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D´Altroy, “Transiciones del poder: centralización de la organización

política Wanka bajo el dominio Inka”.


Análisis de formas políticas secundarias no-estatales, grupo étnico wanka, norte del
Perú (sur de Huánuco), valle del Mantaro (sierra central peruana). Relevancia de
adaptaciones mutuas de centro y periferia, conquista inca no es total imposición, se
adaptan modelos a características de la zona. Esto implica que las elites Wanka
conservan e incluso ganan poder con la administración inca, la burocracia estatal
depende en buena medida de esta elite local para implantar sus políticas, es así que se
crean unidades políticas wanka mayores (centralización). Hay una simbiosis entre las
elites locales y las elites imperiales, una conveniencia mutua.
En el valle de Mantaro los wanka practican interdigitación y tienen acceso tanto a las
tierras de sierra, como a las de valle, costa y yungas.
Para el período preincaico se utilizan fuentes arqueológicas sobre todo. Se llega a
conclusión de que no hay unificación antes de los incas. Las unidades políticas
jerárquicas luchan por los recursos naturales. La organización social se centra en el
ayllu, propiedad comunal, etc. Es importante la guerra en este período, es por eso
que se atestigua un hábitat concentrado y en altura para 1350 (defensivo,
¿pukaras’). La guerra es usada como un medio de acceder al poder. Los cargos son por
consenso de la comunidad, es consecuencia de la habilidad militar, la conservan en
tiempos de paz. Esto quiere decir que en buena medida logran perpetuarse en los cargos,
lo que daría la posibilidad para una acumulación del poder en grupos familiares, dando
lugar a la guerra por ambición de los jefes. / La complejidad de las entidades políticas es
moderada (20-40 mil almas), hay numerosas entidades políticas en competencia entre sí
dentro de los grupos étnicos (aquí se evidencia donde no hay centralización). No hay
una organización estatal unificada.
Período incaico. La relación del inca con los grupos étnicos que somete es diferente
en cada caso (aquí va lo de la adaptación mutua centro-periferia). La incorporación
de la elite wanka al gobierno central pareciera ser una estrategia del poder estatal para
consolidar el control de las unidades políticas claves de la sierra (asegurar control de
recursos). Sin embargo, el ejercicio del poder siempre fue vertical, la estrategia más
usada fue la compartimentalización horizontal, esta desalentaba las alianzas interétnicas
contra el estado. Otro punto clave es la fragilidad de la superestructura estatal en las
“provincias”, en buena medida el control se apoyaba y dependía de las élites
regionales.
La importancia agrícola del valle de Mantaro para el Inca se evidencia en la cantidad
de lugares de almacenamiento hallados.
Ejemplo del apoyo del armado político en condiciones locales ya existentes, previas. La
tripartición que corresponde a la organización estructural (Hatunxauxa, Lurinwanka,
Ananwanka), indica que la administración estatal en buena medida se apoya en
unidades políticas ya existentes. Evidencia de esto es que existían diferencias
lingüísticas entre los tres grupos, aparte de diferenciación étnica. Adquieren una
división clara de mitades.
Un punto que se resalta es que la intervención estatal incaica no terminó con los
conflictos existentes entre las mitades, solo vino a mediar entre ellas, como se
atestigua con la intervención de Huayna Capac en un litigio. Hay esto, cambio de guerra
por litigio.
Se menciona bastante los regalos que dan los incas a las élites locales en retribución por
sus servicios de administración, contexto ritual, reciprocidad, justificación de la
dominación. Reales beneficios de los líderes étnicos locales en participar de la
administración estatal. Los cargos nombrados por el inca se transmiten por herencia,
quedan en linajes de curacas, esto se evidencia en que los que van a pedir tierras a la
justicia colonial son los descendientes de las autoridades nombradas por los incas 30
años atrás aprox.
