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El cuzco estaba dividido en dos mitades, la mitad Hanan (alto) y la mitad Hurin (bajo).
Según Garcilaso de la Vega, la división corresponde a quienes fueron llamados a poblar
la ciudad por el Inca (la mitad Hanan) y quienes fueron llamados por la Coya (la mitad
Hurin).
Dualidad simbólica, alto y bajo, masculino y femenino, sol y luna, oro y plata, derecha e
izquierda, etc.
Hurin de Hurin
Hanan de Hurin
Importancia de los ceques, líneas imaginarias que salían desde el Coricancha (templo
del sol en Cuzco) hacia todo el territorio imperial, sobre la cual se ubicaban gran
cantidad de huacas. Estos ceques tienen importancia tanto sociopolítica, astronómica y
calendárica.
Los tres suyus Cuntisuyu, Antisuyu y Collasuyu estaban divididos a su vez en tres
partes por tres ceques. Estas tres partes se denominaban Qollana, Payan y Kayaw.
El centro del sistema clasificatorio de prestigio sociopolítico era el inca viviente. A
partir de él se trazaban las líneas de descendencia que, cuanto más cercanos, más
prestigio poseían. No tienen la misma importancia social los hijos, nietos y bisnietos del
Inca que los hijos de estos.
Teoría de una diarquía formulada por Zuidema y Duviols. Pueden ser aceptadas, en
principio, porque se atestigua que algunos Incas de la lista tradicional de los 12 podrían
haber existido, pero no muy lejanos a Pachacuti (9no Inca).
La lista tradicional de los 12 Incas no puede ser histórica, pero tampoco pueden
aceptarse sin miramientos las listas ofrecidas por Zuidema y Duviols. También se
descartan la teoría de María Rostworowski de los cuatro reyes Incas simultáneos.
De planteo de Parssinen se extrae que los únicos reyes incas que reinaron en el
Tawantinsuyu fueron los pertenecientes a la parcialidad del Qollana (Chinchaisuyu), el
cual compartió su poder en el Cuzco con sus otros hermanos, reyes menores de los
territorios del Antisuyu y el Collasuyu. Sin embargo, un argumento en contra de esta
tesis es que el sistema de ceques que dividió el Cuzco fue implantado por el propio
Pachacuti, de tal forma que habría podido alterar el prestigio social de sus hermanos con
el fin de justificar su accionar. Esto no se descarta, ya que sucede que muchas
sociedades usan modelos ideológicos de linajes para justificar situaciones puntuales y
actuales.
Según yo entiendo, habría tres grandes familias de Incas, los cuales tres hermanos
reinarían simultáneamente sobre tres de las cuatro parcialidades del Cuzco, pero solo
uno, el del Chinchaisuyu, ostentaría el título de Inca de todo el imperio.
El Cuzco estaba divido en dos mitades, Hanan y Hurin, a su vez estas estaban divididas
en otras dos mitades, Chinchaysuyu/Antisuyu, Collasuyu/Cuntisuyu (duplicación de la
dualidad, cuatripartición). Pero al mismo tiempo, esta estructura dual/cuaternaria,
se le sobreponía una división triádica, en lo referente al prestigio social/político. Se
dividia en Qollana (chinchaysuyu), Payan (antisuyu) y Kayaw (collasuyu).
Este relato de trashumancia tiene una particularidad especialmente andina. Los ayllus
errantes no eran cazadores recolectores, sino que eran pueblos agrícolas especialmente
preocupados por hallar tierras propicias para el cultivo.
Las panacas, junto con los ayllus protectores, forman la elite/aristocracia cusqueña, e
influyen fuertemente en las decisiones políticas. Hay 5 panacas de hurin y 6 panacas de
hanan en Cuzco.
Teoría de que las panacas poseen una estructura social matrilineal, y los ayllus poseen
una estructura social patrilineal. Evidencia de esto es que se encuentran en las fuentes
nombradas más panacas antiguas que sobrepasan el número de Incas de las listas. De
esta forma, cuando un Inca era entronado, no creaba una nueva panaca sino que se
mudaba a la de su madre.
Según los informes de Molina y Gamboa, se añaden dos panacas a hanan y tres a hurin,
dando un total de 8 panacas por partición, número común en los andes por tratarse de un
múltiplo de la clásica división dual y cuaternaria.
Leyenda de la guerra contra Los Chanchas. Mito con trasfondo de sucesos verídicos.
