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SEMINARIO MAYOR LOS SAGRADOS CORAZONES

IGNACIO ALEJANDRO SARRALDE ERAZO SÍNTESIS DE DOGMA


IV TEOLOGÍA PBRO. SEBASTIÁN RIVERA
TESIS No. 11: LOS DOGMAS MARIANOS

INTRODUCCIÓN
El dogma no es simplemente una verdad que hay que creer ciegamente. Sino que a él se llega
después de años de reflexión, búsqueda teológica, aclaración doctrinal y una definición
solemne, la cual responde al sentir de todo el Pueblo fiel. En el estudio mariológico los dogmas
resaltan la grandeza de la Virgen María en consecuencia de su relación particular con la
persona de Cristo, y por ende con la Santísima Trinidad.

1. MARIA MADRE DE DIOS


El dogma de la Maternidad Divina se refiere a que la Virgen María es verdadera Madre de Dios.
Este es el misterio principal y central de la vida de Santa María, del cual derivan y se
fundamentan todos sus privilegios y todas sus perfecciones. Llamar a María Madre de Dios fue
siempre el sentir común de los fieles y de la Iglesia. María es verdadera Madre de Dios porque
Cristo, nuestro Redentor, es al mismo tiempo verdadero Dios y verdadero hombre.

EN LA SAGRADA ESCRITURA: Aunque la expresión “Madre de Dios” no aparece como tal en


las Escrituras, sí sus equivalentes: Madre de Cristo (Mt 1, 16); Madre de Jesús (Hch 1, 14);
Madre del Señor (Lc 1, 43). La declaración de la maternidad divina hace explícito lo que está
implícito en la Revelación, que Jesús es Dios y por lo tanto María es Madre de Dios. De esta
forma, los textos bíblicos reafirman el atributo mariano.
a) A.T. Los Padres de la Iglesia han iluminado la mariología desde la Palabra donde han
interpretado el papel de María en la promesa del Mesías, así María aparece como la mujer que
será la Madre del Redentor en dos textos principalmente: 1) Gn. 3,15: texto que se conoce con
el nombre de Proto-evangelio: "Establezco enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia
y su descendencia, Él te aplastará la cabeza, y tú le acecharás su calcañar". 2) Is. 7,14:
Cuando Dios recuerda la promesa del Redentor: "El Señor mismo os dará por eso la señal: He
aquí que una virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y será llamado Emmanuel".
b) N.T. María aparece como la mujer que concibe, da a luz y es Madre de Jesús: " al llegar la
plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley" (Ga 4, 4-5).
En ella tiene lugar el cumplimiento de las profecías y se afirma su verdadera y propia
maternidad: "He aquí que concebirás en tu seno y parirás un hijo, a quien darás por nombre
Jesús" (Lc. 1,31s). "lo que nacerá de ti será santo y será llamado Hijo de Dios" (Lc. 1,35). Y
finalmente las palabras de Isabel: “¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lc.
1, 43).
De los textos de la Sagrada Escritura también se desprende claramente que, si fue engendrado
por el Padre desde toda la eternidad (cf Jn. 1.14; Mt. 1,22 ss; Rom. 1,3; 9, 5; Gál. 4,4 s.), en el
tiempo fue engendrado por la Virgen Madre; en consecuencia, si es el Verbo de Dios, María es
la Madre de Dios.

EN LA TRADICIÓN: Los santos Padres durante los tres primeros siglos afirmaron el hecho de
la verdadera Maternidad de María. Así, por ejemplo:
 San Ireneo: "Este Cristo, que como Logos del Padre estaba con el Padre… fue dado a luz
por una Virgen".
 San Hipólito: "El Verbo descendió del cielo a la Santísima Virgen para que, encarnado en
Ella y hecho hombre en todo menos en el pecado, salvara a Adán, que había perecido ".
(HIPÓLITO, Philosophoumena, X,33: PG 16,34)
 San Atanasio: "Por nosotros, tomada carne de la Virgen María, Madre de Dios, hízose
hombre".
 San Gregorio Nacianceno: "Si alguno no reconoce a Santa María como Madre de Dios, es
que se halla separado de Dios". (Gregorio Nacianceno Carta 101 PG36,181)
 San Cirilo de Alejandría, expositor principal del Concilio de Éfeso escribió: "Me extraña en
gran manera que haya alguien que tenga duda alguna de si la Santísima Virgen ha de ser
llamada Madre de Dios. En efecto, si nuestro Señor Jesucristo es Dios, ¿por qué razón la
Santísima Virgen, que lo dio a luz, no ha de ser llamada Madre de Dios? Esta es la fe que
nos trasmitieron los discípulos del Señor. Así nos lo han enseñado también los Santos
Padres" (Carta 1,27-30).
También otros santos importantes aportaron a la reflexión.
 San Bernardo escribe: “El único nacimiento digno de Dios era el procedente de la Virgen;
asimismo, la dignidad de la Virgen demandaba que quien naciere de ella no fuere otro que el
mismo Dios”.
 Santo Tomás: «María es la madre de Jesús, que es Dios. La maternidad de María no se
termina en la humanidad de Jesús, sino en la Persona misma de Jesús; es Él, y no su
humanidad, quien es el Hijo de María». (III, q. 35, a. 4)

