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INDICE

1. INTRODUCCIÓN PAG. 7
2. EL PROPÓSITO DEL MINISTERIO PROFÉTICO PAG. 8
DESDE EL NUEVO PACTO
3. EL PRÓPOSITO DE LA PROFECÍA PAG. 12
4. LA GRACIA DEL PROFETA PAG. 16
5. LOS PROFETAS NECESITAN COMUNIDAD PAG. 18
6. UN ENTENDIMIENTO CLARO DE LO QUE ES UNA PAG. 20
IGLESIA PROFÉTICA
7. EL PROCESO PROFÉTICO PAG. 23
8. ¿QUÉ ES UNA CULTURA PROFÉTICA Y CÓMO ESTABLECERLA? PAG.25
BIBLIOGRAFÍA PAG. 27
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1. INTRODUCCIÓN

¿Por qué ‘describiendo’ y no ‘definiendo’?

A medida que buscamos claridad sobre el papel del profeta y la gente profética de
hoy, debemos tener cuidado de discernir adecuadamente la diferencia entre describir y
definir. ¡La Biblia nos da una riqueza de descripción, pero una escasez de definición!
Por ejemplo, la Biblia describe la naturaleza de Dios de manera tan rica que entendemos
que Dios es la Trinidad, un Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Hay una
riqueza de descripciones que revela la Trinidad, pero la Biblia no nos da una ‘definición’ de
la Trinidad.

Si queremos tener el control de las cosas, nos frustrará no tener una definición. Sin
embargo, las definiciones no funcionan para personas vivas. Una definición no puede
encapsular la realidad viva. La definición es una autopsia: toma una mariposa y la pone
debajo de un vaso con una etiqueta junto a ella y un alfiler que se pega a través del
cuerpo de papelería de lo que una vez estuvo volando. La definición funciona para cosas
que están muertas, no vivas; para cosas que son estáticas, no dinámicas. La operación del
Espíritu Santo es el epítome vivo y dinámico.

Juan 3:8 (RVR1960) “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido, mas ni sabes de
dónde viene, ni a dónde va, así es todo aquel que es nacido del Espíritu”.

No intentemos definir en exceso la obra del Espíritu o terminaremos haciendo una


autopsia de lo que ya no tiene vida. Abracemos una riqueza de descripción que nos
brinde un entendimiento en ausencia de una definición precisa. En lugar de definir con
reglas y leyes que nos permitan utilizar una lista de verificación legal, debemos
familiarizarnos con la Persona del Espíritu, ya que Él nos revelará lo profundo de Dios.

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2. EL PROPÓSITO DEL MINISTERIO PROFÉTICO
DESDE EL NUEVO PACTO

2.1 UNA DESCRIPCIÓN GENERAL

Al hacer un estudio exhaustivo de las Escrituras podemos ver cómo en el Antiguo


Testamento la preeminencia que tenían los profetas era absoluta en términos de los
siguientes aspectos:
• La comunicación.
• El anuncio.
• La amonestación.
• El juicio.
• La dirección.
• La confrontación.
• La guerra.
• El gobierno en el pueblo de Israel.

Sin embargo, cuando estudiamos el Nuevo Testamento, nos damos cuenta de que,
como menciona Hebreos 1:1-2 “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas
maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha
hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el
universo”, estamos en otro tiempo. En la cruz, nuestro Señor inauguró un nuevo tiempo,
Él cumplió la ley y completó la obra de los profetas. Ahora bien, Él no descartó el oficio del
profeta, pero hizo un cambio de roles y de deber en el profeta. Será nuestra tarea en esta
clase poder ver algunos de esos roles y funciones para no descartar ni negar, pero
tampoco utilizar una herramienta bajo los parámetros de otro tiempo. Pablo amplía esta
idea claramente en Efesios 4:11-13 “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles, a otros,
profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los
santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que
todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón
perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.

Vamos a hacer algunas observaciones sobre este pasaje. Primero, Cristo no invalidó
la operación del ministerio del profeta en el Nuevo Testamento, sino que constituyó a
hombres para esta labor, pero con algunas diferencias respecto a las que mencionamos
anteriormente, a saber:

El ministerio del profeta…


• Es hasta que lleguemos a un Cuerpo maduro,
• es para que equipemos a los santos,
• opera mejor en equipo.

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Veamos otros dos pasajes de las Escrituras a fin de evaluar más descripciones.

2 Corintios 5:17-19 (RVR1960) “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es,
las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios,
quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la
reconciliación, que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no
tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la
palabra de la reconciliación”.

Podríamos afirmar que este pasaje tiene mucho que ver con el ministerio profético
desde la perspectiva del Nuevo Pacto. ¿Por qué? Todos nosotros, quienes somos nuevas
criaturas en Cristo Jesús, tenemos el encargo del ministerio de la reconciliación, no el
ministerio de juicio y condenación que, como vimos, era una tarea predominante de los
profetas del Antiguo Testamento. ¿En qué se basa el ministerio de la reconciliación? “no
tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados”.

