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ANDREA BENÍTEZ
PSICOLOGÍA EVOLUTIVA DEL DESARROLLO
MATERIAL PARA EL EXAMEN
UNIDAD N° III
PRIMERA INFANCIA, NIÑEZ TEMPRANA Y NIÑEZ INTERMEDIA
PRIMERA INFANCIA
La política educativa para la primera infancia busca brindar una educación inicial de
calidad a la totalidad de los niños y niñas entre los 0 y los 6 años. Esta etapa del
crecimiento es de gran importancia ya que es cuando los pequeños empiezan a
desarrollar habilidades sensoriales, psicomotrices y lingüísticas, lo cual les permitirá
poseer todas las bases y facultades físicas y mentales que les han de posibilitar
desenvolverse posteriormente en el mundo.
Para sobrevivir el niño necesita tener relaciones afectivas satisfactorias con la madre
o con quien hace el rol asignado a ella, para desarrollar los estilos de interacción que
producirán esas satisfacciones.
La búsqueda y necesidad de cercanía de la madre por parte del niño se conoce
como CONDUCTA DE APEGO.
La conducta de la madre que intenta mantener al hijo cerca se llama CONDUCTA
DE ATENCIÓN.
La conducta de ambos que se dirige a buscar y mantener la proximidad de uno con
el otro se ha denominado CONDUCTA AFECTIVA.
Con el comienzo de la comprensión del lenguaje oral del adulto y con el uso de las
primeras palabras, comienza una nueva etapa en el desarrollo psíquico, se amplían las
posibilidades de contacto personal entre el niño y el adulto.
A los niños les gusta observar libros, especialmente si junto a ellos se encuentra el
adulto, éste pregunta donde están dibujados algunos objetos y los niños responden.
Conocimiento Social
Una de las grandes metas del desarrollo humano es conseguir la integración efectiva
en el mundo social en el que se halla inmersa una persona desde su nacimiento. A los
largo del desarrollo el mundo social se va ampliando y diversificando , va entrando en
contacto con distintas realidades sociales que poseen códigos, normas y costumbres,
en muchos casos no explícitos , que ha de ir conociendo y comprendiendo y a los que
debe adaptar su comportamiento.
1. La comprensión de uno mismo y las personas con que se relaciona como seres
capaces de sentir, pensar, planear, amar.
Desarrollo Cognoscitivo
Los niños aprenden desde el momento que nacen y posiblemente aún desde el
útero, llegando de esta forma hasta los procesos de pensamiento complejo.
Durante el primer año, el niño alcanza grandes éxitos en el dominio del movimiento,
en el espacio y de las acciones con los objetos más simples.
Aprende a erguir la cabeza, a sentarse, a arrastrarse, a gatear, a pararse y a dar
algunos pasos; comienza a estirarse hacia los objetos, a agarrarlos y mantenerlos
sujetos, y finalmente a manipular con ellos, agitarlos, lanzarlos, golpear con ellos la
cuna.
Estos movimientos son como estadios que permitirán el dominio gradual de las
formas de conducta propias del hombre.
Los movimientos y acciones progresivos se forman a su debido tiempo solo si los
adultos que cuidan de ellos le prestan constante atención al niño, estos movimientos y
acciones son importantes en el desarrollo psíquico, y conjuntamente sirven como índice
del nivel de desarrollo alcanzado por el niño.
Es muy importante el dominio del movimiento activo en el espacio, el gateo y
después la marcha, agarrar los objetos y manipular con ellos.
El gateo es el primer tipo de desplazamiento activo en el niño, la mayoría gatean
finalizando el primer semestre y a principios del segundo de vida, primero el movimiento
se produce en posición decúbito ventral, después el niño se “eleva” y anda en
cuadrupedia.
El dominio de la marcha erecta, el medio de locomoción propio del hombre, va
precedido de un largo período de tiempo durante el cual el niño aprende a alzarse
sobre sus piernas, a mantenerse de pié valiéndose de algún objeto, a estar parado sin
necesidad de apoyo y finalmente a caminar con apoyo. Como ya sabe gatear, el niño
no necesita de la marcha para desplazarse de un lugar a otro, y para ayudarlo a
dominar la marcha y el desarrollo de los movimientos preparatorios, el adulto
desempeña un papel decisivo.
La marcha termina por imponerse como locomoción permanente, esto ocurre
después del primer año.
Estructuración del tiempo: el niño sitúa su acción y sus rutinas en unos ciclos de
sueño-vigilia, antes-después, mañana-tarde-noche, ayer-hoy-mañana, Las nociones
temporales son más difíciles de dominar que las espaciales.
1. El niño o niña debe haber adquirido un cierto nivel de madurez que le permita
avanzar hacia nuevos niveles de desarrollo.
2. Las interacciones deben ser capaces de partir de donde el niño se encuentra y de
llevarlo un poco más allá.
3. Las interacciones deben ser continuas, las influencias más persistentes y estables
son las que tiene mayor impacto en el desarrollo.
4. No basta la madurez del niño y la competencia y constancia del adulto, es
necesario que el niño está motivado, que tenga interés, que se sienta cómodo y
confiado con las otras personas y consigo mismo.
La interacción con el adulto no es la única vía para que el niño aprenda, las relaciones
con los objetos, con los materiales de su entorno son también estimulantes y fuente de
aprendizaje.
Por lo tanto el ambiente escolar debe tener un docente con una intencionalidad
pedagógica clara de impulsar el desarrollo de niños y niñas, haciendo que el
aprendizaje sea significativo y que los pequeños sientan amor por el conocimiento,
enriquecido además con material didáctico acorde a la edad, al interés y al tema,
utilizado como herramienta fundamental para inquietar intelectualmente a niños y niñas.
La niñez temprana abarca desde los tres a los seis años de edad. Los cambios que
se producen en esta etapa no son tan rápidos como en la etapa anterior, sino que su
desarrollo se hace algo más lento.
En esta etapa adquieren más destrezas físicas, tienen una mayor competencia
intelectual y sus relaciones sociales se hacen más complejas. La capacidad de lenguaje
aumenta de manera evidente a medida que dominan las reglas de sintaxis y aprenden
cómo mantener conversaciones. A nivel emocional, los niños de estas edades
comienzan a identificarse con los demás y a mostrar una conciencia social.
