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Introducción​:

El presente trabajo expone las principales ideas Heideggerianas sobre el arte, a partir del
análisis de los textos: "El Origen de la Obra de Arte", M. Heidegger, "Lo esencial de la
Poesía", Ídem.; "Heidegger y la verdad del Arte", "Estética, La cuestión del Arte", E.
Oliveras.

Biografía​:

Martin Heidegger (Messkirch, Baden-Wurtemberg, Alemania; 26 de septiembre de 1889 -


Friburgo de Brisgovia, Baden-Wurtemberg, Alemania; 26 de mayo de 1976) fue un filósofo
alemán, considerado, junto con Edmund Husserl y Ludwig Wittgenstein, como el pensador
más influyente del siglo XX y de la filosofía contemporánea. Tras sus inicios en la teología
católica, desarrolló una filosofía que influyó en campos tan diversos como la teoría literaria,
social y política, el arte y la estética, la arquitectura, la antropología cultural, el diseño, el
ecologismo, el psicoanálisis y la psicoterapia.

La obra de Heidegger suele entenderse como separada en dos períodos distintos cuya
ruptura se encontraría en el viraje (Kehre) experimentado por su enfoque filosófico, por lo
que es habitual hablar de dos etapas o momentos en su pensamiento. Esta decisión
señalada por estudiosos y críticos de su obra, el filósofo nunca la aceptó.

Primer Momento: en que se sirve de la analítica existencial como instrumento o


«prolegómeno» para replantear la pregunta tradicional de la metafísica, la pregunta por el
«ser», como pregunta por el «sentido de ser» (claramente desde los primeros párrafos de
Ser y tiempo). En esta etapa se concluye que el sentido de ser es íntimamente dependiente
del tiempo, por esto podemos considerar la primera etapa como marcada por una búsqueda
del «ser del tiempo».

Segundo Momento: en el que, como el propio autor señala, concibe su pensamiento como
el desarrollo de una «historia del ser». El objetivo fundamental de esta «historia del ser»
radica en la comprensión de los vínculos entre el desarrollo de la cuestión del ser en la
filosofía y la historia de Occidente (aunque no señalado por muchos, encarar este momento
según este enfoque, nos lleva a reminiscencias hegelianas). Esta segunda etapa ya no
pretende abordar el «ser del tiempo» sino que se encara frente a los «tiempos del ser», en
este sentido puede ser comprendido el viraje que se produce en su filosofía.

Ideas Heideggerianas sobre el arte:

Caminos del bosque es una obra de Martín Heidegger publicada en 1950. Allí se
encuentra “El origen de la obra de arte” (1936), que reúne conferencias pronunciadas entre
1935 y 1936. En otras obras muestra constantemente su interés por el pensar poético. Esta
admiración se fundamenta en su creencia de que la poesía es la más importante de todas
las artes, ya que considera que ella es la “casa del ser”, y los poetas, sus guardianes.
De allí que Heidegger presente un especial interés por las producciones poéticas, en
particular de Holdering, ya que para él, éste poeta, se ocupa en poetizar sobre la poesía; es
decir, en buscar la esencia de la poesía. A partir de lo producido por este autor, Heidegger
presenta la Esencia de la Poesía, concediendo a Holdering la autoridad de verdadero poeta.

Heidegger se propone en el texto Hölderlin y la Esencia de la Poesía determinar, a partir de


cinco sentencias de aquel autor, cuál es, en sus palabras, la esencia esencial de la poesía;
entendiendo por esencia no aquello que es general y común a toda obra considerada
poética, sino lo que realmente permita tomarse en serio la poesía e introdicirse de lleno en
sus dominios.

La primera sentencia de Hölderlin, a partir de la cual Heidegger intenta lograr su propósito,


versa sobre el hacer poesía diciendo que “esta tarea [es], de entre todas, la más inocente”,
a lo que Heidegger le da sentido interpretando la poesía como un juego, en el que todo se
realiza en el marco de un imaginario creado por las palabras, liberando al poeta de la
responsabilidad o culpa que implicaría la acción. Este primer paso aún no supone una idea
clara sobre la esencia de la poesía, pero el autor considera que señala el camino
enfocándolo hacia el dominio de la palabra.

Para darle continuidad a su tarea, Heidegger se refiere, entonces, al siguiente fragmento:


“…se le dio al hombre el más peligroso de los bienes, la Palabra, para que creando y
destruyendo, haciendo perecer y devolviendo las cosas a la sempiterna viviente… dé
testimonio de lo que él es”. Dicha sentencia parece contradecirse con la anterior, pues
¿cómo puede ser que el más peligroso de los bienes sea, al mismo tiempo, el material de la
más inocente de las tareas? Heidegger deja de lado esta cuestión, por un momento, para
preguntarse sólo por la palabra.