Cambios que realiza el poder inca. 1) Centralización del poder dentro de una cantidad
limitada de grupos de parentesco, 2) atrincheramiento y separación de un estrato
sociopolítico de elite, 3) reducción de la autonomía Wanka (relativa). División social
dual previa se acentúa. Estos grupos separados de elite son propiciados y apoyados por
la administración estatal. Sin embargo, los jefes wankas conservan autonomía,
notablemente en que movilizan población y recursos para dar apoyo a los españoles (lo
hacen claramente a espaldas de la administración incaica).
Conclusiones. 1) complejizacion de la organización wanka es consecuencia del dominio
incaico, lo cual es una estrategia estatal para asegurar control de recursos. 2) apoyo de
estructura de dominación en condiciones preexistentes, principios de diferenciación de
autoridad ya presentes. Se introdujo burocracia estatal al tiempo que entidades locales
aumentan en complejidad. 3) el papel de los curacas se extiende, tienen función dual,
frente al grupo étnico y frente al estado incaico. 4) el poder ya no era delegado por la
comunidad sino asignado verticalmente por el inca, aunque sobre autoridades ya
existentes. 5) las elites wankas aprovechan este cambio y esta centralización de la
autoridad para su propio beneficio, incluso luego de la caída del inca.

Pierre Duviols, “La Capacocha. Mecanismo y función del sacrificio


humano, su proyección geométrica, su papel en la política integracionista y
en la economía redistributiva del Tawantinsuyu”. (Un primer movimiento
centrípeto, otro centrífugo, y otro centrípeto, y un último centrífugo).
El ritual implica mecanismos de reciprocidad política, social y económica.
Hay un primer momento de la ceremonia, el movimiento territorial centrípeto, la
llevada de ofrendas a la capital por parte de las autoridades locales (curacas, sacerdotes
y capitanes). Las ofrendas son maíz, coca, mullu, oro, plata, llamas, cuyes, tejidos de
cumbi, niños; y sus proporciones se calculaban según la capacidad productiva de cada
grupo y según las deudas que este tenía para con el inca.
Se proceden a presentar las ofrendas a las huacas y al inca en la capital, plaza de
Aucaypata (actual Plaza de Armas). Luego comienzan los sacrificios propiamente
dichos, dirigidos a las grandes huacas de la capital y no solamente al Sol.
Luego de esta fase centrípeta, comienza una centrífuga, desde el centro urbano
hacia las provincias. Este camino se hace a través de los 41 ceques que salen del
Cuzco y llegan a cada huaca provincial. Es clara la relación entre los ceques y el ritual,
ellos, junto a los cacha, son el vehículo por el cual se transmite el ceremonial y la
energía que el proyecta al resto de los adoratorios provinciales. La cantidad y calidad de
las ofrendas dependía de la categoría y el prestigio de las huacas, solo las mayores
recibían ofrendas humanas. Analogía entre los ceques y el sistema cardíaco humano.
Dimensión territorial, se lleva la sangre de los auquénidos sacrificados en el Coricancha
por todos los ceques que llevan a las distintas huacas provinciales, esto supone hacer
parte del sacrificio a todo el imperio. Pero esto no es una simple prolongación, sino
una proyección repetitiva a nivel nacional (provincial) del mismo sistema radio-circular.
Se repite la ceremonia de presentación a la huaca provincial y luego reparto de ofrendas
a las huacas menores, igual que sucede en el Cuzco y el resto de las huacas mayores de
provincias.
Luego se da otro recorrido centrípeto, el regreso al centro de todos los cacha por
los ceques, cada uno con sus ídolos. Allí empezaba otra ceremonia. La presencia de
todos los ídolos de provincia daba lugar al balance periódico de las relaciones entre los
centros religiosos regionales y el Centro. Luego de esto hay una última proyección
centrífuga, el regreso de cada dignatario y huaca a las provincias.
