

Caminan juntos por la acera. JungKook aún carga su regalo, aunque escondido para que
TaeHyung no sepa que lo lleva y quiera adelantar las cosas. No tarda mucho para llegar al
centro de la ciudad y es ahí que los dos se ven sin saber qué hacer.

— ¿A dónde iremos, KookiePookie?

El mayor sonríe en el mismo instante que JungKook rueda los ojos por el apodo, el cual
solo está permitido sin restricciones por ser el cumpleaños de TaeHyung; quien por cierto en
los últimos días cayó en cuenta de lo divertido que es molestar al pelinegro.

— Como fuiste tan insistente para que eligiera lugares, y yo no salgo mucho, iremos a
comer crepas.

— ¡Yo amo las crepas!

JungKook le dedica ojos cínicos al chico.

— Lo sé, por eso iremos allí —recalca, recibiendo una sonrisa de Tae—. Esa molesta
cara... Me irritas.

El pelinegro juguetea con sus mejillas para sacarlo de quicio, y cabe aclarar que no es
un jugueteo común y corriente, sino uno realmente molesto. Sin embargo, y muy contrario a
lo que desea, parece que TaeHyung pone las mejillas para que el otro disponga de ellas.
JungKook le sonríe un poco antes de darse media vuelta, alzando el brazo para que Tae se
apresure en seguirlo.

— Quiero agarrar tu mano, voy a agarrar tu mano. No hay nada que me lo impida. Soy
poderoso, soy veloz, ahora sí, JungKook —habla en voz alta, acercándose al objetivo.

JungKook guarda su mano en el bolsillo de su gran gabardina, mirando de reojo a


TaeHyung, quien ofendido se cruza de brazos sin detener su paso. El pelinegro rueda los
ojos exhausto porque es demasiado, demasiado, demasiado difícil de complacer. No hay ni
una sola cosa que TaeHyung no quiera: darse la mano, escuchar cursilerías, miradas
fugaces, regalos todos los días. Lo cual es extraño para él porque es más como: Sí, camina
junto conmigo y ya somos novios.

— ¿Por qué quieres tomarme la mano, eh? ¿No te incomoda que todo el mundo nos
vea?

— Es que tengo frío, y tus manos siempre están calientitas.

— Pfff —ríe incrédulo—. Es la excusa más simple que he escuchado.

TaeHyung se toma del brazo de JungKook, apegando ambos cuerpos y sintiendo la


temperatura del otro. A veces JungKook es demasiado cálido, cosa que no entiende para
nada.

Por otro lado, a Jeon le divierte escuchar las malas excusas de TaeHyung para estar
más cercano físicamente a él.

El mayor ve con ojos de perrito triste a su novio, y JungKook con su paso a velocidad
normal, sin dejar de prestar atención, lleva su mano hacia el rostro de TaeHyung una vez
más.

— Eres un caprichoso —regaña.

TaeHyung se aferra a él sin dejar de ver al frente porque no quiere chocar con nadie;
seguido mira a JungKook, haciéndole un puchero.

— ¡Pero hoy es mi cumpleaños!

Maldita sea, llevan unos días saliendo. ¿Por qué todo se siente tan familiar? El pelinegro
comienza a preguntarse si es que no carga ese sentimiento de unidad, cariño y protección
desde hace mucho tiempo atrás. Probablemente desde hace tiempo tiene el sentimiento por
TaeHyung ahí en su corazón y jamás se tomó el tiempo de analizarlo.

— Ajá... ¿Y?

— ¿Cómo puedes negarle algo así a la persona que am...?


Negándose a oír más, JungKook saca la mano de su bolsillo y la enrolla con la de
TaeHyung. Las risas malvadas del castaño invaden las orejas del otro, quien a duras penas
está soportando la vergüenza. Odia admitir que aunque está avergonzado, lo cierto es que
no es tan malo como parece... Pero es una acción complicada porque sus mejillas se ponen
rojas, su corazón se acelera y quiere vomitar.