Alimentación y nutrición
No es raro que cuando los niños tienen esta edad, las madres se preocupen al ver lo
poco que su hija o hijo ha comido durante unos días. Estos cambios en el apetito son
normales a esta edad.
En la etapa de la infancia (hasta los tres años) los niños tienen un ritmo de
crecimiento muy rápido, pero a medida que este ritmo se reduce, necesitan menos
calorías por kg de peso, de modo que comen menos en proporción a su tamaño de lo
que comían hasta entonces. Las madres no deben preocuparse por esto ni presionar a
sus hijos a comer más, pues están comiendo lo que necesitan para su edad.
Un niño con energía, cabellos y ojos brillantes y capacidad para recuperarse con
rapidez de la fatiga, es un niño bien nutrido, de modo que no hay que preocuparse si los
padres creen que come poco.
La leche y sus derivados pueden tomarse bajos en grasa a esta edad y las carnes
deberán ser magras.
Un estudio realizado con 15 niños entre dos y cinco años de edad encontró que
consumieron casi la misma cantidad de calorías diarias a pesar de la diferencia de
edad, aunque con frecuencia comieron mucho en una comida y poco en otra.
Los niños pequeños pueden controlar la cantidad de alimentos que ingieren y
alimentarse según sus necesidades calóricas. Por este motivo, los padres no deberán
empujarlos a comer más de lo que les apetece porque esto podría interferir con el
mecanismo normal del niño para regular su consumo de energía, lo cual podría producir
problemas de obesidad infantil.
No obstante, si los padres alimentan a sus hijos con dietas ricas en cereales
azucarados, dulces, y otros alimentos con bajo contenido nutricional, los niños no
tendrán suficiente apetito para ingerir los alimentos que necesitan para su crecimiento.
Por tanto, la alimentación debe ser nutritiva, rica en proteínas y vitaminas, y baja en
grasas y azúcares. Los estudios han mostrado que las dietas de los niños suelen
presentar algunos problemas: son bajas el calcio, hierro, cinc y vitamina E y altas en
grasas. Por tanto, trata de incluir alimentos ricos en estos nutrientes en la dieta de tu
hijo.
Los niños desarrollan el concepto de que ciertas cosas son las mismas aunque puedan
cambiar de forma, tamaño o aspecto. Son conscientes de que las alteraciones
superficiales no cambian las cosas. Por ejemplo, Julia hablaba de ponerle un traje de
pájaro a su gata, pero sabía que aunque se vistiera de pájaro seguiría siendo su gata.
Comprensión de causa y efecto
Comprenden que una cosa causa otra y que pueden hacer que sucedan cosas. Las
interminables preguntas de "por qué" indican su deseo de conocer las causas de las
cosas.
Empatía: ponerse en el lugar de otro
Aunque Piaget pensó que la empatía se presenta más adelante, los niños más
pequeños parecen mostrarla. Por ejemplo, a los 10-12 meses los bebés lloran cuando
ven a otro bebé llorar. Hacia los 13 o 14 meses le dan palmaditas o le abrazan; a los 18
meses pueden darle un juguete nuevo para reemplazar a otro que se ha roto. No
obstante, al principio de la niñez temprana le empatía se manifiesta cada vez más.
Los niños criados en familias donde se habla con frecuencia de los sentimientos y la
causalidad logran la empatía a una edad más temprana que los niños de familias que
no hablan de estos temas.
Al inicio del segundo año de vida, los niños son más lógicos para organizar objetos,
personas y sucesos. Muchos niños de cuatro años de edad pueden clasificar los
juguetes en función de su forma, color o clase. Además, suelen categorizar a las
personas como buenas o malas, amigos o no amigos.
Comprensión de números
Centrarse
Pueden centrarse en un aspecto de la situación pero no en otros, llegando a menudo
a conclusiones ilógicas. Por ejemplo, cuando ven dos vasos iguales llenos de agua
dicen que los dos vasos tienen la misma cantidad de agua, pero si se vierte delante de
ellos el agua de uno de esos vasos en otro más delgado y alto, dicen que este vaso
tiene más agua. O bien, si le das a un niño una galleta partida por la mitad, en vez de
dársela entera, puede pensar que le estás dando menos, debido a que cada mitad es
más pequeña que toda la galleta.
Los niños en esta etapa suelen pensar como si estuvieran viendo una película con una
serie de fotograma estático. Así, no entienden que la transformación del líquido (pasarlo
de un vaso a otro) no cambia la cantidad.
Razonamiento transductivo
El razonamiento lógico puede ser de dos tipos: deducción e inducción. Los niños de
esta edad, sin embargo, no piensan de este modo, sino que usan un pensamiento
transductivo: toman una situación particular como base de otra situación particular, sin
tener en cuenta lo general. Por ejemplo, podrían pensar: "He tenido malos
pensamientos sobre mis padres. Mis padres se han divorciado. Por tanto, yo soy el
causante del divorcio de mis padres".
Egocentrismo
Es la incapacidad para ver las cosas desde el punto de vista de otra persona. Es decir,
no se trata de egoísmo, sino de un entendimiento centrado en ellos mismos. Se centran
tanto en sus propios puntos de vista que no pueden considerar los de otra persona. A
esta edad, los niños no son tan egocéntricos como los recién nacidos, que no pueden
distinguir entre su propio cuerpo y el universo, pero aún así piensan en el universo con
ellos como su centro. Por ejemplo, cuando un niño cree que con sus malos
pensamientos ha causado el divorcio de sus padres está pensando de manera
egocéntrica.
Factores que influyen en el desarrollo cognitivo
Diversos factores pueden influir en el desarrollo de la inteligencia de los niños, sobre
todo su propia personalidad y el comportamiento de los padres.
Personalidad del niño
El funcionamiento cognitivo se encuentra relacionado con el desarrollo emocional y
el temperamento. Un niño curioso, activo, asertivo y que toma la iniciativa suele
desempeñarse muy bien en las pruebas para medir el cociente intelectual (CI).
El niño curioso, alerta y asertivo aprende del ambiente, mientras que el niño retraído,
pasivo y apático aprenderá menos debido al poco contacto que mantiene con su
ambiente.
