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2 Fase crítico-analítica

“En el corazón de la Iglesia resplandece María. Ella es el gran modelo para una Iglesia
joven, que quiere seguir a Cristo con frescura y docilidad. Cuando era muy joven, recibió el
anuncio del ángel y no se privó de hacer preguntas (cf. Lc 1,34). Pero tenía un alma
disponible y dijo: “Aquí está la servidora del Señor” (Lc 1,38). (1)

En la exhortación apostólica postsinodal Christus vivit (Cristo vive), el Papa Francisco


anima a los jóvenes a seguir el ejemplo de la Virgen María, que “se la jugó” con su sí en el
momento de la Anunciación, y que la convierte en la “influencer de Dios”.
En su texto el Santo Padre presenta a María como “el gran modelo para una Iglesia joven”,
cuyo “sí” al ángel no fue una aceptación pasiva o resignada, como un “vamos a ver qué
pasa”.

La Virgen “era decidida, supo de qué se trataba y dijo ‘sí’, sin vueltas”, afirmó.
En ese sentido, el Papa asegura a los jóvenes que la respuesta de María “fue el ‘sí’ de quien
quiere comprometerse y el que quiere arriesgar, de quien quiere apostarlo todo, sin más
seguridad que la certeza de saber que era portadora de una promesa”. “Una misión difícil,
pero las dificultades no eran una razón para decir “no’”.

La muchacha de Nazaret: un modelo para los jóvenes de hoy

María fue una muchacha de su tiempo. Llevó, sin duda, la vida normal de una joven
israelita, en el seno de una familia creyente, según los usos y costumbres de su época.
Creció con las ilusiones lógicas de su edad y compartió la esperanza de su pueblo en las
promesas de Dios.

María era todavía una jovencita cuando Dios le propone la noble misión de ser la Madre
del Salvador. Dios, de esta manera, irrumpe en la vida de María cuando ella es joven,
cuando apenas empieza a abrirse al mundo, cuando su corazón está lleno de ilusiones, de
proyectos y de ideales grandes. Y María se entrega generosamente al plan de Dios. Le dice
“Sí”. Firma en blanco para el Dios sorprendente que le va a llevar por caminos
insospechados y nuevos.
María con su respuesta pone de manifiesto una gran capacidad de fe, de confianza, de
entrega y disponibilidad. Pero también muestra su ESPIRITU JOVEN por aceptar el
compromiso arriesgado, por su apertura a lo nuevo y por su corazón grande.
María comprende a los jóvenes. Ella fue una mujer que vivió plenamente la etapa de su
juventud, compartió las ilusiones de los jóvenes de su tiempo y acompañó atentamente la
adolescencia y juventud de su Hijo, Jesucristo.

En María aparecen bien definidos los rasgos propios de la juventud de todo tiempo:
generosidad, entrega, compromiso arriesgado, ilusión, disponibilidad, apertura a lo nuevo...
Todo un ejemplo de cómo ser joven cristiano en el mundo actual.

A Jesús se llega por María

Del mismo modo que María reflexionó en Su corazón sobre todos los primeros eventos
que rodearon a Jesús (cfr. Lucas 2, 19), estamos invitados a contemplar lo que el Espíritu
Santo eligió para inspirar y compartir con nosotros con respecto a María, no solo como la
Madre de Cristo, sino como Madre nuestra.
María es verdaderamente Madre de Dios porque es la Madre de Jesucristo, Hijo eterno de
Dios hecho hombre, que es Dios mismo, como nos dice la Sagrada Escritura. 

El Espíritu Santo mueve la inspiración más íntima. Una mujer creada, una mujer
apartada. Ella se presenta como modelo de castidad, de belleza interior, de humildad y de
pureza. Ella es un ejemplo de lo que es ser discípulo de Jesucristo que escucha la palabra de
Dios, la acepta y la pone en práctica; es un modelo perfecto para nosotros, para vivir
nuestro discipulado y nuestra apertura al plan de Dios. Ella se abrió a Su voluntad y,
aunque no la conocía enteramente, confió en su providencia y se puso en sus manos
sabiendo que Dios la iba a guiar, la iba a ayudar y a sostener en todos los momentos de su
vida, y por eso para nosotros, que estamos llamados a seguir a Jesús, Ella es un ejemplo
claro y vivo de una persona que supo abrirse a este plan de Dios y lo aceptó completamente
sin importar las consecuencias.

La Virgen María confió en Dios plenamente, confió en su providencia; igualmente


nosotros como discípulos estamos llamados a eso, estamos llamados a caminar de la mano
de Dios, sabiendo que Él nos dirige, que Él nos conduce, que Él va a revelarnos lo que tiene
que revelarnos en la medida que vamos caminando por los diferentes momentos de nuestra
vida.

Un buen cristiano también debe ser un buen mariano. Si Dios quiso que Su Madre haya
sido llena de gracia, es porque quiso que su ejemplo de vida prevalezca con el paso del
tiempo. Ella fue la esclava del Señor, lo que le hizo merecedora de ser la Reina del Cielo.
Y Cristo nos muestra cómo amarla. Él quiere que la conozcamos, que la admiremos y que
la respetemos, así que nos confió a Ella y luego nos la dio a cada uno de nosotros. Él quiere
que sepamos y experimentemos el amor que solo una Madre puede dar, que solo su Madre,
la Madre de Dios, creada y elegida por Dios, puede dar.

Ella nos lleva de las manos hasta el Señor, Su vida guía nuestra vida a su Hijo Amado.
Por María somos dignos del perdón de Dios. A Jesús se llega por María.

Bibliografía:
(1) Exhortación apostólica Christus Vivit, 43
2 Fase estratégico- propositiva

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