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Alumno: Robles Caloca, Leonardo Daniel

Materia: Historia de la filosofía V: siglo VII y VII


Profesora: Dra. Platas Benítez, Viridiana

El método en Francis Bacon y René Descartes

Introducción

En el presente trabajo me propongo hacer una breve exposición sobre las


propuestas metodológicas de Francis Bacon y René Descartes. Ambos autores
representan una renovación y un punto de partida muy importante para la
generación de un método científico como respuesta a una tradición renacentista que
atribuía una autoridad de la fe, la magia y memoria, sobre la generación de un
conocimiento que se atreviera a ir más allá de lo permitido por la iglesia.

La clasificación en la que a cada uno de estos autores se encierra, esto es,


por el lado de Descartes como racionalista, y por el lado de Bacon como empirista,
permite llegar a hacer suposiciones y prejuicios que podrían desorientar el método
que cada uno propone y la manera de entender la naturaleza, la cual siempre se
llevará bajo la tutela de la razón. En el caso de Descartes, veremos que aunque en
las Meditaciones metafísicas se hable de una desconfianza de los sentidos, no la
hay un rechazo del conocimiento obtenido por ellas; aunque por otro lado, sí
encontramos la nación de ideas innatas, pero no una negación de la realidad o duda.
Por el lado de Bacon, nos encontraremos que no se trata de un empirista radical,
pues el mismo habla sobre aquellos que solamente acumulan experiencias
empíricas sin llegar a algún lugar, sin embargo su postura es totalmente empirista
en cuanto a la aplicación de un método inductivo y llegar a elementos simples a los
cuales se aplique un uso prudente y cauteloso del espíritu que nos lleve a la
generación de un conocimiento libre de la especulación filosófica.
El nuevo método para la ciencia de Francis Bacon

La importancia de edificar una ciencia sobre unos cimientos sólidos y que escapen
de la especulación del espíritu por parte de los hombres, se contrasta a la tradición
antecedente a Bacon. Desde el eros y la magia, hasta la “santa ignorancia” de la
que el mismo Giordano Bruno denunciaba, donde la fe imponía límites sobre el
intelecto humano, reduciéndolos a una especie de mediocridad intelectual,
solamente eran reflejo de la situación limitada en la que el conocimiento necesitaba
una nueva dirección que permitiera guiar a la razón hacia un desarrollo del
conocimiento de las ciencias y entorno a la naturaleza.

La iniciativa baconiana de poner fin a la soberbia que los hombres que


solamente con la contemplación y la especulación sobre la naturaleza, las cuales
solamente han hecho que la ciencia se construya bajo la imaginación, llevó a Bacon
a la preocupación por instaurar un método original que guíe la razón del hombre,
este proyecto, que lamentablemente se vio interrumpido dada la finitud del filósofo,
estaba planeada en un magno trabajo titulado Gran Instauración, la cual constaría
de seis partes. En la primera declaración del prefacio de la segunda parte de este
ambicioso proyecto, titulada Novum Organum, Bacon declara lo siguiente:

Cuantos se han atrevido a proclamar que la naturaleza es un


campo explorado y conocido, bien lo hayan hecho por espíritu
temerario, bien por vanidad y hábitos pedantescos, han causado
gravísimo daño a la filosofía y a las ciencias, pues han contribuido
a destruir y truncar la investigación en la proporción misma en que
eran capaces de inspirar confianza a los demás. 1

El proyecto de esta reforma del conocimiento con una nueva lógica para las ciencias,
se presentaba como un proyecto muy amplio que consta de cuatro partes en el
Advancement of knowledge, a las cuales refería como artes intelectuales: a)
Investigación o invención, b) examen o juicio, c) conservación o memoria y d) hablar
o transmisión. En la primera de estas partes, sobre la invención, donde a su vez se
distingue entre invención de los argumentos e invención de las ciencias y las artes,

