Resumen América 1, unidad 2 andes, surandino (Collao y Charcas, Tucumán, Chile).
Thérése Bouysse Cassagne, La identidad Aymara, capítulo IV, “Del
espacio del grupo al espacio individual”. Comienza dando un pantallazo sobre la estructuración segmentaria aymara, sobre las nociones de suyu, hanan y hurin, urco y uma. Dice que partir de la fuente que describe las capitanías de mita de Luis Capoche (1585) que se atestigua por primera vez la división aymara del territorio surandino, entre Urcosuyu (lo alto, lo masculino, viril, guerrero, triunfo, sólido) y Umasuyu (lo bajo, lo femenino, lo acuático). Esta sería una diferenciación tanto espacial (corresponden a las alturas de los territorios) como simbólica. El famoso mapa que realiza Bouysse Cassagne lo saca de esta fuente de Capoche, ella asimila los territorios que comprenden las capitanías de mita a los antiguos “señoríos” (curacazgos) aymaras. Dice que en la zona lacustre los señoríos son bipartitos (Collao), sus mitades se hallan a ambas márgenes del lago Titicaca, mientras que bajando hacia la región de Charcas, cada grupo étnico o señorío toma para sí, o se identifica con, una de ambas categorías (urco y uma). Dice también que las divisiones cobran sentido ecológico al estar relacionadas la puna con urco y el valle con uma. Continúa hablando de la economía agro-pastoril del altiplano, la importancia del chuño como alimento predilecto de las alturas, también la importancia del ganado auquénido, de los lugares de almacenamiento de la producción, etc. menciona como importante la adaptación al frío que hacen los aymaras de su vida. Define como hábitat nuclear uno en la puna. Menciona que estos “señoríos” aymaras tienen su apogeo en el tiempo del auca runa (Intermedio Tardío (1300-1450), un tiempo belicoso previo a la llegada de los Incas a la región. Dice que estos grupos étnicos son belicosos, lo que se atestigua en la resistencia que ofrecen al inca, y también en cómo luego son utilizados como soldados por el incario (los mismos aymaras se describen como guerreros, dicen que su única prestación es esta la guerra- prestigio). Ya que el surandino es un contexto multiétnico, los aymaras se definen en contraposición con otros grupos, los Urus y los Pukinas. Lo mismo al interior del grupo, las identidades urco y uma se forjan una a otra, constituyen un “espejo” para la identidad de la otra, en la medida que son opuestos metafóricos (y espaciales). Estas diferencias se ven claramente en las ceremonias religiosas, los lugares de culto (valle – lago – montañas) y la composición de los sacrificios (y su forma de realizarlos, incineración – urco e inmersión – uma) determinan las distintas identidades urco y uma. Menciona el Titicaca en tanto taypi para los grupos aymaras, es una zona intermedia, de equilibrio, es el medio entre las fuerzas centrípetas y centrífugas, el cual asegura la mediación. Esta noción de equilibrio es fundamental en la lógica aymara, y el lago viene a ser su representación, pero también su significación (el lago no es solo reflejo de una elaboración intelectual, sino que es tomado como fuerza vital). El lago también es el eje que determina la bipartición de los señoríos (en el Collao), es el punto intermedio entre la puna y el valle (incluso por su microclima se dan cultivos de ambas alturas). En torno a este eje bipartito espacial (puna-valle) se da una diferenciación en lo que corresponde a los valles amazónicos (al este, tierras bajas, manca yungas) y los valles pacíficos (alaa yungas, tierras de arriba, oeste). Alaa yungas son altos en cuanto a su cercanía con urco, en cambio, manca yungas son bajas en tanto su cercanía con uma. En lenguaje simbólico, las alaa yungas serían tierras altas (por su cercanía a urco) y bajas (por su altura), mientras que las manca yungas serían tierras doblemente bajas. POSIBLE MODIFICACIÓN DEL MODELO DE CONTROL VERTICAL EN EL SURANDINO. Estas relaciones de reciprocidad simbólica podrían modificar el sistema de archipiélagos verticales propuesto por Murra, en tanto que habría una preminencia por parte de los urco a elegir tierras de los valles alaa yungas (por ser altos en términos simbólicos) por sobre los manca yungas. Se filtra una nueva categoría a tener en cuenta para lograr el control vertical, aparte de la complementariedad ecológica, la complementariedad o preferencia por tierras de cercanía simbólica (página 230). Luego entra a explicar los rituales de pasaje, importa que la identidad individual y la social se complementan, una no es sin la otra. Menciona la figura del tío materno como de importancia, este simboliza a la madre masculina, “el rito constituye el paso de la madre biológica por mediación del tío materno (madre masculina) a la tía paterna (padre femenino)”. Menciona también los vestidos, estos serían operadores iconográficos que expresan identidad de los grupos. Por último, analiza cómo el dualismo aymara entra en juego y se modifica la estructuración con la llegada e incorporación del territorio surandino al dominio incaico. Tanto urco como uma quedan asimilados a la región Collasuyu, las alaa yungas al Cuntisuyu y las mancas yungas al Antisuyu. De la misma forma, el taypi se modifica, pasa del Titicaca al Cuzco. Esta desestructuración modifica las categorías de alto y bajo y el consiguiente entramado simbólico y jerárquico. Un ejemplo, urco, arriba y a la derecha en el sistema aymara forma parte ahora (en el incario) del Collasuyu, de modo que se vuelve abajo y a la izquierda. Se nombran todos los mitos de origen que intentan ligar a la región del lago con el Cuzco. También se hace mención del ritual de la capacocha. También el camino del inca. También la política de colonización a partir de mitimaes estatales. Dice que tanto el dominio cuzqueño como el castellano no anula las divisiones aymaras, pero las absorben dentro de sus propios sistemas.