Forma de explicar y legitimar la realidad del incario.
Crónica de Betanzos adjudica las hazañas de la guerra contra Los Chancas a Cusi
Yupanqui, luego Inca Pachacutec. La crónica de Betanzos data del 1551. Según el
autor reflejaría un auténtico cantar inca de la panaca de Pachacutec, a la cual tuvo
acceso Betanzos a través de su esposa, la ñusta Añas Kollke.
La leyenda sobre la guerra contra Los Chancas cuenta que ante el inminente ataque al
Cusco, el Inca Viracocha (8avo inca, padre de Pachacutec) y su gente abandona la
ciudad, dejando en ella solamente a Cusi Yupanqui (Pachacutec) y a unos 7 jefes
militares más. A este joven se le aparece el dios Viracocha en sueños (influencia
europea, predestinación) y le profetiza su victoria en la guerra. De esta forma, en el
momento más crítico del enfrentamiento, unas piedras llamadas pururauca cobran
vida y se convierten en un ejército que derrota a Los Chancas. Es importante
destacar el papel de la curaca Chañan Cury Coca en la defensa de Cusco, mencionada
por Sarmiento de Gamboa.
Luego de la derrota Pachacutec sale a perseguir a Los Chancas hasta que logra hacerse
con el ídolo o guanca que representaba a Uscovilca, luego de lo cual los chancas se
refugian en Ichopampa. La última y final batalla contra los chancas sucede allí, pero
esta vez las filas cusqueñas se ven agrandadas por la ayuda de los curacas vecinos.
Como indicaba la tradición andina, Cusi Yupanqui se dirige a ver a Viracocha para que
éste camine sobre los despojos de los derrotados chancas en señal de conquista.
Viracocha decidió que Urco, su hijo y hermano de Cusi Yupanqui, fuera el que los
pisase, en clara señal de que él sería quien asumiría el poder. Esto disgusta a Cusi
Yupanqui, quien recoge los despojos y se dirige al Cusco, y tras pasar aireoso un
intento de emboscada por parte de Viracocha, entra a la ciudad triunfante.
Luego, al enterarse Cusi Yupanqui de que el Inca Urco estaba en Yucay, se dirigió allí y
junto a sus soldados le dieron muerte.
Confusión en las fuentes (crónicas) sobre quien es el sujeto que triunfa en la guerra
contra los chancas. Según Garcilaso de la Vega (+ Cobo, Anello Oliva), el Inca
Viracocha es el triunfador de las jornadas contra los chancas, mientras que para la
mayoría de los cronistas el vencedor es Pachacutec (Cieza de León, Las Casas, Polo
de Ondegardo, Sarmiento de Gamboa, Acosta, Gutierrez de Santa Clara, Santa Cruz
Pachacuti, Cobo, Calancha, Román y Zamora, Herrera).
Investigaciones arqueológicas confirman que fueron los chancas y grupos afines quienes
dieron fin a la hegemonía Wari en las zonas de Ayacucho, Huancavelica y
Andahuaylas. De esto se desprende una conjetura de Rostworowski: el nombre
“Pachacutec” que elige Cusi Yupanqui una vez que es Inca remite a una “revancha” por
un suceso legendario acaecido tiempo atrás (la destrucción de Wari a manos Chancas, la
destrucción de los Chancas a manos Incas).
Según Murra hay dos niveles de reciprocidad, entre ayllus (comunidades andinas)
unidas por lazos de parentesco, y entre ayllus y el Estado Inca.
Para la reciprocidad preincaica, crónica de Betanzos. Como el señorío inca no posee aun
fuerza suficiente, se ve obligado a recurrir a la ayuda de los señores vecinos para
emprender cualquier obra. Es necesario que los agasaje para que estos accedan a sus
“ruegos”. Les daba mujeres, ropa, objetos suntuarios, coca, etc. Es necesario para los
incas tener un monto de bienes en excedente para regalar a los señores vecinos a cambio
de su apoyo. El hecho histórico de la guerra contra los chancas entra aquí a jugar un rol
preponderante porque, al obtener los incas de estos sus tesoros, esto acrecienta sus
bienes excedentes y su capacidad de ser dadivosos con sus vecinos y de generar más
apoyo, por lo tanto, mano de obra para construir la infraestructura necesaria para la
expansión, más poder. Es la antesala del predominio incaico en el valle del Cusco.
Importancia de las primeras acciones de Yupanqui luego de los sucesos de los chancas.