EN EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA: Todos los símbolos emanados de los Concilios de la


antigüedad, hablan de María como Madre de Dios (CEC 495 – LG 66), esto se da como
resultado de combatir la herejía nestoriana. Por eso el concilio de Éfeso aclara que en Cristo
hay una sola persona y por consiguiente, al hablar de María expone que no es sólo madre de la
naturaleza del cuerpo, sino también de la persona quien es Dios desde toda la eternidad. Por
eso cuando María dio a luz a Jesús, dio a luz en el tiempo a quien desde toda la eternidad era
Dios. “Así como toda madre humana, no es solamente madre del cuerpo humano sino de la
persona, así María dio a luz a una persona, Jesucristo, quien es a la vez Dios y hombre;
entonces ella es la Madre de Dios"

DEFINICIÓN DEL DOGMA: el Concilio Éfeso en el año de 431 proclamó que: "Si alguno no
confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que, por tanto, la Santísima
Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea
anatema" A partir del siglo IV, después de la definición Conciliar, emplean ya el término griego
Theotokos (Madre de Dios).

EXPLICACIÓN TEOLÓGICA: La grandeza de Jesús, como Hijo de Dios, es la fuente de la


dignidad y el valor que implica la maternidad de María, pues en este hecho recae todo su honor
y su bienaventuranza Según el relato de Lucas, María recibe la misión de la maternidad
mesiánica Una maternidad plena (Le 1,31), pneumática y virginal (García Paredes 1995). El
misterio de la maternidad divina de María es un misterio indisolublemente unido al misterio del
ser de Cristo, es decir, el de la Persona única de Jesucristo con dos naturalezas, la divina y la
humana. Al decir que María es Madre de Dios se afirman dos verdades que es Madre y Madre
de Dios:

a) María es verdadera Madre: Decir que María es verdadera Madre, significa que Ella
contribuyó a la formación de la naturaleza humana de Cristo, del mismo modo que todas las
madres contribuyen a la formación del fruto de sus entrañas. María es verdadera Madre porque
Jesús es verdadero. También es necesario resaltar que María realizo la misión de su
maternidad en libertad, con un admirable espíritu de reflexión, de acogida consciente.
Finalmente, María fue llamada a transparentar a través de su maternidad física la acogida de
los hombres de buena voluntad a aquel que sería llamado Hijo de Dios.

b) María es verdadera Madre de Dios: María concibió a Cristo en un acto teologal de fe


absoluta en Dios, por medio de su fe «María concibió en su espíritu antes que en su seno»
Como dice S. Agustín. Decir que María es verdadera Madre de Dios significa que ella concibió
y dio a luz a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, aunque no en cuanto a la
naturaleza divina, sino en cuanto a la naturaleza humana que había asumido. Por eso la
trascendencia de la maternidad de María, que se expresa en su aspecto virginal, lo hace
también en su aspecto «divino». María es la madre del Hijo unigénito de Dios (Jn 1,18). La que
ha engendrado a un hombre que es Dios es Theo-tókos. (García Paredes 1995).