John Hyslop, “El área lupaca bajo dominio incaico, un reconocimiento
arqueológico”. Banda suroccidental del lago Titicaca. Lupacas, región ampliamente conocida por las fuentes históricas, visita de Garcí Diez de San Miguel, 1567. Analiza yacimientos en los cuales identifica un patrón de macro asentamiento (de población) Chucuito- inca. El período promedio de estudio es entre 1450 y 1532. Se identifica un núcleo poblado en altura, entre el pueblo de Chucuito y el río Desaguadero. Este núcleo sería el asiento del control político, de producción de alimentos, y el principal centro poblado. Al mismo tiempo el “reino” lupaca mantenía control de “islas” en ambas vertientes del valle, pacífico y amazónico. TÍPICO PATRON DE ASENTAMIENTO ANDINO, control vertical, núcleo en altura. La mayoría de los cronistas españoles están de acuerdo en que existió una alianza lupaca-inca, la cual sería preexistente a las grandes conquistas sobre el Collao, es decir, previo a la década de 1530 (por eso es que los lupaca no son nombrados en los relatos bélicos). Lo que falta dilucidar es el carácter de esta alianza, si era entre iguales o escondía subordinación. No obstante, las fuentes indican que la influencia incaica en los lupaca era profunda, adopción de estilos cerámicos, comunicación, política de asentamiento (mitimaes). Relación tributaria, auquénidos, ropa y hombres (guerra). Hyslop dice que la mayor y más evidente influencia incaica en los lupaca es el cambio en el patrón de asentamiento (MAYOR INFLUENCIA INCAICA EN LUPACAS), dicho cambio involucraba el abandono de los pueblos en la cumbre fortificada, y el establecimiento de nuevos pueblos en las llanuras agrícolas más bajas (valles- yungas). Esto se confirma en la prospección arqueológica. Luego menciona la política de asentamiento urbana, las “cabeceras”, también las relaciona con la influencia incaica, casi todas se ubican cerca de los caminos incaicos. Chucuito es lugar importante para los incas. Lo que hace Hyslop es un cruce entre las fuentes etno-históricas (crónicas, relaciones) y la arqueología, por ejemplo, identifica un sitio por la descripción que hace de él un español de la cercanía de una montaña (página 64). También se encuentran sitios con actividades especializadas (picapedreros, alfareros, pastores, asistentes reales, plateros). Algunos de esos especialistas tenían su origen en la política estatal incaica de traslado de población (mitimaes). Hace una advertencia en cuanto a los tipos de cerámica y qué significa su utilización. No es que los lupaca utilizaran exclusivamente cerámica Chucuito y que los incas utilizaran cerámica inca, en este caso, la presencia de una u otra, o su preponderancia, debe tomarse de forma crítica. Lo que sí se atestigua es que la cerámica es representativa de los grupos étnicos, forma parte o es reflejo de su identidad. Dos observaciones finales que hace, una sobre la relación simbiótica entre la elite lupaca y la incaica, ya que puede ser que los incas reforzaran el poder de la élite lupaca a cambio de la lealtad lupaca al imperio incaico y de la contribución de soldados o ropas. Este mutuo apoyo se evidenciaría en el crecimiento de la construcción de las chullpas de los señores étnicos lupacas, estas son de mayor tamaño que las del tiempo preincaico. Una última tiene que ver con la continuidad del uso de la puna para estas poblaciones, aunque su patrón de asentamiento cambiase, las tierras altas seguían siendo sumamente importantes, en ellas se daba papa y eran utilizadas para pastoreo (dos indispensables de la vida en el altiplano). Tristan Platt, “Entre ch´axwa y muxsa, para una historia del pensamiento político aymara”. Realiza un análisis bastante profundo de la terminología aymara y cómo esta se filtra en el lenguaje europeo e incluso en el de hoy en día. Su fuente principal es el diccionario de Bertonio (principios de XVII). Lo que hace Platt es una historia del pensamiento político aymara, ve como éste está basado en las nociones de equilibrio y de justo medio, y también observa cómo los aymaras reinterpretan las categorías de los gobiernos que se imponen sobre ellos (Inca, Rey, República) a partir de sus propios conceptos y lógicas. Ve cómo resisten y resignifican la dominación, con e Inca-Rey y luego con la República (XIX). Comienza ilustrando las formas de organización típicas de las confederaciones aymaras, control vertical, interdigitación, estructura de control territorial transversal, control directo de territorios a partir del envío de colonos permanentes, valor simbólico entre las diferentes tierras que componen el territorio (Urco-Alaa Yungas / Uma-Manca Yungas), divisiones y jerarquización simbólica del espacio (Urco y Uma, Majasaya (hanan) y Alasaya (urin). Menciona el sistema segmentario, confederaciones, federaciones (grupos étnicos), mitades, parcialidades, ayllus, unidades domésticas. Dos niveles segmentarios, entre confederaciones (urco y uma) y al interior de los grupos étnicos (hanan y urin). Sobre el control jurisdiccional territorial discontínuo, interdigitación (en un mismo territorio hay población que “responde” a diferentes autoridades étnicas). Los principios duales que regían la organización interna de cada grupo son expandidos a las franjas transversales, lo que da como resultado una fuerte integración, sin la necesidad de una burocracia fuerte. Importancia del control jurisdiccional disperso, autoridad no se ejerce sobre un territorio sino sobre población dependiente (la cual puede o no habitar en el mismo territorio). Paralelo con el entreveramiento de territorios en Mesoamérica. Importancia de la violencia, aymaras catalogados como awqa (o auca), guerreros, esa belicosidad comunicada por los incas no sería otra que la propiciada por la organización dual, violencia ritualizada con fines de integrar el conflicto al interior de la sociedad, y buscar el equilibrio (tinku). Las alianzas llevadas a cabo en el tinku están relacionadas con los niveles de segmentación. Los tinku se diferencias de los ch ´axwa, los cuales son enfrentamientos en las fronteras inter-étnicas. Los ch´axwa están asociados a un acto de labranza, donde se plantea una actitud activa de un grupo sobre el otro, similar a la lógica de vencedores y vencidos (CH´AXWA, entre grupos étnicos diferentes), se deja de lado el equilibrio para forjar la voluntad de una sola parte. Se transforma la situación de igualdad del tinku para dar paso a una relación de antagonismo. Modelo histórico (etapas de desarrollo) propuesto por Platt, del ch´axwa al tinku, es decir, de la época de los awqa runa a la de los señoríos aymaras integrados en el Tawantinsuyu. Tinku como resocialización, como el paso de lo pre-social. Importancia de la (re)negociación permanente de los límites de la autoridad, es en ese comportamiento aymara que se basan sus actitudes frente a los estados que se imponen sobre ellos. Hay algo que dice cuando comienza el apartado y tiene suma importancia, tiene que ver con la intensidad del cambio histórico que se da en las sociedades aymaras previas a la colonia. Estas no son estáticas ni “entran en la historia” con la llegada de los europeos a América, sino que poseen su propia historia y su tiempo de cambio, son sociedades dinámicas que están en movimiento y transformación desde antes de la invasión. Hay una base cultural común para la inserción aymara en el Tawantinsuyu, el dualismo (hanan y hurin). Influencia del mercado potosino en la colonia. Diferentes concepciones de tributo, castellano y andino. Comienzo de debilidad de autoridades étnicas (por incapacidad de cumplimiento de obligaciones reciprocitarias). Esta debilidad es también producto de la fragmentación de las confederaciones aymaras, de la desestructuración que conlleva el reparto de población y el cambio de jurisdicción de los antiguamente sometidos a los señores étnicos (lo que conlleva también pérdida de territorios). Importancia de potosí como polo de atracción de población indígena mitaya, pero también es polo de atracción su mercado (demanda minera). Hay relaciones entre los vocabularios guerreros (utilizados para el tinku) y el contexto mercantil. La noción de precio justo tiene un dejo militar en el sentido de “ajuste de cuentas”. También hay un choque en lo relativo a la jurisprudencia, la española se resumía en el sistema de las dos repúblicas, pero para los Aymaras, el “pacto colonial” o la relación entre indígenas y rey castellano se basaba en un flujo generoso en el sentido inverso, en tanto que el rey recibía el tributo debería, como lo había hecho el Inca anteriormente, reconocer los derechos de posesión de tierras a los grupos étnicos. Por eso es que los indígenas defienden el pacto colonial, les asegura el acceso a tierras y a subsistencia. Esto es muestra de cómo los indígenas reinterpretan las categorías europeas de acuerdo a su propia lógica e intereses. Por último, se mete a describir la transformación del accionar de los mallku en grandes mercaderes en el período republicano, dice que están influenciados por una lógica individualista de maximización del propio beneficio y dejan de lado la noción de precio justo y de bienestar de la comunidad. Termina diciendo que la mayor amenaza para las comunidades andinas aymaras fue la república, por el intento de uniformización ciudadana y territorial, al intentar imponer el Catastro chocaban contra lo que era la base de la legitimidad política establecida en el pacto colonial (el reconocimiento de derechos propietarios comunales). Como conclusión pone una frase que ilustra todo el capítulo, “el subdesarrollo de las instituciones autónomas del Estado (liberal republicano) puede vincularse con las normas que orientan el comportamiento “correcto” de un Estado en el pensamiento político Aymara”, es decir, no abuso de poder, reparto equilibrado de autoridad, negociación de la misma, etc.
