Está en la página 1de 18

Triángulo Dramático.

STEPEN KARPMAN creó el modelo en 1968, en el marco del Análisis


Transaccional. Gracias a esta herramienta podemos analizar con precisión lo que está
pasando en las relaciones ya que el Triángulo Dramático esclarece la interacción
automática y disfuncional entre 2 (o más) personas.
En una relación dentro del Triángulo Dramático hay 2 protagonistas (hombre o mujer) que
pasan de un rol a otro:
El Salvador
El Perseguidor
La Víctima.
Cada persona asume al principio uno de los 3 roles complementarios: Salvador,
Perseguidor o Víctima. Al final de la interacción cada persona se encuentra en otro rol y a
partir de ahí empieza el Drama.
¿En qué consisten estos roles?
LOS TRES ROLES EN EL TRIÁNGULO DRAMÁTICO

 EL SALVADOR

Los Salvadores intervienen en la vida de los demás esperando ansiosamente


reconocimiento y aprobación. Hacer suposiciones acerca de las necesidades de otras
personas les da alas para ayudar antes de que nadie les haya pedido algo y les permite
crear una deuda de gratitud. Creen que otros los necesitan y imponen su solución. Cuando
actúan así, incapacitan a los demás para resolver ellos mismos sus problemas. A la vez
manifiestan su superioridad moral.

Puesto que los Salvadores se sienten responsables de la felicidad y del bienestar ajeno,
enseguida se afanan en reconfortar, apaciguar, calmar para que estas personas no sientan
sus emociones desagradables como dolor, rabia, decepción, tristeza,…. Los Salvadores
también quieren tener buenas relaciones con todo el mundo ya que les gusta la armonía.
Por eso evitan a toda costa los conflictos o mantenerse firmes, aunque terminan
perdiendo su tiempo, dinero o energía. Tienen una tendencia a complacer a la gente para
evitar críticas y rechazo. Al fin y al cabo, aspiran a sentirse aceptados y queridos por todo
el mundo.

Por todas estas razones están desconectados de sus propias emociones. Por lo tanto, es
difícil sino imposible tener relaciones de intimidad emocional con ellos. Huirán en el
“hacer”, estarán ocupados en cada momento… su agenda es prueba de ello: no tienen ni
un minuto.

A pesar de tener buenas intenciones, les hacen falta unas Víctimas para poder ser
Salvadores. Por ende su comportamiento fomenta la dependencia y la falta de autonomía
en las Víctimas. Los Salvadores seguirán involucrados en relaciones de co-dependencia
(como con adictos por ejemplo) que les son perjudiciales porque no se percatan del daño
que les supone a ellos mismos. 

¿Soy simplemente buena persona o soy demasiado buena persona?


Los Salvadores tienen una necesidad imperativa de sentirse útiles para tapar su ansiedad y
su baja autoestima… en resumen, para dar sentido a su vida. Nunca se cansan de dar;
básicamente porque no saben decir que no. Sin embargo, si se atreven a decir que no, se
sienten culpables y se tachan de egoístas o tacaños. Priorizan las necesidades de los
demás ignorando las suyas, porque proyectan en otros sus propias necesidades no
satisfechas. Igualmente tienen muchas dificultades en identificar sus propias necesidades
y deseos.

En definitiva se sacrifican porque quieren demostrar que son buenas personas, generosas
y desinteresadas, que se merecen cariño y reconocimiento. Y cuando alguien les dice:
“Eres demasiado bueno (o buena)” se ofenden. 

Pero Salvar crea resentimiento y enfado en ellos mismos y en las Víctimas, no


reconocimiento, ni gratitud y tampoco respeto. Con lo cual los Salvadores confirman su
creencia de que las Víctimas son desagradecidas y se aprovechan de ellos.

Cuando los Salvadores acuden a sesiones de coaching, trabajar con ellos los límites y el
Triángulo Dramático da muy buenos resultados. Una vez que hayan entendido la dinámica
dañina y sepan cuáles son sus necesidades son capaces de controlar su afán de salvar y en
consecuencia de cambiar su comportamiento.

