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La invención del delirio

Jacques-Alain Miller

El binomio fenómeno elemental-delirio responde al intento de diferenciar elementos que a su


vez forman parte del discurso común; son elementos comunes a todo ser hablante. Esta es una
forma de generalizar el concepto de delirio. Dado que el yo de cada uno es delirante, un delirio
puede ser considerado una acentuación de lo que cada cual lleva en sí, y que es posible escribir
como: deliryo.

La psiquiatría diferencia entre delirios ricos o pobres así como también entre delirio y
alucinación, señalando que el delirio es un discurso. Y en esta perspectiva tiene sentido la
palabra elemental.

La enseñanza de Lacan nos permite formular que el delirio es un discurso articulado. Se trata
de una combinación de elementos donde el intento de ubicar fenómenos elementales toma un
valor, un sentido: destacar en el conjunto del discurso delirante los elementos mínimos, los
elementos primeros a partir de los cuales se construyó, se desarrolló y se elaboró el resto.

Así planteado, parece muy general, pero permite justificar un primer sentido de la palabra
elemental.

Podemos pensar por ejemplo que una argumentación formalizada resulta útil en lógica
matemática y, aunque esta no es común en nuestra práctica, poseemos cierta idea de ella. No
solo es posible deducir muchas cosas de tal sistema -por ejemplo, varios teoremas-, sino que
además en la presentación formalizada se destacan axiomas, fórmulas primeras que tomamos
como base para la demostración, para el discurso demostrativo. De algún modo, los
fenómenos elementales serían como esos axiomas de partida, que no se pueden poner en
duda.

Este puede ser un primer abordaje, que sin duda es posible criticar. La inspiración lógica
condujo por ejemplo a De Clérambault a encarar cierto tipo de delirios y destacar los
pasionales, dentro de los cuales subrayó la erotomanía propiamente dicha, que ubica
postulados (como él me quiere, no me rechaza, no dice que no, u otros) que no cambian la
premisa inicial. Se trata, pues, de la búsqueda de elementos iniciales que funcionan de manera
absoluta como principios de todo desarrollo del discurso. Pero ¿cómo retomar este tema?

Kraepelin, por ejemplo, pensaba que no se podían ubicar fenómenos elementales en la


psicosis; postulaba la paranoia en continuidad con el desarrollo de una personalidad. Esta
perspectiva se opone a aquella según la cual hay fenómenos elementales, esto es, algo que
señala en la vida del sujeto el surgimiento de una discontinuidad e indica entonces que no se
trata de un desarrollo continuo. En efecto, se presenta una oposición entre continuidad y
discontinuidad.

Y debemos agregar que los que ubicaron fenómenos elementales eran organicistas, ya que
sostenían que en el terreno del nacimiento de dichos fenómenos había algo orgánico que
determinaba la intrusión de un elemento en lo psíquico, del que no se puede dar cuenta por
medio de nada anterior. De este modo, se situaba una causalidad no propiamente psíquica de
la psicosis.

Como nada puede dar cuenta de lo que surge o se espera, se impone la evidencia de una
causalidad orgánica: no se trata de alguien de quien pueda sospecharse que se volverá
paranoico, sino que hay una discontinuidad y algo totalmente nuevo que se introduce en lo
psíquico. En esta concepción, ante ese hecho en bruto, bizarro, que surge en él, el sujeto
reacciona intentando dar cuenta de ello, con explicaciones y construcciones delirantes. (Pág.
82)

En el seno de esta concepción organicista se establece una distinción entre el fenómeno


elemental como primario y el delirio como secundario, y entre la causalidad propia del
fenómeno elemental y la que corresponde al delirio. La causalidad del fenómeno elemental,
como un sentimiento de extrañeza, de inquietud que invade al sujeto, no tiene antecedentes
en su personalidad, su conciencia, su carácter. Debemos, pues, remitirnos a una causalidad
orgánica. El delirio, en cambio, tiene una causalidad psíquica porque es un esfuerzo intelectual
para dar cuenta de esa intrusión curiosa, extraña e inquietante.

Se abren así dos vías: (para la PSIQUIATRIA)

- una donde no hay fenómenos elementales y aparece el desarrollo de una personalidad


que acentúa sus rasgos en situaciones vitales cruciales o en momentos traumáticos, y

- otra donde sí hay fenómenos elementales, es decir, la intrusión de un elemento


heterogéneo de fuente orgánica que obliga al sujeto a un gran esfuerzo de elaboración
delirante para dar cuenta de ella.

Lo curioso de Lacan es que en su tesis sostiene la posiciónde que hay fenómenos elementales,
pero a la vez los integra en una teoría de la personalidad. Esta es la paradoja de su tesis, la cual
se observa muy bien en los capítulos tercero y cuarto de la primera parte. En el tercer capítulo
se concibe la paranoia como desarrollo de la personalidad, mientras que en el cuarto aparece
determinada por un proceso orgánico, y se oponen las dos vías. Pero precisamente en este
capítulo se presenta la teoría de los fenómenos elementales y se toma un ejemplo de una
causalidad que no es de la personalidad.