Axel Nielsen, “La edad de los auca runa en la Quebrada de Humahuaca
(Jujuy, Argentina)”. Su tesis principal es que el conflicto, la guerra, puede ser un catalizador de desarrollo y de aumento de complejidad sociopolítica. Ubica su estudio en la quebrada de Humahuaca, en los períodos de Desarrollos Regionales I (900-1200), PDR II (1200-1430, conquista inca) y período Inca (1430-1536, invasión española) (aprox. 900- caída de Tiwanaku – 1536 – llegada de europeos). Estos conflictos preincaicos modificarían las sociedades andinas, estas no serían las mismas que dos o tres siglos después visitarían los españoles. El porqué de la guerra como propulsor de complejidad sociopolítica lo ve en la definición misma de guerra como un estado de inseguridad en el que los grupos involucrados se sienten amenazados por un enemigo. Este estado de inseguridad sería una precondición para la complejidad social (hábitat concentrado, intensificación de la producción, aumento de tácticas defensivas y armas para guerra, etc.). Tres zonas productivas en la quebrada de Humahuaca, 1) los fondos de valle (3100 msnm) donde se da maíz, poroto, ají y calabaza, 2) las porciones medias y altas de las quebradas cercanas, la cabecera del valle troncal y los piedemontes de las sierras (3100- 3600 msnm) donde se da papa, oca, quinua, kiwicha, y 3) laderas de las montañas, pastoreo y caza. Cambio en el patrón de asentamiento en el Período de Desarrollos Regionales, hábitat concentrado (el cual sigue en el período incaico) y crecimiento demográfico. En el período de desarrollos regionales II se ve un abandono habitacional de las regiones de altura y un descenso hacia el valle del Río Grande. En el mismo período se asiste a una intensificación productiva, también un aumento del tráfico caravanero. También hay explotación pastoril. Es necesario decir que esta intensificación productiva implicó el abandono de otras zonas susceptibles de explotación, por lo que debe verse a dicha intensificación como una respuesta a la concentración de la población. Se menciona también una cierta división del trabajo, en el sentido de que distintos grupos realizaban tareas como pastoreo, explotación agrícola o caravaneo. Esta división contribuye a una integración regional – creciente interdependencia entre unidades sociales para la satisfacción de necesidades materiales básicas. Estos intercambios podrían darse incluso con pobladores ajenos a la quebrada (caravaneos). En cuanto a la complejidad sociopolítica, se va de una estructura dominada por el parentesco en el Formativo, pasando por un aumento de densidad y tamaño de los núcleos poblacionales en el Desarrollos Regionales I. En el medio se abriría un período de competencia por prestigio (evidenciada en el ritual mortuorio) que daría como resultado la concentración demográfica y la estratificación social característica del XIII- XIV (Desarrollos Regionales II- etapa inmediatamente anterior a conquista inca). Este aumento de la complejidad podría atestiguarse por ejemplo con la aparición del culto a los ancestros, en relación al ayllu como base de la organización social (grupo que se alinea con relación a un antepasado común y que su pertenencia determina acceso a recursos). Esto abre una posibilidad a diferenciación social a partir de la distinción jerárquica de sepulcros, lo que daría como resultado una “economía de prestigio” donde se daría una competencia por los bienes suntuarios, contribuyendo a la complejización de las relaciones, y a un establecimiento de un “estilo internacional” o inter-regional en un marco simbólico de prestigio de las elites circumpuneñas. Todo lo habla en lógica individual, el prestigio acumulado y las evidencias arqueológicas (tumbas y ajuares funerarios) vendrían a significar el prestigio de un individuo, pero también pueden ser vistos como emblemas comunitarios en tanto engrandecimiento de un antepasado mítico que hace a la identidad de un grupo (ACUTO). Con la llegada del inca se producirá un cambio en esta jerarquía, con desplazamientos de antiguos centros de poder a lugares favorecidos por la cercanía a los intereses incaicos, y también hay un cambio en los marcos de legitimación de la desigualdad, incorporación de ritos imperiales (lo que ven los cronistas españoles). Período de Desarrollos Regionales, patrón de asentamiento defensivo, en altura (difícil acceso) y con visibilidad (comunicación con el resto). Los Pukaras de esta época no son tales en sentido estricto (fortalezas) sino asentamientos de difícil acceso (fácil defensa). Contra la lógica imperante, los sitios más grandes y poblados serían los más fáciles de acceder ya que la defensa estaría dada por el mayor número de gente más que por el difícil acceso, en este sentido, complejos habitacionales pequeños serían los que estarían situados en los lugares más fáciles de defender, como forma de compensar su desventaja numérica. Hace una referencia ligera a las cabezas trofeo y al cambio en las puntas de flechas (diseñadas no tanto para caza sino para defensa). En cuanto a quienes eran los enemigos de los pueblos de la quebrada, los conflictos no son intrarregionales, no entre “vecinos”, sino con gente extraña a la quebrada. Esto no implica que haya ausencia de conflicto al interior de la quebrada (argumento contra pax incaica). En cuanto a las CAUSAS de la guerra, no es competencia por recursos por aumento demográfico en la zona, tampoco es por hacerse con el tráfico caravanero, tampoco por la caída de Tiwanaku. La causa principal sería la SEQUÍA que afecta a los pueblos del altiplano sur o de la puna seca, los cuales se ven obligados a bajar hacia la quebrada y presionar sobre esos pueblos en busca de recursos. El enfrentamiento entonces sería entre estos pueblos de altura y los ya existentes habitantes de la quebrada. CONSECUENCIAS, intensificación de la producción, deterioro (no termino) del tráfico interregional. Guerra como fomentadora de integración política al interior de la quebrada, concentración del poder y estratificación social. Guerra crea estado de circunscripción social, es ámbito propiciatorio para acumulación del poder, líderes militares que ganan prestigio por la defensa de sus comunidades y se perpetúan en el poder y más allá de sus poblados.