Repartimiento de tierras, necesario para recompensar a las panacas afines a los incas y a
quienes habían luchado para su triunfo. Lo segundo fue pedir mano de obra a los
curacas comarcanos para construir depósitos de alimentos, factor esencial para
acrecentar el poder distributivo. Hasta aquí, el soberano inca no imparte órdenes tajantes
a los señores locales, su poder continúa siendo limitado. Sino que pide favores a cambio
de rituales y regalos. Es decir, la reciprocidad juega un papel esencial en la construcción
del Tahuantinsuyu (pag. 65).
El mecanismo contra los curacas que no cumplían con las demandas del Inca, y se
oponían a ellas con las armas, era el reemplazo de estos por yanayacu, yanas puestos en
el lugar del señor natural. La ventaja de este mecanismo es que el yana estaba obligado
a cumplir las órdenes del Inca sin ningún requisito ni don previo.
Dice que si bien las crónicas no pueden tomarse como relatos literales de la historia
inca, no deben descartarse y debe ser entendido como un compuesto de elementos
históricos y culturales. Esto sería resultado del uso político del pasado que hacen los
incas, modifican su historia para legitimar situaciones del presente (como casi todas
las sociedades lo hacen). Tanto la estructura como la historia son maleables.
La expansión comenzaría con Pachakuti, luego con Thupa Inka Yupanqui. Wayna
Qhapaq vendría a consolidar estos dominios, a ejercer control efectivo (hasta aquí
mayor extensión, desde Ecuador hasta norte argentino y Chile).
Luego pasa a describir el sistema político inca, lo califica como una monarquía (¿?),
luego describe las panacas, el mecanismo de la herencia partida, el acceso al trono del
“hijo más hábil”. La naturaleza del control real, el apoyo en autoridades locales
(curacas). Los mecanismos de dominación a partir de la reciprocidad y la
redistribución, el hacer parecer la dominación como una extensión de las
relaciones de reciprocidad (lo que no quiere decir un automático éxito, siguen
habiendo conflictos y rebeliones de poblaciones locales). Describe el sistema
decimal, las relaciones simbólicas y los lazos rituales que se construían entre el inca y
los señores locales para garantizar la dominación, cómo estos lazos debían renovarse en
cada nueva entronización de un soberano. Dice que todo esto vendría ya dado por un
patrón andino de estados u organizaciones anteriores (Wari, Tiwanaku, Chimor),
los incas modifican grandemente su escala, no tanto el diseño del sistema.
Pasa a describir la dinámica política, dice que la organización en buena medida está
apoyada en la práctica, se forja en ella. Dice que hay una constante competencia
facciosa entre grupos de élite, las panacas (descendientes del inca muerto, menos el
heredero). La lógica que rige a las sucesiones, lejos de ser algo regulado, está marcada
por la violencia, por dramas sanguinarios (quizás originados por esto del “hijo más
legítimo” o por la partición de la herencia, también por las campañas militares y el
poder que ganan los futuros herederos). Dice también que este sistema de panacas (las
10 panacas – linajes reales – que hay en el Cuzco cuando llegan los españoles) no son
de una vez y para siempre, están sujetos a reelaboraciones, incluso algunas pueden caer
en desgracia, como sucede al final de la guerra dinástica fatricida.
Luego se mete a describir las propiedades reales (“privadas”) de los incas. Están
concentradas en el Valle Sagrado (entre los ríos Vilcanota y Urumbamba). Dice que
están ubicadas en las mejores tierras y en distintos ambientes ecológicos. “Sus
productos fueron usados para sostener adecuadamente a los monarcas, en la vida y en la
muerte (panacas). También proveyeron riqueza y sustento a sus descendientes, y
sostenían sus actividades políticas y ceremoniales”. Dice que son obras de arquitectura
impresionantes, desvío de ríos y secado de pantanos, terrazas, andenes, represas, trabajo
en piedra, murallas, habitaciones, etc. menciona a Ollantaytambo, Chichero,
Quispiguanca. Serían más símbolos de poder y estatus que lugares de control o
producción económica.
Dice que incluso las crónicas son un género nuevo de escritura española, es la
“narrativa histórica española del pasado inca”, cómo ellos entienden ese pasado a
partir de lo que le dicen los propios naturales.
