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EL FENÓMENO NEUROPSICOLÓGICO

DEL MIEDO EN RELACIÓN AL


MYSTERIUM TREMENDUM DE LO
NUMINOSO

POR BRUNO LEANDRO PONFERRADA


 Institución: Universidad Católica Salta;

 Unidad Académica: Facultad de Artes y Ciencias;

 Carrera: Licenciatura en Filosofía;

 Cátedra: Filosofía de la Religión;

 Profesor: Lic. Mg. Solano, Carlos Antonio;

 Alumno: Prof. Ponferrada, Bruno Leandro;

 Año lectivo: 5° año de Lic. en Filosofía, 2021;

 Trabajo Práctico: El fenómeno psicológico del miedo en


relación al Mysterium Tremendum de lo numinoso.

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El fenómeno psicológico del miedo en relación al Mysterium
Tremendum de lo numinoso

Introducción
El presente trabajo consiste en el abordaje descriptivo-explicativo del fenómeno
neuropsicológico del miedo y de la categoría “Mysterium tremendum” de Rudolf Otto.
Esto con la intención de identificar sus principales características. Para luego
relacionarlos, precisando los aspectos psicológicos y religiosos intervinientes en dicha
relación.
Para la consecución de estos propósitos, se implementa un método conformado por
tres instancias. La primera, se basa en la recopilación y tipificación de las fuentes
bibliográficas desde las cuales se aborda el tema del presente trabajo. Es decir, que luego
de la investigación bibliográfica, se seleccionan aquellos trabajos de autores que se
encuentren relacionados al tema de esta investigación. La segunda instancia, estriba en
dirigirse inductivamente a los trabajos seleccionados. En el caso del fenómeno
psicológico del miedo, se parte del estudio de la psicóloga Esmeralda Gómez, “La
psicología del miedo” (Cfr. Gómez, E.; 2021). En cuanto a la categoría del Mysterium
tremendum, se estudia la obra “Lo santo, lo racional y lo irracional en la idea de Dios”,
capítulos 4, “Mysterium tremendum”, y 5, “El misterio”, de Rudolf Otto (Cfr. Otto, R.;
1996). Asimismo, se emplea el artículo de José Pablo Guacaneme, “Orígenes y
simbología de lo sagrado en el pensamiento de Rudolf Otto” (Cfr. Guacaneme J.P; 2010).
Tratar inductivamente estas obras, significa identificar las características principales del
fenómeno del miedo y de la categoría del Mysterium tremendum, solo en aquellos
apartados en los que los autores tratan de manera particular el tema en cuestión, por lo
que no se estudian las obras en su totalidad, sino solo estos pasajes de manera particular.
De esta forma, luego se procede a describir y explicar estas características. La tercera
instancia es deductiva, consiste en relacionar estas características, para así obtener
conclusiones generales, que permitan identificar los aspectos psicológicos y religiosos de
esta relación.
Teniendo en cuenta esto, se considera propicio estructurar el trabajo de la siguiente
manera:
El miedo como fenómeno neuropsicológico. Se exponen las características principales
del miedo desde un punto de vista neuropsicológico.
El Mysterium tremendum en Rudolf Otto. Se describen las ideas principales planteadas
por el teólogo protestante en torno a la categoría del Mysterium.
La relación entre el miedo y el Mysterium tremendum. Se tratan de identificar los
aspectos psicológico y religiosos intervinientes en esta relación.
El presente trabajo resulta novedoso, ya que no se han encontrado elaboraciones
académicas en los repositorios digitales de instituciones de estudio académico ni de
revistas destinadas a la reflexión filosófica y teológica, que aborden directamente el tema
en cuestión. No obstante, sí se hallaron trabajos que traten el Mysterium tremendum o el

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miedo en la experiencia religiosa, de manera particular. Por lo que se anhela que las
conclusiones de la presente investigación, contribuyan al trabajo ya emprendido por estos
estudios, para la elucidación de los conceptos tratados.