En su elaboración del caso Aimée, Lacan se opone al organicismo. Allí la palabra esencial es la
personalidad, que encontramos en el título de su tesis («De la psicosis paranoica en sus
relaciones con la personalidad»), donde defiende una concepción personalista de la paranoia e
integra en esta concepción los fenómenos elementales pertenecientes a una idea organicista.
En efecto, se puede decir mucho al respecto, pues se trata de una concepción armónica pero
que a la vez no encaja bien, lo que la vuelve justamente más interesante. Es una cuestión
árida. Sin embargo, es la tesis de Lacan (cuya lectura se ve Facilitada por el trabajo de Silvia
Tendlarz Aimée con Lacan), y debemos tener en cuenta que es la base de nuestra discusión
cuando aludo a ese tema. (Pág. 83)
¿A qué responde esta curiosa posición de Lacan? Quizá nos encontramos en el terreno de la
personalidad de Lacan, pues pone claramente en juego su relación con De Clérambault, su
maestro.

Se trata entonces de algo muy delicado, ya que nos dio elementos para entender este tema.
Pero lo dejaremos de lado por un momento para retomar el debate y las presentaciones
escuchadas hoy.

Ciertamente, nos concentramos mucho en cómo entender el tema del delirio y el del
fenómeno elemental. En esa dirección se trabajó la metáfora de la planta, ubicada en El
seminario 3 de Lacan y comentada por Claudio Godoy, con la indicación de que también se
encontraba en la tesis. Se sitúa allí donde Lacan señala que antes tomaba la referencia al
anélido y luego prefiere la metáfora de la planta.

En el trabajo anterior sobre la estructura de la paranoia, escrito dos años antes, Lacan tomaba
el término anélido -que es el que suprime- de De Clérambault. Y como subrayó Juan Carlos
Indart, Lacan continuó con la metáfora de la planta después de 1958 en su escrito «La
dirección de la cura...». En efecto, el ejemplo de la planta está presente en la tesis, también en
El seminario 3 y en 1958, y se encuentra no solo a propósito de la psicosis sino también de la
neurosis, y quizá sea algo que debamos aprovechar.

La frase de Lacan de El seminario 3 que plantea que el delirio es un fenómeno elemental –si
aceptamos reducir la cita-, resulta tanto más necesaria cuanto que en el primer sentido, de
acuerdo con la concepción organicista, el fenómeno elemental es totalmente distinto y
heterogéneo respecto del delirio. Por el solo hecho de trasladarlo a una teoría continuista y de
desarrollo de la personalidad se restablece una continuidad entre el fenómeno elemental y el
delirio. Pero, a mi entender, Juan Carlos Indart indicó la manera de traducir esa frase, ya que
inmediatamente después de hablar del delirio como fenómeno elemental Lacan agrega: en
tanto que elemento significa estructura.

Podríamos traducir esta frase de la siguiente manera y someterla a discusión: podríamos


entender el delirio es un fenómeno elemental como el delirio tiene la misma estructura que el
fenómeno elemental. En este sentido, es interesante el término elemento generador, que
utilizó Roberto Cueva. Y es algo que se entiende, por ejemplo, con el modelo del gnomon
griego.

(Ver cuadro de pág. 84)

Hacemos una figura, tomamos la diagonal y podemos construir toda una serie de figuras que
responden a las mismas proporciones. De modo que a partir de la célula inicial encontramos
de manera más y más extensa la misma estructura.

Cuando Lacan alude a esa famosa planta en «La dirección de la cura...» (dentro del texto en el
que analizará el sueño de la bella carnicera), señala que nada de eso es microscópico y que no
se necesita un instrumento especial para reconocer que la hoja tiene los rasgos de estructura
de la planta con la que está relacionada. En otras palabras, considera que ese sueño de una
histérica es capaz de indicarnos toda la planta de la histeria. Claramente relaciona esa
formación del inconsciente que es el sueño con la neurosis, y afirma que el conjunto de la
neurosis está presente en una formación del inconsciente minúscula como un sueño.

Que los pacientes a veces cuenten tres o cuatro sueños en una sesión nos haría creer que un
sueño es poca cosa en todo el trayecto de un análisis, pero la tesis de Lacan es que a partir de
la hoja podemos conocer la planta o el árbol, así como a partir del hueso de una pata es
posible reconstruir un dinosaurio.