Felix Acuto, “Fragmentación vs. integración comunal: Repensando el
Período Tardío del Noroeste Argentino”. El autor intenta hacer una revisión de la tesis clásica sobre el NOA como una zona, en el Período Tardío (1000-1450), de conflicto, desigualdad y estratificación social. Su propuesta es cambiar de enfoque metodológico, alejarse de las visiones de “vuelo de pájaro” para pasar a analizar las relaciones y las acciones humanas en la cotidianidad, y también ver cómo las nociones de materialidad y espacialidad (cultura material) modifican y condicionan el accionar de los sujetos. También se aleja de la visión de la cultura material como un mero reflejo de las relaciones sociales (verla en términos funcionales o como subproductos o reflejos pasivos de la organización social y del grado de complejidad política y económica). Su enfoque metodológico está vinculado a las nociones de teoría social, poner el acento en las prácticas de los sujetos, en su agencia (de todos los sectores sociales y no solo de la élite), prestar atención a la relación dialéctica entre estructura y agente. También mete en su análisis nociones que tienen que ver con no considerar al entorno material (objetos, paisaje) inertes sino como capaces de formar e incidir en la propia cultura material de los sujetos. Lo que intenta principalmente es reconstruir la vida cotidiana, el accionar de los sujetos (praxis) en esos pueblos del NOA más que un análisis estructural y estático de construcciones habitacionales y demás. Lo principal que intenta rebatir es la idea de que estos poblados del NOA estaban dominados por jefes (sociedades de jefaturas – estratificación social), en buena medida basadas en diferencias de tamaño de las construcciones, las cuales no se evidencian en todos los poblados. Dice que la guerra tampoco es un vehículo que sirva para la acumulación de poder (contra Nielsen). Va contra la tesis de la especialización (en cerámica, por ejemplo), significaría un uso de mano de obra por parte de una élite que consume ese producto, o bien que otra parte de la población mantiene económicamente (es decir produce los alimentos de) a otra clase que se especializa en la producción alfarera. También implica la existencia de talleres o lugares específicos para realizar esa tarea, separados de las unidades domésticas. Lo mismo para la metalurgia. Dice el autor que hay pocas evidencias para sostener que la especialización esté difundida en el período tardío del NOA. Otra idea que esto implica es que el acceso a los bienes susceptibles de manufacturar es restringido, eso no es así para Acuto. Dice también que la cerámica y la metalurgia es de tiempos anteriores al Tardío, y no se entendería porqué esa práctica ahora y no antes es sinónimo de especialización o complejidad social. También critica la noción de intercambio, esta no estaría ligada únicamente a necesidades económicas, implica también necesidades religiosas, ideológicas, políticas y de reproducción social. Se mete con los enterratorios, clásicos argumentos para determinar estratificación social. Dice que tener en cuenta únicamente la estrategia política de la elite es sacarle agencia a los demás sectores sociales. Dice también que las prácticas funerarias estuvieron más bien relacionadas con la esfera doméstica, por tanto, con la reproducción social y simbólica de las unidades domésticas y de los linajes, más que con procesos políticos (ligados a la búsqueda de legitimidad de las elites). Otro punto, los almacenamientos y el producto del trabajo apropiado por una elite parasitaria. En ese caso, deberían haber lugares de almacenamiento centralizado. Estos no se encuentran en el Tardío del NOA, sino que más bien los almacenes están ligados a las unidades domésticas. Tampoco hay presencia clara de lugares de administración o ligados a la política, que estén segregados del resto del hábitat comunal. Si menciona que hay aterrazamientos masivos (andenes) donde la gente cultivaba y posiblemente estos deberían ser producto de trabajo colectivo, pero no forzado en este caso, sino que según Acuto podría ser producto de trabajo comunal y redes de solidaridad y cooperación. Dice también que hay montículos y construcciones, pero estas están ligadas a complejos residenciales y no representarían el poder de un jefe. Dice también que hay no una sino varias plazas centrales, lugares de reunión y de redistribución, lo cual indicaría la competencia entre dos o más grupos familiares por la obtención de seguidores (reciprocidad asimétrica). Esto marcaría la inexistencia de liderazgos definidos, la necesidad de negociación constante. Dice también que en torno a la vida doméstica se dan la mayoría de las actividades, por lo que no habría demasiada división del trabajo. Sobre la noción de Pukará o el establecimiento de poblados en altura, en lugares de difícil acceso (y fácil defensa) como medio de protección frente a las constantes agresiones (época de los auca runa). Dice Acuto que sin embargo los grandes centros del Tardío (1000-1450) no presentan rasgos defensivos y se emplazan en los fondos de valle o en terrazas cercanas a campos agrícolas. Luego se pone a analizar el “habitus” (Bourdieu) de la gente de esos poblados, aspectos estructurales que se incorporan a las rutinas diarias, qué hace la gente cotidianamente. Dice que la vida material tiene como centro a las unidades domésticas, la organización del paisaje se articula en torno a ellas. Dice que en general ausentan los caminos o senderos separados, en general discurren por las paredes de los muros, por lo que circular implica pasar por en medio de los complejos residenciales. Todo da como resultado una proximidad física (dice que debió ser común saber qué actividades realizaban al interior de los complejos domésticos para la gente que pasaba por allí – permeabilidad de los complejos residenciales). Habla de la constante interacción, no hay limitaciones materiales a la circulación. Aquí entran las nociones de espacialidad y materialidad. Esos espacios próximos producen una comunidad articulada entre sí, allí se comparten espacios y experiencias, también se comparten conocimientos básicos para el desarrollo de la vida. El compartir esta tecnología implica un ethos comunitario, una identidad. Las actividades de molienda se hacían en común, el paisaje homogéneo propiciaba redes de comunicación, todo hace a una ideología de igualdad y materialidad similar. Sentido de homogeneidad, articulación y permeabilidad. La experiencia de habitar en un lugar donde la vida privada es permeable genera un ethos de integración comunal. Dice que hay una incipiente tensión entre el ethos comunal y la acumulación que pretenden hacer las familias principales (competencia por seguidores). Termina agregando que su visión no es solo abarcar el estudio espacial de los sitios arqueológicos, su distribución edilicia, etc., sino verlos como una red de relaciones específicas entre materialidad, gente, significados e historia.
