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Todo el mundo experimenta ansiedad, que se caracteriza la mayoría de las veces por una
sensación de aprensión difusa, desagradable y vaga, a menudo acompañada de síntomas
vegetativos como cefalea, diaforesis, taquicardia, opresión torácica, malestar epigástrico e
inquietud, y que se manifiesta por la incapacidad de estar sentado o de pie durante mucho
tiempo.
Puede conceptualizarse la ansiedad como una respuesta normal y adaptativa que puede salvar la
vida y que advierte de amenazas de daño corporal, dolor, indefensión, posible maltrato o la
frustración de necesidades corporales o sociales; de separación de los seres queridos; de una
amenaza contra el propio bienestar o éxito y, por último, de amenazas a la unidad o integridad.
Impulsa al individuo a adoptar las medidas necesarias para evitar la amenaza o reducir sus
consecuencias. Esta preparación va acompañada de un incremento de la actividad somática y
autónoma controlada por la interacción de los sistemas nerviosos simpático y parasimpático. Los
ejemplos de un individuo que se defiende de las amenazas de la vida diaria consisten en ponerse a
preparar un examen difícil, esquivar un balón dirigido a la cabeza, meterse en el dormitorio tras el
toque de queda para evitar un castigo y correr para alcanzar el último tren de cercanías. Por tanto,
la ansiedad evita situaciones negativas al alertar al individuo para que ejecute ciertas acciones a
fin de evitar el peligro.
La constelación concreta de síntomas presentes durante la ansiedad tiende a variar entre los
individuos (tabla 9.1-1).
Contribuciones de las ciencias psicológicas Las tres principales escuelas de teoría psicológica
(psicoanalítica, conductual y existencial) han contribuido con teorías sobre las causas de la
ansiedad. Cada una posee utilidades conceptuales y prácticas para el tratamiento de los trastornos
de ansiedad.
Teorías psicoanalíticas. Aunque Freud creía originalmente que la ansiedad provenía de una
acumulación fisiológica de la libido, finalmente la redefinió como un signo de la presencia de
peligro en el inconsciente. La ansiedad se consideraba el resultado de un conflicto psíquico entre
los deseos sexuales o agresivos inconscientes y las correspondientes amenazas del superyó o la
realidad externa. En respuesta a esta señal, el yo movilizaba mecanismos de defensa para evitar
que pensamientos y sentimientos inaceptables afloraran al consciente. En su trabajo clásico
Inhibiciones, síntomas y ansiedad, Freud afirma que «es la ansiedad la que produce represión y no,
como yo pensaba anteriormente, la represión la que produce la ansiedad». Actualmente,
numerosos neurobiólogos siguen respaldando muchas de las ideas y teorías originales de Freud.
Uno de los ejemplos es la función de la amígdala, que es responsable de la respuesta del miedo,
sin ninguna referencia a la memoria consciente, y sustenta el concepto de Freud de un sistema de
memoria inconsciente para las respuestas de ansiedad. Una de las desafortunadas consecuencias
de considerar el síntoma de ansiedad más como un trastorno que como una señal es que pueden
ignorarse sus orígenes subyacentes. Desde la perspectiva psicodinámica, el objetivo de la terapia
no es eliminar necesariamente toda ansiedad, sino aumentar la tolerancia a esta, es decir, la
capacidad de experimentar ansiedad y emplearla como una señal para investigar el conflicto
subyacente que la ha creado. La ansiedad aparece en respuesta a diversas situaciones durante el
ciclo vital y, aunque los psicofármacos pueden mejorar los síntomas, no hacen nada por abordar la
situación vital o las correlaciones internas que han inducido el estado de ansiedad.
Teorías conductuales. Las teorías conductuales o del aprendizaje de la ansiedad postulan que es
una respuesta condicionada a un estímulo ambiental específico. En un modelo de
condicionamiento clásico, por ejemplo, una niña criada por un padre abusivo puede sentir
ansiedad tan pronto como vea a este progenitor. A través de la generalización, puede desconfiar
de todos los varones. En el modelo de aprendizaje social, un niño puede desarrollar una respuesta
de ansiedad al imitar la ansiedad presente en el entorno, como en el caso de unos padres
ansiosos.