Ahora veamos la pregunta del millón de dólares, ¿qué pasa si tomamos el modelo de
profeta del Antiguo Testamento y lo pasamos del otro lado de la cruz? Malaquías nos
responde esa pregunta, 400 años antes de Cristo, cuando escribe en Malaquías 4:5-6 “He
aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él
hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los
padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”. Miremos con atención que
Elías va a regresar antes del día de Jehová, grande y terrible. En otras palabras, él
regresará en los últimos días y lo interesante es que cuando Elías regrese, ¿qué hará? Él
reconciliará familias. ¿Podemos ver el contraste de los roles de Elías antes de la cruz y
después de la cruz? En el Antiguo Pacto, él juzgó a Israel con tres años y medio de sequías
por causa de sus pecados, también hizo caer fuego del cielo y mató él mismo a
ochocientos cincuenta falsos profetas, pero ahora, del otro lado de la cruz, su función será
restaurar los corazones de los miembros de las familias. Elías fue promovido del ministerio
del juicio al ministerio de la reconciliación por la cruz de Cristo.

Si basamos nuestro ministerio profético en la perspectiva del Antiguo Testamento, lo


haremos desde una base de condenación y juicio. Si lo hacemos en la perspectiva del
Nuevo Pacto, operaremos desde una base de amor y reconciliación.

2.2 EL MINISTERIO PROFÉTICO ESTÁ CONECTADO AL ESPÍRITU SANTO

Jesús les dijo a Sus discípulos que esperaran en Jerusalén la venida del Espíritu
Santo, el don que el Padre prometió, del cual Jesús les había hablado. Esta promesa se
cumplió en Pentecostés, como se describe en Hechos 2. La venida del Espíritu produjo
un pueblo profético. En el Antiguo Testamento, Dios levantaría un profeta en momentos
particulares. Sin embargo, la promesa del Mesías era también una promesa de una nueva
era del Espíritu del Señor que venía sobre todo el pueblo de Dios. El reino de la venida de
Cristo también significa que la era del Espíritu ha llegado.

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En lugar de un solo profeta o un pequeño grupo de profetas, en el Nuevo Pacto, Dios
derramó Su Espíritu sobre todos los creyentes, haciendo un pueblo profético.

El Espíritu Santo no ha venido simplemente para nombrar ciertos “profetas selectos”,


sino para hacer proféticos a todos los creyentes. La promesa es que "todos profetizarán".
La venida del Espíritu Profético produce un pueblo profético, que declarará y demostrará
el gobierno de Jesucristo en toda la tierra.

La misión del Espíritu es llenar la tierra con testigos empoderados de Jesucristo,


cumpliendo la Gran Comisión. Estos testigos, sin embargo, no son ni aislados ni
independientes. Son una comunidad conectada, nacida de nuevo y bautizada en un solo
Cuerpo por el Espíritu Santo. Podríamos decir que la primera acción del Espíritu Santo,
cuando fue enviado desde el cielo por el Cristo ascendido, fue dar a luz y bautizar a los
creyentes a pertenecer, para que la iglesia se uniera a los creyentes de muchas naciones y
grupos étnicos juntos en Cristo. Este pueblo profético se convierte en el instrumento de la
misión del Espíritu Santo para glorificar a Jesús y extender Su reino en el mundo.

Como Dios mismo, el Espíritu Santo no está aquí para servir a nuestra propia visión,
sino para cumplir Su visión. El Espíritu Santo es el verdadero líder de la iglesia y está en
una misión. Su presencia está llena de propósito para glorificar a Jesús en toda la tierra. El
Espíritu tiene, tanto un mensaje, como un método en Su misión. ¡El mensaje es el señorío
de Jesucristo y el método involucra a la iglesia!

2.3 EL MENSAJE DEL ESPÍRITU

Ya que la promesa era “...y ellos profetizarán”, preguntemos, ¿qué estaban


profetizando en Pentecostés? ¡Note que lo que ellos estaban profetizando no se refería a
los oyentes en absoluto! En su lugar, estaban declarando las maravillas de Dios en un
lenguaje que todos los oyentes podían entender. Gran parte de la “profecía”
contemporánea ha perdido el enfoque en Dios mismo. Cosas como decir las fechas de
nacimiento de los oyentes, o sus números de identificación, no formaban parte de
Pentecostés. En cambio, el enfoque de la profecía fue —y aún debería ser— declarar las
maravillas de Dios en un lenguaje que la gente pueda entender.

La Buena Nueva de Jesucristo es el anuncio principal del ministerio profético, porque


es la prioridad del ministerio profético del Espíritu Santo. Apocalipsis 19:10 dice: “El
testimonio de Jesús es el Espíritu de profecía”. Vemos la prioridad del ministerio profético
del Espíritu Santo en Hechos 2:21 “...y todos los que invocan el nombre del Señor serán
salvos”.

El propósito de profetizar es el anuncio de la salvación, declarando que la salvación


se encuentra en Jesucristo. El hablar del Espíritu Santo coincide con la misión del Espíritu
Santo.

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El Espíritu Santo ha sido enviado para completar en la tierra el ministerio salvador
de Jesús, trayendo a personas de todas las naciones, idiomas, tribus y lenguas a la fe en
Cristo, de modo que el conocimiento de la gloria del Señor cubra la tierra como las aguas
cubren la mar. El Espíritu Santo es un apasionado de glorificar a Cristo y le da poder a la
iglesia para completar la misión de la Gran Comisión.

