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PROBLEMAS CRUCIALES DEL SEMINARIO 1:

Marité Colovini

1- La transferencia

Partimos de que, como nos anuncia Lacan en el capítulo llamado del narcisismo: La totalidad
empírica de la transferencia es plurivalente e interviene a la vez en varios registros: simbólico,
imaginario y real.

2- Transferencia simbólica:

Lacan, en el seminario 1 va a insistir en considerar la función de la palabra, de la palabra en


tanto que es hablada, en el centro de la pregunta acerca de la acción analítica.

Nos dice que el punto central, el pivote alrededor del cual ha de girar toda nuestra
interrogación acerca del resorte de la eficacia en el análisis, está en el acto de palabra que
implica un análisis.

Así, se aleja de las consideraciones de sus contemporáneos, quienes intentaban apresar la


esencia del psicoanálisis a través de la interacción imaginaria, a partir del modo en que habían
interpretado el llamado período estructural (metapsicológico en el decir de Freud) en la
teorización freudiana: la teoría de las instancias.

“Fenomenológicamente, la situación analítica es una estructura: es decir, que sólo gracias a


ella son aislables, separables, ciertos fenómenos. Es otra estructura, la de la subjetividad, la
que crea en los hombres la idea de que pueden comprenderse a sí mismos. Ser neurótico
puede ser útil para llegar a ser un buen analista, y al comienzo, esto le sirvió a Freud.
Producimos sentido, contrasentido, sin-sentido, como Monsieur Jordan en su prosa. Aún hacía
falta encontrar allí los lineamientos de la estructura. También Jung, maravillándose,
redescubre en los símbolos de los sueños y las religiones, ciertos arquetipos propios de la
especie humana. Esta también es una estructura, pero distinta a la estructura analítica“ (pag
13).

Resuenan aquí, las implicancias que adquiere para Lacan la lectura de Levi-Strauss,
fundamentalmente en cuanto a la noción de estructura.
Lacan sitúa que las cosas en su tiempo, llegan al punto de considerar a la situación analítica
como una relación interhumana, o sea: observar la noción de la relación entre analista y
analizado; lo que produjo nociones tales como la que le atribuye a Balint: Psicología de los dos
cuerpos, tomada de Rickman. Es en torno a ésta fórmula: “dos cuerpos”, que se reagrupan los
estudios que, a través de la relación de objeto, sitúan la importancia de la contratransferencia
y cierto número de términos, entre ellos y en primer lugar: el fantasma.

Nos propone entonces tener en cuenta la interacción imaginaria entre analizado y analista,
pero darle toda su importancia al otro elemento que hace impar a la situación analítica: “Si se
toma la palabra como se debe, como perspectiva central, la experiencia analítica debe
formularse en una relación de tres y no de dos”. Pag 25.

Si yo antes decía que Lacan lee en los analistas de su época, el modo desviado en que
teorizaban acerca de la experiencia analítica, lo considera consecuencia del modo en que fue
acogida, adoptada, manejada la segunda tópica freudiana. De allí, el Ego ha pasado a ser el
primero en cuanto a importancia y la técnica analítica gira en torno a la concepción del Ego,
dice en el capítulo II.

Lacan nos advierte que el Ego está estructurado como un síntoma, es más, es el síntoma por
excelencia, es la enfermedad mental del hombre.

Freud, dice Lacan, investigaba el campo de la verdad del sujeto, a través de la realización de la
verdad del sujeto como dimensión propia que ha de ser aislada en su originalidad en relación a
la noción misma de realidad.

Ya vamos viendo cómo se arma el andamiaje a través del que Lacan nos guía:

-la función central de la palabra.

-el campo de la verdad del sujeto, cono realización de ésta verdad.

-la consideración del Ego como síntoma.

-la articulación entre verdad y realidad.

Lacan apela al modo en que fueron tratados en sus seminarios anteriores los historiales
freudianos, como la mayor apertura respecto al modo en que Freud actuaba, remarcando que
el paciente para Freud era un apoyo, un interrogante, un control en el camino por el que él
avanzaba solitario, en la búsqueda de la verdad del sujeto.

Continuando en el desbrozamiento de la noción de transferencia, Lacan se propone leer el


modo en que han sido tomadas las nociones de resistencia y defensa, en articulación con la de
transferencia.

Toma el artículo de Margaret Little (sabemos que hay un error o lapsus de Lacan en el texto, ya
que él se lo atribuye a Annie Reich) sobre contratransferencia, remarcando el modo de situar
el análisis en el aquí y ahora y el forcejeo con las intenciones del sujeto, ese conducirse del
analista respecto a hacerle reconocer al sujeto las intenciones de su discurso.

Al realizar esta “interpretación choque”, el analista no hace más que devolverle al sujeto la
unidad de su yo.

Esto prueba, según Lacan que la interpretación que se funda en la significación intencional del
acto en el momento presente de la sesión está sometido a contingencias que el eventual
concepto del Ego del analista implica.

La interpretación que va de Ego a Ego es un tratamiento dual de la situación, es reducir la


experiencia analítica a una relación de igual a igual.

Los sentimientos son siempre recíprocos, nos advierte Lacan, por lo tanto, el analista, debe
poder evitar ceder a ellos, para usarlos en su técnica.

Remarco que no se trata de situar un deber ser para el analista del lado de la apatía, ni de la
indiferencia. Habrá que esperar hasta las teorizaciones respecto al deseo del analista y al
Seminario X para aclarar correctamente este punto.

En el Capítulo IV, Lacan sitúa a la resistencia como la encarnación de lo que ha ser revelado: o
sea: de lo reprimidamente suprimido. A través del comentario del texto La dinámica de la
transferencia, se aplica a recordar la cuestión del modo en que Freud presenta la resistencia
respecto a la proximidad del núcleo patógeno del síntoma, para decir que se trata de esa
región, en la que la resistencia es absolutamente evidente, ya que se toca el limite de la
palabra, el límite del discurso para confesar el ser del sujeto, el lugar de donde surge la
transferencia. En este sentido, puede decirse que la transferencia satisface a la resistencia.

Pero me parece importante insistir en que ya no se trata de las intenciones del yo del paciente,
sino de la resistencia propia al discurso.

Lacan remarca en el texto freudiano, que es en el momento en que se interrumpen las


asociaciones, que el paciente puede decir: “Súbitamente me doy cuenta de su presencia”.
La presencia del analista, es entonces, en tanto transferencia, lo que hace pasar de una
vertiente a otra del discurso.

Pero entonces, Lacan está articulando el núcleo patógeno, el límite de la palabra y la presencia
del analista como indicador de la transferencia. Así puede decir que: “la resistencia, cuando
surge la transferencia es la actualización de la persona del analista, que se manifiesta en el
punto más sensible como brusca percepción: su presencia”.

Dos cuestiones entonces que podemos extraer de éste punto del Seminario:

1- Por un lado, la resistencia no es deudora de lo que en el inconciente está reprimido, sino


justamente de aquello que perteneciendo al ICC no ha podido ser reprimido, sino que se ha
rechazado, porque depende de una impotencia del discurso para recubrirlo.