El miedo como fenómeno neuropsicológico


Esmeralda Gómez afirma que el miedo es una emoción basada en una intensa sensación
desagradable provocada por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro
o pasado. Es una emoción primaria que deriva de la aversión natural al riesgo o la
amenaza, que incluye al ser humano. La máxima expresión del miedo es el terror.
Además, el miedo está relacionado con la ansiedad, que es un miedo al futuro (Cfr.
Gómez, E.; 2021; pp. 1).
Esta emoción, de acuerdo a Gómez, puede ser abordada desde diferentes campos
epistémicos (Cfr. Ídem. pp. 1-2):
Desde el punto de vista biológico, el miedo es una emoción adaptativa, un mecanismo
de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder ante
situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y beneficioso para
el individuo y para su especie.
Desde el punto de vista neurológico el miedo es una forma común de organización
nerviosa del cerebro primario de los seres humanos, que consiste en la activación de la
amígdala, en el lóbulo temporal.
Desde el punto de vista psicológico, es un estado afectivo y emocional, necesario para
la correcta adaptación del organismo al medio, que genera angustia y ansiedad en la
persona, la persona puede sentir miedo sin que parezca existir un motivo claro.
Desde el punto de vista social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de
una persona u organización social. Se puede por tanto aprender a temer objetos o
contextos, también puede aprender a no temerlos, se relaciona de manera compleja con
otros sentimientos (miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo)
y guarda estrecha relación con los distintos elementos de la cultura.
Evolutivamente el miedo es un complemento y una extensión de la función del dolor.
El miedo alerta de peligros que son una amenaza a la salud o a la supervivencia. Del
mismo modo en que el dolor aparece cuando algo nocivo ataca el cuerpo el miedo aparece
en torno a una situación en la que se corre peligro.
Gómez recalca el aspecto fisiológico y bioquímico del miedo como fenómeno
neuropsicológico (Cfr. Ídem. pp. 2). Menciona que el miedo es una emoción del cerebro,
dado que el mecanismo que desata el miedo se encuentra en el cerebro reptiliano, que se
encarga de regular acciones esenciales para la supervivencia como el latido cardiaco la
respiración y comer. El sistema límbico, que es el encargado de regular las emociones,
la lucha, la huida, evitar el dolor y todas las funciones de conservación del individuo y de
la especie. Este sistema procesa de manera constante, incluso durante el sueño, toda la
información que se recibe a través de los sentidos, y mediante la amígdala cerebral, que
controla las emociones básicas, como el miedo y afecto, se encarga de localizar la fuente

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de amenaza. Cuando la amígdala se activa se produce la sensación de miedo y ansiedad,
la respuesta puede ser de huida, el enfrentamiento o la paralización. Se ha encontrado que
la sensación de miedo está mediada por la actuación de la hormona antidiurética o
“vasopresina” en la amígdala cerebral y que la del afecto lo está por la de la hormona
oxitocina, también en la amígdala (Cfr. Ídem. pp. 2). Gómez aclara, que está en estudio
un antagonista selectivo de la vasopresina que bloquea la sensación de miedo “social” —
miedo hacia otras personas — pero no otros tipos de miedo; destaca que el etanol inhibe
la producción de vasopresina; estudios con resonancia magnética de la amígdala cerebral
están encontrando datos que indican que los llamados "psicópatas sociales" tienen atrofia
de las amígdalas cerebrales lo que les provoca pérdida del miedo social y del afecto que
les caracteriza. Señala Gómez, que el miedo al daño físico provoca la misma reacción que
el temor a un dolor psicológico (Cfr. Ídem. pp. 2).
Asimismo, Gómez elucida que el miedo produce cambios fisiológicos inmediatos:
incrementa el metabolismo celular, aumenta la presión arterial, la glucosa en sangre y la
actividad cerebral, así como la coagulación sanguínea (Cfr. Ídem. pp. 2-3). El sistema
inmunitario se detiene (como toda función no esencial), la sangre fluye a los músculos
mayores (especialmente a las extremidades inferiores, en preparación para la huida) y el
corazón bombea sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las células
(especialmente adrenalina). Se producen importantes modificaciones faciales:
agrandamiento de los ojos para mejorar la visión, dilatación de las pupilas para facilitar
la admisión de luz, la frente se arruga y los labios se estiran horizontalmente.
Así también, Gómez precisa que el miedo se comunica a los demás a través del rostro.
El sistema límbico fija su atención en el objeto amenazante, los lóbulos frontales
(encargados de cambiar la atención consciente de una cosa a otra) se desactivan
parcialmente (Cfr. Ídem. pp. 3). Durante un ataque de pánico la atención consciente queda
fijada en el peligro, y si los síntomas fisiológicos como el ritmo cardíaco o la presión
sanguínea son interpretados por el sujeto como una confirmación de la realidad de la
amenaza, se produce una retroalimentación del miedo, que impide una ponderación del
auténtico riesgo.
Con respecto a su relación con la religión, Gómez especifica que las religiones
monoteístas evidencian un tipo de miedo religioso, el temor de Dios, y cada una, desde el
judaísmo hasta el islam, han desarrollado su particular teología al respecto (Cfr. Ídem.
pp. 9). Destaca que ciertas religiones recurren a adoctrinar en el periodo de aprendizaje
infantil con amenazas de sufrimiento infinito y eterno si no se cree en sus postulados y si
no se cumplen sus normas. Otras religiones, como el budismo, se fundamentan
directamente en la necesidad de evitar el dolor y el sufrimiento, y por tanto, de manera
indirecta, tienen una especial relación con el miedo.
De esta manera, de acuerdo a lo postulado por Esmeralda Gómez, el miedo como
fenómeno neuropsicológico, se presenta como une emoción que surge de una reacción
fisiológica ante un objeto que resulta amenazante para la conservación de nuestro
bienestar psico-físico.