 EL PERSEGUIDOR

Los Perseguidores lo saben todo y siempre tienen la razón. Los que se equivocan son los
demás. Por lo tanto pretenden saber lo que es mejor para el otro. Se caracterizan por
verlo todo o blanco o negro; el gris no existe. Su lema es:  o estás conmigo o estás contra
mí.

Al igual que los Salvadores, se sienten moralmente superiores y necesitan Víctimas para
desempeñar su papel de Perseguidores.

Ignoran no solo los sentimientos de los demás sino también su valor. Por eso critican,
encuentran defectos, persiguen, chantajean y abusan de su poder. En particular, usan la
vergüenza y la culpa para manipular. Incluso pueden castigar (aunque solo sea con su mal
humor o su silencio) para que las Víctimas se sientan ansiosas e inferiores. Los
Perseguidores siempre encuentran un culpable o un enemigo: el otro. Con lo cual no hay
manera de resolver un conflicto con ellos ya que en cada conversación hay que andar con
pies de plomo y no cuestionarlos. Utilizan amenazas para obtener lo que quieren dado
que se sienten con derecho a actuar así. Y lo que quieren es que los demás no solo
escarmienten y se ajusten a su forma de ver, sino también que cambien y hagan las cosas
a su manera. 

¿Tengo la razón… o estoy en lo cierto? 


Los Perseguidores sienten tanta rabia e indignación que se desahoguen con las Víctimas
inocentes con mucho gusto. Sin embargo no se ven como abusivos ni agresivos porque
opinan que las Víctimas se lo merecen. Para sentirse seguros, los Perseguidores quieren
tener el control y luchan por el poder en la relación. Imponen su punto de vista para
establecer un trato de Ganador-Perdedor que les permita tapar sus complejos de
inferioridad, su inseguridad y su vulnerabilidad, las cuales no reconocen. Además,
confunden tener una necesidad con ser necesitado. En consecuencia, no aceptarán
ninguna ayuda o se negarán incluso a considerar que alguien puede hacer algo por ellos.

Pero siempre habrá algo que reprochar, siempre habrá alguien que no se ajusta a sus
expectativas. Cuando algo va mal, los Perseguidores responsabilizan a los demás de lo
ocurrido para evitar culparse a sí mismo. Con esa actitud parece poco probable que acuda
a sesiones de coaching ya que el responsable o el culpable siempre es el otro. Proyectan
sobre los demás (a fuera) lo que no quieren ver en ellos mismos. En efecto tacharán a
otros de arrogantes porque ellos mismos no pueden, ni reconocer, ni aceptar su propia
arrogancia.

Como han sufrido a menudo maltrato en la infancia, siempre están a la defensiva.


Reproducen la conducta del maltratador porque esperan que dominando se protegerán
preventivamente de los abusos o del desprecio.

 LA VÍCTIMA
Las Víctimas se sienten impotentes, incompetentes, atascadas y a veces desesperadas.
Minimizan sus habilidades y sus recursos. Tampoco reconocen su propia capacidad para
cambiar las cosas o influir en su destino. Además, precisamente porque la vida les
“sucede”, a menudo sufren de depresión. Y si por milagro sucede algo bueno, lo atribuyen
a la suerte.

Según las Víctimas no se les puede reprochar nada porque no tienen ninguna
responsabilidad, ninguna culpa en lo que les ocurre. Están convencidas de que la vida es
muy dura, que nadie las entiende y que no importa lo que hagan, no podrán cambiar su
suerte. Siempre encuentran excusas que justifican su situación.

La Víctimas aprovechan cualquier oportunidad para quejarse, hasta su tono de voz


habitual es quejoso. Son eternamente víctimas de la vida misma y se las arreglan para
enfermar, tener dolencias y atraer desgracias. Consiguen ahogarse en un vaso de agua en
cuanto se estresan, lo que ocurre con mucha facilidad. Simplemente evitan las
responsabilidades y no quieren tomar decisiones por miedo a equivocarse.