2- Por otro, la transferencia queda planteada como aquello que hace posible pasar de una
vertiente del discurso a otra. O sea: “cuando se toca el límite de la palabra, el discurso se
engancha al otro. El advenimiento inconcluso de la palabra, en la medida en que algo puede
quizás volverla fundamentalmente imposible, es el punto pivote donde la palabra, en el
análisis fluye por entero hacia su primera vertiente y se reduce a su función de relación con el
otro. Si la palabra funciona entonces como mediación es porque no ha culminado como
revelación.” (pag 83)

Por lo tanto, se trata de saber cómo en determinado momento, asoma hacia el otro ese
sentimiento misterioso de la presencia.

Es un momento en que el analizante toma como testigo al analista.

Después aparecerá la seducción, y más adelante aún, el intento de captar al otro en un juego
donde la palabra adquiere incluso una función más simbólica.

Palabra plena y palabra vacía, modos de nombrar estas dos vertientes del discurso. Palabra
plena: en tanto que realiza la verdad del sujeto. Palabra vacía: en relación a lo que tiene que
hacer aquí y ahora con su analista.

Aquí, dos cuestiones más sobre la resistencia: ella se encarna en el sistema del yo, que no
puede concebirse sin el sistema del otro. El yo es referencial al otro. El nivel en que es vivido el
otro sitúa el nivel exacto en que el yo existe para el sujeto. Lacan utiliza el relato del sueño de
una paciente de Freud que se relaciona con canal, en el que había varias personas hablando
del libro de Freud sobre el chiste, elogiándolo. Luego cambia de tema y lo que queda del sueño
es canal. En otra sesión, le cuenta una idea que asoció con canal. Es un chiste. Dos
interlocutores, uno inglés y otro francés. El inglés cita la conocida frase: de lo sublime a lo
ridículo hay un solo paso. El francés, gentil contesta: Sí el paso de Calais. Este paso es el Canal
de la Mancha. La enferma había discutido escépticamente la teoría de Freud sobre la agudeza,
luego su discurso vacila y aparece el fenómeno resistencial en su presentación transferencial:
de lo sublime a lo ridículo hay un solo paso: este es el punto donde el sueño se engancha al
oyente, pues esto es para Freud.

Cita también el olvido de nombre Signorelli, para decir: “En la medida en que Freud no
pronuncia la palabra, la que puede revelar el secreto más profundo de su ser, sólo queda
enganchado al otro a través de los desprendimientos de esta palabra. No quedan sino los
deshechos. El fenómeno del olvido es manifestado allí literalmente por la degradación de la
palabra en su relación al otro”.(pag 82)

La palabra aparece aquí en una de sus funciones, como mediación, relación entre el sujeto y el
otro e implica la realización del otro en la mediación misma.

Pero hay otra faceta de la palabra que es revelación, que es el resorte último que buscamos en
la experiencia analítica.

Resumiendo entonces: la palabra se engancha al otro cuando su advenimiento inconcluso


revela que se acerca al punto donde puede volverse imposible.

Ahora bien, nos encontramos aquí con la paradójica posición del analista, ya que es en el
momento en que la palabra del sujeto es más plena cuando yo, el analista, podría intervenir:
pero: ¿sobre qué intervendría? Sobre su discurso. Aquí volvemos al texto de Margaret Little.
Porque es cuando se interviene en éste punto que el analista se siente llevado también a
aferrarse al otro y a buscar más allá de este discurso. La cuestión es que no hay ningún lugar
más allá, sino que lo que se encentra son las propias proyecciones del analista en el nivel en el
que el sujeto lo realiza (al analista como otro, como otro de su yo) en ese momento. Allí está la
dificultad del análisis.”¿Qué podemos hacer para manejar válidamente la palabra cuando su
función se ha orientado en el sentido del otro hasta un punto en que ha dejado de ser
mediación para ser sólo violencia implícita, reducción del otro a una función correlativa al yo
del sujeto?”(pag 86)

Entonces, lo que se trata es de entender qué significa ese apoyo tomado en el otro, para poder
salir de ese círculo vicioso.

Lo que sigue en el seminario es el tratamiento de la cuestión de la denegación, que lleva a


Lacan a un interesante diálogo con Hyppolite, y un desarrollo respecto a las diferentes
operaciones en las que se constituyen las dimensiones propias del ser que habla.

En el capítulo V, dice que el ego en el análisis se manifiesta como defensa, negativa. Y si


decíamos que el yo tiene como referencia al otro, la relación al otro, en la medida en que
tiende a manifestarse en ella el deseo primitivo del sujeto continente siempre en sí misma ese
elemento fundante, originario: la denegación. Se trata del proceso que relevamos en el
discurso organizado del sujeto y en el que la integración de su ego culmina. Este discurso
organizado, discurso del yo, contiene la contradicción de manera fundamental. Función de
desconocimiento, eso es el yo en el análisis, pero con él tenemos que vérnosla.

En el capítulo VI, Lacan comenta un libro de Anna Freud: El yo y los mecanismos de defensa. Ya
hemos situado las divergencias que distanciaban a Ana Freud y a Melanie Klein en el seno en la
Sociedad Británica, supongo que por ello, y para poder utilizar bien las “herramientas” es que
le agrega en el capítulo a la “plomada” el nivel de agua del artículo de Klein: La función del
símbolo en la formación del yo.

Lo que Lacan subraya en el libro de la hija de Freud es el modo en que confunde las defensas
con aquello con lo cual se manifiestan y por ello, es en el plano del yo del analista, en el marco
de una relación dual con el paciente, donde percibe las manifestaciones de defensa del yo.

Este comentario finaliza con un importante señalamiento: hay una gran diferencia entre la
interpretación dual, en la cual el analista entra en rivalidad yo a yo con el analizado y la
interpretación que progresa en el sentido de la estructuración simbólica del sujeto, la cual ha
de situarse más allá de la estructura actual de su yo.

Se trata de saber cual es la Bejahung, la negación de la negación, el sí, la asunción por el yo,
que se trata de obtener y que es esencial para el progreso de un análisis.

Freud en el Compendio de psicoanálisis nos dice que la entrada en análisis es el


establecimiento de un pacto. “nuestro saber ha de compensar su ignorancia…” dice Freud,
pero si bien es cierto que acudimos en auxilio de la ignorancia del analizado, no por ello
dejamos de estar nosotros también en la ignorancia, en tanto ignoramos la constelación
simbólica que yace en el Icc del sujeto.

El complejo de Edipo, nos dice Lacan, debe poder pensarse como estructura, e insiste en
sopesar las relaciones profundamente disimétricas de cada una de las relaciones duales que la
componen.