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El Mysterium tremendum en Rudolf Otto
La concepción de lo numinoso como una forma amenazante, es expresada por Rudolf
Otto en la fórmula Mysterium Tremendum (Misterio Tremendo).
“Decíamos antes que del objeto numinoso sólo se puede dar una idea por el
peculiar reflejo sentimental que provoca en el ánimo. Así, pues, es aquello que
aprehende y conmueve el ánimo con tal o cual tonalidad”. (Cfr. Otto, R.; 1996;
pp. 13).
Específica, de acuerdo con esto, que:
“Consideremos lo más hondo e íntimo de toda conmoción religiosa intensa,
por cuanto es algo más que fe en la salvación eterna, amor o confianza;
consideremos aquello que, prescindiendo de estos sentimientos conexos, puede
agitar y henchir el ánimo con violencia conturbadora; persigámoslo por medio de
los sentimientos que a él se asocian o le suceden, por introyección en otros y
vibración simpática con ellos, en los arrebatos y explosiones de la devoción
religiosa, en todas las manifestaciones de la religiosidad, en la solemnidad y
entonación de ritos cultos, en todo cuanto se agita, urde, palpita en torno a
templos, iglesias, edificios y monumentos religiosos. La expresión que más
próxima se nos ofrece para compendiar todo esto es la de Mysterium tremendum”.
(Cfr. ídem. pp. 13.)

Como se puede observar, Otto se centra, de manera prácticamente exhaustiva, en la


captación de algo que parece inasible o intransmisible: la relación del hombre con lo
sagrado que, reducido a lo esencial se convierte en lo que el autor decide llamar
lo numinoso o sagrado1.
En referencia a esto, Guacaneme afirma que, este misterio es de una especie que se
encuentra implícita en las formas de expresión y manifestación del sentimiento religioso
(Cfr. Guacaneme, J. P.; 2010; pp. 286). Señala, en efecto, que la práctica del culto
religioso y de los ritos, la construcción del recinto sagrado o templo, la representación de
las gestas míticas en la pintura, relatos y música, se caracterizan por estar dotadas de
elementos tales como la solemnidad, la pompa y la imponencia, que resaltan la impotencia
de quien pretende acercarse al misterio, cerrándole de entrada la boca e incitándole a
cerrar los ojos, lo que etimológicamente quiere decir la palabra misterio (Cfr. Ídem. pp.
286).
Del mismo modo, elucida que lo Tremendum no debe ser ligado exclusivamente a una
fuente trascendente como lo es lo sagrado (Cfr. Ídem. pp. 286-287). En realidad, afirma,

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Otto explica que ha formado esta palabra siguiendo la misma lógica por la cual de omen se
forma ominoso y de lumen, luminoso. Numen (de donde Otto deriva numinoso) alude en su origen al
movimiento de cabeza por el cual se manifiesta la voluntad de prohibir o de permitir, y termina aplicándose
a la voluntad divina que de ese modo expresa su poder. Mientras signum designa la manifestación sensible
por la cual esta voluntad se da a conocer (hechos prodigiosos, fenómenos naturales), numen alude al
ejercicio del poder supremo de un dios. De forma que, teniendo en cuenta esto y el uso que Otto hace de
este término a lo largo de su libro, lo numinoso en este trabajo, será equivalente a lo sagrado, ya que la
voluntad y el poder divino (lo numinoso) son aquí lo sacramental obrando en la criatura humana (Cfr. ídem.
pp. 8-13.).