2.4 EL PROPÓSITO PRINCIPAL DEL MINISTERIO PROFÉTICO


ES EL ANUNCIO DE CRISTO

La promesa de Pentecostés, la promesa del poder del Espíritu derramado, no tiene


que ver con una bendición personal, sino con el propósito del evangelio. Pedro continúa
proclamando a través del Espíritu las Buenas Nuevas de Jesucristo resucitado y
ascendido. Él está profetizando el Día del Favor de Dios, el Día de la Salvación, a través de
su proclamación del evangelio de Jesucristo. Vemos que el testimonio de Jesús es el
Espíritu de profecía (Apocalipsis 19:10). Un genuino ministerio profético tiene un
enfoque en el evangelio, porque esa es la misión del Espíritu Santo. La misión del Espíritu
es llevarnos a todo el mundo como testigos del Salvador Rey Jesucristo.

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3. EL PRÓPOSITO DE LA PROFECÍA

3.1 EL DON DE PROFECÍA

1 Corintios 12:6-12 (RVR1960) “Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace
todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del
Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría, a
otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu, a otro, fe por el mismo Espíritu, y a
otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros, a otro,
profecía, a otro, discernimiento de espíritus, a otro, diversos géneros de lenguas, y a otro,
interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu,
repartiendo a cada uno en particular como él quiere. Porque así como el cuerpo es uno,
y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un
solo cuerpo, así también Cristo”.

Hace unos años atrás escuché una descripción de la palabra ‘profetizar’ que me
gustaría introducir en este curso: profetizar significa “expresar palabras inspiradas
por Dios para transmitir a Cristo al Cuerpo”. De acuerdo con 1 Corintios 14:31, todos los
creyentes pueden ejercitar este don en determinadas ocasiones como el Espíritu quiera.
Todos pueden profetizar, uno tras otro, y no más de tres, en cualquier reunión (1
Corintios 14:29-33).

3.2 TRES MALENTENDIDOS SOBRE LAS PROFECÍAS

1. Ellas no deben ser confundidas con una prédica.

Muchos, hoy en día, insisten en que el don de profecía es la habilidad de predicar


bien. Sin embargo, la predicación y la enseñanza son generalmente el resultado de la
meditación en oración de la Palabra de Dios y de una preparación meticulosa de
nuestra mente y espíritu, para que podamos impartir un entendimiento a la iglesia. En
contraste, el don de profecía no es el resultado de un estudio meticuloso, sino una
expresión verbal espontánea por el Espíritu.

2. El don de profecía no es para predecir el futuro.

Este don es para “clarificar y alentar en el presente” en lugar de “predecir el futuro.”


Su propósito es la edificación, exhortación y consolación y no la predicción de eventos
futuros. Siempre que hay un elemento de predicción en una profecía, en general, es
porque hay otro don (palabra de conocimiento o sabiduría) operando conjuntamente.

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3. Este don no es para una dirección personal.

Si estamos en necesidad de una dirección personal deberíamos pedir esto al propio


Señor (Santiago 1:5). También podemos buscar tal dirección en las páginas de la Palabra
de Dios, la Biblia. Si una expresión profética viene a nosotros con instrucciones para el
futuro, esto debería solo confirmar lo que Dios ya nos mostró personalmente. La
profecía proveniente de otros nunca deberá violar nuestra voluntad o nuestra habilidad
para tomar decisiones. Muchas personas que se han movido dentro de la profecía en
tiempos modernos, han seguido el modelo de los profetas del Antiguo Testamento,
tratando de dirigir a la iglesia o sus movimientos siguiendo viejas reglas, reglas que
simplemente no tienen la expiación y la restauración de la relación con Dios dentro de
su teología; esto puede provocar un control y una manipulación devastadora del
rebaño, porque cuando pensamos que Dios ha hablado y utilizamos lo que escuchamos
para dirigir y liderar a la gente por senderos que normalmente no tomarían, estamos
violando sus propios caminos de fe con Dios.

3.3 SIETE ENTENDIMIENTOS CORRECTOS ACERCA DE LA PROFECÍA

1. Es para que se hable a los hombres (1 Corintios 14:3).

Esto transmite la mente del Señor a la iglesia. El que profetiza está hablando a los
creyentes en nombre de Dios para su edificación, exhortación y consolación.

2. La profecía convence a los indoctos (1 Corintios 14:24-25).

A través de la operación del don de profecía…


A.Ellos serán convencidos de todo.
B.Serán juzgados de todo.
C.Los secretos de sus corazones serán manifestados.
D.Ellos se postrarán delante de Dios con humildad.
E.Reconocerán que Dios está verdaderamente entre nosotros.
F.Adorarán a Dios.

3. La profecía funciona para que los creyentes puedan aprender (1 Corintios 14:31).

Esto no se refiere a la enseñanza que normalmente viene de la exposición de la


Palabra de Dios a través del ministerio de un maestro. Al contrario, es el aprendizaje de
verdades espirituales a través de la unción del Espíritu. Tales enseñanzas deberían ser
probadas por la Palabra de Dios escrita, antes de ser digeridas y confirmadas por la
autoridad del lugar.

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4. Todos deberían anhelar y buscar con celo este don (1 Corintios 14:1, 39).

Pues, de esta manera, podemos ser usados por Dios para animar a Su iglesia.

5. La persona que está operando en este don es responsable por su uso o abuso (1
Corintios 14:32).

La profecía no es una expresión vocal incontrolada. Ni tampoco el que profetiza está


bajo cualquier especie de trance o control mental. Él tampoco está haciendo o diciendo
nada contra su voluntad. El espíritu de profecía está sujeto al profeta. Es el profeta quien
está hablando en nombre de Dios y, por consiguiente, tiene control, en todas las
ocasiones, de todo cuanto esté diciendo.

