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Lectura bíblica: 2 Co. 2:12-17
Después de la introducción (1:1—2:11), Pablo presenta el ministerio del nuevo pacto
(2:12—3:11). Este ministerio difiere totalmente de los dones externos y milagrosos. En
1940, el hermano Nee dio unos mensajes sobre 2 Corintios en los que hizo hincapié en
la diferencia que existe entre 1 y 2 Corintios. El hizo notar que el primer libro habla de
los dones externos y milagrosos, particularmente el don de hablar en lenguas. El
hermano Nee, usó el ejemplo del asno de Balaam, que hablaba en el lenguaje de los
hombres, haciendo notar que esto fue un verdadero don milagroso. El hecho de que un
asno recibiera repentinamente la capacidad de hablar fue, sin duda, un milagro. El
hermano Nee añadió que uno puede recibir un don repentinamente; sin embargo, se
necesita por lo menos veinte años para que se produzca un ministerio.
En cuanto al ministerio, el hermano Nee declaró que Cristo debe ser entretejido en
nuestro ser. Esto significa que Cristo debe forjarse en nosotros de modo que llegue a ser
nuestra propia constitución. En esto consiste el ministerio, o sea, lo que Cristo es, lo que
El ha hecho y lo que ha logrado y obtenido debe forjarse en nosotros. Cristo ha obtenido
el trono, la gloria y el poder más elevado. Cristo también ha obtenido ciertos logros, los
cuales son el resultado de lo que El ha realizado y alcanzado. Ahora, lo que Cristo es, lo
que El ha realizado y obtenido, y lo que ha logrado se encuentran en el Espíritu
vivificante. Esto da a entender que el Espíritu vivificante y todo-inclusivo es la
corporificación de Cristo con relación a estos cuatro asuntos. El Espíritu todo-inclusivo
es la corporificación de lo que Cristo es, y de lo que El ha realizado, obtenido y logrado.
Este Espíritu todo-inclusivo es una bebida todo-inclusiva que contiene muchos
ingredientes.
No basta con unos cuantos años para crecer en vida y para que el Dios Triuno se forje
en nosotros hasta darnos una nueva constitución. Por haber pasado por muchas cosas en
el transcurso de los años, puedo testificar que una persona debe vivir por lo menos
sesenta años antes de que esta constitución sea forjada plenamente en ella. Además,
para que esto le suceda a dicha persona, ella debe de haber sido salva antes de los veinte
años de edad. Una persona que haya sido salva a los cuarenta años probablemente no
llegue a madurar en la vida divina al cumplir sesenta años. Durante los primeros veinte
años de nuestra vida cristiana, debemos aprender ciertas cosas; luego necesitaremos
otros veinte años más para que el Espíritu vivificante se forje en nosotros.
Los jóvenes quizás se desanimen al oír que se necesita tanto tiempo para llegar a ser
ministros del nuevo pacto. Jóvenes, les aliento a que no se desanimen por el hecho de
que necesiten veinte años para aprender ciertas cosas y otros veinte años más para que
su constitución cambie. Estamos hablando de la vida más elevada, la vida divina, la cual
se está forjando en nuestra vida humana. Ciertamente esto requiere tiempo. Aun en la
vida humana natural, un hombre no llega completamente a la madurez a los cuarenta
años de edad. Indudablemente, yo no confiaría en un presidente que solamente tenga
cuarenta años de edad. En todo lo que hagamos, necesitamos experiencia. Esto es
verdad aun con relación a conducir un automóvil. Cuanto más años llevemos
conduciendo, más experiencia y habilidad tendremos. No creo que una persona menor
de sesenta años de edad tenga la madurez suficiente como para ejercer correctamente las
funciones de un presidente o de un jefe de estado. Esto muestra que para crecer en la
vida divina se requiere tiempo.
Necesitamos más santos maduros entre nosotros, y espero que en los años venideros se
produzcan muchos padres en el recobro del Señor. Es una bendición tener padres así, o
sea, personas maduras entre nosotros. El hecho de que están presentes con nosotros es
una gran bendición.
Quisiera repetir de nuevo que el ministerio no puede formarse en poco tiempo. Estoy
contento de haber escuchado hablar del ministerio por boca del hermano Nee en 1940.
Aproximadamente veinte años más tarde, el Señor me envió a este país.
Ahora sí estamos preparados para examinar los versículos del 12 al 17 del capítulo dos,
los cuales forman parte de la introducción a la sección que trata del ministerio del nuevo
pacto. El pasaje de 1:1—2:11 es la introducción de todo el libro de 2 Corintios, mientras
que 2:12-17, es la introducción de la sección que habla del ministerio. Después de esta
sección, sigue un pasaje extenso que trata de los ministros del nuevo pacto (3:12—
7:16).
Pablo presenta el ministerio de una manera muy personal e íntima, o sea, de una manera
que no es nada doctrinal. En 2:12 Pablo no dice: “He terminado mi introducción. Ahora
quiero presentarles algunas doctrinas acerca de nuestro ministerio”. Antes bien, él
declara: “Además, cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo y se me
abrió puerta en el Señor, no tuve reposo en mi espíritu, por no haber hallado a mi
hermano Tito; mas, despidiéndome de ellos, partí para Macedonia” (2:12-13). Además
de lo que se ha mencionado en los versículos 10 y 11, el apóstol les dijo a los creyentes
corintios que él estaba preocupado por ellos. Aunque en Troas a Pablo se le había
abierto una puerta en el Señor, o sea no fue resultado del esfuerzo humano, él no tuvo
reposo en su espíritu cuando no halló a Tito. Anhelaba ver a Tito para recibir de él
noticias acerca del efecto que su primera epístola había causado entre los corintios. Por
eso, partió de Troas para ir a Macedonia (v. 13), queriendo encontrarse con Tito para
obtener esa información debido al gran afecto que él sentía por los corintios. Por tanto,
su preocupación por la iglesia era mucho más grande que su preocupación por la
predicación del evangelio.