1 F. Bacon, Prefacio, p.67.


y que a su vez en la última de estas dos, se encontrara la experientia literaria y la
interpretatio naturae, es aquí donde entra el nuevo método propuesto por Bacon en
el Novum organum, que solo tratará sobre una de estas dos partes.2

Es así que la vanidad con la que se especula sobre la naturaleza, se muestra


carente de solidez en la que se emplea un uso inadecuado de la razón como
generadora de conocimiento, pues solamente se trata de vanagloriar el intelecto de
unos cuantos poniéndolos a combatir contra otros, como en el caso de los griegos.
Bacon hace referencia a la analogía de los hombres que quieren transportar un
obelisco de impresionante magnitud, donde éstos solamente utilizan su brazo para
levantarlo, haciendo ajustes al tipo de hombre que va a cargar, sin siquiera hacer
uso de algún instrumento.3 Lo mismo, anuncia el autor, sucede con la ciencia; los
hombres hacen un uso de su razón, la cual tiende a generar especulaciones
metafísicas sobre la naturaleza, y sobre todo al error de un conocimiento verdadero,
sin el uso de herramienta alguna. También es interesante la posición de Bacon
respecto a las matemáticas, pues él no las considera como un método, sino que
simplemente como una ciencia dedicada a la cantidad, lo cual incluso podría caer
en metafísica, algo que se contrastará más adelante con Descartes, quien le otorga
a las matemáticas una posición superior a las ciencias.4

La propuesta baconiana, pues, es la de instaurar un nuevo método que sirva


como herramienta o guía de la razón, no de la generación desmedida de
pensamientos o filosofías que se pongan a combatir las unas contra las otras, sino
de un método suficiente y capaz de poder encontrar y conocer las leyes particulares
que rigen a los objetos, a las que llama formas:

Pues aun dado que en la naturaleza no exista cosa alguna


realmente fuera de cuerpos individuales que producen actos puros
individuales según la ley, sin embargo, en la ciencia, esa misma ley
y su investigación, descubrimiento y explicación, es la que sirve de

2 Cfr. P. Rossi, p. 243.


3 Cfr. F. Bacon, Prefacio p. 68-69.
4 Cfr. P. Rossi, p. 246.
base tanto para el conocimiento como para la práctica. Y esta ley y
a sus cláusulas las designo con el nombre de formas…5

En el primer libro del Novum Organum, Bacon demarca la diferencia que hay entre
las formas que en la antigüedad se pensaba como una esencia que constaba de
una teoría de las cuatro causas, pues éstas nos llevan a una insuficiencia y un
desvío de los motivos establecidos arriba, a saber, de la búsqueda de las formas
baconianas, debido a que con la forma aristotélica se buscaba una esencia, lo cual
sería caer en los mismo errores de la especulación metafísica.6

La investigación de estas formas nos lleva al método inductivo si no


queremos cometer apresuraciones o que carezcan de solidez. La búsqueda de
nociones generales sólo nos puede conducir al error de la especulación y no de las
particularidades que conforman a los fenómenos en sus leyes. De aquí que Bacon
plantee la existencia de dos vías de investigación, de las cuales una es la que se
empleaba en los tiempos del filósofo inglés, y lo otra la nueva propuesta: la primera
se refiere a crear generalizaciones apresuradas partiendo de la experiencia
empírica, donde “parte volando de los sentidos y de los hechos particulares a los
axiomas más generales, y partiendo de estos principios y de lo que cree verdad
inmutable en ellos, procede a la discusión y descubrimiento de los axiomas medios”7,
mismas que les denomina prenociones de la naturaleza; la segunda se refiere a la
deducción de registros de la experiencia empírica de manera progresiva y mesurada
para la creación de axiomas provenientes del análisis de diferentes fenómenos
particulares, y a la cual distingue como interpretación de la naturaleza. El partir de
un método inductivo presupone percepciones sensibles de fenómenos, pero Bacon
se distingue de los empiristas radicales que lo único que hacen es acumular datos
empíricos como si fueran hormigas, para de ahí hacer estas generalizaciones
apresuradas. No se trata de un empirismo dedicado solamente a las percepciones
sensibles, sino se trata de una mediación entre éstas y el uso mesurado del espíritu.