Ya aquí tenemos una indicación para el otro de los problemas cruciales que prometí trabajar
en éste seminario: lo real. Lacan diferencia la relación que une al sujeto con la madre de la que
lo vincula con el padre, así como la relación imaginaria o narcisista con el padre es distinta de
la relación simbólica y también de la relación real, que en lo que nos interesa en el análisis, es
residual. Recordando el tratamiento de la alucinación del Hombre de los lobos, Lacan sitúa que
lo real, o lo que es percibido como tal es lo que resiste absolutamente a la simbolización. Pero
también plantea que es en la alucinación, como ardiente manifestación de una realidad irreal,
que se presenta el punto máximo del sentimiento de lo real.

Este esquema, el del complejo de Edipo, debe pues mantenerse, ya que es fundamental para
comprender toda la realización simbólica, por el sujeto, del ello, del ICC. (que es un sí mismo y
no una serie de pulsiones desorganizadas).
La prenda del análisis no es sino reconocer que función asume el sujeto en el orden de las
relaciones simbólicas que cubre todo el campo de las relaciones humanas y cuya célula inicial
es el complejo de Edipo, donde se decide la asunción del sexo.

Es a partir de ésta introducción, que Lacan se dedica al comentario del artículo de Klein, donde
fundamentalmente comenta las intervenciones de la analista en el caso Dick.

Opone de éste modo, la posición teórica de Anna Freud, para quien en el análisis todo debe
ser conducido a partir de la posición mediana que sería la del yo, y planteando el análisis como
persuasión o reeducación del yo, a la de Klein, de quien dice está mucho más cerca del eje del
descubrimiento freudiano.

Melanie Klein se atreve a hablarle a un ser que en el sentido simbólico no responde. Ella
literalmente le da un nombre a aquello que, sin duda, participa efectivamente del símbolo
pues puede ser inmediatamente nombrado, pero que hasta entonces no era para ese sujeto,
más que una realidad pura y simple. Al darle un nombre, al hablar a este ser, Klein supone un
sujeto allí. Nombrado el objeto, Dick puede disponer del llamado.

Dick pasa de un real puro, a un real humano, es decir, simbolizado.

¿Lacan utiliza realidad y real en forma indistinta?

“es evidente que para Dick, lo no simbolizado es la realidad” “este joven sujeto está
enteramente en la realidad en su estado puro, in constituida”. “La realidad propiamente
humana es comunicable” “la realidad humana se constituye en la medida en que se eyectan
del yo (mundo primitivo del sujeto) los objetos y surge cada vez un nuevo tipo de
identificación.”

En el capítulo siguiente, nos anuncia que todo el problema reside entonces en la articulación
de lo simbólico y lo imaginario en la constitución de lo real.

A través de un pequeño modelo, sucedáneo del estadio del espejo, llamada la experiencia del
ramillete invertido, construye una serie de operaciones que podemos situar de éste modo.

En un punto cero, tenemos la realidad pura y simple, que no es ni buena ni mala, sino a la vez
caótica y absoluta, originaria. Todos los ellos, pulsiones, deseos, tendencia y objetos
desorganizados.

Luego, y formulado el juicio de atribución, a través del proceso de expulsión, se crea un primer
interior: yo primitivo y no-yo: objeto.

Posteriormente, se conforma la imagen del cuerpo, lo que lleva a establecer el juicio de


existencia.
Para que ésta ilusión se produzca, para que se constituya ante el ojo que mira un mundo
donde lo imaginario pueda incluir lo real y a la vez formularlo; donde lo real pueda incluir y a la
vez situar lo imaginario, es preciso que el ojo ocupe cierta posición.

Para esto Lacan usa la experiencia del ramillete invertido: el espejo cóncavo, refleja y
conforma una imagen real, ya que loa rayos que emana de un punto dado convergen. (si
divergieran en el ojo y convergieran cuando se alejan de él formarían una imagen virtual). Una
imagen real se distingue de la imagen virtual ya que se ve donde está, siempre y cuando el ojo
se encuentre en el c ampo de los rayos que ya se han cruzado en el punto correspondiente. (La
caja: el cuerpo, el ramillete los instintos, los deseos y los objetos de deseo que se pasean, el
caldero: el córtex, el ojo, el sujeto)

En la constitución del mundo que resulta de la relación entre lo imaginario y lo real, todo
depende de la situación del sujeto. Esta situación está caracterizada por su lugar en el mundo
simbólico.

Volviendo al caso Dick, Lacan separa lo que es del registro del ego, es decir, lo que se establece
en forma dual y lo que es del registro del superyo, que es una introyección secundaria
respecto a la función del yo ideal. Antes Lacan había señalado que la introyección lo es de la
palabra del otro, diferenciándola de la proyección, que lo es de una imagen.

Por lo tanto, tenemos distinguidas dos operaciones y sus resultados en la estructuración:

El yo ideal se constituye por proyección de la imagen, el superyo (Ideal del yo en su otra cara),
se constituye por introyección (simbólica) de la palabra del otro.

Diciendo que estas son anotaciones al margen……..nos dice que Dick no dirige ningún llamado.
Este niño tiene un nivel de lenguaje suficiente, pero no dispone de la palabra. Por ello es más
que osada la intervención de Klein, ya que se dirige a él suponiéndolo hablante. Según la
autora, así, abre las puertas de su Icc. Para Lacan, esto ya quiere decir que el Icc es el discurso
del otro. Aquí con minúscula, ya que aún no ha distinguido el lugar Otro. Lacan dice que es el
discurso de M. Klein quien injerta brutalmente en la inercia yoica inicial del niño, las primeras
simbolizaciones de la situación edípica. Pero es a partir de ésta intervención que puede
determinarse una posición inicial a partir de la cual el sujeto puede hacer jugar lo imaginario y
lo real y conquistar así su desarrollo, ya que el desarrollo se produce en la medida en que el
sujeto se integra al sistema simbólico, se ejercita en él, se afirma a través del ejercicio de una
palabra verdadera.

A través de éste caso, Lacan demuestra cómo es posible que un sujeto que dispone de todos
los elementos del lenguaje, que tiene la posibilidad de realizar desplazamientos imaginarios
que le permitirían estructurar su mundo no esté en lo real. ¿Y por que no está? Simplemente
porque las cosas no han aparecido en cierto orden.

Vemos así la radicalidad que adquiere el acto de palabra.


Además, resalta Lacan que, según Melanie Klein, en éste niño, el ego se ha desarrollado
demasiado precozmente, de tal modo que el niño mantiene una relación demasiado real con la
realidad porque lo imaginario no puede introducirse y en la segunda parte de la frase dice que
es el ego quien detiene el desarrollo. Para Lacan, esto quiere decir que no puede utilizarse el
ego como aparato en la estructuración del mundo exterior. Dada la mala posición del ojo, el
ego pura y simple no aparece. Habrá que esperar hasta el seminario 3 y el escrito De una
cuestión preliminar, para que la constitución de la realidad se muestre en su topología, en el
esquema R, a partir de la extracción del objeto.