6. A razón de que el elemento humano es falible, las profecías deben ser juzgadas
(1 Corintios 14:29).

7. ¿Cómo juzgaremos una profecía?

Una profecía genuina, llena del Espíritu…


- Nunca contradecirá la Palabra de Dios escrita. Por lo tanto, todas las expresiones
proféticas deberán ser “probadas” por la Palabra de Dios. Dios nunca nos diría,
por profecía, que hiciésemos algo que Su Palabra prohíbe.
- Siempre exaltará a Jesucristo y nunca lo difamará.
- Edificará, exhortará y consolará a los creyentes. Nunca deberá dejarlos confusos,
afligidos e inseguros.
- Debería “testificar” con la mayoría de los creyentes presentes, especialmente los
más maduros, ya que son ellos mismos frecuentemente usados en la operación
de los dones vocales.
- No quebrará el espíritu de la reunión, aunque ella pueda cambiar su dirección.
- Si tiene un aspecto de predicción, este vendrá a cumplirse.
- Es aprobada por la “prueba del fruto” (Mateo 7:16). Hablando sobre los falsos
profetas, Jesús declaró: “Por sus frutos los conoceréis”. Debemos rechazar
cualquiera de las así llamadas profecías que vengan de alguien cuya vida y
acciones sean un oprobio a la causa de Cristo.

3.4 EL PROPÓSITO DE LA PROFECÍA ES LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO

1 Corintios 14:3 (RVR1960) “Pero el que profetiza habla a los hombres para
edificación, exhortación y consolación”.

A. Edificar la iglesia.
B. Exhortar a los creyentes.
C. Consolarlos.

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No hay una edificación sin un diseño y una medida. Si en una edificación hay
exhortación, significa que no se está dando a la medida y si tiene que haber consolación,
concluimos que se ha perdido algo: la vida de Dios. Lo profético en el Nuevo Pacto es un
identificador de lo que está vivo o está muerto y cuáles son las causas de ello. Cuando
estamos edificando algo divino y se está perdiendo Su vida en el proceso no puede
faltar la profecía de exhortación, pero solo cuando la respuesta es sincera, con
humildad y arrepentimiento, opera la consolación. Si en la exhortación no hubiera
consolación, lo único que se lograría es producir frustración. Pero toda profecía llena de
gracia conlleva la esperanza de que en el interior de cada santo está Cristo. Somos
conscientes de que si una palabra que se supone que es “profética” no está bañada de
gracia, carece de plenitud y no completa ni perfecciona. La palabra de gracia se
compone de edificación, exhortación, pero también de consolación a los santos.

La iglesia de hoy, que está expuesta a Su verdad, por momentos pasa por estados
de frustración por causa de la temporada de luz que estamos viviendo acerca de lo que
es la iglesia y lo que es ser iglesia —como columna y baluarte de la verdad— y lo
distantes que como Cuerpo estamos de eso. Pareciera que todos los exámenes nos
cayeron juntos por causa de la irresponsabilidad de generaciones anteriores, pero
también esta luz es un acto soberano de la voluntad de Dios. Nuestra responsabilidad en
esto es asumir con pericia el rol de la profecía, entendiendo que el fin de esta es la
edificación, sea que venga por exhortación o consolación.

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4. LA GRACIA DEL PROFETA

Efesios 4:7-13 (RVR1960) “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la
medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad,
Y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había
descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo
que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo. Y él mismo
constituyó a unos, apóstoles, a otros, profetas, a otros, evangelistas, a otros, pastores y
maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la
edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo”.

El apóstol Pablo, hablando acerca de las cinco gracias ministeriales en el libro de


Efesios, llama específicamente a estas gracias —apóstoles, profetas, evangelistas, pastores
y maestros— dones al Cuerpo de Cristo. Prestemos atención a esto, Cristo dio a los
profetas, como a las otras gracias, como dones. En otras palabras, no son solo dotados de
dones, como en el caso de aquellos que operan en el don de profecía. Ellos en sí mismos
son los dones, es decir, su importancia radica en lo que ellos son, no solo en lo que ellos
hacen.

La principal función del profeta no es primeramente la profecía, sino perfeccionar a


los santos para la obra del ministerio.

Los profetas perfeccionan a los santos activándolos con ojos para ver y oídos para
oír. La gracia que el profeta imparte puede, literalmente, causar que las personas sean
activadas para oír la voz del Espíritu con claridad. El profeta nunca puede sustituir
nuestra necesidad de oír a Dios por nosotros mismos, pero el hecho de que podamos oír
a Dios no reemplaza la necesidad de los profetas en nuestras vidas para confirmar y
activar.

El oficio del profeta es un llamado de tiempo completo y de toda la vida. La


mayoría de los profetas son llamados en su nacimiento o cuando nacieron de nuevo, no
podemos ir a una escuela para convertirnos en profetas o recibir algún tipo de diploma
certificando que lo somos. A diferencia del don de profecía, el cual somos exhortados a
anhelarlo, el Señor es quien elige a Sus profetas. Un profeta también es parte del
gobierno de Dios para la iglesia, por ende, su trabajo conlleva autoridad y responsabilidad.
Veamos algunas diferencias entre aquellos que tienen el don de profecía y aquellos que
operan como profetas:

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EL DON DE PROFECÍA LA GRACIA DEL PROFETA

Es un don del Espíritu Santo. Es un don de Cristo.