En la vía de lo que elaboramos, mi propuesta es simple: en cierto sentido el fenómeno


elemental es a la psicosis lo que la formación del inconsciente es a la neurosis; aunque en
escala reducida, nos muestra la estructura de toda la enfermedad. No solo es un poco simple
sino quizás algo excesivo, pero sugiere que debemos trabajar comparando formación del
inconsciente con fenómeno elemental. Y esta comparación es válida debido al concepto de
estructura, para la cual es lo mismo tomar un texto enorme o solo una página, pues en tanto
tal está presente de todas maneras. Piensen cuando se tienen dificultades visuales, en la
diplopía, por ejemplo: al cerrar los ojos o al mirar una página o una sala la diplopía no
desaparece. El objeto que se ve puede cambiar, pero el hecho de estructura está, con una
torsión específica. (Pág. 85)

Tomemos como ejemplo el trabajo del pase, donde en un tiempo muy corto (una hora, media
hora) alguien relata el análisis de otra persona ¡que duró diez años! ¿Cómo es posible este
trabajo y, además, cómo evaluarlo? Simplemente, porque creemos en la estructura, es decir,
en que se puede hacer una buena extracción y lograr apropiarse de la estructura en un
fragmento. Es lo que intentó mostrar Roberto Cueva tomando como ejemplo un fenómeno
elemental del caso Aimée e indicando que se repite en el transcurso de la elaboración del
delirio. Él percibió esta cuestión.

Se nos presenta entonces un cortocircuito: ¿cuál es la estructura de las formaciones del


inconsciente?

La respuesta de Lacan nos permite afirmar que su base es la alienación significante (el
significante representa al sujeto para otro significante), y a veces, cuando un significante llama
a otro, al sujeto le surge como un lapsus y se sorprende por lo que él mismo produjo.

Avancemos a partir de esta estructura de la formación del inconsciente e intentemos elaborar


la estructura del fenómeno elemental en oposición a ella.

formación del inconsciente - neurosis fenómenos elementales – psicosis

en las formaciones del inconsciente el El fenómeno elemental representa algo pero


significante se vincula con el significante y el no se sabe muy bien qué. Digamos que
sujeto surge como efecto de esa vinculación. representa, no se sabe qué para alguien,
Ahora bien, el sujeto no está al tanto de este para el sujeto. Como recordarán, se trata de
procedimiento; los significantes se vinculan la definición del signo de Peirce, en la que se
entre sí y el sujeto queda un poco relegado, inspiró Lacan: el signo representa algo para
como vemos en el lapsus. alguien.
En el fenómeno elemental es interesante el
para alguien, porque es la significación
personal que se dirige a él. Y quizá podamos
afirmar en una primera aproximación que en
el fenómeno elemental el signo elemental
representa una x para el sujeto. Esta
formulación nos presenta un problema para
resolver: ¿cómo formalizar el fenómeno
elemental a partir de la fórmula de Lacan de
las formaciones del inconsciente?

Seguiremos con estas cuestiones un poco más. Por ahora tratamos de indicar el camino en el
que es posible seguir trabajando, ya que no damos el trabajo por terminado. Así como Lacan
se inspira en algunos ejemplos para construir sus fórmulas, inspirémonos en la fórmula de
Lacan para hacer nosotros mismos un trabajo.

Y así nos encontramos con un concepto muy útil para introducir en el debate. Hablamos de
fenómeno elemental y dudamos en su momento de dónde venía, porque Lacan indica que
proviene de De Clérambault cuando en realidad no lo encontramos en él. Hay fórmulas
aproximadas en los textos de Jaspers, que Lacan critica. Pero además hay un concepto clínico
exclusivo de Lacan respecto de la psicosis que es el de momento fecundo.

¿Qué es el momento fecundo? Con esta idea Lacan indica los empujes al delirio. En cierto
momento el sujeto aparece como embarazado, cuando dará a luz un nuevo episodio del
delirio. Hay entonces un momento de calma y otro de empuje, y precisamente esta concepción
de los momentos fecundos puede situarse como repetición de los fenómenos elementales. El
sujeto está inquieto, siente que algo le sobrevendrá, luego hay una precipitación, una
cristalización y finaliza. El momento fecundo es, pues, esa reiteración gnómica de la estructura
del fenómeno elemental que a la vez da la idea de una continuidad. El concepto de estructura
reformaliza y redistribuye el campo donde se oponían los conceptos de personalidad y
organismo. En este caso el elemento es la estructura y se repite, como en el gnomon, en
distintos niveles.

