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Acopda m la franquiáa postal e inscrita como correspondencia de segunda clase.

A R O 11.-TOMO 111 LA HABANA, 15 AGOSTO 1928. NUM. 25

(4
19 28"
Revltta de avance, en cuadernet de treinta y seis piginas.
ITn número: 20 cts. Un trimestre: 60 cts. Un gemestre: $1.00. Un año: $ l.ftO.

"1928" es una revista muy afín a las jóvenes generaciones españolas, y es siem-
pre esperada con verdadera ansiedad. Los «lementos de la Habana que la dan su
espíritu han sabido buscar y llevar a ella lo mejor de Cuba, y después lo mejor del
resto de América.
Miguel Pérez Perrero, en "Revista de las Espaiñas".

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(XtlartatM&H pwc axita trmtolígiro)

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f^t. Mmntl i^olis ^(ttbitta 9r. Suau iKarfa ^abaíia
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ir. fitina (Sartia Ij^ixti
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DISCREPANCIAS de nuestras colaboraciones no responden,
pues, de un modo estricto, al criterio unáni-
En el último numeró de la> revista "Amau- me de los editores de " 1 9 2 8 " , que sólo se
ia", de Lima, llegado a nuestras manos, apa- manifiesta diáfana e íntegramente en los
rece transcrita, con una apostilla condenato- aportes de redacción. Aquéllas se aceptan o
ria bajo el epígrafe de "Nota polémica", la rechazan atendiendo a qu& acusen o no cier-
"Oda al Bidet", de Ernesto Giménez Caba- to grado de estimahiUdad puramente artís-
llero, que se publicó, por primera vez, en un tica.
número de " 1 9 2 8 " . Ignoramos si la copia Pero añade "Amanta" que "el Sr. Gimé-
'w sido hedía directamente del original publi- nez Caballero es un literato de talento"
cado por nosotros o de alguna reprod/wcción "extensamente divulgado en los países que.
en la prensa americana, pues, contra lo usual aunque sus vanguardias protesten, rinden to-
en estos casos, "Amanta" se limita a la in- davía a la vieja metrópoli largo y puntual
serción y al comentario escuetos, sin señalar tributo" y "ha/y el peligro de que de esta ac-
procedencia. titud se enamoren muchos de esos jóvenes
La "Nota polémica" declara en síntesis que desorientados que no saben separar en lo con-
'« precita composición de Giménez Caballero temporáneo, los elementos de revolución ele
fs "un testimonio de acusación para el pleito los elementos de decadencia".
del meridiano" y que "existe motivo para Reiteradannente hemos acogido en nuestras
denunciar estos frutos d& la teoría de la des- páginas el aporte, solicitado o espontáneo, de
humanización del arte". la nueva literatura española, que hemos al-
Hasta aquí la impugnación no nos concier- ternado con lo continental y lo vernáculo, su-
ne- Sonradísimos de queH un escritor como el jetándonos a un exclusivo criterio estético y
«••• Criménez Caballero se acogiera, en aquella sin exigir a firma alguna certificado de na-
sazón, a nuestra/^ hospitalidad, no debemos lle- cionalidad que la respalde. Nos interesa, por
'^^'^r, esta al puntó do subrogarnos en> un dere-tanto, desvirtuar la reticencia que subraya
. <¿e defensa que sólo a él le incumJbe y cuyo estas palabras.
ejercicio, en todo caso, estaría fuercA de lugar* Habla "AmoAita" de "rendir tributo".
^^ ««ía sección. Es sobrentendido que las res- ¿Quién a quién? ¿Nosotros a la "viejal me-
ponsabilidades de una publicación se circuns- trópoli" al insertar en nuestra revista los
(^iben a laá secciones no spedmen de su actual
firmadas que en ella literatura o la "vieja
«parecen, ya que otra metrópoli" a la joven
cosa serw, poner en te- América cuando envía
^ ^e juicio la aptitud para nuestra revista la
"^ sus colaboradores contribución de sus
Pam mantener sus pun- hombres mejoresf ¿No
""^ ^ ^«*a- La índole hay en este apreciar

203
uniteralmente las cosas un empañamiento de de un genuino valor estético, cuyo grado no
visión, que es lo que menos conviene a nuestra importa aJiora precisar.
América, cuyos hombres debemos aspirar, más Incidentalmente, referimos parte de lo di-
que los otros, a ver las'. cosas lim,piamen.te, sin cho en esta nota a la publicación por nos-
la retícula de los prejuicios pasatistasf Si otros del reciente ensayo de Hernández Cata
tributo, en el sentido que da "Amanta" a "Estética del tiempo: lo Nuevo, lo Viejo y lo
esta palabra, es publicar en nuestras revistas Antiguo". En ese ensayo se formulaba una
el aporte de la buena literatura española de posición literaria en cierto modo adversa a
^"'.'/i ¿Qué pwblicación americana no ha ren- las tendencias estéticas que " 1 9 2 8 " Jia veni-
dido ese tributo, más o menos largo y pun- do divulgando y encareciendo entre nosotros.
tu-al? ¿Acnso "Amanta"f No, que en sus Le dimos cabida, por tratarse de un trabajo
páginas hemos visto con frecuencia colabora- de manifiesta excelencia y porque entende-
ciones españolas y en este mismo número en mos que uno de los modos de contribuir al
que aparece la nota condenatoria para la enraizamiento de las nuevas ideas consiste en
Oda de G. C. y se habla despectivam,ente dé ofrecerles una oportunidad de contrastación
la "greguería castiza y aventurera", se inser- enérgica, en someterlas a la prueba polémica,
ta un artículo en elogio de Ramón Gómez de contra las ideas adversas fina y fuertemente
la Serna. ¿No habrá un exceso de suspica- sustentadas. A enemigo que ataca —si es
cia, un "pasarse de picado", como por aquí como el Sr. Cata— puente de plata.
decimos, en ese querer hallar relaciones de
dependencia y nostalgias de coloniaje en el MONUMENTOS: CÜBANIDAD
hecho de que un americano no se recate para
gustar también de lo bueno que hoy en Es- Al aparecer este número, ya habrá recaído
paña se hace? " 1 9 2 8 " se ha apresurado fallo en el Concurso convocado entre los es-
siempre a registrar en sus páginas las nove- cultores cubanos para erigirle un monumento
dades literarias y artísticas que en los Esta- a Mariana Grajales, la brava madre de los
dos Unidos se producen. En nuestro pasado Maceo. Del tino que a esa decisión quepa re-
número publicamos la primera traducción conocer, se ocupa " 1 9 2 8 " en "Almanaque".
hecha en castellano de la parte inicial de Por ahora, consignemos nuestra adhesión a la
"The Bridge of San Luis Rey", la gran no- idea de que ese monumento, costeado por sus-
vela de Thornton Wüder. ¿Quiere esto de- cripción pública, sea ejecutado por un escul-
cir que aprobemos los gestos imperialistas de tor cubano. Representará así una cubanidad
ese pueblo f integral y será una ejemplar excepción entre
En el caso de la Oda del Sr. Giménez Ca- tanto mármol yerto como han descargado so-
ballero no fué la excelencia literaria que bre la Habana los talleres de Italia.
"Amanta" reconoce en su autor ni mucho No se vea en esto un criterio aldeano. En
menos ese "largo y puntual tributo" lo que un número anterior, a propósito de la deco-
decidió la publicación. Tampoco la motivó ración del Capitolio, protestábamos contra la
una simpatía por nuestra parte con la teoría tendencia que entonces se esbozaba a confiar
de la deshumanización del arte. Este inten- esa decoración a los artistas cubanos "por fa-
to de valorar el arte según sea humano o vorecerlos". Se trataba de una especie de
deshumanizado nos parece en exceso esque- proteccionismo, pues; y se sacrificaban a ese
mático, y la discusión que lo mantiene sobre- sentimiento prodomistico exigencias de cali-
manera ociosa. El arte no es bueno ni malo dad. Pero un montdonento a un procer no es
porque sea humano o deje de serlo. Su au- una decoración mural. Aun cuando ésta haya
tenticidad responde a criterios estéticos y no de ser alusiva a la historia nacional, no re-
morales ni sociales. Publicamos, pues, la quiere tan enérgicamente como el homenaje
composición del Sr. G. C. porque la juzgwmos (Oontin&a en la p&g. 230).

204
t QA M Ó %

Yo, cronista de RAMÓN la Letra de Molde, para surtir a toda una


generación de trabajo y medios de subsisten-
ARECE que las cosas vienen agrupán-
P dose de manera que a mí me correspon-
de ser en la Habana el cronista oficial de
cia. Además, ha traído un malestar a los
mercados, desequilibrando la balanza de la
oferta y la demanda. Los lectores de nuestro
EAMON. Me duele el destino, porque RA- idioma tienen estómago de animales de cos-
MÓN exige otros comentarios que los del vie- tumbres y no digieren más que marcas regis-
jo régimen, a donde me llevan los vicios lite- tradas, utilizando jugos gástricos educados en
rarios adquiridos en muchos años de rodar la farmacopea de los viejos herbolarios. RA-
por los lugares comunes de fines y principios MÓN escribe tanto que apenas el lector pol-
de siglo. RAMÓN "escribe" mañana todas trón tiene tiempo de considerar las horas que
sus novelas de ayer, y para cuando ya yo, habría de restarle a la cama y a los divanes
viejo, me entere de su estilo estará "pasado de los cafés para cortar con la plegadora los
mañana" escribiendo las de hoy. Por mucha pliegos de sus diez volúmenes anuales. El
gasolina que quemen mis comentarios siem- escribe para los lectores frenéticos de prisa,
pre iré con ellos a la zaga de su velocidad, esos que se pasan los meses en un automóvil,
sofocado y ciego entre el polvo que levante llegando antes de tiempo a todos los lugares
su Gramática abierta y trepidante como un donde no tienen nada que hacer. Los libros
mofle, por los caminos vecinales del Diccio- de RAMÓN son novelas que se recorren a
nario, espantando académicos cazurros. Pero la velocidad que marca la greguería como
en fin, jadeemos un poco. unidad de medida. Y la greguería es ese es-
i Cuántos libros ha lanzado ya RAMÓN a tacazo visual que nos dan los postes del telé-
la tumba de las librerías y a la voracidad de grafo cuando echamos por el raibillo del ojo
unos pocos muertos de hambre de ideal an- paisajes en las cunetas.
tes de cumplir sus cuarenta años? Mi memo-
ria no me ha ocasionado nunca más que so- RAMÓN, madrileño
bresalientes en los exámenes de matemáticas
superiores, que son las asignaturas inventa- Este homenaje que "1928" rinde en agos-
das para olvidarlas primero. Así, para hacer to a RAMONj le va a salir" mejor pon casuali-
un cálculo aproximado de la fecundidad li- dad. Lo iba a hacer dignamente un grupo de
teraria de RAMÓN, he cogido su último vo- escritores de su misma cultura gimnástica. Lo
lumen y me he puesto a contar títulos con los de mejor lo digo por la sazón del fruto. E n
dedos en las "Obras del mismo autor". Iba agosto es cuando a RAMÓN le madura la sen-
por la mitad de la lista cuando me equivoqué sibilidad. 'Este número de la revista cuece en
entre las decenas cuarenta y sesenta. No era la Habana mientrasi RAMÓN hace el San Lo-
cosa de volver a empezar. No podré, pues, renzo en la parrilla madrileña. Me lo imagi-
como mal biógrafo, decir mis " o r a pro no- no ahora solo en Madrid. Durante el mes de
b i s " en la letanía con que la nueva ortodoxia agosto en Madrid no vive más que RAMÓN.
de la belleza pura implora el advenimiento de Todos los demás madrileños han salido de ve-
la Gracia. A ojo de buen cubero, dado el lati- raneo. Unos en tren, otros en la imaginaeión.
fundio en que cosecha su señorío intelectual, Los que se van son los que se quedan más
RAMÓN está inédito. Abarca tanto, que en cerca. Apenas se alejan unos kilómetros para
la política de la lengua literaria ya andan instalarse en la cima de la Sierra de la Año-
comunistas organizando el Banco Agrario de ranza. No es exactamente que añoren Madrid.