Dimensión territorial, alcanzar todo el territorio, necesidad de llegar a todas las huacas
(si alguna no se le da ofrenda puede enojarse y atentar contra el inca). Hay un problema
que dicen las fuentes, aseguran que los cacha no se pueden desviar de los ceques, sin
embargo, había varias huacas que se encontraban distantes de ellos y debían ser
ofrendadas. Hay evidencia de que sí se desviaban de los ceques. Se forma una red de
trayectorias cruzadas, una especie de cuadrícula, la cual abarcaría a todas las
huacas. Por otra parte, el trazado rectilíneo (ceques) tiene una dimensión simbólica, el
trazar líneas rectas que funcionan como caminos sin tener en cuenta accidentes
topográficos supone la pretendencia de borrar con los particularismos fundiéndolos
en la unidad política del imperio. Esto implica entender a la capacocha como un
sistema de control social, cultural y económico a nivel estatal.
También hay conexión entre las propias huacas regionales. Sin embargo, no es posible
considerar estos movimientos de ofrendas como paralelos a los que regulaba el inca,
sino que entraban en el plan general de sacrificios de antemano negociado con el poder
central cuzqueño.
Al mismo tiempo la capacocha es un ritual para garantizar la unidad política y social
del conjunto. Puede entenderse como ritual de renovación social o de aseguramiento de
reproducción social, renovación cósmica en el sentido de confirmación del poder
establecido, incluso afirmación de todo el orden, mediante los sacrificios propiciatorios.
Dimensión económica. Intercambio de bienes y servicios que supone la capacocha.
Todas las huacas reciben sacrificios. El volumen y la calidad de las ofrendas depende de
la jerarquía de cada huaca, y quienes hacen el cálculo de proporción jerarquía-
ofrenda son los capacochamayoc. Sin embargo, el inca puede a veces modificar a
discreción esa proporción, quitando o sumando jerarquía (y por tanto bienes). A partir
de esto vemos que el ritual no es un simple intercambio de dones, sino que tenía por
función realizar el arreglo de cuentas (deudas) por medio de un sistema complejo
de dones y contra-dones, de premios y castigos (proporcional).
Ahora bien, cada nueva capacocha el inca debía pedir humildemente las ofrendas para
las huacas, no puede exigir. Esto es regla andina. Las dos partes sopesan ventajas y
desventajas del “negocio” propuesto por el Inca, no es relación automática ni
impuesta. El inca reconoce que su fuerza vital proviene de las huacas, las llega a llamar
“padres”. En algunos casos se nota una situación de dependencia del inca para con las
huacas, les tiene que dar bienes y servicio personal (ritual, en forma de baile). Esto
ejemplificaría el concepto andino de reciprocidad, un intercambio normativo de
bienes y servicios entre personas conocidas entre sí, y el proceso de negociación no
es abierto regateo sino más bien encubierto por formas de comportamiento
ceremonial. Las huacas vienen a representar a cada poder provincial, es expresión
religiosa de la política, tiene relación con la forma de considerar la naturaleza del
gobierno y de la autoridad política en los Andes, reciprocidad.
Capacocha como trueque entre el inca y la divinidad. Pero este no es el que ofrece
directamente las víctimas, sino que tiene que pedirles a otros que lo hagan por él,
por lo que entra en una situación de deuda para con estos últimos. Es así que se
encuentra en un minka (contrato) en el cual actúa de recibidor (de las huacas),
deudor (de los curacas) e intermediario (entre huaca y curacas). Esto lleva a pensar
que el eje del sistema no es el inca sino la huaca, a la cual fluyen las ofrendas y de la
cual parte la “magia” que el inca absorbe y distribuye en forma de bienes
(redistribución). Hay un circuito distributivo (el de la ofrenda humana, hatun runa –
curaca – inca – huaca) y uno redistributivo (huaca – inca – curaca – hatun runa). Pero
hay un cambio en este complejo redistributivo, la huaca le da virtudes mágicas al
inca, pero este no redistribuye magia sino bienes. Podría ser visto como un
intercambio asimétrico, dice Duviols que la población no lo veía así, el parentesco
ritual ayudaría a matizar esta asimetría (la entrega de hijos a padres, el hatun
runa ve al curaca como su padre, el curaca ve al inca como su padre, el inca ve a la
huaca como su padre – ideología que cubre dominio).