Al principio Lacan trabajó esta idea de que el elemento es la estructura. El fenómeno


elemental aparecía como tal por su simplicidad, su carácter inmediato, bruto (que Godoy cita
respecto del texto sobre la estructura de la psicosis paranoica, cuando a propósito de la
interpretación delirante Lacan señaló que está hecha de datos primarios, casi intuitivos, sin
organización razonante). El carácter no organizado del fenómeno, en el delirio de
interpretación, aparece como específico del fenómeno elemental, y aquí se establece la
comparación con De Clérambault, con la metáfora de los anélidos, pequeños anillos iguales,
sin vertebración, sin organización. (Pág. 87)

Descubrir que los fenómenos elementales son estructura, es decir, que incluyen una
combinación, impide oponerles el delirio, con el argumento de que este último es una
articulación mientras que el fenómeno elemental no está articulado. Se trata de un elemento
simple, aislado y distinto de un anillo. He aquí el descubrimiento de Lacan: el fenómeno
elemental está estructurado y su estructura es la de lenguaje, tal como la del delirio. Hay,
pues, entre ambos una comunidad de estructura. En general, se puede decir que el delirio es
un fenómeno elemental y que el fenómeno elemental es un delirio, ya que ambos están
estructurados como un lenguaje. Vayamos, sin embargo, más allá de este punto.

Consideremos ahora un nivel donde se oponen alucinación e interpretación. En ese sentido, la


intervención de Roberto Mazzuca incluye una valiosa referencia a Lacan. Si releen la
«Respuesta al comentario de Jean Hyppolite...», verán que diferencia radicalmente la
alucinación del fenómeno interpretativo, pero poco tiempo después, tal como señala Mazzuca,
Lacan parece olvidarlo y mezcla ambas nociones. En cierto nivel, entonces, entendemos que
hay una oposición entre interpretación y alucinación, la cual concierne a un fenómeno
perceptivo. Afirmamos estar ante una verdadera alucinación psicótica cuando lo que aparece
tiene el carácter de certeza, y podemos decir que el sujeto es pasivo, en tanto padece la
alucinación como independiente de él. El esquema de la vivencia de la interpretación es
totalmente distinto: allí el sujeto es activo, no padece sino que actúa y pasa por momentos de
duda. La interpretación es del sujeto.

De modo que estos dos fenómenos tienen muchos rasgos distintos, pero a la vez, según
descubre Lacan, pese a esas diferencias fenomenológicas evidentes, las alucinaciones tienen
estructura de lenguaje. Todo el escrito «De una cuestión preliminar...» sirve para indicar que,
si estudiamos las alucinaciones verbales, veremos que responden a una estructura de
lenguaje, que encuentran una diferencia entre significante y significado y entre mensaje y
código. Por supuesto, la interpretación también se funda en un fenómeno de lenguaje.

A pesar de todas las diferencias fenomenológicas existentes entre alucinación e interpretación,


esta perspectiva de la estructura permite tratarlas de manera conjunta. Como señala Mazzuca,
Lacan puede sostener que algo vale tanto para la alucinación como para la interpretación, que
estas son completamente distintas en cierto nivel y que, en otro, la diferencia no importa pues
responden a la misma estructura. (Pág. 88)

Para ampliar nuestras referencias con relación al tema podemos tomar el texto «Respuesta al
comentario de Jean Hyppolite...», donde Lacan sostiene que la alucinación y la interpretación
son distintas. Lo prueba con el ejemplo freudiano del Hombre de los Lobos, respecto de la
alucinación del dedo cortado, e introduce inmediatamente el famoso caso del Hombre de los
Sesos Frescos, es decir, un ejemplo de acting out. Pero ¿en qué términos habla de este
fenómeno de acting out? Lo refiere a la interpretación. Muestra que el acting out está
estructurado como una alucinación, que en el caso del Hombre de los Lobos la falta de un
significante en la estructura del sujeto hace que lo forcluído vuelva en lo real. No obstante, en
el acting out Lacan muestra, si uno lo sabe leer, que falta un significante en la interpretación
del analista, y surge en la conducta del sujeto un acto que él no puede entender; y casi
podemos suponer que hay una forclusión. Lacan lo formula allí como el rechazo de una
relación oral no simbolizada que vuelve como si fuera una alucinación.

Lacan trabaja asimismo este tema de enorme importancia en su seminario: el acting out
equivale a un fenómeno alucinatorio de tipo delirante. Lo dice claramente y explica que se
produce cuando los analistas abordan algo en el orden de la realidad y no en lo interno del
registro simbólico; es decir que encuentra la misma causalidad en ambos fenómenos. En el
mismo texto se pueden oponer a la vez alucinación e interpretación, tomar un ejemplo de
alucinación y un ejemplo de acting out en su vinculación con la interpretación analítica, y
finalmente construir la misma estructura para ambos. De este modo se justifica distinguir
niveles. En uno, alucinación e interpretación se oponen, y en otro nivel tienen la misma
estructura. No se trata de una contradicción, sino de distinguir niveles.

