Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
EL SALVADOR
Puesto que los Salvadores se sienten responsables de la felicidad y del bienestar ajeno,
enseguida se afanan en reconfortar, apaciguar, calmar para que estas personas no sientan
sus emociones desagradables como dolor, rabia, decepción, tristeza,…. Los Salvadores
también quieren tener buenas relaciones con todo el mundo ya que les gusta la armonía.
Por eso evitan a toda costa los conflictos o mantenerse firmes, aunque terminan
perdiendo su tiempo, dinero o energía. Tienen una tendencia a complacer a la gente para
evitar críticas y rechazo. Al fin y al cabo, aspiran a sentirse aceptados y queridos por todo
el mundo.
Por todas estas razones están desconectados de sus propias emociones. Por lo tanto, es
difícil sino imposible tener relaciones de intimidad emocional con ellos. Huirán en el
“hacer”, estarán ocupados en cada momento… su agenda es prueba de ello: no tienen ni
un minuto.
A pesar de tener buenas intenciones, les hacen falta unas Víctimas para poder ser
Salvadores. Por ende su comportamiento fomenta la dependencia y la falta de autonomía
en las Víctimas. Los Salvadores seguirán involucrados en relaciones de co-dependencia
(como con adictos por ejemplo) que les son perjudiciales porque no se percatan del daño
que les supone a ellos mismos.
En definitiva se sacrifican porque quieren demostrar que son buenas personas, generosas
y desinteresadas, que se merecen cariño y reconocimiento. Y cuando alguien les dice:
“Eres demasiado bueno (o buena)” se ofenden.
Cuando los Salvadores acuden a sesiones de coaching, trabajar con ellos los límites y el
Triángulo Dramático da muy buenos resultados. Una vez que hayan entendido la dinámica
dañina y sepan cuáles son sus necesidades son capaces de controlar su afán de salvar y en
consecuencia de cambiar su comportamiento.
EL PERSEGUIDOR
Los Perseguidores lo saben todo y siempre tienen la razón. Los que se equivocan son los
demás. Por lo tanto pretenden saber lo que es mejor para el otro. Se caracterizan por
verlo todo o blanco o negro; el gris no existe. Su lema es: o estás conmigo o estás contra
mí.
Al igual que los Salvadores, se sienten moralmente superiores y necesitan Víctimas para
desempeñar su papel de Perseguidores.
Ignoran no solo los sentimientos de los demás sino también su valor. Por eso critican,
encuentran defectos, persiguen, chantajean y abusan de su poder. En particular, usan la
vergüenza y la culpa para manipular. Incluso pueden castigar (aunque solo sea con su mal
humor o su silencio) para que las Víctimas se sientan ansiosas e inferiores. Los
Perseguidores siempre encuentran un culpable o un enemigo: el otro. Con lo cual no hay
manera de resolver un conflicto con ellos ya que en cada conversación hay que andar con
pies de plomo y no cuestionarlos. Utilizan amenazas para obtener lo que quieren dado
que se sienten con derecho a actuar así. Y lo que quieren es que los demás no solo
escarmienten y se ajusten a su forma de ver, sino también que cambien y hagan las cosas
a su manera.
Pero siempre habrá algo que reprochar, siempre habrá alguien que no se ajusta a sus
expectativas. Cuando algo va mal, los Perseguidores responsabilizan a los demás de lo
ocurrido para evitar culparse a sí mismo. Con esa actitud parece poco probable que acuda
a sesiones de coaching ya que el responsable o el culpable siempre es el otro. Proyectan
sobre los demás (a fuera) lo que no quieren ver en ellos mismos. En efecto tacharán a
otros de arrogantes porque ellos mismos no pueden, ni reconocer, ni aceptar su propia
arrogancia.
LA VÍCTIMA
Las Víctimas se sienten impotentes, incompetentes, atascadas y a veces desesperadas.
Minimizan sus habilidades y sus recursos. Tampoco reconocen su propia capacidad para
cambiar las cosas o influir en su destino. Además, precisamente porque la vida les
“sucede”, a menudo sufren de depresión. Y si por milagro sucede algo bueno, lo atribuyen
a la suerte.
Según las Víctimas no se les puede reprochar nada porque no tienen ninguna
responsabilidad, ninguna culpa en lo que les ocurre. Están convencidas de que la vida es
muy dura, que nadie las entiende y que no importa lo que hagan, no podrán cambiar su
suerte. Siempre encuentran excusas que justifican su situación.