2. VIRGINIDAD PERPETUA DE MARÍA


La Iglesia enseña este misterio y privilegio mariano con una fórmula tradicional: que María se
conservó virgen antes del parto, virgen en el parto y, virgen después del parto. La Maternidad y
la Virginidad, dice San Bernardo, son dos coronas que Dios quiso concederle (cfr. In
assumptione B. Mariae Virginis: PL 183, 428). Virginidad y maternidad no son dos realidades
separadas, la virginidad es maternal y la maternidad es virginal. Son dos realidades
mutuamente referidas, lo genuino de la maternidad divina se expresa en el adjetivo «virginal»;
lo único, lo genuino de la virginidad de María se expresa en el adjetivo «maternal». Así pues, la
virginidad de María es una gracia necesaria, pues Jesús también debía nacer sin la mancha del
pecado original. De esta forma el amor de Jesús a su Madre hizo que los planes divinos de
redención se realizasen respetando la integridad de María.
EN LA SAGRADA ESCRITURA: Los relatos evangélicos (Mt 1, 18-25; Lc 1, 26-38) presentan
la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión -“El Ángel
Gabriel fue enviado por Dios a una virgen, y el nombre de la virgen era María” (Lc 1, 26)-, y
toda posibilidad humana: “¿Cómo será esto, pues no conozco varón? - “El Espíritu Santo
vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lc 1, 34), "Lo concebido en
ella viene del Espíritu Santo", dice el ángel a José a propósito de María, su desposada (Mt 1,
20). En estos pasajes la Iglesia ve el cumplimiento de la promesa divina hecha por el profeta
Isaías: "He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un Hijo" (Is 7, 14).

EN LA TRADICIÓN: Los cristianos de los primeros siglos expresaron esa convicción de fe


mediante el término griego άεί–πάρθενς "siempre virgen", para calificar de modo único y eficaz
la persona de María, y expresar en una sola palabra la fe de la Iglesia en su virginidad
perpetua.
 San Ireneo (130-202): “Era necesario que en la restauración de Adán por Cristo. La
desobediencia virginal de Eva fuese desvirtuada y suprimida por la obediencia virginal de
María".
 San Agustín (354-430): "Si con el nacimiento de Jesús se hubiera corrompido la integridad
de la madre, no habría nacido de una virgen y, por tanto, toda la Iglesia profesaría
falsamente que había nacido de una virgen"
 San Efrén (306-376): “¿Como hubiera sido posible que aquella que fue morada del Espíritu,
que estuvo cubierta con la sombra del poder de Dios, se convirtiera en mujer de un mortal y
diese a luz en el dolor, según la primera maldición? Una mujer que da a luz con dolores no
podría ser llamada bienaventurada El Señor que entro con las puertas cerradas (Jn 20 26),
salió asi del seno virginal, porque esta virgen dio a luz realmente, pero sin dolor. Entró y
habitó secretamente en el seno; saliendo después del seno, no rompe el sello virginal".
(EFREN, Diatessaron 2,6 SC 121,69-70, cf ID, Himni de Nalivüate 10,6-9 CSCO 187,59).
 Cirilo de Alejandría (370/3-444), que presidía el concilio de Éfeso, explicó que el término
«Theotokos» dado a María, implicaba de modo indisoluble para ella la idea de la virginidad.
He aquí su texto: «Viniendo a la Virgen santa con la encarnación, tomó su templo de la
sustancia de la Virgen. Con el parto de ella, Él se manifestó en cuanto hombre según se lo
creía exteriormente; pero interiormente existía como verdadero Dios. Por lo tanto, también
después del parto, Él conservó la virginidad de aquella mujer que lo había dado a luz; esto
no sucedió para ningún otro santo».
 San Jerónimo (+420): "Cristo virgen y María virgen consagraron los principios de la
virginidad en ambos sexos".

EN EL MAGISTERIO: En todos los Símbolos Apostólicos se declara la Fe cuando se dice:


"Creo en Jesucristo… que nació de Santa María Virgen, por obra del Espíritu Santo" (cfr.
Ds.4,5,6,7,19,282).

La expresión de la virginidad de María la encontramos ya en el segundo símbolo de fe de san


Epifanio, en el año 374, con relación a la Encarnación: “el Hijo de Dios se encarnó, es decir, fue
engendrado de modo perfecto por santa María, la siempre virgen, por obra del Espíritu Santo ".
Tal expresión “siempre virgen” fue recogida por el II concilio de Constantinopla (553), que
afirmó: el Verbo de Dios "se encarnó de la santa gloriosa Madre de Dios y siempre Virgen
María, y nació de ella" (Ds 422).

Esta doctrina fue confirmada por otros dos concilios ecuménicos, el cuarto de Letrán, año 1215
(Ds 801), y el segundo de Lyon, año 1274 (Ds 852), y por el texto de la definición del dogma de
la Asunción en el año 1950 (Ds 3.903), en el que la virginidad perpetua de María es aducida
entre los motivos de su elevación en cuerpo y alma a la gloria celeste. Catecismo de la Iglesia
Católica nos. 498 – 507.

