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Nombre y apellido: Gala Zontella

Legajo: Z-5120/9

JTP: Antonela, Fiocchi

¿La intervención de la analista, es una interpretación?

El presente escrito ha surgido, como elaboración, del espacio de formación y discusión


denominado Fábrica de casos, propuesto por la cátedra Clínica I, el cual se despliega como
un dispositivo donde quizás, algo de la transmisión puede efectuarse. Es a través del mismo -
tengo que decir - que me he sentido convocada a formar parte, considerando que dicho
espacio no constituía para mí un requerimiento para sostener la promoción de la materia, ya
que no estaba en condición de llevar adelante ese propósito; se trató más bien, de una
elección. De este modo, entiendo que participar de estos espacios - que irrumpen los espacios
comunes del quehacer facultativo - de diálogo, debate, formulación de interrogantes,
discusión y fundamentalmente un pensar con otros, es un compromiso ineludible con la ética
que intentamos sostener.

Antes de comenzar el recorrido que intentaré abordar con la pregunta de fábrica que
formulé, considero pertinente señalar que a lo largo de los encuentros realizados, he
comprendido que de nada sirve armar un caso teniendo a priori un supuesto; los supuestos
obturan de entrada la posibilidad de pensar, de dudar, de hacer efectiva la construcción del
caso. Por el contrario, entiendo que se hace necesario sostener una idea que se formule como
pregunta, una pregunta que de inicio a una investigación, que ponga a jugar una lectura
profunda del caso, una pregunta que me causa, me convoca. Decíamos en una de las clases
“nos metemos en un lugar de desconocimiento, por eso, desde el no saber, algo me convoca,
algo me causa.”

Me valgo así, del primer caso clínico expuesto por Carina Latorre al respecto de Ramiro,
un niño de 9 años. Desde allí, lo que me convoca en su decir es la parte en la cual ella
comenta que Ramiro dibujaba el pirata de Bob Esponja - su personaje favorito - y que en ese
momento, comienza a hacer unos ruidos bastante fuertes, los ruidos que comentaba la mamá
de Ramiro. La analista dice: “Y no sé por qué, a mi me parece que está cantando. Entonces le
pregunté si esa era una canción. Y me dice: ‘no, no, no es’. Entonces busco la canción del
pirata de Bob Esponja. Cuando nos encontrábamos, él hacía ese ruido y yo empezaba a
tararear, y así se formó como un dispositivo. Y eso lo calma un poco, por lo menos los ruidos,
un poco.” No olvidemos que los padres de Ramiro, cuando consultan inicialmente con
Carina, al respecto de esto sostienen: “la forma en que se expresa no es acorde a su edad,
dice cosas fuera de lugar, se cuelga y hace ruidos.”

En función de lo expuesto, formulé el siguiente interrogante: ¿la intervención de la