Además las Víctimas se reconocen por su forma habitual de pedir disculpas por todo y por
nada. A menudo se escucha  “¡Disculpa!”, “¡Perdón!”, “Lo siento”.

“Una víctima es alguien que espera que algo malo suceda… y por lo general sucede”.
(Barry K. Weinhold) 
No solo viven en un mundo ilusorio compuesto por todo lo que se imaginan o suponen
(consecuencias nefastas, emociones negativas o reacciones adversas de los demás, …),
también presuponen sin basarse en la realidad, sin tener indicios fehacientes que
justifiquen sus creencias.

Desde luego las Víctimas adoptan un comportamiento pasivo: no toman ninguna medida,
no hacen ningún esfuerzo para salir del bache. Son expertas en manipular a los demás
para obtener lo que necesitan sin involucrarse demasiado en el resultado. Habitualmente
sabotean la ayuda que reciben y gozan en secreto de sus fracasos. Por mucho que acuda a
sesiones de coaching, su pasividad y falta de compromiso harán fracasar el intento, de tal
manera que puedan culpar al profesional de la falta de resultados y demostrar su
incompetencia. 

Hay dos tipos de Víctimas: las que atraen o a Salvadores o a Perseguidores. Por un lado las
Víctimas crean codependencia – una excesiva dependencia emocional o psicológica del
Salvador. Esta actitud fomenta un comportamiento pasivo que les impide desarrollar
todas sus competencias. Por otro lado las Víctimas confirman su creencia de que la vida es
muy dura e injusta cuando sufren abusos por parte de Perseguidores.
Por consiguiente, para jugar su papel de Víctimas necesitan de Salvadores o de
Perseguidores… o de ambos.

DIFERENTES ESCENARIOS CON SALVADOR, PERSEGUIDOR Y VÍCTIMA


Familia
Muchos padres quieren evitar que sus hijos experimenten situaciones desagradables
porque tienen miedo por ellos. No quieren que sufran. Como no confían en la capacidad
de los niños a encontrar su propio camino, les dicen qué hacer y cómo hacerlo, sin dejarles
la oportunidad de fallar y de aprender de sus errores. Querer controlar a sus hijos crea
conflictos y mal rollo porque cada uno actúa en su papel de Víctima, Salvador y
Perseguidor.

Por otra parte, la necesidad de algunos padres de sentirse “buenos padres”, de hacerlo
todo por sus hijos sin ponerles límites crea hijos Víctimas (“Pobre de mí”) o Perseguidores
(“Pequeños tiranos o dictadores”). Por lo tanto, los hijos no saben cómo tomar decisiones,
ni como poner límites. Entonces culpan a los demás de sus errores, abriendo así
probablemente la puerta a un futuro rol de adulto Víctima o Perseguidor.

Un ejemplo de juego en la familia sería un hijo que no enseña sus malas notas (va de
Salvador) porque no quiere decepcionar a sus padres y quiere evitar que le echen la
bronca. Al enterarse, el padre le castiga (Perseguidor) porque no ha dicho la verdad. El
hijo acaba en Víctima. Al mismo tiempo la madre intenta “salvar” a su hijo riñendo al
padre para que deje al hijo tranquilo. El resultado es un cúmulo de emociones
desagradables para los tres, cada uno confirmando sus propias creencias negativas sobre
sí mismo.
Parejas
Otro campo de juego son las relaciones donde cada pareja adopta un rol.

La intensidad con la cual jugamos en el Triángulo se puede clasificar en 3 categorías. Cada


categoría  lleva a consecuencias de menos a más gravedad. Los sucesos que salen en los
periódicos suelen ser del tercer grado.