La influencia de los padres
Los padres pueden ser el factor de influencia más importante. Los padres de niños
con un CI alto tienden a ser cálidos, cariñosos y sensibles. Aceptan el comportamiento
de sus hijos y les permiten explorar su ambiente y expresarse. Cuando quieren cambiar
el comportamiento de su hijo utilizan el razonamiento o apelan a los sentimientos antes
que a las reglas rígidas. En la crianza de los niños utilizan un estilo democrático, el cual
implica el respeto hacia el niño junto con una orientación firme. Utilizan un lenguaje
sofisticado, estimulan la independencia, la creatividad y la lectura, enseñan a sus hijos
a hacer cosas y juegan con ellos.
El modo en que los padres enseñan a sus hijos también es importante. Cuanto más
apropiada es la ayuda de los padres, mejor se desempeñan los hijos. Los padres que
enseñan adecuadamente a sus hijos se guían por el nivel de competencia de los hijos y
les ofrecen más ayuda cuándo más la necesitan. Así mismo, son más sensibles a las
necesidades de sus hijos.
Los aspectos físicos, emocionales y sociales de la paternidad afectan el desarrollo
cognitivo de un niño. En una investigación se estudió a 40 familias, observando cómo
actuaban los padres con los hijos. Los investigadores clasificaron a los padres en tres
grupos: por la naturaleza de la relación social padre-hijo; por la atención que le
dedicaban al niño, y por lo que los padres decían a los niños.
En este estudio se hallaron diferencias importantes entre distintos padres: por
ejemplo, uno de ellos dirigió a su hijo 200 palabras en una hora, mientras que otro llegó
a las 4000 palabras.
Los investigadores encontraron una relación entre el estatus socioeconómico y las
pautas de paternidad específicas. Así, los padres con un estatus socioeconómico más
alto pasaron más tiempo con sus hijos, les prestaron más atención, hablaron más con
ellos, y expresaron más interés en lo que los niños decían. En cambio, gran parte de la
charla de los padres con un estatus socioeconómico más bajo incluyó palabras como
basta, alto y no. Los niños cuyos padres utilizaron muchas palabras de prohibición
tendieron a lograr puntuaciones más bajas en las pruebas de CI. Esto no significa que
un niño al que no se le prohíba nada va a ser más inteligente. Por el contrario, los niños
necesitan una disciplina estable y firme para su correcto desarrollo, tal y como hemos
descrito más arriba (basada en el razonamiento y el respeto hacia el niño).
El CI de los niños guarda relación con diversos factores, como el comportamiento de
los padres, la salud mental, el nivel de ansiedad, la educación, las creencias de los
padres acerca del desarrollo del niño, el tamaño de la familia, el estrés de sucesos
vitales, la ocupación de los padres y la desventaja de las minorías. Cuantos más
factores de riesgo existan, más baja será la puntuación en las pruebas de CI.
El desarrollo del lenguaje
El lenguaje privado
El lenguaje privado hace referencia a la tendencia a hablar en voz alta con uno
mismo. Es muy común en la niñez y representa entre el 20 y el 60 % de lo que los niños
dicen.
Mientras están jugando, los niños más pequeños repiten sonidos rítmicos en un
patrón parecido al balbuceo.
Los niños un poco más mayores piensan en voz alta usando un lenguaje relacionado
con sus acciones, como "ya me he puesto un zapato, ahora me pongo el otro". Los más
mayores musitan de manera imperceptible.
El lenguaje privado aumenta durante los primeros años de escuela, cuando los niños
lo utilizan como un modo de guiar y controlar sus acciones y desaparece cuando
comienzan a pensar en silencio.
Una investigación halló que los niños más sociables y populares utilizan el lenguaje
privado en mayor medida. Los niños más brillantes lo utilizan a una edad más temprana
(llegando al máximo a los cuatro años) mientras que los niños con una inteligencia
promedio lo utilizan a una edad de cinco a siete años. A los nueve años prácticamente
todos los niños han dejado de usarlo.
Cuando los niños van a la escuela es importante que los maestros comprendan el
significado del lenguaje privado, de manera que:
No lo consideren un comportamiento erróneo.
Un profesor que lo escuche debe estar alerta ante la posibilidad de que el niño pueda
estar enfrentando un problema y pueda necesitar ayuda.
En lugar de insistir en que permanezcan callados, los profesores pueden destinar
áreas especiales donde los niños puedan hablar y aprender sin molestar a los
demás.
Deberá animarse a los niños a jugar con los demás para desarrollar el pensamiento
interior que acabará desplazando al pensamiento en voz alta.
No está claro a qué se debe el retraso en los niños sin problemas de este tipo, pero
es posible que estos niños necesiten escuchar una palabra más veces que los demás
antes de que puedan entenderla. No obstante, con una exposición frecuente pueden
incorporar nuevas palabras a su vocabulario.
Es importante ayudar a los niños que presentan retaso en el desarrollo del lenguaje,
ya que los adultos suelen juzgarlos negativamente y a considerarlos menos inteligentes.
Los niños a quienes se considera menos inteligente o menos maduro pueden recibir un
trato diferente o vivir con unas expectativas más bajas.
Los demás niños también pueden rechazarlos, pues suelen mostrar menos interés
en jugar con niños con limitaciones en el lenguaje. La capacidad del lenguaje más
importante para determinar la popularidad de un niño es la comprensión. Mientras el
niño pueda entender lo que dicen los demás, no importa que no pueda hablar con
claridad. Los niños que se sienten rechazados por sus compañeros debido a sus
problemas en el lenguaje pueden tener problemas para acercarse a otros niños, lo cual
puede perjudicarles, pues la amistad es importante para el desarrollo social.
Desarrollo de las habilidades de lectoescritura
Existen factores que favorecen el desarrollo de las habilidades de lectura y escritura.
La interacción social y el tipo de conversación que se sostiene en la familia parece ser
un factor muy importante.
Los niños desarrollan mejor sus habilidades de lectoescritura cuando los adultos les
proporcionan los retos de conversación correctos y en el momento oportuno. Es decir,
utilizan un vocabulario amplio que incluye palabras poco frecuentes y conversaciones
familiares en la mesa. Estas conversaciones suelen dirigirse a temas como las
actividades de la vida diaria y a temas complejos (por ejemplo, por qué las personas
hacen ciertas cosas o cómo funcionan las cosas) y no charlar tan solo sobre comida,
modales en la mesa o temas puramente personales. Estas conversaciones ayudan a
los niños a aprender a manejar la mecánica del lenguaje, planear la sintaxis, elegir las
palabras correctas y formar oraciones para expresarse adecuadamente.