Además las Víctimas se reconocen por su forma habitual de pedir disculpas por todo y por
nada. A menudo se escucha “¡Disculpa!”, “¡Perdón!”, “Lo siento”.
“Una víctima es alguien que espera que algo malo suceda… y por lo general sucede”.
(Barry K. Weinhold)
No solo viven en un mundo ilusorio compuesto por todo lo que se imaginan o suponen
(consecuencias nefastas, emociones negativas o reacciones adversas de los demás, …),
también presuponen sin basarse en la realidad, sin tener indicios fehacientes que
justifiquen sus creencias.
Desde luego las Víctimas adoptan un comportamiento pasivo: no toman ninguna medida,
no hacen ningún esfuerzo para salir del bache. Son expertas en manipular a los demás
para obtener lo que necesitan sin involucrarse demasiado en el resultado. Habitualmente
sabotean la ayuda que reciben y gozan en secreto de sus fracasos. Por mucho que acuda a
sesiones de coaching, su pasividad y falta de compromiso harán fracasar el intento, de tal
manera que puedan culpar al profesional de la falta de resultados y demostrar su
incompetencia.
Hay dos tipos de Víctimas: las que atraen o a Salvadores o a Perseguidores. Por un lado las
Víctimas crean codependencia – una excesiva dependencia emocional o psicológica del
Salvador. Esta actitud fomenta un comportamiento pasivo que les impide desarrollar
todas sus competencias. Por otro lado las Víctimas confirman su creencia de que la vida es
muy dura e injusta cuando sufren abusos por parte de Perseguidores.
Por consiguiente, para jugar su papel de Víctimas necesitan de Salvadores o de
Perseguidores… o de ambos.
Por otra parte, la necesidad de algunos padres de sentirse “buenos padres”, de hacerlo
todo por sus hijos sin ponerles límites crea hijos Víctimas (“Pobre de mí”) o Perseguidores
(“Pequeños tiranos o dictadores”). Por lo tanto, los hijos no saben cómo tomar decisiones,
ni como poner límites. Entonces culpan a los demás de sus errores, abriendo así
probablemente la puerta a un futuro rol de adulto Víctima o Perseguidor.
Un ejemplo de juego en la familia sería un hijo que no enseña sus malas notas (va de
Salvador) porque no quiere decepcionar a sus padres y quiere evitar que le echen la
bronca. Al enterarse, el padre le castiga (Perseguidor) porque no ha dicho la verdad. El
hijo acaba en Víctima. Al mismo tiempo la madre intenta “salvar” a su hijo riñendo al
padre para que deje al hijo tranquilo. El resultado es un cúmulo de emociones
desagradables para los tres, cada uno confirmando sus propias creencias negativas sobre
sí mismo.
Parejas
Otro campo de juego son las relaciones donde cada pareja adopta un rol.
1er grado: Ana y su marido van a una fiesta. Allí Ana coquetea visiblemente con un
hombre. Al volver a casa rechaza los acercamientos de su marido que se siente frustrado.
2o grado: Ana tiene un amante y se las arregla para que su marido lo sepa. Ella le
asegura que la relación extramatrimonial no tiene importancia para ella. Los esposos
discuten y se pelean.
3er grado: El marido encuentra a Ana y a su amante en la cama. En estado de
shock el marido reacciona de un modo u otro: pide el divorcio, los mata, se suicida o se
refugia en el alcohol….
1. El primer grado
El primer grado es socialmente aceptable y se desarrolla esencialmente a nivel verbal.
Ocurre en el día a día.
El próximo ejemplo pertenece al primer grado. Este tipo de diálogo estereotipado permite
a la pareja evitar abordar el verdadero problema.
– Cariño, no encuentro las llaves del coche. (Víctima, sin haber buscado ni pedir
claramente por lo que necesita)
– ¿Por qué me acusas siempre? (se siente Víctima, la palabra “siempre” indica que este
tipo de conversación es repetitivo)
Ahora recuerdo que habías prometido ya hace meses comprar otro juego de
llaves. (Respuesta sin relación directa con el tema de la interacción)
Siempre es lo mismo. ¡No puedo confiar en ti y todo lo tengo que hacer yo! (Pasa a
Perseguidor, busca algo que reprochar a la pareja, y finalmente a Salvador)
Consecuencias del primer grado: emociones desagradables (frustración, rabia, enfado,
tristeza, culpabilidad, …)
2. El segundo grado
Las emociones desagradables y el sufrimiento se vuelven más intensos lo que afecta a la
felicidad.