Vemos tres ejemplos que ilustran estas categorías:

 1er grado: Ana y su marido van a una fiesta. Allí Ana coquetea visiblemente con un
hombre. Al volver a casa rechaza los acercamientos de su marido que se siente frustrado.
 2o grado: Ana tiene un amante y se las arregla para que su marido lo sepa. Ella le
asegura que la relación extramatrimonial no tiene importancia para ella. Los esposos
discuten y se pelean.
 3er grado: El marido encuentra a Ana y a su amante en la cama. En estado de
shock el marido reacciona de un modo u otro: pide el divorcio, los mata, se suicida o se
refugia en el alcohol….

1. El primer grado
El primer grado es socialmente aceptable y se desarrolla esencialmente a nivel verbal.
Ocurre en el día a día.

El próximo ejemplo pertenece al primer grado. Este tipo de diálogo estereotipado permite
a la pareja evitar abordar el verdadero problema.

En la conversación de esta pareja el tono tiene mucha importancia y no queda reflejado


por escrito:

– Cariño, no encuentro las llaves del coche. (Víctima, sin haber buscado ni pedir
claramente por lo que necesita)

– ¿Por qué me acusas siempre? (se siente Víctima, la palabra “siempre” indica que este
tipo de conversación es repetitivo)

 Ahora recuerdo que habías prometido ya hace meses comprar otro juego de
llaves. (Respuesta sin relación directa con el tema de la interacción)

 Siempre es lo mismo. ¡No puedo confiar en ti y todo lo tengo que hacer yo! (Pasa a
Perseguidor, busca algo que reprochar a la pareja, y finalmente a Salvador)
Consecuencias del primer grado: emociones desagradables (frustración, rabia, enfado,
tristeza, culpabilidad, …)

2. El segundo grado
Las emociones desagradables y el sufrimiento se vuelven más intensos lo que afecta a la
felicidad.

Algunas canciones de “amor” dan ejemplos de estos roles:


– “Sin ti no soy nada”
– “La tortura”.

Muchos conflictos o problemas en las relaciones son una expresión del Triángulo
Dramático. Drama no es Amor.

Consecuencias del segundo grado: discusiones, peleas, conflictos, …

3. El tercer grado
Las consecuencias dañan a la integridad física, psicológica, emocional o económica de la
persona. Las relaciones de maltrato o de abuso siguen el mismo patrón con los tres roles,
solo que las consecuencias son mayores.
Habitualmente los roles son inconscientes y jugamos por razones inconscientes. En
cambio, la persona que juega conscientemente y “embauca” hábilmente con sus palabras
para obtener beneficios a costa del otro se llama manipulador.

Los manipuladores pueden empezar como Salvadores seduciendo al manipulado. Le dicen


todo lo que quiere escuchar, haciéndole creer que piensan igual y que su relación es
“especial”.

Después el manipulador se queja continuamente de sus circunstancias (“Pobre de mí” en


Víctima) para que el manipulado pase a Salvador, haciéndose cargo del manipulador.

Al final, el manipulador pasa a Perseguidor, culpabilizando al manipulado (“Es porque tú….


que yo…”, “Es tu culpa si….”) e intimidándole. Utiliza represalias y su malhumor para que
el manipulado pase a Víctima. Como las Víctimas nunca ponen límites, se quedan al final
sin dinero, aisladas de sus amigos, de su familia, ….

Consecuencias del tercer grado: comportamientos destructivos, daño a si mismo o a


otros, personas que terminan en el hospital, en un psiquiátrico, en prisión o en la morgue.

Cuentos y películas 
Los cuentos de hadas y las películas están basados en las dinámicas del Triángulo. Stephen
Karpman (el creador del Triangulo Dramático) da el ejemplo de Caperucita Roja:

La heroína comienza como Salvadora de la abuela enferma cuando le lleva una cesta de
comida. También es Salvadora del lobo cuando le da indicaciones para que encuentre la
casa de la abuela. La abuela y Caperucita se convierten en Víctimas del lobo Perseguidor
cuando éste se las come. El lobo cae Víctima del leñador cuando le abre la barriga.
Además de Perseguidor del lobo, el leñador es Salvador de Caperucita y de la abuela al
sacarlas de la barriga del lobo.