Teorías existenciales. Las teorías existenciales de la ansiedad facilitan modelos para la ansiedad
generalizada en los que no hay estímulos específicamente identificables para una sensación de
ansiedad crónica. El concepto esencial de la teoría existencial es que los individuos experimentan
sentimientos de vivir en un universo sin sentido. La ansiedad es su respuesta al vacío que perciben
en la existencia y en el sentido. Las preocupaciones existenciales pueden haber aumentado desde
el desarrollo de las armas nucleares y el terrorismo biológico.
Sistema nervioso autónomo. La estimulación del sistema nervioso autónomo produce ciertos
síntomas cardiovasculares (p. ej., taquicardia), musculares (p. ej., cefalea), gastrointestinales (p.
ej., diarrea) y respiratorios (p. ej., taquipnea). El sistema nervioso autónomo de algunos pacientes
con trastorno de ansiedad, en especial aquellos con un trastorno de pánico, muestran un aumento
del tono simpático, se adaptan con lentitud a los estímulos repetidos y responden excesivamente
a los estímulos moderados.
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Los experimentos en primates han demostrado que la estimulación del locus cerúleo produce una
respuesta de miedo en los animales, y que la ablación de dicha área inhibe o bloquea
completamente su capacidad para generar una respuesta de miedo. Los estudios en seres
humanos han demostrado que en los pacientes con un trastorno de pánico, los agonistas de los
receptores β-adrenérgicos (p. ej., el isoproterenol) y los antagonistas de los receptores α2-
adrenérgicos (p. ej., la yohimbina) pueden provocar ataques de pánico frecuentes y graves. Por el
contrario, la clonidina, un agonista de los receptores α2-adrenérgicos, reduce los síntomas de
ansiedad en algunas situaciones experimentales y terapéuticas. Según una observación menos
consistente, los pacientes con trastornos de ansiedad, y en particular con trastorno de pánico,
presentan una elevación de las concentraciones en el líquido cefalorraquídeo (LCR) o en la orina
del metabolito noradrenérgico 3-metoxi-4-hidroxifenilglicol (MHPG).
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GABA. La importancia del GABA en los trastornos de ansiedad está respaldada por la eficacia
indiscutible de las benzodiazepinas, que potencian la actividad del GABA en el receptor gabaérgico
de tipo A (GABAA) en el tratamiento de algunos tipos de trastornos de ansiedad. Aunque las
benzodiazepinas de baja potencia son las más efectivas para los síntomas del trastorno de
ansiedad generalizada, las de alta potencia, como el alprazolam y el clonazepam, son efectivas en
el tratamiento del trastorno de pánico. Los estudios en primates han demostrado la inducción de
los síntomas del sistema nervioso autónomo en los trastornos de ansiedad cuando se administra
un agonista inverso de las benzodiazepinas, el ácido β-carbolina-3- carboxílico (BCCE). El BCCE
también causa ansiedad en voluntarios controles sanos. Un antagonista de las benzodiazepinas, el
flumazenilo, causa intensos ataques de pánico en pacientes con trastorno de pánico. Estos datos
han impulsado a los investigadores a postular que algunos pacientes con trastornos de ansiedad
presentan una alteración funcional de los receptores GABAA, aunque esta relación no se ha
demostrado directamente.
APLYSIA. Existe un modelo de neurotransmisores para los trastornos de ansiedad que se basa en
el estudio de la Aplysia californica, realizado por el premio Nobel Dr. Eric Kandel. Aplysia es un
molusco que reacciona al peligro mediante la fuga: se retrae en el interior de la concha y reduce su
conducta alimentaria. Esta respuesta puede condicionarse clásicamente, de manera que Aplysia
responda a estímulos neutrales como si fueran peligrosos. El molusco también puede
sensibilizarse con shocks aleatorios, de manera que presenta una respuesta de huida en ausencia
de un peligro real. Se han establecido paralelismos entre el condicionamiento clásico y la ansiedad
fóbica humana. La Aplysia condicionada de manera clásica presenta variaciones mensurables de la
facilitación presináptica, lo que produce la liberación de cantidades superiores de
neurotransmisores. Aunque este molusco es un animal simple, este trabajo supone un abordaje
experimental de los complejos procesos neuroquímicos que pueden estar implicados en los
trastornos de ansiedad en los seres humanos.
