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LAICISMO COMO CONCEPTO Y SU AFINIDAD CON EL PENSAMIENTO

MASONICO: Educación y Libertad

Carlos Eduardo Mestre A., MD

El laicismo es el reconocimiento de la autonomía de lo político y civil respecto


a lo religioso, la separación entre la esfera terrenal de aprendizajes, normas y
garantías que todos debemos compartir y el ámbito íntimo o privado de las
creencias de cada cual.

La liberación es mutua, porque la política se sacude la tentación teocrática


pero también las iglesias y los fieles dejan de estar manipulados por
gobernantes que tratan de ponerlos a su servicio. Aunque esto se ve en el
papel, no es la práctica actual en el estado laico, por constitución, en el que
vivimos, en donde la política y la religión se confabulan para mantener el
poder a su favor a costa de la población no pensante o más bien con pereza
de pensar por sí mismo.

Existen muchos aspectos por los cuales el laicismo mundial, como


movimiento, ha defendido, dos de los cuales vamos a tocar hoy, uno es la
educación, tratando de liberarla de la influencia dogmática y otro la libertad
de pensamiento, sin olvidar otros muy importantes como la familia, la
estructura social, el estado de derecho, la salud, etc.

El Estado debe ser no confesionali, o como otros interpretarían,


multiconfesional, pues debe aceptar la libertad de creencia espiritual y/o
religiosa en su población, sin intervenir en ellas o permitir lo contrario, pues
ambas deben tener su libertad de ejercer en su asunto particular ii. Teniendo
en cuenta esto, la educación por un lado debe tener un derrotero estatal de
acuerdo a como el estado desea que su pueblo sea educado, sin impartir
pensamientos sectarios propios de cada una de las religiones que tanto en el
fondo como en la superficie son excluyentes. Esto se ve explicado por Claudio
Magrisiii, quien afirma que “…en nombre del deseo de los padres de hacer
estudiar a sus hijos en la escuela que se reclame de sus principios (religiosos,
políticos y morales) surgirán escuelas inspiradas por variadas charlatanerías
ocultistas que cada vez se difunden más, por sectas caprichosas e ideologías
de cualquier tipo. Habrá quizá padres racistas, nazis o estalinistas que
pretenderán educar a sus hijos -a nuestras expensas- en el culto de su Moloch
o que pedirán que no se sienten junto a extranjeros…“. Por otro lado debe ser
incluyente, pues la educación debe estar abierta a todos sin importar credo,
raza o condición social y, aún más importante, debe incluir personas con
discapacidad física y cognitiva, para impulsar más el aprendizaje de la
convivencia, la tolerancia y la fraternidad, no en el papel sino como vivencia
personal y por el ejemplo.

Debe recordarse que la enseñanza no es sólo un asunto que incumba al


alumno y su familia, sino que tiene efectos públicos por muy privado que sea
el centro en que se imparta. Una cosa es la instrucción religiosa o ideológica
que cada cual pueda dar a sus vástagos siempre que no vaya contra leyes y
principios constitucionales, otra el contenido del temario escolar que el
Estado debe garantizar con su presupuesto que se enseñe a todos los niños y
adolescentes.

En el terreno escolar hay que ser preciso estableciendo las demarcaciones y


distinguiendo entre los centros escolares (que pueden ser públicos o
privados) y la enseñanza misma ofrecida en cualquiera de ellos, cuyo
contenido de interés público debe estar siempre asegurado y garantizado
para todos. En esto consiste precisamente la laicidad o laicismo y no en otra
cosa más oscura o temible.

Algunos partidarios a ultranza de la religión como asignatura en la escuela


han iniciado una cruzada en Colombia, desde hace 30 años, contra la
enseñanza de una moral cívica o cultura ciudadana. Al oírles parece que los
valores de los padres, cualesquiera que sean, han de resultar sagrados
mientras que los de la sociedad democrática no pueden explicarse sin incurrir
en una manipulación de las mentes poco menos que totalitaria, escondiendo
sus propios intereses de manejos de poder sobre su rebaño iv. De acuerdo a
Carlos Gaviria “Obligar a alguien a que acepte como verdades, cosas que su
conciencia rechaza o que están contradichas por la razón y la experiencia, es
un auténtico crimen contra la naturaleza racional de los humanos”v.

