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ROQUE DALTON / CESAR VALLEJO
EDITORIAL NACIONAL DE CUBA
ROQUE DALTON
CESAR VALLEJO
83134
prensión no se puede arribar sino por medio de laberínticos
caminos sicologistas o puramente místicos. Otros —más avi¬
sados, sin lugar a dudas— dedican una labor desesperada al
fin de construir un abismo absoluto entre la vida y la obra
de Vallejo: intentan presentárnoslo como un “comunista a pesar
suyo”, como un individualista contumaz y antisocial cuyas
palabras e intenciones han sido “tergiversadas por los comu¬
nistas” o, en el mejor de los casos, como una especie de an¬
gustiado personaje de Dostoievski que a fuerza de ingenuidad,
de indefensión ideológica y emocional, fue a caer en el centro
mismo de los grandes problemas sociales de la actualidad.
(Descartemos considerar la blasfematoria imputación que más
de algún politiquero oportunista ha hecho a Vallejo en el sen¬
tido de haber sido partícipe de los afanes de aprismo. . .)
10
En muy contadas ocasiones encontramos la crítica realista
y responsable que nos muestre de una vez por todas al Vallejo
integral —hombre creador revolucionario—que nos diga de
dónde vino su voz peculiarísima, de qué nexos inmediatos u
ocultos fue producto, en qué medida el ciclo de su vida y de su
obra es desarrollo consecuente del hombre que en nuestro
tiempo trata de ascender desde el dolor de la tierra y de la
propia sangre hasta el nivel de la esperanza popular.
11
conclusiones a que el hombre americano de hoy, sumergido
hasta los huesos del alma en un pantano de injusticia, de des¬
amor y explotación, arriba cuando se contempla a sí mismo.
Y en el tránsito de sangre y de tortura espiritual que Vallejo
estableció desde su alma dolida hasta su acción militante en las
filas de la Revolución, está la solución, el camino nunca como
hoy evidente que lleva hacia ese futuro de que hablábamos
antes, presente y creciente ya en la fervorosa construcción del
socialismo en Cuba.
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de un millonario en París, el Vallejo que lanzó el famoso reto:
“Nos veremos aquí después de trescientos años”, fueron el
mismo hombre, en idéntica actitud. En ambas ocasiones Vallejo,
y no vamos a hablar aquí de la templanza o la modestia, que
tan ingratas y petulantes pueden llegar a ser, expresaba un
hecho posible que cada vez más coincide con la realidad. Y
que coincidirá cada vez más, conforme pase el tiempo y los
hombres vayamos siendo mejores.
II
14
cultura como de dos caras: una viendo a España y otra viendo
a nuestros antepasados aborígenes. La cultura americana, que
surgió de lo español —de lo occidental en fin, de lo cristiano—
y de lo indígena, devino en una sólida unidad, en una sola
cara que mira desde América y que mira hacia América.
(2) César Vallejo, vida y obra. Luis Monguió. Editora Perú Nuevo, Lima, Perú.
1952.
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ción. En el campo del mestizaje cultural el planteamiento es
más o menos el siguiente: la cultura americana surge de la
fusión entre lo europeo-cristiano y lo indígena. Pero a la
par de la cultura propiamente indígena —que subsiste con
tendencia a la extinción— y la nueva cultura mestiza (de la
cual son representantes Vallejo, Neruda, Miguel Angel As¬
turias, Alejo Carpentier, Augusto Roa Bastos, Rómulo Galle¬
gos, el muralismo mexicano, la novela ecuatoriana, y aún, en
algunos sentidos fundamentales, Borges, Octavio Paz, etc.)
se desarrollan frente a la presencia deformadora de la cul¬
tura cristiana (hablamos, claro está, en términos muy gene¬
rales) que después de finalizada la colonia siguió jugando su
papel de instrumento ideológico de dominación político-econó¬
mica en manos de las oligarquías criollas y, posteriormente,
del imperialismo norteamericano. De ahí que, en el caso de
la cultura que estamos llamando mestiza, sea válido hablar
de una doble influencia enajenadora de la cultura cristiana.
17
de los pueblos rurales, la hondura diaria del hecho familiar,
los primeros muertos, las fiestas rociadas con chicha, los
bueyes bajo el sol en los caminos colorados y polvorientos.