5 F. Bacon, L.2, párrafo 2, p.179.


6 Cfr. L. Benítez, p.5
7 F. Bacon, L1, aforismo XIX, p. 79.
Una vez establecido el objetivo que deben buscar las ciencias con la
aplicación de un nuevo método inductivo, interpretación de la naturaleza, Bacon
habla sobre los errores que han invadido al espíritu humano y que le obstaculizan
en su intención de poder producir un conocimiento sólido y verdadero de las
naturaleza; estos errores son a los que el filósofo inglés denominará como ídolos.
Estos se clasifican, a su vez, en cuatro tipos:

1. Ídolos de la tribu: se fundamenta en el humano y el género humano, el cual


tiene que ver con la percepción sensible y su debilidad, al igual que el espíritu,
en cuanto a que se toma a éstos como la medida de las cosas, lo cual es
erróneo para Bacon, pues están más relacionados con nosotros que con la
naturaleza misma.
2. Ídolos de la caverna: concernientes al error individual en el que el hombre,
con sus hábitos y circunstancias, donde encierra “un antro o caverna
individual donde se quiebra y desbarata la luz de la naturaleza…”8.
3. Ídolos del foro: refiere a los errores que pueden surgir por medio del lenguaje,
el cual no se encuentra del todo sometido a la razón, sino que a veces
demuestra que las palabras pueden llegar a perturbar y violentar el espíritu,
llegando a crear incluso problemas por las definiciones de las palabras.
4. Ídolos del teatro: estos tratan de las diferentes filosofías, ya sea desde la
antigüedad hasta la actualidad, puesto que todas estas lo único que hacen
es propiciar la especulación con sus supersticiones imaginativas.

El proyecto de la instauración de un nuevo método surge como un punto importante


de ruptura, debido al contexto histórico en el que la ciencia se encontraba con
limitaciones religiosas que no permitían explorar más allá de lo que la fe pudiera
devolver. Aunado a esto, las mismas circunstancias individuales de Bacon, reflejan
sumo interés por un progreso y desarrollo del conocimiento, junto con un camino
medio que guíe a la razón, pero que se presente como herramienta para conocer e
investigar la naturaleza por parte del hombre.

8 Ibid, L2, aforismo XLII, p.87-88.


El método en René Descartes

Después de los esfuerzos iniciados por Bacon para consolidar una ciencia verdad
por medio de la ciencias y un método que no diera cavidad al error y a la
especulación del intelecto, el filósofo de Touraine, parece seguir con las mismas
intensiones que demostraba su antecesor, en las cuales se pueda construir un
nuevo método a través del cual se logre avanzar el intelecto humano a una certeza
de las ciencias tal que sea sólida y carente de duda. Al igual que Bacon, la
escolástica precedente a Descartes generó este interés de hacer a un lado toda la
discusión en las que se suponían ciertos pensamientos sobre otros concernientes
a la naturaleza, para poder guiar a la razón humana fuera del popularismo y
servidumbre a las opiniones comunes.