En cualquier caso, la actitud laica rechaza cualquier planteamiento


incontrovertible de valores políticos o sociales: el ilustrado Nicolás de
Condorcetvi llegó a decir que ni siquiera los derechos humanos pueden
enseñarse como si estuviesen escritos en unas tablas descendidas de los
cielos. Pero es importante que en la escuela pública no falte la elucidación
seguida de debate sobre las normas y objetivos fundamentales que persigue
nuestra convivencia democrática, precisamente porque se basan en
legitimaciones racionales y deben someterse a consideraciones históricas.
Los valores no dejan de serlo y de exigir respeto aunque no aspiren a un
carácter absoluto ni se refuercen con castigos o premios sobrenaturales. Y,
sobre todo, es indispensable hacerlo comprender. Finlandia y Noruega nos
dan un gran ejemplo de ello en sus modelos educativos, en donde el debate y
el autoaprendizaje son lo importante, más que el dogma y la doctrina
educativos. En los planes de estudio de primaria y secundaria debe
contemplarse un espacio para reflexionar sobre este fenómeno (religión en el
aula escolar) y señalar los efectos que produce, con absoluto rigor y
honestidad. Pero adoctrinar al niño y al adolescente en cualquier tipo de
creencias religiosas y obligarlo a aceptar dogmas que la razón y el sentido
común rechazan, es sofocar su conciencia y debilitarlo como ser pensante vii.

Sin embargo, el laicismo va más allá de proponer una cierta solución a la


cuestión de las relaciones entre la Iglesia (o las iglesias) y el Estado. Es una
determinada forma de entender la política democrática y también una
doctrina de la libertad civil.

Consiste en afirmar la condición igual de todos los miembros de la sociedad,


definidos exclusivamente por su capacidad similar de participar en la
formación y expresión de la voluntad general y cuyas características no
políticas (religiosas, étnicas, sexuales, genealógicas, etc.) no deben ser en
principio tomadas en consideración por el Estado. De modo que, en puridad,
el laicismo va unido a una visión republicana del gobierno: puede haber
repúblicas teocráticas, como la iraní, pero no hay monarquías realmente
laicas (aunque no todas conviertan al monarca en cabeza de la iglesia
nacional, como la inglesa).

Y por supuesto la perspectiva laica choca con la concepción nacionalista,


porque desde su punto de vista no hay nación de naciones, ni Estado de
pueblos, sino nación de ciudadanos, iguales en derechos y obligaciones
fundamentales más allá de cuál sea su lugar de nacimiento o residencia.

Luego de estas explicaciones, podemos ver que la masonería es laicista, al no


ser considerada una religión ni un sustituto de ella. No impone ni recomienda
ninguna fe o la falta de ella. Así pues, un masón puede profesar la religión
que desee o ninguna sin entrar en contradicción con los principios
masónicos.

Al ser la libertad absoluta de conciencia un principio fundamental del


laicismo, no se contrapone con los propios principios masónicos.

Como también la laicidad que intenta liberar al ciudadano de todo lo que


aliena o pervierte el pensamiento, especialmente las creencias atávicas, los
prejuicios, las ideas preconcebidas, los dogmas, las ideologías opresoras, las
presiones de orden cultural, económico, social, político o religioso, trata de
desarrollar en el ser humano, en el cuadro de una formación intelectual,
moral y cívica permanente, el espíritu crítico así como el sentido de la
solidaridad y de la fraternidad. La masonería respeta de sobremanera a los
creyentes y a las iglesias, defiende su derecho y su deber a su autogestión y
autofinanciación, para que, en plena libertad puedan desarrollar sus
actividades sin injerencias externas.

Frente a ello, la Masonería aspira a que la fraternidad reine entre todos los
hombres, mujeres y pueblos.

El Aniversario del Día de la Libertad de Pensamiento es el 20 de setiembre,


como Derecho democrático e inherente al Ser Humano respecto a la
concepción y difusión de sus creencias, muy unido a la Laicidad o Laicismo,
como virtud Mas.:

Desafíos actuales del Laicismo.

• La Iglesia debe quedar como una institución que promueve valores,


actitudes y conductas, con sus propios propósitos, metas y métodos, sin ser
protegida por un estatus especial por parte del Estado.

• Se debe definir la moral no como católica o cristiana o judía o


musulmana, etc., sino como ciudadana. La moral cultural, las reglas de
convivencia pertenecientes a una agrupación humana, no tienen por qué ser
uniformes para todos los grupos humanos.

• El introducir dentro de los debates de la sociedad la convicción de que


debe haber un estado laico tal como está expresado en la nueva constitución.
• El concepto de laicidad debe ser correctamente entendido y aplicado
para permitir a la sociedad la libre expresión de todos los pensamientos sin
que el Estado adopte uno como propio.

• El laicismo tendrá que renovar sus esfuerzos para contribuir a crear el


clima necesario a fin de que, por lo menos en América Latina, con 500
millones de habitantes, y que en 30 años más crecerá en 200 millones, se
expresen la tolerancia, la justicia social y el pleno derecho a la libertad de
pensamiento y de conciencia.