18
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
y pienso que si no hubiera nacido
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón. . . A dónde iré!
.. .Y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada”.
20
de solidaridad con los demás, Luis Monguió dice: “No ha sido
suficientemente percibido por quienes de la poesía de Vallejo
se han ocupado el significado de hallar expresado desde el prin¬
cipio de su vida literaria este profundo sentimiento de solida¬
ridad con los demas. Aquí todavía es tan sólo causa de frus¬
traciones personales, individuales; pero la línea que se inicia
en estos poemas habra de llevarle a Vallejo, por lógica con¬
secuencia, primero a una actitud de bohemia, la más fácil
rebelión individual contra el medio ambiente, y más tarde al
servicio de organizaciones que le ofrecen la esperanza de poseer
una solución a las causas del dolor común. En Los Heraldos
Negros no hay vislumbre de solución alguna si no es el caso
único del poema ‘‘Líneas” en que Vallejo busca en el “Amor”
—un amor más amplio que el amor a una persona, es el amor
a los demás— la forma de quebrantar la hebra fatídica del
destino, lal ley fatal de la existencia (sufrir), para que la
existencia responda a la voz del Hombre y camine por un
camino de libertad suprema, azul, virtuosa, aunque para ello
harán falta un nuevo Bautista y un nuevo Redentor. Quizás
más tarde Vallejo los halló en sus nuevos evangelios y quizás
él mismo se considerase, con los sacrificios de su vida mise¬
rable y con su muerte hambreada, uno de los corderos pascua¬
les de la aurora de su esperanza. Hállase pues en éstos términos
y con estas limitaciones, en Los Heraldos Negros, en oposición
a los conceptos de la torre de marfil, de ‘‘au dessus de la
melée”, de arte por el arte, de arte deshumanizado, el senti¬
miento de la responsabilidad humana del poeta no sólo en la
vida sino en el arte, en la poesía”.
21
dido Monguió— la clave de un futuro desarrollo poético ba¬
sado en la captación de la realidad en movimiento, de su pro¬
blemática y de las soluciones concretas que ésta reclama. Es
decir, un futuro desarrollo poético marcado hasta los huesos por
una clara actitud dialéctica ante la realidad.
22
Además, aunque en los momentos más lúcidos de “Los
Heraldos Negros”, Vallejo no llegue a plantear precisamente
soluciones al gran problema del hombre de su tiempo, en la
variación de esa nota humanísticamente solidaria antes apun¬
tada y con la concurrencia de su propia actitud de rebeldía
individual se producen en los poemas de su primer libro,
logros de positiva calidad, dignos de ser enfocados inclusive
desde el punto de vista implacable de las necesidades de la
lucha social. Los siguientes son en nuestro criterio claros ejem¬
plos de tales logros:
23
A veces en mis piedras se encabritan
los nervios rotos de un extinto puma.
(Huaco)
Señor;
a tí yo te señalo con el dedo deicida. . .
(Los anillos fatigados)
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Y aún cabría preguntarse ante estos últimos ejemplos: ¿se
trata verdaderamente de blasfemias, o de actos de fe desespe¬
rada, expresados con el método de la inversión de los conceptos?
Porque las imprecaciones, es de anotarse, siempre están diri¬
gidas al “Dios mío”, al Señor. Contradicción sobre la contra¬
dicción, después de la contradicción original, en los términos
mismos de una contradicción dada: tal la esencia de la actitud
Vallejiana en las sucesivas etapas de su duro camino. Suma
de contradicciones que generan otras contradicciones y que
viven por la contradicción general. En esta pugna, en esta
serie de vueltas y revueltas, no se pierde sin embargo la direc¬
ción progresiva, la ruta ascendente, que nos permitirá ver
cómo los últimos poemas de Vallejo son resultados preparados
por un largo y doloroso proceso, cómo corresponden a claros
antecedentes capaces de ser rastreados en los primeros versos
de “Los Heraldos Negros”. De ahí que podamos hablar de una
ejemplaridad constructiva en toda la obra que nos dejara el
inmortal poeta peruano: obra de causas y efectos estrictamente
ligados, en que el azar o el fácil “decir lo que primero viene
en gana” nunca tuvieron qué hacer.