Ámbito laboral 
De la misma manera se pueden encontrar los tres roles en el trabajo, en cualquier oficina
o empresa.

Por ejemplo, un vigilante que manda a los usuarios ejerciendo control sobre la cola puede
estar en Perseguidor, pasando a Salvador cuando distribuye números aunque el cupo ya
esté alcanzado. Los usuarios desempeñan el rol de Víctimas sumisas para no tener que
volver otro día.

Como maestra solía entrar en el rol de Salvadora cuando yo hacía más esfuerzos que mis
alumnos. Preparaba más y más material dedicando más tiempo que ellos. Acorde con su
papel de Víctima el alumno seguía en la pasividad. Cuando yo veía su pasividad y falta de
motivación, me enfadaba interiormente y le reñía ejerciendo de Perseguidora.

¿Identificas en tu trabajo alguna situación que corresponda al Triángulo Dramático?

En nuestras mentes
Jugamos internamente todo el día y cada día sin darnos cuenta. Nuestro dialogo interior
pasa de un rol a otro: “! Qué tonto soy!” (Perseguidor) porque hemos hecho un error, nos
sentimos culpables o incompetentes (Víctima) y nos justificamos o minimizamos las
consecuencias (Salvador) para evitar emociones desagradables.

Adicciones
Los roles de Salvador, Perseguidor o Víctima se aplica igualmente en las adicciones.

Las personas alcohólicas empiezan como Víctimas que necesitan el alcohol para poder
sobrellevar los problemas no resueltos o los traumas. Las parejas juegan habitualmente el
rol de Salvadores responsabilizándose del otro, recogiendo y limpiando, organizando,
encargándose, controlando o incluso proporcionando las bebidas. Después de que el
alcohólico se emborracha otra vez, desordenando, comportándose mal o siendo violento
(actuando como un Perseguidor), los Salvadores se vuelven Víctimas. Su rabia les hace
cambiar luego a Perseguidores que culpan a la persona alcohólica.

La recompensa o el beneficio de los Salvadores es parecer intachables para así sentirse


moralmente superiores (“Todo lo estoy haciendo bien, la culpa la tienes tú”) y recibir
reconocimiento de los demás por su capacidad para aguantar la situación.

El beneficio para las Víctimas es estar ocupadas bebiendo (estructurando su tiempo),


evitar resolver el problema real, obtener atención y ser atendidas.

Por otra parte la sustancia (droga, alcohol, comida, …) o el comportamiento adictivo (sexo,
compras, juego, …) salvan a la Víctima de su propio malestar (aburrimiento, soledad,
miedo, angustia, estrés, problemas, trauma). A la vez la sustancia o el comportamiento
persiguen al adicto (haciéndose reproches, sintiendo vergüenza y culpa, creando
dificultades económicas y sociales o problemas de salud).

El juego interno con uno mismo mantiene a la persona en el Triángulo e impide que
resuelva el verdadero problema. Dicho Triángulo se expande después en las relaciones y
en la familia: el adicto juega a dos niveles: interno y externo.
Lo que hay dentro se repite fuera también.

Las religiones
El cristianismo se basa en la creencia del pecado original.

Los creyentes nacen imperfectos, pecadores y culpables por naturaleza (Víctimas). Por lo
tanto, siempre dependen de la aprobación de la Iglesia que puede controlarlos. Los
creyentes deben confesar sus pecados y arrepentirse para ser perdonados por la Iglesia
(Salvadora). La fe los salvará de la condenación eterna y ofrece el Cielo como recompensa.

Jesús (la primera Víctima) murió a manos de los romanos (Perseguidores) para redimir a
los creyentes de sus pecados y finalmente actuar como Salvador.