Los niños también aprenden a leer y a escribir a través del juego, sobre todo
mediante las representaciones teatrales, que suponen un juego imaginativo en el cual
los niños plantean situaciones y representan su parte en ellas.
Desarrollo de la memoria
Tipos de memoria
Memoria genérica
Comienza alrededor de los dos años y describe el perfil general de un hecho familiar
que ocurre de manera repetida, como subirse a un autobús para ir al colegio o lo que se
toma habitualmente para desayunar.
Memoria episódica
Se refiere a algo que sucedió una vez en un momento específico, como una visita al
zoológico. Este tipo de recuerdos existe incluso a los dos años de edad, pero persiste
solo durante unas pocas horas, semanas o meses y luego se pierde.
Memoria autobiográfica
Es un tipo de memoria episódica, pero hace referencia a recuerdos que tienen un
significado personal y forman parte de la vida de una persona. Suele comenzar en la
niñez temprana, pero rara vez antes de los tres años. Aumenta lentamente entre los
cinco y los ocho años y con frecuencia estos recuerdos permanecen hasta 20, 40 años,
o más. Solo aquellos recuerdos que adquieren un significado especial y personal
forman parte de este tipo de memoria.
La memoria autobiográfica tiene una función social, pues permite que compartamos
con los demás algo de nosotros mismos. Además, es la base para los relatos,
canciones, épica, historia y mitos de todas las culturas.
1. Lenguaje
El desarrollo del lenguaje es necesario para poder retener y recuperar recuerdos
duraderos. Cuando los niños pueden expresar sus recuerdos con palabras, es cuando
pueden retenerlos en la mente.
2. Interacción social
En un experimento (Nelson, 1989), diez niños de tres años visitaron un museo con
sus madres. La mitad de las mujeres habló de manera natural con sus hijos mientras
estaban en el museo, y la otra mitad se limitó a responder a sus comentarios sin
entablar conversación, tal y como les indicaron los investigadores. Una semana
después, los investigadores entrevistaron por separado a las madres y a los niños y les
hicieron 30 preguntas sobre los objetos que habían visto en el museo. Los niños
recordaron solo aquellos objetos sobre los que habían hablado con sus madres, y los
del grupo de conversación natural recordaron mejor.
La forma de hablar de las madres de este estudio también influyó en el recuerdo de
sus hijos. Algunas de ellas usaron un estilo narrativo, que recurría a experiencias
compartidas con sus hijos, como "¿Recuerdas cuando estuvimos visitando a tu abuela
en verano?" y otras adoptaron un estilo práctico, utilizando la memoria para un
propósito específico, como "¿Dónde va esta pieza del rompecabezas? Ayer lo hicimos".
Los niños de las madres que usaron un estilo narrativo recordaron más cosas (un
promedio de 13 respuestas correctas), mientras que los hijos de madres con un estilo
práctico obtuvieron sólo un promedio de menos de 5 respuestas correctas.
Los niños recuerdan también mas detalles cuando sus padres o madres utilizan un
estilo en el que estructuran una conversación añadiendo más información y refiriéndose
a un nuevo aspecto del suceso que comentan.
3. Actividades inusuales
Los niños de tres años recuerdan con más claridad hechos excepcionales y nuevos. A
los tres años pueden recordar estos sucesos hasta por un año o más.
4. Participación
Los niños de preescolar tienden a recordar mejor los objetos que han usado para hacer
algo.
Autocomprensión, autoconcepto y autoestima
Sobre los cuatro años, los niños se definen a sí mismos por comportamientos y
características observables. Es decir, mencionan comportamientos concretos (como
"puedo correr muy deprisa"), condiciones físicas específicas (como el color del pelo),
preferencias. Hablan de destrezas particulares (como trepar o correr) en vez de
generalizar sus habilidades (como tener habilidad para el deporte).
A los cuatro años, las descripciones de un niño sobre sí mismo son frases aisladas
unas de otras. Su pensamiento salta de un aspecto particular a otro aspecto particular,
sin seguir un orden lógico. Piensa en términos de todo o nada. No entiende que puede
ser bueno en algunas cosas y malo en otras, ni entiende que puede sentir dos
emociones a la vez.
Alrededor de los cinco o seis años, los niños pueden relacionar un aspecto de sí
mismos con otro. Por ejemplo, describe juntas sus habilidades para el deporte ("Puedo
trepar muy alto y correr deprisa, siempre gano a los demás cuando corro, algún día
perteneceré a un equipo"). No obstante, a esta edad todavía se fija en las cosas en las
que es bueno y su pensamiento es aún de todo o nada (si es bueno no puede ser
malo).
Es más adelante, en la niñez intermedia, cuando pueden decir que son buenos en
algunas cosas y malos en otras, pues su tendencia a pensar en términos de todo o
nada se reduce.
Autoconcepto
El autoconcepto es lo que una persona piensa de sí misma, la imagen general que
tiene de sus características y habilidades.
Este sentido de sí mismo comienza en la infancia. A los 18 meses los niños se
reconocen por primera vez cuando se ven en el espejo. Después aparece la
autodefinición, cuando los niños identifican las características que consideran
importantes para describirse.
A los cuatro años, los niños piensan en términos externos a cerca de sí mismos, y es
a partir de los seis o siete años cuando empiezan a definirse en términos psicológicos.
En la niñez temprana, los niños desarrollan un yo ideal; es decir, un concepto de lo que
les gustaría ser, y tienen problemas para reconocer que su yo real es diferente de su yo
ideal. Por este motivo, los niños de esta edad se definen como un modelo de
habilidades y virtudes.
Entre los cuatro y los cinco años, los niños juzgan su competencia según
comportamientos observables y concretos, aunque suelen tener un sentido muy amplio
de dichas habilidades porque aún no son capaces de compararse con precisión con
otras personas y porque los adultos tienden a felicitarlos por cada pequeño logro.
Por tanto, los niños tienen una valoración de sí mismos irreal y elevada. Y esto es
positivo para su adecuado desarrollo, porque al tener una autoestima alta, se verán
motivados para hacer más cosas, lo cual les permitirá avanzar y progresar y seguir
manteniendo una alta autoestima.