IV
26
implacable y destructora crítica. La iconoclastia y el nihilismo
intelectual proliferaban a la par de la rápida toma de con¬
ciencia de las masas trabajadoras llamadas a la unidad uni¬
versal. Es en esa época cuando aparece el segundo libro de
Vallejo: “Trilce” (1922). Dice Monguió al respecto: “. . .con¬
viene recordar que esos días de la inmediata postguerra (post¬
guerra de la primera guerra mundial) fueron días en que la
avanzada intelectual, quebrada su fe en los modelos del pasado
inmediato y en sus valores culturales, andaba en todas las
artes con la máxima libertad, a veces con impulsos de anarquía,
a la busca de nuevos módulos de expresión de su nueva visión
de la vida y del mundo. La explosión de Trilce es la expre¬
sión peruana de este fenómeno mundial. En efecto, a raíz de
la guerra europea, el cubismo literario había cristalizado en
París a la zaga del pictórico; desde el refugio de la Suiza neu¬
tral, el dadaísmo había proclamado la ruptura con todo el
pasado y con el presente (y hasta con el futuro que negaba);
el ultraísmo madrileño, aun reconociendo el valor de lo
pasado para el pasado lo consignaba, con todo, a la historia;
el creacionismo bicontinental jugueteaba con la invención
estética pura”.
21
del cristiano rebelde en quien hasta las blasfemias eran hondos
y temerosos actos de fe, como dejamos dicho. En “Trilce”,
cuando la blasfemia surge es fulminante, arrasadora como
dirigida a un resabio mental que se conoce como resabio y
aún como estafa. Quizás hasta quede entonces la blasfemia
como muy poca blasfemia, precisamente por exceso: viene de
un hombre que ha renunciado a la fe, que no es atormentado
ya por el abandono celestial. Porque sólo los creyentes, no hay
que olvidarlo, pueden ser blasfemos. En el poema LXI de
“Trilce”, Vallejo dice:
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poeta en el centro de una revolución, más bien dicho es obli¬
gada-a-ser-poseída por una total revolución. ¿Qué revolución?
La revolución que en ese entonces Vallejo necesitaba: la re¬
volución de su propia expresión humana. Nunca como en su
caso, la palabra fue tan bien preparada para responder a las
necesidades ulteriores del poeta. Pero en este orden de ideas
es necesario decir ya que si bien “Trilce” fue el escenario
de esa dramática y ferviente preparación, no fue un fin en
sí mismo. Más bien, el libro nos queda como una constancia
vivida y evidente del fenómeno, que se agota en sí —como
dice Monguió—, que se agota como una etapa fructíferamente
cumplida. Sin embargo, en ausencia de “Trilce” no podría
explicarse racionalmente el manejo técnico de los instrumentos
expresivos que nos asombraría en “Posmas humanos”. La dis¬
tancia que existe entre estos dos libros, además de la que
imponen los años (Poemas Humanos, recoge hasta la última
producción del posta, muerto en 1938) no llega a ser, como
se ha afirmado “una ruptura”. Técnicamente, repetimos, los
gérmenes de “Los poemas humanos” existen con plena evi¬
dencia en “Trilce”. Pero será el completo y definitivo en¬
cuentro con el verdadero camino del hombre —la militancia
revolucionaria contraponiéndose o interponiéndose frente al
trágico sufrimiento con los hombres— lo que hará de “Poemas
Humanos” el libro único e incomparable, ante el cual siempre
nos sentiremos impedidos de buscar antecedentes y relaciones.
Es el caso de calidades de tipo formal deformadas en su real
esencia —y no en sentido peyorativo— por calidades de con¬
tenido.
29
Entre mi dónde y mi cuando. . .
. . .cómo iba yo a almorzar no nada. . .
. . .1 ohs de oyes. . .
. . . esta existencia que todaviiza. ..
.. .ha triunfado otro ay...
. . .preñado de todos los posibles. . .
.. .aúnes que gatean.. .
. . . mis nos musgosos. . .
. . .flotáis nudamente...
. . . dobladoras penas. ..
. . . aquella otra si, desamada, amargurada. . .
. . .abracadabra civil. . .
.. .sol tenebroso. ..