Estudios genéticos. Los estudios genéticos han generado sólidas evidencias de que al menos
algunos elementos genéticos contribuyen al desarrollo de los trastornos de ansiedad. Se ha
reconocido que la herencia es un factor que predispone al desarrollo de estos trastornos. Casi la
mitad de los pacientes con un trastorno de pánico cuentan al menos con un familiar afectado. Las
cifras de otros trastornos de ansiedad, que son relevantes aunque no tan elevadas, indican
asimismo una mayor frecuencia de la enfermedad en los familiares de primer grado de los
pacientes afectados en comparación con los familiares de individuos no afectados. Aunque no se
han documentado estudios sobre individuos adoptados y trastornos de ansiedad, los datos de los
registros de gemelos también respaldan la hipótesis que postula que los trastornos de ansiedad
están, al menos en parte, determinados de forma genética. Existe pues un vínculo claro entre la
genética y este tipo de trastorno, aunque no es probable que estos sean el resultado de una
anomalía mendeliana simple. En un estudio se atribuyó aproximadamente el 4% de la variabilidad
intrínseca de la ansiedad en la población general a una variante polimórfica del gen del
transportador de la serotonina, que es la diana de acción de muchos fármacos serotoninérgicos.
Los individuos con la variante producen menos transportador y presentan niveles superiores de
ansiedad. En 2005, un equipo científico liderado por el premio Nobel Eric Kandel, becado por el
National Institute of Mental Health (NIMH), demostró que la anulación de un gen del centro
cerebral del miedo (knocking out) creaba ratones que no se alteraban ante situaciones que
normalmente desencadenarían respuestas instintivas o aprendidas de miedo. El gen codifica la
estatmina, una proteína crítica para la formación de recuerdos de miedo en la amígdala. Los
ratones con una anulación genética de la estatmina presentaron menor ansiedad al escuchar un
tono que previamente se había asociado a un shock, lo que indica menos miedo aprendido.
También fueron más propensos a explorar espacios abiertos y entornos laberínticos nuevos, un
reflejo de su menor miedo innato. Kandel indicó que los ratones con el gen inhibido de la
estatmina pueden emplearse como un modelo de los estados de ansiedad de los trastornos
mentales con componentes de miedo innato y aprendido: estos animales podrían emplearse para
el desarrollo de nuevos fármacos contra la ansiedad. Todavía no se ha confirmado que la
estatmina se exprese de forma análoga en la amígdala humana y sea esencial para la ansiedad en
el ser humano.
Los trastornos de ansiedad están asociados con una morbilidad significativa y a menudo son
crónicos y refractarios al tratamiento.
CLASIFICACIÓN DSM V
2) Mutismo selectivo.
3) Fobia específica.
5) Trastorno de pánico.
6) Agorafobia.
Miedo o ansiedad excesiva e inapropiada para el nivel de desarrollo del individuo concerniente a
su separación de aquellas personas por las que siente apego, puesta de manifiesto por al menos
tres de las siguientes circunstancias: 1. Malestar excesivo y recurrente cuando se prevé o se vive
una separación del hogar o de las figuras de mayor apego. 2. Preocupación excesiva y persistente
por la posible pérdida de las figuras de mayor apego o de que puedan sufrir un posible daño, como
una enfermedad, daño, calamidades o muerte. 3. Preocupación excesiva y persistente por la
posibilidad de que un acontecimiento adverso (p. ej., perderse, ser raptado, tener un accidente,
enfermar) cause la separación de una figura de gran apego. 4. Resistencia o rechazo persistente a
salir, lejos de casa, a la escuela, al trabajo o a otro lugar por miedo a la separación. 5. Miedo
excesivo y persistente o resistencia a estar solo o sin las figuras de mayor apego en casa o en otros
lugares. 6. Resistencia o rechazo persistente a dormir fuera de casa o a dormir sin estar cerca de
una figura de gran apego. 7. Pesadillas repetidas sobre el tema de la separación. 8. Quejas
repetidas de síntomas físicos (p. ej., dolor de cabeza, dolor de estómago, náuseas, vómitos)
cuando se produce o se prevé la separación de las figuras de mayor apego.