Entran a la crepería tomados de la mano mientras los nervios de Jeon se intensifican a


cada paso. Dentro de la tienda se da cuenta de que no solo venden crepas y eso es bueno
porque no le gustan del todo. Sentándose en alguna mesita, se sueltan de las manos.
JungKook mira a la camarera acercarse mientras les da el menú.

— Pide cuánto quieras —dice.

— ¿De verdad?

La pregunta de TaeHyung va tan en serio, que JungKook baja la carta de sus ojos y ve a
TaeHyung por encima del borde con la ceja alzada. El castaño le sonríe nervioso, mientras
alza sus hombros.

— De verdad, Poochie.

Oh... TaeHyung no es alguien que se concentre. Realmente está pensando unas mil
cosas en lo que lee lo que le gustaría comer.

— ¿Sabes cuánto me gusta que me digas así?

Una de las etapas: la estupidez. JungKook odia ver reflejada esa etapa en sí mismo,
pero verla en TaeHyung resulta ser una explosión de nervios y sentimientos nuevos.

— No hemos comido ni un gramo de azúcar y ya estás de este modo, TaeHyung.

¡Ah! Esos cambios de emociones hacen que JungKook se confunda. Es nuevo con esas
cosas y le es difícil. No sabe qué es lo común en las relaciones, citas o conversaciones, o
qué no lo es. Puede que sea un problema a la larga, pero tendrá que aprender a identificar
lo que le agrada a TaeHyung o lo que espera recibir. Aunque tiene una ligera idea, porque lo
conoce.
— Es el mejor cumpleaños de mi vida —exclama TaeHyung.

La camarera regresa por sus órdenes y se aleja después. JungKook se pregunta en qué
momento de toda esa... ¿cita? debería entregar su regalo. Probablemente TaeHyung no
esté esperando nada... Oh, por favor, ni él se lo cree. Claro que TaeHyung está esperando
algo, ¿quién no esperaría algo?

No obstante, prefiere guardarlo para otro momento. No sabe a dónde más irían y a cómo
el sol y el frío caen quizá tan solo alcancen a estar unas pocas horas más después de
comer lo que pidieron.

— Y... ¿Qué más quisieras hacer hoy, JungKook?

— No importa, lo que sea está bien.

Típico tono desinteresado que quiere dar a entender que realmente no le apetece estar
afuera. JungKook es el chico que no tiene paciencia, pero está ahí porque le importa
TaeHyung. El pelinegro ha dejado ver varias veces que odia salir y pasear por la calle, y
mucho peor cuando el clima es tan frío. Mortalmente lo odia. De hecho, odia la mitad de las
cosas en el mundo, y la otra mitad está en un intermedio de odio y desinterés.

Cuando su comida llega, JungKook se limita a comer de poco en poco las papas. Por
alguna razón Tae deseó comer una crepa salada con sabor a pizza, cuando suele amar lo
dulce y empalagoso. Los dos comen, entre pláticas diminutas sobre diversas cosas como
las flores, los gustos musicales del otro y cosas de la escuela, desfogando los días en los
que cortaron comunicación y dejaron de saber del otro.

— ¿Podemos ir a un karaoke?

JungKook alza la vista de sus papas hasta TaeHyung. "Vamos, dile que no. Igual, los
cumpleaños están sobrevalorados. Lo tiene que superar", es lo que se dice mentalmente,
sin responderle al otro.

Pasa que el problema es el siguiente: llega un momento en la vida de una relación que
no puedes pensar en herir ni por un segundo a la otra persona. Es un efecto propio del
amor. Pasa eso, reflexionas tus palabras, tus acciones y piensas si tu pareja se sentirá mal
con lo que quieres decir o hacer. Eventualmente te preocupas más por la otra persona y
comienzas a brindarle lo que desea en la medida de tus posibilidades, incluso cuando tú no
quieres. Como JungKook es nuevo, ese sentimiento también lo es, así que está asustado...
No quiere ir al karaoke, pero tampoco quiere decepcionar a TaeHyung.