Es algo que alguien hace. Es algo que alguien es.

Todo creyente fue llamado a profetizar. Dios elige a los profetas, no nosotros.

Es para edificación, exhortación y Corrige, advierte, gobierna y equipa (en un


consolación. marco de equipo).

La habilidad profética es un don. El profeta en sí mismo es un don.

Es llamado a ser parte de un equipo de 5


Clasificado como un santo.
gracias.

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5. LOS PROFETAS NECESITAN COMUNIDAD
Hechos 2:44 (NVI) “Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común”.

“Hacerlo solo es más fácil”. Muy probablemente si estás en el desarrollo de lo


profético, este haya sido tu pensamiento en alguna oportunidad. A menudo existe la
tentación de darle la espalda a la comunidad cristiana en general y correr hacia el
barranco de Elías o el desierto de Juan el Bautista: ese lugar donde solo somos nosotros
mismos y la voz de Dios. Después de todo, muchos de nosotros necesitamos un lugar de
tranquilidad y soledad para poder escuchar a Dios con claridad: un lugar donde no
tengamos que explicar o defender nuestra sensibilidad profética, un lugar donde
podemos perseguir la dulce presencia de Jesús sin interrupciones. Cuando miramos a
las personas proféticas en nuestras congregaciones, a menudo encontramos que
ocupan esos lugares más aislados: tal vez desconectados de una comunidad y, con
frecuencia, al margen de la vida de la iglesia.

El aislamiento y la separación son tentaciones para muchos profetas. Cuando


puedes escuchar a Dios tan bien por ti mismo, es fácil terminar pensando: “No necesito a
nadie más, ¡puedo escuchar a Dios!”. Cuando has encontrado malentendidos e incluso
rechazo debido a tu llamado profético, es muy fácil retirarse emocional y espiritualmente
de la comunidad cristiana de la que formas parte. Pero un profeta aislado es un profeta
inentendible y este es un lugar peligroso para los profetas. El lugar más precario para el
ministerio profético está justo al margen: muy lejos del liderazgo, muy lejos del corazón
central de la iglesia, muy lejos de las relaciones responsables. Y en este lugar es muy fácil
para el profeta terminar siendo una voz crítica fuera de la iglesia, manifestando el deseo
de independencia y negándose a someterse a ningún consejo o corrección.

Para obtener una perspectiva bíblica sobre el ministerio profético, es importante


ver el gran cambio que ocurre a medida que avanzamos del Antiguo al Nuevo Pacto con
respecto al papel y ministerio de los profetas. Los profetas del Antiguo Testamento a
menudo tenían que ministrar como “solitarios”: a veces eran una sola voz en medio de
una nación corrupta y rebelde, frecuentemente con un mensaje dirigido a los no
creyentes. Estaban trabajando en aislamiento y alienación. Sin embargo, el Nuevo
Testamento pinta una imagen muy diferente del ministerio profético y el contexto en el
que opera. La comunidad es el lente crucial a través del cual ahora debemos ver los
dones proféticos, y al mirar el modelo de profecía del Nuevo Testamento vemos que su
verdadero hogar es una comunidad saludable y próspera del pueblo de Dios. La iglesia
se ha convertido en el centro de la actividad profética: una familia de oyentes que
perciben juntos la voz de Dios.

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Los profetas del Nuevo Pacto necesitan comunidad. A Jeremías y compañía les fue
muy bien ministrando de manera aislada, pero, bajo el Nuevo Pacto, el compromiso con
la comunidad es el acuerdo para todos, independientemente de cuál sea nuestra gracia
en el ministerio quíntuple. Jesús nunca dejó que sus discípulos hicieran nada por sí
mismos. Entonces, para tener un ministerio equilibrado y fructífero tenemos que superar
los desafíos de la comunidad y buscar una comunión profunda con nuestros
compañeros creyentes.

Es vital que las personas proféticas tengan una fuerte dimensión interna de sus
vidas, totalmente integradas en la comunidad, con relaciones saludables con otros
creyentes. Dios nos creó para ser seres sociales y Su diseño para Su iglesia es que seamos
un solo Cuerpo. De hecho, el amor que los cristianos tenemos los unos por los otros es la
marca que nos identifica como discípulos de Jesús (Juan 13:35). Todos estamos llamados
a vivir nuestra fe junto a los demás.

Los profetas necesitan un sentido de pertenencia, de modo que cuando traen una
palabra a la iglesia, son escuchados porque son parte de la familia. El trabajo de un líder
es ayudar a los profetas a encontrar una comunidad de apoyo. Pero más importante que
eso es la necesidad de crear una cultura donde los profetas puedan obtener una visión
de comunidad, de modo que puedan mantener un corazón suave hacia el Cuerpo, un
corazón para edificar el Cuerpo. Por lo tanto, debemos crear un entorno que garantice
que estén firmemente integrados en la comunidad, un lugar donde los profetas se
sientan amados, aceptados, valorados e invitados. Queremos crear una cultura que
comunique que los profetas —y todo lo que traen— son valorados.

Una cultura fuerte de comunidad, mejorada por el lenguaje correcto, será clave
para el desarrollo saludable de los profetas. Una comunidad fuerte, naturalmente, creará
confianza, y vale la pena reconocer que muchas personas proféticas tienen que superar
su miedo al juicio y al rechazo para madurar y prosperar. Es realmente importante que
los profetas sientan que pueden confiar en que su comunidad no los rechazará si
comparten la revelación que han recibido. Una comunidad fuerte creará un ambiente de
sumisión saludable y respeto mutuo: el profeta se complace en someterse a su líder
porque son parte de la misma familia.