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El madrileño está lo bastante enamorado de Se llama P O M B O , así, con todas las letras
su ciudad para no poder aguantarla. Es de- mayúsculas, porque en su aparente insigni-
masiado chulo para no agradecerle a sopapos ficancia, igual que su propietario, tiene una
el pan que le gana. Porque el buen madrile- enorme personalidad inconfundible y una
ño no vive más que del arrimo a la Corte. cordial manera singular de ser tibio e ínti-
Madrid le saca para el madrileño el dinero a mo. POMBO, como cosa de RAMÓN, es un
los provincianos, eoqueteándoles que es una poco de todo el mundo, siempre que todo el
bonita vergüenza. Así, cuando el madrileño mundo sea a su vez algo de RAMÓN. Este
se va a veranear le cuenta, chulapo, a los pro- hombre es de la madera de los tiranos que
vincianos y a los extranjeros el piropo casti- ocupan el poder para mandar a todos ser fe-
zo: " ¡ Dd Madrid, al cielo!'' Los que se que- lices a su lado. En el verano les permite no
dan en Madrid son ios únicos que están au- serlo, y les deja en libertad de ser desgracia-
sentes. Están en las playas, en las montañas, dos por esos mundos del veraneo. Las reu-
en los bosques. Andan todos con la imagina- niones de POMBO en agosto se reducen a
ción de un lado para otro, como esos maridos RAMÓN y a unos pocos veraneantes que van
que se escapan todos los días de su casa mal- allí a disculparse de no haber querido ir a
diciendo del carácter de su mujer, dispuestos la sierra o a la playa. RAMÓN los riñe por
a tirarse por el Viaducto. No se tiran. Por lo no querer poder hacerlo y no permitirle a él
menos de una vez. Pero todos los que se aso- estar solo y triste alguna vez en la vida. El
man al parapeto y miran a lo hondo de la siente esa necesidad de estar solo como un
Calle de Segovia se suicidan un poco. Dicen: alivio a su crónica enfermedad de ruido y
" i Si me t i r a r a . . . ! " Sienten el escalofrío del trabajo y compañía, i Siquiera fueran extran-
descenso, y cuando les duele el golpazo que jeros! Entonces él hablaría con ellos entu-
se iban ai,dar, reaccionan, piensan en Madrid, siasmado, con esa manera que tiene él de ha-
se arrepienten un poco de los malos tratos blar mal los idiomas ajenos y de entenderlos
cotidianos y p^rometen " n o hacerlo más". peor, con lo que logra una comunicación li-
RAMÓN es de la otra clase de madrileños. teraria plena y clara.
No de los pintureros y fachendosos, como
aquel bocón que decía: ' ' Madrid en verano, y Porque a RAMÓN es muy difícil quererle
con dinero, Badem Badem". Sino de esa clase en castellano. Exige un afecto desinteresado
de menestrales literarios que llevan a su Ma- su prosa recién nacida, y los muchos siglos
drid hecha un primor, bien calzada, bien pei- de literatura^ que se interponen entre él y las
nada y pimpante, paseándola por todas las academias. Se le ama traducido a otras len-
verbenas, alegrándole el oído en casa con un guas, porque es difícil entrar en su español
grillo y una perdiz: los dos símbolos del op- por las puertas disimuladas de su estilo. Ese
timismo madrileño, ya que encuentra sinfó- egoísmo de no parecerse a nadie le aisla. Le
nico el dolor de tripas de las cucarachas y aisla entre la admiración de las gentes, como
melódica la tartamudez inodora de los jil- se siente aislada, en un testero sagrado e in-
gueros reventones. RAMÓN se queda en ca- franquealble, una-obra de arte raro. Yo nun-
sa sin protestas y muy a gusto, porque ha re- ca me he explicado cómo puede seguir son-
suelto el problema de vivir la mejor casa de riendo Monna Lisa desde la lejanía de unos
Madrid, la más amplia y mejor alhajada. La labios, a donde todo el mundo va a beber un
casa de RAMÓN en Madrid es todo Madrid. secreto recóndito e indescifrable. Viendo a
Siempre está en casa, en el rincón de la casa esa mujer alegre me explico la tristeza de las
más propicio según las estaciones. Pero hay mujeres que venden sus besos, sin que jamás
un rincón en la casa del escritor que todo el otra boca atine a despegarse de la suya con
año es grato ocuparlo. El le ha respetado tanto esfuerzo que le cambie la expresión y
el nombre que le puiseron sus antepasados. sienta ganas de llorar; como esos niños que

206
ríen casi llorando cuando en «1 juego del es- deportistas españolea: los futbolistas, los pe-
condite tienen que pagar prenda. RAMÓN lotaris y los jugadores de polo.
es el! único escritor español que en el juego de Sin embargo, RAMÓN es tan buen depor-
la literatura todavía no ha pagado prenda, tista en sus juegos literarios que todos sus
y sufre temiendo que lo acusen de hacer tram- músculos los cultiva sobre las cuartillas. Sus
pas. bíceps, sus hombros redondos, sus piernas
cortas de jugador que chutpa greguerías los
HAMON, deportista
debe a una intensa gimnasia durante todos
La suya es una tristeza ruidosa de campeón. los largos días de la noche, de crepúsculo a
Es la risa aprendida de un hombre siempre crepúsculo de la luna. No fuma, no bebe, no
frente a una máquina de retratar, que cuanto trasnocha a la luz del sol. Es un dietético de
más se retrata más va perdiendo la costum- la pluma. Como buen campeón cultiva la
bre de reírse. Es, como muy pocos literatos pista de sus juegos —el papel de escribir—
en España, —como muchos del resto de Eu- haciendo satinado y resbaladizo el campo
ropa,— un escritor deportista. Mira las co- donde ha de hacer sus despegues y sus ate-
sas a tanta velocidad que los espectadores rrizajes. Los músculos intelectuales de RA-
quietos en las cosas no le agradecen su mira- MÓN hacen recorridos de cien millas sobre
da al paso, como distraída; de la misma ma- el papel cromo, en el patín de una pluma
nera que se siente despreciado el público de fuente untada de grasa olea y roja, mientras
los " s t a d i u m s " por atletas que apenas se él, su propio "time keeper", va señalando
inclinan ante las ovaciones. Ese aparente equidistantes las plecas en la carrera, para
desdén se interpreta como una prueba de que dividirla en capítulos, y dice Alto donde los
el deportista no está correspondiendo a la académicos escriben Fin.
curiosidad y la simpatía popular con toda la Los que dudan de la literatura de RA-
reserva de sus posibilidades. La literatura MÓN son los que niegan sea paisaje lo que
de RAMÓN parece desaliñada en contraste se ve mirando desde un automóvil a sesenta
con el concepto literario de los espectadores, kilómetros. Esos viejos enamorados de la na-
que se han puesto la ropa más académica y turaleza que lamentan la desaparición de las
dominical para asistir a su lectura. Y es que diligencias donde pensaban viajar el día que
en España la literatura no acaba de hacerse se decidiesen a aburrirse de la vista frente a
deporte, como no lo será nunca su fiesta na- la ventana de su cuarto; cosa improbable,
cional. No hay un nexo deportivo entre el puesto que son hijos de padres inconmovible-
torero y el aficionado; porque el aficionado mente sedentarios. Los paisajes de RAMÓN
nunca se tira al ruedo, y si lo hace es cami- —los exteriores y los interiores —son rebel-
no de la profesión, en ese gesto ciego y ab- des a la plasticidad de la Orografía y el Es-
surdo del alumno que asiste a la escuela con- píritu. No se están quietos en el libro. Hu-
tra la voluntad de su padre, que lo quiere yen, deslizándose a los lados de la cubierta,
siempre de espectador en las gradas anóni- como los campos y los montes y los adioses a
mas de la vida. los lados del automóvil. Eso los más cerca-
Por eso el aspecto de RAMÓN en la calle nos. Que los de las lejanías: los paisajes un
tiene un cierto aire de flamenquismo. Y por poco azulados de ilusión, giran como el pa-
eso cuando perora en POMBO con autoridad, norama de una ruleta, del que no ven el co-
los contertulios le están viendo, al soslayo de lor y el guarismo sino los asistidos de la gra-
la admiración, el traje rutilante de luces, cia del azar.
con que hace el paseo en las plazas de más ¡Hagan juego, señores. Apunten a la li-
cartel en la literatura universal. De la mis- teratura de RAMÓN. ,9e dan 36 conceptos
ma manera tienen ese aire gitano los demás por uno.

R A E S U R E S O L I S
207
RAMÓN, por Bares.

208
13 GREGUERIQAS SOBRE RCAMON

AMÓN debió nacer el día añadido de La greguería, al revés del aforismo, es una
R un año bisiesto, ese día que le sobra a
la vida y que es como una propina del Des-
cttsa cargada de sentido incomún.

tino, para que el hombre pueda ir tirando 24 9


horas más.
La greguería les saca los colores a la cara
a todas las cosa^, descubriéndoles y poniendo
Sólo un hombre nacido en ese día excep- a luz aquello que más se obstinan en mante-
cional, que se da en la ruleta del tiempo una ner oculto y que es como su verdadero y re-
vez cada 1,460 vueltas, puede tener esa vi- catado sexo.
sión del forro de las cosas que es la guegue-
10
ría.
La greguería es el producto de la emoción
que se estrena. Sólo quien está estrenando
El "ramonismo" pudo ser, en el princi- emociones constantemente puede, como RA-
pio, una fuga del Gómez: un trastrueque ge- BIÓN, llenar volúmenes y volúmenes de gre-
nial de la estética del apellido por la estéti- guerías.
ca del nombre.
11

Lástima que no podamos traducir los bal-


A Ramón Gómez de la Serna hay que de-
buceos del recién nacido: esa greguería que
cirle RAMÓN a secas, como a esos reyes go-
inevitablemente tiene que hacer el niño ante
dos, a quienes sería ridículo ir a buscarles
el gran estreno del mundo.
el apellido.
12

Lo primero que hace la greguería es desal- Quien no es capaz de concebir la gregue-


midonar las tersas pecheras de la vieja lite- ría, es que ha estrenado ya todas las cosas
ratura. (aun antes de haberlas usado) y debe mar-
charse del mundo, como nos marchamos de
un espectáculo cuando ya lo hemos visto.
La greguería cambia la flora de las letras
españolas: es el bacilo búlgaro de la litera- 13
tura.
El precursor de RAMÓN hay que buscar-
lo en Adán, que forzosamente hizo las mejo-
Muchos académicos se salvarán por gracia res greguerías, las más originales, aquéllas
de las greguerías. La greguería es la única ora- que, de haberse conservado sus manuscritos,
ción que saca académicos del purgatorio. harían desmerecer mucho las de RAMÓN.

