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El hecho de que nuestra música se pueda escribir, es una historia que se remonta a la cultura

griega, la cual gustaba y disfrutaba de mucha música. Pero no contaban con un método fiable
para su escritura, motivo por el cual solo sobrevivieron algunos libros de textos musicales
escritos de forma abstracta. Los monjes medievales se encontraron con estos textos, pero en
ellos no encontraron ninguna referencia que les permitiera saber o entender como sonaba la
música griega, aún así siguieron analizando las teorías griegas, intentando encontrar y
desarrollar un sistema de escritura musical.

Con lo que si contaban estos monjes era el canto, que se había desarrollado en el cristianismo a
partir del judaísmo, y que era lo único con lo que contaba Europa de los siglos antes de cristo, y
que fueron conservados en los monasterios durante el primer milenio de nuestra era.

Estos cantos fueron la única música que había quedado del periodo romano, su conservación
fue gracias a la memoria y tradición oral, se puede considerar que fue una gran biblioteca mental
de melodías, pero esto tiene sus inconvenientes y es un milagro que perduraran en el tiempo.

A lo largo del primer milenio se dio un salto en este aspecto y empezaron a escribirse en papel
ciertos símbolos y notas que representaban esos cantos. Ya en el siglo VII, el Papa Gregorio “el
grande” ordenó la codificación de estos cantos, de ahí que les pusieran el nombre de Cantos
Gregorianos. Y a partir de ese momento todo el territorio europeo cantarian los mismos cantos
al seguir el mismo libro, en el cual se escribieron las letras. Pero esto tenía un inconveniente, las
notas de los cantos tenían que aprenderse de memoria, y al transcribirlas los monjes, la
velocidad y el tiempo de estas obras eran diferentes en cada una de las transcripciones. De
hecho el maestro del coro, que gozaba de buena memoria, ayudaba a los componentes de éste
con movimientos de muñeca para indicar la dirección de la melodía.

Para estos monjes músicos, cada vez se hacía más prioritario la necesidad de encontrar un
método escrito para la música. De hecho en la época de Carlomagno, el cual ordenó la
recopilación de estos cantos en la abadía Sankt Gallen, empezó a surgir un sistema de símbolos
y signos (precursor de la escritura musical) que se denominaría bosquejos taquigráficos. Fue un
intento primitivo de dar forma a la melodía que había escrita en la letra de esos cantos. Pero
tenían un problema, si bien seguían una lógica, estas anotaciones solo servían para recordar una
melodía que ya se sabía, no para enseñarla por primera vez. Además cada monasterio empleaba
las suyas y tenían su propio estilo, y no indicaban donde empezaban o se relacionaban las
diferentes melodías.

Ya en el año 900, en el norte de Italia, se produjo un hecho que supuso un gran avance en la
música occidental, aparecieron líneas rojas en las transcripciones de los cantos, éstas actuaban
como techo de referencia fijo al que se adherían las notas, gracias a eso se pudo saber cuando
empezaba o cambiaba una melodía.

Sabemos que Guido de Monaco fue quien plasmó esta línea roja en los libros de canto, fue un
maestro innovador que usó métodos revolucionarios, que proporcionó el comienzo de la
escritura musical y que hizo que su forma se extendiera por toda la Europa cristiana.

Guido vivió y trabajó en la catedral d´Arezzo (1020), donde fundó una escuela de coros que fue
famosa en toda Italia. Para ayudar a sus alumnos y a los miembros del coro ideó diferentes
métodos: el de escritura lineal, el de la escala “ut re mi” y el de la mano guinoniana, métodos
que plasmaría en sus dos libros sobre la enseñanza del canto.

Respecto al método lineal, la idea principal consistía en una serie de líneas. Una línea roja
(donde se situaba la nota Fa, por encima de esta línea seria la nota sol, y por debajo la nota Mi),
después añadió una línea amarilla por encima de ella (que representaba la nota Do) y después
una tercera línea (que representaba la nota La) con sus correspondientes espacios en blanco.
Este sistema hacia que las lecturas de las notas fuera fácil y clara, simplemente había que leer
las marcas en las líneas para cantar., pero también quería ayudarlos a reconocer las distancias
entre las notas, intervalos, para poder cantar correctamente la melodía.