Según indica 1 Corintios 16:18, Pablo era una persona que vivía y actuaba en su
espíritu. A él se le abrió una puerta en el Señor. La expresión “en el Señor” fue usada
por Pablo intencionalmente para indicar que él no fue quien abrió la puerta; o sea, que él
no se valió de ninguna destreza o maniobra natural para abrirla, sino que fue el Señor
quien lo hizo. Aunque a Pablo se le había abierto una puerta en el Señor, él no sentía
paz en su espíritu. ¿Cómo reconciliamos el hecho de que el Señor abrió la puerta a
Pablo y que éste no sentía paz en su espíritu para permanecer allí? Esto parece ser
contradictorio, pero antes de responder a esta pregunta, quiero recalcar que la razón por
la cual Pablo no sentía paz era que no había hallado todavía a Tito. Lo que a él le
preocupaba no era la predicación del evangelio, sino encontrar a Tito para saber la
situación en que se encontraban los corintios. Pablo esperaba a Tito para que éste le
diera un informe acerca de cómo los creyentes corintios habían respondido a su primera
epístola. Por eso, Pablo partió para Macedonia. Esta epístola fue escrita en Macedonia
después de la estancia de Pablo en Efeso, durante su tercer viaje ministerial (8:1; Hch.
20:1).
Hemos visto que el Señor le había abierto una puerta a Pablo, pero éste no se valió de
ella. Parece que él no tomó en cuenta el hecho de que el Señor le había abierto una
puerta, sino que siguió lo que le daba alivio a su espíritu. Aquí hallamos la respuesta a
la pregunta relacionada con la puerta abierta y con el reposo del espíritu. Cuando el
Señor hace algo exteriormente, pero usted no siente reposo en su espíritu, ¿qué seguirá:
la situación exterior o lo que siente en su espíritu? Pablo siguió lo que sentía en su
espíritu. A veces el Señor hace dos cosas a la vez: exteriormente El hace que la
situación sea propicia, pero al mismo tiempo, no le da a usted una sensación de paz.
Esto le obligará a usted a decidir entre la circunstancia exterior y el sentimiento interior.
Si estando en esa situación usted ejercita su espíritu y honra lo que siente su espíritu,
usted es verdaderamente un hombre espiritual. Eso significa que si obedece la sensación
interior y no sigue ciertas circunstancias propicias, usted es verdaderamente una persona
espiritual. Éste fue el caso de Pablo en estos versículos. Él siguió lo que daba paz a su
espíritu y partió para Macedonia a fin de recibir noticias de Tito acerca de los creyentes
de Corinto.
En el versículo 14 Pablo dice que él era un cautivo de Cristo. Aunque luchó contra
Cristo, el General celestial, Pablo fue finalmente derrotado, subyugado y capturado, y
así llegó a ser un cautivo de Cristo. Saulo de Tarso luchaba contra Cristo, contra la
economía de Dios y contra las iglesias; sin embargo, fue derrotado y subyugado por
Cristo mientras iba camino a Damasco. En aquel momento, el Señor Jesús le dijo que no
diera coces contra el aguijón, es decir, que no luchara contra Él. El Señor parecía decirle
a Saulo: “¿Qué haces? ¿Por qué das coces contra el aguijón? ¿No te das cuenta de que te
puedo someter fácilmente? Lo único que tengo que hacer es mover Mi dedo meñique y
serás derrotado, subyugado y capturado”. Después de que Saulo de Tarso fue capturado,
fue agregado al desfile triunfal de Cristo. Los tres primeros cautivos de este desfile
fueron Pedro, Juan y Jacobo. Pablo fue otro de los cautivos en el séquito de enemigos
vencidos y, como tal, fue llevado en el desfile triunfal de Cristo.
Tal vez usted haya sido cristiano por muchos años sin darse cuenta de que el ministerio
neotestamentario es un desfile que celebra la victoria de Cristo. ¿Quién nos ha
derrotado, subyugado, capturado y hechos sumisos? El Cristo victorioso lo ha hecho.
¡Aleluya, porque el ministerio neotestamentario es un desfile que celebra el triunfo de
Cristo!
En el versículo 15 Pablo dice además: “Porque para Dios somos grato olor de Cristo en
los que se salvan, y en los que perecen”. Los apóstoles, estando impregnados de Cristo,
llegan a ser un grato olor de Cristo. No se trata meramente de que ellos eran un grato
olor producido por Cristo, sino que Cristo mismo era ese olor, un olor para Dios que se
exhalaba en la vida y obra que ellos llevan; en los que se salvan, como olor de vida para
vida, y en los que perecen, como olor de muerte para muerte.
El versículo 16 declara: “A éstos olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida
para vida. Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?” Las expresiones “para vida” y “para
muerte” significan que da por resultado la vida o la muerte. Esto se refiere a los
distintos efectos que el ministerio de los apóstoles tenía en diferentes personas. ¡El
ministerio es un asunto de vida y de muerte! Sólo los cautivos de Dios en Cristo,
quienes están completamente llenos de Cristo por el Espíritu, son competentes y están
capacitados para estas cosas (3:5-6). La palabra griega traducida “suficiente” significa
competente, calificado, apto, digno. En el versículo 5 del capítulo tres también se usa la
misma palabra griega.