R N S O H S

209
¿Márgenes al "Goya" de %cAMOfÍ

de luego. Parecía que aquellos pellizcos rápidos


A los que sólo conocíamos en parte la obra
típica de RAMÓN, nos ha acabado de
conquistar este Goya suyo, dedicación morosa
y múltiples en'lo más carnoso y trémulo de la
realidad, en la grupa recatada y apetecida
del "cumplesiglos", editada con tantos primo- de las cosas, denunciaban caprichos furti-
res y doradas por Atenea, en la primera sin- vos de señorito de la literatura. Los pasi-
gladura de " L a Nave" que el Sr. Humanes llos del periodismo, tan frecuentados por RA-
acaba de botar al agua, no sin quebrar antes MÓN, son estrechos y se prestan a esos en-
la botellita de champagne de un prólogo. cuentros fugaces y a esas satisfacciones a
medias. Donjuaneaba un poco RAMÓN, y
Los libros anteriores de RAMÓN no pare-
si no se daba él por entero en su disperso
cían libros verdaderos. Eran, los más, mate-
humorismo, tampoco el lector quedaiba satis-
riales librescos —cantería de la mejor, y
fecho.
hasta con esos bloques ya tallados en que se
presiente lo masculino del arquitrabe y el fe-
menino perfil de la cornisa, pero no esa con-
yugalidad de formas que es todo el edificio. La greguería aislada era, en efecto, la víc-
Por consiguiente, no habíamos entrado nun- tima de su propia virtud. Reside ésta en
ca en RAMÓN. No conocíamos bien sus pers- esa naturalidad peculiar del hallazgo ramo-
pectivas interiores, su ámbito. Ahora, ante niano: un arbitrario tal que, sin dejar de ser
esta cosa tan arquitectónica, tan palacial de arbitrario, nos mueve a exclamar madrileña-
su Goya, se siente el pequeño pasmo que da mente en su presencia: " ¡ Toma, pues es ver-
lo monumental y la£ sorpresa de ver cómo era d a d ! " Para luego quedarnos algo desen-
posible edificar tan alto y tan recio con aque- cantados, como de toda fácil posesión.
llos materiales algo porosos. RAMÓN nos ha
demostrado lo que hay en él de Gran Masón Pues ¿qué resulta ser la greguería cuando
de la Literatura. Se le tenía por confecciona- la ceñimos un poco más, guardándonos de la
dor de detalles menos estructurales que de propia greguería para explicarla, que es el
ornamentación. Su unidad de obra era la recurso usual? Lo primero que observamos
greguería—voluta, acanto, hornacina, rizo de es que ella traslada a unas cosas el sentido
alero a lo sumo, todo un poco retorcido y so- de otras. Encuentra parecidos; es, por con-
cavado en barroco. No se le concebía arman- siguiente, un símil (alguna vez una metáfo-
do ese caudal disperso de elementos, prove- r a ) . Pero el sentido que la greguería espe-
yéndolo de firmes sustentáculos, levantando cíficamente les infunde a las cosas es siem-
andamios de cronología, arrimando arbotan- pre un sentido humano. No solamente re-
tes de erudición. ¡ Con qué gracia, sin em- sultan ellas acercadas entre sí, función de la
bargo, y con qué lealtad a su aire festivo de imagen; sino, además, a nosotros, a nuestra
improvisador ha logrado ahora esa organiza- emoción, a nuestra vida cotidiana. El menor
ción de sus propios aportes! relieve morfológico le sirve a RAMÓN de
asidero para enlazar imaginativamente la
La faena presente llega hasta a presentár- eosa al ánima, para asociar una. idea obje-
noslo como más auténtico. Siempre la gregue- tiva con una idea práctica. Y es en este con-
ría, el disparate, el artículo humorístico tenían traste, en este acercamiento violento y, no
un aspecto demasiado fácil—fácil para él, des- obstante, por algún modo justificado, don-

2Í0
de se engendra el humorismo peculiar de su y no razón— en esa negativa que su gre-
greguería. guería es apodíctica. Nos dice lo contra-
rio de lo que creíamos y, sin embargo, nos
RAMÓN no es sólo un animador de las
convence fulminantemente. Su verdad mues-
cosas: es un humanizador de ellas. Más que
tra todavía el aire raro y caprichoso de
Francisco de Asís, él las ha sentido y las ha
la verdad recién descul)ierta; pero es pa-
mostrado hermanas nuestras. Nos ha fami-
tente. Ni va nunca anejo a su revelación el
liarizado estrictamente con ellas, descubrién-
chasco del huevo colombino, porque él no
donos cómo sienten y padecen igual que
casca la verdad para que se tenga en pie,
nosotros.
sino que demuestra que la verdad tenía en
Claro que este parentesco es sólo de adop- Si! óvalo un punto de planicie que él sólo ha
ción: viene de aquella solidaridad que perci- sabido encontrarle. Por eso, empero, nos pa-
bimos tener con las cosas en los momentos rece aun más natural y más fácil — para él.
en que no necesitamos ser lógicos, en esos Partiendo del reconocimiento de su gran
momentos de "desviación", dedicados —co- magia imaginista, llegamos a la conclusión de
mo ha dicho el mismo RAMÓN en la teoría que la greguería no nos daba todo lo que
del disparate— a "mirar al infinito y al ab- era capaz de darnos. Para serle tan fácil, la
surdo". La mirada espiritual se desacomo- aplicaba a interpretaciones demasiado ni-
da entonces de su óptica utilitaria y adquie- mias, a revelaciones de sentido sin gran va-
re radios de visión insospechados. En esos lor humano. El despilfarro de ella acentua-
instantes en que todos hemos hecho la gre- ba aún más la impresión de naturalidad, exa-
¡íuería de ver camellos en las nubes y ojos cerbando nuestro descontento. Había mo-
asomados al de la cerradura, la Lógica — mentos en que RAMÓN nos parecía una di-
ciencia práctica, que enseña a individualizar vertida raaquinilla de hacer inversiones de
utilitariamente— nos abandona, y somos en- imágenes triviales.
tonces monistas perfectos: reducimos a uiui
sola esencia con nosotros la pluralidad in- Pero el arte parece reclamar cierto esfuer-
congrua del universo. zo de tra.scendencia e integridad. Al menos,
los hombres preferimos que, puestos en el
RAMÓN ha hecho de ese desvarío lleno de trance de mudar de imágenes, se nos muden
intuiciones un procedimiento estético. Pres- las imágenes esenciales y lo más comprehen-
cinde de las categorías prácticas, que nos sivamente posible. No se me oculta que esto
ocultan el noúmenos haciéndonos ver las co- es poco deportivo y poco humorístico. El arte
sas sólo en términos de su ser físico. El las ve nuevo se divierte con futesas, no más que
en términos de humanidad. Es el sensible para ver qué pasa. Pero quizás no sea del
Máximo. todo irrazonable pedir que el artista de hoy
rinda también su faena de sustentación. No
La greguería es, pues, como hija del símil
concibo el deporte sino como un lujo vital,
y de la paradoja. Tiene de ésta su empeño
al margen del negocio. j P o r qué no ha de
pn contrariar la óptica usual; sólo que en
tener también el arte su juego y su ne-
^ez de llevarles la contraria a las ideas, reta
gocio? Si parciales fueron las viejas escue-
a la? imágenes admitidas, a las oficiales y
las, que concibieron sólo el arte grave y res-
lógicas. Y con esto logra darnos una expe-
ponsable, jno lo sería también la nueva es-
riencia más cordial y más coherente del uni-
verso. tética que pretendiese darle una simple ocu-
pación jocular y frivola?
Queríamos, pues, la greguería con codicia
Ahora bien, lo grande de RAMÓN es que de representación integral del espíritu y de
tiene siempre tanta intuición —intuición, la vida: la gracia, la justeza revisora de la

211
greguería al servicio de las valoraciones hu- te al por menor. En él, la greguería encuen-
manas. Y esto es lo que nos ha traído el tra al fin su materia noble; no es ya la hu-
Goya de RAMÓN. manidad de la novela, que es humanidad fic-
ticia y, por consiguiente, inventada ella
misma. Es un specimen dado de humani-
dad; y el trance de RAMÓN se asemeja mu-
Tal vez lo que hacía falta, para que RA- cho a esos en que Bergson ha querido probar
MÓN se decidiese a esta utilización orgánica, la eficacia de la intuición aplicándola a in-
estructural y noble de la greguería era un dagar un hecho vital. (Por cierto que no an-
gran tema —un tema que fuese todo el gre- daría, creo yo, muy descaminado quien pro-
gueresco, es decir, a un tiempo mismo coti- base a argüir que intuición y greguería tie-
diano y excepcional, representativo y caipri- nen un fondo común, como greguería y pa-
ehoso, verdadero y absurdo. "Necesitamos— radoja formas parientes.)
dice él mismo— inquietar la vida, proble-
matizarla, crear nosotros también nuestros
pequeños monstruos, nuestras posibilidades
fuera de Jo evidente, una especie de ritmo Hay todavía un sentido en que Goya era
posible que supere la vida cotidiana". Y como tema predestinado para RAMÓN. Me
aunque lo dice explicando el superrealismo refiero al madrileñismo del gran pintor. Ma-
de Goya, se advierte el entusiasmo de quien drileñismo, que no es, claro está, mera filia-
avienta su propio credo. Ese afán de rever- ción, sino voluntad amorosa de pertenecer.
tir y enlazar las imágenes responde también El de RAMÓN no es sólo afectivo: se ad-
en RAMÓN al deseo de descubrir una so- vierte en él algo así como un propósito de
brerrealidad más excitante en las cosas; el ejemplificaeión de la greguería, pues si ésta
tamibién quiere complicarnos la existencia, consiste en descubrir el sentido oculto de las
enseñándonos el revés inédito de ella. Su cosas circunstantes, había que aplicarla, so-
•dtama era que nadie compartía tan apasio- bre todo, a la explanación de Madrid. El ha
nadamente como él la curiosidad de los sen- liecho como nadie esa explanación imaginis-
tidos posibles de un buzón o de un chaleco. ta, mediante la cual la Puerta del Sol y el
Pero Goya le depara el gran asunto: descri- Puente de Segovia asumen implicaciones in-
bir la vida de un hombre importante que es, sospechadas. Goya, gran madrileño de rom-
ya de por sí, una vida problemática, esto es, pe y rasga, le abastece de nuevas oportuni-
diversa en sus sentidos, sujeta a múltiples dades de exploración. ¡Qué deliciosas pági-
interpretaciones. Goya se le ofrece como un ijas las que describen, en este libro, el dis-
pequeño monstruo ya creado, un "hombre frute arrajbalero de Goya, el majerío y la
de enmarañada rebeldía" cuyo ritmo vital pradera y el cómo entró en la estética y en
supera a todos los de las vidas medias. la óptica del pintor el légamo precario del
Manzanares! Quien no haya leído esto, no
Y acoge RAMÓN la sazón del cumplesi-
ha cobrado aún todo el sentido de lo matri-
glos, como él dice, con el júbilo del gran in-
tense.
ventor que descubre la pingüe aplicación de
su patente. Su estudio de GOYA, de una en-
trañable morosidad, es una de las más her-
mosas faenas de dedicación intelectual —in- i Cómo trata RAMÓN a este hombre, es-
telectiva— que se haya registrado en Espa- te tema biográfico que parecía aguardarle y
ña desde hace mucho tiempo. Ciertamente, tener reservada para él la oportunidad cen-
nunca se nos ha)bía dado, en español, una tenaria? El mismo nos lo dice: " N o ha ha-
semblanza más ahondada y exaustiva. Ni, bido medio mejor de provocar la salida de
tal vez, un examen crítico más deliciosamen- lo más neto del espíritu que preparándole