“El hombre es un ser que ha de dar testimonio de lo que es”, es lo que interpreta Heidegger
del pasaje citado; es, entonces, el testimonio de su realidad lo que hace al hombre ser lo
que es, pero dicho testimonio sólo puede hacerse a través de la palabra, sobre la cual tiene
su advenimiento la historia misma; por eso es la palabra un bien del hombre, porque sólo a
través de ella puede realizarse como tal. Pero ¿por qué considera Hölderlin a la palabra
como el más peligroso de los bienes? Heidegger afirma que dicha calificación está basada
en la consideración de que a través de ella, de la palabra, se cae fácilmente en el error y la
desilusión, pues el producto de su poder creador, al verse contrastado con la realidad,
puede, muchas veces, no encontrar correspondencia y, así, el hombre quedar sumido en
una irrealidad. Por otra parte, el peligro de la palabra también consiste en que por la
apariencia de lo dicho se puede confundir lo esencial con lo no esencial, difuminándose así
el genuino decir y poniéndose en peligro la función esencial de la palabra. A pesar de estos
peligros la palabra es para el hombre un bien, no sólo porque a través de ella pueda
comunicar sus pensamientos y vivencias, sino porque gracias a ella el hombre obtiene y
ratifica su lugar en el mundo. “Únicamente donde haya palabra habrá mundo, esto es: un
ámbito, con radio variable, de decisiones y realizaciones, de actos y responsabilidades,
alborotos, caídas y extravíos. Solamente donde haya mundo habrá historia”.
Ahora bien, dado lo anterior, Heidegger continúa preguntándose ¿cómo viene al ser la
palabra? Y pretende sustentar la respuesta a partir del siguiente fragmento:

Muchas cosas ha experimentado el Hombre;


A muchas celestiales ha dado ya nombre
Desde que somos Palabra-en-diálogo
Y podemos los unos oír a los otros.

La palabra viene al ser, entonces, en forma de diálogo; el hombre es hombre en el diálogo,


esto es, en el decir y el oír, que son equioriginarios. Pero no siempre el hombre ha sido
diálogo, el diálogo sólo puede darse a partir de la permanencia del referente de las
palabras, esto es, a partir de que el hombre logra detener el tiempo y fundar los conceptos
de pasado, presente y futuro, sólo en ese momento la palabra logra referirse a algo que es
permanente y dar paso a la historia. Es, entonces, cuando el hombre se hace histórico que
nace el diálogo y que el mundo se hace palabra. Cuando la palabra logra referirse a algo
consistente y permanente, es decir, cuando nace el lenguaje como tal, nace también el
mundo.

Pero ¿quién es el que realiza esa tarea de detener el tiempo y dar inicio a la historia? La
respuesta es explícita en la sentencia de Hölderlin “Los poetas echan los fundamentos de lo
permanente”. Con dicha sentencia se vuelve de nuevo a la cuestión inicial sobre la esencia
de la poesía. La poesía, dice Heidegger, es fundación del ser por la palabra de nuestra
boca; esto es, el poeta es el encargado de dotar al ente de ser y esencia a través del
nombramiento inicial, del vocablo esencial, llamándolo para lo que es y reconociéndolo
como ente, sacándolo de la arrebatada corriente del devenir e instalándolo en la realidad
histórica del hombre.

Lo anterior es la antesala para encontrar, al fin, la esencia de la poesía. Con la sentencia


final, “Lleno está de méritos el Hombre; mas no por ellos; por la Poesía ha hecho de esta
Tierra su morada”, se ratifica lo que ya se intuía, dice Heidegger: “La realidad de verdad
(Dasein) del hombre es, en su fondo, poética” . Con ello quiere decir que al ser la poesía el
fundamento de lo permanente se hace, entonces, fundamento y soporte de la historia y del
mundo que el hombre habita; esa es su esencia, ser creadora de la verdad del hombre.
Pero todavía queda un punto por aclarar, la supuesta contradicción que se había
encontrado al comienzo del texto, acerca de cómo podía ser la poesía la tarea más inocente
y, al mismo tiempo, la más peligrosa. Heidegger explica, finalmente, que la peligrosidad de
la poesía radica en que el exceso de claridad que tiene el poeta lo sumerge en las tinieblas
y que la única forma de preservar, entonces, dicha tarea, es “eximir” al poeta de las
responsabilidades de la cotidianidad por la apariencia inofensiva de su tarea.

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