Muchos conflictos o problemas en las relaciones son una expresión del Triángulo
Dramático. Drama no es Amor.
3. El tercer grado
Las consecuencias dañan a la integridad física, psicológica, emocional o económica de la
persona. Las relaciones de maltrato o de abuso siguen el mismo patrón con los tres roles,
solo que las consecuencias son mayores.
Habitualmente los roles son inconscientes y jugamos por razones inconscientes. En
cambio, la persona que juega conscientemente y “embauca” hábilmente con sus palabras
para obtener beneficios a costa del otro se llama manipulador.
Cuentos y películas
Los cuentos de hadas y las películas están basados en las dinámicas del Triángulo. Stephen
Karpman (el creador del Triangulo Dramático) da el ejemplo de Caperucita Roja:
La heroína comienza como Salvadora de la abuela enferma cuando le lleva una cesta de
comida. También es Salvadora del lobo cuando le da indicaciones para que encuentre la
casa de la abuela. La abuela y Caperucita se convierten en Víctimas del lobo Perseguidor
cuando éste se las come. El lobo cae Víctima del leñador cuando le abre la barriga.
Además de Perseguidor del lobo, el leñador es Salvador de Caperucita y de la abuela al
sacarlas de la barriga del lobo.
Ámbito laboral
De la misma manera se pueden encontrar los tres roles en el trabajo, en cualquier oficina
o empresa.
Por ejemplo, un vigilante que manda a los usuarios ejerciendo control sobre la cola puede
estar en Perseguidor, pasando a Salvador cuando distribuye números aunque el cupo ya
esté alcanzado. Los usuarios desempeñan el rol de Víctimas sumisas para no tener que
volver otro día.
Como maestra solía entrar en el rol de Salvadora cuando yo hacía más esfuerzos que mis
alumnos. Preparaba más y más material dedicando más tiempo que ellos. Acorde con su
papel de Víctima el alumno seguía en la pasividad. Cuando yo veía su pasividad y falta de
motivación, me enfadaba interiormente y le reñía ejerciendo de Perseguidora.
En nuestras mentes
Jugamos internamente todo el día y cada día sin darnos cuenta. Nuestro dialogo interior
pasa de un rol a otro: “! Qué tonto soy!” (Perseguidor) porque hemos hecho un error, nos
sentimos culpables o incompetentes (Víctima) y nos justificamos o minimizamos las
consecuencias (Salvador) para evitar emociones desagradables.
Adicciones
Los roles de Salvador, Perseguidor o Víctima se aplica igualmente en las adicciones.
Las personas alcohólicas empiezan como Víctimas que necesitan el alcohol para poder
sobrellevar los problemas no resueltos o los traumas. Las parejas juegan habitualmente el
rol de Salvadores responsabilizándose del otro, recogiendo y limpiando, organizando,
encargándose, controlando o incluso proporcionando las bebidas. Después de que el
alcohólico se emborracha otra vez, desordenando, comportándose mal o siendo violento
(actuando como un Perseguidor), los Salvadores se vuelven Víctimas. Su rabia les hace
cambiar luego a Perseguidores que culpan a la persona alcohólica.
Por otra parte la sustancia (droga, alcohol, comida, …) o el comportamiento adictivo (sexo,
compras, juego, …) salvan a la Víctima de su propio malestar (aburrimiento, soledad,
miedo, angustia, estrés, problemas, trauma). A la vez la sustancia o el comportamiento
persiguen al adicto (haciéndose reproches, sintiendo vergüenza y culpa, creando
dificultades económicas y sociales o problemas de salud).
El juego interno con uno mismo mantiene a la persona en el Triángulo e impide que
resuelva el verdadero problema. Dicho Triángulo se expande después en las relaciones y
en la familia: el adicto juega a dos niveles: interno y externo.
Lo que hay dentro se repite fuera también.
Las religiones
El cristianismo se basa en la creencia del pecado original.
Los creyentes nacen imperfectos, pecadores y culpables por naturaleza (Víctimas). Por lo
tanto, siempre dependen de la aprobación de la Iglesia que puede controlarlos. Los
creyentes deben confesar sus pecados y arrepentirse para ser perdonados por la Iglesia
(Salvadora). La fe los salvará de la condenación eterna y ofrece el Cielo como recompensa.
