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La pareja

Ensayo social

Manuel Garfias
MMXXI
Título original de la obra:
La pareja
ISBN 978 607 98752-0-6

1a. edición
Editorial Foro Cultural JZ

Marzo 2021
Hidalgo, México

Autor:
Manuel Alejandro Garfias Aldrete

Diseño de portada e interiores:


Ax Grupo de Diseño

Impreso en México
Printed in Mexico

Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, en


cualquier medio físico o electrónico sin la autorización por
escrito del autor.
Prólogo

Las relaciones sentimentales entre dos personas son un tema


complicado, tendríamos que partir del planteamiento de una
serie de preguntas y sus respectivas repuestas: ¿Por qué los
seres humanos formamos parejas? ¿Por qué hemos institu-
cionalizado la convivencia entre dos individuos en el matri-
monio y la familia, ¿Es el amor lo que realmente mantiene
unida a la pareja?
Mis repuestas, que pueden diferir de las de ustedes
son:
1-Los humanos formamos parejas en busca de una estabili-
dad social, económica y emocional.
2.-El matrimonio se ha institucionalizado para normar las
relaciones de pareja en la sociedad.
3.-Lo que llamamos amor, es un producto social, que se
deriva de la suma inconsciente de seis vínculos fundamenta-
les que mantienen unida a la pareja actual: biológicos, afecti-
vo/emocionales, sociales, económicos, profesionales y
religiosos.
Si bien, existen animales que instintivamente forman
núcleos familiares (no necesariamente monógamos), la
pareja humana, el matrimonio y la familia son instituciones
netamente sociales, creadas por los hombres como repuesta a

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sus necesidades biológicas.
La continuidad de la especie, las tareas de superviven-
cia diferenciadas y la sinergia del trabajo en equipo, son en
forma elemental el primer impulso para formar una pareja,
seguramente fueron el apareamiento, el cuidado del embara-
zo y la seguridad de las crías, lo que propició la vida familiar
primitiva; entre más crías sobrevivieran a las hostilidades del
medio, mayor era la posibilidad de éxito del hombre sobre
otras especies; estos comportamientos los podemos conside-
rar instintivos y no son exclusivos de la especie humana; la
pareja se aparea, la madre reduce el riesgo de sus actividades
de manera de asegurar el éxito del embarazo, da a luz a las
crías eligiendo un refugio protegido de las inclemencias del
tiempo y de los ataques de depredadores, las alimenta hasta
que alcanzan un estado de autonomía que les permita prote-
gerse y alimentarse a sí mismos. Durante todo este tiempo,
que puede prolongarse durante todo el periodo fértil de la
hembra (aproximadamente 25 años), la madre ocupa la
mayor parte del tiempo en el cuidado de múltiples crías, por
lo que requiere ser protegida y alimentada, labor que asume
el macho.

¿Como elegimos a nuestra pareja?