212
laberintos y conectándolo con oscuridades". intimidad con lo particular y lo total de k
RAMÓN no simplifica a Goya, no lo esque- existencia ? Mayor intimidad de las cosas en-
matiza ni le torna demasiado arquetípieo, tre sí y de nosotros con eUas. En definitiva:
como han hecho tantos de sus biógrafos. Se la reducción del universo a un sentido úni-
va adentrando en la "enmarañada rebeldía" co y el más rico goce, por ende, de nuestro
del pintor, respetando sus contradicciones, efímero inquilinato en el mundo. Vive me-
sus retorcimientos, lo barroco del espíritu jor el poeta que les descubre íntimos enlaces
goyesco. Lo mira por todos lados, rodeándo- a las cosas que el escéptico, negador de todo
lo con los cien ojos de la greguería y resca- io que no sea la individualidad aparente.
tándolo de "este país de unilaterales y de
seres con un solo ojo". Cuando no atina a
aclarar por sí. le abre al lector ventanas de
especulación. ' ' Lo barroco —dice— es el úni- ¡Con qué español orgullo encarece RA-
co concepto que merece el respeto de dejarlo MÓN la individualidad humana de Goya! La
indefinido y con salidas por todos lados". admira, sin embargo, por representativa.
Para él encarna " e l empeño que tiene una
En este entusiasmo de RAMÓN por el raza de ser sola, única, desdeñosa de intere-
barroquismo de Ooya, encontramos nueva- se^ y poderes, loca de soledades, empedernida
mente una exaltación de lo propio. Así, de independencia, como esas piedras que se
la explicación estética de Goya sería la ex- han aislado tanto del monte que están osci-
plicación del ramonismo, ambos por medio lando sobre el abismo, de leve que es su con-
de lo barroco, que pocas veces se ha escudri- tacto con la tierra en que se asientan, pero
ñado con tan perspicuo amor como squí. " E l prefieren ese pánico a no ser únicas y a no
barroquismo es querer más de lo que se pue- destacar su perfil sobre el fúlgido horizon-
de querer y ponerse a realizarlo sin haber t e " . El contacto con esa individualidad go-
acabado de hallar el camino y la manera, yesca remueve los posos ariscos de su linaje
con ceguera genial y con deseo temerario. y da al traste un poco con el humanismo de
Quizás no haya manera —continúa RAMÓN su modernidad: "nos acabaremos —dice casi
•— de realizar la creación vital de los dioses; jubilosamente— por quedar ingentes de so-
pero si de algún modo se puede ensayar es ledad en medio del mundo", iHermoso y
con la barroquidad más que la perfección trágico vaticinio!
ortodoxa". Lo barroco no es desintegración,
Un Goya así de solo, de adusto, de es-
sino esfuerzo hacia una integración superior,
pañol se agita en estas páginas. Y no,
'arrebato para ver de salir del impasse de
ciertamente, por obra de invención, sino
la desesperación". Es un superbalbuceo que
de fidelidad descriptiva; por una vitaliza-
aspira a " l o único que vale la p e n a " : "es-
ción del dato. La erudición es imponente;
tar despierto sobre el maquinismo del muñ-
pero RAMÓN la anima, la encalece, la hace
ólo y el principio de ingratitud que lo abis-
buUente y retozona. Observador portentoso,
ma, y en cuyo abismo hemos de caer". Pro-
advierte la elocuencia reveladora de los más
fundamente, RAMÓN termina así de formu-
nimios detalles. Su conjetura —como en el
lar la filosofía del arte como él lo entiende
sabrosísimo capítulo sobre las relaciones con
y practica: "Tener esa clarividencia es no
la de Alba— es de una audacia que sólo se
ser engañado sobre el vilipendio fatal y for-
salva por el contrapeso de la sagacidad,
midable de la vida. Quizás una suprema in-
equilibrador maravilloso que le hace caer de
timidad, más rotunda que el escepticismo, es
pie en los brincos más increíbles, como los
la única riqueza destilada y el único resar-
buenos skiers. Pareja condición la de su crí-
cimiento del miedo a morir".
tica pictórica, tan certera y tan finamente
4 Qué busca la greguería, sino esa mayor aclaradora casi siempre, donde el tecnicismo

213
no asoma nunca su rigidez, porque sabe decir más natural. Ese estilo suyo, suelto y vigi-
las cosas más técnicas con una precisión, pero lado, difícil y fácil, clásico y modernísimc;,
al mismo tiempo con un desenfado y un aire le fluye copiosamente, alambicado ya en los
de cotidianidad admirables. alambiques de la imaginación y, por lo mis-
¿No es éste su gran secreto? RAMÓN es mo, nada preciosista, porque el preciosismo
es tarea hecha en frío.
P r o l o n g a las oracio-
nes con coyunturas de
" q u e " , como metro de
carpintero, pero sin que
por ese queden rígidas
ni desairadas; antes lle-
nas de serpeante gracia.
¡Y los paréntesis que
va colgando, como col-
menas, para quien quie-
ra regalarse con ellas, a
lo largo de su mero-
deo!

Una impresión de des-


pilfarro, de lar g u e z a
inaudita, es la que nos
diija esta prosa. Y otra
vez, al embriagarnos de
ella, nos asalta el recelo
bellaco de si llAMON
no será, después de to-
do, un hombre a quien
no le cuesta trabajo dar,
porque se ha encontrado
un tesoro. Pen s a m o s
que, con su esplendidez,
va a depreciar comple-
tamente la literatura. Y
nos sentimos tentados de
recomendarle que, como
Cecil Rhodes, arroje al
mar todos los años la
mitad de su produoeión
de diamantes, a f i n
de mantener la deman-
da y el valor de las ¡greguerías en el mercado
el hombre que nos hace parecer natural lo
del mundo.
más complicado, al par que nos complica lo

O R G E M Ñ H

214
L C I R C O
E aquí un equilibrista del PiCnsamiento. ¿Queréis venir conmigo al circo de RA-
H Volatín y cuerda floja. Hay en su fra-
se la rigidez de la percha y la curva envol-
MÓN?
Hay una soberbia menagerie. El meteco y
vente ddl lazo. El talento se le escapa de las lia aventurera. Producto: un intersexual. Un
manos, como los platos del malabarista. Pue- pingüino y su pareja: dos burgueses. La mo-
de —ante nuestros ojos— sustraernos una na bailadora. El león de la Metro Goldwin,
mujer y devolverla hecha cien banderas y un y una zorra académica. Bellos ejemplares.
conejo de indias. Puede—^asimismo—^trans- ¡Qué estupendo manager ese RAMÓN!
formar un conejo en mujer, y aún más. Tiene Tiene un látigo de greguerías, que sacude
focas amaestradas—mejor que los hombres; y saca ehispas al rozar en el suelo de la pista.
y limpias—más que los hombres. Focos mu'lticolores. La tintura de las cabe-
Come e!l fuego de la crítica y no se quema. zas engañadas, a su luz, deja ver canas. Neu-
Pasa—el pie desnudo—por el filo de las len- traliza el H2! 0 2 de las rubias.
guas y no se hiere. Vamos al cii-co de RAMÓN.

E U E N O L O R

por Mlle. Lempicka.

215
fi U E V o S "P O E 1
C A SM P o
a Jorge MamotL
El paisaje salía de tu voz
i laá nubes dormían en la yema de tus dedos
De tus ojos cintas de alegría colgaron
la mañana
Tus vestidos
encendieron las hojas de ios árboles
En el tren lejano iba sentada
la nostalgia
Y el campo volteaba la cara a la ciudad.

PUERTO
a J u a n Mairiii«iIlo.

El perfume se volvió un árbol


i vuelan los colores
de los transatlánticos
En el muellle
de todos los pañuelos se hizo una flor
Va cantando la música lineal de un bote
i el calor pasta Ha luna
De una taberna
un marinero
saca de las botellas cintas proyectadas de infancia
El es ahora Jack Brown que persigue al cow-boy
i el silbido es un caballo de Arizona.
UN SUSPIRO DETEAS DE LA MAÑANA
Y para que se ría
la brisa trae
los cinco p é t a l o s de una canción.

Lima, 1928.
Del libro próximo:
" 5 METEOS DE P O E M A S "

C A R L O S O Q U E N D O DE A M A T

216
' P E % U A N O S
El credo del agua Noche en las puertas
Cómo cae el agua,
Hoi está la noche
sin decir una palabra
junto a todas las puertas; se está filtrando
Parece que rezara
de los hombres que se duermen.
su credo blanco
I tiene miedo el allma
Sin decir una palabra,
cómo cae el agua de ser una noche

junto a las puertas


Agua de los que tienen sed,
cómo sie está muriendo eea agua que no se abren.

I los ciegos que salen de la noche


Agua para la mañana
para la mesa blanca de mañana estarán mañana

sujetos a lae puertas


Ah, quién pudiera ser agua
en este gran cansancio como l l a v e s . . .
en que reposo en Cristo

Cómo cae el agua, Presentimiento


sin decir una palabra,
sin decir una p a l a b r a . . . El agua de los hombres en la tierra, un día,

en una fuente la veremos toda.


Este recuerdo
Habrá un día en que se colme todo
Yo no sé qué hacer con tu recuerdo,
hasta los bordes ,
tu recuerdo que salta
todas las escaleras
Y el agua' de los que la tomaron mal,
de la Vida i la Muerte.
estará ciega i no calmará la s e d . . .
Todas las primaveras
Entonces, cuando el agua se haya vuelto
te las llevaste para tu ausencia,
(esp¡ejo8,
i no sé qué hacer
con tu recuerdo a h o r a . . . los hombres se a s u s t a r á n . . .