Particularmente significativa la fórmula del Concilio de Letrán: “Si alguno no confiesa, de


acuerdo con los Santos Padres, propiamente y según verdad por Madre de Dios a la santa y
siempre Virgen María, como quiera que concibió en los últimos tiempos sin semen por obra del
Espíritu Santo al mismo Dios Verbo propia y verdaderamente, que antes de todos los siglos
nació de Dios Padre, e incorruptiblemente le engendró, permaneciendo ella, aun después del
parto, en su virginidad indisoluble, sea condenado” (Ds 256 Can. 3).

EXPLICACIÓN TEOLÓGICA María, por los méritos de Cristo, fue preservada del pecado
original por decisión divina al ser elegida como la madre de su Hijo, sin ser mencionadas las
consecuencias de ese pecado original. “El misterio de la “llena de gracia” que comienza en el
instante de su concepción, se despliega a lo largo de toda su historia, y se palpa en el ámbito
de la alianza que supone la escucha y la respuesta como persona que se realiza libremente en
la historia.

«La Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María únicamente
por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el aspecto corporal de este suceso. Los
relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda
comprensión y toda posibilidad humanas. La Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa
divina hecha por el profeta Isaías: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo» (CEC
496-497).

La virginidad de María ha sido confesada de modos diferentes a lo largo de la tradición de la


Iglesia. En los tres primeros siglos la virginidad adquiría el rango de auténtica confesión
cristológica: era la forma de confesar la maternidad trascendente de María por ser madre del
Hijo de Dios (García Paredes 1995), y en este aspecto el dogma mariano se detiene a
considerar, principalmente, la integridad corporal de Santa María, y así la Iglesia enseña la
virginidad perpetua (antes, durante y después de la concepción):
a) La virginidad antes del parto: esto significa que María antes de concebir a Jesús no tuvo
ningún comercio carnal humano y además que concibió al Señor milagrosamente, esto es, sin
concurso de varón. La acción del germen viril fue suplida milagrosamente por Dios, «por obra
del Espíritu Santo».
b) La virginidad en el parto: significa que María dio a luz a su Hijo primogénito sin detrimento
de su integridad corporal y además que su parto fue milagroso y de carácter extraordinario. El
Verbo, que fue ciertamente concebido y que procede del Padre sin ninguna corrupción, debía
-al hacerse carne- nacer de una Madre virgen conservándole su virginidad.
c) Virginidad después del parto: significa que María permaneció siempre virgen hasta el final
de sus días en la tierra sin tener contacto alguno con varón, y en consecuencia sin engendrar
otros hijos. Si la dignidad de ser Madre de Dios supuso la virginidad antes y en el parto, esa
misma dignidad sigue exigiendo tal virginidad después del parto.

La virginidad de Santa María también puede entenderse en un triple sentido:


1. Virginidad de mente, es decir, un constante propósito de virginidad, evitando todo aquello
que repugna a la perfecta castidad. Es el llamado aspecto espiritual o de entrega total a Dios.
2.Virginidad de los sentidos, o sea, la inmunidad de los impulsos desordenados de la
concupiscencia. Este es el llamado aspecto moral.
3. Virginidad del cuerpo, esto es, la integridad física jamás violada por ningún contacto de
varón.

Para finalizar hay que decir que la teología se ha dado cuenta de que la virginidad de María
está íntimamente relacionada con otras verdades del Credo, tal como hace notar Urs von
Balthasar: «Los teólogos católicos ¿se habrán quedado tan ciegos que no ven ya como la
virginidad de María está vinculadas al centro de la dogmática? ¿Acaso se quiere empezar a
distinguir una verdad teológica de una verdad histórica en una religión en que se trata
precisamente de la encarnación y, por tanto, de la verdad histórica del contenido central de la
fe»? (Aurelio Fernández 2015)

3. LA INMACULADA CONCEPCIÓN
La Santísima Virgen María, en razón de su dignidad de Madre de Dios, fue desde el primer
instante de su concepción, preservada de toda mancha del pecado original. Esto supone en
María ausencia de pecado, presencia de la gracia santificante, virtudes y dones y, ausencia de
inclinación al mal. Por eso también se le llama La Inmaculada.