Este proceso parte de un instinto biológico y netamen-
te funcional: La hembra elige al macho adecuado, fuerte,
valeroso, inteligente y hábil, para asegurar hijos genética-
mente superiores y los recursos que se requerirán durante el
embarazo y el desarrollo de ellos. El macho en cambio es
menos selectivo, responde más al impulso de engendrar el
mayor número posible de descendientes, a manera de impo-
ner sus genes sobre los otros machos, busca mujeres con
atractivos proclives a la maternidad, caderas anchas, senos
voluminosos y glúteos redondos, en esos atributos centra su
2 La pareja
atención y fabrica un modelo ideal, que prefiere sobre otras
hembras, pero a falta de esa hembra perfecta, no tiene ningu-
na objeción en aparearse con cualquier otra, al hombre
instintivamente no le interesa la vida en pareja, se ha domes-
ticado socialmente en beneficio de la continuidad de la
especie.
Pero, si las mujeres buscan a los mejores machos y los
hombres prefieren a las mejores hembras, ¿Qué sucede con
los machos física e intelectualmente inferiores y con las
hembras de senos pequeños y caderas estrechas? Ante la
imposibilidad de aparearse con los individuos superiores,
simplemente se aparean y forman parejas entre ellos; así, las
hembras más atractivas tendrán mayor posibilidad de acceso
a los mejores machos, y los machos más fuertes e inteligentes
podrán aparearse con las mejores hembras; mientras los
individuos física o intelectualmente menos dotados, solo
tendrán posibilidades con las hembras menos atractivas.
Nótese aquí, que estoy mencionando a la fuerza, el
valor y el intelecto como atributos exclusivos del varón, en
este contexto, de la mujer solo interesaba que fuera una buena
hembra reproductora, esquema social ha sobrevivido desde
la prehistoria, a partir de que el homo erectus formó los
primeros núcleos familiares. Mientras el hombre forjaba la
historia con cacerías, guerras o invasiones, la mujer permane-
cía en el refugio al cuidado de los hijos, excluida de las activi-
dades de transformación social. El macho generador de
alimento y seguridad, podía controlar absolutamente la
relación con su pareja, reservándose el derecho a repudiarla o
cambiarla si el desempeño reproductivo o doméstico de ella
no le satisfacía. Aún en legislaciones del siglo XX, ya con la
institución del matrimonio normada, existían arbitrarieda-
des legales relacionadas con la relación de pareja que le eran
adversas a la mujer, por ejemplo: El divorcio a deseo expreso
3 La pareja
del varón y la falta del derecho de la mujer a divorciarse si el
esposo no estaba de acuerdo, el adulterio como un delito solo
imputable a la mujer, el adulterio de la mujer como justifican-
te en crímenes en “defensa del honor”, como homicidio
justificado, etc. etc.
Con el desarrollo de los anticonceptivos se da el
primer paso en milenios para la verdadera liberación femeni-
na, la mujer se ve libre de los sucesivos embarazos, partos y
lactancias y tiene tiempo para ella, puede trabajar y ser
productiva, deja de depender del sustento del varón y le
permite disfrutar de una sexualidad plena sin temor a quedar
embarazada, las féminas invaden los espacios laborales que
antes eran exclusivos del hombre, primeramente fueron
enfermeras, maestras, secretarias costureras o cocineras, que
pueden entenderse como extensiones del trabajo doméstico
que ya desempeñaban, después fueron a la universidad y se
convirtieron en abogados, médicos o ingenieros, demostran-
do que podían ser igual de hábiles e inteligentes que los
hombres, desplazaron totalmente a los varones en muchas
actividades productivas, abonando a su actividad laboral el
cuidado, la delicadeza, la paciencia y la perseverancia que
habían sido sus atributos durante milenios.
Con la liberación femenina la sociedad sufrió una
transformación brutal, las reglas en las relaciones de pareja
cambiaron radicalmente, las leyes que les negaban sus dere-
chos elementales, fueron desplazadas por otras que les
otorgaban igualdad de oportunidades, los vínculos primiti-
vos que normaban la relación de pareja fueron cambiados
por otros mas complicados, el esquema de total sometimien-
to al varón a cambio de sustento, dejó lugar a una relación con
más libertad (aunque más frágil); Ahora, plenamente entrado
el siglo XXI, vivimos un esquema de relaciones de pareja
híbrido entre el tradicionalismo victoriano y corrientes que se
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consideraron inaceptables socialmente por siglos.

¿Como elegimos pareja en el siglo XXI?


El formar una pareja se ha convertido en una negociación de
carácter logístico, ya no basta el impulso biológico, ni lo que
románticamente llamamos amor, hemos aprendido a planear
nuestro futuro individual basado en una relación de pareja, y
en base a la visión de ese futuro individual, establecemos
requisitos que nos relacionen armoniosamente con la perso-
na adecuada.

El vínculo
Más allá de las definiciones legales o formales, el vínculo
entre dos personas, (en las relaciones monógamas), es algo
que las identifica y complementa, es una relación de necesi-
dades y satisfactores perfectamente negociable. Muchas
veces el paso de negociación es omitido y el individuo se forja
la idea de las necesidades y expectativas de su pareja basadas
en las propias, surgiendo finalmente un conflicto al no existir
concordancia en ellas. Podemos decir que en las sociedades
llamadas occidentales del siglo XXI, básicamente existe una
clasificación de las fuerzas que mantienen unida o separan a
la pareja.