Acuto y Gifford, “Lugar, arquitectura y narrativas de poder: relaciones
sociales y experiencias en los centros incas del Valle Calchaquí norte”. Retoma el punto de vista del anterior texto de Acuto, énfasis en experiencias corporales y sensoriales vividas por los sujetos en los sitios arqueológicos que se analizan. Hacen una comparación entre los sitios preincaicos calchaquíes (Cortaderas y Potrero de Payogasta) y los sitios incaicos. Comienza advirtiendo que las necesidades económicas y administrativas no fueron las únicas que delinearon la construcción de asentamientos incaicos de provincia, sino que las necesidades simbólicas y de legitimación del poder político fueron también rectoras. En general los incas se asentaron sobre “zonas blancas”, carentes de población, para evitar la influencia de las culturas locales. Necesario tener en cuenta el rol que el espacio juega en los procesos sociales, lo que Acuto en el otro texto trata como espacialidad y materialidad. Dicen que hay una relación dialéctica entre el espacio y la acción social, este es constituido y constitutivo. En su enfoque tiene en cuenta la experiencia humana, dicen que esta no es ajena al mundo social, sino que se vive de acuerdo a los conceptos que la sociedad brinda, no es posible escapar de ellos. Remarcan que su estudio se centra en la experiencia subjetiva de individuos insertos dentro de las espacialidades. Para ellos los asentamientos incaicos en el Valle Calchaquí no tienen tanto que ver con necesidades económicas del imperio sino con estrategias de dominación orientadas a la producción y reproducción del orden social del Tawantinsuyu. El diseño espacial manifiesta las identidades incaicas. Se meten a analizar la infraestructura incaica en el Valle. Hay dos tipos de pobladores, gente calchaquí reasentada en esos poblados (mitimaes permanentes, no mitayos), y mitimaes traídos a gobernar la región (para mí son incas de privilegio, parentesco político). Comienzan a delinear diferencias entre los asentamientos calchaquíes y los incaicos. Primeramente tienen sentidos de lugar diferentes (significados y sentimientos que un grupo asigna y asocia a un espacio determinado). Los asentamientos calchaquíes estarían dominados por jefes pero sin poder institucionalizado, es decir, sin estratificación social definida, serían lugares donde primaba la comunicación, las actividades comunitarias, donde el hábitat estaba regido y organizado (a nivel construcción también) con referencia a las unidades domésticas. No habría indicadores de estratificación social en los sitios calchaquíes tardíos (todo esto en el texto de Acuto). Habría un fuerte sentido de unidad e identidad común (ethos comunitario) derivado de la vivencia de un paisaje materialmente homogéneo (influencia de materialidad y espacialidad en el comportamiento social, tesis fuerte de Acuto). Diferencias claras entre los sitios calchaquíes tardíos y los sitios incaicos. En ellos sí se evidencian rasgos de estratificación social, diferentes tipos de cerámicas, diferentes lugares de poblamiento, más separados, más privados, en altura, diferencias de construcción (fineza y solidez). Se realizan actividades diferentes según las zonas del sitio (producción, culto, etc.), separación de lugares de trabajo y de residencia. Se experimentan sentidos de lugar (experiencias) distintos entre los sitios calchaquíes (comunitario) y los incaicos (desigual, hacer visible la desigualdad como forma de legitimación política – desigualdad institucionalizada). Los incas crean sentidos de pertenencia y exclusión nuevos que modifican las prácticas y las actividades, como la forma de entender el paisaje por los nativos (colonizados, nuevas identidades de acuerdo a como viven y qué actividades realizan). Por último, analizan la distribución espacial y la forma de transitar el espacio. Como ya se vio en el texto de Acuto, en los sitios calchaquíes tardíos la circulación no está materialmente restringida, los caminos pasan por los muros de los ámbitos residenciales, esto contribuye a una proximidad física de las personas, al compartir tecnologías y formas de producción y de vivir (control social por consenso, integración comunal). Lo contrario sucede en los sitios incaicos, aquí sí el tráfico está interrumpido materialmente, no es posible transitar de un sitio al otro para determinada gente, por lo que tampoco es posible divisar las actividades que realizan todos los habitantes. Esto produce secreto, privacidad, control poblacional, poder, diferenciación, estratificación social – experiencias de fragmentación y segregación. Finalmente, con relación al paisaje como constructor de identidades y de narrativas, se ponen a analizar la visión que tendrían los habitantes de un complejo residencial. Dicen que al transitar por el camino incaico verían el antiguo pukará calchaquí destruido y las nuevas defensas incaicas intactas, lo que sería una prueba en el paisaje de la narrativa que los propios incas intentan imponer, su victoria y superioridad frente a la población nativa. Esto sería un intento de reconstruir la experiencia de los sujetos que transitan los sitios arqueológicos y no hacer un mero análisis estratigráfico o de distribución arquitectónica. Arquitectura y paisaje configurando una nueva situación social, y un nuevo significado a ese paisaje. Dice que los incas intentaban guiar los movimientos corporales y la visión a partir de la arquitectura. Este paisaje y las construcciones afirmarían una narrativa de poder político y de legitimación social. Dicen que los incas practicaban una economía política de los sentidos, los orientaban para sus fines de dominación. Acuerdan en hacer una salvedad, los significados impuestos por los incas al paisaje no fueron los únicos, los pobladores locales tienen sus propios significados, solo que no los conocemos. Los paisajes son polisémicos. Axel Nielsen, “Plazas para los antepasados: descentralización y poder corporativo en las formaciones políticas preincaicas de los Andes circumpuneños”. Intenta dar una discusión en torno a las prácticas que se desarrollan en los espacios públicos. Específicamente en lo que hace a las plazas, espacios de uso comunitario (para evitar la distinción occidental entre público y privado). Espacios públicos como expresión del surgimiento de estructuras multicomunitarias, internamente jerarquizadas. Se centra en los sitios de Los Amarillos (Quebrada de Humahuaca) y Laqaya (norte de Lípez, región del salar de Uyuni). Dice que hay dos ejes a partir de los cuales analizar las prácticas en esos espacios comunitarios, uno