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Tres autores reconocidos por las corrientes teóricas de la sociología, que se han ocupado en
el estudio de la familia.
Alexis de Tocqueville, Augusto Comte, Frederick Le Play y Émile Durkheim. Reconocen su carácter
institucional, su variabilidad en el espacio y el tiempo, y elaboran las primeras tipologías sociológicas de los
vínculos familiares.
La familia como criatura de sus condiciones económicas. Como coercitiva. Como unidad económica de la
producción. Protección a la mujer y los niños, carecen de derechos.
La vida cotidiana es el conjunto de actividades que caracterizan las reproducciones particulares creadoras de
la posibilidad global y permanente de la reproducción social... En toda sociedad hay pues una vida cotidiana:
sin ella no hay sociedad.
La tarea de imprimir en las gentes los ideales y las normas que guían a nuestra civilización es tarea que
incumbe a la educación. Su finalidad es proporcionar al individuo los conocimientos que necesita para actuar
en una civilización industrializada, y formar su carácter dentro del molde que se necesita: ambicioso y
competidor, pero cooperativo dentro de ciertos límites; respetuoso de la autoridad, pero “deseablemente
independiente”, como dicen algunos certificados escolares; cordial, pero no profundamente afecto a nadie ni a
nada.
En su opinión han tenido poco éxito en inculcarles la facultad del pensamiento crítico y los rasgos de
carácter que corresponden a los ideales que se reconocen como los de nuestra civilización.
Para los mexicanos la familia tiene un grado de importancia mayor que el trabajo, la religión, los amigos, la
recreación y la política. Asocian la palabra familia con significados positivos como: unión, hijos, amor, hogar,
bienestar, padres, comprensión, casa, cariño, educación, felicidad y apoyo.
Los mexicanos prefieren a las mujeres que son trabajadoras y hogareñas, fieles, comprensivas, inteligentes.
Las mexicanas prefieren a los hombres trabajadores, responsables, fieles, comprensivos, buenos e
inteligentes.
El matrimonio ha sido concebido tradicionalmente como ámbito exclusivo y privilegiado para la expresión de la
sexualidad regular de hombres y mujeres. Se tiene una concepción negativa sobre las relaciones sexuales
premaritales.
En los hogares mexicanos ha prevalecido una división sexual del trabajo que asigna roles asociados con la
crianza, el cuidado de los hijos y la realización de tareas domésticas a la mujer. El proveedor de medios
económicos es el hombre.
A pesar de los cambios en la relaciones de pareja, se advierte que todavía se encuentran arraigadas pautas
tradicionales que señalan a la mujer como la responsable de las tareas domésticas. Se asigna mayor
autoridad al hombre en las decisiones familiares importantes, algo que es aceptado y percibido como legítimo
por las mujeres de diversos sectores sociales.
Según Passeron son dos modelos de reproducción sociocultural (teóricamente independientes) los que
eran utilizados para dar cuenta de los vínculos históricamente tejidos desde el Siglo XIX:
Hoy en día tenemos familia y hogares más diversificados en su dinámica y composición interna. Muchos
factores confluyen en la reconfiguración de la vida hogareña. Estos factores está detrás de los aspectos del
comportamiento individual que se traduce en conductas, actitudes, modos de vida, hábitos y practicas
compartidos en la unidad domestica por los miembros de las familias; al modificarse estos aspectos alteran
las relaciones entre ellos y trastocan también sus posiciones y roles.
Obligados a realizar la elección, en condiciones no manejadas por ellos, se ven reducidos los espacios
disponibles para comunicarse franca y totalmente entre sí. Los criterios e imposiciones sustentados por la
sociedad respecto de las relaciones entre jóvenes, determinan el ejercicio de sus interrelaciones.
Los individuos se sitúan frente a la elección de pareja como individualidades coaccionadas a tomar o cual
partido en base a criterios y pautas que ellos mismos son incapaces de dominar o reflexionar.
La familia representa el núcleo social más íntimo, es un sistema que no es estático y que tiene dinamismo ya
que se mueve a través del tiempo, a través de un curso de vida; a esto se le conoce como ciclo de vida
familiar.
Duvall en 1977 dividió el ciclo de vida familiar en ocho diferentes etapas: matrimonio, nacimiento y crianza de
los hijos, la salida de los hijos del hogar, jubilación y muerte.
Carter y McGoldrick (1989) propusieron un modelo de ciclo de vida que consta de seis etapas:
El trabajo no pagado de las amas de casa permite mantener el patrimonio familiar, por escaso que sea, y
hacer de colchón amortiguador en la relación ingresos – gastos, principalmente en la condiciones de recursos
insuficientes que dominan en grandes sectores de la población latinoamericana.
Los ritmos y cadencia de las tareas que constituyen el trabajo doméstico están, en gran parte pautadas por los
tiempos y exigencias del mundo extra hogareño: horarios de entradas y salidas del trabajo y la escuela, de
apertura y cierre de locales comerciales y de los servicios públicos y privados donde hay que abstenerse,
hasta el momento en que pasa el camión de la basura y del gas.
Es el espacio y el tiempo en que se manifiestan en forma inmediata y directa las relaciones que los hombres
establecen entre sí y con la naturaleza en función de sus necesidades, configurándose así lo que se ha
denominado sus condiciones concretas de existencia.
Es la forma de desenvolvernos que adquiere día tras día nuestra historia individual. Implica reiteración
sistemática de acciones vitales, en una distribución diaria del tiempo. Se organiza alrededor de la experiencia,
de la acción, del aquí de mi cuerpo y del ahora de mi presente.
La vida cotidiana es la vida del ser humano desplegada en una pluralidad de sentidos y simbolismos, en
espacios que lo modelan y al que también dan formas, dentro del flujo incesante de la vivencia de tiempo.
El Trabajo Social resignifica su práctica profesional revalorizando acciones que impriman procesos de
transformación desde lo cotidiano. Es en este sentido donde encontramos la centralidad de la vida cotidiana
como espacio privilegiado en la intervención, no sólo por la cercanía con los sujetos y sus necesidades, sino
porque en ella se traducen los aspectos más significativos para comprender la metamorfosis de lo social.