EN LA SAGRADA ESCRITURA: A la luz de la Tradición se puede interpretar el dogma de la


Inmaculada Concepción de María desde las Sagradas Escrituras, y aunque no hay un texto
explícito, tales pasajes permiten su comprensión. La única base bíblica de que disponemos
para probar que María fue concebida sin pecado original es la imagen que de ella nos depara
una lectura global del Nuevo Testamento a la luz del Antiguo. Así pues, el primer pasaje que
contiene la promesa de la redención (Gn 3,15) es referido a la Madre del Redentor, donde Dios
declara la enemistad entre la serpiente y la Mujer. Cristo, la semilla de la mujer (María)
aplastará la cabeza de la serpiente. Ella será exaltada a la gracia santificante que el hombre
había perdido por el pecado.

El Proto-evangelio contiene una promesa directa de que vendrá un redentor. Junto a Él se


manifestará su obra maestra: La preservación perfecta de todo pecado de su Madre Virginal.
En el N.T. el ángel Gabriel fue enviado por Dios y le dice a la Santísima Virgen María
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28). En griego "kecharitomene"
significa una singular abundancia de gracia, un estado sobrenatural del alma en unión con Dios.
A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María ‘llena de gracia’ por Dios
había sido redimida desde su concepción. Y también en Lucas 1, 42 en el saludo de Isabel: «Y
levantó la voz para decir con cálido acento: ¡Bendita tu entre las mujeres y bendito el fruto de tu
vientre!» (Lc 1, 42)

EN LA TRADICIÓN: la doctrina sobre el privilegio de María está contenida en las enseñanzas


de los mismos Padres de la Iglesia al contraponer la figura de María a la de Eva en relación con
la caída y la reparación del género humano; al exaltar, con palabras sumamente elogiosas, la
pureza admirable de la Virgen; y al tratar sobre la realidad de su maternidad divina.
 San Justino, Tertuliano, San Ireneo, etc., contraponen a Eva y a María, la una como causa
de muerte, la otra como causa de vida y de salvación.
 San Efrén dice: «No existe en ti (en Cristo) ninguna falta y ninguna mancha en tu Madre.
Los demás hijos de Dios no se acercan en modo alguno a esta belleza».

 Juan Duns Scoto (1266 – 1308), en la reflexión teológica, Introduce el término


“preredención” para explicar que María se viera libre del pecado original, con la necesidad
que también ella tenía de redención. Ella también tenía necesidad de ser rescatada del
pecado. Pero esto se hizo no mediante una redención liberadora del pecado original ya
contraído, sino mediante una redención preservante. Es decir que María por ser
descendiente de Adán, debía incurrir en la mancha hereditaria, y de hecho la hubiera
contraído si Dios no la hubiera preservado de la culpa original.

EN EL MAGISTERIO: El Concilio de Letrán (año 649) llama a María Inmaculada. (Desde el


siglo VII se celebra en el mundo cristiano la fiesta de la Concepción Inmaculada de María).
 El Papa Sixto IV, en el siglo XV, concedió indulgencias a esa festividad y prohibió las
mutuas censuras que se hacían entre sí los teólogos.
 El Concilio de Trento (V), al hablar del pecado original, excluye a la Santísima Virgen y en
1567, Miguel Bayo, es condenado por enseñar lo contrario. (cfr. Conc. de Trento: DZ 791).
 Alejandro VII en 1661 afirma el privilegio mariano diciendo que casi todos los católicos lo
admiten, aunque no haya sido aún definido.
 LA DEFINICIÓN DEL DOGMA: El Papa Pío IX, en la Bula Ineffabilis Deus, del 8 de
diciembre de 1854 definió solemnemente el dogma de la Inmaculada concepción de María
con estas palabras: “Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina,” que sostiene
que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue, por singular
gracia y privilegio, de Dios omnipotente, en previsión de los méritos de Cristo Jesús,
Salvador del género humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido
revelada por Dios y, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles”
(Inefiabilis Deus 18).

EXPLICACIÓN TEOLÓGICA: La teología resalta que María nunca, en ningún momento, fue
presa del pecado, ni siquiera del pecado de origen. Por tal razón se exponen cuatro puntos en
relación a este don que Dios ha dado a María.

