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Las autoridades consideran que Colombia está bien posicionada para dejar que la tasa de
cambio actúe como primera línea de defensa, ya que la inflación se sitúa cerca de su meta,
lo que aporta espacio para absorber la depreciación de las tasas de cambio. La economía
también podría enfrentarse a shocks imprevistos, cuyos efectos son difíciles de incorporar
a las proyecciones.
La volatilidad de los precios del petróleo y del carbón, que podría impulsar o reducir la
inversión. Los sectores como el turismo pueden influir positivamente. Pero el aumento del
proteccionismo podría ralentizar el crecimiento mundial y frenar las exportaciones. El
aumento de los flujos migratorios procedentes de Venezuela puede conllevar unas
necesidades de gasto superiores a las previstas, especialmente en sanidad y educación, así
como un incremento de la informalidad laboral. Pero, si se realiza una gestión adecuada al
respecto, también puede impulsar las perspectivas de crecimiento a mediano plazo.
Por otro lado, es importa tener en cuenta indicadores como la deuda de empresas y
hogares que ha alcanzado niveles casi sin precedentes. Alrededor del 15% de la deuda de
las empresas está denominada en moneda extranjera, mientras que la exposición de los
hogares al riesgo cambiario es insignificante. Los pasivos no cubiertos de las empresas no
exportadoras ascienden al 5% del PIB en 2018. La deuda pública en moneda extranjera se
mantiene en el 16%. La participación extranjera en el mercado local de bonos públicos ha
aumentado y se ha estabilizado en torno al 25% del valor. Esto reduce los riesgos
cambiarios para el gobierno y aumenta la liquidez, pero también hace que Colombia sea
más sensible a las variaciones en los mercados financieros internacionales.