Dice la autora que la negación del plausible contenido histórico incaico en las
narraciones de españoles se expresa de dos maneras, una es a partir del rechazo de las
categorías descriptivas usadas por españoles (rey, imperio, señor, etc.) las cuales
forzaron la realidad andina en un idioma foráneo (Rostworowski). La otra versión es la
que dice que en esas historias no hay contenido fáctico sino que contienen codificada la
organización social del Cuzco y otros aspectos que ordenaban el sistema (perspectiva
estructuralista, Zuidema, Urton).
Rostworowski afirma que hay cierto sustrato histórico en los relatos, ni la existencia del
estado inca ni de sus gobernantes puede negarse. Hay otra visión que sostiene F. Pease
la cual niega la existencia de una “historia” andina, dice que los españoles dieron una
historia a los Andes aplicando sus propios cánones. Una tercera está representada por
Zuidema, el lee los mitos como información codificada sobre la organización o el
conocimiento local, piensa que dicha organización social es inmutable
(estructuralismo), lo cual hace que el relato pierda toda historicidad, le niega la función
social a la historia, la legitimación de un tiempo presente y de un poder político.
Dice Julien que “las narrativas históricas españolas incorporaron fuentes que
reflejan una conciencia histórica inca”. De allí deviene su capacidad de ser usadas
como fuentes históricas (se refiere a las crónicas, en este caso de segunda mano, en ellas
habría que buscar las voces andinas). Dichas narrativas no son un género
estrictamente europeo, ellas son creadas en el Cuzco en el XVI y el XVII. Rastrear
los géneros incas que sirven de fuente a las crónicas españolas.
Dice que hay tres tipos de soporte de las fuentes incas. Los kiphus (capaces de registrar
relación temporal entre los eventos), lo que se recita (memoria oral, lo asimila a los
cantares españoles), y las tablillas de madera pintadas. Son las fuentes incas que
alimentan las crónicas españolas. Dice Julien que hay que hacer una arqueología de las
fuentes materiales, buscar en ellas, rastrear las voces andinas/incaicas. Importancia del
cruce documental, la coincidencia en varios datos en distintas crónicas puede revelar
incorporación de géneros incas. A partir de esto es que se busca ver si el proceso de
transmisión cultural se corta o no a partir de las mismas fuentes españolas.
Toma como supuesto que los historiadores españoles antiguos toman las fuentes en su
integridad, que trabajan como historiadores modernos. Al respetar la integridad de las
fuentes es posible que transmitan mensajes que ellas guardaban (mensajes
prehispánicos). Se busca acceder al género inca que funciona como fuente (en el sentido
moderno) de las crónicas españolas.
Se pregunta Julien “¿Qué propósito perseguían los incas al crear y transmitir versiones
peculiares del pasado dinástico?” y lo que encuentra es que esas genealogías se rigen
por la lógica de descendencia a partir de Manco Capac, y lo que se busca probar que
se transmite es el estatus de capac (lo cual respondería a una lógica dinástica
prehispánica). La descendencia en Andes es arena de disputa, en ella el pasado es
utilizado para legitimar el presente (visión bastante actual).
El soporte del género genealógico inca fue generalmente la historia pintada en las
tablillas de madera. Un género de fuente inca es ese, el genealógico. El otro es el género
de historia de vida (este se ve en Betanzos claramente, centrado en la vida de
Pachacuti). Lo que se busca es poder leer esos géneros incas y recuperar el
conocimiento que tenían los incas de su pasado. Géneros de fuentes incas, el
genealógico y el de historia de vida.
Sobre qué es o significa capac, Betanzos da una definición algo vaga, dice que “quiere
decir un ditado mucho mas mayor que rrey”. Huayna Capac con estatus de capac más
fuerte que el resto, se le transmite por padre y madre. Se historizan los matrimonios,
dice que empieza casamiento entre hermanos con Manco Capac, luego hay período de
casamiento con mujeres de otros grupos no-incas, y luego se vuelve a este patrón de
casamiento incestuoso con Topa Inca, del cual sale Huayna Capac.
La distinción al interior de grupo inca requiere de cálculo genealógico, cuan capac son.
En esto entra la importancia de la sangre materna, el matrimonio entre hermanos sería
una forma de reigeniería social, de redefinir reglas de juego y atribuirle a un grupo
selecto la carta ganadora. Dice que este cambio de la práctica de filiación debe ubicarse
como suceso en un contexto histórico, como una intervención en la historia para
legitimar el presente. Para la autora Betanzos no incluye la práctica inca en un marco
general más amplio (este es el de la consideración española de la descendencia y la
primogenitura por ejemplo, ni tampoco la mera adaptación de la historia inca a criterios
dinásticos españoles para hacerla comprensible).