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para que lo numinoso pueda ser identificado y distinguido, debe ser descubierta su
estructura en la analogía con las emociones que produce la Natura Tremendam (ya que
sólo hay conocimiento a partir de fenómenos), y en las cuales se denota el carácter
amenazante que se percibe del contexto físico del sujeto. El estímulo suscitado por las
experiencias en las que el objeto se manifiesta como anticipación del dolor, generan en el
instinto de conservación dos posibles respuestas, la defensiva o la ofensiva, en todo caso,
lo importante es ponerse fuera del alcance del peligro externo y, consecuentemente,
librarse de tan incómoda sensación, aclara Guacaneme.
En referencia a esto, Guacaneme señala que dentro de la historia de la religión, se ha
interpretado el sentimiento de lo numinoso no sólo como Tremendum, sino que dentro de
esta categoría se ha manifestado en distintos grados que van desde la tosquedad a lo
refinado (Cfr. Ídem. pp. 287). Esto bien lo indica Rudolf Otto, al mencionar que en un
primer instante y en el estadio inferior del sentimiento numinoso, se encuentra el pavor
demoniaco, cuya principal característica es la sugestión del miedo y lo espantoso (Cfr.
Otto R.; 1996; pp. 16). Es la sensación no sólo de impotencia, sino de culpabilidad, de ser
juzgado por la cólera de Dios, lo Tremendum; es el sentirse no como creado, sino como
creatura ante la majestad (Majestas) del Creador; es el experimentar la sensación que
sobre el hombre, una energía respira (Cfr. Ídem. pp. 25-26).
Menciona Guacaneme, que esta interpretación de lo numinoso, como un pavor
especial, es también constatada por los diferentes términos que se han empleado durante
la historia de la religión, para referirse a lo sagrado (Cfr. Guacaneme; 2010; pp. 287). En
Éxodo 15,16 la palabra hebrea empleada para referirse al sentimiento que despierta la
divinidad es hmya (êmh), que significa temblor, pavor y que a su vez está emparentada
con la palabra -ya (âm) que significa amenaza. Otra palabra inclusive mucho más
ilustradora, aparece en 1 Samuel 14,15 hdr- (kharadah), sustantivo que denota temblor,
temor y ansiedad, pero que en la traducción de la Septuaginta, es decir la primera versión
griega, es reemplazada por asombro, aturdimiento, trance, etc.
Rudolf Otto afirma que cuando lo numinoso es considerado benéfico y, por
consiguiente atractivo, es interpretado como Mysterium Fascinans, misterio fascinante.
“El contenido cualitativo de lo numinoso - que se presenta bajo la forma de
misterio - está constituido de una parte por ese elemento antes descrito, que
hemos llamado tremendum, que detiene y distancia con su majestad. Pero, de otra
parte, es claramente algo que al mismo tiempo atrae, capta, embarga, fascina.
Ambos elementos, atrayente y retrayente, vienen a formar entre sí una extraña
armonía de contraste. Este contraste armónico, este doble carácter de lo
numinoso, se descubre a lo largo de toda la evolución religiosa, por lo menos a
partir del grado de pavor demoníaco. Es el hecho más singular y notable de la
historia de la religión. En la misma medida que el objeto divino-demoníaco pueda
aparecer horroroso y espantable al ánimo, se le presenta otro tanto como seductor
y atractivo. Y la misma criatura, que tiembla ante él en humildísimo desmayo,
siente a la vez el impulso de reunirse a él y apropiárselo en alguna manera. El
misterio, no sólo es para él maravilloso, sino además admirable; de suerte que, al
efecto del numen que conturba y trastorna los sentidos, se añade el efecto
dionisíaco que capta los sentidos, arrebata, hechiza y a menudo exalta hasta el
vértigo y la embriaguez”. (Cfr. Otto R.; 1996; pp. 40).

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En referencia a esto, Guacaneme menciona que, el Mysterium Fascinans ha sido, y
sigue siendo, el pilar sobre el cual se construyen todos los sistemas religiosos, es la
concepción de que la divinidad puede tener una influencia o intervención favorable para
con el devoto (Cfr. Guacaneme; pp. 288). Es a su vez, la razón por la cual se fundamenta
la praxis cúltica de las comunidades arcaicas, en el sentido de que reconoce que su
supervivencia y existencia está estrechamente ligada a las divinidades (Cfr. Eliade, M.;
1961; pp. 164-168). La experiencia de lo fascinante provoca o viene conjuntamente de
emociones como la adoración, la devoción y la veneración y, por su parte, estas
desembocan en la interpretación de sus respectivas equivalencias en la divinidad como lo
es la misericordia, la clemencia y el amor.
Encontrar este Mysterium Facinans, le permite al hombre encontrar un consuelo o
inclusive un mecanismo de defensa que proporcione estabilidad emocional en momentos
de extrema dificultad y angustia (Cfr. Guacaneme; pp. 288).
Sobre la base de lo expuesto, se puede señalar que Rudolf Otto considera el Mysterium
Tremendum como el primer estado emocional que suscita en el hombre su encuentro con
lo numinoso-desconocido. No obstante, cuando el hombre profundiza su relación con lo
numinoso a través, de la praxis cùltica, pasa a un estado emocional denominado
Mysterium Facinans, en el que el encuentro con lo sagrado se percibe como benéfico y
fuente de estabilidad emocional ante las situaciones problemáticas y de dificultad.