En todo caso el único que pierde es la víctima, pero en teoría sería beneficiado en la otra
vida por sacrificarse voluntariamente a la divinidad, sería un malki, un ancestro
venerado, también como huacas.
Hace un último análisis gramatical, dice que el término capac cocha haría referencia al
mar, y sería más correcto utilizar el término capac huca, asociado a la noción de culpa
y de pecado.

Catherine Julien, “La administración decimal inca en la región del lago


Titicaca”.
El sistema decimal de administración incaica está directamente relacionado con el
reparto de la obligación del tributo incaico en mano de obra (mit´a), es una
organización de reclutamiento de mano de obra. Estudia el caso Lupaca a través de
información indirecta que puede sacar de la visita de Garcí diez de San Miguel en
1567 (porque esta recupera voces de curacas lupacas que eran herederos de los
funcionarios decimales incaicos, los cuales se hacen cargo del dominio del total de
tributarios una vez desaparecido el control incaico). Compara estos datos de los Lupaca
con la provincia de Huánuco (sierra norperuana, visita de Ortiz de Zúñiga en 1549).
Ambas fuentes las usa Murra para construir sus caso I y II.
Se encarga de seguir aclarando que el tributo principal es en trabajo, en energía humana.
La mayor tarea de la administración provincial fue el reclutamiento de mano de obra.
Estas se hacen de dos formas, con asignaciones permanentes (yanas o mitimaes, no
me queda claro de quienes haba) y con temporarias (supongo que hace referencia a los
mitayos que trabajan por turnos, los llama también “pool general de tributarios
sujetos a reclutamiento”, los campesinos o hatun runa). Supongo que cuando dice
asignación permanente de trabajo se refiere a los mitmaq porque más abajo señala que
estos eran trasladados a discreción del inca y que se les daban tierras para subsistencia
(pero menciona que formaban una clase aparte de los otros tributarios de la provincia,
por lo que me hace dudar si no son yanas).
Dice que ambos grupos, los permanentes y temporarios, estaban organizados en
unidades decimales. Esto se ve porque sus autoridades reciben su nombre y su
prestigio de este entramado decimal, su jerarquía varía con relación a la cantidad de
gente que tienen a cargo (pacacha, waranga, etc.). Se los divide en rangos bajos y altos
de jerarquía. Dice que esta organización decimal fue una estrategia incaica para
garantizar eficazmente el reclutamiento de mano de obra, pero que también le
sirvió para unificar bajo un solo criterio la variedad de elites locales provinciales
de todo el imperio.
Comienza a analizar el caso lupaqa, dice que saca información de un quipu (que
contiene el último censo incaico) leído al visitador Garcí Diez. Dice que los tributarios
están organizados en sayas, las cuales comprenden un hunu (10.000 tributarios).
Quienes dan respuestas al interrogatorio son los curacas, descendientes de funcionarios
de la administración inca (Qari y Kusi, ambos con rango de hunu). Califican la
información que dan, la de tributarios, en categorías decimales (esta es la información
indirecta que recoge Julien), waranga, piska pachaka, pachaka, etc. Dice que en la
visita se nota un remanente de la jerarquía decimal incaica (curacas son descendientes
de funcionarios decimales incaicos).
Dice que hay una especificidad lupaqa, que este sistema decimal fue implantado en
centros urbanos de factura pre-incaica. Dice también que la división dual del territorio
lupaqa (hanansaya y hurinsaya) fue respetada por la organización decimal, ésta bien
podría ser originaria del Lago.
Compara las listas de asignación laboral de Chucuito y de Huánuco y concluye que
ambas regiones tienen una asignación laboral similar. Esto daría cuenta de que los
incas trataron de imponer una administración uniforme y equitativa.
En cuanto al rol del poder local, de las autoridades étnicas, dice que el mecanismo era
sacarle tributarios (entregarlos al inca en forma de trabajadores permanentes) para así
reducir su estatus en la escala decimal, y por lo tanto, recudir su poder. El poder de los
curacas estaba claramente en el control de la mano de obra. Dice que la proporción de
indios de trabajo permanente es también similar en Huánuco y en Chucuito.