Autoestima
El niño o niña que tiene una autoestima alta confía en sí mismo para enfrentar los
retos e iniciar nuevas actividades, confía en sus propias ideas, establece sus propias
metas, es curioso, hace preguntas, investiga y desea experimentar cosas nuevas. Se
describe a sí mismo de manera positiva y se muestra orgulloso de su trabajo y sus
logros. Se siente cómodo con los cambios, se adapta bien al estrés, puede manejar la
crítica y la burla y persevera ante la frustración.
El niño o niña con una baja autoestima no confía en sus ideas, no se cree capaz de
iniciar actividades o enfrentar retos, no muestra curiosidad o interés por explorar, sino
que prefiere rezagarse y mirar, se retira y se sienta aparte de los otros niños. Se
describe a sí mismo en términos negativos y no se siente orgulloso de su trabajo.
Cuando se siente frustrado abandona con facilidad y ante situaciones de estrés muestra
un comportamiento inmaduro.
Por tanto, la diferencia entre un niño con alta autoestima y otro con autoestima baja
parece estar en los deseos de explorar, niveles de confianza, curiosidad y capacidad
para adaptarse al cambio. Estos comportamientos son similares a los que diferencian a
los niños más pequeños con vínculos afectivos de seguridad e inseguridad.
Fuentes de autoestima
La autoestima de los niños en esta etapa no está relaciona con el valor que se
adjudican a sí mismos, sino con el modo en que se comportan con ellos los demás. Los
niños se sienten bien consigo mismos cuando son aceptados por los demás (padres,
profesores y compañeros).
Más tarde, en la niñez intermedia, la autoestima de los niños se relaciona más con el
concepto que tienen de sí mismos acerca de su competencia e idoneidad.
Iniciativa frente a culpa
Los niños pequeños piensan que no es posible sentir dos emociones al mismo
tiempo. Y esto es así tanto para emociones de la misma valencia (como alegría y
entusiasmo) o de valencia opuesta (como alegría y tristeza).
Existe una secuencia de cinco niveles que los niños atraviesan hasta lograr el
entendimiento multidimensional de las emociones. Esta secuencia va desde los 4 a los
12 años y es la siguiente:
Nivel 0
Al principio, los niños no entienden que puedan existir dos sentimientos al mismo
tiempo. Ni siquiera pueden reconocer que se pueden sentir alegres y felices a la vez.
Nivel 1
En este nivel, los niños pueden aceptar la aparición simultánea de dos emociones, pero
sólo si son de la misma valencia y en relación a un mismo suceso. Por ejemplo, "Si me
quita la pelota me sentiré enfadada y triste". Todavía no pueden entender que pueden
sentir dos emociones hacia dos personas diferentes o que sienten emociones
contradictorias hacia una misma persona.
Nivel 2
En este nivel, pueden experimentar dos sentimientos de la misma valencia hacia dos
sucesos diferentes. Por ejemplo: "Estaba emocionado por el viaje y contento por ver a
mis primos". Pero aún no pueden entender que puedan tener dos sentimientos
contradictorios al mismo tiempo. Por ejemplo, pueden decir que para estar asustados y
felices al mismo tiempo tendrían que se dos personas a la vez, de modo que es
imposible.
Nivel 3
En este nivel ya pueden entender que pueden tener dos sentimientos contradictorios al
mismo tiempo, pero sólo si se dirigen hacia objetivos diferentes. Por ejemplo, "estaba
enfadada porque mi hermano me empujó, pero contenta porque mi padre acababa de
llegar". No obstante, aún no entienden que puedan sentir dos emociones contradictorias
hacia un mismo objetivo.
Nivel 4
A este nivel, que se alcanza sobre los 12 años, los niños ya expresan que es posible
sentir dos emociones contradictorias hacia un mismo objetivo. Por ejemplo: "estoy
emocionado por empezar en el equipo, pero también tengo un poco de miedo".
Entre los dos años y medio y los cinco años, los niños suelen pelear por los juguetes
que quieren y por el control de su espacio. Es una agresión que tiene como objetivo
alcanzar una meta (por ejemplo, conseguir un juguete). Dentro de los siguientes tres
años o más, los niños dejan de demostrar su agresión con golpes y empiezan a hacerlo
con palabras.
Cierto grado de agresión es normal, y los niños que pelean por las cosas que quieren
tienden a ser más sociables y competentes. Entre los dos y los cinco años, conforme
los niños pueden expresarse mejor con palabras, la agresión disminuye en frecuencia y
duración de los episodios agresivos.
Las diferencias individuales son bastante estables. Los niños que a la edad de dos
años golpean y cogen los juguetes de los demás, siguen actuando con agresividad a
los cinco años.
Por lo general, después de los seis o siete años de edad los niños son menos
agresivos, disminuyendo su agresividad conforme son menos egocéntricos y muestran
más empatía hacia los demás. Pueden entender por qué una persona actúa de cierta
forma y buscar formas más positivas para tratar con esa persona. Son más hábiles
socialmente y pueden comunicarse mejor y cooperar para lograr metas comunes.
Sin embargo, no todos los niños aprenden a controlar la agresión. Algunos se
vuelven cada vez más destructivos. Esto puede ser una reacción ante problemas
graves en la vida del niño; también puede causarle al niño problemas graves, cuando
los otros niños o los adultos reaccionan con desagrado o rechazo. Incluso en un niño
normal, a veces la agresión puede salirse de las manos.
Estilos de crianza
Los estilos de crianza que los padres y madres utilizan con los hijos se han
clasificado en tres tipos:
Estilo autoritario
Los padres que utilizan este estilo valoran sobre todo la obediencia y el control.
Tratan de hacer que los niños se adapten a un estándar de conducta y los castigan con
dureza si no lo hacen. Son más indiferentes y menos afectuosos que otros padres. Sus
hijos tienden a estar más inconformes, a ser retraídos e insatisfechos.
Estilo permisivo
Son padres que valoran la autorregulación y la autoexpresión. Hacen pocas
exigencias a sus hijos, dejando que sean los mismos niños quienes controlen sus
propias actividades tanto como sea posible. Consultan con sus hijos las decisiones y
rara vez los castigan. No son tan controladores y exigentes y son relativamente
afectuosos. Sus hijos en edad preescolar tienden a ser inmaduros, con menor
capacidad de autocontrol y menor interés en explorar.