X E R B R L L

2Í7
Lc4 O'PTICcA T)E R oA M O N
L ojo, he aquí mi órgano de compren-
E sión, nos aclaraba Goethe. Y nos daba
su arte de simetría, arquetípicamente apo-
manera de ver, el segundo momento lo halla-
mos en cómo ese ver se reconstruye. Un ver
que agarra la imagen, la voltea, la atraviesa
líneo. con innúmeras agujas de luz, aisla al fin su
Con igual derecho podría reclamar para esencia—hasta su esencia contraria—y la re-
sí el monstruo de Pombo esa definición para compone de un golpe, reflejada en el espejo
su actitud,—^sólo que su visión ha sido otra: deformativo del último plano.
nos ha enseñado a ver volviéndolo todo del Fanático del microscopio y del prisma, en
revés, y a sorprender el maremagnum dioni- sus posibles combinaciones, ha pensado de
síaco que se agita en cuanto vive. nuevo todos los conceptos, al margen de la
El ojo, a Gómez de la Serna—como los ojos veilocidad de las ideas. Ha sido así el nuevo
afacetados de ios insec-
tos—^le sirve para des-
componer las direccio-
nes de las líneas hasta
encontrar el e s quema
simple o descubrir éi
resorte original. De ahí
el acierto de su gregue-
ría, que nos convence de
que todo puede tener un
aspecto inédito y aun
contrario, y que si tran-
sitamos por sobre las
cosas como por sobre
multitud de conceptos,
aceptándolos como nos
han venido, no excluye
eso la posibilidad de
una sorpresa.
Un ver distinto ha de
conducirnos a distintas
interpretaciones, y a un
sentir diferente. Y aquí
hay un sentir profundo
y quintaesenciado al
margen de una partícu-
la de idea. Una trascen-
dencia de lo intrascen-
dente; una perenne teo-
rización a lomos de es-
corzos.
Pero así como el se-
creto primero está en la por Amero.

218
conceptista de la arbitrariedad, resolviendo desfloraron los secretos de los desechos pre-
sus ideaciones del lado de lo imprevisto,— maturamente sacrificados, que llevaban in-
casi siempre el lado real, mientras que el tactas sus sorpresas. Las redimió al fin el
otro es sólo ell aparente. Con sus instrumen- gran desflorador, como a esas mujeres que
tos ha definido de nuevo las cosas y las ideas sorprenden al hombre al que se entregaron
todas de las cosas, por sus funciones, por sus tan fácilmente, con una virginidad insospe-
reminiscencias, por sus parecidos, por sus in- chada.
congruencias. Y ahora nos parece que las
Contó años de aprendizaje y de análisis
conocemos mejor, o que no las conocíamos
antes de saltar a la pista del circo. En el cir-
antes, después de haberlas visto desnudas,
co ya es otra cosa; hayí Pjlenitud de luz, y la
debatiéndose en ese mundo propio en que
vida se toma por entero, en grandes chorros
padecen y se regocijan, sacadas de la petri-
borboteantes. Al fin, en el circo—sus domi-
ficación a que estuvieron condenadas. Nos pa-
nios por derecho propio—ha puesto a gesti-
rece que les hemos l e g a d o al alma y que ya
no son tan simples como antes. cular sus reconstrucciones.
En la historia total de este raro caso, habrá
En un momento en que cambia el sentido que distinguir dos períodos, además de los
de las interpretaciones, la greguería viene a otros muchos que otros distingan: el de la
representar un deshilachamiento del univer- disgregación y el anállisis, y el de la reorga-
so de ideas. La curiosidad tentacular—miles nización por masas de elementos nuevos, de-
de tentáculos que aproximan o alejan los mo- purados de antiguas gravitaciones.
tivos^—alcanza la descomposición esencial. La
reconstrucción viene en seguida, pero ya ve- Y un período último en que parece que ha
mos el otro lado de las cosas. querido probarnos su capacidad para labrar
estatuas, y nos sorprende a cada momento
El rastro pudo ser el laboratorio en que con una novela graaidíe,—como para no dejar
culminaron ¡las primeras confrontas, labora- dudas. Pero sobre todas las cosas será siem-
torio de rincones polvorientos y penumbro- pre el gran descubridor del rastro y el cro-
sos donde dio con el funcionamiento insospe- nista máximo del eireo. Dos títuílos heráldi-
chado de la cacharrería primordial, donde se cos para su escudo de genialidad.

F E X O

'¿Cómo definir a este escritor? Si la literatura española fuera (y no es improbable)


de madera de pino; si los nudos del pino fueran un esfuerzo natural para concentrar
la fibra y transformarla en ébano puro; si el gusto general, por otra parte, es a esa
literatura lo que a la madera la sierra, entonces Gómez de la Serna será uno de esos
nudos rebeldes aue se niegan a correr el hilo del pino, Haciendo que la sierra del
artesano se rompa los dientes y rechine de rabia".
ALFONSO REYES.

219
'BARAJA DE ESTAMPAS
En España, Maruja Mallo ha sido—es—el caso pictórico más impresionante de los últimos años.
Supimos primero de él por un artículo finamente escrutador de Rafael Suárez Solís en ^'Social".
Ahora, nuestro camarada Miguel Pérez Perrero, tan lejano y tan próximo, nos completa la ima-
gen enviándonos esta "Baraja de estampas" llena de triunfos.

L número iba pecando por corriente; en samente y subía hacia el cielo mucho vapor.
E cualquier circo hubiéramos podido con-
templarlo a diario. La varita de virtudes to-
Vino un período en que todo se maduraba.
Ahora cuenta España con algunas varitas de
caba siempre la consabida carta: el as, el virtudes muy milogrosas. La de Maruja Ma~
siete, el r e y . . . , etc. A veces un señor capri- lio, por ejemplo.
choso pensaba una carta distinta —^pero den-
tro del catálogo— que el prestidigitador,
complaciente, le sacaba del cogote en el ac- Biografía: Maruja Mallo, recién nacida,
to. : iMonsieur, ¡ el tres de copas! ¡ A su sa- sabe noticias del fragor de las luchas, pero
lud !| Aquí, a q u í . . . " Pero jamás aparecían no ha estado nunca en él. Sólo una vez jugó
barajas de numeraciones y figuras imprevis- a que destrozaba viejas estatuas prosopopé-
tas. Las barajas de pintor eran, en realidad, yicas y lienzos cruelmente embadurnado» ¡y
de las más mugrientas: palo de mujeres, pa- destrozó de verdad! No hubo catástrofe por-
lo de paisajes, palo de rajasj de sandía. Cuan- que Maruja Mallo se marchó de puntilbis.
do el señor caprichoso deseaba una peque-
ña variación —aligerar ropas, aumentar la ¡ Se marchó! Se marchó de puntillas. Un
ración de fruta— el prestidigitador no tenía año entero de pisar y caminar hacia otra
inconveniente en conceder.

Todo ocurría sin salirse del programa. El


número era monótono, triste, vulgar, hasta
que, un día, las varitas de virtudes —como
otros tantos instrumentos — tuvieron que
convertirse en bayonetas y, después, volver
a ser varitas de virtudes. En ese tiempo de
cambios rápidos las casas crecieron y las ma-
nos fueron otras. (Cada orden de la vida
pegó su correspondiente voltereta). A ios
viejos prestidigitadores se les apolilló el frac
y tenían un resto de sus melenas en algún
guardapelo.

Por si todavía coleaba el siglo XIX, unos


hombres empezaron a dar tremendas cuchi-
lladas a los enlaces de los años; el ardor cun-
dió y, por ir más deprisa, las dieron a los
de los meses, a los de los días, a los de las
horas. España, en su recinto, no había in-
tervenido, pero su tapadera se movía nervio-

220
parte cuando, de pronto, aquí a nuestro la-
do, suena el aviso de fino cristal; le suena a
Maruja Mallo en los oídos y se le va a Ic le-
jos en pequeños redondeles de luz. El es-
caparate y ella —frente a frente— se miran
ini rato. Ella busca el corazón del escaparate
que metamorfosea su interior. Las flores se
truecan en aparatos y museo de anatomía y
de ortopedia. Ya posee el corazón tan jinhe-
lado —ese corazón que, de caerse al suelo,
se podrá arreglar— y, sin em-bargo, es ne-
cesario restituir a su sitio el corazón. Estira
la mano y ve reflejada su palma y la Liota
con frío. Ha dejado unos bucles en la ca-
beza de un maniquí. La tienda de la peina-
dora la atrae. Las tijeras son para recortar
los volantes de la falda —se ha dicho— y la
guitarra para que lo muñeca no se encuentre
desnuda si se le caen el manto y el eorpulo.
Así va llenando los rincones. El perfume de
los cabellos se consigue mejor con tarros de
botica; el perfecto orden de la fila de tarros
mantiene el perfume sin una excesiva inten-
sidad. Un guante ha quedado rendido —y
ha rendido— de modelar la cara que se in- pobre rostro doblado tiene serenidad de olvi-
clina ante la nueva figura rozagante. El do y cierra los ojos para no ver el antifaz
de ojeras de su competidor. Maruja Mallo se
ríe: ¡qué agradable todo esto! Por la luna
del escaparate suben los rascacielos que cila
ha visto en el cine. Ya tiene otra cosa arte
sí.— Una cortina hace el viento. Las venta-
nas contemplan un vuelo heroico, un vuelo
de mujer. Lo interesante de la aviadora es
el tronco. Los hombros y los muslos —¡+an
de veras!— para sostenerse y el vientre que
esponja la luz de gloria, y de heroicidad. Lue-
go, la arena —reloj y playa,— las láminas
de acero, los lienzos tendidos; y las estreiiíis;
y las ondas, en triángulos, del lomo del mar.
Se acaricia la hoja de periódico en el gian
suceso. Las letras se iluminan y se apagan.
El periódico ha extendido sus hojas sobre el
mar y lo cubre de ecos de las graades ciuda-
des. Por el rabillo de un ojo puede entrar la
sección íntegra de atropellos, uno igual al
otro y al otro y al de más allá. Las piernas
".ortadas y, en unas copas, la sangre para
que se la beban en el juzgado. El ángel de

221
la guarda, que se queda franco de serví ;io, Mediterráneo"— ha dicho la voz del presti-
representante del sentido popular.] El silbi- digitador— han cuajado de sus gorras y de
do del tren retrospectivo de Keaton despier- botellas algunas estampas de la baraja, ool-
ta al alma que cuenta los pisos del titanic dados y camareros son quienes dicen piropos
más próximo en ansias de saber cuánto le a las mujeres macizas. El anuncio del per-
falta para llegar al cielo. | Los sombrero» de qué de atracciones dilata la noche en tama-
copa de los Jueces están para decirle a la ños descomunales. La mano que juega la ilu-
locomotora que no hace mal papel. Hay una sión sigue incansable vomitando cartas.—Los
seriedad ambiente a pesar de las risas y de espectadores son lo de menos. — Muchas de
los guiños de los escaparates. ellas saltarán estrella, frasco, bucle —en ro-
sa— a cualquier ojal de cualquier solapa. Lo
Maruja Mallo tira al aire su baraja que
esencial es que se cierre el cepo y se abra la
vuelve en una serpentina de muchas estam-
rosa. Pero a Maruja Mallo, seguramente,
pas. La carta más imprevista será para el
igual le da.
espectador más boquiabierto. Se adjudica,
convencionalmente, al señor más grueso, un m 1, AL MARGEN
rey de espadas y una hilera de piernas es-
beltas en paso de baile. Hay figuras y con- Maruja Mallo presenta dos direcciones im-
junto de deporte: bicicletas y nadadoras, de portantísimas: Cuadros y Estampas. Yo he
verbena: quiromantes y guardias civiles, y de preferido coger hoy, en baraja, las estampas
quirófano. Del music-hall solamente ha que- y dejar para otro momento u otro comenta-
dado una lámpara. Unos marineros, " l e í dor, la torre de aciertos de sus cuadros.

M I G U E L P É R E Z P E R R E R O

por Du-Marboré.