En cuanto a la desestructuración de la dominación incaica en provincias, esta no es
inmediata, dice Julien que en algunas zonas los gobernadores incas
(Atunapocazgos) duraron 10 o 15 años pasados de la captura del inca. Argumenta
la autora que recién pudieron sacarse ese yugo los curacas cuando trabaron relaciones
con los encomenderos españoles, es decir, cambiaron su dominación por otra
(discutible).

Mary La Lone, “El estado inka en las tierras altas del sur: enclaves estatales
administrativos y de producción”.
Comienza con la caracterización de Garcilaso de la Vega sobre los incas como un
estado expansionista. La autora dice que para esa expansión fue necesario un cambio en
la organización de la tierra y del trabajo. La autora la califica como una economía de
movilización de recursos, e identifica dos puntos clave, 1) la expropiación de tierra de
las comunidades y el traspaso a manos del estado, 2) el trabajo de esas tierras con mano
de obra implantada permanentemente y originaria de otros lugares (mitmaq).
Intensificación de producción para satisfacer necesidades políticas del estado.
Como fuente toma las crónicas clásicas (Betanzos, Polo de Ondegardo, Cieza de León),
también toma documentos legales y pleitos judiciales por tierras del XVI.
Los mecanismos mencionados anteriormente, enclaves estatales de producción y
administración trabajados por mitimaes permanentes, fueron usados para aumentar la
capacidad productiva a niveles mayores que los de subsistencia. Esa acumulación de
bienes se redistribuyó de acuerdo a las necesidades del estado, fundamentalmente las
militares (alimentar a los ejércitos) y rituales (maíz). Esto quiere decir que los
excedentes necesarios para financiar las campañas militares y la expansión no vienen
del tributo en especie pagado por los hatun runa, sino que supone expropiación de
tierras de las comunidades a manos del Inca, y supone también un tributo en mano
de obra para trabajar esas tierras.
Diferencia entre enclaves productivos (ubicados preferentemente en los valles fértiles
donde se da maíz), y los enclaves administrativos (ubicados en zonas estratégicas ya
sea por comunicación, transporte, recolección de tributo o control militar). La clave de
este control estatal es la expropiación de grandes regiones de tierras para propósitos
estatales, y la movilización de cantidades sustanciales de trabajadores mitmaq para
servir en los enclaves. Expropiación de tierra a comunidades y tributo en energía
humana, bases de la expansión incaica.
Los enclaves de producción se establecen apropiándose del lugar, removiendo a la
población local e instalando una nueva (mitmaq) como mano de obra permanente.
Menciona el caso de Cochabamba, conquistado por Topa Inca Yupanki y puesto en
funcionamiento por Huayna Capac. Lugar donde se da maíz en grandes escalas, valle
muy fértil. Se trabaja con mano de obra multiétnica, los mitmaq son utilizados para
atender los depósitos estatales, y los mitayos para la siembra (único caso de los que
estudia en que se usan ambas categorías de trabajadores). Se menciona el reparto de la
tierra que hace Huayna Capac, los 77 suyus (franjas angostas transversales al valle),
menciona que se les asignan tierras de subsistencia a los mitimaes (uno o dos topus), la
cual complementan sembrando las tierras que sobran a las franjas estatales (los 77
suyus). En buena medida la producción maicera del valle de Cochabamba va destinada a
cumplir la necesidad estratégica del estado, la alimentación de los ejércitos.
Se analiza también el caso de Abancay, en estos enclaves estatales se recoge coca, ají y
algodón, y son trabajados por Guancas, Yauyos y Yungas, en calidad de mitimaes
permanentes, los cuales son reclutados a partir del sistema decimal. A los mitmaq
también en este caso se les da tierras de subsistencia. Y la producción del valle también
va a parar al ejército. Formidable capacidad de movilización.
En cuanto a los enclaves administrativos, dice que están ubicados en lugares
estratégicos de acuerdo a varios puntos; transporte, comunicaciones, recolección de
tributo, defensa del imperio, policía regional.