Dice la autora que en argumentos sobre genealogía pueden verse lógicas de cálculo de
descendencia (cálculo de estatus de capac).
Con Toledo el reconocimiento a soberanía inca se termina. Este dice que el último inca
legítimo era Huascar (el doceavo), y de esta forma desacredita todos los reclamos de los
hijos de Huayna Capac (el onceavo) incluyendo a Paullu y a Manco, ni los hijos de
Atahuallpa. Parecería que Toledo entiende la lógica de sucesión incaica.
Relación mito e historia que hay en los relatos incaicos, dice que es una suerte de
recuerdo colectivo de tiempos más antiguos.
Hace una advertencia metodológica, los jefes de las panacas llevan el nombre del inca
muerto, por lo que esto podría haber llevado a confusión a los cronistas, que mezclen
tiempos o personajes.
Las crónicas no son fuentes históricas para Pease, revelan cierto contenido de
memoria social o colectiva, también acuerda con Zuidema al decir que los mitos
brindan información valiosa en relaciona cómo se estructura y organiza la sociedad.
Dan modelos de orden y jerarquía. Para Pease las crónicas son “un ordenamiento
ideal organizado bajo categorías mítica”.
Hay una vinculación fuerte entre Pachacuti y Manco Capac, como una suerte de
reactualización del ciclo vital (ambos creadores de mundos nuevos, de reglas,
reordenadores) o de recomenzar de los tiempos asociada a la figura de estos dos
creadores primigenios. Pachacuti sería una reactualización de la figura de Manco Capac.
Pasa a incluir en el análisis las visitas y los documentos más “fríos” de la administración
colonial. Menciona varias veces las visitas a Huánuco y a Chucuito que utilizara Murra
para sus casos. Dice que esas fuentes burocratizadas y estandarizadas pueden brindarnos
información que tenga más que ver con la vida cotidiana de la gente, con el modo en el
cual organizaban la vida las poblaciones campesinas. Brindan información sobre la
adecuación de la gente a la ecología de los Andes, sobre el aprovechamiento de
recursos, sobre la actividad redistributiva del estado, sobre el resto a la reciprocidad
bajo la estructura estatal. Estas fuentes pueden acercarnos a responder preguntas tales
como la relación entre el Tawantinsuyu y los grupos étnicos locales (por ejemplo en su
relación “tributaria” o a nivel de autoridades).
Las visitas consisten en interrogatorios que llevan a cabo funcionarios coloniales a las
autoridades étnicas, visitan el territorio también. El para qué son pensadas o qué
preguntas buscan responder esas visitas, la administración las emplea para tener
información sobre territorios y sus habitantes, para regular tributos, para precisar límites
jurisdiccionales. A partir de ellos se puede aproximarse al entendimiento de la vida
campesina. Las preguntas van dirigidas a temas como demografía, demarcaciones
territoriales, producción, tributación durante el incario, mecanismos de control del
poder, complementariedad ecológica (control vertical). Visita de La Gasca 1549, visita
de Toledo 1570-75 (sobre qué recursos tienen los señores étnicos).
Pease hace un rescate de las visitas en tanto fuentes, nos sirven para estudiar tanto la
población prehispánica como la preincaica. Brindan información sobre qué recursos
tenían las comunidades y cómo los utilizaban. Revelan también cuestiones de
organización y de estructuración social (parcialidades, autoridades).
Dice Pease que para recuperar la vida cotidiana de los grupos étnicos es necesario
propiciar el cruce documental entre crónicas y visitas (dos tipos de fuentes de
diferente factura y lenguaje). Un ejemplo de esto es el análisis de mito de inkarrí y la
tira de piedras con las informaciones que bridan las visitas del XVI (arrojar piedras,
modificar geografía, capacidad de movilizar la población (mitmaq) para cambiar esa
geografía, cuanto tributo en energía humana entregaban las comunidades al estado). El
poder en este caso es visto no como centralización sino como capacidad de dispersar a
la población para cumplir las necesidades del Estado.
Hace una nueva crítica a la historicidad de las crónicas, dice, muy contrariamente a
Julien, que ni siquiera los relatos incas que hacen de fuentes a las crónicas están regidos
por criterios históricos, no son sino mitos, revelan concepciones místicas (cosmovisión)
y organizativas de la sociedad (por ejemplo la cuatripartición).