3- Transferencia imaginaria:

Volviendo a la cuestión de precisar los elementos para delimitar la transferencia, Lacan


anuncia en el capítulo VIII, que hay una diferencia esencial entre la resistencia (que separa al
sujeto de la palabra plena que se espera de él y está en función de esa inflexión angustiante
que constituye en su modo más radical la transferencia y el amor.

Freud no vacila en afirmar: la transferencia es el amor.

A través de cercar lo referente al amor en la transferencia, Lacan nos introduce a la función de


lo imaginario. La pregunta que inaugura esta cuestión es: ¿Cómo se sitúan respecto a la
palabra, todos esos afectos, todas esas referencias imaginarias habitualmente evocadas
cuando quiere definirse la acción de la transferencia en la experiencia analítica?

La palabra plena es la que forma la verdad y se establece en el reconocimiento del uno por el
otro. Es la que hace acto. Tras su emergencia uno de los sujetos ya no es el que era antes. Por
eso, la experiencia analítica no es una trampa, una sugestión. Es en las paradojas, en las
dificultades de esta cuestión donde encontramos la posibilidad de transparencia.

La primera contradicción es la siguiente: la consigna, la regla fundamental, es trazar una


palabra lo más despojada posible de toda suposición de responsabilidad, incluso de
autenticidad. Así, facilitamos al sujeto retornar a la vía que en la palabra, está por debajo del
nivel de reconocimiento y que concierne al tercero, el objeto. Si hay dos niveles: el del
reconocimiento y el del lo comunicado, el objeto no deja de estar en referencia , en tanto
exterior, pero expresado por la palabra.

Seguir la vía de una convicción intelectual proveniente de la intervención educadora, superior


del analista es progresar por adoctrinamiento.

Debe existir algo diferente del adoctrinamiento que explique la eficacia de las intervenciones
del analista y que es lo que la experiencia demostró eficaz en la acción de la transferencia.

Vuelve Lacan aquí a insistir sobre el acto de palabra, en tanto dice que la transferencia eficaz
es en su esencia el acto de palabra. (pag 170)
Esto es la transferencia simbólica: algo sucede cada vez que un hombre habla a otro de modo
auténtico y pleno que cambia la naturaleza de los dos seres presentes.

Y esto es muy diferente a la que se presentó primero en el análisis, no sólo como problema
sino como obstáculo, que es la que debe situarse en el plano imaginario.

La llamada neurosis de transferencia es una neurosis secundaria, artificial, actualización en la


transferencia, neurosis que anuda en sus hilos a la persona imaginaria del analista.

Lacan sitúa respecto a la conceptualización de éste plano de la transferencia una especie de


repulsión en el seno de la comunidad analítica. Nos dice que en este punto, quizás más que en
cualquier otro, la culminación de la teoría sea vivida como un peligro. Y es que lo que se
intenta teorizar respecto a la naturaleza del vínculo imaginario establecido en la transferencia
tiene una intima relación con la noción de la relación de objeto, en la cual la teoría es por
demás vacilante.

Según Lacan, las relaciones entre analizado y analista se deben situar en el plano de la
economía narcisista del sujeto: en el plano del yo y el no-yo.

Hasta aquí, la cuestión del amor de transferencia se ha situado correlativa a la elaboración


analítica de la noción de amor. Ahora bien: no se trata del amor en tanto Eros: presencia
universal del poder de vinculación entre los sujetos, sino del amor-pasión, como catástrofe
psicológica.

La estricta equivalencia entre objeto e ideal del yo en la relación amorosa, es una de las
nociones fundamentales en la obra de Freud. En la carga amorosa, el objeto amado equivale,
estrictamente, debido a la captación del sujeto que opera, al ideal del yo. Por esto existe en la
sugestión, en la hipnosis, esa función económica tan importante que es el estado de
dependencia verdadera perversión de la realidad, por fascinación ante el objeto amado y su
sobreestimación.

¿Qué es el amor? O es lo que Freud describe, función imaginaria en su fundamento, o es el


fundamento y la base del mundo. Así como Lacan ya habló de dos narcisismos, ahora nos
plantea dos amores: Eros y Ágape.

El Ideal del yo, es el otro en cuanto hablante, el otro en tanto tiene conmigo una relación
simbólica, sublimada. El Ideal del yo puede llegar a ubicarse en el mundo de los objetos a nivel
del Yo ideal, o sea en el nivel donde puede producirse esa captación narcisística. En el
momento en que s produce esta confusión, no hay ya ninguna regulación posible. Dicho de
otra manera, cuando se está enamorado se está loco. Esta coincidencia del objeto con la
imagen fundamental desencadena un apego mortal. Eso es el amor en el que se ama al propio
yo, realizado a nivel imaginario. Ahora bien: ¿cómo puede producirse esto en los neuróticos,
tan trabados en el plano del amor?

Lacan vuelve aquí al esquema óptico, en el que ha introducido un espejo plano. Recuerda el
júbilo triunfante que expresa esa captación anticipada del dominio, pero sitúa que allí
palpamos también otra cosa: el Urbil: primer modelo donde se marca el retraso, el
desprendimiento del hombre respecto a su propia libido. Es a partir de esta hiancia que puede
decir que el deseo es negatividad, captado primero en el otro y de la forma más confusa. Así,
se afirma la relatividad del deseo humano respecto al deseo del otro. “El sujeto localiza y
reconoce originariamente el deseo por intermedio no sólo de su propia imagen sino del cuerpo
de su semejante. En el mismo momento, se aísla en el ser humano la conciencia como
conciencia de sí. Porque reconoce su deseo en el cuerpo del otro, el intercambio se efectúa: el
deseo ha pasado al otro lado y es por eso que él se asimila al cuerpo del otro y se reconoce
como cuerpo.”(pag 223)

Ahora bien, lo que el hombre reconoce y fija en esa imagen del otro es un deseo fragmentado.
Si bien su imagen, a través del espejo le es dada como total, el deseo que encentra en el otro
es ante todo una serie de planos ambivalentes, de alienaciones de su deseo: un deseo aún en
pedazos.

Es la dialéctica especular en el otro la que introduce la dimensión mortal del instinto de


muerte en dos sentidos: primero, en tanto la captación libidinal implica un valor
irremediablemente mortal, sometido como está a la x de la vida eterna. Luego, porque el
instinto de muerte adquiere en el hombre una significación diferente porque su libido está
obligada a pasar por una etapa originaria. El hombre alcanza la culminación de su libido antes
de alcanzar su objeto, por allí se introduce esa falla que se perpetúa en él en la relación con
otro, infinitamente mortal para él que para cualquier otro animal. Esta imagen de amo, que es
la que él ve en la imagen especular, se confunde en el hombre con la imagen de la muerte.

La introducción del espejo plano en el esquema óptico, le permite a Lacan considerar el modo
en que si movilizamos este plano de reflexión, se modifica la apariencia de la imagen, mientras
el sujeto permanece en el mismo lugar. Al moverse el espejo plano, algunos objetos hasta
pueden salir del campo. Los que salen en último término son los más cercanos. Lacan ubica los
movimientos de éste espejo a partir de la relación simbólica: el punto desde el cual se habla, a
partir del cual el sujeto es hablado. También se modifica la imagen, sin que la imagen real se
mueva. Así, puede verse una boca pasar a forma de falo o un deseo más o menos completo a
deseo despedazado.