— ¿Tú sabes cantar? —pregunta JungKook. Alza la mano para pedir la cuenta y vuelve
a ver a Tae—. Porque yo no.

— ¿No? ¿No fuiste tú el que ganó el concurso de talentos hace unos años?

¡Demonios!

[...]

Nunca hubo un plan claro para el día. No les cuesta ir a una de esas salas a pasar el rato.
JungKook insiste en que no quiere cantar, incitando a TaeHyung a hacerlo sin miedo.
Cuando el castaño pasa y canta una de esas canciones viejas de amor, JungKook siente
algo nacer en su estómago.

Denomina eso como: segunda etapa de los vómitos. Para muchos, es algo así como la
segunda etapa de las mariposas.

Ver a TaeHyung cantar con tanta emoción, tanta entonación, con los ojos fijos como si de
verdad fuera su canción, es más que suficiente para hacerlo sentir tranquilo por primera vez
en todo el día. La música termina y TaeHyung hace que Kook se ponga de pie, arruinando
toda su tranquilidad y haciéndolo sentir nervioso.

— No sé cantar, Poochie —intenta escudarse.

Para TaeHyung es interesante que el otro pueda mantener esa expresión gélida en un
momento tan gracioso como ese.

— ¡Mentira! ¡Claro que sabes cantar!

— Además no sé cuál elegir.

— Pon una que te recuerde a mí, ¡vamos!


Solamente desliza el dedo, haciendo caso omiso por un segundo a las cosas cursis que
salen de los labios de Tae. Pero cuando lee el título de una canción en especial, sabe que
es la perfecta. Sí. Esa canción es para TaeHyung.

Cuando Cherry Blossom Ending comienza a sonar, TaeHyung esboza una sonrisa sin
poder creer que ese estilo de música es la que el chico elige. La letra, combinada con las
pocas ganas de JungKook, evoca sentimientos desconocidos en ambos. Una canción que
habla del calor, cuando ellos han arreglado su relación en un diciembre. Es que,
simplemente, el ir tomados de la mano en una primavera llena de flores es el deseo que
tienen. Por un momento, los dos se sienten completamente felices. No hay nada que se
compare con ese instante, con sus miradas fijas y la actitud nerviosa, que se complementa
con sus expresiones faciales.

La canción termina, dejándolos anonadados... Ninguno puede decir nada, solo se


observan el uno al otro. TaeHyung le sonríe feliz al pelinegro quien alza las cejas, haciendo
de sus labios una línea fina.

JungKook se sienta de nuevo, con deseos de olvidar su estúpida voz cantando una
canción vergonzosa, y le regala una media sonrisa al chico. Así, saca desde el fondo de su
gabardina una envoltura celeste que tardó en conseguir, pero es linda y el color favorito de
TaeHyung.

— Ten. No es un regalo.

El castaño sonríe más y toma el obsequio.

— ¿Puedo abrirlo? —dice; sin embargo, ya está quitándole las cintillas.

— Pero si ya lo estás... ¿Sabes? No importa es tuyo. Tengo que decirte algunas cosas,
así que antes de que lo termines de abrir podrías esperarme un se-

— ¡Mi bufanda!

—...gundo.
JungKook ve caer la envoltura al suelo, mientras TaeHyung extiende su bufanda roja y la
admira por todos lados, para luego apegársela como si no quisiera que la tocaran.
Segundos después, deja caer sus ojos en JungKook y le sonríe tan grande como puede,
provocando que el pelinegro asienta unas cuantas veces. La acomoda alrededor de su
cuello, siendo ayudado por JungKook.

— ¿Me queda bien? ¡Es muy linda! ¡Me encanta! ¡En serio es muy bonita! ¡La amo!
¡Gracias!

El menor asiente a lo primero y a todo lo que sigue por detrás. Se toma su tiempo para
verificar la expresión de su novio: TaeHyung está tan feliz que baila en su lugar, acariciando
su bufanda como si fuese un perrito o algo parecido. Obviamente eso alegra a JungKook,
quien suelta un suspiro de alivio. Bueno, le gusta el regalo. Valió la pena tejer esa cosa por
semanas.