Al inicio de sus célebres Meditaciones metafísicas, Descartes menciona que


desde muy temprana edad ha recibido como verdaderas gran cantidad de opiniones
falsas y que, además, ha fundado todo sobre principios que reposan sobre puras
cosas inciertas y dudosas. Es aquí donde comienza la propuesta de depurar todas
las opiniones, comenzando por sus bases, que serán los principios, para hallar algo
de lo cual no pueda dudarse y sea totalmente certero, por lo que al primer indicio de
incertidumbre proveniente de las opiniones y así “deshacerme de todas las
opiniones a las que entonces había dado crédito y comenzar desde sus
fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias”.9

El trabajo cartesiano comienza por poner en duda los principios que había
aceptado hasta el momento, dado que analizar cada opinión sería un trabajo
interminable, anunciando la desconfianza que hay del conocimiento que se produce
por los sentidos, pues declara que, dado que los sentidos nos han engañados en
más de una ocasión, no es prudente fiarse de aquellos que nos han engañado más
de una vez, pero que no significa que debamos deshacernos de ellos, solamente no
entregarles absoluta confianza. El segundo argumento trata sobre la dificultad de
distinción entre el sueño y la vigilia, pues dado que las cosas que nos
representamos están compuestas a semejanza de otras que sí existen, podemos

9 R. Descartes, p.165.
ser fácilmente engañados en el sueño. El tercer argumento, ligado al anterior,
declara que hay nociones simples y universales, que no pueden ser imaginarias, de
las cuales todas son formadas, refiriéndose a la aritmética y la geometría, sobre las
que hablaré más adelante para especificar por qué no puede haber duda en su
existencia aún en el sueño. Finalmente el tercer argumento refiere a la existencia
de un genio maligno, derivado de la suposición de que la realidad no puede ser
creada por un Dios engañador el cual se empeña en engañarnos de creer aquellas
cosas que tomamos como más certeras, pues Éste no podría actuar de tal modo
dada su suprema bondad y nuestra condición mortal; a final de cuentas el
argumento de Dios le servirá a Descartes para fundamentar la existencia de la
realidad y no caer en un empirismo radical. Estos supuestos sirven para comenzar
el camino hacia una investigación ardua del establecimiento de la certeza para la
ciencia “…y si por este medio no está en mi poder llegar al conocimiento de ninguna
verdad, por lo menos está en mi potencia suspender el juicio.”10

El proyecto cartesiano radica en la generación de una ciencia universal y no


una particular, pues en las Reglas para la dirección del espíritu comienza por insistir
en que el trabajo de las ciencias no debe tender a particularidad, sino a que la
orientación de cierta investigación debe ser hacia fines generales. Algo de gran
importancia y que no se debe de dejar en ningún momento de lado es la finalidad a
la que el mismo Descartes le va a dar al aumento de la razón como una búsqueda
de la ciencia general práctica:

Si alguno de ustedes, pues, quiere seriamente investigar la verdad


de las cosas… piense sólo en aumentar la luz natural de la razón,
no para resolver esta o aquella dificultad de la escuela, sino para
que, en cada una de las circunstancias de la vida, el entendimiento
muestre a la voluntad qué es lo que debe elegir.11

Como ya se había dicho en la primera meditación, el método debe deshacerse de todos los
conocimientos que sean generadores de duda alguna con tal de que no nos conduzca al
error o a un juicio apresurado, es por esto que las ciencias particulares como la física, la

10 Ibid, p.169.
11 Ibid, Regla I, p. 4.
química, la astronomía, la medicina, etc., pues dependen del análisis de elementos
compuestos.12La única ciencia de la que no puede haber duda alguna, como ya se había
mencionado anteriormente, sería de las matemáticas, puesto que “entre las disciplinas
conocidas sólo la aritmética y la geometría están puras de todo vicio de falsedad o
incertidumbre…”13

Para hacer más explícito el porqué de la pureza de las matemáticas, hay que
introducir los dos caminos por los que se puede acceder a la fundamentación de las
matemáticas como la regidora de la razón14, en tanto que trata de lo más simple y lo más
general, son el de la intuición y la deducción como actos del entendimiento que propicien
la metodología para obtener esta clase de conocimiento certero. Descartes define a la
intuición como “una concepción del puro y atento espíritu, tan fácil y distinta, que no queda
en absoluto duda alguna respecto de aquello que entendemos”15, y la deducción, sobre la
cual habrá, al menos, dos definiciones: 1) “la simple inferencia de una cosa de otra”16 y la
otra 2) como “todo aquello que se sigue necesariamente de otras cosas conocidas con
certeza.”17

