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REBELDÍA MILENIAL

Nafri Machado
TEXTO: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda
fuego del cielo y los consuma, como hizo Elías?” (Lucas
9: 54)

INTRODUCCIÓN:
Por la misma naturaleza de la juventud, de una
generación a otra, los jóvenes comparten algunas
tendencias: A menudo rechazan los consejos de los
canosos, en general se apresuran a adoptar nuevas ideas
y tecnologías y quieren forjar sus propias identidades. En
muchas ocasiones eso los hace ver como amargados y
rebeldes, o en realidad lo son.

I. LOS AMARGADITOS SON DE SIEMPRE


Si hubieras conocido a Juan en su juventud, es probable
que no te hubiera caído bien. Tenía un gran problema de
orgullo. Se protegía a sí mismo a expensas de los demás,
era impetuoso y detestaba que lo corrigieran. El joven
también tenía mal carácter y una violenta sed de
venganza. Y como si eso no fuera poco, también era muy
crítico de los demás.
Empecemos conociendo a Juan, la primera apreciación
de él la podemos encontrar en Marcos 3:17 “Jacobo y su
hermano Juan, hijos de Zebedeo (a quienes llamó
Boanerges, que significa: Hijos del trueno)” Era tan
rebelde, tan enojado que Jesús le puso un apodo, a
Jesús le gustaba poner apodos, a Simón le puso Pedro,
pues a Juan y su hermano Jacobo les puso “hijos de
trueno”, mechita corta los muchachos.
Muchas veces la rebeldía en la adolescencia se
transforma en enojo, en amargura.
En otra ocasión, Jesús envió mensajeros delante de él a
un pueblo samaritano pidiéndole a la gente que
preparasen bocadillos para Él y sus discípulos. Pero
cuando Jesús se acercó a la ciudad, su aspecto era como
si quisiera ir a Jerusalén. La gente del pueblo se puso
celosa y en lugar de pedirle que se quedara, lo trataron
sin la menor cortesía.
Santiago y Juan se enojaron mucho por esta gran falta
de respeto. Ellos dijeron: “Señor, ¿quieres que
mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma,
como hizo Elías?” (Lucas 9:54) Ellos se referían a los
soldados samaritanos que habían sido enviados por el
rey Ocozías para capturar al profeta Elías, y que habían
sido destruidos con fuego que cayó del cielo.
Descaradamente, Santiago y Juan, ayudados por su
madre, también intentaron arrogarse puestos de honor
preguntando si los hermanos podían sentare uno a la
derecha y el otro a la izquierda del trono de Jesús en su
reino. Tenían el espíritu millennials al 1000%, mamá
cuidando siempre de sus hijos a cualquier costo.
Mateo 20:20 Entonces se le acercó la madre de los hijos
de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y
pidiéndole algo.
Mateo 20:21 Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena
que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a
tu derecha, y el otro a tu izquierda.
Mateo 20:22 Entonces Jesús respondiendo, dijo: No
sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de
beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy
bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos.
Mateo 20:23 Él les dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis,
y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis
bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi
izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes
está preparado por mi Padre.
En respuesta a su pregunta, Jesús les preguntó si podían
beber de su copa. Ellos respondieron afirmativamente,
pero Jesús les dijo que, aunque pudieran compartir en
su sufrimiento, solo su Padre decidiría quién se sentaría
a su lado.
Jesús sabía que estaban hablando con orgullo y
ambición y los reprendió diciendo que los más grandes
en su reino debían servir a los demás.

II. HASTA EL MÁS AMARGADO PUEDE


ENDULZARSE
Estar lo más cerca de Jesús que se pueda.
Jn 19:26-27 RV1960 Reina Valera 1960 26 Cuando vio
Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que
estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.
27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde
aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
Hazte amigo de una persona de una o dos generaciones
antes que la tuya
Jn 21:20-22 RV1960 Reina Valera 1960 20 Volviéndose
Pedro, vio que les seguía el discípulo a quien amaba
Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al
lado de él, y le había dicho: Señor, ¿quién es el que te ha
de entregar? 21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: Señor,
¿y qué de éste? 22 Jesús le dijo: Si quiero que él quede
hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.
Dedica tu vida completa al servicio de Jesús.
Esteban fue lapidado, Santiago y Pablo decapitados,
Pedro crucificado cabeza abajo y la lista de discípulos y
apóstoles martirizados continuaba, de todos aquellos
que habían visto a Jesús en persona, solo quedaba uno:
El anciano apóstol del amor, Juan. El emperador romano
Domiciano había comenzado una terrible persecución
entre los años 94 – 96 y Juan se convirtió en una víctima
más del imperio, fue condenado a morir en un “perol”
lleno de aceite hirviendo. Podemos imaginar la escena:
El venerable anciano ha sido echado, con las manos
atadas, en la gran caldera llena de aceite que hierve y
chisporrotea; los verdugos atizan el fuego y le
contemplan estupefactos, ora el mártir con los ojos fijos
en el Cielo: se le ve intacto, sereno, alegre y
simplemente no le pasa nada, se riega el rumor “Juan es
inmortal, el imperio no lo puede matar”.
¿Qué hacer con ese hombre inmortal? Sólo se les
ocurrió desterrarlo a la horrible isla de Patmos,
localizada en el mar Egeo, allí no podría hacer dañó, allí
no podría evangelizar a nadie, es una isla-presión en
donde sus habitantes eran condenados a trabajar
forzadamente hasta el día de su muerte.
Cualquiera se pudo desanimar, cualquiera pudo haber
caída en una gran tristeza, cualquiera se pudo preguntar
¿Por qué a mí? ¿Por qué me pasa esto si soy tan bueno?
¿Por qué no me llevas de una buena ves? ¿Qué hice para
merecer esto? Y toda esa retahíla de quejas a la que
estamos acostumbrados a expresar cuando ya no hay
más que hacer con los problemas y el dolor. Pero Juan
no fue así, él aceptó gozosamente participar de los
sufrimientos de su Señor, eso lo preparó para recibir la
revelación del futuro más grande que hombre alguno
pudo recibir por parte de Dios, con más de 80 años y
aparentemente sin servir para nada, sino solo para
esperar su muerte, Juan se convirtió en el instrumento
más poderoso del León de la tribu de Judá.

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