Así mismo inventó la escala “do re mi” que actualmente se utiliza como método para enseñar
a los niños a cantar, con ello quería ayudar a sus alumnos a que pudieran oír el tono de cada
nota en su cabeza. Para ello se sirvió de frases, cada una de las cuales empezaban por notas
diferentes, en orden ascendente de graves a agudos.

El último método que desarrolló para ayudar a sus alumnos, fue la mano guinoniana, un truco
en el que cada uno de los nudillos de los dedos de una mano representaba una nota diferente
de la escala.

Con todo ello consiguió que los coros de su escuela fueran los primeros en leer música escrita
en papel, sin haberla oído antes; además de reducir el tiempo de aprendizaje de los Cantos
Gregorianos, que pasó de 10 años a necesitar tan solo uno.

Pero, aunque en términos generales estos sistemas suelen utilizarse hoy en día, el método que
se impuso universalmente, fue el sistema de cuatro líneas, que fue utilizado en todos los libros
de canto en el siglo XII, así cualquiera en cualquier lugar con una formación correcta y un poco
de iniciativa podía leer la melodía. Después en el siglo XIV seria cuando se añadiría la quinta
línea, para otros tipos de música.

Sin embargo, este hallazgo también fue muy importante ya que al poderse escribir música
sofisticada sin depender de la memoria de nadie, hizo que surgiera un nuevo músico diferente:
Los compositores. Si antes de la llegada del sistema de escritura, la música era improvisada en
manos de los músicos, después esta responsabilidad pasó a manos de los compositores que la
escribían.
Al tener la música escrita sobre el papel, se aceleró el crecimiento de la armonía y de la aparición
de otras líneas que combinaban dos voces juntas o dos melodías simultáneas o
contrapuestas.Aun así estos nuevos compositores tardarían otros 200 años en conseguir escribir
tres voces a la vez, y otros 150 más para manejar cuatro.

A partir de ahí los compositores pudieron crear música que no hubiera sido posible solo con
tocarla espontáneamente, podían dar forma a piezas largas, que iban más allá de la capacidad
de memoria, una de esas grandes composiciones fue “El miserere “ de Alegri.

Más tarde a medida que los siglos fueron pasando las partituras musicales se fueron haciendo
más complejas y sofisticadas, cuyo resultado fue el desarrollo del lenguaje musical. Ya en el siglo
XX Stravinsky intentó ampliar la partitura de orquesta al límite, añadiendo múltiples capas de
melodías y de ritmos simultáneos.

Se puede afirmar que la escritura lineal de Guido, partiendo de los bosquejos, se ha extendido
por todo el planeta como el único método totalmente exacto para escribir la precisa intención
de los compositores. A partir de la publicación de su sistema, la música empezó a registrarse y a
conocerse por más gente, convirtiéndola en un arte por encima de las personas, el tiempo y el
lugar. De hecho ninguna otra cultura o método ha conseguido esa precisión, ni el código chino,
ni los códigos de acordes modernos del Pop (que no informan sobre el ritmo, la velocidad o la
melodía), incluso el Jazz cuando querían crear estructuras mayores, más ambiguas o para añadir
más instrumentos a la banda, solo había la opción de utilizar el sistema de estructura de Guido.

Actualmente la tecnología ha hecho que la escritura de la música siga evolucionando, la


tendencia actual es escribir música utilizando otros medios, como programas como “Sebalius”,
donde escribes en una partitura virtual, es una herramienta muy precisa que recoge todos los
errores y detalles, que luego puedes corregir con ese sistema y editarlas de forma rápida. Si bien
es un instrumento muy útil para archivar y codificar. El peligro de su uso se encuentra en que
hay una nueva generación de compositores que dependen del ordenador para que éste les
escriba su música. Y esto supone un riego, primero porque la descodificación de la versión que
quede computerabilizada de la misma se reduzca a una minoría, y segundo porque si solo se
compone por ordenador, se pone en peligro el conocimiento de la armonía (ya que el ordenador
lo hace por nosotros), además de la capacidad de componer creativamente rompiendo sus
normas como hizo uno de los grandes compositores de música Amadeus Mozart.

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