En cuanto a la intuición, esta funciona para poder dar cuenta de las ideas innatas,
ideas que se encuentran en nosotros, y de los primeros principios, como lo sería el que
pienso, la geometría, en cuanto el triángulo tiene tres lados, etc. De la intuición surgen, pues
las ideas claras, en cuanto a que se nos presentan de manera fácil a nuestro entendimiento,
y distintas, en cuando a que son únicas y no pueden confundirse con alguna otra, lo que,
por ende, evita el error. Con estas ideas se busca llegar a una simplicidad que del ir
reduciendo cada vez más aquellos que se nos muestra como complejo o confuso, se puede
evitar y deshacerse de todo error y suposición para la búsqueda de aquello que ya no pueda
ser reducido a algo más simple.

La deducción entraría, pues de una manera complementaria a lo hecho por la


intuición, pues una vez simplificados los elementos a los primeros principios,
correspondería el ir generando los enlaces de estos eslabones particulares para empezar
a crear conocimiento que se base en ideas claras y distintas, generando razonamientos

12 R. Descartes, p. 167.
13 Regla II, p. 6.
14 Cfr. J.P. Margot, p. 33.
15 R. Descartes, Regla III, p. 9.
16 Ibid, Regla II, p.6.
17 Ibid, Regla III, p. 9.
que puedan pasar de algo particular a una idea más unitaria, como bien lo ejemplifica con
una operación matemática, donde la suma de 2 + 2, esto es, de ideas claras y distintas de
la intuición, a la deducción de algo más unitario, como que 5 se deduce de la suma de 2 +
3.

La propuesta cartesiana, sumamente cuidadosa, representa la dedicación que


Descartes invirtió en un proyecto que se muestra tan ambicioso como lo es la renovación
de la ciencia a través de un método infalible en cuanto a la propuesta del error y la
especulación el cual hace claro reflejo de las necesidades intelectuales que se requerían
para la época.

Como conclusión, puedo decir que en el presente trabajo se puede apreciar la


importancia que para ambos autores representa la guía de la razón como medio de acceso
a la verdad y que, a su vez, cree fundamentos sólidos para la ciencia. El esfuerzo de ambos
autores por evitar de cualquier manera la especulación filosófica y el contraste con el
proceder de los renacentistas, que solamente presentaban problemas y errores para el
establecimiento de una verdad, se ve derivado en la duda metódica cartesiana que busca
fundamentar los cimientos claros y distintos para la ciencia basándose en la intuición y el
método deductivo; y por el lado de Bacon, la teoría de los ídolos que busca advertirnos de
los errores en los que la razón puede caer, haciendo uso del método inductivo que nos lleva
a la generación de axiomas a través del análisis de particulares.

Otra distinción interesante entre ambos autores es la consideración que cada uno
tiene sobre las matemáticas, pues mientras que para Descartes, como hemos visto, la
aritmética y la geometría tendrían la cualidad de ser puras y carentes de toda falla y duda,
pues son lo más certero, siendo simples y generales, para Bacon las matemáticas parecen
no funcionar con las mismas cualidades que el filósofo de Touraine expone, diciendo que
solamente son una ciencia de la cantidad y que podrían llegar a ser metafísica.

Finalmente, el punto de partida que establece Bacon con su Gran Instauración, puso
en claro un parteaguas con el proceder de la filosofía y las ciencias para dar paso al
levantamiento de espíritus que sólo necesitaban un guía que se atreva a reformar la manera
en que se generaba el conocimiento, con el seguimiento de Descartes como el padre de la
modernidad que llega a establecer un nuevo paradigma que seguía la intención baconiana
y la novedad que la duda metódica con el método cartesiano.
Bibliografía

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