La relación entre el miedo y el Mysterium tremendum


El poder de lo desconocido no tiene rostro ni identidad, por ello es invulnerable a
cualquier resistencia humana. Desde el más remoto origen ha crecido en el ser humano el
temor a lo numinoso, entendido como lo sagrado, más en concreto a “ser tocado” por ello.
Las formas religiosas más elementales se han originado para liberarse de ese contacto
terrible y fascinante, para que no sintiera en su cuerpo o en su mente la amenaza de ese
poder sin rostro ni figura.
De allí, que lo numinoso o sagrado como Mysterium Tremendum suscite en los
hombres miedo y temor, dado que, al presentarse como desconocido, la razón humana no
puede evaluar si resulta beneficioso o perjudicial a la conservación del bienestar
psicofísico. De modo que lo asume como una amenaza. No obstante, si bien lo
tremendum no desaparece del todo, cede su lugar al fascinans. Puesto que el hombre
interioriza el Mysterium a través de la praxis cultica, siendo esta una proyección de lo
numinoso-sagrado, pero no su realidad. Lo atractivo prevalece, su Gracia supera el temor
de su santidad terrorífica, fuente de miedo y de terror. Lo maravilloso del misterio
encarnado de Dios es su cercanía amorosa.

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Conclusión
El miedo como fenómeno neuropsicológico se presenta como una emoción que es
producida por una reacción fisiológica ante una amenaza que atenta contra el bienestar
psicofísico del sujeto. Produce una reacción bioquímica que inicia en la amígdala
emocional y se comunica a los lóbulos frontales, a través de la sinapsis neuronal. De esta
manera se genera la emoción del miedo, que de acuerdo a la disposición natural de cada
sujeto, puede provocar a su vez, una respuesta de huida, defensa o parálisis temporal.
Desde el punto de vista psicológico, en relación a lo religioso, se puede señalar que el
miedo es empleado desde esta perspectiva, coacciona a los miembros de las religiones
para actúen de determina manera presentando un objeto amenazante que atente contra su
bienestar, provocando en ellos respuestas condicionadas, ya sea para enfrentar la amenaza
o evitarla.
El Mysterium Tremendum, es presentando como un estado emocional que provoca lo
numinoso-sagrado en el hombre. Siendo el principal aspecto de este estado el miedo o
temor a lo desconocido. Sin embargo, a medida que el hombre interioriza y profundiza
en su relación con lo sagrado por medio de la práctica cultica, lo Tremendum se vuelve
Facinans, otro estado emocional, caracterizado por el amor, la adoración, la tranquilidad
y estabilidad emocional, aunque lo tremendum aún permanece pero en un grado menor.
De modo que, el miedo como fenómeno neuropsicológico se presenta en el Mysterium
Tremendum, como la primera reacción ante lo sagrado, puesto que resulta totalmente
desconocido por el hombre. Pero a medida que este entra en relación con lo sagrado por
medio del culto y los símbolos religiosos, lo sagrado-numinoso ya no es concebido como
una amenaza sino como fuente de estabilidad emocional.

Bibliografía

 Eliade M. (1961); Mitos, sueños y misterios; Fabril, Buenos Aires.

 Gómez E. (2021); La Psicología del Miedo; Boletín de la Universidad de Granada.


Universidad de Granada, Neuropsicología. Recuperado de:
https://www.researchgate.net/publication/350485321_PSICOLOGIA_DE
L_MIEDO

 Guacaneme J. P. (2010); Orígenes y simbología de lo sagrado en el pensamiento

de Rudolf Otto; Universidad de San Buenaventura, sede Bogotá,


Facultades de Filosofía y Teología. Recuperado de:
https://revistas.usb.edu.co/index.php/Franciscanum/article/view/940

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 Otto R. (1996); Lo santo, lo racional y lo irracional en la idea de Dios; Alianza
Editorial, Madrid. Recuperado de:
http://www.posgrado.unam.mx/filosofia/pdfs/Textos_2019-1/2019-
1_Otto_LoSanto.pdf

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