— ¿Ya me escuchas? —cuestiona, antes de que TaeHyung le preste atención—. Bien.


Ya sabes que odio los cumpleaños, pero hoy me divertí contigo, así que espero que también
te hayas divertido. Esa bufanda la tejí yo. Antes de que empieces a hacer preguntas, sí, me
tardé mucho tiempo, pero me alegra que fuera así porque al menos te gusta. Ah, me debes
un paquete de curitas

Inundado de felicidad, TaeHyung necesita abalanzarse encima del chico para abrazarlo.
No se detiene por nada, así que lo hace. Impulsa su cuerpo y enrolla los brazos en el cuello
del pelinegro, que no reacciona rápido y se queda quieto. Por un segundo, Kook es incapaz
de moverse, aunque segundos después pasa un brazo por la espalda de TaeHyung y lo
atrae más a él, proporcionándole unas palmaditas cariñosas.

— Gracias, JungKook.

— De nada, Poochie.

El día termina con los dos de regreso a casa. Piensan tomar un taxi, pues ya es tarde y
no quieren arriesgarse después de haber gastado más tiempo del previsto. Caminan
tranquilamente hasta la calle transitada para poder elegir su transporte.

JungKook tiene su nariz rojiza, aunque viste ropa gruesa negra y su gabardina cae por lo
largo de sus piernas. TaeHyung, por otro lado, lleva su precioso abrigo beige que hace
juego a la perfección con su bufanda roja.
De pronto, el estómago del castaño gruñe. Incluso con el ruido de fondo Kook puede
escuchar ese sonido, así que mira a TaeHyung confundido. ¿Hambre? ¿Eso es hambre?
Aunque busca los ojos del castaño, el otro voltea hacia todos lados. Cuando sus ojos
captan algo que llama su atención, dice en voz alta:

— ¡Voy a comprar una hamburguesa!

— ¿Qué? ¿Quieres seguir comiendo? —inquiere JungKook, mirando a Poochie bajar los
hombros—. De verdad, ¿por qué eres así?

— No he hecho nada —ríe.

El menor toma de la mano a TaeHyung para ir por la hamburguesa... ¡Dios está tan
limitado! ¡Ni siquiera puede decirle que no! Sí, JungKook está tan jodido y tan enamorado
que es difícil hasta para su consciencia.

— Claro que sí —habla en voz alta—. El simple hecho de actuar de esa manera...
Poochie, eres molesto, ¿lo sabes?

TaeHyung esboza una sonrisa, acercándose al torso de JungKook mientras lo abraza


con fuerza.

— Sí, sí, te amo, KookiePookie.

— Sí —suelta en voz baja—. Y yo a ti.


Capítulo XLV

No pudo entenderlo antes. Si el amor no es eterno, ¿por qué la gente lo sigue con tanto
fervor? ¿Por qué lee tantas historias con finales felices que hacen a todos llorar? ¿Por qué
todos anhelan sentirse vivos a causa de vómitos, dolores de pecho, pensamientos
inhumanos?

¿Inútil? Sí. El amor es inútil, o esa es la idea que carga constantemente. Es tan inútil
como pensar día a día en las miles de posibilidades, en el final más doloroso donde tu
corazón se rompería, tu pecho se presionaría y te sentirías tan roto.

— Oye —llama TaeHyung haciendo que JungKook dirija sus ojos hasta él—. ¿Me
quieres?

Apenas puede comprender por qué el amor era un sentimiento codiciado: se siente tan
bien al inicio. De alguna manera todas las sensaciones, por muy asquerosas que parecen,
resultan ser satisfactorias al grado de ahogarte en felicidad.

— ¿No tienes algo mejor que hacer, que estarme preguntando cosas de ese tipo,
Poochie?

TaeHyung le sonríe desde su lugar.