Estilo democrático
Estos padres respetan la individualidad del niño aunque hacen énfasis en los valores
sociales. Dirigen las actividades de sus hijos de un modo racional. Respetan los
intereses, las opiniones y la personalidad de sus hijos, aunque también los guían. Son
cariñosos y respetan las decisiones independientes de sus hijos, aunque se muestran
firmes para mantener las normas e imponen castigos limitados. Explican a los hijos los
motivos de sus opiniones o de las normas y favorecen el intercambio de opiniones.
Los hijos se sienten seguros porque saben que sus padres los quieren y porque
saben lo que se espera de ellos. En edad de preescolar, los hijos de estos padres
tienden a confiar más en sí mismos y a controlarse, manifiestan interés por explorar y
se muestran satisfechos.
Por tanto, el estilo democrático de paternidad parece ser el más beneficioso para los
niños. Estos padres tienen unas expectativas razonables y unas normas realistas, lo
cual amplía la competencia de sus hijos. En cambio, los hijos de padres autoritarios
tienen un control tan estricto que a menudo no pueden tomar una decisión sobre un
comportamiento en particular porque están demasiado preocupados por lo que sus
padres pensarán o harán.
Los niños de hogares permisivos reciben muy poca orientación o guía por parte de
sus padres. Esto hace que a menudo se vuelvan inseguros y ansiosos porque no saben
si lo que hacen es correcto.
En los hogares democráticos existen normas y los padres dejan claro lo que esperan
de sus hijos, lo cual da seguridad a los niños. Se espera de ellos que cumplan sus
compromisos y participen en las obligaciones y en la diversión de la familia. Estos niños
saben lo que significa cumplir con sus responsabilidades y conocen la satisfacción de
cumplir con ellas y lograr el éxito. Por este motivo son más competentes y tienen una
mayor confianza en sí mismos.
La importancia del amor hacia los hijos
Durante los primeros cinco años de vida, el aspecto más importante de la paternidad
es cómo se sienten los padres respecto a sus hijos y la manera como demuestran sus
sentimientos. En investigaciones realizadas con adultos, la influencia más importante
que sus padres han tenido en ellos, estaba relacionada con cómo los habían amado,
jugado con ellos y demostrado su afecto, sobre todo las madres.
Los niños más amados se convierten en adultos más tolerantes con los demás, más
comprensivos y con más interés por los demás. Las personas que han crecido en
hogares donde se les consideraba un fastidio y una interferencia en la vida de los
adultos eran menos maduras. Sus padres no habían sido tolerantes ante el ruido, el
desorden o el alboroto típico de los niños, y habían reaccionado de manera
desagradable ante la agresividad de los niños o ante el juego sexual normal de la niñez
y las expresiones de dependencia.
Seriación
Los niños de esta etapa pueden organizar objetos de acuerdo con una o más
dimensiones relevantes, como color (ordenar del más claro al más oscuro) o peso
(ordenar del más pesado al más ligero).
Inferencia transitiva
Es la capacidad para reconocer una relación entre dos objetos tras conocer la
relación entre cada uno de ellos y un tercero. Por ejemplo, se le presentan tres figuras:
una amarilla, una verde y una azul. Se le muestra que la amarilla es más larga que la
verde y que la verde es más larga que la azul. No se le muestra una comparación
directa entre la amarilla y la azul, pero cuando se pide al niño que las compare, dice
que la amarilla es más larga que la azul.
Clasificación
La capacidad para organizar objetos en categorías surge pronto en la niñez. Al
principio, los niños clasifican los objetos sólo de acuerdo con una dimensión (por
ejemplo, el color); después pueden clasificar los objetos de acuerdo con dos
dimensiones (como color y forma). Durante la niñez intermedia, pueden clasificar su
mundo para hacerlo más ordenado y comprensible.
Los padres
Los padres y madres pueden influir de diversas maneras en el desempeño de sus
hijos en clase. Los niños se ven afectados tanto por lo que sus padres hacen como por
lo que piensan. Los padres que creen que fuerzas externas fueron las responsables de
su destino, tienen hijos menos persistentes para hacer el trabajo. Esto es debido a que
estos padres no pueden enseñar a sus hijos que lo que ellos hacen influye en el curso
de sus vidas.
A la hora de motivar a los niños para realizar las tareas escolares, algunos padres lo
hacen mejor que otros. Algunos aplican la motivación externa, dándoles a los niños
premios o dinero por lograr buenos resultados o castigándolos en caso contrario. Otros
aplican la motivación interna, premiando a los niños por su esfuerzo y habilidad.
La motivación interna resulta más eficaz que la externa porque los niños aprenden a
interesarse por el aprendizaje en vez de verlo como algo que les servirá tan solo para
alcanzar un premio o para evitar un castigo. Los niños que obtienen mejores resultados
en la escuela tienen padres cuyo estilo de crianza de los hijos se ha llamado
democrático: aplican la motivación interna animando a sus hijos y dándoles mayor
autonomía. Estos niños suelen preferir las tareas difíciles a las fáciles, muestran
curiosidad e interés en aprender y les agrada resolver los problemas por su cuenta.
Los padres de estilo autoritario vigilan muy de cerca a sus hijos para que hagan las
tareas y utilizan la motivación externa. Los hijos de estas personas alcanzan
puntuaciones más bajas. Al controlarlos demasiado, estos padres hacen que los niños
confíen menos en su propia capacidad para juzgar el trabajo que hacen o su éxito o
fracaso en la escuela.
Los padres que utilizan el estilo permisivo se desentienden demasiado y no parecen
interesarse en el desempeño escolar de sus hijos. Estos niños también obtienen
puntuaciones más bajas.
Los maestros
La influencia de un maestro puede llegar incluso hasta la edad adulta.
En un estudio se relacionó el éxito de muchas personas de un vecindario pobre con
una maestra en concreto. Los antiguos alumnos de esta maestra de primer grado
lograron un coeficiente intelectual (CI) más alto, mejores empleos, vivieron en mejores
casas y tuvieron una apariencia personal más cuidada que otros graduados de esa
escuela (Pederson, Faucher y Eaton, 1978). Ella confiaba en la capacidad de los niños
y los animó a trabajar duro para justificarlo, era afectuosa y les dedicaba tiempo
adicional cuando lo necesitaban.