D. La alteración no se explica mejor por otro trastorno mental, como rechazo a irse de casa por
resistencia excesiva al cambio en un trastorno del espectro del autismo; delirios o alucinaciones
concernientes a la separación en trastornos psicóticos; rechazo a salir sin alguien de confianza en
la agorafobia; preocupación por una salud enfermiza u otro daño que pueda suceder a los
allegados u otros significativos en el trastorno de ansiedad generalizada; o preocupación por
padecer una enfermedad en el trastorno de ansiedad por enfermedad
Se conoce como ansiedad por separación a una respuesta emocional en la cual el niño
experimenta angustia al separarse físicamente de la persona con quién está vinculado1. Es un
fenómeno normal en el desarrollo infantil, que se modifica paulatinamente permitiendo al niño
desarrollar su capacidad para estar a solas2,3.
entre los 14 meses – 3 años: pueden explorar el ambiente manteniendo el contacto con quiénes
están vinculados
desde los 3 años: ya no tienen la necesidad de la presencia física de su figura de apego para
sentirse seguros2.
Existe, sin embargo, un número importante de niños que puede presentar síntomas de ansiedad
de separación a edades posteriores a los 3 años. Diversos estudios han reportado prevalencias de
6–15% de sintomatología a los 5 años y 3,8% entre los 6-11 años. Un 6-9% de los pacientes
refiere síntomas severos, pero transitorios (menos de 4 semanas)3.
Es más frecuente en niños, y la mayor incidencia suele estar entre los 7 y los 9 años.
CLÍNICA
Malestar psicológico y físico, pesadillas relacionadas a la separación, deterioro en lo social, laboral,
académico u otro campo.
La sintomatología que presentan los niños afectados por este proceso normativo va a depender de
la edad, y en general son gatillados tanto por la anticipación como por la separación de la figura de
apego3,4. La tabla 1 muestra estos síntomas según la edad del niño.
Tabla 1. Síntomas de Ansiedad por Separación*
Pre-Escolares
Escolares
Rechazo escolar
Pataletas
Agresividad
Miedo a estar solo
Temor a dormir solo
Nauseas, vómitos, dolor abdominal
Rechazo escolar
Dificultades para dormir
Miedo de sufrir daño
Pesadillas
Palpitaciones
Dolor torácico
Cefalea
Síntomas gastrointestinales
Al enfrentarnos a un niño con ansiedad por separación es importante determinar si los síntomas
ocurren en un contexto normativo o patológico. Para esto es clave evaluar la conducta del niño, su
historia de desarrollo psicomotor, el contexto en el que ocurren los síntomas, las características de
los padres, y las relaciones que se dan dentro de la familia.
Por lo general la ansiedad de separación suele estar en la línea normativa, y los niños que la
refieren se caracterizan por:
Edad de presentación: 6 meses a 6 años
Ausencia de pensamientos de daño a figuras de apego
Relación diádica armónica
Familias funcionales
Ausencia de eventos traumáticos previos
Padres contenedores
Ausencia de psicopatología ansiosa en la familia
En el otro extremo, están los niños que presentan síntomas por ansiedad de separación, pero que
lo hacen en un contexto patológico.
Trastorno de ansiedad por separación
Hablamos de un trastorno de ansiedad por separación cuando los afectados manifiestan angustia
excesiva o cuando su intensidad no es acorde con su el nivel de desarrollo. El peak de incidencia de
este trastorno ocurre entre los 7 y 9 años1,3.
Los síntomas son intensos, por un período mayor a 4 semanas, generando un retraso en el
desarrollo emocional del niño. Dentro de los elementos que se han asociado al trastorno de
ansiedad por separación destacan1,4:
Ideas constantes y perturbadoras de daño a figuras de apego
Relación diádica, sobre-reactiva y/o disarmónica
Familias con tendencia a ser aglutinadas
Padres sobreprotectores
Presencia de psicopatología ansiosa en otros miembros familiares
Eventos de vida negativos
TRATAMIENTO
a. Psicoterapia
b. Farmacoterapia
La duración del tratamiento farmacológico para el TAS no está bien establecida pero debería ser lo
suficiente para que la sintomatología del paciente se haya reducido, y el entrenamiento en
psicoterapia ya le permita ser capaz de modular su ansiedad sin la necesidad del uso de fármacos.
Al suspender la medicación debe monitorearse una eventual recurrencia de la ansiedad excesiva.
EXPECTATIVAS
MUTISMO SELECTIVO.
A. Fracaso constante de hablar en situaciones sociales específicas en las que existe expectativa por
hablar (p. ej., en la escuela) a pesar de hacerlo en otras situaciones.
EPIDEMIOLOGÍA
CARACTERÍSTICAS
CLÍNICA
Algunos de los comportamientos que indican que el niño manifiesta mutismo selectivo son:
3. La incapacidad del niño para hablar interfiere en su capacidad para desenvolverse con
soltura en su vida diaria, como en las relaciones sociales o el ámbito escolar.