analista, es una interpretación? De pronto, vemos que tenemos frente a nosotros dos
nociones que hacen a la experiencia analítica, intervención e interpretación. Primero,
comenzaré desplegando la pregunta ¿a qué se llama intervenir? El diccionario de la Real
Academia Española dice: Como intransitivo, ‘tomar parte en un asunto’ y, como transitivo,
‘someter [algo] a control o examen’, ‘someter [a alguien] a una operación quirúrgica’ y,
dicho de una autoridad, ‘tomar temporalmente [una propiedad ajena]’. Vemos que según el
discurso o la disciplina, la noción de intervención tiene un uso particular, por ejemplo, en el
discurso del arte se frecuenta oír “se ha intervenido esta obra”, dando cuenta de que la misma
ha sufrido una modificación al respecto de su estructura original. Cabe preguntarnos
entonces, ¿a qué llamamos intervenciones en psicoanálisis? Mi lectura al respecto de esta
pregunta se sitúa mucho antes de lo que se suele llamar intervención. Jean Allouch (1992)
elabora un escrito al que titula “213 ocurrencias con Jacques Lacan”, de allí tomo prestada
la noción de “ocurrencias” para situarla como aquello que surge, por parte del analista, en la
superficie de la experiencia analítica y, de este modo, es previa - y primera en un orden - a la
intervención; las ocurrencias son eso que pasa, eso que se dice, pero que igualmente no se
dan siempre, suceden de vez en cuando, a veces sin saberlo y otras veces calculadamente.
Son las ocurrencias propiamente de la persona del analista que se ponen a jugar en
transferencia. Existe luego, a posteriori, según los efectos que produzca la ocurrencia, una
intervención; nombrarla así - como intervención - es producto de una lectura que se realiza
posteriormente, en la medida en que la ocurrencia oficia como intervención en lo real. Aquí
es donde ubico la función de Carina, la analista, en el momento desplegado con Ramiro; vale
decir, ella argumenta que a partir de acompañar el “ruido” con un tarareo, se forma como un
dispositivo que lo calma un poco, por lo menos los ruidos. En este hecho, ella apela a su
ocurrencia como una apuesta, apuesta que intenta propiciar un lugar de alojo a la extranjería.
Hay un dato de partida y una transformación que se pone en juego en el análisis. Hay cosas
que se pueden leer después de las transformaciones, y no antes. Parece interesante, mencionar
aquí algo de lo conversado en clases “el analista es al menos dos, el que produce efectos y al
que esos efectos teoriza, lo produce.”

Entiendo entonces, que una interpretación puede oficiar también, de intervención. Es así
como Lacan interviene en la obra freudiana, como aquello que a este último le faltó en su
decir. Pero ésta, no es una falta localizada, es algo que en su propia materialidad tiende a
olvidarse, es un olvido no accidental, sino esencial, constitutivo de una obra que pertenece al
campo de la discursividad, por eso se hace necesario cada vez producir su razón. Que Lacan
lea a Freud desde la consigna del retorno, hace que a partir de ese momento su palabra valga
en la medida en que produce la razón de Freud, en la medida en que pone su decir bajo la
dependencia del de Freud (Allouch, 1984) En esta dirección, sabemos que la doctrina
lacaniana pudo localizar la función imaginaria en la constitución del Yo, expuesta en la
Conferencia de 1936; es por ello que Lacan, aún enunciando la consigna del retorno, sigue
sosteniendo el planteo teórico de Real, Simbólico e Imaginario, y esta articulación sólo puede
pensarse como lo que le falta a Freud, pero sin el decir de Freud éstas dimensiones no tienen
ningún valor.

Ahora bien, resta mencionar aquí si la intervención de la analista es una interpretación. La