Retomemos ahora la historia de la relación de Lacan con su maestro De Clérambault, ya que es


todo un tema. En los Escritos, Lacan anticipa tempranamente a De Clérambault como «mi
único maestro en psiquiatría». Como yo no conocía a De Clérambault, en 1966, cuando
salieron los Escritos, empecé a leerlo. Luego de algunos años, en una presentación que hice de
un texto de Lacan que hablaba de De Clérambault, me di cuenta de que Lacan había
introducido de esta manera su lectura en Francia, lo que provocó un movimiento de paulatino
interés por la personalidad y la obra de dicho psiquiatra. (Pág. 89)

En un seminario que dicté en 1988 traté de convencer a los asistentes de que la tesis de Lacan
era jaspersiana. Sin embargo, es muy curioso que en sus antecedentes de los Escritos no diga
una sola palabra sobre Jaspers.

Lacan hace su tesis en 1932 después de haber sido interno de De Clérambault. Es decir que
realiza una tesis jaspersiana pero en los Escritos solo habla de De Clérambault. Por otra parte,
en la primera lección de El seminario 3 habla de Freud, rinde un homenaje a De Clérambault y
luego critica radicalmente a Jaspers. Lacan ya había elogiado a De Clérambault en su texto
sobre la causalidad psíquica en los siguientes términos: «pretendo que mi tesis responda al
método de De Clérambault».

¿Qué conclusiones podemos extraer de todo esto? En un momento Lacan se ubica como un
discípulo orientado por De Clérambault... La referencia está en un artículo publicado en
Ornicar?, en la nota 6, cuando se refiere al uso de la imagen del anélido -que dos años después
sustituirá por la metáfora de la planta- y subraya que toma esta imagen que resume el
fenómeno elemental de la enseñanza oral de De Clérambault, a quien se le deben muchas
cosas en relación con el método y al que, para no correr el riesgo de ser plagiario, es necesario
rendirle homenaje por cada uno de nuestros términos, es decir, por todo... Todo lo que digo
debería ser un homenaje a De Clérambault.

Pero la tesis (1932) que escribirá dos años después está hecha contra él y, aunque no lo
evidencia explícitamente, es jaspersiana, a partir de la relación con la comprensión. Se trata de
una tesis antiorganicista, cuando, como recordarán, De Clérambault pensaba en una
causalidad fundamentalmente orgánica. De algún modo, en la tesis Jaspers mata a De
Clérambault, quien sin embargo vuelve y mata a Jaspers. En este movimiento, De Clérambault
aparece primero metaforizado por Jaspers, y finalmente se retorna a él en términos de «mi
único maestro».

Jaspers De Clérambault

De Clérambault Jaspers

De Clérambault (Pág. 90)

En esa nota hay una continuidad: elogia el método de De Clérambault (lo recomienda y afirma
además que siempre fue el método de dicho psiquiatra) y, al mismo tiempo, se aparta de las
tesis organicistas. Y hay que pensar que, como organicista, De Clérambault también buscaba
los fenómenos elementales.

Seguramente en 1931 hubo un encontronazo entre ambos. Es lo que suponemos por el


homenaje que le rinde Lacan, pues sin duda De Clérambault debía de ser muy susceptible al
robo de sus términos, lo que nos complica las cosas a nivel histórico, pero explica que la
expresión fenómeno elemental encontrada en Jaspers se atribuya finalmente a De
Clérambault.

Luego de este periplo por nuestros antecedentes podemos volver al tema de la estructura del
fenómeno elemental. Y en este punto encontramos discusiones sobre lo que Lacan expone en
ese famoso párrafo de «De una cuestión preliminar...» al referirse a la significación de
significación, donde ofrece una nueva traducción del fenómeno elemental. Sobre esta
cuestión, el título del seminario que dicté («La experiencia enigmática en la psicosis») seguía
siendo un enigma también para los docentes y lo justifiqué comentando la frase de Lacan
sobre la significación de significación y el vacío enigmático. Extraje ese adjetivo de dicha frase y
lo expliqué. Es algo que luego se encuentra bien tratado en el artículo de Colette Soler.

Ahora nos interesa retomar el comentario de Lacan de un modo diferente del de mi seminario.

Lacan no habla ni de fenómeno elemental ni de fenómenos elementales en el texto «De una


cuestión preliminar...», sino que se refiere a la necesidad de reformular fenómenos intuitivos.
En mi opinión, dice fenómenos intuitivos porque quiere ocuparse de la significación en los
fenómenos elementales y dejar abierto que en algunos de ellos esta no se presenta. Es posible
extender la significación, el dominio de los fenómenos elementales a fenómenos perceptivos,
seudoalucinaciones, donde la cuestión de la significación no es tan evidente ni tan pura.

Sin embargo, Lacan se refiere allí a esos fenómenos intuitivos que son los fenómenos
elementales evidentemente conectados con cuestiones de significación, donde la cosa aparece
pura.