222
¿MASCA%AD A L I T E %A %I A

L A crítica literaria cubana ha padecido


siempre de necrofilia y narcisismo. He-
mos violado la línea de las celebraciones
temos, decorosamente, en la actualidad, la
mancha desoladora de las revelaciones. Exa-
minemos, por ejemplo, la aportación inte-
campaneras, en años y años, y, ahora, bajo lectual de los "revolucionarios" y sus " p r e -
el estrellamiento ortal de la deshumaniza- cursores". ¿Qué dicen, a excepción de Mar-
ción, sentimos un ahogo de responsabilidad tí, aquellos cubanos? ¿Qué despiertan en
por la delirante locura de nuestros ensayos nosotros sus voces violentas y roncas? ¿Qué
y juicios. virtualidad artística encubre aquellas esca-
ramuzas literarias, con apócrifo marchamo,
Hay países, en esta misma América, que
algunas, de filosofía? Apacigüemos, siquie-
responden, vigilantes, a todas las suscitacio-
ra un momento, los ardores patrios y fije-
nes del nacionalismo literario y se afanan,
mos, con valentía de espíritu, el alcance de
en la más noble ansiedad, por la estructura
esas proyecciones. Veremos entonces cuán-
de posibles peculiaridades estéticas. Culti-
ta impostura y cuánta reputación parasita-
van, en suma, la ocasión de belleza autócto-
ria nos dan la espalda, huideras y cobardes,
na, verdadera, sin nuestro requebrar de afir-
y cómo se higieniza de malos alientos la casa
mativos y consagradores anticipos; y repug-
de las letras.
nando la superstición pasadista, sepultan, en
huesa profunda, el fetiche de los desbordes La aspiración vernácula ha sido supedi-
y los ditirambos. tada a la anodina reciprocidad de bombos.
Unos y otros, exégetas éstos de aquéllos y
El exclusivismo se practica también en
aquéllos de éstos— se han pontificado a
esas literaturas; pero se practica sobre bases
fuerza de impudor estimativo y concesión
de gusto local, de nativas querencias, de
verbal. ¡ Contubernio de famas! ¡ Conjura
p,endulería terruñera. Es un amor connatu-
de nombres! ¡ Suplantación de realidades!
ral y egoísta, iluminado de grandes desti-
He ahí el fondo de nuestro legado, sin más
nos; motivo de adscripciones al acervo del
oportunidades históricas que las que le da
Arte; espasmo de la personalidad inédita.
la tristeza de uiifi epopeya que no hemos sa-
No existe, como en nosotros, a modo de lu-
bido escribir.
pa engañosa que tiene, junto con la gracia
de aumento, prestigioso poder inversivo pa- Esta farsa, empero, apunta más bien al
ra tornar en amplitud y riqueza, la penuria pasado. Es en él donde se nos presenta con
y caquexia de nuestra heredad; no es el aco- mayores relieves y más compleja promiscui-
so que gritan las pertenencias inmediatas y dad. Quizá pudiéramos clasificarla entre las
directas, sino el lento galvanizar de promo- •exclusiones experimentales del arte litera-
ciones futuras, a cuya impacción se aperci- rio, o considerarla, al contraste de su aspec-
ben los sagitarios del blanco ultraísta. to, fermento ponzoñoso de una casta en lu-
cha. Lo cierto es que ha llegado hasta aquí,
Pecado es el nuestro de viejos optimismos en absurda comparsa de muertos.
mutuos. Desde los ventanales críticos nos
hemos creado una ilusión de valores visua- ¡Y las calaveras, enmascaradas de gloria,
les, fotográficos, con ausencia de luz y de quieren guiñarnos la burla de sus cuencas
placa; y se manifiesta imp|0sible que afron- vacías!

T O M A S C A S T A Ñ E D A L B D O N

223
cinema lll^flOltl y

"MUCHEDXnviBE.E". — (Película, de la "Metro reproducción fotográfica do éstos u?i carácter nuevo


Goldwin", dirigida por King Vidor). o insólito, que nos impresiona tanto como nos im-
presionaría el hallazgo real de un centauro, un hi-
E s t a producción de la Metro nos muestra cómo es pógrifo o un trasgo.
posible hacer a r t e cinematográfico de egregias ca- En la primera parte de " M u c h e d u m b r e " hay una
lidades con el contenido de una vida vulgar, levi- dramatización de las masas de los rascacielos y del
t a d a idealmente por los resortes de un patético bo- hormigueo de vehículos y hombres por las calles de
varismo. L a mayoría de los cineastas sustentaba New York que constituyen detalles iccnicos de ! 's
h a s t a hace poco el criterio' de que lo capital en el más interesantes y más en consonancia con la nue-
cine era la espesa y complicada trama de lo anec- va sensibilidad que ha producido el cine última-
dótico, la acumulación de sucesos extraordinarios, de mente.
esos qu/e mantienen en vilo la atención de los es-
El verdadero protagonista de la obra es, como
pectadores. Producto de t a l teoría es t o d a esa apa-
lo enuncia el título, la muchedumbre: el montón
ratosa y absurda cinematografía del Oeste, con su
anónimo que circula por las arterias del mundo.
clásico flamenquismo de vaqueros, contrabandistas
Nada importa que la acción se localice en un suje-
y sheriffs y todas esas producciones por episodios,
to o dos—esquirlas insigniflcantes de esa multitud
desde " L a moneda r o t a " a nuestros días, en que
standardizada que forma el núcleo de población de
la aventura extraordinaria, la intrepidez insólita
las grandes ciudades. Se t r a t a de dos números más
del héroe y los sucesos misteriosos pretenden sus-
en el gran sumando de la vida. jQué importan dos
tanciar la " s o p a b o b a " que el público dominguero
unidades en una suma de millones? El hombre, in-
engulle con avidez y regodeo.
dividualmente, sólo tiene algún valor cuando de la
El espíritu diseernidor de los nuevos estetas, que condición meramente numérica pasa a la condición
comienza por separar en la obra de arte los ele- logarítmica, es decir, cuando su cifi'a, a primera vis-
mentos categóricos de los anecdóticos, es decir, lo t a insignificante, es el logaritmo de una cantidad
esencial de lo contingente, es el que lleva el germen de millones. El hombre-logaritmo puedo sor el signo
renovador a la cinematografía e invierte la esté- y la síntesis do toda una sociedad, de toda una
tica del cine, colocando en primer término los ele- época: Lutero, Shakespeare, Dajite, Cervantes, N a -
mentos fotogénicos, peculiares de este arte, y en poleón, Beethoven, Bolívar, Picasso, Strawinsky.
segundo término los elementos anecdóticos: argu- Los demás somos números: de una cifra, de Xna,
mentó, trama, episodios, etc. L a i n s t a n t á n e a foto-
gráfica, movilizada sincrónicamente en la pantalla
—soldadura autógena de las imágenes guillotina-
das en cada décima de segunda por la lente' del
cameraman—con todos los recursos propios de la
fotografía dinámica—el close up, la visión prismá-
tica, la perpendicular, la diagonal, la superposición
de figuras, los efectos de claro-oscuro, etc.—son su-
ficientes para dramatizar no sólo el hecho más ni-
mio del vivir cotidiano, sino también la mera exis-
tencia de un objeto, en cuya inercia jamás la vi-
sión corriente del hombre normal hubiera podido
ver interés dramático alguno. En un libro que aca-
ba de publicar el arquitecto norteH'mericano de van-
guardia Paul T. Fí'ankl, se reproduce la dramatiza-
ción de las teclas de una máquina de escribir lo-
g r a d a por medio de la; fotografía. E s t á probado que
el mero acercamiento de la lente a los objetos, en
determinadas condiciones de iluminación, da a la

224
de tres acaso; pero números. Sensación de ser nú- El único orador feo que tuvieron los griegos ae
mero que se acentúa en las cárceles, en los hoteles, había especializado en las causas cómicas.
en las grandes ciudades—cárceles a su modo.
L a historia vulgar de dos números hiunauos, dos No hay un gran hombre cuya imagen pueda ser
comparsas en el " s h o w " de la vida, dos átomos disminuida por la atribución de una proeza de-
de la humanidad tomados al azar, es el contenido de portiva.
" M u c h e d u m b r e " . A ese hombre y a esa mujer les
ocurre lo que a todos. Gozan, padecen. Padecen, Todos los pueblos sojuzgados han recobrado con.
gozan. Viven. Ignoran el g r a n placer, mas no impor- ciencia de sí mismos mediante movimientos de ejer-
ta porque el gran placer y el pequeño, añaden un mis- cicio físico en común. Un atleta que extiende el
mo coeficiente de gozo a la vida. Conocen el gran brazo es la señal de un individuo. Pero diez mil
dolor y el pequeño dolor. Y como a todos los morta- atletas que extienden el mismo brazo, al mismo tiem-
les—ya lo decía de sí mismo Julio Kenard,—la ale- jo, en la misma plaza pública, son u n a señal de na-
gría que esperan les alegra menos que les duele el ción. Así, por ejemplo, nació Oheco-Eslovaquia.
dolor que no esperaban, pero que siempre llega.
U n a cosa eleva la existencia de esos dos seres: su E l intelectual tiende demasiado entre nosotros a
aspiración constante a una vida mejor; su esperan- resolver por el amor físico todos los impulsos físicos
za desesperante de un arribo a puertos más claros. de su vida. Dobla el mal.
El bovarismo trágico con que compra el hombre la
satisfacción de valer más—y padecer más—que los E l equipo de los académicos es el único que no se
irracionales.—F. I. presenta jamás completo sobre el terreno en el
match contra el diccionario.
EL DEPORTE
Los escritores deformes son la conciencia dia-
Notas y Máximas de Jean Giraudoux bólica del mundo.
Es cierto que los deportistas no tienen patrón en
Los pueblos que tienen el porcentaje más consi-
el calendario católico.
derable de revistas de a r t e son aquellos que cuentan
Como no sea San Cristóbal, que no pudo cargar
el porcentaje más fuerte de gimnastas: Checo-Eslo-
un niño.
vaquia, Alemania y F i n l a n d i a .
La m i t a d del pecado original puede ser redimida:
por el cuerpo, por el deporte.

Que tu cuerpo no sea la primera fosa de tu es-


queleto.

Vida pretenciosa, aquella que culmina en un


•II
ataúd a la medida. \

Un homenaje a Dios: u n bello muerto.

Son las naciones que tienen los mejores corredo-


i'es a pie las que han llegado primero al polo.
'i
No se debió al clima el que los griegos clásicos -' • '• 1 «'MLJII éí~ll ^.^^5:^
cultivaran el deporte. Los de hoy tienen el mismo
sol y no son más atletas. E s porque aquéllos eran
clásicos. L a verdadera diferencia entre el clasicismo
y el romanticismo es que el segundo admite los cuer-
pos deformes.