El vínculo biológico:
El apareamiento con fines reproductivos y la satisfacción de
las necesidades sexuales del compañero son una parte básica
de la relación, los impulsos de desintegración más primitivos
provienen de este tema; primeramente, porque forman parte
de nuestras actividades instintivas y segundo porque las
necesidades y las expectativas individuales, varían radical-
mente entre personas.

5 La pareja
Valoraciones cuantitativas como la cantidad de hijos,
el uso de medios específicos de control natal, la frecuencia y
calidad de las relaciones sexuales, las prácticas sexuales y la
exclusividad del sexo en la pareja, tienen que ser asuntos
necesariamente abordados y consensuados.
Este es uno de los aspectos más difíciles de abordar,
estamos en una época en que los valores impuestos por la
religión y la sociedad nos llevan a omitir expresar nuestros
deseos.

La fidelidad basada en la exclusividad sexual:


En su origen, la exclusividad sexual fue un valor que
aseguraba que dentro de un matrimonio no se engendraran
hijos que no llevaran los genes de la pareja socialmente
constituida, hijos legítimos en que se identificaba un linaje
por medio de los apellidos del padre, en las sociedades
patriarcales o de ambos, en las sociedades más evoluciona-
das. Esta exclusividad se volvió un emblema machista, la
fidelidad era una condición intrínseca de la mujer y el varón
que la sufría se consideraba deshonrado y cuestionado en su
virilidad, en cambio el hombre tenía la libertad de disfrutar
de las parejas que quisiera, sin que esa situación fuese consi-
derada propiamente un agravio para la mujer. No quiero
decir con esto que todas las parejas deban de tener una
amplia libertad sexual, sino que esta debe de ser negociada y
consensuada, la legitimidad del linaje es ya un valor perdido
en el tiempo, ahora estamos más informados y sabemos que
una relación sexual satisfactoria no depende exclusivamente
de un acto de posesión animal, que las necesidades de la
mujer son diferentes a las del varón y que las parejas no son
necesariamente compatibles sexualmente. La fidelidad en la
pareja debe de ser abordada con plena franqueza y libertad, y
no ser vista como un valor inalienable y mucho menos asu-
6 La pareja
mirla como un derecho inobjetable.

Las prácticas sexuales


La mayor parte de las religiones imponen el concepto del
sexo con fines exclusivamente reproductivos, allá por la
década de 1950, las mujeres católicas que confesaban ante un
sacerdote haber tenido pensamientos impuros mientras
tenían relaciones con su pareja, recibían el consejo de rezar el
avemaría durante el sexo, y de esa manera apartar su pensa-
miento del deseo carnal.
Entiéndase en que aún y haya sido pactada la exclusi-
vidad sexual como un pilar de la relación de pareja, la diversi-
dad en las prácticas sexuales no debe de ser un tabú entre
ambos, cada individuo obtiene satisfacción física de diferente
manera, y las posiciones, la estimulación por medios mecáni-
cos o sensoriales, el uso de fantasías, de lenguaje, o el compor-
tamiento durante la relación, no deberían de ser vistas como
perversiones, son factores que no se pueden descartar de
facto y que tienen que ser perfectamente claros antes de
comprometerse en una relación de pareja.

El vínculo afectivo/emocional:
El terreno de las emociones humanas y la exteriorización de
estas es un terreno delicado, todos los hombres y mujeres
somos presa fácil de ellas, y reaccionamos muchas veces de
manera impredecible. Les asignamos un peso enorme en
nuestra relación, nos hacen perder objetividad y tomar
decisiones viscerales, el vínculo emocional entre dos perso-
nas está regido por los estímulos externos y sus reacciones
son diferentes en cada persona, habrá individuos que lloren
por el simple hecho de que es un día nublado y otros perma-
necerán impasibles ante la muerte de un ser querido.
Después de las necesidades biológicas, las necesida-
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des emocionales son el escalón menos evolucionado en
nuestras relaciones, el ser humano no tiene control sobre la
felicidad, la ira, los celos, etc. El varón ha sustituido las emo-
ciones de la guerra y la cacería por las igualmente primitivas
que le proporcionan un encuentro de futbol o una corrida de
toros, y la mujer continúa recreando sus emociones con
dramas televisivos que la transforman en heroína de intensos
romances o amores imposibles. Si bien, las emociones en el
varón son más salvajes y violentas y por esa razón más fáciles
de entender, las de la mujer son más complicadas, pero
igualmente intensas.