En el seminario tomé el ejemplo del auto rojo, en el que el sujeto se asegura: «Eso me dice
algo, eso está dirigido a mí», o cualquier otra cosa, como podría ser «El obelisco me habla». De
esta forma, permanece en una perplejidad misteriosa: fenómeno intuitivo al que sumamos la
intuición delirante que implica. En los fenómenos no hay solamente un vacío; en un momento
dado, aparece la iluminación: la señora Z, que lo persigue, o el escritor P. B., tienen que ver
con una significación que invade. Finalmente, creo que alude a ese sector de los fenómenos
elementales, pero que vale por los demás y los pone en evidencia.

¿De qué se trata entonces? Digamos que se trata de un momento curioso, una producción de
significación, una producción -ya sea inacabada o difícil- muy especial. M propuesta para hoy
es pensar ese momento a partir de la metáfora y la metonimia. Pero ¿por qué? Y es que son
los dos grandes mecanismos de la producción del sentido. Partiendo de esto, intentamos
ubicar el fenómeno elemental, el fenómeno intuitivo. Sabemos que en la metáfora hay
sustitución y que, según explica Lacan, se produce un efecto positivo de sentido, con la
emergencia de un sentido nuevo. Mientras que en la metonimia, como conexión de un
significante con otro, el sentido no puede emerger; se instala una falta en ser en la relación de
objeto y el sentido se desliza siempre en la cadena significante.

metáfora S’ (+) s

metonímia S.......... S’ (-) s

¿Qué decir de estos fenómenos de significación de significación descriptos por Lacan? De algún
modo podría decirse que en el momento de perplejidad el sentido no aparece
satisfactoriamente. Es un momento de espera de sentido, enigmático, que no colma de
satisfacción. Recordemos que Wittgenstein sostenía que el criterio de la comprensión es la
satisfacción. En lo enigmático, entonces, no hay satisfacción, sino más bien un menos de s
minúscula (-s). Sin embargo, tampoco se trata de metonimia, en tanto que no se desliza; por
el contrario, se fija, se inmoviliza. Muchas veces surge un solo significante que fija al sujeto en
ese momento y puede rodearlo sin que aparezca el sentido completo. (Pág. 92)

De manera que el fenómeno elemental se asemeja a una metonimia inmóvil, si podemos


permitimos este oxímoron, o se presenta como una metáfora impotente. La metáfora ubica un
significante que permite la emergencia del sentido: es la unicidad del significante, pero
impotente para hacer surgir sentido.

El fenómeno elemental, como metonimia inmóvil, en lugar de deslizamiento produce un


estado de confusión difuso, y como metáfora impotente, una fijación absoluta.

Pero ¿cómo escribir este curioso sentido? Podríamos escribir que emerge, no el sentido sino el
menos; es decir, utilizamos los conectores de Lacan: s 0 -sentido cero- para la experiencia
enigmática (establecemos una comparación con la metáfora y la metonimia), y se puede
agregar un signo lógico, un signo de interrogación, un operador que significa la interrogación,
que la introduce.

(¿?) s operador de perplejidad

La perplejidad es este operador de perplejidad simple, como pueden ver. Afirmamos entonces
que siempre hay, explícito o implícito, un significante en el fenómeno elemental, o algo que
debería tener este curioso efecto de interrogación sobre el sentido. Sería el modo especial de
vinculación del significante y el sentido en el fenómeno elemental.

S (¿?) s

Inventamos el operador especial, operador de perplejidad, y señalamos que es la situación


normal del ser humano en tanto efecto de significante, por cuanto todo sujeto se enfrenta a
tener que descifrar un significante. Esto es coherente con la teoría de Lacan que indica que la
estructura se revela en la psicosis, y que debemos dar cuenta del velo neurótico. Así, la
cuestión de que el deseo y el discurso son del Otro en los fenómenos de automatismo mental
se presenta como tema abierto. De la misma manera, es lícito afirmar que el fenómeno
elemental evidencia nuestra relación con el significante. (Pág. 93)
Es posible hablar de una paranoia inicial de todo sujeto o entender que, por ejemplo, al
comienzo de un análisis, algo semejante se produce para que pueda empezar la interpretación.
Es lo que Lacan denomina significante de la transferencia, que precipita la emergencia del
sujeto supuesto saber, sostén de la interpretación, cuya relación con este fenómeno elemental
me llevó a sostener que dicho significante es equivalente al inicial de un delirio.

Cuando Lacan estudia la estructura de las formaciones del inconsciente establece este primer
momento señalando que «ello habla de él». El comienzo para todo sujeto es que los demás
hablan de él. Consiguientemente, no hay que fascinarse con el aprendizaje del lenguaje, dado
que lo importante es que los otros y el Otro hablan. Observamos que a veces se habla más del
niño antes de su nacimiento que después de él. Pero veámoslo más de cerca.

El significante Uno (S1), el significante solo, es siempre elemental, es decir, no se sabe lo que
significa. Solamente cuando aparece el significante Dos (S2) puede surgir la significación de S1.