. . .guijarros gagos. . .
. . . el aire nene...
. .. el domingo bocón y mudo del sepulcro. . .
. . .mi sillón ayo. . .
30
• • .el oro de no tener nada. . .
• • - Y Hueva más de abajo ay para arriba. . .
. . .ellos murieron siempre de vida. . .
51
constituyen una obra “básicamente humana, envuelta en una
manera sintética como la de las escuelas vanguardistas, en
un alarde de liberación con respecto a la retórica y poética
de las generaciones anteriores”.
32
V
33
incierta, sin ropa con qué abrigarse. . . Desde la ventana de
su cuarto de hotel. .. ha contemplado Vallejo París con una
encendida voluntad de amor y todas las mañanas encontrábase
con un alba usada, de segunda mano, vivida y revivida, im¬
propia a todas luces para satisfacer su anhelo. Subió y bajó
así, repetidas veces los escalones todos de la pobreza; fue acu¬
mulando cotidianismo civil, sinsabores y adversidades innú¬
meras, hambres de toda suerte, esa suma de desvalimientos que
constituyen el ritual obsesivo de la miseria cuando ésta se con¬
vierte en el eje de una vida. . . Lo que interesa señalar es
que en esos años se produce el encuentro de Vallejo con el
camino, con la verdad que buscaba desde su primera juventud
para satisfacer su gran sed de bondad humana y pro-hu¬
mana. La dureza del mundo capitalista arranca los últimos
velos de los ojos del poeta, derrumba las últimas murallas
idealistas que le ahogaban, y le revela definitivamente que
el hombre sufre en concreto, aquí en la tierra, por causas cuya
última raíz está entre los hombres; que es necesario dar tes¬
timonio de ese sufrimiento y de que las soluciones están junto
a nosotros, en la lucha diaria por transformar materialmente
este mundo injusto y construir uno nuevo donde el amor
presida todos los ámbitos de la existencia. La “Temporada
en el infierno” que significan para Vallejo los años del 23
al 28 dejan en él, a pesar de y junto a las heridas y cicatrices,
un sedimento fecundo. Larrea mismo, se refiere así a los
últimos años de este período: “Años 26, 27, 28, de crisis in¬
terior, de forcejeo contra otra especie más correosa, si cabe,
de la miseria. .. Otro género de cuidados empieza por en¬
tonces a reclamar su atención. . . la esperanza de un más allá
humano, un mundo mejor, dentro de cuyo organismo no pu¬
dieran darse ni los individuos ni los pueblos víctimas. Pre¬
ocupaciones de carácter político-social absorben automática¬
mente sus días y sus noches. .. Por el juego natural de sus
coordenadas vitales abraza Vallejo la causa de la Revolución
y, luego de un detenido estudio de sus teorías, ingresa en el
partido que a ella conduce por el camino más corto”.
34
grafía vallejiana como su encarcelamiento en el Perú.. . deci¬
sivos en materia de su adhesión a una filosofía política, a u.ia
oi'ganización política”, pero para nosotros estos dos viajes sig¬
nifican mas que todo una ratificación de hecho de los principios
filosóficos de la Revolución que ya Vallejo había abrazado por
lo menos intelectualmente y, como dice Larrea, “luego de un
detenido estudio de sus teorías”.
35
del Perú en mil novecientos veintitrés no había vuelto a publi¬
car un libro de poesías, que apenas había escrito unas pocas en
todos sus años europeos, ahora, entre el atareado servicio que
presta, a la vuelta de su visión de la España combatiente, ante
la que no sabe “verdaderamente qué hacer, dónde ponerme;
cono, escribo, aplaudo, lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo a
mi pecho que acabe, al bien que venga”, rompe de nuevo en
poesía. En otoño e invierno de 1937 —en días de septiembre,
octubre, noviembre y diciembre están fechados muchos de los
poemas— escribe los que han de llenar un volumen titulado
“Poemas Humanos”. ..