Analiza el enclave de Raqchi, en el valle de Vilcanota, sur de Cuzco. Las fuentes del
XVI lo laman Cacha. Es un centro administrativo, tiene muros altos, recintos cerrados,
lugares que podrían ser almacenes. Sería un tampu (posta) estatal en la ruta del
Collasuyu. Dice que no hay muchas fuentes, intentará su estudio en comparación con
otro enclave administrativo, el de Guaiparmarca y Ocomarca.
Asentamiento de Guaiparmarca y Ocomarca, a 16 km del Cuzco. Debajo de esas tierras
está ubicado el pueblo de mitmaq Guasao. La fuente que utiliza para su estudio es un
litigio del siglo XVI sobre los derechos que reclaman los mitimaes en las tierras de
Mayobamba. Hay dos posturas, una la de los mitimaes que afirman tener esas tierras
para subsistencia por orden del inca, y otra, la de los orejones o incas de privilegio,
quienes afirman que esas tierras eran del Sol. Sin embargo, lo importante de estos
litigios no son los derechos específicos sobre las tierras de Mayobamba, sino que
ningún litigante parece cuestionar el hecho de que los mitimaes posean tierras de
subsistencia dadas legítimamente por el inca. Es significativo también que los
mitimaes reclamen solamente esas tierras y no las del inca. Dichos mitimaes realizaban
trabajados de mantenimiento de los muros y de la administración, lo que permitiría
explicar el funcionamiento de la mano de obra también en Raqchi.
La autora destila una hipótesis, que el éxito del establecimiento de estos enclaves es la
relación recíproca por la que funcionaban, la entrega de mano de obra por los
mitimaes a cambio del acceso a tierras de subsistencia dado “graciosamente” por el
inca. Textual, “El poder del estado Inka de extraer y a la vez de proclamar su
generosidad, fue la fuente de su fuerza”.

John Rowe, “Las políticas e instituciones Incas en relación con la


unificación cultural del imperio”.
Analiza fundamentalmente las categorías de yanacona, camayoc y mitimae.
Dice que el poco tiempo de dominio incaico en las regiones de provincia (60 a 70 años
de dominio inca al momento de la conquista española) habría imposibilitado la
unificación cultural como una empresa pensada (no hay tantos elementos como para
pensar en una estimulación deliberada por parte del estado hacia la unificación cultural,
lo que no supone el éxito en esta materia de otras instituciones también estatales). A
pesar de esto, la figura de Inca serviría como un símbolo de identidad común
antiespañola. Dicha unificación cultural no habría sido un objetivo primordial de la
política incaica.
Los elementos centrales y más parecidos a un intento de unificación cultural son la
educación y el idioma. Las elites incaicas exigen a los nobles residir algún tiempo
en la capital y mandar a sus hijos a la corte inca a que aprendan el idioma y se
eduquen en la cultura estatal. También se exigía a la población (o al menos a sus
autoridades) a que hablen la “lengua general”, el quechua. Para entender esta necesidad
del estado de que se mande a los hijos de los nobles a educarse a la capital, es necesario
comprender la política inca de conservar las autoridades nativas y crear unas
donde no las hubiera. En buena medida la administración inca se apoya en esas
autoridades “intermedias” preexistentes.
Los tres estatus que describe el texto, yanacona, mitimae y camayoc son instituciones
mediante las cuales el Inca intenta interferir y cambiar las lealtades tradicionales de los
hombres andinos a su favor.
Yanacona, analiza solo los vinculados a la administración estatal. Los textos españoles
identifican yana con el vocablo español “criado” o “siervo”. El término yana se ajusta
al primero pero en su versión más antigua, ya que implica un deber de servicio pero
este puede ser una tarea de alto rango o estatus. De ninguna manera pueden ser
asimilados a esclavos o siervos medievales. Los yanas serían servidores personales que
desempeñaban un servicio honorable y que podían ser recompensados con cargos
administrativos de responsabilidad. También podían ser reclutados como cautivos de
guerra, esto no afectaba a su estatus. Dicho estatus de yanacona se heredaba. Pueden
ser destinados a trabajos personales para el inca, para nobles, para el culto o para las
momias de los incas pasados. Dice que los yanaconas representaban la mejor parte de la
población y que eran traídos de todas las provincias, teniendo solo en común su trabajo
para el inca (aquí radicaría el potencial unificador de la empresa).