La Iglesia manipula y persigue a las personas con el concepto del Infierno, con la trampa
de la perfección (la tarea imposible de actuar como Jesús), culpando a las personas por
sus pecados, teniendo el poder de definir qué son los pecados y quién es digno, juzgando
asuntos personales (aborto, contracepción, preferencias sexuales, eutanasia), excluyendo
a las personas (herejes, mujeres) y finalmente legitimando el uso de violencia, violación,
abuso sexual y genocidio.

Al mismo tiempo, la Iglesia manipula y salva a las personas con el concepto de Cielo y
salvación, teniendo el poder de perdonar pecados, definiendo la verdad y lo que es bueno,
así como ofreciendo un sentido de pertenencia.

La Inquisición
La Santa Inquisición que comienza en el siglo XII es un ejemplo de Triángulo Dramático.

El tribunal fue una herramienta de represión, un instrumento de poder (Perseguidor) para


separar el grano (los cristianos – el rebaño – dentro) de la paja (los herejes – una amenaza
para el orden social – fuera).

Por un lado, el tribunal (Perseguidor) castigó a los cristianos (Víctimas) que confesaron
espontáneamente sus pecados con multas, flagelación o penitencias. Pero estos pudieron
ser redimidos (ser salvados).
Por otro lado, el tribunal utilizó presión o tortura (Perseguidor) para obtener confesiones
con el fin de encontrar herejes. Estos fueron luego excomulgados, encarcelados o
condenados a muerte (Víctimas).

Cambiar de rol?
Las situaciones donde podemos actuar en el Triángulo Dramático son múltiples. Una vez
hayamos tomado conciencia de los roles, solemos intentar salir adoptando otro rol.
Si siempre he sido Salvador, dejaré de salvar. Con mucha probabilidad, adoptaré otro rol,
el de Perseguidor por ejemplo, y seguiré jugando porque cambiar de rol no es salir del
Triángulo.

Entonces, ¿qué hay que hacer para dejar de jugar?


HERRAMIENTAS a poner en práctica en tu día a día para evitar los roles de Perseguidor,
Salvador o Víctima.

 Herramientas para salir del Triángulo

Entonces, ¿qué hay que hacer para dejar de jugar?

 Ante todo, comprométete a vivir sin recurrir a los roles de Perseguidor, Salvador y
Víctima.
 Para ello propongo algunas herramientas que te ayudarán a mejorar tu vida. Por lo
tanto podrás vivir sin entrar o sin invitar a alguien en el Triángulo Dramático.
 Elige una de las herramientas y aplícala durante algún tiempo para ver los efectos.
Cuando ya es parte de tu forma de pensar y de actuar, da otro paso.
 Es preferible efectuar un solo cambio a la vez.

HERRAMIENTAS PARA SALIR DEL TRIÁNGULO

 Darme cuenta de que estoy en el Triángulo


-Pista 1: Siento malestar después de una interacción con alguien.
-Pista 2: Se repiten las mismas situaciones una y otra vez.

 Preguntarme qué rol estoy adoptando


-Pista: ¿Salvador, Perseguidor o Víctima?

 Reconocer el “anzuelo” (mi punto débil) que me engancha en el Triángulo para no


volver a morder
-Pista 1: Salvador – “Necesito sentirme útil.”
-Pista 2: Víctima – “Me siento impotente.”
-Pista 3: Perseguidor – “Necesito culpar a alguien.”

 Hacerme estas 5 preguntas para identificar si entro en el Triángulo Dramático en el


rol de Salvador.
Cuando tengo que tomar una decisión o contestar a alguien, primero me hago estas 5
preguntas, después contesto honestamente con SÍ o NO a cada una.
A continuación cuento el número de NO.
Con 2 o más NO, lo correcto es NO HACER NADA para no entrar en el Triángulo Dramático.
Si a pesar de todo actúo, entraré en el Triángulo Dramático en el rol de Salvador y acabaré
en Víctima.  

 5 PREGUNTAS PARA NO SALVAR (DE CLAUDE STEINER)

1. ¿QUIERO HACERLO?

2. ¿ME CORRESPONDE HACERLO?

3. ¿PUEDO HACERLO?