El amor:
La mujer es capaz de dejar todo con la simple justificación de
que fue por amor; y ante un fracaso su explicación más usada
es “estaba muy enamorada”, se ciega ante lo evidente, se
autoengaña y justifica frente a una agresión. En el primer
capítulo de este ensayo, explique mi concepto del amor y su
relación con las necesidades biológicas y de supervivencia
instintivas.
El amor lo hemos adoptado como un poderoso concepto
mágico que parece justificarlo todo.
Ante un comportamiento absurdo justificado por el amor,
existe siempre un trasfondo de conmiseración, baja auto
estima y menoscabo de la capacidad intelectual del indivi-
duo.

La necesidad de aceptación:
Otra emoción que rebela también carencias afectivas,
es la necesidad de sentirse querida(o), admirada(o) o desea-
da(o); nótese que menciono en primer lugar el adjetivo
femenino, porque si bien, al hombre también le satisface ser
admirado, en la mujer esta búsqueda se vuelve monstruosa,
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en su afán de llamar la atención la mujer toma roles exagera-
dos en su manera de vestir y de actuar. Sabedora que sus
habilidades y atributos intelectuales, serán poco apreciados
por la mayoría de los varones, centra su atención en ser
sexualmente atractiva y visualmente dominante.

Los detalles que provocan emociones:


En la relación de pareja, las emociones tienen que ser habla-
das. La mujer un ser más emocional que el varón y debe dejar
claro si disfruta o no los halagos, los regalos, los detalles o los
mimos que su pareja le ofrece, si realmente son significativos
para ella, o constituyen un fastidio. Los hombres estamos
adaptados a creer que todas las mujeres sucumben ante un
ramo de rosas, un piropo o una serenata, pero no es así, cada
mujer tiene diferentes caminos para sentir emociones positi-
vas, entre las más comunes, además de las ya mencionadas y
que pueden ser proporcionadas por la pareja encontramos:
La comida, el sexo, el baile, las reuniones, la conversación, los
viajes, etc.

Las emociones fuera de la relación de pareja:


La infidelidad emocional.
Muchas veces alguno de los integrantes de la pareja (o
ambos), pierden interés en las emociones que genera su
relación, la rutina, el hastío las agresiones, o la indiferencia
del compañero, provocan la búsqueda de emociones diferen-
tes, y que invariablemente desembocarán en un conflicto
marital de proporciones difíciles de preveer. Este tipo de
infidelidad es más común entre las mujeres, debido al
concepto de “enamoramiento” con el que se sienten natural-
mente identificadas, que un varón diferente a su compañero
habitual les prodigue atención o halagos, les provocará no
solo las mismas emociones que si lo hiciera su pareja, sino
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además la emoción de lo prohibido, del atrevimiento del
hombre, que no esta haciendo otra cosa que ejercer su papel
de macho, tratando de copular con el mayor número de
hembras posible. El hombre demuestra amor a cambio de
sexo, la mujer entrega sexo a cambio de demostraciones
amorosas. Muy pocos hombres se arriesgarán a formalizar
una relación de pareja que rebase los encuentros sexuales
esporádicos, ya que el hombre siempre vislumbrará el futuro
de infidelidad “Si engañó a su marido, seguramente hará lo
mismo conmigo”.
Por su parte el hombre, aún siendo víctima del hastío o
la rutina, le es más fácil subsanar sus carencias emocionales,
involucrándose en relaciones informales de poca duración, al
separarse, el hombre casado, por su misma naturaleza prefie-
re quedar libre a engancharse en una nueva relación que le
acarreará más compromisos maritales.