Los maestros tratan de forma diferente a los que obtienen buenos resultados. En
una investigación se identificó a un grupo de niños como posibles triunfadores. En
realidad, estos niños fueron elegidos al azar. Sin embargo, varios meses después,
muchos de ellos presentaban un avance inusual en su CI. Los profesores no dedicaron
más tiempo a los triunfadores ni los trataron de manera diferente en ninguna forma que
resultara obvia, pero sí ejercieron influencias más sutiles, a través del tono de voz,
expresiones faciales, contacto y postura.
Incluso los niños más pequeños son conscientes de que los maestros tratan de
forma diferente a quienes obtienen buenos resultados. Aunque esto no afecta a lo que
los más pequeños opinan de sí mismos, sí que afecta bastante a la opinión que de sí
mismos tienen los niños más mayores.
4. Utilizan un estilo de crianza democrático. Son firmes pero razonables, esperan que
los niños recuerden y cumplan sus obligaciones diarias y tareas domésticas, animan a
los niños a participar en la toma de decisiones, dicen a los niños lo que esperan de ellos
de un modo sugestivo y no autoritario y plantean alternativas para dar opciones a los
niños.
5. Creen en sus hijos. Los padres están convencidos de que sus hijos pueden
desempeñarse bien. Esto hace que los niños tengan una autoestima más alta, estén
más motivados y tengan mayores expectativas y un mejor desempeño.
6. Utilizan la motivación interna y no la externa. En vez de ofrecer a sus hijos dinero o
premios por obtener buenas notas o privarlos de privilegios en caso contrario, premian
a sus hijos por su capacidad y esfuerzo.
8. Participan en las actividades escolares, hablan con los maestros, asisten a las
reuniones y actúan cuando sus hijos tienen problemas en el colegio.
Autoconcepto
El autoconcepto es la imagen que una persona tiene de sí misma. Esta imagen se
basa en el conocimiento que una persona tiene de lo que ha hecho y ha sido, y sirve
como guía a la hora de decidir qué hacer o ser en el futuro.
El autoconcepto que se construye en la niñez suele ser sólido y puede perdurar
hasta la edad adulta. Si en esta época un niño se forma una imagen negativa de sí
mismo, también puede acompañarle hasta mucho tiempo después de haber
abandonado la niñez. Por este motivo, puede resultar útil que los padres ayuden a los
niños a formarse una imagen positiva de sí mismos.
Los niños más pequeños tienden a usar un pensamiento de todo o nada que aplican
también a sí mismos. Sin embargo, entre los siete y los ocho años los niños desarrollan
sistemas de representación que les permiten integrar diferentes características de sí
mismos para hacer generalizaciones más amplias. Por ejemplo, pueden decir: "Me
siento muy inteligente en lenguaje, pero muy poco inteligente en matemáticas". Es
decir, pueden integrar dos conceptos que parecen contradictorios (listo y tonto).
Autoestima
El autoconcepto que un niño tiene de sí mismo es muy importante para el desarrollo
de la autoestima. La autoestima es el sentido de la propia valoración. Los niños
comparan sus yo ideales con sus yo reales y se juzgan a sí mismos.
Las opiniones que los niños tienen de sí mismos ejercen una gran influencia en el
desarrollo de la personalidad y sobre todo en su estado de ánimo. Los niños con una
autoestima alta tienden a ser alegres, mientras que los niños con baja autoestima
suelen mostrarse deprimidos o irritables.
Los niños con autoestima alta son confiados, curiosos e independientes, confían en sus
propias ideas, inician retos o actividades nuevas con confianza, se sienten orgullosos
de su trabajo y se describen de forma positiva, toleran bien la frustración, se adaptan
bien al cambio, perseveran para alcanzar una meta y pueden manejar adecuadamente
una crítica o las burlas.
Por el contrario, los niños con baja autoestima no confían en sus propias ideas, carecen
de confianza, tienen falta de voluntad, observan en lugar de explorar por sí mismos, se
retraen, se alejan de otros niños, se describen de manera negativa y no se sienten
orgullosos de su trabajo.
Fuentes de autoestima
Según las investigaciones realizadas por Susan Harter, la autoestima procede de
dos fuentes principales: lo competentes que se consideran los niños en aspectos que
para ellos son importantes, y cuánto apoyo social reciben de otras personas.
Las principales fuentes de autoestima de los niños, por orden de mayor a menor
importancia son las siguientes:
1. Aceptación y apoyo de personas importantes. El factor más importante que hace que
los niños tengan una alta autoestima tiene que ver con lo bien que se siente el niño con
las personas que son importantes en su vida: en primer lugar los padres y compañeros
y luego los amigos y profesores.
2. Aspecto físico. Al evaluarse a sí mismos, los niños consideraban la apariencia física
como el área más importante y se juzgaron a sí mismos según lo atractivos que se
consideraban.
3. En tercer lugar se encuentra la aceptación social.
Los progenitores que tienen hijos con alta autoestima utilizan el llamado estilo de
crianza democrático. Son padres que muestran amor y aceptación a sus hijos, al tiempo
que son bastante exigentes en cuanto al desempeño académico y el buen
comportamiento de los niños. Demuestran respeto por sus hijos y permiten la expresión
individual dentro de unos límites bien definidos y claros.
Estos padres utilizan el premio más que el castigo y premian por el esfuerzo y la
habilidad, más que por el resultado (es decir, por el esfuerzo y el trabajo en el estudio
más que por la nota sacada). Además, tienen una elevada autoestima y vidas activas y
productivas.
Al establecer normas claras y firmes permiten a los niños saber qué se espera de
ellos, lo cual les ayuda a lograr control de sí mismos. Además, al funcionar dentro de un
sistema de reglas aprenden a tener en cuenta las exigencias del mundo exterior.
Los padres que hacen exigencias a sus hijos demuestran que piensan que sus hijos
son capaces de cumplirlas y que les darán suficiente atención y apoyo para lograrlo.
Relaciones familiares
En las familias donde ambos padres trabajan, la división de las tareas domésticas es
menos tradicional. Aunque por lo general, estas madres tienden a tener más trabajo en
casa y con sus hijos, su esposo suele estar más involucrado en casa y en el cuidado de
los hijos que los hombres de familias donde la mujer permanece en casa. El padre
tiende a vincularse más con los hijos cuando la madre trabaja a tiempo completo y
ambos padres pasan más tiempo con sus hijos los fines de semana. El padre
demuestra a sus hijos su lado más "maternal", expresándoles amor, ayudándoles con
sus problemas y preocupaciones y dándoles cuidado y atención. Sus hijos ven un lado
de su personalidad que no se manifiesta a menudo en los hombres, lo cual resulta
enriquecedor para ellos.