Quizá el primer mandamiento de la laicidad o laicismo consista en romper la


idolatría culturalista y fomentar el espíritu crítico respecto a las tradiciones
propias y ajenas. Podría formularse con aquellas palabras de Santayana viii:
“No hay tiranía peor que la de una conciencia retrógrada o fanática que
oprime a un mundo que no entiende en nombre de otro mundo que es
inexistente“, ideal pero peligroso si tenemos en cuanta las palabras de
Sigmund Freud, “De los hombres cultos y de los trabajadores intelectuales no
tiene mucho que temer la civilización. La sustitución de los motivos religiosos
de una conducta civilizada por otros motivos puramente terrenos se
desarrollaría en ellos calladamente. Tales individuos son, además de por sí,
los más firmes sustratos de la civilización. Otra cosa es la gran masa inculta y
explotada, que tiene toda clase de motivos para ser hostil a la civilización... Si
no se debe matar única y exclusivamente porque lo ha prohibido Dios, y luego
resulta que no existe tal Dios y no es de temer, por tanto, su castigo, se
asesinará sin el menor escrúpulo, y solo la coerción social podrá evitarlo. Se
plantea, pues, el siguiente dilema: o mantener a estas masas peligrosas en
una absoluta ignorancia, evitando cuidadosamente toda ocasión de un
despertar espiritual, o llevar a cabo una revisión fundamental de las
relaciones entre la civilización y la religión”ix. Está en curso el cambio.
i
https://es.slideshare.net/marthaluciar/hecho-religioso-1737028
ii
La Constitución Política consagra en sus artículos 18, 19 y 27 la libertad de conciencia de cultos y de enseñanza,
aprendizaje y cátedra y con base en ellos nadie puede ser molestado por razón de sus convicciones ni con pedido a
revelarlos ni obligado a actuar contra su conciencia; por ello toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión
y a difundirla garantizando el estado la libertad de enseñanza. A su turno los artículo 67 y 68 constitucionales, consagran la
educación como un servicio público que tiene una función social y busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la
técnica y a los demás bienes y valores de la cultura estipulando a su vez que los padres de familia tendrán derecho de
escoger el tipo de educación para sus hijos menores y que en los establecimientos del Estado ninguna persona podrá ser
obligada a recibir Educación Religiosa.
iii
Claudio Magris (Trieste, 10 de abril de 1939) es un escritor italiano, traductor y profesor de la Universidad de Trieste.
Actualmente es profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de su Trieste natal. De sus relatos,
frecuentemente de factura mixta e indefinida entre lo narrativo, lo ensayístico y el libro de viajes, sobresalen: Conjeturas
sobre un sable (1984), El Danubio (1986), considerada su obra maestra; Otro mar (1991), Microcosmos (1997) y A ciegas
(2005).
iv
Instituciones han sido creadas en diferentes sectas religiosas como la ASOCIACIÓN DE CAPELLANES EVANGÉLICOS DE
COLOMBIA, “ACEC”
v
Revista Semana, diciembre 2014. ¿Se debe enseñar religión en los colegios y escuelas? Carlos Gaviria Días, exmagistrado
de la corte suprema de justicia en Colombia
vi
Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat, marqués de Condorcet (Ribemont, Aisne, Francia, 17 de septiembre de 1743 -
Bourg-la-Reine, 281 o 29 de marzo2 de 1794), fue un filósofo, científico, matemático, político y politólogo francés. Su
asombroso nivel de conocimientos le valió que Voltaire le llamara "filósofo universal", al tiempo que es descrito por
D'Alembert como "un volcán cubierto de nieve", lo que está de acuerdo con lo que comenta mademoiselle de Lespinasse,
quien ha dejado un admirativo relato del Ilustrado; según sus palabras: "Esta alma sosegada y moderada en el curso
ordinario de la vida, se convierte en ardiente y fogosa cuando se trata de defender a los oprimidos o de defender lo que
aún le es más querido: la libertad de los hombres...".
vii
Carlos Gaviria Diaz, sic
viii
Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, más conocido como George Santayana (Madrid, 16 de diciembre de
1863 – Roma, 26 de septiembre de 1952), fue un filósofo, ensayista, poeta y novelista hispano-estadounidense. The Life of
Reason (5 vols., 1905–1906).
ix
El porvenir de una Ilusión, libro escrito en 1927 por Sigmund Freud. En él describe su interpretación sobre los orígenes,
desarrollo y psicoanálisis de la religión así como su futuro. Freud veía la religión como un falso sistema de creencias.

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