Lacan vuelve a decir, como ya lo había hecho en el estadio del espejo, que lo que se considera
proceso interno, en realidad viene del exterior.

Ahora bien, comos e trata de un ser humano que ha nacido en estado de impotencia y al que
muy precozmente las palabras, el lenguaje, le han servido de llamado, podemos decir que con
igual precocidad esa relación al otro es nombrada por el sujeto. Un nombre, por confuso que
sea, designa una determinada persona y en esto consiste el paso al estado humano. El hombre
deviene humano cuando entra en la dimensión simbólica.

La dialéctica del yo y el otro es trascendida, situada en un plano superior, por la relación al


otro, por la sola función del lenguaje, en tanto es más o menos idéntica, está ligada al registro
de la ley, que crea en cada instante de su intervención algo nuevo.

Lo que produce los virajes en el espejo plano es la intervención de las relaciones del lenguaje.
4- La báscula del deseo (el titulo del apartado se llama Más allá de la psicología)

Modelo que sirva de referencia: esquema óptico.

Punto O: imagen real en el interior del sujeto

Punto O’: imagen virtual de la imagen real que el sujeto percibe, colocado en posición virtual
simétrica respecto al espejo plano.

O y O’ tratan de algo que se refiere a la constitución del Yo-Ideal y no del Ideal del yo: origen
imaginario, especular del yo.

Hay estrecha relación entre la formación del yo y la formación del objeto. El problema del
narcisismo surge porque son correlativos y su aparición es contemporánea. La libido está
sometida a una dialéctica que es la del objeto. El narcisismo no es la relación entre el individuo
biológico y su objeto natural. Existe una carga narcisista específica sobre lo que no puede ser
concebido sino como imagen del yo.

Al yo debemos concebirlo en un plano transpsicológico., metapsicológico.

El momento en que el estadio del espejo desaparece presenta una analogía con un
movimiento de báscula que se produce en ciertos momentos del desarrollo psíquico.

Entre el niño y su semejante existe un espejo inestable.

Hay un momento en que se produce la asunción jubilosa, a través de la mediación de la


imagen del otro. El sujeto se muestra capaz de asumir el dominio en el interior, aún cuando su
organismo no se lo permite. Movimiento de báscula, de intercambio con el otro.

Sólo lo asume como forma vacía, envoltorio de dominio, Freud señala que debe tener una
relación muy especial con la superficie del cuerpo. Superficie reflejada en tanto forma. No hay
forma sin superficie.: la diferencia en lo idéntico.

Gracias a esta superficie es que se produce esa relación del adentro con el afuera por el cual el
sujeto se sabe, se conoce como cuerpo. Diferencia entre la psicología animal y la humana. El
hombre sabe que es un cuerpo.

Aprenderá a reconocer invertido en el otro todo lo que en él está en estado de puro deseo,
deseo originario, in constituido y confuso, deseo que se expresa en el vagido del niño.
Aprenderá solo cuando pongamos en juego la comunicación. Anterioridad lógica y no
cronológica que nos permite deducir los planos simbólico, imaginario y real.

Antes que el deseo aprenda a reconocerse por el símbolo, solo es visto en el otro.

En el origen, antes del lenguaje, sólo existe en el plano único de la relación imaginaria del
estadio especular, proyectado, alienado en el otro. La tensión que provoca no tiene salida más
que la destrucción del otro. El deseo sólo puede confirmarse en una competencia, en una
rivalidad absoluta con el otro por el objeto hacia el cual tiende. Cada vez que nos aproximamos
en el sujeto a esta alienación primordial se genera la agresividad más radical: el deseo de la
desaparición del otro, en tanto el otro soporta el deseo del sujeto.

La relación imaginaria existente entre el sujeto y su Urbild, su Yo ideal siempre puede bascular.
Cada vez que el sujeto se aprehende como forma y como yo, cada vez que se constituye en su
estatuto, en su estatura, en su estática, su deseo se proyecta hacia fuera. Como consecuencia
tenemos la imposibilidad de toda coexistencia humana.

Por suerte, el sujeto está en el mundo del símbolo: un mundo en que los otros hablan. Su
deseo puede pasar por la mediación del reconocimiento.

Inversamente, cada vez que en el fenómeno del otro surge algo que permite de nuevo al
sujeto volver a proyectar, volver a completarse, a nutrir la imagen del Yo Ideal, cada vz que
vuelve a producirse jubilatoria mente la asunción del estadio del espejo, cada vez que el sujeto
es cautivado por uno de sus semejantes, el deseo retorna al sujeto, pero verbalizado.

Cada vez que se producen identificaciones objetales del Yo ideal aparece este fenómeno sobre
el que he llamado la atención desde el comienzo: el enamoramiento. La diferencia entre
enamoramiento y transferencia es que el enamoramiento no se produce automáticamente: se
requieren ciertas condiciones determinadas por la evolución del sujeto.

Además, la libido de la relación primitiva, la que carga la imagen necesariamente debido a la


prematuración inicial, es la del orden del Liebe, del amor. No es del mismo nivel que la que se
relaciona con el objeto genital. Vemos aquí una primera libido y una segunda libido. La primera
está en relación con la prematuración, con el orden vital, la segunda responde a una primera
maduración del deseo, va más allá.

Hay entonces un cambio radical de nivel en la relación del deseo humano con la imagen del
otro. La relación imaginaria narcisista pasa al plano del enamoramiento. La imagen cautivante,
narcisista, se halla cargada con enamoramiento, que corresponde fenomenológicamente al
registro del amor.

Llenar, desbordar, la hiancia primitiva de la libido del sujeto inmaduro, depende de una
maduración interna vinculada a su evolución vital. La libido pregenital es el punto sensible, el
punto de espejismo entre Eros y Tanatos: amor y odio. Papel crucial de la libido desexualizada
del yo en la posibilidad de reversión, de viraje instantáneo del odio en amor, del amor en odio.
La reacción agresiva a la rivalidad edípica está vinculada con uno de estos cambios de nivel. El
padre constituye una de las figuras imaginarias más manifiestas del Yo ideal, como tal cargado
de enamoramiento. Aparece entonces sentimiento de rivalidad y de odio hacai el padre. Un
cambio muy pequeño en el nivel libidinal en relación a cierto umbral transforma el amor en
odio, lo que oscila durante cierto tiempo.

El yo está formado por la sucesión de identificaciones con los objetos amados que le
permitieron adquirir su forma.

La perpetua reversión del deseo a la forma y de la forma al deseo, en otras palabras: de la


conciencia y del cuerpo, del deseo en tanto que parcial al objeto amado, en el que el sujeto
literalmente se pierde es el mecanismo fundamental alrededor del cual gira todo lo que se
refieren al ego. Esto es jugar con fuego y culmina en el exterminio inmediato.