Si sentimos la tentación de hacerlo solos, a continuación compartimos algunas


preguntas de búsqueda que podemos hacernos, las cuales nos ayudarán a mantenernos
enfocados en amar y bendecir a nuestra comunidad:

- ¿Estoy comprometido con la comunidad de mi iglesia?


- ¿Estoy sometido a mis líderes?
- ¿Soy responsable de mi vida y mi ministerio profético?
- ¿Me estoy haciendo vulnerable a los demás?

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6. UN ENTENDIMIENTO CLARO DE LO QUE ES UNA
IGLESIA PROFÉTICA

¿Qué significa ser una iglesia profética o un cuerpo profético de personas?

Para responder enteramente a esta pregunta necesitamos ver el panorama


completo de exactamente qué es lo que Jesús ha llamado a ser a Su iglesia. Hoy nos
encontramos frente a una realidad: necesitamos un paradigma más amplio que el que
se encuentra actualmente en muchas congregaciones. Si todo en lo que nos enfocamos
es en dar profecías a las personas, nos perdemos la amplitud y profundidad de la
espiritualidad profética. Si solo nos enfocamos en los profetas, nos perderemos de ver la
manera en que la iglesia misma puede ser profética en su propia naturaleza.

Entonces, para comprender la función profética de la iglesia tenemos que


retroceder un poco de los ministerios proféticos y los llamamientos individuales y
comenzar a ver a la iglesia en términos lo que estamos llamados a ser como el
Cuerpo de Cristo. La función profética es parte de la identidad y el propósito intrínseco
de la iglesia, es cómo estamos formados y definidos. Estamos llamados a ser una
comunidad profética y esta comunidad debe parecerse a Cristo. Nuestro objetivo
número uno como el Cuerpo de Cristo debería ser imitar a Jesús lo más cerca posible; es
Él quien define la iglesia, es quién nos muestra quiénes somos y qué estamos llamados a
hacer. Todo auténtico ministerio se basa en Él.

La iglesia, por su propia naturaleza, está llamada a tener forma de Cristo, y las
cinco gracias de Efesios nos dan una perspectiva clara de cómo debería ser una iglesia
similar a la de Cristo. Él ha dado estas cinco identidades a la iglesia para que podamos
ser todo lo que nos ha llamado a ser, representándolo plenamente en el mundo.
Entonces, al considerar cómo la iglesia en su propia naturaleza puede ser profética,
encarnando la función profética, debemos adoptar el patrón profético que vemos en la
vida de Jesús. Nuestra vida como personas proféticas debe formarse directamente en
torno a la vida, el ministerio y la enseñanza de Jesús. Solo podemos definir una iglesia
profética según el ministerio de Jesús, como el cuerpo que encarnó al profeta verdadero
y perfecto.

Cuando miramos la vida y el ministerio de Jesús, vemos que Él es profético de


muchas maneras:
- Él es la revelación del Padre ya que nos muestra perfectamente cómo es Dios.
- Él es la Palabra de Dios hecha carne.
- Él es el mediador del Nuevo Pacto entre Dios y las personas.
- Él es el único que puede romper el poder del pecado.

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- Él llama a las personas a regresar a Dios y a vivir con rectitud.
- Él le dice la verdad al poder, tanto religioso como político.
- Él solo hace lo que ve hacer al Padre.
- Él es guiado por el Espíritu y opera en el poder del Espíritu.
- Él prioriza la oración y la alabanza.
- Él habla del futuro.
- Él discierne los corazones y las mentes de las personas.
- Él desafía la injusticia.

Jesús es la expresión del profeta perfecto, Cristo, y, por lo tanto, nos da el plan para,
de una forma madura, holística y multifacética ser la iglesia profética. Necesitamos ser
proféticos en la forma en que Jesús fue profético. No solo como individuos, sino como
un Cuerpo con una conciencia profética colectiva.

La buena noticia es que, al elegir emular el papel profético de Jesús en nuestras


congregaciones, podemos participar en Su trabajo y ministerio, no solo como el mayor
profeta que haya existido, sino también como la imagen visible del Dios invisible. La
función profética está profundamente arraigada en la persona de Cristo. Al construir
una cultura profética holística y madura en nuestras congregaciones continuamos Su
trabajo, sin tener que fabricar algo nuevo. Y, mientras hacemos esto, Él estará más
presente en nuestro medio a medida que Su identidad profética perfecta se exprese a
través de Su iglesia.

Entonces, ¿cómo es una iglesia profética?

Veamos el patrón tridimensional de la vida de Jesús como un marco para


proyectar una visión de cómo puede ser la comunidad profética, recordando siempre
que por comunidad profética no nos referimos a un grupo especial, sino a toda la iglesia.

Hacia Dios: profunda vida del Espíritu

Como iglesia profética…

- Tenemos una pasión por el corazón de Dios, deseando sentir lo que Dios siente.
- Priorizamos la alabanza, la oración y la conciencia de que Dios es real.
- Estamos preparados para desafiar la idolatría en el corazón de las personas y
cultivar el deseo y el proceso de santidad y obediencia.
- Creamos una cultura de escuchar a Dios intencionalmente y con gran expectativa,
haciendo espacio para esto en todas las partes de la vida de la iglesia.
- Buscamos que la conciencia de que Dios sea real y Su santidad sea tangible y
accesible para todos.