TRATAMIENTO
Es aconsejable que los padres eliminen presiones y expectativas con respecto a que el niño/a
hable. Conviene que se muestren empáticos son su hijo/a y que le transmitan que comprenden su
miedo y dificultades para expresarse en determinadas ocasiones. Desde casa, se puede ofrecer
seguridad, comprensión, apoyo, motivación para superar las dificultades y paciencia. Otras pautas
que los padres pueden tener en cuenta para ayudar a sus hijos con mutismo selectivo son:
Evitar decir al niño que es tímido, porque los roles que nos imponen tienden a
consolidarse y resulta difícil escapar de ellos.
Ayudar a desarrollar al niño/a el carácter empático para que comprenda que si una
persona nos habla y no le respondemos, ofrecemos la imagen de que somos despectivos o
estamos enfadados y podemos hacer sentir mal a la otra persona.
Evitar regañar al niño/a por no hablar, porque además de que se siente presionado, se
corre el riesgo de que el niño también lo utilice como forma de llamar la atención.
Huir de la sobreprotección (evitar hablar en nombre del niño), así como fomentar la
autonomía (vestirse solo, poner la mesa, recoger su habitación) y la socialización de los
niños desde una edad temprana. Ofrecerle ocasiones para que amplíe su círculo de
amistades y relaciones sociales.
Premiarle y felicitarle cuando rompe sus barreras y miedos y consigue avanzar a la hora de
hablar con personas y en situaciones y contextos que le resulten complicados y
novedosos.
EXPECTATIVAS
Evolución favorable.
Adquirir una buena relación con el niño: “Invertir” tiempo para conocer al niño que tiene
mutismo selectivo, sus gustos y sus aversiones, y participar con él en actividades divertidas y
relajadas.
No obligar al niño a hablar: No engañar o sobornar al niño, no usar frases exigentes, tampoco es
útil usar recompensas, amenazas o castigar al niño por no hablar.
Hacerle saber al niño que será capaz de hablar cuando esté listo: A pesar de que no estés
esperando que verbalice al inicio de la terapia, sí es el objetivo final. Asegúrate de que el niño sabe
que la meta es que él sea capaz de hablar sin ansiedad, pero no lo fuerces. Hay diferentes etapas
de la comunicación que permite el progreso hacia la vocalización:
Conocer las situaciones en las que el niño se siente cómodo y en las que se siente incómodo
hablando: Una vez que determine las situaciones en las que el niño se sienta cómodo/incómodo
hablando, tendrás un punto de partida para la terapia. Podrás simular las situaciones en las que el
estudiante si sienta cómodo hablando, y poco a poco añadir elementos o compañeros en un
ambiente seguro para fomentar su comunicación verbal.
Tener una rutina estructurada: Las situaciones no estructuradas pueden hacer que un niño con
mutismo selectivo sienta ansiedad. Deja que el niño sepa de antemano cualquier cambio que
habrá en la rutina (ya sea visitas de otras personas o cambio de actividades).
Designar un lugar seguro: Ten un lugar seguro en la sala o en el hogar, a modo de “esfera”, donde
el estudiante puede ir a tomar un descanso entre las rutinas diarias.
Enseñar estrategias al niño: Como el uso de tarjetas comunicativas, ayudas visuales, que piense
con anticipación sus respuestas antes de contestar o decirle al niño con anticipación si puedes
hacerle alguna pregunta, para que tenga tiempo para pensar en ello.
No obligar al niño a hablar como parte de una tarea: Más bien bien, darle crédito por algún
trabajo escrito, dejar que haga una presentación de Power Point, grabarlo con una cámara en un
ambiente tranquilo para que él o ella no tenga que presentarse delante de todos sus compañeros
de clase y dejar que utilice gestos infantiles o la comunicación no verbal para contestar preguntas.
No permitir que otros hablen por el niño: A veces está bien dejar que un amigo hable por el niño
con mutismo selectivo, si el niño lo permite o le susurra al otro niño lo que quiera decir. Es mejor
que el niño con mutismo selectivo hable a través de otro a que no hable en absoluto. Sin embargo,
si los demás responden por él todo el tiempo sin esperar alguna indicación del niño, es mejor
enseñarles que el niño con mutismo selectivo tiene que aprender a usar su propia voz con más
frecuencia y que esperen que él mismo les diga lo que necesite.