Tal vez jamás lo entenderá, pero en ese momento es agradable. Es agradable ver a
alguien quererte con la misma intensidad, pensar que esa persona está ahí, aun sabiendo
todos tus defectos. Pensar que ambos están juntos cuando los finales existen y arrasan con
todo, cuando todo termina.

El castaño vuelve a poner sus ojos en el libro que lee, sentado en el departamento de su
novio. JungKook regresa los ojos a su tarea y continúa con los pensamientos divagando en
su cabeza, hasta que puede escuchar de nuevo a TaeHyung.

— Entonces, ¿no me quieres?

JungKook no quita la mirada de su tarea y suelta una risita curiosa, dedicada


especialmente a una sola persona.

— ¿Quererte? —pregunta—. ¿No te he dicho ya que eres muy molestoso?


El mayor no dice nada. Tan solo permanece quieto mirando a JungKook en silencio,
deseando descifrar esa mente curiosa detrás de los orbes oscuros del chico. Siente que
está soñando, tal vez porque le parece irreal tener a tan solo unos pocos metros al chico
que, alguna vez, fue proclamado como alguien irrompible. Los recuerdos, además de viejas
palabras que cruzaron, provocan en TaeHyung una risa estruendosa que llega a los oídos
de su novio. JungKook deja el lápiz a un lado para después mirarlo un poco irritado. ¿Es tan
difícil hacer su tarea en silencio?

— ¿Te hago sentir mal con todo eso del "amor"?

— Creo que eso ya lo habíamos dejado claro. Me haces sentir tan mal que me dan
ganas de vomitar. —JungKook hace unas señas con sus manos antes de tomar su lápiz y
golpetearlo con la mesa—. Tú lo llamas estar enamorado, yo lo llamo estar enfermo.

Amar es una enfermedad que no eliges, pero a la que te aferras.

Y está bien. A veces las cosas malas son las mejores. Dicen que las enfermedades son
sufrimiento, y que el amor no lo provoca. Sin embargo, al final de todo, ¿qué? Al final del
amor hay un dolor imparable que te espera.

— El amor no duele —ríe TaeHyung—. Te lo puedo asegurar.

Mentira, claro que duele.

— Al final sí —contraataca JungKook rápidamente—. Pero no es como si quisiera


alejarlo.

— ¿En serio? ¿Por qué?

JungKook se alza de hombros sin saber la respuesta correcta. Quizá es porque ese
sentimiento es más fuerte que querer estar solo; tal vez te sientes tan completo que tu
mundo se pinta de azul y todo lo demás es insignificante enfrente de la persona a la que
más quieres en el mundo.

Cuando amas, todo es pequeño y esa persona es lo más grande en tu vida, a tus ojos.
— Soy un masoquista —termina diciendo, llevando los ojos hasta TaeHyung—. Puede
que exista un final en algún futuro, pero ese dolor será insignificante por las buenas
memorias. Por los recuerdos felices. ¿No te dije eso antes?

— ¿Preferirías no conocerme, con tal de...? —La pregunta no es terminada.

¿No conocer a TaeHyung? ¿Una buena opción? Si el camino es lo que más le gustó.
Odió cada sentimiento en su momento, pero cuando ve que todo valió totalmente la pena...

— No. Repetiría la historia solo para sentirme como en este momento.

El castaño le sonríe desde su lugar. No tienen que decir nada más pues saben lo que
significan esas palabras.

Eso es el amor: correr, ver, sentir tu corazón explotar, querer abrazarle, desear tomar su
mano, desear todo lo mejor, llorar, odiar... Todos los sentimientos posibles. El amor se
termina, sí. El dolor llegará en ese punto, en el temible final. ¿Y qué? ¿Acaso no valen la
pena esas sonrisas? ¿Los nervios? ¿Los sonrojos? ¿La felicidad? ¿No vale la pena sentir tu
corazón latiendo por mil?

JungKook tiene la respuesta desde que TaeHyung se mantiene sonriendo siempre para
él.

FIN.

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