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- Queremos e involucramos nuestra vida en que nuestra congregación sea un
lugar donde se invita a las personas al Señorío de Cristo y a entrar al pacto del
Padre con Su Hijo.
- Desarrollamos una cultura donde las personas tienen la confianza de poder
escuchar a Dios por sí mismas.

Hacia adentro: el uno al otro desarrollando los dones proféticos

Como iglesia profética…

- Proseguimos en revelar proféticamente el corazón del Padre en la forma en la


que nos amamos.
- Desarrollamos una ayuda mutua en conectarnos con el corazón de Dios para
que juntos seamos fortalecidos, alentados y consolados.
- Creamos ambientes donde la conciencia de que Dios es real se manifiesta a
través de Sus dones cuando nos reunimos.
- Demostramos ser una comunidad con una forma definida —radical, santa, de
pacto— testificando el poder de Dios.
- Adoptamos un ministerio profético que es sincero, intergeneracional e inclusivo.

Hacia el mundo: llevando transformación

Como iglesia profética…

- Nos regocijamos al revelar la verdadera naturaleza de Dios al mundo que nos


rodea.
- Nos estamos conectando con el corazón de Dios para el barrio, la ciudad y la
nación.
- Estamos caminando en el poder del Espíritu mientras servimos a nuestras
comunidades.
- Nos pronunciamos contra la injusticia y compartimos la preocupación de Dios
por los pobres y los oprimidos.
- Enfrentamos poderes y principados.
- No tenemos miedo de decir la verdad al poder.

Esta es la función profética viva y correcta en la iglesia de Jesús. Este es el


ministerio profético de Jesús reflejado en Su pueblo. Este es el panorama general de la
iglesia profética. Anímate: ¡no es demasiado difícil llegar allí!

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7. EL PROCESO PROFÉTICO

Hay una tendencia en los círculos eclesiásticos a centrarse en la entrega de la


palabra profética: eso es lo que nos entusiasma. El profeta viene y nos dice lo que sea
que Dios quiere comunicarnos. Pero una cultura profética madura requiere algo mucho
más profundo que un evento profético y, para ser honestos, algo mucho más lento: un
proceso en el que nos sentamos con la revelación, discernimos la interpretación y
aceptamos la aplicación. Recordemos el potencial de transformación que viene con la
palabra hablada de Dios:

Isaías 55:10-11 (LBLA) “Porque como descienden de los cielos la lluvia y la nieve, y no
vuelven allá sino que riegan la tierra, haciéndola producir y germinar, dando semilla al
sembrador y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí
vacía sin haber realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié”.

Dios habla y Su palabra sale adelante, es en ese preciso momento, donde está
contenido un potencial inimaginable para la transformación y la fecundidad. Podemos
ver a Dios como el gran comunicador: habla con Su pueblo muy a menudo y una de las
alegrías de ser un discípulo de Cristo es aprender a sintonizar Su voz. Pero no debemos
olvidar que hay algo profundamente intencional en Sus palabras para nosotros. Nunca
son al azar o accidentales. Dios siempre habla dentro de Su propósito.

Puede que seamos muy buenos escuchando a Dios, pero si no nos involucramos
adecuadamente con lo que está diciendo y respondemos con obediencia,
desperdiciaremos todo el potencial de Su palabra hablada. Para comprometernos
plenamente con la intencionalidad de las palabras de Dios para nosotros y para abrazar
la transformación que Él pretende que logren, necesitamos comprender las tres partes
vitales del proceso profético:

1. Sintonizando: reconociendo y recibiendo revelación de Dios. Es bueno, si es posible,


hacer espacio para detenerse completamente en la revelación por un tiempo. Debe ser
una experiencia relacional, no funcional.
2. Discerniendo: desempaquetar la revelación (ya sea una imagen profética, una palabra
o un sueño) y descubrir la esencia de lo que Dios realmente nos está diciendo a través
de ella.
3. Respondiendo: resolviendo la aplicación y cómo es caminar en obediencia. “Si esto es
lo que Cristo me está diciendo, ¿qué voy a hacer al respecto?”

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Este proceso es necesario independientemente de lo que Dios nos esté diciendo.
Con todo, desde escucharlo decir: “Te amo”, hasta escucharlo sobre las futuras directivas
de nuestra congregación, o cómo quiere que luchemos contra la falta de vivienda en
nuestra ciudad, este proceso nos permite alinear nuestras vidas con Su corazón y Su
intención.

Para ser participantes maduros de la profecía, necesitamos aferrarnos a cada una


de las tres partes por separado. Necesitamos encontrarnos con el Espíritu Santo en cada
parte del proceso e involucrar a nuestras comunidades de fe. Y, a medida que profundi-
cemos en cada una de las tres partes, nos encontraremos cara a cara tanto con el lamen-
to (¡las cosas deben cambiar!) como con la esperanza (¡Dios puede!).

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8. ¿QUÉ ES UNA CULTURA PROFÉTICA
Y CÓMO ESTABLECERLA?

Una cultura profética no se trata principalmente de estructuras y actividades, sino


de vida, valores y principios. Una cultura profética sana y bíblica tendrá estas
características clave:

• Palabra y Espíritu

Para desarrollar una cultura profética saludable, es necesario abarcar tanto la


Palabra como el Espíritu para que haya un compromiso saludable, tanto con la Biblia,
como con la persona del Espíritu Santo. Las personas necesitan comprender cómo
interactúan los dos entre Sí y cómo debemos crecer en el compromiso con ambos.