Jesús (la primera Víctima) murió a manos de los romanos (Perseguidores) para redimir a
los creyentes de sus pecados y finalmente actuar como Salvador.
La Iglesia manipula y persigue a las personas con el concepto del Infierno, con la trampa
de la perfección (la tarea imposible de actuar como Jesús), culpando a las personas por
sus pecados, teniendo el poder de definir qué son los pecados y quién es digno, juzgando
asuntos personales (aborto, contracepción, preferencias sexuales, eutanasia), excluyendo
a las personas (herejes, mujeres) y finalmente legitimando el uso de violencia, violación,
abuso sexual y genocidio.
Al mismo tiempo, la Iglesia manipula y salva a las personas con el concepto de Cielo y
salvación, teniendo el poder de perdonar pecados, definiendo la verdad y lo que es bueno,
así como ofreciendo un sentido de pertenencia.
La Inquisición
La Santa Inquisición que comienza en el siglo XII es un ejemplo de Triángulo Dramático.
Por un lado, el tribunal (Perseguidor) castigó a los cristianos (Víctimas) que confesaron
espontáneamente sus pecados con multas, flagelación o penitencias. Pero estos pudieron
ser redimidos (ser salvados).
Por otro lado, el tribunal utilizó presión o tortura (Perseguidor) para obtener confesiones
con el fin de encontrar herejes. Estos fueron luego excomulgados, encarcelados o
condenados a muerte (Víctimas).
Cambiar de rol?
Las situaciones donde podemos actuar en el Triángulo Dramático son múltiples. Una vez
hayamos tomado conciencia de los roles, solemos intentar salir adoptando otro rol.
Si siempre he sido Salvador, dejaré de salvar. Con mucha probabilidad, adoptaré otro rol,
el de Perseguidor por ejemplo, y seguiré jugando porque cambiar de rol no es salir del
Triángulo.
Ante todo, comprométete a vivir sin recurrir a los roles de Perseguidor, Salvador y
Víctima.
Para ello propongo algunas herramientas que te ayudarán a mejorar tu vida. Por lo
tanto podrás vivir sin entrar o sin invitar a alguien en el Triángulo Dramático.
Elige una de las herramientas y aplícala durante algún tiempo para ver los efectos.
Cuando ya es parte de tu forma de pensar y de actuar, da otro paso.
Es preferible efectuar un solo cambio a la vez.
1. ¿QUIERO HACERLO?
3. ¿PUEDO HACERLO?
1. ¿QUIERO HACERLO?
¿Me apetece prestarle dinero?
– Sí (porque siempre me lo ha devuelto, porque puedo confiar en él, …)
– No (porque ya ha pasado otra vez y nunca me los devolvió, porque él no me ayudó
cuando lo necesitaba, porque no me apetece, …)
3. ¿PUEDO HACERLO?
– Sí (porque este mes he ganado suficiente, porque tengo ahorros,…)
– No (porque no me sobra dinero, porque si no tendría problemas yo, …)
4. ¿TENGO UNA DEMANDA CLARA?
– Sí (porque me lo ha pedido claramente y me ha dicho cuando me va a devolver el
dinero, …)
– No (porque solo mencionaba que le falta dinero, porque no me ha pedido nada, porque
siento que le tengo que ayudar, …)
Al fin y al cabo evitar las relaciones con personas que quieren jugar a toda costa.
CONCLUSIÓN
Todos jugamos y adoptamos los roles de Salvador, Perseguidor y Víctima ocasionalmente.
Por una parte, podemos iniciar el juego en el Triángulo, por otra parte, podemos aceptar
la invitación (el anzuelo) de alguien que quiere jugar con nosotros.
Salir del Triángulo para vivir más feliz es posible, si bien no es fácil. Hace falta tomar
conciencia, reconocer los roles del Triángulo Dramático y aplicar activamente las
herramientas propuestas. Si reconoces que estás en el Triángulo Dramático, es hora de
empezar un proceso de autoconocimiento (real y verdadero) que te permitirá liberarte
de esta dinámica dañina y aprender a construir relaciones saludables. El resultado
ciertamente vale la pena.
No es lo mismo ayudar que Salvar, ser asertivo que Perseguir, tener un problema que
Victimizarse.