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- Cuando está herida básica se lee desde haber sido traicionados, reaccionamos,
probablemente, con la sensación de desconfianza, de no entrega y necesitamos
controlar a través de conductas de sometimiento al otro, con fachada de
victimario, de exigencia, de perpetrador y nos alejamos de la posibilidad de
experimentar al otro desde una comunicación profunda que nos permita ser
empáticos. La necesidad de ocultar nuestra vulnerabilidad por el temor
enorme de volver a ser traicionados, propicia control y sometimiento al otro a
través de conductas persecutorias.
- los perseguidores usan el control para defenderse del miedo a ser traicionados;
los victimarios culpan, intimidan, etiquetan, descalifican, abusan del poder y
amenazan. Dicen: “Tú eres culpable”.
El vínculo que ofrecemos al ayudar está, también, cargado de estas tres características
cuando vivimos aún presos de nuestra herida básica. La predominancia o mayor
tendencia de uno u otro determinan el estilo de quien ayuda. El trabajo para transmutar
dicho triángulo en triángulo creativo permite el pasaje de una ayuda que no ayuda a La
ayuda que ayuda.
Cuando no hemos podido profundizar en nuestra herida básica, ni conocerla,
explorarla o transmutarla, brindamos la ayuda, desde:
- La actitud de víctima, cuando nos sentimos recargados, desbordados por nuestro
trabajo o por quien pide la ayuda.
- Desde una actitud persecutoria ante quien requiere de nuestra ayuda, porque
sentimos que es excesiva su demanda o ya le hemos dado todo, entonces, la
reacción lejos de ser compasiva, necesaria en el proceso de ayuda, es de
impaciencia, intolerancia y censura.
Puesto que ayudamos desde el rol que habitamos es preciso pasar del drama a la
creatividad, evolucionar del triángulo dramático al triángulo creativo. Este
último se conforma por la transformación del perseguidor en empático, de la
víctima en responsable y del salvador en empoderamiento personal.
Sólo desde la humildad se puede brindar La Ayuda que Ayuda, asintiendo a la historia
y a las circunstancias tal como fueron y a los recursos con los que se cuenta tal como
son.
Los Órdenes de la Ayuda nos guían acerca del camino que debemos recorrer y
observar para que la ayuda tenga peso, sea acertada, útil y, realmente, esté al servicio
de la vida, al servicio de la paz. Los órdenes del amor y de la ayuda son nuestro motor
de vida, hacen parte de nuestro quehacer profesional en el día a día y conocemos,
desde su aplicación y vivencia, la contundencia en la reparación y la sanación pronta,
rápida y eficaz de los destinos difíciles.
Pensamos en estos órdenes como claves para descubrir, explorar y reconocer la herida
básica inherente a todos los seres humanos. Dicha herida se expresa en el triángulo
dramático, los traumas nucleares y los mensajes de infancia, que determinan los
juegos psicológicos, y que con un trabajo serio y consciente podemos transformar en
el triángulo creativo.