• Discipulado y responsabilidad

Una cultura profética debe basarse en una cultura de discipulado y


responsabilidad, donde todos sepan que su vocación e identidad primarias son las de
un discípulo. El discipulado está en el corazón de nuestra fe cristiana. Se trata de elegir
seguir los pasos de Jesús, escucharlo y obedecerlo. Una cultura de discipulado es
aquella en la que regularmente nos preguntamos: "¿Qué me está diciendo Dios y qué
voy a hacer al respecto?" y donde somos responsables ante los demás sobre las
respuestas a estas dos preguntas clave.

• Comunidad

Una cultura profética también necesita estar basada en la comunidad. Esta es el


lente crucial a través del cual siempre debemos ver los dones proféticos y, al mirar al
modelo de profecía del Nuevo Testamento, vemos que su verdadero hogar es una
comunidad saludable, con los retos y desafíos que esto representa. La profecía no está
diseñada para existir en el vacío. El ministerio profético que se basa en la comunidad
contrarrestará las tendencias del consumidor inherentes a la sociedad, porque el
enfoque naturalmente cambia a la comunidad que escucha a Dios junta, en lugar de
que todo se trate de unos pocos individuos. Mientras más practiquemos escuchar a Dios
juntos en nuestras expresiones locales de la iglesia, más asumiremos la identidad del
rebaño de Cristo escuchándolo en conjunto y todos tendrán una contribución válida que
hacer. Una comunidad está formada por todas las edades y una de las mejores maneras
de desarrollar una cultura profética saludable es liberar a los niños y enseñarles cómo
profetizar. De hecho, a los niños generalmente les resulta mucho más fácil escuchar la
voz de Dios porque tienden a tener mucho menos "equipaje" emocional que se
interponga en el camino.

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• Arraigada en el amor del Padre

Una cultura profética saludable será aquella en la que las personas estén seguras
en el amor de su Padre celestial y su identidad como hijos de Dios. A medida que
buscamos desarrollar un ministerio profético en nuestras congregaciones, es vital que
los fundamentos de este ministerio sean una comprensión profunda de la relación del
Pacto al que Dios nos llama. Podemos vivir nuestras vidas sabiendo que la persona más
cariñosa, amable y generosa que podamos encontrarnos nos extiende los brazos y nos
vigila constantemente. En esta relación experimentamos un amor increíble, aceptación y
perdón, se satisfacen todas nuestras necesidades de afirmación y aprobación; sabemos
que Dios está complacido con nosotros. A medida que nos adentramos en el Pacto,
encontramos el antídoto para el legalismo. No podemos esforzarnos por escuchar la voz
de nuestro Padre: solo la escuchamos desde un lugar de amor, descanso y seguridad.

• Expectativa

Para desarrollar una cultura profética efectiva es importante que nos volvamos
expectantes y seguros de que Dios nos hablará si se lo pedimos. No se trata de unas
pocas personas llenas de fe, sino de una comunidad que espera escuchar la voz de Dios.
Se trata de una actitud corporativa de expectativa. Con demasiada frecuencia, la razón
por la que no vemos el reino de Dios estallar en nuestro medio con señales y maravillas
es porque en realidad no esperamos que Dios haga mucho y, ciertamente, no nos
estamos colocando en el lugar donde realmente necesitamos escuchar a Dios hablar.
Como escribe Graham Cooke, "La expectativa es el alma de moverse en el Espíritu".

• Multiplicación

Una de las cosas que más me entusiasma de una cultura profética madura es que
es multiplicable: se reproduce a sí misma. Primero que nada, tenemos que desmitificar
lo profético y hacerlo accesible para todos. Para multiplicar efectivamente el ministerio
profético, debemos hacerlo de tal manera que otros puedan imitarnos. Tenemos que dar
a las personas un marco para escalar. Entonces, esto significa no solo hacer ministerio en
el frente de la iglesia, sino estar lo suficientemente cerca de las personas para que
puedan ver cómo funciona en nuestras vidas día a día. Significa invitar a las personas a
que se unan a nosotros.

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• Misión

Una cultura profética madura siempre tendrá una fuerte dimensión externa. Ve la
profecía como un don no solo para ser guardado dentro de los límites de la iglesia, sino
para ser llevado fuera de los muros de la iglesia y para ser utilizado como una
herramienta efectiva en la evangelización. A medida que aprendemos a escuchar y
comunicar la voluntad y la intención de Dios, Su Espíritu siempre nos dirigirá al mundo. A
medida que nuestra audición espiritual se vuelve más clara y aguda, inevitablemente
nos encontraremos sintonizando el latido misional de Dios y hablando Sus palabras de
vida a las personas.

BIBLIOGRAFÍA

John Leitzel - Perspectivas del Ministerio del Espíritu Santo, Córdoba, Argentina
diciembre 2015

Yonathan Lara- Escuela VEV - Brasil diciembre 2018

Vallotton, K. (2014). Basic Training for the Prophetic Ministry Expanded Edition
(Expanded ed.). Destiny Image.

Todas las referencias bíblicas fueron tomadas de la versión Reina-Valera 1960, salvo que
se especifique lo contrario. En todos los casos el énfasis es del autor.

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