Camayoc. Especialistas, oficiales. No están sujetos a mita (ni de trabajo ni militar).
Su estatus también es hereditario. Pueden trabajar en “su país” o ser trasladados,
generalmente es esto último. Pone el ejemplo de los alfareros de Cajamarca, se arman
ayllus de camayocs (el estado creando identidad). No están sujetos a la autoridad del
curaca regional, se les da tierras para subsistencia. Este reasentamiento lejos de sus
lugares de origen habría socavado las lealtades locales y fortificado su lealtad para con
el Inca.
Mitimaes. Hay de dos tipos, los administrativos (incorporados a la estructura regular
de la administración provincial), y el otro serían los mitimaes étnicos, colonos serranos
del Collasuyu enviados a cosechar a las tierras más bajas (costa y yunga). Estos últimos
permanecen bajo la jurisdicción del curaca de dónde venían, no pierden derechos en sus
ayllus de origen (control vertical). En Cajamarca se distinguen otro grupo, los mitimaes
que trabajaban directamente para el inca y no estaban simplemente adosados a la
administración provinicial. Los mitimaes étnicos del Collasuyu no son analizados por
Rowe en este trabajo.
Menciona al pasar las aqllas, las mujeres incas seleccionadas por el estado y utilizadas
para las políticas de alianzas matrimoniales. Dice que si estas novias eran
preferentemente adosadas a yanas, las familias yanas serían las que tendrían el
estatus más cosmopolita de todas, los más desarraigados de las provincias de origen
(esto podría ser contrarrestado con los datos fidedignos de que los yanas eran
trasladados si bien no con su grupo étnico, sí con sus familias nucleares).
Menciona también la religión. Dice que el estado estableció una religión estatal
teóricamente obligatoria para toda la población. Lo que se produjo fue un sistema de
santuarios locales, los cuales eran incorporados subordinadamente al panteón
incaico. Menciona las ceremonias de conquista seguidas de la captura de los ídolos y su
llevada al Cuzco para ser rendidos homenajes, virtuales rehenes.
Dice que uno de los mecanismos para la unificación cultural era irónicamente el respeto
de las autoridades locales y su incorporación a la estructura de dominación jerárquica
incaica.
Por ultimo menciona la desestructuración producida por la conquista. Cómo los
yanaconas y los camayocs quedan “solos” y “buscan” nuevos amos, los curacas o los
encomenderos españoles. Como los curacas “vuelven” a ser señores naturales de sus
territorios.

Nathan Wachtel, “Los mitimas del valle de Cochabamba, la política de


colonización de Huayna Capac”.
Lo que intenta hacer el autor es reconstruir la tenencia de la tierra en el valle
cochabambino antes de la invasión española, dice que el reparto de tierras es de traza
incaica. Para esto utiliza como fuente un pleito que llevan a cabo los caciques de
diferentes grupos étnicos aymarahablantes (Quillacas, Carangas, Soras) contra los
encomenderos por el dominio de las tierras que tenían en el valle, las cuales se las
había dado el Inca.
Dice que hay un primer avance sobre el valle por parte de Tawantinsuyu con la figura
de Tupac Yupanqui, padre de Wayna Qhapac, pero esta estaría caraterizada por un uso
militar de la fuerza de trabajo mitima. En cambio, ya con Wayna Qhapac la importancia
económica del valle, en tanto sustento alimenticio para el ejército, pasa a cobrar total
importancia. Aquí es la función económica de los mitima la que domina en relación
a su función militar.
Dice que los mitimas son traídos de todas partes del imperio, lo que califica el carácter
estatal de la empresa.