Los vínculos sociales:


Siendo la pareja y el matrimonio productos eminentemente
sociales, y la familia la célula primaria de la sociedad, las
personas buscan legítimamente un lugar dentro de la socie-
dad. Si bien, la familia tradicional es una institución global-
mente a la baja, dentro de las sociedades conservadoras (que
son la mayoría de las que existen en Latinoamérica), el víncu-
lo familiar es un lazo de cohesión social, el que una persona
forme parte de una familia estructurada tradicionalmente, le
aporta ventajas y una imagen positiva ante los demás indivi-
duos, las personas solteras, o separadas, constituyen un sub
estrato de la sociedad.

El matrimonio:
Aún existen muchas parejas que sueñan en casarse y
gozar de los privilegios reservados para los casados, el
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matrimonio aporta seguridad a la mujer y a los hijos, es un
compromiso firmado por los cónyuges para normar su
comportamiento; es una institución social, que le confiere a la
pareja roles específicos, al hombre la obligación de propor-
cionar sustento y protección y a la mujer a ejercer el trabajo
doméstico y la crianza de los hijos; sin embargo, en la práctica
el vínculo del matrimonio se ha transformado, la responsabi-
lidad económica ya no recae completamente en el hombre ni
la de los trabajos domésticos son exclusivos de la mujer.
Es fundamental, al establecer una relación, el aceptar o
no, si esta será reglamentada por las obligaciones legales que
conlleva, para la mayoría de las mujeres el matrimonio
continúa siendo una especie de meta en la vida, y el llegar a
los 30 o 35 años sin casarse lo sienten como una omisión en la
vida. Obviamente hay mujeres que consideran mejor una
vida libre de este vínculo, que se trazan un plan de vida de
autosuficiencia económica y emocional y cubren sus necesi-
dades físicas y afectivas con relaciones informales o casuales.

El desarrollo de los hijos:


Es evidente que los hijos que crecen en el contexto de una
familia, tienen diferente manera de enfrentar la vida que los
que se desarrollan en un ambiente de padres separados o
solteros; si bien, los niños tienen una enorme capacidad de
adaptación y muchas veces el esfuerzo individual de los
padres logra crear el medio adecuado para un desarrollo
positivo del niño, en la realidad estos niños se desarrollan en
ambientes híbridos, son criados por los abuelos, o por la
nueva pareja de papá o de mamá, reciben ejemplos y valores
contradictorios de sus diferentes fuentes y generalmente
desarrollan conceptos y capacidades de respuesta hostiles
hacía la sociedad. Bajo este esquema, en la realidad no existe
una madre o un padre que pueda sustituir plenamente el
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desarrollo que obtiene el niño en una familia armónica.
El divorcio:
Siendo una de las formas legales de disolución de la familia
que más ha crecido en las últimas décadas, aporta factores
positivos cuando la unión es disfuncional, y el medio familiar
es hostil para el desarrollo de los hijos; sin embargo, es actual-
mente un recurso abusado en demasía, para cubrir errores
que pudieron ser evitados o superados con el diálogo y la
negociación, cuando se pacta una unión matrimonial, las
expectativas de los conyugues deben de ser claras y despro-
vistas de manipulaciones y engaños, debe de estar sustenta-
da la unión en el compromiso de cumplimiento de las expec-
tativas negociadas, y ser renovadas o renegociadas con la
frecuencia que ameriten los cambios en el entorno y en las
personas, de esta manera se evitarían muchos divorcios que
casi invariablemente alteran el desarrollo de los hijos.