La estructura más fundamental del ser humano en el plano imaginario es destruir a quien es
sede de la alienación.

El deseo, entonces, alienado, es perpetuamente reintegrado de nuevo, proyectado al exterior


al Yo Ideal. Así es como se verbaliza el deseo. Reproduce un movimiento de báscula entre dos
relaciones invertidas: la relación especular del ego (que el sujeto asume y realiza) y la
proyección, siempre dispuesta a renovarse, en el Yo Ideal.

La relación imaginaria brinda el marco fundamental de todo erotismo posible. El objeto de


Eros debe someterse a esta condición. El narcisismo da su marco a toda relación con el objeto
para que ésta se inscriba en él. Pero lo trasciende, de modo que hace imposible su realización
imaginaria: necesidad del amor.

La necesidad del amor hace intervenir el pacto, el compromiso, para constituirse como otro,
incluido en el sistema general de los síntomas interhumanos. El amor se realiza en la
comunidad humana a través de un pacto. Es lo que se llama la función de lo sagrado.

Cuando el deseo retorna verbalizado, nominación simbólica, constituye el núcleo verbal del
ego.

El deseo del otro, que es el deseo del hombre, entra en la mediatización del lenguaje. Es en el
otro, por el otro, que el deseo es nombrado. Entra en la relación simbólica del yo y el tú, en
una relación de reconocimiento recíproco en el orden de una ley ya preparada para incluir la
historia de cada individuo.

Luego del Fort-Da, el objeto se transforma, adquiere función simbólica y se desvitaliza, es ya


un signo. El símbolo emerge y se vuelve más importante que el objeto. La palabra o el
concepto es la cosa misma.

Entonces: a la proyección de la imagen le sigue constantemente la del deseo, correlativamente


hay reintroyección de la imagen y reintroyección del deseo. Movimiento de báscula, juego en
espejo. Esta articulación se repite y así el niño re-integra, re-asume sus deseos. Además, en
tanto los deseos del niño pasan por el otro especular, son allí aceptados y rechazados: esta es
la vía por donde el niño aprende el orden simbólico y accede a su fundamento: la ley.
La palabra es rueda de molino donde constantemente se mediatiza el deseo humano al entrar
en el sistema del lenguaje.

En la situación analítica hay dos sujetos vinculados mediante un pacto. En el interior de esa
relación primero se trata de soltar las amarras de la palabra. Al soltarlas se produce la
desinserción de la relación con el otro, lo que hace variar oscilar, descompletar la imagen de su
yo. En la relación hablada, flotante con el analista, se tiende a producir en la imagen de sí
variaciones suficientemente repetidas copo para que el sujeto perciba las imágenes
cautivantes que se encuentran en la base de la constitución de su yo. Al bascular el espejo,
tratamos de que el sujeto constituya mediante reposiciones e identificaciones sucesivas, la
historia de su yo. Como se producen frenos, trabas y detenciones, Freud nos ha enseñado a
reconstruir el progreso. Esto produce en el sujeto una relación de espejismo imaginaria
consigo mismo mucho más allá de lo que le permiten obtener sus vivencias cotidianas. Tiende
a crear artificialmente, en forma de espejismo, la condición fundamental de todo
enamoramiento. La ruptura de las amarras de la palabra permite que el sujeto vea, al menos
sucesivamente, las diversas partes de su imagen y que obtenga lo que podemos llamar una
proyección narcisista máxima. El estado amoroso, cuando se produce, se produce de modo
muy diferente: Es necesaria una coincidencia sorprendente, pues no entra en juego cualquier
compañero, cualquier imagen. El punto donde se focaliza la identificación del sujeto a nivel de
la imagen narcisista es lo que en el análisis, llamamos la transferencia. Transferencia en tanto
fenómeno imaginario. Si las cosas sólo ocurren de este modo, hemos descuidado la palabra
como función de reconocimiento: a través de la cual el deseo del sujeto está integrado
auténticamente en el plano simbólico. Tan sólo cuando se formula, cuando se nombra delante
del otro, el deseo, sea cual fuere, es reconocido en el pleno sentido de la palabra.

Eje dora: Freud no percibió que en el punto de O’ estaba, para Dora la señora K. ¿cómo
intervino Freud? Con su ego, con su concepción acerca de para qué está hecha una muchacha:
para amar a los hombres. Lo que para Freud no marchaba bien, era la represión del amor por
el señor K, y también, de paso, un poco a Freud. Le habla a nivel de la experiencia de los otros,
y a éste nivel donde el sujeto debe reconocer y hacer reconocer sus deseos, si ellos no son
reconocidos, empieza la represión. Interrupción del análisis, luego de: “ud ama al Sr K”. Ni
siquiera fue un análisis de las resistencias, en el que hubiera ido enseñándole que tal o cual
cosa era eso: una defensa y las hubiera eliminado de a poco, introduciendo en su ego un
elemento, y una motivación suplementaria: sugestión.

Si, esto es la transferencia, como dice Freud, pero es preciso saber que en el nivel imaginario.
¿qué hubiera pasado si le hubiera mostrado que era la Sra K a quien ella amaba?

Vemos aquí que Freud interviene en el movimiento de báscula: cuando el deseo de Dora está
en O’, donde ella desea a la sra K. Ella no sabe si sólo se ama a sí misma, a su imagen
magnificada en la Sra K o bien si desea a la Sra. K. es cuando el deseo está en O’ cuando el
analista debe nombrarlo pues en ese momento puede realizarse. Puede realizarse el
enamoramiento y así reconocer su deseo, el objeto de su amor. Esta es la primera etapa del
análisis, que de no interrumpirse hace una ortopedia del ego.
Si Freud hubiera intervenido nombrando el deseo cuando estaba en O’?, permitiéndola sujeto
nombrarlo, se hubiera producido el enamoramiento, pero el sujeto hubiera sabido que era
Freud quien le había dado este objeto de enamoramiento.

Una vez realizado este movimiento de báscula, por el cual el sujeto en el mismo momento en
que su palabra reintegra a la palabra del analista, le está permitido un reconocimiento de su
deseo. Esto no se produce una sola vez. Al ver el sujeto que se aproxima la completud, El
analista puede ocupar el lugar del Ideal del yo, ya que el sujeto reconquista su Yo Ideal.

Por esto es que el analista puede ocupar a veces el papel del super yo.

La primera fase del análisis está constituída por el paso de O a O’, de lo que del yo le es
desconocido al sujeto a esa imagen en la cual reconoce sus cargas imaginarias.esta imagen que
se proyecta despierta una excitación sin freno, pero ahora puede nombrarla, porque
entretanto ha aprendido a hablar.

El analista ocupa por algún tiempo el lugar del Yo ideal, en la medida en que realice su
intervención en el lugar adecuado, en el momento adecuado, en el sitio adecuado.