4. ¿TENGO UNA DEMANDA CLARA?

5. ¿HAGO MENOS DEL 50%?

1. ¿QUIERO HACERLO?
¿Me apetece prestarle dinero?
– Sí (porque siempre me lo ha devuelto, porque puedo confiar en él, …)
– No (porque ya ha pasado otra vez y nunca me los devolvió, porque él no me ayudó
cuando lo necesitaba, porque no me apetece, …)

2. ¿ME CORRESPONDE HACERLO?


¿Soy YO quien le tiene que prestar el dinero?
– Sí (porque somos familia, porque él me había ayudado en el pasado, …)
– No (porque no soy un banco, porque tiene familia, pareja, …)

3. ¿PUEDO HACERLO?
– Sí (porque este mes he ganado suficiente, porque tengo ahorros,…)
– No (porque no me sobra dinero, porque si no tendría problemas yo, …)
4. ¿TENGO UNA DEMANDA CLARA?
– Sí (porque me lo ha pedido claramente y me ha dicho cuando me va a devolver el
dinero, …)
– No (porque solo mencionaba que le falta dinero, porque no me ha pedido nada, porque
siento que le tengo que ayudar, …)

5. ¿HAGO MENOS DEL 50%?


– Sí (porque necesita 1100€, pero me ha pedido 500€, hago menos del 50%)
– No (porque necesita 500€ y me pide 500€, hago el 100% del esfuerzo).

Mis respuestas (imaginarias en este caso) a cada pregunta son:


1- NO,   2- NO,   3- SÍ,   4- SÍ,   5- SÍ.
Resultado : 2 NOS.
Entonces, NO le presto el dinero que me pide.
Naturalmente, mi impulso de Salvadora sería prestarle el dinero.
Pero ahora, con esta herramienta, sé que si lo hago, el resultado sería contraproducente y
estaría aceptando el “anzuelo” para entrar en el Triángulo (y me quedaré con las manos
vacías).

 Contestar de forma inesperada


-Pista 1: “Pues sí que tienes un problema. ¿Qué vas a hacer?” (en vez de resolver el
problema para la persona)
-Pista 2: “Te siento muy enfadado. Cuéntame más…” (en vez de quejarme y entrar en el
papel de Víctima).
-Pista 3 : “Esto que has hecho es inaceptable. No lo vuelvas a hacer y encuentra una
manera de compensarlo.” (en vez de atacar e insultar a la persona)..

 Cambiar de lugar cuando recibo un “anzuelo” para engancharme en el Triángulo


-Pista: Levantarme, salir, distanciarme, ir al baño para tener tiempo de pensar antes de
reaccionar.

 Poner limites diciendo que “No” si no quiero hacer algo


-Pista: “Me gustaría ir al cine contigo, pero ahora mismo no me apetece.”

 Dejar de aportar más que la otra persona


-Pista: Dejar de trabajar más que el compañero, de pagar las cuentas o las facturas de los
demás,…
 Pedir lo que necesito.
-Pista 1: “¿Puedes venir a buscarme en el aeropuerto el lunes a las 10.45?” (en vez de
esperar que el otro me proponga ir a buscarme).
-Pista 2: “Ahora estoy muy cansada, necesito media hora tranquila y después te contesto.”
(en vez de gritar que nadie me hace caso).
-Pista 3: “Tengo calor. ¿Puedo abrir la ventana?” (en vez de preguntar a la otra persona si
tiene calor).

 Satisfacer mis propias necesidades.


-Pista: Como me gustan las flores, me compro un ramo en vez de esperar que alguien me
lo regale.

 Hacer cumplidos sinceros y dar “caricias”, muestras (positivas) de apreciación o


de reconocimiento a mi mismo y a los demás
-Pista 1: “¡Qué bien lo he hecho! Estoy muy orgulloso de mí.”
-Pista 2: “¡Te felicito! ¡Qué bien lo has hecho!”
-Pista 3: “¡Cómo me gusta tu regalo!”
-Pista 4: “Gracias por …”

 Aceptar los cumplidos sinceros y las “caricias”, muestras (positivas) de


apreciación o de reconocimiento de los demás
-Pista 1: “¡Gracias por tus bonitas palabras!”
-Pista 2: “¡Qué amable!”
-Pista 3: “¡Cómo me gusta tu regalo!”
-Pista 4: “Gracias por tu ayuda!”