Vínculos económicos:
Es un factor característico de las parejas actuales, con la
irrupción de la mujer en el mercado laboral, las parejas
actuales llevan una economía compartida, cuando se plantea
este esquema también debe de quedar claro si las aportacio-
nes económicas de la mujer son individuales o forman parte
del ingreso familiar como una obligación. Si la economía
sustentada en dos ingresos puede asumir compromisos
dentro de los márgenes de la suma de ellos.
Esta negociación está íntimamente relacionada con el
número de hijos que se desee tener y contemplar en su caso
los periodos de embarazo y desarrollo de ellos. En el caso de
que se decida que la mujer atienda el desarrollo de los hijos en
forma personal, se tienen que planear cuidadosamente los
lapsos de tiempo en que la mujer estará inactiva y disminuirá
su aportación económica a la economía familiar y la manera
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de enfrentar esta disminución.
Las tareas domésticas deben de ser parte del vínculo
económico y también debe de ser claro si serán una responsa-
bilidad individual o compartida.
Si bien las leyes laborales ofrecen algunas ventajas para las
madres trabajadoras, estas conllevan la crianza de los hijos en
manos de terceros, a edad muy temprana, en México la Ley
Federal del Trabajo otorga una incapacidad laboral a partir
del cálculo de 40 días anteriores al parto, y que expiran en el
momento de este, y 40 días posteriores al alumbramiento, lo
que obliga a la madre a regresar a sus labores, dejando a su
bebé recién nacido en manos de guarderías o de familiares.

Vínculos profesionales:
Cuando dos personas que han decidido llevar una vida
juntos, comparten la misma profesión o tienen actividades
relacionadas, la conciliación entre el aspecto laboral y el de
pareja, tiende a ser conflictiva, las relaciones laborales no
estarán libres de las implicaciones emocionales y las segun-
das no serán ajenas a los conflictos generados por las prime-
ras. Es aconsejable evitar esta contaminación emocional entre
ambos contextos, pero si esto se ve de manera inevitable o
claramente conveniente, tiene que ser tratado como un
aspecto fundamental.
La relación entre un jefe(a) y su auxiliar, implica un
grado de subordinación laboral muy delicado, el cual difícil-
mente está exento de repuestas sentimentales, aquí el manejo
de emociones y la manera de responder a ellas debe de ser un
tema totalmente agotado antes de pactar la unión de la pareja.

Vínculos religiosos:
Las religiones imponen a sus seguidores valores que son

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fundamentales para su pertenencia, muchas personas asu-
men estos valores como verdades absolutas e indiscutibles.
Cuando una pareja que profesa religiones diferentes, se tiene
que negociar si habrá un esquema de prácticas religiosas en
familia o se omitirán completamente. Es poco probable, que
uno de los integrantes renuncie totalmente a sus creencia y
valores religiosos, en beneficio de la armonía de la pareja.
Se tiene que hablar de la educación religiosa de los
hijos y el respeto por los estados emocionales provocados por
las creencias religiosas.
Para una gran cantidad de parejas, ante la vista del
debilitamiento de las religiones en el mundo occidental este
aspecto constituirá un factor secundario, pero para otras
constituirá un tema fundamental, por lo que no deberá ser
omitido en su caso.

Conclusiones:
La estabilidad de la relación de una pareja se basa en la conci-
liación de 6 vínculos capaces de mantener fuerte la unión:
El Vínculo Biológico,
El vínculo afectivo/emocional,
El vínculo social,
El vínculo económico,
El vínculo profesional,
El vínculo religioso.
Una adecuada negociación entre estos factores, dará lugar a
una unión sólida y duradera, en cambio la omisión o el
asumirlos los propios como ciertos, puede conducir a un
rápido fracaso de la unión conyugal.
Los seis vínculos forman un todo indivisible, y propi-
cian el equilibrio en la vida de la pareja, el conferir demasiado
peso a alguno de ellos puede conducir a un desenlace irreme-
diable.
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El divorcio y la disolución de la unión de la pareja es
un recurso que no debería de ser abusado para solucionar
conflictos que pueden ser evitados, antes de decidir la
separación de nuestra pareja debemos aceptar la renegocia-
ción de los aspectos en conflicto y darles el justo valor.

La visión positiva de la relación:


Cuando surgen los problemas entre los integrantes de
la pareja, antes de valorar las diferencias contra nuestra
expectativa y decidir la separación, debemos de analizar los
aspectos positivos de la relación, estos pudieran ser de
mucho mayor peso que las que provocan el alejamiento, y
pueden ser aprovechados propiciando una identificación
positiva con el compañero y darse el oxígeno suficiente para
corregir las fallas.

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