225
"I.A. TIEERA -. IiA T I E B U A - • . L A T I E E E A " llas más externas y preciosistas, son perfectamente
(Comedia en tres actos del Sr. Marcelo Salinas, enjuiciables bajo el pírisma de la política y de la
estrenada en el teatro " N a c i o n a l " ) ética. Aun cuando se obstina en presentársenos co-
mo un ser amoral o apolítico, está adoptando ya una
Si las calidades estéticas de esta obra respondie-
moral y una política sul géneris. Pero de esto a po-
ran a los propósitos nacionalistas que la inspiran,
ner la obra de arte al servicio exclusivo de las ideas,
nos sumaríamos con entusiasmo a.1 coro de alaban-
hay alguna diferencia. Un escultor puede hacer a r t e
zas que ha suscitado. Pero ,aun a trueque de des-
liberal y avanzado en su atelier y política conser-
entonar eu el conjunto no podemos hacerlo. Ni la
vadora en el agora. Los liberales podremos conde-
egregia intención, ni la elevarda ideología, salvan
narle por su reaceíonarismo político, mas no por su
una obra de arte. Parejo al fuero moral existe el
reaceionarismo estético.
fuero artístico. Puede respetarse el primero y no
El Sr. Salinas ha escrito una comedia cargada de
tenerse en cuenta o vulnerarse el segundo. L a pré-
buena intención. Alegatos en defensa de la tierra,
dica de las buenas ideas no tiene que ser, necesa-
que se nos va por nuestra codicia y ceguera, no so-
riamente, empresa artística. Más a ú n : el a r t e como
bran nunca. Pero artísticamente' la obra del señor
vehículo de doctrinas éticas o de ideas políticas re-
Saliinas deja b a s t a n t e que desear. Y ello se debe
sulta en muchas ocasiones contraproducente, unas
primordialmente a que en su concepción el autor Ira
veces porque la m,ala calidad a r t í s t i c a hace poco
concedido mayor importancia a lo contingente que
idóneo el medio empleado; otras porque los subidos
a lo esencial. Lo contingente en una obra de teatro
quilates del arte deslumbran al público y le impi-
es el detalle pintoresco, el costumbrismo externo, los
den fijarse en su misión catequizante. Pero, sobre
tópicos de ambiente, el patetismo fácil, la amenidad
todo, si se escoge el vehículo estético, que se escoja
elemental, el truco efectista preparado con más o
bueno. U n a alegoría revolucionaria está bien cuan-
menos habilidad. De todo esto hay en un grado más
do la p i n t a un Diego Rivera, que además de ser
o menos estimable en la obra del Sr. Salinas. Su
un revolucionario convencido es un gran a r t i s t a .
convivencia con el guajiro le ha permitido captar
E l arte supeditado a la política, tal como lo pro-
su lenguaje, su indumentaria y aun sus inmediatas
pugnan muchos críticos y lo practican no pocos ar-
reacciones ante la vida. Su i n t u i t i v a malicia de hom-
tistas de vanguardia, no nos convence como teoría,
bre de teatro, que y a se observó en " A l m a gua-
aunque en lai práctica reconozcamos l a calidad a r t í s -
j i r a " , le permite dar cierta amenidad al desarrollo
tica de muchas obras realizadas para que sirvan de
de la obra, amenidad que se consigue a fuerza de
instrumentos a u n a doctrina o a un partido. En
un diálogo fluido, con la intercalación de frases, re-
principio no creemos que el a r t e deba estar supedi-
franes y tópicos criollos y con la preparación de
tado a cosa alguna. Si por liberalismo estético no
efectos que, aunque gastados, como el incendio con
admitimos la sujeción a los " c á n o n e s tradicionales
que termina el segundo acto, son siempre del gusto
de la b e l l e z a " ¿cómo admitir que el a r t e tenga que
del público. Lo que falta es lo esencial: el asunto
someterse a tal o cual ideología, por muy convenci-
originalmente concebido o, a lo menos, originalmen-
dos que estemos de l a verdad de sus principios?
te desarrollado y resuelto; la acción real, no predo-
Que el a r t e tenga, forzosamente, resonancias éti- minantemente verbal como en " L a T i e r r a . . . " (la
cas y políticas es otra cosa. Por ser obra humana, acción verbal únicamente es admisible en drama-
el a r t e no puede impedir ni filtraciones ni impliea- turgos que, como un Bernard Shaw, tienen mucho
oiones de esta naturaleza. Quiéralo o no el hombre
es un sujeto ético y político. Sus actitudes, aun aque- (Continúa en la pág. 230).

226
/%iiii/%riAQ
ÓBITOS T r a j a n o " y de " Las ubres lu-
m i n o s a s " , " L o s navios de la
ROBERTO J . P A Y R O . La I l u s t r a c i ó n " , " L a sencillez de
muerte de P a y r ó hia sido una loB s e r e s " , " L o s labios d»!
nueva y enorma pérdida p a r a monte " y " VIRTJLO'', poema
1-as letras argentinas. Escritor hecho de fibras luminosas—hay
auténtico, de un cálido y alto algo en él del tejido de las
ritmo vital, junto a su obra en- redes.
ciclopédica de periodista sem-
De " V I R U L O " , j q u é pu-
brada en las páginas de " L a
diéramos decir? Que es ella la
N a c i ó n " , nos deja unos cuan- obra cimera de R. de B. E n BUS
tos libros admirables—cuentos, novelas—considera- dos estaciones existe la emoción moderna y de-
dos como puros reflejos d-e la vida criolla, a la que portiva.
se acercó con vivo a f á n de comprensión. L a s " D i -
H a y en " L a s M o c e d a d e s " el inquieto esperar
vertidas A v e n t u r a s del nieto de J u a n M p r e i r a " ,
de la locomotora pronta a t r a g a r kilómetros de
publicadas hace unos seis años, ya suscitó la com-
vida. Toda esa primera p a r t e del poema, desda el
paración con " V a n i t y E a i r " de Thackeray. Publi-
" y o quiero ver el m u n d o " inicial, es el arco ten-
có después " P a g o c h i c o " , una serie de cuentos con
so apuntado al blanco de un horizonte espectacu-
personajes y preocupaciones que son de todos los
lar. Son momentos esquemáticos de espiritual anhe-
pequeños lugares, no obstante sus peculiaridades, y
lo hacia los viajes—abacia E L V I A J E . Cerca frá-
últimamente " E l casamiento de L a u c h a " , novela
gil. Pirineo, ha de saltarte Vírulo apoyado en la
en que culminó el poder del escritor " d e soplar el garrocha de su viajera impulso.
barro e infundir el pulso caliente de lo v i t a l " , co-
Y después, claro, el sentido filosófico se concen-
mo dice uno de sus mejores críticos. Poco a n t e s de
tra, toma una dirección y va por ella a. través de
su muerte sugería Walde F r a n k , el admirado escri-
la segunda p a r t e , con todo el pensamiento hecho
tor americano, tras una lectura de " E l casamiento
poema: intención abstraída, fija en la intersección
do L a u c h a " , que consideró como una obra, maestra,
de los rieles.
su traducción y publicación p a r a un volmnen de
novelas a r g e n t i n a s escogidas. Quisiéramos mucho 1928, avizor siempre a todo evento que resuene
que la publicación se efectuara como un homenaje a en el panorama de la l i t e r a t u r a universal, anota
con pesar éste de la muerte de R^món de Bas-
este maestro de la narración, y que el p r o p i o . " W. F .
terra.—^H. r .
se encargara personalmente de la traduccióni", co-
mo lo deseaba el desaparecido en su última carta
publicada. M U 8 I 0 A L I A . — S i en el extranjero se juzgase del
estado actual de nuestra evolución musical por los
dos números que lleva publicados esta admirable
RAMÓN DE BASTERRA.—He aquí que un aciago revista que dirige la Sra. M a r í a Muñoz de Queve-
día Ramón de Basterra tomó su último tren—él, t a n do, el juicio sería altamente favorable. ' ' Musica-
viajador—y ae hundió en el túnel egoísta de la l i a " responde, por el halago visual de su presen-
muerte. L a curva a b i e r t a de su personalidad quedó tación tipográfica y por lo sustancial de su conte-
herida. Más bien: detenida. nido, al criterio más riguroso y selecto. Si en el
Con la muerte de R. de B. se pierde una recia figu- orden de la neta realización musical todavía an-
i'a de las nuevas letras españolas. Recia figura— damos un poco medrosos y encogidos (aún estamog
vasca—. Hierro y Cantábrico.. A veces, también, el regidos de facto por músicos tributarios del ro-
monte de verdes infinitos. manticismo italiano), en los aspectos de la a l t a in-
Pudo haber muerto en Roma y ella lo devolvió, formación, el comentario y la crítica, esta publi-
al brazo la " H i s t o r i a de T r a j a n o " y " L a s ubres cación nos sitúa en plano muy destacado, no ya
l u m i n o s a s " . P u d o haber muerto en cualquier otra entre los países hispanoparlantes donde la litera-
tura musical ha sido siempre escasa, sino entre
ciudad extranjera y regresó siempre, más proyecta-
otros que, como F r a n c i a y los Estados Unidos, con-
do cada vez hacia l a l i t e r a t u r a de su época.
sagran a ella especialísima atención.
Murió len E s p a ñ a y le llevaron en tren a sus mon-
tañas, cara al mar, a la ría babélica " c u y o numen La exoelenoia e importancia de " M u s i c a l i a " ,
^s la e n e r g í a . " que ya subrayamos a raíz de su primera salida, ha
I'e su obra quedan, además de la " H i s t o r i a de sido reconocida por gran número de publicaciones