3¿
VI
37
Uejiana publicada en el Perú. El nuevo papel de la palabra en la
frase poética, su función en pro del proceso mental, la adjeti¬
vación personalísima, la contradicción conceptual, cobran en
“Poemas Humanos” una categoría definitiva. Esto prueba, sin
duda, que los largos años que Vallejo pasó sin escribir poesía,
después de Trilce, significaron una etapa de maduración de las
conquistas expresivas, de asentamiento de la capacidad poética
lograda con tanto esfuerzo y tanto derroche de emoción. Este es
el lógico resultado —uno de los resultados— de la real signifi¬
cación de ‘‘Poemas Humanos”: se trata nada menos que del
término final del proceso dialéctico de la obra de Vallejo. ¿Y
cuáles son las nuevas cualidades —en la forma y en el con¬
tenido— de esta etapa decisiva, verdaderamente de síntesis, del
f enómeno vallejiano?
38
Quién no tiene su vestido azul?
Quién no almuerza y no toma el tranvía, \
con su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo?
Yo que tan sólo he nacido!
(Altura y pelos.)
40
mueren luchando y que vivirán siempre en la memoria del
pueblo (“Lo han matado suavemente —entre el cabello de su
mujer, la Juana Vázquez— a la hora del fuego, al año del
balazo —y cuando andaba cerca ya de todo... Su cadáver es¬
taba lleno de mundo”. .. “Proletario que mueres de univer¬
so”.), la necesidad de ser implacables con el enemigo (“Salud,
hombre de Dios, mata y escribe!”), los camaradas (“los volun¬
tarios italianos o soviéticos, los mendigos fabulosos, Goya y
Quevedo, el campesino cuyo buey se queda, el anciano que
pega con sus canas y el presbítero que pega con dios, millones
de individuos, todos los hombres de la tierra”), los desocupados:
41
qué salto retratado en su talón,
y qué humo el de su boca ayuna, y cómo
su talle incide, canto a canto en s‘u herramienta atroz,
(parada,
y qué idea de doloroso válvula en su pómulo!
42
se venía desarrollando en su obra primigenia por medio de
sucesivas y hondísimas contradicciones. Claro está que no
vamos a pedirle al poeta comunista de 1938 que tuviera del
mundo y de la misma esperanza, una visión como la que
tenemos los revolucionarios en 1963. Entonces el ejercicio de
la esperanza era más dramático y por lo tanto más heroico:
la realidad de la esperanza universal estaba más lejos. A Va-
llejo hay que ubicarlo —como militante de la ideología mar-
xista-leninista— en su tiempo y en sus circunstancias. Hay
que entender claramente que en su época podían escribirse con
verdadera justificación revolucionaria poemas como éste:
43
lidad, y sus poetas, claro está, expresan esta situación en tér¬
minos correspondientes.
44
VII
45
unió la comprensión de que la poesía es la expresión humana
más profunda, digna únicamente de plantear los grandes temas
—cotidianos o épicos— del hombre.
46
“La actual generación de América no anda menos ex¬
traviada que las anteriores. La actual generación de América
es tan retórica y falta de honestidad espiritual como las ante¬
riores generaciones de las que ella reniega. Acuso a mi gene¬
ración de impotente para crear o realizar un espíritu propio,
hecho de verdad, de vida, en fin hecho de sana y auténtica
inspiración humana. . . ”.
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69—Su posición estética abierta a todas las corrientes de
avanzada de su tiempo. Vallejo no se encasilló en los moldes
rígidos de ninguna escuela literaria: captó el espíritu de su
época con un método realista y revolucionario, en el verdadero
sentido de las palabras, es decir, un método basado en su
actitud humanista. Esto lo alejó del dañino dogmatismo que
hasta ahora siempre ha desdembocado en el academicismo
vácuo e hizo posible que su obra alcanzara la trascendencia en
el tiempo de la que el futuro será mejor testigo que nosotros.
48
BIBLIOGRAFIA
César Valle jo, vida y obra. Luis Monguió. Editora Perú Nue¬
vo, Lima, 1952.
49
Este Cuaderno
de la Casa de las Américas
consta de cuatro mil ejemplares.
Se terminó de imprimir
el día 31 de Octubre de 1963
AÑO DE LA ORGANIZACION
En la Unidad 210-01
Empresa Consolidada de Artes Gráficas
en La Habana, Cuba.
TITULOS PUBLICADOS
■
Date Due
O 1164 0155920
PQ8497 .V35Z64
Da1ton, Roque
César Vallejo
8313-1