son los modos de integración política (en lo tocante a la toma de decisiones, quienes entran y quienes quedan afuera, distribución de la capacidad de decisión) y la forma de apropiación de los recursos (individual – líder, o grupal). Argumenta que, en los sitios de estudio, lo que prima es la apropiación comunitaria de los recursos, por lo que las estructuras que en literatura clásica se asocian a la glorificación de un líder, aquí deben ser vistas como rituales cosmológicos y redistributivos, y como marcadores de identidad de un grupo (mediante la glorificación de su ancestro común fundador). Las tumbas no serían lugares donde evidenciar poder sino marcadores de memoria grupal, de identidad. En este punto es donde Nielsen retoma a Isbell y su análisis de los ayllus de sepulcros abiertos, la importancia no de las tumbas en sí sino de su función para la reproducción social del grupo (afirmación sobre el territorio o identidad, por ejemplo). Sin embargo, los antepasados no solo son una referencia para la identidad de los grupos segmentarios (ayllus) sino que también muestran la jerarquía que hay entre ellos (o sus huacas encarnándolos). A esto se refiere Nielsen con modelo cosmológico, a la jerarquía que hay entre los seres sobrenaturales y que guía el accionar de las sociedades. Dicha jerarquía no atañe a los individuos sino al grupo. Es este culto a los antepasados la actividad por excelencia que se manifiesta en los espacios de uso comunitario y que el autor se propone analizar su evidencia arqueológica. Dice que los cultos a los antepasados siempre implican el uso de metonimias, objetos o paisajes, referencias duraderas a las cuales asimilar la deidad (ídolos, montañas, etc.). La importancia de estos lugares radica en la función que cumplen para la sociedad, no deben limitarse a construcciones en apariencia mortuorias. Es así que el orden impuesto por el antepasado y asumido como tal por la sociedad se manifiesta materialmente en los espacios públicos. En esas ceremonias se manifiesta la tensión entre la integración y la diferenciación, hay huacas que “veneran todos” pero aun así los grupos conservan su identidad y siguen venerando a “sus” huacas o ídolos grupales. Lo mismo, estas ceremonias expresan y reflejan las jerarquías que gobiernan la sociedad, principalmente a partir de la distribución espacial de los grupos en el ritual (cercanía, derecha, etc.). Las fuentes etnohistóricas (crónicas), coinciden en describir los rituales públicos como ceremonias redistributivas y de comensalismo político. Es así que la redistribución sirve para la afirmación de obligaciones mutuas, la aceptación de la hospitalidad del curaca implicaba una reafirmación de las relaciones tributarias, a la vez que las autoridades acumulaban capital político (prestigio). Estas ceremonias tienen especial importancia en sociedades descentralizadas y con tendencias centrífugas, tienden a renovar los lazos en común y a contribuir a la reproducción social del grupo y de la trama social. En esto entra lo del comensalismo político. Lo que el autor intenta ver son las expresiones (evidencias) arqueológicas de estas prácticas rituales comunitarias y redistributivas. Comienza por Los Amarillos. Dice que hay presencia de jerarquía en los espacios públicos e identifica como recinto o plaza de uso común. Plataforma hundida que para Nielsen se corresponde con un espacio de uso comunitario. Identifica sepulcros con “bienes de prestigio” para la literatura clásica, pero él los identifica con el culto a los antepasados y los rituales de renovación de la trama social. Esas estructuras fundadas para el culto a los antepasados ocupaban lugares importantes en los ámbitos públicos y cumplirían función de reproducción social. Hay ciertas estructuras (evidencia arqueológica) que Nielsen, con ayuda de la etnohistoria, asocia al culto a los antepasados, tales como contenedores llenos de ceniza (donde se quemaría la comida para que la “coma” el difunto), así como cajas para recibir alimentos y bebidas. En cuanto a los elementos asociados a los bienes de prestigio encontrados en los enterramientos, estos no serían sinónimo de poder del individuo sino emblemas corporativos o referentes de identidades colectivas y de los eventos míticos que le dieron origen. Las plazas públicas en donde se ubican estas evidencias serían un primer indicio de materialidad integrativa. Otros dos elementos que contribuyen a la identidad común es la uniformidad con la cual están construidas las casas y la distribución igualitaria de la cerámica. Una diferencia que encuentra entre los dos sitios es que en Los Amarillos la circulación parecería estar restringida, mientras que en Lakaya la interacción parecería más fluida. Termina diciendo que el abandono de estas estructuras se da simultáneamente con la expansión del Tawantinsuyu, lo que implicó una reformulación de ese orden cosmológico local para integrarse y subordinarse a uno panandino, pero dominado por los incas. En ese caso, las deidades locales quedaron por debajo del inca en calidad de “hijos” suyos en tanto el inca era descendiente directo de las deidades más importantes. Quedaría por ver, según Nielsen, como se reformula ese cosmos local y si hay supervivencias de las deidades locales y cómo se manifiestan. Cecilia Sanhueza, “Espacio y tiempo en los límites del mundo. Los Incas en el Despoblado de Atacama”. La autora busca dimensionar lo que llama la apropiación política inca del espacio a partir del análisis de una serie de evidencias que sobreviven a la ocupación formal, tales como toponimia, infraestructura caminera, infraestructura demarcatoria, centros ceremoniales, etc. Argumenta que el control político del territorio por parte de los incas no solo fue la instalación de estructuras demarcatorias o “mojones” sino que implicó una dimensión simbólica donde el espacio adquirido se vinculaba al cosmos celeste y político imperial. Comienza advirtiendo sobre lo interrelacionado entre el orden del cosmos y el orden terrenal en el ideario incaico, “organización espacial que se replica en la tierra”. También menciona la dualidad del mundo, el mundo compuesto de pares opuestos y complementarios (de esto se derivan todos los términos que aluden al encuentro o dualidad, taypi, auca, yanantin, etc.). Hay una identificación o replicación entre el movimiento del astro solar (Inti) y los relatos de las gestas de conquista o desplazamiento del Inca, ambos marcados por solsticios y equinoccios: fases del calendario andino en las cuales se entiende que el sol se para y vuelve a comenzar