Las hijas de madres trabajadoras y los hijos de padres vinculados con el hogar
tienen menos estereotipos de género que los niños y niñas de familias tradicionales.
Este efecto depende más de la actitud de la madre hacia la participación del padre en
las responsabilidades domésticas que de lo que el padre realmente haga. Los hijos de
madres trabajadoras tienden a vivir en hogares más estructurados, con reglas más
precisas, con responsabilidades domésticas y se sienten más motivados para ser
independientes.
El trabajo del padre
Al contrario de lo que sucede con las mujeres, cuando el trabajo del padre no
satisface plenamente sus necesidades psicológicas, puede volcarse más hacia la vida
familiar, involucrándose más con sus hijos, lo cual es beneficioso para ellos. Sin
embargo, si el padre se siente frustrado por un trabajo insatisfactorio, los niños pueden
sufrir la hostilidad del padre.
Si el padre está tan involucrado en el trabajo que apenas dedica tiempo a sus hijos,
los niños se sentirán desplazados y alejados de la vida del padre o pensarán que no le
importan. Cuando un hombre pierde su trabajo, el efecto en los niños dependerá de su
reacción. Algunos hombres consideran positiva la oportunidad de pasar más tiempo en
casa con los hijos. Otros, en cambio, se sienten irritados, frustrados y pesimistas, y es
probable que atiendan menos a sus hijos y los castiguen más. En estos casos, los niños
pueden reaccionar con problemas emocionales o de comportamiento y reducir sus
aspiraciones.
Por tanto, el ambiente familiar más beneficioso para los niños es aquél en el que ambos
padres tienen trabajos remunerados y ambos se involucran por igual en el cuidado de
los niños y del hogar.
Las relaciones con otros niños
Hermanos
Las relaciones entre hermanos sirven a los niños para aprender a resolver conflictos.
Tanto los lazos de sangre como la cercanía física hacen que los niños sientan la
necesidad de reconciliarse después de una riña. Por tanto, aprenden a expresar su ira o
enfado sin romper la relación.
El hermano/a mayor tiende a ser más dominante, propenso a atacar, intervenir,
ignorar al pequeño o gastarle bromas, mientras que el hermano/a pequeño tiende más
a discutir, razonar y halagar. Los niños suelen pelear más con hermanos de su mismo
sexo, sobre todo si son varones.
Con frecuencia, los niños mayores cuidan de sus hermanos pequeños y los ayudan
con sus tareas. Esta ayuda suele ser más efectiva y aceptada por el niño cuando la
diferencia de edad entre ambos es de al menos cuatro años.
El juego
Jugar con otros niños les permite estar en contacto físico y social con otras personas.
El juego les ofrece formas socialmente aceptables de competir entre ellos, gastar
energía y descargar su agresividad.
Sin embargo, en la actualidad, con el predominio de los juegos basados en la
tecnología, los niños aprenden menos de la interacción. Los juegos de ordenador
requieren pocas destrezas sociales.
Por otra parte, los deportes u otros entretenimientos estructurados y guiados por un
adulto, en los que los niños han de atenerse a las reglas de los adultos en vez de crear
las suyas propias, impide a los niños esforzarse para buscar modos de resolver sus
asuntos, pues es el adulto el que resuelve las disputas por ellos.
Los compañeros
Los grupos de compañeros suelen estar formados por niños del mismo sexo, que
suelen tener intereses comunes. Por lo general, las niñas son más maduras que los
niños y ambos sexos suelen desarrollar diferentes estilos para jugar o hablar.
El grupo de compañeros ejerce una gran influencia en los niños. Esta influencia puede
ser tanto positiva como negativa.
Efectos positivos del grupo de compañeros
Al realizar actividades con sus compañeros, los niños desarrollan habilidades para la
intimidad y la sociabilidad, amplían sus relaciones y adquieren un sentido de
pertenencia a un grupo con el que se identifican. Además, se sienten más motivados
para hacer cosas y triunfar.
Las actividades no competitivas, como las charlas, ofrecen oportunidades para
aprender a relacionarse y ampliar relaciones, mientras que las actividades competitivas,
como los deportes, les ayudan a identificar los aspectos únicos de sí mismos. Por este
motivo, los niños necesitan estar expuestos a actividades de diverso tipo y puede serles
beneficioso que se les anime a realizar actividades diferentes de las habituales (por
ejemplo, animar a hacer deporte a un niño que no suela hacerlo nunca).
En sus relaciones con otros niños desarrollan su autoconcepto y construyen su
autoestima. Los niños se forman opiniones de sí mismos al verse como otros los ven. Al
compararse con otros niños de su edad tienen un modo realista de medir sus propias
habilidades y destrezas.
Los compañeros con frecuencia cuestionan las opiniones y valores que los niños
han aceptado de sus padres sin cuestionarlos ni pensarlos. De este modo les ayudan a
ser más independientes y decidir cuáles quedarse y cuáles descartar.
El grupo también ayuda a los niños a aprender cómo alternar en sociedad. Es decir,
aprenden a ajustar sus deseos y necesidades a los de otras personas, cuándo deben
ceder y cuándo permanecer firmes.
Efectos negativos del grupo de compañeros
La influencia del grupo puede ser negativa cuando los compañeros les transmiten
valores indeseables y los niños no tienen la fuerza necesaria para resistirse a ellos. A
esta edad, los niños ceden con más facilidad a la presión para aceptar lo que otros les
exijan. Cierta conformidad al grupo resulta saludable como mecanismo de adaptación,
pero es contraproducente cuando hace que las personas actúen de modos
inadecuados.
La influencia de los compañeros es más fuerte cuando los temas son confusos.
No obstante, los niños también ejercen un papel a la hora de dejarse influir. Quienes ya
tienen ciertas tendencias antisociales pueden buscar a otros niños antisociales y recibir
su influencia, agravando así dichas tendencias; mientras que quienes no manifiestan
esas tendencias tienen menos probabilidades de estar en esos grupos.