Traducimos de este modo que hay significante para interpretar. Y concluyo, como
aproximación, que lo que llamamos fenómeno elemental nos pone en presencia de un S1 y,
por eso, la significación no se despliega; en cambio el delirio es equivalente a S2. Es decir que
se da sentido a partir del delirio, lo cual corresponde a la descripción sobre lo primario, lo
secundario, etcétera.

fenómeno elemental S1 ----------- S2 delirio

Con estas precisiones observamos un cortocircuito ya que, al poner el delirio en el lugar del S2
es decir, del saber-, nos muestra que todo saber es delirio y el delirio es un saber. Escuchando
repetir lo que afirma Lacan sobre lo interesante de la invención de saber, el psicótico se
presentaría como el delirante que no retrocede ante la elaboración de saber (recuerden, por
otra parte, que también se dice que el analista no debe retroceder ante el psicótico), con el
elemento de delirio que hay siempre en esta invención.

En este sentido, somos pocos los que pensamos que Lacan no delira. El señor Bunge, por
ejemplo, piensa que Freud era delirante. Hay asimismo muchas cosas delirantes en Newton,
quien le dedicaba más tiempo a la alquimia que a la matemática y se apasionaba descifrando
el libro de Daniel y el Apocalipsis en la Biblia. El señor Bunge no piensa de este modo, y lo
desprecia por ello. Es cierto que Newton no sabía tantas cosas como él. Y es que era un
hombre del siglo XVII, que se apasionaba descifrando el significante de la Biblia para conocer el
futuro. Sin duda siempre hay algún riesgo en la ciencia, dado que puede ser un delirio. Como
sostiene Lacan, el Sputnik, ese primer objeto lanzado al espacio que verificó muchas cosas, es
en este sentido cierto tipo de fenómeno elemental.

Volviendo entonces a la coherencia entre saber y delirio, preguntémonos qué implica. Hablar
de delirio no es solamente hablar de delirio de interpretación, sino que el delirio es una
interpretación.
Esta fórmula que se encuentra en «De la psicosis paranoica...» es la frase más lacaniana de la
tesis porque no todo es lacaniano en ella. Lacan comentó que no quería publicarla y que lo
hizo porque las editoriales se lo pidieron. Indica, en un breve prefacio, que la publicó con
reticencia, pues no consideraba que todo fuera lacaniano. Sin embargo, lo más lacaniano de la
tesis es la frase el delirio es una interpretación, que señala que en el texto mismo del delirio
encontramos una verdad explícita y casi teorizada. El delirio es el doble perfectamente visible
de lo planteado en la investigación teórica, lo cual es coherente con toda la concepción
freudiana de la teoría de la libido; es algo análogo a la teoría de los nervios divinos en
Schreber. Destaquemos también que no duda en enfrentarse a cierta homogeneidad entre la
estructura, el delirio y el saber.

Ahora bien, para verificar lo que expongo en relación con la metáfora y la metonimia
esnecesario retomar el texto «De una cuestión preliminar...» de Lacan y observar que utiliza
metáfora solamente a propósito de la metáfora paterna. Pero en su seminario opone la
palabra y la fórmula argumentando que en el delirio de Schreber hay palabras llenas de
sentido, de una gran densidad, y hay fórmulas vacías y repetitivas. Creo que ordena muy bien
la metáfora y la metonimia. La palabra que condensa todo el sentido es de estructura
metafórica, indica la emergencia del sentido bajo la forma de una intuición que colma al
sujeto; y la fórmula reiterativa y vacía queda más bien del lado de la metonimia. (Pág. 95)

Introduzcamos, pues, metáfora y metonimia como binomio operativo para considerar el


delirio. A fin de aclarar las cosas en relación con el fenómeno elemental, podemos afirmar que
nos encontramos frente a la falta de S2, como primer momento; y esto produce el fenómeno
de sentido cero, de vaciamiento de la significación.

S1 (S2)

S₀

De aquí que el neurótico -polo normal- lleve en sí el S2 que necesita; es decir que en
determinada circunstancia sabe qué debe decir. Esta es nuestra comprensión precipitada. Y
Lacan nos invita a ser un poco más psicóticos, un poco más perplejos. Nos invita a leer las
cosas sin entenderlas y nos ayuda con su estilo, que produce la perplejidad. Nos enseña a no
borrar el momento de la perplejidad, a no salir corriendo con nuestro S2, nuestro saber,
apoyado por nuestro fantasma, para descifrar y afirmar que no tenemos ninguna dificultad y
entendemos lo que pasa.

Intentar no entender lo que pasa es una disciplina. ¿Por qué no traducir de esta forma la
forclusión del Nombre del Padre, la forclusión de ese S2 que al neurótico le permite descifrar
todo sin perplejidad? Esto que en el neurótico, el llamado normal, surge tan naturalmente, si
me permiten, para el psicótico implica un gran trabajo pues debe hacer una elaboración de
saber no tan natural.