Wachtel menciona una polémica en torno a los Urus, estos eran descriptos por los incas
como “salvajes” pero nuevas fuentes indicarían que no eran simples recolectores, sino
que incluso tenían archipiélagos controlados por ellos mismos y probablemente
constituidos gracias a los repartos de Wayna Qhapac.
En el documento se mencionan varias chacaras que son repartidas a los indios
mitimaes. Estas son asignadas en cantidad de suyus. Wachtel hace un análisis lingüístico
de este término, dice que es tanto parte de trabajo como noción de estrechez, de
franja, tanto parte de trabajo como forma estrecha y alargada. Estos “suyu” serían
una práctica andina de reparto de la tierra, la cual se comprueba en el valle, la tierra está
repartida en bandas estrechas y alargadas, transversales al valle de un extremo a otro
(tienen diferentes climas y altitudes, van desde la montaña al río). Esta forma de repartir
la tierra sería una práctica auténticamente andina.
Se menciona que en las chacras hay interdigitación, hay distintas etnicidades en los
territorios. También se menciona que los que tienen más tierras están más cercanos
al valle (sobre la predominancia de los Soras, posible respuesta).
También menciona que las chacaras son divididas y subdivididas, que causa un
dualismo y una cuatripartición, también para el autor específicamente andino. Una
especie de división o clasificación simbólica del espacio, pero que tiene influencia
directa en las prácticas cotidianas (por ejemplo en el trabajo y en el reparto de las
cantidades de trabajo).
En cuanto a la organización del trabajo, hay dos categorías de trabajadores, los mitima
(perpetuos, vivían en el valle) y los mitayos (que venían de sus tierras a prestar su
servicio rotativo de trabajo). Wachtel lanza una afirmación en relación a la división del
trabajo, dice que los mitima estarían a cargo de las tareas de vigilancia (de graneros
por ejemplo), mientras que los mitayos se encargarían de las tareas corrientes de
producción (siembra, cosecha, etc.).
En lo que toca al destino de la producción, el maíz producido en las chacaras estatales
del valle estaba destinado a la alimentación del ejército. Aquí se evidencia el carácter
estatal y no privado (patrimonial del Inca) de las tierras del valle cochabambino. Si
bien se mencionan tierras “privadas” dadas a uno de los hijos del Inca, esta es
minoritaria.
En cuanto a la subsistencia de los mitimaes, a estos se les daba una cantidad de suyus
de tierra, la cual no alcanzaba para subsistencia (esta tierra era asignada directamente a
unidades domésticas, también se las asignaba a curacas) lo que se completaba con el
permiso de cultivar en los márgenes de las chacaras estatales, tanto “arriba” como
“abajo” de la franja transversal al valle.
El valle cochabambino es calificado por Wachtel como un “archipiélago estatal”,
parafraseando el control vertical de Murra asignado a los grupos étnicos y sus unidades
domésticas. Aquí los “colonos” son enviados a distintos territorios a cumplir las
necesidades de la maquinaria estatal (en este caso, comida para el ejército), en tanto que
la “complementariedad” no sería ya más ecológica sino de acuerdo a necesidades
estratégicas o políticas del Estado.
Por último, hace un estudio comparativo con otros sitios de colonización incaica para
averiguar las especificidades del valle cochabambino. Lo compara con el valle de
Yucay y el de Abancay. Dice que en los tres se encuentra interdigitación, es decir,
población multiétnica de mitimaes. En los dos valles utilizados para la comparación, la
tierra para subsistencia había sido dada a los mitimas individualmente, en calidad de
tupus, en cambio ya vimos que en Chochabamba esta entrega era nimia, predominaba
las tierras asignadas a curacas o el aprovechamiento de las tierras “sobrantes” estatales.
En cuanto al “título de propiedad” de las tierras que se trabajan, tanto en Abancay como
en Cochabamba estas son estatales, en cambio en Yucay las tierras le pertenecen al Inca
Wayna Qhapac a título personal. Es por eso que en este valle de Yucay aparece una
nueva categoría de trabajador, el yana.

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