interpretación es un concepto esencial en la teoría psicoanalítica, que se encuentra presente
desde sus orígenes. En la época de Estudios sobre la histeria (1895), cuyos autores son Freud
y Breuer, el principal objetivo consistía en hacer surgir los recuerdos patógenos inconscientes
mediante el método catártico, de este modo la interpretación aún no se había instaurado, sino
que es en el momento en el cual Freud se distancia de Breuer y comienza a definirse la
técnica psicoanalítica, adquiriendo la interpretación, una importancia fundamental. Es así
como en Interpretación de los sueños (Freud, 1900) abandona el método de la hipnosis,
reemplazándolo por la asociación libre, y comienza a observar que en el devenir de las
asociaciones los pacientes comienzan a relatar sueños, a partir de los cuales surgen nuevas
asociaciones. Así la interpretación en este momento opera relanzando el discurso asociativo,
invita a que el paciente diga lo que se le ocurra, y descifrando por consiguiente, el enigma del
sueño. Una vez establecido el método, la transferencia aparece como manifestación de la
resistencia, complejizando la experiencia analítica y dando lugar a la neurosis de
transferencia. En íntima relación, se instaura la importancia de la posición del analista, que
deberá domeñar la transferencia y desde la cual operará con la interpretación. Luego, en
Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto (1925), Freud
manifiesta allí los límites de la interpretación, y comenta que no es posible una interpretación
completa y segura, no solo porque la tarea de interpretar es parcial, sino porque también
existe un límite a la interpretación que corresponde al ombligo del sueño, en relación a lo
imposible de conocer. Se trata entonces, de un núcleo de lo reprimido primordial, de lo real,
lo cual va conduciendo a Freud a desarrollar su concepto de construcción. Es así como en
Construcciones en el análisis (1937), Freud plantea que la tarea del analista consiste en
“colegir lo olvidado desde los indicios que esto ha dejado tras sí; mejor dicho: tiene que
construirlo. (...) He aquí, lo que establece la conexión entre ambas piezas del trabajo
analítico, entre su participación y la del analizado.” (p260) Es interesante mencionar que en
esta obra - posterior a la ampliación de la teoría pulsional - vemos aparecer el concepto de
analista y de analizado, cuando en los Escritos Técnicos de Freud de los años 1914/1915 se
refería allí a la persona del médico y al paciente. En este texto, la interpretación es concebida
como: “aquello que uno emprende con un elemento singular del material: una ocurrencia,
una operación fallida, etc.”(Freud, 1937, p262), a diferencia de la construcción que consiste
en presentarle al analizado una pieza de su prehistoria olvidada. Sostiene que cada
construcción es considerada como “una conjetura, que aguarda ser examinada, confirmada o
desestimada” (Freud, 1937 p266) Plantea además, que en el análisis, las construcciones son
sólo una labor preliminar. Por consecuencia: “Si en las exposiciones de la técnica analítica se
oye tan poco sobre «construcciones», la razón de ello es que, a cambio, se habla de
«interpretaciones» y su efecto. Pero yo opino que «construcción» es, con mucho, la
designación más apropiada. (Freud, 1937, p262)

Como vemos, es con Lacan cuando la interpretación deviene no sólo un método de


desciframiento - como lo es con Freud - , sino una técnica que mediante lo simbólico apunta
hacia lo irreductible de lo real.

Desde los comienzos de su enseñanza, Lacan refiere del tema de la interpretación y en


Función y Campo de la palabra y el lenguaje (1953), ubica la cuestión de la interpretación a
nivel de la técnica, situando la experiencia analítica como una experiencia de la palabra y
sostenida por la estructura del lenguaje. Entiende que la función del lenguaje es la de evocar,
y es en relación a esta evocación que situará la interpretación. Posiblemente en otros
seminarios y/o escritos, Lacan continúe teorizando acerca de la interpretación, lo cierto es
que aún no hemos abordado esas lecturas de tanta complejidad.
Al final del recorrido, vemos que este trabajo llevó adelante principalmente referencias
freudianas acerca de la interpretación, que sitúan a la misma como una técnica de
desciframiento que encuentra un tope en lo real de la castración. La interpretación es
entonces, el nivel de acciones concretas del analista, es la intención del decir del analista al
del analizante, su comunicación. Hacerse interpretar es intervenir de un modo para que el
analizante contribuya al decir del analista. El analista ofrece así que el decir se ponga en acto.
Referencias bibliográficas:
Allouch, J. (1993) Letra por letra. Capítulo 10: La discursividad. Capital Federal, Argentina:
Editorial: Edelp. S.A.
Allouch, J. (1992) 213 ocurrencias con Jacques Lacan. Recuperado de:
http://estudios.itam.mx/sites/default/files/estudiositammx/files/036/000172677.pdf
Foucault, M. (2010) ¿Qué es un autor? Conferencia. La arqueología del saber está en
prensa. Buenos Aires, Argentina: El cuenco de plata Ediciones.
Freud, S (1895) Estudios sobre la histeria En: Obras Completas, Tomo II. Buenos Aires:
Amorrortu.
Freud, S (1900) La interpretación de los sueños. En: Obras completas, Tomo IV y V. Buenos
Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1937) Construcciones en el análisis. En: Obras Completas, Tomo XXIII. Buenos
Aires: Amorrortu.
Lacan, J. (2008) Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. Buenos
Aires: Editorial Siglo XXI, 2ed.

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