227
extranjeras eon- las cuales aquélla ha promovido In- ser rectifioados a indicación del J u r a d o y dentro
tercambio. E s una obra cubana más que logra, des- de las facultades que éste tenía.
de el primer momento, llamar la atención fuera de Después del proyecto del Sr. Navarro, nos gus-
nuestros predios. Ello la compensa con creces del t a b a especialmente, como concepción monumental,
esperado silencio que han hecho en su torno aque- el del Sr. Oliva Michelena. E l cuerpo resultaba
llos músicos y críticos nuestros que por la misma de una elegante sobriedad y distinción. L a figura
selección de sus páginas se saben de antemano ex- que lo coronaba nos pareció desvaída de ejecución
cluidos de ellas. y de simbolismo, y el detalle que acompañaba al
E l segundo número de " M u s i c a l i a " viene sóli- proyecto, poco fino de modelado.
damente avalado con un excelente trabajo de su L a palma a este respecto pertenecía a Sicre, que
directora, bajo el título " M ú s i c a p a r a n i ñ o s " . E n en la cabeza que presentó de M a r i a n a Grajalea se
él se mantiene u n heterodoxo criterio respecto de mostró el creador original y el vigoroso estiliza-
capitales cuestiones de pedagogía musical. Los ar- dor y modelador de siempre. E s t a cabeza era, sin
gumentos que en t a n sugestivo ensayo se aducen duda alguna, el trozo de más sólida escultura lle-
cobran mayor autoridad dichos por quien ha teni- vado al Concurso. Por desgracia, el proyecto del
do ocasión de experimentar su teoría en su propio señor Sicre y a no correspondía a ese mérito del de-
instituto musical: el conservatorio " B a c h " . ( i P o r talle. Pobre de concepción y con u n grupo floja y
qué no liberatorio?) confusamente compuesto, d i s t a b a mucho el proyecto
Destácanse también en este número los aportes de acusar la probada potencialidad del joven es-
de Alejo Carpentier (conclusión, de un ensayo-con- cultor.
ferencia sobre " E l Neoclasicismo en la Música E l de Babas, acaso el más avanzado de nuestros
C o n t e m p o r á n e a " ) , de N a t a l i a Akiniova (Correspon- escultores, resultó, por deliberada claudicación del
dencia de Paría) y de Antonio Quevedo, que hace a r t i s t a , de un nimio pompierismo de bibelot. Más
u n a a g u d a reseña crítica del reciente libro de Adol- que un monumento a M a r i a n a Grajales parecía un
fo Salazar " M ú s i c a y músicos de h o y . " tributo de j a r d í n a la poetisa desconocida.
Además se a d j u n t a un suplemento musical conte- El del Sr. Betancourt padecía t a m b i é n de ni-
niendo cinco piezas infantiles p a r a piano de Bela miedad, pero sobre lo heroico. L a arquitectura dé-
Bartók. bil y sin interés; la escultura, de concepción algo
infantil. No así el detalle de las cabezas de la ma-
U N CONCURSO,—En prensa y a este número, se
dre y el hijo proceres, en el que advertimos cierta
ha dado a conocer el fallo del J u r a d o en el Con-
fuerza, aunque fríamente académica.
curso p a r a el monumento a M a r i a n a Grajales, a
El proyecto del Sr. Naranjo nos pareció pesado
que SQ refiere una de las notas directrices. E l fallo
de líneas y excesivo de ornamentación. L a escul-
en cuestión otorga el primer premio al proyecto
tura, floja.
del Sr. T. Eamos; el segundo, al del Sr. N a v a r r o ;
Finalmente, el proyecto premiado, cuyo autor
el tercero, al del Sr. Betancourt; el cuarto, al del
es el Sr. Ramos, peca menos por lo que es que por
Sr. Naranjo.
lo que deja de ser. Resulta de u n a discreta medio-
Escuetamente, por los límites que el eapaoiO' y la cridad, con su fuente convencional, sus líneas tron-
premura nos imponen, indicaremos nuestro juicio. copiramidales, su grupo anecdótico. El detalle del
Se presentaron a este Concurso ocho proyectos. beso histórico de Mariana GVajales a su hijo, muy
Salvo dos de ellos, los del Sr. J a r e n y la Srta. Cha- bien sentido y t r a t a d o .
pottin, todos nos parecieroni sobremanera estima- E n resumen: no oreemos que el J u r a d o a t i n a r a
bles. Los dos a que acabamos de aludir no alcan- eon lo mejor. I m p o r t a hacer constar que el fallo
zaban, a nuestro juicio, ese mínimum de suficien- fué determinado por mayoría de votos, y no por
cia técnica y de v e n t u r a en la concepción, requisito unanimidad M. Ii. D.
p a r a admitir siquiera la posibilidad de que fueran
llevados a la realizlación.
De los seis restantes, descollaba por su elegancia, N U E S T R A EXPOSICIÓN D E L LIBRO AMERICA-
por su concepción modernísima y su feliz realización NO. — En el número anterior anunciamos nues-
en armonía de bloques cúbicos, el del Sr. N a v a r r o , tro propósito de realizar la máxima demostración
joven escultor que se inicia con admirable indepen- posible de cultura y de amor a las letras de nuestro
dencia y seguridad. Su " A u t o r r e t r a t o " y un " D e s - continente, llevando a cabo una próxima exposición
n u d o " , expuestos en la última Exposición Nacional, del libro americano en la Habana.
y a nos dieron a conocer las inequívocas dotes que Insistimos en el empeño, q.ue ha de contar necesa-
ahora se vieron confirmadas con este proyecto. No riamente con la ayuda de editores, impresores y li-
!e faltaban, claro está, defectos: la figura capital breros de la República y del continente.
resultaba un poco sibilina, menguada su a l t u r a y En los envíos deberá hacerse contar su objeto,
torpe la colocación de las manos. E r a n éstos, sin efectuándolos a cargo da los editores de( " 1 9 2 8 " , a
embargo, detalles de poca monta, sus-eeptibles de nuestro Apartado 2228.

228
INJDEX BARBAIR©R8JM'
Lo que no tiene explicación
AEROPLANAZOS DE RUY
es que revistas lujosas e ilus-
DÍAZ E3Sr " E X C E L S I O U "
tradas, dirigidas por perso-
Aun tengo en aquella casa nas cultas, que debemos su-
insignes coetáneos: Atanasio poner l)ie;) avenidas con el
Eivero, reineidente como yo ' ' c o n f o r t " y la tranquilidad
en estas lides, que me da de que disfrutan,:—por cuyo
punto y raya en pureza de pecado, en caso de triunfo
estilo y en devoción a los rojo, habrían de representar
giros de Cervantes; F o n t a - de un modo indefectible el
nills, que nunca me olvida en sus crónicas sobera- papel de víctimas—, se entusiasmen con semejantes
nas. Y muchos amigos: Héctor de Saavedra, Somi- propagandas y acojan sin reservas en sus páginas las
nes, Goldarás, P r a u y mi sabio maestro don Tibur- que en prosa y verso van regando tales nuncios por
cio Castañeda. Sin contar el joven director del co- el planeta.
lega que reverdece con sus Impresiones los laure-
les de su ilustre p a d r e . Pero me alienta la f e : no en acabar con el van-
¡Oh, recuerdos y encantos y a l e g r í a s . . . ! guardismo', sino en que el vanguardismo desaparezca
El desengaño ha sido horrible. por sí solo. Tiene demasiados gérmenes morbosos
* * * p a r a que no termine en lo que usteid dice a otro pro-
P a r a el señor Solía (deudo seguro de mi inolvi- pósito: en u n a autointoxicación.
dable Lucio) nadie tiene derecho a abominar del * * *
vanguardismo sin conocer las generales de todos Se mo arguye que Valle Inclán, aunque viejo, de-
sus cultivadores. be ser considerado como joven, por haberse a d a p t a -
Mañana mismo encargo u n censo. do a las exigencias del último minuto.
A H e n d a y a o a Leningrado. Por mí que le nombren ladolescente perpetuo.
Pero conste que ese ilustre escritor es un rebelde
¿Y a santo de qué defender al señor Díaz Fer- contra las novedades indumentarias y capilares.
nández si yo he empezado espontáneamente por re- Gasta unas hopalandas rabínicas que n i Don Sem
conocer sus méritos? Tob.
No los que Solís le atribuye sino los que revela Y unas barbas y guedejas de puro estilo Antiguo
su trabajo. Testamento.
Porque haberse bautizado en L u a r c a y ser ya ¡Ojalá que tropiece con alguna Dalila vanguar-
diputado a h o r a que no los permite Primo de Rive- dista!
i'a, son méritos del diantre.
También me entero de que es periodista y poeta Si los cubistas me estomagan y me aferró en lite-
y de que sus versos recitados en caa'tellano por r a t u r a y en sociología al principio de autoridad y
B e r t a Singerman obtuvieron éxito claromoroso en en religión a la fe de mis mayores, nadie hay más
París. enamorado que yo del progreso de las ideas, del bien-
Ya me imagino cómo empiezan: estar de las clases humildes, de las conquistas de la
Con aceite de petróleo ciencia y de lo que so ha dado en llajnar revisión
reformaremos el país. de valores.

Verdad es que los versos vanguardistas son bue- E n medio de las guerras y de las revoluciones, a
nos, aunque no se entiendan. todo lo largo del proceso histórico surge u n a y otra
H a b í a olvidado este dogma con que sustituye a vez el parnaso apolíneo p a r a orear los espíritus sofo-
la clara razón el Arte Nuevo. cados. Así Grecia que en el siglo de las guerras mé-
¥ 4^ « dicas nos da sus grandes trágicos, sus Fi-dias y sus
Busia, profesando l a anarquía, p r a c t i c a uñar de Policletos; como Boma que epiloga las proscripcio-
las formas del cesarismo: la dictadura del proleta- nos de Mario y Sila, de los triunviratos y de l a san-
riado que lleva consigo la aJiulación política y mu- grienta sobrevenida al asesinato de César con el ad-
chas veces demográfica de las clases acomodadas, venimiento de Horacio y de Virgilio. Y Francia, con
' a muerte de l a i n d u s t r i a y del comercio, el colapso su l i t e r a t u r a de oro del siglo bélico de Luis X I V , y
económico y el endiosamiento de lo peoreito de la España e I t a l i a bajo los cetros de Carlos I y de
chusma terrorista. Felipe n .

229
'D I % E C T % I C E S L E T R oA S
(Continuación de la pá^. 20i) (Continuación de la pág. 226)

específico y aislado esa fidelidad espiritual que personal y serio que d e c i r ) ; los caracteres de natu-
raleza, no de costumbres, es decir, la hechura de
sólo el nativo es capaz de infundir al material
hombres que unan a su accidental tipicismo, pasio-
simbólico. En todo caso, sacrificaríamos de nes y actitudes imputables no simplemente al hom-
buen grado esa cubanidad de inspiración con bre de esta o aquella región, sino al hombre de to-
tal de que se la compensara con una egregia das partes, al " h o m o u n i v e r s a l i s " .
calidad estética, como acaece en Buenos Ai- Esto es lo que se echa de menos en la obra de
res con los monumentos de Bodin y de Bour- Salinas. E l propio protagonista no p a s a de ser un
delle a sendos patricios argentinos. Pero si tipo de costumbres—como los que a diario vemos en
los escultores extranjeros no han de ser de el saínete criollo de factura alhambresca'—^que re-
suelve todas sus situaciones con el chorro de su par-
ese rango, preferimos los de casa. Mediocri-
lería inútil. L a comedia no es o t r a cosa que la pro-
dad por mediocridad,- la nuestra seré siempre longaeión de u n a situación que apenas da p a r a un
más expresiva. Esto, por supuesto, dentro de acto: el despojo por el yanqui del sitio, durante lar-
ciertos límites. go tiempo trabajado. P a r a hacer una comedia en
tres actos, el Sr. Salinas ha acumulado incidentes de
escaso interés, de u n criollismo puramente acciden-
tal, dialogados con un lenguaje suelto, pero falto de
atisbos realmente ingeniosos o de observaciones que
revelen un estudio profundo del vivir criollo.
"1928" Pero hay además lalgo que da a la obra ese sim-
plismo o, si se quiere, esquematismo, que t a n t o se
observa en las producciones de nuestro t e a t r o inci-
ACABA DE EDITAR piente. Es la ausencia del matiz psicológico. Loa per-
sonajes proceden siempre de u n modo elemental y
primario, sin que ni actitudes nd expresiones reve-
len su mecanismo psíquico. De este modo el guajiro

TRES TEMAS que se nos suele presentar en las t a b l a s no pasa de


ser un muñeco pintoresco con guayabera y jipi.

No basta acopiar observaciones nimias del exter-


SOBRE LA NUEVA POESÍA no vivir criollo n i hilvanar diálogos gráficos y pin-
torescos p a r a haceír obra importante. Se requieren
además accion&s y pasiones fuertes y oaraoterea vis-
POR
tos por fuera y por dentro. Más obra nos pareció,
en t a l sentido, " A l m a g u a j i r a " , al menos en sus
REGINO E. BOTI dos primeros actos.

Y mejores pruebas de talento artístico ha dado


su autor en las crudas y recias narraciones criollas
PÍDALO A SU LIBRERO que ha publicado, dispersas, en diarios y revistas.
—r. I.

230
Volverá Nóbile al Polo
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y f ' i ara sus confines
-s U SI no olvida llevar
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el admirable "Longines
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