La concepción de María: En la concepción de María, engendrada por sus padres, hay que
distinguir la concepción activa, es decir la acción de engendrar por parte de San Joaquín y de
Santa Ana, y la concepción pasiva, o sea, el resultado de la acción de engendrar o el ser
mismo de María, fruto de esa acción. El dogma se refiere a la concepción pasiva, enseñando
que desde el primer instante en que es constituida como persona, lo es sin mancha alguna de
pecado. La concepción purísima de María es un privilegio y don gratuito, concedido sólo a la
Virgen y no a ninguna otra criatura, en atención a que había sido predestinada para ser la
Madre de Dios.

Inmune de toda mancha de culpa original: Por el pecado de nuestros primeros padres ha
quedado la mancha en la humanidad (cfr. Concilio de Trento: Ds791). Ahora bien, como María
fue inmune de la culpa, al ser concebida sin pecado, no tuvo esa culpa y, por ello, tampoco
tenía las consecuencias de esa falta. Esto supone tres cosas:
1. Ausencia de cualquier mancha de pecado. Ella fue inmune al resto de la culpa y de la
pena debidas al pecado original en virtud de que nunca tuvo ese pecado.
2. Llena de gracia santificante. Por lo anterior, al no haber pecado, el alma de María estuvo
llena de la gracia santificante desde el primer instante de su ser y poseía las virtudes infusas
y los dones que acompañan ese estado de santidad.
3. Ausencia de la inclinación al mal. El pecado, que consiste en la aversión a Dios y en la
inclinación desordenada a las criaturas provoca la inclinación al mal que en María no se dio,
puesto que no tuvo jamás pecado alguno.

En previsión de los méritos de Cristo Jesús Salvador: Se dice en previsión de los méritos
de Cristo porque a María la Redención se aplicó antes de la muerte del Señor. Se añade, por
los méritos de Cristo, dado que la redención de la Virgen tuvo como causa meritoria la Pasión
del Señor. En efecto, como Cristo es el único mediador y Redentor universal del género
humano, María como descendiente de Adán recibe igual que todos los hombres la salvación de
Cristo el único salvador.

Simbolismo del dogma: El dogma de la Inmaculada es reinterpretado hoy como un dogma


paradigmático. En él se habla de Jesucristo, de la Iglesia, del ser humano, de la acción del
Espíritu.

a) Significado cristológico del dogma de la Inmaculada: María fue la obra-maestra de Dios


ya que la acción del Espíritu y la comunión con Jesús la preservaron del pecado y la
convirtieron en fuente de vida. El seguimiento cordial de Jesús encaminó sus pasos hacia
«fuentes tranquilas». La profunda relación de fe con su Hijo fue para ella el antídoto contra todo
veneno de pecado e impulso para acoger sin zozobras todo germen y realización de Gracia.

b) Significación eclesiológica del dogma: El dogma de la Inmaculada nos enseña también


cómo nosotros somos salvados; no sólo somos liberados del pecado, sino, sobre todo,
preservados. Experiencias de preservación tenemos muchas aquellos que intentamos vivir en
Cristo Jesús. La Iglesia, con sus comunidades, personas e instituciones, es el gran sacramento
a través del cual Jesús preserva y libera a «los que el Padre le ha dado». María no fue la única
preservada, sino la primera.

c) Significado pneumatológico: María, la consagrada por el Espíritu.


El dogma quiere expresar que María, ya desde el comienzo mismo de su existencia, se vio
agraciada por la comunicación del Espíritu de Dios, y, desde ahí, se vio preservada del pecado
de origen y de cualquier pecado personal. Fue envuelta desde su origen en el amor redentor y
santificador de Dios, así, María se disponía a ejercer, tal como Dios lo había proyectado, su
función de Madre del Hijo de Dios. (García Paredes 1995).