en sentido opuesto. Hay una asimilación entre el movimiento solar y el del Inca (arquetipo es Pachacuti). Noción de límite, no solo territorial sino simbólico, tienen consideraciones peyorativas sobre la otredad. También el concepto de límite implica, en el pensamiento andino, el encuentro de dos opuestos (se vincula con las nociones de tincu, kaylla o yanantin). El Despoblado tiene lugares como abras o portezuelos que pueden ser tomados como límites en tanto que marcan el fin de una zona ecológica y el comienzo de otra (encuentro de opuestos). Metiéndose ya en el análisis del Despoblado, comienza relatando las gestas de Topa Inca sobre el territorio, cómo el recorrido de este va imitando o siguiendo el del Inti. Menciona el mito del Río mentiroso, el Anchallullac, en torno al Llullaillaco. Las crónicas cuentan que es un río que corre solo durante el día, con el rayo del sol, y que cuando oscurece parece volverse sobre su cauce, retornar. Dice la autora que el deslinde o demarcación incaica podría estar relacionada con este mito del Anchallullac. El Río frio, un rio que sale de las nevadas del Llullaillaco, es posible que haya dado origen al mito del “río mentiroso”. El camino incaico del Despoblado se divide en dos partes, a la cual da acceso un portezuelo o abra (cambio de paisaje). Menciona los topus o sayhuas del camino incaico, son columnas colocadas en el camino, según la autora son elementos polisémicos que pueden demarcar territorialidades (rituales, políticas y sociales) como ser medidores de espacio y distancias. Las sayhuas en la literatura etnohistórica son asimilados a los mojones del inca, pero también se los asocia con la posición solar. La ubicación de estas columnas se da de acuerdo a fenómenos celestes, y ellas forman parte de los ceques o caminos “reales”. Estas columnas se asimilan también a lugares tipo kaylla, lugares de frontera, y a su vez estas fronteras son solo en términos territoriales, sino simbólicos y culturales (en tanto los significantes que se le atribuyen a ese espacio ajeno a la sociedad, espacio que constituye la otredad y al mismo tiempo la identidad del grupo por oposición). La autora advierte que hay una vinculación entre los ríos (para retomar la explicación del “río mentiroso” o Anchallullac), las gestas conquistadoras de los incas, los circuitos solares y el amojonamiento. Las gestas incaicas siguen el recorrido del astro solar y siempre terminan con un amojonamiento, para marcar límites civilizatorios, y en eso los ríos aparecen simbolizando el trayecto (lógica). La vinculación clara entre los ríos y el movimiento del cosmos es la consideración de la Vía Láctea como un río celeste o Muyu, el cual tiene relación con el Inti en determinados momentos de año. La vinculación entre el Muyu (río celeste) y el Inti en Atacama tiene que ver con la Yakana, la llama negra que se dice dominadora de este río celeste. El sacrificio de una de estas llamas negras es en pos de pedir que, en las épocas de lluvias, no haya inundaciones. Luego la autora hace una descripción de las estaciones andinas a partir del calendario agrícola recopilado por Guamán Poma de Ayala. Diciembre- marzo período de lluvias fuertes, abril-julio tiempo seco, julio-noviembre período de escasas lluvias (siembra e irrigación). Marzo sería la época de los ríos peligrosos. En este mes tiene lugar la ceremonia sacrificial para pedir por seguridad ante inundaciones. Un río peligroso se lo describe como llullak muyu. Los fenómenos estacionales como solsticios y equinoccios son entendidos en la cosmovisión andina a partir de principios como cuti (alternancia de contrarios) y tincu (encuentro de contrarios). También se vinculan con la noción de yanantin, de encuentro y equilibrio de contrarios. En esta lógica entran también los conceptos de límite, deslinde entre espacios distintos, lugar de transición geográfica y social. Esas nociones de límite espacial se complementan con nociones simbólicas, atribución de significados a gentes y a lugares. Un ejemplo de esto es el término auca runa relativo a las sociedades pretéritas, “los mitos relativos a las diferentes humanidades manifiestan o simbolizan las diferencias de carácter étnico, cultural y productivo establecidas desde la perspectiva de las sociedades andinas dominantes”. Esto es lo que llama connotaciones espaciales y temporales de la otredad, se las ubica en tiempo y espacio para clasificarlas. A su vez, el concepto de auca (disyunción, desencuentro) es lo contrario de yanantin (encuentro de contrarios). Región de Vaquilla como realización del ideal de yanantin. Según una tradición, al mes de marzo se lo denomina como Ayrivaquilla, que no solo alude al mes de marzo sino a su siguiente, abril, en plan de conjunción de opuestos (yanantin), el marzo saliente (época de lluvias) y el abril entrante (principio del período seco). Huaquilla (o Vaquilla) señalaría este principio subsidiario de yanantin, de encuentro de contrarios. Al mismo tiempo, huaquillla se asocia a la identidad de un grupo por diferencia con otro, como se asocia en las fiestas que se realizan en la Aucapata (Plaza de Armas). Según la autora las ceremonias implican “una serie de elementos simbólicos asociados a la búsqueda del equilibrio social, a la consolidación de sentidos de pertenencia e identidades, y al establecimiento de alianzas políticas”. El camino inca de Vaquillas implica nociones de frontera simbólica, espacial (ecológica) y cultural. En cuanto a la ecológica, el concepto de límite se compone de dos espacios opuestos, Vaquillas y el Chaco, dos regiones ecológicamente dispares y los dos conceptos adquieren sentidos opuestos también en cuanto a las lógicas duales, Vaquillas se asocia al principio de yanantin, y Chaco al de chacu (lo desigual que no se empareja). El Despoblado entonces es una zona de transición climática, de paso del invierno altiplánico (temporada de lluvias) al invierno chileno. El Chaco sería la zona de transición o encuentro de estos dos ecosistemas, pero que no compatibilizan entre sí. En este caso es que parecería que todas las categorías andinas se dan vuelta, hay una inversión tanto climática, ritual y simbólica en el Despoblado. Lo mismo para la parte cultural, chacu es sinónimo de desorden, de incivilización, carácter peyorativo asociado a las sociedades de frontera, no dominadas por los incas, territorio socialmente marginal. Aquí va lo de límite no solo territorial, sino simbólico y cultural. La región de El Chacho se asocia a los chiriguanos, indios no sometidos por los incas, y el Muyu o río celeste al Pilcomayo.