 Dar mi opinión sin querer tener la razón.


– Pista 1: Dependiendo de su perspectiva, dos personas pueden tener razón incluso si
están expresando argumentos opuestos.
– Pista 2: “¿Quieres ser feliz o tener razón?”
 Establecer un contrato claro: el acuerdo debe ser explícito y no dejar lugar a
confusión o a duda
–Pista 1: Yo hago esto (especificar qué exactamente), tú haces lo otro (especificar qué
exactamente).
-Pista 2: Ella se compromete a hacer una cosa, él se compromete hacer a otra.
-Pista 3: Tú haces esto, yo te pago por ello.
-Pista 4: Yo te presto 300€, tú me devuelves 100€ en enero, febrero y marzo de 2020.

 Dejar de sentirme responsable por otra persona


-Pista: ¿Es mi responsabilidad?, ¿Es asunto mío?

 Responsabilizarme y dar pasos para solucionar mis problemas.


-Pista: Hacer algo yo mismo, tener iniciativa, anticiparme a problemas y no esperar que
alguien lo haga por mí.

 Hablar en primera persona


-Pista: Hablar del yo en vez del tú (decir yo en vez de hablar como si le hubiera pasado a
mi interlocutor lo que en realidad me pasó a mi)

“Cuando haces pasteles en el horno de gas, tienes problemas para evaluar la


temperatura.”
→ “Cuando yo hago pasteles en el horno de gas, tengo problemas para evaluar la
temperatura.”
“A este chico le dices “Hola” y nunca te contesta.”
→ “A este chico le digo “Hola” y nunca me contesta.”

 Al fin y al cabo evitar las relaciones con personas que quieren jugar a toda costa.

CONCLUSIÓN
Todos jugamos y adoptamos los roles de Salvador, Perseguidor y Víctima ocasionalmente.
Por una parte, podemos iniciar el juego en el Triángulo, por otra parte, podemos aceptar
la invitación (el anzuelo) de alguien que quiere jugar con nosotros.

Malgastamos energía en conflictos, no solo porque estar en el Triángulo Dramático es


adictivo, sino también porque nos hemos acostumbrado a vivir en codependencia. La
codependencia (la excesiva dependencia emocional o psicológica de alguien) fomenta un
comportamiento pasivo y un descuido de nuestras propias necesidades. La codependencia
también nos impide desarrollar plenamente todas nuestras competencias.

Aunque miembros de nuestra familia o amigos puedan estar inmersos en el Triángulo


Dramático, lo más importante es que no juguemos y que nos responsabilicemos de
nuestra vida. A veces eso implica renunciar a algunas relaciones si estas personas quieren
seguir relacionándose sin intimidad. En definitiva podemos crear y mantener relaciones
sinceras donde podemos ser nosotros mismos. No hace falta la pantalla de los roles de
Perseguidor, Salvador y Víctima.

Salir del Triángulo para vivir más feliz es posible, si bien no es fácil. Hace falta tomar
conciencia,  reconocer los roles del Triángulo Dramático y aplicar activamente las
herramientas propuestas. Si reconoces que estás en el Triángulo Dramático, es hora de
empezar un proceso de autoconocimiento (real y verdadero) que te permitirá liberarte
de esta dinámica dañina y aprender a construir relaciones saludables. El resultado
ciertamente vale la pena. 

No es lo mismo ayudar que Salvar, ser asertivo que Perseguir, tener un problema que
Victimizarse.

¿Cuál es tu propia CONCLUSIÓN- NES

Referencia TALLER ELABORADO POR SUSANNE JEGGE

También podría gustarte