En el movimiento de molino expresado por las dos flechas que van de O a O’ en ese juego de
vaivén se va completando la imagen del sujeto. Al mismo tiempo reintegra su deseo. Cada vez
que se da un nuevo paso en el completamiento de esa imagen, el sujeto ve como surge en sí
mismo su deseo en forma de tensión particularmente aguda. Muchas son las revoluciones para
que la identificación imaginaria, narcisista , especular proporcione una imagen bien lograda.
Esto no agota el fenómeno, ya que está ese tercer elemento: la palabra del sujeto. En ese
momento, el deseo es sentido por el sujeto y no puede sentirlo sin la conjunción de la palabra:
momento de pura angustia. El deseo emerge en una confrontación con la imagen. Cuando la
imagen que había sido descompletada se completa, surge la angustia y este es el fenómeno
fecundo.

En el momento preciso en que lo que está por despuntar en lo imaginario está a la vez
presente en la relación verbal con el analista, es cuando la interpretación debe hacerse a fin de
que pueda ejercer su valor decisivo, su función mutativa. (alusión a lo que Strachey intenta
cernir llamando a esa intervención interpretación de la transferencia o interpretación
mutativa. Pag 279) Se trata del momento en que lo imaginario y lo real de la situación analítica
se confunden entre sí. El deseo del sujeto está allí, en la situación, a la vez presente e
inexpresable. Es el único punto donde la palabra del analista debe añadirse a lo que el paciente
fomenta en el discurrir del largo monólogo, molino de palabras.

Es por esta vía que comprendemos la técnica analítica: en ella se sueltan las amarras de la
relación hablada (regla asociación libre) y así el sujeto adquiere cierta movilidad en ese
universo de lenguaje donde lo hacemos penetrar.
Mientras acomoda su deseo en presencia del otro, se produce, en el plano imaginario, esa
oscilación del espejo que permite que cosas imaginarias y reales que no coexisten
habitualmente, se encentren en ciertas simultaneidad o ciertos contrastes.

Alejamos al analizante de la palabra verdadera para reencontrarla extrayendo la palabra del


lenguaje.

5- El fin del análisis:

Lacan se pregunta sobre el fin del análisis en diálogo con otros analistas contemporáneos,
entre los cuales destacamos especialmente a Balint. En el capítulo XV, a partir de un
intercambio con Hypollite, dice: “En que medida el olvido del olvido puede ser algo logrado?
¡En qué medida debe todo análisis desembocar en ese remonte del ser?¿o bien en cierto
distanciamiento del ser, tomado por el sujeto en relación a su propio destino?¿Si el sujeto
parte del punto O, punto de confusión y de inocencia, hacia dónde habrá de dirigirse la
dialéctica de la reintegración simbólica del deseo?¡Al fin, totalmente al fin del análisis, después
de haber recorrido ciertos circuitos y efectuado la reintegración completa de su historia está
todavía en O el sujeto?¡O está un poco más cerca de A? En otras palabras: ¿queda algo de ese
sujeto al nivel de ese punto de adherencia que llamamos su ego? “

“El problema que introduzco es que todo lo que era del ego debe ser realizado en lo que el
sujeto reconoce de sí mismo”. Sin duda, no es esta toda la solución del problema del fin del
análisis.

Lacan sostiene desde este primer seminario que el análisis tiene un fin. En principio, un fin en
función de la meta de todo análisis, o sea: qué es lo que se busca al hacer un análisis.

La respuesta a éste interrogante está desde el principio del seminario, relacionado con la
cuestión del ser.

Realización del ser y revelación del ser. Dos operaciones con las que estructura la pregunta por
el psicoanálisis.

Operaciones en las que se intuye la influencia de la formación filosófica de Lacan: Hegel,


Heidegger, Koyré y Kojeve, aunque también las divergencias con ellas mismas.

La cuestión del ser toma en Lacan una gran importancia en éste seminario y puede irse
señalando el modo en que su búsqueda alrededor de esta cuestión va tomando diferentes
formas a lo largo de su enseñanza.

En éste tiempo, lacan distingue dos funciones de la palabra:

• Como revelación del ser, y

• Como mediación, reconocimiento, lo que implica la realización del otro.


En tanto mediación, la palabra toma apoyo en el otro, y asistimos a su degradación. Sin
embargo, dice Lacan que la palabra puede unirnos al otro a través del pacto, en la dimensión
simbólica.

La palabra como realización del otro nos sitúa frente al fenómeno destacado por freud como
resistencia. Esta se produce en tanto el discurso que avanza hacia la revelación del ser se topa
con su impotencia en esa vertiente, entonces, vira hacia la función de mediación, para tomar
apoyo en el otro.

La revelación del ser, operación con fuertes resonancias heideggerianas, es una referencia que
articula:

• El deseo: el ser a la espera de

• La represión: como obstáculo a la revelación.

• La transferencia: ya que surge cuando el discurso encuentra la resistencia.

• La resistencia: donde se manifiesta lo imposible respecto a la revelación del ser.

• y el fin del análisis.

Hablar de revelación del ser introduce entonces una especie de referente: la verdad ya no es
sólo reconocimiento. El referente no lo es en el mundo objetivo, en la realidad común sino que
se trata de la verdad como ocultación /desocultación del ser.

Vemos que el ser incumbe en primer lugar a la dimensión simbólica. Más adelante, en los
siguientes seminarios, veremos que la referencia al ser en Lacan nos permite distinguir el A del
a.

Pero en el Seminario 1, al no estar aún distinguido el gran Otro, es el ser el que caracteriza a lo
simbólico.

Respecto a la realización, ya trabajamos el modo en que es una operación que se aplica a las
tres categorías: real, simbólico e imaginario.

La realización de lo simbólico, es el punto de partida del análisis, se trata del investimento


simbólico del analista, necesario a la transferencia.

La realización del imaginario, en tanto realización de la imagen, es la resistencia. El neurótico


realiza en el aquí y el ahora lo que es del orden de su fantasma, que Lacan aquí ejemplifica con
la etología, y es lo que obstaculiza la simbolización de lo real.

En cuanto a la realización de lo real, podemos decir que para el analista todas las realidades
son realidades.

En este sentido, podemos plantear que la verdadera salud, es el reconocimiento de la propia


realidad del deseo.

El proceso del análisis culmina en la realización del símbolo. El ser excede y modifica las tres
categorías que desde ahora se inscriben en su dimensión.
Durante el proceso del análisis se cumple la revelación del ser y en el fin del análisis la
revelación es una realización del ser.

“A medida en que la palabra progresa el ser se realiza. Esto es producto del proceso del
análisis”.

El inocente, es el que se cree instalado simplemente en lo real, pero en la medida en que se


compromete en un análisis se abre al ser por la entrada en la dialéctica. El analista ocupa el
lugar del maestrote filosofía, el análisis convierte a la palabra en aquello que revela y realiza el
ser. Esto es semejante a la conversión existencial y no especulativa, existencia auténtica del
Heidegger de Ser y tiempo.(por asunción del ser-para-la-muerte.)