4. LA VIRGEN MARÍA FUE ASUNTA AL CIELO EN CUERPO Y ALMA


PARTE BÍBLICA: Si bien no aparece un texto donde se narre la asunción de María al cielo, sí
encontramos relaciones al hecho de que algunos fueron “arrebatados al cielo”. Por ejemplo, el
caso de Enoc (Gn 5, 24) o de Elías (2 Re 2, 1-12), estas fueron elevadas por la fe y por agradar
a Dios, así nos dice san Pablo: “Antes de que fuera arrebatado al cielo, se nos dice que había
agradado a Dios…” (Hb 11, 5-6). ¿Cómo no aplicarle estas mismas características a María?
Nadie como María en materia de fe y agrado a Dios, es por esto que el ángel la saluda: "Llena
de Gracia, el Señor está contigo" (Lc 1, 28). El mismo Dios, por su mensajero, la declara llena
de gracia en una forma permanente pues ha encontrado el favor de Dios (Lc 1, 30) y María
acata en forma totalmente incondicional la voluntad del Altísimo (Lc 1, 38). Es tal el estado de
María, que puede declarar que Dios la ha salvado y todas las generaciones la llamarán
bienaventurada (Lc 1, 48). Siendo así, es un caso como el de Enoc en grado máximo, pues
mereció ser la Madre de Nuestro Señor. "María Santísima nos muestra el destino final de
quienes `oyen la Palabra de Dios y la cumplen' (Lc. 11, 28). Nosotros tenemos nuestra patria
en el cielo, y de allí esperamos al Salvador que tanto anhelamos, Cristo Jesús, el Señor, (Fil 3,
20). Finalmente podríamos mencionar el pasaje del Apocalipsis "Y se abrió el Santuario de Dios
en el cielo, y apareció el arca de su alianza en el Santuario (…) Una gran señal apareció en el
cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre
su cabeza" donde algunos interpretan una representación de María glorificada. (Ap 11,19 -
12,1).

LA TRADICIÓN: El primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los


relatos apócrifos, titulados «Transitus Mariae», cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II-
III. Se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan
una intuición de fe del pueblo de Dios. A continuación, se fue desarrollando una larga reflexión
con respecto al destino de María en el más allá. Esto, poco a poco, llevó a los creyentes a la fe
en la elevación gloriosa de la Madre de Jesús, en alma y cuerpo, y a la institución en Oriente de
las fiestas litúrgicas de la Dormición y de la Asunción de María.
Debemos a Epifanio una de las primeras, si no la primera reflexión sobre la muerte de María La
escribió entre los años 374-377. Lo que le movió fue una preocupación pastoral puesto que en
la piedad popular se advertía una tendencia a venerar a María como si fuese una diosa. Por tal
razón al preguntarse por la muerte de María conllevaba el resituar su culto y veneración en su
lugar. Aunque después de una concienzuda investigación llegó a la conclusión de que no había
información válida al respecto ni en la Escritura o los apócrifos, ni en los escritos eclesiásticos.
Estando, así las cosas, Epifanio propuso tres hipótesis de solución: 1) María murió mártir; 2)
María simplemente murió; 3) María fue asunta al cielo sin muerte precedente (Ap 12). Epifanio
finalmente dice que: «Ni si ella ha muerto, ni si ha sido sepultada o no lo ha sido. La Escritura
ha conservado un absoluto silencio a causa de la grandeza del prodigio, para no herir con una
excesiva admiración el espíritu de los hombres. En lo que a mí respecta, no me atrevo a
hablar» (García Paredes 1995).

Continuando, la creencia en la asunción de María está ligada al pueblo fiel; documentada al


menos desde el siglo V. Tan arraigada estaba en la fe de los pueblos que en 1638 el rey Luis
XIII de Francia no dudó en consagrar su reino a la Santísima Virgen bajo el misterio de su
Asunción, declarándola su patrona y protectora. el gran impulso teológico lo recibió la doctrina
de la Asunción de los estudios suscitados con ocasión de la proclamación de la Inmaculada
Concepción por el beato Pío IX, que inauguró la era Mariológica moderna con la proclamación
del dogma de la Inmaculada Concepción, ya que si la Inmaculada Concepción representa el
estadio inicial de la existencia terrena de María, su gloriosa Asunción representa su estadio
final, el culmen lógico del desarrollo progresivo de su plenitud de gracia y de su santidad.

Durante un largo tiempo, numerosas peticiones de religiosos y laicos pidiendo que la Asunción
corporal al cielo de la Santísima Virgen fuera definido y proclamado como dogma de fe. «Y, de
cierto, nadie ignora que eso mismo fue pedido con ardientes votos por casi 200 padres
conciliares del Vaticano I» (DVM 1). Con la encíclica Deiparae Virginis Mariae el Papa Pío XII,
preguntó a los demás Obispos sobre el dogma y de si este es deseado por el clero y el pueblo.
(DVM 4). La respuesta positiva fue casi unánime.