Williams y D´Altroy, “El sur del Tawantinsuyu: un dominio selectivamente
intensivo”. Los autores intentan rebatir una serie de supuestos sobre la ocupación Inca en el Collasuyu, sobre su naturaleza (a qué respondía), su duración, etc. Se centran en el Valle Calchaquí y en la región del Bolsón del Andalgalá. Tienen 4 puntos fuertes en su argumentación que van justificando durante el texto, 1) la ocupación inca en la región no fue tan marginal de lo que se creía, 2) la dominación se basa más en la obtención de mano de obra que en la metalurgia, 3) los Incas ajustan su gobierno a características ambientales y sociopolíticas de cada región, 4) la presencia Inca en el sur andino sería más prolongada que la cronología histórica tradicional. Dicen también que los sitios se emplazan tanto en zonas donde hay abundante población local como en zonas despobladas. Comienza describiendo los sitios, su distribución y las actividades que se realizaban en ellos. En el valle Calchaquí norte, sitios Puerta de La Paya, Guitián, Cortaderas, Potrero de Payogasta. Dice que al norte del Valle los sitios son de construcción más típicamente inca. En Andalgalá, sitios Shinkal, Quire-Quire, Potrero-Chaquiago. Pucará de las Payas, Pucará de Andalgalá. Fuerte Quemado, Punta de Balasto. Análisis de los sitios. Demuestran una inversión de energía en su construcción (nivelación del terreno, elección, selección de materias primas, etc.). sitios serían tanto lugares de depósito, talleres metalúrgicos y textiles, también sitios residenciales algunos. Una hipótesis que arrojan los autores es que, si estos sitios fueran redes planificadas de almacenamiento o residencia, dada su ubicación en el valle, podrían haber servido como soporte logístico para el avance del ejército y quizás como puntos a partir de los cuales ejercer control político directo sobre el NOA. Actividades que se realizan, tanto metalurgia como textilería, no tanto agricultura. Se atestiguan presencia de estilos cerámicos ajenos a la región pero con materiales locales, lo que según los autores respondería a la instalación de mitmaqkuna en la región, los cuales seguirían produciendo sus estilos cerámicos. Sobre la cronología de la ocupación, la datación carbónica determina que por lo menos la ocupación incaica duró una centuria. Al menos desde principios del XV. Con todo, los autores concluyen que el incario produjo un dominio selectivamente intensivo en el Collasuyu (selectivamente intensivo en tanto la ocupación ocurre en bolsones o islas productivas y estratégicamente ubicadas). También dicen que lo de los incas no fue solo extracción de recursos, sino que establecieron control político directo, y que en muchos casos se fijaron en la situación política existente, utilizando a las elites locales como forma de hacer duradero su dominio. Dicen también que la ocupación fue segregada a la parte norte del valle. Y que en buena medida las tareas de administración y control político de la región fueron realizadas por mitmaq trasladados a la región.
Williams, Villegas, Gheggi y Chaparro, “Hospitalidad e intercambio en los
valles mesotermales del noroeste argentino”. Ponen énfasis en el estudio del comensalismo político y de la hospitalidad como estrategia de dominio político sobre un territorio que hacían los Incas. La visibilidad arqueológica de estas actividades se da a partir de estudios isotrópicos, para ver las dietas de las comunidades, también se analizan contextos cerámicos y su distribución. Porqué el comensalismo político sería una estrategia política, porque por su publicidad, el consumo de comida y bienes perpetúa las políticas de usos e intercambio de bienes con la materialización de las relaciones sociales (y de sus jerarquías correspondientes). Es un dispositivo simbólico para mostrar la posición social que se relaciona con la reciprocidad, redistribución e intercambio. La hospitalidad así entendida juega un papel clave en el surgimiento de jerarquías sociales y en las negociaciones de las relaciones de poder. Las fiestas son usadas por las elites estatales para mostrar y legitimar la desigualdad (y con ello el poder político), buscan crear límites sociales reconocibles (mostrar desigualdad) mediante el consumo de alimentos especiales y el uso de formas cerámicas distintivas (visibilidad arqueológica). El estudio se centra en el valle Calchaquí-Yocavil y en la Quebrada de Humahuaca. Los sitios incaicos, tal como afirmaba Nielsen, se dan selectivamente en enclaves estratégicos por su localización cercana a las tierras de cultivo y a las vías de comunicación. En su mayoría son sostenidos por mitmaqkuna trasladados a la región, o también mitayos. Evidencia incaica en la región, presencia de terrazas de cultivo, canales de riego, acequias. En lo que refiere a los pukaras, construcciones preincaicas de la zona, los incas las transforman en huacas por su previa relación pukaras-ancestros-fertilidad (los pukarás estarían en altura para hacer la relación los ancestros y las lluvias). Lo fundamental para el modelo de hospitalidad andina es el almacenaje de la producción, los complejos de qollqas. Los complejos más importantes, y de baja altura, en la región son Agua Hedionda (Jujuy) y Campo del Pucará (valle de Lerma). La ubicación de las qollqas de acuerdo a la cercanía con los campos productivos y los centros administrativos. Parecería que el almacenaje fuera más importante cerca de las fronteras del Estado, relacionado con el sostenimiento de la expansión política y económica. Recursos animales y vegetales. Principalmente consumo de maíz completado con animales terrestres. Aquí va lo de los análisis isotrópicos y faunísticos. También se analizan los sacrificios animales, como los animales que son consumidos por su estatus, cuyes (cobayos) y camélidos. En el mismo apartado se menciona la baja presencia de materiales líticos (como obsidiana) en la región, su circuito estaría controlado por el estado. Las dietas, maíz, plantas C y carne animal terrestre (resultados paleodietarios). En cuanto a la apropiación simbólica del espacio productivo, si las marcas corresponden a actividades rituales implica un procedimiento de sacralización del paisaje. En este caso, el camino inca sería un geoglifo, hizo las veces de marcador espacial primordial en la territorialidad simbólica de los incas. El camino incaico no tiene solo connotaciones referidas a la comunicación, sino que el sistema de ceques estaría plasmando la conexión entre las huacas o las deidades o lugares sagrados de los incas (apus, o por ejemplo, vertientes de agua). De esta forma es que al mismo tiempo el camino incaico sería una organización del espacio, del tiempo y del cosmos. También se compara el sistema de ceques con un quipu plasmado en el paisaje. Producción e intercambio de cerámica, estrategia para crear símbolos materiales de jerarquía social en el contexto de fiestas y ceremonias. La distribución de estilos cerámicos cuzqueños fue símbolo de estatus y de poder. Su uso estaba restringido a una determinada parte de la población, la cual se usaba en contextos de hospitalidad. A partir de esta reducción de la capacidad de acceso a esa cerámica se creaban códigos materiales de distinción y jerarquía. Lo que más resalta son las vasijas para funciones de hospitalidad, pucos, platos, vasijas. Tres rasgos de la cerámica en el NOA 1) los patrones estilísticos cuzqueños. 2) alta proporción de cerámica no inca en contextos y asentamientos de ocupación estatal (lo cual parecería ser una estrategia de gobierno, la distribución selectiva de cerámica imperial para crear jerarquías). 3) los ceramistas hicieron cerámicas de sus propios estilos más que del imperial. Producción de cerámica inca fue descentralizada dentro de cada región. Conclusiones. Hospitalidad como estrategia política estatal, crear jerarquías, favorecer a determinados grupos sobre otros. Vinculado con la negociación de las relaciones de poder, alianzas y reciprocidad. A partir de las dietas es posible evidenciar límites sociales al interior de los grupos. Las evidencias de almacenaje a gran escala no responden sino a propósitos imperiales (obligaciones de hospitalidad, fiestas y ceremonias públicas). Hospitalidad como forma de mantener y recrear privilegios y relaciones asimétricas de reciprocidad. Fiestas, comida como finalidad de demostrar asimetría en las relaciones de poder. Distribución de cerámica estatal para crear símbolos materiales de jerarquía social.