Esto es lo que está en el núcleo de la interrogación sobre lo que ocurre en la experiencia


analítica. La palabra reveladora se extirpa del discurso (lugar de las racionalizaciones enraizado
en lo imaginario) Habrá que esperar hasta el Sem XVII para que discurso tome otra acepción y
pueda entonces hablarse de un discurso sin palabras.

Por ahora, Lacan trabaja de éste modo: “La palabra incluida en el discurso se revela gracias a la
ley de la asociación libre que la pone en duda al suspender la ley de no-contradicción”.

Entonces, al fin del análisis acontece un crepúsculo, una declinación imaginaria del mundo, una
experiencia que confina con la despersonalización. “Cae lo contingente (accidente, trauma,
etc.) y se constituye el ser”

Es en éste contexto que Lacan traduce el Errante Querubínico de Angelus Silesius y lo


recomienda, lo que induce cierto parentesco entre la experiencia mística y el fin del análisis.

Al nombrar lo que se realiza al fin del análisis el ser ya no ocupa el lugar que más adelante le
corresponde al Otro, sino que va perfilándose con el del objeto a.

Además, los desarrollos sobre la realización del ser, en relación a Heidegger, esclarecen un
planteo posterior de Lacan: el objeto a, nuestro único Dasein.

Desde el punto de vista filosófico, el par revelación/realización remite al anudamiento entre la


cuestión óptica y ontológica del ser que se reemplaza por ser vs. Realidad, inscribiendo al ser
en los significantes freudianos para corregir su mal uso.

Lacan habla de ser para diferenciarse de la Psicología.

El ser es en este Seminario, tanto la dimensión de lo que se realiza en la palabra: El ser


(simbólico) como Lo que se realiza: El ser de un ente. Antecedente de la destitución subjetiva.

El ser es aquí el corazón mismo del sujeto, en oposición al yo: Ker unseres wessens: Núcleo de
nuestro ser. Desconocido e ignorado por el yo e identificado con el proceso primario. No es
psicológico: es lo que se ahonda en la experiencia analítica. Wesen: es el ser en el sentido de
esencia. Opuesto a Sein: el ser propiamente dicho.
Por último, las tres pasiones Amor, odio e ignorancia, serán llamadas por Lacan Pasiones del
ser, en tanto apuntan al ser, si no las reducimos a su dimensión imaginaria. Apuntan al ser sólo
si la dimensión simbólica está instaurada.

El recurso al ser en Lacan es sumamente fecundo para la introducción de las tres dimensiones
y ya aquí para situar que ninguna tiene prevalencia sobre la otra.

Además, implica ir dándole forma a la noción de Icc., sin reducirlo a lo simbólico, como quizás
se ha transmitido.

En la Instancia de la letra, escrito de 1957, Lacan dice: “Los contenidos del ICC no nos entregan
en su decepcionante ambigüedad ninguna realidad más consistente en el sujeto que la
inmediata, extraen su virtud de la verdad y en la dimensión del ser”.

Por lo tanto:

tenemos que el ser es opuesto a la realidad y es una dimensión común a las tres categorías
introducidas por Lacan desde la conferencia SRI.

El ICc también está en relación a las tres categorías.

Lacan deja abierta la continuación de la interrogación acerca del fin del análisis, ya que al
finalizar el capítulo XV dice:”Una vez realizado el número de vueltas necesarias para que
aparezcan los objetos del sujeto y para que su historia imaginaria sea completada, una vez
nombrados y reintegrados los deseos sucesivos, tensionarios, suspendidos, angustiantes del
sujeto. No todo está terminado. Lo que primero estuvo en O y luego en O’ y después de nuevo
en O debe trasladarse ahora al sistema completado de los símbolos. Así lo exige la salida del
análisis….. ¿Deberíamos impulsar la intervención analítica hasta entablar diálogos
fundamentales sobre la valentía y la justicia, siguiendo así la gran tradición dialéctica?”

Lacan deja sin respuesta la pregunta, señalando que allí reside la gravedad del problema
respecto a la formación humana de los analistas.

6- Verdad y error en la revelación del ser:

Lacan muestra en el seminario 1 que la invención de Freud, a partir del nivel empírico
introduce una solución original al problema filosófico de la verdad y el error.

El error, es la encarnación más habitual de la verdad, ya que la verdad se propaga como error,
en tanto no se revela por entero. Lacan nos dice que es posible detectarlo en tanto conduce a
una contradicción.

El discurso del sujeto se desarrolla normalmente en el campo del error, el desconocimiento y


la denegación. Ocurre algo a través de lo cual irrumpe la verdad. Eso no es la contradicción. La
verdad atrapa el error con el lazo de la equivocación en el lapsus, el acto fallido, el sueño, el
síntoma y el chiste. Esa es la verdad que habla.
Podemos leer en el escrito sobre la cosa freudiana una reescritura del Seminario 1.

Es la interpretación la que cliva la palabra auténtica y el discurso corriente.

Reitero la puntuación de Lacan acerca de la regla fundamental, en la que se suspende el


principio de contradicción y el discurso corriente, que está sometido al desplazamiento en el
error hasta que tropieza con la equivocación.

Hay que oír un discurso más allá del discurso del sujeto sin salir d los límites de la palabra sin
referencia a una realidad exterior que sirva de criterio.

La verdad que habla a través del discurso del embuste y la equivocación del sujeto no es del
orden de la exactitud. Se deja pensar como desocultación y no como adecuación.

Esta desocultación no es ni del ente ni la de su diferencia sino de la cosa freudiana.

7- Lo real:

Voy a insistir en que al hablar de realización de lo simbólico, de lo imaginario y de lo real, lo


real es de las tres categorías. El ser se distingue de lo real puro y simple, en tanto es
inseparable de la palabra y corresponde a un hueco den lo real que es al mismo tiempo el
hueco de la verdad. Es el ser como agujero en lo real.

Cuando Lacan nos propone la figura conformada por dos pirámides unidas por la base. Sitúa en
la base un real puro y simple que es sin agujeros, compacto, por lo tanto imposible de
atravesar. La pirámide inferior es lo real. Allí las palabras y símbolos introducen un hueco
gracias a lo cual es posible el pasaje.

Tenemos entonces: Lo real puro y simple, en tanto carece de palabras es sin agujeros,
compacto y opuesto al ser.

Lo real en la dimensión del ser abierta por la palabra, se ubica en posición tercera netre lo real
y lo simbólico.

La dimensión del ser, es también la de la palabra, lo simbólico. Por lo tanto, la tripartición RSI
se sitúa en lo simbólico.

Podemos preguntarnos: en sucesión o en simultaneidad?

Sabemos por este seminario que:

• Las tres categorías están en la dimensión del ser.

• Antes del ser está lo real previo a toda afirmación y negación.

• En un primer momento lógico: existe lo real. El efecto de la palabra sobre ese real anterior
hace surgir la dimensión del ser.
• El ser es El presupuesto, lo que se postula antes que nada.

Estos problemas quedarán abiertos, aunque ya en el seminario 2 se aclara y renueva la


relación entre el ser, lo simbólico y lo real.

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