DEFINICIÓN DEL DOGMA: El Papa Pío XII, en la Bula Munificentissimus Deus, del 1 de
noviembre de 1950, proclamó solemnemente el dogma de la Asunción de María con estas
palabras: “Pronunciarnos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la
Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue
asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste” (Ds. 2333). El dogma no toca algunas cuestiones
como por ejemplo si la Virgen murió o no, y si la respuesta es afirmativa, si resucitó. Estas
cuestiones han quedado a la libre aceptación y discusión de los fieles, sobre todo de los
teólogos.

EXPLICACIÓN TEOLÓGICA: De la definición pontificia sobre el dogma, conviene destacar dos


aspectos importantes sobre la Asunción de María a los cielos: 1) Que la Asunción de María
ocurre inmediatamente después del término de su vida mortal. 2) Se hace hincapié en la
glorificación de su cuerpo más que en la gloria de su alma.

Cumplido el curso de su vida terrena: La Asunción de María ocurre inmediatamente después


del término de su vida mortal, así pues, para entender correctamente esta frase hay que
considerar las siguientes cuestiones:

a) el significado de la fórmula señala que la Asunción de María no hay que aplazarla hasta el
final de los tiempos, como sucederá con todos los hombres, sino como hecho que ya ocurrió; y,
además que el cuerpo santísimo de la Virgen no sufrió descomposición alguna, como ocurre
con los cadáveres.

b) El Papa quiso prescindir de la cuestión de la muerte de María en la fórmula definitoria, y por


ello la expresión utilizada es igualmente válida, tanto si se entiende que la Virgen murió al final
de su vida terrena, cuanto si se piensa en la glorificación del cuerpo mediante la donación de la
inmortalidad gloriosa sin pasar por la muerte. Hay que decir, en resumen, que aún no se ha
llegado a una solución definitiva sobre este punto.

La glorificación celeste del cuerpo de Santa María: Este es el elemento esencial del dogma
de la Asunción. Enseña que la Virgen, al término de su vida en este mundo, fue llevada al cielo
en cuerpo y alma, con todas las cualidades y dotes propias del alma de los bienaventurados e
igualmente con todas las cualidades propias de los cuerpos gloriosos. Se trata, pues, de la
glorificación de María, en su alma y en su cuerpo, tanto si la incorruptibilidad y la inmortalidad le
hubieren sobrevenido sin una muerte previa como si le hubiesen sobrevenido después de la
muerte mediante la resurrección. En conclusión, se puede afirmar que María estuvo exenta de
todo pecado. También tuvo la plenitud de gracia y santidad correspondientes a su condición y
dignidad de ser la Madre de Dios. Uno de los principios teológicos fundamentales para justificar
la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo fue aducido por el papa León Magno (440-461):
«Si Adán hubiera actuado perseverantemente según esta incomparable dignidad concedida a
su naturaleza, observando la ley que le fue dada, su alma intacta habría sido conducida a la
gloria celestial con aquella parte de él mismo que era su cuerpo»

El premio o castigo del alma para todo hombre es inmediato a la muerte. Por consiguiente,
resulta sencillo entender que el premio del alma de María por su excelsa santidad estaba ya
decidido, esto es, su glorificación; por ello, resultaría superflua la definición si no tratara sobre
todo de la glorificación inmediata del cuerpo, que es en lo que consiste el privilegio de la
Asunción. El Concilio Vaticano II se expresa de modo semejante cuando dice: “La Madre de
Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es imagen y
principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra
precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de
consuelo, hasta que llegue el día del Señor” (Const. dogm. Lumen gentium, n.68; cfr.
Sacrosanctum Concilium, n.103).

En conclusión, la asunción de Mana es una oposición a que María pudiera pudrirse en el


sepulcro, porque no convenía ni a su maternidad divina, ni a su santidad, ni a su virginidad
perpetua. Por eso en el caso de la Asunción de María, la Iglesia ha realizado algo así como una
supercanonización. No se ha sentido movida a ello por una supuesta revelación «nueva»,
tampoco por un descubrimiento de tipo histórico, sino por una «intuición de fe» iluminada por
las Promesas del Dios fiel a quienes se identifican con Jesucristo.

REFERENCIAS:

 Concilio Vaticano II, San Pablo, Bogotá, 2006.


 Catecismo de la Iglesia Católica, San Pablo, Bogotá, 2000.
 García Paredes, Mariología, BAC, Madrid, 1995
 Aurelio Fernández, Teología Dogmática, BAC, Madrid, 2015.
 http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1996/documents/hf_jp-
ii_aud_19960828.html

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