Aunque elogié mucho el delirio, no debemos olvidar que no siempre es algo


grandioso,magnífico, sino que a veces es muy reiterativo. ¿Por qué?

(Ver cuadro pág. 96)


Porque en ese vacío simbólico se absorbe la estructura imaginaria, el a-a'; a partir de la cual se
desarrolla el delirio, por ejemplo, en la paranoia. Es lo que Lacan demuestra en el caso Aimée:
la relación de rivalidad con la hermana repite ese desdoblamiento que empezó con la madre.
Aunque la relación con la madre fue muy buena, el desdoblamiento se repite en todo su
delirio, y en eso el delirio es reiterativo. Cuando se inscribe en esta vertiente (delirios pobres,
reiterativos), da lugar a lo que Lacan describe en sus Escritos como su función de biombo. En
este sentido, el acto realizado por Aimée hace caer el delirio como biombo. Esta perspectiva
acentúa su carácter de decorado. Resulta, pues, necesario e imprescindible establecer una
dialéctica entre saber interpretativo y delirio como decorado, según la expresión que Lacan
emplea en El seminario 3 sobre las psicosis. Pero no lo desarrollaremos ahora.

Lacan cambia la perspectiva sobre los fenómenos elementales. No se trata para nosotros de
desconocer el tiempo y la cronología, pero tampoco del comienzo de la psicosis. Ocurre que la
estructura indica que la psicosis ya está. En todo caso la cuestión es saber en qué momento se
desencadena. Por eso, en El seminario 3 Lacan formula que la psicosis no tiene prehistoria.
Reduce totalmente la historia, y esto es justamente la teoría del Nombre del Padre: la
estructura está y falta el significante que el sujeto debería tener a su disposición. La cuestión
es saber qué pasó, qué le pasó a él, a ese sujeto en particular, para que todo se ponga en
marcha y se desencadene la psicosis.

En su comentario de Schreber, Lacan sugiere que, cuando algo en la realidad llama a ese
significante que falta y al que debería movilizar, se pone en evidencia que eso falta y empieza
la catástrofe, se deshace lo imaginario. De modo que el yo, capturado en lo simbólico,
encarcelado, se escapa y se modifica su distribución y la de su libido. Esta es la primera
aproximación al goce en Lacan. ¿Por qué? ¿Dónde está el goce en esta historia? Cuando habla
en esos términos debe entenderse que el goce circula entre a-a'.

Al elaborar su primera teoría, para Lacan la libido es imaginaria y circula entre el mundo y el
yo, con la diferencia existente entre libido yoica y libido sexual. Pero no tocaremos este tema.

Podemos destacar entonces que aquí el goce está en primer plano, y con este nivel de
circulación que supone y que contribuye a la elaboración del delirio. (Pág. 97)

Ahora pasemos al tema que tocó Cecilia D'Alvia. Es una cuestión difícil, porque fue efecto de
una lectura muy precisa del texto que apuntó a ver cómo Freud no ubica exactamente en el
mismo lugar el delirio de grandeza. La construcción freudiana se funda en un paralelismo entre
psicosis y neurosis de transferencia, con el objeto de compararlas. Y no sitúa exactamente en
el mismo momento el delirio de grandeza: momento de proceso patológico y curación, estasis
libidinal e intento de encauzarla, curación. No se sabe si el delirio de grandeza es la
enfermedad de la que hay que curarse por otro delirio o si es la curación misma. Aparece así el
delirio como curación, diferente del delirio como biombo.

El delirio de grandeza es en cierto modo el delirio fundamental, en tanto que es el delirio por
excelencia del yo. Todo el mundo tiene un delirio de grandeza, que incluso puede ser descripto
como no soy nada o no puedo nada, ya que una capacidad del sujeto es establecer siempre
una comparación con los ideales, que suprime todo lo fecundo o lo agradable. Aunque
traducido por una queja, es el delirio de grandeza, en el sentido del delirio del yo.
Es importante alojar esa doble posición del delirio de grandeza, el cual en cierto nivel es lo que
escapa, lo que se produce cuando el significante, lo simbólico, no puede encarcelar al yo y
darle su lugar; y eso justamente es la enfermedad. Pero como delirio, como elaboración,
representa también un dominio sobre la libido, y Freud lo expresa así. Luego, en este punto es
posible reconocer dos perspectivas. Es verdad que el texto de Freud lo formula rápidamente,
pero podemos interpretar que no dice lo mismo.

Propondría entonces distinguir niveles, como sugerí para la alucinación-interpretación. En un


nivel, el delirio de grandeza se presenta escapándose, sin freno; pero en otro, en tanto delirio,
implica un dominio sobre la libido -término que utiliza Freud y que habría que verificar en el
texto en alemán-. Nos enseña, pues, que un delirio logra cierto dominio sobre la libido o, en
nuestro lenguaje, cierto cifrado de goce.

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